El Señor te bendiga, amado pueblo de Yeshua, amado pueblo de nuestro Elohim viviente. En este 26 de diciembre del año 2023, el Señor quiere alentar a su pueblo.
[Josué 1:5, RVR1960] Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé.
Esa es la palabra para el pueblo del Dios viviente en estos últimos días. Sigue adelante, te dice el Señor. No pares. Sigue adelante, hijita, hijito. No frenes, porque estoy contigo, dice el Señor. Como poderoso gigante te abrazo. Te abrazo en este momento a través de mi Santo Espíritu, que envié para consolarte en esos momentos donde estás sintiendo que no podes más. No te he abandonado, dice el Padre, en este día, en esta noche, en esta tarde, en esta mañana que estás escuchando esta transmisión. Estoy ahí, aunque no me puedas ver, dice el Señor.
Sigue, sigue adelante, porque Josué no pudo verme con sus ojos carnales, pero decidió creerme, y por causa de esa fe, fue capaz de conquistar esa tierra que le di. Sigue, dice el Padre. Sigue, hijito. No te acobardes. Toma esas armas espirituales que te he dado para vencer, porque no, no estás solo. No te he dejado, dice el Señor. En este día, el Señor quiere hablarle a un pueblo que tiene las rodillas gastadas, gastadas de orar, a un pueblo que le duele en los ojos hinchados de llorar. El Señor quiere hablarle en este momento a un pueblo que a veces siente que realmente no puede más, que se va a quebrar, que se va a morir de tanto sufrir.
Pero, dice el Señor, no mires a esos espejismos en el desierto, no mires a esas ilusiones que no son verdaderas. No te hace falta verme con tus ojos carnales para saber que estoy en tu vida, que estoy presente, que te estoy ayudando, que te estoy levantando, dice el Señor. No le creas al enemigo. El Señor te dice en este momento: Tómate, tómate de mi mano ahora. Tómate de mi mano ahora en fe, sin verme, pero como sabiendo que estoy ahí, porque esa es la fe que te ayuda a seguir, esa es la fe que llena tu vaso cuando te sentís seco.
Sigue adelante, dice el Señor. Sigue adelante, porque cuando pases por las aguas, Yo estaré contigo, y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemará, te dice el Señor, ni la llama arderá en ti. Hijito, te dice el Señor ahora, sé que es difícil. Yo mismo lo viví en mi propia carne, te dice Jesús. Yo estuve ahí en tu lugar. Yo ya pasé por eso, dice el Señor, pero he vencido, he ganado, he tenido la victoria, he llegado hasta el final. Y si Yo pude hacerlo, dice el Señor, como primicias de esos esfuerzos, ¿cuánto más tú? Porque Yo habito en ti, Yo estoy en ti, dice el Señor Jesús.
Toma conciencia en este momento para darte la fuerza, para que cuando sientas que tu carne es débil, cuando sientas que ya no queda ni un centímetro de energía adentro tuyo, Yo estoy ahí para levantarte milagrosamente. Yo estoy ahí, dice el Señor, adentro tuyo. Pueblo, avanza, dice el Señor. Avanza, avanza, y no te detengas. No te detengas, porque sí, están subiendo en una cumbre y el camino se torna cada vez más difícil en esta montaña hasta alcanzar el objetivo, hasta terminar esa carrera. Pero no están solos, hijitos, dice el Señor. Estoy con ustedes. Yo prometí que iba a estar con ustedes hasta el fin de los tiempos, hasta el último día, y Yo cumplo mi palabra porque soy fiel.
Oh, hijita, levántate, te dice el Señor, levántate. Descarga esas lágrimas y sigue adelante. Sigue adelante. Yo sé, dice el Señor, Yo sé cuánto has llorado, Yo sé cuánto has cargado, Yo sé cuánto te duele. Yo lo sé, porque estoy adentro tuyo, sintiéndolo junto contigo. Lo estoy viviendo junto contigo, te dice el Señor, porque cuando tu corazón sufre, el mío sufre junto con el tuyo. Cuando tus ojos lloran, es como si mis ojos lloraran. No estoy ajeno a tu dolor, te dice el Señor. Por eso hoy estoy aquí, hablándote para alentarte, y soplo de mi viento del Espíritu de Dios para renovar tus fuerzas.
Hijito, te dice el Señor, sé que tus manos duelen, que están cansadas de trabajar, que sentís que llevas una carreta que es más pesada de lo que podés llevar. Pero no es cierto, dice el Señor, porque Yo soy un Señor bueno y misericordioso y no voy a darte una carga más pesada de la que puedas llevar. Estoy aquí para ayudarte, te dice el Señor. Estoy aquí para alentarte. Estoy aquí para hablarte, para decirte que todo está bien, que es así como tiene que ser. Así como Yo bebí de esa copa de dolor, así como Yo mismo bebí de esa copa de sacrificio, así como Yo renuncié a mi vida para entregarla por ti, así ustedes deben beber de esa copa que les doy de beber.
Sean valientes y arrebaten el reino de los cielos, dice el Señor. Decidan, decidan ahora levantarse. Hijitos, estoy con ustedes. Y me viene (a mí, Noelia) una visión de una gallina que empolla, que cuida, que guarda esos polluelos, que no los deja escaparse, que no los deja ir. Cuando alguno de ellos quiere salir lejos de sus alas, esa gallina los aprieta para que queden debajo de sus alas.
Así soy Yo, dice el Señor. No dejo escapar a los míos, para que no vayan a la intemperie, para que no sufran más de lo que tengan que sufrir. Los estoy guardando, los tengo debajo de mis alas, hijitos, pero muchos de ustedes no me creen, dice el Señor, no me creen. Créanme que estoy con ustedes, que los estoy guardando, que los estoy cuidando, que mientras la lluvia cae sobre ustedes, los estoy refinando. Estoy aprovechando todas las cosas que puedo, dice el Señor, para transformarlos, para sacar más brillo de ustedes, que son mis piedras preciosas.
Hijitos, no retrocedan, no se rindan, no sean desertores de la fe. Adelante, dice el Padre. Avancen con seguridad, pisando fuerte como gigantes de la fe. Afiáncense en la fe, dice el Señor. Yo (Noelia) veo un gigante que cuando pisa, esas pisadas son pesadas, esas pisadas provocan un estruendo, no solamente en el mundo físico, sino en el espiritual.
Dice el Señor que cuando nosotros decidimos creerle a Él y no al enemigo—pase lo que pase, venga lo que venga, sea la tormenta que sea, por la cual estemos atravesando—cuando decidimos creer que Él está con nosotros igual y poner nuestra confianza en Él y seguirlo hasta el final, nuestras pisadas son fuertes como las de ese gigante que estoy viendo en esta visión, y nuestras pisadas repercuten en el mundo espiritual, haciéndole daño al enemigo, destruyendo las obras del mal. Cuando decidimos creerle y seguir adelante igual, por más que cueste tanto, por más que duela tanto, en el cielo nos conocen por ser hombres y mujeres de fe.
Yo (Noelia) veo a muchos de ustedes que están débiles en la fe. Y el Señor te invita hoy por su Espíritu Santo a que te fortalezcas en la fe, a que le creas al hijo de Dios, el cual fue levantado entre las nubes para volver de la misma manera, entre las nubes, a buscar a un pueblo escogido, a un pueblo santo, a un pueblo que se ha limpiado, a un pueblo que se ha sido perfeccionado. Dice el Señor que nos fortalezcamos en esa venida, que pongamos nuestra esperanza en esa venida, que lo esperemos y que no dejemos de esperar esa venida que está cerca.
Hijitos, dice Jesús, estoy a la vuelta de la esquina. Lo que para ustedes es mucho tiempo no es nada en la eternidad, dice el Señor. Comprendan que tienen que levantar su mirada y aprender a ver las cosas espirituales con los ojos de la fe. Quiten su mirada de las cosas carnales para ponerlas arriba en las cosas celestiales, en las cosas espirituales.
Hijitos, si ustedes supieran las cosas que pasan detrás del velo de la realidad que ven sus ojos, si ustedes supieran cuántos ángeles se mueven a favor de sus vidas para que puedan cumplir los propósitos establecidos desde antes de la fundación del mundo para cada uno de ustedes, si ustedes supieran que Yo muevo cielo y tierra para salvarlos muchas veces de las trampas del enemigo, si ustedes supieran cuántos ángeles se mueven alrededor de ustedes durante un solo día de sus vidas, dice el Señor. Pero mi pueblo no entiende. Mi pueblo perece por falta de conocimiento. Mi pueblo sufre porque no es entendido en las cosas espirituales. Hijitos, abran el entendimiento, dice el Señor.
A mí (Noelia) me viene el pasaje de las Escrituras en el que Pedro estaba encarcelado y fue liberado milagrosamente, y luego, cuando fue a golpear la puerta donde estaban reunidos los discípulos, la muchacha que fue a abrir pensó que era el ángel de Pedro.
Con esto, el Señor quiere decir que hasta los judíos en el tiempo en que el Señor Jesús caminó en la tierra, y después de que se fue, eran entendidos en las cosas espirituales y creían en los ángeles. Sabían que había ángeles asignados a cada uno de sus hijos. Sabían que había cosas espirituales que ellos no podían ver. No todas, no siempre, pero estaban acostumbrados a hablar de esas cosas. La muchacha dijo, «No es él. Es su ángel. Debe ser su ángel», pensando que eran los ángeles que el Señor había puesto a favor de la vida de Pedro. Pero hoy, dice el Señor, mis hijos no creen en nada. Son más incrédulos muchas veces que los que están en el mundo, que creen más en las cosas espirituales que los míos.
[Hechos 12:13-14, RVR1960] Cuando llamó Pedro a la puerta del patio, salió a escuchar una muchacha llamada Rode, la cual, cuando reconoció la voz de Pedro, de gozo no abrió la puerta, sino que corriendo adentro, dio la nueva de que Pedro estaba a la puerta.
Hijitos, dice el Señor, ¿saben que? Muchas veces, la falta de fe que tienen es porque no creen que hay un mundo espiritual vasto, extenso, porque limitan a sus pensamientos, tienen la mente limitada, tienen falsas creencias que les roban la fe. Y entonces, por falta de conocimiento, por falta de entendimiento en las cosas espirituales, por falta de fe, ustedes mismos a veces se dejan robar.
Cuando ustedes van caminando por una calle solos, piensan que realmente están solos y no se dan cuenta, ni siquiera se les cruza por la cabeza, que tal vez Yo envío ángeles para guardarlos, para que sus pies no resbalen en esas tierras. Ustedes ni siquiera se imaginan muchas veces lo que sucede detrás de ese velo que se puede ver. Es porque les falta la fe. Ustedes piensan que están solos, dice el Señor, y son como el siervo de Eliseo, que pensaba que iba a batallar solo, cuando el profeta dijo: «Padre, ábrele los ojos para que vea.»
Dice la Palabra del Señor que había un ejército de carruajes al favor de ellos. El profeta pidió que se le abra los ojos a ese siervo de él para que pueda ver que había algo más detrás de lo que sus ojos carnales podían ver. Ustedes son iguales, dice el Señor. Hijitos, entiendan que hay un mundo completamente vasto, extenso, donde se mueven ejércitos al favor de sus vidas, de sus familias, de sus congregaciones, de sus naciones.
[2 Reyes 6:17-18, RVR1960] Y oró Eliseo, y dijo: Te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea. Entonces Jehová abrió los ojos del criado, y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Eliseo.
Hijitos, ustedes no se imaginan cuántas veces el monte está lleno de carros de fuego alrededor de ustedes. El monte está lleno de gente de acaballo luchando por sus cosas, dice el Señor. No lo pueden ver con los ojos carnales, pero eso no significa que no esté ahí. Hijitos, tienen que caminar por fe. Muchas veces piensan que van solos, que están solos, que Yo no estoy ahí, y ni se imaginan las cosas que Yo hago detrás de ese telón, de esta realidad que se puede ver con los ojos de la carne.
Entiendan, hijitos, que cuando ustedes están orando, hay tantas cosas que suceden en el mundo espiritual y que ustedes no saben, no conocen, y no tienen en cuenta. Y aún a veces, hasta las leen en la Palabra del Señor, las leen en la Biblia, pero piensan que eso no es para ustedes. Sin embargo, cuando ustedes están orando, hay ángeles anotando lo que ustedes oran, hay ángeles que Yo envío, mensajeros que son como escribanos que anotan sus peticiones para llevarlas al trono.
Hijitos, porque no tienen fe, ustedes no se imaginan estas cosas, y piensan y cavilan en sus corazones en contra de mí, dice el Señor, pensando que no estoy ahí escuchando, pensando que esas oraciones están cayendo en el piso como si nunca hubieran existido. Hijitos, ustedes no se imaginan que cuando esas oraciones suben al cielo en los libros que estos ángeles anotan, Yo leo cada una de esas peticiones; que estos ángeles que me sirven noche y día en el reino de los cielos me recuerdan esas peticiones para que no me olvide de pesarlas en mi balanza, de tenerlas en cuenta.
Ustedes no se imaginan. Mucho menos se imaginan las cosas que Yo muevo en el cielo y en la tierra para que esas peticiones se cumplan a su tiempo si están acorde a mi voluntad y a mi corazón. Tienen la mente limitada, dice el Señor. Pídanme que rompa esos bloqueos. Pídanme que quite esas limitaciones para que puedan avanzar en la fe y conquistar esas tierras prometidas que tengo preparadas para ustedes.
Padre, yo te pido en esta hora que abras sus ojos para que vean, que abras sus ojos para que crean, para que entiendan que detrás de lo que se puede ver hay un mundo espiritual completo, que detrás de lo que sus ojos pueden ver hay ángeles ministradores, hay criaturas celestiales que trabajan a nuestro favor, hay armas reales en el mundo espiritual que nos son otorgadas, que nos son entregadas para poder vencer en la batalla espiritual; que cuando nosotros intercedemos y oramos se da un una guerra literalmente, una batalla en el ambiente espiritual, en la atmósfera espiritual. En el mundo espiritual suceden un montón de cosas cuando nosotros oramos.
Señor, te pido en el nombre de Jesús que les abras sus ojos para que vean esa gente de a caballo que está a su favor, para que vean esos carros de fuego que están a su favor. Hágase tu voluntad, Señor, hágase tu voluntad en tu pueblo en este momento, sanando los corazones. Ministra ahora, Señor, a través de tu Palabra viva y eficaz, más cortante que arma de doble filo. Entra en esos corazones que ahora están desahuciados, en esos corazones que han dejado entrar la depresión, la angustia, la aflicción, la incredulidad, la duda. Oh, esa frustración, Señor, pártela al medio a través de tu palabra enviada ahora.
Fortalece, Padre, todo brazo cansado. Levanta, Señor, los brazos cansados que estoy viendo. Levanta, Señor. Llena de poder, llena estos vasos ahora, llena de fe. Imparte toda fe que me diste a mí, Señor. Imparte todo lo que tengo, porque no es mío, Padre. Impártelo ahora a tus hijos, Padre. Imparte toda valentía que me otorgaste. Oh, Señor, levanta toda pierna que está caída. Oh, Señor, sana todo pie lastimado, porque el camino duele, porque el camino lástima, porque el camino es pedregoso.
Hay muchos de ustedes, me dice el Señor, que tienen muchas armas espirituales, pero no las están usando. Pónganse la armadura de Efesios capítulo 6. Pónganse la armadura cuando vengan esos pensamientos de incredulidad, dice el Señor. Pónganse ese yelmo de protección en sus cabezas para que ningún dardo del enemigo pueda ingresar. Repelan esas flechas. Rechacen esas mentiras. No las coman, no las beban, no las tomen.
Oh, pónganse esa coraza de la justicia. Sean justos, dice el Señor. Caminen en justicia, porque eso les protege el pecho, les protege el corazón, les protege del dolor emocional. Ser justos los protege, les protege el corazón. Ajústense ahora los cinturones de la verdad. Ajústense esos cinturones, leyendo la Escritura, estudiando la Escritura, creyendo la Escritura, aplicando la Escritura. Busquen toda verdad. Disciernen la verdad del error.
Hijitos, colóquense ese calzado apresto del evangelio de la paz para que sus pies no les duelan tanto cuando ustedes caminan por gracia en ese evangelio de la paz. Eso protege sus pies del camino de la fe. Muchos de ustedes tienen los pies espirituales lastimados, dice el Señor, y no quieren seguir, porque no están caminando en ese evangelio de la paz.
¿Y qué tal del escudo? ¿Qué tal del escudo de la fe, que ahora lo tenés en el piso, que lo bajaste? Cuando bajas ese escudo y no te proteges, no proteges tu fe, no guardas esa fe que te di, vienen las flechas e ingresan, y te van destruyendo, y te van afligiendo, y te van debilitando, y te van robando esa fe. Levanta ahora ese escudo de la fe, dice el Señor, y créeme. Cree en la Palabra, cree en lo que te he hablado, cree en el Espíritu Santo y en su guía. Cree, dice el Señor, que dije que no iba a dejarte, que no iba a abandonarte.
Muchos de ustedes se han olvidado de que hay una patria celestial que les espera. Muchos de ustedes se han olvidado de que dice Apocalipsis capítulo 21, que hay una Jerusalén celestial que aguarda por sus habitantes, por los ciudadanos del reino de los cielos, donde la luz del sol ya no va a ser necesaria porque la luz de nuestro Dios nos va a alumbrar. Muchos de ustedes se olvidaron del premio, se olvidaron de la recompensa que les espera, porque se concentraron más en el dolor del momento que en lo que les espera cuando terminen esa carrera. Muchos de ustedes dejaron de correr porque se desenfocaron, porque le prestaron más atención al sufrimiento que a la esperanza de lo que les espera.
[Apocalipsis 21:10-11, RVR1960] Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal.
El Espíritu te dice hoy: Te olvidaste de la ciudad que te espera, te olvidaste de esa Jerusalén que desciende del cielo de Dios, te olvidaste de la gloria de Dios que te espera allí, te olvidaste de la ciudad santa donde vas a habitar. Hijitos, tengan esperanza. Tengan esperanza y resistan. Resistan, dice el Señor. Estoy con ustedes. Estoy con ustedes, tomándole de sus manos, manos trabajadas, manos cansadas, manos que duelen.
Estoy con ustedes, hablándole a sus corazones, aun cuando duermen, dice el Señor. Aun cuando duermen les hablo a sus espíritus para consolar sus corazones dolidos, quebrantados. Yo no desprecio a un corazón contrito y humillado. ¿me crees? te pregunta el Señor. ¿Crees que te estoy hablando? ¿Crees que estoy con vos, mirando todos los pasos que das, todos los días de tu vida, hasta que termines?
Hijitos, estoy con ustedes. Fortalézcanse en la fe, porque los puse para caminar en este tiempo, sabiendo que eran capaces de resistir hasta el final. Van a lograrlo, dice el Señor, porque si Yo vencí al mundo, ustedes también lo van a hacer en mí. Pero no se alejen de mí, porque sin mí sí que no lo van a lograr. Hijitos, vengan, vengan más cerca de mi presencia. Búsquenme aún más en la intimidad. Estimen ese momento de buscarme en la intimidad de la oración, de la adoración, de la alabanza, del silencio, como su piedra más preciada, porque ahí en la intimidad, en el secreto de sus cuartos es dónde va a crecer esa fe que ahora ha menguado, dice el Señor.
¡Arriba! ¡Avancen! Avancen y conquisten, dice el Señor, y tomen conciencia de quiénes son ustedes, que son más de lo que piensan, que son reyes y reinas, que son poseedores del reino de los cielos. Falta poco para que se abran esas puertas gloriosas y entren, dice el Señor. Ya no habrá más dolor. Ya no habrá más llanto. Ya no habrá más angustia. No dolerá más ninguna herida, ni física, ni emocional, y estaremos juntos en el reino de mi Padre, dice Jesús.
¡Avancen! Avancen, todos los que se han caídos. Ahora decidan levantarse. Levántate, te dice el Señor. Levántate, porque estoy ahí. Guerrero, guerrera, levántate y sigue. Sigue, sigue, que queda poco, te dice el Señor. Resiste hasta el final. Bebe de esta fe que hoy te doy, dice el Señor, porque la fe es una sustancia. La fe es la sustancia que manifiesta lo que no se ve, dice el Señor, pero que vos ya sabés que está ahí.
El diablo te ha mentido, dice el Señor. El diablo te ha mentido, haciéndote creer que no vas a ser capaz de resistir la persecución que viene. El diablo te ha mentido, haciéndote creer que no podés más, que vas a desfallecer. El diablo te ha mentido, haciéndote creer que no vas a cumplir el propósito que te he dado, el llamado que he hecho en tu vida, porque él es el padre de la mentira.
Él es el padre de la mentira y él engendra mentira y él lleva adelante esas mentiras y te miente y te miente continuamente para ver si se des, para ver si le crees, porque él quiere destruirte, dice el Padre. Él quiere destruirte. Él vino para robar, para matar, para destruir. Él quiere destruir lo que Yo he puesto en tu vientre espiritual, lo que se está gestando en ti, dice el Señor. Pero ese bebé, esa semilla que he puesto en ti, que se está gestando, que está creciendo adentro tuyo, crece por la fe. La fe es esa sustancia que alimenta lo que he puesto en ti para que crezca.
Bebe, hijito, bebe, dice el Señor, porque hoy te doy de beber esta fe. Hoy renuevo tus fuerzas, dice el Padre. Estoy contigo como poderoso gigante, ¿y quién podrá hacerte frente si voy Yo adelante tuyo? Ningún ejército enemigo podrá vencerte. Entiéndelo. Créelo. Aduéñate de esta palabra de fe. Alábame, dice el Señor. Alábame y adórame, dice el Señor, y vas a ver como el ejercito enemigo tiene que huir.
Este es el poder que tienen mis hijos, los que están nacidos de nuevo, los que caminan en santidad, los que están llenos del Espíritu Santo como las vírgenes sensatas. Abren sus bocas, dice el Señor, y provocan estruendos en el mundo espiritual, y provocan cambios en las cosas espirituales, y destruyen tareas que son enviadas desde el infierno. Hijitos, tomen conciencia del poder que tienen en sus bocas.
Yo he puesto un propósito en ti, Yo he puesto una semilla en ti que se está gestando en tu vientre espiritual, pero tiene que ser alimentada por la fe. Tiene que ser alimentada por esa sustancia. Así como el embrión que se gesta dentro de una mujer recibe los nutrientes a través del cordón umbilical, dice el Señor, así la fe alimenta a ese embrión espiritual que está creciendo adentro tuyo. No permitas que el enemigo te robe lo que he puesto en ti, dice el Señor. No lo permitas. Defiéndelo con uñas y dientes. No permitas que suceda un aborto espiritual, te dice el Señor. No permitas que el diablo venga a abortar lo que Yo te di.
Pero la decisión es tuya, dice el Padre. Así como una mujer elige si va a ir a que aborten ese bebé de su vientre o si va a decidir que nazca, lo mismo sucede en el mundo espiritual. Cuando rechazás lo que te di, dice el Señor, cuando no creés que te lo he dado, cuando le creés más al enemigo que a mí, estás permitiendo que suceda un aborto en tu vientre espiritual. Retrocede, dice el Señor, y arrepiéntete de esta maldad de no creerme que estoy alimentando eso que puse en ti.
Yo tengo misericordia de los míos, dice el Padre. Yo soy un Dios bueno. Yo soy un Dios de amor. Yo te ilumino para que sepas lo que tenés que hacer. Yo no te dejo solo, no te dejo ciego. Yo soy el que te sano tus heridas. Yo soy el que corto tus cadenas. Yo soy el que te desato. Yo soy el que te aviso las trampas del enemigo en tu vida a través de sueños, a través de visiones, a través de palabras proféticas. Soy Yo y no es el hombre, dice el Señor. Soy Yo el que te guardo noche y día. Soy Yo el que no le permite al enemigo robar tu alma cuando estás durmiendo en la noche. Soy Yo el que pone cerco alrededor de los tuyos cuando caminan en justicia en tu casa.
Hijitos, créanme. Créanme y manden a pasear a ese espíritu de depresión. Echen de sus casas a ese espíritu de tristeza. Echen afuera de sus vidas, de sus mentes, de sus corazones, de sus hogares, y aún de sus congregaciones, a ese espíritu de frustración. Tomen autoridad sobre esas cosas que no vienen de mi reino. Pónganle un stop al enemigo en sus vidas. Defiéndanse con la espada del Espíritu. Dice el Señor que hablen, que hablemos la espada del Espíritu, la Palabra de Dios, que afilemos esa espada de doble filo que sale en Efesios 6, que la utilicemos para cortar todas esas mentiras cuando el diablo viene a mentirnos.
Defiéndanse, dice el Señor. Utilicen los dones que les he dado. Utilicen el don de lenguas. Profetícense entre ustedes para exhortarse, para alentarse, para edificarse. Utilicen todas las herramientas que les he dado para defenderse, para fortalecerse, para edificarse, para cuidarse entre ustedes. No están solos. Caminen en poder. Caminen en confianza. Pisen seguro.
Estoy aderezando mesa delante de sus angustiadores, dice el Señor. Estoy ahí, llevándolos a arroyos de aguas cristalinas para que beban de las aguas de mi Espíritu para que ya no tengan sed, para que puedan seguir el camino. Hijitos, les estoy dando de comer comida espiritual verdadera para que no estén desnutridos, para que estén fuertes y puedan seguir este largo camino que les queda adelante, dice el Padre. Avancen, y avancen seguros, y avancen con fe.
Muchos de ustedes, me muestra el Señor, no creen que están salvos, cuanto sí lo están, una vez que han nacido de nuevo, que han creído, que se han bautizado en agua, que han recibido al Espíritu Santo, que están caminando en santidad. A muchos de ustedes viene el enemigo para hacerles creer, muchas veces, que ya no son hijos de Dios. Pero si están haciendo las cosas bien y no cayeron de la fe, no deben creerles a esas mentiras, dice el Señor.
Defiendan, defiendan la fe en ese punto, porque si sus vestiduras están blancas, si sus vestiduras no están manchadas, si están guardando su salvación con temor y temblor, no deben creer a esa mentira del enemigo, dice el Señor. Distinto sería si estuvieras en pecado, pero si estás limpio delante de los ojos de Dios, el diablo no tiene parte ni suerte en tu vida. Yo guardo a mis hijos, dice el Señor. Yo cuido a cada uno en particular. Yo me encargo de sus detalles, de cada detalle de sus vidas. Cree a la Biblia, cree a la Palabra escrita, cree y no dejes de creerla, porque cada jota, cada tilde de lo que está escrito es verdadero.
Yo (Noelia) los bendigo ahora en el nombre de Jesús. Pongo mi mano en cabezas y los unjo con aceite nuevo, con aceite de fortaleza. Padre, te pido que impartas fe ahora en todos ellos, que llenes estos vasos que se estaban vaciando de fe de una nueva medida de fe, en el nombre poderoso de Cristo Jesús. Yo desato ahora toda soga. Quiebro toda brujería contra tu vida. Derribo todo altar demoníaco que ha sido levantado en tu nombre. Corto toda maldición en tu sangre, en tu ADN, en el nombre de Jesús. Desato todo grillete de tus pies. Corto toda esposa en tus muñecas. Quito toda cadena que envuelve tu cuello ahora, en el nombre de Jesús. Hablo libertad—libertad a tu alma, libertad a tu espíritu, libertad a tu cuerpo, sanidad del alma ahora, en el nombre de Jesús.
Y Dios me dice que sonrían más. Dios dice: Yo soy un padre bueno que quiere ver a sus hijitos sonreír. Mi pueblo está demasiado triste, dice el Señor, y no es una aflicción lícita. Estoy hablando de una tristeza demoníaca que no tiene que estar en nuestras vidas. No estoy hablando de alguien que está pasando por un duelo y por eso está triste, y tiene derecho a estar triste porque está pasando por este duelo. No estoy hablando de un tipo de tristeza lícita, que también es real y permitida. Estoy hablando de una tristeza permanente, demoníaca, de una depresión demoníaca que te tiene en una cárcel espiritual.
El Señor dice: Ustedes mismos le abren la puerta y se acostumbran a estar así. Hijitos, renuncian a estas cadenas. Pidan perdón en el nombre de sus familias, de su línea generacional, y pídanme que corte esos yugos en la sangre. Y el Señor me vuelve a repetir que lo alabemos, que nos gocemos en su presencia, en Él, porque Él vive, porque Él se encarga de nosotros. Mi pueblo está demasiado triste, tiene amargura en sus corazones, dice el Señor. Quiero ver a mis hijitos sonreír. Quiero verlos gozosos en medio de la prueba. Resistan, hijitos, resistan, dice el Señor. Relajen sus hombros, porque hoy quito cargas pesadas. ¡Adelante! Avanza, y avanza seguro, en el nombre de Jesús.
Amén. Le damos toda la gloria y toda la honra a nuestro Dios, que está en todas las cosas; las que vemos, y las que no podemos ver; las del pasado, las del presente, y las del futuro, porque el tiempo está en Él y el tiempo fue creado para cumplir sus propósitos, y Él está en el ayer, en el hoy, y en el mañana, y en la eternidad. Ese Dios es el que nos guarda; el Dios de Israel, el Dios de Abraham, de Isaac, y de Jacob; el Dios que va a levantar a su pueblo escogido en el cielo con poder, con majestad, y con gloria. Fortalécete en esa promesa, en el nombre de Jesús. Amén y amén.