Bendiciones, amado pueblo de Dios. Hoy, en este 24 de marzo del 2023, nuestro Padre celestial quiere hablarte acerca de la fe.
[Hebreos 11:1-40, RVR1960] Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos. Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.
Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella. Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios; y antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios. Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe.
Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido. Por lo cual también, de uno, y ese ya casi muerto, salieron como las estrellas del cielo en multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla del mar.
Conforme a la fe murieron todos estos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.
Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir. Por la fe bendijo Isaac a Jacob y a Esaú respecto a cosas venideras. Por la fe Jacob, al morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyado sobre el extremo de su bordón. Por la fe José, al morir, mencionó la salida de los hijos de Israel, y dio mandamiento acerca de sus huesos.
Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido por sus padres por tres meses, porque le vieron niño hermoso, y no temieron el decreto del rey. Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón. Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible. Por la fe celebró la pascua y la aspersión de la sangre, para que el que destruía a los primogénitos no los tocase a ellos.
Por la fe pasaron el Mar Rojo como por tierra seca; e intentando los egipcios hacer lo mismo, fueron ahogados. Por la fe cayeron los muros de Jericó después de rodearlos siete días. Por la fe Rahab la ramera no pereció juntamente con los desobedientes, habiendo recibido a los espías en paz.
¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas; que por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros. Las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección; mas otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección. Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra.
Y todos estos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido; proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros.
Gloria al Señor por esta bendita palabra que el Señor nos ha dejado por el Espíritu Santo de Dios, para que en esos momentos a donde estás siendo probado, en esos momentos a donde sentís que tu fe se debilita, en esos momentos a donde estás pasando por pruebas, por tribulaciones, por momentos angustiantes, tu fe no falte.
¡Aleluya! Porque el Señor te dice en esta tarde, en esta noche, en esta mañana, o en cualquier momento a donde estés escuchando esta palabra profética: «Hijito, hijita, ten fe, no decaigas. Párate, dice el Señor: «Sobre la roca, sobre Jesucristo, el Señor, el autor y el consumador de la fe». ¡Oh, hijitos! dice Dios, no tengan miedo, sino que tengan fe, agárrense de la fe, dice el Señor, cuando sientan que tengan que resistir momentos difíciles. A cada uno de ustedes, dice el Padre, les he dado una medida distinta de fe. Pero a ninguno de ustedes he dejado sin fe, dice Dios». ¡Aleluya!
«Hijitos, resistan, y resistan, y resistan, porque a medida que el mundo se sacude, Yo voy a derramar de medidas mayores de fe, dice el Señor, para que a mis hijos no les falte lo que necesiten para resistir los tiempos difíciles. Hijitos, recuerden a estos héroes de la fe, a estos que tuvieron que caminar por fe y no por vista, dice el Señor, habiendo pasado por tantas situaciones en las que realmente no podían ver, literalmente no podían ver lo que les iba a suceder, no sabían cuál era el fin de cada situación difícil por la cual tenían que pasar, pero aún así, sintiéndose ciegos espiritualmente hablando, y a veces hasta físicamente hablando, ellos decidieron creer que lo que Yo les había dicho estaba allí, a lo lejos, aunque aún no podían verlo.
Hijitos, sean como Abraham, para que Yo pueda justificarlos a través de la fe, caminen sin ver, dice el Señor, pero creyendo que lo que les he hablado, lo voy a cumplir, creyendo que voy con ustedes, así como iba con Moisés cuando cruzaban el mar Rojo!»
Y el Señor me revela, en este momento, que muchos, muchos de los hebreos que salieron de la tierra de Egipto, y que aún, mientras estaban cruzando el mar Rojo, cuando Dios abrió el mar, haciendo milagros por medio de Moisés, su siervo, muchos de estos hebreos, aún así, viendo los milagros impresionantes que Dios estaba haciendo en ese momento, tenían momentos de debilidad, aún, me dice el Señor, mientras ellos iban caminando cruzando ese mar Rojo y viendo con sus ojos físicos los milagros que el Señor estaba realizando, mientras ellos iban cruzando, aún así, muchos de ellos fueron débiles y tuvieron dudas e incredulidad, aún mientras iban cruzando el mar Rojo y viendo como las aguas estaban a los costados de ellos, habiéndose abierto para que un camino se forme, por donde ellos puedan pasar, por la mano sobrenatural del Señor.
«Fué mi poder, mi poder, dice el Señor, el que abrió el mar Rojo, para que mis hijos pasen, dice el Señor, y salgan de la esclavitud. Y así mismo, no todos, pero muchos de ellos, dudaron de mí mientras estaban viendo ese milagro. Hijitos, no sean así, nos dice el Señor, porque en este tiempo estoy haciendo muchos, muchos milagros en tu vida, y aún así, a veces, seguís cuestionándome, dice el Señor, preguntándome si estoy ahí, olvidándote de esas tantas veces en que hice tantas cosas en tu vida y te saqué de ese pozo ciego, dice el Señor.
No te olvides de esas maravillas anteriores que hice en ti, en tu casa, en los tuyos. No te olvides cómo te saqué del pozo, así como saqué del pozo a José, porque él podría haberse muerto en ese pozo -dice el Señor-. Él podría haberse quedado allí hasta ya no tener aliento, pero fue mi mano de poder -dice el Señor- que sacó a José de ese pozo. No sean ustedes incrédulos -dice el Señor- y crean en mi mano poderosa, crean en que Yo quiero levantarlos, crean -dice el Señor- que mientras pasan por este mar Rojo en sus propias vidas, por cualquier tipo de proceso difícil de soportar, donde aún sus ojos no están viendo por vista, lo prometido, aún así, aprendan a caminar sin llevarse por lo que sus ojos ven, pero creyendo en sus corazones que lo voy a cumplir.
Oh, hijitos míos, en este tiempo muchos van a caer. Esta es la apostasía de la fe -dice el Señor-. En este tiempo muchos están cayendo y están quedando en el camino porque no me creen, porque no confían en mí, porque prefieren otro tipo de creencias y doctrinas, porque se van contaminando con el mundo, porque se dejan enfriar, porque se dejan entibiar. Sean inteligentes, hijos, y guarden la fe -dice el Señor-, guarden la fe, porque la fe se guarda. ¡Aleluya!
Dice 2ª Timoteo 4, del 7 al 8: «He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de la justicia, la cual me dará el Señor Juez Justo en aquel día, y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida».
Pero dice este versículo, en el comienzo, «he peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe». El Señor te dice hoy: Hijito, hijita, guarda esa piedra preciosa con todas tus fuerzas, con todas tus ganas, con toda tu atención, estate alerta -dice el Señor- porque el enemigo de las almas, el que quiere llevarse almas al infierno, el que es insaciable de llevarse almas, insaciable de hacer daño, el que nunca está conforme con dañarte -dice el Señor-, ese quiere aún robarte esa piedra preciosa de fe, por eso, guárdala -dice el Señor-, guárdala, guarda como un tesoro que alguien esconde celosamente en un lugar muy secreto y muy privado para que nadie sepa dónde está. Para que nadie lo robe, para que nadie lo encuentre, dice el Señor, de esta misma manera, guarda tu fe, aprende a protegerla, aún mientras estás caminando en estos procesos difíciles que tanto te cuestan.
Oh, hijitos, – porque vuelve a repetirme el Señor – muchos están cayendo, están siendo derribados, porque no han guardado su fe, porque se han dejado robar lo más importante, por lo cual han comenzado esta carrera y por lo cual la tienen que terminar, es la fe -dice Dios-. Es por fe el camino de un cristiano, es por fe que se transita este peregrinaje, me dice Dios.
Hijitos, guarden esa fe, algunos de ustedes la están descuidando, algunos de ustedes están dejando que el enemigo les robe esa medida de fe que Yo les había dado -dice el Señor- porque la fe -me dice ahora el Espíritu Santo- puede aumentar o puede disminuir.
La medida de fe que cada uno tiene puede cambiar acorde a los momentos de la vida donde están transitando. Oh, hijitos amados -dice el Señor-, preocúpense para que su fe vaya creciendo, y no menguando». ¡Gloria a Dios! Dice la Palabra:
[2 Tesalonicenses 1:3, RVR1960] Debemos siempre dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es digno, por cuanto vuestra fe va creciendo, y el amor de todos y cada uno de vosotros abunda para con los demás.
Así que nos dice el Señor en esta palabra profética: «Hijitos, preocúpense -dice el Señor-, ocúpense en que esa medida de fe que les he dado -dice el Padre- vaya creciendo y aumentando hasta que desborde el vaso, hasta que rebalse y pueda ser impartida a otros vasos.
Oh, hijitos, transfórmense, dice el Señor, en unos vasos que impartan a otros, en jarras llenas de fe -dice Dios-, que una vez que esa agua de fe rebalse a través de ustedes, muchos vasos puedan ser llenados. Amados míos, porque el que está lleno de fe, imparte al otro -dice Dios-. Conviértanse así ustedes -dice el Señor- en impartidores de fe y no permitan que nadie interfiera o les quite de esa medida de fe, no permitan que nadie beba de ese vaso para que su fe mengüe -dice el Señor-. Porque aún, dice la palabra del Señor, que las malas conversaciones nos corrompen».
Así que dice el Señor: «¡Cuidado!, ¡cuidado!, porque cuando ustedes tienen conversaciones vanas, cuidado, porque cuando ustedes conversan y esos temas entre las conversaciones no son edificativos, no son santos, no son sanos, estas conversaciones -me dice el Señor- pueden ir corrompiendo esa fe que ustedes tienen, y esas conversaciones vanas, que los corrompen a ustedes, son como ratones que se van comiendo algo y lo van ensuciando y lo van corrompiendo -dice el Señor-, no permitan que estas conversaciones vacías, que estos ataques a través de las conversaciones que tienen con otras personas vayan corrompiendo su fe».
Dice 1ª de Corintios 15 33: «No os erreis, las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres». Pero así mismo me revela el Espíritu Santo en esta ministración que las malas conversaciones no solamente corrompen las costumbres, sino que van corrompiendo la fe que nosotros tenemos, por eso deben prestar atención -dice el Señor- sobre qué están hablando con los demás, sobre qué están charlando, cuáles son las conversaciones en donde participan, cuáles son las conversaciones que ustedes alimentan -dice el Señor-.
Cuáles son las palabras que están dejando entrar en sus espíritus, palabras que alimentan a sus espíritus, o palabras que provocan corrupción en sus espíritus. Palabras de fe o palabras de incredulidad, palabras de vida o palabras de muerte. Oh amados míos, dice el Señor, guarden esa piedra preciosa y no permitan que esta fe disminuya, porque en estos tiempos peligrosos donde la apostasía va creciendo -dice el Señor- y la fe va cayendo, inclusive en personas que antes estaban llenos de fe, van a necesitar una medida de fe extra para poder resistir y creerme -dice el Señor- en estos tiempos postreros, porque las cosas que van a ver son tan difíciles de aceptar, son tan difíciles de creer, son tan difíciles de digerir -dice Dios- que el enemigo va a aprovechar para atacarlos, para ver si puede robarles esta piedra preciosa de la fe que les he dado, y así que no puedan resistir a las pruebas que vienen y caigan de la fe, y se alejen de mí, y terminen como una oveja extraviada a la que los lobos quieren comer y pueden mucho más fácilmente en esa situación.
Oh, amados míos, dice el Señor, no se olviden que la vida de un cristiano debe fundamentarse en la fe, que debe basarse primeramente en la fe y que muchas veces los voy a probar para ver si realmente están caminando por fe y no por vista.
Porque yo (Noelia) estoy viendo que muchos de ustedes les piden señales al Señor, les digan al Señor que quieren ver cosas para creerle, así como los fariseos y los saduceos pedían señales.
Dice el Señor: Ahora también, en este tiempo, mis hijos me piden señales y no siempre esa petición es lícita, porque muchos de ellos piden, pero no para maravillarse de mis señales y prodigios, no para alabarme, sino por incredulidad. Cuidado, dice Dios, aquellos que están pidiendo señales, aquellos que están pidiendo ver lo que les he dicho, lo que les he prometido, lo que les he hablado, lo que les he profetizado, lo que les he avisado que viene a sus vidas. Muchos de ellos quieren ver estas cosas, pero no por una buena motivación del corazón, sino por incredulidad, dice el Señor. Cuidado, cuidado de no apartarse del Dios vivo por incredulidad, porque sin fe es imposible agradar a Dios, dice Hebreos 11:6. Cuidado, dice el Señor. No tengan un corazón duro de incredulidad, por el cual no me crean. Ablanden sus corazones y humíllense delante de mi presencia, para que a través de esa fe Yo pueda obrar en sus vidas.
Hijitos, crean, dice el Padre, crean que estoy ahí, aún cuando no me ven. Es por fe que deben saber, no solamente entender mentalmente que Yo estoy ahí, sino aceptarlo en sus espíritus, creerlo fuertemente en sus corazones que estoy ahi, aunque no me puedan ver, aunque aún las cosas no vayan como ustedes quieren, dice el Señor, aún en esos momentos, y aún más en esos momentos deben demostrarme que saben que estoy ahí, que tienen la certeza de que estoy ahí, que no los he abandonado. No sean como Tomás, que solamente creía si veía. No sean ustedes incrédulos también, porque bienaventurado el que cree sin haberme visto, dice el Señor. ¡Aleluya. Gloria al Señor!
Dice la palabra del Señor: Jesús le dijo: «Por qué me has visto Tomás, creíste. Bienaventurados los que no vieron y creyeron». ¡Gloria al Señor!.
«Hijitos, no se olviden, -dice el Padre-, que muchas veces los voy a probar para que su fe aumente, – dice el Señor -, y muchas veces van a pasar por procesos en donde sientan que se ahogan, en donde sientan que el agua les llega hasta el cuello, en donde, aparentemente, por lo que sus ojos ven, por la vista, no hay ningún indicio que van a salir a flote. Muchas veces van a pasar por estas pruebas de fe, -dice el Señor-, para que Yo pueda ver si realmente la fe que confiesan con sus bocas es real, para que pasando por esos procesos difíciles, en donde parece que el barco se va realmente a hundir y no haya señales de que va a salir a flote, igualmente, sigan confiando en mí. A veces tengo que probarlos, -dice el Señor-, para que demuestren su fe por sus obras, porque la fe sin obras está muerta». ¡Gloria al Señor!
Dice Santiago, capítulo 2, versículo 17: «Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma». ¡Oh, aleluya!.
«Hijitos, es muy fácil decir que creen, dice el Señor, cuando sus ojos están viendo que todo sale bien, cuando su vista está siendo alimentada, dice el Señor, con cosas buenas. Cuando ya saben, porque lo pueden ver venir, lo que va a suceder, en medio de procesos difíciles, pero la fe se manifiesta, – dice el Señor -, cuando no saben dónde están parados, cuando en esa situación difícil todo se sacude y hay una apariencia de que todo está mal, en esa situación es realmente donde la fe opera, -dice el Señor- y se mueve, y es una fe viva, y es una fe que opera a través del poder, -dice el Señor-. Ese tipo de fe es el que quiero ver manifiesto, dice el padre, una fe activa, una fe que no está muerta, sino que se mueve, como las cosas que tienen vida». ¡Gloria a Dios!.
Porque yo estoy viendo. Ahora, yo, Noelia, estoy viendo ahora que cuando una persona pasa por procesos difíciles, a donde está siendo probada su fe, estoy viendo que ahí es como si se apretara un botón en esa persona y la fe que estaba como dormida dentro de ella se pone en movimiento y literalmente se mueve, es como una sustancia, la fe adentro de esa persona, es como partículas de vida que se mueven. ¡Wow! ¡Gloria al Señor!.
Adentro de esa persona y esa fe, cuando se activa, empieza a reavivar las cosas, empieza esa persona a sentir como un avivamiento adentro de ella, como una resurrección adentro de ella, de lo que estaba muerto o de lo que quería morirse, o de lo que el diablo quería matar en esa prueba. Y esa fe, cuando se activa, es como un poder sobrenatural que provoca que la persona pueda resistir situaciones impensadas, que de otra manera, sin esa fe, no podría resistir. ¡Gloria a Dios!.
«Hijitos, -dice el Señor- pídanme que les dé esa fe, ese tipo de fe que es capaz de mover las montañas, ese tipo de fe que provoca un cambio en las cosas, no solo en lo espiritual, sino en lo físico, ese poder sobrenatural es la fe, -dice el Señor- la que debe operar y crecer en ustedes. Entiendan la importancia que tiene la fe, sin fe, no es posible seguir adelante, -me dice el Señor-, no es posible, sin fe, no se van a poder levantar, dice el Padre, sino si no es por fe, -dice el Señor-, y es por vista, sus ojos no pueden hacer nada, no hay nada que se va a activar poderosamente en lo espiritual, no hay ningún poder que se va a mover si ustedes solamente caminan viendo y no creyendo». ¡Aleluya!,
Dice el Señor: «Entiendan, entiendan, -dice el Señor-, por qué tengo que probarlos a través de la fe, y tengo que refinarlos, -dice el Señor-, y tengo que pasarlos por ese horno de fuego, que por más que duela y estén en el piso llorando, sintiendo que se van a morir de dolor, que ya no pueden más, porque así es como se prueba el oro, -dice el Señor-, y ustedes son más que oro, para mí valen más que todo el oro de la tierra. Hijitos, confíen, dice el Señor, confíen hasta el final, no renuncien a la fe». ¡Oh, aleluya, aleluya!
«Hijitos míos, oh amados de mi alma, a partir del día en que creyeron, dice el Señor, les he dado fe suficiente para terminar. Esta carrera, pero también hay una parte que deben hacer ustedes, dice Dios, y es cuidar y guardar esta fe y, aún trabajar, dice el señor, como cuando alguien que trabaja en la agricultura cuida de una planta, la riega, la protege para que el sol no la queme, la abona, -dice el Señor- la limpia, la poda cuando tiene que ser podada, la protege de los bichos, de los ataques de animales, de los animales que quieren comérsela, y todas estas cosas, y protege esta plantita, -dice el Señor- esa es la tarea de ustedes, de cuidar la fe como si fuera una planta, para que lleve mucho fruto, -dice el Señor- Y eso es lo que les va a dar una gloria mayor, un peso mayor de gloria sobre sus espaldas».
«¡Oh, hijos míos! Pero, el diablo sabe de estas cosas, por eso viene a robarles lo más valioso que ustedes tienen, esa plantita, -dice el Señor-, es donde el enemigo coloca sus ojos, es donde él tiene su foco, porque él sabe que si puede arrancar de raíz esa planta, él sabe que si puede cortar esa planta con un hacha, él sabe que si puede provocar que esa planta de fe se seque en sus vidas, ya no hay nada más que hacer». ¡Oh Aleluya!.
«Hijitos, por esto, por esto y por muchas cosas más, -me dice el Señor- deben cuidar esa fe que les di. Oh, amados míos, si ustedes supieran que si cuidan esto, todo lo demás viene por consecuencia, -dice el Señor- porque el reino de los cielos es fundado sobre la base de la fe». ¡Oh, aleluya, aleluya!.
«Oh amados míos, santos preciosos, carísimos, comprados a precio de sangre, oh que están siendo perfeccionados de gloria en gloria, paso a paso, de escalón en escalón. Hijitos, hijitos, aquellos que han descuidado su fe hasta hoy, presten atención, -me dice el Señor-. levántense de esa silla donde estaban sentados y colóquense en estado de alerta, o reaccionen, -dice el Señor- aquellos les estoy hablando a los que tiraron esta piedra preciosa, les estoy hablando a los que descuidaron esta piedra preciosa, les estoy hablando a los que abandonaron esa piedra preciosa de fe que les había dado, recupérenla, -dice el Señor- tomando la decisión de creerme nuevamente.
No decaigan hijitos, porque sus lágrimas no son en vano. Aquí estoy, -dice el Padre, dispuesto a perdonarlos, dispuesto a abrazarlos, dispuesto, -dice el Señor- a restaurar lo que se había roto, a levantar lo que se había caído, pero tienen que creerme, tienen que creer que soy galardonador de los que me buscan», dice el Señor. ¡Aleluya, gloria al Señor¡. ¡Aleluya!
«Hijitos míos, obren, -dice el Señor- obren a través de la fe, -dice el Padre- y las obras de la fe, se operan a través de la justicia y son justicia para los que creen. ¡Oh, hijitos míos!, los injustos son incrédulos, porque creerme, esa es la justicia, cuando ustedes creen en mí, cuando ustedes creen en mi Hijo, -dice el Señor- eso cuenta como justicia a su favor. Pero los que no me creen, -dice el Señor- los que cierran sus corazones para no creer que soy justo, tampoco, -dice el Padre-, esto es injusticia ante mis ojos y, la injusticia tiene que ser juzgada. Quebrántese -dice el Señor- delante de mí y no endurezcan sus corazones ante mis palabras».
Y yo veo gente que imparte, gente que imparte a otra gente, a otras personas, esta fe preciosa. Yo veo gente que está llena de fe y que se mantiene llena de fe, esas mismas fe que estas personas tienen les da alegría, les provoca un gozo del Espíritu Santo, porque la fe provoca que la persona viva alegre, porque confía en el Señor, porque sabe que Dios es real, porque sabe que no está solo, porque sabe que no lo ha abandonado, porque sabe que Dios es poderoso para hacer todas las cosas que dice, porque la fe alimenta constantemente a esa persona. Y yo veo estas personas, las que están llenas de fe, que a su vez, cuando hablan, imparten esta fe a otros y restauran a los que están rotos, levantan a los que están caídos, alimentan a los que están hambrientos. Esta fe puede ser impartida», me dice el Señor.
Así que me dice el Espíritu que tenemos que aprender a hablar a los demás cosas que alimenten la fe de los otros, que la fe se transmite, se imparte a través de las palabras y del ejemplo y del testimonio. ¡Aleluya!
«No se queden callados, -dice el Padre- impartan la fe que les he dado, para que los que no tienen tengan a través de los que aún tienen, -dice el Señor- Los que están fuerte en la fe, levanten a los débiles en la fe, impartan esa fe» me dice el Padre. ¡Gloria a Dios!
Yo veo predicadores, veo pastores y veo gente que predica en las congregaciones, en los púlpitos, en los altares y Señor dice que lamentablemente en este tiempo hay muchos predicadores que, aunque están ahí hablando en estas congregaciones, no están hablando por fe, no están predicando por fe, sino por vista y, en vez de llenar a las ovejas, en vez de llenar los vasos de las ovejas de fe, están llenando estos vasos de miedo. Yo estoy viendo ahora estos predicadores y están hablando confiadamente al pueblo de Dios, no todos, pero algunos de ellos.
En vez de hablar llenos de fe, en vez de impartir esta fe a través de la prédica, están impartiendo miedo y terror sobre las ovejas del redil del Señor. Y el Padre me dice que viene juicio sobre estas personas, porque él les ha dado tiempo para arrepentirse y no lo han hecho, porque ellos prefieren creerle al enemigo en vez de a Dios, porque han puesto su confianza en las cosas que pueden ver y no en las invisibles, porque han preferido escuchar la voz del enemigo en vez de la del Señor y porque en vez de fortalecer a los débiles los están terminando de matar.
Dice el Señor: «Ya no voy a soportar estas cosas y aquellos a los que el tiempo se les termine, les viene juicio, porque el juicio empieza por la casa de Dios y muchos tienen que ser juzgados antes de que se derramen los juicios mayores de los últimos días. Hay una limpieza que se está llevando a cabo en la casa del señor donde el que no tenga fe, donde el que no cuide ni guarde su fe, va a ser juzgado cuando el tiempo de la gracia sobre este tema se le termine. Así que, ¡Alerta!, hijitos, guarden esa fe, cuídenla como lo más preciado que tienen y como lo que los va a ayudar a transitar por estos tiempos peligrosos. La fe va a funcionar al igual que el maná cuando el pueblo de Dios estaba en el desierto y no tenía que comer, en medio de esa transición. Muchos de ustedes están pasando por una transición en sus vidas, me revela el Espíritu Santo y únicamente la fe va a ser la que los mantenga a flote, las que los ayude a resistir mientras están transitando por ese desierto y va a funcionar como ese maná por el cual el Señor alimentó a su pueblo cuando no tenían que comer. ¡Aleluya!, ¡Alabado sea el Señor!
«Hijitos, crean en mí, -dice el Señor- crean que los voy a alimentar en medio de la prueba, crean que los estoy guiando a través de ese mar Rojo mientras pasan por esa transición. Crean en mis maravillas, en mis señales y en mis milagros, no sean incrédulos, porque detesto la incredulidad, -me dice el Señor- si ustedes no me creen, es muy difícil complacerme -dice el Padre- por eso mi Hijo me complació» dice el Señor.
Y estoy recordando por el espíritu la parte de las escrituras a donde el cielo se abrió cuando Jesús se bautizó y vino una voz del cielo que dijo: «Este es mi hijo amado, en el cual tengo complacencia». Y el Padre me revela ahora que Jesús complacía al Señor porque tenía fe en Él, porque le creía, porque le confiaba, porque sabía que lo que decía era cierto y que así iba a cumplirse. ¡Aleluya!, ¡Gloria a Dios!
«Sean ustedes, -dice el Señor- así llenos de fe, fe por la cual me complazcan, dice el Padre, peleen contra los espíritus de incredulidad». Porque yo estoy viendo una misión especial del enemigo donde manda ejército de espíritus de incredulidad y de duda para atacar específicamente al pueblo del Señor y que no le crean a Dios. Y debilitarlos de esa manera para que caigan y no puedan terminar la carrera de la fe.
Y el Espíritu me indica ahora, que debemos atacar, reprender, rechazar y no formar acuerdo con esos espíritus de incredulidad. imagínense que hubiese sucedido si Abraham no le hubiese creído a Dios, no existiría, no existiríamos nosotros como su descendencia en este tiempo.
La fe fue clave para que la promesa del Señor pudiera cumplirse en la vida de Abraham, esa Promesa de que le daría una descendencia como las estrellas del cielo, o como la arena del mar, incontable.
«La fe fue el combustible por el cual se pudo realizar y concretar esa promesa. Porque la fe es el medio por el cual se manifiestan las cosas, primero hay que creerlas, -me dice el Señor- para después verlas, no es al revés y muchos de ustedes piensan que es así, que primero tienen que ver para después creer, pero no es como funciona la vida de un creyente, la vida de un discípulo del Señor Jesús. Primero tenés que creer y después esa fe va a provocar que se manifieste en lo material, inclusive, lo que primero creíste, primero es la fe y después la vista, dice Dios, y muchas veces ustedes primero están creyendo, pero en algún momento esa fe se corta, se cae, pierde esa fuerza que venía trayendo y entonces el enemigo aprovecha ese momento exacto para entrar a sus vidas a través de ese pecado de incredulidad y atacarlos de diferentes maneras y una vez atacados entonces aún es más fácil hacerlos caer, porque la fe si no la cuidan, a través de esos ataques, va menguando más y más, porque ustedes empiezan a echarle la culpa al Señor, empiezan a creer que el Señor los abandonó, empiezan a creer que Dios es el que los ataca y, entonces así el enemigo empieza a obrar más y más en sus vidas, una vez que ustedes descuidaron su fe y le creyeron a él en vez de a Dios». ¡Oh gracias Padre por esta palabra!
Imparte ahora Señor, una nueva medida de fe en el pueblo del Señor que está escuchando ahora esta palabra profética.
Porque dice Romanos capítulo 12 versículo 3: «Digo pues, por la gracia que me es dada a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno». Así que, imparte Señor, en este momento, una nueva medida de fe para todos ellos, en el nombre de Jesús, llena los vasos, Padre, ahora, llena estos vasos Señor con esa agua de fe, para que rebalse Señor, para que sobreabunde esta fe Señor entre tu pueblo y podamos impartirnos unos a otros y los que están faltos ya no lo estén señor, porque los que estén llenos impartan a los demás. Oh padre de la gloria, enseña a tu pueblo Señor a vivir Por fe y no por lo que ven, enseña Padre, enseña cómo operar a través de la fe, enséñanos Señor, revélanos Padre lo que verdaderamente significa la fe, lo que verdaderamente significa el don de fe, Señor. ¡Oh Aleluya! ¡Alabado seas Padre Eterno de la gloria! Imparte ahora en cada uno de los hermanos que escucha, Señor, una fe mayor a la que tenía hasta ahora y aquellos en los cuales el vaso bajaba y esta fe se evaporaba como agua que disminuye, te pido señor que restaures esa fe, que aumentes ahora, Señor, ese vaso aún mayor a lo que estaba antes de disminuirse.
Padre eterno, perdónanos si algunos de nosotros no te hemos creído en algún momento, Señor, donde nos hablabas y nos decías que esto iba a pasar, que tengamos fe porque estabas con nosotros, que creamos lo que nos habías dicho, Señor, que tengamos la certeza de lo que aún no se veía pero que estaba ahí. Padre, perdona nuestra incredulidad y ayuda a nuestra incredulidad, Señor, en el nombre de Cristo Jesús. ¡Aleluya!
Gracias, porque yo veo a muchos hermanos que se están llenando aún más de esta fe, que están sintiéndose reconfortados a través de esta palabra, que se sentían débiles pero ahora están recibiendo fuerza a través de esta fe. Gloria a Dios. Gracias padre de la gloria. Santo, Santo, Santo. Gracias por esta fe. porque me dice el Señor que hasta el último día de nuestra vida vamos a tener que mantener esta fe intacta, y que sin esta fe no vamos a poder terminar y obtener el premio final. ¡Gloria a Dios! No hay ninguna otra cosa que pueda operar a nuestro favor para darnos la fuerza de vencer y de seguir corriendo la carrera. Aún en los momentos donde nos caigamos, ¡Gloria a Dios, Aleluya!
Y el Espíritu Santo me dice ahora que muchos de ustedes no tienen fe porque no leen la palabra del Señor, no solamente porque no la leen, sino porque algunos no la creen cuando dice Romanos 10:17: «Así que la fe es por el oír, y el oír por la palabra de Dios». Así que, para muchos de ustedes que se están sintiendo faltos de fe en estos tiempos, – dice el Señor – es que no están leyendo la palabra, no se están alimentando, no están llenando sus vasos de fe a través de leer la palabra de Dios, la palabra que es espíritu, que es verdad. Esa palabra que alimenta, que fortalece, -dice el Señor- al no leerla, sus espíritus se van debilitando, se van enflaqueciendo, como desnutriéndose por falta de este alimento». ¡Aleluya! Gracias Padre. Gracias Señor.
Rompe ahora Señor frentes duras, porque yo estoy viendo ahora frentes como de cristal, frentes de piedra que por causa de esta dureza no pueden creerle a Dios y no pueden creer en el Hijo de Dios. Pero Padre, te pido yo ahora que rompas estos cristales, esta dureza Señor en estas frentes, para que puedan creer y recibir por fe, Señor, lo que tienes para darles. ¡Aleluya!
Rompe Señor toda frente dura, Señor, toda frente que se resiste contra ti, contra tus palabras, Oh Dios mío, contra el evangelio, Padre. Oh Padre celestial, santo y poderoso, glorioso, Señor de los ejércitos. Gracias Señor. Gracias Padre eterno. Y Dios me dice, que en los días que vienen, por causa del gran, gran engaño que va a venir aún con muchísima más fuerza, las cosas del poder del enemigo manifestadas en la tierra que vamos a ver, van a ser tan impresionantes, van a ser tan impactantes y van a ser tan convincentes que los hijos de Dios vamos a tener que aprender a distinguir cuáles cosas vamos a tener que creer por fe, y a cuáles cosas no vamos a tener que creerles.
Me dice el Señor: «No se va a tratar solamente de tener discernimiento para poder distinguir lo bueno de lo malo, lo real de lo ficticio, lo que viene de Dios de lo que no viene de Dios, no vamos a necesitar solamente el discernimiento que viene del Espíritu Santo, sino la fe que viene del Señor para poder creer lo que él va a hacer y desechar lo que el enemigo va a hacer.
Sin fe no vamos a poder distinguir lo real de lo mentiroso, lo verdadero de lo erróneo, -me dice el Señor-, al que le falte la fe le va a ser muy difícil separar las aguas en este tiempo de mentiras, porque viene el engaño mundial, viene el engaño sobre la Tierra, como nunca antes se había manifestado, ni siquiera en los tiempos de Noé.
El engaño va a ser tan grande que pocos van a poder discernir que no es real, y que no viene de Dios». Por eso es importante alimentar la fe en nosotros, y leer la Biblia y alimentarla a través de la oración, en Comunión con Dios, entre otras cosas, para mantenernos llenos del Espíritu Santo, y llenos de fe, así como Esteban estaba lleno del Espíritu Santo y lleno de fe, y pudo resistir hasta la muerte cuando estaba siendo apedreado. Así vamos a tener que resistir por fe, las cosas que van a venir sobre el mundo, y especialmente sobre los cristianos.
Los que no crean o los que estén débiles en la fe van a ser más fáciles de bajar, porque van a ser como soldados que se van a ir al ejército, pero sin estar totalmente convencidos de que deben estar allí, estos soldados son más fáciles de bajar, me dice el Señor. El enemigo utiliza ese miedo, utiliza esa falta de convicción para derribarlos fácilmente.
«Así que, hijitos, estén plenamente convencidos del que comenzó esta obra en ustedes, la va a terminar» ¡Aleluya! «Y no duden ni un momento de que Yo los estoy trabajando, -dice el Señor- refinando hasta terminar la obra que quiero realizar en ustedes». Amén, Gloria al Señor.
Dice Romanos capítulo 4 del versículo 20 al 22: «Tampoco dudó por incredulidad de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando Gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que le había prometido. Por lo cual también su fe le fue contada por justicia.»
Así que aquí, donde se habla de Abraham, el Señor me está trayendo este versículo para que el pueblo de Dios lo tenga en cuenta en este tiempo, y que en vez de debilitarse, en vez de dudar, en vez de darle lugar a la incredulidad, no fortalezcamos en la fe, dándole Gloria a Dios, plenamente convencidos de que Él es poderoso para hacer todo lo que nos prometió, y así nuestra fe pueda ser contada por justicia. ¿Amén?
La fe fortalece, -me dice el Señor- Así que alabo al Señor por esta ministración. Gracias Padre Celestial, Gloria a tu nombre eterno, padre de la gloria, poderoso, sabio, protector de los que te buscan, gracias Señor. Amado mío, ajusta los cintos, los cintos de la verdad, Señor, en aquellos que te están creyendo en este momento, Padre, viste con la armadura espiritual, con tu armadura Señor, a todo aquel que recibe esta ministración, abre los ojos padre, para que aún no pudiendo ver por vista física, podamos ver por la vista espiritual, lo que se acerca a nuestra vida, lo que se acerca al mundo, Señor. ¡Aleluya!
«Así que, recuérdenme -dice el Señor- que aún los dones espirituales se operan por fe. La fe también es como el combustible, la fuerza, el poder que opera y que hace posible que se realicen señales, milagros, prodigios, pero no solamente eso, sino que la fe es por lo cual operan todos los dones espirituales que están nombrados en 1ª Corintios 12, las palabras proféticas se entregan por medio de la fe. Las palabras de ciencia se reciben y se dan por medio de la fe. Es la fe el medio posible por el cual se trasladan las cosas que Dios quiere hacer entre el cielo y la tierra.
La fe es como un río, es como un cauce, escucho esa palabra, es un cauce que hace posible que se manifieste el poder de Dios a través de los dones espirituales en nuestras vidas. Sin fe no se puede operar en los dones espirituales. La fe es lo que hace que fluya el Espíritu Santo en nosotros. La fe es lo que hace que fluya la palabra del señor en nosotros. Cuando entra la duda, la incredulidad, y este caudal de fe se corta, también la operación de los dones espirituales queda suspendida, no erradicada, pero suspendida. Es como que se produce un bloqueo en las personas, cuando permiten que la duda y la incredulidad operen, cuando están tratando de caminar en los dones espirituales. Por ejemplo, si alguien está profetizando y está creyendo a lo que el señor le está diciendo, y está creyendo que esto viene de Dios, y tiene fe, entonces esa fe es lo que provoca que la profecía fluya sin barreras y sin trabas, sin bloqueos.
Pero cuando esa persona de repente deja entrar pensamientos de duda, de incredulidad, de miedo, de confusión, entonces le está permitiendo que el fluir de esas cosas sea el que se manifieste en ese momento, y no el fluir de la fe por el espíritu de Dios, y eso provoca un bloqueo en el don, y es como si la profecía de repente se cortará. Lo mismo sucede en la operación de todos los dones espirituales, me dice el Señor. Por eso, el que profetiza tiene que hacerlo acorde a la medida de fe que se le ha sido dada. ¡Aleluya! Es tan importante la fe. ¡Gloria a Dios!.
«Que el que no tiene, dice el Señor, que la pida, que le dé prioridad a la fe en sus vidas, que no menosprecien la fe, dice el Señor, que no le den un valor menor al que tiene». ¡Aleluya!. Gracias Padre Celestial, gracias Señor. Santo eres, gracias Señor.
Y me dice el Señor que muchos de ustedes tienen que creer que la respuesta a las preguntas que ustedes realizaron a Dios va a llegar, Aunque todavía no la hayan recibido. Pero si ustedes piden y piden sin Fe, entonces esas palabras son vacías, como si cayeran en el suelo, porque dice la palabra de Dios: «Pero pida con fe, no dudando nada, porque el que duda es semejante a la onda del mar que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra». Santiago capítulo 1 versículo 6:
«Pero muchos de ustedes están pidiendo, me dice el Señor, pero están pidiendo sin fe, y por eso no se manifiesta muchas veces lo que piden, porque la fe recuerden que es lo que manifiesta lo que no se ve. A lo que se ve, tiene que haber cierta medida de fe para que lo que están pidiendo si está acorde a la voluntad de Dios, se pueda manifestar. Hay muchas veces donde ustedes oran, me revela ahora el Espíritu Santo, y piden algo al Señor, y eso está concedido de parte de Dios, y yo veo que eso primero se manifiesta en el ambiente espiritual, y Dios dice: «Hecho está, aquí está, para ti». Pero cuando ustedes no creen en eso, entonces, eso que ya está listo en el ambiente espiritual para que se manifieste, no traspasa esa barrera entre lo espiritual y lo físico, y no se manifiesta, porque lo que hace la fuerza que logra que las cosas pasen de lo invisible a lo visible es la fe. ¿Amén?.
«Así que si van a pedir algo, tienen que pedirlo a través de la fe. Si van a hacer algo para el señor, tienen que moverse por la fe, eso fue lo que permitió a Pedro caminar unos instantes sobre el agua, me dice el Señor, fue la fe que operó en esos momentos que permitió que él se bajara del barco, de la barca y caminara sobre el agua, al igual que el señor Jesucristo, pero cuando Pedro dejó entrar pensamientos de dudas, de incredulidad y de miedo, y dudó por unos instantes. Entonces, ese poder se desvaneció y ya no lo sostuvo más, no fue porque el señor no quería que Pedro no siguiera caminando sobre el agua, sino porque Pedro tomó la decisión de no creer en ese momento. Y entonces, el poder dejó de operar a través de él». Gloria al Señor, aleluya.
«Entiéndanme, dice el Señor, de la importancia de la fe, de la importancia de creer, aún en las cosas que aún no han visto. No sean materialistas, me dice el Señor, no sean terrenales, no sean carnales, porque ellos siempre piden saber, y ellos siempre quieren ver, pero el reino de los cielos. El poder del reino de los cielos radica en la fe y no en la vista, es espíritu, y no las cosas buenas que vienen de Dios, decía se manifiestan a través de la fe por el espíritu, la carne no tiene fuerza y no tiene el poder de manifestar las cosas espirituales». ¡Aleluya, gloria al Señor!
Dice Mateo 14:30, «pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo y, comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: Señor, sálvame». Y así muchas veces el Señor quiere concederles a ustedes esas cosas que están pidiendo en oración, pero al mismo tiempo ustedes mismos las están rechazando, no creyendo que él es fuerte y poderoso para concedérselas, arrepiéntanse de esta injusticia, me dice el Señor, porque no creerme es injusto, porque cuando ustedes no me creen, dice el padre, están diciendo indirectamente que Yo no soy fuerte y poderoso para concretar esas cosas que me piden, y esto es injusticia, dice el Señor, no sean incrédulos» ¡Aleluya! Gracias Padre Celestial, Santo Rey de Gloria y de majestad, gracias Señor, gracias señor.
Y también me revela ahora el Espíritu Santo que la Comunión con nuestros hermanos, la unidad con el cuerpo de Cristo, el compartir las cosas con otros creyentes que están llenos de fe, esto provoca o ayuda a que nuestra fe no mengüe, sino que se mantenga estable, y no solo eso, sino que vaya creciendo, pero cuando alguien se aísla y está más bien más tiempo con el mundo que con los hermanos, que con el resto de la iglesia del señor Jesucristo, entonces, se va contagiando y el mundo va como succionando de esa fe, es como si esa este estar más en esas aguas mundanas van chupando de esa fe y lo van debilitando, van dejando lo seco de esa fe, por eso es importante que una persona se mantenga en continua comunión con el resto de los hermanos, que se mantenga bañándose constantemente en esas piletas espirituales sanas, a donde la fe abunda, gloria a Dios, para que no se seque y esté constantemente irregularmente con una medida de fe sana. ¡Aleluya, gloria al Señor, gracias padre celestial, ¡Gloria a Dios!, Santo Eres amado mío, Rey de Gloria y de paz, gracias señor.
Pero debemos defender la fe con el escudo, dice el Señor, porque dice efesios capítulo 6, donde la palabra del señor habla sobre la armadura espiritual, que existe un escudo de la fe, y dice: «por tanto, toma toda la armadura de Dios, para que podáis resistir el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes, está pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de Justicia, calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz», pero dice escuchen sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.
La fe es lo que nos ayuda a resistir los ataques y los dardos del maligno, pero muchos de nosotros fallamos. Porque cuando somos atacados por estos dardos del maligno, no levantamos el escudo de la fe, y le creemos más a él que a Dios, esto es una clave que el señor nos está entregando en este día, para que podamos resistir a los ataques. ¿Amén? Gloria al Señor.
Debemos activar esa fe, cuando somos atacados. De cualquier manera por el enemigo, ya sea a través de la mente, a través de una palabra que alguien nos dé, a través de una circunstancia, o de un hecho que esté provocando que nuestra fe, que nos sintamos tentados a dejar que nuestra fe disminuya en esos momentos, dice el Señor, que tenemos que levantar el escudo de la fe, y defendernos, y provocar que esos ataques espirituales retrocedan de nuestras vidas». ¿Amén? Gloria al Señor, gracias señor, Santo Eres, Padre.
Y también La Espada del espíritu, debemos luchar con La Espada del espíritu, que es la palabra de Dios, para contrarrestar de estos ataques, pero debemos de utilizar La Espada del espíritu con fe, me dice el Padre, convencidos de lo que estamos haciendo. No dudosos, no dubitativos, no incrédulos, y no permitiendo que la confusión opere en nuestras vidas, gloria a Dios, con total convicción de que lo que estamos pronunciando con nuestras bocas, esa palabra de Dios, esa espada de doble filo que sale de nuestras bocas cuando proclamamos la palabra del Señor, debemos proclamarla con convicción, creyendo y sabiendo, y estando firmemente convencidos de que lo que estamos hablando en el poder de Dios, está provocando cambios en lo espiritual y en lo material, aleluya, creyendo que esa palabra que estamos enviando va a realizar aquello para lo que la estamos enviando, gloria al Señor, aleluya, todo se trata de fe, dice el Señor, nuestra mesa debe estar llena de copas llenas de fe, bebiendo todo el tiempo de estas copas, y dando de beber a los que se sientan en nuestras mesas» Gloria al Señor, ¡Aleluya! gracias Señor.
y el espíritu, me dice: «Oren, hijitos, oren por sus ministros, oren por sus líderes, oren por sus pastores, oren para que Yo pueda llenar a estos vasos de fe, para que así puedan sostener a la iglesia», dice el señor, porque sin fe, la iglesia se cae, oren por ellos para que siempre estén llenos de fe, en primer lugar y por sobre todas las cosas, para que primeramente ellos puedan resistir los momentos adversos, y a través de ese testimonio fortalecerlos a ustedes, para que también puedan fortalecer con esa fuerza que Yo les dé a ellos. Gloria a Dios, gracias padre celestial. Oh, te alabamos, señor, Santo Eres, Dios de Gloria y de majestad, ¡Aleluya!, gracias Señor, por esta palabra que has impartido a tu pueblo hoy, por este entendimiento de las cosas invisibles, por habernos enseñado proféticamente sobre la importancia de la Fe en nuestras vidas, y por habernos exhortado y alertado y advertido de las consecuencias de no cuidar esta piedra preciosa de fe que nos otorgaste aquel día que decidimos creer en Jesús como tu hijo, señor, y entregarnos a ti, gracias Señor, gracias padre celestial, alabado sea tu nombre por siempre, por los siglos de los siglos, Amén y amén.
Bendiciones hermanos, nos vemos Próximamente acorde a la voluntad del señor en estos días, para realizar una ministración profética para ustedes acorde a lo que el espíritu santo indique, ¡Aleluya, gloria a Dios!.