El Señor te bendiga, amado pueblo de Dios. Hoy es 24 de enero del 2025, y en esta oportunidad tengo en mi corazón venir a orar por ti de una manera profética.
[Santiago 5:16 RVR1960] Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.
Amado Padre Celestial, vengo delante de ti presentándote a este pueblo sediento, a este pueblo necesitado de tu palabra de consuelo, Señor, porque dice la Palabra que la profecía es para consolar. Eso te pido para este pueblo cansado, Señor, para que en medio de este desierto les des de tu agua para beber, porque tus aguas son las únicas que pueden calmar la sed.
Oh, Padre Celestial, yo estoy viendo que muchos de ellos están secos, y vengo delante de ti intercediendo proféticamente, Señor, para que quizás los refresques, para que esta oración sea como un oasis para sus vidas. Yo veo que unos tienen tanta sed que tienen como la lengua afuera, jadeando de sed, como los perros cuando no encuentran agua y jadean de la sequedad y del calor que sienten.
Oh, Padre Celestial, yo te pido en este momento que, mientras oro proféticamente por ellos, seas Tú el que les da agua de beber, como dijo la mujer samaritana: «Dame de esas aguas para beber». Llena estos vasos secos de tu agua celestial, Señor.
Yo veo a otros ahora, mientras interpreto mis lenguas, que están atados. Veo cadenas y sogas que los rodean, y sienten que no pueden moverse, Señor. Se sienten inmóviles, estancados, como alguien que no puede soltarse de esas cadenas que le impiden moverse y avanzar.
Hay hijos que sienten que no pueden ni levantar un brazo, ni el derecho ni el izquierdo, porque están atados. Oh, Padre de la gloria, yo intercedo por éstos, y en el nombre poderoso de Cristo Jesús no sólo intercedo, sino que tomo autoridad y vengo a cortar, a quebrar y a deshacer estas cadenas que atan a tus hijos que se sienten atados.
En el nombre de Jesús los suelto, porque dice tu Palabra que ahí donde está el Espíritu de Dios hay libertad. Señor, yo oro por libertad para muchos que se sienten manipulados, que se sienten controlados, que están angustiados, que se sienten como cuando alguien cae en una red y no se puede mover, como cuando una presa cae en la red de la araña y queda incrustada allí. Yo te pido por éstos, Señor, y proclamo:
[2 Corintios 3:17 RVR1960] Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.
Señor, trae libertad a éstos que cayeron en la red de manipulación eclesiástica de los últimos días. Yo vengo con tijera divina y corto esas redes y los rescato, espiritualmente hablando, de esa trampa del enemigo, de esas doctrinas de demonios, de esas estructuras de hombres que los anclaban, que los apagaban, que los frustraban.
Yo soplo el viento de tu Espíritu para avivar el fuego que aún está en ellos, pero que está como menguado, que está como en mínimo, que está bajito. Yo soplo de este fuego, en el nombre poderoso de Cristo Jesús, y en realidad no es mi soplo, sino tu soplo, Señor, el soplo de tu Espíritu a través mío.
Yo soplo sobre ellos para que se encienda ese fuego. Yo soplo de este aire y enciendo ese fuego en ellos, en el nombre poderoso de Cristo Jesús. Yo enciendo esa llama y imparto todo el fuego que has puesto en mí, Señor, fuego que has puesto en mí desde el primer día que recibí el bautismo del Espíritu Santo y fuego.
Yo imparto esta unción en cada cual que en este momento está abierto para recibir, que cree, que tiene fe y que tú elegiste para que reciba de esa impartición, en el nombre de Jesús. Yo imparto más fuego.
Literalmente estoy viendo que, mientras oro, soy como una llama de fuego. Como llamaradas de fuego que salen del sol, se imparte el fuego de mí hacia ti por el Espíritu de Dios.
Recibe este fuego que hoy te imparto a través de mi hija, dice el Señor.
Y yo (Noelia) sigo viendo cómo esas llamaradas salen a través mío y son impartidas hacia ti. Es como cuando una casa se prende fuego y hay partes donde el fuego es grande y de ahí saltan como pedacitos de fuego que van encendiendo otras partes de la casa. Pero esta visión es positiva. Este fuego es el fuego celestial.
[2 Timoteo 1:6 RVR1960] Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos.
A través de la palabra, yo avivo el fuego del don de Dios que está en ti. Yo envío esta palabra y imparto este fuego. Envío llamaradas de fuego, porque yo recibí el bautismo del Espíritu Santo y fuego en aquel día hace 10 años, y yo te imparto de ese fuego hoy, en el nombre de Jesús.
Yo imparto en abundancia, y siguen saliendo estas llamaradas de mi espíritu a tu espíritu y te llegan y encienden lo que estaba allí apagado. Pero vas a tener que mantener encendidas esas llamas a través de la comunión con el Espíritu Santo y a través de la oración.
[Hechos 2:3-4 RVR1960] Y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.
Una de las manifestaciones del Espíritu Santo es a través del fuego. Y, me dice el Señor, hoy estás recibiendo esta impartición divina del fuego del Espíritu Santo en ti, pero vas a tener que hacer tu parte para mantener ese altar continuamente encendido.
[Levítico 6:13 RVR1960] El fuego arderá continuamente en el altar; no se apagará.
El sacerdote era el encargado de mantener ese fuego continuamente encendido, y hoy, bajo el nuevo pacto, tú eres el sacerdote de tu templo, de tu cuerpo, en el cual es tu responsabilidad mantener el fuego de ese altar ardiendo continuamente.
Hoy te imparto fuego a través de este vaso, dice el Señor, a través de esta vela que sí está encendida. Hoy utilizo esta vela para encender nuevas velas. Pero, a su vez, es tu deber permitirle al Espíritu Santo que sople continuamente sobre ese fuego para que la llama no se apague. Es tu deber operar en los dones espirituales para que esa llama no se apague, mantenerte en oración, en ayuno, en alabanza, en adoración, para que esa llama no se apague.
Yo levanto a los que están caídos, en el nombre de Jesús. Llamo a tu espíritu a que se levante. ¡Levántate! ¡Levántate! Yo te llamo en este momento. ¡Arriba! ¡Levántate! Toma las armas que Dios te dio para levantarte y pelear contra esos gigantes que te vienen atacando, que te vienen amedrentando.
No escuches esas mentiras, dice el Señor. Escucha mi voz, no la voz de los miedos, no la voz de la frustración.
Yo hablo a ese esqueleto espiritual para que se junte y comience a moverse, para que viva, en el nombre de Jesús.
[Ezequiel 37:4-6 RVR1960] Me dijo entonces: Profetiza sobre estos huesos, y diles: Huesos secos, oíd palabra de Jehová. Así ha dicho Jehová el Señor a estos huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis. Y pondré tendones sobre vosotros, y haré subir sobre vosotros carne, y os cubriré de piel, y pondré en vosotros espíritu, y viviréis; y sabréis que yo soy Jehová.
En este momento, yo le hablo a tus huesos secos para que revivan por el Espíritu de Dios a través de esta impartición, en el poderoso nombre de Cristo Jesús. ¡Huesos, muévanse! ¡Huesos, únanse! ¡Huesos, vivan!
Vas a vivir y no vas a morir, te dice el Señor. Vas a vivir y no vas a morir.
Yo estoy sabiendo ahora que lo que ha hecho el diablo en este tiempo es mentirle a muchos de los hijos de Dios, haciéndoles creer que había llegado el tiempo de su muerte física. El diablo le ha mentido a muchos hijos de Dios en este tiempo, y ustedes creyeron esa mentira y pensaron que se iban a morir, me dice el Señor.
Pero la verdad es que vas a vivir y no vas a morir. Este no es tu tiempo, dice el Señor. Tu tiempo no ha llegado. No le creas al enemigo. Es la voz de la depresión la que te está hablando. Es la voz de la tristeza. No escuches esas voces.
[Salmos 30:3 RVR1960] Oh Jehová, hiciste subir mi alma del Seol; Me diste vida, para que no descendiese a la sepultura.
Hoy el Señor te da la vida. No creas esas mentiras, te dice el Señor, porque no es el tiempo de tu muerte física. Aún hay tiempo para cumplir los propósitos que he decretado para que cumplas.
Renuncia y arrepiéntete de haberle creído a esas voces de la depresión, de la tristeza, de la amargura, a esos espíritus de muerte que verdaderamente querían llevarte antes de tu tiempo, dice el Señor. Arrepiéntete de haberles creído cuando Yo te estaba diciendo que era mentira, cuando Yo te estaba diciendo que ibas a vivir, aún más, cuando Yo te estaba diciendo: «Levántate y pelea».
Vas a vivir. Vas a vivir y no vas a morir. Y cuando venga el diablo a hablarte al oído y a hacerte creer que te vas a morir físicamente, el Señor dice que le hables a tu alma y le digas: «Alma mía, vas a vivir y no vas a morir. Alma mía, vas a vivir y no vas a morir».
[Salmos 118:17 RVR1960] No moriré, sino que viviré, y contaré las obras de JAH.
[Salmos 116:8-9 RVR1960] Pues tú has librado mi alma de la muerte, mis ojos de lágrimas, y mis pies de resbalar. Andaré delante de Jehová en la tierra de los vivientes.
[Salmos 56:13 RVR1960] Porque has librado mi alma de la muerte, y mis pies de caída, para que ande delante de Dios en la luz de los que viven.
Yo extiendo la vida a muchos, dice el Señor, a muchos de mi pueblo que me rogaron para no morir. He escuchado el clamor de muchos, dice el Señor. Muchos de ustedes han clamado para no morir, físicamente hablando, porque han sido redargüidos por el Espíritu Santo cuando les dijo: «Has pecado y morirás ciertamente».
Por otra parte, hay un grupo de ustedes a los cuales les había hablado el espíritu de depresión, de muerte, de tristeza y demás. Eran mentiras del diablo que ustedes habían escuchado, diciéndoles que se iban a morir físicamente.
Pero hay otro grupo de ustedes que verdaderamente el Señor les había dicho que iban a morir por causa del pecado, pero se han arrepentido y han clamado, y el Señor les concede más tiempo.
[Ezequiel 16:6 RVR1960] Y yo pasé junto a ti, y te vi sucia en tus sangres, y cuando estabas en tus sangres te dije: ¡Vive! Sí, te dije, cuando estabas en tus sangres: ¡Vive!
Y hoy el Señor te dice: «Vive y no mueras. Elige la vida y no la muerte».
A otros el Señor les extiende la vida porque se han arrepentido, porque han clamado, porque le han pedido perdón al Señor, porque han recapacitado, por haber escuchado las advertencias.
He aquí que te extiendo la vida por haberte arrepentido, dice el Señor, por haber escuchado mis advertencias, por haberte quitado tus vestiduras viles y haberlas cambiado por vestiduras santas. He aquí que te hago justicia, dice el Señor.
Pero vive full, dice el Señor, vive 100% y no a medias. Vive como si hoy fuera tu último día. Vive de verdad. Vive completamente y no a medias. Ya no más dejes pasar el tiempo sin hacer nada. Ya no pierdas el tiempo, dice el Señor.
Y me viene a la mente este pasaje:
[2 Reyes 20:1 RVR1960] En aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte. Y vino a él el profeta Isaías hijo de Amoz, y le dijo: Jehová dice así: Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás.
Pero Ezequías se arrepintió y le pidió perdón al Señor. Entonces, el profeta volvió y le dijo:
[2 Reyes 20:5-6 RVR1960] Yo he oído tu oración, y he visto tus lágrimas; he aquí que yo te sano; al tercer día subirás a la casa de Jehová. Y añadiré a tus días quince años, y te libraré a ti y a esta ciudad de mano del rey de Asiria.
Ese es el pasaje que el Espíritu Santo me trae para algunos de ustedes. Ustedes saben a quién les está hablando el Señor.
He escuchado tu arrepentimiento sincero, he escuchado tu clamor y tu súplica, y te agrego años de vida, dice el Señor. Clamen, hijitos, porque a algunos de ustedes verdaderamente les falta arrepentimiento; se arrepienten superficialmente.
Ahora el Señor me está hablando de otro grupo de hijos de Dios dentro del cuerpo de Cristo, los cuales el Señor los redarguyó, pero se arrepintieron a medias y no completamente. No es un arrepentimiento total el que han tenido. Solamente una sola vez se arrepintieron, clamaron y le pidieron perdón a Dios, y no completaron el proceso de arrepentimiento hasta llegar verdaderamente a lo profundo de la raíz de sus corazones.
Entonces, ustedes siguen sintiendo culpa por algo que hicieron. El Señor les dijo que se arrepientan de eso, y ustedes fueron a sus cuartos secretos y dijeron: «Señor, es cierto. Me arrepiento», y nada más, cuando el Señor esperaba que ese arrepentimiento cale lo profundo de sus corazones y los cambie por completo.
Estoy esperando que vuelvas y completes lo que iniciaste, dice el Señor. Estoy esperando que vayas y, de rodillas, verdaderamente clames lo suficiente para que seas perdonado. La marca es la culpa que están sintiendo.
Muchos de ustedes ya se han arrepentido y han pedido perdón al Señor, pero siguen sintiendo culpa y no saben por qué. Se preguntan: «¿Por qué me sigo sintiendo mal y culpable si ya pedí perdón al Señor?». El Señor dice que es porque su arrepentimiento fue parcial y no total. No completaron el vaso, y por eso no tienen tiempos de refrigerio.
[Hechos 3:19 RVR1960] Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio.
Hay muchos de ustedes que no se pueden levantar porque el arrepentimiento no es total. Es un arrepentimiento parcial y no total. No es un arrepentimiento profundo, sino superficial.
Vengan, hijitos, dice el Señor. Vengan y acérquense sin miedo. Vengan y no metan solamente un pie en el mar de mi perdón. Métanse completos, métanse de cuerpo entero en ese mar.
Arrepiéntanse completamente y no parcialmente, para que los pueda perdonar completamente y no parcialmente. Arrepiéntanse de verdad, dice Dios. Escudriñen sus corazones y van a encontrar que no completaron ese proceso.
Es como cuando alguien trata de limpiar sus vestiduras, pero solamente le quita un par de esas manchas que tienen esas vestiduras y no las lava por completo.
Hijitos, arrepiéntanse en serio. Tomen las cosas de Dios en serio, dice el Señor.
Yo (Noelia) oro ahora para la limpieza mental de todos los que escuchan. Yo ahora oro por tu mente, por tu cabeza, por tus pensamientos, en el nombre poderoso de Cristo Jesús.
El Señor te dice que cierres las puertas que abriste al enemigo. El Señor te dice que abriste las puertas para que el enemigo llene tu mente de mentiras, de maldad, de pensamientos inicuos.
Estás ignorando las maquinaciones del enemigo, te dice el Señor. Y si sigues ignorando las maquinaciones del enemigo contra tu vida, no vas a saber cómo atacarlo. Por lo tanto, no lo vas a atacar porque no vas a tener las estrategias, porque no vas a entender lo que él está forjando contra tu vida.
Estás ignorando las maquinaciones del enemigo, te dice el Señor, cuando la Biblia dice que no ignoremos las maquinaciones del enemigo.
[2 Corintios 2:11 RVR1960] para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones.
Si sigues haciéndote el sordo y no quieres ver lo que el enemigo está haciendo en tu contra, en contra de tu casa, en contra de tu ministerio, entonces vas a dejar que tu casa sea minada. Porque el que se hace el ciego y no quiere ver lo que está pasando, dice el Señor, llegado el momento va a tener que pagar las consecuencias de esa negligencia.
Yo veo que muchos de ustedes tienen puestos anteojos oscuros, pero no son para protegerse los ojos espirituales; son porque no quieren ver la realidad como es. No quieren reconocer la maldad que hay en las personas y piensan que no hay un reino de las tinieblas que está activamente luchando en contra de sus vidas.
Son personas que niegan la realidad de las cosas, personas que quieren pintar las cosas como no son. Y cuando Dios les quiere advertir lo que el enemigo está forjando contra ellos, no lo quieren escuchar, no quieren saber, por distintas causas.
Quieren permanecer ignorantes de la realidad espiritual que los rodea. Están en un estado de negación: negación de la realidad, negación del diablo, negación de las cosas espirituales y de lo que se forja en la oscuridad. No creen que las brujas están día y noche haciendo pactos en contra de ellos, de sus hijos, de sus ministerios.
Si quieres permanecer con esos anteojos oscuros colocados, es tu decisión, dice el Señor. No te voy a obligar. Pero después, cuando venga la inundación sobre tu casa, no digas que no te amé, no digas que no te avisé.
Y me viene una frase que dice: «No hay peor ciego que el que no quiere ver».
No hay peor ciego que el que tiene las cosas enfrente de sus ojos y los cierra. No hay cosa más peligrosa que un ignorante que quiere ignorar por decisión propia, dice el Señor.
El Señor te está llamando ahora a que abras tus ojos y entiendas que hay maldad en el mundo y en el mundo espiritual, que hay cosas que se mueven, espiritualmente hablando, que son reales y que te pueden afectar si no aprendes a discernirlas, a atacarlas y a defenderte.
«No ignoréis las maquinaciones del enemigo», dice la Palabra de Dios. ¿Hasta cuándo te vas a hacer la ciega con lo que está pasando?, dice el Señor. ¿Hasta cuándo vas a cerrar tus ojos para no querer ver lo que se forja en lo escondido?
Pero yo (Noelia) ahora vengo y oro para que el Señor abra tus ojos y veas lo que se está forjando en lo espiritual, como cuando Eliseo oró por su criado para que el Señor le abra los ojos y vea que los ejércitos celestiales que estaban con ellos eran más que los ejércitos del enemigo.
[2 Reyes 6:17 RVR1960] Y oró Eliseo, y dijo: Te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea. Entonces Jehová abrió los ojos del criado, y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Eliseo.
No hay que ignorar ni el Reino de la luz ni el de las tinieblas. En este momento, yo abro tus ojos para que puedas ver las cosas espirituales y reconocer las maquinaciones del enemigo.
Te ruego, Señor, que abras los ojos de ellos para que vean no solamente lo que está de nuestra parte, sino lo que está en contra nuestra, para ir a defendernos y a atacar. Yo quito toda venda.
Nadie te colocó esas vendas. Cuando cierras tus ojos y no quieres ver la realidad, y no quieres saber las cosas como son, tú mismo te estás colocando esas vendas. Eres culpable de autocegarte, me dice el Señor, y tienes que arrepentirte de estar en ese estado de negación.
Señor, yo te ruego que abras sus ojos, que tengas misericordia de aquellos a los que les cuesta ver las cosas como son, de aquellos a los que les cuesta aceptar la realidad de la situación, de aquellos que hasta hoy ignoraban que había un enemigo de las almas que venía contra ellos con planes bien fundamentados, con planes bien forjados contra sus vidas, sus casas y sus ministerios.
Yo te pido misericordia y te pido que los perdones por esta ignorancia, Padre de la gloria. La Biblia dice que tu pueblo perece por falta de conocimiento, Señor, pero yo te pido que no perezca y que, a través de esta oración, entiendan que tienen que prestar atención a lo que sucede a su alrededor para que sepan lo que tienen que hacer y no ignorar más las maquinaciones del enemigo.
[Oseas 4:6 RVR1960] Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento.
Yo (Noelia) veo una serpiente que se levanta alrededor tuyo. Es una cobra que te mira en posición de ataque y amenaza. Hay una cobra alrededor tuyo, te dice Dios. Hay una cobra que está levantada, que te está mirando, que te está observando. Hay una cobra al lado tuyo y no te estás dando cuenta de que esta cobra ya está levantada y preparada para atacarte. ¿Por qué? Porque no quieres ver a tu alrededor, dice el Señor.
Esta cobra está preparada para escupirte veneno en cualquier momento, y tú, por más que el Espíritu Santo te viene advirtiendo que el enemigo está por tratar de atacarte, inclusive a través de sueños, porque muchos de ustedes están soñando con serpientes de distintas formas, colores y tamaños, aun así, no quieren darse cuenta de que el Señor les está revelando un ataque que se aproxima de parte del diablo para sus vidas.
Yo veo esa cobra que está al lado tuyo. Ya está levantada en posición de ataque, esperando nada más el momento para escupirte el veneno. Y aunque hay un sentir adentro tuyo de que esa cobra está ahí, aunque sientes que hay algo que está a punto de atacarte, no quieres saber nada con ese anuncio, no quieres prepararte, no quieres responder, no quieres atacar. Y eso es negligencia, eso es negación.
El Señor dice que al enemigo hay que hacerle frente, que al enemigo hay que mirarlo a la cara y ordenarle que retroceda. Tú estás mirando al frente y la cobra está al costado, y no quieres mirarla. No quieres mirarla y decirle: «¡Te vas en el nombre de Jesús!», porque prefieres ignorarla. Prefieres ignorar sus maquinaciones, prefieres hacer como si no existiera, pero eso no va a hacer que no esté más ahí al lado tuyo.
El Señor dice que hay que enfrentar a esas serpientes y ordenarles que retrocedan en el nombre poderoso de Cristo Jesús. Hay que escupirles en la cara antes de que ellas te escupan primero. Hay que cortarles la cabeza con la espada de la Palabra antes de que ellas ataquen primero. La ignorancia no te va a rescatar, la ignorancia no te va a salvar, sino que, por el contrario, te va a jugar en contra.
Hijitos, dice el Señor, levántense a interceder en contra del poder de las tinieblas que viene a atacar a mi pueblo. Levántense a la madrugada cuando tengan una sensación de que el diablo anda rondando cerca de sus casas. Estoy avisando por sueños a muchos de ustedes cuando tengan que levantarse a orar por sus casas, y algunos están haciéndose los sordos y no quieren responder a esos avisos por las noches.
Yo (Noelia) estoy viendo que algunos de ustedes se despiertan por la noche después de un sueño y saben que el enemigo viene a atacarlos a ustedes y a sus casas. El Señor los despierta después de tener ese sueño para que ustedes quizás se levanten a responder a ese aviso y a defender sus territorios, y no lo hacen.
Son negligentes, malos administradores de los sueños y los avisos que Dios les da. «¿Por qué se entregan de esa manera para que el diablo los ataque así?», pregunta el Señor. Esa actitud es como entregarse en bandeja servida para que el oponente gane la batalla. Reaccionen, dice el Señor, porque no es que Yo no les aviso lo que está pasando, sino que ustedes son perezosos y no quieren responder.
Amados míos, van a tener que llegar a un punto en donde decidan levantarse o morir. Es levantarse o morir. No hay más caminos. O se levantan o se quedan en el piso. La decisión es de ustedes, dice el Señor.
Lo que Yo quiero es que se levanten y tengan la victoria, dice el Señor. Lo que Yo deseo en mi corazón es que se levanten y sigan luchando por ese trofeo hasta que terminen la carrera. Pero es decisión de ustedes si realmente quieren obtenerlo.
Son dos caminos, dice el Señor: o eligen el camino de la actividad, levantarse y seguir hasta el final, perseverar hasta que todo se termine y obtengan el premio de la vida eterna; o se quedan en el piso, quejándose, llorando y lamentándose, permitiendo que el enemigo los golpee tanto hasta que ya realmente no puedan más.
El enemigo no pierde tiempo, y cuanto más tiempo ustedes decidan quedarse tirados en el piso, más ventaja le dan a él para derrotarlos, más se debilitan y más difícil es levantarse después.
¿Qué van a hacer? ¿Hasta cuándo van a esperar que venga la ambulancia si ustedes no la llaman?, dice el Señor.
¡Levántense!, repite el Señor. Levántense, y cuando decidan hacerlo y tomarse de mi mano, ahí es donde los voy a fortalecer. Pero no los voy a levantar a la fuerza, porque eso no me honra. Me honra que ustedes decidan por sí mismos, no que Yo decida por ustedes. Yo no obligo a nadie a que me siga, dice el Señor, porque eso no me da gloria. Mi gloria es que ustedes decidan seguirme, no que los obligue a seguirme.
Sí, Yo hago todo lo posible para que me sigan. Me muestro y me revelo de distintas maneras, dice Jesús. Les imparto fuerza y les doy todas las herramientas que necesitan y la ropa adecuada para correr esa carrera. No les falta nada. Ustedes ciertamente lo pueden hacer, pero la pregunta es si lo quieren hacer. Porque Yo no los voy a obligar.
Mi corazón se duele cuando alguien me rechaza, cuando uno de mis hijos está en el piso y sabe que se puede levantar y no lo quiere hacer, cuando sabe que, si se levanta y se pone en pie, el resto lo voy a hacer Yo a través de él, dice el Señor.
Me deshonra cuando no lo hace, cuando no es eso lo que decide, sino que quiere quedarse en el piso por su propia maldad. Porque elegir no levantarse es maldad, dice el Señor, es falsa humildad, es victimismo, conmiseración. «Pobrecito de mí». ¿Hasta cuándo van a pensarse como víctimas cuando no lo son?
Arrepiéntanse de no querer levantarse y decidan hacerlo, y ahí les voy a dar la mano para que resistan la batalla.
Yo soy un Dios que tiene misericordia de un pueblo que está afligido, dice el Señor. Yo soy un Dios que llora con los que lloran. Yo soy un Dios que se duele en sus entrañas con los que están sufriendo. Yo soy un Dios que sabe ponerse en el lugar del que se siente solo.
Yo experimenté en mi propio cuerpo los dolores que ustedes experimentan hoy, dice Jesús. Yo sufrí vituperios, rechazo, dolor indescriptible. Siendo inocente, me entregué para rescatarlos, no sin antes haber pasado por todo tipo de pruebas, tribulaciones y angustias. Me faltarían las palabras para expresar hasta dónde llegó esa profundidad del dolor que el Padre me permitió pasar.
No soy alguien que no puede ponerse en tu lugar, dice el Señor. Soy alguien que puede comprenderte al 100%. Soy alguien que sabe de lo que hablas, que vivió lo que estás viviendo, que se sintió solo, despreciado y deshonrado hasta la muerte, ¿y tú no quieres levantarte por mí? Aún no has sufrido hasta derramar sangre por amor a mi nombre, ¿y ya no quieres levantarte? No hay mayor amor que dar la vida por los amigos.
Tú dices que me amas, dice Jesús, cuando no quieres levantarte, cuando estás siendo como un desertor que abandona la batalla antes de tiempo. Eso no es amor. Amor es sacrificarse por el otro, aun cuando no se lo merezca. Y Yo lo tengo más que merecido, dice Jesús. Sin embargo, ¿todavía decides no levantarte por amor a mí para responder a ese llamado que te hice alguna vez?
Eso no es justicia, eso es injusticia, dice el Señor. Entonces, no digas que me amas si no te vas a levantar. No digas que eres mío si no vas a decidir seguirme hasta el final. Porque eso es pertenecerme a medias y no completamente, y Yo te quiero por completo, al 100%, no parcialmente.
Yo (Noelia) veo gente llorando en el piso porque dicen: «Ya no puedo más y ya no quiero más». Haciendo eso, están negando al Señor. Haciendo eso, cuando venga la persecución sobre todos los cristianos en el mundo entero y no solo en algunas partes, va a ser muy fácil que niegues el nombre de Jesús, porque ya no quieres más.
Yo veo a una mujer en el piso, llorando desesperada, totalmente quebrada. Ya no hay lugar en su alma que no le duela. Y ella le dice al Señor: «No puedo más». Cuando hace esto, niega la bondad de Dios. Lo trata de insuficiente. Le dice con estas palabras que es incapaz de ayudarla a resistir hasta el final.
Yo veo a esta mujer que llora y llora en el piso y dice: «Señor, lo intenté de todas maneras, pero realmente ya no puedo seguir. Ya no puedo levantarme y no quiero sufrir más». «No quiero sufrir más», le dice esta persona que llora en el piso, y cuando hace esto, le está cerrando la puerta al Señor Jesucristo, que está parado enfrente de ella y escuchando lo que dice, rechazándolo, porque es una decisión que está tomando.
Proclamando estas palabras con su boca, esta persona le está diciendo al Señor que renuncia a la fe. Le está diciendo al Señor que tira la toalla. Le está diciendo al Señor que deja la carrera a la mitad, tratándolo de inepto. Esas son las palabras que escucho.
Arrepiéntanse de negarme en este estado de depresión, de desesperación, de autoconmiseración, y ámenme de verdad, dice el Señor. Dejen de ponerme excusas para servirme. Dejen de tratarme de incapaz cuando dicen que no pueden. Terminen lo que empezaron, cumplan su palabra, que su sí sea sí y que su no sea no, dice el Señor.
Hijitos, verdaderamente los amo. Y yo (Noelia) lo veo al Señor extendiendo sus manos frente a mí, mostrándome los agujeros en sus muñecas. Hijitos, ¿qué más quieren que haga, qué más tengo que hacer para que me escuchen, para que escuchen mi voz y se levanten del piso, si hasta mi vida entregué por ustedes?
Yo (Noelia) veo a Jesús. Él hace todo lo que tiene que hacer para que te levantes de ese piso. Todo lo que puede, todo lo que está a su alcance, Él lo hace para ayudarte. Pero una y otra vez le dices al Señor: «No, no, no. No puedo más. No quiero más. Ya no puedo seguir. Decido quedarme tirada en la cama, llorando».
Yo sé que te duele, te dice el Señor. Pero mira, mira los agujeros en mis muñecas. Es el testimonio de lo que hice por ti. Honra estas heridas, te dice el Señor.
Es muy fuerte lo que yo (Noelia) veo ahora. Lo veo a Jesús colgado en esa cruz y la sangre le chorrea de los agujeros donde estaban los clavos. No son gotas, sino chorros de sangre que caen de sus muñecas. No sé si son las muñecas o las manos, pero veo los clavos en esa zona y la sangre chorrea de ahí.
El Señor quiere que recuerdes el sacrificio de la cruz para que reacciones y salgas de ese estado donde te estás entregando por tu propia voluntad al diablo.
Reacciona, te dice el Señor. Lávate la cara y mírate al espejo. Toma un vaso de agua y piensa: «¿Qué estoy haciendo? ¿Qué estoy haciendo por mí? ¿Qué estoy haciendo por los demás? ¿Qué estoy haciendo por el Señor? ¿Qué me está pasando?».
Lávate abundantemente la cara y despabílate, dice el Señor. Sal afuera y mira el sol. Todavía estás vivo y no te estás levantando. El tiempo corre y no correrá para siempre. No es que no puedas, es que no quieres.
Te amo tanto, dice Jesús, tanto, y para llegar a este momento y hablarte de esta manera, ya te hablé de muchas otras maneras que no funcionaron. Recibe esta corrección y toma una nueva decisión. Aún estás vivo. Levántate y pelea por tu vida.
Yo (Noelia) estoy sabiendo ahora que, a causa de esta palabra, hay un cambio en la actitud de los corazones de muchos, y ellos se están dando cuenta de que hay una maldad que dejaron correr en sus corazones y que los llevó al estado en el que están: renunciando a la fe de Jesús, dejándose vencer, sin querer levantarse.
Por causa de este cambio en su actitud, el Señor los está rodeando de gracia. Veo muchas flores alrededor de ellos, flores que representan la gracia del Señor. El perfume de Jesús comienza a rodearlos. ¡Gloria a Dios, porque es por gracia! Es por gracia que puedes levantarte todavía.
El Señor me está diciendo en este momento que lo alaben, porque muchos de ustedes saben tocar instrumentos de música y hace tiempo que no lo hacen. El Señor dice que sean como David, que cuando estaba alegre tocaba el arpa, que cuando estaba triste tocaba el arpa, que antes de ir a la guerra tocaba el arpa y cuando volvía tocaba el arpa.
Cuando había manifestaciones demoníacas, David tocaba el arpa y esos demonios huían. Cuando había una atmósfera de paz, él tocaba el arpa y los ángeles cantaban. Su arma principal de guerra no eran las lanzas, era el arpa. Y su defensa más grande no era el escudo, sino el arpa.
Alaben, hijitos, alaben, dice el Señor. Levanten vallados a través de la alabanza. Cualquier instrumento que puedan tener en sus manos y que puedan tocar, utilícenlo, dice el Señor, porque ahí es donde me voy a manifestar.
Los que no sepan tocar un instrumento aún tienen sus gargantas para cantar, aún tienen sus cuerpos para bailar. Alaben, dice el Señor. Así como David, busquen cuál es su instrumento para alabarme. ¿Es un instrumento musical? ¿O es su propia voz? ¿O es su propio cuerpo para danzar?
Todos y cada uno de ustedes está hecho para adorarme. Todos y cada uno de ustedes dispone de un instrumento para alabar. No hay excusas, porque el que no sabe tocar un instrumento puede cantar, y el que no puede cantar aún puede danzar. Siempre hay una manera de alabar a Dios.
Es una ofrenda cuando ustedes danzan en sus casas solos y es para mí, dice Dios. Es una ofrenda que Yo recibo cuando ustedes cantan y esos cánticos son para mí. Es una ofrenda bien recibida si ustedes tocan instrumentos y los tocan para mí. Es una ofrenda de olor fragante que Yo recibo y es bienvenida. No sean ignorantes del poder de la alabanza, dice el Señor.
Gracias, Señor. Muévete como el sol que sale del oriente y va hacia el occidente, Señor. Muévete como el sol de justicia, iluminando los corazones oscurecidos, trayendo luz a los que se sienten en tinieblas, trayendo un cambio a sus vidas. Oh, nuestro Sol de justicia que se levanta para iluminar nuestros corazones: Jesús de Nazaret, Jesucristo, el Ungido, el Príncipe eterno y bendito.
Clamamos como siervos por el agua. Ven, Señor Jesús. Manifiéstate a tu pueblo. Sosténnos en tus brazos poderosos. Ayúdanos a terminar esta carrera. Somos más que vencedores porque tú venciste primero. Gracias por ser el precursor, Señor, el primogénito y el unigénito, el primero y el último. Venciste primero y nosotros vamos a vencer por causa de tu victoria.
Tu victoria es nuestra victoria. Recuérdales, Padre, recuérdales a los que no se acuerdan de eso. Ya vencimos si permanecemos en ti, Jesús. Ya vencimos.
Yo (Noelia) veo la corona del Señor Jesús en su cabeza, y en esta visión es como si pusiera mis manos en esa corona y la acomodara. El Señor Jesús me muestra su corona en su cabeza y baja su cabeza para que yo se la acomode.
Él es el Rey de reyes y Señor de señores, y es una muestra de autoridad que está haciendo conmigo frente a ustedes, como si me enseñara lo que significa esa corona en su cabeza. Es una honra para mí poder tocar metafóricamente esa corona en esta visión y acomodarla en su cabeza.
Nunca se olviden de quién soy, dice el Señor. No se olviden de quién soy. No se olviden de la magnitud de mi autoridad. Esa corona es eterna y para siempre. Nadie puede removerla de ese lugar. Es inamovible.
Siendo un rey, Él quiere que yo (Noelia) acomode su corona. Es como si dijera: «Miren, hijitos, miren la corona que tengo». A través de permitirme esto en esta visión, es como si me permitiera entender la autoridad que Él tiene. Es como si Él se presentara en un nivel mayor como Rey, mostrándome especialmente la corona de cerca.
La veo ahora de cerca. Es indescriptible y no la quiero ni tocar, porque me siento indigna. Sin embargo, el Señor agacha su cabeza para que observe la corona y, si quiero, la toque. Esta visión significa que el entendimiento de su autoridad está a nuestro alcance. Él no esconde quién es ante sus hijos.
Hijitos, miren y vean mi corona, dice Jesús. Vean y observen mi corona, hijitos. Recuerden que soy el Rey de reyes, porque se olvidan de quién soy. Tienen que recordarle a su alma continuamente que soy el Rey y que tengo una corona inamovible. Nadie puede robarme mi corona ni quitármela, y Yo quiero revelarles lo que significa esta corona en mi cabeza.
La pregunta es si ustedes quieren saber. Si ustedes quieren saber lo que significa esa corona, Yo voy a revelárselos, porque Yo quiero que ustedes quieran.
Yo quiero que me digan que sí, dice Jesús, para revelarles la magnitud de mi autoridad y que se afiancen en esa revelación. Porque si ustedes supieran verdaderamente quién es el que los defiende, ya hace rato que se habrían levantado de ahí. Tienen que entender la magnitud y el significado de esa corona.
[Mateo 28:18 RVR1960] Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.
Y ustedes no creen que puedo rescatarlos de esas potestades de oscuridad que los rodean, dice Jesús. Apenas se sienten atacados, están amedrentados. Recuerden esa corona que está sobre mi cabeza. Pidan revelación sobre esa corona, porque se las quiero dar.
El Señor me dice que muchos de ustedes tienen que renovar el cuarto secreto, buscar al Señor en soledad y en intimidad; renovar, como cuando uno renueva los votos matrimoniales.
Estoy sabiendo que algunos de ustedes soñaron que se volvían a casar con sus parejas, como en una renovación de los votos. Pero lo que el Señor les estaba diciendo es que renueven sus votos con Él y que vuelvan al primer amor.
Pongan de su parte para buscarlo, porque Él quiere ser encontrado. Él los está esperando como un esposo que los anhela celosamente, que es fiel y que no los deja. Vayan al cuarto secreto y enciendan una vela, me dice el Señor, como símbolo de esperanza, de que hay una luz que ustedes van a encontrar en esa oscuridad.
Mediten sobre estas palabras. La Biblia dice:
[Deuteronomio 30:19 RVR1960] A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia.
Así que elijan bien. Amén.