Que el Señor te guarde y te bendiga, amada iglesia del Señor Jesucristo. Hoy es 3 de junio del año 2024, y acá estamos nuevamente para transmitir al pueblo lo que nuestro Padre celestial quiere hablar, para hablar a las naciones lo que Él ha puesto en esta boca profética para su gloria y su honra, porque dice 1 Corintios 14:3 que el que profetiza habla a los hombres para edificación, para exhortación y para consolación.
Así que, amado Padre celestial, te damos toda la gloria, toda la honra por todo lo que nos vas a hablar en este tiempo donde nos congregamos juntos en tu nombre, por ese pan del cual tenemos tanta hambre de comer, tantas ganas de comer, por esa agua que calma nuestra sed, por toda sanidad que viene a través de la palabra profética que sale de tu boca, por toda edificación que vas a traer a nuestras vidas espirituales a través de esas palabras proféticas, Señor. Oh, Señor, santo rey misericordioso, poderoso, salvador eterno, rey de los ejércitos, el que gobierna sobre los cielos, sobre la tierra y debajo de la tierra, porque todo es tuyo, Dios mío, todo te pertenece, amado Dios, bueno, perfecto, misericordioso, salvador potente en milagros, en maravillas, en señales.
Y yo escucho al Espíritu Santo que ya le dice a su pueblo, a los congregados hoy y a los que se van a congregar después para escuchar esta palabra que sale de su boca: Hijitos, hijitos, amados míos, amados de mi alma, engendrados por mí, aquí estoy, dándoles de beber, aquí estoy, dándoles de comer, aquí estoy, hijitos, con ustedes, haciéndoles saber que estoy presente en sus vidas, ocupándome de todas las cosas que colocan delante de mi trono, respondiéndoles las cosas que me hablan cuando están en lo secreto. Mis oídos están en todos lados, dice Dios, escuchando lo que todos dicen, pero más aún lo que mis hijos hablan, lo que mis hijos me cuentan, lo que mis hijos me dicen en su cuarto secreto de oración, hijitos.
Hijitos, no duden de mí, dice el Padre, porque estoy escuchando, estoy escuchando su clamor, estoy escuchándolos, hijitos, aun cuando me hablan en sus corazones, porque hay algunos momentos en donde es sabio hablarme, pero no con la boca, sino con el corazón, dice el Señor, y Yo soy capaz de escuchar aun esas palabras.
Yo (Noelia) estoy viendo a algunos de ustedes que a veces están en algunos lugares, en algunos eventos, en algunas situaciones donde sienten que no es conveniente orar en voz alta por causa de los que están en ese lugar en ese momento, que en vez de jugar a favor de esas personas, ustedes reconocen que quizás sería en contra, y entonces deciden hablarle al Señor, a su Dios, en sus corazones, sin abrir sus bocas, así como Ana le hablaba al Señor, pero no con su boca, sino con su corazón, cuando le pedía un hijo, y Dios después le concedió ese deseo, dándole a Samuel.
Hijitos, dice el Señor, no pongan límites a mis oídos. Yo escucho todo. Yo escucho lo que ustedes hablan y lo que ustedes piensan, dice el Señor. Yo soy capaz de escucharlos cuando emiten sonidos con sus labios o cuando su corazón emite sonidos espirituales de pensamientos. Hijitos, dice el Señor, estoy con ustedes en estos últimos días. No duden de mi guía, no duden que los estoy guiando a la tierra prometida—que en esta ocasión, en esta palabra, (yo, Noelia) estoy sabiendo que representa la Jerusalén celestial, la gloria de la vida eterna.
No duden que soy Yo mismo el que los está guiando a esa Jerusalén celestial, dice el Señor—porque yo (Noelia) estoy sabiendo ahora que cuando Dios habla esto, lo compara a Moisés con Él mismo, con lo que Él mismo está haciendo: guiando a su pueblo hacia esa patria celestial que aún no hemos visto, pero la cual se nos ha sido prometida. Yo estoy viendo ahora en una visión a Moisés cuando iba guiando a los hebreos en medio del mar rojo. Y esto es una imagen, una semejanza de lo que el Señor hace con su pueblo hoy, quitándolos, sacándolos de la tierra de Egipto, que representa cualquier tipo de esclavitud y de mundanalidad, para llevarlos a la libertad de la verdad, a lo celestial, pero no sólo esto, sino que nos está guiando hacia esa patria celestial que tanto anhelamos, a la Jerusalén celestial.
Hijitos, dice el Señor, no se olviden de que, aunque ahora sientan que están pasando por un desierto, Yo igualmente estoy ahí, dándoles de ese maná, proveyéndoles el agua que necesitan de manera sobrenatural, dándoles el alimento en los tiempos exactos donde ustedes tienen hambre, dice el Señor. Hijitos, confíen en mí que no van solos, y si Moisés era un buen líder, que supo guiar a su pueblo hacia la libertad de la esclavitud, cuánto más Yo, dice el Señor, que soy Jehová de los ejércitos, el general de los ejércitos de mi armada—Yo, el fuerte, que los estoy sacando de Egipto con mi propia mano extendida, mano aún más poderosa que la de Moisés, dice el Señor, que la de Aarón, que la de cualquier profeta que haya pisado sobre esta tierra, porque ese poder viene de mí, dice el Señor, porque las maravillas, los milagros y las señales vienen de mí. Sin mí el hombre no puede obrar milagros. Sin mí el hombre no experimentaría el poder de mi Espíritu, dice el Señor. Anhelen ese poder, anhelen, hijitos, porque quiero darles, porque es en los desiertos donde ustedes se humillan delante de mí para ser capaces de recibir lo que quiero darles. Éxodo 6:6 dice:
[Éxodo 6:6, RVR1960] Por tanto, dirás a los hijos de Israel: Yo soy Jehová; y yo os sacaré de debajo de las tareas pesadas de Egipto, y os libraré de su servidumbre, y os redimiré con brazo extendido, y con juicios grandes.
Así dijo el Señor: «Yo soy Jehová y Yo os sacaré de debajo de las tareas pesadas de Egipto.» Asimismo hoy, hijitos, dice el Señor, mientras ustedes están pasando por este desierto, los voy guiando, los voy acompañando. No están solos, no están sin líder, no están sin cabeza, dice el Señor. El grande de los grandes es el que va delante de ustedes, marcándoles el camino, y no solamente abro el mar para que pasen, dice el Señor, sino que quito de delante de ustedes obstáculos que ni siquiera ustedes han reconocido. Cierro boca de leones mientras ustedes van pasando por esos bosques peligrosos. Detengo la lluvia para que no se inunden mientras van caminando en esa intemperie espiritual.
Hijitos, están bajo mi cobertura, dice el Señor. Soy Yo el que los cubro, soy Yo el que los guardo, soy Yo el que los lleva de mi brazo, porque los amo, dice el Señor, porque los amo tanto que me ocupo de cada uno de sus pasos. Soy Yo el que les provee un nuevo calzado cuando el que tenían ya no soporta las piedras del camino. Soy Yo el que les provee los alimentos necesarios para cada día. Soy Yo el que los viste, dice el Señor, el que guarda su salud, el que guarda sus pies del resbaladero.
[Daniel 6:22, RVR1960] Mi Dios envió su ángel, el cual cerró la boca de los leones, para que no me hiciesen daño, porque ante él fui hallado inocente; y aun delante de ti, oh rey, yo no he hecho nada malo.
Soy Yo, dice el Señor, el que detiene los males, las tormentas, los huracanes que el enemigo de las almas envía contra ustedes. Yo (Noelia) veo a alguien que ora para protección de Dios, porque sabe que el enemigo lo está atacando, y piensa que sus propias oraciones son las que detienen esos ataques, pero en realidad es distinto cómo funciona, me hace saber ahora el Espíritu de Dios.
La realidad es que tu clamor llega a los oídos de ese Padre grandioso celestial que tenés, que te guarda, que te cuida en todo momento para que tu pie no resbale. Es tu clamor el que Él escucha y llega a sus oídos, pero no son tus oraciones las que obran para guardarte de esos ataques, sino la mano poderosa de Dios que envía a sus ángeles para cuidarte.
Sí, Él escucha lo que vos le pedís, Él escucha tu dolor, tu clamor, tus lágrimas, tus ayunos. Él lo sabe. Él está atento a los suyos. Los mira fijamente, fijamente y atentamente, como ninguna persona es capaz de escuchar a otra en esta tierra. Pero no son tus oraciones las que te guardan del mal, sino la respuesta del Señor. Es el Señor el que levanta su mano extendida y le ordena a sus ángeles a que bajen a guardarte de ese ataque que ha enviado el enemigo contra ti. Es el Señor el que, abriendo los ojos y los oídos cuando vos orás y le clamas incesablemente, responde esas peticiones. Si Él no diera directivas, nadie iría a socorrerte. Si Él no te amara como te ama, ya hace tiempo quizás que no estarías aquí para cumplir su propósito.
Hijitos, confíen en mí, dice el Señor, porque mi iglesia va a pasar por tiempos dificilísimos, en donde las cosas en el mundo se van a los extremos, pero también tienen que saber que mientras pasan por ese tornado espiritual de dificultades, de aflicciones y de pruebas, también estoy con ellos. Hijitos, dice el Señor, Yo voy de las manos de mi prometida—que en esta visión representa la iglesia del Señor Jesucristo. Yo voy caminando con ella mientras pasa por este huracán espiritual.
Y yo (Noelia) veo a una pareja que va caminando por un camino, y de repente tienen que pasar por adentro de un huracán y van los dos juntos, y la novia va vestida de blanco, pero el novio la sostiene, porque el novio es el que tiene más fuerza que la novia. El novio está más capaz de sostenerse en pie porque tiene más fuerza que ella. Sin embargo, el novio se preocupa por la novia y no la deja caer mientras pasa por este huracán, y el novio le dice a la novia: «No te preocupes, porque pasamos juntos por esto. No estás sola. Te estoy llevando de mi brazo y no te voy a dejar caer.» Y esas son las palabras que hoy nuestro amado, nuestro esposo, nuestro anhelado, nuestro novio perfecto que nunca nos es infiel, que nunca nos abandona, nos dice hoy para consolarnos.
Hijitos, dice el Señor, sé que hay muchos de ustedes que están asustados por lo que viene al mundo, porque han escuchado noticias de oriente, que han asustado a sus corazones y han leído lo que dice la Palabra sobre estos tiempos finales. Hijitos, sé que las rodillas de muchos de ustedes tiemblan cuando leen el Apocalipsis, cuando leen Daniel y todos los libros proféticos que anunciaron lo que estaba determinado para estos últimos tiempos.
Los corazones tiemblan adentro de algunos de ustedes cuando repasan estos capítulos, y piensan y sacan cuentas, diciendo: «¿Cómo voy a ser cuando todo esto me pase a mí? ¿Cómo voy a ser capaz de resistir a todas estas cosas? No voy a poder. No soy capaz.» Esto piensan muchos de ustedes. Sin embargo, se están olvidando de que no están solos y que no van a pasar solos por esa tormenta espiritual, por esa preparación, por ese refinamiento duro pero necesario por donde su pueblo tiene que pasar.
Ustedes son mi novia, hijitos, ustedes son la niña apreciada de mis ojos, ustedes son mi tesoro, dice el Señor, y no los voy a dejar. En ningún momento no los voy a dejar, dice el Señor. Recuerden que los voy acompañando hasta el final del camino y que los voy a llevar hacia esa tierra prometida—que en esta palabra de hoy representa la nueva Jerusalén celestial. Hijitos, voy con ustedes, dice el Señor.
Y yo (Noelia) veo de nuevo a esta pareja, y cuando la novia está cansada, porque va pasando por adentro de ese huracán y se le doblan las rodillas y está a punto de caerse, el novio, que tiene más fuerza, la sostiene y la levanta para que se recupere y pueda seguir caminando. Y cuando la novia tiene sed en medio de ese huracán, el novio le da un vaso de agua para beber. Cuando la novia se siente desahuciada y quiere renunciar a ese camino, el novio siempre está ahí para alentarla, para decirle: «¡Vamos, adelante! Vos podés hacerlo. Yo te ayudo. No estás sola.» Así está siendo el Señor en estos últimos días con nosotros, y así nos dice hoy que va a seguir siendo hasta el final de esta prueba.
No están solos, dice el Señor. Recuerden, porque vendrá el aguacero, vendrá la nieve sobre mi iglesia, vendrá el tornado sobre los míos. Vienen complicaciones, vienen agitaciones, viene la hecatombe mundial. El mundo va a estar de patas para arriba, dice el Señor, no en un punto de la tierra sino en general. Las cosas se van a ir agudizando, las cosas van a ir empeorando, pero ustedes no van a estar solos como ellos, porque el enemigo de las almas, el padre de los inicuos, el padre de los malos, el diablo, sí los deja solos.
Ellos sí no van a tener con qué y no van a poder subsistir a las cosas que se vienen, porque no va a haber nadie para infundirles fuerza si no se toman de mi mano, porque no va a haber nadie para hacerles entender por qué pasa lo que pasa si no deciden creer en mí. Para ellos sí va a ser extremadamente difícil, al punto de que el que no se rinda ante mis pies no va a tener la victoria en ese proceso. Pero ustedes, hijitos, no están solos. Ustedes no son hijos de la noche ni de las tinieblas, sino del día. Ustedes pertenecen al reino de la luz y no al reino de la oscuridad. Por lo tanto, no caminan en oscuridad sino en luz, dice el Señor, y Yo alumbro sus caminos en cada paso que dan.
Hijitos, muchos de ustedes quieren ver, pero no es por vista sino por fe. Muchos de ustedes quieren pruebas de lo que Yo ahora estoy hablando, dice el Señor, pero si Yo les daría pruebas y señales constantemente, ¿dónde estaría la demostración de fe que estoy esperando? Porque, justamente, lo que estoy haciendo es refinándolos en la fe. Dice 1 Tesalonicenses 5:5:
[1 Tesalonicenses 5:5] Todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas.
Por lo tanto, yo (Noelia) sigo viendo este relato, esta visión de estos novios que van caminando en un camino y tienen que pasar por adentro de un huracán, y yo estoy viendo ahora que la novia tiene que cerrar los ojos a veces porque, al estar adentro de un huracán, vuela polvo y tierra, y uno no puede abrir los ojos. Ella tiene que ir a ciegas. Ella tiene que cerrar los ojos porque le entra tierra y no puede ver y le duele. Pero, sin embargo, el novio le dice: «No te preocupes, amada mía. Yo conozco el camino. No hace falta que lo mires, porque Yo te llevo. No hace falta que abras tus ojos, porque Yo veo por vos, porque Yo conozco el mapa, porque Yo me lo sé de memoria. De hecho, Yo construí ese camino.»
Hijitos, dice el Señor, ustedes van a tener que caminar así en estos últimos días, quizás no entendiendo muchas cosas. Sin embargo, van a tener que seguir caminando firmes, por fe y no por vista, como sabiendo que estoy ahí con ustedes, guiándolos hasta el final, pero sin verme, por causa de la adversidad, por causa de la tormenta, por causa del polvo y la tierra que van a cegar sus ojos. Hijitos, estoy con ustedes y soy fiel.
Y yo (Noelia) sigo viendo esta visión, y veo ahora que la novia, en algunos momentos, quiere renunciar al noviazgo, porque le dice al novio: «No puedo y no quiero pasar por esto. No quiero ir con vos a través de este huracán. Quiero escaparme, quiero ir a otro lado, quiero estar cómoda, pasarla bien, y si eso incluye renunciar a nuestro noviazgo, a nuestro casamiento, entonces me voy.»
Yo (Noelia) estoy sabiendo ahora en esta visión que esta novia no es completamente fiel, no es fiel 100% del tiempo a ese novio que va con ella, y a veces quiere renunciar a él, a veces quiere salir corriendo. No soporta más porque es difícil el camino por el que van. Pero, sin embargo, el novio se queda ahí, resistiendo, tratando de alentarla, y cuando ella inclusive se aleja, él se queda en el medio del huracán, esperando a que vuelva. Él no se va corriendo en la primera que ella renuncia a esta pareja, sino que él se queda ahí, esperándola, esperando y deseando que vuelva, porque no ama a nadie más que a ella, porque no quiere estar con nadie más, porque no desea a nadie más sino a ella.
La fidelidad que el Señor tiene para con los suyos, para con su iglesia, es una fidelidad distinta a la de los humanos. Es una fidelidad total, indudable, inconmovible. No se puede cambiar ese tipo de fidelidad que Él tiene para con su iglesia. Él no se comprometió con su novia diciendo: «Bueno, hoy me comprometo, pero mañana no sé cómo vamos a estar, no sé cuánto va a durar este compromiso.» No, el Señor es fiel en lo que hace, en lo que dice y en lo que ama.
Cuando Él se comprometió con su iglesia, lo hizo para siempre y por siempre, y desde ese momento en adelante, nunca, ni por un instante, pensó ese novio perfecto, que representa a nuestro Señor Jesucristo, en romper ese compromiso con ella. Es un novio que no se va, es un novio que no abandona, es un novio que no traiciona, que no adultera ni siquiera en los pensamientos de su corazón. No es una fidelidad igual a la de nosotros, que muchas veces nos alejamos, que muchas veces pensamos en abandonar, que muchas veces queremos tirar la toalla, que nos comprometemos por un tiempo y después nos arrepentimos de este pacto que hicimos con Él.
El Señor no es igual a nosotros. Él no cambia, Él no es inestable, pero nosotros sí. Sin embargo, el Señor te dice hoy que mientras pases por los dolores de parto, que mientras pases por esa tribulación como nunca se ha visto ni se va a ver, como dice Mateo 24, que mientras pases por esa aflicción y ese refinamiento por el cual vas a pasar en estos últimos días, Él se va a mantener al lado tuyo. Él no va a dejar su puesto libre. Él no te va a abandonar, porque tampoco es un cobarde que abandona en la primera prueba difícil que hay que pasar.
Y nuestro Rey celestial nos dice hoy: Hijitos, prepárense para el arrebatamiento de la iglesia. Hijitos, dice Jesús, prepárense para mi venida, porque estoy cerca y anhelo venir por los míos a llevármelos conmigo en las nubes y levantarlos en poder y en gloria, como Yo fui levantado primero en poder y en gloria. Porque así como me vieron subir, de la misma manera me verán regresar, y ustedes también serán levantados y serán testigos de ese momento.
Hijitos, esperen el arrebatamiento, dice el Señor, porque está cerca y es real. No duden de mi poder, porque hay parte de mi iglesia que me censura y que no cree que Yo voy a levantar a los míos una vez pasados por ese horno de fuego. Mentirosos son, dice el Señor, que engañan a mi pueblo para que no se prepare para mi venida. Incrédulos, que no creen en las señales, en las maravillas, en los prodigios que hace mi mano poderosa.
Vengo por una iglesia gloriosa, dice el Señor, que va a ser limpiada, y cualquier tipo de mugre que tenga en sus vestidos será quitado a través de este fuego de refinamiento por donde la estoy haciendo pasar. Vengo por una novia blanca y me estoy ocupando de ella, preparándola en cualquier detalle, en todos los aspectos, como cuando una novia se prepara para el día del casamiento y no lo hace solamente en las vestiduras. Se prepara como mujer, como esposa. Se prepara para ser madre, se prepara para servir en la medida que pueda, si esa novia es una mujer bíblica. Dice 1 Tesalonicenses:
[1 Tesalonicenses 4:16-17, RVR1960] Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.
Estoy preparando a esa novia, dice el Señor. Me estoy ocupando de ella, estoy ocupándome de todos sus asuntos, de cada uno de los aspectos de su vida. Me voy a asegurar que cuando venga, ustedes estén listos para mí, como un cocinero que no saca la comida del horno sin que antes esté seguro de que ya esté cocida. Hijitos, tengan esperanza, porque lo que viene es duro, pero es necesario. Resístanlo, sabiendo que soy Yo el que ordena que sean purificados por ese fuego para que cuando venga los encuentre irreprensibles en cuerpo, alma y espíritu.
Hijitos, soy Yo el que habla, Jesús de Nazaret, el que murió en esa cruz entregando su vida de su propia voluntad para ser resucitado al tercer día, visitando a los muertos y resucitando a algunos de sus tumbas.
Es el mismo Jesús de Nazaret que fue levantado al cielo, que se sentó a la diestra del trono de la majestad, desde donde reina por los siglos de los siglos. Es el mismo que vendrá por los suyos, resucitando nuevamente a los muertos y levantando a los puros. Porque si no hay resurrección, dice el Señor, ¿para qué esperarme? Si no hay resurrección, ¿para qué creer en mí? Si no hay resurrección, ¿para qué purificarse?
Hijitos, dice el Señor, hay muchos de ustedes que en sus congregaciones no leen estos pasajes bíblicos, como 1 Tesalonicenses 4:16. En muchas congregaciones a donde algunos de ustedes concurren, nunca se habla de la resurrección de los muertos, mucho menos del arrebatamiento, y ni se habla de la preparación para ser capaces de resistir a los dolores de parto, a los juicios que están viniendo y que van a venir sobre la tierra mientras la iglesia todavía está aquí. Dice 1 Corintios:
[1 Corintios 15:51-52, RVR1960] He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, 52 en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.
Y yo (Noelia) estaba viendo en una visión, mientras el Señor hablaba, que cuando venía el Señor en las nubes, primero resucitaban los muertos y después la iglesia era arrebatada. Pero a algunos de ustedes lo que estoy diciendo ahora les choca, les sorprende, porque nunca escucharon esto, porque nunca se los predicaron, porque nunca se los recordaron, nunca se los dijeron.
Hijos, dice el Señor, tienen que prepararse para el arrebatamiento, tienen que estar listos para cuando venga el Señor, porque no se los hablan en la cara para no perder oyentes, porque muchos de estos pastores que encubren estas verdades escritas tienen miedo de que los tachen de ocultistas por hablar de estas cosas. Tienen miedo de que digan sobre ellos que cuentan historias de cuentos que no existen.
Hijitos, dice el Señor, aunque ellos no prediquen de estas cosas, ustedes tienen que despertar y comenzar a prepararse ya, si es que todavía no lo hicieron, porque el día y la hora nadie lo sabe. Muchos dicen: «Tal día y tal hora y tal fecha viene el Señor», me dice el Espíritu Santo, y muchos dicen: «El Señor vendrá en este país primero y en otro después», y así varios han sacado conjeturas sobre lo que las Escrituras dicen sobre la venida del Señor, provocando a mi pueblo que yerre, que se equivoque, que se confunda, y que piense que en tal fecha exacta va a venir el Señor. Entonces ya no hace falta hacer nada, en el sentido de prepararse, de estar alerta, de velar, como dice la Biblia. Pero la Biblia dice:
[Mateo 24:36, RVR1960] Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino solo mi Padre.
Hijitos, dice el Espíritu Santo de Dios, no se dejen engañar, porque estamos en tiempos de engaño, en tiempos de apostasía, en tiempos de mentirosos que engañan a los corazones ingenuos, que no son estudiosos de la Biblia, que no se anclan en las Escrituras, que no se basan en lo que Yo mismo ya avisé, dice el Señor. Tengan cuidado, hijitos, porque hay muchos que son como matemáticos, que sacan fechas, haciendo cálculos sobre cuándo va a ser la venida del Señor, y se equivocan, hijitos, porque ese dato el Padre lo tiene en su sola potestad, y la fecha de la venida del Señor Jesucristo está en su sola mano.
Ustedes tienen que prepararse, dice el Señor, y no creer lo que estos fabuleros cuentan, diciéndoles lo que ustedes quieren escuchar, de que la venida es en un par de meses y que no se va a tardar más que eso, porque es fácil escuchar ese tipo de palabras, porque si así fuera, nadie tiene que prepararse para nada, nadie tiene que ser refinado para nada. Todo el mundo sería levantado tal como está ahora. Sin embargo, van a pasar por el horno de fuego, dice el Señor.
Y me viene la historia de Sadrach, Mesach y Abednego, los hebreos que entraron en el horno de fuego. Pero no estaban solos, porque adentro, dice la Biblia, había una cuarta persona, que era como el hijo del hombre. Ellos entraron en el horno de fuego, y así como entraron salieron, no estando solos adentro de ese horno que ardía y quemaba, pero que no los tocó. Esto representa que la Iglesia va a ser refinada como el oro, pasada por el fuego para que su fe crezca, para que vaya a una gloria mayor, para quemar toda impureza que no le sirve ahora, porque si hoy viniera el Señor, no estaría apta para ser levantada.
Ese horno de fuego significa y representa que la Iglesia va a pasar por esa purificación final antes de ser levantada, pero mientras tanto, el Señor va a estar con nosotros, así como ese cuarto personaje estaba adentro de ese horno de fuego junto con los tres hebreos.
[Daniel 3:25, RVR1960] él dijo: He aquí yo veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego sin sufrir ningún daño; y el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses.
Alabado sea el Señor, porque la venida de nuestro Señor Jesucristo se acerca, pero para el Señor un día es como mil años y mil años como un día. Y muchos malinterpretan, dice el Señor, lo que dice la Palabra, nuevamente calculando fechas, días, meses y años, pero estos son cálculos de hombres, dice el Señor, porque nadie lo sabe. A nadie se le ha sido revelado cuándo será la venida del Señor. Y esto no lo estoy diciendo yo, Noelia; lo está diciendo el Señor ahora a través mío.
A nadie se le ha dicho cuándo será la venida del Señor, la fecha exacta, el día, el mes, el año, la hora. A nadie se le ha hecho saber, y este dato sigue estando en mi sola potestad. Mas cuando se acerque ese momento, dice Jesús, Yo colocaré un sentido especial del tiempo en los corazones de los míos, como cuando alguien siente que algo va a pasar, y que algo está realmente cerca, y que tiene que estar más alerta y más atento que nunca para no perderse ese evento.
Los míos, los que verdaderamente me sigan en ese momento, del arrebatamiento de la iglesia, los que realmente estén cerca de mí, caminando de mi mano, dice Jesús, los que tengan sus lámparas llenas de aceite, los que estén despiertos, los que sean entendidos de los tiempos, los que se hayan preparado, los que se hayan dejado purificar por ese fuego de los dolores de parto, los que hayan sabido confiar en mí hasta el final, los que no me hayan abandonado en medio de estas tribulaciones que vienen al mundo, ellos tendrán un sentir sobre la venida del Señor. Será como cuando el Espíritu Santo les habla a los hijos de Dios, haciéndoles saber algo. Será como un aviso interno de que el arrebatamiento está cerca. El Espíritu Santo hará sonar las trompetas adentro de los espíritus de los hijos de Dios cuando el arrebatamiento se esté por dar.
Esto no significa que el Señor va a darle a alguien la fecha de ese momento, sino que el Espíritu Santo se moverá entre su pueblo de una manera particular justamente antes de ese momento, porque para eso está el Espíritu de Dios hoy en sus hijos, para guiarlos, como dice la Biblia, que aquellos que son guiados por el Espíritu de Dios, esos son los hijos de Dios. Y así como ahora, en este tiempo de tribulación, el Señor nos está guiando a través del Espíritu Santo hacia esa tierra prometida que es la Jerusalén celestial, de la cual el Señor nos hablaba más temprano, de la misma manera el Espíritu Santo nos va a seguir guiando hasta el último minuto que estemos en la tierra, colocándonos un sentir, un saber de que el Señor viene.
No estaremos solos, ni siquiera en los últimos momentos antes del arrebatamiento. Pero sí seremos probados, y dolerá el fuego, pero es necesario, dice el Señor, para que me sean fieles, para que no se duerman, para que no se confíen, para que no caigan en engaño, para que estén listos, para que estén velando y sus oídos espirituales estén abiertos para cuando suene esa trompeta, para cuando suene ese shofar, los oídos de mis hijos ya van a haber sido limpiados, abiertos y entrenados en escucharlo. Porque sólo reconocerán esa trompeta final del arrebatamiento aquellos que hayan sido entrenados en escucharla.
Y en estos días, dice el Señor, me estoy encargando de eso, de que sean aptos de escuchar ese llamado, esa voz de arcángel, esa trompeta que desciende del cielo para levantar a los míos. Los estoy entrenando, dice el Señor, para que disciernan mi voz, para que cuando los llame de entre las nubes reconozcan que soy Yo, así como las ovejas solamente reconocen la voz de su pastor porque lo conocen y lo siguen.
Déjense entrenar, dice el Señor, déjense refinar. El tiempo está cerca, pero nadie sabe fehacientemente cuándo será esta fecha. Sin embargo, ustedes tienen que vivir en el hoy y no en el mañana, y tienen que estar preparados como si hoy fuera el día en el que vengo por ustedes, porque, como dice 1 Corintios 15:52: «En un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta. Porque se tocará la trompeta y los muertos serán resucitados incorruptibles y nosotros seremos transformados.» Será en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, que suene esta trompeta, y los que estén muertos sean resucitados y los que estén vivos sean transformados en ese arrebatamiento.
El Señor dice que no te acuestes a dormir hasta que suene esta trompeta, porque si estás dormido no la vas a poder escuchar. Que no te sientes a derrochar tu vida, tirándola a la basura, pensando que faltan muchos años para la venida del Señor, menospreciando lo que dice la Escritura de que redimas el tiempo.
Hijitos, prepárense, dice el Señor, porque será en un momento y no saben cuándo será ese momento. Pero sí tienen la potestad de decidir estar listos para ese momento, de ponerse a cuentas conmigo para cuando suceda ese momento, porque no habrá tiempo para nada cuando la final trompeta suene, porque el arrebatamiento será en un abrir y cerrar de ojos y ya no va a haber tiempo para arrepentirse en ese momento. Será hasta ese momento, hasta antes de que suene la final trompeta, que habrá oportunidad de arrepentirse, dice el Señor. Mas cuando suene la última trompeta, solamente serán levantados los justos, los puros, los que tenían sus lámparas llenas de aceite, los que velaron, los que se prepararon, los que escucharon, los que obedecieron, los que me amaron.
Prepárense para ese momento, dice el Señor, porque muchos de ustedes se olvidan para qué se están preparando. Se cansan de esperar, como la historia de la Biblia que dice: «Como vieron que el Señor, el amo de la casa, no venía, comenzaron a maltratar a los siervos, porque el amo se tardaba.» No sean ustedes iguales a esos necios, dice el Señor, y entiendan cuál es el objetivo del refinamiento actual, que no es en vano que están pagando por una gloria inimaginable venidera en la vida eterna, por siempre y para siempre, que será sólo un momento pasajero, que no dura nada a comparación del gozo eterno de entrar en mi descanso, dice el Señor.
[Mateo 24:48-51, RVR1960] Pero si aquel siervo malo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a sus consiervos, y aun a comer y a beber con los borrachos, vendrá el señor de aquel siervo en día que este no espera, y a la hora que no sabe, y lo castigará duramente, y pondrá su parte con los hipócritas; allí será el lloro y el crujir de dientes.
Muchos de ustedes, dice el Señor, regularmente se olvidan del sentido del sufrimiento en este tiempo de prueba y pierden el foco. Se olvidan del objetivo, se olvidan de las promesas del Señor para los suyos, se olvidan de que son ciudadanos de un reino eterno, inamovible, inconmovible, incorruptible, creyendo que pertenecen a este mundo, que son de esta tierra y que no hay nada que los espera más allá de eso. Se están olvidando de quiénes son, dice el Señor, y de por qué tienen que pasar por lo que tienen que pasar. Se están olvidando de que aquel hijo al que el Padre ama, lo corrige. Se están olvidando de que es necesaria la corrección divina. Se están olvidando de que es necesario pasar por estas guerras en Mateo 24, por estas pestes y plagas, por estos terremotos, por este levantamiento del mar y de las costas, por estos huracanes y ciclones, por estos eventos catastróficos mundiales que vienen, por la persecución que se avecina a su iglesia. Se están olvidando de para qué tenemos que pasar por esto. Se están olvidando del premio, dice el Señor.
Son como un atleta que empieza a correr una carrera, y cuando inicia esa carrera, el atleta tiene bien en claro para qué lo está haciendo: qué quiere ganar y qué quiere terminar, y cuál es el premio que le espera después. Pero en el medio de la carrera el atleta se olvida de para qué empezó a correr. No tiene sentido ya más seguir corriendo si no hay un objetivo.
Ustedes son así, dice el Señor. A veces se olvidan de que es bueno pasar por lo que van a pasar, por más que duela, por más que cueste, por más que sufran, así como pasaron todos mis siervos anteriores, los que fueron fieles, porque a todos los que Yo amo los voy a purificar, dice el Señor. ¿Para qué quiero purificar a los injustos si no van a permanecer para siempre conmigo a mi lado? Pero ustedes me pertenecen, y me ocupo de limpiar lo que me pertenece. Ustedes me importan, y por eso tengo que refinarlos, tengo que quitarles esas manchas de sus vestiduras que ahora tienen, tengo que calentarlos a los que están tibios para después no vomitarlos de mi boca.
Se olvidan del trofeo que les espera, dice el Señor. Se olvidan de esa ciudad de oro. Se olvidan de que van a habitar por siempre y para siempre en mi presencia y que mi luz va a ser lo que los va a alumbrar permanentemente, por lo cual ya no habrá necesidad de sol porque mi luz es suficiente. Se olvidan de que, si ustedes resisten hasta el final de estas pruebas, de este tiempo de tribulación que se viene sobre la tierra, ya no habrá angustia ni dolor cuando el tiempo se termine. Se olvidan de que ya no será necesario derramar más lágrimas por causa de la aflicción, que la tristeza huirá de ustedes, para solamente vivir en un constante gozo, eterno y permanente. Se olvidan.
No hay nada en el mundo, no hay precio que pueda pagar por estar en ese estado para siempre y por siempre, eternamente, sin nunca más sentir ni una pizca de dolor, ni en el cuerpo, ni en el alma, ni en el espíritu. Es algo tan grande que ni siquiera se imaginan cómo sería, dice el Señor. No se imaginan lo que les espera al nivel en que deberían imaginárselo.
Hijitos, no menosprecien el premio, pero hay un precio que pagar, y a veces ustedes se olvidan de por qué lo están pagando. Además de eso, algunos de ustedes en algunos momentos no lo quieren pagar. Hijitos, ustedes son míos, dice el Señor. Agárrense de sus asientos y abróchense los cinturones porque vienen turbulencias al mundo, y la congregación de los justos todavía no va a ser quitada hasta llegar al punto exacto y perfecto de reestructuración, de restitución, de restablecimiento de la verdad, de limpieza y de purificación en donde tiene que estar.
[Apocalipsis 3:11, RVR1960] He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona.
Recuerden, hijitos, y pongan sus ojos y su mirada en las cosas celestiales y no en las terrenales, porque ustedes son como pasajeros que van volando en un avión que está pasando por turbulencias, y de tantas turbulencias, esos pasajeros piensan que el avión se va a caer, que van a morir y que no van a llegar al aeropuerto donde tenían que llegar. El avión se va a sacudir, dice el Señor, y van a temer, y van a dudar, y van a sentirse confundidos. Les va a doler. A veces se van a golpear por los movimientos de ese avión, pero van a llegar, y cuando lleguen, ya no serán igual que antes, porque justamente son las turbulencias las que provocan cambios en ustedes, justamente son las aflicciones las que provocan en ustedes un antes y un después. Es necesario que entremos en el reino de los cielos a través de muchas aflicciones.
[Hechos 14:22, RVR1960] Confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios.
Es necesario que pasen por este vuelo, pero no teman, dice el Señor, porque Yo soy el piloto. Yo soy el que maneja este avión en donde ustedes van. No están solos, y mando a mis ángeles a guardarlos, a cuidarlos, a guiarlos, para asegurarme de que cada uno de esos pasajeros llegue a salvo a donde tiene que llegar.
No es fácil entrar en la vida eterna. Primero hay que ser atribulado. Pero hoy estoy aquí como atalaya del reino por el Espíritu de Dios, llamada a preparar a una iglesia para la venida del Señor, para que sea capaz de resistir la tribulación que viene sobre el mundo entero, para exhortarlos a que permanezcan en la fe, para confirmar sus ánimos y que entiendan que tiene que ser así, que recuerden el motivo de por qué tiene que ser así, y que tengan en cuenta de que hay alguien que es mayor que ustedes y que ya tuvo la victoria sobre todo esto antes que ustedes, que es el que hoy los sostiene a ustedes.
Hijitos, dice Jesús, mi venida está cerca, mi venida se aproxima. Algunos de los míos están expectantes por ese momento. Algunos lo desean con todo su corazón. Algunos no han perdido de vista ese momento. Algunos sí han creído en mi palabra cuando dije que vendría por los míos y los levantaría en las nubes. Hay algunos, entendidos, que sí esperan el sonido de esa trompeta y que sí se están preparando para ese momento glorioso, majestuoso, para ese galardón por el que tanto sufrieron. Esos, esos que entienden lo que estoy diciendo, tienen que publicarlo a los cuatro vientos. Tienen que exhortar a otros a que permanezcan en la fe. Tienen que alentar a otros para que recuerden por qué tienen que resistir hasta el final. Esos que entienden que esto se acerca para los míos tienen que contagiar ese entusiasmo a los que hoy no lo tienen.
Tienen que abrirles los ojos a los que están cegados, hijitos, porque este es el tiempo de la verdad y también del error, y hay un error muy grande en este tiempo en muchas congregaciones: el error de negar la venida del Señor. Es un error muy grande y otro motivo por el cual el hacha viene sobre las congregaciones, porque estos pastores que no hablan sobre la venida del Señor están quitando de lo que dicen las Escrituras, en el sentido de que nunca lo leen, nunca lo enseñan, nunca lo predican. No lo recuerdan, más bien lo esconden. Es como si lo borraran de sus Biblias, y esto es quitar de las Escrituras, y la Biblia dice:
[Apocalipsis 22:18-19, RVR1960] Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro.
Pobre, dice el Señor, del que esconde esta verdad a mis hijitos, a los míos. Prediquen sobre la venida de Jesús, dice el Señor. Y el Espíritu Santo me hacía entender que quien quita de lo que está escrito es como si lo negara, y que también vendrá maldición sobre esta persona por elegir de lo que está escrito lo que le conviene, lo que quiere leer, compartir o enseñar y lo que no.
Hijitos, ustedes sean despiertos y lean por ustedes mismos lo que está escrito, dice el Señor. Tampoco esperen que todo tipo de alimento les llueva del cielo sin hacer nada. Investiguen, sean atentos, despiertos. Muévanse, actívense, porque si ustedes no conocen estos fragmentos de las Escrituras no es solamente culpa de los líderes que no se los comparten o enseñan. Es culpa de ustedes también, porque no administran lo que está escrito.
Es muy grave lo que dice la Biblia en Apocalipsis 18:19 sobre esto, y este pasaje es para todo tipo de predicador que obvia la predicación sobre el arrebatamiento, sobre la venida del Señor Jesús.
Cuando sus rodillas se doblen, dice el Señor, cuando sientan que no pueden más, cuando el diablo les haga pensar que no van a poder resistir hasta el final, pongan su mirada en esa Jerusalén celestial que les espera. Piensen en esa ciudad de oro, de piedras preciosas, en lo majestuoso de sus nuevas vidas en esa eternidad. Cuando sientan sus corazones sangrar por causa de tanto dolor, mientras pasan por este refinamiento final.
Piensen en mi persona, dice Jesús, en mi voz, cuando les hable, en mis ojos, que van a ver cara a cara. Piensen en una hermandad juntos en los lugares celestiales, eternamente y para siempre, en una fraternidad real y no como la conocen ahora. Cuando sus ojos estén cansados, secos de tanto llorar, porque estén tratando de resistir a los dolores actuales que provoca este refinamiento por donde los estoy pasando hoy, piensen que son bienaventurados, porque hay una recompensa que los espera, que ni ustedes mismos son capaces de imaginarse, porque no han conocido la realidad de las cosas celestiales en el nivel en el que existen, dice el Señor.
Tengan estas cosas en cuenta, dice el Señor, y grábenselas en sus mentes para recordárselas a ustedes mismos cada vez que el diablo les diga: «No vas a poder. ¿Para qué tanto esfuerzo? No sos capaz de llegar. No vas a resistir. Ya no podés más. Mejor andate al mundo, que es más fácil,» y todas estas cosas que les habla el engañador de las almas. Acuérdense y tengan presente el abrazo que les voy a dar cuando este tiempo pasajero en este mundo se termine y finalmente estemos juntos, porque si verdaderamente me aman, tan solo esa imagen de poder abrazarnos es lo que los sostiene.
Los amo, hijitos. Ustedes me pertenecen, vuelve a repetir el Señor, no por momentos, no por días, no por horas. Desde que fueron comprados por mi propia sangre, que derramé para que me pertenezcan, ustedes me pertenecen permanentemente. Gócense cuando sufran, porque un reino superior los espera. Alábenme cuando pasen por pruebas y tribulaciones y angustias, sabiendo que están pagando el precio para una gloria eterna, para habitar eternamente en una paz indescriptible.
Es lo que prometí para los míos, dice el Señor, para los que resistan hasta el final, para los que perseveren hasta el fin, como dice la Biblia. Recuerden ese trofeo y permanezcan firmes en la fe, porque el arrebatamiento está cerca, pero también el refinamiento de la Iglesia. Amén.
Gracias, Señor, bendito Rey eterno. Te amamos, Señor Jesús, misericordioso, bello, perfecto, príncipe de paz. Gracias por ese sacrificio, por pagar por nosotros con tu propia sangre derramada, Señor. Tremendo amor, Señor. Gracias, Señor, por este empujón, por esta fuerza de hoy, por esta palabra de aliento, por esta confirmación para muchos, claridad y entendimiento para otros. Gracias, Señor. Toda la gloria y toda la honra es para ti, mi Rey. Nos preparamos, velamos, llenamos nuestras lámparas de aceite y aguardamos tu venida, Señor, resistiendo toda turbulencia en este vuelo porque sabemos que el que conduce este avión sabe bien lo que hace y nos va a ayudar hasta el final. En el nombre de Jesús, Amén.
Bueno, hermanos, aleluya por esta palabra. Saludos de mi esposo, aquí conmigo, y de mi parte para todos ustedes, y les recomiendo estudiar en la Biblia todos los pasajes que hablen sobre la venida del Señor, sobre el arrebatamiento, y que lleven estas cosas en oración y pidan revelación también sobre esto.
Yo estoy sabiendo ahora que muchos de ustedes están soñando con el arrebatamiento. Algunos de ustedes sueñan que no son levantados, y para muchos esto es un aviso de que no se están preparando para ser dignos de ser levantados, porque solamente serán levantados los que sean dignos de ser arrebatados, los que se pongan a cuentas, los que guarden su santidad, los que hayan resistido todas las pruebas anteriores al arrebatamiento. Muchos de ustedes están soñando esto, que no son arrebatados, porque hoy no están limpios, y es una advertencia de parte del Señor para ustedes de que se pongan a cuentas y se preparen, para que cuando el Señor venga no se queden atrás, porque muchos que hoy se dicen ser hermanos se van a quedar en el arrebatamiento. No van a ser tomados. Así que, si estás soñando con este tipo de cosas, reaccioná a ese sueño y preparate.
Otros están recibiendo revelación sobre los eventos anteriores al arrebatamiento, y a través de estos sueños, el Señor está trayendo luz sobre lo que está escrito. Otros están sintiendo un llamado a predicar en torno al arrebatamiento. Hay distintos tipos de predicaciones, distintas formas de evangelizar, pero algunos de ustedes sienten un llamado a evangelizar a los incrédulos predicándoles sobre los acontecimientos de los días finales y sobre la venida del Señor. Así que les estoy confirmando, para muchos de ustedes, este llamado del Señor a sus vidas, y confiamos en que esta palabra, como siempre, haya sido de edificación para sus vidas y de despertar más que nada.