Padre, en el nombre poderoso de Cristo Jesús, te damos las gracias, en primer lugar, por todo lo que le das a tu pueblo, por ministrar a los tuyos, porque escuchas las oraciones, porque prestas atención a los que te buscan sin cesar, porque estás atento a los que te son fieles, porque extiendes tu mano para ayudar al que se siente débil y caído y lo vuelves a levantar; porque eres un Pastor perfecto que nunca se equivoca, que nunca abandona a sus ovejas, que, una vez que las adquirió, se hace cargo de ellas como si fueran un tesoro precioso para Él.
Gracias, Señor, porque desde allí gobiernas, desde tu trono, para siempre, por siempre y desde siempre. Gracias, Señor, por mirarnos, por rescatarnos de la escoria que éramos cuando estábamos en el mundo. Gracias, Señor, porque antes éramos como cerdos que nadábamos en nuestro chiquero, que nos revolcábamos en ese barro, y tuviste tanto amor, tanta misericordia con nosotros, que te dignaste a extender tu mano para sacarnos de allí, porque no podíamos salir solos. Gracias, Señor, por tan grande misericordia, por tan grande perdón, por tanta piedad, por tanta paciencia que tienes con nosotros.
Señor, hoy estamos nuevamente aquí en tu presencia para escuchar lo que tienes para decirle a tu pueblo, porque estamos hambrientos y sedientos, y lo único que calma nuestra sed es escucharte. Se trata de leer tu Palabra escrita, pero también de escuchar lo que hablas a través de la palabra viva, por el don de profecía.
Gracias, Señor, porque estás alumbrando a tu pueblo, porque estás guiando a tu pueblo, porque nos estás dando las instrucciones para estos últimos días, para que podamos resistir los ataques del enemigo contra nosotros, porque nos recuerdas una y otra vez lo que ya nos dejaste escrito, Padre; porque nos socorres a través de estas palabras, porque nos motivas, porque nos alientas, pero también nos corriges.
Te doy las gracias porque ya veo tu mano extendida sobre todos nosotros, protegiéndonos, siendo como una nube protectora por encima de nuestras cabezas. Te damos toda la honra, Señor, por todo lo que vas a hacer hoy a través de tu hermoso, perfecto, amado Espíritu Santo. Oh, Espíritu Santo, ven y manifiéstate entre esta congregación de tus santos. Oh, Espíritu Santo, muévete en los corazones, trayendo paz, trayendo tranquilidad, trayendo gozo, trayendo alegría, trayendo descanso a nuestras almas cansadas.
Ay, Señor, somos tan imperfectos, pero qué hermoso es tu Espíritu. Ay, Señor, cuánta libertad nos trae el Espíritu Santo. Ay, Señor, cuánto nos consuela este Espíritu amoroso, amable. Ay, Señor, qué hermoso, qué grande, qué glorioso eres, Padre. No hay palabras para describirte. Eres tan superior a todo, Señor, a todo lo que existe. Señor, tu mano es tan fuerte, la diestra de tu poder, fuente inagotable de fuerza.
Te pedimos hoy que extiendas esa mano sobre nosotros, Señor. Tan solo una gota de ese poder es suficiente para levantarnos y seguir adelante, Señor. Henos aquí, Señor, como peces hambrientos en un estanque, como cuando alguien lanza un puñado de alimento al agua y todos los peces se acercan desesperados, casi compitiendo entre sí, como si se pelearan por alcanzar algo de lo que cayó al agua.
Señor, así estamos ahora: desesperados por escuchar tu voz, necesitados de esa palabra viva y eficaz que, cuando entra en nuestros corazones, si le abrimos la puerta, si la dejamos entrar, si tiene vía libre para ingresar, nos va transformando, nos da entendimiento, sabiduría, comprensión; nos abre la mente para poder verte con claridad, nos limpia, nos restaura, nos sana, nos libera. Ay, Señor, necesitamos todo eso que tienes para darnos hoy y siempre, Padre. Gracias, Señor.
Estoy viendo en este momento, en el espíritu, caballos de distintos colores que cabalgan en el cielo, caballos que vienen a toda velocidad. Es una manada de caballos que avanza rápido, cabalgando desde la derecha hacia la izquierda. Los estoy viendo suspendidos en el aire, y son de distintos colores: caballos marrones, caballos negros, caballos blancos; y entre los marrones hay tonos más claros y más oscuros. Son distintos tipos de caballos que cabalgan y cabalgan, rodeando la tierra, y estos caballos poderosos representan el poder del Espíritu Santo.
Es mi Espíritu representado en estos caballos que están rodeando la tierra para llenarla de la manifestación de mi poder, dice el Señor. Hijitos, estoy escuchando esas oraciones de los que se sienten secos, de los que sienten que necesitan de esa manifestación del poder para sanar enfermos, para hacer milagros, para abrir oídos cerrados que no podían escuchar, para ir a hospitales y darles esperanza a los desahuciados.
Hijitos, estos caballos que se manifiestan de distintas maneras —por eso estos caballos son de diferentes colores— representan las distintas manifestaciones del poder de mi Espíritu y están corriendo con fuerza y a toda velocidad. Pero en este tiempo, en estos últimos días, a medida que los dolores de parto se intensifiquen, estos caballos también van a acelerar su velocidad, dice el Señor, corriendo más rápido de lo que venían corriendo hasta ahora.
A medida que el tiempo se acelere (como dice la Biblia, que los días se acortarán por causa de los escogidos), estos caballos aceleran su marcha para provocar un aceleramiento también en la manifestación del poder del Espíritu de Dios. Y cuando ellos cabalgan, rodeando toda la tierra permanentemente, activan ese poder sobre la tierra. Es como si ellos, estando en el cielo, cabalgando alrededor de toda la tierra, provocaran que el poder de Dios caiga sobre ella como una lluvia, desde las patas de estos caballos hacia abajo.
El Señor pregunta en esta noche: Hijitos, ¿cuántos de ustedes quieren recibir de este poder y de la manifestación del Espíritu en sus vidas?
Porque, cuando estos caballos cabalgan a toda velocidad, este poder cae sobre la tierra en vasos que están vacíos y dispuestos a recibir de esa lluvia del poder de Dios. El poder está disponible para todos, pero no todos son como vasos abiertos, aptos para recibir de este poder en ellos.
Hijitos, estoy buscando vasos vacíos, dice el Señor, vasos vacíos de doctrinas humanas, vasos vacíos de aguas contaminadas, vasos que se permitan ser vaciados de lo que tenían antes, para que, una vez vacíos y limpios, ese poder pueda caer dentro de ellos.
En este tiempo, el Señor no solamente está vaciando a muchos de ustedes de cosas que no les sirven, de doctrinas que aprendieron y que son antibíblicas, de enseñanzas de hombres que los han frenado por tantos años, sino que también está haciendo caer vendas en este tiempo. Están cayendo velos en aquellos vasos que quieren servir a Dios.
Estos vasos que estaban sucios no solamente están siendo vaciados, dice el Señor, sino que están siendo limpiados, porque, una vez que el vaso es vaciado de la mugre que traía, del agua contaminada que estaba adentro, ese vaso tiene que ser limpiado.
Muchos de ustedes están pasando por este proceso y le han pedido al Señor: «Señor, yo quiero la manifestación de tu poder. No quiero solamente tener una fe en palabras, sino una fe que se manifieste a través de tu poder». La Biblia dice: «Cuando reciban el Espíritu Santo, recibirán poder y me serán testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaria y hasta los confines de la tierra». Y ustedes se preguntan: «Señor, ¿cuándo se va a cumplir este versículo en mi vida? Necesito esa manifestación. Quiero ese poder. Quiero ver milagros, maravillas, señales, prodigios. Quiero realmente ver en acción lo que estoy leyendo en la Palabra».
Hijito, hijita, te dice el Señor, es que te estoy limpiando, es que primero tengo que vaciarte de todo lo que no me sirve. Porque, si Yo derramara ahora ese poder del Espíritu Santo dentro tuyo, estando sucio y confundido, no sabrías cómo manejar ese poder, cómo aplicarlo para la edificación de otros, para rescatar a otros y para que los frutos lleven la manifestación del poder de Dios en ti. Por eso, hijitos, dice el Señor, entiendan que primero tienen que abrirse como una flor para recibir la luz que tengo para darles y así puedan crecer.
Algunos de ustedes pidieron esta manifestación del poder del Señor en sus vidas a través de prodigios, señales, sanidades y milagros, pero también a través de dones del Espíritu Santo, como el don de profecía, el don de ciencia, sabiduría y el resto de los nueve dones que están nombrados en 1 Corintios 12, dones que concede el Espíritu Santo de Dios y que reparte como Él quiere.
Yo veo que muchos de ustedes están pidiendo estos dones. Le están diciendo al Señor: «Ya estoy bautizado. Señor, quiero ver la manifestación de esos dones en mi vida. Quiero servirte». Y eso está bien. El Señor está complacido con esa petición cuando le dices: «Señor, quiero servirte, pero necesito herramientas para poder hacerlo. Quiero ser un vaso donde se derrame tu poder y donde te puedas manifestar con gloria a través mío».
El Señor les dice a algunos de ustedes: «Primero tengo que vaciarte, porque aprendiste cosas que no te ayudaron a avanzar, sino a estancarte. Aprendiste doctrinas que estoy borrando con mi goma. Es que en tu corazón hay cosas escritas, enseñanzas falsas que primero tienen que desaparecer, como una tinta que con el tiempo se desvanece. Primero tengo que borrar en ese papel de tu alma todo lo que quedó grabado y que no te sirve, que no es cierto y que no va conforme a lo que Yo soy, a lo que quiero hacer contigo y a mi manera de manifestarme en los míos», dice el Señor.
Algunos de ustedes son como papeles que están completamente escritos de arriba hacia abajo, porque ciertos hombres han tomado ese papel y escrito sobre él. Algunas de estas cosas son buenas, rescatables y acordes al carácter del Señor, a sus Escrituras, a sus mandamientos, a su manera de pensar y a sus propósitos en sus vidas. Pero algunas de esas cosas que los hombres escribieron en ese papel no aprovechan, no sirven.
Yo tengo que volver ese papel al blanco para poder reescribir encima de él lo que Yo quiero escribir, lo que Yo quiero que esté escrito sobre ti: las palabras vivas y no muertas que Yo quiero impregnar en ti, dice el Señor. Hijito, hijita, déjate trabajar. Sé maleable. No seas como el acero, que no se puede doblar. Déjate refinar, dice el Señor.
Déjame que te quite toda esa mugre que no te estaba sirviendo para avanzar, para que, una vez limpio, una vez libre, una vez sano, una vez que borre completamente esa tinta que te estaba ensuciando y ese papel esté completamente en blanco de nuevo, Yo pueda reescribir palabras de vida, palabras de conocimiento sobre ti, palabras de pureza, palabras que vienen de lo alto y no de lo bajo, palabras espirituales y no carnales, dice el Señor. Para poder usarlos con la manifestación de mi poder en el nivel que Yo quiero, primero tengo que quitar del medio de sus caminos esas piedras de tropiezo que hay delante de ustedes.
El Señor dice que muchos de ustedes quieren servirlo y están preguntando: «Señor, ¿en qué área? ¿Qué hago? ¿Cómo puedo servirte? ¿Cómo puedo serte útil? Quiero ser tu herramienta. Quiero ser tu instrumento. Úsame. Acá estoy. Aquí está mi vida». Por eso, el Señor quiere confortarte en esta noche para que sepas en qué temporada estás.
Muchos de ustedes están en una temporada de limpieza, una temporada de separar el trigo de la cizaña, pero primero dentro de ustedes mismos, donde el Señor está quitando lo que no tiene que estar. Él está despejando tu camino espiritual, ordenando muchas áreas de tu vida para que, una vez hecho lugar en tu casa, Él pueda venir, sentarse en ese trono que está preparado para Él y verdaderamente gobernar desde ahí.
No es que el Señor no quiera responder a tu oración, no es que no te escuche, no es que no te preste atención, no es que no quiera usarte o que seas inútil para Él. Lo que sucede es que primero quiere mostrarte tu identidad. El Señor quiere que sepas realmente quién eres en Cristo, que te levantes como un edificio fuerte, que te edifiques en primer lugar y que tengas una base sólida en el conocimiento de las Escrituras.
Algunos de ustedes son recién convertidos y ya quieren estar en un ministerio o en un servicio. Eso, como motivación del corazón, está muy bien, pero aún el edificio ni siquiera está levantado. ¿Cómo va a venir gente a cobijarse dentro de ese edificio si aún no tiene las paredes terminadas, si no hay pisos, si no hay sillones donde sentarse ni una cama donde descansar?
Por eso, para que te conviertas en un instrumento útil para Dios, el Señor dice que primero tienes que entregarte más a Él. No es que no te escuche, sino que necesitas entender que es paso a paso. Para algunos, el llamamiento llega más rápido, mientras que para otros requiere un poco más de tiempo de preparación, limpieza y orden en sus vidas. Hay distintos ritmos, y hay un tiempo para todo, como dice el libro de Eclesiastés.
Hijito, está todo bien, les dice el Señor a los que están esperando esta respuesta. Pero hay un tiempo para todo, y antes de llamarte al servicio, primero hay ciertas cosas que quiero hacer en tu vida.
Esta palabra es para los que están esperando ese llamamiento, para los que tienen un anhelo de servirlo, pero al mismo tiempo sienten que hay cosas que los traban, que hay bloqueos y que todavía no están suficientemente libres o capacitados para realizarlo. El anhelo está, pero se sienten débiles, aún un poco frágiles.
En primer lugar, el Señor quiere darte calma. Quiere que calmes tu espíritu y vuelvas a confiar en Él. El Señor quiere traerte tranquilidad.
Estoy escuchando tus oraciones, y me agrada que te dispongas como un instrumento útil para mí, dice el Señor. Pero primero hay ciertas cosas que quiero hacer contigo para que, cuando realmente estés listo para que pueda usarte, no te rompas; para que, cuando realmente estés listo para servirme, tengas el conocimiento y la sabiduría mínima necesaria para que no te desvíes tan fácilmente. Primero tengo que quitar las vendas de tus ojos para que puedas servirme con un mínimo de visión de las cosas espirituales.
Hijitos, dice el Señor, estoy trabajando en mi pueblo. Hay algunos que ya están sirviendo porque pasaron por la etapa anterior. Hay otros que recién han nacido de nuevo y todavía tienen que crecer en las cosas espirituales para después poder ser utilizados por el Señor de la manera que desean. También hay algunos que están en la etapa de preparación. Hay un tiempo para todo, y si se apuran, hay ciertos riesgos que no quiero que enfrenten. No quiero que se golpeen, no quiero que se den la cabeza contra la pared, no quiero que, frustrándose rápidamente, abandonen ese ministerio.
Por tanto, los preparo, los refino, los armo, les doy lo que necesitan, los equipo, los fortalezco, para que, una vez que ese edificio es levantado y tiene todo lo necesario —con un fundamento sólido, con un piso bien establecido, con las paredes cerradas, con las ventanas protegidas del enemigo y las puertas bien trabadas, con los muebles colocados y la luz encendida—, pueda invitar a más personas a venir, entrar y formar parte de ese edificio que representa tu vida. Por eso, hijitos, el mensaje para muchos de ustedes hoy es: no se apuren en el servicio.
Aprendan a discernir en qué temporada están, porque tampoco deben confundirse, ya que a algunos de ustedes el Señor los llamó a hacer algo y están atrasados en responderle. Este mensaje que ahora está hablando el Señor no es para ellos, sino más bien para aquellos que sienten que tienen que hacer algo, pero todavía ese llamado no se manifestó en sus vidas. Esto es porque están en una etapa de limpieza, en una etapa de preparación, en una etapa de aprendizaje, de entrenamiento. Todavía están en la escuela y no se han graduado para enseñar a otros.
Estoy viendo que muchos de ustedes sueñan que están tomando clases en una escuela, no que son maestros. Esto significa que todavía no es el tiempo de dar, sino de recibir; no es el tiempo de enseñar, sino de aprender; no es el tiempo de discipular a otros, sino de ser discipulados; no es el tiempo de edificar a los demás, sino de ser edificados, como ese edificio del que hablaba el Señor, y no de saltar a la próxima etapa. Esto trae tranquilidad, esto trae paz y esto trae confirmación.
Esta es una palabra de confirmación para muchos de los que están escuchando esta transmisión, para que entiendan que no tienen que apurarse en eso a lo que el Señor los está empezando a llamar. O quizás el Señor ya les habló de que los va a poner ahí, pero todavía no se dio, todavía no se manifestó. Entonces, tómense el tiempo que necesiten a través de la guía del Espíritu Santo de Dios, para no saltarse etapas, para no quemar etapas.
Los niños en Argentina a veces dicen que quieren «quemar etapas». No quieren pasar por la preadolescencia y la adolescencia; ya quieren ser adultos y hacer cosas que todavía no les corresponden. Desean cargar con responsabilidades que aún no son capaces de llevar y comportarse como adultos cuando todavía no han llegado a la adultez.
Hijitos, dice el Señor, no quieran quemar etapas, no se adelanten, porque, así como un niño que se adelanta y quiere quemar etapas termina equivocándose y sufriendo las consecuencias de esas equivocaciones, así les puede pasar a ustedes si siguen quemando etapas en la preparación donde Yo los tengo.
Simplemente hay distintos tiempos para distintos hijos del Señor. Algunos se convierten y el Señor inmediatamente los llama a servir en algún área. A otros, después de un año, el Señor ya los llama a algún ministerio. Otros tardan 2, 3, 5, 10 años o quizás 30 años. Cada cual tiene su tiempo, porque todos somos flores distintas, que crecen a un ritmo diferente, que necesitan más o menos luz del sol, que necesitan menos riego o más riego. No es lo mismo un cactus que una flor en un jardín de verano. Hay distintos tipos de personas, distintos tipos de llamados, distintos tipos de preparaciones y distintos tiempos entre un proceso y el otro.
Así que entiendan que no es lo mismo para todos nosotros. El hecho de que el Señor haya llamado a un hermano a servir rápidamente después de su conversión, lo haya equipado y ya opere en aquello a lo que el Señor lo llamó, no quiere decir que en tu vida tenga que ser igual. Tampoco quiere decir que seas menos, que valgas menos o que esté mal que a ti te lleve más tiempo esa preparación para ese llamado.
Lo importante es que me obedezcan en cualquier etapa en la que se encuentren y que no sean rebeldes, dice el Señor. Si ustedes se apuran y no quieren pasar por la etapa en la que Yo, por mi sabiduría, los hago transitar, entonces pueden convertirse en rebeldes porque, en vez de estar en el lugar donde Yo quiero que estén, van a estar donde ustedes creen que deben estar. En vez de esperar mis tiempos, acordes a mi sabiduría, van a caminar en sus propios tiempos o en los tiempos de los hombres, y entonces no van a estar en obediencia, sino en rebeldía, en desobediencia. Y, en vez de aportar a lo que Yo quiero hacer en ustedes, lo van a retrasar.
Una vez calmados los espíritus de muchos de ustedes que estaban ansiosos por servir al Señor en algo específico, el Señor continúa y nos habla de la paciencia, de la paciencia del que sabe esperar a que suene el timbre. Como cuando uno está en la escuela y espera a que suene el timbre para salir al recreo, así veo que muchos de ustedes están cansados por la preparación en la que están.
Muchos de ustedes están siendo preparados para que Yo los llame, dice el Señor, pero ni siquiera lo saben. Sin embargo, si confiaran en mí, simplemente obedecerían la guía de mi Espíritu Santo, que, de todas maneras, igualmente los va preparando. La clave es la obediencia a la guía del Espíritu Santo en sus vidas y no solamente a la Palabra escrita.
Muchos de ustedes piensan que no hay ningún llamado para sus vidas, que el Señor nunca les va a dar alguna tarea específica para el Reino de los cielos, que ni siquiera están siendo preparados, que ni siquiera están en esa escuela de la que hablaba el Señor.
Pero el Señor les dice: Si entendieran mis caminos y comprendieran que tengo algo preparado para cada uno de ustedes en particular —cosas distintas, incluso en la manera de llevarlas a cabo, con estilos y creatividad únicos, adaptados a cada uno, aunque pertenezcan a la misma área—, si confiaran en mí y me dejaran trabajar en sus vidas, estarían caminando por fe y no por vista. Y si caminaran realmente por fe, aun sin ver ese llamado que todavía no se ha manifestado en sus vidas, entenderían que, igualmente, Yo los estoy preparando.
Parte de esa limpieza y preparación consiste en vaciar ese vaso sucio y contaminado. Es un paso necesario para que el Señor los llame. Hay diferentes tipos de procesos cuando el Señor llama a alguien a servirle.
A veces, una persona se convierte, y el Señor la llama inmediatamente a un servicio, limpiándola mientras va sirviendo. Otras veces, el Señor lleva primero a la persona por un proceso de limpieza, sanidad, liberación y edificación, y después de un tiempo la llama a un servicio. Por supuesto, esa refinación nunca termina, pero cuando alguien ha pasado por cierta limpieza y está listo para responder al llamado, es entonces cuando el Señor lo llama, y no antes.
En otros casos, una persona se convierte, pasa por un período de limpieza, sanidad, liberación, edificación y crecimiento, y luego el Señor la llama a algo específico. Sin embargo, esa persona no comienza a caminar en ese llamado de inmediato, sino que entra en una etapa de preparación. Para que alguien pueda ser carpintero, primero tiene que estudiar carpintería.
De eso se trata la preparación para el llamado. A veces, las cosas se dan por etapas; otras veces, todas juntas. Por ejemplo, el carpintero puede estar estudiando carpintería mientras, al mismo tiempo, está siendo lavado, limpiado, sanado y liberado. Pero también puede pasar que el carpintero ya ha completado sus estudios, ya ha aprendido a ser carpintero, y el Señor todavía lo está limpiando, transformando y liberando.
En todos nosotros hay distintos tipos de procesos. Es como si fueran diferentes tipos de manzanas que maduran en tiempos distintos, como si en un mismo árbol hubiera manzanas que maduran rápidamente y están listas para ser recogidas antes que otras, que necesitan más tiempo de maduración. Sin embargo, el árbol es el mismo, y la savia que las alimenta también es la misma.
Esto no significa que, por ejemplo, una de esas manzanas sea más deliciosa que la otra, sino que su tiempo de maduración, hasta estar lista para ser servida en la mesa, fue diferente. Sin embargo, las dos manzanas tienen el mismo valor y son igualmente deliciosas porque provienen del mismo árbol.
Hijitos, dice el Señor, tengan entendimiento de las cosas espirituales y comprendan que hay un tiempo para todo. Muchos de ustedes no me han preguntado en qué tiempo están. Tratan de imitar la vida espiritual de otras personas que conocen o admiran, y a veces llegan a envidiar el proceso espiritual de alguien más, en vez de preguntarme a mí: «Padre, ¿en qué tiempo estoy? ¿Estoy en un tiempo de crecimiento? ¿Estoy en un tiempo de preparación, enseñanza, edificación, limpieza o vaciamiento de cosas que no me sirven? ¿Cuál es mi tiempo? ¿Es este el momento de entrar a caminar en ese llamado que me mostraste alguna vez? ¿Cuál es la temporada en la que estoy?».
Por eso, muchos de ustedes no tienen la claridad que deberían tener sobre la temporada de sus vidas en lo que respecta al servicio para Dios.
También hay otro problema que el Señor me muestra para que oren y se escudriñen. Si encuentran que esto les aplica, pueden corregirlo y pedirle al Señor herramientas y soluciones. Este problema es que, en vez de esperar a que Dios los llame a un servicio, se adelantaron y respondieron a un llamado de hombres. En algunos casos, esos llamados no venían de parte del Señor, aunque en otros sí.
Algunos de ustedes tienen la convicción de que están caminando en el propósito en el que deben caminar, porque el Espíritu Santo da paz, acompaña y testifica cuando una persona realmente está llamada por Dios, ya sea directamente o, en algunos casos, a través de los hombres. Sin embargo, muchos de ustedes no están viendo la manifestación del poder de Dios en sus vidas porque no esperaron a que suene el teléfono de parte de su Padre celestial, sino que contestaron a un llamado de los hombres. Por eso, Dios está esperando que se dispongan a su servicio para que Él pueda llamarlos en su tiempo perfecto.
Muchos de ustedes están confundidos acerca de quiénes son en Cristo Jesús, para qué están hechos, para qué han sido creados. Se preguntan qué tipo de herramientas son, porque no conocen su verdadera identidad. Se miran en el espejo y se ven borrosos, ven una imagen que no les corresponde y están confundidos acerca de su identidad en Cristo Jesús.
Sin embargo, el Señor te dice estas cosas para que lo busques y, en la intimidad de tu habitación, le preguntes: «Señor, me siento fuera de lugar, como una pieza de rompecabezas que colocaron donde no encaja. Siento que lo que estoy haciendo no es lo que tendría que estar haciendo. Siento que estoy obedeciendo a los hombres o siguiendo lo que yo pensaba que tenía que hacer, pero no me siento pleno, no me siento completo. No veo los frutos que debería llevar. No veo tu poder manifestándose en esta obra que estoy haciendo».
El Señor te habla hoy para que despiertes en este asunto, examines tu vida y tu corazón, y seas honesto contigo mismo. Hace tiempo que, en el servicio que estás llevando a cabo, no se ven los milagros del Señor en la vida de las personas. No hay cambios radicales en las personas a las que ayudas a través de ese servicio. No tienes testimonios para compartir. Hace tiempo que la gente no se maravilla, no se despierta ni se reanima. Todo parece como obras muertas, como un lago estancado que nunca se mueve.
Esto significa que el poder del Señor no está presente respaldando esa obra, porque esa labor no fue enviada por Él, sino por los hombres. Por eso, la mano del Señor, que al principio veías extendida sobre ti, ahora no te está acompañando ni respaldando. Porque, si Él te envió, Él te va a respaldar. Si Él te mandó, lo que te dijo se va a cumplir, y vas a ser como un árbol lleno de frutos, donde los pájaros vendrán a alimentarse.
El Señor te habla estas cosas para sacudir tu vida espiritual y para que te preguntes: «¿Qué está pasando? Veo a tal o cual hermano que me cuenta cosas que parecen sacadas de un cuento, pero a mí no me pasan esas cosas. ¿Cuál es la diferencia entre esa persona, que está llena de vida, del Espíritu Santo, de inspiración, y yo? ¿Por qué no experimento lo mismo?».
Esto puede ser porque estás caminando por una senda propia y no por la del Señor. Quizás estás obedeciendo a hombres que te enviaron por ese camino, pero no al Señor. Habla con Él y dile: «Padre, me siento seco. Ya no quiero seguir siendo como un árbol que no da frutos. Necesito vida en mi servicio hacia ti. Quiero un cambio».
Muchos de ustedes necesitan un cambio. La rutina los ha envuelto porque no se están dejando guiar por el Espíritu Santo, y por eso siempre sucede lo mismo y están aburridos. Pero el que está guiado por el Espíritu Santo nunca se aburre. Cuando uno se deja llevar por el Espíritu Santo, siempre hay cosas nuevas. El Señor siempre maravilla. Con Él suceden cosas sobrenaturales todo el tiempo: encuentros inesperados con personas, coincidencias de horarios imposibles de planificar humanamente y provisión de lo alto de formas sorprendentes. Hay muchas cosas que el Espíritu Santo hace cuando seguimos su guía.
A todos ustedes que sienten que esta palabra es para ustedes, que se desviaron del camino por donde el Señor quería llevarlos, si al orar descubren que el lugar donde están sirviendo no es un llamado que viene de parte de Dios, el Señor hoy los invita a reencaminarse y liberarse. Es como cuando uno está en un trabajo, pero en realidad desea trabajar en otro lugar o en algo diferente y, hasta que no renuncie al trabajo actual, no va a estar libre para ser llamado al otro.
Por tanto, el Señor les va a confirmar a aquellos que deben renunciar al trabajo que están haciendo ahora, si este no viene de Dios. Y estamos hablando del servicio al Reino, para que, estando libres, el Jefe los llame a emplearse para el Reino de los cielos.
Yo sigo viendo estos caballos que veía al principio, cabalgando alrededor de toda la tierra, en el cielo, en el aire. Cabalgan y cabalgan sin cansarse, porque en el espíritu no existe el cansancio. Las cosas que vienen del cielo son perfectas, llenas de vida y fuerza, pero una fuerza equilibrada, no desmedida. Estos caballos, precisamente, se mueven al ritmo perfecto de la velocidad que Dios quiere darles, porque son llevados por el tiempo del Espíritu Santo. Estos caballos representan el poder del Espíritu Santo manifestado sobre la tierra. Y vuelvo a ver esos vasos donde ese poder desciende mientras los caballos cabalgan.
Hijitos, dice el Señor, algunos de ustedes no solo necesitan vaciarse de cosas que no les sirven y que no deberían estar ahí, sino también de esos servicios que son obras muertas.
Yo (Noelia) estoy viendo que algunos de ustedes están sirviendo en congregaciones, pero no están seguros de que eso es realmente lo que tienen que hacer. Para ustedes, ese servicio está funcionando como algo que llena el vaso que son ustedes, impidiendo que el Señor los vacíe y los llene con lo que Él quiere poner en ustedes.
Es necesario quitar toda piedra de nuestras vidas, despejar el camino y vaciarnos como vasos para que el Señor encuentre espacio y pueda llenarnos con el poder de su Espíritu Santo. Como tarea, el Espíritu Santo indica que, después de esta transmisión, cuando estén a solas, le oren esto al Señor. Creo que algunos ya lo entendieron, que esta palabra ya llegó a sus corazones, obró en ustedes e, incluso, era la respuesta que estaban esperando.
Pero para aquellos que aún no lo han comprendido, oren sobre esto, pregúntenle al Señor, y Él les va a responder y confirmar si tienen dudas. Porque hacen falta obreros en la mies, dice el Señor, pero el problema es que, cuando voy a contratar más obreros para la mies, ya están contratados por otro.
El Señor dice que, en este tiempo, está reencaminando a muchos de ustedes que estaban perdidos en un campo donde no deberían estar, en un trabajo al que Él nunca los llamó, utilizando herramientas que Él no les dio. En este tiempo, los va a llamar a renunciar a esos trabajos falsos para poder llamarlos a trabajar en su mies, bajo el poder del Espíritu Santo y con las herramientas que Él mismo les concede, que son exactamente las que necesitan para realizar el trabajo específico donde Dios quiere ponerlos.
Pero tienes que caminar por fe y no por vista, obedecer al Espíritu Santo en primer lugar y después a los hombres, siempre que estén guiados por el Espíritu Santo. Tienes que ser valiente y no cobarde, dice el Señor. Tienes que animarte a dar ese salto de fe, porque para muchos de ustedes que están en un trabajo equivocado, en un lugar donde Dios nunca los puso ni los llamó, es necesario liberarse para que el Señor los pueda llamar a lo que Él realmente quiere que hagan. Ese paso será como un salto de fe, un cambio drástico.
El Señor no quiere que sigan donde no deben estar, porque si estuvieran caminando en el propósito que Él tiene para ustedes, verían la gloria de Dios manifestada en sus vidas. Y cuando experimenten esa gloria, nunca más desearán estar haciendo algo que no proviene del Señor, porque la diferencia es abismal.
La llenura del Espíritu Santo que uno siente cuando está haciendo lo que Dios quiere no se compara con el vacío de un servicio donde no se manifiesta el poder de Dios al nivel que Él desea. No hay comparación con decirle «sí» al Rey de reyes, a la autoridad más alta que existe en la tierra, en los cielos y debajo de la tierra. No hay comparación entre trabajar para Él y trabajar para uno mismo o para un hombre. Es como beber agua sucia y contaminada cuando nunca se ha probado el agua clara, cristalina, que verdaderamente hidrata y calma la sed.
Muchos de ustedes han estado bebiendo de aguas contaminadas y oscuras hasta ahora, representando ese servicio equivocado que están haciendo para Dios. Cuando uno sirve al Señor, primero recibe de esa agua y después se convierte en una jarra que vierte en otros vasos, dándoles de beber a otros. Y cuando pruebas de esa agua, nunca más vas a querer volver a agua sucia que, en vez de calmarte la sed, te deja con más sed y, encima, te ensucia, te contamina, te confunde, te desvía, te estanca. No se puede comparar.
Cuando respondes al llamado que verdaderamente viene de Dios, por más que sufras, pases por aflicciones y cargues con la cruz, esa agua te sostiene permanentemente. Tienes la plenitud de saber que estás donde tienes que estar, haciendo lo que eres capaz de hacer y avanzando en lo que Dios te dio, sin forzar algo que Él nunca te dio. Esto te renueva constantemente y, en vez de sentirte cansado en el servicio, te sientes reanimado y fortalecido. El Espíritu Santo nos sostiene mientras servimos a Dios. Es el poder de Dios que fluye como esos caballos que recorren la tierra continuamente. Las cosas son dinámicas, las cosas son vivas, las cosas son reales, tangibles, sorprendentes.
Tienes que beber de esas aguas. Tienes que hacerle caso al Señor. Tienes que prepararte si estás en un tiempo de preparación. Déjate reformar. Deja que el Señor te quite esas espinas de tu corazón para que puedas servirlo de una manera sana. Necesitas liberación. Busca a alguien que tenga autoridad para echar fuera demonios y que pueda orar por ti. No pierdas tiempo. El Señor te necesita y quiere obreros en la mies.
Prepárate, libérate y haz lugar en tu casa, que es tu vida espiritual, para que venga el Jefe y te dé el proyecto de tu vida que Él diseñó para ti, no para mí ni para otro. Hay algo único que el Señor quiere que hagas, y Él quiere usarte con poder. Pero tienes que colaborar; tienes que dejar ir esas cosas que no te convienen; tienes que dejar de juntarte con esas personas que el Espíritu Santo ya te dijo que te están haciendo retroceder y no avanzar.
¿Cuándo vas a decidir responder al Señor y decirle que sí, cueste lo que cueste? Porque no vas a ver un cambio hasta que le obedezcas, hasta que respondas a ese llamado. Vale la pena. La recompensa es grande, el servicio es difícil, pero todo lo puedo en Cristo, que me fortalece.
El Espíritu Santo es nuestro consuelo, el que nos conforta, el que está con nosotros todos los días de nuestra vida, si no nos apartamos de este camino. Lo vas a poder hacer, porque no vas a ser tú, sino que va a ser el Señor a través tuyo. No vas a ser tú mismo, no va a ser tu pastor ni alguien que te dijo que hagas algo que quizás el Señor no te llamó a hacer, sino que va a ser Él. Va a ser su poder, su sabiduría, su inteligencia, su eficacia a través tuyo, como un vaso vacío que el Señor quiere utilizar.
Algunos de ustedes se sienten inservibles, me dice el Espíritu Santo. «El Señor nunca me va a usar, porque yo no sirvo para nada», dicen algunos. «Soy inservible. No encajo en ningún lado. Soy como una tuerca que no encuentra su motor. Soy raro», piensan. Muchos de ustedes creen que son raros, distintos a los demás, y que no encuentran un lugar donde se sientan cómodos para servir al Señor.
El diablo los ha engañado, tergiversando su imagen en el espejo donde se están mirando, que no es el espejo de la verdad de la Palabra del Señor, sino un espejo demoníaco. Tienen que cambiar su forma de pensar sobre ustedes mismos, dice el Señor. Tienen que mirarse como Yo los miro, dice Dios, y no como el diablo los mira. Tienen que creer lo que Yo digo sobre ustedes y no lo que él les predica. Tienen que elegir por fe y no por vista.
Tienen que seguir mis pisadas, dice el Señor, y no las de otro hombre, en el sentido de que es a Jesús a quien deben seguir, siendo sus discípulos en primer lugar. No estoy diciendo que el Señor no pueda usar a hombres para prepararlos en el llamado que Él les ha hecho, porque muchas veces lo hace. Pero, específicamente, el Señor está hablando sobre aquellos que no están siendo preparados por hombres que Él ha llamado.
Algunos no necesitan recibir esta palabra. Si están bien, no necesitan ser reencaminados. El Señor les habla a los que necesitan escuchar esto. Pero eso no significa que todo esté mal, o que todos los llamados estén equivocados, o que todos los servicios que están realizando, quizás en sus congregaciones o fuera de ellas, sean incorrectos. El Señor habla específicamente a los que están equivocados, a los que están fuera de foco, desenfocados, desacomodados, desubicados. Esta es una palabra de confirmación para aquellos que sí van bien. Esperen a que se termine esa temporada. Ese es el mensaje principal de esta transmisión: no se apuren.
Veo a algunas personas apuradas. No van a un ritmo saludable, sino que van corriendo. Quieren llegar a la meta rápidamente, y por eso ya se han caído varias veces o corren el riesgo de caer y golpearse tan fuerte que después no puedan levantarse. Tengan cuidado y no se apuren.
Veo personas que tienen una capacidad profética, que saben que el Señor les ha hablado, confirmado o dicho que en algún momento las va a usar como profetas. Sin embargo, ahora están en el proceso de preparación para llevar ese título. Son como un vaso con la capacidad de contener el agua profética, pero que aún no está listo para verterla en otros. Algunas de estas personas están siendo preparadas para el ministerio profético, pero si se apuran, pueden confundirse y terminar lastimándose.
Tienen que esperar los tiempos de Dios. Hay vasos que se están apurando y, al hacerlo, corren el riesgo de romperse. Si se apuran, pueden terminar dando algo que aún no tienen o hacerlo de manera incorrecta, por la carne y no por el Espíritu, porque el Señor todavía no los está llamando a dar de la manera en que desean. Es importante tener cuidado, ser pacientes y aprender a disfrutar del paisaje mientras caminan por la temporada en la que se encuentran.
Doy este ejemplo para los que están siendo preparados como profetas, aunque también aplica a cualquier tipo de preparación y a distintos llamados. Entonces, ¿cuál es el tiempo en el que estás? Es tu deber preguntarle al Señor, y también es tu deber preguntarle cómo colaborar en ese tiempo en el que estás. Es tu deber dejarte limpiar, dejarte sanar y dejarte liberar. Es tu deber edificarte a través de la Palabra, buscar al Señor en la intimidad y buscar la guía del Espíritu Santo. Y si el Señor pone en tu vida a una persona guiada por su Espíritu para que la sigas, como Elías y Eliseo, ¡adelante! Pero tiene que venir de Dios. Todo debe hacerse por y para Dios, a través del Espíritu Santo.
Te pido, Señor, que reveles a cada uno el tiempo en el que está. A los que están en la escuela, que no se pongan en el rol de maestros, ya que pueden enseñar mal a los alumnos o incluso provocar que se lastimen, se equivoquen o sufran. Revélales, Señor, a los que todavía están en la escuela, que aún no es el tiempo de ascender a una posición de maestro. A los que ya deberían ser maestros, Padre, te pido que les des coraje para dar ese paso. A los que todavía no saben dónde están, Señor, te pido que les reveles en qué lugar se encuentran, que quites esas vendas para que ya no estén ciegos.
Muchas veces, mi esposo y yo ministramos a personas, y algunos me preguntan: «¿Cuál es mi llamado? ¿Qué tengo que hacer? ¿Para qué estoy hecho?». Y muchas veces el Señor responde: «Primero necesitas sanidad, primero necesitas liberación, primero necesitas edificarte. Ni siquiera has leído toda la Biblia. No conoces la Palabra. No sabes cómo escuchar al Espíritu Santo. Todavía no has aprendido, no has renovado tu manera de pensar aplicando lo que dice la Palabra en tu vida. No es el tiempo de servirme en algo específico».
Por más que podamos evangelizar, compartir el testimonio u orar por las personas —cosas que no son un llamado específico, pero que el Espíritu Santo nos inspira a hacer y que todos debemos hacer—, muchas veces la gente me pregunta: «¿Qué tengo que hacer? ¿Cuál es mi llamado?». Y aunque la mayoría de las veces sé, por el Espíritu, lo que el Señor quiere hacer en esa persona, el Espíritu me dice: «No se lo digas todavía, porque no está lista. Primero quiero que se disponga a que Yo la sane, que colabore en esa sanidad, que renuncie a lo que tiene que renunciar, que libere su vida, que ponga orden en su casa».
Hay personas que quieren servir a Dios, pero tienen su casa desordenada. Esto no es bueno, porque el enemigo puede entrar y destruir más rápidamente, ya que busca eliminar a los que sirven al Señor, a los obreros de la mies. Por eso, no es seguro adelantarse y saltarse esos tiempos de preparación.
Señor, te pido que hables sobre esto después de esta transmisión y que concedas más sueños a tus hijos.
Veo también que algunos de ustedes sueñan con volver a repetir un curso que ya hicieron. Esto significa que no completaron el proceso anterior, que no absorbieron todo lo que el Señor quería enseñarles o que no entendieron completamente lo que Él quería que entiendan. No se ha completado el nivel anterior y, por eso, necesitan pasar nuevamente por ese proceso hasta que lo aprueben, como en la escuela, donde uno no avanza de grado o de año si no ha cumplido con los requisitos.
Así que no envidien a otros, no deseen lo que otros tienen y no se comparen. Cada proceso es individual, guiado por el Espíritu Santo, directamente por Dios o a través de una persona que el Señor coloque en tu vida para guiarte en ese proceso. Sin embargo, tú eres el que debe discernir y buscar la confirmación del Señor de que esa es la persona que Él ha llamado para ayudarte.
Lo veo ahora a Pablo cuando el Señor se le reveló y lo encandiló con su luz. Pablo preguntó: «Señor, ¿quién eres?», y Jesús le respondió: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Dura cosa te es dar coces contra el aguijón». Entonces Pablo dijo: «Señor, ¿qué quieres que yo haga?».
[Hechos 9:6, RVR1960] Él, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer.
¡Fíjense en esta respuesta, qué impactante! La respuesta de Pablo muestra la entrega total que él tenía. Imaginen estar toda la vida persiguiendo a los seguidores de Jesús, estando completamente ciego y confundido, pero actuando por ignorancia, no a propósito. Sin embargo, lo que Pablo hacía, lo hacía al cien por ciento, con plena convicción de lo que creía que debía hacer; no con tibieza, no a medias, no un día sí y otro no.
El Señor vio la entrega de Pablo y me trae este pasaje de las Escrituras porque eso es precisamente lo que Él quiere y espera de nosotros: entrega, dedicación, consagración y renuncia a nuestras propias vidas. Así debe ser. Dios espera que, cuando te llame y diga: «Hijo, hija», tú respondas: «Señor, aquí estoy. ¿Qué quieres que haga?». Sin embargo, muchos de nosotros decimos: «Señor, quiero servirte. Úsame para esto. ¿Cuál es mi llamado?», cuando en realidad no estamos verdaderamente dispuestos. No tenemos ese nivel de entrega, de respuesta ni de entendimiento de a quién realmente queremos servir.
Por eso el Señor todavía no te ha llamado. No te ha llamado porque sabe que no vas a responder con un «sí». Sabe que no vas a renunciar a las cosas que tienes que dejar para poder responder a ese llamado. Si Él te llamara en este estado y tú no respondieras o incluso le dijeras que no, esto generaría un juicio sobre tu vida. Por eso, el Señor no te llama todavía, porque no quiere que termines peor de lo que estabas antes de su llamado. Sin embargo, esto no significa que Él no quiera usarte.
Pero el diablo viene y te dice que eres un inútil, que eres inservible, que el Señor no te llama, que usa a todos menos a ti, y muchas cosas más. Pero el diablo no tiene la culpa de lo que te sucede. No es que Dios no quiera usarte, sino que muchas veces no disciernes ni reconoces en tu corazón que no estás dispuesto a responderle.
Muchas veces, el llamado que Él hace no es lo que esperas, y esto es para que no te glorifiques a ti mismo, sino para que Él se glorifique en ti. Porque no es por tu fuerza, sino por el poder de su fuerza. Normalmente, cuando Dios llama a alguien, lo llama a hacer algo que sabe que, por sí mismo, no es capaz de hacer y va a necesitar de su ayuda. El Señor no te va a llamar normalmente a eso que estás imaginando, salvo que ya te haya hablado y te lo haya confirmado.
Muchísimas veces sucede que piensas que va a ser una cosa, y Dios dice: «No, es esto. Es otra cosa completamente distinta». Y tú respondes: «Eso yo no sé hacerlo. No puedo hacerlo. No voy a poder. ¿Cómo vas a llamarme a eso? No soy capaz. No tengo las herramientas. No tengo ni idea. Tengo miedo de hacer eso», y muchas otras cosas. Pero eso es lo que quiere el Señor: glorificarse en tu debilidad. Él quiere que respondas que sí y vayas por fe, sabiendo que va a ser Él quien haga la obra a través tuyo, y no tu conocimiento, ni tu fuerza, ni tu experiencia.
Entonces, si le estás pidiendo al Señor que te use en algo, si te estás poniendo a disposición de su obra, no tengas expectativas, no pongas condiciones al Jefe. Deja que Él te diga para qué te hizo, para qué estás hecho, algo que quizás ni siquiera tú sabes todavía. Si vas a buscar un trabajo en una empresa, no le vas a decir al jefe lo que tiene que asignarte, sino que vas a esperar a que él te dé las tareas.
A muchos de ustedes el Señor no los está llamando porque realmente no están en condiciones de ser llamados. Libérense primero de todos esos ideales vacíos que tienen, de todas esas expectativas, de esas condiciones que le están poniendo a Dios: «Señor, llámame, pero llámame a la alabanza, llámame a la adoración, llámame a predicar ciertas cosas, llámame a áreas que me gustan, áreas donde yo me siento cómodo».
Normalmente no es así, y el Señor se glorifica en nuestra debilidad. Ahí es donde se ven los milagros, las señales, la gloria de Dios a través del mover de su poder en nosotros. Es ahí donde esos caballos de esta visión cabalgan y derraman ese poder del Espíritu Santo en los vasos que realmente están vacíos de ideales, de expectativas, y que lo único que desean es decirle que sí a ese Rey tremendo al que servimos. ¿Acaso vamos a saber mejor para qué estamos hechos que Él, que nos hizo? Humillémonos delante de la mano poderosa del Señor de una vez y reconozcamos quién es.
Gracias, Padre, por esta palabra, por esta pasión que pones en mí. Te pido que impartas ahora este fuego que me diste, Padre, en el nombre de Jesús.
No sean orgullosos, dice el Señor. Sean humildes, porque Yo quiero obreros que no me digan lo que tengo que hacer, sino que me digan: «Señor, estoy a tu servicio. ¿Qué te hace falta? ¿Cuál es el puesto que está libre que yo puedo cubrir? Yo estoy acá. Úsame para lo que quieras, para lo que a ti te parezca. Me va a ser difícil, me va a costar, siento que no puedo, pero yo confío en ti. Sé que me vas a dar lo que necesito, que me vas a fortalecer, que me vas a acompañar, que me vas a enseñar en este trabajo que no sé hacer».
Gracias, Señor. Te pido que les impartas todo lo que me diste en esta área, Señor, por fe. Gracias, Señor, porque eres bueno y perfecto, paciente y misericordioso. Perdona, Señor, a todo aquel que se equivocó y que ahora se está arrepintiendo. Perdona el orgullo de pensar que sabemos lo que tenemos que hacer, cuando en realidad no sabemos nada. Tú lo sabes todo y nosotros no. Perdónanos, porque pensamos que vemos todo, cuando vemos limitadamente. Pero tú ves todo desde tu trono y lo sabes todo, Señor. Perdónanos porque no comprendemos los tiempos.
Enséñanos tus tiempos. Háblanos sobre tus tiempos, sobre las estaciones y las temporadas. Ubícanos donde tenemos que estar, Señor. Quita las piedras de tropiezo de nuestras vidas. Aquí estamos, Padre. Ayúdanos a pasar por ese proceso doloroso de limpieza y liberación, y a colaborar con ello. Te damos las gracias, Señor, por todo lo que estás haciendo en nuestras vidas, en el nombre poderoso de Cristo Jesús.
El Señor dice que se preparen, porque muchos de ustedes van a recibir un llamado en estos días que vienen. Muchos ya son como una fruta madura, lista para ser recogida del árbol y empezar a ser disfrutada, y muchos ya saben quiénes son. Esto también es una confirmación para los que saben que están en esa etapa. Dispónganse y prepárense para ese llamado, dice el Señor, porque el teléfono va a sonar. Y así como Pablo le dijo al Señor: «Señor, ¿qué quieres que haga?», esa es la respuesta que el Señor espera escuchar.
Pero tengan fe, dice el Señor. Tengan fe para que, cuando ese llamado llegue, respondan confiando en que Yo voy a hacer esa obra a través de ustedes, que les voy a dar lo que necesitan y los voy a guardar mientras hacen esa obra. Tengan fe, porque para muchos la preparación está completa y llega el momento de caminar en la obra a la que el Señor los ha llamado.
Les recuerdo, como siempre, que presten atención a sus sueños. También estén atentos a sus teléfonos, porque algunos de ustedes van a recibir llamadas de personas a las que el Señor les va a hablar, diciéndoles que son ellas las que tienen que ayudarlos a crecer en el área espiritual, personas que hoy en día muchos llaman mentores, líderes o maestros. Estos son llamados de Elías a los Eliseos. Muchos van a recibir ese llamado de alguien, y el Señor les va a confirmar si esa persona fue enviada por Él con el propósito de prepararlos o ayudarlos durante el proceso.
Así que presten atención y estén atentos. Les recomiendo siempre estudiar en la Biblia sobre este tema, especialmente si sienten que esta palabra era la que estaban esperando y que el Espíritu Santo los empuja amablemente a prestar atención específicamente a esto.