Gloria al Señor por habernos llamado a pertenecer a este reino celestial, donde ninguna cosa inmunda entrará. Los hechiceros, los idólatras, los fornicadores, los murmuradores, los borrachos, los parricidas y matricidas, los afeminados, los que se acuestan con personas del mismo sexo, las personas que abortan y todos aquellos que practican cualquier tipo de inmundicia y no se arrepienten no ingresarán a este reino puro, blanco y resplandeciente al que pertenecemos todos quienes somos hijos de Dios, llamados por nuestro nombre a arrepentirnos, a limpiarnos, a entregarnos y a seguir a ese Rey inmaculado, sin mancha. Porque el Señor hace diferencia entre lo limpio y lo sucio, entre lo santo y lo inmundo. El Señor pasea sus ojos sobre la tierra, mirando las vestiduras de todo aquel que pisa este planeta. Y Él me mostraba en estos días que, a veces, aún puede ver manchitas en las vestiduras de los suyos. Dice la Palabra:
[Éxodo 19:10, RVR1960] Y Jehová dijo a Moisés: Ve al pueblo, y santifícalos hoy y mañana; y laven sus vestidos.
Hija, me decía el Señor, llamá al arrepentimiento a mi pueblo. Deciles que se laven de aquellas manchitas que tienen en sus vestiduras y de las cuales, a veces, no están del todo conscientes.
El enemigo ha engañado a muchos en estos últimos días, haciéndoles creer que ciertas prácticas no son pecado ante los ojos de Dios, aun cuando su Palabra es clara en muchas cosas. El Señor hoy quiere lavarte de esas cosas y llevarte a un nuevo nivel de purificación. Porque la Palabra dice que Él es como fuego de fundidor y como jabón de lavanderos. Yo veía hoy vestiduras que eran lavadas, y veía las manos de nuestro Señor fregándolas con jabón de lavanderos.
Hijitos, dice el Señor, los quiero aún más santificados, aún más purificados. Hijitos, examínense, escudríñense. Mírense frente al espejo de mi Palabra para ver si encuentran mugre espiritual, para ver si tal vez haya polvo en sus vestidos espirituales. Hijitos, sacúdanse de toda inmundicia que se les haya pegado. Oh, hijos míos, estoy llamando a un pueblo a santificarse aún más para que puedan acercarse más a mí. Porque el Señor es santo, santo, santo.
Y yo (Noelia) estoy sabiendo ahora, por palabra de conocimiento, que muchos de ustedes desean y le han dicho al Señor que quieren acercarse aún más a Él. Muchas veces, cuando uno se acerca a la luz y se mira a sí mismo, puede ver cosas que antes no veía, puede ver que hay cosas sucias que antes no era capaz de reconocer. Al acercar sus vestidos a una luz tan potente, estas cosas que antes no eran fáciles de ver se pueden reconocer aún mejor. Al acercarnos aún más a Él, que es luz, nos damos cuenta de que aún hay cosas de las cuales nos tenemos que limpiar y lavar.
Hijitos, dice el Señor, quiero que se acerquen a mí. Vengan, dice el Señor. Yo también quiero que vengan más cerca mío, que caminen un paso más cerca de mi trono. Hijito, te voy a ayudar a limpiarte de esas cosas que te son difíciles de quitar de tus vestidos, esas manchas viejas y podridas que quieren provocar que tus vestiduras se rajen. Pedime ayuda, hijito, pedime ayuda, hijita, y Yo te voy a ayudar. Voy a pasar hisopo sobre esas suciedades y voy a pasar un plumero espiritual para quitar esa tierra que está opacando el resplandor de sus vestiduras.
El Padre hoy derrama de su misericordia sobre todos sus hijos, de su gracia y su perdón, para limpiarte en este momento, y Él solamente requiere que reconozcas aquello que provoca que no estés del todo limpio. El Señor quiere llevar a su pueblo, a su iglesia, a un nuevo nivel espiritual por las cosas que vienen, para que esté preparado, para que pueda resistir los sacudones que vienen al mundo, para que su pueblo camine en un poder aún mayor. Así como los hijos de la oscuridad van a caminar en un poder mayor, ¡cuánto más los hijos de Dios van a caminar en un poder nunca antes visto sobre la tierra! Pero para eso el Señor quiere limpiar tu vaso. El Señor quiere verte brillar y quitar las manchitas en ese vidrio que están provocando que no estés del todo transparente delante de Dios, esas manchitas que están opacando tu brillo y que te impiden avanzar un paso más cerca del trono.
Hijitos, dice el Señor hoy, dispongan sus corazones para reconocer lo que les voy a mostrar, para arrepentirse y humillarse delante de mis pies, para que Yo los pueda limpiar. De esta manera, ustedes podrán venir confiadamente aún más cerca de esta luz inaccesible.
Abrí tu corazón a la palabra del Espíritu Santo en esta ministración, porque esta es la clave, la llave. Esta es la puerta por donde tenés que entrar para encontrar la solución y quitar del medio aquello que te estaba impidiendo acercarte más a tu Dios.
Puedo ver tus peticiones, puedo ver cuántas noches le estuviste pidiendo al Señor: «Señor, quiero conocerte más, quiero acercarme más a vos, quiero ir más cerca tuyo, quiero escucharte mejor, quiero conocer aún más tus caminos, tus pensamientos, quiero saber lo que pensás, quiero estar alineado a tu voluntad». Pero había ciertas paredes, ciertas barreras que tal vez no podías reconocer y que no te permitían ir más profundamente en las cosas del Señor. Dice la Palabra:
[Apocalipsis 22:14, RVR1960] Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad.
Yo quiero tener derecho al árbol de la vida. Yo quiero entrar por las puertas de la ciudad. ¿Cuántos de ustedes anhelan tener derecho a ese árbol de la vida y entrar por las puertas de esa ciudad, donde ya no habrá más sol, porque la luz de nuestro Dios será la que nos ilumine? Donde ya no existirá más tristeza, dolor, depresión, amargura o sufrimiento, sino solamente gozo, alabanza, alegría, luz y placer. Lavémonos hoy para que el Señor, al escudriñar nuestros vestidos, no encuentre ni una manchita, ni la más pequeña, en nuestras vestiduras espirituales.
Yo estoy viendo manos sucias en este momento. El Espíritu Santo me insistió en estos días, diciéndome: «Llamá a mi pueblo a que se arrepienta para que pueda ser purificado, para que se santifique aún más, y, a través de ganar más santidad, pueda acercarse aún más al que es tres veces santo». A veces hay cosas que hacemos durante los días, durante nuestras rutinas, que ensucian nuestras manos. El Señor dice que hay algunos que están manejando de mala manera el dinero en estos tiempos, que tienen que arrepentirse de recibir provisión con una mano y, en vez de dar con la otra, retienen lo que el Señor les da para repartir. Algunos de ustedes tienen un don de dar; están llamados a recibir, pero no solamente para tener bienestar y prosperidad económica ustedes mismos, sino también para convertirse en dadores y dar a los que necesitan. Algunos de ustedes son llamados administradores de los bienes del reino de los cielos, pero no le han hecho caso al Espíritu Santo, me revela ahora el Señor, cuando el Espíritu los llamó a repartir esos bienes que el Señor mandó del cielo. Entonces, sin darse cuenta, han ensuciado sus manos porque no le obedecieron al Espíritu Santo.
Entonces, a quien le llegue esta palabra, a quien le resuene en el corazón lo que estoy diciendo, el Espíritu Santo se va a mover en vos y te va a redargüir de lo que te estoy diciendo ahora, y te va a convencer de pecado, porque Él es quien puede convencer de pecado a todos aquellos que son los dadores del reino, a todos aquellos que el Señor llamó a repartir, a dar, y no lo están haciendo. No están obedeciendo al Espíritu Santo de Dios y han entrado en rebeldía. Entonces, sus manos se están ensuciando, espiritualmente hablando, porque en vez de dar lo que reciben, lo retienen.
Si este es tu caso, si el Espíritu Santo te está redarguyendo ahora de que Él te llamó a dar de diversas maneras y no lo hiciste al nivel que Dios te llamó a hacerlo, entonces acá estoy para llamarte al arrepentimiento. Arrepentite y pedile perdón al Señor por no haberte dado cuenta de este pecado, por no haber reconocido que estuviste en rebeldía contra el Espíritu Santo, por haberlo contristado. Decile: «Señor, perdón. Tuve miedo de dar eso que me diste, tuve miedo de repartirlo, tuve miedo de quedarme sin nada cuando me llamaste a dar eso que me pediste, cuando en realidad no tomé en cuenta que tu Palabra dice que más bienaventurado es dar que recibir».
Si este es tu caso, en este momento arrepentite para que el Señor pueda lavar tus manos. Arrepentite y volvé atrás, a ese momento donde el Espíritu Santo te llamó a repartir los bienes que te dio a quien sea que te haya llamado a hacerlo. Pedile perdón al Señor, pedile que lave tus manos, y después de haberte arrepentido y recibido el perdón, andá y volvé a cumplir lo que el Espíritu Santo te pidió.
El Espíritu me revela ahora que el que retiene lo que le es dado para repartir bloquea el flujo de la prosperidad divina. Aquellos que no cumplen con ese llamado de ser canalizadores, dadores, administradores, repartidores de los bienes materiales que Dios concede para esa obra, sino que reciben y se lo quedan, bloquean el flujo de lo que viene del cielo. Porque la clave para que la provisión siga corriendo como un arroyo de aguas sin represa es que esa persona llamada a dar siga dando, que reciba y dé. De ese modo, el flujo, el río de provisión de las cosas materiales que Dios da a un proveedor de su reino no se ve afectado y no hay ninguna barrera que frene el flujo de dinero, cosas o bienes materiales.
El Espíritu Santo está hablando hoy a su pueblo para que gane conocimiento y entendimiento de lo que está escrito, y así puedan ser más libres, estar más limpios y aún más bendecidos de lo que estaban antes. A veces, los hijos de Dios colocamos bloqueos en lo que Él quiere hacer en nuestras vidas, por ignorancia. A veces somos nosotros los que colocamos paredes entre el Señor y nosotros, sin darnos cuenta. A veces son los mismos hijos de Dios los que ponen una represa espiritual en las cosas que Él quiere hacer fluir, por falta de conocimiento. La Biblia dice: «Mi pueblo perece por falta de conocimiento». Y lo mismo pasa hoy con aquellos hijos de Dios que carecen de entendimiento en las cosas espirituales, en los principios del reino. Por eso, la Biblia dice que es más bienaventurado dar que recibir.
Entonces, nos arrepentimos en este momento. Cuando el Espíritu Santo nos llamó, sabíamos en nuestro corazón y en nuestro espíritu que teníamos que darle a cierta persona tal cosa o cierta cantidad de dinero, que teníamos que dar a alguien que necesitaba aquello que el Espíritu nos dijo que le diéramos, que teníamos que colaborar con tal organización o congregación, o que ayudar a tal viuda o a tal huérfano.
Arrepiéntanse en este momento, porque yo sé que, si el Espíritu Santo está revelando esto, es porque hay más de una persona que no le hizo caso al Espíritu Santo. Al desobedecerlo, lo contristaste, y esto ha traído amargura y soledad a tu vida. Te has sentido apagado porque el Espíritu Santo se ha contristado por causa de tu desobediencia. Pero lo bueno es que la Palabra dice que, si nos arrepentimos y confesamos nuestros pecados, entonces el Señor es fiel y justo para perdonarnos. Él es bueno y hoy te está mostrando tus errores para que, arrepintiéndote y confesando aquellas cosas que tal vez no podías ver, entonces Él, como es fiel y digno, te perdone y tus manos y vestiduras puedan ser limpiadas.
[Salmos 26:6, RVR1960] Lavaré en inocencia mis manos, y así andaré alrededor de tu altar, oh Jehová.
Padre, te pido en este momento que laves las manos de todo aquel que se esté arrepintiendo de este pecado que has revelado hoy. Señor, ayudanos a convertirnos en dadores alegres y generosos, y a no ser rebeldes a tu voz cuando nos estás llamando a ser de bendición económica y material para alguien más. Te pido que laves las manos de esa mujer que estoy viendo ahora, que se está arrepintiendo. «Recibí el perdón», dice el Señor.
Yo (Noelia) estoy viendo ahora gente que no está manejando bien, que no está administrando bien los recursos en alguna congregación. Hay alguien escuchando esta ministración que está viendo el mal manejo del dinero y de los recursos materiales en su congregación y no está diciendo nada, se está callando la boca. Y, al callarse la boca y no decir nada, ni siquiera preguntarle al Espíritu Santo si tiene que hablar o no, o con quién tiene que hablar y cómo tiene que manejar esta situación, entonces se está convirtiendo en un socio de ese pecado. Porque, al apoyarlo, se está asociando con estas personas que están pecando con el mal manejo del dinero.
Cuidado, dice el Señor, que hoy está tocando tu conciencia con su dedo, revelándote y haciéndote acordar de cuando viste cosas sucias en tu congregación. El Espíritu Santo hoy está metiendo el dedo en tu corazón para que reaccionés y te apartés, y para que no te asociés con los pecadores. Si viste cosas que están mal en el manejo del dinero —dinero malgastado, dinero robado, dinero invertido en cosas a las que Dios nunca llamó, dinero recaudado obligando a las ovejas del Señor Jesucristo a diezmar, a ofrendar, sin que a los líderes les importe el estado espiritual de esas personas; dinero gastado en comprar cosas que son para el deleite de esos líderes, cosas que no están aprobadas por el Señor, y otras formas de mal manejo del dinero— y no hiciste nada, entonces el Señor hoy te está revelando que hay algo que tenés que hacer con esto. Si te seguís quedando callado, entonces sos cómplice de estas personas que, pecando en esto, se convierten en ladrones del dinero del Señor.
Cuidado, porque si estás viendo en tu congregación gente tocando ese cofre espiritual donde las ovejas del Señor participan con todo su esfuerzo, ayudando a la obra del Reino supuestamente, si estás viendo cómo están malgastando este dinero y no hacés nada, entonces tenés que ser consciente de que te estás convirtiendo en un malgastador junto con ellos. Porque si estás viendo que ellos malgastan, vos te convertís en malgastador si no hacés nada. Si estás viendo que roban de ese saco de monedas —como lo hacía Judas, me dice ahora el Señor, que robaba del dinero que el Señor tenía para entregar y repartir a los pobres, para comprar la comida y demás—, si estás participando y no abrís tu boca, si estás viendo un Judas en tu congregación y no decís nada, entonces vos también sos un Judas. Si estás viendo que están robando de lo que tus hermanos aportan en ese saco de dinero y no hacés nada, entonces vos también participás con ellos y, por consecuencia, tus manos se ensucian.
Yo (Noelia) no estoy acá para levantar el martillo de juez y decirte que sos culpable, ni para tirarte la primera piedra. Estoy acá como un instrumento del Señor, como una boca por la cual Él pueda hablarte, redargüirte y quebrantar tu corazón, para que puedas arrepentirte de estas cosas, de las cuales, en su mayoría, no eras del todo consciente. Porque el Señor te ama tanto, porque quiere rescatarte del pozo cenagoso, porque quiere limpiarte, ya que ahora tus vestiduras están manchadas con ese barro. Él te ama tanto que se preocupa y manda a alguien como yo para hacerte ver lo que vos no podías ver o lo que el enemigo te engañó, diciéndote que no era tan grave, que no pasaba nada, que no tenía consecuencias espirituales. Dios, tu papá, tu Padre, te ama tanto que no quiere verte ensuciándote de esta manera ni que no puedas acercarte a Él.
Así que, a todo aquel que le llegue esta palabra dura, difícil de recibir, pero que tiene el fin de rescatar tu alma del lago de fuego y azufre que arde: arrepiéntanse ahora. Arrepentite y pedile perdón al Señor por no haber hecho nada. Tuviste miedo, pero esa fue la herramienta que el enemigo utilizó para que no abrieras tu boca, que utilizó contra tu propia vida, porque tuviste temor de los hombres en vez de tener temor de tu Señor, porque preferiste quedar bien con ellos para que no te echaran de esa congregación, sin darte cuenta de que, en realidad, te estabas autoexiliando del Reino de los Cielos, al que es mucho más importante pertenecer que a esa congregación.
Te aconsejo también pedirle al Señor que lave tus manos manchadas y tus vestiduras sucias por haberte vuelto cómplice de estos pecados, y después preguntarle al Señor cuál es su voluntad acerca de esto: «Señor, ¿tengo que ir a hablar con el pastor y decirle lo que está pasando? ¿Tengo que ir a hablar con los ancianos y comentarles lo que vi que el pastor está haciendo? ¿Tengo que hablar con qué líderes o de qué manera? ¿De qué forma bíblica tengo que dejarles saber a los demás lo que está sucediendo en mi congregación con respecto a estas cosas? Señor, ¿cómo querés que lo diga? ¿A quién querés que se lo diga? ¿Con cuántos testigos tengo que ir?» Y el Espíritu Santo, junto con lo que dice la Biblia, te va a dar la respuesta, y el Señor te va a respaldar. El que tiene miedo del hombre no es digno del Señor Jesús.
Gracias, Señor, porque seguimos lavándonos de estas cosas que muchas veces no se hablan. Señor, seguí revelándonos, seguí escudriñando lo más profundo de nuestros corazones para que sepamos de qué tenemos que arrepentirnos.
Yo estoy viendo orgullo en este momento. Estoy viendo serpientes. Estoy viendo al leviatán levantarse ahora dentro tuyo. Estoy viendo mentones altos. Estoy viendo ojos altivos. Estoy viendo pechos que sobresalen por causa del orgullo. Estoy viendo gente que no quiere escuchar. Estoy viendo gente que cree que lo sabe todo. Estoy viendo personas que creen que ya no es necesario que alguien les enseñe algo. Estoy viendo a alguien que cree que ya ha sido purificado. Estoy viendo a una mujer que piensa que ya no tiene nada más que aprender. Estoy viendo a un hombre que piensa que no necesita de Dios porque él mismo es su dios. Estoy viendo gente que piensa que ellos mismos son suficientes, que se pueden salvar solos. Estoy viendo personas, hijos e hijas de Dios, que no quieren recibir la vara de la corrección. Cuando viene alguien que está colocado en una autoridad superior a ellos y les dice algo de parte de Dios para amonestarlos, para reprenderlos, para corregirlos, para exhortarlos en amor, para que sus vestiduras puedan ser limpiadas, no quieren recibirlo porque piensan que ya están perfectos. No quieren recibir la corrección porque piensan que lo saben todo.
El orgullo en este tiempo está siendo alimentado a un nivel máximo, me dice el Señor. Le estás dando de comer a esa serpiente adentro tuyo con tus pensamientos de arrogancia, con tus pensamientos de altivez, creyendo que no hay nadie que te pueda decir lo que tenés que hacer. Estás alimentando a ese orgullo cuando no querés doblar tus rodillas delante del Señor. Esa serpiente adentro tuyo está ganando peso, está creciendo en tamaño cuando hablás todo el día de vos mismo, cuando lo único que ronda tus pensamientos todo el tiempo es acerca de vos, acerca de tu vida, acerca de tu persona, acerca de lo que lograste, acerca de lo que sos.
Arrepiéntanse del orgullo en este momento, dice el Señor. No le den cabida a esta serpiente dentro de ustedes. Humíllenla a través del ayuno y la oración. Humíllense delante de sus hermanos, reconociendo que necesitan al otro para poder crecer, que el ojo no puede caminar si no tiene piernas. Reconozcan que la mano no puede trabajar si no tiene un brazo. Humíllense delante de sus hermanos, creyendo que los demás son superiores a ustedes. Muchos de ustedes, me revela el Espíritu Santo, tienen un concepto de sí mismos superior al que deberían tener, y esto no significa que tengan que ser inferiores a la verdad de lo que son, sino que en muchos casos ese orgullo les hace creer que están por encima del hermano, que saben más, que tienen más revelación, que conocen más las Escrituras, que son más santos que el hermano, que no necesitan ser enseñados. Pero, para ser discípulos del Señor Jesús, debemos permanecer enseñables, debemos entender que no poseemos todo el conocimiento ni toda la sabiduría, que lo perfecto aún no ha llegado. Aún estamos siendo perfeccionados en este camino.
[1 Corintios 13:9-12, RVR1960] Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará. … Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.
El Espíritu Santo me revela ahora que muchos se tienen que arrepentir porque andan caminando por el camino de la vida con los ojos altivos y el mentón elevado. Pero la Biblia dice que el Señor resiste a los altivos y da gracia a los humildes, que aquel que se exalte va a ser humillado y aquel que se humille va a ser enaltecido. Cuidate de vos mismo, dice el Señor. Porque este pecado, de orgullo y altivez, abre puertas, puertas que después provocan que caigamos en otras áreas.
Así que, todos aquellos en quienes esta palabra penetre en sus corazones y esta semilla encuentre tierra fértil, arrepiéntanse en este momento. Porque, cuando tu hermano o hermana te estaba hablando, ¿cuántas veces pensaste: «Yo ya sé lo que tengo que hacer. Yo sé más que esta persona. ¿Por qué me dice a mí lo que tengo que hacer? ¿Quién se cree que es esta hermana o este hermano para decirme esto a mí?»? Muchos de ustedes han puesto su confianza en los títulos, en el nombre de sus ministerios, pero el Señor mira los corazones, no los títulos, que muchas veces se autocolocan muchos hermanos.
Nos arrepentimos en este momento de haber alimentado a esta serpiente del orgullo, de la altivez, de la arrogancia. Perdónanos, Señor. Nos humillamos delante tuyo, Padre, reconociendo que somos polvo y que al polvo vamos a volver, Señor. Vos nos hiciste con tu propia mano y no hay nada bueno que tengamos que no venga de Vos, Señor, porque por nosotros mismos no podemos conseguir nada si no es por tu mano poderosa. Si Vos no levantaras el sol cada día, no tendríamos luz. Si Vos no soplaras aliento de vida en nuestras narices, nuestro cuerpo dejaría de vivir.
Padre de la gloria, perdonanos, porque muchas veces creemos que hemos alcanzado cierta distancia en esta vida espiritual, cuando en realidad estamos mucho más atrás de lo que creemos estar. Padre santo, perdonanos. Señor, enseñanos a humillarnos, a bajar la mirada, a considerarnos como Vos nos considerás, con la verdad de tus ojos, con la verdad de tu Palabra. Padre, mostranos nuestras caras en el espejo de tu verdad para que podamos medirnos acorde a tu balanza y no a la nuestra. Nos arrepentimos del orgullo, de la altivez, de la arrogancia, Señor. Perdonanos, Señor, y danos herramientas para que podamos resistir a este enemigo, humillarnos delante de tu presencia y volvernos mansos y humildes de corazón como Vos, Señor Jesús, cuando caminabas en esta tierra. Te pido, Padre, que limpies las vestiduras de todo aquel que se está arrepintiendo durante esta ministración, que está corrigiendo sus caminos y enderezando sus sendas en este tiempo. En el nombre de Cristo Jesús, amén.
Yo veo maltratos en este momento. Veo madres que maltratan a sus hijos. Veo madres que les gritan a sus familias. Veo padres que provocan a ira a sus hijos, a sus esposas, a sus hogares. Veo gente que dice ser hijos de Dios, pero que se trata mal, incluso peor que los que están en el mundo. Veo gente que abandona a su familia para ir a servir a Dios afuera, pero no se ocupa primero de lo suyo, cuando la Biblia dice que el que no provee para su casa se hace peor que un incrédulo. Perdonanos, Señor.
Estoy viendo niños maltratados, niños que son golpeados físicamente, niños que son violentados a través de las palabras, maldecidos continuamente, cuando esos padres les dicen: «Inútil, no servís para nada. Me tenés cansada. Ojalá nunca hubieras nacido. Maldito el día en que te concebí. Estoy cansada de vos, estoy cansada de tenerte». Y cuántas cosas más estás diciendo a tus hijos, maldiciéndolos, marcándolos y traumándolos a través de esas palabras.
El Señor te dice hoy que quien comete estos pecados es culpable de homicidio en el corazón, porque muchas veces estás deseando en el fondo de tu corazón que tus hijos nunca hubieran venido al mundo, y esa es una forma de homicidio espiritual. Muchas veces deseaste que tus hijos no existieran, deseaste que desaparecieran para que ya no te hagan renegar, para que ya no te cansen, y cuántas cosas más. Y con esto los torturás día a día.
Luego ellos crecen con inseguridad, con baja autoestima, con timidez, con problemas para relacionarse con los demás, con rechazo, con ganas de suicidarse, porque todas esas palabras que les dijiste las van absorbiendo durante toda su niñez. Y cuando son adolescentes, terminan convencidos de que tienen que desaparecer, de que son una molestia para el mundo. Porque si no encuentran seguridad en el primer nido, que es su casa, mucho menos la van a encontrar después en el mundo. Esos problemas que generaste a través de esas maldiciones, de esas palabras y de esos maltratos se van a reflejar en su trabajo, en su matrimonio, en su propia familia y en todo lo que hagan. Ese patrón de maltrato se va a volver a repetir. Y hasta tal vez ellos, en algún momento, cuando sean grandes, repitan ese mismo pecado, porque es lo que conocen, es lo que les diste a comer, es lo que les enseñaste, es el ejemplo que les dejaste.
Yo sé que hay mucho pueblo del Señor que, lamentablemente, camina con las sandalias sucias por causa de este pecado que muchas veces no se menciona en las congregaciones. Hay mucho pueblo que está en este error y no entiende por qué le va mal en tantas áreas de su vida, cuando en realidad tienen puertas abiertas porque su boca y sus palabras, que deberían ser para traer vida y bendición, las usan para maldecir y traer muerte. Y después preguntan: «¿Por qué Dios no me ayuda? ¿Por qué me enfermo tan seguido? ¿Por qué me va mal en el trabajo? ¿Por qué tengo tantos problemas con mi esposo, con mis hijos? ¿Por qué son rebeldes? ¿Por qué tengo accidentes?», y cuántas cosas más. Y resulta que las puertas las abriste vos, maltratando a aquellas almas que el Señor te dio, en primer lugar, para ser ministradas por vos. Pero si el Señor lo revela en este tiempo, en este momento, es porque espera que te arrepientas y cambies tu comportamiento con estas almas.
Arrepiéntanse, todos aquellos que están en violencia física o verbal con sus hijos, con su esposo, con su familia, y también con sus compañeros de trabajo, con sus hermanos en la congregación, con todo aquel a quien puedan estar afectando con estas cosas. La Biblia dice que vamos a dar cuenta de cada palabra que sale de nuestras bocas. Yo veo ahora al Señor que está lavando las bocas de muchos que se están arrepintiendo por este pecado que el Señor me está revelando.
Hijita, hijito, dice el Señor, arrepiéntanse de maltratar a mis pequeños, los cuales Yo mismo formé con mis manos en los vientres de sus madres. Lávense de este pecado, dice el Señor, para que pueda utilizar sus bocas y sean de bendición.
[Mateo 12:36, RVR1960] Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio.
Que el Señor no los encuentre habiendo hecho estas cosas, porque, si bien no les están pegando con vara física a sus hijos, sí les están pegando con la vara de sus lenguas, maltratando con esa herramienta de destrucción que es su lengua. Arrepiéntanse, dice el Señor, y lávense de los pecados que cometen con sus bocas contra los seres que más deberían amar, para que Yo los limpie y puedan venir más cerca a mí. Así que pidan perdón ahora en voz alta al Señor por estas cosas, todos aquellos que se sientan redargüidos por el Espíritu Santo de Dios mientras yo voy hablando, y cambien, porque ese es el verdadero arrepentimiento. Den una vuelta completa en el camino que venían caminando, y el Señor va a perdonar los pecados pasados como si nunca hubieran existido.
Ministra, Espíritu Santo, en este momento. Quizás algunos de ustedes sientan ganas de escupir y fuego en sus bocas mientras se arrepienten y piden perdón a Dios. Algunos de ustedes van a toser. Algunos van a sentir un cosquilleo en sus lenguas. Pero dejen que el Espíritu Santo los limpie y trabaje en ustedes, y desaten sus lenguas, porque ustedes mismos se han maldecido al usar sus bocas para maldecir a los demás con estas cosas.
[1 Juan 1:9, RVR1960] Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.
Arrepiéntanse, pídanle perdón al Señor, cambien y reciban el perdón, y sus vestiduras quedarán blancas, sin mancha ni arruga, como dicen las Escrituras:
[Efesios 5:25-27, RVR1960] Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.
Por eso el Señor está ministrando limpieza en las vestiduras, está quitando toda mancha, está quitando todo barro de tus vestidos, de tus zapatos y aún de tus manos y de tu cuerpo espiritual por estas cosas que te habían ensuciado. Porque Él es bueno, misericordioso y perdonador, y solo requiere que todo hombre proceda al arrepentimiento y se entregue al lavador, al que lava con jabón de lavadores, al único que puede limpiarte para que permanezcas limpio y resplandeciente, para que cuando lo veas, Él te diga: «Hijo, ¡bienvenido! Te estaba esperando». Lavémonos, iglesia de Jesucristo, pongámonos a cuentas, porque no sabemos cuándo será la venida del Señor.
[Isaías 1:18, RVR1960] Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.
Si te ponés a cuentas con aquel que todo lo ve, con aquel que todo lo escudriña, con aquel que se ocupa de cada detalle, Él quiere ver tus manos, que se las presentes blancas, limpias, predispuestas para servirlo. ¿Cuántas veces le dijiste: «Señor, heme aquí. Quiero servirte», pero no hiciste caso cuando te estaba diciendo que te limpies de eso que te estaba ensuciando? No es que Él no te quiera responder, sino que vos no hiciste caso a lo que Él te pidió para que estuvieras apto para servirle. Muchos de ustedes no quieren soltar nada, quieren retener con sus manos, quieren hacer las cosas a su manera y no a la de Dios. Sin embargo, después, en la oración, le dicen al Señor: «¿Por qué no me usás? ¿Por qué no me llamás? ¿Acaso no soy digna para servirte?», cuando el Señor te dijo muchas veces lo que tenías que hacer para poder avanzar.
¿Cuántas veces el Señor te dijo: «Renunciá a esas cosas que te están haciendo quedar. Soltá el pasado de una vez»? ¿Cuántas veces el Espíritu te llamó para que vengas adelante, pero fuiste para atrás? ¿Cuántas veces Dios te dijo: «¿Querés poner las manos en la mies? Entonces tenés que sacarlas de tu pasado»? Hijito, no podés avanzar al ritmo que te quiero ver avanzar porque no estás dejando tus mochilas. No estás llevando mi yugo, que es liviano; estás llevando el yugo que vos querés llevar y al que no querés renunciar. ¿Cuántos de ustedes no quieren soltar la muerte de sus padres? ¿Cuántos de ustedes no quieren sanar? Cuando el Señor ya les ha dicho que dejen a los muertos con los muertos y que se ocupen de los vivos.
El Espíritu me está mostrando ahora especialmente mujeres, pero también hombres, que le han pedido al Señor que les use para su reino, pero aún no han procesado cosas que ya deberían estar cerradas. No estoy hablando de un duelo necesario, requerido por la muerte reciente de una persona muy importante para vos; estoy hablando de años y años de tener a esta persona agarrada en tu mano y guardada en tu corazón. Si no soltás esas cosas que muchas veces Dios te dijo que sueltes, que dejes ir a tu mamá que ya no está, que dejes ir a tu papá, que dejes ir a ese hijo o a esa hija, por más que resulte lo más doloroso del mundo. Si no soltás lo que de todas maneras nunca te perteneció, porque siempre fue de Dios, no vas a estar apto, ni libre, ni liviano, ni suelto, ni dispuesto para servir al Señor Jesús.
[Lucas 9:60, RVR1960] Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios.
Ya es tiempo de que dejes ir lo que de todas maneras ya se fue. Dios dice en la Biblia:
[Deuteronomio 32:39, RVR1960] Ved ahora que yo, yo soy, Y no hay dioses conmigo; Yo hago morir, y yo hago vivir; Yo hiero, y yo sano; Y no hay quien pueda librar de mi mano.
Yo doy la vida y Yo la quito, dice el Señor. Entonces, si de verdad querés seguir al Santo de Israel, tenés que dejar todas tus cargas en el camino, aceptar que lo que pasó, pasó, y entregárselo al Señor a los pies de esa cruz, pidiéndole que te sane. Pero tenés que estar dispuesto, porque si vos no le abrís la puerta al doctor, Él no va a poder ingresar. Si Él golpea tu puerta y vos no querés abrir, Él no te va a sanar. Pero no es porque Él no quiera; Él va a seguir golpeando la puerta, porque te ama tanto que va a insistir hasta que le abras. Ese es su deseo, ese es su anhelo, porque Él es tan fiel que no nos abandona, ni aun cuando somos tercos, ni aun cuando nos equivocamos y estamos mal. Él nos busca y deja a las 99 para ir a buscar a la número 100, pero muchas veces la número 100 no quiere ser buscada, no quiere ser encontrada y, encima, se queja del pastor y dice: «¿Por qué el pastor me abandonó?», cuando el pastor hace rato que está buscando a la oveja, llamándola, queriendo que vuelva a su redil para que esté protegida, segura y alimentada.
Muchos de ustedes no quieren entender que los vivos somos llamados a ocuparnos de los vivos y que estamos en idolatría de aquel ser querido que se fue. En realidad, lo amamos más que a Dios. Colocamos en un altar, como ídolo, a esa imagen que nunca dejamos que el Señor lave de nuestra mente, y idolatramos a esa persona que ya no está, en vez de enfocarnos en el Dios vivo que todo lo puede. Este es tu momento. Hoy podés decirle: «Señor, me arrepiento de retener a esta persona en mi corazón», y también: «Me arrepiento de retener a mi mamá en mi corazón», porque ella, de todas maneras, ya se fue. Pero sos vos quien tiene retenida su imagen, no aceptando que la voluntad del Señor fue lo que pasó, que no sos nadie para decidir hasta cuándo tenía que vivir esa persona, si ni siquiera la creaste.
Así que hoy es el día de decirle: «Señor, suelto, acepto esta muerte», y nombrás a la persona que tanto te dolió y que nunca pudiste soltar ni superar. «Señor, hoy te entrego a esta persona, porque no es mía. No me corresponde decidir si tenía que vivir o no. Yo dejo ir a mi padre, a mi madre, a mi hijo, a mi amiga, a mi amigo, a la hermana, al hermano, al pastor que falleció y que tanto me dolió. Hoy acepto tu voluntad, Señor, acepto tu sanidad. Hoy decido cerrar este duelo, cerrar este círculo para estar libre. Hoy decido destruir el altar que levanté a esa persona en mi corazón y colocarte a vos. Hoy decido ser libre para poner mis manos en tus campos y servirte como vos quieras. Hoy dejo que te ocupes de todo eso que pasó, Señor, y me encargo de lo que me estás llamando a hacer hoy. Heme aquí. Enviame a mí».
El Señor me revela que muchos de ustedes tienen en sus hogares, viviendo con ustedes, las cenizas de sus seres queridos fallecidos, y con este acto le están diciendo a Dios: «No voy a dejar ir a esta persona», y creen en sus corazones que esa persona aún está con ustedes por tener sus cenizas en sus casas. Es fuerte lo que voy a decir, pero sería como tener el cadáver viviendo con vos, bajo tu mismo techo, solo que en vez del cadáver son sus cenizas. Y esto abre puertas al enemigo en tu vida, porque quisiste retener a esa persona que el Señor se llevó. Y como no podías tenerla en vida, al menos guardaste lo que quedó de ella, que está muerto.
El Señor hoy te está llamando a arrepentirte de haber negado esa muerte y de haber abierto esas puertas espirituales a través de querer retener a esta persona al lado tuyo, de la forma que sea. El Señor te ama, y por eso te está hablando hoy, para que veas las cosas que nadie te dice, pero que Dios sí las ve. Es tiempo de deshacerte de eso que trajiste a tu hogar y que está maldiciendo tu morada; no porque la persona que se fue haya estado maldita, sino porque vos estás haciendo un culto a los muertos a través de esta práctica. Y estoy hablando por el Espíritu Santo ahora.
Yo veo gente que abraza ese contenedor de cenizas como si realmente estuviera abrazando a ese ser querido. Veo gente que se engaña a sí misma, creyendo que esa persona todavía está con ella por hacer eso. Veo gente que escucha la voz del enemigo, que le habla, haciéndole creer que, si está abrazando ese contenedor de cenizas, está abrazando a esa persona que se fue. Mientras tengas eso en tu casa, no va a haber sanidad, dice el Señor. Mientras guardes lo que está muerto en tu casa, no va a haber la vida que el Señor quisiera darte. Mientras no sueltes lo que el Señor ya te quitó en su soberanía, no vas a estar libre como te gustaría o como al Señor le gustaría.
Este es el tiempo para que conozcas la libertad. El Señor quiere liberarte. El Señor quiere sanarte de esas cosas que nunca pudiste superar. Él lo puede hacer. Él es el médico perfecto. Con un solo toque de su dedo, vos hoy podés ser absolutamente otra persona. Él tiene el poder para hacerlo, y Él lo hace una y otra vez. Yo te invito a evaluar estas palabras, a investigar bíblicamente lo que estoy diciendo hoy por el Espíritu Santo, y a preguntarle al Señor si lo que esta voz profética dijo hoy es así. Y Él te va a responder, porque Él es quien está hablando ahora y no yo. Yo veo ahora que esta palabra viaja y va a llevar su fruto porque ya ha entrado en tu espíritu, y va a cumplir ese objetivo para el cual el Señor la mandó.
Hijitos, dice Dios, ¿por qué tan preocupados con los que ya se fueron? ¿Por qué no me dejan a mí ser soberano sobre lo que ustedes no conocen? Como si alguna vez Yo hubiera dicho que lo humano iba a vivir para siempre. Los días del hombre están contados, y el que determina el principio y el fin soy Yo, dice el Señor, porque Yo creé a cada persona que pisa, pisó o va a pisar la tierra. ¿Cuánto más no soy inteligente y sabio para determinar la cantidad de días que tiene que respirar? ¿Acaso ustedes saben más que Yo? ¿Acaso ustedes colocaron los pulmones en las personas? ¿Acaso respiran por su propio aliento? Si soy Yo el que da la vida, ¿cuánto más el que la quita?
Muchos dicen que están dispuestos a vivir para mí, pero no están dispuestos a morir para mí. Muchos me confiesan su amor de labios, pero cuando los llamo a mirarme y a enfocarse verdaderamente en mí, siempre hay algo que es más importante, y eso incluye a alguien que ya partió. Esto es idolatría, dice el Señor. Están colocando a esa persona fallecida antes que a mí.
Estas cosas, que son comunes en esta sociedad donde vivimos, muchas veces nos llevan, por ignorancia, a cometer los mismos errores que cometen los que están en el mundo. Arrepiéntanse ahora, porque el Espíritu Santo te está tocando en este momento para que escuchés lo que estoy diciendo y sepás que esta palabra es para vos. El Señor quiere que lavés tus vestiduras, que estés libre para Él y que te podás acercar más a la vida, y no a la muerte.
Arrepiéntanse, hijitos, dice el Señor. Están invitando espíritus de muerte cuando guardan estas cosas en sus casas. Yo (Noelia) veo entrar espíritus de muerte a los hogares donde se guardan estas cosas. Están invitando a la muerte, porque muerte hay en sus moradas, dice el Señor. Quiten este anatema de sus casas. Destruyan estos altares espirituales de idolatría que están levantando al hacer estas cosas: idolatría a estas personas que ya no están. Arrepiéntanse y lávense, dice el Señor, y ciérrenle la puerta al enemigo, quitando estas cosas de sus hogares.
Gracias, Señor, porque una palabra dura le has dado a parte de tu pueblo, pero necesaria de escuchar, una palabra que trae vida. Te amamos, Señor, te alabamos y te bendecimos, en el nombre de Cristo Jesús.
Los días del hombre ya están contados. Vos ya decidiste cuántos meses vivirá, Señor. Su vida tiene un límite que no puede traspasar.
[Job 14:5, RVR1960] Ciertamente sus días están determinados, y el número de sus meses está cerca de ti; le pusiste límites, de los cuales no pasará.
Muchos de ustedes se están metiendo en ambientes espirituales sucios y no para evangelizar, ambientes de los que ya el Espíritu Santo les avisó salir y no han obedecido. Se están contaminando con cosas del mundo y, por lo tanto, es como si estuvieran nadando en piletas enlodadas.
Los estoy llamando a salir de esas aguas sucias, dice el Señor. Ya les he dicho que no se embarren más allí, que ni siquiera mojen sus pies en esas aguas, pero ustedes piensan que no soy Yo el que les está hablando, como una excusa para permanecer en ese ambiente sucio. Hijitos, santifiquen sus vidas, porque quiero llevarlos a más. Salgan de esos lugares que frecuentan, de esos lugares sucios que están llenos de pecado y de mugre espiritual. Ya les he dicho que no se metan ahí si no es para llevar las buenas nuevas del evangelio. Ya les he dicho que no insistan donde ya han tocado la puerta y no han abierto.
El Espíritu Santo está hablándoles a personas específicas, a aquellas que saben que el Señor ya les advirtió, que ya sintieron dentro suyo, en sus corazones, en sus espíritus, que no tienen que ir ni frecuentar más ese lugar de entretenimiento o donde las aguas están sucias. Pero siguen insistiendo, metiéndose en aguas turbulentas, y después se sienten sucias y contaminadas, se sienten contagiadas. Esto es porque Dios no las envió, y no tienen la protección de su mano. Sería distinto si el Señor las estuviera enviando a ese lugar y les dijera: «Vas a ir a meterte en este lugar que está sucio y contaminado, pero Yo te voy a proteger, porque vas con una misión de mi parte». Pero si el Señor ya les dijo que salgan de ese lugar y no le hacen caso, entonces las vestiduras toman el color oscuro de esas aguas, y eso empieza a afectar sus vidas espirituales. Empiezan a sentirse sucios y apagados, empiezan a dejar de escuchar la voz del Espíritu Santo, empezás a tener problemas por causa de la desobediencia, empiezan a perderse del camino, a entibiarse. Y muchas veces es porque no le hacemos caso a la voz del Espíritu Santo cuando nos indica que ya tenemos que salir de ciertos lugares.
Si esta palabra es para vos, si la estás reconociendo, si te está haciendo como un clic en tu corazón, si te confirma lo que ya venís sintiendo de parte del Señor, lo que ya recibiste por sueños, visiones o palabra profética, entonces arrepentíte en este momento de no haberle hecho caso al Espíritu Santo del Señor, de haber sido rebelde, de haberte quedado ahí, ensuciándote. Cambiá y salí de ese lugar para que el Señor pueda lavarte, para que pueda limpiarte de esa mugre con la que te contagiaste, y puedas avanzar.
Muchos de ustedes están estancados por esto, porque Dios les dijo que se había cumplido el tiempo en cierto lugar, incluso en congregaciones donde las aguas no están tan limpias como a ustedes les gustaría. Y por no hacerle caso, se estancan y no llegan a la tierra prometida donde el Señor quiere llevarlos, donde fluye leche y miel, donde sus vidas espirituales avancen y se vean renovadas, empoderadas. Esto pasa porque no le hacen caso al Espíritu de Dios, sino que tienen miedo a los hombres y siguen porque no quieren tener problemas con los demás, por ejemplo.
Así que, evalúen esta palabra, llévenla en oración, revisen, escuchen al Espíritu Santo de Dios. La Biblia dice: «Aquellos que son guiados por el Espíritu de Dios, esos son los hijos de Dios». Si querés ver avances en tu vida, si querés sentirte limpio, si querés sentirte sano, si querés sentirte libre, la obediencia es clave. La obediencia es la llave para tu bendición y para avanzar en las sendas rectas. A todo costo, primero tiene que ser obedecer a Dios antes que a los hombres. Sí, obedecer a los hombres cuando están acordes a la voluntad de Dios, pero si no, es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres, como dijeron los apóstoles en el Nuevo Testamento.
Muchos de ustedes están en idolatría con sus mascotas, me repite el Espíritu Santo como en otras ministraciones. Aman más a sus mascotas que al Señor. Dedican más tiempo a sus mascotas que a las cosas que Dios les está pidiendo que dediquen tiempo. Muchos han dicho que no pueden vivir sin sus mascotas. Tienen que arrepentirse de haber dicho esto, porque la Biblia dice: «El que no deja padre, madre, hijos, tierra, casas, para seguirme, no es digno de mí». Y en esas cosas se incluyen las mascotas y cualquier cosa que pueda ser una piedra de tropiezo entre nosotros y nuestro Dios. Primero tiene que estar Él, último tiene que estar Él, y después todo lo demás. No significa que no las amemos, que no las cuidemos, pero no pueden convertirse en nuestro Dios. No podemos idolatrar a un animalito porque nos hace compañía, creer que si no estuvieran se nos vendría el mundo abajo. ¿Dónde está el consuelo del Espíritu Santo? ¿Dónde está su compañía en tu vida?
[Mateo 19:29, RVR1960] Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna.
Muchos de ustedes no reciben cien veces más porque no renuncian en sus corazones a lo que Dios les pide que renuncien, cuando es una idolatría para ustedes. Así que arrepiéntanse de estas cosas que Dios está revelando hoy para poder acercarse más a su luz, para que el Señor no encuentre ni una arruga en sus vestiduras blancas, para que el Señor los lave con jabón de lavadores, para que, si tus pecados son rojos como la grana, sean emblanquecidos como la nieve.
[Apocalipsis 3:4, RVR1960] Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas.
Gran parte de los que se dicen ser hijos de Dios hoy no están vestidos de blanco y aún tienen manchas en sus vestiduras. Pero el Señor concede oportunidades de arrepentirse y ponerse a cuentas con Él, para que en su venida te pueda encontrar el Señor blanco y resplandeciente, y darte junto con Él todas las cosas. Dice la Biblia:
[Éxodo 19:10-11, RVR1960] Jehová dijo a Moisés: Ve al pueblo, y santifícalos hoy y mañana; y laven sus vestidos, y estén preparados para el día tercero, porque al tercer día Jehová descenderá a ojos de todo el pueblo sobre el monte de Sinaí.
Así mismo, el Señor quiere hoy que limpies tus vestidos, que te consagres y que te prepares para su venida. Por eso, el Señor está llamando a sus hijos al arrepentimiento, a que se den cuenta de sus errores y puedan proceder con verdad.
Espíritu Santo, te pido que en este momento te muevas en todo el pueblo que está escuchando, que los redarguyás de toda cosa que esté una piedra de tropiezo entre Vos y ellos. Revelales cuáles son las cosas que no te agradan, Señor, que están manchando sus vestidos. Revelales cuáles son las cosas que no les están ayudando a prepararse para tu venida, Señor. Revelales cuáles son las cosas que están haciendo que se levanten paredes entre Vos y nosotros. Revelales cuáles son las cosas que nos están haciendo retroceder en lugar de avanzar más cerca de tu luz. Iluminanos, Señor, para que podamos ver dónde están estas manchas. Gracias, en el nombre de Cristo Jesús.
Algunos tienen idolatría hacia sus esposos, esposas o hijos, poniéndolos antes que al Señor. Arrepiéntanse en este momento. Hay hombres que idolatran a sus autos. Les importa más tener un buen auto que una relación cercana con el Señor. Son superficiales y no quieren sumergirse en las aguas del Espíritu. Arrepiéntanse en este momento, para que puedan ser limpiados.
Algunos dicen ser hijos de Dios, pero están en pecados sexuales: en fornicación, en adulterio, en masturbación, en sexo anal, en sexo oral, en bestialismo, en homosexualidad. Están participando de la locura sexual de este siglo. Arrepiéntanse, dice el Señor, y que el lecho sea sin mancilla. El Señor está llamando a muchos a santificarse en esta área, y no están queriendo ceder. Y después el enemigo entra y hace estragos en sus vidas: provoca divorcios, divisiones, disensiones, problemas, escasez, ruinas, enfermedades, porque simplemente hay pecado en sus camas. Límpiense, dice el Señor, y no sean como Sodoma y Gomorra, que lo único que pensaban todo el día era en cómo obtener más placer, buscando carne nueva para experimentar más. Santidad le pido a mi pueblo, dice el Señor. Hijitos, santifíquense y vengan a mí con sus preguntas, porque Yo les voy a responder.
Algunos de ustedes saben que lo que los líderes de su iglesia les dijeron que hagan está mal y no es bíblico, y aun así lo están haciendo. Han recibido órdenes de sus mentores en la congregación a la que asisten, o de parte de las autoridades bajo las cuales están, y sabiendo que lo que les pidieron no es bíblico y va en contra de los principios del Reino y de la voluntad de Dios, no han dicho nada y han cedido. Nosotros debemos obedecer a las autoridades mientras que ellas no nos pidan pecar o ir en contra de lo que dice la Palabra del Señor. A muchos de ustedes la conciencia les ha dicho —porque Dios también habla a través de la conciencia— que obedecer aquello que les pidió su pastor, mentor, guía, líder o quien sea no está bien. Sin embargo, lo han hecho igual. Han ido en contra de sus conciencias.
El Señor dice que se arrepientan de esto y traten de reparar lo que han hecho, que siempre utilicen la espada, su Palabra, en contra de esas cosas que les están mandando a hacer y que están mal, que están dañando a las ovejas del Señor, que necesitan ser sanadas, no quebrantadas; que necesitan ser abrazadas, no maltratadas; que necesitan ser libertadas, no esclavizadas. Arrepiéntanse, dice el Señor, porque han bajado la cabeza ante estas autoridades que, en ocasiones, han actuado con maldad para esclavizar y atar a esas ovejas en vez de traer libertad, y ustedes no dijeron nada ni hicieron nada, convirtiéndose otra vez en cómplices de ellos. Arrepiéntanse para que el Señor los perdone, los lave y los limpie de este pecado. Tomen cartas en el asunto, defiéndanse con la Palabra y no obedezcan cuando alguien les mande a hacer algo que es contrario a la Palabra del Señor o a su voluntad, o algo que es pecado.
Gracias, Señor, por hablar estas cosas, porque no hay nada oculto ante tus ojos. Te pido, Dios mío, que sigás trabajando en las conciencias de mis hermanos y hermanas, que traigás esos pecados que están ocultos ante sus ojos, a los que están acostumbrados a ver y que se les han vuelto familiares. Revelá, Señor, traé luz a tu pueblo, traé revelación. Limpiá las vestiduras de tus hijos. Concedé arrepentimiento genuino. No permitás que se endurezcan esos corazones, Señor, no permitás que las conciencias se sellen.
Defiendan al pobre, dice el Señor, defiendan al maltratado. Muchas veces vieron injusticias y no dijeron ni hicieron nada. No defendieron al que no podía defenderse solo. Vieron situaciones delante de sus ojos y se quedaron callados, porque más les importó su pellejo que salvar y ayudar a esa persona que estaba siendo injustamente maltratada. ¿A cuántos de ustedes les pasó esto en el trabajo y se quedaron callados por miedo, cuando están llamados a ser hacedores de justicia?
Arrepiéntanse y hablen cuando tengan que hablar. Defiendan al que no se puede defender por sí mismo, al que es más débil que ustedes. Sean la luz verdadera y alumbren al que está en oscuridad. ¿Por qué se callan?, dice el Señor. ¿Por qué no hablan la verdad? ¿Por qué no protegen al que está desvalido? ¿Por qué se guardan el evangelio para ustedes mismos? Hablen y compartan esto que ustedes tienen. Compartan con el otro que está en caminos de muerte y rescaten esas almas de la perdición. Sean valientes por mí. Si verdaderamente dicen que me aman, entonces abran la boca y háblenles a los que necesitan un salvador. ¡Actúen! Muévanse, hijitos. Enciéndanse por amor a mí.
Yo les bendigo en este momento en el nombre de Jesús. Espíritu Santo, te pido que después de esta ministración sigas moviéndote y convenciendo de pecado —porque solo Vos lo podés hacer— a esos hijos que están en rebeldía, a esos esposos que están en adulterio, a esas esposas que usan a sus maridos para que las sostengan económicamente, a esos maestros que están maltratando a sus alumnos, a esos que pusiste en puestos de liderazgo y se están abusando de la autoridad que les diste. Señor, concedé que puedan ver esos caminos equivocados y que se arrepientan. Seguí convenciendo también a todo aquel que está haciendo algo que nunca lo llamaste a hacer y lo hace porque eso es lo que quiere, y mostráles cuál es el camino por donde los querés llevar. Seguí convenciendo a los que tienen que dar palabras de parte tuya pero no quieren hablar, que son como Jonás y, en vez de ir a Nínive, se van a Tarsis.
Señor, dale valentía a tu pueblo para defender tu nombre ante reyes y naciones, ante quien sea, porque es preferible agradarte a Vos, que sos el Creador, antes que agradar a cualquier persona que ha sido creada. Padre Santo, perdoná a tu pueblo por la idolatría a tantas cosas: al celular, a la tecnología. Perdoná y lavá las vestiduras de todos los que se están arrepintiendo ahora, de los que están llamados a servir pero no sirven ni siquiera a sus esposos, de los que están en rebeldía con sus autoridades cuando ellas están actuando bíblicamente y en la verdad. Padre, perdoná, porque hay tantos hombres que están deseando a la mujer de su prójimo.
Redargüí de pecado, Señor, y convencé a cada uno de tus hijos y tus hijas de todas las cosas oscuras en las que están caminando. Mostrales el callejón oscuro donde se están metiendo, para que puedan salir y encontrar la luz, y cualquiera que se santifique pueda acercarse a Vos. Señor, hacenos puros de labios y de corazón. Lavanos ahora, Señor. Derramá de tus aguas para limpiarnos de todo esto de lo que nos hemos arrepentido. Hoy recibimos tu perdón y somos lavados para quedar sin mancha ni arruga e ir delante tuyo con una conciencia limpia, Señor. En el nombre de Jesús, amén.
En el transcurso de las horas que vienen, le vas a preguntar al Espíritu Santo del Señor si hay algo de lo que tenés que arrepentirte, si hay algo que estás haciendo mal, si hay algún error en el que estás caminando, si hay algo que Él te quiere revelar para que seas limpiado y puedas avanzar a donde Dios te quiere llevar. Después de eso, te vas a arrepentir y le vas a pedir perdón al Señor, mejor en voz alta, y vas a recibir su perdón. Él va a borrar de su libro estas cosas como si nunca hubieran existido, y vas a cambiar.
Hay muchas cosas que el pueblo no toma en cuenta porque no tiene conocimiento. Pero en este tiempo, Dios está yendo muy fino en la purificación de su pueblo. La Palabra dice:
[Zacarías 13:9, RVR1960] Y meteré en el fuego a la tercera parte, y los fundiré como se funde la plata, y los probaré como se prueba el oro. Él invocará mi nombre, y yo le oiré, y diré: Pueblo mío; y él dirá: Jehová es mi Dios.
En este tiempo, el Señor está llamando a sus hijos a una relación aún más cercana, pero para eso tenemos que limpiarnos más, tenemos que caminar en santidad, porque sin santidad nadie verá al Señor. Te dejo esta tarea y esta bendición para que la repitás tantas veces como sea necesario. Que el Espíritu del Señor te acompañe y te ayude a limpiar tus manos, tu conciencia, tu vida, y a ser hallado irreprensible ante los ojos de Dios y ante su venida. Porque, como dice la Palabra, el Señor quiere hallarnos irreprensibles en mente, alma y cuerpo. Hay muchas cosas que a veces no podemos ver, pero si le preguntamos a nuestro Dios, Él es capaz, Él es poderoso y Él quiere mostrarnos.
Dios te ama, pero también quiere verte crecer, como un padre quiere ver crecer a un hijo, y quiere quitar de tu camino esas piedras que están provocando que no podás avanzar, que estés estancado y, a veces, que tengás muchos problemas a causa de las puertas que se abren en tu vida al enemigo. El Señor se preocupa y se ocupa de su pueblo, y en este tiempo está revelando cosas aún más profundas de las que habían sido reveladas anteriormente. Por eso, Dios está hilando fino en la santidad de sus hijos. Limpiate, y yo te puedo asegurar que vas a ver un nivel de bendición en tu vida que nunca antes viste. Pero no lo hagas por eso; hacelo porque realmente amás a Dios con todo tu corazón, tu alma, tu cuerpo, con todas tus fuerzas y con todo lo que sos.