La Palabra del Señor dice:
[1 Corintios 3:3, RVR1960] Porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres? Porque diciendo el uno: Yo ciertamente soy de Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos, ¿no sois carnales?
Sobre esto, el Espíritu Santo quiere hablar a su pueblo, diciendo así:
Amados míos, están usando sus bocas para el mal y no para el bien. Están combatiendo entre ustedes, levantando contiendas, divisiones y peleas los unos con los otros, como si fueran miembros de distintos rebaños, como si fueran soldados de ejércitos opuestos, como si fueran enemigos, cuando en realidad son hermanos.
¿Qué están haciendo? ¿Qué están haciendo con mi Palabra? ¿Por qué no son honestos entre ustedes? ¿Por qué no hablan cara a cara, poniendo todas las cosas que tienen en sus corazones sobre la mesa? ¿Por qué se mienten entre ustedes? ¿Por qué se acusan delante de los incrédulos, dejando mi nombre en vergüenza?
Estoy viendo lo que mis hijos, los que me sirven, están haciendo en este tiempo en contra del evangelio. Porque teniendo este tipo de actitudes, en vez de juntar conmigo, desparraman; en vez de levantar el edificio, que en esta visión representa la obra, lo están destruyendo a golpes. Porque cuando se golpean los unos con los otros, están golpeándose a ustedes mismos, porque son todos miembros de un mismo cuerpo.
Mi pueblo está envanecido. Se creen que la palabra es de ellos y únicamente de ellos. Creen que sólo hablo a través de ellos, que no puedo decir una misma cosa a través de varias bocas al mismo tiempo para que sea de testimonio y de confirmación.
Están confundidos. Cuando están diciendo: «Yo dije, y se cumplió», no lo hacen para darme la gloria a mí y para ser de testimonio a las naciones que lo que Yo digo se cumple, sino para llevarse ellos mismos esa gloria.
Hijitos, arrepiéntanse, dice el Señor, porque están dañándose a ustedes mismos. Cuando atacan a otro de sus hermanos, que también está llamado a servirme de una manera similar, ya sea por celos, por envidia o por competencia, es como si esos puñales se los clavaran a ustedes mismos. Ese daño se lo están haciendo a ustedes mismos, porque somos parte de un mismo cuerpo.
Amados míos, están hablando demasiado, dice Dios a algunos de sus ministros. Están diciendo cosas que Yo no estoy diciendo. Están siendo carnales y no espirituales. Y cuando levantan la misma voz que Yo quiero usar para edificar a mi pueblo, para atacarse los unos a los otros, para ver quién tiene la razón, para llevarse el premio de la vanagloria, para levantarse a ustedes mismos y no a mí, me están perjudicando. Están siendo de mal testimonio a las naciones.
Yo (Noelia) veo ahora, en una visión, a varias personas que verdaderamente han sido llamadas por Dios para hablar en público a las masas, ya sea en congregaciones, en el público, a través de las redes sociales, de internet y demás. Algunas de esas bocas están hablando con enojo, con ira, comportándose como gallos que quieren mostrarse o como pavos reales que abren sus colas para ver cuál es más linda.
Hay muchas personas recién convertidas que están siendo testigos de lo que sucede entre los ministros del pueblo santo de Dios, que, en vez de tirarle piedras al campamento enemigo, le están tirando piedras al campamento amigo, al campamento del hermano o de la hermana, comportándose de manera carnal.
Cuando ustedes hacen esto, dice el Señor, son carnales y no espirituales. Pero los espirituales juzgan todas las cosas. Por lo tanto, ustedes, los espectadores, los que escuchan las predicaciones, las profecías, las ministraciones, tienen que juzgar todas las cosas. Donde hay celos, competencia, ira, maledicencia, contiendas, palabrerías y acusaciones falsas, deben discernir que esa parte es carnal y no viene de mí.
Escudriñen todas las cosas. Retengan sólo lo bueno: lo que edifica, lo que sana, lo que restaura, lo que redime, lo que habla del perdón, lo que bendice; y desechen todo lo que sale de un corazón que está compitiendo contra el hermano, todo lo que maldice, lo que se opone a lo bueno, lo que se exalta a sí mismo.
Escudriñen y disciernan, porque ciertamente hay siervos que Yo he levantado, que Yo he llamado, que Yo he equipado, que Yo he bendecido para que trabajen en la obra del Reino de los cielos, y son bocas que vienen de mí.
Pero también es cierto que hay una parte que está hablando en contra de otras personas, personas que también han sido llamadas de mi parte para hablar y ser mis bocas. Hay una parte que está hablando en contra de ellos y que no viene de mí.
Mas cuando venga la persecución, no van a tener tiempo de acusarse unos a otros, ni de chismear sobre qué hacen o dejan de hacer los demás, ni de buscar dónde pueden señalarlos.
Cuando la persecución llegue al lugar donde ustedes están, se van a olvidar de la superficialidad. No van a tener tiempo para competir entre ustedes, ni para ver quién habla más, a quién se le revela más, quién ministra más, quién hace más milagros o sanidades, ni a quién se le cumplen más profecías. No van a tener tiempo para estas banalidades, porque van a estar ocupados en sobrevivir en medio de la prueba y la persecución.
Entiendan que no es el diablo el que está dividiendo a la Iglesia, sino que es la misma Iglesia la que está dividiendo a la Iglesia.
Son ustedes los que no quieren tener control sobre sus bocas, sobre sus lenguas. Son ustedes los que quieren sobresalir y ser exaltados más alto que los otros. Son ustedes los que dejan correr los celos en sus corazones, al igual que los hermanos de Moisés.
Tengan cuidado y elijan a quién escuchan y a quién dejan de escuchar, cuándo y hasta cuándo escuchar, porque, vuelve a repetir el Espíritu Santo, hay cosas que están saliendo del corazón del hombre y no del corazón de Dios.
Entrometidos en la vida del otro, en vez de ministrar a las almas que necesitan ayuda, en vez de predicar el evangelio a los perdidos, a los necesitados, en vez de ayudarlos, están más entretenidos mirando casas ajenas, para ver quién se lleva el premio, quién es mejor.
Dios les dice a varios profetas que están hablando a las masas banalidades de los últimos días, distracciones y entretenimientos:
Se han olvidado de quién es la palabra, de dónde sale la palabra, que no sale de ustedes mismos. Si Yo no hablo, ustedes no tienen nada para decir. Yo no les debo nada a ustedes, profetas. Ustedes hablan como si las palabras fueran propias y no del Espíritu Santo.
Lo que han recibido no es porque lo merezcan; es solo porque estoy utilizando herramientas, instrumentos, para glorificarme a mí mismo. Porque la palabra que están hablando sale de mí y no de ustedes. Esa palabra viene de mí y no de ustedes.
Arrepiéntanse, porque están levantando los dedos en contra de los otros, acusándolos de cosas que no son ciertas públicamente, en frente de los incrédulos.
¿Qué están haciendo? Recapaciten, despierten, arrepiéntanse. Vuelvan a humillarse, aquellos que se han levantado en lo alto a ellos mismos, antes de que sean humillados públicamente, porque públicamente están levantando el dedo acusando a otros siervos que Yo he escogido.
El Espíritu Santo repite:
[1 Corintios 3:3-4, RVR1960] Porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres? 4 Porque diciendo el uno: Yo ciertamente soy de Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos, ¿no sois carnales?
Muchos se han olvidado para qué han sido llamados, dice Dios. Se han olvidado de dónde los he sacado y dónde los he puesto. No han sido ellos mismos los que se han rescatado, sino Yo.
La honra que ustedes están queriendo recibir no es de ustedes, sino mía. Porque cuando Yo hablo y algo se cumple, se cumple porque Yo lo he mandado a que se cumpla, dice el Señor, no porque ustedes lo hayan hablado.
Se cumple porque ya era parte de mi plan profético de los últimos días, un plan que ustedes no han ideado, porque no tienen una mente perfecta y alta como la mía, cuyos pensamientos no son como los pensamientos de ustedes ni se asemejan.
A sus ministros que están atacando a otros ministros en lo público, acusándolos de ciertas cosas que no son ciertas —y aunque lo fueran, en la mayoría de las veces no ha sido el Señor quien los ha enviado a exponer a estas personas en lo público—, el Señor les pregunta: ¿Qué están haciendo con lo que les he dado?
[1 Corintios 4:7, RVR1960] Porque ¿quién te distingue? ¿o qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?
Esta es la actitud que varios ministros del Reino de los Cielos están teniendo en estos días: buscando más suscriptores, queriendo tener más seguidores, olvidándose de que los que siguen a alguien me tienen que seguir a mí, y de que, si hay alguien que los está siguiendo a ustedes, es porque me ve a mí en lo que ustedes están haciendo, y no por querer seguirlos a ustedes primeramente.
Se están vanagloriando a ustedes mismos, como si lo que recibieron no lo hubieran recibido de mí, sino que lo hubieran obtenido de alguna manera. No hay nada que ustedes hayan hecho que les haya dado la posibilidad de recibir lo que tienen, porque es por gracia y no por obras.
Mi corazón está triste, dice el Padre, porque estoy viendo desde mi trono cómo mis pequeñitos se pelean entre ellos como si fueran niños que no tienen conciencia plena de lo que están haciendo, inmaduros. No han crecido en las cosas espirituales y, mucho menos, en el amor.
En vez de escribirse en forma privada para arreglar lo que haya que arreglar, para hacer la paz y seguir adelante trabajando juntos para una misma mies, en vez de seguir la manera bíblica de exhortar a alguien o de reprender al hermano, como dice la Biblia…
[Mateo 18:15-17, RVR1960] Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano.
Ni siquiera están siguiendo un protocolo bíblico para areglar los asuntos entre ustedes, dice el Señor. Pero lo más grave no es solo que no lo hagan; hay un pecado aún mayor: se regocijan en atacar públicamente a los hermanos que están trabajando en el mismo campo.
Lo que hacen muchos ministros que trabajan en público es saltarse los primeros dos pasos e ir directamente a exponer, delante de todos, a la persona con la que tienen un problema.
Por este motivo, el cuerpo de Cristo está sufriendo, se siente enfermo. Su sistema inmunológico no está trabajando como debería para poder defenderse de los ataques del verdadero enemigo, que es el diablo, porque, al atacarse unos con otros los miembros de Cristo, lo que está pasando es que las defensas del cuerpo completo bajan.
Entonces, los que no formamos parte de esas peleas injustificadas entre las distintas partes del cuerpo de Cristo pagamos el plato o pagamos el precio, porque, como formamos parte del mismo cuerpo, nuestras defensas bajan y no nos podemos defender de la misma manera como nos defenderíamos si el cuerpo estuviera unido y si no se atacara a sí mismo de la manera en que se está atacando.
Dios dice: los que observamos estas contiendas públicas no debemos participar en ellas, porque dice la Biblia (Efesios 5:11): «Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas; porque vergonzoso es aun hablar de lo que ellos hacen en secreto.»
Estas obras infructuosas de las tinieblas, en donde estamos viendo que hay muchos ministros que se están atacando públicamente, en vez de arreglar sus asuntos entre ellos o con hermanos que tengan la sabiduría y la unción para poder mediar entre ellos, se están tirando piedras enfrente de todos los demás.
Esta advertencia no va solamente para los ministros que están haciendo estas cosas, sino también para los que se están regocijando en ellas, para los que se sientan en la silla, en el sillón o en la cama para escuchar cómo discuten entre ellos y cómo se contestan.
De igual forma, cuando uno va al cine y mira una película para entretenerse, y la película es morbosa, y aun así uno se compra las palomitas de maíz y no le da asco comer mientras ve cosas que no debería. La iglesia de Jesucristo se está entreteniendo con contiendas entre los hermanos de esta misma manera, y el Señor está mirando desde el cielo lo que está pasando. Por eso hoy trae este mensaje de exhortación.
Yo, Noelia, no suelo mirar mucho distintos tipos de prédicas, ustedes ya lo saben, ya lo he dicho muchas veces. Miro o escucho pocas cosas, pocos mensajes, cuando el Espíritu de Dios me lo permite para mantenerme como un vaso vacío para cuando el Señor quiera hablar. Entonces no sé específicamente de qué se trata, por qué el Señor está dando este mensaje, pero veo en visión a muchos hermanos, porque no son uno o dos, son varios hermanos que hablan en lo público como yo lo hago, porque el Señor así lo quiso.
Estos hermanos que veo en visión, en algún momento se olvidaron de que su foco era trabajar para Jesús, que Él era su defensa, que suya es la venganza y la balanza de la justicia, y empezaron a querer hacer justicia por mano propia.
Acusándose, porque no sólo es defenderse, que hasta cierto punto entiendo que es lícito cuando hay acusaciones falsas, pero no se trata sólo de eso. Esto ha ido un paso más lejos, ya se ha transformado en una guerra entre hermanos, entre soldados del mismo campo, del mismo campamento.
Dios repite: es como el sistema inmunológico cuando, en vez de ser capaz de defender al cuerpo, se ataca a sí mismo, enfermándose, pero no por la culpa de una influencia externa, sino por una influencia interna, es decir, por causa del pecado.
Yo (Noelia) estoy viendo ahora que muchos de los ministros que deberían estar bendiciendo están maldiciendo a otros; que deberían estar perdonando a otros, están llenando de rencor; que están abriendo sus bocas cuando deberían estar cerrándolas acerca de muchas cosas.
Pero, si toman venganza por ustedes mismos, entonces ¿para qué salir en su defensa? Si ya ustedes mismos se están defendiendo. Hay muchos que empezaron bien, humildes, controlados a la hora de hablar, con temor de Dios, pero a medida que empezaron a ganar influencia, se olvidaron de quién los puso donde están.
[Romanos 12:19, RVR1960] No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.
Tengan cuidado ustedes también, no se entretengan escuchando estas cosas, porque ese veneno que ellos escupen a través de sus bocas entra en sus corazones, cuando ustedes se sientan a entretenerse escuchando estas peleas, como si fueran telenovelas.
Porque hay algunos de ustedes que dicen que ya no miran más telenovelas para no entretenerse con las cosas del mundo, pero sí se están entreteniendo con estas peleas entre los ministros públicamente, que son lo mismo que una telenovela, inclusive peor, porque las están realizando gente que debería tener conciencia de lo que están haciendo. Este es un mal testimonio para los inconversos y mala alimentación para los conversos, dice el Señor.
Puedo sentir la tristeza de Dios en mi corazón, y yo estoy sabiendo que esto está pasando en estos días, en vísperas de la celebración de las festividades de Navidad y de Año Nuevo, acerca del 25 de diciembre y del 31 de diciembre, donde la gente se reúne a celebrar estas fechas. Más allá de que sean bíblicas o no, ese no es el tema.
El Espíritu dice que todos quieren tener la razón para ver lo que está bien y lo que está mal, para juzgar sobre lo que está bien y lo que está mal; y donde hay un hermano que diga lo contrario, ya es suficiente para salir a acusarlo, a atacarlo, a defenestrarlo.
Tengan integridad, así como David, que no se atrevió a tocar a Saúl porque era mi ungido. Teniéndolo en la mano y teniendo a su favor el fallo de la justicia divina, aun así no quiso hacerla por su propia cuenta, sino que me dejó a mí, al Justo de los justos, para que Yo aplicara esa justicia a mi manera, en su tiempo y en su forma.
[1 Samuel 24:6, RVR1960] Y dijo a sus hombres: Jehová me guarde de hacer tal cosa contra mi señor, el ungido de Jehová, que yo extienda mi mano contra él; porque es el ungido de Jehová.
[Judas 1:9, RVR1960] Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda.
Hay ministros actuales que piensan que, porque tienen autoridad dada por Dios, porque están ungidos y levantados para predicar de cierta manera, creen que son los únicos, creen que son los más poderosos, creen que son los únicos que tienen la razón en todo. Se están exaltando, y no solo eso, sino que están tratando de utilizar la autoridad que Dios les ha dado para maldecir a otros.
Pero en realidad, todo lo que dicen es una excusa, porque en sus corazones lo que quieren es ser los más grandes, los más importantes, los más reconocidos, los números uno. Y, al final, es lo mismo que lo que están haciendo los líderes mundiales, peleando para ver quién tiene el poder de los poderes, para ver quién se queda con el primer puesto a nivel de las naciones, globalmente hablando, para ver quién tiene el control sobre la mayor parte de la población.
Es la misma motivación del corazón que tenía Lucifer cuando fue expulsado del cielo: ser el primero, el único, el más bonito, el más poderoso. «Humíllense», dice el Señor.
Estoy sabiendo ahora que hay muchos ministros que han hecho lo que Dios hoy está exponiendo en esta palabra, que tienen que pedir disculpas públicamente por lo que han hablado públicamente, no de parte de Dios. Inclusive algunos tienen que llamar a algunas personas, hermanos contra los cuales han hablado mal, han murmurado; tienen que arreglar esos asuntos.
Recordemos que esta palabra va para ministros que están puestos en lo público, a las masas, en las redes. Aunque también es para las congregaciones, yo, más que nada, veo en visión gente que está llamada a hablar públicamente a través de las redes sociales y que llegan a muchas personas.
Yo (Noelia) estaba viendo en una visión a algunos de ellos que miran a otros hermanos en videos y se enojan por lo que escuchan. No solo se enojan, sino que empiezan a hablar mal sobre esta persona, sobre esta hermana, sobre este hermano. Empiezan a acusarlos, a decir: «Esta persona me está copiando lo que yo dije, está diciendo lo mismo, seguro que escuchó mi video, mi palabra», o: «Esta persona está diciendo lo contrario a lo que yo dije, seguro lo hace para llevarme la contraria».
Luego creen que son perseguidos, imaginándose cosas que el diablo les está hablando, pero que no son reales. Aun si lo fuesen, eso no les da el derecho de levantarse contra estas personas, de murmurar contra ellos, porque hasta David, cuando Saúl se estaba equivocando, no se atrevió a tocarlo.
[Salmos 105:15, RVR1960] No toquéis, dijo, a mis ungidos, Ni hagáis mal a mis profetas.
Así que se están olvidando que las flechas que están lanzándose unos contra otros, que arrojan contra mis ungidos, de forma pública y en lo secreto, cuando están hablando mal, no van dirigidas principalmente contra ellos, sino contra mí (Jesús), quien los levantó.
No los están atacando a ellos en primer lugar, sino a mí. Cuando ellos hablan de mi parte y ustedes los acusan diciendo que esas palabras no han salido de mi boca, cuando sí han salido de mi boca, no están hablando contra la boca de ellos, sino contra la mía.
Tengan cuidado, porque le están abriendo la puerta al enemigo, para que entren en sus hogares espíritus de contiendas, de divisiones, de maledicencias, de enojos, de iras, de celos, de envidia. Porque cuando ustedes se están envidiando, ustedes le están dando lugar a esa envidia no solo en sus vidas, sino en las de los suyos, en sus territorios.
Eso es darle el paso al territorio completo que ustedes manejan, cuando ustedes les abren la puerta a estas potestades, dice el Señor. Y yo estoy sabiendo que para algunos ministros que están celosos de otros, porque una de las cosas que está pasando es que se están fijando cuántos suscriptores tienen los otros profetas.
Hay profetas que se están fijando cuántos suscriptores tienen los otros profetas. Hay pastores que siguen a otros pastores, pero no para apoyar la obra, para encontrar confirmación, para ganar edificación, para afilarse espada con espada, como dice la Biblia (Proverbios 27:17): «Hierro con hierro se aguza; y así el hombre aguza el rostro de su amigo.» No, sino para competir con ellos y ver cómo pueden ganarle en la cantidad de suscriptores, de seguidores, de likes, olvidándose de cuál es la importancia de la obra que están haciendo. Esto tiene que cambiar, dice el Señor.
Porque inclusive hay personas que dejan de seguir a Jesús por culpa de aquellos que son un mal testimonio enfrente de ellos. Hay gente que está recién nacida de nuevo, que recién viene a los caminos del Señor, que se encuentra con estas cosas y retrocede, porque no es lo que quiere para su vida. Porque viene buscando amor y encuentra odio, porque viene buscando perdón y encuentra envidia. Entonces las personas piensan: «Pero estos están peor que yo, ¿para qué quiero seguir ese camino?»
[Lucas 22:24-27, RVR1960] Hubo también entre ellos una disputa sobre quién de ellos sería el mayor. Pero él les dijo: Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tienen autoridad son llamados bienhechores; mas no así vosotros, sino sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el que sirve. Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve.
Me viene el pasaje de Lucas 22:24-27, y el Señor les dijo que tenían que volverse como niños, porque eran carnales y buscaban lo que la carne quería. Y la carne busca satisfacción, la carne busca reconocimiento, la carne quiere ser valorada, quiere ser honrada, quiere ser glorificada. Es la carne la que quiere aparecer, la que quiere figurar.
El Espíritu me vuelve a repetir: sean íntegros.
[Lucas 9:46-48, RVR1960] Entonces entraron en discusión sobre quién de ellos sería el mayor. Y Jesús, percibiendo los pensamientos de sus corazones, tomó a un niño y lo puso junto a sí, y les dijo: Cualquiera que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y cualquiera que me reciba a mí, recibe al que me envió; porque el que es más pequeño entre todos vosotros, ese es el más grande.
Yo (Noelia) estoy viendo ahora, otra vez, hermanos que tienen ministerios, que dedican demasiado tiempo a ver lo que hace el otro, a fijarse qué está haciendo el otro hermano que también tiene ministerio, a ver cómo lo hace. Pero no con intenciones puras, verdaderas, buenas, sino por motivos de competencia.
Arden de envidia, me dice el Señor. Se esfuerzan para ser mejores, pero no es para agradarme a mí, sino a los hombres. Porque están buscando la gloria de los hombres y su propia gloria; no me dan la gloria a mí.
Así que me vuelve a repetir el Espíritu Santo que aquellos que son testigos de estas cosas no participen en ellas, no las avalen, no las respalden, no las alimenten. Porque dice la Biblia que de las obras infructuosas de las tinieblas no hay que participar, sino más bien hay que reprenderlas. Ni siquiera Jesús se defendía cuando lo atacaban; cerró su boca, como cordero que es llevado al matadero. Ni siquiera Jesús acusaba a sus enemigos, siendo realmente enemigos; sino que pedía por ellos para que el Padre los perdone por lo que estaban haciendo.
Y mis mismos hijos, dice el Señor, no solamente que no piden los unos por los otros, sino que desean que el otro se hunda para que ellos sean más visibles. Mi pueblo debe arrepentirse, porque la división no viene de afuera, sino de adentro. El diablo prácticamente no tiene que hacer nada para dividir al cuerpo de Cristo, porque el cuerpo de Cristo tiende a dividirse por sí mismo, separarse los unos con los otros, a aislarse; tienen asco por el hermano.
Estoy sabiendo que Jesús no mira con gracia a los hermanos que están atacando a otros hermanos públicamente. No estoy hablando de un contexto en donde alguien está predicando falsas doctrinas que realmente son graves, que pueden llevar a otra persona a la perdición y a este tipo de cosas. Porque la Biblia también dice:
[1 Corintios 2:15, RVR1960] En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie.
[Hebreos 5:14, RVR1960] Pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.
[1 Tesalonicenses 5:21-22, RVR1960] Examinadlo todo; retened lo bueno. Absteneos de toda especie de mal.
[Judas 1:3, RVR1960] Amados, teniendo gran deseo de escribiros acerca de la salvación común, me he visto precisado a escribiros exhortándoos a contender ardientemente por la fe que ha sido una vez para siempre entregada a los santos.
[1 Timoteo 6:11-21, RVR1960] Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre. Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual también fuiste llamado, y confesaste la buena confesión delante de muchos testigos. Mandamiento te doy delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y delante de Cristo Jesús, que testificó la buena confesión delante de Poncio Pilato, que guardes el mandamiento sin mancha ni reproche, hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo; la cual a su debido tiempo mostrará el bienaventurado y solo Soberano, el Rey de los reyes y Señor de los señores; el cual solo tiene inmortalidad, y habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver; al cual sea la honra y el imperio sempiterno. Amén. A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan su esperanza en la incertidumbre de las riquezas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, que den con liberalidad, que compartan con otros; que atesoren para sí un buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna.
[Filipenses 1:29, RVR1960] Porque a vosotros es concedido a causa de Cristo, no solo creer en él, sino también padecer por él.
Pero estoy hablando de peleas de gallos, porque así me lo muestra el Señor. Para ver quién se muestra más, para ver quién llega primero, para ver quién se queda con el trofeo. Estoy hablando de competencia, de celos, de envidia, de falta de integridad.
Estoy sabiendo en este momento que algunos de ustedes están viendo esta situación que estoy describiendo en su congregación. Y el Señor les dice que no participen de ello, porque si no, sería como cuando alguien va y paga para ver una pelea de gallos. Es como invertir ese tiempo y esa atención en ese entretenimiento para alimentar algo que viene de las tinieblas y no de Dios.
Entonces estás sembrando tu tiempo en algo que viene del enemigo, dándole tu atención a estas cosas vanas. No lo hagas, te dice el Señor. Más bien, ora por estas personas, intercede por ellos.
El Espíritu Santo dice acerca de todo lo que están escuchando, que los ministros llamados a hablar en las redes sociales están diciendo: llévenlo todo en oración. Antes de decir sí y amén, llévenlo todo en oración. No tomen lo que escuchen así no más, menos cuando escuchen agresividad, ataques, acusaciones.
Tengan cuidado, porque hay gente que está tirando huevos a otra gente. Veo una visión simbólica de que hay hermanos que están atacando a otros y no tienen la razón, no están diciendo la verdad. Sabiendo o no sabiendo, simplemente no es verdad lo que están diciendo, y no está saliendo de Dios lo que están haciendo tampoco. Aunque a veces sí puede ser verdad lo que están diciendo, la mayoría de las veces no es Dios el que los ha llamado a hablar de esa manera contra otro hermano.
Tengan cuidado ustedes, dice el Señor, y lávense los oídos. Cuando escuchen estas cosas raras, pónganse los tapones, no cedan a la tentación de escuchar estas murmuraciones, estos chismes sobre los otros siervos de Dios.
Yo estoy viendo un castillo que se está desmoronando, pero no es porque viene el enemigo y lo ataca desde afuera, sino que, desde adentro mismo, los que viven adentro están echando, tirando piedras contra las paredes y estas están cayendo. Están destruyendo la casa ustedes mismos, en vez de edificarla. Por eso el juicio comienza por mi casa.
En este tiempo, Dios está pesando los corazones y las acciones de los santos con respecto a esta área que estoy mencionando. Muchos de ustedes van a ser acusados, van a ser señalados, van a hablar mal en contra de ustedes, y de nosotros, los que estamos en la obra pública. Van a atacarnos, pero dice el Señor que tengamos cuidado porque estamos siendo probados.
Nuestra actitud y nuestra respuesta, si levantamos defensa o no levantamos defensa, si devolvemos el ataque o no devolvemos el ataque, todo eso está siendo pesado. El Señor nos está probando. Cuidado, porque ataques van a haber siempre, acusaciones falsas van a llover cuando alguien está en público, hablando a tanta gente al mismo tiempo.
Pero lo importante no son los ataques en sí, sino la reacción del que está siendo atacado. Lo que mira el Señor es la respuesta.
[Jeremías 17:10, RVR1960] Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras.
Eso es lo que está haciendo el Señor en este tiempo, probando a sus hijos para ver cómo reaccionan. En primer lugar, cuando son atacados, cuando son acusados, cuando otro hermano se levanta contra ellos, especialmente en lo público, para ver cómo reaccionan, para ver hasta dónde hablan sobre eso, qué dicen sobre eso, cómo usan su boca, hasta dónde perdonan, si es que perdonan, cuánto oran por esas personas que están hablando mal de ellos o que los están atacando.
Dice el Señor nuevamente: alerta, no retengan todo lo que escuchen, pónganlo todo a prueba, porque sigo viendo que vuelan bombas. Y no son bombas que vienen de un campamento al otro, de un campamento enemigo al otro campamento, sino que, dentro de un mismo campamento, el ejército se está atacando a sí mismo. Los mismos soldados de un mismo ejército se tiran bombas contra ellos mismos.
Dios los está observando. ¿Quiénes son los que participan de esta batalla, de este autoataque en el ejército? ¿Quiénes son los que participan? ¿Quiénes son los que oran por esto? ¿Quiénes son los que le llaman la atención a los que se atacan entre ellos para que dejen de hacerlo? Levanten su voz, dice el Señor, para hacerle ver a los hermanos que están haciendo esto que está mal, para que quizás abran los ojos y se dejen de atacar entre ellos mismos, siendo de mal testimonio.
Porque esto es parte del cumplimiento de (Mateo 10:21): «El hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y los hijos se levantarán contra los padres, y los harán morir.»
Ustedes predican y profetizan sobre la persecución que viene a la iglesia, y ustedes mismos están persiguiendo a sus hermanos, que son parte de esa iglesia ya. Es ridículo, es paradójico que un profeta predique o profetice sobre la persecución que se viene a la iglesia entera y después persiga a la misma iglesia, cuando habla mal, acusa, miente o se levanta sobre el otro hermano.
Con una mano construye y con la otra destruye lo que está construyendo, dice el Señor. Por eso Dios trae este mensaje de advertencia, de exhortación, para que cada uno revise su casa, su corazón, su actitud, y, si es necesario, se arrepienta y pida perdón a Dios, en primer lugar; en segundo lugar, a quien tenga que pedir perdón; en tercer lugar, que arregle las cosas que tenga que arreglar con los otros hermanos, de una manera bíblica y ordenada, en amor.
Porque también dice la Biblia que tenemos que reprender al otro con un espíritu de mansedumbre. Si hay algo que tenemos que llamarle la atención al hermano, eso en realidad no está mal si se hace de una manera bíblica y si tenemos una razón bíblica para hacerlo. Pero hasta eso se hace con un espíritu de mansedumbre, no con un espíritu demoníaco, de ira, de bronca, de odio, maldiciendo al otro hermano.
[Gálatas 6:1, RVR1960] Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.
Eso es exactamente lo que me está revelando el Señor que pasa en estos días. En vez de restaurar al hermano que está sorprendido en alguna falta, quizás con espíritu de mansedumbre, se lo está rebajando públicamente; se lo está acuchillando sin misericordia, como si no fuera un hermano, como si fuera el mismo diablo.
Dios no está de acuerdo con esto y está pesando los corazones en estos días. Está llamando la atención a sus hijos, a los que están en ministerios y a los que no están en ministerios, a los que están teniendo este comportamiento demoníaco y a los que lo están observando, los que lo están alimentando y se están entreteniendo.
Así que cumplo con este llamado de atención para que quizás abras los ojos y retrocedas en esta actitud orgullosa, porque eso me dice el Señor, que todo esto proviene del orgullo. Así que he dado este mensaje de parte del Reino de los Cielos y no tengo sangre en mi boca. He hablado tus palabras, que, aunque duras, son necesarias, Padre Celestial, y he obedecido, aunque me cuesta poner la cara de esta manera, pero la gloria es tuya, Señor, y no mía.
Bendigo a todo aquel que escucha y a todo aquel que me maldice, en lo secreto o en lo público. Te entrego todo en tus manos, Señor.
Así que también hay contiendas entre ustedes, hermanos. No es solamente este mensaje para los ministros de Dios que tienen influencia sobre mucha gente. Ustedes están peleando entre ustedes. Ustedes están murmurando unos contra otros. Ustedes tienen cosas que arreglar con otros hermanos, y no lo están haciendo, y no están siendo sinceros, ni honestos, ni íntegros, sino que van por las espaldas.
Son como Judas, que no tienen problemas en traicionar al otro en la primera que se da la vuelta, porque así me lo revela el Señor. Ustedes también tienen que revisarse, corregirse y aprender a hablar con verdad y no con mentira.
Muchos son hipócritas, hablan una cosa, pero piensan otra. Tienen una máscara puesta que no se quieren quitar. Después, cuando observan a los ministros que se pelean públicamente entre ellos, hablan mal contra ellos, cuando ustedes están haciendo lo mismo. En general, también tienen que arrepentirse y pedirle perdón a Dios y a la otra persona que maltrataron.
No se justifiquen, porque también les falta integridad. No son completos. Dice el Espíritu Santo que la integridad, ser íntegro, es como ser completo, ser total. No permitir que haya ningún agujero en ningún lado de la armadura, en ese sentido. No permitir que uno se desarme, sino que se mantenga unido.
Ser íntegro es ir con la verdad, enfrentar las cosas y no dejarlas para mañana, sabiendo que causa sufrimiento. Ser valientes y hablar y poner sobre la mesa lo que haya que hablar con la persona con la que tengas algún problema. Pero no hay integridad en la Iglesia de Jesucristo hoy en día en general. Todo se habla de espaldas, son falsos, me dice el Señor.
Tienen que ser valientes y decir las cosas como son, en amor, con paciencia, con misericordia, perdonándose unos a otros. Pero dejen de mentir, porque no cumplen con ese pasaje de la Biblia donde enseña cómo enfrentar al hermano que peca contra nosotros. No van y lo enfrentan en privado y hablan con ese hermano para que quizás se arrepienta y pida perdón.
No hablen mal contra esa persona, porque así aprendieron en las congregaciones en general. El Señor quiere que se arrepientan, que vuelvan de esos caminos y que empiecen a caminar en una senda de justicia. Hoy tienen tiempo y libertad para levantar el teléfono, pueden comunicarse de miles de maneras y no lo hacen; dejan pasar el tiempo para que el otro sufra más y se agonice, y el Señor mirando todo esto desde arriba.
Enfrenten lo que tengan que enfrentar, dice el Señor. Hay algunos de ustedes que tienen problemas desde hace años con otro hermano y duermen en ira. Baja el sol y ustedes siguen enojados. El Señor pregunta: ¿cuándo vas a enfrentar lo que te estoy hablando por sueños, lo que te estoy redarguyendo a través de mi Espíritu, en tu espíritu, que debes hablar?
Ese silencio se convierte en tu pecado porque, teniendo que hablar, te estás callando, como está escrito (Santiago 4:17): «Y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.» Así que tampoco se hagan los inocentes ustedes, cuando Él está llamando la atención de sus ministros que se atacan entre ellos mismos.
Porque ustedes también tienen una parte la cual tienen que arreglar, dice el Padre. Hay muchos nudos que tienen que resolverse, y estoy esperando que tomen la iniciativa. Hay muchos de ustedes que no tienen cierto nivel de libertad porque no resuelven esos nudos que están atados desde hace un montón de años.
Pero los cobardes no entrarán en el reino de los cielos. Tienen que enfrentar, enfrentarse a esos gigantes, resolver las broncas que tienen con los otros para que sus oraciones sean escuchadas, porque con falta de perdón la puerta se les cierra.
Basta de hipocresía. Muestren su verdadera cara y muéstrenla ahora, amén de verdad, porque hablar la verdad es una forma de amar, no mintiéndole al prójimo, no dejando pasar las cosas que hay que tratar. Pero ustedes dejan acumular las ofensas, dice el Señor, y no las resuelven. Son inmaduros y después hablan como si fueran maduros, dejando mal mi nombre santo.
Muchos de ustedes están orando, pidiendo y clamando por muchos asuntos de sus vidas. Esas oraciones no están siendo escuchadas y resueltas porque ustedes no han resuelto primero ofensas que han recibido de otros hermanos o que ustedes mismos han hecho contra ellos. Resuelvan lo que tengan que resolver primero, para que después Yo los ayude con sus propios problemas.
[Mateo 5:24, RVR1960] Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.
Así cerramos este mensaje de parte del cielo para los hijos de Dios, orando y pidiendo que esto sea de edificación, de revelación, de limpieza, de madurez, de alimentación, de entendimiento, dándole toda gloria y toda honra al Señor, al Padre de las luces, al Justo de los justos, al Juez que juzga todas las cosas con una balanza perfecta, al que nunca se equivoca, Yeshua, el Rey de reyes y Señor de señores, el que pronto se acerca para juzgar a las naciones con poder, con gloria y con justicia eterna.
Oren sobre esto, llévenlo en oración, pésenlo a través de la Palabra y hagan su parte, lo que tengan que hacer para tener sus vestiduras limpias y blancas y ser encontrados irreprensibles. Amén.