El Señor te bendiga, amado pueblo de Dios. Hoy es 16 de abril del año 2024 y estamos aquí nuevamente para impartir pan del cielo, para darte de beber de esas aguas las únicas que pueden calmar tu sed, que representan la Palabra del Señor. Dice:
[Éxodo 19:10-11, RVR1960] Y Jehová dijo a Moisés, Ve al pueblo y santifícalos hoy y mañana; y laven sus vestidos, y estén apercibidos para el día tercero, porque al tercer día Jehová descenderá a ojos de todo el pueblo sobre el monte Sinaí. Alabado sea el Señor.
Vamos a hacer una oración para comenzar con esta ministración profética, que va acorde a este versículo que me hablaba más temprano el Espíritu Santo de Dios. Así que, amado Padre celestial, Rey de gloria y majestad, amado Dios todopoderoso, creador de todo el universo, en cuya mano están todas las cosas, oh Señor, a ti venimos nuevamente, Padre, congregados en un mismo sentir, en un solo corazón, en una sola intención, que es buscarte, Señor, y encontrarte.
Señor, porque Tú quieres ser hallado por nosotros, porque Tú deseas, oh Padre celestial, que nosotros te amemos, que nosotros te hablemos, que nosotros estemos cerca tuyo cada vez más. Y por eso, en esta hora, Señor, en esta congregación virtual en la que estamos hoy, Señor, venimos delante de ti para ser limpiados, para ser lavados, para poder ir aún más cerca de Tú presencia, porque Tú, Señor, habitas en la santidad, habitas en luz inaccesible.
Y Señor, Tú lavas a tu pueblo, Tú lo limpias, Tú lo purificas, Padre, para que podamos estar cada vez más cerca tuyo, Señor, por tu gracia. Oh Señor, gracias a ese sacrificio al cual se entregó tu Hijo unigénito, Señor, y por el cual nosotros tenemos acceso a ese lugar santísimo. Oh Padre, te damos toda la gloria, toda la honra, Señor, porque hoy nos vas a hablar, porque eres un Dios activo, un Dios que se muestra y no que se esconde, especialmente cuando sabes que tu pueblo necesita escucharte, que tu pueblo necesita conocerte más y, como dije antes, acercarse más a ti.
Gracias, Señor, porque las palabras que nos vas a dar hoy son palabras de vida, es pan del cielo, Señor, con el cual hoy nos vas a alimentar a nuestros espíritus, porque no sólo nuestro cuerpo tiene que alimentarse, comer, nutrirse, fortalecerse a través de los alimentos que dejaste para que ingiramos, sino nuestros espíritus. Señor, y hoy queremos venir a esta mesa a la cual nos invitas para alimentarnos de ese pan santo, del mejor pan de todos los panes, de ese maná que viene del cielo.
Gracias, Padre Celestial, a ti sea la honra, la gloria, el poder, el imperio y la majestad por siempre, Señor. Y venimos en acción de gracias, en el nombre poderoso de Cristo Jesús, el Sí y el Amén. ¡Aleluya! Y el Señor Pueblo te dice en esta tarde, en esta noche o en esta mañana, acorde al momento en el que estés mirando este vídeo, hijito, hijito, quiero que vengas más cerca mío, dice el Señor, te quiero más a mi lado, quiero que estemos más cerca, no quiero que estés lejos de mí, anhelo, anhelo, dice el Señor, que mi pueblo venga más cerca de mí.
Yo no quiero que mi pueblo sea lejano, sino cercano, para eso se entregó Jesús, dice el Señor, para que ustedes puedan acercarse a mí confiadamente al Trono de la gracia. Eso es otra de las cosas, dice el Señor, esa es otra de las cosas que logró el sacrificio de Jesús, su dolor, su aflicción en ese madero. Romper el velo, para que ustedes puedan tener acceso a un lugar más cercano a mí, acceso a ese lugar santísimo, a donde antes, en el viejo pacto, únicamente los sacerdotes podían ingresar y no todos los días del año, pero ustedes, dice el Señor, tienen el beneficio, tienen el regalo, tienen este don de poder venir a mis atrios, cada vez que tengan esa necesidad.
Y no son sólo ustedes, dice el Padre, los que tienen necesidad de acercarse a mí, sino que yo quiero que ustedes se acerquen a mí. Hijitos, acérquense más, sean hijos cercanos, porque ustedes son Hijos de la luz y están hechos para habitar en mi luz. Hijitos, no se avergüencen de venir más cerca de mí, porque soy Yo el que los está llamando, dice el Señor. Y dice:
[Hebreos 4:16, RVR1960], así que acerquémonos con confianza al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitamos.
Hijitos, dice el Señor, hoy les estoy recordando que otra de las cosas que logró justamente la entrega de mi hijo en esa cruz es que ustedes puedan estar cerca mío y no lejos, porque justamente me viene a mí, Noelia, este pasaje de Éxodo:
[Éxodo 19:10-25, RVR1909] Y Jehová dijo á Moisés: Ve al pueblo, y santifícalos hoy y mañana, y laven sus vestidos; Y estén apercibidos para el día tercero, porque al tercer día Jehová descenderá, á ojos de todo el pueblo, sobre el monte de Sinaí. Y señalarás término al pueblo en derredor, diciendo: Guardaos, no subáis al monte, ni toquéis á su término: cualquiera que tocare el monte, de seguro morirá: No le tocará mano, mas será apedreado ó asaeteado; sea animal ó sea hombre, no vivirá. En habiendo sonado largamente la bocina, subirán al monte. Y descendió Moisés del monte al pueblo, y santificó al pueblo; y lavaron sus vestidos. Y dijo al pueblo: Estad apercibidos para el tercer día; no lleguéis á mujer. Y aconteció al tercer día cuando vino la mañana, que vinieron truenos y relámpagos, y espesa nube sobre el monte, y sonido de bocina muy fuerte; y estremecióse todo el pueblo que estaba en el real. Y Moisés sacó del real al pueblo á recibir á Dios; y pusiéronse á lo bajo del monte. Y todo el monte de Sinaí humeaba, porque Jehová había descendido sobre él en fuego: y el humo de él subía como el humo de un horno, y todo el monte se estremeció en gran manera. Y el sonido de la bocina iba esforzándose en extremo: Moisés hablaba, y Dios le respondía en voz. Y descendió Jehová sobre el monte de Sinaí, sobre la cumbre del monte: y llamó Jehová á Moisés á la cumbre del monte, y Moisés subió. Y Jehová dijo á Moisés: Desciende, requiere al pueblo que no traspasen el término por ver á Jehová, porque caerá multitud de ellos. Y también los sacerdotes que se llegan á Jehová, se santifiquen, porque Jehová no haga en ellos estrago. Y Moisés dijo á Jehová: El pueblo no podrá subir al monte de Sinaí, porque tú nos has requerido diciendo: Señala términos al monte, y santifícalo. Y Jehová le dijo: Ve, desciende, y subirás tú, y Aarón contigo: mas los sacerdotes y el pueblo no traspasen el término por subir á Jehová, porque no haga en ellos estrago. Entonces Moisés descendió al pueblo, y habló con ellos.
Estamos leyendo de la versión Reina Valera 1909, que tiene un lenguaje un poquito más antiguo, pero el Señor me daba este pasaje, continuando con lo que Él viene hablando a su iglesia sobre el éxodo en relación a estos últimos días.
Pero el Padre te dice hoy, hijitos, tienen que entender que en ese momento, cuando la Ley se le fue entregada en manos de Moisés, el pueblo debía mantenerse a distancia para que no se mueran delante de mi presencia, y debían lavarse, lavar sus vestidos, santificarse, inclusive para poder resistir a mi presencia desde lejos, aún cuando no podían subir al Monte.
Es decir, aún desde lejos, ese pueblo, en la época de Moisés, aún desde lejos, el pueblo debía santificarse igual, lavarse y no tocar mujer, como dicen las Escrituras, para poder ser dignos de escuchar lo que sucedía quizás en la cumbre del Sinaí. Pero no podían acercarse, no tenían el derecho de acercarse, no estaban lo suficientemente limpios para poder acercarse al Señor, no eran dignos para estar tan cerca de la presencia de Dios, no tenían el beneficio de estar tan cerca del Señor, no tenían este regalo de acercarse a Él, confiadamente, sabiendo que no iban a morir.
Pero hay una diferencia, y yo Noelia, vuelvo a ver el sacrificio de Jesús, que marca un antes y un después en la historia de la vida del hombre. Antes del sacrificio de Jesús, el Señor, entre el Señor y su pueblo, se mantenía cierta distancia, porque los sacrificios de los animales por la expiación, por el pecado, no alcanzaban, tenían que, para purificar realmente al pueblo, para ser dignos de estar cerca de Él, en su presencia, estos sacrificios tenían que llevarse a cabo continuamente, porque el pueblo pecaba continuamente, y no había ningún animal que fuera suficientemente digno como para limpiar el pecado de todo el pueblo, ni siquiera de los sacerdotes que eran los que ofrecían el sacrificio en ese tiempo.
Pero una vez entregado el Cordero, santo, inocente, sin mancha, entregado por todos aquellos que crean que Él es el Hijo de Dios, entonces el pueblo pudo acceder a esa presencia sin morirse, pudo acercarse al trono de la gracia confiadamente, sabiendo que su sangre nos lava.
Dice Hebreos 10:4, porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar el pecado. Pero la sangre de aquel que se entregó en esa cruz, Cordero sin mancha, Cordero inocente, Cordero inmolado, llevado al matadero sin abrir su boca, nos limpia de todo pecado. El que es digno de abrir los siete sellos, el único que fue hallado digno de abrir los siete sellos, el único encontrado con la dignidad de poder abrir los siete sellos, Él nos ha limpiado de todo pecado, su sangre nos ha lavado, su sangre nos ha comprado.
Dice Hebreos 10:10 en esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre. El Señor dice, hijitos entiendan, entiendan y sigan entendiendo, mediten y sigan meditando, dice el Señor, en lo que sucedió ese día, que marca un antes y un después en la historia de la redención de todas las cosas.
Todo cambió, dice el Señor, todo fue mejor a partir de ese día, todo mejoró, escucho que dice el Señor, todo se perfeccionó. Hijitos entiendan, dice el Señor, el regalo que ustedes tienen, que pueden tener una relación con un Dios de cerca y no de lejos, que a partir de lo que Él hizo en la cruz, entregando su vida por su propia voluntad, dice el Señor, les permite a ustedes tener acceso y estar cerca de su Dios.
Hijitos, dice el Señor, estoy aquí hablándoles, trayéndoles claridad, dándoles entendimiento. Estoy respondiendo las oraciones porque muchos de ustedes me pidieron que hable sobre estos temas, dice el Señor. Estoy aquí contestándoles y también haciendo señal para ustedes, para que entiendan que escucho sus oraciones, que respondo a sus peticiones y que aquel al que golpea se le abrirá, aquel al que busca encontrará.
Hijitos, dice el Señor, entiendan que soy un Dios cercano a los suyos, que soy un padre que quiere estar continuamente cerca de sus hijos, que no deseo, dice el Señor, que ustedes se alejen de mí y cuando ustedes se olvidan de que tienen que caminar en la gracia, dice el Señor, esto provoca que se vayan alejando de mí y mi corazón se duele.
Por eso hoy los llamo, dice el Señor, a acercarse confiadamente al trono de la gracia. No hay rituales que ustedes tengan que hacer, dice el Señor, para lograr estar más cerca mío porque ustedes son, dice el Señor, verdaderos adoradores en espíritu y en verdad. No hay un monte físico al que tengan que subir para poder encontrarme, dice el Señor, porque soy un Dios que puede ser hallado en cualquier momento, en cualquier lugar.
¡Aleluya! Hijitos, dice el Señor, eso es lo que busco en este tiempo, adoradores verdaderos en espíritu y en verdad. Y cuando ustedes creen que tienen que hacer o dejar de hacer ciertas obras, dice el Señor, se olvidan que deben adorarme en el espíritu y eso, dice el Señor, es estar en mi presencia.
¡Aleluya! Hijitos, entienden, dice el Señor, que a partir del sacrificio de Jesús, las distancias entre mi pueblo y Yo se acortaron. Entienden, dice el Señor, que Él derribó la pared de separación. No solamente entre dos pueblos distintos, que son los judíos y los gentiles, sino entre los que creen en el Hijo de Dios y Yo, dice el Padre. Y dice la Palabra:
[Juan 4:23, RVR1960] pero la hora viene y ahora es cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque también el Padre, tales adoradores, busca que le adoren. Dios es espíritu y los que le adoran en espíritu y en verdad es necesario que le adoren, dice, ¿no? Amén.
Es necesario que en espíritu y en verdad le adoren. ¡Gloria al Señor! ¡Aleluya! Si ustedes prestan atención en este pasaje, dice este versículo, no solamente que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, sino que el Padre busca que tales adoradores le adoren. Por eso yo escucho al Señor que te dice, hijito, yo quiero que me adores.
Hijito, dice el Señor, no hay conexión más poderosa conmigo que cuando tú me adoras en tu espíritu, dice el Señor. Valoren, dice el Señor, que a través del sacrificio de Jesús no tienen que ir a ningún lugar especial para encontrarme. Yo puedo ser hallado, dice el Señor, adentro de ustedes.
¡Gloria a Dios! Porque yo soy espíritu, dice el Padre, y cuando ustedes me adoran en sus espíritus, dice el Señor, están cerca mío, porque están en mí a través del espíritu, y no se trata de un lugar físico adonde tengan que buscarme, como en aquel tiempo Moisés tenía que subir al monte Sinaí para hablar conmigo.
Soy, dice el Señor, hay una cercanía entre nosotros, porque Jesús, a través de su sacrificio, acortó las distancias entre nosotros. Lo único, dice el Señor, que puede separarlos de mí en este tiempo, bajo el nuevo pacto en la sangre de Cristo, es el pecado. Lo único, dice el Señor, que puede levantar una barrera entre nosotros en este tiempo, dice el Señor, es el pecado. Oh, hijitos, dice Dios, vengan a mí. Vengan, hijos, acérquense, porque quiero tener una relación de padre e hijos. Y quiero, dice el Señor, que me traten como a un padre.
Y me vienen los pasajes donde Jesús llamaba padre a su Dios. Hijitos, dice el Señor, anhelo que mis hijos me reconozcan como su Abba Padre. No se vayan lejos, dice el Señor, no quiero que me traten como alguien desconocido, como a alguien al cual no pueden acercarse mucho. No quiero que me tengan miedo y en este caso Dios no está hablando del temor de Dios, está hablando de un miedo de acercarse a nuestro Padre Celestial que es demoníaco. Es un miedo que el enemigo coloca a los hijos de Dios para que tal vez no se acerquen a Él como un Padre Celestial.
Y yo lo veo a Jesús nuevamente cuando Él hablaba de Dios, Él se refería como padre al Señor. Por eso cuando los discípulos le preguntaron cómo debemos orar, Él mencionó la palabra padre y se dirigió al Señor, su Dios, como Padre. Dándonos a entender que la relación con Dios se acercaría entre sus hijos y Él.
Porque dice el Espíritu de Dios que Jesús acortó el camino al Padre. Y dice Mateo capítulo 6:9, vosotros pues oraréis así, dijo Jesús, Padre nuestro que estás en los cielos. Y así continuó la oración que hoy en día es conocida como la oración del Padre Nuestro, justamente es conocida como la oración del Padre Nuestro. Estas cosas solamente se hicieron posibles, dice el Señor esta cercanía, gracias a que Jesús entregándose en esa cruz derribó la pared intermedia. Quitó toda separación entre el Padre y sus hijos, colocándose Él en el medio entre estos dos como intermediario.
Gloria a Dios, porque yo estoy viendo ahora una visión donde está el Padre, nosotros que somos sus hijos y en el medio está Jesús. En el medio entre el Padre y nosotros está Jesús y Él intercede por nosotros. Como dice la Escritura, que Jesús intercede por nosotros. Nos ayuda a acercarnos al Padre y Él logró una de las victorias que Jesús tuvo en la cruz. Es que nosotros, a través de creer en Él, que está en el medio entre el Padre y nosotros, podamos acceder a Él, al Padre. Gloria al Señor.
Dice Romanos 8:34, ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió, más aún el que resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. Y en esta visión que yo estoy viendo donde estamos nosotros, está Jesús en el medio y está el Padre, nos veo llegando al Padre a través de Jesús. Para nosotros acercarnos a nuestro Padre Celestial, lo tenemos que hacer a través de Jesús. Porque Él fue el que abrió el camino al Lugar Santísimo. Él fue el que rasgó el velo, o mejor dicho, que cuando Él se entregó en la cruz, el velo del templo se rasgó en dos. Esto representa que comenzaríamos a tener ingreso al Lugar Santísimo por causa de su sacrificio, de su entrega.
Entonces, a través del sacrificio de Jesús, nosotros podemos acceder al Padre de una manera cercana. Gloria al Señor. Así que Dios te dice hoy, hijito, no me trates como un extraño. Dice el Señor, no me trates como si no fuera tu Padre. Llamarme Padre, dice el Señor, es honrarme. Porque ustedes son míos, dice el Señor, y los quiero a mi lado. Como cuando un padre o una madre disfruta de la presencia de sus hijitos. Como cuando una gallina quiere tener los pollitos debajo de su sala. Dice el Señor, Yo anhelo pasar tiempo con ustedes, que se acerquen a mí, pero como cuando un hijo se acerca al padre, y no como cuando un empleado, por ejemplo, se acerca a su jefe con miedo.
Dice el Señor que una cosa es el respeto hacia el padre y otra cosa es tenerle miedo al Padre. Ciertamente hay una autoridad en el Padre, la cual tenemos que respetar y provoca el temor de Dios, como dice Proverbios 1, que el temor de Dios es el principio de la sabiduría. Pero no es lo mismo sentir respeto por alguien a quien uno ama mucho y entiende quién es y está consciente de quién es, que tenerle miedo y no acercarse por causa del miedo.
El Señor dice, ¡Hijitos! Arrepiéntanse de tener miedo de mí, de no querer acercarse a mí porque no soy yo el que los rechaza, dice el Padre. Sino que ustedes quieren acercarse a mí, dice el Señor, pero ustedes mismos colocan distancia entre ustedes y yo porque les falta conocimiento, porque están asustados, porque no han entendido, dice el Señor, que hay una relación de padre e hijos que hoy está disponible para ustedes a través de lo que Jesús logró en esa cruz, estableciendo un nuevo pacto en su sangre. Que hubo un cambio, dice el Señor, en la manera de relacionarse con Dios a partir del sacrificio de Jesús.
Hijitos, comprendan, dice el Señor, que los quiero cerca y no lejos y que me agrada cuando ustedes me llaman Padre, Padre Celestial. Y me viene también ese versículo que dice que el Señor es el Padre de las luces, como también hay otro versículo que dice que Él es el Padre de los espíritus. Y todo aquel que cree en Jesús como el Hijo de Dios, que se entregó en esa cruz, murió y resucitó al tercer día. Todo aquel, dice el Señor, que se bautiza en Cristo Jesus tiene la potestad de ser llamado Hijo de Dios.
Dice Santiago 1:17, toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza ni sombra de variación. Todos aquellos que creen en Jesús como el Salvador, se hacen como que obtienen el derecho de ser hijos de Dios y pasan a formar parte aquellos que se bautizan en el agua, en Cristo Jesús, aquellos que nacen de nuevo por el Espíritu de Dios, pasan a formar parte de la familia de Dios.
Y yo quiero, dice el Señor, tener una familia cercana y no lejana, quiero tener hijos que sean cercanos conmigo y también entre ellos, como ustedes desean que sus familias sean cercanas, como ustedes desean que su familia sea unida. Entiendan, dice el Señor, que las cosas terrenales son sombra de las celestiales.
Hijitos, accedan, accedan a ese lugar santísimo, accedan, dice el Señor, entren por mis atrios, acérquense a mí y adórenme en sus espíritus, reconociéndome como ese Padre Celestial, dice el Señor. Y no como un Dios lejano. Valoren, dice el Señor, el sacrificio de la cruz, porque fue un precio muy alto, dice el Señor, el que se pagó, para que ustedes puedan estar cerca mío y no lejos.
Hijitos, dice el Señor, recuerden el primer amor. Recuerden, dice el Señor, cuando me encontraron, cuando sus ojos fueron abiertos, cuando disfrutaban de estar conmigo, dice el Señor. Recuerden, dice el Señor, cómo me adoraban en su espíritu, dice el Padre. Recuerden, dice el Señor, y vuelvan a ese primer amor, porque muchos de ustedes se han alejado de mí olvidándose de que soy Espíritu y que en el espíritu puedo ser encontrado.
Hijitos, algunos de ustedes se olvidaron de esa simpleza, dice el Señor, y empezaron a intentar de hacer cosas para tal vez agradarme más. Pero ustedes me agradan, dice el Señor, simplemente por el hecho de que creen en mi Hijo. Ustedes me agradan porque son mis hijos. Si verdaderamente Cristo está en ustedes, dice el Señor.
Hijitos, entiendan el valor de esa cruz. Mediten en estas palabras. Aleluya, alabado sea el Señor, Santo de Israel, Padre bueno, el único digno de ser llamado Padre bueno, Padre cercano, un Padre que se da a los suyos, un Padre que quiere ser consultado por sus hijos, un Padre que quiere ser conocido por sus hijos, un Padre que quiere ser amado por sus hijos, un Padre que quiere recibir alabanza de sus hijos. Ese es nuestro Abba Padre, nuestro Padre Celestial.
Accedan, dice el Señor, y búsquenme de todo corazón. Estén donde estén, dice el Señor. Y repite que ya no se trata de encontrarlo en un lugar físico, sino celestial. No se trata de un lugar físico, sino espiritual. Porque Dios es espíritu, y Él busca que verdaderos adoradores lo adoren en el espíritu y en verdad. ¡Gloria a Dios! Porque tenemos acceso a donde Él está, por medio del Espíritu de Dios. ¡Aleluya! ¡Qué tremendo don, qué tremendo regalo! ¡Gracias, Señor! ¡Gracias, Señor! ¡Gracias, Abba Padre! ¡Te amamos, Señor!
Y yo estoy viendo ahora la Nueva Jerusalén, donde dice la Biblia que ya no habrá luz del sol, porque Él va a alumbrarnos. Y yo estoy viendo en esta visión que vamos a ser como una gran familia, alumbrada por su Padre Celestial, contenida por su Espíritu, por su luz, por su amor. Pero no veo en esta visión que sus hijos van a estar cada uno por su lado, separados, lejos del Padre, no, sino cercanos a Él, relacionándonos con Él de cerca y con nuestros hermanos, como una familia celestial.
Y el Señor dice, entiendan el concepto de familia, porque eso es, dice el Señor, lo que deseo, eso es lo que quiero que seamos. Y no conocidos, que se ven de vez en cuando, dice el Señor, pero que no tienen una relación cercana. Hijitos, algunos de ustedes están confundidos, dice el Señor. Solamente quiero que me amen, que caminen en mi amor.
Y me viene lo que dijo Jesús, amarás a tu prójimo. Mejor dicho, primero dijo, amarás a Dios con todo tu corazón, tu mente, tus fuerzas. Y amarás a tu prójimo como a ti mismo. Hijitos, si ustedes aman, dice el Señor, es porque me han conocido, porque soy un padre amoroso y quiero que mis hijos amen, como Yo los amo, dice el Señor. Pero, ¿qué dijo? Que tengan confianza con su Padre, dice el Señor, le llama de otra manera.
Hijitos, si ustedes me conocen y confían en mí, dice el Señor, les va a salir naturalmente llamarme Padre, porque van a sentir esa paternidad, ese amor paternal, dice el Señor. Si ustedes me conocen, dice el Señor, y entienden lo que sucedió ese día en esa cruz, entonces no se van a avergonzar de decirme simplemente Padre, sino que lo van a disfrutar, van a entender que me honra que me llamen Padre.
Dice Mateo 22, Jesús le dijo, amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Ese es el primer y grande mandamiento. Y el segundo es semejante, amarás a tu prójimo como a ti mismo. Y dice la Biblia, de estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas. Hijitos, se trata del amor, dice el Señor. Si ustedes aman, están cumpliendo con la ley. Porque yo soy amor, dice el Señor. Dios es amor, dice la Biblia. El que ama no hace mal a su prójimo, dice el Señor.
Porque el que tiene el amor de Dios en él, cumple la ley al amar. ¿Entienden hijos? Dice el Señor. Sean libres ahora de toda cadena que les impedía acercarse a mí como Padre Celestial. Hijitos, me voy a revelar en este tiempo a un pueblo que me llamaba Dios, pero que no me conocía del lado paternal. Voy a revelarme como padre en estos días, dice el Señor. Y les voy a explicar a un pueblo que está confundido el tipo de relación que espero con mis hijos.
Vengan, dice el Señor, y acérquense confiadamente, porque para eso murió Cristo, el primero de muchos hermanos. Porque así dice la Biblia. ¡Aleluya! ¡Aleluya! Hijitos, si ustedes me han conocido, dice el Señor, entienden lo que les digo. Pero no se confundan, repite el Señor, y vuelvan a ese amor de padre e hijo. Dice Romanos 8:29, porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos.
¡Aleluya! Alabado sea el Señor por este regalo del cielo, por esta gracia inmerecida, por este amor tan grande de poner su vida para que muchos se conviertan en hijos de un mismo Padre. Alabado sea el Señor. Gracias, Señor. Y yo vuelvo a ver escrito en el aire Padre Celestial, Padre Nuestro, Padre que estas en los cielos, Padre Amado, Padre mio, y entiendo en mi espíritu que el Señor nos está invitando a llamarlo de esta manera, a reconocerlo de esta manera, y de imitar el ejemplo de las oraciones de Jesús. El ejemplo de cómo Jesús lo trataba mientras caminó por esta Tierra.
Dice Mateo 7:11, pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre, que está en los cielos, dará buenas cosas a los que le pidan? Y dice Mateo 5:16, así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre, que está en los cielos.
Y el Señor te pregunta hoy, ¿qué clase de relación querés tener conmigo? Porque no hay una relación más cercana entre dos personas que la de un padre con su hijo. Hay distintos tipos de relaciones. Hay algunas que son más lejanas entre dos personas y otras que son más cercanas. Y lo que fue haciendo el Señor a través de las distintas eras y dispensaciones es de estar más lejos de su pueblo a estar cada vez más cerca.
Podemos ver otro pasaje donde se menciona la palabra Padre en Mateo 18:14. Así no es la voluntad de vuestro Padre, que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños. Aleluya!. Porque si ustedes buscan en el Nuevo Testamento, al Señor se lo llama Padre y Jesús lo llamaba Padre. Pero yo estoy viendo que el Señor fue acercándose cada vez más a los suyos, desde la caída de Adán hasta el sacrificio de Jesús.
Antes del sacrificio de Jesús, Él se mostraba como un Dios más distante. Porque Jesús aún no había sido entregado para justificarnos, para santificarnos, para salvarnos de nuestros pecados y así poder estar limpios, sin manchas y poder acercarnos al Padre, como después del sacrificio de Jesús podemos hacerlo.
Había una cierta distancia que el pueblo de Israel tenía que tener para con Dios hasta que vino el Mesías. Y la venida del Mesías fue, entre otras cosas, para que el pueblo de Dios, convirtiéndose en Hijos de Dios, puedan tener una relación más cercana con Él. ¡Aleluya! ¡Gloria a Dios! Dice Efesios 2:12, en aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo.
Pero una vez derramada esa sangre en el calvario, una vez colgado el Señor en ese madero, una vez sufridos esos latigazos, una vez clavadas las espinas en su frente y los clavos en sus manos y en sus pies, una vez entregado ese cordero inocente que fue llevado al matadero sin abrir su boca, el pueblo que estaba lejos pudo acercarse a Dios y convertirse en familia de Dios.
Y todo aquel que crea en ese sacrificio del Hijo de Dios que resucitó al tercer día, sea judío, sea gentil, sea hombre, mujer, joven, viejo o niño, se convierte en familia de Dios, hija o hijo de Dios, Heredero del reino de los cielos, Hermano de Jesús, Hijo de un mismo Padre celestial y todos llevamos un mismo nombre, Aleluya, porque es el nombre del Señor.
Dice Efesios 2:13 Pero ahora en Cristo Jesús vosotros en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. En otro tiempo estabais lejos, pero ahora por la sangre de Cristo habéis sido hechos cercanos.
Acérquense, dice el Señor, acérquense más, desnúdense ante mí, dice el Padre. Quiero que se abran para conmigo, dice el Señor, que se muestren tal cual son, que me cuenten cómo están, que me busquen de día y de noche, porque ustedes, dice el Señor, cuántas veces llaman a sus padres para comunicarse con ellos, porque saben, dice el Señor, que si no mantienen una comunicación constante o regular con ellos, la relación se va desgastando, las cosas se van enfriando, hay una distancia que va creciendo.
Cuanto más ustedes que son mis hijos, dice el Señor, tienen que comunicarse conmigo y acercarse a mí para que nuestra relación se fortalezca por medio de Cristo Jesús. Hijitos, nos llama el Señor. Hijitos, vengan, acérquense a mí confiadamente, a su Padre celestial, a su Padre que está en los cielos y establezcan esta relación conmigo.
Aprendan a mirarme como un Padre, cerca, como un padre cercano y no lejano. Aprendan, dice el Señor, a considerarme realmente como su Padre Celestial. Amén. Aleluya. Amén. Gloria a Dios. Gracias, Señor. Santo eres, Padre. Gracias, Amado Padre de las luces, Amado Padre de los espíritus, Amado Padre de todos nosotros, tus hijos, los herederos de la promesa de Abraham, por fe. Aleluya. Un solo pueblo, una sola familia, en Cristo Jesús, que la conforman todos aquellos que creen en Él. Gloria al Padre y gloria al Hijo.
El Señor dice, habiten en mí, hijitos, comprendan estas palabras que les hablo y confíen en mí, dice el Señor. ¿O acaso, pregunta el Señor, no debería ser la confianza más grande que tenga un hijo en su padre, más que en cualquier amigo, más que en cualquier jefe de sus trabajos, más que cualquier otra autoridad que conozcan, que cualquier otra forma de relación con otras personas? ¿Acaso no debería ser la relación más cercana, con la mayor confianza, la que deberían tener un padre con su hijo?
Y dice el Señor, a veces ustedes se olvidan, se olvidan que soy su Padre Celestial. Mediten en esto, dice el Señor, y descansen en esto. Y me viene ese versículo que dice que por causa del Espíritu de Dios podemos clamar Abba Padre, por causa de haber recibido el Espíritu de adopción, dice la Biblia. Podemos clamar Abba Padre, pero los antiguos, antes del sacrificio de Jesús, antes de que viniera el Espíritu Santo sobre los creyentes, no tenían este beneficio de tener habitando al Espíritu de Dios en ellos.
Por lo tanto, no podían clamar Abba Padre, porque no estaba el Espíritu de Dios en ellos. Pero a partir de que Jesús se entregó en esa cruz, murió, resucitó y después envió al Espíritu Santo a bautizarnos, el Padre nos adoptó a través de su Espíritu Santo para convertirnos en hijos del Dios viviente. ¡Aleluya!
Dice Romanos 8:15, pues no habéis recibido el Espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el Espíritu de adopción, por el cual clamamos Abba Padre. Y ese Espíritu de adopción es el Espíritu de Dios, es el Espíritu Santo de Dios, a través del cual el Señor nos adopta. Ese es el Espíritu de adopción, y a partir de ese momento pasamos a ser Hijos de Dios, parte de esa familia real, de ese real sacerdocio que menciona la Biblia, de esa nación santa, de ese Israel espiritual, todos los bautizados en agua y que han recibido al Espíritu de adopción, porque han creído en el Hijo de Dios, en Cristo Jesús se hacen herederos de la promesa, convirtiéndose en ciudadanos del reino de los cielos. ¡Gloria al Señor! ¡Aleluya!
Esto es un tesoro inexplicable. Es la riqueza de las riquezas. Poder llamar a nuestro Dios Padre a través de haber nacido de nuevo y recibir el Espíritu de adopción, es el regalo más grande que se nos puede haber dado. Y no se puede comprar, no se puede hacer nada para obtenerlo, sino solamente creer por fe. Que Jesús es el Señor, el Hijo de Dios, el Salvador, es por fe, que el Espíritu de Dios bautiza a una persona, que Jesús bautiza a una persona en el Espíritu Santo, es por fe, porque esa persona cree en Él.
Y no hay nada que se pueda hacer para convertirse en el Hijo de Dios, que no sea creer en el Hijo de Dios. En el sentido de que no se puede comprar, no hay obras que agraden más a Dios que creer que Jesús es el Hijo de Dios. Amén. Aleluya. Gracias, Padre.
Hijitos, hoy les he hablado de paternidad, dice el Señor. Muchos de ustedes les cuesta entender lo que es la paternidad porque no han tenido un ejemplo de padre terrenal. Muchos de ustedes han tenido la ausencia de un padre terrenal y otros han tenido un padre terrenal que no se acerca ni lejos al Padre Celestial, a la figura del Padre Celestial. Pero, hijitos, si ustedes me piden revelación, dice el Señor, yo se las voy a dar y les voy a abrir los ojos en este sentido y me voy a revelar a ustedes desde esa faceta porque eso es lo que quiero, dice el Señor, que me llamen Padre de todo corazón y que me sientan como su Padre de todo corazón y me reconozcan como su Padre y no solamente como su Dios.
Pídanme, dice el Señor, que les dé entendimiento. Lean las Escrituras acerca de mi paternidad, dice el Señor. Sigan el ejemplo de mi Hijo, dice el Señor, en el sentido de como Jesús hablaba con el Padre, como Él le llamaba, como Él lo trataba, cómo era la relación entre los dos, porque justamente Jesús dejó un ejemplo para que nosotros nos relacionemos de esa manera con nuestro Padre Celestial. Aleluya y no desperdicien este regalo, dice el Señor. Valoren que no están huérfanos, sino que los he adoptado, dice el Señor, por mi Espíritu.
Ustedes son míos, miembros de mi familia, pero muchos no lo reconocen, no lo entienden. Otros no lo aceptan, por más que igualmente lo son. Ustedes son mis hijos, dice el Señor. Me pertenecen porque han creído en mi Hijo. Han sido adoptados a través de Él, dice el Señor, y por el Espíritu de Dios, para poder pertenecer a esta familia celestial. Yo soy un Padre Celestial, dice el Señor, pero ustedes son hijos del Cielo adoptados para ser llamados hijos y para que me llamen Padre.
Y recuerden, hijitos, dice el Señor, y por eso Dios siempre nos llama hijitos, y no esclavos y no servidores o siervos, sino más bien hijitos, porque la relación con un esclavo o con un siervo es distinta a la de una relación de un padre con su hijo. Hijitos, dice el Señor, crean que soy Yo el que estoy hablando a sus corazones, para romper paredes de piedra que no les permitían disfrutarme como un papá, como un padre, escucho en realidad.
Porque hay durezas en sus corazones, dice el Señor, que no les permiten a ustedes relacionarse conmigo como ese Padre Celestial que Yo soy. Es por falta de sanidad. Pero dice el Señor que nada es imposible para mí, y que recuerden que al que golpea se le abre y al que busca encuentra. Y todo lo que me pidan, dice el Señor, por causa de que soy un Padre bueno, se los voy a dar.
Y me viene ese pasaje que dice que acaso si no le pedimos a nuestro padre un pedazo, si le pedimos un pedazo de pan, nos va a dar una piedra. Hijitos, si ustedes quieren hacer cosas buenas con sus propios hijos, cuanto más Yo, que soy el Padre perfecto, confíen en mí, dice el Señor, y entréguense a mí. Porque quiero sanarlos quiero restaurarlos quiero ayudarlos quiero sostenerlos. Al igual que un Padre quiere tratar de esta manera a sus hijos y hasta suplir sus necesidades.
Confíen en mí, dice el Señor, y vuelvan a llamarme Padre, porque Yo nunca voy a dejar de llamarlos hijos. Y dice Mateo 7:9-11
[Mateo 7:9-11, RVR1960] ¿Qué hombre hay de vosotros que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros siendo malos sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos? Gloria al Señor.
Y yo veo que el Señor está trayendo sanidad a muchos de ustedes a través de esta palabra profética. Que los corazones se van ablandando y se van rompiendo esas paredes de piedra que tenían alrededor. Inclusive algunos de ustedes se van a sentir muy emocionados por estas palabras. Y si sienten de llorar, no lo retengan porque el Espíritu de Dios los está sanando a través de esta palabra. Porque justamente es la palabra que necesitaban escuchar en este tiempo.
El Señor se encarga de los suyos, de sus Hijos. No somos solamente un pueblo de Dios. Somos más que eso, somos sus Hijos, su familia real. Engendrados por el Espíritu de Dios. La gloria es para Dios. El Señor dice reciban este regalo de amor. Reciban esta caricia, reciban esta aclaración, reciban este abrazo del cielo.
Dice el Señor, coman esta palabra, este pan de vida que va a traer sanidad. No solamente a sus almas sino también a sus cuerpos. Porque la Palabra de Dios trae sanidad al que la come. La gloria y la honra y la majestad es para nuestro Padre Celestial. Gloria a ti Señor. Amén. Amén. Pero el Espíritu me habla algo más y me hace entender que esta Palabra también es dada porque en este tiempo hay muchas doctrinas que se están enseñando adentro de las congregaciones que provocan que los hijos de Dios se olviden de esta relación entre padre e hijo.
Y se como que hay enseñanzas y doctrinas a través de las cuales los hijos dejan de llamar a Dios: Padre para empezar a llamarlo de otras maneras, olvidándose que Él quiere ser llamado Padre en primer lugar. Por eso también el Espíritu de Dios habla sobre este tema hoy para que los que se hayan olvidado de que Él en primer lugar nos adoptó como hijos para ser nuestro Padre Celestial lo recuerden y descansen en esa revelación y en esta palabra. Amén. Gloria a Dios. Amén. Gloria a Dios.
Así que de tarea el Espíritu me dice que estudien sobre este tema en la Biblia, especialmente en el Nuevo Testamento. Gloria a Dios. Gracias Señor. Gracias Espíritu de Dios. Te amamos Señor. Amado nuestro Abba Padre. Amén y Amén.
Atesoren esta Palabra, me dice el Señor, y guárdenla y protejan y defiendan esta realidad, esta verdad, como cuando alguien protege su tesoro más amado y no permitan que nada ni nadie les haga olvidar de la relación que este Padre Celestial espera para con sus hijos. Amén. Amén.
Muy bien hermanos, la gloria es para el Señor. Hemos entregado otra palabra importante. Pidan revelación a Dios y Él se las dará. Y muchos de ustedes están soñando con un Padre en sus sueños. Y no siempre ese padre que ustedes sueñan en sus sueños realmente representa a sus padres físicos o por carne, sino que representa a su Padre Celestial.
Muchas veces el Señor es representado en los sueños a través de nuestro padre físico o inclusive si fuera un padre que los adoptó a ustedes. Esa figura de Padre Celestial se representa muchas veces en los sueños a través del padre nuestro real, digamos, en la carne. Presten atención al contexto de los sueños, porque el Señor se está revelando a muchos de ustedes desde la faceta del padre, como hoy habló, a través de los sueños. ¿Sí? Gloria a Dios. Aleluya.
Si has tenido algún sueño de este tipo, después déjalo comentado abajo del video, en los comentarios del video que queda colgado en el canal para que todos seamos edificados y sigamos aprendiendo de este tema. Bueno, les mandamos saludos desde Argentina. Muchas bendiciones, esperando que esto haya sido de mucha edificación para un pueblo que necesita escuchar la voz de Dios. La gloria es para Dios. Amén y Amén.
Gracias por lo que haces por el mundo. No se canse hermana profeta.