Dios te bendiga, amado pueblo del Señor Jesucristo, en este 19 de mayo del 2023, para transmitir nuevamente a los santos, a los que se guardan en Cristo Jesús. El Señor, en esta oportunidad, quiere hablar sobre la soledad, sobre el estar a solas pasando tiempo con el Señor, apartado de los hombres. El Señor quiere hablar a su iglesia hoy y abrirles los ojos a muchos sobre este tema tan importante, porque, a medida que vayan corriendo los últimos días, a medida que el tiempo se acelere, más importancia va a ir ganando esto en nuestras vidas. Dice la Palabra del Señor:
[Mateo 6:6, RVR1960] Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.
Gracias, Padre celestial, porque tú le hablas a un pueblo que quiere escuchar tu voz, que necesita de tu Palabra viva. Danos de comer de ese pan celestial, abre nuestros ojos para verte mejor, abre nuestros corazones para amarte mejor. Padre Santo de la gloria, abre nuestro entendimiento, para que cada cosa que vayas a hablar hoy por tu Santo Espíritu no solamente sea escuchada, sino que también ingrese y traspase nuestros corazones, y lleguemos a entender lo que quieres expresar. Las cosas importantes que hay en tu corazón, derrámalas hoy en tus hijos.
Padre eterno, revélanos lo que no podemos ver, quítanos las vendas si en algo estamos ciegos, si no hemos entendido la importancia que tiene la soledad. Porque en el mundo actual esta palabra es como un tabú; la soledad, normalmente, es algo malo o negativo. Pero tú nos quieres hablar hoy para mostrarnos otro aspecto de esta palabra, para darle el valor que tú le das cuando estamos solos en nuestra habitación, en secreto contigo. Padre, háblanos acerca de ese tipo de soledad, que es apartarnos de los hombres para ir a buscarte a ti primeramente, para que después, cuando estemos con los hombres, ya estemos llenos de ti.
Padre de la gloria, sana también a todo aquel que se siente solo de una mala manera, liberta a tu pueblo de todo espíritu de soledad, trae balance para que sepamos cuándo estar solos y cuándo estar acompañados, porque las dos cosas son necesarias. Enséñanos, Señor, porque hay gran parte de tu pueblo que no sabe encontrarte en el secreto, que le tiene miedo a la soledad, que le tiene miedo a la oscuridad, cuando la Biblia dice que tú habitas en la oscuridad, que te busquemos en lo secreto donde no hay hombre, que tú nos recompensarás en público. Alabado seas, Padre eterno.
Yo te pido, Padre, personalmente, que cada palabra que, por tu Espíritu, vaya a salir de mi boca caiga donde tenga que caer y crezca como una planta que tiene muchas flores. Que crezca como un árbol, para que después, cuando sea regado por tu Espíritu, lleve muchísimo fruto. Gracias, Padre eterno. Yo entrego hoy este mensaje a las naciones, sabiendo que esta palabra va a llegar donde tenga que llegar por tu voluntad, y no la mía. Glorifícate en cada oreja que escucha, en cada ojo que mira y en cada corazón que pone atención a tus dichos. Alabado seas, Señor. Bendito seas, Padre eterno, glorioso Salvador, que habitas en luz inaccesible, pero que también te mueves en los secretos y en la oscuridad. Gloria a tu nombre. Amén.
La Palabra del Señor dice:
[1 Reyes 8:12, RVR1960] Entonces dijo Salomón: Jehová ha dicho que él habitaría en la oscuridad.
Pero muchos de ustedes, me dice el Espíritu, tienen miedo de estar solos. No solamente no saben encontrarse con Dios estando solos, sino que, además, tienen miedo de verse a sí mismos, de encontrarse a sí mismos estando solos. Me revela el Espíritu que algunos de ustedes intentan pasar tiempo a solas y en paz con el Espíritu Santo de Dios, pero temen estar solos.
No solamente porque no han logrado aquietar las aguas de su espíritu durante la soledad, ni tener dominio propio de su carácter en soledad, no saben estar en silencio y no saben bajar las revoluciones, como cuando un auto tiene que frenar. Sino también porque, internamente y profundamente, tienen miedo a que, si están mucho tiempo solos, van a conocerse más a sí mismos en esa soledad. Pero me dice el Espíritu Santo que, si ustedes logran hacer un hábito el pasar momentos a solas regularmente, no solamente van a conocer más a su Creador, sino que al acercarse más a Él, más cerca de la verdad van a estar, porque Jesús dijo en su Palabra: «Yo soy el camino, la verdad y la vida».
Cuanto más se acerquen a Jesús, más cerca de la verdad van a estar. Y cuanto más cerca de la verdad estén, más van a verse reflejados en el espejo de la verdad, más se van a entender a sí mismos, más claro van a ver su identidad en ese espejo de la verdad. De hecho, muchos de ustedes no saben todavía quiénes son en Cristo Jesús. Como personas individuales, no saben cuál es su identidad en Cristo Jesús, y mucho menos qué parte son del cuerpo de Cristo. No han encontrado cuál es su verdadera identidad, que es distinta a la del hermano.
En aquel silencio, dice el Señor, cuando me busques aparte, cuando calles todas las voces, aun las de tu corazón, cuando tu mente deje de parlotear, es allí, esperándome, estando solo en ese cuarto secreto, donde más voy a hablarte. Y no solamente voy a revelarte secretos escondidos y misterios que estaban preparados para vos, sino que también voy a mostrarte cosas de vos mismo que no sabías, y voy a revelarte cosas de vos mismo que no pensabas que estaban. Y todas esas preguntas que tenés y que tantas veces me hiciste, no es que no he querido responderlas, sino que no has hecho silencio ni tampoco has venido a mi monte secreto para escuchar lo que tengo que responderte.
Yo (Noelia) veo a una persona que está rodeada de una multitud, y esa multitud empieza a hablar, y son muchas voces. Como cuando uno está en un lugar en donde hay mucha gente junta que está hablando, y son muchas las voces que se escuchan haciendo ruido en conjunto. Y yo veo al Señor llamándote, cuando estás ahí rodeado de tanta gente. Como un leve llamado muy apacible, muy tranquilo, casi silencioso, muy pacífico, a través de su Espíritu. Llamándote, haciéndote sentir, impulsándote amablemente a que salgas de esas multitudes y te vayas a estar tiempo a solas con tu Dios.
El Señor, de esta manera, está llamando a sus hijos, no para que dejen de congregarse, sino para que aprendan que necesitan de estos tiempos de soledad con Dios para lograr estabilidad, para entender la voluntad de su Dios, para dominar la ansiedad, para reconocer los miedos internos que se manifiestan durante el día y que, en medio de ese bullicio de tantas voces, es tan difícil reconocer.
Dice la Biblia en Lucas 5:16 que Jesús se apartaba a lugares desiertos y oraba. Cuando Él estaba rodeado de las multitudes que lo seguían, después de ministrar a tanto pueblo y a tantas personas, Él se tomaba el tiempo de apartarse a lugares desiertos para orar. Porque en ese silencio, en esa soledad, en ese desierto, en ese apartarse con su Padre, con su Dios, Él recibía las instrucciones para lo que tenía que hacer después.
Y muchos de ustedes le preguntan al Señor: estoy perdido, ¿qué tengo que hacer? No sé cómo sigue mi vida, no sé cuál es la decisión que tengo que tomar, no sé cuál es el camino, ¿por qué no me guías? ¿Por qué no me mostrás? Pero no se están dando cuenta de que les falta esta parte que es clave para la vida de un cristiano: apartarse en soledad para encontrar la voluntad del Señor.
El Espíritu me muestra que el Señor Jesucristo pasaba horas apartado en los montes y en los desiertos, y muchos de esos lugares no estaban iluminados. Simplemente, Él a veces se iba a lugares totalmente oscuros y solitarios. Imagínense cómo es el desierto. El Señor me permitió estar hace unos días y pude ver algunas partes del desierto de Israel. Es tremenda la soledad, el silencio, la inmensidad que se siente en esos lugares.
Allí, el Señor Jesús a veces se apartaba para buscar a Dios en soledad. Así como cuando Dios llamó a Moisés y le dijo: «Sube a mí, al monte, y espera allá», así mismo el Padre llamaba al Señor Jesucristo a apartarse al monte o al desierto para buscar a Dios. Así como Moisés, que en esa soledad recibía las tablas de piedra, la ley y los mandamientos, así, de la misma manera, el Padre instruía a nuestro Señor Jesucristo en cuál era el paso que tenía que dar para salvarnos a nosotros, o cuáles, de entre todos aquellos que lo seguían, eran los discípulos que Él tenía que escoger para convertirlos en apóstoles. Allí, en esa intimidad, Él comía de ese pan espiritual, de la Palabra de Dios, y no daba un paso adelante sin buscar primero la presencia de Dios.
[Éxodo 19:3, RVR1960] Y Moisés subió a Dios; y Jehová lo llamó desde el monte, diciendo: Así dirás a la casa de Jacob, y anunciarás a los hijos de Israel.
«Sube a mí, al monte, y espera, y te daré las tablas de piedra». Y así mismo, el Señor está llamando a muchos de ustedes a ese monte simbólico, a ese lugar donde no escuchás otras voces, a ese lugar donde podés buscar la claridad que necesitás para seguir. Eso es lo que te está faltando para tener entendimiento de lo que está pasando en tu vida.
Lo que te está faltando para entender cuál es la temporada donde estás es esa soledad, esa intimidad con el Espíritu Santo de Dios en ese lugar sagrado para tu relación con Dios, cuando estás a solas con Él y te ponés postrado en el piso, o de rodillas, o como sea tu forma de orar. Allí es donde vas a encontrar las instrucciones divinas de lo que tenés que hacer, donde Dios te va a dar la calma para poder seguir en medio de las tormentas donde estás.
Pero el problema es que, en este tiempo, en que la apostasía va creciendo más y más, en gran parte de las congregaciones de nuestro Señor Jesucristo, a las ovejas se les enseña solamente a vivir en comunidad. En este tiempo, no todos, pero gran parte de los pastores forman hijos dependientes del hombre y no primeramente de Dios. Muchos, una vez que creyeron, en vez de seguir buscando a ese Dios revelador, se toman de las piernas de los hombres en vez de las piernas de su Salvador.
Mucha congregación del Señor Jesucristo no entiende que, sin dejar lo segundo, primero deben encontrar al Señor en soledad. Hijitos, dice el Señor: ¿por qué me tienen miedo? ¿Por qué no quieren acercarse más a mí? Y yo (Noelia) estoy viendo a muchos hijos que tienen miedo. No solamente de lo que hablábamos hace un rato por el Espíritu, sino que, además de eso, tienen miedo de encontrarse a sí mismos y de saber quiénes son.
Muchas veces es porque no se aman, y por eso no quieren pasar tiempo a solas con sí mismos. No se tienen paciencia a sí mismos, no se quieren aguantar a sí mismos. No solamente tienen miedo de estar solos con sí mismos, sino que también los hijos de Dios tienen miedo de estar a solas con su Creador. Porque el diablo los trabaja a través de la culpa, de la condenación, de los miedos y del terror a las cosas espirituales.
Muchas veces, algunos de ustedes le preguntan cosas al Señor, pero después se tapan los oídos porque tienen miedo de escuchar a Dios. Y más aún, cuando Dios ya les ha hablado, rechazan lo que Él les ha dicho porque tienen miedo y no se sienten dignos de recibir esa palabra. Hijitos, dice el Señor: vengan a mí, estoy llamando a mi pueblo a que venga aún más cerca mío. Vienen cosas terribles a la tierra, y el que no esté dependiendo primeramente de mí no va a poder resistir, porque los hombres son débiles y se caen, dice el Padre.
Si ustedes se aferran a los hombres, entonces, ¿qué van a hacer cuando venga el tiempo de la prueba y ellos también caigan? Se van a caer con ellos. Porque no hay ningún pilar que resista como Yo, no hay ninguna torre fuerte como Yo, no hay ningún castillo donde puedan entrar para encontrar refugio como lo soy Yo. Hijitos, no hay nadie que los pueda sostener con la mano fuerte que tengo Yo, porque los hombres son hechura mía. Confíen en mí y acérquense, vengan al trono confiadamente, porque allí quiero hablarles, dice el Padre.
Allí es donde quiero revelarme. Allí quiero hacerles sentir mi presencia. Allí es donde sus ojos se van a abrir mucho más, donde sus pensamientos van a ser aclarados. Ahí es donde van a encontrar descanso, es donde les voy a enseñar, donde los voy a cobijar, cerca y no lejos. Ahí es donde voy a revelarles quién soy, donde voy a amarlos más de cerca. Ahí, en mi presencia, es donde se pueden impregnar de ese amor que tantos de ustedes me piden y necesitan.
Oh, hijitos, ¡vengan, vengan! Que ahí es donde van a encontrar sanidad. Ahí es donde se van a llenar de luz. Hijitos, acérquense, no tengan miedo de gastar tiempo conmigo, porque muchos de ustedes tienen tiempo para sus esposos y esposas, muchos tienen tiempo para tomar un café con sus amigas, muchísimos de ustedes tienen mucho tiempo para ascender en sus trabajos, en sus carreras; tienen muchas horas para mirar deportes y televisión. Muchos tienen tiempo para la vanidad, para arreglarse las uñas, el pelo, para ir a comprar ropa. El tiempo les sobra para tantas cosas, pero me lo niegan a mí, dice el Señor.
Yo (Noelia) veo un reloj de 24 horas. Y el Señor te pregunta: de esas 24 horas, ¿cuánto tiempo es el que tenés para mí? Y yo (Noelia) estoy viendo que demasiados no tienen ni un minuto a solas para regalarle a Dios. Así piensa el corazón de Dios. Ustedes tienen tiempo para mandar mensajes todo el día, dice el Señor. Ustedes se comunican con los seres que aman tantas veces al día, y ¿cuántas veces me escriben a mí? ¿Cuántas veces me llaman a mí? ¿Cuántas veces se dan vuelta para verme a la cara?
Estoy viendo ahora a personas que tienen mascotas. Y, al principio, algunas personas están entusiasmadas con esa mascota y le dedican tiempo, pasan tiempo diario con esa mascota, la sacan fuera, juegan, le compran lo que necesita, la sostienen, la cuidan y demás. Pero después, cuando pasa el tiempo, empiezan a dejar de lado esa mascota. Antes les daba placer tener esa mascota en sus vidas, les traía gozo, paz, felicidad, hasta sanidad. Pero después, con el tiempo, esa mascota empieza a volverse una carga.
Y entonces, el dueño empieza a ser indiferente con su mascota, la deja de lado, olvida darle de comer, sacarla afuera. Y ahora es un castigo más que un placer, se transforma en una carga. Entonces, el animal se empieza a sentir mal, triste y abandonado. El Señor me dice que, a veces, a Él lo tratamos así, que lo abandonamos. Porque como tratamos a lo que nos rodea, es como lo tratamos a Él.
La misma actitud desinteresada que mostramos a nuestros seres queridos, a nuestra familia, a nuestros amigos, a nuestras mascotas, es lo mismo que hacemos muchas veces con Él. Sin embargo, Él espera y espera, y tiene paciencia, y nos llama de muchas maneras. Pero nosotros actuamos como niños caprichosos que queremos todo inmediatamente. Le decimos: Señor, dame tal respuesta ahora, contéstame ahora, ¿por qué no me escuchás?, ¿hasta cuándo voy a tener que orar?, ¿hasta cuándo voy a tener que esperar?
Exigen sin entender que Dios espera que lo busquemos tan apasionadamente, tan entusiasmadamente y con tanto interés. Lo veo sentado en su trono ahora, y Él anhela que levantemos la vista al cielo y que realmente abramos los ojos bien grandes para buscarlo y para encontrarlo. Él anhela ver en nosotros esa actitud de los niños cuando están entusiasmados por ir a algún lugar, o por jugar con algún juguete, o por aprender algo nuevo.
Son pocos los que me buscan con ese entusiasmo. Son pocos los que, cuando Yo los llamo porque quiero que estén conmigo, dejan todo lo que están haciendo en el momento, dice el Señor. Mateo dejó todo, instantáneamente y en el mismo momento, cuando el Señor Jesucristo lo llamó para que lo siguiera. Son pocos los que responden al llamado automáticamente, los que se interesan realmente por escuchar mi voz, dice el Señor. Hay demasiadas distracciones, demasiada superficialidad, y cualquier cosa es más importante. ¡Oh, hijitos, si supieran cuánto me interesan, si Yo pudiera hacerles entender lo importantes que ustedes son para mí!
[Mateo 9:9, RVR1960] Pasando Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y se levantó y le siguió.
Mateo lo dejó todo en el mismo momento que Jesús lo llamó. Y nosotros, aún conociéndolo desde hace tiempo, cuando el Espíritu Santo nos llama a la intimidad con Él, nos hacemos los sordos, lo posponemos para después y decimos: ahora no puedo, después, cuando pueda, cuando tenga tiempo. Hijitos, ¿qué están esperando para acercarse a mí, para buscarme en soledad?, dice el Padre.
Y yo (Noelia) veo que Dios tiene muchas cosas preparadas para revelarles a ustedes en el cielo, para darles, para hablarles, para ministrarlos. Pero únicamente lo va a hacer en esa intimidad. Hay cosas que están reservadas para el secreto, y no te las voy a dar en público, dice el Señor. Hay cosas que se entregan en la congregación cuando estás con otros hermanos y las recibís de parte de Dios, a través de la impartición por parte de otros hermanos. Pero hay otras cosas que solo las vas a encontrar en el secreto.
Yo (Noelia) estoy viendo a Jesús cuando se bautizó en el río Jordán. Hace unos días, el Señor también me permitió estar ahí, en el río donde nuestro Señor Jesucristo se bautizó. Y no puedo dejar de gozarme, porque esa experiencia de estar en el mismo río donde el Señor se bautizó me cambió la vida. Y ahora el Espíritu me habla de eso y me dice que, apenas Jesús fue bautizado por Juan el Bautista, el Espíritu lo quitó de los hombres y lo llevó al desierto, a la soledad, para que recibiera esa llenura del Espíritu Santo.
En esa soledad del desierto de Israel, fue llevado para que recibiera el poder de Dios, para que así escuchara aún más claro la voz del Espíritu Santo, para que en ese ayuno de 40 días en el desierto terminara de morir lo que tenía que morir y algo nuevo empezara en su vida.
Allí, en esos 40 días, el Señor se unió aún más con su Padre. Allí, el Señor entendió aún más qué era lo que tenía que hacer y lo que le esperaba. Fue un comienzo en su vida porque su ministerio comenzó después del bautismo en agua, cuando el Espíritu lo llamó a ese desierto para un ayuno de 40 días en soledad.
El Espíritu Santo me dice que, luego, cuando Él volvió de ese desierto, estaba lleno de Dios. Estaba lleno del poder de Dios para hacer prodigios, sanidades, milagros, para dar palabra y hablar de parte de Dios. Estaba como vacío de sí mismo, de la parte humana, y lleno de la divinidad de Dios. Él volvió recargado de ese desierto, lleno con todo lo que necesitaba para cumplir con su ministerio. Pero primero tuvo que estar solo día y noche, con la luz del sol durante el día y con la oscuridad de la noche durante 40 noches, sin luces artificiales y absolutamente a oscuras.
Imagínense el silencio de ese lugar, la soledad de esos 40 días y los miedos que el enemigo habrá querido infundirle estando en ese lugar. Él tuvo que fortalecerse y aprender a lidiar con las tentaciones, porque dice la Palabra del Señor que el diablo vino a ese desierto y lo tentó, pero Él se defendió. Aún estando en esa soledad, en esa oscuridad impresionante, en ese vacío de ese vasto desierto donde no se escuchaba nada, en un lugar que se siente inmenso y donde uno se siente pequeño e indefenso, Él se defendió con las Escrituras y con el escudo de la fe.
El Hijo de Dios, inmediatamente después de haber sido bautizado en el agua, se fue al desierto para estar a solas con Dios, para encontrarlo de una manera más profunda, para entender su voluntad de una manera completa y tomar fuerzas para resistir lo que venía. Desde ese desierto, Él volvió como una copa llena de agua, para después ser apto de verterla en otras copas más. Después de eso, durante su ministerio, Él siempre tenía estos momentos de soledad para mantener esa copa llena. Él necesitaba irse de nuevo para pasar tiempo a solas en oración y en intimidad con su Dios, para que, una vez que Él impartiera el agua de esa copa que estaba llena, después la copa se volviera a llenar, y entonces, el agua nunca faltara.
De esta misma manera, nosotros tenemos que mantener nuestra copa llena del Espíritu Santo de Dios. Si no hay intimidad, no hay unción, y el aceite se empieza a gastar y secar. Pero en esa intimidad, el aceite sigue corriendo, y el Señor manda ángeles del cielo a que sigan vertiendo de ese aceite sobre tu cabeza. El que no tiene intimidad con Dios se pierde en la voluntad de los hombres y en la intimidad con el mundo.
Es necesario salir regularmente del mundo y apartarse de la vida diaria y de las otras personas. Salir de los lugares que uno frecuenta, para que en esa soledad uno encuentre de nuevo su centro y se acuerde de dónde tiene que estar parado. Es muy fácil perderse cuando uno no tiene momentos regulares de intimidad con Dios, cuando uno se olvida de ir constantemente a ese trono, mano a mano, cara a cara con el Señor y con nadie más. Es muy fácil empezar a escucharse más a uno mismo que al Señor, cuando no se pasa tiempo a solas con su Creador. Es muy fácil tomar cualquier cosa que te digan los hombres y darle más importancia a eso que a lo que te diga el Señor, por causa de no escucharlo en la soledad.
En estos tiempos postreros, los falsos cristos, los falsos profetas, los falsos maestros, los lobos vestidos de oveja, van a surgir de la tierra como cuando una planta crece o sale repentinamente de un momento a otro. Los falsos maestros van a brotar de la tierra como el rocío que aparece de una mañana a la otra. Y si no estás a solas con el Señor, cerca del que es la Verdad, entonces, ¿cómo vas a reconocer la mentira?
Hay muchas voces que hablan en el mundo, hay muchos hombres a los cuales podés escuchar. Y esto no significa que no escuches ninguna voz del hombre. Pero si primero no conocés la voz de tu Dios estando a solas con Él y leyendo la Palabra a solas primeramente con Él, ¿cómo vas a reconocer cuando el hombre te hable de parte de Dios o no?
Porque cuando vos conocés a un amigo, entonces conocés la voz de tu amigo. Sabés los modismos que tu amigo tiene, conocés el acento que tu amigo tiene, las expresiones que usa, cómo habla, las cosas que le gustan o las que no le gustan. Cuanta más relación tenés con un amigo, más lo conocés. Entonces, ¿cómo pretendés que con tu Dios no sea igual? Cuanto menos tiempo pases a solas con Él, menos lo vas a conocer y más mentiras vas a creer.
Hijitos, despierten, porque muchos de ustedes quieren todo servido. Simplemente, no tienen ganas de dedicar tiempo a solas para encontrarme y pretenden que venga a sus camas, donde están tendidos, con bandejas de plata para servirles lo que necesitan, dice el Señor. Yo, (Noelia), estoy viendo que inclusive muchos de ustedes quieren recibir una palabra de Dios, pero que venga de otra persona, sin buscarle a Él.
Claro que es posible recibir palabra del Señor a través de otros, porque el Padre también utiliza bocas para hablarte, pero no lo hará sin que antes lo hayas buscado tú a Él primero. Porque Él es la fuente de las palabras y no los hombres. Y me dice el Señor que muchas veces no te va a hablar utilizando otras bocas, porque no te estás interesando en Él primeramente, sino solamente en lo que sale de su boca, no entendiendo que lo más importante es conocerlo a Él y no la palabra que querés recibir. Y no le estoy quitando importancia a la Palabra de Dios, sino que, si no lo conocés a Él, si no hablás con tu amigo, ¿cómo vas a recibir lo que Él tiene para decirte? Si no llamás por teléfono a esa amiga, ¿cómo vas a saber lo que tiene para decirte?
Hijitos, entiendan que Yo quiero hablarle a todo mi pueblo, que Yo no soy el que no estoy cerca de ustedes, sino ustedes los que se alejan de mí. Háganme importante para sus vidas. No quiero que tan solo crean que Yo existo, quiero que entiendan que soy un Padre que los busca, que soy un Padre que los anhela celosamente, los quiero para mí, dice el Señor. Hijitos, no me abandonen como abandonan a sus mascotas. No dejen de prestarme atención como lo hacen cuando dejan de prestarle atención a sus propios hijos.
No sean indiferentes a mí, como cuando sus jefes son indiferentes a lo que ustedes tienen que decirles. Porque ustedes, a veces, me reprochan estas cosas, pero ustedes mismos lo hacen conmigo, con su Creador, con la base de todas las cosas, con la fuente de donde emanan todas las cosas que necesitan. Hijos, no sean duros de cerviz, porque muchas veces, por orgullo, no quieren doblar las rodillas y buscarme en soledad, dice el Padre.
Piensan que son autosuficientes, piensan que no necesitan abrir la boca para que Yo los escuche. Y es cierto, porque antes de que hablen ya sé lo que están pensando y lo que van a decir, pero igualmente quiero que me lo digan. Hijitos, cuando ustedes me buscan en la soledad, cuando ustedes abren sus bocas y me hablan, eso para mí vale más que todo el oro de la Tierra. Esas palabras entran en mi corazón, porque para mí es una muestra de amor, dice el Señor.
Como cuando ustedes eran chicos y buscaban la atención de sus padres, y entonces se sentían amados cuando sus padres o sus madres los escuchaban. Como cuando ustedes se sentaban con su papá o su mamá y podían expresar lo que querían decir. Para ustedes, eso era equivalente a ser amados. Escuchar al otro es una expresión de amor, pero hablarle también es una expresión de interés y de amor. Hijitos, no sean indiferentes conmigo, no me aparten, no me dejen para después, pónganme primero en sus vidas, dice el Padre.
Muchos de ustedes van a la iglesia una vez a la semana o más veces, pensando que solo ahí me van a encontrar. Y ciertamente, yo me muevo entre la alabanza de mi pueblo. No es que no voy a estar ahí, no es que no te voy a ver ahí, no es que no te voy a escuchar cuando hables estando congregado con otros. Ciertamente, Yo lo hice de tal manera que dependan los unos de los otros para que no estén solos. Pero hay una forma más profunda de conectarte conmigo, y es en ese desierto.
Es como cuando Jesús iba regularmente a ese desierto y dejaba las multitudes, dejaba de congregarse con sus discípulos, dejaba las masas de gente. Dejaba de escuchar totalmente a los hombres para ir a encontrarme a mí, porque Yo era lo más valioso para Él. Y el Señor te pregunta: ¿cuánto valgo para vos? ¿Cuánto te intereso? Porque no es creer, pues hasta los demonios creen y tiemblan. Pero Yo quiero que me ames con todo tu corazón, con toda tu mente, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, con todo tu interés. Hijito, búscame en la intimidad, dice el Padre.
Hay tantos de ustedes que están tan cargados, muchas mujeres que necesitan sanidad, que necesitan llorar y descargar esas lágrimas. Contarle a alguien cómo se sienten, a alguien que no tenga prejuicios, que realmente las ame de una manera pura. Hay muchas mujeres que se guardan muchas cosas en su corazón y sufren en silencio sin sacarlo para afuera.
El Señor te dice hoy: Hijita, Yo sí quiero escucharte. Hijita, a mí sí podés contarme lo que te pasa, conmigo sí que va a quedar en secreto. Es en esa discreción entre nosotros dos donde va a empezar tu sanidad real. Ven, hijita, acércate a mí, háblame. Busca tiempo a solas conmigo y desahógate en ese cuarto, porque Yo sí tengo oído para prestarte, y no me canso, y no me duermo, y no me aburro. Mi misericordia es gratuita, dice el Señor. Yo (Noelia) veo que muchos de ustedes les pagan a psicólogos para que los escuchen.
Pero el Señor dice: Yo estoy aún más capacitado que el hombre para escuchar lo que tenés para decir y para darte las soluciones de esos problemas. Y mi gracia es gratuita. Podés beber de mis aguas cuantas veces quieras y cuanta cantidad quieras, porque mi fuente y mi pozo nunca se secan.
Hijita, todas esas palabras que tenés guardadas en tu corazón, que no las hablaste con nadie, animate a expresármelas a mí cuando estés a solas conmigo. Y no le creas al enemigo, que te va a decir que no te estoy escuchando, porque ahí están mis ángeles anotando lo que tenés para decir. Ahí está mi corazón llorando junto con el tuyo. Ahí está mi amor derramándose sobre ti como cascada que viene del cielo. No te dejo sola. No hace falta verme para saber que estoy ahí, porque es por fe y no por vista. Aun la oración tiene que ser por fe y no por vista, dice el Señor.
Yo (Noelia) veo personas que están muy ocupadas en los ministerios, sirviendo a Dios en las iglesias y con muchas actividades diarias. En las iglesias tienen grupos de esto, grupos de lo otro, días de tal cosa, reunión de no sé qué otra cosa. Pero al no tener momentos diarios de intimidad con Dios, no solamente para hablarle, sino para hacer silencio y escucharlo, o simplemente estando en silencio en su presencia, estas personas se empiezan a perder de lo que el Señor quiere hacer a través de ellos, y empiezan a hacer lo que el hombre les dice que hagan, pero que Dios nunca les mandó a hacer.
Estas personas se empiezan a desviar de la voluntad del Señor para sus vidas, de lo que Él les llama a hacer, y empiezan a caminar en la voluntad del hombre. Y entonces, ya no es por el Espíritu, sino por la carne. Y comienzan los conflictos, se empiezan a cansar, a estresar, pierden la gracia de Dios sobre sus vidas, ya no fluyen como antes, se empiezan a sentir secos, cansados, aburridos, estresados y frustrados, porque no ven los frutos que quisieran.
A todos ustedes, los que se sienten así, a los que les resuena esta palabra, el Señor les dice: Hijito, volvé a mis aposentos, entrá a ese lugar secreto, vení un paso más adentro en el lugar santísimo, a adorarme primeramente en soledad, a reconocer que soy tu Salvador, tu Señor, tu amo, tu Rey, tu todo. A humillarte delante de mí, para que en ese reconocer que eres hombre y no Dios, Yo te muestre mi poder y te haga recordar para qué fuiste creado, para qué te hice.
Hijito, ten esperanza y no le creas a las voces del enemigo que te hacen sentir desvalorizado, que te dicen que no vales nada, aun cuando estás ahí solo conmigo. No hace falta que veas y no hace falta recibir señales para saber que Yo estoy ahí. La intimidad conmigo es por fe y no por vista, y a través de esa fe es donde voy a glorificarme, dice el Señor.
Yo veo a algunas personas que tienen preparados lugares especiales para buscar al Señor. Estoy viendo a una mujer que, literalmente hablando, tiene su habitación adornada de una manera como si fuera a recibirlo a Él en esa habitación. Tiene una alfombra en el piso para orar, hay una luz tenue porque, cuando ora, baja la iluminación de la habitación. A veces, incluso pone un perfume en la habitación para aromatizar el ambiente, porque eso la ayuda a entrar en la presencia del Señor.
Veo cómo esa mujer se prepara. Y es hermoso lo que estoy viendo, porque para esta mujer es tan importante estar sola con Dios, que no es que entra rápido a la habitación o a cualquier otro lado, cierra la puerta y empieza a orar, sino que se toma el tiempo, prepara la habitación, genera un ambiente de intimidad y sabe —no es que lo espera, sino que lo sabe— que, cuando ella está preparando la habitación, el Señor se está disponiendo a congregarse con ella, se está preparando también para entrar en esa habitación. Y el Señor me revela que se siente amado, que se siente valorado cuando esta persona hace eso, que le gusta entrar allí y congregarse con ella, que se siente respetado, que se siente honrado.
Es hermoso, porque esta mujer que yo veo en esta visión apaga la luz principal y deja una luz prendida en un velador, dando al ambiente una luz tenue, una luz cálida, una luz baja. Y ella se dispone y está consciente hasta de la ropa que se pone para buscar a Dios. Estas cosas no son necesarias para estar en intimidad con Él, pero de lo que habla el Señor es de la disposición de esta persona que yo estoy viendo, del interés, del respeto, de cómo lo honra, de la importancia que le da esta persona a estar a solas con Dios. Sabe que el momento más importante del día es ese, y después hace sus tareas de la casa, el trabajo, los chicos, el hogar. Ella sabe que el momento más importante del día es hacer los preparativos para recibir al Rey.
En la Biblia, cuando Salomón le hizo casa a Dios, dijo: ¿Quién te puede hacer una morada a ti, si habitas en los cielos de los cielos, si la tierra te pertenece, si todo está creado por ti? ¿Quién puede hacerte una casa para que habites? Sin embargo, igualmente Salomón le hizo un templo al Señor, porque esto estaba en el corazón de David, y Dios le había dicho: No vas a ser vos el que lo construya, pero es buena la intención de tu corazón de hacerme este templo, de hacerme esta casa.
[2 Crónicas 6:8, RVR1960] Mas Jehová dijo a David mi padre: Respecto a haber tenido en tu corazón deseo de edificar casa a mi nombre, bien has hecho en haber tenido esto en tu corazón.
Es la intención de honrar al Señor lo que vale para Dios, dice el Espíritu. Él no necesita y no habita en templos hechos por manos de hombres, en templos de piedra. Ahora nosotros somos el templo de su Espíritu Santo, nuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo de Dios. Pero lo que importa es la intención, el interés. Es como cuando alguien está enamorado y piensa en esa persona, y la espera, y tiene una cita la primera vez para conocerla y cortejarla, queriendo que esa persona se sienta amada y valorada.
Nosotros, los humanos, nos comportamos así cuando estamos enamorados e interesados en alguien. Estamos en ese primer amor con esa persona y hacemos de todo para quedar bien, cuando hemos encontrado al que pensamos será nuestro esposo o esposa. Sin embargo, nos olvidamos del primer amor con el Señor, nos olvidamos de mostrar el mismo interés por Él primeramente, despreciándolo.
Cuando uno tiene una cita romántica o una cena, prende una vela, pone música de fondo, se fija que todos los detalles estén perfectos para compartir un tiempo especial con esa persona. Pero cuando lo buscamos a Él, es como un trámite de diez minutos. Es como tomar el metrotren para que me lleve lo más rápido posible de un lugar a otro. Incluso, a veces renegamos porque tenemos que ir a buscarlo a Él en soledad; no honramos ese momento. Muchas veces hacemos lo mismo con la comida: comemos apurados, no honramos la comida. No lo hacemos para Dios, sino para no tener hambre y así poder seguir con el resto de las actividades del día, que son las que realmente nos importan. Lo mismo hacemos con la intimidad con el Señor.
Hijitos, dice el Señor, cuánto estoy buscando que mi novia se interese por mí, cuánto desea mi corazón tener este tiempo de amores con ustedes. Cuánto desearía que muchos de ustedes tuvieran este deseo, como David y Salomón tenían ese deseo de honrarme, de tomarse el tiempo para mí. Pero para muchos de ustedes soy como un trámite más, como pagar una factura. No me valoran, no me respetan, no me honran y no me glorifican.
Quiero que mi novia esté interesada por mí. Como cuando un hombre realmente desea a esa mujer y quiere casarse porque no va a encontrar otra igual. Es única, es especial. Así son ustedes para mí, pero mi amor muchas veces no es correspondido, dice el Señor. Y yo (Noelia) siento el dolor del Señor por eso.
Hijitos, les estoy hablando con amor, dice el Padre. Tengo mi atención sobre ustedes, me intereso por todas sus cosas, por cada detalle de sus vidas, por sus hijos, sus familias, sus propiedades, sus finanzas, por sus problemas, por sus dolores. Cuando ustedes se duelen, yo me duelo con ustedes. Cuando ustedes lloran, yo lloro con ustedes. Cuando ustedes se alegran, yo también sonrío. Lo que ustedes sienten, yo también lo siento.
Ustedes también sean así conmigo. Cuántas veces yo siento cosas que ustedes no sienten. Mi corazón anhela que mi pueblo sienta lo que yo estoy sintiendo, que mi pueblo se duela con las cosas que a mí me duelen, que mi pueblo se goce cuando yo me gozo, que mi pueblo esté tan unido a mí, uno en el otro, que no haga falta explicaciones. Por eso les he dejado el Consolador, para que esté con ustedes, para que los acompañe, para que no solamente ustedes estén unidos a mí, sino que también yo a ustedes, para que los dos seamos uno a través del Espíritu Santo. Hijitos, vengan a mí, acérquense a mí en la soledad, dice el Señor.
[Juan 14:26, RVR1960] Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.
[Juan 14:16, RVR1960] Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre
No se vayan de mi lado, préstenme atención, háganme preguntas y búsquenme hasta encontrarlas, búsquenme en la Palabra, en las Escrituras, en la Biblia. Acérquense, llénense de mi persona para que después, cuando estén con otras personas, sean como un vaso ya preparado y lleno de agua, que tiene para impartir al que tenga sed.
Dedíquense, prográmense, organícense. Distribuyan el tiempo que les he dado de modo que puedan dedicarme tiempo a mí, porque yo le he dado tiempo al hombre para que él lo organice, y le he puesto un principio y un fin a su vida. Pero ustedes son los que tienen que administrar este bien preciado, que es el tiempo que les he dado.
Algunos prefieren estar en mil actividades en vez de buscarme un rato a mí. Eliminen algunas de esas actividades, si es necesario, para buscarme y tener tiempo para mí. Porque si Dios no edifica la casa, en vano los hombres la levantan. Hijitos, allí encontrarán todas las respuestas, allí encontrarán la calma que necesitan, el sosiego, la tranquilidad, la paz que les estaba faltando.
Hijitos, no sean necios y no desechen estas palabras. Muchos de ustedes quieren saber qué es lo que viene, qué se acerca a la tierra, pero lo quieren rápido y fácil. No quieren encontrarlo en la intimidad, no quieren que Yo se los revele personalmente; quieren saberlo de parte de los demás. Pero van a venir tiempos al mundo donde el hombre va a tener que aprender a vivir en soledad. Por momentos se van a encontrar completamente solos y solamente van a contar con la compañía del Espíritu Santo.
Porque parte de lo que viene al mundo, y parte de la prueba, es ver si los hijos de Dios son capaces de resistir tanto en compañía como en soledad. Y muchos se van a dar cuenta de que fueron dependientes de los hombres y no de mí, y se les van a caer los edificios de los cuales se agarraron. Pero si ustedes se toman de mí primero, nunca se van a caer, porque Yo soy una torre que nunca se desmorona.
Van a tener que aprender a estar solos en momentos de encierro, en momentos donde van a tener que estar apartados, no solo voluntariamente, sino también obligatoriamente. Porque van a venir momentos de soledad, no solamente al mundo sino también a los hijos de Dios, y ahí van a tener que acordarse de que Yo dije que no los iba a abandonar nunca y que iba a estar con ustedes hasta el fin del mundo.
En ese momento van a tener que aprender, si no aprendieron antes, a depender primeramente del Espíritu de Dios. Hijitos, no estén ignorantes de estas cosas porque viene mucha soledad al mundo. Y el diablo va a querer volverlos locos a través de la soledad, si es que no aprendieron a estar solos en paz. Porque no es lo mismo estar solo y agitado que estar solo de una manera pacífica, y muchos de ustedes se vuelven locos cuando están solos, se agitan, se ponen ansiosos. No saben el valor que tiene la soledad y el silencio. Y no aprenden lo que tienen que aprender porque quieren escaparse de esos procesos de soledad donde muchos de ustedes están.
Yo (Noelia) veo muchas personas, como fue en la cuarentena del COVID-19. Veo aislamiento y personas que se quedan completamente solas en distintos lugares: en las casas, en hospitales, en distintos lugares, sin la compañía de otros. En esas circunstancias se revela quién ha aprendido tanto a estar acompañado como a estar solo, quién está enseñado a estar tanto en compañía como en intimidad con Dios. Porque a muchos de ustedes se les van a quitar los pilares de sus vidas cuando esos pilares son los hombres, pues muchos de ustedes se sienten seguros estando en comunidad, pero no cuando están solos.
Hijitos, derriben esos pilares, renuncien a todo ídolo en sus vidas antes de que se les sean quitados. Aprendan a estar solos por propia decisión antes de que estén obligados a la soledad y no sepan cómo convivir con ella. Aférrense al Espíritu Santo más que a todas las cosas y van a sobrevivir en cualquier situación donde tengan que estar, y yo voy a estar con ustedes. No teman, porque nunca te dejaré ni te desampararé, nunca te voy a abandonar, dice el Señor.
Los amo profundamente, como fuego que nunca se apaga. Mi amor no es pasajero, mi amor no es momentáneo, mi amor no varía en su intensidad por ustedes. Mi amor es permanente, es eterno, es incorruptible. No varía como el de los hombres, que un día me aman y al otro día no, un día me aman más y otro día menos. Yo los amo con un amor perfecto. Ámenme ustedes también a mí, dice el Señor. Amén.
El Señor me hace sentir su amor por los suyos. Gloria a Dios, Padre eterno, Santo Rey de Gloria y Majestad. Señor, llámanos con tu voz apacible, con ese silbo con el cual llamaste a Elías. Sopla, silba sobre nosotros para llamarnos a tu encuentro en la soledad. Padre, ayúdanos a tener dominio propio para aquietar las aguas de nuestros espíritus cuando quieren gritar, sin permitirnos escuchar las aguas de tu voz. Padre eterno, Santo, Rey de Gloria, ayúdanos a reconocer todo miedo que se mueve en nosotros, a acercarnos más a ti, a estar solos contigo y con nosotros mismos.
Padre eterno, muéstranos a cada uno de nosotros cómo empezar a buscarte en soledad, Señor, y cuánto tiempo. Revélanos en qué lugar podemos hacerlo. Aquellos que viven con mucha gente, que están complicados, te pido que abras una puerta para que tengan un monte santo para buscarte, porque no todos están en la misma comodidad. Oh Santo Rey de Gloria, guíanos por tu Espíritu para saber cómo, cuándo, dónde y cuánto tiempo. Ayúdanos y enséñanos a estar en silencio enfrente tuyo.
Oh Padre de la gloria, revela a todo tu pueblo la importancia de esta intimidad a solas contigo, sin ningún otro hombre o mujer. Danos un balance entre estar en comunidad y estar en soledad, porque las dos cosas son importantes. Ayúdanos a tener una cosa sin descuidar la otra. Ayúdanos a escuchar aún mejor a tu Espíritu para entender cuándo quieres estar a solas con nosotros. Ayúdanos a ser buenos administradores del tiempo que nos diste, de las 24 horas del día.
Nos arrepentimos de toda indiferencia hacia tu persona, de toda dureza, de toda auto-dependencia de nosotros mismos, de pensar que no te necesitamos, que somos suficientes, que solamente alcanza con que escuches nuestros corazones y nuestros pensamientos. Acepta nuestras disculpas en este momento. Nos arrepentimos de haber descuidado nuestro primer amor, porque lo mismo que hacemos con nuestros esposos y esposas, que al principio nos dedicamos y después los descuidamos, eso mismo hacemos contigo y mucho más. Perdónanos, Señor.
Ayúdanos a valorar el tiempo contigo y con el prójimo. Danos interés, pon en nosotros el querer como el hacer. Padre, te pido que les des una palabra sobre este tema a tus pastores para que hablen a tus ovejas, para que no solo sean prédicas relacionadas con que no dejemos de congregarnos, sino también a buscarte en la soledad, que lo primero eres tú y no los hombres. Liberta de cadenas a todo aquel que se sienta atado, que sienta bloqueos a la hora de buscarte en soledad. Porque eso estoy viendo. Rompe ahora, Señor, todo bloqueo para leer la Palabra en soledad, todo bloqueo para buscarte y alabarte en soledad, todo bloqueo para no estar en silencio y en soledad contigo.
Limpia ahora toda mugre de los oídos para poder escucharte en esa intimidad. Danos más fe, para entender que hasta buscarte y orar es por fe y no por vista. Que no siempre necesitamos sentir algo, ver señales, escuchar voces ni cosas sobrenaturales, sino que el simple hecho de ir y estar contigo por fe es suficiente para que te sientas amado y para fortalecer nuestra relación. Y después, tú vas a hablarnos como quieras, cuando quieras o de la forma que quieras, y tu gloria se va a manifestar en nuestras vidas.
Responde, Señor, a todos los que te buscan. Porque yo veo que sí hay hermanos y hermanas que buscan mucho a Dios en soledad, que tienen este hábito de estar regularmente con Él a solas. Padre, recompensa a estos hijos tuyos, abre el caudal de los cielos sobre ellos aún más, glorifícate en esos momentos a solas con ellos. Pon tus manos sobre ellos ahora y bendícelos en el nombre de Jesús. Gracias, amado mío, gracias, Señor. En el nombre poderoso de Jesús, amén.
El Señor ha hablado. Ahora queda en ustedes poner esta palabra por obra o seguir como un árbol seco y petrificado. Que el Señor los bendiga y los guíe a toda verdad.