El Señor me habló de la paciencia de los santos, de la necesidad de perseverar en este tiempo, de ser capaces de resistir y, no solo de resistir, sino de resistir con una actitud correcta, a todo lo que la iglesia del Señor Jesucristo va a tener que pasar, porque no es solamente los acontecimientos que están sucediendo en estos dolores de parto que recién comienzan; sino que la iglesia tiene que estar lista para poder resistir, con la paciencia necesaria, para obtener el premio.
Te damos gracias, Padre, por este mensaje que vas a dar a tu pueblo, en este tiempo. Señor ¡Oh Padre! toda la alabanza, toda la gloria, toda la honra es para ti, Señor, que sea tu Espíritu Santo, Señor, moviéndose entre las naciones de los hermanos que se conectan en esta transmisión, trayendo bendición, trayendo luz, trayendo esperanza, trayendo guía, trayendo convicción y todo lo que tú quieras traer sobre tu pueblo a través de esta palabra, que vas a enviar hoy a través de mi boca.
Gracias, Padre, porque no nos dejas solos, gracias Padre, porque te preocupas por nosotros, gracias porque nos haces saber, dónde estamos fallando, qué es lo que nos falta, gracias porque nos equipas, Dios mío, para poder resistir a los tiempos que vienen, ¡Oh Padre Santo!, que sea tu Espíritu Santo, moviéndose con poder y con gloria en esta transmisión. ¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!
[Gálatas 6:9, RVR1960] dice: No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.
[Santiago 5:7, RVR1960] Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía.
Esa paciencia, esa resistencia, ese aguante, esa constancia, esa perseverancia es lo que va a necesitar el pueblo del Señor Jesucristo para poder mantenerse en pie en estos tiempos turbulentos que se están levantando sobre la tierra. Y el Señor no nos deja solos. ¡Alabado sea el Señor! En este momento, escucho a nuestro Padre Celestial hablando a través de su Santo Espíritu a su pueblo, y Él dice: Hijitos, resistan, resistan mientras pasan la prueba, porque grande prueba se viene sobre el mundo entero, y cada morador que habita en ella será pasado por ese fuego. Cada morador que habita en la tierra, tendrá que pasar por esa prueba que se va a desarrollar en el mundo entero. Pero ustedes harán la distinción.
Dice el Señor, los que caminan de mi mano, los que saben sostenerse por el poder de mi fuerza, aquellos a los que Yo llamé, aquellos a los que Yo vestí de justicia; aquellos a los que Yo equipé con lo que necesitan, para poder resistir todo sacudón; ellos harán la diferencia. Aquellos que estén entrenados como los atletas que entrenan día a día para poder conseguir el premio, dice Dios. Cuanto más ustedes, que son santos, hijos de un Dios Eterno, tienen que aprender a resistir. A llegar hasta el final, tengan paciencia, hijitos, porque estoy con ustedes, los estoy refinando como se refina la plata.
Tendrán que pasar por varias vallas, así como los atletas pasan, saltan las vallas, hasta llegar al final de la carrera. Tendrán que resistir como resiste el atleta cuando está cansado tendrán que levantarse cada vez que se caigan, como los atletas cuando se tropiezan. Ellos están bien plantados, con una voluntad fuerte, no abandonan la carrera ante cualquier adversidad, sino que miran a un punto fijo en el futuro, a donde están convencidos de que van a llegar al final, de que van a terminar lo que se propusieron.
Dice el Señor, así mismo, mis hijos tienen que estar convencidos por la fe en el Señor Jesucristo, por la fe en saber, en creer que el Señor va a estar con ellos hasta el final. Así, mis hijos, tienen que resistir con paciencia la carrera, dice Dios, porque muchos, hijitos, en este tiempo, están tirando la toalla. Mucho pueblo está creyendo las mentiras del enemigo, que les habla, que no van a resistir, que no van a poder, que no van a llegar, que no vale la pena, que es demasiado esfuerzo. Esas son las frases que les habla el enemigo a sus mentes, para que tiren la toalla antes de tiempo, para que abandonen esa carrera, haciéndoles creer que nunca van a llegar a obtener ese trofeo. Hijitos, ¡No le crean! Dice el Señor.
¡No le crean! ¡Créanme a mí! que estoy hablándoles al oído para confortarlos, para alentarlos, como cuando ese atleta tiene un entrenador que lo alienta permanentemente para que siga adelante, porque aún los atletas a veces se frustran, me habla el Espíritu, pero viene el entrenador y los motiva, los alienta, les hace recapacitar, para que vuelvan en su mente a enfocarse, porque eso es lo que hace el diablo, habla a sus oídos, para que ustedes flaqueen, para desenfocarlos de la meta final, para hacerles creer, si fuera posible, que Yo no voy a estar ahí esperándolos cuando terminen. Serán tribulaciones, serán dificultades, serán pruebas muy grandes para que su fe sea refinada como el oro, y aún para que crezca. Pero no olviden que Yo dije que estaría con ustedes hasta el fin de los días.
¡Oh, alabado sea el Señor, bendito sea tu nombre, Jesús! Hijitos, cuando van a entender que los amo, dice el Señor, cuando van a entender ¡Que los amo! ¡Que ustedes son míos! ¡Me pertenecen!, que no los voy a soltar de mi mano. No Soy Yo el que no está haciendo su parte, sino que a veces son ustedes los que se cansan, los que huyen de mi presencia, los que no quieren caminar en santidad, los que le abren la puerta al adversario, los que prefieren echarse a dormir en vez de entrenar, metafóricamente hablando. Hijitos, dice el Señor, Estoy ahí, los estoy acompañando, aunque piensen que es todo lo contrario. No le crean a esas voces oscuras, que les hablan de frustración, de abandono.
Padre Santo, yo corto en este momento toda brujería contra esta transmisión, cancelo todo plan del enemigo para interrumpir esta palabra en el nombre de Cristo Jesús. Ato todo plan de las tinieblas, echo afuera, corto todo pacto, toda brujería, toda palabra de maldición hablada contra esta transmisión, queda sin poder en este momento, en el nombre de Jesús.
Estos días, mientras meditaba en el Espíritu Santo, era una y otra vez el mismo mensaje. El Espíritu me decía: Habla a la iglesia, habla a mis hijos de mi parte, diles que tienen que desarrollar la capacidad de resistir en el tiempo, porque es fácil resistir a un evento, es fácil ser paciente, cuando la tribulación es corta, pero el Padre nos está llamando en este tiempo, a desarrollar la capacidad de resistir a lo largo del tiempo.
Ahora estamos en principios de dolores de parto y las contracciones son cortas, pero van a venir otras contracciones durante el tiempo que van a ser más largas; que van a ser cada vez más largas, hasta que ocurra el parto. Entonces, si no podemos resistir a las contracciones más cortas, a las primeras, ¿cómo va a ser, para que vengan las más difíciles? Cuando vengan las más difíciles, las más largas, ¿qué vas a hacer si con una pequeña sacudida ya te caíste y no quisiste levantarte? ¿Qué vas a hacer si el diablo te empujó solamente un poquito y ya te caíste en el piso y te diste por vencido? ¿Qué vas a hacer cuando ese empujón sea más grande? ¿Qué vas a hacer cuando ese sacudón dure más tiempo? ¿Cómo vas a resistir y cómo piensas que puedes demostrar la fe en el Señor Jesucristo si no pasas por esas cosas?
Dice el Señor, tienen que prepararse, tienen que armarse, tienen que entender que así como Jesús resistió a todos los golpes en la cruz, así como Jesús resistió esas horas de sufrimiento por causa nuestra, así como él resistió a los vituperios, así como él resistió a los latigazos, así como él resistió cuando lo escupían, cuando le quitaban las ropas y lo dejaban desnudo, así como él resistía cuando lo probaban, así, como él resistía cuando se burlaban de nuestro Señor Jesucristo, así con esa paciencia con la cual Él, nos ganó a nosotros primero, así nosotros tenemos que resistir en este tiempo para ganar nuestras almas. Dice la Palabra:
[Lucas 21:19, RVR1960] Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas.
[Lucas 21:19, BTX3] ¡Ganad vuestras almas con vuestra perseverancia!
La pregunta es: ¿Estás dispuesto a ganar tu alma? ¿Estás dispuesto a resistir hasta el final? ¿Estás dispuesto a ser probado tantas veces, como sea necesario y a tener paciencia durante esa prueba?
También veo al Señor Jesús ahora en una visión, lo veo trabajando con los discípulos, con los apóstoles, con la gente; ministrándolos, ellos me dicen: Tienen también que tener paciencia los unos a los otros. Deben administrar con paciencia alargada. Escucho que dice el Señor: Deben tener la capacidad de resistir a las traiciones, tienen que desarrollar la paciencia y la longanimidad; si realmente pretenden ser transformados a mi imagen y semejanza, si realmente quieren llegar a la estatura de Cristo Jesús. Sean pacientes los unos con los otros, me dice el Señor.
Porque muchos de ustedes piensan que solamente tienen que desarrollar la paciencia de resistir a los golpes, de resistir los vituperios, de resistir cuando los tratan mal, de resistir las tribulaciones, pero no se trata solamente de eso. Se trata también, de tener paciencia los unos con los otros, este fruto del Espíritu, del Espíritu Santo que también está formado en una de sus virtudes por la paciencia, es lo que nos toca a nosotros desarrollar a través de nuestras elecciones.
[2 Corintios 6:4, RVR1960] Antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios en mucha paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias.
Dice el Señor, y muchos de mis hijos se llenan la boca hablando de esta virtud, pero cuando llega el momento de demostrar que tienen paciencia para con el prójimo, demuestran todo lo contrario. No pelean por las almas hasta el fin, sino que en el primer obstáculo se rinden y no tienen paciencia para lidiar con las debilidades ajenas.
El Espíritu me repite, sean pacientes unos con otros, ministrándose unos a otros, esperándose unos a otros, amándose unos a otros, sean pacientes cuando el otro se equivoca, no renuncien a las almas que les he encomendado para que ministren, así como Jesús no renunció a las almas, a las cuales Él ministró cuando caminaba en esta tierra. Sean pacientes como Yo Soy paciente con ustedes, dice el Señor, porque también dice la palabra de Dios que Dios es un Dios de paciencia.
[Romanos 15:5, RVR1960] Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os de entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús.
Ustedes me piden paciencia a mí para con ustedes, dice el Señor, pero ustedes no tienen paciencia para con el hermano, para con el otro, así como dice la palabra de Dios, que si nosotros no perdonamos, Dios no nos va a perdonar a nosotros. Tampoco Dios va a ser paciente con nosotros si nosotros no somos pacientes con el otro.
Resistan, dice el Señor, esperen, sean apacibles mientras pasan por la tribulación; sean apacibles mientras las cosas se sacuden, oh hijitos santos y amados quiero que sean perfectos. Desarrollen este fruto, cultívenlo como el agricultor que cultiva el fruto con paciencia, esperando por meses hasta que puede ver el resultado de sus manos. Así trabajen en las almas, dice el Señor, así trabajen, como un escultor que esculpe a la estatua con paciencia hasta ver la obra final. Así también ustedes, tengan paciencia hasta que las almas en las cuales se están refinando, ustedes puedan ver los resultados.
Amados míos, a mi pueblo le hace falta paciencia, dice Dios. Muchos abandonan la carrera antes de tiempo porque no son capaces de resistir en el tiempo. Se cansan, se cansan y se esconden, se guardan para no tener que lidiar con los problemas ajenos. No se escondan, dice el Señor. No escondan sus manos del que necesita. No se escondan de aquellos que les piden ayuda. Sean pacientes con el otro, sean pacientes con ustedes, porque la palabra de Dios dice: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». La palabra no dice: Ama a tu prójimo, pero no te ames a ti mismo, dice: «Ama a tu prójimo como a ti mismo».
El Espíritu me revela ahora, que muchos sí son pacientes con los otros, pero no con ellos mismos, y entonces entran en el mismo pecado que no son de los que no son pacientes con los otros, porque están amando al otro, pero no a ellos mismos, siendo que son parte de la creación de Dios al igual que el prójimo, dice el Señor. Muchos de ustedes no son pacientes con ustedes mismos, no saben esperarse, no saben perdonarse, al menor error empiezan a maltratarse a ustedes mismos, no saben resistir hasta que los voy transformando, dice el Señor.
Así que no sólo se trata de ser pacientes durante las pruebas o los problemas o el sufrimiento, no sólo se trata de ser pacientes con el otro, también se trata de tener paciencia con contigo mismo y de perdonarte, así como el Señor te perdona. ¡Oh gracias Padre!, ¡Gracias Señor!
Algunos de ustedes se apuran a ustedes mismos, no tienen paciencia para esperarse a ustedes mismos. ¿Cuánto más van a esperar a los otros si ni siquiera saben esperarse a ustedes mismos?, dice el Señor, ¿Como pretendes tener paciencia con el otro si no la tienes en realidad contigo mismo?. Es como si quisieran sacar la viga del ojo ajeno teniendo una en el de ustedes; ocúpense de sus almas tanto como en las almas de los prójimos, porque las dos valen lo mismo. ¡Amén! ¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!
Dice el Señor, que algunos se apuran a ellos mismos, están afanados porque tienen metas para cumplir que ellos mismos se ponen, o que ustedes mismos se ponen: Tengo que hacer esto en tanto tiempo, tengo que llegar a hacer así o asá en poco tiempo, tengo que ser refinado rápido, tengo que mejorar mi carácter más rápido, tengo que cumplir con mis expectativas, rápido y cuando se equivocan se castigan.
Pero dice el Señor, no se trata de ustedes, no se trata de sus tiempos, sino de los míos, y no se puede abrir una flor a la fuerza; hay ciclos, hay temporadas que se tienen que cumplir, ciclos que se tienen que abrir y cerrar, hay momentos para todo. No pueden apurar algunos procesos por donde los estoy pasando. Ténganse paciencia, pero mientras tienen esa paciencia, perseveren, no tiren la toalla, repite Dios. Sigan avanzando, pero en un tiempo saludable; en el tiempo por donde yo los quiero llevar. ¡Aleluya!, ¡Gloria al Señor! ¡Gracias Padre, gracias Señor! Alabado sea el Señor, Bendito es tu nombre, Señor Eterno, bueno, misericordioso; vístenos, Señor de paciencia.
[Colosenses 3:12, RVR1960] Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia.
Ayúdanos, Señor, a vestirnos con estas características, ¡Oh Dios! danos esas ropas de paciencia. Vístenos de resistencia, ¡Ayúdanos! a ser inquebrantables, a no menguar, una vez que hemos tomado una decisión de perseverar hasta el fin. ¡Oh Padre Santo de la Gloria!
Muchos de ustedes, en este momento, están reconociendo que necesitan esta virtud del fruto del Espíritu Santo. Muchos de ustedes, en este momento, están reconociendo, en ustedes mismos que lo que estoy diciendo es lo que les pasa. Arrepiéntanse ahora, de no ser pacientes con el otro, con ustedes, de no haber querido resistir en muchos momentos, y pídanle al Señor que les dé lo que necesitan. Pídale al Señor que les enseñe a resistir, que les enseñe a ser pacientes en todo momento, en toda situación y bajo toda circunstancia, porque vamos a necesitar ser como árboles plantados que nada ni nadie pueda derribar.
¡Oh Padre Santo de la Gloria! Yo te pido en este momento, que derrames en nuestros corazones esa paciencia que viene de lo alto. Te pido, Dios mío, que coloques en nosotros todo lo que necesitamos para poder ser aptos para perseverar, para resistir, para aguantar todo lo que tengamos que aguantar, sin renunciar a la carrera. Me dice Dios, que ese atleta, que hablaba al principio en esa carrera, que estaba enfocado en la meta y por eso era paciente hasta llegar al final; que de vez en cuando tiene que tomar agua, para poder seguir corriendo. De la misma manera, ustedes beban del Espíritu, me dice Dios, ¡Gloria a Dios!, porque sin el Espíritu Santo, no van a poder llegar hasta el final.
Necesitan beber del Espíritu Santo, para que esa paciencia tenga su obra completa dice Dios, y puedan llegar al final de la meta habiendo resistido todos los procesos, habiendo aguantado todo dolor, porque veo que a los atletas en esa carrera muchas veces tienen dolores en los músculos, dolores en el cuerpo. Sin embargo, siguen hasta el final, no importa lo que pase; ellos siguen hasta el final, porque tienen una decisión que ya han tomado.
De la misma manera, ustedes, cuando tengan dolores, dice el Señor, no desistan, cuando estén sufriendo, cuando las cosas les duelan, no me abandonen, porque yo también sufrí, a mí también me dolió, dice el Señor, yo también tuve que resistir, yo también fui probado hasta el final, mi obediencia fue probada, dice Jesús.
Ustedes también muéstrenme a mí en ustedes, dice el Señor, reflejen una de las virtudes de mi carácter, que es ser paciente, desarrollen esto, cultívenlo, como cuando uno tiene una planta en su casa y la va regando todos los días y se ocupa de que les llegue el sol y se ocupa de cambiar la tierra cuando lo necesita y se ocupa de limpiar esta planta cuando es necesario ¡Cultiven! dice el Señor, este fruto ¡Aleluya!
¿Ustedes sabían que los hijos del diablo son pacientes en gran medida? ¿Ustedes sabían que los hechiceros, los hijos del maligno, sus obreros, saben cómo entrenar, cómo resistir toda adversidad? ¿Ustedes sabían que ellos entrenan en ayunos, en vigilias, en oraciones a su padre, para que este les dé poder satánico para poder resistir cualquier cosa que venga? Y su voluntad es tan fuerte, porque es lo que estoy viendo ahora, la voluntad de estos hijos del maligno, que trabajan para él, es tan fuerte que es como una vara de acero que nadie puede doblar. Así son los mejores dentro del reino de las tinieblas, los que trabajan contra los hijos de Dios.
La Iglesia del Señor Jesucristo no tiene desarrollada esta característica para poder resistir al nivel que ellos lo hacen. Estoy hablando en general, no todos, pero Dios está buscando que su pueblo se vuelva inquebrantable y aptos para hacer frente a toda adversidad. Si tu voluntad no es firme, no vas a llegar, pero para poder lograr una voluntad firme, que sea como acero, es necesario trabajar en la paciencia.
¡Oh! ¡Alabado sea el Señor!, ¡Bendito sea tu nombre, Padre Santo, Eterno y Amado! Dice el Señor, yo me estoy ocupando de ustedes, Yo me estoy encargando a través de los procesos que ustedes pasan, a través de las dificultades, Yo me estoy encargando de que tengan la oportunidad de desarrollar lo que necesitan para ser aptos para perseverar hasta el fin; pero depende de ustedes lo que quieran hacer, depende de ustedes lo que quieren elegir, depende de ustedes si quieren resistir por los procesos que están pasando, siendo refinados para llegar a obtener ese trofeo.
Yo mismo me estoy encargando y estoy trabajando en ustedes para que puedan desarrollar este fruto en sus almas, pero es una cuestión del carácter, y mucho pueblo de Dios no quiere que su carácter sea tocado, mucho pueblo de Dios piensa que ya solamente creyendo en el Señor Jesús el trabajo está completo. Sin embargo, recién ahí empieza la verdadera vida, recién ahí empieza un proceso de refinamiento, de limpieza, de libertad, de cambio en cada hijo de Dios. Muchos no quieren que yo toque sus caracteres, dice el Señor, no entienden que me ocupo de cada detalle. ¡Oh aleluya!
Déjenme tocarlos, déjenme que coloque mi dedo sanador en ustedes y pueda refinarlos. Déjenme que los cambie a través de mi Espíritu Santo. Entréguense a mí, como cuando el enfermo se entrega al doctor para que pueda operarlo y así sanar, me dice Dios. Estoy tratando con el carácter de mi pueblo, pero hay muchos que me cierran la puerta, que no quieren cambiar, que no quieren escuchar, que no quieren entender que vengo por un pueblo Santo, que va a pasar por la prueba final. Sólo los que perseveren hasta el fin van a ser los que lleguen a las puertas del cielo. Sólo los que supieron aguantar, me dice Dios. Sólo aquellos que se dejaron entrenar, solo aquellos que se dejaron procesar.
Gracias, Dios mío, ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! Así que hijitos, ¡Resistan! Todos aquellos que le hayan dicho a Dios, «Señor, no puedo más, no resisto más, no quiero aguantar, no tengo paciencia, no quiero hacer esto, estoy cansado, estoy cansado de lidiar, con todas estas cosas que me están aquejando, esta tarea es muy difícil, no puedo aguantar». Todos los que se hayan rendido, todos los que hayan bajado los brazos, en este momento tienen la oportunidad de pedirle perdón al Señor, arrepintiéndose y volver a entrenar y volver a los pies de Cristo y volver a caminar de la mano del Señor Jesús.
¡Oh Padre Santo!, ¡Te pedimos perdón, Señor! porque hemos querido renunciar en muchas áreas, ¡Te pedimos perdón porque no hemos sido pacientes con nosotros mismos! ¡Te pedimos perdón porque nos hemos maltratado, porque no nos hemos esperado, porque nos hemos apurado, Señor!, sin darnos cuenta que estábamos rompiendo ese mandamiento de «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». ¡Perdónanos Señor, porque nos hemos afanado, y no hemos sido pacientes con nuestra propia persona! Así mismo, Te pedimos perdón por no ser pacientes con el otro, por no querer aguantar los defectos ajenos, por no querer esperar a que el otro aprenda.
Te pedimos perdón, Señor, por no ser pacientes para escuchar tu voz. Te pedimos perdón porque tenemos paciencia, para hacer otras cosas durante mucho tiempo, pero no para permanecer en tu palabra. Somos pacientes muchas veces para las cosas del mundo, pero no somos pacientes para tus cosas. Padre ¡Perdónanos Señor¡ porque tampoco hemos sido pacientes contigo, no hemos tenido la paciencia de saber esperar para que nos respondan, no hemos sido pacientes para saber esperar a que nos respondas Señor, no hemos sido pacientes para esperar tu respuesta, para esperar que nos sanes, para esperar que nos liberes, para esperar las soluciones que vienen de tu parte. No somos pacientes contigo tampoco Señor.
¡Perdona nuestra impaciencia, Padre¡ ¡trabaja en nosotros! En este momento decidimos ser pacientes, decidimos volver a levantar esa toalla que tiramos, limpiarnos la cara y seguir adelante, entrenando. En este momento decidimos que vamos a ir hasta el final de esta carrera, pase lo que pase, cueste lo que cueste, siempre mirando al blanco. En este momento tomamos una nueva decisión y decidimos permanecer a los pies de esa cruz. En este momento decidimos cultivar este fruto del Espíritu Santo que incluye la virtud de la paciencia. En este momento, aquí estamos, nuestros espíritus, para que sean apacibles y afables, renunciando a toda impaciencia.
Repite esta oración conmigo, si así lo sientes: Renunciamos a toda impaciencia, nos arrepentimos de haber sido impacientes, y nos arrepentimos de querer todo ya. Nos arrepentimos de querer todo gratis, nos arrepentimos de esperar que todo nos llueva del cielo, entendiendo que hay cosas que nosotros mismos tenemos que cultivar. ¡Perdónanos, Señor, perdónanos Señor! Somos hijos que necesitamos ser refinados por tu mano poderosa, Padre Amado ¡Oh, gracias, Señor!
¡Pedimos perdón, Señor!, por la impaciencia con nuestros hijos, por la impaciencia con nuestros familiares, por la impaciencia con aquellas personas a las que estamos ministrando.
¡Te pedimos perdón por la impaciencia porque queremos tener todo ahora! ¡Perdónanos, Señor! ¡Oh Padre Santo! Enséñanos a esperar los frutos que estamos cultivando para tu Reino y no abandonar antes de tiempo, antes de que esos árboles den frutos. Danos esa característica del agricultor, danos esa paciencia de esperar por meses y por años a que se manifieste el fruto de nuestras manos.
¡Oh Padre Santo! imparte en tu pueblo ahora mismo en este momento paciencia, Señor, sobre todo a los tuyos. ¡Gracias, Señor! ¡Alabado seas, Padre! ¡Bendito sea tu nombre! ¡Santo, Santo, Santo! ¡Grande en poder y en misericordia!
Dice Hebreos, capítulo 10, versículo 36: «Lo que ustedes necesitan es tener paciencia para que una vez que hayan hecho la voluntad de Dios, reciba lo que él ha prometido». ¡Cuán maravilloso que es nuestro Dios!
Muchos de nosotros no queremos desarrollar esa paciencia, no queremos esperar a recibir lo que Él nos prometió, lo queremos ahora, lo queremos ya, y lo queremos gratis, sin hacer ningún trabajo, sin esperar ningún tiempo. Pero Padre Amado, en este momento recibimos tu perdón, Señor, por habernos equivocado en esta área. Ayúdanos, Señor, a trabajar aun cuando sentimos nuestras manos cansadas y lastimadas. Dios mío, por tenerlas en la mies. ¡Padre! Ayúdanos a disponernos para que refinen nuestro carácter, Señor, para ser más parecidos al carácter de nuestro Salvador y Señor Jesucristo.
¡Alabado sea el Señor! ¡Bendito sea tu nombre! ¡Rey en poder y en Gloria! ¡Gracias! ¡Padre Amado! ¡Santo, Santo, Santo! ¡Gracias Señor!, por esta palabra, ¡Oh, alabado sea el Señor! ¡Bendito Eterno!, nuestro Señor.
¡Gracias Padre! ¡Gracias porque eres paciente con nosotros Señor!, tanto nos esperas, trabajas en nosotros, Padre, enséñanos a ser así; Señor Gracias, ¡Gracias por perdonarnos tantas veces! ¡Gracias! por darnos tiempo para entender las cosas, para cambiar, para recapacitar, para aplicar lo que nos enseñas. ¡Gracias Señor! ¡Gracias Señor! ¡Alabado sea tu nombre! en el nombre de Jesús. Amén.