El Señor te bendiga, amada Iglesia, en este 24 de marzo del año 2025.
Hoy el Señor quiere hablarnos acerca de la resistencia que es necesaria para estos últimos días, la resiliencia con la que uno tiene que contar para poder terminar esta carrera. Porque, ciertamente, los golpes van a venir sobre las dos casas: tanto sobre la que está fundada sobre la arena como sobre la que está fundada sobre la roca. La diferencia está en la fe.
El Señor me decía: «Llama a las ovejas, llama a las ovejas a que vengan. Llámalas para que se reúnan, porque tengo pastos verdes para darles. Quiero darles de comer un pasto celestial, un pasto que no contamina, un pasto que las va a sanar y liberar, un pasto que trae libertad y alimenta de verdad».
Así que acá estoy, para la gloria y la honra del Señor, el cual va a pagar a cada cual su recompensa por lo que hizo mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo, como dice la Palabra. No sé por qué, pero me viene a la mente este versículo.
[2 Corintios 5:10 RVR1960] Es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.
Hijitos, dice el Señor, ustedes no se imaginan lo que están pasando los judíos en la tierra de Israel en estos días, y también aquellos que no son judíos, pero viven allí.
Muchos de ustedes no saben lo que es estar bajo guerra. No saben lo que es escuchar alarmas diariamente y tener que ir a refugiarse, y a veces no tener dónde esconderse, no poder llegar a un búnker.
Muchos de ustedes no saben cómo es sentir que el tiempo no alcanza para tomar en brazos a sus niños pequeños y salir corriendo a buscar un lugar donde esconderse de esos misiles que son enviados, sin misericordia y constantemente, contra la tierra de Israel.
Muchos de ustedes viven cómodamente, dice el Señor, y no han pasado por pruebas realmente graves, donde sus vidas y las de sus seres amados están en peligro.
Muchas veces, ustedes se quejan porque el café está frío o porque no tiene el sabor que debería tener. Se quejan porque está nublado, porque va a llover o por otras cosas triviales, y no se imaginan lo que está atravesando el pueblo de Israel desde hace ya más de un año, cuando sufrieron el ataque de Hamás.
Hay una diferencia entre tomar un café bajo presión y tomar un café en comodidad, sin estar bajo peligro. Hay una diferencia entre compartir un almuerzo con la familia sabiendo que lo haces en libertad, sin el peligro constante de perder la vida en cualquier momento, y almorzar con los tuyos sabiendo que, en cualquier momento, puedes perder a esas personas a las que amas tanto.
Ustedes leen en la Palabra todo lo que el pueblo judío ha atravesado, dice el Señor, pero muchas veces no son conscientes de cuántas veces han sufrido ni de la gravedad de lo que han tenido que atravesar. Sin embargo, se han levantado una y otra vez.
El pueblo judío es un ejemplo de resiliencia verdadera, dice el Señor. Ellos realmente han sido pasados por el fuego de muchas maneras: caminando por la cornisa más de una vez, siendo perseguidos, acribillados, aniquilados, exterminados hasta cierto punto, eliminados como ratas, escupidos, sentenciados, esclavizados, usados como reos, burlados y menospreciados.
Aun así, han sabido mantener sus tradiciones. Aun así, todavía están en pie, y nadie ha podido borrarlos de la faz de la tierra.
Todo el mundo habla mal del pueblo judío, dice el Señor, y cuando lo hacen, muchos cristianos no se dan cuenta de que, al mismo tiempo, están hablando mal de Jesús, el Judío de los judíos, el Rey de los judíos.
Ustedes no saben lo que es pasar por todo lo que ha pasado el pueblo judío. No saben verdaderamente lo que es caerse y levantarse mil veces, y, si es necesario, mil y una vez. No saben lo que es que les arranquen a sus hijos de los brazos para no volver a ver sus caras, y aun así decidir levantarse otra vez y seguir peleando.
Resiliencia es lo que necesitan, dice el Señor. La resiliencia es una herramienta con la cual muchos de ustedes no cuentan. Son fáciles y rápidos de vencer y derribar, aun teniendo todo a su alcance.
Pueden acceder a la Biblia, pueden leer la Palabra diariamente, libremente, en el momento que quieran. Todavía pueden congregarse, estar juntos, vivir en comunión, compartir todas las cosas, muchas veces sin pasar necesidad. Aun así, dice el Señor, teniendo todo servido en bandeja en sus vidas, al mínimo golpe se caen.
Sin embargo, los que más dura tienen la vida son los que más resisten, los que más esperan, los que se levantan cada día disfrutando del sol, de la luna, de las estrellas, de las flores, del pasto, del verde, de la vida en general.
Los que están bajo presión son los que más aprenden a amar y a valorar todas las cosas. Son los más agradecidos, y los que saben disfrutar cada segundo del tiempo con el que cuentan.
Pero nosotros, me dice el Señor, los que no hemos pasado por guerras mundiales ni por catástrofes muy grandes, donde muchas vidas se pierden, somos como hijos malcriados. Los que más tenemos somos los que más queremos, y también los que más difícilmente nos levantamos.
Mi pueblo judío en el espíritu tiene que aprender a ser resiliente como el pueblo judío por sangre, dice el Señor. Ciertamente, hay muchas cosas que tengo contra ellos, dice el Señor, pero también hay que aprender de lo bueno que ellos practican.
Hay una terquedad que los caracteriza, dice el Señor, una terquedad que, en cierto aspecto, termina siendo buena y provechosa. Es cierto que son tercos para ver la verdad, pero también son tercos para levantarse, y no es fácil derribarlos, por causa de su determinación.
El Señor me revela en este momento que, en general, una vez que un judío decide algo, es muy difícil hacerlo cambiar de parecer.
Los judíos son un pueblo determinado, un pueblo duro —y la Palabra lo dice en muchos lugares: es un pueblo duro de cerviz—, pero esa dureza también les ha permitido sobrevivir hasta hoy, mantenerse en pie, seguir como pueblo con su identidad, resistir en unidad, aun cuando fueron desparramados sobre toda la tierra.
Ustedes, dice el Señor, los judíos en el espíritu, los que están circuncidados en el corazón, los hijos de Abraham por fe, muchas veces se quejan y hablan mal de los judíos por sangre. Los critican, los tachan, los señalan y los estigmatizan.
Hablan mal de ellos y dicen: «Qué duros que son, qué tercos. ¿Cómo no van a ver?», sin entender que se les ha colocado un velo para que no vean hasta que se cumpla el tiempo de los gentiles; que sus ojos han sido cegados para que no puedan ver la verdad, y para que ustedes sean beneficiados.
Ustedes se quejan de ellos, dice el Señor, pero a la hora de pelear la batalla, ellos resisten mejor que ustedes, aun cuando ustedes lo tienen todo para vencer, y ellos no tienen a Yeshúa como su Salvador. Ustedes deberían ser más fuertes que ellos, me dice el Señor, y no lo son. Son más débiles.
Si a ustedes hoy les cayera un misil, una bomba, dice Dios, no resistirían, y muchos de ustedes quebrarían mentalmente. No sabrían qué hacer, y al día siguiente, en vez de levantarse y seguir con sus vidas, se quedarían tirados en la cama, deprimidos, o terminarían encerrados en un psiquiátrico. Estarían tan traumados que no podrían volver a levantar la ciudad que quedó destruida.
Sin embargo, dice el Señor, ellos —los que son duros, los que son tercos, los que están cegados, los que tienen un velo para que no vean la verdad, porque aún no es su hora— tienen la capacidad de levantarse casi automáticamente de los embates que les vienen.
[2 Corintios 3:14-16 RVR1960] Pero el entendimiento de ellos se embotó; porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado. Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos. Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará.
En vez de criticarlos, dice el Señor, ustedes deberían aprender de la resistencia de ellos. Porque a ustedes, en general —salvo unos pocos, dice el Señor— se los puede bajar fácilmente.
Sin embargo, ellos, por más que han sido rodeados, bombardeados, atacados, invadidos, y destruidos parcialmente muchas veces, todavía siguen en pie y están peleando.
Muchos de ellos han perdido a sus hijos en esas invasiones, en esos ataques, en esas guerras. Han perdido el rastro de su descendencia, dice el Señor. Sin embargo, siguen abrazándose a la vida y decidiendo pelear hasta el final.
Aprendan de ellos, dice el Señor, y sean resilientes, porque contra mi pueblo, el Israel espiritual, es que se vienen los golpes más fuertes. Contra aquellos que no sólo profesan una fe, sino que la practican, contra ellos viene el enemigo: a invadir, a tomar, a secuestrar, a violar, a robar, a destruir, a masacrar.
La persecución no es solamente contra los judíos de sangre, sino también contra los judíos espirituales, y más aún contra aquellos que son los elegidos de Dios en estos últimos días, dice el Señor.
Yo (Noelia) veo ahora, en una visión, a un hombre que se cae y se levanta una y otra vez. Son tantos los golpes que recibe, que en algún momento se vuelven incontables.
Pero este hombre está determinado, y una vez que ha decidido algo, no hay nada que lo pueda mover de esa decisión. Ni se le cruza por la cabeza renunciar a la pelea, por más que sea golpeado una y otra vez.
Está decidido y plantado firme en sus convicciones. Su sí es sí, y su no es no, y no importa lo que tenga que pasar. Está convencido, como si viera lo que aún no puede ver: el final de esa carrera. Está convencido de que la va a terminar.
«Nada me va a frenar. Nadie me puede derribar», piensa este hombre, porque sabe que está en Cristo Jesús, y que Cristo vive dentro de él. Aunque su carne es débil, su espíritu está fuerte en Cristo Jesús, que lo fortalece permanentemente.
Esta es la actitud que tienen que tener ustedes. Tienen que estar resueltos y determinados, 100%, a terminar la carrera y a levantarse, dice el Señor, pase lo que pase, venga lo que venga, sufran lo que sufran.
Yo (Noelia) estoy sabiendo que muchos de ustedes se están haciendo esta pregunta: «¿Dónde estoy yo en este tema? ¿Soy resiliente? ¿Sé levantarme rápido después de un golpe, o me quedo ahí, esperando que suceda un milagro o que algún héroe me rescate de esa situación?».
Muchos de ustedes se están preguntando en sus corazones: «¿Cuánto tardo en levantarme después de un golpe?». Y en este momento algunos están tomando conciencia de que no se levantan rápidamente como el pueblo de Israel, que sale a contraatacar ni bien recibe el primer ataque.
Israel no espera. Cuando los atacan, deciden contraatacar casi instantáneamente.
Pero ustedes, dice el Señor, en vez de contraatacar los golpes del enemigo, se quedan en el piso para ser más golpeados. De esta manera, después les cuesta aún más recuperarse y levantarse, porque se dejaron golpear más de la cuenta.
Muchos de ustedes no son tenaces; son débiles y fáciles de quebrantar.
Sean como un boxeador que, a veces, le gana al oponente —aunque tenga más fuerza y entrenamiento— porque está decidido a resistir, dice el Señor.
Yo (Noelia) estoy viendo una pelea de boxeo, y uno de los dos boxeadores es tremendamente fuerte y está más entrenado que el otro, pero no está tan determinado a resistir hasta el final y ganar.
Para el que no está tan entrenado ni es tan fuerte, es una cuestión de honor resistir hasta el final, dice el Señor, porque no quiere rendirse antes y quedar en vergüenza.
Por más que quizás sabe que el otro le va a ganar, está determinado a resistir, pase lo que pase, venga lo que venga, duelan lo que duelan los golpes. Él mismo se está probando, para ver hasta dónde es capaz de ir, por más que el contrincante tenga la fuerza que tenga, y quizás lo esté superando.
Además de eso, me dice el Señor ahora, algunos boxeadores ganan por causa de la determinación, y no por la fuerza o el entrenamiento que tienen. Porque hay una parte física y una parte mental.
Muchos de ustedes están fuertes en lo físico, dice Dios, pero no en la mente. Y el diablo lo sabe. Por eso no viene por sus cuerpos, sino por sus mentes, por la parte emocional, por la parte de los deseos.
¿Qué es lo que quieren, lo que desean? ¿Dónde está su debilidad? El diablo busca la debilidad de cada uno de nosotros y va a apretar exactamente ese punto rojo en nuestras almas.
¿Qué es lo que más amas? ¿Qué es lo que más te dolería si te lo quitara? ¿Qué es lo que menos quisieras que te pase? Eso es lo que el diablo va a intentar hacer en tu vida.
Por lo tanto, lo que tenemos que hacer es revisar dónde están nuestras debilidades, esas que no nos permiten resistir y contraatacar, las que al primer golpe nos dejan tirados en el piso durante tanto tiempo.
¿Qué es lo que más nos cuesta? Tenemos que examinar nuestras áreas frágiles, me dice el Señor, porque si esas debilidades fluyen libremente o las dejamos crecer, no vamos a poder ser resilientes como el pueblo de Israel.
Piensen, hijitos, dice el Señor, piensen y fortalezcan esas partes débiles en sus almas, en sus vidas, en sus hogares, para que, cuando el enemigo intente golpearlos por ese lado, no encuentre la respuesta que esperaba y no pueda derribarlos.
Los golpes van a venir, pero recibir golpes no significa que uno tenga que ser derribado.
Oh, hijitos, vienen golpes y golpes contra el mundo, dice el Señor. Y yo (Noelia) estoy viendo bombas que caen en Europa. Vienen golpes a Europa, dice el Señor. Hay bombas que van a explotar.
Este es un llamado para los que están allí a que se preparen, dice Dios. Van a tener que aprender a ser resilientes, porque más guerra viene a Europa.
Muchos de mis hijos no han vivido estas cosas, porque pertenecen a una generación más joven que la de sus abuelos, que sí vivieron las guerras mundiales. Esta nueva generación va a tener que aprender a ser resiliente por causa de lo que viene sobre Europa, porque a Europa le viene la ruina, repite el Señor.
Yo (Noelia) veo división, una tremenda división entre los países europeos, y el desarme de coaliciones que existían desde hace mucho tiempo. Veo ataques nucleares. Es nación contra nación, y está escrito en Mateo 24.
Este es el tiempo de la separación del trigo y la cizaña. Y una de las formas en que se va a manifestar quién es trigo y quién es cizaña es a través de pruebas como este tipo de guerras, donde se van a utilizar armas de exterminio en masa, y muchas casas no van a resistir los impactos.
El Señor me revela que se están construyendo nuevamente búnkers en países de Europa donde se había dejado de hacerlo. Los presidentes están levantando el escudo ahora. Quieren proteger sus países, construir búnkers y levantar murallas.
Dios me muestra que algunos están pensando en colocar muros en sus límites. Hay países que ya cuentan con un sistema de búnkers, y hay otros que no han sido precavidos en esta área, que se confiaron y creyeron que esto ya no volvería a suceder.
Pero ahora, al ver que hay amenazas y rumores de guerra, quieren crear lugares de refugio y enseñar a sus habitantes cómo reaccionar, cómo defenderse, qué hacer en caso de guerra.
Sin embargo, espiritualmente hablando, mi gente no lo hace, dice el Señor. Mi gente no tiene un búnker espiritual, que es Cristo Jesús. Mi gente no sabe dónde refugiarse cuando se encuentra con problemas.
Los países se están armando y buscando maneras de protegerse ante las amenazas y los ataques externos, pero mi pueblo no. Hasta los que son del mundo saben resistir más los ataques, contraatacar y defenderse, que los que son de la fe de Cristo Jesús.
Ármense ustedes también, dice el Señor, ármense hasta los dientes y determínense como un soldado que va a la guerra, sabiendo que quizás pierde la vida, pero no le importa, porque también sabe que es un sacrificio por su país.
Está determinado hasta el final y no se entremezcla con los negocios de la vida, con el entretenimiento. Él sabe que hay una posibilidad de que no vuelva de esa guerra. Sin embargo, igualmente está determinado a pelear hasta el final por su país.
De la misma manera, ustedes tienen que determinarse a pelear por el nombre de Cristo Jesús hasta el final, dice el Señor, hasta que obtengan el trofeo. Sean determinados, dice el Señor, y levántense ahora.
Yo (Noelia) estoy viendo a muchos de ustedes en el piso, llorando, amargados y deprimidos.
Levántate y pelea, te dice el Señor. Toma las armas de la luz, ponte la armadura de Dios y dale batalla a lo que te está atacando.
Sé como el pueblo de Israel, que no se deja vencer fácilmente. Las naciones de la tierra saben que, si van a atacar a Israel, es muy posible que haya un precio muy grande que pagar por esa decisión.
Hazle saber al enemigo que va a haber un precio muy alto que tendrá que pagar por haberte atacado, dice el Señor. Que no se la va a llevar fácil, que no sabe con quién se metió y que eres más terco que el pueblo de Israel.
Resiste, dice el Señor. Pon tu frente como diamante y dile al enemigo en este momento: «No importa los dardos que me envíes. Cuanto más dardos me envíes, más alto voy a levantar el escudo de la fe para defenderme. Más fuerte me voy a volver, porque ese fuego de tus flechas va a alimentar el fuego que hay en mí, y mi hoguera será cada vez más alta.»
Entiendan quiénes son, dice el Señor. Mi pueblo judío por sangre sabe quiénes son. Aunque la mayoría de ellos no creen en Jesucristo, por causa del velo que todavía tienen, que no les permite reconocerlo, ellos mantienen su identidad y saben quiénes son.
Saben de dónde vienen y cuáles son sus raíces. Saben defenderse y tienen experiencia en el dolor, en la aflicción, en el sufrimiento, en el abatimiento, y aún así se mantienen de pie. Son como un árbol viejo que tiene raíces muy profundas y que es difícil de talar o arrancar, que es difícil de quitar de ahí.
Así es el pueblo judío, así es este olivo del Señor, y así tenemos que ser nosotros, me dice Dios: volvernos fuertes y difíciles de derribar, como un árbol que ha pasado por todo tipo de tempestades: lluvia, viento, huracanes, ciclones, tornados. Quizás sus ramas pueden ser arrancadas, pero no es fácil arrancarlo de la raíz, porque son tan profundas que es necesaria una fuerza descomunal para poder tener éxito.
Así debería ser nuestra fe, dice el Señor, que cuando el enemigo venga a tratar de talarnos, se encuentre con un árbol duro de cortar. Que cuando el enemigo venga a arrancarnos, se encuentre con que es más difícil de lo que creía, con un olivo difícil de arrancar, cuyas raíces son más profundas de lo que se veía, dice el Señor, un olivo que persista para siempre.
Amados míos, dice el Señor Jesús, los amo con amor entrañable. Yo soy su fuerza. Yo soy la clave de la resistencia. Yo soy el que levanta al caído, pero la velocidad con la que los levanto depende de qué tan rápido quieran ustedes tomarse de mi mano cuando están en el suelo.
Yo soy el que, cuando están en el piso, llama a sus espíritus a que se vuelvan a levantar, dice el Señor. Yo soy el que vuelve a llenar sus vasos cuando se sienten vacíos. Yo soy el que pone en marcha sus autos cuando se apagan los motores. Yo soy el que llena el tanque con nafta cuando se sienten secos.
Yo soy la columna de la cual ustedes tienen que abrazarse cuando todo a su alrededor se agite. Yo soy el que les puede dar la fuerza interna cuando se sientan totalmente quebrados. Yo soy el que restauro las almas que se han fragmentado. Yo soy el que llama de los cuatro vientos a los pedazos de sus almas para que vuelvan a unirse en uno.
En mí está la resistencia, dice el Señor. En mí está la perseverancia. Si me creen y son mansos a mi voz y no se me resisten, no hay nada que los pueda hacer fracasar. Sí, les va a doler. Sí, les va a costar. A veces quizás van a quedar heridas por esos golpes, por esas cortaduras, por esos ataques. Pero no hay nada que mi mano no pueda sanar y restaurar.
Yo soy la salida, dice Jesús. Yo soy la puerta. Yo soy la luz que los puede sacar de esa oscuridad profunda en la que ustedes sienten que están. Tan solo deben clamar.
¿Saben a quién clamó José cuando estaba en el pozo? A Dios.
Yo (Noelia) creo que esto no está escrito en la Biblia, pero el Espíritu Santo me lo está revelando ahora. Al igual que David, José puso a Dios en primer lugar, y cuando estaba en ese pozo, casi sin esperanzas de vivir, él levantó los ojos y llamó a Jehová para que lo salve de esa situación.
Así, dice Dios, José aprendió a valorar más su vida. Antes de eso, estaba cómodo. Tenía todo lo que necesitaba. Tenía el favor de su padre. Estaba bendecido y agraciado.
Pero cuando las cosas se pusieron mal —cuando fue vendido por sus hermanos, cuando fue acusado injustamente y metido en la cárcel, cuando interpretó los sueños del copero y del panadero del faraón y fue olvidado—, José aprendió a valorar su vida y realmente a caminar por fe.
La fe de José creció por medio de esas cosas, y él aprendió a levantarse una y otra vez. Golpe tras golpe le vino a José, y él aprendió a ser resiliente.
Ahí recordó todas las enseñanzas de su padre y de sus antepasados, dice el Señor, y entendió muchas cosas a través de vivir esas situaciones.
Cada prueba que ustedes pasen les sirve para salir más fuertes que antes, dice Dios, para ser más resistentes que antes de haberlas vivido.
Cada marca que un ataque les ha dejado, cuando ustedes vuelvan a mirarla en el futuro, les va a recordar que lo sobrevivieron.
Cada marca que ustedes tienen por causa de los dolores que han pasado por causa de mí tiene que recordarles que aún están de pie y que aún hay esperanza para la victoria.
Amados míos, dice Dios, oren por el pueblo de Israel, porque orando por ellos, esa oración será como un boomerang que vuelva para ustedes y los ayude a ustedes mismos a resistir y a ser resilientes como ellos son.
Oren por ellos, dice el Señor, por los convertidos y por los no convertidos, por los judíos y por los no judíos que viven en Israel, porque al orar, muchos de ustedes van a recibir y experimentar en sus propios cuerpos, almas y espíritus lo que ellos están pasando.
Al interceder por ellos, algunos de ustedes van a poder experimentar en ustedes mismos lo que les sucede a ellos. Van a ponerse en sus zapatos para poder entenderlos mejor, y así la oración será más eficiente.
No es lo mismo orar por alguien sin haber pasado por las cosas por las que esta persona ha pasado, que interceder por alguien cuando uno ha vivido lo mismo o cuando el Señor pone en tu espíritu el mismo sentir que esa persona siente: el mismo dolor, el mismo sufrimiento, la misma angustia, desesperación, impotencia, o lo que sea.
Oren y no dejen de orar por ellos, dice el Señor. No se enfríen, porque esto no ha terminado y más ataques vienen a Israel, ataques nocturnos.
Muchos de ellos no pueden dormir ni descansar bien, dice el Señor, temiendo que un misil les caiga en sus cabezas. Es difícil hasta descansar para los que viven en Israel.
No se olviden de ellos, dice el Señor. Oren por la economía israelí, oren por sus fronteras, oren por su defensa, porque el que los bendiga, Yo también voy a bendecirlos.
Alabado sea el Señor. Gracias, Dios, santo, santo, santo, Rey de Israel, Rey de gloria y majestad.
Yo (Noelia) imparto lo que estoy recibiendo en este momento. Imparto fuerza y determinación guerrera. Por la guía del Espíritu, imparto ahora esta ceguera que se siente cuando uno está tan determinado y decidido a hacer algo que está como ciego a lo que pasa y a los problemas, que casi ni se da cuenta de lo que sucede en el camino, porque tiene su mirada directamente en la victoria, en el final.
Esto es lo que Dios me dice que estoy recibiendo en este momento y que lo imparto a ustedes en el nombre de Jesús. Imparto también ganas de batallar, sabiduría celestial para la batalla, determinación y fuerza espiritual.
Muchas veces tienen que estar en silencio, dice el Señor, y les hacen falta momentos de silencio para escuchar a Dios. Porque una sola palabra que Dios les hable tiene el poder de levantarlos del piso. Aprendan a escucharme, dice el Señor.
Ustedes pueden ganar, porque Yo ya tuve la victoria.
Todo fuego, Señor, enciéndelo en este momento en ellos. Imparto ahora armas espirituales.
No dejen de ayunar, dice Dios, no dejen de orar, y no se olviden de que son hijos del Rey.
Yo (Noelia) veo ahora en una visión la torre de Babel. El pueblo de Dios necesita la unión que los constructores de la torre de Babel tenían, dice el Señor. Para muchas otras cosas estaban divididos, pero para construir una misma torre, con la idea de que llegara al cielo, se pusieron de acuerdo.
Esto es un tipo de unión muy rara de encontrar. Es muy escasa. La unión hace la fuerza, dice el Señor, y muchos de ustedes se sienten débiles y no pueden levantarse porque no están unidos con nada ni con nadie, porque están solos.
Pero no están solos porque Dios los haya llamado a estar solos por un tiempo, sino porque detestan a las personas, porque no quieren estar acompañados, porque no quieren problemas con los demás, porque están cansados de las traiciones y del rechazo.
Si ustedes quieren que sus casas se levanten como una torre fuerte que llega hasta el cielo, necesitan estar en unión con otras personas, con sus familias, con sus hermanos en la fe.
Muchos de ustedes no están en ninguna red cristiana de ningún tipo, espiritualmente hablando. Yo (Noelia) los veo sueltos, y el Señor me dice que formen una red alrededor de sus vidas que los sostenga, porque muchas veces van a necesitar pedir oración, ministración, el consejo de un pastor, una oración de liberación, o una unción de sanidad de parte de otra persona, y sin esto, es muy difícil resistir.
Oren sobre esto, porque sé que hay muchos que están solos en sus vidas espirituales y no cuentan con nadie. Pídanle a Dios que les envíe hermanos y amigos cristianos que estan en un mismo sentir, en un mismo espíritu, y con los cuales puedan orar, leer la Biblia y compartir la palabra. Busquen grupos o algún lugar que les haga bien, para que su fe crezca y no mengue.
Esto es un consejo que Dios está dando porque muchos de ustedes están débiles y no pueden levantarse fácilmente de los golpes por esta causa: porque cuando están mal, no piden oración a nadie, no reciben consejo de ninguno, y creen que se van a levantar solos. Esto no es bíblico, porque somos un cuerpo, no miembros aislados.
El Espíritu me está indicando que estudien sobre el significado de la palabra «resiliencia», que busquen estudios bíblicos sobre este tema y que profundicen en la Biblia sobre esto. Pidan la guía del Espíritu Santo para que encuentren hermanos que enseñen sobre cómo ser resilientes, qué significa la palabra «resiliencia», cuáles son los ejemplos bíblicos de resiliencia y todo lo que respecta a esta área.
Esto es clave para resistir los embates y los golpes fuertes de los últimos días.