En esta noche, el Señor quiere hablar sobre este pasaje del libro del Apocalipsis:
[Apocalipsis 22:10-17, RVR1960] Y me dijo: No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca. El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía. He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último. Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad. Mas los perros estarán fuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira. Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana. Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.
Nos concentramos en los versículos 11 y 14 específicamente, donde dice: «El que es injusto sea injusto todavía, y el que es inmundo sea inmundo todavía; y el que es justo practique la justicia todavía, y el que es santo santifíquese todavía,» y «Bienaventurados los que lavan sus ropas para tener derecho al árbol de la vida y para entrar por las puertas de la ciudad.»
La gloria sea para el Señor, porque esa es la palabra que el Espíritu Santo me hablaba hoy, haciéndome entender que su pueblo está sucio. Así que, amado Padre celestial, Rey de gloria y majestad, te damos gracias por lo que vas a hablarnos hoy. Gracias, Señor, por esta palabra que hoy vas a impartir a tu pueblo y que es tan necesaria. Oh, Señor, gloríficate en esta transmisión. Abre los oídos de aquellos que quieren escuchar, Señor, da entendimiento a aquellos que quieren entender, y limpia a través de este mensaje a todo aquel que está sucio. Alabado sea tu nombre por siempre, Señor, por los siglos de los siglos. Amén. Y yo estoy escuchando al Señor que comienza a hablarnos, teniendo en cuenta este versículo de Apocalipsis 22:14 en todo momento, y dice así:
Amados míos, hijos del reino, los estoy llamando a limpiarse, porque no tienen sus vestiduras completamente limpias. Creen que es así, pero en gran parte de la iglesia no lo es. Hijitos, lávense, pongan esas vestiduras a lavar, como cuando alguien coloca ropa en un lavarropas para que el barro sea quitado, para que sus manchas sean sacadas. Hijitos, dice el Señor, laven sus ropas, porque muchos de ustedes ciertamente anhelan en sus corazones entrar por esas puertas majestuosas de la gran ciudad que les espera. Muchos de ustedes quieren ser partícipes de ese árbol de la vida, muchos de ustedes anhelan habitar a mi lado, dice el Señor, pero no están teniendo en cuenta que nada inmundo entrará en el reino, que nada que esté sucio, en lo más mínimo, podrá cohabitar conmigo.
Oh, hijitos, dice el Señor, mi pueblo está sucio y no se limpia. Mi pueblo es como un cerdo que le gusta ensuciarse en el charco de lodo. Mi pueblo no ama la santidad. Mi pueblo es rebelde y corre como una cabra por los montes para ver hasta dónde puede llegar, probándome para ver hasta dónde los dejo ir. Hijitos, dice el Señor, tomen conciencia de que no se están lavando para mí y de que nada injusto podrá acercarse a mi presencia.
Y me está viniendo ahora, mientras estoy hablando por el Espíritu Santo de Dios, el pasaje de la Biblia donde el Señor Jesús había resucitado y su discípula quería acercarse a Él y Él le dijo: «No me toques,» después de haberse transformado, después de que su cuerpo murió en la cruz y fue resucitado y transformado. Y yo estoy sabiendo ahora que en ese momento cuando esa discípula quiso tocar a Jesús y Él le dijo: «No me toques,» era porque Él ya había sido transformado. Su cuerpo no estaba en el mismo estado que antes de haber sido resucitado. Su cuerpo había sido glorificado. Una vez que los cuerpos son glorificados, son transformados, y ya no pueden ser tocados por nada inmundo. Una vez que un cuerpo está glorificado, me enseña ahora el Espíritu Santo, nada que esté sucio y contaminado puede acercarse a él. Porque dice la Palabra:
[Juan 20:17, RVR1960] Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.
Él no tenía que ensuciarse, me dice el Señor. Debía mantener ese estado puro y limpio. Y lo mismo sucederá solamente con los que verdaderamente estén limpios de pecado, inocentes, los que hayan sido lavados, cuyas vestiduras hayan sido cambiadas. Ellos son los que podrán acercarse a su Dios, donde Él habita. Hijitos, dice el Señor, tomen conciencia de que ahora en sus vestiduras tienen muchas manchas de mugre y las están dejando ahí, como cuando alguien se acostumbra a vivir con esa mugre, y no están haciendo nada con eso.
Yo (Noelia) estoy viendo ahora a alguien que mete ropa en el lavarropas —ropa que está muy sucia, ropa que está embarrada del camino, ropa que tiene mugre— y se queda mirando ese lavarropas mientras esa ropa se lava, mientras la mugre va saliendo de esa ropa, esperando abrir ese lavarropas para sacar esa ropa, que se seque, plancharla y colocársela impecable. Y me dice el Señor que son pocos los que están lavando sus vestiduras, son pocos los que están lavando sus ropas para tener derecho al árbol de la vida y para poder entrar por las puertas en la ciudad.
Mas no todos están yendo a ese lavadero, metafóricamente hablando, dice el Señor. No se preocupan por cambiarse, por estar limpios, por bañarse, espiritualmente hablando, y dejan que las cosas del mundo se les peguen, como cuando alguien camina por un campo y los abrojos de las plantas se le van pegando. Oh, hijitos, tomen conciencia de que nada inmundo entrará por las puertas majestuosas de mi ciudad, dice el Señor. Nada que esté sucio podrá cohabitar conmigo ni con mi lugar santo. Y muchos de ustedes saben que están sucios y no se están limpiando, dice el Señor.
Oh, hijitos, límpiense para poder acercarse más a mí. Muchos de ustedes se quejan porque no pueden oír mi voz, dice el Señor, pero no se están limpiando lo suficiente para poder venir más cerca mío. Y entonces, estando tan lejos de mí, mi voz no es audible para ustedes. Hijitos, límpiense y entiendan que sin santidad nadie verá al Señor. Entiendan que la santificación es un proceso, porque muchos de ustedes piensan o creen que una vez que han creído ya están absolutamente puros, que ya han sido completamente limpiados, que el proceso de santificación ya se ha terminado, y no entienden que están siendo limpiados, que van de gloria en gloria.
[Hebreos 12:14, RVR1960] Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.
Por esto dice Apocalipsis 22:11 que «el que es santo, santifíquese todavía.»
Hijitos, dice el Señor, muchos de ustedes solamente creen en mí, pero los demonios también creen en mí y tiemblan. Ustedes están jugando con la salvación, están jugando con la santidad, están jugando con las cosas espirituales y se están burlando de mí cuando son livianos con su santificación. Reaccionen, dice el Padre, porque anhelo que vengan más cerca mío, pero nada impuro va a tocarme. Oh, hijitos, si ustedes pudieran ver lo que Yo veo desde mi trono, el estado de la congregación de los justos, la liviandad en la que se mueven, lo superficiales que son, sus corazones se dolerían como el mío. Teman, todos aquellos que no se estén limpiando en mí. Tiemblen, todos los que sepan que están sucios y no hagan nada al respecto, porque el hacha ya está puesta a la raíz de los árboles.
Mi pueblo no se santifica, dice el Señor. La mayoría de los hijos de mi pueblo, en vez de ir para adelante, van para atrás. Son demasiados los que están cayendo en la apostasía de los últimos días, vendiendo mi evangelio por dos monedas, tratando a las cosas santas de una manera inmunda. Y me viene el pasaje donde el hijo de Nabucodonosor tomó los vasos que eran del templo que su padre había traído cuando conquistó Jerusalén, y los usó para una fiesta. Él fue y buscó los vasos y los utensilios que le pertenecían al templo santo de Dios para festejar con los suyos indignamente, profanando lo santo, me dice el Señor.
[Daniel 5:1-2, RVR1960] El rey Belsasar hizo un gran banquete a mil de sus príncipes, y en presencia de los mil bebía vino. Belsasar, con el gusto del vino, mandó que trajesen los vasos de oro y de plata que Nabucodonosor su padre había traído del templo de Jerusalén, para que bebiesen en ellos el rey y sus grandes, sus mujeres y sus concubinas.
Él contaminó lo santo, dice el Señor, él se metió con lo que no debía meterse, él fue lejos, manchando las cosas íntimas de mi templo para utilizar elementos que estaban consagrados al servicio de Dios para pecar, riéndose en mi propia cara, burlándose de mi santidad.
Y me vienen los versículos que dicen:
[1 Pedro 1:15-16, RVR1960] Como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; 16 porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.
[Mateo 5:48, RVR1960] Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.
Abran bien los ojos, dice el Señor, porque hay muchos Belsasar en estos últimos días, que están utilizando las cosas santas del reino para ensuciar la casa de Dios, al igual que el hijo de Nabucodonosor lo hizo, mandando a que le trajeran, mandando a buscar los vasos del templo de oro y de plata para beber vino en ellos y emborracharse en sus fiestas indignas, manchando y vituperando el nombre de Dios. Lo mismo está sucediendo en estos días. Mi casa ya no es casa de oración, dice el Señor, refiriéndose a las iglesias cristianas de hoy en día. Los templos donde mis hijos se reúnen ya no son una casa santa de oración, ya no son un lugar donde mi Espíritu Santo encuentra espacio para moverse con libertad.
Mi casa ya no es casa de oración, repite el Señor, es casa de mercado. Y al igual que Belsasar profanó los utensilios sagrados de mi templo, lo mismo hacen mis ministros hoy, profanando mi santuario, pisoteando lo santo. Hijitos, tomen conciencia de que están en los últimos días, porque van a ver cómo lo que ya pasó se vuelve a repetir (con respecto a estos pecados que el Señor está mencionando). Hijitos, abran los ojos para reconocer a los Belsasar de hoy, y miren lo que voy a hacer con ellos, porque así como el juicio vino a Belsasar por haberse burlado y escupido en mis vasos santos, el juicio también viene a mi casa sobre los Belsasar de hoy en día, de estos últimos tiempos, que están escupiendo a mis vasos santos de hoy, que los representan a ustedes, a mis hijos, dice el Señor.
Hijitos, límpiense ustedes también, porque no son sólo los Belsasar de hoy en día quienes están haciendo malabares con las cosas espirituales, jugando a una ruleta, y en cualquier momento puede tocarles el hacha para que sean cortados. No son sólo ellos los que están ensuciando mi casa, sino también algunos de ustedes que están escuchando, entrando a mis lugares que están consagrados para adorarme, para alabarme, para servirme, para glorificar mi nombre. Ustedes están entrando con los pies embarrados. Ustedes también están ensuciando los lugares a donde deberían ir para ser limpiados y para ayudar a otros a que se limpien. Ustedes también deberían tener vergüenza de presentarse delante de mi altar con vestiduras embarradas.
Hipócritas, dice el Señor, porque son rápidos para criticar a sus pastores, pero lentos para santificarse ustedes mismos. Son rápidos para emitir juicio contra los ministros y cabezas que he puesto sobre ustedes, pero son lentos para limpiarse a ustedes mismos. Hipócritas, porque ustedes van a la casa de Dios —que en esta profecía representa los templos donde se congregan los cristianos— para pedirle al pastor que les lave sus vestiduras, pero no son capaces ustedes mismos de lavarlas.
Cómodos, perezosos, dormidos están, esperando que todas las cosas les lluevan del cielo. Reaccionen, hijitos, y límpiense a través del arrepentimiento. Arrepiéntanse de caminar en inmundicia, porque muchos de ustedes están fornicando. Descaradamente se acuestan con uno y con otro, y después vienen al cuarto secreto, pensando que Yo voy a oír sus oraciones. Caraduras, sinvergüenzas, no se atrevan a acercarse a un Dios de extrema santidad, presentándose ante Él con sus vestidos completamente negros de mugre, de inmundicia, como cuando alguien fue a revolcarse en el bosque después de que haya llovido. Así son, dice el Señor. Se burlan de mis cosas, se ríen de lo santo.
Arrepiéntanse, dice el Señor, y si quieren ver mi rostro, límpiense primero a través del arrepentimiento. No es solamente que algunos fornican libremente y después pisan mi casa, embarrándola toda, sino que están los que roban, los que mienten a sabiendas, los adúlteros que abundan en las reuniones de los santos. Y cuanto pecado existe, es el que abunda en mi propia casa. Ustedes piensan que porque oran mucho tiempo, que porque ayunan en mi nombre supuestamente, que porque conocen las Escrituras y creen que Yo soy, se van a salvar del juicio que viene a la casa de Dios. Mejor sería que ni siquiera me miren estando con la mugre que tienen en sus vestidos. Mejor sería que primero vayan y se den un baño para que después vengan a mí sin vergüenza en el rostro para buscarme.
Hijitos, dice el Señor, les hablo fuerte porque los amo. Los redarguyo a través de mi Espíritu Santo en este momento porque es lo que necesito hacer para que tal vez reaccionen. Ustedes son míos, pero si no están limpios, no podrán entrar en mi presencia. Arrepiéntanse de la mugre que dejan entrar en sus casas. Arrepiéntanse de participar en estas fiestas en las congregaciones, porque ustedes son como los invitados de Belsasar. No es que solamente existen los Belsasar de estos días, que representan a los ministros y líderes que están dirigiendo estos templos y congregaciones, sino también los invitados de esas fiestas, que representan a ustedes. Ustedes son esos invitados, dice el Señor. No participen de las modas actuales que se están introduciendo en las congregaciones que llevan mi nombre, donde se dan fiestas que nada tienen que ver con mi santidad. Aléjense no sólo de estas prácticas sino también de todo ocultismo que los pastores están introduciendo encubiertamente en esas congregaciones. Dejen de practicar la brujería en los templos que llevan mi nombre, dice el Señor.
Hijitos amados, entrañables, preciosas piedras pero sucias, dice el Señor, quítense el polvo de encima para que puedan brillar como deberían, porque no puedo usar herramientas que tienen semejante mugre encima, y algunos de ustedes la tienen desde hace tanto tiempo y no se limpian. Cuando uno las toca, es como si brotara grasa de esas herramientas. Están mugrientos. No me sirven de esa manera. Es como cuando un carpintero quiere tomar las herramientas para hacer un mueble, pero están tan sucias que se le resbalan de las manos, dice el Señor. Límpiense, todos aquellos que quieran ser útiles a mi reino, porque muchos de ustedes me están diciendo: «Señor, quiero servirte, quiero ser útil. Úsame para tu reino», pero cuando les pido primero que se limpien, salen huyendo despavoridos.
[Apocalipsis 7:14, RVR1960] Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero.
Hijitos, repite el Espíritu de Dios, no participen en pecados ajenos, no le den rienda suelta a su carne. Están ensuciando la casa de Dios. No pequen junto con ellos. Digan que no. Pónganle un stop en sus vidas a la participación en esas cosas sucias que ellos hacen en mi nombre. Límpiense y no participen, hijitos, porque se están ensuciando y están cayendo en la misma apostasía que ellos.
Yo (Noelia) estoy viendo lugares y templos cristianos donde se hacen fiestas al igual que en una discoteca del mundo, donde hay alcohol, marihuana y otro tipo de sustancias, que se venden al igual que en cualquier kiosco mundano. Estoy viendo que hay templos cristianos donde hay habitaciones que habían sido creadas para ser cuartos secretos, para que todo el mundo tenga donde ir a orar en soledad con Dios, que hoy se están utilizando para fornicar y adulterar dentro de esos templos cristianos. Estoy viendo piletas, piscinas, que inicialmente fueron colocadas en esos templos para el bautismo del agua para las personas que se arrepentían, pero hoy son como clubes sociales donde los que se congregan en esos lugares van para divertirse en esas aguas, para nadar en ellas, comportándose igual que una persona que paga una entrada para ir a natación en cualquier otro lugar que no es una congregación, ensuciando esas aguas que son utilizadas para lavar simbólicamente a aquellos que se entregan a Cristo.
Hijitos, dice el Señor, reaccionen, abran los ojos, porque hay ladrones en los templos y son los pastores que les están robando a mis ovejas. Viene el hacha sobre la raíz de todo árbol que no da frutos dignos de arrepentimiento.
[Mateo 3:8, RVR1960] Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento.
Muchos de ustedes no saben qué es arrepentimiento. Son iguales que ese pasaje de la Biblia, dice el Señor. Piensan que por pagar el diezmo como si fuera una cuota mensual, al igual que se paga un colegio, pueden comprar la santidad. Piensan que porque cumplen con los deberes cristianos que sus pastores anotaron en una lista de cosas que ustedes tienen que hacer, según su consideración, tienen la vida eterna garantizada. Son hipócritas ustedes también, dice el Señor, los que están sucios y no se limpian, y además de eso participan de las cosas que ellos hacen, diciendo que tienen la vida eterna comprada solamente porque le hacen caso a estas cabezas.
[Hechos 8:20, RVR1960] Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero.
Muchos de ustedes también son como los escribas y fariseos, que pensaban que porque conocían las Escrituras tenían el reino de los cielos garantizado y se creían mejores que los demás. Arrepiéntanse de ser soberbios, dice el Señor, de creer que solo porque conocen la Palabra me agradan, cuando en realidad, cuando nadie los ve, me están escupiendo en la cara, pecando contra mi santo nombre.
[Juan 5:39, RVR1960] Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí.
Lo mismo hacen ustedes, dice el Señor. Piensan que porque escudriñan las Escrituras tienen garantizada la entrada en el reino de los cielos, pero no caminan en un camino limpio y recto y sano. Hipócritas, ustedes también que piensan que no los veo, como cuando los príncipes, los sacerdotes y demás estaban en el templo adorando a las imágenes del sol y a los distintos ídolos, y decían: «Jehová no nos ve porque ha abandonado la tierra» en Ezequiel.
Ustedes son iguales que ellos, porque muestran una apariencia pero caminan en otra cosa. Son como los sepulcros blanqueados. Van a la iglesia con sus mejores vestiduras, con la ropa más cara, más bonita, hacen las obras delante de los demás para que todo el mundo diga qué buenos que son, pero en lo secreto son una inmundicia, dice el Señor. Por fuera se ven blanquitos y ordenados, limpios y perfumados, pero por dentro son una tumba de huesos muertos. Arrepiéntanse, dice el Señor, y hagan frutos dignos de arrepentimiento antes de que sean cortados junto con ellos.
Oh, hijitos, todos los métodos que tengo para hablarles los he utilizado. He dado palabras dulces como la miel, suaves, que al escucharlas ingresan por el oído, entrando en el corazón, provocando ternura en ustedes. He lanzado, estirado mis lazos de amor para ver si puedo atraerlos hacia mí. Les he hablado desde la derecha, les he hablado desde la izquierda, los he llamado desde lejos, les he hablado desde cerca, y no quieren oírme. No quieren escuchar, porque aman más al mundo que a mí. Reconózcanlo al menos y dejen de vacilar entre dos pensamientos. O están con el mundo, o están conmigo. O son inmundos, o son limpios. O son del diablo, o son míos.
[1 Reyes 18:21, RVR1960] Acercándose Elías a todo el pueblo, dijo: ¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él. Y el pueblo no respondió palabra.
Decídanse, dice el Señor, porque a los tibios los voy a vomitar de mi boca, porque nada inmundo entrará en mí. Decídanse, dice el Señor. ¿Van a limpiar sus vestiduras, o las van a ensuciar? Pero no aparenten que están limpias cuando tienen mugre pegada. Decídanse, dice el Señor. ¿Van a buscar vivir una vida blanca de santidad, una vida digna delante de mis ojos, o van a ser como una oveja negra que no quiere ser bañada?
Yo (Noelia) estoy viendo ovejas negras, no porque su color es negro, sino porque están tan sucias que ya no están ni siquiera marrones, marrón claro o marrón oscuro. Tienen tanta mugre pegada desde hace tanto tiempo que ya el color se ve negro por fuera.
Muchos de ustedes están en ese estado y forman parte del mismo redil donde están las blancas, dice el Señor. Se comportan como si fueran una de las blancas, haciéndose pasar por una de las blancas, pensando que el pastor no se da cuenta de la mugre que tienen pegada. Son tan atrevidos que tratan de mezclarse entre las blancas, pensando que el pastor no se va a dar cuenta de la mugre que tienen encima, y que cuando el pastor las lleva a lavarlas para quitarles la mugre, ustedes se hacen a un lado porque no quieren que esa mugre sea quitada.
Dejen de fingir, dice el Señor, porque mejor me caería que me sean sinceros que estén aparentando algo que no son. Mi corazón se duele porque mi pueblo está sucio, manchado. El mundo vomita sobre las vestiduras de mis hijos y ellos no hacen nada para limpiarse. El mundo escupe sobre las vestiduras de mis hijos y ellos lo permiten, porque los míos se mezclan con lo inmundo. Se meten con las tinieblas. No se separan, no se alejan, no se guardan de aquello que pueda ensuciarlos o contaminarlos. Ellos mismos no se dan cuenta de lo valiosos que son, de lo preciosos que son, de los separados que tendrían que estar para mí, de los consagrados que deberían vivir. No toman mis cosas en serio, dice el Señor. Ellos mismos intentan escupir mis propias vestiduras cuando tratan de burlarse de mi santidad, de las cosas celestiales, de las cosas espirituales. Se ensucian a ellos mismos, dice el Señor, descuidando su salvación, descuidando su santificación. Les dicen al mundo que son distintos, pero no lo son.
Arrepiéntanse, dice el Señor, porque el arrepentimiento es el lavamiento de esas vestiduras. Arrepiéntanse y cambien la manera de vivir. Apártense de lo que está sucio. Renuncien a lo que los ensucia. Sepárense de los que están mugrientos y no quieren limpiarse. No se contaminen con comportamientos mundanos, aun cuando ven que sus pastores los incluyen o los practican en sus congregaciones. No participen de esas cosas, dice el Señor. Sean inteligentes y guarden el tesoro de la salvación como lo más preciado que poseen, no sea que sus coronas sean robadas, dice el Señor.
[Apocalipsis 3:11, RVR1960] He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona.
El Espíritu Santo me insiste con el estado de muchas congregaciones actuales, con las cosas que se están viendo y que se practican en muchos templos de hoy en día. Hay templos que en su momento comenzaron bien. Fueron consagrados. El lugar se mantenía santo, en el sentido de que no se utilizaba para pecar. Las reuniones eran realmente para orar, para interceder, para adorar y alabar al Señor, para servir a Dios, donde venían las almas que se arrepentían y eran bautizadas, donde los pastores eran honestos y no vendían el Evangelio, donde realmente el nombre de Dios era invocado. Pero después, por distintas razones, comenzaron a copiar al mundo, y en vez de hacer que los que vinieran se convirtieran a ellos, ellos se convirtieron a los inconversos, pero en el nombre de Dios, haciendo quedar mal al Señor, avergonzándolo delante de los que sí venían a buscar a Dios.
Yo (Noelia) estoy sabiendo ahora que esto va en incremento. Ellos dicen: «Lo hacemos para atraer a mucha gente que está inconversa.» Pero en realidad el diablo tiene un ancla en sus corazones porque ellos son los que desean que sus congregaciones se comporten igual que en el mundo, permitiendo el pecado, permitiendo la liviandad, llenando estos lugares de fornicación, de adulterio, de robo, de mentira, de vanagloria, maldiciendo a los congregantes, ensuciando a los que deberían ser limpiados. Es grave el estado de estas congregaciones que una vez empezaron bien, pero ahora están muy mal, me muestra el Espíritu Santo.
Oh, hijitos, dice el Señor, reaccionen, disciernan. Apártense de estas cosas. No participen de las obras infructuosas de las tinieblas. Por más que sean pastores, apóstoles, evangelistas, profetas, maestros, o cual sea el nombre que se pongan o que tengan, si están pecando, ustedes no participen de esas obras. Escudriñen las Escrituras, pero para practicarlas, no para ponerse un cartel de algo que no son. Conviértanse a mí y no al mundo, y vuelvan a las sendas antiguas. Busquen lo recto, dice el Señor. Arrepiéntanse para que esas manchas sean limpiadas, para que si sus pecados fueran rojos como la grana, sus vestiduras puedan volver a ser blancas como la nieve. Sean honestos conmigo, dice el Señor, y no me mientan, porque no hay nada oculto delante de mis ojos. Nadie puede esconderse de mí. No me vendan algo que no son, dice el Señor. Conviértanse verdaderamente o no lo hagan. Decidan entre estas dos opciones. Pero sean honestos y no me mientan. No aparenten, porque odio las caretas, dice el Señor.
Este es un mensaje de amor, dice el Señor, por más que ustedes no lo vean así, porque al hijo que el Padre ama, lo corrige. Este mensaje de hoy es un mensaje de corrección a los míos, a los que están jugando con los santos. Porque yo (Noelia) estoy viendo gente que practica malabares, y esto significa que algunos de ustedes están jugando con las cosas de Dios y no saben en qué se están metiendo. No están realizando las consecuencias que este comportamiento puede traer a sus vidas. Tengan cuidado. Sean serios con sus vidas espirituales. Los amo, dice el Señor, pero tengo que corregirlos para que, tal vez escuchándome, sean como una oveja que estaba negra de mugre pero que luego fue lavada, que ya no tenía necesidad de aparentar ser blanca cuando estaba negra; como una oveja que, lavándose, recibe paz, porque la limpieza da paz, dice el Señor. Y muchos de ustedes no tienen paz porque no están limpios, porque no se lavan, porque se contaminan, porque no buscan el reino de Dios y su justicia.
Así que dejen de pecar. Dejen de fornicar. Dejen de adulterar. Dejen de fumar. Dejen de drogarse. Dejen de masturbarse. Dejen de mentir descaradamente. Dejen de robar y de robarle a los míos. Renuncien a la injusticia. Renuncien a la idolatría. Conviértanse de verdad y no a medias, dice el Señor, y los voy a perdonar, y los voy a lavar. Déjense refinar, déjense santificar, no solo en las cosas grosas, sino también en las finas. Déjenme que pueda entrar en sus corazones a limpiarlos de los pecados, de lo que piensan. Déjenme transformar la manera en la que conciben sus ideas.
Soy un Dios que todo lo puede, dice el Señor. Algunos de ustedes creen que no pueden abandonar ciertos pecados, pero es porque no me han conocido, que soy el Dios ante el cual todo es posible, un Dios al que nada se le escapa. Arrepiéntanse, porque los quiero al lado mío, cerca y no lejos, pero sus pecados hacen una separación entre ustedes y Yo, dice el Señor. Y esa misma mugre que no se están limpiando es la que no les permite escuchar mi voz, porque no escucho las oraciones de alguien que sabe que está sucio y no quiere arrepentirse, porque no me llegan las ofrendas, los inciensos mugrientos, que son las oraciones de los que saben que tienen que arrepentirse y cambiar sus caminos y no lo hacen.
Reaccionen, dice el Señor, porque el mundo se viene abajo, y todo aquel que no esté parado sobre la roca va a caer junto con él. Pero aquellos que caminen en la luz de la santidad, en la luz de Dios, van a ser victoriosos contra viento y marea. Limpien sus oídos de lo que escuchan. Limpien sus ojos de lo que ven. Limpien su boca de lo que hablan. Limpien sus pensamientos y sus corazones. Lávense por completo. Sean míos al cien por ciento y no a medias.
Gracias, Señor. Así que todo aquel al cual esta palabra le haya tocado, arrepiéntase en este momento. Pídale perdón al Señor y cambie sus caminos para habitar seguro en la mano de Dios, porque de lo contrario, si ustedes no hacen algo con esa parte de sus vidas que no le han entregado al Señor, con todo tipo de pecados que los estén ensuciando, con toda contaminación de la cual el Señor ya les ha dicho que tienen que limpiarse o alejarse… Si ustedes no hacen nada con esto, más aún después de haber escuchado este mensaje, van a ser igual que Israel cuando se alejaba del Señor y el Señor los tenía que castigar para que se enderecen. Si ustedes no hacen nada con la mugre que tienen, dice el Señor, entonces viene corrección para sus vidas, al igual que como el Señor trata a su pueblo Israel. En todas las Escrituras vemos cómo cuando Israel desobedecía y se alejaba de Dios y pecaba contra él y contra sus leyes, entonces venía juicio de parte de Dios para corregirlos, para que quizás se vuelvan a Él.
El Señor me hace entender ahora que para todos ustedes a quienes este mensaje ha llegado, y para todos ustedes que están participando en las cosas mencionadas aquí, e incluso en pecados no mencionados hoy, si no hacen nada al respecto, no limpian sus vidas y no cierran todas las puertas que se abren al diablo a través de esos pecados, si continúan participando en los pecados de sus iglesias, si no hacen nada al respecto, si no se arrepienten y dejan de pecar, ya sea de manera individual o junto con otros, o de avalar o participar en estos pecados, entonces vendrá la vara de la corrección, al igual que cuando Israel pecaba y se alejaba de Dios, venía la vara de la corrección. Son las consecuencias de la desobediencia, me dice el Señor.
Así que elige. He puesto delante tuyo la vida o la muerte, me dice el Espíritu de Dios. Elige bien. Elige vivir. Elige la vida. Elige lo bueno. Elige la vida eterna. Elige estar limpio para poder entrar en esa ciudad dorada. Elige la santidad para poder ver a Dios. Elige ser puro y estar consagrado a ese Señor, Padre de los espíritus y de las luces, para poder participar de ese árbol de la vida.
[Deuteronomio 30:19, RVR1960] A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia.
No tengo sangre en mis manos. He entregado lo que Dios me ha hablado. Me vacío de esas palabras y se las imparto a ustedes y me libero de esta carga. Gracias, Señor. He cumplido nuevamente. Que esta palabra sea de vida, de resurrección, de despertar y de bendición para tu vida. En el nombre poderoso de Jesús. Amén.
[Ezequiel 3:17-21, RVR1960] Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel; oirás, pues, tú la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte. Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano. Pero si tú amonestares al impío, y él no se convirtiere de su impiedad y de su mal camino, él morirá por su maldad, pero tú habrás librado tu alma. Si el justo se apartare de su justicia e hiciere maldad, y pusiere yo tropiezo delante de él, él morirá, porque tú no le amonestaste; en su pecado morirá, y sus justicias que había hecho no vendrán en memoria; pero su sangre demandaré de tu mano. Pero si al justo amonestares para que no peque, y no pecare, de cierto vivirá, porque fue amonestado; y tú habrás librado tu alma.