En este mensaje, el Señor quiere hablar a su pueblo porque lo ama y quiere traer un mensaje de esperanza.
Mientras estaba en oración, el Espíritu Santo me traía el capítulo 26 de Isaías, que les animo a leer por completo, porque habla sobre estos tiempos. Pero específicamente, lo que yo escuchaba del Espíritu Santo es:
[Isaías 26:20 RVR1960] Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tras ti tus puertas; escóndete un poquito, por un momento, en tanto que pasa la indignación.
El Espíritu Santo empezaba a hablarme y a decirme que no todo son malas noticias, que el pueblo tiene que entender lo que Dios está haciendo a través de las cosas terribles que están pasando y de lo que Él ha avisado que iba a pasar. Nosotros estamos en su mano, y de eso quiere hablar Dios en esta transmisión, trayendo un mensaje de esperanza. Mientras pasa la nube de indignación sobre la tierra, nosotros estamos en su mano y tenemos que guardarnos bajo sus alas, me decía el Señor. Tenemos que confiar en Él y descansar en Él.
Padre, te damos gracias por este momento, porque ya comienzo a sentir en mi espíritu que se eleva la llama de tu Espíritu Santo. Gracias, Señor, porque ya empiezo a saborear tus palabras en mi boca. Ya siento mi vientre lleno. Es como si ya me hubieras dado de ese rollo profético para comer, y ya lo puedo sentir en mi vientre. Estoy llena de tus palabras proféticas, Señor, para darle de comer a un pueblo desesperado.
En esta noche, el Espíritu Santo me hace saber que va a acariciar las espaldas de muchos y que les va a abrir el entendimiento para que sepan que todo tiene una razón de ser, un propósito. Ese propósito es la purificación de su pueblo, y mientras todos esos juicios que están profetizados en la Biblia sigan cayendo sobre la tierra por causa de su justicia, sobre nosotros brillará su luz. Sobre nosotros habrá un techo de protección.
Cuando caiga esa lluvia, hijitos, dice el Señor, todos ustedes, los que no se desvíen, estarán cubiertos bajo mi mano protectora.
Yo (Noelia) estoy viendo en una visión a una persona que se esconde en una cueva, porque la tormenta que hay afuera es tan grande que, si se queda expuesta a ese aventón, sabe que no lo va a poder resistir. Es una tormenta terrible, donde cae lluvia, cae granizo, caen piedras, y viene un viento recio que lo vuela todo. Hasta los árboles desarraiga del suelo y los destroza.
Apenas comienza esta tormenta, la persona corre a esconderse en una cueva y se acurruca. Se hace una bolita, como cuando alguien tiene miedo y se esconde, huyendo del peligro.
Así es este tiempo, me dice el Señor. Mi pueblo tiene que resguardarse en mí. Yo soy esa cueva, dice el Padre. Yo soy tu refugio. Yo soy tu protección. No hay ningún otro lugar que pueda guardarte de lo que viene. No hay ningún otro techo que pueda resistir las piedras que van a caer sobre él.
Hijitos, tengan esperanza, dice el Señor, porque es cierto que cosas terribles vienen sobre la tierra, pero también es cierto que voy a guardar a mi pueblo durante esa prueba. Ustedes no van a sufrir por causa de la injusticia, dice el Señor, sino que van a ser refinados a través de las cosas que vienen. Van a brillar más. Van a ir a una gloria mayor al pasar por esas cosas.
Pero no dejen que los domine el miedo, dice el Padre. No le den al enemigo lo que él quiere. Pónganme a mí como su torre fuerte, como su castillo, en el cual deben entrar, cubrir todas las ventanas y sellar todas las puertas, mientras el turbión pase por afuera.
Hijitos, Yo soy su refugio, repite Dios. Yo soy el único que puede guardarlos de todo lo que viene. Los estoy probando para ver si realmente confían en mí. Las rodillas de muchos de ustedes ya están temblando. Tienen miedo. Sus espíritus se quiebran, dice el Señor, pero es porque no confían en mí.
Recuerden que soy un Dios poderoso, que tengo la mano extendida sobre mi pueblo. Yo soy el que los guía, dice Dios. Yo soy el que los lleva. Yo soy el que los sostiene. Soy un Dios que todo lo puede, dice el Señor. No hay nada imposible para mí. Pero ustedes deben poner su confianza en mí y entender que, si su fe no crece en vez de menguar, si no aprenden verdaderamente a confiar en mí al 100%, de todo corazón, van a sufrir más de lo que deberían sufrir.
Es cierto que, hasta un punto, las aflicciones son necesarias para poder refinarlos. Ese fuego de la prueba a veces tiene que ser elevado para sacar impurezas mayores en ustedes. El sufrimiento muchas veces es inevitable, dice el Señor, y hasta es recomendable en los míos.
Pero muchos de ustedes están sufriendo más de la cuenta, más de lo recomendable, más de lo esperable, y no es por el dolor del fuego de la prueba o de la refinación, sino porque su confianza en mí es escasa, dice Dios. Ustedes tienen que apostarlo todo en mí, dice el Señor.
Yo (Noelia) estoy sabiendo que cuando el Señor utiliza esta palabra de apostar no se refiere a juegos, sino que lo dice en el sentido de confiar todas tus cosas a Él. Todas las personas a las que amas, confiárselas a Él. Todas las situaciones por las cuales estés pasando, entregárselas a Él para que Él haga en su soberanía todo lo que tenga que hacer con ellas.
Yo le pongo un límite al sufrimiento de ustedes, dice el Señor. No es parte de mi plan que ustedes sufran ilimitadamente, pero hay distintos tipos de sufrimientos. Hay sufrimientos convenientes y hay sufrimientos inconvenientes.
El sufrimiento conveniente es una herramienta que Yo utilizo a su favor, dice el Señor, para sacar lo mejor de ustedes y para quitar lo peor de ustedes. Pero el sufrimiento inconveniente es el que está fuera de mi plan profético para sus vidas. Es un sufrimiento diabólico, un sufrimiento mentiroso, un sufrimiento extra que se agrega al sufrimiento conveniente para sus vidas.
En eso, dice el Señor, son ustedes los que tienen que discernir hasta dónde les es lícito sufrir y en qué punto le están dando lugar al diablo.
Amigos míos, dice el Señor, realmente los estoy guardando, como cuando uno va caminando bajo una lluvia tempestuosa y su compañero, que es más fuerte, lo cubre con un paraguas. Yo soy el paraguas de ustedes, dice el Señor. Yo soy su resguardo. Yo soy la columna a la que deben abrazarse. De mi mano es de la que tienen que tomarse.
Amados míos, a mí tienen que venir para que los abrace, dice el Señor. Yo soy el lugar donde ustedes se pueden volver a recargar.
Yo (Noelia) estoy viendo ahora un teléfono que se enchufa. El cargador se conecta en el enchufe de la pared. Y el Señor me dice que Él es ese enchufe en la pared. Él es la fuente de la energía que puede renovarte.
No hay nada que esté muerto que Yo no pueda resucitar, dice el Señor. No hay nadie que hoy no esté salvo que Yo no pueda salvar, porque mi poder es extremo, mi bondad incomprensible para la mente humana y mi misericordia se extiende sin límites.
Yo (Noelia) escucho y veo la misericordia como algo largo y extenso, que se prolonga sin interrupción. Es como si se extendiera indefinidamente, sin cortarse, al igual que la paciencia de Dios.
Tranquilícense, dice el Señor, porque Yo no soy de esos que pierden los estribos por cualquier mínimo detalle que ustedes hacen mal. Yo no soy de aquellos que castigan al primer error que ustedes cometen. Soy un padre paciente. Y yo (Noelia) escucho la palabra «longevo».
Soy como un anciano que tiene muchos días y que ha aprendido a esperar pacientemente, que ha aprendido a perdonar rápidamente, como esa persona que ya vivió tantos años y no se enoja por cualquier cosa, porque está llena de sabiduría, y la sabiduría es la que le da paciencia, la que le aconseja que perdone muchas veces y cada vez más rápido.
La sabiduría que ha ganado le hace entender que la otra persona está en un proceso en el cual tiene que aprender y que hay que esperarla, hay que ayudarla, y a veces hay que levantarla. Yo no soy de aquellos que a la primera aplica la vara, dice el Señor.
Hijitos, entiendan que, para resistir la tempestad que viene, deberán refugiarse en su Salvador, porque para eso también se entregó Jesús en la cruz del Calvario. No solo para salvar sus almas, no solo para que obtengan la vida eterna a través de ese sacrificio, sino también para que puedan resistir los dolores de parto y las situaciones extremas de los últimos días.
No están solos, dice el Señor. Estoy con ustedes, pero si no creen que estoy con ustedes y le creen al diablo, que les dice lo contrario, entonces sí se les va a complicar resistir. Porque cuando ustedes le creen a él y no a mí, dice el Señor, es lo mismo que soltarse de mi mano y tomarse de la mano de él.
Tienen que callar las voces del enemigo en sus mentes y creer lo que Yo digo, dice el Señor; repetir lo que está escrito, declarar lo que ya he hablado.
Ustedes son míos, me pertenecen, dice el Señor. Los he comprado con precio de sangre. He sangrado para obtenerlos. Me entregué por propia decisión, por propia voluntad, sin que nadie me haya obligado, dice el Señor. Yo tenía la potestad de decir que no, pero dije que sí, dice Jesús. Decidí sufrir para obtenerlos.
¿Cómo pueden pensar que los puedo soltar de la mano tan fácilmente, habiendo pagado un precio tan alto, el más alto que se pueda imaginar, con sangre inocente? ¿Ustedes piensan que, después de haber pasado lo que pasé para tenerlos en mi mano, para que sean míos, los voy a dejar ir tan fácilmente?
Yo no soy como los hombres, dice el Señor. Lo que prometo, lo hago. Lo que digo, lo cumplo, porque soy fiel y perfecto.
Amados míos, dice Jesús, Yo soy el Rey que viene, el Rey que cabalga sobre las nubes, el Rey que todo lo ve, el soberano de las naciones. Y las naciones se preparan para mi venida. Los países están inquietos porque Yo vengo, dice Jesús.
Hasta los gobernantes tienen un sentir de que algo difícil está por venir. Hasta los gobernantes de la tierra sienten estos dolores de parto en sus propios vientres y tienen una urgencia en sus espíritus de que tienen que moverse y hacer lo que piensan que deben hacer, porque hasta sus conciencias les avisan que las cosas no se van a quedar como están, que se viene la hecatombe mundial, donde el mundo se va a dar vuelta completamente.
Hasta ellos tienen un sentir profético de que las cosas no se van a quedar como están. Inclusive, varios presidentes de las naciones hoy en día creen en Dios, creen en Jesús, y algunos de ellos, me revela el Espíritu Santo, hablan con Dios, tienen esperanza, tienen fe y hacen algo, lo que ellos piensan que deben hacer, para no quedarse quietos.
Hasta ellos intentan participar en el plan profético de Dios. Hasta los gobernantes de las naciones, dice el Señor, a veces tienen más fe que mis hijos. Hasta los gobernantes de las naciones se mueven más que mis hijos.
Por más que cometan errores, por más que no sepan escucharme, por más que no estén completamente limpios, por más que no me pertenezcan, dice Jesús, igualmente tratan de hacer algo y no quedarse quietos, porque saben que este es un tiempo de moverse. Ellos no pierden la esperanza, no se quedan inactivos, no tiran la toalla. Pero mis hijos sí, dice el Señor.
Hijitos, no sean vasos vacíos de esperanza. Llénense en este momento de fe para seguir. Créanme a mí, dice el Señor. Les estoy hablando sin cesar para que no pierdan esa esperanza.
No se frustren. Avancen, dice el Señor. Arreglen lo que tengan que arreglar y luego avancen. No renuncien al camino de la fe. Están escuchando más lo malo que lo bueno, dice el Señor. Le están prestando atención a lo que ven sus ojos físicos y no a lo que les estoy mostrando por fe, a sus ojos espirituales.
Muchos de ustedes se dejan llevar por lo que ven, y lo que se ve, en su mayoría, no es bueno, no es fácil. Pero se están concentrando en eso, dice el Señor, olvidándose del porqué, olvidándose del propósito, olvidándose de la razón y de que tengo un plan de redención donde ustedes están incluidos.
Levántense en este momento y créanme a mí, dice el Señor. Afilen la espada de la Palabra y úsenla para defenderse de las mentiras que el diablo les habla en sus oídos, haciéndoles creer que sus vidas no valen la pena, que no van a poder terminar la carrera de la fe, que no sirven para nada, que no me agradan, que no los amo. Son mentiras del diablo que tienen que cortar, dice el Señor.
Este es un mensaje de esperanza, dice Jesús, porque Yo vencí primero, para que ustedes venzan después. Recapaciten y recuerden esas palabras que hablé desde los tiempos antiguos. Yo dije que estaría con ustedes hasta el fin, dice Jesús. Créanme, hijitos.
Yo (Noelia) estoy sabiendo que muchos de ustedes quieren renunciar al camino de la fe, quieren tirar la toalla, quieren volverse al mundo. Lo están pensando seriamente. Y ahora puedo sentir en mí lo que el Señor Jesús siente por ustedes. Él está desesperado por no perderlos.
No, no te vayas, dice Jesús. Eres mío. Me perteneces a mí. No quiero que caigas en las manos del lobo, que te va a destrozar. No caigas en esa trampa. No pises esa trampa de la tentación. No hay nada que el mundo te pueda ofrecer para que estés bien. Solo yo tengo la vida eterna. ¿A quién vas a ir sino a mí? Yo soy tu único salvador.
No te vayas, no lo hagas, te dice el Señor. Ven cerca mío y apoya tu cabeza en mi hombro, como cuando mi discípulo amado apoyó su cabeza en mi hombro. No te vayas, te dice el Señor. Te amo tanto, tanto.
Yo (Noelia) veo que el Señor trata de rodearte por todos lados, para que no te vayas ni por la izquierda, ni por la derecha, ni para adelante, ni para atrás, que no puedas salirte de su redil. Hace todo lo que puede.
Te manda personas, te manda mensajes, te habla por sueños. Te busca y te advierte por las buenas y por las malas. Usa todas las cartas que tiene para tratar de atraer tu atención y que no te desvíes del camino.
No quiero verte quebrado, te dice el Señor, no quiero verte arruinado. Y si fuera el caso que realmente te vas, cuando vuelvas, igualmente te voy a estar esperando. Pero vas a volver todo mordido por los perros.
Te van a lastimar. No te van a cuidar como lo hago yo, dice Jesús. No te van a vestir, no te van a dar de comer, no te van a levantar cada vez que te caigas. Al contrario, te van a pisar cuando estés en el piso, dice el Señor. Aquellos que hoy dicen que son tus amigos se van a volver tus enemigos, porque solo quieren usarte para divertirse por un tiempo.
Amados míos, no lo hagan. No lo hagan, dice el Señor.
Yo (Noelia) veo a Jesús con brazos enormes y largos, queriendo abrazar a todos al mismo tiempo y contenernos para que no salgamos de su área de protección.
Lo que viene es muy feo, hijitos, dice el Señor. Pero ustedes, los que confían en mí, van a estar guardados bajo mi sombra.
Todo el que venga y quiera tocar mi manto, como hizo la mujer que tenía la pérdida de sangre por tantos años, no lo voy a echar afuera. No importa de qué nación sea, en qué religión haya estado, qué pecado haya cometido. Yo lo voy a perdonar.
Hoy te vuelvo a llamar, dice Jesús. Porque se van a derramar juicios terribles sobre la tierra por causa del pecado del hombre y para que se cumpla el plan profético de redención de todas las cosas, y la tierra, que está caída, sea levantada. Y para poder resistir a esos juicios, dice el Señor, tienes que venir a mí.
Yo (Noelia) estoy viendo distintos refugios en la tierra. Son como torres colocadas en distintos puntos de la tierra, donde los hijos de Dios, los entendidos, los que escuchan el llamado a refugiarse en Él, corren para protegerse. Son resguardos.
En este mensaje de esperanza de hoy, Dios dice que, aunque las noticias que se escuchen no van a ser buenas o esperanzadoras, siempre va a haber un lugar para que nosotros nos refugiemos en Él.
Pero los malos, los injustos, los pecadores que no quieran arrepentirse, que rechacen a Dios, al mensaje de esperanza y de salvación, los que no quieran escuchar que hay un Mesías que también vino por ellos, los que desechen al Santo de Israel, mientras ellos sufren el juicio que viene sobre las naciones, sus hijos serán guardados. Sus hijos estarán cubiertos.
Mientras ellos tengan hambre, sus hijos tendrán qué comer. Mientras ellos anden como huérfanos y nómadas en la tierra, sus hijos tendrán dónde dormir. Mientras ellos tengan el corazón vacío, sin esperanza de nada, sus hijos serán como vasos llenos de esperanza. Mientras los inicuos caminen en oscuridad, mientras esos juicios se desparramen sobre la tierra, sus hijos andarán en la luz y sabrán lo que viene.
¿Y qué hacer mientras eso sucede? Los inicuos que no quieran arrepentirse y que son como cerdos que se gozan revolcándose en el lodo sucio, lo único que van a poder escuchar será la voz del diablo, la voz de su amo, diciéndoles que llegó su fin, que no van a poder resistir, que están solos, que no hay salvación ni esperanza para ellos.
Pero los hijos de Dios, los justos, los santos, los lavados, los santificados en Él, van a escuchar la voz de Dios, que los va a guiar, que los va a levantar, que los va a restaurar, que les va a hablar continuamente. Sus ovejas van a escuchar su voz y lo van a seguir en medio de tanta desolación.
El Señor va a hacer una diferencia entre el justo y el injusto, entre el que busca a Dios y el que no lo busca, porque esa es su justicia. Y el que no crea esto va a sufrir por demás. Va a sufrir en una medida en la que el Señor no tenía planeado que sufra.
Ustedes eligen, dice el Señor, si creer en lo que les digo o creerle al enemigo. Eligen si creerle a las noticias o creerme a mí cuando las noticias les digan, por ejemplo, que se desata la tercera guerra mundial, que ciertos alimentos comienzan a escasear y a desaparecer de las góndolas de los supermercados, que las medicinas ya no pueden producirse por causa de la crisis económica mundial que viene; cuando anuncien que una nueva pandemia se ha desparramado por la tierra, matando a millones de personas, que los hospitales están colapsados y los cementerios ya no alcanzan para la cantidad de muertos.
Mientras todo esto sucede y las noticias lo repiten, ustedes deben elegir: creer lo que dicen los noticieros o creerme a mí; creer que están guardados en mi mano, que Yo estoy con ustedes, que no los he dejado, que tengo un plan perfecto para sus vidas, que todo lo que me están pidiendo está en mis manos, que estoy escuchando sus oraciones y que no me he apartado de su lado.
Ustedes tienen que elegir a quién le van a creer, dice el Señor, porque no estoy diciendo que estas cosas no vayan a venir. Estoy diciendo que, mientras vengan, ustedes tienen que refugiarse en mí y aprender a confiar en su Dios. Los amo, dice el Señor.
Yo (Noelia) estoy viendo que ustedes son como vasos que estaban vacíos de esperanza, pero que, mientras hablo proféticamente, empiezan a llenarse nuevamente. Necesitaban una palabra de aliento entre tantas palabras proféticas fuertes que sacuden sus espíritus y los ponen en alerta. Esta palabra es como un descanso hoy para sus espíritus, como un oasis donde uno encuentra un tiempo de refresco para después poder seguir adelante.
Busquen su identidad, dice el Señor. Entiendan quiénes son, porque ustedes son míos y no del enemigo, si eligen permanecer en mí. Cuando sus espíritus se sientan secos, Yo los voy a hidratar. Cuando necesiten una palabra, Yo se las voy a dar. Cuando estén en el punto más crítico de sus vidas, Yo les voy a dar esa fe que necesiten para superar esas cosas sobrenaturalmente, porque soy un Dios poderoso y me complace ayudar a los míos.
Ustedes no son una molestia para mí, dice el Señor.
Yo (Noelia) estoy viendo que algunos de ustedes piensan que buscar a Dios todo el día o hablarle constantemente le molesta al Señor. A veces son inseguros.
Dios dice que Él se goza en la compañía de ustedes, que le gusta escuchar sus oraciones, que Él no se aburre como nosotros, que espera cada día escuchar nuestras voces. Y no solo las espera, sino que, cuando las escucha, las disfruta.
Siendo Él tan grande, tan poderoso, tan indescriptible, tan vasto, tan inescrutable, como dice la Biblia, está tan lleno de amor que disfruta de cada uno de sus pequeñitos. Cada uno de ellos le trae una alegría distinta. Él nos extraña cuando pasan días y no vamos a su presencia, no le hablamos, no le consultamos, no le preguntamos, no lo adoramos.
Es como alguien que tiene una relación con nosotros y, al ver que nos alejamos un poco, nos llama por teléfono: «¿Dónde estás? Quiero verte. Te extraño».
El Señor anhela a sus hijos. Nosotros somos su pueblo, y cada uno es importante. Cuando falta uno solo que no está cerca de Él, ya manda a sus ángeles para ver qué pasó: «¿Por qué no está cerca mío tal persona? Fíjense qué ha pasado con este hijo o esta hija, que hace rato que no lo escucho, hace rato que no lo veo cerca mío. Quiero saber qué pasa con él».
El Señor se preocupa por cada uno de nosotros en un nivel que no podemos imaginar. Él nos ama, nos anhela. Es como si fuéramos parte de su plenitud, como si lo completáramos, aunque Él ya está completo. Estoy tratando de expresar lo que el Espíritu Santo me hace sentir o entender con las palabras que se pueden, porque a veces es difícil explicar con palabras lo que el Señor revela.
Es como si nosotros fuéramos parte de Él, como si estuviéramos en Él y Él en nosotros. Y cuando uno falta, es como si algo estuviera incompleto, aunque Él está completo y no necesita que nada ni nadie lo complete.
Los quiero a mi lado, dice el Señor, no solamente porque los amo, sino porque los quiero guardar de lo que viene.
[Apocalipsis 3:10 RVR1960] Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra.
Pero quiero que me elijan, dice Dios, para que, eligiéndome, permanezcan cerca de mí, porque Yo soy ese refugio que los va a guardar de la hora de la prueba. Cuando ustedes se alejan de mí, se alejan de ese refugio y están expuestos al exterior.
Amados míos, vuelvan, los que se alejaron, dice Dios. Arrepiéntanse de todo lo que hayan hecho y Yo los voy a perdonar, los voy a alabar y van a recuperar el gozo que perdieron.
Yo (Noelia) veo que cuando una persona estaba en Dios, pero después se aleja y vuelve al mundo, es como si se oscureciera. Sale de la luz para ubicarse en la oscuridad. Sobre su cabeza se posa una nube de lluvia, de tormenta, que le llueve permanentemente. Y de su corazón se va el gozo, la alegría, la inspiración, la plenitud, para darle lugar a la tristeza, a la amargura, a la frustración, a la ansiedad, a los miedos y a todo lo que no viene de Dios.
Pero el Señor te dice hoy que eso se puede arreglar y que vuelvas a sus brazos. Él deja las noventa y nueve para ir a buscar la número cien. No es que porque ya tenga noventa y nueve, la número cien no importe. Él va por esa que se perdió, y esa que se perdió puedes ser tú.
No te voy a rechazar, dice Dios. Yo sé lo que hiciste. Yo sé que piensas que es tan grave que no te voy a poder perdonar, pero no es cierto. No creas a esas voces. Es el diablo que te habla para que no vengas y encuentres la paz nuevamente que perdiste. Toda esa mugre que tienes, Yo la puedo sacar.
Yo (Noelia) veo a un pordiosero que anda por la calle, que hace mucho tiempo no se baña ni se afeita. Sus ropas están sucias, rajadas, olorosas, y sus zapatos están todos agujereados. Él piensa que en su vida ya no hay esperanza, que su vida no tiene sentido, que no puede salir de esa situación. Cayó en la trampa del diablo y creyó esa mentira. Pero mientras esté vivo, siempre tendrá una oportunidad de ser rescatado de ese lugar.
Muchos de ustedes están así, espiritualmente hablando. Están como pordioseros que piensan que ya se les pasó el tren y, sumergidos en ese engaño, no pueden ver que el tren sigue pasando frente a sus ojos, que el tren pasa cada tanto y vuelve a abrir la puerta para que ustedes vuelvan a subir y llegar a buen puerto.
El Señor les dice hoy mismo: Quiero cambiar tus vestiduras viles por vestiduras blancas, limpias y santas. Solamente tienes que arrepentirte, elegirme y entregarte en mis brazos para que Yo haga la obra que tengo que hacer en ti.
Cualquier error que hayas cometido, dice el Señor, ponlo sobre la mesa. Háblalo conmigo y lo vamos a arreglar. Tal vez no sabes cómo arreglarlo, pero Yo sí sé cómo hacerlo.
Entregué a mi único Hijo, dice Dios Padre, a mi amado, a mi amigo, a mi compañero, para que sufra lo indecible, para que tengas entrada al Reino de los cielos. Pagué el precio más alto que podía pagar para obtenerte, dice el Señor.
Vuelve. Piensas que vas a encontrar castigo, pero lo único que vas a encontrar es un abrazo, dice el Señor, como cuando el hijo pródigo volvió a los brazos del padre. El padre lo vio de lejos cuando regresaba y salió corriendo a su encuentro, porque verlo volver, saber que estaba bien, era lo único que deseaba.
Eso es lo que el Señor siente por ti. No te está esperando para reprenderte, sino para restaurarte. ¡Vuelve! Dios es bueno, misericordioso y perdonador, y para siempre es su misericordia, como dice la Biblia.
Alabado seas, Señor. Bendito sea tu nombre por siempre, Jehová de los ejércitos, el que mira a las ovejitas sucias y se ensucia las manos Él mismo para lavarlas, el que rescata a las enredadas en las rejas para que puedan ser libres, el que las marca y les pone un sello para que todo el mundo sepa a quién pertenecen.
Bendito seas, Dios de la gloria, grande, bueno, perfecto, restaurador, salvador, sanador, que se preocupa por los suyos, por cada detalle de ellos. Este es nuestro pastor. Sale por la noche cuando una de sus ovejas se pierde en el campo porque sabe que no hay tiempo que perder y que el lobo está ahí al acecho, despierto, esperando ver si puede devorarla.
Ese soy Yo, dice el Señor. Recuerden estas palabras cuando pasen por un terremoto, por una inundación, cuando sus seres queridos los abandonen por causa del evangelio, cuando sean perseguidos por causa de mi nombre. Cuando los insulten y los acusen injustamente, lloren en mi pecho, dice el Señor, busquen mi consuelo y mi restauración, porque Yo voy a pagar.
Yo (Noelia) veo una balanza de peso justo, una balanza que no ha sido adulterada, que no se puede extorsionar, que no se puede corromper, que no se puede inclinar. Ningún hombre puede inclinarla voluntariamente hacia donde quisiera.
Todo lo que te hicieron, dice el Señor, lo estoy pesando en mi balanza. Mía es la justicia. Yo voy a pagar. Pero no te dejes apagar solamente porque te hirieron, te dice el Señor.
Los hombres hacen el mal muchas veces sin saber que lo están haciendo. Por eso Jesús dijo: «Señor, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Y tú también haces el mal muchas veces sin saber que lo estás haciendo.
Así que perdónalos, dice el Señor, y déjame la justicia a mí. Pero ven y vuelve, que Yo te voy a restaurar. Vuelve a mis caminos para recuperar la paz y la plenitud que tenías antes de irte, y para que te llene nuevamente de mi Espíritu y caminemos juntos hasta el final.
Yo (Noelia) veo un sobre, un sobre que viajó a través de esta transmisión, un sobre que es esta palabra profética, este mensaje del cielo, y que entró en los buzones de muchas casas. Cuando sea abierto por los que todavía no lo leyeron, este sobre va a renovar la esperanza, la fe y la fuerza de muchos.
El Espíritu Santo me repite que cuando sientan que pierden la esperanza y la fe, cuando se sientan asustados por las cosas que pasan en el mundo, cuando escuchen noticias aterradoras, cuando sufran por causa de traiciones, cuando sus rodillas flaqueen, cuando les cueste seguir, cuando tengan ganas de renunciar, escuchen estas palabras, porque son palabras de vida que los van a ayudar a ser restaurados.
Anda al cuarto secreto con el Señor y entrégale tu vida, tu corazón. Arrepiéntete y Él te va a recibir, te va a perdonar y te va a restaurar, porque Él te está esperando.