El Señor te bendiga, el Señor te guarde, el Señor haga resplandecer su rostro sobre ti, en el nombre poderoso de Jesús. ¿Cómo estás iglesia, en este 12 de febrero del año 2024? Aquí estamos, nuevamente en este ministerio, sirviendo al Señor y sirviendo a los santos de nuestro amado Cristo Jesús, a través de la profecía. Aleluya, alabado sea el Señor. Dice la Palabra del Señor, en Proverbios 29:18, que sin profecía el pueblo se desenfrena. Y en estos últimos días, días peligrosos, días tenebrosos, días engañosos, el pueblo de nuestro amado Jesús, de Yeshua, necesita aún más la palabra profética.
No solamente la más segura, que son las Escrituras, sino la Palabra viva que sale de la boca del Señor y que habla a través de sus vasos proféticos, para que el pueblo no se desenfrene, para que el pueblo no se desvíe, para que el pueblo no se pierda, para que el pueblo tenga claridad, para que el pueblo escuche la voz de su Señor, la voz de su amo, la voz de Aquel que nos llamó a un reino incorruptible. Gloria al Señor. Oh Padre Santo, Santo, Santo, eterno, perfecto, Señor misericordioso, grande en poder, en milagros, en señales, en prodigios, maravilloso Dios.
Tú oh Señor, tú que vas a maravillar los ojos de tu pueblo en estos últimos días, mientras todas las cosas se oscurecen, mientras todas las cosas se apresuran a llegar a su final, mientras estos dolores de parto se van agudizando, se van complicando, se van volviendo más difíciles de resistir. A ti, Señor, acudimos en este 12 de febrero del 2024, Señor, buscando tu voz. Oh Señor, anhelando que nos hables, que nos dirijas, que nos corrijas, que nos alientes, que nos levantes, que nos sanes y todo lo bueno Señor, que sale de ti, que solo tú puedes dar.
Oh nuestro Rey. A ti venimos a darte la honra. Príncipe de Paz, Jesús de Nazareth, Hijo de Dios, que te entregaste por nosotros, siendo llevado al matadero como oveja inocente, como cordero que no abrió su boca. Tú, Señor, a ti que entregaste tu cuerpo por nosotros para ser castigado por causa de nuestros pecados. A ti Señor, a ti te damos la gloria, a ti te damos la honra. Señor, ante ti, Señor, tiramos nuestras coronas. Señor porque solo tú eres digno de llamar Rey. Oh Señor, Santo, perfecto, precioso Salvador. Te necesitamos, Señor Jesús, sálvanos, sálvanos de nuestros pecados, sálvanos Señor.
De las cosas malas que están en nuestros corazones y que no podemos ver, porque dice la Biblia que engañoso es el corazón, más que todas las cosas. Oh Señor, Señor, ayúdanos a mirarnos en el espejo de tu Palabra Señor, para reconocernos verdaderamente como somos, como tú nos ves. Oh Señor, ayúdanos, ayúdanos, Señor te necesitamos. Danos un empujoncito Señor, para poder seguir. Se hace difícil la carrera Señor. Pero tú estás ahí, dándonos tu mano, extendiéndonos tu brazo de fuerza para levantarnos cada vez, para quitarnos, para salvarnos del peligro, para ir a buscarnos, a rescatarnos cuando nos perdemos. Señor, sólo tú sabes todas las cosas y nosotros no. Solo tú Señor, puedes estar, Señor, escuchando los pensamientos de absolutamente cada corazón que late sobre esta tierra al mismo tiempo y en todo lugar, y nosotros no. Sólo tú, Señor, puedes ver tu plan profético perfecto y ya terminado, y nosotros no. Señor, nosotros vemos en parte, profetizamos en parte, Señor. Oh Señor, ¿cuánto falta? ¿cuánto falta? Oh amado, ayúdanos, ayúdanos, ayuda a tu pueblo, ayuda a tu pueblo Señor a través de esta transmisión.
Yo te veo Señor Jesús, te veo Señor, yo te veo, veo tu fuerza Señor. Puedo discernir tu fuerza, puedo discernir tu grandeza, amado Jesús, Hijo de Dios. Puedo ver el fuego de tus ojos y tus pies que son como bronce bruñido, perfectísimos, fuertes, firmes al caminar. Oh amado Jesús, puedo ver tu brazo extendido, con tu túnica que tapa casi tus dedos, porque no hay, no hay ni una parte de tu cuerpo que esté expuesta. Porque estás cubierto por tu santidad. Oh Señor Jesús, puedo ver tu brazo que se extiende sobre tu pueblo para salvarlo, puedo ver tu mano hacia abajo, mostrando tu palma a nosotros, diciéndonos: «Hijitos, los cubro, los tengo cubiertos, los tengo cubiertos».
Aleluya, te amamos Señor, te amamos Señor, te amamos, te anhelamos, Señor, te anhelamos, te deseamos. Tú eres el deseado de las naciones, henos aquí, Jesús, henos aquí. Alabado seas por siempre, para siempre, ¡loado seas, mi amado Jesús! Quién es digno de recibir nuestras vidas completas como sacrificio viviente y estimar a todas las otras cosas como nada, como basura, comparadas, Señor, con la eternidad al lado tuyo, en tu presencia. Oh Señor, nuestros corazones se extienden hacia ti Jesús, se alargan, se alargan hacia ti, nuestros Espíritus quieren, quieren estar al lado tuyo Señor. Ayúdanos a limpiar nuestra mugre para estar más cerca de tu luz, Señor.
Escudriñanos, escudriña nuestros corazones y muéstranos lo que no estamos pudiendo ver para prepararnos, para ser capaces de resistir, Señor, al terremoto final. Ayúdanos a limpiarnos, a ponernos a cuenta, a estar fuertes, fuertes y listos en todo tiempo. Ayúdanos a defendernos, Señor, de la maldad del enemigo, de sus flechas, de sus dardos, de sus ataques. Abre nuestros ojos Señor, necesitamos ver mejor que nunca, discernir Señor, las cosas que son enviadas de arriba de las que son enviadas de abajo. Oh Jesús, Santo, perfecto, adorado, no hay palabras para describirte, Señor, para describir tu longitud, tu anchura.
Oh amado mío, porque todo fue creado por ti, para ti y a través tuyo Señor Jesús. Aleluya, nuestro Rey viene. Amén, amén. Dice el Señor, Hijitos, ¿qué están esperando escuchar de mí?. Yo puedo ver en este momento, dice el Señor, los movimientos de sus corazones que son como olas de las aguas. Algunas de esas olas se mueven tranquilas y pacíficas, y otros corazones son como mares agitados, difíciles de calmar. Pero hoy le hablo a la tormenta de tu corazón te dice el Señor, para que se calme. Hoy le ordeno al viento de tu corazón que se detenga, porque mi Palabra domina los vientos, dice el Señor, calma tempestades, aquieta mares agitados.
Mi Palabra, todas las cosas están sujetas a mi Palabra, dice el Señor, y por esa Palabra fueron hechas. Hoy te digo, calmo, dice el Señor, calmo hijito, calma hijita, calma, calma. Baja la frecuencia de esas olas, te dice el Señor. Sujeta tu Espíritu como cuando alguien toma las riendas de un caballo que no quiere ser domado. Sujétalo dice el Señor, toma el manejo de ese volante, de ese auto que es tu voluntad, dice el Señor. Y aprende a ponerle un freno a esa ansiedad. Calmo hijito, calma hijita, te dice el Señor, baja, baja las aguas. Y yo veo un viento que se calma, una tempestad que deja de soplar, nubes que se despejan y puede verse el sol.
Silencio que viene a este paisaje para poder escuchar y recibir lo que el Señor tiene para decir. Porque estoy aquí, dice el Señor, hablando a mi pueblo, no lo he dejado solo, lo tengo en mi mano, dice Jesús, y lo estoy preparando para lo que viene. Y el Señor, en esta transmisión, me sigue hablando sobre la manifestación del hijo de pecado, sobre la aparición del hijo de perdición. Dice el Señor, yo tengo a mi pueblo escogido en mi mano, mi pueblo está guardado, dice el Señor, mi pueblo está sostenido, mi pueblo no está abandonado, dice el Señor, porque es mío, me pertenece. Y lo que es mío no lo pierdo, dice el Señor, ustedes son míos. Hijitos, les dice Jesús, son de mi pertenencia. Yo los anhelo, dice el Señor, mi alma, mi alma los desea, dice Jesús, cien por ciento para mí.
Todo lo que eres, dice el Señor, lo quiero para mí. Soy celoso, dice Jesús, de ustedes,celoso. Observo, dice el Señor, con detalle, observo al detalle todo lo que ustedes hacen, todo lo que ustedes piensan, todo lo que ustedes desean en sus corazones. Yo sé lo que ven durante el día, dice el Señor, yo sé lo que sus oídos han escuchado durante todo ese día. Yo sé cuáles son las emociones, dice el Señor, que han pasado por ustedes durante todo el día. Yo sé lo que han sufrido y sé lo que han reído, dice el Señor. Yo estoy al tanto de cada detalle de cada una de sus vidas. Para mí no hay imposibles, para mí no hay cosas demasiado grandes o difíciles, dice el Señor. Para mí no hay inalcanzables. Todo está en mi mano, dice el Señor.
Ustedes son míos y no solamente estoy pendiente de ustedes, dice el Señor, sino de sus hijos y de sus esposos y de sus familias, de sus casas, de sus finanzas, dice el Señor, de sus trabajos y estoy pendiente. Pero no por arriba, sino al detalle, dice el Señor, de cada área de sus vidas, estoy al tanto. Estoy al tanto de lo que está pasando en sus trabajos, estoy al tanto de lo que están sufriendo en sus matrimonios, estoy al tanto, dice el Señor, de los maltratos que sufren, estoy al tanto de los desprecios que reciben muchos de ustedes. Yo veo, yo escucho, dice el Señor, yo presto atención, tengo la capacidad de hacerlo todo el tiempo, en todos ustedes, todos los días de sus vidas.
Tengo la capacidad, dice el Señor, una capacidad que no es limitada, que no es corta, y no soy ciego y no soy sordo. Aunque muchos quieren ponerme bozal en mi boca, dice el Señor, para que no hable a través del que yo quiera hablar. Pero nadie puede callarme dice el Señor, ¿y quién puede decirme lo que tengo que hacer?, si soy Soberano sobre todas las cosas. Dame tu corazón, dice el Señor, y voy a transformar tu vida, porque ya sé que probaste con muchas cosas, te dice el Señor, y no te funcionaron. Ya sé que te diste la cabeza contra la pared más de una vez, creyendo que podías resolver esas cosas vos solo, pero no te resultaron.
Dame tu corazón, te dice el Señor, y voy a transformar todas las cosas de una manera milagrosa. Pero tenés que entregarme, te dice el Señor, no sólo tu corazón, sino tu vida completa. Pero ven, te dice el Señor, con la esperanza de que hay una solución. Acércate a mí. No tengas miedo, porque quiero limpiarte, te dice el Señor, quiero restaurarte, quiero sanarte, quiero tocarte con mi dedo índice y que ya no seas nunca más el mismo, te dice el Señor. Estoy acá esperando a que respondas a mi llamado. Vení, te dice el Señor, a mi encuentro, quiero abrazarte porque sos como un hijo que se había perdido, pero que estoy extrañando, te dice Jesús. Ven a mi encuentro, que no voy a cerrarte la puerta. Le dice el Señor a alguien durante esta transmisión, no te voy a dar vuelta la espalda, no te voy a traicionar, no te voy a abandonar. No soy como los hombres. Mis pensamientos son más altos que sus pensamientos, dice el Señor, y mi amor, mucho más perfecto que el amor de los hombres.
Hijito, quiero abrazarte, le dice el Señor a alguien, y rescatarte de las drogas. No hay médico que pueda sacarte de ese pozo, dice el Señor, no hay clínica de rehabilitación que pueda realmente liberarte, te dice Jesús. Pero yo soy el libertador de los libertadores. Yo soy el único que libera y que lo hace completamente, dice el Señor, yo soy el único que quita los yugos de las espaldas para que nunca vuelvan, yo soy el que abre las puertas de los encarcelados para que sean libres. No hay psicólogo, dice el Señor, que pueda restaurar tu mente dañada, pero yo sí dice el Señor, porque ellos no te formaron con tu mano, pero yo sí.
Yo tengo, dice el Señor, la llave maestra para hacerlo en una milésima de segundo. Ven hijito, te dice el Señor, no dudes más, responde a mi llamado. Estoy golpeando a tu puerta y quiero que pertenezcas a mi familia real. El Señor le habla hoy a alguien que él está llamando para que se arrepienta de sus pecados, para que entregue todos esos problemas que ya intentó solucionar de tantas maneras y no se pudo, nadie pudo solucionarlos. Pero el Señor dice, yo soy el Señor de las soluciones, yo soy el Señor de las respuestas, yo soy el que abre y nadie cierra, yo soy el que cierra y nadie puede abrir, dice el Señor.
Yo tengo, dice el Señor, autoridad para llamarte desde la oscuridad a donde estás ahora para que vengas hacia la luz. Decídete, te dice el Señor, decídete por mí, decídete por la vida eterna, decídete por la sanidad, por la libertad, porque ahora estás esclavizado, dice el Señor, en esas cosas que te atan y que no podes dejar, pero yo vine por los esclavos para hacerlos libres, yo vine por los enfermos para sanarlos, dice el Señor, inclusive de la mente, y no hay psiquiatra, dice el Señor, que pueda liberarte de esa esquizofrenia. Pero yo puedo ordenarle que te abandone de un momento a otro, dice el Señor.
Búscame porque sólo yo puedo darte esas aguas de beber, aguas que calmen tu sed, y no hay ninguna teoría, ninguna doctrina de la Nueva Era, dice el Señor, que pueda calmar tu sed. Porque yo veo gente en esta transmisión que lee, estudia, investiga, practica cosas que son de la Nueva Era. Que le interesan las cosas espirituales, que se están metiendo en estas aguas que en realidad son de prácticas ocultas, creyendo que allí va a encontrar la verdad, que eso lo va a llenar.
Pero, dice el Señor, que esas son cosas limitadas, que esas son cosas imitadas de las cosas verdaderas y reales, que esos son trucos pasajeros que te entretienen por un poco de tiempo, dice el Señor, pero que nunca te van a llenar y completar como son las cosas duraderas, las cosas espirituales reales del Reino de los Cielos. La verdad de todas las cosas está en mí dice Jesús, porque Yo Soy la Verdad, el Camino y la Vida. Hijito, ven, te dice el Señor, porque no te vas, no vas a encontrar lo que estás buscando en la oscuridad de las calles. Ven, te dice el Señor, y ríndete a mí y séme fiel, y vas a heredar la corona de la vida.
Así como el ladrón de la cruz que entendió todo a último momento, vos también, te dice el Señor, todavía tenés una posibilidad. Ríndete a mí como él se rindió, y arrepiéntete, te dice el Señor, de tus pecados como él se arrepintió, y te voy a dar la vida eterna. Pero ya no dudes y no tardes, porque el enemigo de las almas es el diablo, y anda buscando a quién devorar y no pierde tiempo. Y a todo aquel que no se arrepiente y viene, dice el Señor, a mí, es como una presa que un león está a punto de digerir, de ingerir. Hijitos, prediquen la Palabra, dice el Señor, prediquen la verdad del reino.
Hay muchas personas, dice el Señor, que estudian los astros a la manera demoníaca, que estudian tirar las cartas, que estudian sobre péndulos, sobre horóscopos, sobre magnetismo, que estudian cómo leer las manos y tantas, tantas otras cosas. Que practican meditación, que practican distintas, cosas que les ofrecen estas personas que ganan dinero a través de eso. Prediquen, dice el Señor, porque son almas sedientas que no saben en qué barro se están metiendo. Ustedes también, dice el Señor, recuerden cuando estaban allí metidos en esa mugre, y cómo los rescaté, y cómo salieron de las tinieblas para venir a la luz.
Prediquen, dice el Señor, a las almas en oscuridad. Prediquen, dice el Señor, porque quiero rescatarlas. Hablen y abran sus bocas, cuéntenles de las verdades de las cosas espirituales y no sean ustedes carnales, dice el Señor. Hijitos, hay todo un pueblo, dice el Señor, que necesita escuchar la verdad de todas las cosas. Que anhela encontrar una fuente donde ya no tenga más sed. Y ustedes no están abriendo sus bocas. Prediquen, dice el Señor, prediquen y no se callen. Liberen a los cautivos, dice el Señor, sanen a los enfermos, evangelicen, impartan el don del Espíritu Santo, no se tarden.
Busquen dice el Señor, entre los necesitados. Métanse en esa mugre dice el Señor, pero no para ensuciarse ustedes, sino para rescatar a los que se están hundiendo en ese lodo, en ese barro cenagoso. Hijitos, no hay tiempo que perder. Vayan por los barrios, caminen por las calles, agrúpense dice el Señor, y prediquen la Palabra del reino. Los estoy llamando a predicar. Los estoy llamando a que ustedes llamen al arrepentimiento. Sean como Juan el Bautista, dice el Señor, pero en el sentido de que llamen ustedes también al arrepentimiento, para que ellos se preparen para la venida del Señor. Así como él (Juan El Bautista) preparó el camino para que venga el Mesías, llamando al arrepentimiento, para que se laven los corazones para cuando Jesús apareciera.
De la misma manera, dice el Señor, en este tiempo, sean ustedes similares a Juan el Bautista, dice el Señor, preparando el camino para mi venida. Hay muchos que no me conocen todavía, dice el Señor, y no quiero que el incrédulo se pierda. Tengan misericordia de esas almas, dice Jesús, hablen de mis cosas. Yo veo que muchos de ustedes están esperando que sus líderes, que sus pastores, los aprueben para poder salir a evangelizar, a predicar. Yo veo un papel, veo simbólicamente representa como que algunos de ustedes esperan una autorización, como si tuvieran que darles un papel o algo así, para que ustedes evangelicen a las almas perdidas. Y veo un reloj de arena que corre, que se va llenando, que va pasando. Y dice el Señor, el tiempo corre y ustedes todavía esperan un sí de parte de los hombres.
Algunos de ustedes hace rato que el Señor los está llamando a salir a evangelizar, pero están esperando que sus autoridades de las congregaciones les abran la puerta. Pero, dice el Señor, el tiempo corre hijitos, entiendan que tienen que abrir sus bocas en todo tiempo, en todo lugar. Porque si ustedes no predican, dice el Señor, a las almas, las cuales están señaladas para que cada uno de ustedes vayan y les prediquen, por miedo a los hombres o por obedecer a líderes que nunca recibieron de mi parte esa orden, dice el Señor, de no dejarlos ir a predicar, entonces, si esas almas a las cuales ustedes tenían que predicarles no escuchan el Evangelio, porque ustedes no salieron a hablarles, y mueren y se mueren en sus pecados, esa sangre va a contar en la contra de ustedes, dice el Señor. Esa sangre va a estar en sus manos y en las manos de sus líderes.
Si a ustedes les ponen una traba para que no salgan a predicar, para que no salgan a evangelizar, pero el Señor los está llamando a hacerlo, dice la Biblia: «es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres». Y esto se interpreta cuando el Señor está mandando una orden que los hombres están refutando o trabajando en contra de esa orden. En ese caso, dice el Señor, si sus líderes van en contra de la orden que yo les doy, pero ustedes me hacen caso a mí, entonces la sangre de esas almas no va a estar en sus manos.
Ustedes no van a quedar con las manos manchadas de sangre, dice el Señor, de esas almas que no escucharon el Evangelio, pero sus líderes sí. Pero yo me voy a arreglar con ellos, dice el Señor. Ustedes obedezcanme a mí, porque estoy llamando a un pueblo que abra su boca y que no tenga miedo de los carceleros. Porque así llama el Señor a estos pastores que estoy viendo en esta visión, que le dicen a los que se congregan que no pueden predicar o evangelizar sin una autorización de ellos. El Señor en esta visión les llama carceleros y los veo con una llave a estos pastores. Ustedes están en esa cárcel, dice el Señor.
A ustedes los tienen encarcelados cuando ellos les mandan a dejar de hacer cosas que yo les he mandado, dice el Señor Jesús. Así que fíjense, dice el Señor, a quién quieren agradar, a quién quieren obedecer. Porque escrito está, dice el Señor, «que los mando a predicar mi Palabra en cada rincón de la tierra con el poder del Espíritu Santo». Hijitos, no se dejen encarcelar, dice el Señor. Recuerden que si los estoy llamando a ir a predicar a cualquier lugar a donde yo los mande y ustedes no van, no van a tener que rendirle cuentas a ellos, dice el Señor, sino a mí.
Estén a cuentas conmigo primeramente, dice el Señor, obedézcanme. Yo sigo viendo estos pastores que el Señor les llama carceleros en esta palabra. Son como carceleros, están poniendo trabas a la obra del Evangelio. Son como alguien que le pisa el freno al auto de Jesús. Yo lo veo al Señor Jesús manejando un auto y a un pastor al lado del Señor Jesús en esta visión representativa, y el pastor le mete su pie mientras Jesús va manejando y le pisa el freno al mismo Señor Jesús.
Y dice el Señor, estos pastores no apacientan a mi rebaño, sino que se alimentan a sí mismos y no van viento en popa junto con mi obra, acompañando mi obra, ayudándome en mí obra, dice Jesús, sino que van viento en contra, frenándola, obstruyéndola, destruyéndola. No juntan conmigo, dice el Señor, sino que desparraman. Para ellos viene el juicio, hijitos, porque ellos les están cerrando sus bocas, las bocas de ustedes que yo mando abrir. Son pastores que no apacientan a mi rebaño dice el Señor, o que piensan que una vez construida una congregación con cierto grupo de gente, ya está hecho el trabajo.
Porque yo veo pastores que forman una congregación con cierta cantidad de gente, pero una vez que la congregación ya se formó, se cierran las puertas. Yo veo simbólicamente como que se cierran las puertas y las ventanas de esa congregación y entonces a partir de ahí todo pasa ahí adentro, todo transcurre ahí adentro, todo sucede ahí adentro y no se puede hacer nada afuera. Todo se trata de ese lugar, dice el Señor. Y esa congregación, si no se corrige, se termina convirtiendo en un becerro de oro.
Hijitos, ¿qué pasa si mi Espíritu quiere salir de ese lugar, dice el Señor, y guiarlos a que entren en una casa, a ministrar, a hablar de la Palabra, a impartir las cosas que vienen del cielo?. Hijitos, ¿qué pasa si mi Espíritu estando adentro de esa congregación, los llama a salir a las calles y los guía a llevarlos a ustedes a las calles,(a las favelas me viene), a los barrios más pobres, donde hay más necesidad de la Palabra, donde hay peces que realmente tienen hambre?.
Hijitos, ¿qué pasa si mi Espíritu, dice el Señor, quiere salir de esa congregación y llevarlos a un lugar de ricos, pero donde también hay gente que, tal vez estando en su aposento de muerte, por ejemplo, necesita de una oportunidad más?. ¿Qué van a hacer si se quedan encerrados ahí adentro?, dice el Señor. ¿Para qué predicar a los que no necesitan un médico?. Entienden dice el Padre, que mi obra se está frenando. Ustedes no pueden empujar en contr,a dice el Señor, recapaciten.
Los estoy llamando a salir, no de salir de pertenecer de una congregación, sino a salir a las calles, a juntarse en las casas, a llevar el Evangelio al quiosco, al almacén, al supermercado, a la farmacia, a la viejita que cruza la calle, dice el Señor, que le queda poco tiempo. A los hospitales, a las cárceles. ¿Qué les pasa? dice el Señor, que leen la Biblia pero no la practican. Reaccionen, hijos, reaccionen, porque corto árboles. Voy a talar, dice el Señor, a estos árboles que están tapando el sol.
Porque esos son esos pastores que frenan la obra y que los detienen a ustedes, que los controlan. Yo estoy viendo una visión en una congregación donde hay un pastor que tiene esos lazos de cowboy, con el cual se enlazan los caballos para para domarlos. Dice el Señor, que muchos de estos pastores que yo estoy viendo ahora, que no son todos, no son todos, pero son de los que está hablando el Señor ahora, son como estos vaqueros que tienen el lazo en la mano y que cuando uno de ustedes quiere ser guiado por el Espíritu Santo para llevar fruto para el reino, ellos revolean estos lazos en un sentido espiritual y los lanzan sobre ustedes y los atan por el cuello, dice el Señor, y no los dejan salir por esa cuerda y los vuelven a traer hacia ellos.
Parte de la culpa la tienen ellos, dice el Señor, pero también parte de la culpa la tienen ustedes, porque ustedes no reaccionan. Porque ustedes, en vez de sacarse esas sogas del cuello y obedecer al Espíritu de Dios antes que a estos carceleros, dice el Señor, bajan la cabeza y aceptan esa soga. ¿Y saben por qué? dice el Señor, porque tienen miedo, porque no son valientes, porque son cómodos, porque son superficiales y porque se quedan conformes con estar sentados adentro de ese lugar 24/7. Hijitos, reaccionen, porque vienen cosas terribles, ¡terribles!.
La gente necesita de ustedes, los perdidos necesitan de que alguien les dé una oportunidad más. Piensen en ellos como si fueran sus hijos, dice el Señor. Ustedes están concentrados nada más que en sus familias, en sus parientes, en sus congregaciones y no en mí familia, dice el Señor, o en los que yo quiero que formen parte de mí congregación de los justos y de los santos. Hijitos, están equivocados, les dice el Señor, se equivocan, tienen el foco mal puesto, tienen todas sus fichas en un lugar donde no corresponde, dice el Señor, no las tienen en mí, no apuestan a mí, dice el Señor.
Apuestan a lo seguro y por eso están estancados, por eso están cansados, dice el Señor. Por eso están aburridos, por eso hasta a veces se preguntan para qué voy, para qué sigo en este camino de la fe si no pasa nada. Voy a arrancar a estos pastores, dice el Señor, voy a… estoy cortando estos árboles, estoy talando estas higueras secas que no dan de comer. Son tropiezo, dice el Señor, son una piedra de tropiezo en el camino de la fe que voy a sacar por la fuerza si no se arrepienten.
Pregúntense ustedes, dice el Señor, qué quieren hacer con la fe que les he dado. ¿Quieren ser piedras de tropiezo ustedes también, dice el Señor, y que los tenga que quitar del medio?, porque no tengo tiempo para perder, dice el Señor, y todo lo que estorbe a la obra de mi reino será quitada de lado, porque mi plan se va a cumplir de la A a la Z, les guste a esos pastores o no les guste, dice el Señor, les guste a ustedes o no les guste, lo voy a hacer igual.
Cada pieza del rompecabezas va a estar donde tenga que ir, dice el Señor, y todo lo que se interponga va a ser corrido del medio. Hoy llamo al arrepentimiento, dice el Señor, de obras muertas, obras que no generan fruto. Yo vuelvo a ver esta visión, donde los veo, veo una congregación. Todo se trata de eso, todo se trata de ir a ese lugar, de alabar a Dios en ese lugar, de servir a Dios en ese lugar, de predicar la Palabra en ese lugar, de estudiar la Palabra en ese lugar.
Veo los adoradores que cantan, que tocan instrumentos, gente que danza para el Señor. Hermanos que charlan entre sí, que se edifican en comunión unos con otros. Veo al Espíritu de Dios moviéndose ahí, pero dentro de esas cuatro paredes. Es como…, la veo desde arriba, como una casa de luz, como una casa iluminada en el Espíritu que se ve de lejos, pero donde nadie puede ingresar y de donde nadie puede salir. Se encierran, dice el Señor, se empiezan a encerrar, se empiezan a dogmatizar, se empiezan a transformar como sectas, donde no dejan ni que se entre ni que se salga, dice el Señor.
Y se van transmitiendo las cosas de generación en generación. Se trata de familia en familia digamos. La madre pertenece a esa congregación, después la hija, después la nieta, la bisnieta, pero no se abren para afuera, para llamar a los que verdaderamente nunca conocieron nada del Evangelio. Y me muestra el Señor que si no practican la Cena del Señor ahí adentro, entonces no la practican. Todas sus prácticas cristianas, para muchos de ustedes, solamente están dentro de la congregación, y de ahí para afuera no hay fe, no hay oportunidad para nadie más. Son como una élite, porque eso escucho.
Hijitos, recapaciten, dice el Señor, y los que sean intercesores oren para que esas paredes que se han levantado en sus congregaciones, que son paredes espirituales para que nadie entre, para que nadie salga, para que no se expanda la obra del reino caigan, y se amplíen esas congregaciones, pero no para tener más números, cantidades, dinero, no para tener edificios esplendorosos y ese tipo de cosas, sino para que el reino crezca y se expanda y la familia de Dios se vuelva más numerosa. Hijitos, ustedes expándanse, dice el Señor, porque la obra no termina ahí.
Y el Señor no está diciendo que está mal congregarse en un templo y realizar todas estas cosas, que son bíblicas, gloria a Dios, pero el Señor está diciendo que no termina todo ahí. Que lo que encontramos ahí, lo repartamos afuera, que el pan que encontremos ahí para comer, que lo llevemos afuera para dar de comer a los que tienen hambre. Es un tiempo de evangelización fuerte, dice el Señor, y los míos están callados, sentados una o un par de días más a la semana en un lugar donde ya todos fueron evangelizados.
Servir no es solamente adentro del templo, dice el Señor, sino también afuera. Amplíense, dice el Señor, expándanse, entiendan que es un tiempo de pesca, dice el Señor, ¿y qué van a pescar adentro, donde ya todos los peces han sido pescados?. Porque las congregaciones son como un lago donde ya fueron pescados todos los peces. Se terminaron los peces, no hay nada para pescar. Dice, la caña la tienen que extender afuera para traer esos peces después a ese lago.
Hijitos, sean pescadores de hombres, dice el Señor, no se encierren y no dejen que les pongan esposas en sus muñecas. Yo escucho la palabra rendir cuentas, rendir cuentas. A mí me parece recibir que, se habla mucho o que a muchos de ustedes sus pastores les enseñan que ustedes tienen que rendir cuentas de lo que hacen. Porque yo escucho eso, rendir cuentas y veo muchas congregaciones donde se nombra mucho esto. Rendir cuentas, rendir cuentas, rendir cuentas. Les van metiendo esta frase regularmente en sus cabezas.
Y el Señor pregunta, ¿a quién tienen que rendir cuentas? ¿a quién van a tener que… quién va a ser el juez de todas las cosas? ¿quién va a pesar en la balanza lo que hicieron o lo que dejaron de hacer? dice el Señor. A mí van a tener que rendir cuentas, dice el Señor, al que va a juzgar todas las cosas. Y quiero aclarar que el Señor no está diciendo que no tenemos que sujetarnos a las autoridades superiores, cuando esas autoridades superiores estén sujetas a Dios. Cuando esas autoridades superiores colocadas sobre nosotros, primeramente obedecen al Señor y van a favor de la Palabra y de la obra del Evangelio y no en contra.
Pero no debemos sujetarnos cuando estas autoridades, me dice el Señor, primeramente no se sujetan al Señor. No cumplen con la Palabra, o solamente hablan, predican o practican, o toman lo que les conviene para poder controlar a las personas que se congregan en esos lugares. Y vuelvo a escuchar: rendir cuentas, rendir cuentas. Hijitos, a quien tienen que rendir cuentas es a mí, dice el Señor. Porque ustedes van a acudir ante el Trono Blanco, y allí van a tener que rendir cuentas.
Y les voy a preguntar ¿pero por qué no saliste? ¿por qué no compartiste? ¿Por qué no compartiste la Palabra con las personas que tenías enfrente? ¿Por qué te callaste? ¿Por qué no compartiste el pan? dice el Señor, ¿Por qué no compartiste el vino, el pan y el vino con otros hermanos que no pertenecían a tu congregación? ¿Por qué los dejaste de lado? ¿Por qué los rechazaste? te va a preguntar el Señor.
¿Por qué te apartaste del resto del cuerpo de Cristo, juntándote solamente con los que iban a tu misma congregación? Hay muchas maneras de pecar, dice el Señor, y la desobediencia es una de ellas. Y yo veo un rey. Un rey exige que se lo obedezca, un rey está por encima de todos sus súbditos, de todos sus siervos. Y ustedes, me muestra el Señor, que a veces saltan, digamos, obedecen hasta un punto nada más, en esa escala de autoridades que yo estoy viendo.
Algunos de ustedes no llegan a la obediencia hasta obedecer a Dios, que es la autoridad más alta. Algunos de ustedes se quedan más abajo y obedecen hasta donde los hombres les…, hasta las autoridades humanas nada más. Pero dice el Señor, que la autoridad sale de arriba, la autoridad se imparte de arriba hacia abajo. Es decir, del rey a las demás autoridades, de más a menos. La orden sale del rey y va bajando a las autoridades, de más autoridad a menos autoridad, depende del nivel de autoridad que tenga cada cual.
Y no es al revés. No es que sale de los hombres y termina en Dios. Dios es el Padre, la principal autoridad, la primera autoridad en nuestras vidas y su Palabra, y de ahí el resto. Y si hay alguna autoridad humana que no está alineada en ese orden jerárquico, entonces hay que seguir igual hacia donde está la autoridad del rey, dice el Señor, y no desviarse y no quedarse abajo, sino que hay que obedecer a las autoridades humanas que el Señor puso en nuestras vidas, pero cuando están alineadas con la autoridad principal que es el rey, el Sumo, el más alto, el que está más arriba que todos.
Y ustedes se quedan…llegan hasta la autoridad del hombre. Y si el Señor mismo les da una orden de hacer algo, no saben acatar esa orden porque no están acostumbrados a ir directamente a Dios, sino al hombre. Y dice el Padre, que si él ha dado una orden, como la autoridad más grande que hay, la más alta que hay, la más poderosa, la más suprema, los hombres que él puso debajo de él como autoridades en tu vida, a través del Espíritu Santo, tienen que estar alineadas con la orden que Él te dio, si es que se están manejando por el Espíritu de Dios y no por otro espíritu.
Cuando es así, hay que obedecer a esas autoridades humanas, porque están alineadas con la orden que sale desde el trono que es más alto. Pero cuando no es así, uno tiene que ir a la autoridad más alta y preguntar qué es lo que tienen que hacer o obedecer a esa autoridad, cuando esas autoridades más bajas humanas están desviadas fuera de la Escritura, principalmente, o que quieren que ustedes hagan algo que Dios les dice que no hagan. No es el hombre primero y después Dios, dice el Señor.
Es primero Dios, primero la Cabeza de las cabezas, a quien hay que obedecer y como consecuencia, obedecer al hombre que está alineado en esa línea jerárquica a través del liderazgo que Dios le otorgó en tu vida. Y en este tiempo Dios va a cortar lazos, ataduras entre hijos de Dios y pastores carceleros, dominantes, que atan los pies de ustedes como cuando alguien… no sé bien cómo son las cosas de la ganadería, pero yo estoy viendo una oveja y es como que el pastor la ata de las patas, y la lleva arriba de sus hombros, como con las cuatro patitas atadas, y eso estoy viendo que hacen algunos pastores.
Les atan las patas a ustedes, que son estas ovejas en esta visión, y los llevan para donde quieren, para donde ellos quieren, dice el Señor. Así que en estos días hemos visto y vamos a seguir viendo la muerte no solamente de líderes presidenciales, líderes mundiales, ex presidentes, sino de todo tipo de liderazgo que está yendo en contra del plan profético de Dios, incluyendo a los pastores de las congregaciones cristianas que se opongan a la voluntad del Señor para con sus hijos. Autoridades que se salieron de la línea jerárquica y que dejaron de recibir las órdenes del Rey de reyes. Que se olvidaron de que eran siervos del Rey de esta Monarquía, del que tiene la orden superior.
Se olvidaron para apartarse de esa orden de autoridades establecidas por Dios y hacer lo suyo propio. A todos esos que están atando a mis ovejas, dice el Señor, los quito. Porque estoy limpiando mi casa. Oren, oren por sus líderes, dice el Señor, para que tal vez el que sea hallado en este pecado de estar obrando fuera de la voluntad del Padre para este tiempo, tal vez lo pueda reconocer y arrepentirse dice el Señor, y salvar su vida, porque van a seguir muriendo muchos.
Y sigo viendo pastores que se caen, inclusive cuando están predicando en el púlpito. Viene mucho dolor a las congregaciones, dice el Señor. Pero es porque tengo que libertar a mi pueblo a la fuerza, porque le he dado tiempo para que recapaciten, tiempo para que estudien las Escrituras, para que las entiendan, para que se alineen, para que se arrepientan, dice el Señor, y no lo quieren hacer. Ya no son más pastores que aman a mis ovejas, se convirtieron en jefes de empresas, dice el Señor. Son negociantes de la fe.
Todos estos que está nombrando el Señor, que quizás alguna vez comenzaron bien, de jovencitos tenían…, estaban a pleno en su primer amor, pero con el tiempo se fueron endureciendo, se fueron corrompiendo, se fueron estructurando en estructuras de hombres, fueron cambiando el Evangelio, agregando, quitando a la Palabra. Y yo los veo como gerentes de empresas. Ya no son más pastores humildes con un corazón ayudador, con un corazón misericordioso por la oveja quebrantada, por la perniquebrada, por la manchada, por la sucia.
Se olvidaron, dice el Señor, se olvidaron de lo esencial. He aquí que los corto, dice el Señor, para reemplazarlos por pastores conforme a mi corazón. Y me viene el ejemplo de Saúl y David. Estos que el Señor quita son como el ejemplo de Saúl, que tal vez algún día fueron ungidos, fueron establecidos, fueron puestos verdaderamente por el Señor, pero después se desviaron, se enfriaron, se carnalizaron, le cerraron la puerta al Espíritu Santo de Dios. Y en vez de trabajar para el reino, trabajaron en contra del reino y para ellos, y para toda una estructura eclesiástica que se armó en las congregaciones cristianas que va en contra de la Palabra.
Ellos son como Saúl y van a ser quitados, dice el Señor, y los voy a reemplazar por los David de este tiempo, que van a ser como David cuando era pastor, que defendía a las ovejas al punto de matar osos, de matar animales, de cazar los lobos, dice el Señor. Pastores valientes que no sean cobardes como estos que voy a quitar, dice el Señor, porque no me tienen miedo a mí, sino a la vez tienen miedo a sus superiores. Voy a destruir todas estas estructuras del hombre, dice el Señor, y ya están cayendo.
Y todo este dolor de todas estas congregaciones que ahora están viendo que se prenden fuego, que se destruyen con los desastres geográficos, naturales, no es nada a comparación de lo que viene. Por eso, dice el Señor, que oren por sus congregaciones para que caiga todo velo, para que se alineen en cualquier área que esté fuera de la voluntad del Señor. Porque el juicio empieza por la casa y el escenario se está preparando para la venida del anticristo… para la manifestación del anticristo y para la venida del Señor Jesucristo.
Y todo lo que no se alinee, repite el Señor, al cumplimiento profético, será quitado. Así que viene mucho caos en las congregaciones cristianas. Muertes, accidentes, mucho fuego, inundaciones, terremotos que van a seguir afectando específicamente a estos templos, donde se congrega la iglesia del Señor. Oren por eso hijitos, para que tal vez tenga misericordia, dice el Señor, de todos los que se quieran arrepentir. Para que tal vez sus oídos sean abiertos a mi voz como una vez la escucharon, dice el Señor, porque no es que no les hable, sino que no me escuchan. Hace rato que me dejaron de lado, dice el Señor, que me cerraron la puerta.
Alabado sea el Señor, alabado sea el Señor. Pero yo también veo un remanente fiel. Yo veo a algunos de ustedes que, contra viento y marea, con sufrimiento, con dolor, con rechazo, con despecho, con murmuración contra ustedes, están obedeciendo al Señor igual. Son corazones que no quieren desobedecer a las autoridades terrenales establecidas por Dios en sus vidas. Sino que llegó un momento que no les quedaba otra, porque Dios les estaba diciendo que ustedes vayan para la derecha y esas autoridades les decían que vayan para la izquierda. Y tuvieron que decidir a quién iban a obedecer. El Señor está al tanto de ustedes y dice que sean fuertes y que sigan adelante, y que ustedes van a ser los que levanten la congregación de los justos, como fue una vez.
Ustedes van a ser los que restauren las costumbres cristianas como están escritas. Ustedes van a ser los que levanten el nuevo edificio que el Señor quiere levantar, espiritualmente hablando, con la congregación de los justos, pero a la manera del Espíritu Santo, por la guía del Espíritu Santo. Con un orden dirigido por el Espíritu Santo y por las Escrituras. Basado, fundamentado en la Palabra del Señor, pero con el poder de Dios, donde lo principal sea el Señor y no los hombres y donde se cumplan sus propósitos. Volviendo como a la iglesia antigua. Pero la de los últimos días será más poderosa, dice el Señor, para aquellos que participen de esta obra.
Y yo veo a Nehemías. Mejor dicho escucho a Nehemías, que, si no me equivoco, fue uno de los que el Señor llamó a construir el templo para Dios ¿verdad?, ¿Nehemías, cierto?. El Señor dice que muchos de ustedes son como los Nehemías de este tiempo. Ustedes, los que obedecen al Señor o directamente a él, o a través de los hombres cuando operan guiados por el Señor (porque no descarten esto tampoco), ustedes van a ser como los constructores de la edificación real, con una estructura de verdad, dice el Señor, donde se manifestará el poder de Dios en estos últimos días, con sanidades, milagros, prodigios y señales que nunca se vieron.
Ustedes son los Nehemías de este tiempo, los que van a construir este templo espiritual simbólico, basados en la verdad y no la mentira. Gloria a Dios. Pero van a tener oposición, así como tuvo Nehemías para construir ese templo, y los van a querer derribar así como a Nehemías. Y van a venir enemigos para que no construyan el templo, para detener esa obra. Resistan, dice el Señor, y pregunten al Espíritu Santo todas las cosas, porque este es un tiempo de restauración de todas las cosas, y lo que estaba caído por causa de los hombres, lo voy a levantar, dice el Señor. Y lo que los hombres destituyeron de las prácticas cristianas, lo voy a restablecer, y todo lo que fue cambiado por mano humana, dice el Señor, lo voy a borrar y lo voy a reescribir para que los míos hablen, caminen y vivan en la verdad.
Y todo esto irá contra todo espíritu de falsa religiosidad. Resistan, dice el Señor, porque caminan en el poder de mi Espíritu Santo. Son constructores de la iglesia real y verdadera, edificio santo, duradero, eterno, gloria a Dios, del Señor Jesucristo. Estos son los últimos días y se levanta la congregación real de los justos, guiados por el Señor y no por el hombre. Y no por Satanás con doctrinas demoníacas.
Resistan a la oposición mientras la apostasía hace lo suyo, porque el enemigo no va a ser el de afuera, sino el de adentro, dice el Señor. Amén. Los amo hijitos. Y así como el Señor está reconstruyendo, y restaurando y renovando y limpiando y corrigiendo todo lo que tiene que ver con su Palabra, con la estructura de la congregación de los justos, de las órdenes, de las autoridades y todas estas cosas, también el Señor está haciendo lo mismo en nuestras casas.
En nuestros hogares, dice el Señor, que muchos de ustedes tienen los roles cambiados en sus casas entre hombre y mujer, en muchos de ustedes la mujer es la cabeza y no el hombre y, a veces, hasta alguno de sus hijos es la cabeza y ni siquiera el padre. Y si el padre no está, en muchas de sus casas alguno de sus hijos o hijas es la cabeza de su casa en vez de la madre, que es la que queda cuando el padre no está. Es decir, las autoridades en sus mismas casas están cambiadas, los roles están desacomodados.
El Señor está rearmando los hogares, reacomodando los roles como deben ser, como la idea original. El Señor está restaurando creencias, que tienen que ver con autoridades, también en sus casas. Porque muchos de ustedes están, confundidos, me muestra el Señor, y muchas de ustedes mujeres, operan como padres, como maridos, como… digamos como cabezas del hogar, cuando en realidad no es el rol que les corresponde muchas veces. Y los hombres están operando en un rol femenino cuando no les corresponde. Y así, en muchas de las casas no hay orden.
Pero el Señor no sólo está trabajando y reacomodando las cosas dentro de su congregación de los justos, de su cuerpo, sino también en los hogares cristianos. Ríndanse a ese trabajo, dice el Señor. Amén. Obedezcan al Espíritu Santo que les va enseñando de a poco cómo tienen que funcionar las cosas. Estudien la Palabra sobre esto. Y para los que sí tengan pastores que escuchan la voz de Dios, gloria a Dios, para los que sí estén debajo de alguna autoridad que Dios envió a sus vidas, el Señor los va a recompensar.
Porque el Espíritu me muestra que Dios ama a una persona que sabe sujetarse, que sabe obedecer, pero en una manera sana, en una manera celestial, en una manera divina. El Señor ama a una persona que no quiere estar por arriba de la autoridad de una persona que tiene más autoridad que él o que ella. El Señor ama a las personas que saben ubicarse en su rol maternal o paternal, o pastoral, o lo que sea, en el lugar donde sea, como empleado, como jefe. Cual sea el rol que tengas que tener en cada área de tu vida.
Dice el Señor, que para los que sí tienen una autoridad que sí está alineada en esa línea jerárquica que yo veía, que él está complacido con eso, y que no se levanten contra esas autoridades. Porque son autoridades que, cuando Dios a ustedes les dice que tienen que ir por la derecha, esas autoridades les dicen tenés que ir por la derecha. Están alineadas con el Señor.
Dice el Señor, a esas autoridades sí obedezcan, sí honren, sí sigan. Pero ustedes van a saber primero. Porque tienen que ir junto con lo que dice la Palabra y no contradecirla, estar alineados con lo que el Señor está haciendo en este tiempo, con su plan profético, darle lugar al Espíritu Santo y confirmarles o guiarlos por dónde el Espíritu Santo los guía también a ustedes.
A esas autoridades valórenlas, dice el Señor. Respétenlas, hónrenlas y obedézcanlas, porque no están obedeciendo a ellos sino a Dios. Aleluya, alabado sea el Señor, gracias Señor, gracias Señor. Y yo estoy viendo que muchos de ustedes tienen sueños de que tienen que salir a predicar. Sueños donde el Señor los está llamando a hacer algo, y ya más de una vez. Así que tienen que accionar, dice el Señor, a través de esto que ustedes ya saben que él ya les mandó hacer.
Aleluya, gracias Señor, gracias Padre. Que cuando tengan una duda busquen en la Palabra, donde ahí el Señor nos manda y nos dice todo lo que tenemos que hacer para servirlo a él. Y lo que no es bíblico, no lo tomen y no lo obedezcan, dice el Señor, porque la obediencia tiene que ser a Dios y a la Palabra escrita por él en primer lugar. Y todo lo que no se sujete a esa Palabra va para la izquierda y no para la derecha donde él te está mandando. Amén.
Aleluya, gracias Señor, gracias Señor. Y el Espíritu me insiste en que les diga que intercedan por este tema, que oren por este tema. Que intercedan por los lugares donde se congregan, para romper trabas demoníacas, para que los velos caigan, para que al Espíritu Santo se le dé lugar, se pueda manifestar libremente, para que las ordenes que no están guiadas por el Señor se acomoden dentro de las congregaciones, para que los pastores verdaderamente que se desviaron vuelvan al camino, para los que se olvidaron del primer amor se vuelvan a enamorar del Señor, para que estas estructuras de hombres caigan y se pueda manifestar la gloria de Dios y su plan sobre nosotros, y todo esto. Amén.
Aleluya, alabado sea el Señor. Bueno, amigos, una vez más he cumplido con entregar este duro mensaje, pero no tengo sangre en mis manos. Gloria al Señor. Les voy a… nos vamos a saludar. Nos va a saludar acá mi esposo que va a aparecer en la pantalla. Mi pastor, Mándala. Él es quien comparte aquí los versículos bíblicos, el que chequea lo que estoy profetizando, el que acompaña en cada transmisión. Es quien no sólo es mi esposo, sino quien me pastorea, me corrige, me guía, me aclara a través de la Palabra. Así que, bueno, él es mi autoridad terrenal que el Señor me ha colocado, maestro de la Palabra y pastor, llamado primeramente por el Señor, para bendecir a la iglesia del Señor Jesucristo.
Los amamos y les mandamos saludos desde Argentina. Escudriñen también estas palabras, ustedes mediten, pregúntenle al Señor. Y no crean todo lo que digo en un primer lugar, sino que sean sabios con cualquier vaso que esté en frente de ustedes. Amén. Saludos desde Argentina.