Hoy es 28 de marzo del año 2025. Mi nombre es Noelia Fernández, profetisa a las naciones, boca del Señor, llamada a instruir a un pueblo para que se prepare para lo que va a acontecer en los últimos días, llamada a edificar a la Iglesia del Señor Jesucristo y a guiar al pueblo del Señor a salir de la tierra de Egipto en estos últimos días, cuando todas las cosas van a ser restauradas como al principio de la Iglesia cristiana, para la gloria del Señor.
Porque el pueblo del Señor tiene que prepararse para la venida de nuestro Señor Jesucristo en poder y gloria, haciendo justicia en contra de todos los que lo pisotearon a Él y a nosotros, sus hijos, los llamados a padecer juntamente con Él, si somos encontrados dignos de pasar por esos sufrimientos, así como lo hizo el Hijo de Dios, el unigénito del Padre, el que está sentado a la diestra del Dios todopoderoso, del Dios que todo lo puede, del Dios que todo lo mueve, del que habla y toda la creación escucha, del que dirige y al cual todo se sujeta para la gloria de su nombre.
En esta oportunidad, el Señor quiere hablarte sobre la necesidad que tienen los hijos de Dios, en estos últimos tiempos, de crear o buscar un lugar para dedicarnos a estar a solas con Dios.
Hablando de Jesús, la Biblia dice:
[Lucas 5:16 RVR1960] Mas él se apartaba a lugares desiertos, y oraba.
[Marcos 1:35 RVR1960] Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba.
[Mateo 14:23 RVR1960] Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo.
[Lucas 6:12 RVR1960] En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios.
La clave de tu vida espiritual es la oración a solas con Dios. El secreto para tu éxito es la oración a solas con Dios. La llave para abrir todo candado es la oración a solas con Dios, tu Creador.
Dios me hablaba anoche y me decía: «Dile a mi pueblo que construya un lugar donde nos encontremos a solas, ellos y Yo». Y esa construcción, en primer lugar, debe ser a nivel espiritual.
Búscate un lugar secreto, te dice el Señor en esta oportunidad, donde solo estén tú y el Señor, y nadie más. Invierte tiempo en el reino de los cielos y en tu propia vida a solas con el Señor, y eso va a cambiar todo lo que te rodea y tu perspectiva de las cosas físicas y espirituales.
Levanta una torre fuerte en el espíritu, donde solamente se encuentre tu Rey, al cual vayas a visitar a solas, y eso va a cambiar muchas cosas que hoy te están aquejando.
El Señor me decía anoche, en mi cuarto secreto, que no es solamente que su pueblo no lo busca, sino que no saben hacerlo. No saben qué es un cuarto secreto. No saben lo que significa un monte de oración. No conocen la intimidad con Dios.
No saben qué hacer cuando están a solas con el Señor —los que sí están a solas con el Señor—, ni para qué sirve, ni cómo se desarrolla esa relación personal con Dios.
Su pueblo no sabe buscarlo; tampoco se dedica, ni pregunta, ni invierte su tiempo justamente en la base de su vida espiritual, que es la oración a solas con Dios.
Si hasta Jesús, siendo el Hijo de Dios y teniendo todos los dones y ministerios cumplidos en su propia persona, se apartaba a lugares donde no había nadie más para buscar a Dios, cuánto más lo tenemos que hacer nosotros, que estamos siendo perfeccionados, pero aún no hemos llegado a ser en la estatura de Cristo Jesús, en su anchura. La medida de Cristo Jesús aún no ha sido completada en nosotros.
Si Él, siendo el Hijo de Dios, se apartaba a lugares desiertos para buscar a Dios, cuánto más lo tenemos que hacer nosotros, que no vinimos de arriba como Él, que somos imperfectos, corruptibles y débiles en la carne.
Sin esos momentos de oración permanente en la cercanía de nuestro Padre Celestial, a través del conector que es el Espíritu Santo de Dios, la carne comienza a gobernarnos más que el Espíritu. El alma levanta su voz más alto que la voz del Espíritu Santo en nosotros. Pero si realmente te decides a buscar un lugar y una hora para estar solo con Dios, muchos de estos problemas se van a resolver.
El Señor me decía: Hijita, la mayoría de los problemas que mi pueblo tiene y que mi pueblo te cuenta se resolverían si ellos realmente fueran diligentes al buscarme y al orar en soledad. Pero muchos de ellos están estancados porque no tienen una relación íntima conmigo.
Tienen que intimar, dice el Señor. Hijitos, tienen que intimar.
Ustedes saben lo que significa esta palabra a nivel carnal. Los que están casados saben lo que es intimar, conocer en profundidad a sus parejas, y saben que esa es una de las columnas del matrimonio, por la cual dice la Palabra que no se nieguen los esposos a sus parejas, si no es por causa de apartarse un tiempo en ayuno y oración.
Intimar es un deber de los esposos, carnalmente hablando, y fortalece la relación con la otra persona. Cuando uno intima con su esposa, realmente los dos son uno en la carne y dan como resultado la vida, la procreación.
El Señor te dice en este momento que entiendas que, si no intimas con Él en primer lugar, no vas a ser fértil ni reproductivo. No vas a dar vida a las cosas que tienen que vivir en tu vida y en la de los demás. Porque eso solamente es posible a través de realmente estar casados con Dios, de tener esa intimidad regular con Él.
Hijita, dice el Señor, sabes escuchar muy bien a tu esposo, pero no sabes escucharme a mí, a tu esposo espiritual.
Hijito, dice el Señor, sabes muy bien cómo buscar a tu esposa para intimar carnalmente con ella, pero no sabes cómo acercarte y tener intimidad conmigo, con tu Creador.
El Espíritu Santo es un nexo, una conexión entre Dios Padre y nosotros, que tenemos los pies en esta tierra. No somos del mundo, pero estamos en el mundo, y tenemos que aprender a caminar manteniendo nuestra conexión con el Padre, que está en los cielos, a través de su Espíritu Santo.
El Espíritu Santo es el que nos da un balance entre nuestra vida terrenal y nuestra vida espiritual. Pero si no tenemos una cercanía regular, genuina y total con Él —en el sentido de que, en los momentos en los que nos dedicamos a buscarlo y a encontrarlo, a hablarle pero también a escucharlo, en soledad, no acompañados—, entonces nos podemos desviar.
Porque solo en esa intimidad encontramos la voluntad del Padre para nuestras vidas, que después es confirmada a través de distintos hombres y mujeres capaces que están alrededor nuestro. Pero no debe ser al revés: que primero nos congreguemos y después lo busquemos en soledad.
Congregarnos con los otros hermanos es bíblico, es necesario, porque somos un cuerpo y todos los miembros se necesitan entre ellos. Pero si no tenemos un lugar de intimidad con el Señor, a solas en primer lugar, buscándolo en un lugar desierto de personas, entonces nuestra guía será la voz del hombre y no la voz de Dios.
Hijitos, dice el Señor, no soy Yo el que no los busca, son ustedes los que escapan de mí. No soy Yo el que no quiere hablarles, son ustedes los que no saben escuchar mi voz.
Moisés recibió las directivas en el monte, en soledad con Dios. Jesús fue llamado a ir al desierto a solas apenas recibió el Espíritu Santo de Dios durante su bautismo de agua. Todos los grandes hombres y mujeres que están mencionados en la Biblia tenían una intimidad con el Señor, y su primer ejercicio diario era buscar a Dios en soledad. Esa era la clave de su unción, del mantenimiento de la unción, de la llenura constante del Espíritu Santo y del éxito de su llamado.
Si ustedes no aprenden a buscarme en soledad continuamente y a callar las voces externas para buscarme primeramente a mí, dice el Señor, no van a avanzar y no van a ser vencedores de ciertas cosas que los están aquejando, que los están confundiendo, que los están haciendo dudar y perderse del camino.
Yo soy su centro, dice Jesús. A mí es a quien tienen que seguir. Pero ¿cómo van a seguirme si ni siquiera saben establecer una conversación conmigo? ¿Cómo van a seguirme? ¿Cómo van a recibir la guía profética para sus vidas, el mapa profético para cada uno de ustedes en particular, si no suben al monte a orar?
El Señor está hablando metafóricamente en este punto, porque algunos de ustedes están confundidos y piensan que sí o sí ese lugar secreto para orar con Dios a solas tiene que ser un cuarto, por ejemplo, porque la Biblia habla en algunas partes sobre el aposento alto.
Si bien es bueno y lícito que ese lugar secreto, en algunos casos, sea un cuarto, una habitación o un lugar alto, ese lugar también puede ser el que ustedes encuentren disponible: una plaza, un lago, un río, un bosque, un parque, el auto. Un lugar donde no hay nadie más y ustedes puedan estar solos ahí, con Dios, con Jesús sentándose en el asiento del acompañante.
Ese lugar secreto de oración puede ser tu baño, puede ser tu armario, puede ser la cocina cuando todos están durmiendo. Ese lugar secreto puede ser la plaza de la esquina de tu casa. Puede ser sentarte debajo de un árbol que encuentres libre. Ese lugar secreto puede ser la oficina en la que trabajas, pero cuando todos ya se fueron y no queda nadie.
Y me viene a la mente la canción de la Sunamita. No sé si la conocen, pero hay una que dice algo como: «He preparado un aposento para ti. Mi amado, mi amado, yo soy la Sunamita que te dice: Vive aquí, mi amado, mi amado. Todo lo que ves lo he preparado para ti». A mí me gusta muchísimo esa canción.
El Señor dice: Prepárenme un lugar, prepárenme un lugar para que el Espíritu Santo venga a moverse alrededor de ustedes y en ustedes.
Los que tengan la bendición de contar con un lugar realmente dedicado a Dios, aprovechen esos lugares.
El Señor te pregunta: ¿Cuál es el lugar que me has preparado para que nos encontremos a solas? ¿Cuál es mi porción? ¿Cuál es la franja horaria que me dedicaste exclusivamente a mí? Porque eso no es una pérdida de tiempo, sino una inversión, dice el Señor.
Yo (Noelia) estoy sabiendo que muchos de ustedes piensan que, al hacer eso, estarían perdiendo el tiempo. Algunos dicen que no tienen tiempo, pero el tiempo les ha sido dado a ustedes para que sean sus administradores, y no entienden que el tiempo que le dedican a Dios para estar a solas con Él es en realidad una inversión, como cuando uno hace una inversión financiera.
Hay inversiones espirituales que ustedes no están teniendo en cuenta, dice el Señor, y cuando invierten tiempo para Mí y pasan tiempo a solas conmigo, eso no es una pérdida de tiempo; es una inversión. Es una inversión en sus vidas espirituales y físicas. Compren oro, dice Jesús.
A través de invertir ese tiempo a solas con Dios, ustedes están comprando oro. El Espíritu me enseña que, cuando invertimos tiempo para estar a solas con el Señor, estamos comprando oro y enriqueciéndonos espiritualmente.
[Apocalipsis 3:18 RVR1960] Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas.
Ahora escucho la palabra «ayunos». Algunos de ustedes ayunan, pero no oran. Ayunan, pero no buscan al Señor durante ese ayuno, y el ayuno completa su propósito parcialmente, me dice Dios.
Entonces yo les pregunto, por inspiración del Espíritu Santo en este momento: ¿Dónde buscas al Padre en soledad? ¿Cuál es el lugar santo que le dedicaste al Señor? ¿Cuánto tiempo estás invirtiendo en el reino de los cielos?
Porque conversar con tu esposo no es lo mismo que tener intimidad. Son dos niveles distintos de relacionarse con él. Uno es más superficial, y el otro es mucho más profundo. En uno se comparte algo, pero en el otro se entrega algo, me dice Dios.
Muchos de ustedes conversan con el Señor durante el día, pero nunca tienen intimidad profunda con Él a solas.
Hijitos, dice el Señor, tienen que entrenarse con diligencia en esta área de sus vidas, porque vienen los golpes contra todos los hijos de Dios, y el que no esté parado sobre la roca se va a caer. Y la roca soy Yo. Pero muchos de ustedes no me conocen en verdad, como deberían conocerme, porque no me buscan, porque no me preguntan, porque no me escuchan, porque justamente no se fortalecen en esa soledad conmigo.
Jesús salía completamente fortalecido de esos tiempos de oración a solas, en el desierto o en el monte. Su vaso se llenaba en esa soledad para después no solamente tener para sí mismo, sino también para repartir a los demás.
Ustedes quieren unción, y ciertamente la han recibido, dice el Señor, pero no saben mantenerla porque no me buscan en soledad. Y es a través de la oración, de la adoración y de esa intimidad entre nosotros que esa unción se renueva diariamente. No han entendido la importancia de estar a solas conmigo.
Moisés recibió el modelo del tabernáculo a solas. Ustedes quieren recibir el modelo de sus vidas, saber cuál es su llamado, pero no quieren estar a solas conmigo.
Yo (Noelia) veo una pared delante de muchos de ustedes que tienen que romper. Es la pared de la holgazanería, es la pared de la pereza, es la pared de la incredulidad, es la pared de la falta de diligencia, de la liviandad.
Destruye esa pared, dice el Señor, como cuando le dije a Ezequiel que cave hondo en la pared. Y después de que él cavó hondo en esa pared, pudo entrar en las habitaciones del templo y ver lo que los ancianos estaban haciendo.
El Señor le reveló a Ezequiel lo que los ancianos estaban haciendo, y cuando Ezequiel hizo caso y cavó en la pared, logró llegar hasta donde Dios quería que llegue para mostrarle algo. Pero Ezequiel tuvo que obedecer primero a lo que el Espíritu de Dios le estaba diciendo que haga.
Ustedes tienen que cavar profundo y romper toda pared, hasta llegar y encontrar ese lugar santísimo conmigo, dice el Señor.
[Ezequiel 8:8 RVR1960] Y me dijo: Hijo de hombre, cava ahora en la pared. Y cavé en la pared, y he aquí una puerta.
Yo estoy detrás de esa puerta, dice Jesús, pero muchos de ustedes no cavan hasta llegar a esa puerta. No rompen esas barreras que los están separando de esa puerta. Y aún algunos que han llegado hasta la puerta, no golpean, dice el Señor. Por lo tanto, no se les abre.
Hijitos, aprendan a buscarme, dice el Señor. Estoy ahí, a la puerta, esperando para revelarles todo lo que tengo preparado para sus vidas. Hay más de lo que les quiero hablar. Hay más, muchas más cosas que sus ojos aún no han visto, que quiero mostrarles.
Hay carteles que pongo en sus caminos para que sigan, para que encuentren el camino hasta llegar a esa puerta de la revelación. Pero tienen que moverse y dejar de ser perezosos y glotones, dejar de distraerse con cualquier cosa que pasa por delante de sus ojos.
[Apocalipsis 3:20 RVR1960] He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.
Muchos de ustedes corren a preguntar al hombre por las dudas y las preguntas que tienen, en vez de ir primero a mí, a la fuente de toda respuesta, a la fuente de toda verdad y solución.
Es por eso que a veces no les respondo a través de nadie, dice el Señor, porque estoy esperando, y esperando, que quizás se den cuenta de que estoy esperando que vengan a mí en primer lugar.
No sean tercos y obstinados. No se sigan dando la cabeza contra la pared. El hombre se puede equivocar, pero Yo no.
Yo (Noelia) veo a una persona que organiza su lugarcito, porque sí tiene un lugar en su casa. Pone una alfombrita, un almohadón, una luz tenue, la Biblia abierta al lado, música tranquila de alabanza.
Así se genera una atmósfera profética, y el Espíritu Santo viene y comienza a moverse en ese lugar porque se siente cómodo, porque es como si nosotros lo invitáramos a través de esta actitud y abriéramos la puerta para que Él venga, diciéndole: «Ven, Espíritu Santo, muévete en este lugar que está dedicado para ti».
La Iglesia ha perdido este hábito, me dice Dios.
No sabemos generar una atmósfera, preparar el lugar, el aposento alto, espiritualmente hablando, aunque no sea alto físicamente. La Iglesia ha perdido este hábito de preparar el lugar para invitar al Espíritu Santo de Dios en soledad. Y esta es la razón principal por la cual está tan mal, tan torcida, tan caída, tan perdida.
La Iglesia se ha olvidado de la intimidad con Dios para cederle ese lugar al hombre, a los pastores, a los mentores. Lo cual no está mal, pero no es la base y no es lo primero.
Veo a una persona que a veces enciende una vela, pero lo hace solo para tener una luz tenue, nada más que por eso, y como un símbolo de mantener al Espíritu Santo siempre encendido, para que ilumine nuestras vidas, metafóricamente hablando.
Tienen que aprender a buscar un lugar silencioso, dice el Señor, un lugar donde puedan estar en silencio y aquietar sus almas, callar la voz interna, para que la voz del Espíritu Santo de Dios suene más clara en ustedes. Tiene que ser un lugar donde puedan encontrar cierto nivel de silencio. Si no puede ser un silencio total, entonces al menos un silencio parcial.
Para algunos de ustedes, verdaderamente es muy difícil encontrar un lugar donde haya silencio total para poder buscar a Dios a solas, orar y hablar con Él. Pero Dios dice que sean ustedes los que tomen la iniciativa de querer encontrar un lugar lo más silencioso posible, y que Él los va a ayudar en el camino. Él va a elevar su voz en ustedes cuando vea que primero ponen algo de ustedes en esta área.
Búsquenme a Mí, dice el Señor, y Yo voy a resolver el resto de los problemas.
Muchos de ustedes quieren ser mis amigos, dice Dios, pero ¿cómo pueden ser mis amigos si no saben nada de Mí? Porque con un amigo se comparten muchas cosas, y se comparte tiempo. A un amigo se lo conoce, no se lo desconoce.
A muchos de ustedes les gustaría que Yo los trate de amigos o amigas, como a Abraham. Pero Yo llamé amigo a Abraham porque podía contar con él, dice Jesús. Él Me conocía, y Yo lo conocía a él. Compartíamos tiempo. Éramos cercanos.
Abraham se apartaba a solas para hablar conmigo, para consultarme y para escuchar mi respuesta, para conocerme más y también para amarme, dice el Señor.
Yo no llamo amigo a cualquiera, sino a los que verdaderamente confían en Mí y en quienes Yo puedo confiar. Y esa confianza se desarrolla cuando están solos conmigo, porque hay secretos que quiero contarles, que solo se comparten cuando dos personas están solas. Cosas que solo quiero compartir con ustedes, y para ustedes.
Por eso se llama lugar secreto, por eso se llama cuarto secreto: porque es secreto para los demás, y nadie más tiene cabida para entrar.
En este momento, muchos de ustedes se están dando cuenta de que no tienen esa parte en sus vidas espirituales. Esta área nunca les fue revelada. O tal vez, en sus congregaciones, no les han aconsejado que desarrollen esta intimidad, este hábito de estar a solas con Dios.
Sin embargo, lo que estoy diciendo por el Espíritu Santo no es algo nuevo, sino algo que está mencionado muchísimas veces en la Biblia.
La soledad con Dios es la base de todas las cosas, dice el Señor. No es solamente necesaria; es indispensable. Estemos bien, estemos mal, estemos felices, estemos tristes, estemos sanos o enfermos, nunca puede faltar el entrar en ese lugar santísimo.
Ahí vas a recibir la fortaleza cuando estés en debilidad. Ahí vas a recibir tu pan cuando tengas hambre. Ahí te vas a llenar del Espíritu Santo cuando te sientas seco. Ahí vas a encontrar las respuestas a las preguntas de tu corazón. Ahí vas a recibir la inspiración y la guía que estás buscando. Ahí te van a venir ideas que antes no te caían.
Ahí tus cadenas van a ser cortadas y vas a encontrar tu plenitud. Ahí vas a encontrar tu identidad real, en el secreto con el Padre Celestial. Ahí el Señor te va a dar palabra para que hables a los demás. Ahí vas a recibir lo que después tenés que impartir en público.
Ahí vas a encontrar la guía que estás buscando: la dirección, la confirmación o la reprobación para lo que estás pensando hacer.
Hijito, te estoy llamando, dice el Señor. Levanto las trompetas en este tiempo para sonarlas fuerte a tus oídos y que respondas a este llamado.
Estoy llamando a mi ejército a reunirse para la batalla de los tiempos finales. Pero el que no tenga intimidad a solas conmigo no va a reconocer el sonido del shofar.
Estoy silbando a muchos pájaros, dice Dios, para que vengan desde los cuatro vientos a la reunión con el Rey, con el Padre Celestial que habita en los cielos. Pero muchos no pueden escuchar el silbido porque no están entrenados en escuchar mi voz.
El Nuevo Testamento dice que el Espíritu Santo revelaría todas las cosas. Pero muchos de ustedes buscan al hombre para recibir revelación, en vez de ir a la fuente de la revelación, que es el Espíritu Santo de Dios.
Otros piensan que no son dignos de tener ese nivel de amistad con Dios, pero estas son mentiras del diablo que están creyendo.
Dios dice: Les silbo para reunirlos y que se mantengan de pie frente a mi trono.
Hoy sueno el silbato para llamar a los atletas y que vengan ante mí a recibir instrucciones, como cuando el entrenador suena el silbato para llamar a su equipo, y el equipo se acerca para que el entrenador les diga lo que tienen que hacer, cuáles son las tácticas y las estrategias del partido actual.
[Zacarías 10:8 RVR1960] Yo los llamaré con un silbido, y los reuniré, porque los he redimido; y serán multiplicados tanto como fueron antes.
Así como les estoy silbando en el espíritu a los judíos para que salgan de las tierras donde los esparcí por causa de su rebelión, para reunirlos en la tierra de Israel para la batalla final, antes de que venga el Deseado de las naciones (el Mesías), hoy estoy llamando a mi pueblo para la batalla espiritual de los últimos días.
Estoy silbando a muchos de ustedes, dice el Señor, llamandolos a congregarse delante de Mí a todos los pájaros de todas las naciones de la tierra, los cuales son ustedes.
Pero muchos están distraídos con las cosas del mundo todo el día, o la mayor parte del día: viendo la televisión, mirando el celular y las redes sociales, conversando con otras personas, trabajando sin parar para escalar en sus carreras, perdidos en cualquier otro objetivo que no soy Yo, y no van a escuchar ese silbido.
No es que Yo no silbe o que no los llame, sino que ustedes tienen otros ruidos que les impiden escucharme.
Apaguen todo a la hora de buscarme, dice el Señor. Apaguen el celular, apaguen el televisor, apaguen la radio. Cierren bien las puertas y las ventanas. Aíslense lo más que puedan. Y entonces, de a poquito, el agua del Espíritu comenzará a emitir sus sonidos. Y de a poquito, sus oídos se irán abriendo.
El agua comenzará a salir poco a poco, como cuando uno abre una canilla lentamente: al principio salen unas gotas escasas y esporádicas, hasta que la canilla se abre más y más y el agua fluye. Así será, a través de la fe, porque la fe viene por el oír.
Hijitos, búsquenme, dice el Señor. Búsquenme. Quiero darles lo que me están pidiendo, pero no se los voy a dar a través de otras personas, cuando lo que estoy buscando es que me miren a Mí. Háblenme, porque no estoy sordo; los estoy escuchando. Y luego, hagan silencio para escuchar lo que Yo tengo para decir: los impulsos que les haré sentir por medio del Espíritu Santo.
Porque les hablo de distintas maneras: a algunos por palabras, a otros por imágenes, a otros por sensaciones. Incluso utilizo los sentidos del cuerpo para hablarles.
No sean incrédulos como Tomás, porque bienaventurado el que creyó sin haberme visto.
[Juan 20:29 RVR1960] Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.
Muchos de ustedes están pidiendo señales para creer que vale la pena tener el hábito de un cuarto secreto de oración. Pero aquellos que piden señales por causa de su incredulidad no las van a recibir, justamente porque su incredulidad bloquea el recibir señales.
Es a través de la fe que se ve lo que no se puede ver. Es a través de la fe que se abren las puertas que están cerradas, que los milagros ocurren y las sanidades se realizan. Es por la fe que se practican los dones espirituales, y es por la fe que uno aprende a escuchar la voz de Dios de distintas maneras.
A los incrédulos, muchas veces no es que no les hable, dice el Señor, sino que su incredulidad tapona sus oídos. Es como un estorbo espiritual que les impide escuchar lo que yo estoy hablando. La incredulidad es como un tapón en los oídos, que impide que esa persona escuche a Dios.
El Espíritu Santo me revela que algunos de ustedes están diciendo: «Sí, pero ¿qué hago cuando voy a estar solo con Dios? ¿Qué tengo que hacer? ¿Cuáles son los pasos que tengo que seguir?». Están buscando una guía, una dirección práctica, como un método o unas reglas.
Y Dios te dice: Derrama tu corazón delante de Mí. Dime cómo estás. Cuéntame tus asuntos personales, tus preocupaciones, cuáles son tus miedos, tus deseos. Cuéntame cómo estás, en quién estás pensando.
Por otro lado, es necesario hacer acción de gracias en soledad con el Señor: agradecerle por todo aquello por lo que estés agradecido, derramar tu corazón en gratitud delante de Dios, a solas.
Esto es como lo contrario de contristar al Espíritu Santo de Dios, porque el Espíritu Santo se manifiesta en un mayor nivel con las personas que son agradecidas y que lo expresan verbalmente, que lo dicen con su boca, con sus palabras.
Otra de las cosas que tienes que hacer cuando estás solo con Dios es alabarlo. Pon música que te inspire, que te movilice, que sea como una caricia para tu alma, y adora al Señor en esa soledad.
Aprendan a adorar a Dios en soledad, porque el Espíritu me dice que muchos de ustedes saben alabar a Dios cuando van a congregarse. Disfrutan de ese momento y de la presencia del Espíritu Santo, pero no saben adorar a Dios a solas, y tampoco alabarlo. No ponen música, no cantan para Él, no danzan cuando están solos.
Dios quiere adoradores en verdad y en espíritu, no solo cuando están congregados, sino, en primer lugar, cuando están solos.
Si te cuesta entrar en intimidad con Dios y en la oración a solas, si te distraes, entonces el consejo es alabar a Dios, poner música de alabanza. Eso te va a ayudar a entrar por esa puerta de la intimidad con el Señor, en ese cuarto, en ese lugar santísimo, para que tu espíritu y el ambiente se preparen para lo que viene después, me dice Dios.
También puede haber un tiempo dedicado a las peticiones de nuestro corazón, a la intercesión por los demás, a pedirle al Señor como conviene.
Además de eso, no se trata solo de hablar, sino también de hacer silencio y escuchar al Señor. Es entender lo que el Espíritu Santo nos quiere hablar de distintas maneras en esa soledad. Así como en una conversación donde uno habla primero y el otro después responde, el cuarto secreto no es solo ir y hablar con Dios. También es hablar con Él y esperar a que Él hable, o simplemente compartir momentos de silencio con Dios, aquietar nuestra alma, aprender a callar.
También se trata de recibir la paz de Dios y pedirle al Señor que nos vuelva a llenar.
Tener un cuarto secreto mejora nuestro carácter, me dice Dios, porque en esos momentos de soledad con Él uno encuentra el balance entre las ocupaciones diarias y la vida espiritual. Muchos de ustedes tienen muchas ocupaciones, y en medio del trajín del día necesitan encontrar esa calma, ese centro, esa paz donde la tormenta se calma.
[Salmos 37:7 RVR1960] Guarda silencio ante Jehová, y espera en él. No te alteres con motivo del que prospera en su camino, por el hombre que hace maldades.
Hay un momento de hablar y hay un momento de callar en ese cuarto secreto. Hay un momento de sonreír y hay un momento de llorar. Ahí puedes descargarte. Ahí puede haber, y tiene que haber, un tiempo de descarga para con el Señor.
Cuéntale a Él, en primer lugar, cómo te sientes, y, si hace falta, llora y derrama esas lágrimas delante de Él, para que Él sea el que seque tus lágrimas, para que Él sea el que te sane. Él tiene que ser el primer médico al que recurras, y no un psicólogo. Tu diván no tiene que ser, en primer lugar, con un psicólogo, sino con Dios.
Él te está escuchando más que cualquier psicólogo del mundo, y Él sabe cómo sanarte más que cualquier médico. Pero en vez de ir y hablar con Él, con el médico perfecto, muchos de ustedes primero buscan a la medicina tradicional.
Creen este hábito, dice el Señor, practíquenlo, desarróllenlo, y van a ir creciendo en esta área. Quizás al principio, para los que no estén acostumbrados, no sea fácil, pero con el tiempo ustedes se volverán expertos en estar a solas conmigo, como con cualquier cosa que hay que practicar hasta que uno se vuelve un maestro en esa área.
Sean maestros de la búsqueda en intimidad conmigo, dice el Señor. Sean maestros del silencio. Que nadie les robe el momento del monte de oración. Que nadie los acuse ni les prohíba venir a solas con el Rey. Tengan fe, dice el Señor, porque los secretos que Me están pidiendo que les revele están ahí, en ese lugar de oración a solas.
Una práctica muy buena para entrenar el foco es ir a un cuarto de oración oscuro, durante la noche, y estar en intimidad con el Señor en la oscuridad, con la luz apagada.
[1 Reyes 8:12 RVR1960] Entonces dijo Salomón: Jehová ha dicho que él habitaría en la oscuridad.
Dios te está dando muchos tips para este cuarto de oración. Anótalos, aplícalos, y vas a ver cómo las cosas comienzan a dar un vuelco en el rumbo que llevaban.
Dios dice que estudien sobre la intimidad con Él en la Palabra. La confusión se va a ir en la soledad con Dios, me dice el Señor. Ahí encuentras estabilidad.
Hay que tomar cautivos los pensamientos que van en contra del Señor, que son contrarios a lo que es Dios, a su Palabra y a su carácter. Hay que tener dominio propio en la mente cuando uno va a solas a buscar al Señor. Hay que pisar a la ansiedad debajo de los pies, esa ansiedad que viene a tentarnos cuando queremos estar solos con Dios.
No importa la postura. Postrado, de pie, sentado, con todo el cuerpo acostado en el piso, boca abajo o boca arriba… todo es lícito.
Hablar con Dios constantemente durante el día es bueno, pero no es lo mismo que estar completamente solo en un lugar con Dios. No es lo mismo.
Jesús hablaba con Dios mientras estaba con los discípulos o mientras hacía sus cosas, pero igualmente se iba solo al monte o al desierto a buscar a Dios en soledad.
Hay que desarrollar el dominio propio en la mente y aprender a callarse en la mente. Es difícil, pero es lograble. Si haces silencio durante algunos minutos y no escuchas nada, hay que insistir, hay que seguir buscando. Incluso ese silencio te ministra.
A veces, uno no puede escucharlo, pero igualmente Dios responde durante el día después. A veces, el Señor no responde cuando estamos en el lugar secreto con Él, pero Él escucha esas oraciones y después nos guía igual, aunque no lo sepamos.
No se olviden de que Dios también habla a través de la conciencia. A veces, la conciencia nos indica lo que tenemos que hacer o no hacer, lo que está bien y lo que está mal, porque las leyes de Dios están escritas en nuestros corazones.
Dios no siempre responde con palabras audibles, imágenes, sueños o visiones. Pero sí habla a través de la conciencia. Él igual habla. Él igual responde.
Él también responde por medio de la Biblia. A veces tenemos nuestro cuarto secreto de oración, y quizás Dios no nos responde en ese momento. Pero después, cuando estamos leyendo la Biblia, aparece un versículo que nos da la respuesta, y es por causa de que lo buscamos a Él en la oración.
Él responde de distintas maneras. No siempre hay que escucharlo audiblemente, sea internamente o externamente. Él habla de muchas maneras a todas sus ovejas, y sus ovejas conocen su voz y lo siguen.
Dios quiere ser buscado, quiere ser encontrado, quiere ser hallado. Él entiende la situación de cada uno de ustedes.
Unjan el lugar donde oran, me dice el Espíritu Santo. Si tienen un lugar fijo, únjanlo con aceite en el nombre de Jesús.
Si tienen algún problema, si pecaron, se enojaron, se airaron, lo que sea… arrepiéntanse y vayan al lugar secreto. Pero no se queden una semana sin ir al lugar secreto. Arrepiéntanse y sean rápidos para arreglar la situación.
[1 Juan 1:9 RVR1960] Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.
Utilicen esta verdad, arrepiéntanse y vayan a orar. Pero no se queden ahí nada más.
Algunos de ustedes piensan que es una carga buscar al Señor en soledad y estar horas con Él, y no saben que esto es lo que les va a traer libertad, que es la clave de la sanidad y de la liberación.
Muchas cosas pasan cuando ustedes van al cuarto secreto: los demonios se van, los ángeles ministran en ese lugar, el fuego se levanta y el agua estancada comienza a correr. Hay tantas cosas que ustedes no ven, y ni necesitan ver, porque tiene que ser por fe.
Algunos de ustedes dicen: «Si no siento la presencia de Dios en el cuarto secreto, ¿entonces de qué sirve?» Pero recuerden que es por fe y no por vista. Puede ser que sientan la presencia de Dios, o puede ser que no.
[Génesis 28:16 RVR1960] Y despertó Jacob de su sueño, y dijo: Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía.
Muchas veces ustedes van a ese lugar a solas con Dios y no saben que Dios está con ustedes, pero no necesitaban sentirlo ni verlo, sino tener la certeza en sus corazones de que es así.
Algunos de ustedes ayunan, me dice el Espíritu de Dios, pero no oran cuando ayunan. Es como un 50 y 50. No hay ayuno sin oración que sea realmente eficiente. Muchas veces la Palabra dice «ayuno y oración». Las dos cosas van de la mano.
El ayuno se sostiene a través de la oración, porque cuando ustedes oran, se están retroalimentando, y entonces incluso tienen menos hambre en el cuerpo. Van a notar que si ayunan pero no oran, les va a costar más, porque están más en la carne y menos en el espíritu, en la presencia de Dios.
Para cerrar, yo les aseguro que si ustedes logran desarrollar el hábito de un cuarto secreto, va a ser un antes y un después en su actitud, en la guía que reciban, en la fortaleza, en la paz, en la seguridad, en la estabilidad para con el Señor.
Muchos se vuelven tibios o se alejan de la fe porque no tienen cuarto secreto. El cuarto secreto es una clave para mantenerse firmes y perseverar hasta el final. Sin cuarto secreto, sin tener una relación verdadera con Jesús, muchos no van a resistir; van a caer en el engaño final y van a recibir la marca de la bestia. Y, llegado el momento, Jesús les va a decir: «Nunca los conocí», porque a Jesús se lo conoce en el lugar secreto.
Así que tengan esto en cuenta. No lo tomen a la ligera. Desarróllenlo. Si lo han dejado por un tiempo, vuelvan. Vuelvan, sean insistentes y levanten la bandera por Cristo en ese lugar.
El Señor me muestra ahora que muchos de ustedes se van con la panza llena hoy, recargados, con la pancita llena del agua del Espíritu Santo. ¡Gloria a Dios!