Bendiciones, amada iglesia del Señor Jesucristo, una vez más reunidos, congregados en el espíritu, en este 16 de septiembre de 2018, para ministrarlos a través del Espíritu del Señor sobre la humildad.
Bendito sea tu nombre, Padre. Padre santo, te rogamos en el nombre de Cristo Jesús que sea tu Santo Espíritu ministrando a las almas que ven esta transmisión. Señor, toca a esos corazones que están faltos de humildad pero quieren aprender, que quieren arrepentirse, que quieren reconocer su falta de humildad para arrepentirse y tomar un nuevo camino, para cambiar y retroceder.
Padre santo, te pido que sea el Espíritu Santo redarguyendo a cada persona que esté practicando este pecado consciente o inconscientemente, porque en este tiempo Tú estás santificando a los tuyos, nos estás refinando, estás quitando el polvo de arriba nuestro para que podamos emanar aún más luz, porque Tú nos refinas como oro porque así de importantes somos para ti. Te damos la gloria, Señor, te damos la honra, la alabanza. La adoración te pertenece por siempre, Padre, por los siglos de los siglos. Amén.
El Espíritu Santo me muestra en este momento que muchos de ustedes se preguntan si están en este pecado, en la falta de humildad. Están preguntando al Señor ahora si quizás esta ministración es para ustedes. Hay muchas formas en las que uno puede tener falta de humildad, y hay muchas formas en las que uno puede tener una falsa humildad.
A veces ustedes creen que son humildes, pero no lo son en la medida que Dios lo está esperando. A veces ustedes se comparan con el otro, creyendo que son más humildes que el hermano que tienen al lado o enfrente. Sin embargo, no deben medirse con una balanza propia, con una medida propia, con una estimación propia, sino que deben aprender a verse con los ojos de Dios, como Él los ve, porque el Señor no estima la apariencia del hombre, sino lo que hay en los corazones. Y no se olviden que todo aquel que se humilla será exaltado, y el que se exalte será humillado.
Yo puedo ver en este momento que algunos de ustedes son humildes una parte del tiempo, pero no completamente, sino que en algunos momentos son humildes y en otros se están exaltando. En algunas ocasiones retroceden para no exaltarse, se humillan para no exaltarse, pero en otras ocasiones, aun siendo tentados, caen en vanagloria, caen en orgullo, caen en soberbia, en exaltación, y sin darse cuenta se levantan a ustedes mismos y se sientan en un trono, idolatrándose a sí mismos y buscando la gloria del hombre.
En este tiempo, el Señor espera de sus hijos que nos humillemos aún más, que pidamos y busquemos sanidad y liberación para que, logrando una limpieza mayor a través de la ayuda de Dios, podamos reconocer la falta de humildad en nosotros mismos, para que, a través de la limpieza, la sanidad interior y la liberación, si es necesario, realmente logremos ser humildes.
Yo veo un martillo que rompe las paredes de piedra que recubren a una persona, y este martillo empieza a golpear a una persona que está completamente revestida de piedra. Esto simboliza una pared de orgullo, de exaltación que esta persona tiene a su alrededor y que tiene que ser quitada. Y esta visión significa que aquel que se exalte, el Señor va a romper esa pared de piedra, va a quitar esa separación entre esa persona y Él, porque eso es lo que pasa cuando una persona se maneja en la exaltación: se sienta en ese trono de idolatría a sí mismo para ser alabado también por los demás, para ser vanagloriado, para exaltarse entre los hermanos.
Cuando esto sucede, el Señor se va a encargar de quitar esta pared de piedra alrededor de esta persona, de bajarlo de ese trono, para que humillándose pueda ser exaltado por la mano de Dios a su tiempo.
[1 Pedro 5:6, RVR1960] Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo.
Yo veo que Dios mira hacia la tierra, observando a la gente, y el Señor me dice que Él tiene sus ojos sobre los humildes, sobre los pobres, sobre los necesitados. Él tiene sus ojos sobre aquellos que están y viven humillados. Él tiene sus ojos sobre aquellos que están quebrantados. A estos, el Señor va a dar tronos, llegado el momento de entrar en su gloria. Hay tronos preparados en el cielo para estas personas, para los más humildes de la tierra.
[Lucas 1:48-49, DHH] Porque Dios ha puesto sus ojos en mí, su humilde esclava, y desde ahora siempre me llamarán dichosa; porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas.
[Lucas 1:48-49, RVR1960] Porque ha mirado la bajeza de su sierva; pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones. Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso.
Pero aquel que se exalte a sí mismo en esta vida ya tiene su recompensa. Hijitos, no sean así, dice Dios, creyéndose que son más grandes que los demás. Y yo (Noelia) veo una cinta métrica ahora. Mídanse con juicio justo, dice el Señor. Obsérvense en el espejo de la verdad y no de la mentira ni del error, porque el diablo a muchos de ustedes les hace creer que son más grandes de lo que son, les habla al oído, dándoles una comparación no equitativa entre ustedes y los hermanos. Hijitos, no sean como la serpiente, no sean como Satanás, que se exaltó tanto a sí mismo que tuvo que caer. Bajen, dice el Señor. Bajen, bajen para que Yo los suba.
[Romanos 12:3, RVR1960] Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.
Yo (Noelia) estoy viendo en este momento espíritus de orgullo que habitan en muchos de los hijos de Dios, pero que nosotros mismos alimentamos. Estos espíritus hablan a nuestros corazones, diciéndonos: «¡Viste qué grande que eres! ¡Viste qué importante! Las naciones te van a alabar. Eres más inteligente que los demás. Estás más ungido que los demás.» Y así, como aquel que se paseaba entre las piedras cerca del trono de Dios y que tuvo que ser humillado, así mismo ustedes muchas veces van por este camino, dice el Señor.
[Ezequiel 28:14, RVR1960] Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas.
Así como la Biblia dice sobre Satanás, así mismo ustedes se pasean vanagloriándose de ustedes mismos, olvidándose de que la gloria es mía, olvidándose de que son hechura de mis manos. Así mismo como este querubín se creyó superior al Dios supremo, así mismo ustedes muchas veces caen en el mismo error. El Señor dice: Así ustedes se miran al espejo, y se adoran a sí mismos, y creen que son merecedores de más atención, creen que deben recibir más elogios, más aplausos, creen que los hermanos tienen que arrodillarse enfrente de ustedes.
También dice en otra parte de las Escrituras que el Señor lo vio caer a Satanás como un rayo.
[Lucas 10:18, RVR1960] Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.
Hijitos míos, dice el Señor, reconozcan este pecado. Humíllense delante de mi trono para que no caigan de esta manera de la gracia que les he repartido. Hijitos, en algunos, este comportamiento es más fuerte que en otros. Algunos literalmente no pueden vivir si no son alabados, no pueden vivir si no son exaltados. Necesitan palabras de adoración para poder seguir funcionando. Este es el alimento que les está dando el diablo a través de otras personas que también son idólatras y que les gusta idolatrar a los hombres.
Hijos, dice el Señor, retrocedan. Retrocedan, no reciban la gloria de los hombres, reconozcan que hay un Dios todopoderoso que reina sobre toda la tierra, el único Dios quien tiene que recibir la alabanza de los hombres. Amados míos, porque el que se exalte y no quiera reconocer que está caminando estos caminos equivocados, va a recibir golpes fuertes, va a caer como cuando un pájaro está volando y alguien lo baja de un hondazo. La Biblia dice:
[Juan 12:43, RVR1960] Porque amaban más la gloria de los hombres que la Gloria de Dios.
Bajen, hijitos, dice el Señor. Humíllense, oren de rodillas, postrados en el piso, porque este ejercicio diario de orar postrados en el piso, de humillarse con la cabeza al suelo, los ayuda a recordar ante quién se deben humillar, los ayuda a volver a su centro y entender que ustedes sin mí, nada pueden hacer.
El Espíritu Santo huye de los soberbios, se contrista cuando alguien se exalta a sí mismo o cuando alguien es exaltado por otros. El Espíritu Santo retrocede ante estas manifestaciones. Es exaltación, vanagloria, soberbia, orgullo, insensatez. Si ustedes quieren permanecer llenos de la manifestación del Espíritu Santo, si ustedes quieren probar el poder de Dios en ustedes, caminar en ese poder, si ustedes quieren tener sus lámparas llenas de aceite, entonces deben despojarse de estas inmundicias en sus corazones.
Yo veo trofeos. Hay algunos hermanos que piensan que realizar logros en el servicio a Dios, en sus ministerios o donde Dios los haya llamado, es como si obtuvieran trofeos, como cuando alguien gana una carrera en el mundo, como cuando alguien gana una competición en algún deporte y le dan un trofeo. Algunos hermanos, yo estoy viendo, que creen que cuando logran estas cosas en los ministerios, es como si los hombres les dieran un premio. Yo veo una copa dorada que es un trofeo.
Hijitos, no hagan esto, dice el Señor. No lo hagan. No tomen premios de los hombres. No reciban honores de parte de los hombres. No permitan que los llamen señores, maestros.
Oh, hijitos míos, sean humildes, atiendan a la voz del Espíritu Santo cuando los redarguye recordándoles que están caminando en esta exaltación propia. Bajen los mentones, cierren los ojos altivos, escuchen a los demás, presten oídos, no hablen tanto de ustedes mismos, sino que presten atención a las necesidades del otro, porque haciendo estas cosas ustedes van a aprender cómo retroceder, cómo humillarse a ustedes mismos sin desaparecer, pero encontrando un equilibrio de amor propio y amor al prójimo.
Nuevamente veo una persona que pone «stop» cuando alguien viene a alabarlo, veo una persona que dice «No, no hagas eso, no me alabes, soy uno más de entre los hermanos». Y me vuelve a recordar porque «al que se humilla, será exaltado», pero ustedes no buscan que Yo los exalte, no siempre, dice el Señor. Ustedes buscan la exaltación de los hombres.
Yo (Noelia) entiendo ahora por revelación que es por falta de sanidad que buscan el reconocimiento de los hombres, porque no están sanos en el alma. La Biblia dice:
[Apocalipsis 22:9, RVR1960] Pero él me dijo: Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios.
Acá el Señor nos está dando una de las estrategias para luchar contra este espíritu: no recibir la gloria de los hombres, decir como dijo el ángel a Juan: «No hagas eso; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro». Nosotros podemos decir: «No hagas eso. Yo soy una hermana tuya. Yo soy un hermano tuyo. Adora a Dios y no a mí.»
Yo veo a muchos hombres y mujeres que se están reservando la gloria para ellos mismos, que le están robando la gloria a Dios, porque el Señor está trabajando a través de ellos. El Señor me dice: Porque mi gloria es mía. Dios dice: Reconozcan, reconozcan que ustedes fueron creados con mi propia mano, que sin el aliento de mi boca ustedes ya no respirarían, y que, si no fuera por el poder de mi Espíritu, no podrían hacer señales, milagros y sanidades, que, si no fuera Yo el que hablara, ustedes no podrían entregar una palabra profética. Es por gracia.
Así que manténganse humildes, entendiendo quién es el que manda. Bájense de esos tronos ahora, arrepintiéndose de haber tomado este reconocimiento para ustedes mismos, para darme el lugar a mí, al único Rey que reina sobre toda la tierra. Hijitos, en este día estoy llamando a mi pueblo a que se arrodille ante mí, a que aprendan a servir con humildad, a que aprendan a caminar con toda humildad, dándome la gloria a mí.
Yo (Noelia) veo una persona ahora en visión que no está vestida con ropas elegantes, que no tiene relojes de oro, que no tiene el mentón levantado. Sobre una persona ahora que está vestida humildemente… Acuérdense de los humildes, dice el Señor. Si ustedes caminan como ricos, ¿cómo puede el quebrantado acercarse a alguien que lo mira tan de arriba? No están reflejándome a mí cuando ustedes hacen esto, dice el Señor Jesús. ¿Por qué las mujeres piensan en los mejores vestidos cuando van a servir a Dios? ¿Porque quieren comprarse lo más caro? Por vanagloria, por vanidad, por inseguridad, por amor al dinero, porque aman las joyas, porque aman las marcas reconocidas en el mundo.
Ustedes tienen que vestirse de humildad, caminando humildes en este mundo, como cuando caminó Jesús en este mundo, que, siendo rico, se hizo pobre. Cuánto más ustedes deben dejar de poner la atención en estas cosas. Parézcanse a mí. La Biblia dice:
[1 Pedro 3:3, RVR1960] Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos.
Esto no solamente es para las mujeres, sino también para los hombres, porque yo veía recién en visión hombres vestidos con los mejores trajes, con los más caros, para sentirse importantes, para que los demás los reconozcan como superiores a ellos, para lograr admiración. Pero esto empieza a llenar de soberbia el corazón de las personas. La Biblia dice:
[2 Corintios 8:9, RVR1960] Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.
Así que el Señor no está complacido con estos hijos e hijas de Dios que caminan en estas vanidades. Yo sigo viendo a esta persona que se viste humildemente, el Señor lo mira de frente, el Señor pone sus ojos en esta persona y lo mira fijamente, y no quita su mirada de él. Pero al otro, al que se viste con trajes especiales, traídos de otros lugares lejanos quizás, que son de marcas caras que no todo el mundo puede comprar, el Señor da vuelta a su cara y ni siquiera quiere mirarlo. Sabe lo que está haciendo porque Él es Dios, pero no quiere mirarlo, mira para otro lado. No queremos que nos suceda esto a nosotros. Así que todo aquel que esté recibiendo esta palabra, que le esté redarguyendo en sus corazones, arrepiéntanse de querer ser más de lo que son, de exaltarse a sí mismos. Tengan un caminar en humildad.
Yo veo personas que cuando están conversando con los demás, están pensando en sus corazones: «Pero ella o él no sabe nada, yo sé más, yo tengo más experiencia, yo soy más inteligente, yo puedo administrar mejor, yo tengo más respuesta, el Señor me usa más a mí». Inclusive hombres en el trabajo que se creen más sabios que otros hombres, y son diferentes formas de falta de humildad, de orgullo, de soberbia, de exaltación, de vanagloria y demás.
El Señor dice: Quiero que borren todas estas inequidades de sus corazones, quiero que mi pueblo se humille delante de mí, para que yo pueda escuchar su plegaria, porque yo estoy viendo que muchas veces Dios no escucha a alguien que está orando, porque está en este pecado de la soberbia. La Biblia dice que Dios mira de lejos al soberbio.
Así que, si te estás quejando porque el Señor no responde tus oraciones, si sientes que Él no te escucha, si sientes que el Espíritu Santo ha disminuido su manifestación en vos, si no sabes qué está pasando, pregúntate en tu corazón y escudríñate para saber si no será que te estás exaltando, que le estás quitando la gloria al Señor. Arrepiéntete y pídele ayuda y dirección al Señor para poder cambiar estos hábitos de inmundicia. La Biblia dice:
[Salmos 138:6, RVR1960] Porque Jehová es excelso, y atiende al humilde, mas al altivo mira de lejos.
Yo veo serpientes que se levantan adentro de muchos hermanos. Son serpientes de orgullo. El Señor dice: Pisen estas serpientes. Pisen la cabeza. No dejen que se manifieste adentro de ustedes. Piensen antes de hablar, antes de exaltarse a ustedes mismos. Examinen de dónde viene cada pensamiento de su corazón. Si no pueden estimar sanamente su valor, pregúntenme a mí para que puedan medirse con cordura, para que puedan pensar sensatamente acerca de ustedes mismos. Hay muchos de ustedes que están yendo muy para adelante cuando el Señor quiere que retrocedan un poco para atrás.
Hay muchos que se quieren hacer ver, que quieren ser vistos para que el hombre los adore, sin embargo, muchas veces el Espíritu Santo a muchos de ustedes los está llamando a callar, los está llamando a trabajar detrás de los telones, los está llamando a estar en la intimidad, en el silencio, en la oscuridad con Él. Bajen las cabezas, hijitos, escuchen mi voz, reconozcan al único digno de ser exaltado entre todas las naciones de la tierra y aun en los cielos y debajo de la tierra, al único que se debe adorar.
También veo que algunos de ustedes han tenido logros en actividades del mundo. En los trabajos han tenido ascensos, en los deportes han ganado torneos, y ese tipo de cosas los han puesto en lugares de servicio, de liderazgo en las iglesias, y entonces esta exaltación tiende a manifestarse, creyéndose que porque están en un lugar de autoridad o porque han obtenido ciertos logros valen más que los que están más abajo, valen más que los que perdieron. Creen que son más importantes que el que no está en liderazgo, que el que no ganó a estas competencias, que el que no fue ascendido.
Pero no se trata del que vale más o del que vale menos, no se trata de la importancia que tiene cada alma; se trata del rol y la función que tiene cada uno. Así que todo aquel que esté dependiente de estas cosas, que necesite tener reconocimientos para sentirse digno, tiene que renunciar y entender que de ahí no viene el valor propio, que de ahí no viene la autoestima, sino que, con el tiempo, si no cambiás el comportamiento, viene la caída, porque antes de la caída viene la exaltación.
El Señor dice: ¡Arrepiéntanse! Arrepiéntanse de no ser humildes, de querer meterse en todo, porque esto también es falta de humildad, no saber cuándo aparecer y cuándo desaparecer, sino querer figurar en todas las áreas, querer ser el único, el primero, el inigualable. Arrepiéntanse de estas cosas y empiecen a reconocer diariamente cuáles son estos pensamientos que van alimentando estos espíritus de orgullo para poder renunciarlos.
La Biblia dice que llevemos cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo Jesús. Cautiven esos pensamientos inicuos, corten esos pensamientos que el enemigo les coloca, esa vara alta, más alta que los hermanos, que Satanás les da. El Señor dice: Abran los ojos y mírense en un espejo limpio, para que, pudiendo reconocer estas cosas en ustedes mismos, puedan empezar a cambiarlas. No busquen los trofeos mundanos, no busquen los reconocimientos del hombre, no busquen ocupar cargos y puestos de renombre, no busquen las primeras sillas; busquen obtener la corona de la vida, busquen terminar la carrera de la fe. Ese trofeo es el que deben anhelar: el trofeo celestial, la copa de la vida.
El Señor dice: Porque todo lo demás es efímero y pasajero. No se van a llevar esos reconocimientos al cielo, todo eso va a ser como hojas que se las lleva el viento, pero si ustedes persisten y se humillan permanentemente, entonces van a sentarse en tronos celestiales y van a ser como reyes y reinas y autoridad se les va a ser entregada, pero a todo aquel que ya tuvo en esta tierra, en esta vida, luego se le va a ser quitado, porque ya tuvo su recompensa.
Muchos de ustedes no quieren humillarse delante de las autoridades, muchos de ustedes quieren gobernar cuando no se les ha llamado a gobernar, muchos de ustedes, cuando están en reuniones congregados con los otros hermanos en grupos o en congregaciones, no reconocen la autoridad que Dios le ha dado a cada persona. Se creen iguales en autoridad o superiores a todos los demás y no se colocan en el orden divino que el Señor estableció. La Biblia dice:
[Romanos 13:1, RVR1960] Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas.
Yo estoy viendo ahora a una mujer que está en un grupo casero, en una casa, está reunida con algunos hermanos, y hay alguien que está encargado de enseñar a los demás porque el Señor lo ha llamado. Pero esta mujer que estoy viendo no puede sujetarse, porque si se sujeta a la autoridad de este hombre que tiene que enseñar, eso significaría tener que menguar cuando ella quiere crecer. En realidad, en su corazón, esta persona que estoy viendo quiere enseñar, sobresalir y ser admirada, quiere ser valorada.
En este tiempo, hay muchas hermanas y también hermanos que están en este pecado, no reconociendo las autoridades que Dios estableció en sus vidas, sino queriendo colocarse por encima de ellos. No se quedan quietos, siempre están buscando ser los primeros, como dije, obtener las primeras sillas, no dejan al otro hablar. La Biblia dice que cuando nos juntemos, todos tenemos para compartir: salmos, revelaciones, alabanza, cánticos y demás. Cada uno, según lo que Dios le dio, que ministre a los demás. Sin embargo, esta persona que yo estoy mirando no quiere compartir, sino que piensa únicamente en ella, exaltándose a sí misma, no humillándose ante los demás hermanos, no dando lugar para que el otro también ministre conforme a lo que se ha dado. El Señor dice: Esto no agrada mi alma, no me complace. Es una forma de altivez, es una forma de orgullo.
Aprenda cada uno a ubicarse en el lugar donde debe estar, aprenda cada uno a permanecer en el escalón de la escalera a donde el Señor quiere que esté en el momento y en el lugar. Entienda cada uno cuál es su llamado y camine en este servicio en humildad, porque no hay nada que puedan hacer ustedes por ustedes mismos, sino que es el Espíritu de Dios obrando a través de ustedes, si fuera el caso.
Ustedes deberían servir a las autoridades superiores que el Señor ha colocado en sus vidas, en humildad, en mansedumbre, en oración por estas personas, en ayuda a estas personas. Pero muchos no reconocen este orden, exaltándose a sí mismos, hasta que se chocan contra una pared, hasta que van quedando solos, hasta que empiezan a ser rechazados, y estos ministerios duran poco tiempo, porque empiezan a caminar por caminos equivocados. En vez de dejar que el Señor los exalte a su tiempo con el poder y la fuerza de su diestra, empiezan a forzar las cosas para que sucedan y empiezan a hablar de ellos mismos, porque yo hice tal cosa, porque yo logré tal otra. Entonces el Señor se aparta de ellos para que con el tiempo, siendo humillados, entiendan quién es Dios.
El Señor dice: Hijitos míos, comprendan que estoy llamando a un pueblo a que doble sus rodillas ante mí. Los eventos que vienen sobre el mundo van a provocar que la iglesia se rinda ante sus pies, pero el Señor no quisiera que fuera hasta este punto. El Señor quiere que nos humillemos antes de que sucedan estas cosas, para que cuando venga lo malo, Él nos levante, Él nos exalte en medio de la catástrofe, en medio de los desastres. El Señor dice: Yo voy a empoderar a los humildes, a los que caminan con la cabeza abajo, entendiendo que es mi poder actuando en ellos, entendiendo que yo no los he llamado a buscar títulos, a recibir honores, a recibir privilegios. No hay acepción de personas ante los ojos de Dios. Entiendan, dice el Señor, y quítense las capas de reyes y reinas que ustedes mismos se han colocado, para que Yo coloque una capa celestial sobre sus hombros, incorruptible, eterna.
Señor, ayúdanos a ser humildes, ayúdanos a reflejarte a través nuestro, a revestirnos de humildad, a ser sumisos unos a otros, a estar sujetos unos de otros, como dice 1 Pedro 5:5. Ayúdanos, Señor, a reconocer la vanagloria en nosotros, a arrepentirnos, a humillarnos, a renunciar y a cambiar. Refínanos, Padre, ayúdanos a reconocer si nuestros caminos son torcidos en este aspecto, para poder entender y enderezarnos antes de que tú nos endereces por tu puño.
[1 Pedro 5:5, RVR1960] Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.
Señor, ayúdanos a servir con toda humildad, entendiendo que ministerio significa renunciar a sí mismo para servir a los demás, ayudar, sacrificarse, consagrarse, que ministerio es servicio. Señor, ayúdanos a entender de qué se trata todo esto, y tu reino en nosotros. Padre de la gloria, ayúdanos a andar en toda humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a nosotros, como dice Filipenses 2:3. Ayúdanos a humillarnos bajo tu mano poderosa. Gracias, Padre eterno.
[Filipenses 2:3, RVR1960] Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo.
Estoy viendo que el orgullo, la vanagloria y todas estas cosas que mencioné antes van endureciendo el corazón del hombre. Yo veo un corazón blandito y rojo que se va petrificando porque la soberbia, el orgullo y todo esto van endureciendo este corazón y esto le va quitando la sensibilidad, la misericordia, la piedad, el interés por los demás. Así que todo aquel que se sienta endurecido, todo aquel que se sienta incapaz de llorar, todo aquel que le cueste interesarse por el otro, pídale al Señor que rompa estas paredes en sus corazones, que quite toda petrificación en su corazón y que el Señor cambie su corazón por un corazón blandito y humillado.
Ayune toda persona que sienta que esto es una fortaleza en sí misma, porque para algunos, el pecado de la soberbia es una fortaleza. Se ha formado como un castillo fuerte, fortificado en sus corazones, en sus almas, y una de las formas de ir debilitando estas cosas es el ayuno, porque ayunando, el alma es quebrantada y se sujeta al espíritu. Junto con la oración, la ayuda y el servicio a los demás, estas cosas se van debilitando, y la persona va ganando más humildad, va cambiando y puede reflejar el amor de Dios en sí misma en un nivel mayor al anterior.
Hijitos, tengan esperanza, porque hay algunos de ustedes que traen esta falta de humildad desde las generaciones pasadas y piensan que ya no van a poder cambiarlo. Pero no van a ser ustedes; ustedes solamente tienen que poner de su parte con lo que el Espíritu Santo les pida y cumpliendo lo que dice la Biblia. El Señor es capaz de romper estas paredes de piedra para que ustedes puedan ser más humildes, porque si ustedes no quieren hacerlo por sí mismos, se van a ver formados a presión como los diamantes, porque el Señor se va a asegurar de trabajar en ustedes para que sean más humildes. Así que es mejor colaborar en este quebranto, es mejor poner de ustedes mismos para que esto no sea logrado por la fuerza.
Para las mujeres, una de las estrategias es servir al pobre, atender al necesitado, visitar a aquellas personas que tienen necesidad de contención material o espiritual, para los que necesitan compañía. Yo veo ahora a una mujer que cose prendas para los demás, para los pobres. Estas cosas ayudan a esta persona a mantenerse humilde. Todas aquellas cosas que ustedes pueden hacer para servir al otro, el amor y la generosidad ayudan a volverse cada vez más humildes. Pero si ustedes siempre están pensando en ustedes mismos, si los centros son ustedes, si no hacen más que pensar y hablar de ustedes mismos, entonces esta fuerza de exaltación va alimentándose, creciendo cada vez más.
Por eso no acepten actividades que los mantengan siempre en un puesto de altitud sobre los demás. Realicen actividades que les recuerden de adónde han salido, hagan cosas regularmente que los coloquen en un lugar de humildad, lavando los pies a los demás, por más que tengan un ministerio a las naciones, por más que sean gerentes empresariales, por más que sean reconocidos en el mundo. Cuanto más reconocimiento tengan, cuanto más puestos de autoridad más altos tengan, más tienen que bajar, más tienen que humillarse, más humildes tienen que mostrarse y guardarse de las cosas que el diablo les va a ofrecer, porque así como lo hizo con Jesús, que le ofreció todos los reinos del mundo si postrado lo adoraba, así mismo el enemigo ofrece todas las cosas para ver si puede lograr que la persona se exalte.
Así que todo tipo de servicio hacia los demás que los haga recordar que son iguales en estima, iguales en valor ante el Señor, que les haga recordar que nada podrían hacer si no fuera por el Señor, eso practiquen y eso hagan para que los comportamientos de ustedes tengan una balanza y no tengan que ser humillados por haberse exaltado.
Gracias, Señor, por esta enseñanza profética, por hablarnos, por recordarnos, en este tiempo que es tan regular ver que tus siervos se exaltan, Señor, que se olvidan, que tú los rescataste, que tú los salvaste, que tú los empoderaste, que eres tú, moviéndote en ellos. Padre Santo, derrama el espíritu de humildad sobre nosotros. Redargúyenos, Señor, cuando estamos cayendo en todo lo contrario, cuando no te damos la gloria. Padre, te damos las gracias. Señor, háblanos, danos un sueño, una visión, una palabra profética para saber si nos estamos elevando más de la cuenta. Trabaja ahora, limpiando los corazones de todo esto.
Dice el Señor: Algunos de ustedes tienen cetros en sus manos que yo no les he dado, y gobiernan sobre los demás cuando no los he llamado. Todo esto para exaltarse, dice Dios. No sigan las costumbres de los hombres, no sigan las estructuras humanas, sino que vayan por Mi Espíritu y Yo les mostraré el camino que deben caminar.
Padre de la gloria, te pido sanidad para todos nosotros, te pido dirección, estrategias para batallar contra toda exaltación, que nos ayudes a reconocer cuando nos queremos sentar en un trono que no nos pertenece, te pido que nos ayudes a retroceder y a sacar las manos de cosas que alimentan la exaltación en nosotros, ayúdanos a bajar el mentón, a no tener ojos altivos, especialmente para poder agradarte. En el nombre poderoso de Cristo Jesús oramos estas cosas.
Gracias, Señor, por esta ministración. Te pido que seas Tú, Espíritu Santo, quien siga trabajando en todo aquel hermano que haya escuchado esta palabra, trayendo versículos bíblicos a la memoria. Te pido liberación de espíritu y orgullo, te pido que quebrantes aquellos corazones duros de aquellos que te están rogando, que les des un nuevo corazón para poder sentir como tú sientes. Llénanos de tu misericordia, de tu piedad, danos una estima balanceada de nosotros mismos y de los demás, quita todo desbalance, todo desequilibrio en la importancia que nos damos a nosotros mismos. Gracias, Padre, en el nombre de Jesús. Amén.