Bendiciones, hermanos, hoy, en este 21 de octubre del 2022, ministramos por el Espíritu Santo a la Iglesia del Señor Jesucristo acerca de la revelación.
Vamos a comenzar leyendo un pasaje bíblico que se encuentra en la primera carta a los Corintios, capítulo 2, donde habla sobre la revelación por el Espíritu de Dios.
[1 Corintios 2:7-9, RVR1960] Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria. Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman.
Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu, porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. Alabado sea Dios por este texto bíblico, donde el Señor nos habla sobre la revelación a través de su Espíritu. Padre, te damos gracias porque hoy vas a ministrar a Tu pueblo sediento de Tus aguas cristalinas. Hoy vas a ministrar por Tu Espíritu a Tu pueblo, hambriento de Tu pan celestial. Ven, Espíritu Santo, sobre nosotros y habla a nuestros oídos, a nuestros corazones, cuerpos, mentes, alma y a nuestro espíritu, para hacernos saber aquellas cosas que escondiste desde antes de los siglos, únicamente reservadas para revelárselas a Tus hijos en este tiempo, Señor. Digno eres de servir, de seguir, de amar, de sufrir por causa de Tu nombre.
Yo veo tesoros, tesoros escondidos, que, así como cuando los arqueólogos buscan tesoros escondidos, cosas que son muy antiguas, cosas que son muy valiosas, así como cuando los arqueólogos encuentran este tipo de cosas, cosas nuevas, cosas que los deleitan, cosas que los sorprenden, que ni ellos mismos se imaginaban encontrar, así, sé por el Espíritu, ahora, que el Señor ha guardado tesoros escondidos desde antes de la fundación del mundo, para que sean encontrados, para que Él, a su tiempo, en el tiempo perfecto, revele estos tesoros escondidos desde antes de la fundación del mundo a aquellos que verdaderamente le aman, le buscan, que tienen sed de escuchar su voz, a aquellos que creen en los misterios de Dios, que creen que Dios revela esos misterios, a aquellos que claman noche y día pidiéndole al Señor: Padre, revélame Tus cosas, háblame sobre Tus asuntos. Quiero conocerte más, quiero saber más sobre Tu Reino. Señor, heme aquí, ábreme los ojos para poder ver aquello que no he visto hasta ahora. Ese tipo de oraciones son las que el Señor escucha y responde en su tiempo y le da la llave a muchos de estos hijos que claman para entender más sobre las cosas celestiales, para que, con esas llaves que Dios entrega en nuestras manos, podamos abrir esos cofres escondidos y podamos ver.
Él ilumina nuestra vista para poder ver, porque la revelación tiene que ver con la luz. Cuando alguien tiene revelación, es porque se alumbra su entendimiento. El Señor, a través de su luz, alumbra el entendimiento del hombre para que las cosas no estén más veladas, porque lo contrario de la revelación es lo que está velado. Entonces, cuando el Señor viene y coloca su luz en nuestro entendimiento, aquello que estaba velado, aquello que estaba escondido, oculto, en tinieblas, sale a la luz y podemos ver y podemos entender lo que antes no veíamos, lo que antes no conocíamos. Son sorpresas celestiales que el Señor preparó para nosotros, como dice este texto:
[1 Corintios 9, RVR1960] Antes bien, como está escrito, cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman.
Él nos revela estas cosas por Su Espíritu. Porque Dios es un Dios de misterios, y dice el Libro de Daniel que Él revela los misterios, que Él revela y saca a luz lo que está escondido. ¿Cuántos de ustedes anhelan ver esas cosas escondidas? ¿Cuántos de ustedes le han pedido al Señor que les dé revelación para que ya no estén más ciegos? Dice el Señor: Yo quiero responderte, hijito; Yo quiero responderte, hijita, pero no voy a darte un pan que no estés listo para comer, sino que voy a darte, en el tiempo justo, aquel pan que tengo preparado para que comas y que no te caiga mal. Porque ciertamente muchos de nosotros le pedimos al Señor revelación sobre cierto asunto, le pedimos al Padre que nos muestre qué está pasando detrás de esa cortina de lo que se puede ver. Queremos saber más de lo que sabemos. Y no siempre el Señor responde este pedido, porque a veces Él, en su extensa sabiduría, mucho más enorme que la nuestra, mucho más perfecta, mucho más cabal, sabe que si nos revelara ciertas cosas no podríamos resistirlo.
Y también, si supiéramos todas las cosas, si Él nos lo revelara todo, entonces, ¿cómo podríamos caminar por fe y no por vista? Porque dice el Libro de Corintios que ahora conocemos en parte, que ahora profetizamos en parte. Pero si lo supiéramos todo, si conociéramos todas las cosas, si pudiéramos tener la revelación del futuro, de todo el camino que nos espera delante nuestro, ¿dónde quedaría la opción de caminar por fe y no por vista? Entonces, el Señor te va a dar de comer de ese pan únicamente que Él sabe que te va a hacer bien.
[1 Corintios 13:9, RVR1960] Porque en parte conocemos y en parte profetizamos.
[1 Corintios 13:12, RVR1960] Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.
La revelación se nos da en parte, simplemente porque solo Él es Dios, porque solo Él puede estar ayer, hoy y mañana al mismo tiempo, porque solo Él sabe todo, absolutamente todo lo que sucede al mismo tiempo, en todos los lugares, a la misma vez. Solo Él es Dios. Él es Dios de cerca y Él es Dios de lejos. Solo Él lo comprende todo, porque la totalidad habita en Él y nosotros solo entendemos en parte, conocemos en parte, en parte se nos es revelado, solo en parte se nos muestra, se nos habla y se nos avisa.
Pero lo importante es que entendamos que la parte que no sabemos, la parte que no se nos es revelada, muchas veces es porque no nos conviene saberlo, porque no ayudaría a nuestro refinamiento, porque no iríamos a una gloria mayor a la que estamos caminando ahora. El Señor sabe lo que es bueno para nosotros, así como nosotros sabemos lo que es bueno para nuestros hijos, cuando aun nuestros hijos no lo pueden discernir. El Padre Eterno nos cuida, nos abraza, nos escucha, nos contiene y nos sana.
[Hechos 1:7, RVR1960] Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad.
Nuestro Dios se ocupa de cada detalle de nuestras vidas y nos revela exactamente lo que necesitamos en el momento exacto, en la medida exacta y de la manera exacta, acorde a lo que nos va a favorecer, a lo que nos va a ayudar a crecer, a lo que va a provocar que nuestra fe aumente y no disminuya, a lo que nos va a ayudar a que estemos más cerca de Él y no más lejos. Porque también, sabiéndolo todo, si supiéramos todo, si absolutamente todo se nos fuera revelado, si ya no nos quedarían preguntas, si ya no hubieran cosas que no entenderíamos, ¿para qué necesitaríamos un Dios?, ¿qué puerta iríamos a golpear para preguntarle al Señor que nos muestre más y que nos ayude a entender?
Entonces, el Espíritu Santo me está dando esta Palabra para algunos de ustedes que se sienten frustrados porque quisieran saber más de lo que saben por el Espíritu Santo, porque quisieran tener los ojos más abiertos de lo que los tienen, porque piensan que el Señor los mantiene con los ojos velados. Sin embargo, no es la única razón, pero muchas veces, y especialmente si estás a cuentas con Dios, si tus vestiduras están blancas y no tienen manchas de pecado, si lo estás buscando, si lo estás sirviendo en lo que puedas, en la medida que se te permite con los dones que se te han dado, entonces, si Dios no te revela eso que estás preguntando, si Dios no te revela más de lo que quisieras, es porque posiblemente es mejor para tu alma esa situación en este momento de tu vida.
Y además, si todos los miembros del cuerpo tuvieran todas las revelaciones, si todos los miembros del cuerpo entendieran todas las cosas, ¿cómo se necesitarían unos a los otros? Por eso, el Señor a veces le revela una parte de ese extenso rompecabezas, que estoy viendo ahora, una sola pieza a un miembro del cuerpo, y le revela otra pieza del rompecabezas a otro miembro del cuerpo, y así, el rompecabezas se va armando y todas las piezas se necesitan. Porque únicamente cuando están juntas se puede ver el diseño final.
[1 Corintios 12:21, RVR1960] Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros.
Yo estoy viendo ahora una persona que tiene los ojos bien abiertos, que es vidente en el Señor, porque podemos encontrar en la Biblia esta Palabra, y podemos encontrar que las Escrituras llaman vidente al profeta Samuel y a otros más, y en este momento yo estoy viendo a alguien que tiene este don, o mejor dicho, que es vidente. Porque esa es la Palabra que veo y la que escucho, y el Espíritu me hace saber que, inclusive los videntes, no tienen todas las revelaciones. Inclusive aquellos que pueden ver detrás del velo de las cosas que se ven, inclusive a ellos no se les es revelado absolutamente todo. Y ¿por qué lo dice el Espíritu? Porque a veces hay un malentendido dentro de la Iglesia del Señor Jesucristo, donde los hermanos que no entienden cómo funcionan estas cosas piensan que, porque otro hermano es vidente, entonces debería saberlo todo, debería profetizarlo todo, debería ver todas las cosas.
Mas, sin embargo, no se trata del que quiere, ni del que corre, sino de lo que quiere el Señor, de Su voluntad. Él es la fuente y no el vidente, y de la fuente se envía el agua que se quiera enviar, para que lo reciban los vasos que el Señor dispone, los vasos que el Señor quiera, pero el agua es enviada desde arriba y no sale desde abajo. Poderoso Señor, el único que tiene todo el rompecabezas completo en su mano, es el único y sabio Dios, el único que puede ver todas las cosas de un principio a un fin, es el que las creó. Entonces, entiendan, hijitos, que si alguien no habla, es porque Yo no lo mandé. Entiendan, amados míos, que si no se les es mostrado, es porque Yo no quiero revelar.
[Efesios 1:17, RVR1960] para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos
[Ezequiel 47:1, RVR1960] Me hizo volver luego a la entrada de la casa; y he aquí aguas que salían de debajo del umbral de la casa hacia el oriente; porque la fachada de la casa estaba al oriente, y las aguas descendían de debajo, hacia el lado derecho de la casa, al sur del altar.
Pero eso no quiere decir que no los amo, sino que, nuevamente, Él nos recuerda que justamente lo hace así por causa de amarnos tanto. ¿Ustedes piensan, dice el Padre, que los niños tienen que saber todas las cosas, que los niños están preparados para entender todas las cosas que sus padres entienden? ¿Ustedes piensan que los niños pequeños tienen que participar de los mismos asuntos que los adultos? ¿Acaso no creen que si ustedes les dieran a conocer muchas de las cosas de la vida de un adulto, no perturbaría su infancia?
A veces no es el tiempo y no hay madurez para que yo pueda revelarte lo que me estás pidiendo. Confía en mí, dice Dios, y espera en mis brazos. Porque que no puedas ver y que no puedas verme no significa que no esté ahí contigo, amándote, cuidándote y guardándote de todo mal. No hace falta saber todas las cosas para tener fe de que estoy contigo. ¡Esfuérzate y sé valiente!, dice el Padre. Aunque no sepas si vas a tener o no la victoria, debes estar convencido de que aun así voy a estar ahí.
[Juan 16:12, RVR1960] Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar.
Y yo veo un foco ahora, veo un foco de luz que se enciende y veo a una persona que estaba en la oscuridad, pero de repente se enciende ese foco y esta persona puede ver lo que antes no veía. Y dice el Señor: Cuando uno camina por fe, no puede ver todas las cosas que vienen por delante de ese camino, y muchas veces el Señor nos mantiene de esta manera sin poder ver todo lo que viene por delante, porque Él quiere que caminemos por fe y no por vista. Entonces, al dar un paso en esa oscuridad —que no se trata de una oscuridad que viene de las tinieblas, no se trata de una oscuridad que viene de Satanás, no se trata de ese tipo de oscuridad—, estoy hablando de una oscuridad donde uno no puede ver lo que se avecina.
Allí, en ese camino que no es por vista sino por fe, uno se siente como que va ciego muchas veces, pero ahí es donde el Señor prueba nuestra fe, para ver si somos capaces de seguir adelante, confiando en que Él nos está guiando. Porque si viéramos lo que se avecina, ¿para qué lo necesitaríamos? ¿Para qué tendríamos que tomarnos de su mano si estaríamos viendo el camino claramente? Pero justamente lo hace así, para que, no viendo y no sabiendo todas las cosas, no nos quede otra opción que caminar por fe, que necesitarlo a Él, que tomarnos fuerte de su mano para sentir que Él es el que nos va guiando.
Así que, a esta persona que la veo en este camino oscuro donde no puede ver nada, cuando decide dar un paso, cuando decide levantar el pie para caminar, aun sabiendo que no puede ver lo que está adelante, ni siquiera lo que está en el piso, allí este foco se enciende. Únicamente cuando la persona decide caminar por fe y levanta el pie para dar este paso, confiando en que el Señor está con él, entonces ahí este foco se enciende. Ahí, cuando apoyamos ese pie para dar un paso en fe, es que el Señor coloca luz en nuestro camino. Gracias, Señor, porque Tú eres luz, Padre. Tú eres la luz, Señor.
[Salmos 119:105, RVR1960] Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino.
Y el Espíritu me dice ahora: Estoy quitando velos a muchos, les estoy revelando a mi Hijo a muchos, porque a Jesucristo solo se lo puede conocer por revelación. De otra manera, de oídas te había oído, pero ahora mis ojos te ven; de otra manera solo se puede escuchar de Su Nombre, de otra manera solo se puede escuchar que hablan de Él, solo se puede imaginar algo sobre Él, pero no saber fehacientemente quién verdaderamente es Él, el Hijo de Dios, el que tiene los siete candeleros, el que es la luz encendida, la estrella de la mañana. La revelación de Jesucristo la está dando el Señor en este tiempo a muchos que estaban en la oscuridad. Y esta vez, sí, hablando de la oscuridad de las tinieblas, del pecado y de la oscuridad terrenal. Únicamente se puede conocer verdaderamente y saber que Él es el Hijo de Dios a través de la revelación.
Esa luz de la revelación ingresa al corazón del que antes era incrédulo, o del que antes había escuchado de Su nombre, pero nunca lo había conocido en verdad. Esa luz que ingresa cuando una persona se convierte, esa luz de la revelación del Hijo de Dios, empieza a alumbrar cada parte del ser de esta nueva persona, empieza a alumbrar su alma, su espíritu, su cuerpo, empieza a inundar todo su ser, y esta misma luz de la revelación de Jesucristo es la que cambia a estas personas.
[1 Juan 1:5, RVR1960] Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él.
«Estoy encendiendo focos que estaban apagados», dice el Señor. «Estoy dándome a conocer a muchos que no preguntaban por mí, estoy trayendo luz al entendimiento de los que estaban opacados, estoy haciéndoles entender de qué se trata la salvación. Hijitos, ustedes repartan este pan, el pan de la Palabra del Señor, el pan del Evangelio del Señor Jesucristo. Repartan este pan a aquellos que están desnutridos, y una vez que esas personas reciban esta Palabra y se implante en sus corazones, entonces Yo me revelaré a ellos, iluminándolos y quitándolos de esas tinieblas donde permanecían anteriormente».
[Isaías 65:1, RVR1960] Fui buscado por los que no preguntaban por mí; fui hallado por los que no me buscaban. Dije a gente que no invocaba mi nombre: Heme aquí, heme aquí.
[Salmos 95:8-9, RVR1960] No endurezcáis vuestro corazón, como en Meriba, como en el día de Masah en el desierto, donde me tentaron vuestros padres, me probaron, y vieron mis obras.
Yo veo ahora en el Cielo un montón de cofres, muchos cofres en el Cielo que están cerrados, y el Señor me dice: «Tengo cosas preparadas, revelaciones para muchos, cofres que están cerrados, secretos guardados». Y yo veo que cada uno de esos cofres tiene una inscripción. En esa inscripción hay un nombre de una persona, hay una fecha exacta, hay un tiempo exacto para que cada una de esas revelaciones, secretos, misterios guardados desde antes de la fundación del mundo, sean entregados, y hay personas específicas a las cuales el Señor preparó estas revelaciones para dárselas a ellos.
Dice el Señor: Porque hay mucho más que te quiero mostrar, hay mucho más que quiero revelar a mis hijos. Pero también estoy viendo que hay muchísima resistencia en muchas congregaciones, en muchos grupos, en muchos hermanos, que rechazan la luz que ingresa por estas ventanas de visión, porque he dicho que las ventanas en los sueños muchas veces representan, una de las cosas que simbolizan, es la visión que uno tiene, y cuando la ventana está cerrada, a veces quiere decir que no hay visión, que no hay revelación, y cuando la ventana está abierta, muchas veces quiere decir lo contrario y está mostrando que hay visión en la vida de esa persona, que hay revelación, que se puede ver a lo lejos, que se puede ver más allá y que se puede ver hacia afuera.
[2 Reyes 7:2, RVR1960] Y un príncipe sobre cuyo brazo el rey se apoyaba, respondió al varón de Dios, y dijo: Si Jehová hiciese ahora ventanas en el cielo, ¿sería esto así? Y él dijo: He aquí tú lo verás con tus ojos, mas no comerás de ello
Pero yo estoy viendo, lamentablemente, que hay mucha resistencia todavía en lo que tiene que ver con revelaciones en las congregaciones, y a todo aquel que quiera hablar sobre cosas que ojo no vio ni oído oyó, muchas veces se les cierra esta ventana, se les cierra inclusive la puerta, y otras veces son expulsados de estas congregaciones. Yo estoy viendo una iglesia ahora que tiene todas sus ventanas cerradas con las cortinas gruesas, oscuras y bien tapadas, donde la única luz que hay en esta iglesia es la luz artificial de los focos físicos, pero no entra la luz de la revelación del Señor. El Espíritu Santo se ha quedado afuera y no puede revelar las cosas que Dios quisiera a los miembros de estos lugares. Pero entonces, nuevamente, el Señor me dice que por eso el Espíritu Santo se está moviendo tanto afuera de las iglesias. Y no estoy diciendo que no se mueva en ninguna iglesia, sino que estoy diciendo que el Espíritu Santo, de cualquier manera, se va a mover.
[Génesis 7:11, RVR1960] El año seiscientos de la vida de Noé, en el mes segundo, a los diecisiete días del mes, aquel día fueron rotas todas las fuentes del grande abismo, y las cataratas de los cielos fueron abiertas.
El Espíritu Santo, de cualquier manera, va a revelar igual ese pan que tiene que ser repartido, se va a repartir igual, esa agua va a venir del cielo igual y va a llover, como lluvia de revelación a todo aquel que esté abierto a recibir. Así que, donde el Espíritu de revelación encuentre las puertas y las ventanas cerradas, se va a ir a buscar a dónde pueda entrar, a donde se le dé espacio, a donde se le dé lugar. Así que el plan del Señor se va a establecer de una u otra manera, esa luz de revelación va a entrar igual por aquellas ventanas que estén abiertas. Ese pan de revelación va a ser dado a los que tengan hambre de comer. Esos tesoros escondidos y guardados para este tiempo, las llaves de esos cofres que están en el cielo, preparados para ser abiertos, se van a entregar a aquellos que estén dispuestos a recibir.
[Isaías 55:1, RVR1960] A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche.
[Efesios 1:16-17, RVR1960] No ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Él.
Así que, así como el Espíritu de sabiduría, el Espíritu de revelación anda recorriendo las calles y las casas para ver a dónde se lo deja ingresar. Porque en este tiempo, el Señor va a abrir el entendimiento de muchos, y van a poder entender finalmente cosas que antes no entendían, y van a empezar a ver cosas espirituales que antes no veían. Se les van a dar revelaciones por sueños, por visiones, se les va a hablar al oído a través de un ángel para revelarles las cosas ocultas. Así como se le dio a Juan la revelación de Jesucristo, enviándola por medio de Su ángel, así en este tiempo, el Señor va a revelar muchas cosas a aquellos que le aman a través de sus ángeles.
[Apocalipsis 1:1, RVR1960] La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan.
No tengan miedo, hijitos, porque aquel que pide pan, Yo no voy a darle una piedra, dice el Señor. A aquel que me pregunte y está limpio delante de mis ojos, Yo quiero contestarle; a aquel que quiera saber con una motivación correcta, a aquel que me pregunte con un corazón limpio, Yo le voy a responder en mis términos, en mis tiempos, porque Yo soy Dios y no vos, porque Yo tengo el Trono más alto y no ustedes. Y yo veo ahora a la Tierra y estoy viendo a muchas personas de rodillas, orando, pidiéndole al Señor que les revele las cosas escondidas.
Yo estoy viendo gente en todos los países, en muchos países del mundo, que se arrodilla postrada o se postra en el piso y le pide al Señor, desde la profundidad de su corazón: Padre, revélame más, poné una linterna en mi camino, Señor, porque quiero ver. Dame dirección, indícame por dónde, dame guía, dame entendimiento, hacéme sensato, ayudáme a pensar bien, ayudáme a tomar buenas decisiones. No me dejes en la oscuridad. Aquí estoy, tu hija, tu hijo, que quiere verte aún más de cerca. Permitíme limpiarme aún más para poder acercarme a tu luz. Transformáme, Señor, para que pueda ver tus maravillas y formar parte de tus propósitos.
Yo estoy escuchando ahora esta oración que muchos hijos de Dios realizan en distintos lugares del mundo. Y entonces Dios, escuchando estas oraciones, manda a los ángeles para que busquen esas llaves de esos cofres que veía antes y las lleven a estos niños de Dios, a estos Hijos de Dios, y a cada uno acorde a la madurez que tiene en ese momento espiritual, a la sabiduría que tiene para poder manejar esas revelaciones, acorde al tiempo que han estado pidiendo por esas revelaciones y acorde a qué tan limpio está su corazón también.
El Señor evalúa todas estas cosas, para que lo que se nos entrega no nos haga mal, ni a nosotros ni a los demás. Porque todo lo que Él hace, lo hace con un propósito de edificación, para levantar edificios, no para derribarlos. Y estos edificios que estoy viendo son los otros hermanos. Lo que el Señor revela no es para que el que recibe estas revelaciones se enaltezca y se muestre a sí mismo como un pavo real que quiere hacerse ver por su sabiduría, por su revelación, por su entendimiento, creyéndose que es más que los demás por la revelación que ha recibido. Sino que lo que el Señor revela a cada cual, lo hace con propósitos de sanidad para él y para los demás, con propósitos de avance y no de retroceso, con propósito de que se encuentren respuestas que nos ayuden a llegar a nuestra meta, porque estas revelaciones que el Señor entrega deben llevar su fruto para el Reino del Señor.
Pero yo estoy viendo ahora que muchas veces el Señor entrega revelaciones a algunas personas, pero quedan sin fruto porque ellas, habiendo recibido la indicación del Espíritu Santo de que hagan algo con esas revelaciones, se guardan este tesoro para ellas mismas y no lo comparten con quien el Espíritu Santo les indicó. Y entonces estas revelaciones son como semillas que se mueren sin crecer, son como tesoros que al final quedan escondidos debajo de la tierra, son como talentos que no se multiplicaron, son como plantas que no se regaron, son revelaciones que quedan sin fruto.
Y muchas veces esto sucede porque la persona que recibe una revelación se deja manejar por los miedos y, siendo egoísta, solamente pensando en ella misma, no quiere compartir con los demás lo que el Señor le pidió que comparta, para no ser tratada mal, para no ser rechazada, para no ser juzgada, para que no crean que está loca. El miedo ata a los Hijos de Dios por más que sean Hijos de Dios, cuando ellos mismos le abren la puerta y lo dejan activarse más que la valentía en el Señor. Y entonces es como si tuvieran una piedra preciosa en la mano, pero se la guardan en el bolsillo y entonces no se puede admirar, no refleja ninguna luz y queda escondida ahí.
Pero el Señor va a pedir cuentas de todas estas cosas que Él revela a los suyos para que sean impartidas a otros. El Señor va a pedir cuenta si fuiste negligente con las revelaciones que Él te dio. El Señor te va a preguntar por qué escondiste esa piedra preciosa que te dio para que impartas a los demás, por qué no hablaste de mis misterios cuando Yo te estaba llamando a abrir la boca, por qué no compartiste lo que te revelé, que de todas maneras no era tuyo, sino que vino de mí.
No tengan miedo, hijitos, dice el Señor, y saquen aquello que guardaron, porque yo estoy viendo que muchos de ustedes guardaron estas piedras preciosas en lugares a donde nadie las puede ver. Guardaron estas piedras preciosas en un cajón, las guardaron debajo del colchón, las metieron en los armarios, en lugares secretos a donde nadie sabe que están ahí. Y el Señor hoy te está haciendo recordar aquellas cosas que Él te ha revelado para compartir con los demás.
El reloj corre, me dice el Señor, y estoy esperando y te estoy dando tiempo para que te arrepientas y compartas lo que te di, porque mis misterios no son tuyos, son míos. Y si te los di a vos, es para que les abras los ojos a muchos que están ciegos, aun perteneciéndome. Así que a todos aquellos que estén en esta situación, su tarea, su deber, su obligación es preguntarle al Señor: ¿Qué tienen que hacer con eso que se les fue revelado, con quién tienen que compartirlo, en qué momento y en qué lugar? ¿En qué situación? ¿De qué manera? Porque ciertamente no hay que darle perlas a los chanchos, pero tampoco esconder lo que se nos ha sido dado para repartir.
Entonces, cuando ustedes reciban revelación, junto con la revelación recibirán sabiduría. Por eso justamente este versículo, Efesios 1:16-17, dice: «El Padre de Gloria os dé espíritu de sabiduría y de revelación», las dos cosas juntas. Porque cuando uno recibe revelación, debe pedir sabiduría para saber por el Espíritu cómo manejar, cómo administrar esa revelación. Porque tampoco significa que, al recibir una revelación, uno tiene que salir corriendo y llamar a todo el mundo y contarle a todas las personas que se cruzan por nuestra mente lo que Dios nos acaba de revelar, pero tampoco irse al otro extremo de borrarlo como si nunca hubiera existido.
Sino que, Señor, mostrame qué tengo que hacer con esta revelación, decime cuándo lo tengo que hablar, decime a quién, para quién está preparado, porque solo vos sabés quién está listo para saber. Mostrame, Señor, cuáles son los focos que tengo que encender, hablando de personas, del entendimiento de las personas a través de esta revelación. Padre, necesito Tu guía, indicame cuándo saco esta piedra preciosa de mi casa y la voy a mostrar a los demás. Alertame, Señor, de quiénes son las personas con quien no tengo que hablar, si fuera el caso. Ayudame a proteger lo que me has revelado y a defenderlo si estoy seguro de que fue por Tu Espíritu Santo.
Porque también yo estoy viendo que a veces las revelaciones son como semillas que les son dadas en las manos a algunas personas, y si esa persona que recibe esa semilla en sus manos no las protege, no las guarda y no las cuida, entonces puede pasar que vengan las aves y se roben esas semillas de las manos de esta persona, si es descuidada, si es negligente, si no entiende el valor que tienen esas semillas. Entonces el enemigo tiene la oportunidad de venir y robarte esos regalos que te dio el Señor, y ya no puedas alimentar a nadie con esa semilla que Él te dio.
Como dice Mateo en el capítulo 13, al sembrar, una parte de las semillas cayó junto al camino y vinieron las aves y la comieron. Así que en esta parábola, donde esas semillas representan a la Palabra de Dios, de la misma manera, las revelaciones no solo pueden venir a través de la Palabra de Dios, sino a través de sueños, de visiones, de éxtasis bíblicos y de cualquier otro medio que el Señor quiera utilizar, a través de ángeles, del Espíritu Santo y de cualquier experiencia espiritual que el Señor quiera utilizar para revelarle algo a su gente. Pero es el deber de aquel siervo de Dios proteger esas revelaciones, para que no se le olviden, para que no queden guardadas en una bolsa y así nunca crezcan como una planta y lleven fruto. Esas semillas deben ser cuidadas, deben ser guardadas, deben ser protegidas y se debe orar sobre esas semillas.
Así que tengan cuidado, hijitos, porque el ladrón solo viene a robar, a matar y a destruir. Y una de las cosas que hace el diablo con nosotros es tratar de destruir y matar a aquel que recibe las revelaciones de Dios. No solamente viene a robar esas revelaciones, si pudiera, sino que el objetivo más grande del enemigo con las personas que reciben revelaciones es destruir su vida y matarlos. Y si la persona que recibe revelaciones, porque hay hijos específicos de Dios que tienen un llamado particular, que son como receptores, son como radares de Dios, que reciben revelaciones regularmente a través de diferentes medios, como dije antes, estos son blancos del enemigo. Y lo que hace, lo que intenta normalmente el enemigo, es usar muchas técnicas en contra de su vida espiritual, y comienza planteándoles la duda sobre si esas revelaciones vienen de Dios o no; continúa plantando confusión para que empiece a no ver claro, y viendo borroso, otra vez crea que esas cosas no vienen de Dios.
Intenta crear problemas en la mente de estas personas para que crean que están locas. Utilizan la boca, inclusive, de otros hermanos para matar su fe. Utilizan a otros hermanos, inclusive, al enemigo a veces, para apagar la luz de la revelación de esa persona, para apagar ese foco. Le dicen: Cállate, no hables de esas cosas, esas cosas no vienen de Dios, ya todo está escrito, no hay nada más para saber, esas cosas vienen del diablo. Te creés que sos profeta. Y así, utilizando muchas frases distintas que son como flechas que van dañando el alma de estos radares del Señor, se van opacando, se van dañando, se van enfermando en el alma. Y si no saben cómo defenderse, si no se mantienen más cerca de Dios que de los hombres, si son rebeldes y no obedecen a la voz del Señor, si permiten que entre el pecado en sus vidas, si no edifican su espíritu y son como una torre débil que es fácil de bajar, entonces estas flechas ingresan y el alma de estas personas se empieza a enfermar, se empieza a debilitar. Y a veces llegan a un punto donde no quieren saber nada que tenga que ver con las cosas del Señor.
Ese es el objetivo del enemigo con todo aquel que recibe revelaciones de Dios: apagar a estos focos encendidos que tienen entendimiento de las cosas espirituales. Apartarlos de los demás para que, una vez que están solos, que son rechazados, que son expulsados, que son maltratados, entonces ahí, una vez que están en el piso, el diablo aprovecha para golpearlos aún más. Inclusive a veces hasta llegan a tener enfermedades en su cuerpo por causa de estas cosas.
Pero, si esa es tu condición, el Señor te dice hoy: Yo aún estoy aquí, esperando a que vuelvas y me pidas perdón por no haber protegido lo que te di, por haber escuchado más la voz de los hombres que la mía, porque yo estoy viendo que a muchos de ustedes se les han revelado cosas que en su momento no las creyeron, pero que después, con el tiempo, escuchando a otros siervos que hablaron de lo mismo, entendieron que realmente venía de Dios. Y se arrepintieron de no haber creído. Límpiense, hijitos, aquellos que no cuidaron lo mío, aquellos que administraron mal mis cosas celestiales, aquellos a los cuales les confié mis misterios y los rompieron, como cuando se parte al medio una hoja, simbolizando que los descuidaron.
Y yo los voy a restaurar, dice el Señor, y los voy a volver a llamar, y voy a volver a abrir ese caudal de sueños que tenías, que me pediste cerrar, y voy a volver a mostrarte aquello que en algún momento no quisiste mirar. Porque veo a alguien que veía en el Espíritu, pero se tapó los ojos, porque ya no quiso ver más. Y muchas veces esto es porque a la gente le importa más quedar bien con el hombre que con Dios, y con tal de quedar bien con el hombre, rechaza las cosas del Señor. Aquellas flores que se cerraron vuélvanse a abrir para recibir la luz de la revelación del sol que representa el Señor en esta visión, porque si no, vas a ser como una flor que se empieza a marchitar, vas a ser como un árbol por donde la savia deja de circular, vas a ser como las uvas que se empiezan a morir, porque ya no están conectadas con la vid.
Hijitos, todos aquellos que me hayan dicho que no cuando los llamé a hablar, arrepiéntanse ahora. Y vuelvan a preguntarme: Señor, ¿qué hago con lo que me mostraste? ¿Qué hago con lo que me hablaste? ¿Qué hago con ese sueño que me diste?, para que yo abra puertas por donde ustedes puedan entrar. Pero primero tienen que poner en la balanza qué es lo que les importa más: si el qué dirán de los hombres o complacerme a mí, que soy el único Rey, que soy el único que puede darles la vida eterna, que soy el único Juez que les va a juzgar acorde a lo que hicieron con esas cosas, que soy el único que los puede compensar.
Y yo estoy viendo ahora muchos corazones que están viendo este video y que le están pidiendo al Señor por revelación. Pero el Señor te pregunta: ¿Para qué quieres recibir esa revelación? ¿Qué quieres hacer con eso que me estás pidiendo que te revele? ¿Cuáles son las motivaciones de tu corazón que te animan a acercarte a mi Trono de Santidad para que te revele esas cosas que ahora están ocultas a tus ojos? Escudriñate y, antes de pedirle al Señor revelación, fíjate: ¿qué es lo que te motiva a encender ese auto? ¿Qué es lo que te motiva a ir en esa dirección?
Porque si venís a mi Trono, dice el Señor, a pedirme que te revele y Yo veo que tu corazón no es justo delante de mí, que querés conseguir información para utilizarla de mala manera, mejor sería que no hubieras venido y te quedes como estás. Porque yo estoy viendo, lamentablemente, que hay mucha gente que va delante del Trono de Dios a pedirle revelación sobre ciertos asuntos que inclusive no les competen, sino que son asuntos de otros, de los demás. Pero muchos de ellos quieren saber cosas que no son asuntos de su vida, de sus propias vidas, sino de los demás. Porque quieren meterse en la vida de los otros, porque quieren que los demás hombres sepan que ellos tienen esa revelación y ellos no. Porque quieren vanagloriarse a escondidas. Porque en vez de ser sabios y esperar a que Dios revele, si quiere y si no quiere, que no revele, y no meterse en cosas delicadas, se adelantan y piensan que ellos saben mejor que el Señor cuándo hay que revelar un asunto. Y no solo eso, peor que eso, yo estoy viendo personas que se presentan delante del Trono de Dios en oración y piden revelación acerca de asuntos de otros o de situaciones que otros están pasando, para ir a empeorar esa situación, hablando sobre esas revelaciones. Para ir a golpearlos con esa misma piedra preciosa que le están pidiendo al Señor.
Pero muchas veces la respuesta del Señor a esas personas es: hijo, no te estoy llamando a meterte ahí, no te estoy llamando a hablar. ¿No pensás que, si Yo quisiera revelarte tal asunto, ya lo hubiera hecho? Que tengo muchísimos medios para mostrarte lo que me estás preguntando. Y estoy escuchando la palabra manso, ahora humilde. El que es manso, el que es humilde, no quiere adelantarse a los tiempos de Dios, no quiere saber más cosas que las que Dios les quiere mostrar. No quieren meterse en los asuntos ajenos, sino que saben contener su espíritu y tener dominio propio para dejar que Dios actúe como a Él le plazca.
El Señor está probando a muchos a través de darles revelaciones sobre asuntos de los demás, pero diciéndoles que cierren la boca. Porque muchas veces cuando el Señor revela, no siempre es para hablarlo con los demás, sino para la persona misma que recibe esa revelación, inclusive cuando se trata de asuntos de otros. El Señor muchas veces te revela asuntos de otros y después te dice que no los hables, para probar tu fidelidad. Para probar si tenés dominio propio, para probar si sabés sujetar tu espíritu, para ver si estás listo para ascender a un nuevo nivel. Pero muchas veces la impaciencia y la ansiedad, la vanagloria, la desesperación, el miedo, son cosas que llevan a las personas que reciben estas revelaciones y que Dios les está diciendo que no las hablen a los demás, a hablar de igual manera.
Y entonces el Señor, viendo esto desde su trono, dice: «Mi hija no está lista para subir las escaleras, porque aún no sabe callar lo que le dije que no hable». Así que hay revelaciones para hablar y hay revelaciones para callar. Hay revelaciones para iluminar a los demás, pero también hay revelaciones para iluminar al que recibe esa Palabra. Hay revelaciones para compartir y hay revelaciones para no compartir. Y ahí está la sabiduría, dice el Señor, y ahí está a donde uno tiene que hacer su parte y buscar en oración al Señor, hasta encontrar la guía y la respuesta de saber qué tiene que hacer con eso que se le es revelado.
Pero también me muestra el Señor que algunos de ustedes son como caballos sueltos, que no tienen riendas. Que cuando el Señor les habla o les revela algo, no saben ponerle un freno a esa cabalgata. Van sueltos en el campo, no estando domados. Y este caballo suelto en esta visión representa la voluntad de la persona. Hay muchas personas que reciben revelaciones, pero que no tienen dominio sobre su voluntad, no tienen las riendas sobre su voluntad. Y entonces todo lo que escuchan, lo hablan; todo lo que ven, lo dicen; todo lo que saben, lo comparten. Y a veces, en vez de edificar, destruyen, porque no era para esa persona, no era para ese tiempo, no era para ese lugar, no era de esa manera.
Y entonces después reciben aún más rechazo del que recibían antes, porque tienen revelación, pero no tienen sabiduría para manejar esa revelación. Por eso dice la Biblia que la sabiduría es lo más preciado que uno puede tener. Que de entre todas las cosas que anhelemos, la sabiduría es más valiosa que las piedras preciosas. Entonces, más que revelación, tenés que pedirle al Señor sabiduría, para que cuando las recibas sepas cómo manejarlas con sabiduría, porque sin sabiduría es como darle a un niño un arma blanca para jugar.
[Job 28:17-18, RVR1960] El oro no se le igualará, ni el diamante, Ni se cambiará por alhajas de oro fino. No se hará mención de coral ni de perlas; La sabiduría es mejor que las piedras preciosas.
Sin embargo, muchos de ustedes ponen la revelación por encima de la sabiduría, pero la Biblia no habla de la manera que habla de la sabiduría como de la revelación. O, mejor dicho, la Biblia no habla de la revelación como habla de la sabiduría, insistiendo sobre la sabiduría.
Y en este tiempo yo estoy viendo que el Señor está trayendo mucha revelación sobre los eventos de los últimos días a muchos hijos de Dios. Él está revelando lo que dejó escrito en su Palabra y trayendo claridad sobre eso, y trayendo entendimiento sobre profecías que están escritas de una manera que parece que estuvieran en clave, para que no se puedan entender en el tiempo que se escribieron, sino cercano al tiempo que se están por cumplir. Son como, estoy viendo textos escritos, pero están en oscuridad esos textos escritos. Es como si la Biblia estuviera abierta en esta visión que estoy viendo, pero la luz está apagada y entonces no se puede entender lo que está escrito. Pero llegado el tiempo de entender esos textos, el Señor prende la luz de nuestro entendimiento para que aquello que no se podía entender antes, porque no era el tiempo, se entienda hoy, que sí es el tiempo.
Como dice Daniel 12:4: «Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin». Porque en otro pasaje de Daniel, también el Señor le dice que estas profecías son para el tiempo del fin, no para ese tiempo. Entonces, en este tiempo, las profecías que se están por cumplir, en este tiempo que estamos caminando nosotros sobre la Tierra, el Señor está trayendo luz sobre ellas, para que su Iglesia las pueda entender y pueda ver que lo que está escrito se está cumpliendo y está próximo a cumplirse. Porque Él no deja sin luz a los suyos, para que entendamos los tiempos hacia donde estamos caminando, para que estemos advertidos y nos preparemos.
Por eso, muchos atalayas de este tiempo están recibiendo el entendimiento de muchas profecías escritas que otros no podían entender y tienen la tarea de avisar a la Iglesia lo que se viene, para que estén advertidos y se protejan, y se guarden, y estén preparados para esas cosas. «Les estoy revelando secretos guardados desde los tiempos antiguos», dice el Señor.
Y yo veo gente que está reservada, gente que se guarda a ellos mismos, gente que tiene mucha relación, comunión con el Espíritu Santo y con el Señor, gente que medita sobre la Palabra de Dios. Gente a los cuales el Señor ha puesto en su corazón una necesidad de entender los textos bíblicos proféticos, gente que busca respuestas en el Espíritu de Dios, en la comunión con Dios, en la soledad con Dios. Gente que pasa tiempo con Él haciéndole preguntas sobre lo que está escrito. Y el Señor dice: Yo voy a abrir los ojos a estas personas porque ellos sí están interesados en saber las cosas que están en mi corazón. Yo me voy a ocupar de revelarles aquellas cosas que todavía no entienden, a aquellos hombres y mujeres que me buscan en los secretos de su habitación, que saben clamar a mí con insistencia para que les dé la llave de esos tesoros escondidos que tengo preparados para ellos. Yo voy a responder a todo aquel que clame para saber lo que va a venir y que tenga intenciones de edificar a los demás con esa información.
Porque no hay nada que el Señor haga sin revelar su secreto a sus siervos, los profetas. El Señor revela sus secretos no solamente a los profetas, sino a sus amigos, a los que están muy cerca de Él, y una de las formas de estar muy cerca del Señor es en la comunión con Él y en la soledad con Él, tratando de escucharlo, no solamente hablándole y hablándole, sino también haciendo silencio. No solo con la boca, sino en nuestra mente y en nuestro corazón, para poder escuchar lo que Él quiere decir.
A ellos, dice el Señor: Voy a iluminar. Porque a través de esa comunión han sabido crecer en sabiduría, a través de estar en ese silencio íntimo con mi Espíritu han aprendido a callarse y no solamente hablar. Hijitos, búsquenme, porque muchos de ustedes me preguntan, me piden revelación, pero simplemente hacen pedidos sin querer conocerme más. Muchos de ustedes me piden revelación, pero se quedan en la superficie del agua y no se meten en las profundidades de mi ser, en las profundidades de mi Espíritu; no saben nadar en las cosas espirituales. Muchos de ustedes quieren ir más lejos en ese mar de entendimiento, pero cuando simplemente se mojan los pies en la orilla de la playa ya quieren escapar de mí, ¿para qué me piden, si después no lo van a querer administrar bien? Y eso es porque algunos simplemente lo hacen por curiosidad, no lo hacen por amor a las cosas de Dios, sino porque son curiosos y quieren saber más. Pero, porque sus ojos no se sacian de ver y su corazón no se cansa de buscar, y sus mentes no se cansan de saber más. Pero no por un amor genuino a mis secretos, a mis misterios, a las cosas que tengo guardadas celosamente en mi mano.
Hijitos, yo espero, dice el Señor, que se entreguen aún más a mí, sin guardarse nada en sus bolsillos, sin esconder sus manos detrás de sus espaldas. Sin engaño, siendo transparentes, porque yo estoy viendo a una persona que se acerca desnuda al trono de Dios, pero esa desnudez simboliza en esta visión transparencia, ser genuinos. Porque esa persona sabe que, de todas maneras, Dios sabe todo acerca de ella y no se puede esconder. De eso se trataba la desnudez de Adán y Eva, ellos no tenían nada que esconder delante del Señor. Eso representa esa desnudez, no había pecado en sus manos, por lo tanto, no las escondían detrás de sus espaldas. No había ninguna mugre que tapar, por lo tanto, no necesitaban ropa, no necesitaban cubrir su pecado.
Pero después de que pecaron, necesitaron algo para cubrir esa inmundicia, porque ya no podían presentarse delante de Dios con la misma transparencia, limpieza, pulcritud, inocencia que antes. Entonces, vengan delante de mi trono, dice el Señor, estando desnudos de malas intenciones, desnudos de malignidad, presentándose como niños delante de mí, que no tienen vergüenza de mostrarse tal cual son. Pero aquel que no se deja ver es porque tiene algo que quiere esconder, es porque tiene algo que no quiere que yo vea; sin embargo, no hay nada que se esconda de mis ojos. Porque yo veo más allá de todas las cosas, y escudriño la mente y el corazón para ver lo que hay allí.
Así que el Señor espera aún más que una persona pida cosas que le ayuden a limpiarse, a santificarse y acercarse al Señor, que le muestre una revelación. El Señor espera más que nos limpiemos de nuestros pecados a que queramos saber lo que quizás no estamos listos para saber. Hay otras cosas que están primero, para que lo otro venga después. No es que valga poco o que no tenga importancia recibir revelación, pero para ser dignos, para estar aptos de pedir revelación sin que el juicio de Dios caiga sobre nuestras vidas, debemos primero limpiar nuestras vestiduras. Examinar la condición de nuestro corazón. Preguntarnos: ¿para qué queremos recibir eso? Evaluar nuestros corazones para ver si la motivación está limpia de querer saber más.
Gracias, Padre Santo, que habitas en luz inaccesible, límpianos aún más para poder acercarnos confiadamente a tu trono, a través de haber sido lavados por el arrepentimiento. Yo te pido ahora que a todos aquellos que tengan los ojos velados, que los abras; a todos aquellos que tienen ceguera espiritual, que los sanes en este momento, en el nombre de Jesús. A todos aquellos cuyos ojos están en oscuridad, que sea tu luz iluminando ahora, ingresando por esos ojos de la visión espiritual, para que empiecen a ver tus cosas y que les sea revelado lo que antes estaba velado y que esté acorde a tu voluntad, Padre Eterno.
Te pido, Señor, que sea la luz de Tu revelación entrando en los corazones ahora, en el nombre de Jesucristo. Te pido porque veo un montón de llaves para estos cofres cerrados. Te pido ahora que sean entregadas esas llaves por Tu Espíritu a todo aquel que hayas predestinado para recibirlas, y que esté abierto a Tu revelación y que tenga buena motivación. Padre Eterno, el que revela los misterios, el que descifra los enigmas, el que arma todo rompecabezas, el que sabe exactamente a dónde va cada pieza. Señor, utilízanos como instrumentos, como herramientas, para cumplir con Tu plan eterno. Ayúdanos a administrar lo que nos das, lo que nos diste y lo que nos vas a dar, aquellas cosas que nos revelaste y especialmente aquellas que aún no sabemos qué tenemos que hacer con eso, Señor.
Muéstranos un reloj con el tiempo exacto para hablar. Ayúdanos a no estar atrasados, a no estar adelantados, sino a caminar a Tu ritmo con respecto a entregar o no toda revelación. Amado mío, dinos ¿cuándo es el momento de abrir esos cofres? Danos sabiduría sobre todas las cosas, para saber por el Espíritu Santo cómo actuar en cada momento con respecto a esto, cuándo pedir y cuándo no pedir, cuándo entregar y cuándo quedarnos con eso, Señor.
Ayúdanos a edificar a los demás, a cuidarlos, a motivarlos, a traer sanidad, a traer respuestas a través de Tus revelaciones, a traer maduración a los otros hermanos. Ayúdanos a construir con lo que nos muestras para Tu Reino, y a destruir las obras del enemigo a través de Tus revelaciones. Y estoy viendo ahora que hay algunos casos que, por causa de gloriarse tanto por las revelaciones que reciben, es como que un freno se les ha puesto para que no puedan subir más de lo que el Señor los suba. Por causa de la exaltación por las revelaciones que algunos reciben, hay ciertos frenos que el Señor coloca en sus vidas para que no se pierdan.
Dice Pablo que, por causa de las revelaciones, para que él no se exaltase desmedidamente, se le fue dado un aguijón en su carne, un mensajero de Satanás que lo abofetee, para que no se exalte sobremanera. Y lo mismo me muestra el Espíritu Santo, que el Señor hace con todo siervo que pertenece a Su Reino, que le sirve, que trabaja para Él, pero que a veces se eleva más de lo que debería, que se exalta, que tiende a enorgullecerse, que tiende a sentarse en un trono que no le corresponde, que tiende a hacerse como Dios, por causa de esas revelaciones. Que llega un punto de creer que ya no necesita a nadie, por causa de las revelaciones que tiene, porque el que se humille será enaltecido y el que se enaltezca será humillado. Y una de las formas de humillar a estas personas es colocarles un aguijón en su carne o algún otro tipo de freno para que no puedan avanzar en ese gloriarse a ellos mismos.
Entonces, en realidad, estos frenos son para el bien de esa persona. Aunque quizás Dios lo quisiera de otra manera, a veces es la única manera en la que el Señor resguarda el alma de esta persona para que no se enaltezca desmedidamente y se termine perdiendo en las manos de Satanás. Por lo tanto, muchas veces la gente que tiene muchas revelaciones está enferma permanentemente o tiene problemas de otra naturaleza en sus vidas, porque el Señor los vuelve a tierra continuamente y les recuerda de dónde salieron y a dónde volverán.
Es como que el Señor coloca límites a este tipo de personas, porque veo a una persona adentro, como de un cuartito redondo, las paredes son de una habitación redonda y esa persona está ahí adentro y ciertamente recibe muchas revelaciones que vienen de Dios. Pero el Señor le pone límites para que no pueda ir más lejos de lo que tenga que ir. Es como una ovejita a la que se le ponen cercos para que no se vaya más lejos de donde su Pastor la pueda cuidar. Esos límites que el Señor pone a estas personas son por su bien, son límites que en realidad son sanos para su alma. Aunque la persona no los sienta del todo cómodos o que son para su bien.
Porque hay muchos que reciben revelaciones de parte de Dios, ciertamente, pero están exaltados, están creídos y están enorgullecidos. Tienen el pecho alto, el mentón levantado, los ojos altivos por causa de esas revelaciones, y el Señor ciertamente los utiliza como un instrumento para edificar a los demás. Pero quizás Dios no tiene el mismo trato con esta persona que con alguien que quizás no tiene tantas revelaciones, pero se mantiene en humildad, comparándose con los otros, como si ellos fueran superiores a él. Esa es la piedra preciosa más grande que tiene el Señor, que alguien no tenga necesidad de hacerse ver, de hacerse escuchar, de hacerse valorar.
Es que hay mucha confusión en la Iglesia de Dios, y muchos piensan que porque hay algunos siervos de Dios que reciben muchas revelaciones de parte de Él, valen más que los que están escuchando, valen más que los que están comiendo de esos panes, y están confundidos porque Dios no hace acepción de personas. Simplemente, hay vasos que reciben, que dan, y otros que reciben, pero el valor de los dos no radica en que, si dan o reciben, sino que el Señor mira los corazones. Así que bajen todos aquellos que se han enaltecido, bájense de esos tronos y arrodíllense delante del Rey, el único que es digno de estar sentado en el Trono de tu corazón. Quítense las coronas delante del Rey de Israel, todos aquellos que se hayan enaltecido delante de Dios, así como los ancianos tiraron sus coronas delante del Señor. Porque dice en el Libro de Samuel que Dios no ve como el hombre ve, que no se fija en la apariencia exterior, sino que Él mira los corazones.
Justamente, Señor, por estas revelaciones, por lo que me has mostrado hoy, para compartir con los tuyos. La gloria sea para ti, Señor, la honra es para ti. Guárdanos, Padre, de todo enaltecimiento, de todo orgullo, de toda necedad, de toda falsa creencia, de poner nuestro valor en las revelaciones que nos das. Te alabamos por todo, porque Tuyo es todo el Reino, Señor, el imperio, la gloria, la honra, Tuyos son los misterios, Tuyas son las revelaciones, no hay nada oculto para ti, pero sí para nosotros, Señor, y nosotros vemos en parte, nada más, si Tú lo quieres.
Gracias, Santo de Israel, por este pan nutritivo que nos has dado para comer en esta noche. Muy bien, y como siento decirles por el Espíritu, estudien en la Biblia sobre este tema, sobre las revelaciones. Es como que el Espíritu me hace saber que a Dios le complace que sus hijos estudien todo lo que escuchan por ellos mismos. Y en este caso les aconsejo por el Espíritu que tomen sus Biblias y empiecen a estudiar sobre las revelaciones, sobre la revelación, y le pregunten a Dios primeramente lo que surja en sus corazones antes de buscar a los hombres, y le pidan a Él las respuestas y las llaves para abrir esos candados cerrados. Y Él les va a responder, porque Él espera que sus hijos busquen relación con Él. Él genera preguntas en tu corazón para que lo busques, para que Él te responda. Porque Él te quiere a su lado. Pero muchas veces buscas a los hombres para encontrar revelaciones que Él mismo te quiere dar. No hagas eso si el Espíritu no te lo indica. Andá a la fuente primero y vas a estar seguro, salvo que el Señor te indique otra cosa.
Muy bien, bendiciones, seguimos conectados para la gloria del Señor. Le mandamos saludos desde Argentina, mi esposo y yo. Mi esposo, que está en el chat y ministrando también al Pueblo del Señor a través de los versículos bíblicos para avalar lo que voy recibiendo de parte del Espíritu. Gracias por las oraciones y vayan a su Creador en busca de todas las cosas. Adiós. Saludos desde Argentina.