Buenas noches, amada iglesia del Señor Jesucristo. En este 9 de junio del año 2023, el Señor se dispuso a hablar a la congregación de los santos sobre el tema de la soberbia, sobre cómo la soberbia de los hombres es abatida y será abatida por medio de los juicios que Dios va a enviar a la tierra. El Señor quiere hablar hoy para que cualquier tipo de soberbia que encuentres en tu corazón la erradiques de allí antes de que Él te humille, porque la Palabra de Dios dice que todo el que se exalte será humillado, y todo el que se humille será enaltecido.
Por eso, el Espíritu de Dios quiere hablarte hoy, porque Él te ama, porque Él tiene misericordia de tu vida, porque Él puede ver lo que está escondido en tu corazón y que tú no puedes ver, y el Señor hoy va a colocar el espejo de su Palabra enfrente de tu rostro para que puedas reconocer los rasgos de una persona soberbia y, quizás, encontrando esta mugre en tu corazón, puedas arrepentirte y ponerte a cuentas delante del Señor, para que cuando venga el día malo no caiga el juicio sobre tu cabeza, para que, humillándote y quebrantando tu corazón delante de la presencia del único Rey sobre reyes, no tengas que ser humillado.
Señor, te alabamos por la palabra que vas a entregar hoy. Bendecimos tu santo nombre, Señor. Gracias por utilizar tus vasos en donde derramás de tu palabra, Señor, para que no caminemos en oscuridad, para que podamos ver lo que está mal en nosotros. Te pedimos en esta noche, Padre eterno de la gloria, sublime y bueno, que a través de estas palabras, que son como una daga que va a clavarse en nuestros corazones, dividiendo lo que está bien de lo que no está, podamos, a partir de ahora, examinarnos a nosotros mismos y conocer la verdad que está escondida en nuestros corazones.
Oh, Señor, cuántos de nosotros hemos estado ignorantes de cuánta soberbia hay dentro de nuestros corazones hasta este momento. Pero por tu gracia, por tu misericordia, en esta ministración nos vas a hacer ver que muchos de nosotros pecamos de soberbios, porque te ocupas de nosotros, nos estás refinando como se refina la plata y nos estás pasando al fuego como se refina el oro. Ayúdanos a ser honestos, Padre eterno. Quita toda mugre en nuestros ojos espirituales que no nos permite vernos en ese espejo de tu verdad tal cual somos. Señor, permítenos reconocer el estado espiritual en el que estamos hoy y ahora, por tu palabra, por tu verdad, para poder arrepentirnos, para que nos puedas limpiar, para que nos puedas lavar.
Padre eterno, queremos escapar de este juicio sobre nuestras cabezas, de ese juicio que viene contra todo soberbio, como dice la Palabra. Señor, creemos y entendemos que toda corrección que viene de tu vara es amor, porque al que amas corriges, y aquel al que no amas —al impío, al soberbio que no quiere arrepentirse, aquel que no quiere creer en el sacrificio del Hijo de Dios— no corriges. Sea por el Espíritu Santo esta ministración para que lleve fruto eterno que perdure para siempre, en el nombre poderoso de Cristo Jesús. Amén.
Escucho al Espíritu de Dios ahora que nos dice a todos nosotros: Oh, hijitos, santos, preciosos, carísimos, a los cuales he obtenido a precio de sangre… Hijitos míos, el valor que ustedes tienen sobrepasa el de las piedras preciosas, sobrepasa al valor del dinero que está guardado en todos los bancos del mundo, porque toda la plata y todo el oro es como nada comparado con el valor de un alma. Por eso estoy aquí hoy, hablándoles por mi Santo Espíritu, para que se limpien y brillen aún más, para cortar toda rama seca de esos árboles que son ustedes, para podar todo lo que no tiene que estar en esos árboles, para que, una vez quitado lo que no sirve, lleven más fruto.
Oh, amados míos, mis hijitos, a ustedes les hablo, a los que quieren mejorar, a los que quieren crecer, a los que se quieren parecer cada vez más a la santidad de mi Hijo, a los redimidos, a los consagrados, a los llamados y justificados. A ustedes les hablo, para que vengan a mí y Yo pueda darles vista espiritual, para que sean capaces de reconocer esta serpiente de la soberbia en ustedes. ¿Cuántas veces hablan a través de esa soberbia que está escondida en sus corazones, y sus mentones se levantan, y sus ojos miran hacia arriba, como si ustedes estuvieran por encima de a quien le están hablando? ¿Cuántas veces sus narices se levantan, porque ustedes piensan que están más arriba que los demás? Eso es soberbia: creerse más importantes, más valiosos, creer que son perfectos cuando aún están sucios y tienen mugre para limpiar, dice el Señor.
Amados, escudriñen en sus corazones, porque muchos de ustedes utilizan la lengua para manifestar esa soberbia escondida en sus corazones, y eso no me agrada, porque Yo rechazo a los soberbios y pongo mi mano sobre los humildes.
[Lucas 18:11-12, RVR1960] El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano.
Así como este fariseo y como los escribas hablaban, creyéndose superiores a los demás, creyendo que todos los demás eran pecadores menos ellos, así mismo están hablando ustedes, dice el Señor, manifestando esa supuesta superioridad ante el hermano, ante la hermana, ante sus familiares, a veces simplemente por el hecho de ser míos.
Hijitos, arrepiéntanse por utilizar la lengua para que el otro se sienta inferior. Arrepiéntanse, porque cuando hablan por soberbia, a través de sus dichos están alimentando espíritus de desvalorización en la otra persona. Los están haciendo creer que verdaderamente valen menos que ustedes, los están haciendo creer que no valen nada. ¡Cuánto hay de esto en mi pueblo!, dice el Señor. Mi pueblo está dividido entre los que creen que valen y los que creen que no valen. Y los que creen que valen, en un sentido de superioridad no sano, en un sentido demoníaco y enfermo, que se creen más que los otros, pisotean constantemente a los que consideran inferiores.
Arrepiéntanse, porque viene mi martillo a bajar toda cabeza altiva. Viene lija y va a lijar toda aspereza que hay en mi casa. Voy a refinarlos como se refina la plata, voy a pasarlos por el fuego como se pasa el oro para ser probado, y muchos de ustedes van a tener que reconocer que tienen este problema de soberbia en sus corazones. Dice la Biblia:
[Jeremías 23:29, RVR1960] ¿No es mi palabra como fuego, dice Jehová, y como martillo que quebranta la piedra?
Estoy viendo a muchos hijos de Dios que tienen la cabeza para arriba, pero no porque miran al cielo ni porque tienen puesta su mirada en las cosas celestiales, sino porque caminan por la vida creyendo que son superiores a todos los demás. Muchos piensan que ya no necesitan aprender nada, y esto lo confiesan con sus lenguas. El Señor me dice que muchos de ellos incluso se congregan, y, aun cuando el pastor está dando una prédica, en sus corazones están pensando que saben más y que predicarían mejor que ese pastor. Y estos hijos de Dios que estoy viendo y que están llenos de soberbia tienen el problema de creer que son superiores y están juzgando constantemente a los demás. Ese juicio lo utilizan para criticar constantemente a los demás.
La persona que está llena de soberbia, me enseña ahora el Espíritu Santo de Dios, es como un escáner que mira a los otros para inspeccionarlos, que observa a las personas para escanearlas y buscar errores, para después poder justificar por qué es mejor que otras personas. Y lo peor es que no solamente están en una postura de juez constantemente en sus corazones, sino que, al hablar, utilizan el poder de la palabra para denigrar a los demás y así justificar que son superiores. La Biblia dice en Romanos 12:16 que estemos unánimes entre nosotros, no altivos, sino asociándonos con los humildes, que no seamos sabios en nuestra propia opinión.
El Espíritu Santo me muestra que la soberbia está conectada con una actitud de juzgar no bíblica, con un criticismo demoníaco, con la murmuración, porque el que se cree superior al otro, buscando justificar esa supuesta superioridad, busca defectos constantemente en los demás, no solamente para exponerlos y quedar mejor parado, sino que después va y comenta con otras personas esos errores que ha encontrado.
Estoy mirando todo esto desde mi trono, dice Dios. El Espíritu de Dios detesta a una persona que se maneja en soberbia, detesta la actitud de esa persona. Es una manera rápida de provocar la ira de Dios que alguien se maneje en soberbia.
[Proverbios 29:23, RVR1960] La soberbia del hombre le abate; pero al humilde de espíritu sustenta la honra.
Muchas veces una persona va en oración constantemente delante del Señor y le pide algunas cosas en intimidad, pero el problema es que esta persona está caminando en soberbia y se está manejando en estas cosas que acabo de nombrar: criticismo, juzgar al hermano de una manera no bíblica, murmuración, desprecio. Todo esto está conectado con la soberbia, y cuando la persona está en oración delante de Dios para pedirle algo al Señor, pero camina constantemente en este pecado, muchas veces el Señor no responde sus oraciones, porque caminar constantemente sin arrepentirse de esta soberbia provoca ira en nuestro Padre celestial.
De hecho, estoy viendo cómo el Señor se enoja. Caminar en soberbia es una de las maneras más rápidas de provocar el enojo de Dios, por ese sentido de superioridad hacia el otro, por criticar constantemente al prójimo. Buscar errores en los demás todo el tiempo es como buscar agujas en el pajar, agujas que representan detalles de lo que está mal en el otro. El Espíritu Santo compara a estas personas que se manejan a través de la soberbia con un escáner que escanea a otros y busca esas agujas minuciosamente en ese pajar que representa a la persona a la cual está escaneando, pero no para quitar las agujas del pajar y mejorarlo, sino para ir y clavarlas en la persona escaneada y así lastimarla.
Cuidado, hijitos, cuidado, dice el Señor, porque muchos de ustedes tienen un concepto más alto de ustedes mismos del que deberían tener, como dice Romanos 12:3, y esto no me agrada. La palabra y el Espíritu Santo me traen ahora ese versículo:
[Salmos 34:18, RVR1960] Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu.
Y veo ahora una comparación desde el trono del Señor. Él mira a dos personas que tienen una actitud distinta en la oración. Por un lado está el quebrantado de corazón, el que se humilla delante de Dios, reconociendo que es un pecador. Y me viene el ejemplo de Mateo, que era recaudador de impuestos, quien se humilló delante de Dios, reconociendo que era un pecador, y cuando Jesús lo llamó, inmediatamente dejó todo para seguirlo. Entendiendo ahora que, al ver delante de él al Rey de reyes, al puro, al santo, al que no tiene mancha, él se miró a sí mismo y pudo reconocer lo sucio que estaba, se avergonzó delante del Rey, del Salvador, y entonces se humilló inmediatamente y se convirtió al Señor.
Esa es la actitud que tienen algunos hijos de Dios cuando van a orar delante de la presencia de Dios: una actitud quebrantada, con la cabeza y la mirada baja, porque saben que aún están sucios y que necesitan de ese Salvador que los lave constantemente de sus inmundicias. Esa es la actitud de un corazón humillado, de un corazón quebrantado y abatido, que sabe que solo no puede mejorarse a sí mismo, que sabe que necesita tomarse de la mano de un Dios que sí pueda limpiarlo, que sí pueda levantarlo, que sí pueda ayudarlo y sostenerlo. Es algo totalmente contrario a la actitud de alguien que va a orar delante de la presencia de Dios con la frente alta. A estas personas muchas veces les cuesta bajar la cabeza aun delante de la presencia de Dios.
Los dos piden lo mismo, dice el Señor: uno totalmente quebrantado, siendo humilde, sintiéndose que es nada delante de la presencia del Creador, yendo con respeto, honrando a Dios con humildad, pidiendo lo que necesita desesperadamente; y el otro creyendo que es merecedor de todo lo que le pide al Señor, sin la actitud correcta, sino en una actitud de: «Dios, dame lo que te pido porque yo me lo merezco», con una actitud altiva, arrogante, con soberbia, que hasta levanta la cabeza para hablar con Dios, sin entender que quien tiene enfrente suyo es el Creador de todas las cosas, al que se debe temer, se debe honrar y respetar. Los dos van delante del Señor, son hijos de Dios y van a pedir distintas cosas. Sin embargo, el Señor me muestra ahora que muchas veces rechaza al soberbio y da vuelta la cara para escuchar al humilde y al quebrantado.
[Santiago 4:6, RVR1960] Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.
Tenés que preguntarte si esta podría ser la causa por la cual el Señor no responde a tus peticiones. Quizás no es intimidad con el Señor o insistencia lo que te falte, quizás no es que estés pecando en otras cosas, pero cuando vas delante de su presencia quizás tengas una actitud incorrecta delante del Señor y sigas caminando en esa altivez, y por eso el Señor no está respondiendo tus oraciones o te está resistiendo. Pregúntense en sus corazones y escudríñense a ustedes mismos, me repite el Espíritu de Dios, para ver si encuentran este pecado dentro de ustedes mismos, porque martillo viene para los que están exaltados.
Yo (Noelia) veo pastores, veo gente que predica en los altares, en los templos, y hay distintos tipos de predicadores con distintos ministerios. Por un lado están los que tienen temor de Dios cuando están predicando y tiemblan antes de subir a ese altar porque entienden la responsabilidad que significa hablar en el nombre de Dios y de sus cosas. Ellos cumplen su tarea humillándose a sí mismos y reciben mayor gracia del Señor.
A estos acompaño y sostengo, dice el Señor, porque, si no, sus rodillas se doblarían, porque tienen temor de Dios y saben que, sin el Espíritu de Dios, no podrían responder a este llamado. A estos miro con alegría, dice el Señor. Estos son los que me complacen, son los hombres y mujeres que tengo en mi mano, que guardo y protejo, y me ocupo de cada detalle de sus vidas. Ellos son los que muestran mi carácter en ellos, son los que aman a mis ovejas, son los que me agradan. Son los que observo desde mi trono, los que recompenso, los que acaricio en sus espaldas cuando se sienten cargados. Ellos son mis obreros, dice el Señor, los que se arremangan para meter las manos en la mugre y limpiar a los que están sucios. Yo amo a estos hijos, y me complacen y me agradan, y los sigo de cerca con mis ojos, con mi mirada, porque tienen temor de Dios, dice el Padre.
Por otro lado, están los que también he llamado, dice el Señor, pero que, cuando van a un altar o cuando predican, en realidad lo están haciendo para ellos, aunque fueron llamados por mí. Ellos son los que se quieren llevar la gloria y no dármela a mí. Ellos son los que, después de entregar la palabra, esperan ser alabados, los que, después de recibir esas alabanzas, realmente creen que son mejores que las ovejas a las que les están predicando. Y poco a poco se van desviando, dice el Señor, porque esa soberbia tiene que ser alimentada de alguna manera, y la manera en que esa soberbia se alimenta es a través de los halagos y el dinero que ellos toman con actitud codiciosa.
Ellos son los que, cuando adquieren un puesto de liderazgo en una congregación, son cabezas que, en vez de entender que deben quebrantarse aún más delante de mí para mantenerse equilibrados, se van olvidando del primer amor para servirse a sí mismos. Estos son los que no me agradan, dice el Señor. Estos son a los que rechazo, a los que, si no se arrepienten, viene para ellos el martillazo. Estos son los que, a medida que no van cambiando, sus frentes se van endureciendo cada vez más.
[Proverbios 16:5, RVR1960] Abominación es a Jehová todo altivo de corazón; ciertamente no quedará impune.
Hijitos, dice el Señor, oren por ellos para que puedan verse en ese espejo de la verdad claramente y reconocer que están en soberbia, antes de que sean abatidos, porque no quiero que el martillo les toque, no quiero que juicio les caiga. Oren para que se arrepientan, dice el Padre, oren e intercedan por estas almas para que puedan reconocer y acordarse de que son hechura de mis manos y que no se hicieron a ellos mismos. Hijitos, intercedan y tengan misericordia de ellos, dice el Señor, porque así como Lucifer alguna vez pecó con soberbia y después fue expulsado del cielo, cayendo como un rayo, así mismo van a caer ellos si no se arrepienten, y el reino que les había sido dado les será quitado, dice el Señor. La autoridad que les había sido dada les será quitada si no se arrepienten, y caerán las coronas de sus cabezas si no quieren cambiar.
Hijitos, dice el Señor, intercedan por ellos para que estos árboles no sean cortados, porque prefiero que se arrepientan y no que tengan que ser erradicados de mi casa si no lo hacen. Hijitos, tengan misericordia de ellos y no los acusen también ustedes, porque para eso está el acusador de los hermanos, que es el diablo. Más bien intercedan fuertemente con ayunos y oraciones, porque viene la tala de los árboles que no dan fruto, o que dan fruto podrido, o que dan fruto para ellos mismos, frutos no para que coman otros, sino para alimentarse a sí mismos. Oh, hijitos, dice el Señor, intercedan por ellos para que, cuando venga el martillazo, no les duela tanto. Y arrepiéntanse también ustedes, que no entienden que están a la par de sus hermanos, que ninguno de los miembros del cuerpo es más importante que otro.
Yo (Noelia) estoy viendo dos personas que están en la misma altura, paradas en una misma superficie. No hay distintas tarimas en lo que tiene que ver con el valor de cada uno de nosotros, con la importancia de cada uno de nosotros, dice el Señor. Todos son una pieza distinta de un mismo rompecabezas, y esa imagen no podría estar completa si faltara alguna, dice el Señor. Por eso cada pieza es tan importante. Pero algunos de ustedes se suben a un podio, metafóricamente hablando, y desde ahí arriba miran a los hermanos como si estuvieran más abajo que ustedes. No están de igual a igual, no se ponen con respecto al lado del hermano, parados en la misma altura, cuerpo a cuerpo, uno al lado del otro y no uno arriba del otro, dice el Señor. Reubíquense.
[Isaías 14:12-13, RVR1960] ¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. 13 Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte.
Muchos de ustedes dicen en sus corazones: «Yo voy a subir, yo voy a ir más alto, yo voy a escalar, yo voy a ascender más alto que los demás». De hecho, algunos de ustedes, me muestra el Señor, ya creen y piensan que están por encima de los demás. Decidan bajar de ahí antes de que sean quitados, dice el Señor, antes de que sean humillados, antes de que mi Espíritu Santo sople y baje todos esos pájaros que no tienen que estar volando tan alto.
Yo vengo por los humildes, dice el Padre. Vengo por aquellos que, al mencionar mi santo nombre, temen porque reconocen mi poderío, mi majestad, mi autoridad. Yo vengo por el humilde, dice Jesús, por aquellos que han sabido reconocerse como lo que son verdaderamente y no como lo que les gustaría ser. Hijitos, desnúdense delante de mí, abriendo sus corazones a mí, permitiéndome que meta mi mano para quitar esas cosas malas dentro de ustedes. Reconozcan todo pensamiento de soberbia, dice el Señor. Confíenseme que han hablado cosas vanas para exaltarse a ustedes mismos. Yo quiero limpiarlos, dice el Señor. Yo quiero enseñarles a ser mansos y humildes.
[Mateo 11:29, RVR1960] Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas.
Así quiero que caminen, dice el Señor, en una actitud de humildad; no de inferioridad, sino de humildad. Estas son dos cosas distintas. No se confundan ni se crean inferiores al otro, dice el Padre, sino de igual a igual en términos de valor, porque el alma de cada cual es igualmente valiosa que la del otro. Porque Yo no hago acepción de persona, pero ustedes sí lo están haciendo. Ustedes están cometiendo este pecado que detesta mi alma y están haciendo acepción de personas. Porque el soberbio es aquel que juzga todas las cosas de una manera demoníaca; el soberbio es aquel que critica todas las cosas desde una posición más arriba que los demás.
De esta manera, criticando, juzgando constantemente al otro, buscando esos detalles de todo lo que está mal en la otra persona, comienzan a hacer acepción de personas, porque comienzan a elegir entre el que, de acuerdo al juicio de ellos, está limpio y el que no lo está. Comienzan a separar lo que es correcto de lo que no lo es, según lo que ellos creen, y comienzan a darle un valor al otro de acuerdo a los defectos que encuentran en ellos. Van catalogando a los demás acorde a su propio juicio y según los valores que ellos mismos les van dando. Todo esto nace de la soberbia, dice el Señor, y después de catalogar empiezan a separar y a creer que algunas personas valen más que otras. Eso es acepción de personas, es injusticia, dice el Señor. Dice la Biblia:
[Colosenses 3:25, RVR1960] Mas el que hace injusticia, recibirá la injusticia que hiciere, porque no hay acepción de personas.
Con ese mismo juicio que vos estás midiendo, a través de ese sentimiento de superioridad, catalogando a las personas con un valor distinto al valor que Dios les da, con esa misma vara, con ese mismo centímetro con el cual estás midiendo injustamente, se te será medido. Con esa misma exigencia con la que vos estás mirando al otro, buscando defectos y errores permanentemente, con ese mismo escáner se te va a escanear a vos, porque todo lo que el hombre sembrare, eso es lo que va a cosechar.
[Mateo 7:2, RVR1960] Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido.
Esa es la regla que se va a aplicar a todo soberbio que no se arrepienta, que no quiera dejar esa vara que utiliza injustamente para medir a los demás, dice el Señor.
[Santiago 5:9, RVR1960] Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados; he aquí, el juez está delante de la puerta.
Hijitos, arrepiéntanse y déjenme el juicio a mí, dice el Señor. Arrepiéntanse de utilizar la lengua para criticar a los demás y para murmurar de ellos una vez que midieron a esas personas con estas varas que ustedes utilizan, porque con ella misma los voy a medir si no se arrepienten, quebrantan sus corazones delante de mí y se humillan para reconocer que, primeramente, ustedes necesitan mejorar. Arrepiéntanse, dice el Señor, para que cuando vuelva Jesús en su venida los encuentre amando al prójimo, ayudando al prójimo, pasando por alto los errores del prójimo. Arrepiéntanse, dice el Señor, para que cuando Yo vuelva los encuentre haciendo misericordia. Hijitos, la soberbia va endureciendo sus corazones.
Y yo (Noelia) estoy viendo un corazón que se va volviendo como piedra cada vez más, porque el rostro de los soberbios se va endureciendo, y de lo que está en el corazón es lo que hablan ellos. Entonces, de un corazón duro no pueden salir palabras blandas, sino duras. De un corazón enaltecido salen palabras de altivez y de soberbia, dice el Señor. Cuando una persona está sentada en el trono de su corazón y no Yo, esa persona cree que es el rey y no me deja gobernar sobre su vida, porque la soberbia le ha hecho creer que él puede sentarse en ese trono sublime. La soberbia le ha hecho creer que puede gobernar mejor que Yo, dice el Señor, y no me da lugar. Dice que Yo soy rey, pero no se corre de ese asiento. Declara con su boca que soy rey de majestad, pero no deja el volante del auto de su vida. Así son los soberbios, dice el Señor. Ellos quieren dirigir; ellos quieren mandar. Se quieren glorificar y sentarse en ese trono porque la arrogancia ha llenado ese vaso.
El soberbio se cree muy capaz, dice el Señor. Quien se maneja a través de este pecado piensa que no necesita que le enseñen, piensa que lo sabe todo y que es capaz de todo. Pero cuando Yo llamo a alguien para trabajar para mi reino, lo llamo para que sea mi instrumento, para que sea un vaso vacío para que Yo pueda derramarme y trabajar a través de él. Soy Yo quien va a hacer lo que tenga que hacer a través de esa persona, dice el Señor, y por eso Yo me llevo la gloria y no esa persona a quien llamo, dice el Señor, porque esa persona no es capaz de hacer lo que Yo le llamo a hacer, sino que Yo le hago capaz por mi Espíritu, porque de otra manera la gloria sería para él y no para mí.
Los soberbios no entienden que sin mí no pueden hacer nada, dice el Señor. El soberbio piensa que logra las cosas por sí mismo. El soberbio necesita reconocimiento y trofeos constantemente. El soberbio quiere ser visto para que esa soberbia se alimente más y más. El soberbio no quiere reconocer sus errores, no quiere reconocer que se equivoca, porque si reconociera que se equivocó en algo quedaría desnudo enfrente de los demás. Pero el soberbio huye de la humillación. El soberbio nunca se pone en una situación donde quede expuesto. Él siempre está bien porque tiene que demostrar que supuestamente es más que los demás.
Hijos, dice el Señor, ¿se dan cuenta de cuánta maldad puede haber en el corazón del hombre, aun creyendo en el Hijo de Dios, aun habiéndose bautizado? Aun siendo renacidos por agua y por Espíritu, pueden tener maldad en sus corazones y necesitan que los vaya refinando. Por eso, bajen la defensa ahora, dice el Señor, para que Yo pueda entrar en sus corazones y ayudarlos con lo que ustedes no pueden ayudarse a sí mismos. Bajen los brazos ahora y déjense de resistirme, para que mi Espíritu Santo pueda rodearlos y mostrarles que hay un camino mejor que el camino de la soberbia. Oh, amados míos, ámenme más y amen más a los otros, porque el que más ama, más pecados se le serán cubiertos, más pecados le serán perdonados, y muchas veces, para amar hay que bajar la cabeza y reconocer el verdadero valor de cada alma que cree, dice el Señor.
Muchas veces, para trabajar en el alma del otro como ministros de Dios, deben ensuciarse, y el soberbio no quiere estar sucio, en el sentido de ensuciarse, de embarrarse en esos campos de la mies del Señor. El soberbio quiere siempre estar limpio para aparentar algo que no es, para seguir creyendo que es perfecto, que no tiene errores, que no se equivoca.
Todos aquellos que tengan la cabeza alta, bájenla ahora y reconozcan este pecado delante de mí, confesando con sus labios que han caído en muchas de estas cosas, para que empiece una cadena de sanidad en sus vidas, para que sean liberados, dice el Señor. Dejen de alimentar la soberbia en sus corazones. Humíllense delante de los otros lo que más puedan, para que estos espíritus de soberbia huyan de sus vidas, huyan de sus casas. Humíllense delante del prójimo, dice el Señor, para que estos espíritus de soberbia pierdan poder y se debiliten.
Obedézcanme y resistan a estos espíritus de soberbia, para que ya no tengan derecho legal en sus vidas y puedan ser libres de estas cosas, dice el Señor. No alimenten de ninguna manera toda soberbia escondida. Empiecen a reconocer los pensamientos que hablan en sus mentes sobre su grandeza en comparación con los demás y corten estas plantas antes de que crezcan. Hijitos, examínense a ustedes mismos cuando están reunidos con otras personas, para ver si lo que están pensando en medio de esa reunión no proviene de un espíritu de soberbia.
Estoy viendo ahora que, cuando están reunidos con otras personas, al ver hablar al otro, muchos de ustedes piensan en sus corazones: «Ah, pero yo sé más que esa persona. Yo ya sé lo que esta persona está diciendo. Yo puedo explicar mejor lo que está diciendo. Yo tengo la solución para todo y esa persona no sabe nada». Aun cuando es verdad que muchos tienen soluciones que otros no tienen o saben cosas que otros no saben, la motivación es la incorrecta, dice el Señor. No es que quieran hablar para ayudar desde un corazón amoroso, quebrantado y humillado, no es que quieran rescatar a otros de esos pozos cenagosos en donde están; no es por misericordia, dice el Señor, sino para mostrarse superiores. Quieren salir a mostrarse como un pavo real, como cuando un pavo real abre su cola porque quiere mostrarse y llamar la atención.
Así son muchos de ustedes que no se pueden contener, que no se pueden quedar callados. Muchos de ustedes tienen que hablar todo el tiempo y lo hacen desde la soberbia. No se aguantan la ansiedad porque piensan: «Ay, yo tengo que mostrar todo lo que sé, tengo que decir todo lo que aprendí. Yo puedo predicar mejor que mi pastor». Todo desde una actitud de superioridad. Quieren mostrarse como este pavo real y que todos piensen: «Qué bueno que sos sabio, qué lindo que sos superior, qué grande y admirable».
El Señor dice que muchas veces malgastan las palabras, porque saber algo no quiere decir que siempre tengan que hablar. Tener la respuesta no siempre quiere decir que Dios quiere que se la den a alguien. Muchas veces ustedes no están ministrando por el Espíritu Santo, sino por el espíritu de soberbia, porque si ministraran por el Espíritu, harían las cosas que Dios quiere que hagan, dirían las cosas que Dios quiere que digan, callarían las cosas que Dios quiere que callen y dejarían de hacer las cosas que Dios no quiere que hagan, aun cuando las sepan hacer.
El Señor dice que muchos ministros de Dios se manejan a través de la soberbia para ministrar a los demás. Aun estando llamados a ministrar, no ministran por el Espíritu Santo de Dios. Algunos están aprendiendo a hacerlo y están como en un río mezclado de aguas claras con aguas sucias. Ministran a través del Espíritu Santo de Dios, pero aun a veces ministran a través de la soberbia. El Señor quiere que ajusten esas tuercas, que tengan aún más dominio sobre su lengua, que hablen aún menos de lo que están hablando, que tengan sujeción sobre su boca, que no salgan a correr para hacer todo junto, de una manera no bíblica, desordenada, de una manera apasionada pero carnal.
Muchos de ustedes tienen muchos dones, pero les falta sabiduría, porque la sabiduría se contiene, dice el Señor. La sabiduría es paciente y sabe esperar cuándo le toca hablar, sabe esperar el turno para hablar y sabe entender por el Espíritu Santo cuándo hacerlo y cuándo no. Muchos de ustedes están llenos de dones, pero como ministran por la soberbia y no por el Espíritu Santo de Dios, con esas mismas piedras preciosas les están pegando a los hermanos y los están dañando en vez de ayudarlos.
Tengan cuidado, hijitos, dice el Señor, porque van a rendir cuentas de todo lo que hicieron y dejaron de hacer, de todo lo que dijeron y dejaron de decir. Porque así como algunos callan no teniendo que callar, muchos hablan no teniendo que hablar, porque no se manejan por el Espíritu Santo, sino a través de la soberbia, los miedos, la ansiedad y todas estas cosas que no provienen de Dios.
Oh, hijitos, avancen, dice el Señor. Arrepiéntanse primero y después avancen con más cautela que antes. No frenen, pero reconozcan la maldad en sus corazones, para que, una vez que se arrepientan y Yo los limpie, caminen en un camino más iluminado, más claro. Lucifer también era soberbio, dice el Señor, y creyó que él podía sentarse en mi trono, como estas personas que están sentadas en los tronos de sus propios corazones. Todavía me reconocen como su Salvador, pero aún quieren salvarse a sí mismos. Creen que son la fuente de todas las cosas buenas que les pasan en la vida y no que dependen de mí. Creen que dependen de ellos mismos, dice el Señor.
Así mismo era Lucifer antes de caer, antes de ser expulsado, dice el Señor. Se elevó hasta lo más alto, él mismo, por su propia decisión, en su propio poder, y esa misma soberbia lo cegó para que no pueda reconocer que había un poder más alto. Porque si Yo no elevo, nadie se puede elevar, y si Yo no levanto, nadie se puede levantar, dice el Señor. Yo quiero levantarlos, pueblo mío, pero primero humíllense y reconózcanme como el poder más alto que existe. Dependan de mí, dice el Señor, y aprendan a depender de mí más que de ustedes mismos, hijitos, porque quiero bendecirlos. Pero muchas veces no me dejan, dice el Señor, porque se interponen en mi voluntad para sus vidas, porque no me dejan obrar. Porque ustedes quieren ser los que ganen cosas buenas para sus vidas, ustedes quieren ser los mejores. Compiten unos contra otros para ver quién es mejor, para ver quién llega primero, quién gana, dice el Señor, y se pierden en esta competencia. Se pierden en el objetivo principal, que son las almas: rescatar a los perdidos, limpiar a los que están sucios, ayudar a los necesitados, hacer misericordia.
Dejen de competir para ver quién gana, para ver quién aumenta de nivel —porque así hablan— y humíllense en el cuarto secreto para que, a su tiempo, Yo los exalte, dice el Señor. Retrocedan, los que van más adelante de lo que los he llamado. Acomódense a mi ritmo y no al de ustedes. Porque el soberbio quiere ir adelante de todos los demás, pero cuando caiga, todos los demás van a pasar más adelante que él en esa carrera.
Hijitos, humíllense delante de mí y delante de los demás, dice el Señor, porque el humillarse delante de los demás es hacerlo delante de mí. Bajen los escudos y no se defiendan de mí, porque muchos de ustedes se están defendiendo de mí y piensan que lo saben todo, piensan cómo sanarse a ustedes mismos, piensan que tienen todas las soluciones y que son mejores que Yo. Pero mis pensamientos son más altos que los suyos.
Hijitos, bajen esos escudos y dejen de protegerse a ustedes mismos de mí. Déjenme entrar en sus vidas realmente, para humillarlos y así poder refinarlos, dice el Señor. Yo estoy viendo a muchos de ustedes que están pasando por procesos que son muy humillantes. Muchos están siendo humillados por sus jefes, por sus esposos, por sus esposas. Muchos están en posiciones humillantes en las congregaciones o sienten que están como dentro de una prensa donde la uva es apretada hasta que larga su jugo. Muchos de ustedes sienten como cuando alguien retuerce un trapo hasta secarlo, como si alguien les pisara la cabeza, como si un zapato grande, enorme, los estuviera pisando hasta el piso y de ahí no pueden levantarse.
Yo (Noelia) también estoy viendo que muchos de ustedes están siendo humillados por causa de la soberbia en la que caminaban y que, si el Señor no los pusiera en esa cárcel, como cuando envió a José a la cárcel, el jugo de esa uva no podría ser extraído. A muchos de ustedes Dios les hizo una promesa de que los iba a usar para tal o cual cosa, y después entraron en la prensa. Entonces perdieron la fe, dejaron de confiar en Dios y le dijeron mentiroso. Es porque primero tenían que ser procesados para sacarle el jugo a esa uva, para que el Señor pudiera limpiarlos de esa soberbia en la que caminaban, creyéndose que eran mejores y superiores a los demás, creyendo que podían hacer y lograr todas las cosas ustedes mismos por su propia fuerza, inteligencia o sabiduría.
Si el Señor no los hubiera puesto en esa prensa, no estarían listos para recibir la promesa. Así, igual que cuando José primero recibió la túnica de colores y el Señor le habló por sueños, diciéndole que su familia iba a arrodillarse ante él, inmediatamente después de eso cayó en la prensa del Señor, en las manos del Dios vivo, para pasarlo por ese proceso de ser rechazado, vendido y tirado en el pozo por sus propios hermanos, comprado como esclavo y después falsamente acusado, pasando años en la cárcel. Cayó en las manos de Dios para quitar todo lo que no servía de esa planta de uvas, como cuando uno tiene una cosecha de uvas y empieza a limpiarlas de la mugre para poder exprimirlas y obtener el jugo. Así era todo ese proceso para José. El Señor quitó toda la mugre de él para que estuviera listo, para que, cuando el Señor lo exaltara, él pudiera humillarse y ser utilizado para los propósitos de Dios, tal como se le había prometido.
Muchos de ustedes no entienden que están en la mano del Señor para quitarles toda esa mugre, porque de otra manera esas promesas no podrían cumplirse. Resistan ese proceso, dice el Señor. Resistan esa prensa, resistan cuando están siendo estrujados como ese trapo que veía antes. Resistan el dolor, porque Yo sé lo que hago, porque los amo y quiero sacar lo mejor de ustedes, que es ese jugo que larga la uva cuando es apretada, pisoteada. En la antigüedad, la uva se pisaba para extraer el jugo, y muchas veces ustedes son pisoteados, dice el Señor, pero no para dañarlos, sino para obtener lo mejor de ustedes, que es ese jugo.
Humíllense, y cuanto más se humillan en ese proceso, cuanto más salgan de esa posición de querer ser los mejores, de querer ser vistos, reconocidos, adorados; cuanto más rápido salgan de esa posición de ser independientes de Dios y querer lograr las cosas por ustedes mismos; cuanto más rápido bajen la cabeza ante la persona que los esté humillando, más rápido el jugo de esa uva va a ser obtenido. Cuanto más rápido se bajen del trono de sus corazones, reconociendo que ustedes solos no pueden, reconociendo el verdadero valor que tienen y no un valor excedido que se dan a ustedes mismos, más rápido voy a dar corte a ese proceso, más rápido van a estar listos para que pueda enaltecerlos. Pero, si primero no se humillan, no los voy a levantar, dice el Señor. Si primero no bajan, no van a subir.
Hasta el Señor Jesucristo tuvo que humillarse. Siendo Dios en la carne, se entregó en esa cruz, siendo desnudado enfrente de los que lo vituperaban, enfrente de los que lo menospreciaban. Él se humilló primero para después ser exaltado y sentarse a la diestra del trono de la majestad, no antes. Primero fue pisoteado hasta la muerte, fue golpeado, escupido, maltratado. Primero hablaron mal de Él, primero cayeron sobre Él las injusticias de los hombres, primero sufrió, lloró hasta la sangre. Primero se humilló hasta la sangre, para que después Dios lo levante de esa cruz, no antes. Pero ustedes no quieren pasar por ese proceso, dice el Señor. Siendo humanos y no Dios, quieren saltarse todo eso para ir a lo más alto, sin haber pagado un precio, cuando el Señor Jesús, siendo Dios en la carne, tuvo que pagar con su sangre para después ser exaltado.
[Filipenses 2:5-8, RVR1960] Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
Hijitos, ¿cuántos de ustedes están dispuestos a pagar con su sangre y a bajar primero para que después Yo los levante?
Con esta pregunta, el Señor deja esta cuestión en tu corazón, para que te evalúes en los días que vienen. Veo que muchos de ustedes, mientras están en esa prensa, piensan en sus corazones: «No me merezco esto. Yo tengo mucha más capacidad. ¿Por qué estoy en este trabajo? Yo soy buena mujer, buena madre, buena hija de Dios. Yo no me merezco que mi esposo me maltrate. Yo soy un excelente pastor y hago todo bien. No me merezco que los que se congregan en este lugar me traten así». Y muchas cosas más.
Es la soberbia la que los está retrasando en el proceso, dice el Señor, porque están juzgando las cosas y la situación a través de ella y no a través de mi balanza justa. Así que humíllense en ese lugar donde están siendo procesados, dice el Señor, para que, cuando los levante, sepan estar en lo alto con una actitud humilde. Porque hay una diferencia entre estar en lo alto con una actitud humilde y con una actitud soberbia. Los que estén en lo alto con una actitud de humildad van a permanecer en esa posición, pero los que estén en lo alto con una actitud de soberbia van a caer, van a bajar. ¿Cuál de las dos posiciones eligen tomar?, dice el Señor.
Gracias, Padre celestial, santo y Rey eterno, bendito Dios poderoso. Señor, colocá en nosotros un espíritu humilde que tenga reverencia a tu nombre. Padre, danos un juicio justo sobre nosotros mismos y sobre los demás. Oh, Señor, liberá a tu pueblo de todo espíritu de soberbia a medida que nos arrepentimos. Padre, ayúdanos a no convertirnos ni parecernos a Lucifer cuando dejó que la soberbia lo domine. Padre eterno, santo Rey de gloria, toca a tu pueblo, llena a tu pueblo de tu santo Espíritu para que, a través de Él, aprendamos a manejarnos por Él, para Él y mediante Él, a través de la misericordia y del amor, y no de la soberbia.
Señor, te damos la gloria por esta palabra. Padre, te pido especialmente que sea tu Espíritu Santo trabajando en todos los corazones que han sido redargüidos hoy, trayendo arrepentimiento, trayendo blandura a sus corazones, quitando toda dureza, iluminando lo que estaba oscuro en esta área. Gracias, Señor. Te alabamos y bendecimos tu santo y glorioso nombre, en el nombre poderoso de Cristo Jesús. Alabado seas Tú, que estás en lo alto. Amén.