El Señor quiere hablar a su iglesia hoy, porque hay una congregación de sedientos de la palabra del Señor. Hay una congregación de justos que necesita la guía del Espíritu Santo. Hay una congregación de justos que busca escuchar la palabra de Dios en estos últimos días. Hay una congregación de hijos de Dios que necesita saber cómo prepararse para resistir a lo que viene. Hay una reunión de santos que quiere saber los misterios escondidos del reino de los cielos. Hay un pueblo santo que no quiere cerrar sus oídos a Dios. Hay un pueblo que no rechaza lo que el Señor tiene para decir. Hay un pueblo que no quiere escuchar solamente palabras dulces como la miel, sino que le está pidiendo al Señor que le hable de frente, que le hable cara a cara, que le hable sin vueltas, que le diga cómo son las cosas al 100%, sin pintarlas, sin entibiar lasas, sin pasarlas como palabras más blandas de lo que en realidad, de cómo deberían sonar. Por eso, el Señor me dijo:
«Hija, no cortes la racha. Sigue hablando, sigue profetizando a un pueblo perdido, a un pueblo que necesita encaminarse, porque aún hay un pueblo que considera la importancia de la profecía, aún existe un remanente que cree importante escuchar a los profetas de estos últimos días, porque sabe que sin la guía del Espíritu Santo y sin la palabra profética, se desenfrena. Hijita, habla, habla y habla, y no dejes de hablar. Hijita, te quiero ahí, parada en frente de los míos y abriendo tu boca de par en par cada vez que puedas, llueve, nieve o truene, estés alegre o estés afligida, estés cansada o no cansada. Sigue adelante, porque mi gracia está sobre ti y he puesto mis palabras en tu boca para darle de comer a todo aquel que tiene hambre de mí.»
Por lo tanto, aquí estoy, en obediencia al Señor, como un vaso profético dispuesto a escuchar, a recibir, para después entregar. Y esto ejemplo es un testimonio para muchos de ustedes que el Señor está llamando a hablar a las naciones en este tiempo.
Hay muchas trompetas guardadas, dice el Señor, pero las estoy llamando a salir a la luz para que en cada rincón de la tierra haya una voz profética que anuncie lo que ha de venir, que anuncie al pueblo, que avise lo que se viene, para que se prepare. Yo no los dejo solos. Están en mi mano. Y todo aquel que quiera escuchar lo que tengo para decir no les va a faltar en cada rincón de la tierra un vaso profético en el cual Yo pueda derramar de mi palabra.
Por lo tanto, así como el Señor me envía a mí y me empuja amablemente a través de su Espíritu Santo en cada oración, prácticamente en cada momento del día cuando le pregunto: «Padre, ¿qué quieres que haga?», lo mismo sucede con muchos de ustedes.
Hablen y no dejen de hablar. Prediquen y no dejen de predicar. Prediquen arrepentimiento, dice el Señor. Anuncien a los suyos lo que se viene. Aclaren a los inconversos que si no se arrepienten, sobre ellos viene la nube de la destrucción.
Hijitos, en este tiempo estoy colocando una trompeta profética en cada esquina de la tierra, y nadie va a poder decir que no les hablé, nadie va a poder decir o acusarme de que no les advertí que lo que estaba escrito estaba a punto de cumplirse. En cada esquina de la tierra levanto voces dispuestas a hablar de mi parte, y todo aquel que tenga sed de beber de esa palabra viva va a encontrar ese pozo en cada nación, en cada pueblo, en cada lengua, en cada cultura.
No faltan las voces proféticas que estoy levantando en estos últimos días, que son como luces desparramadas en toda la tierra para anunciarles a mis hijos que se preparen, porque tribulación y angustia viene sobre el mundo entero, dice el Señor. Y aunque está escrito, los míos no entienden; aunque está escrito, los míos no reaccionan. Toman solamente partes de lo que está escrito, pero el resto lo dejan afuera, como por ejemplo Mateo 24, Lucas 21, Marcos 13.
Pocos son los que predican el Apocalipsis, dice el Señor, y mucho menos lo que anunciaron los profetas desde antes de la llegada del Cristo Jesús. Pero en este tiempo estoy levantando no solamente voces proféticas de los últimos días, profetas a los cuales les doy una trompeta para anunciar lo que viene desde lejos y desde antes, sino que les estoy dando una trompeta a los pastores, a los maestros, a los evangelistas, a los apóstoles y a todo aquel que se disponga como vaso vacío para predicar de una manera apocalíptica.
Estoy levantando ministros apocalípticos, dice el Señor, porque este es el tiempo donde estoy destrabando profecías que estaban preparadas para ser entendidas únicamente cerca de su cumplimiento o durante su cumplimiento, esas profecías que antes no se habían entendido porque eran profecías preparadas para este tiempo. Esas profecías son las que le estoy revelando a mis ministros apocalípticos de estos días para que tengan la revelación sobre lo que está escrito y la compartan a mi pueblo para que se prepare y para que entienda las Escrituras.
A cada uno de estos ministros apocalípticos les estoy entregando esta trompeta, que es como un shofar, para que lo hagan sonar para alertar a mi pueblo para que ya no duerma. Son hombres y mujeres, jóvenes, viejos y niños. Estoy tomando de todo tipo de gentes y les estoy dando una trompeta a cada uno para que la hagan sonar y les estoy abriendo el entendimiento sobre profecías que estaban encriptadas para recibir la clave para que se abran y puedan ser entendidas en estos días.
Por lo tanto, el Señor pregunta en este momento: ¿Cuántos de ustedes quieren convertirse en ministros de los últimos días, en ministros apocalípticos, en trompetas dispuestas a hablar sin tardar y sin miedo, en trompetas dispuestas a sonar sin retardo? El Señor les está dando sobres a muchos profetas y profetisas para entregar a la iglesia, pero están tardando en entregarlos, están retrasados, y en vez de redimir el tiempo como dice la palabra, lo están perdiendo. En vez de hacer las cosas a tiempo y entregar esos mensajes a tiempo como el Señor lo tenía preparado, están procrastinando, dejando las cosas para después.
Es como si esos mensajes que el Señor les va dando se van juntando adentro de una vasija y quedan ahí, y el pueblo queda sin avisar, dice el Señor, el pueblo queda sin alertar. Estas personas a las cuales el Señor está llamando a entregar estos mensajes son como trompetas que no suenan; son como trompetas que suenan, pero suenan tarde, cuando el ejército enemigo ya entró en la ciudad fortificada.
Imagínense, dice el Señor, si el atalaya que está en la torre, mirando lo que viene, ve venir un ejército enemigo, y en vez de levantarse inmediatamente y avisar a sus autoridades y a la ciudad que se viene el ataque, dice: «No lo voy a avisar hoy, lo voy a avisar mañana,» y mañana dice: «No lo voy a avisar hoy, lo voy a avisar después, cuando esté seguro de que lo que veo es lo que veo,» cuando en realidad la visión es clara. Entonces, esa ciudad está en peligro, esa ciudad puede desaparecer, y todos los que la conforman y viven en ella pueden terminar sin vida por culpa de una sola persona, que es el atalaya.
Así son muchos, dice el Señor, muchos de mis hijos que me pidieron un servicio para mí, que me dijeron: «Señor, quiero servirte, sea lo que sea. Señor, dame un espacio para que te sirva. ¿Cuál es mi llamado? ¿Cuál es mi ministerio? ¿Qué tengo que hacer para el reino de los cielos?» Pero una vez que el Señor contestó tu oración y te dijo: «Te voy a levantar como trompeta para que hagas sonar ese shofar para avisar de lo que viene. Te voy a revelar los eventos de los últimos días para que avises al pueblo para que se prepare», no lo creíste, no lo tomaste, o lo dejaste para después.
Muchos de ustedes están recibiendo sueños apocalípticos, sueños donde están viendo con más claridad lo que está escrito que se viene en estos dolores de parto que van a ir en incremento, sueños de catástrofes, sueños sobre los jinetes del Apocalipsis, sueños sobre las nuevas pandemias que vienen, sueños sobre la catástrofe económica mundial que viene, el quiebre de los bancos y tantas otras cosas que muchos atalayas han anunciado.
Muchos de ustedes están teniendo muchos sueños sobre estas cosas y quizás hasta el Señor ya te ha dicho que tenés que compartirlos, que tenés que hablar, que tenés que entregar esos mensajes que no son solamente para vos, sino que son una confirmación para que juntos armemos ese rompecabezas, una confirmación de las palabras que el Señor ya dejó escrito y que tenemos que entender que son para este tiempo.
Yo vuelvo a ver a este atalaya en la torre. El atalaya ve venir el mal y no lo avisa, porque no está seguro si lo que ve es real, o porque no quiere meterse en problemas, o porque prefiere quedar bien delante de los hombres y que no se rían de él, que no ser maltratado o rechazado. Estoy viendo a este atalaya que ve venir el mal, pero no lo avisa porque no quiere quedarse solo, o porque subestima el daño que va a provocar ese mal sobre la ciudad, o porque es perezoso, porque prefiere dormir en esa torre, porque prefiere comer, prefiere no ser molestado.
Pero el Señor me dice que todo ministro que esté llamado a ser un ministro apocalíptico de estos últimos días recuerde a Ezequiel como atalaya, donde el Señor le dijo:
[Ezequiel 3:18, RVR1960] Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano.
Así que este es un llamado a muchos de ustedes a levantarse de la silla donde están, a dejar de ser cobardes y, por la guía del Espíritu Santo, cuando el Espíritu Santo los guíe, levantar esa trompeta que el Señor les ha dado y hacerla sonar sobre la tierra, escuchen o dejen de escuchar. Como dice la Biblia:
[Ezequiel 2:3-5, RVR1960] Y me dijo: Hijo de hombre, yo te envío a los hijos de Israel, a gentes rebeldes que se rebelaron contra mí; ellos y sus padres se han rebelado contra mí hasta este mismo día. Yo, pues, te envío a hijos de duro rostro y de empedernido corazón; y les dirás: Así ha dicho Jehová el Señor. Acaso ellos escuchen; pero si no escucharen, porque son una casa rebelde, siempre conocerán que hubo profeta entre ellos.
Pero lo que pasa, me dice el Señor, es que a algunos de ustedes les importa más el qué dirán de ustedes que quedar bien con el Señor. Otros están esperando varias confirmaciones más, cuando el Señor ya les ha confirmado de distintas maneras. Hay también algunos pastores que tienen miedo de sonar esta trompeta de atalaya que el Señor les ha dado. Hay pastores que saben que el Espíritu Santo los está llamando a predicar sobre el Apocalipsis en este tiempo, saben que es el Espíritu de Dios el que les está dando revelaciones sobre lo que está escrito para este tiempo, pero por miedo a perder las ovejas no hablan. Solamente se quedan con la parte fácil, con la parte agradable, con la parte segura, según ellos piensan, para que sus miembros no huyan de la iglesia.
Si sos uno de esos pastores, el Señor te dice que cuando venga el mal, si no les avisaste a las ovejas en tu redil, bajo tu cargo, y ellas sufren el daño, entonces esa sangre va a estar en tus manos. Cuidado, porque es muy bonito ser llamado por el Señor, pero hay que tomarlo muy en serio. ¿Cuál va a ser nuestra respuesta?
Yo también estoy viendo a algunos que le pidieron al Señor un llamado, que le dijeron: «Señor, quiero servirte en cualquier cosa, como vos lo veas conveniente.» Pero cuando el Señor les dijo: «Te doy una trompeta para que anuncies lo que va a venir,» o «Te voy a revelar cosas de los últimos días para que lo cuentes,» entonces le dijiste al Señor: «No, pero eso no. Dame otra cosa. No quiero eso. Es muy complicado.» Yo sigo viendo que bajan del cielo muchas trompetas. No es solamente en un país, en una nación, en un sector de la tierra, sino es en toda la tierra que esas trompetas bajan del cielo y los ángeles las entregan a muchos hijos de Dios en este tiempo.
Y vuelvo a decir que no hace falta ser profeta para ser atalaya, para tener un llamado de atalaya, porque para avisar lo que viene para que la gente tenga cuidado y se prepare, no hace falta ser profeta. Simplemente el Señor revela lo que se forja a lo lejos para que la persona lo avise para que los habitantes de la ciudad no sufran daño, y para hacer ese trabajo no siempre hace falta tener un ministerio profético.
Esa es otra de las confusiones que yo estoy viendo. Algunos de ustedes pensaban que no podían tener un llamado de atalaya porque no son profetas. Pero, de hecho, no todo atalaya es profeta y no todo profeta es atalaya, porque hay distintos tipos de profetas y no todos son atalayas, porque hay distintos ministerios y operaciones.
[1 Corintios 12:4-6, RVR1960] Hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo.
Dentro de los profetas, hay distintos tipos de profetas. Dentro de los maestros, hay distintos tipos de maestros. Y también dentro de los pastores, evangelistas y demás. Esas trompetas que el Señor está repartiendo en este tiempo no son entregadas solamente a personas que tienen o van a tener un llamado de un ministerio profético. Puede ser solamente que algunos de ustedes simplemente tengan un don profético y el Señor los llama como atalaya. O puede ser que seas un evangelista con un don profético y el Señor te llame como atalaya.
Yo siento ahora que el Espíritu Santo me indica que traiga un poco de claridad sobre esto, porque no es lo mismo atalaya que profeta. De hecho, todas estas trompetas que yo estoy viendo caer, veo que se les son entregadas hasta a los niños, que aún no tienen ningún tipo de ministerio de los cinco ministerios mencionados en Efesios 4, pero igualmente el Señor les otorga una trompeta.
¿Y saben por qué? Porque los grandes no responden, porque los adultos están dormidos, porque los hermanos que ya están crecidos espiritualmente hablando y no son bebés rechazan a estas cosas. Le tienen miedo a los avisos proféticos. No se quieren meter en el agua de la profecía. Echan los sueños y visiones, cuando en la Biblia hay abundancia de sueños y visiones. Entonces, el Señor tiene que usar cualquier instrumento que esté disponible y que tenga la valentía y el coraje para ir y para hacer y para hablar todo lo que Dios quiera. Por eso estas trompetas no van a ser solamente para adultos, sino también para niños.
Yo vuelvo a escuchar la palabra «ministros apocalípticos». ¿Qué es un ministro apocalíptico? Como yo escucho, son personas que sirven dentro de la congregación de los justos en cualquier tipo de área y que, además de eso, el Señor los está llamando específicamente y los está ungiendo específicamente para hablar de lo que se viene en los últimos días, para explicar y compartir las revelaciones que Él les da sobre las partes de las Escrituras que hablaban sobre los dolores de parto, sobre lo que la tierra iba a sufrir en este tiempo, sobre las guerras que se vienen, sobre la hambruna, las pestes, las catástrofes, los terremotos y todas estas cosas que están nombradas en la Biblia.
Pero hay un sector de la iglesia que no quiere meterse en estas aguas. Sin embargo, eso no va a provocar que el Señor cambie su plan profético para este tiempo. Así que el Señor en esta palabra te está provocando, te está sacudiendo para que revises tu corazón, porque la Biblia dice que los cobardes no van a heredar el reino de los cielos, y que el que esconde su talento debajo de la tierra por miedo lo van a echar en las tinieblas de afuera.
El Señor te pregunta: «¿Con quién querés quedar bien: con los hombres o conmigo? ¿Quién te dio la vida: los hombres o Yo? ¿Quién te dio la salvación por gracia: los hombres o Yo? ¿De parte de quién vas a recibir la vida eterna?» Porque quedando bien con ellos no vas a quedar bien conmigo, dice el Señor, porque ciertamente es un llamado desafiante y más para este tiempo donde la iglesia está tan confundida con este tipo de cosas.
Hay paredes que estamos derribando, los que estamos siendo levantados en este tiempo, justamente para traer una renovación de todas las cosas, para restituir doctrinas bíblicas que muchos predicadores mal entendieron, tergiversaron y hasta mintieron, por ejemplo, que la iglesia no tenía que prepararse por nada porque iba a ser arrebatada antes de que se cumplan muchas cosas escritas en el Apocalipsis y en los otros libros proféticos.
Son paredes que estamos llamados a derribar, pero presentan oposición, se resisten. Sin embargo, todo aquel que no se acomode a este movimiento revolucionario, pero bíblico, de estos últimos días va a ser como un árbol que será quitado, porque todo árbol que no lleve fruto en este tiempo va a ser arrancado y le va a ceder el lugar a los ministros apocalípticos de los últimos días y a un pueblo que está dispuesto a escuchar las palabras saladas tanto como las dulces que el Señor tiene que hablar a través de ellos.
Así que el Señor te dice en este tiempo: Hijito, ¿qué querés escuchar de mí? ¿Querés que te mienta como te mienten tantos pastores, diciéndote que no pasa nada, que sigas revolcándote en tu pecado total, una vez salvo, siempre salvo? ¿O qué querés que te diga? ¿Que no hay un infierno, que no existe, o que lo que está escrito son cuentos de hadas? ¿Qué querés escuchar? ¿Algo suave, liviano para comer, como comida chatarra? ¿O querés que te dé verdadero alimento espiritual? Abrí tus oídos, porque por más que cuando escuchas estas palabras duras sentís que te entran y te calan los huesos, esto será refrigerio para tu alma, porque es verdad y no mentira, porque son palabras quizás no tan fáciles de comer como como te gustaría, pero van a despertar tu alma adormecida.
Hijitos, prepárense y elijan a quiénes van a escuchar en este tiempo, dice el Señor, porque tienen que entender que estoy levantando gente que toma las cosas de Dios en serio y que las entrega tal cual las está recibiendo, para que ustedes tengan pan de verdad y no de mentira. Hijitos, elijan lo que escuchan, porque muchos de ustedes están comiendo sanguchitos, comida que se hace rápido pero que no nutre. No sean superficiales, porque lo que viene no es superficial. Escuchen la verdad, dice el Señor.
Yo (Noelia) veo un padre que reta a sus hijos, un padre que les está llamando la atención a su hijo, y a su hijo no le gusta escuchar esta reprensión y baja la cabeza y por dentro piensa: «Uy, ¿cuándo va a terminar de hablar mi papá? Quiero que deje de retarme. No lo quiero escuchar más. No soporto su prédica.» Sin embargo, si el hijo escucha la reprensión, dice el Señor, eso puede provocar un cambio para bien en su vida, pero si elige no escuchar esa reprensión, entonces no solamente va a estar igual de mal que antes, sino que va a ir de mal en peor.
Gran parte de la iglesia es así, dice el Señor. Prefiere quedarse en la tibieza, prefiere nadar en las aguas superficiales y no meterse profundo en las cosas espirituales, prefiere seguir ciego; y cuando escucha algo, lo mínimo que pueda resultar es que se abran sus ojos y vea la realidad de la situación en la que estamos entrando y entonces huyen, escapan.
Hijitos, sean inteligentes, dice el Señor. Sepan recibir lo bueno y lo malo, lo fácil y lo difícil, lo blando y lo duro, lo dulce y lo salado. Sepan comer distintas cosas, hablando de las palabras que escuchan, de las prédicas que escuchan, de las profecías que escuchan, de lo que leen en la Biblia. Tengan un paladar entrenado en todo tipo de sabores, porque Yo no soy solamente un Dios de amor, sino también un fuego consumidor.
Van a tener que ser como guerreros armados para poder resistir la prueba que viene sobre el mundo entero, pero escuchando solo lo liviano, solo lo fácil, no lo van a lograr, porque un guerrero es serio con lo que tiene que ver con la batalla. Se lo toma en serio y escucha los consejos de la persona que lo entrena, que lo prepara, tanto los consejos fáciles como los más duros de escuchar, porque sabe que si no lo hace, no va a ganar esa batalla, no va a resistir.
Yo (Noelia) veo ahora que ustedes están comiendo pan. Arrepiéntanse, dice el Señor, todos ustedes los que cuando escuchaban a una atalaya decían: «Lo único que hace esta persona es traer malas noticia. No, a este o a esta no lo escucho más, porque cada vez que lo escucho, lo único que hace es hablar de cosas malas.» Arrepiéntanse de rechazar a los profetas y a los atalayas que vienen anunciando lo que viene sobre el mundo, dice el Señor.
Yo (Noelia) veo a algunos hermanos que estaban recibiendo mensajes de aviso, pero que después se alejaron, se cansaron de escuchar las noticias proféticas de lo que viene y cambiaron la elección de sus prédicas. Y no estoy diciendo que es lo único que tienen que comer, pero es una parte importante para poder prepararse para lo que viene. Algunos hermanos hasta han maldecido a muchos atalayas de estos días, me revela el Señor.
Arrepiéntanse de haber maldecido a mis voces proféticas, dice el Señor. Arrepiéntanse de escupir a las trompetas que Yo estoy levantando, dice el Señor. Arrepiéntanse de reírse, porque cuando venga lo que va a venir, la risa se les va a borrar del rostro y se va a convertir en llanto amargo, y se van a acordar de lo que yo hablé. Pero sepan que cuando los rechazan a ellos, me rechazan a mí, dice el Padre.
Hijos, sean inteligentes, porque todos los ministerios son importantes, y un ministerio no anula al otro. Por eso hay apóstoles, profetas, maestros, pastores y evangelistas. Todos los ministerios tienen su peso, dice el Señor, pero muchos de ustedes eligen dos o tres de esos y el resto los descartan, los desechan. Y entonces la vida espiritual de ustedes está edificada a medias, porque les falta la parte del profeta, o la parte del maestro, o la parte del apóstol, o la parte de lo que sea que estén rechazando.
Yo (Noelia) estoy viendo que muchos de los que están siendo llamados como atalayas de este tiempo, a los cuales se les está dando una trompeta —esto se les está confirmando hasta en sueños, y por eso muchos de ustedes están soñando con una trompeta o con un shofar, o que avisan cosas que vienen— van a ser rechazados, pero es el precio del llamado. Es la prueba de amor hacia nuestro Rey, hacia nuestro Jefe.
Y el que ama su vida la perderá, y el que pierde su vida la ganará, dice el Señor. Arrepiéntanse, porque también muchos de ustedes escucharon estos avisos, pero después los escupieron. No los comieron, no los recibieron, no los creyeron, o se arrepintieron de haberlos escuchado o de haberlos creído. Y es que no están escupiendo lo que habló el atalaya, dice el Señor, sino lo que Yo le di para que hable, faltándole el respeto a mi palabra.
Hijitos, reaccionen y respondan a ese llamado. Y yo (Noelia) vuelvo a ver pastores apocalípticos que no están respondiendo a este llamado, y cada vez, una y otra vez que el Espíritu Santo los llama a hablar y a predicar sobre el libro de Apocalipsis, por ejemplo, o de Mateo, Lucas, Marcos, Isaías, Daniel, o cualquier otro libro profético que hable sobre los eventos que van a suceder en estos días, no lo hacen. Contristan al Espíritu Santo. Lo rechazan al Espíritu Santo. Rechazan esa trompeta que el Señor les está dando.
Hijitos, recapaciten, dice el Señor. ¿De qué tienen miedo? Porque cuando Yo llamo, Yo respaldo. Cuando Yo levanto, Yo unjo. Y no van a ser ustedes los que hablen de esas cosas. Voy a ser Yo, a través de sus bocas. Dispónganse, dice el Señor, y compartan lo que les doy. Hablen sobre lo que está escrito. Pregúntenme sobre los sueños apocalípticos que están teniendo. No descarten la voz profética. Pero muchos de ustedes están distraídos y no se quieren concentrar, como cuando alguien no se quiere meter en una pileta de agua.
Muchos de ustedes tienen que decidirse si van a responder a ese llamado o no, dice el Señor. ¿Qué van a hacer? ¿Para dónde van a ir? ¿Para la derecha o para la izquierda? Porque lo que pasa es que también muchos de ustedes se están sintiendo estancados y le estaban preguntando al Señor por qué se sienten estancados, porque que no avanzan, no se mueve nada en sus vidas espirituales.
El Señor dice que Él los llamó y les dio esta trompeta y les colocó ese sentir de que tienen que hablar sobre esto, de que cuando evangelicen también tienen que avisar a los inconversos que estas cosas vienen sobre la tierra. Pero cuando rechazaron ese llamado, entonces se quedaron como cuando alguien se estanca y se empieza a hundir en arenas movedizas, porque están en rebeldía y en desobediencia. Se tienen que arrepentir de haberle dicho «no» al Señor. Se tienen que arrepentir de ser desobedientes, de callarse la boca.
El Señor está llamando evangelistas apocalípticos en estos últimos días, que cuando van a hablar a las a los perdidos y predicar el Evangelio del Señor Jesucristo para que se arrepientan, el enfoque de ellos, de estos evangelistas apocalípticos, va a ser en los sucesos que van a pasar en estos últimos días. Pero no lo están haciendo porque tienen miedo de quedar mal ante las almas o porque piensan que están locos.
El Señor dice que se arrepientan, porque ustedes tienen miedo de quedar como locos. No quieren quedar como locos, cuando dice la Biblia que para el mundo es locura y que los carnales no entienden las cosas espirituales porque para ellos es locura. Pero eso no quiere decir que el Señor no los esté llamando a avisar a los inconversos que estas cosas vienen y que necesitan a un Salvador para poder contar con la vida eterna y para poder resistir a lo que va a venir.
No son misericordiosos con esas almas, dice el Señor. A ustedes les importa solamente su bienestar. Son egoístas totales. Ustedes ya están bien, ya están salvos, ya cuentan con la vida eterna, ya están avisados, ya leyeron lo que va a venir, ya saben que estamos en dolores de parto, pero no lo comparten con nadie porque les gusta esa comodidad, porque no quieren problemas, no quieren que la gente les diga: «Sí, porque vos estás loco.» O que les digan religiosos, obsesionados, fanáticos religiosos y este tipo de cosas. Ustedes prefieren quedar bien con la gente en vez de ensuciarse las manos en la mies.
Hijitos, no sean malos, dice el Señor. No se queden con estos secretos. Hablen a los inconversos para que tal vez algunos de ellos se conviertan y vengan a mí y tengan tiempo de prepararse, como cuando ese atalaya avisa a toda la ciudad y algunos escuchan y otros no. Los que no escuchan y no se preparan pagan el precio por esa obstinación, pero la culpa no la va a tener el atalaya.
Hijitos, a ustedes no les tiene que importar su imagen delante del hombre, sino de mí, porque Yo estoy viendo que el Señor nos va a preguntar llegado el momento cara a cara: «¿Por qué no predicaste lo que te dije que prediques? ¿Por qué no les avisaste a los inconversos lo que te dije que les avises? ¿Por qué, conociendo las Escrituras, no las tomaste en serio? Ni siquiera a tu familia le avisaste lo que venía y se murieron sin la salvación en ese terremoto, en esa guerra, en esa peste o lo que sea. Se murieron y no les avisaste. Les negaste la entrada al cielo.
Así te va a decir el Señor cuando te encuentre, y le quieras poner excusas de por qué te callaste la boca: «Señor, porque si yo le hablaba a mi familia cuando el Espíritu Santo me estaba poniendo que les hable, ellos me iban a tratar de loca. Señor, es cierto que yo no les dije. Es cierto que yo sentía por el Espíritu Santo y me pareció que tenía que hablarles y decirles: ‘Miren, pónganse a cuentas con Dios. Arrepiéntanse y crean en Jesús y conviértanse de todo corazón, porque viene esto y esto y esto y esto. Y Mateo 24 dice: guerras y rumores de guerra, terremotos, hambres, pestes, persecución.’ Pero no lo hice, Señor, porque si yo les hablaba, me iban a rechazar, me iban a echar de la casa, me iba a quedar sola, me iban a mandar a un hospital de locos.» Porque esas cosas piensan ustedes, me revela ahora el Espíritu Santo de Dios.
El Señor te va a preguntar: «¿Por qué no lo hiciste?» Y yo no estoy hablando estas cosas para inculcarte miedo, sino que es lo que el Señor te quiere decir ahora a través mío. Te va a decir: «Hijo, ¿por qué no levantaste el shofar? No levantaste el shofar. No lo hiciste sonar. Viste que venía. Viste que venía esa guerra a tu país. Te lo mostré por sueños, te di profecía, te di visiones, te lo confirmé de muchas maneras, y no se lo dijiste a nadie. Y después, todas esas personas a las que te mandé avisarles, fallecieron en esa guerra sin la salvación.» El Señor te lo va a preguntar.
Yo (Noelia) veo que el Señor se duele de esta desobediencia, se duele de la cobardía. Se duele porque primero ponemos al hombre antes que a Dios, porque nos importa más llevarnos bien con ellos que quedar bien con el Señor. No, ustedes quieren ir y trabajar y volver a la casa y leer un capitulito de la Biblia, hacer una oración corta y acostarse a dormir y que todo esté cómodo, porque así los veo.
El Espíritu Santo busca recipientes que hagan caso. El Espíritu Santo se merodea en cada hogar cristiano para ver qué vaso está dispuesto de ser usado, pero no encuentra casi vasos vacíos. La mayoría están llenos de cualquiera otra agua: agua del mundo, agua del entretenimiento, agua de la superficialidad. La religión de muchos de ustedes es ir a la iglesia, cantar unas alabanzas, escuchar al pastor, que siempre habla lo mismo. No pasa nada, no se mueve el poder del Espíritu Santo, no hay sanidades, no hay liberación, no se habla del mundo espiritual, de las cosas espirituales, mucho menos de lo que va a venir. No se les predica para que se preparen. Y vuelven a su casa, cenan y se acuestan a dormir, satisfechos por el trabajo que hicieron en el mundo.
El Espíritu Santo golpea las puertas, pero las halla cerradas, dice el Señor. Todo esto no va a pesar a favor en la balanza de ustedes. Sean radicales, sean totales, como Esteban, que fue hasta la muerte por causa del Señor y no le importó que se dieran vuelta sus mismos hermanos judíos en contra de él, hasta matarlo.
Pesen las cosas en la balanza, dice el Señor, y dicen así: «Si hablo lo que el Señor me está mostrando o lo que el Señor quiere que hable en mi congregación o en la calle o en la familia o con mis amigos o hasta con los mismos hermanos que no tienen conocimiento de del tiempo donde estamos ni de lo que va a venir, si yo hablo, es posible que me rechacen, es posible que me odien, es posible que me traten de loco, fanático. Es posible que me quede solo. Pero si no lo hago no voy a tener la recompensa y voy a estar en rebeldía y en desobediencia. Si yo hablo, va a pasar eso, pero si no hablo, toda esa sangre de esa gente que el Señor me mandó a hablar va a estar en mis manos y se me va a contar como injusticia, y el Señor me va a preguntar: ‘¿Por qué no hiciste lo que te dije que hagas?’ Voy a quedar bien delante de los hombres, mi vida va a seguir igual, pero voy a ser una oveja estancada en el barro por causa de mi rebeldía y mi desobediencia, y el Señor no me va a mirar con agrado.»
¿Qué es la mirada que más te importa? te pregunta el señor. ¿La mirada de aceptación de los hombres o la mirada de aceptación de tu Dios, que te rescató de la mugre en la que estabas? Como dice la Biblia: «Buscaron la gloria de los hombres en vez de la de Dios.» Estás buscando la gloria de los hombres en vez de la de Dios y no sos digno de Jesús si te importa más la gloria de los hombres que la de Dios. No sos digno de entrar en el reino de los cielos si te importa más la gloria de los hombres que la de Dios, porque si te importa más la gloria de los hombres que la de Dios, no vas a desear esa patria celestial donde la luz de ese Dios va a ser como un sol para vos, va a ser lo que te permanentemente, donde vas a estar en comunión con Él eternamente y para siempre en esa gloria.
Si esta es tu situación, entonces tenés que escudriñar tu corazón y fijarte si realmente el amor de Dios habita en vos, porque el amor de Dios se muestra en amar a tu prójimo y a Dios. Y en esto se cumple toda la ley, dice la Biblia. Pero cuando te importa más la gloria de los hombres, no estás amando ni a Dios ni a tu prójimo, porque te importa más la aceptación de los hombres que que ellos sean salvos de lo que viene.
Así que esta es una palabra desafiante de parte del Espíritu de Dios para todas esas herramientas que el Señor en este tiempo está llamando como ministros apocalípticos de los últimos días, como voces de trompeta, como voces de shofar. Ahora queda en vos orar lo que te dije hoy por el Espíritu de Dios y tomar una decisión.
Hijito, no tenga miedo, te dice el Señor. No tengan miedo. Yo los respaldo a todos los que llamo. Estoy con ustedes, y cuando ellos los rechazan a ustedes, me rechazan a mí, dice el Señor. Cuando ustedes reciban esos golpes, sea físicos o emocionales, cuando ustedes sean abandonados, rechazados, traicionados, no se les está haciendo a ustedes. Es a mí a que están golpeando y rechazando, dice el Señor. Resistan, pero acepten este llamado.
Es muy importante que los pastores de estos últimos días entiendan lo que tienen que hablar, para que cuando venga muerte, destrucción —y ya está viniendo mortandad en masas— la conciencia de esos pastores esté tranquila y ellos estén a cuentas con el Señor porque obedecieron en todo tiempo su voz. Quizás se vayan algunas almas de tu iglesia, dice el Señor, pero vas a haber salvado a muchas otras y tu cuenta va a estar a favor en la balanza de tu justicia enfrente de mis ojos, y Yo pagaré, y Yo recompensaré.
Hijitos, le dice el Señor a los pastores, pónganse los pantalones de varones y compórtense varonilmente. ¿Dónde están las agallas de los hombres de estos últimos días? Suenen la trompeta con voz gruesa, dice el Señor. Avisen y no tengan miedo, porque muchos son como una gallina, me muestra el Señor, como un pollo asustado que cuando se sube al púlpito, dice: «Voy a hablar solamente lo tranquilo para que no tenga problemas y todos estén conformes, en paz, y no se vaya nadie. Además, ¿qué van a pensar los otros pastores si saben que yo estoy hablando de las cosas que tienen que ver con los últimos días?» Esto piensan algunos pastores porque quieren quedar bien con los consiervos, con sus otros pastores, más que con Dios. Reevalúen su comportamiento, dice el Señor, y obedezcan a su amo y no al miedo.
Suena tu voz como trompeta, dice el Señor. Suena tu voz y anuncia las inundaciones que te he mostrado. Suena tu voz y levanta la voz en cuello y anuncia esos tsunamis que has visto. Abre tu boca y estira la lengua para hablar las palabras que Yo pongo en ti por el Espíritu Santo para provocar a la gente al arrepentimiento. Porque coloco mi poder en ti para que cuando suenes esa trompeta que está en tu boca, los oídos de los que la escuchan se abran de par en par. Es una voz profética poderosa la que el Señor está impartiendo en este momento para su gloria.
Muchos de ustedes han visto que la tierra traga a los hombres, dice el Señor. Han visto el tipo y el grado de los terremotos que vienen. Han sabido de las guerras que se están forjando y que todavía no se manifiestan. Algunos han soñado con bombas nucleares, y a algunos la voz del Señor les ha dicho directamente en los sueños: «Habla lo que te muestro.»
Cuanto más clara es la revelación y el llamado y no se responde, más grave va a ser la consecuencia, porque el nivel de claridad es mayor. Cuanto más claridad y más confirmación recibas, más comprometido estás si no respondes y si no lo hacés. Cuanto más conciencia tenés de que es el Señor el que te está llamando y mostrándote estas cosas y te dice que las hables y no lo hacés, más comprometido estás que alguien que no sabe lo que le pasa.
Así que presentáte delante del Señor en oración y decíle: «Señor, yo soy una de esas personas. Yo he visto tal cosa, tal cosa, tal cosa y he escudriñado la Biblia y está alineado con lo que la Biblia dice y me han dicho que es correcto. Lo he pesado, lo he juzgado en la balanza de tus Escrituras y las he encontrado correctas a esas cosas que he visto, que he recibido. Señor, ¿cuándo tengo que hablar? ¿Cómo tengo que hablar? ¿Dónde sueno la trompeta? ¿Hasta dónde? ¿Cuándo la tengo que sonar?» Y el señor te va a responder.
Yo misma ahora siento como una descarga en mis espaldas sobre este mensaje, como que cumplí y no tengo sangre en mis manos, no tengo carga en mis espaldas, no tengo nada guardado en el tintero. Por más de las burlas que recibo, las agresiones, los ataques y todo tipo de cosas que puedan imaginar, la gloria sea para el Señor, porque bienaventurado el que es vituperado injustamente.
Estoy viendo escuelas, algunas personas dentro del cuerpo de Cristo que el Señor les está poniendo de hacer escuelas donde no solamente se les enseñan sobre distintos aspectos de la Escritura, sino que están llamadas a enseñar específicamente sobre el aspecto apocalíptico de la Escritura. Están hasta llamadas a planificar ciertos tipos cursos, como en la escuela, pero sobre los libros y los pasajes que tienen que ver con los sucesos de los últimos días.
A algunos de ustedes el Señor los está llamando a esta tarea, y esta es una confirmación para ustedes, y esto se va a ver cada vez más a medida que los últimos días van pasando y el tiempo se va acelerando. El señor va a utilizar cada vez más este tipo de enseñanzas para preparar al pueblo y para que el pueblo sepa por qué tiempo está caminando y no esté en tinieblas y no esté en ignorancia y estas cosas que vienen no lo tomen por sorpresa.
Gracias, Señor, por esto. Gracias, Señor, por no dejarnos sordos y ciegos. Te alabamos y te bendecimos, Señor. Derrama todo tipo de sabiduría ahora sobre el libro de la Revelación, sobre el libro del Apocalipsis, sobre los libros proféticos que revelan eventos de estos tiempos, sobre los evangelios donde Jesús mismo habló sobre estos tiempos. Oh, Señor, revela e imparte revelación y entendimiento sobre esas Escrituras. Imparte sueños, visiones y profecías, Señor. Danos claridad para compartirnos los unos y los otros, pesar esas cosas y ser edificados entre nosotros. Gracias, Señor, en el nombre de Jesús. Amén.