Aleluya, gracias, Señor bendito, por una nueva noche, Señor, por un nuevo momento para conectarnos juntos en tu presencia, Padre. Henos aquí, Señor, delante de ti, unidos delante de tu trono, Señor, dispuestos a escuchar tu voz. Dice tu Palabra, Señor, que sin profecía el pueblo se desenfrena (Proverbios 29:18). Oh, Padre Santo de la gloria, Señor, en este momento anhelamos escuchar tu voz, saber qué hay en tu corazón para estos tiempos, para todos nosotros. ¡Oh, Señor! Anhelamos, oh, Dios mío, beber de esas aguas, de ese caudal, de ese arroyo celestial, de las aguas cristalinas que salen de tu trono, Señor, y llegan a nosotros, y que corren dentro nuestro como ríos de agua viva.
Oh, Padre Santo, tantas veces dice tu Palabra: «Oye, Israel, oye, Israel». Tantas veces, Señor, dice tu Palabra: «Oye, Israel». Padre, abre nuestros oídos en esta tarde, en esta noche, en esta madrugada; Señor, abre nuestros oídos para escuchar tu voz; ayúdanos a disponer de todo nuestro ser para escuchar con todo lo que somos, con cada célula de nuestro cuerpo, Señor.
Abre el entendimiento de nuestros corazones, circuncida, Señor, todo corazón cerrado para que tu palabra pueda entrar y meterse en lo más profundo de los tuétanos, en lo más profundo de cada ser que escuche las palabras de esta profecía. Señor, la Biblia dice «que tu palabra no vuelve vacía»; oh, Padre Santo, en esta noche yo envío tu Palabra, Señor, para que haga lo que tú quieres que haga.
Oh, Padre Santo de la gloria, habla, Dios mío, hoy, envía, Señor, esa vida, envía esa palabra viva, para que vivifique los corazones enlutados, para que reavive lo que estaba a punto de morir, para que reverdezca todo lo que se estaba petrificando, en el nombre poderoso de Cristo Jesús. Oh, Dios mío, envía esa espada de doble filo, para que penetre las coyunturas y los tuétanos y todo nuestro ser, para que ya no seamos más los mismos, nunca más, Señor, porque ese es el poder de tu palabra, ese es el poder de tu Palabra cuando es enviada a tiempo y fuera de tiempo. Oh, Dios mío, que el que la escucha y la come y la recibe ya no es más el mismo, porque cambios espirituales y físicos suceden cuando tu palabra es enviada.
En esta noche nos disponemos a recibir esa espada, nos disponemos a recibir esa arma filosa, cortante, para que divida lo que está bien de lo que está mal dentro nuestro.
Señor, henos aquí, sobre el altar entregados a ti, Padre Santo, Único, Perfecto, Maravilloso, Majestuoso. Señor, habla palabras de vida para que todo lo que está caído se levante, para todo aquel que está desesperado por escuchar tan solo una palabra. La Biblia dice: «Tan solo di la palabra y mi siervo será sano». Señor, tan solo di la palabra. Señor, hoy di la palabra, Padre, para que seamos sanos, para que seamos libres de las ataduras, libres de la ignorancia, libres de toda perversión, de toda contaminación del mundo, libres de toda confusión, de toda duda.
Yo veo en este momento una visión del Señor Jesucristo y una espada de doble filo sale de su boca, como dice Apocalipsis, y el Señor dice: En esta noche voy a cortar cosas que no tienen que estar en vos, voy a arrancar de raíz, raíces de amargura que crecieron en tu corazón y que no tienen que estar. En esta noche voy a destruir, con el aliento de mi boca, la oscuridad que habita en ti; voy a hablar vida. Y veo un vaso lleno de agua preparado, preparado para todos aquellos que quieran beber, preparado para todos aquellos que quieran creer, agua que salta para vida eterna, agua para que dejes de tener sed.
¡Aleluya! ¿Cuántos de ustedes alaban a Dios en este momento, juntos en el espíritu? ¿Cuántos estaban anhelando congregarse para que la profecía corra, para que el Espíritu de profecía venga a testificar sobre el Rey, a testificar sobre nuestro Señor Jesucristo? Porque dice la palabra del Señor que «el Espíritu de la profecía es el testimonio de Jesucristo».
¡Aleluya, alabado seas, Señor, por tu Palabra escrita, por tu Palabra hablada! Yo ahora mismo rompo todo bloqueo espiritual para que no puedas beber de estas aguas que calmen tu sed; yo ahora mismo quito toda represa espiritual diabólica de tu garganta para que no puedas comer el alimento que Dios te quiere dar hoy, en el nombre de Jesús; yo ahora invoco fuego del cielo para que caiga sobre tu cabeza en este momento, en el nombre de Cristo Jesús, para que queme toda oposición, todo lo contrario, todo lo que se opone arriba tuyo, alrededor tuyo, adelante y atrás tuyo para que no puedas escuchar, para que no puedas recibir, para que no puedas entender lo que Dios te quiere hablar en estos tiempos. ¡Fuego del Espíritu Santo que quema ahora, que consume todo altar a los baales, que consume toda brujería en tu casa! ¡Fuego del Espíritu Santo que quema ahora toda vela encendida en contra tuya y de tu familia! ¡Fuego del Espíritu Santo que quema toda enfermedad que no te estaba permitiendo servir a nuestro Dios eterno como deberías! ¡Fuego que cae en tus ojos para quitar toda escama, toda ceguera espiritual, toda venda que el diablo te colocó, que todo espíritu de religiosidad te colocó, toda venda que toda adivina te haya colocado es quitada ahora, quemada por ese fuego del Espíritu!
Ahora sigue quemando, Espíritu Santo, sigue quemando todo, toda paja, toda hierba que no tiene que estar, que ha crecido en mis hermanos. ¡Se quema ahora en el nombre de Cristo Jesús! Yo te desato ahora, en el nombre poderoso de Jesucristo; sigue, sigue, Señor, sigue empoderando, Señor, sigue preparando el terreno para recibir esta palabra que vas a dar hoy, Padre. Sigue, Señor, limpiando, quita toda incredulidad; reprendemos ahora juntos toda incredulidad en el nombre de Jesús, porque la Palabra dice que «sin fe es imposible agradar a Dios». Declaremos juntos: sin fe es imposible agradar a Dios. Padre, incrementa nuestra fe, ayuda a nuestra fe, danos una mayor medida de fe; renunciamos a toda incredulidad ahora, la echamos de nuestros corazones. ¡Fuera! No te queremos adentro nuestro, no te queremos alrededor nuestro, inspirando pensamientos mentirosos.
¡Oídos ahora se destapan por este fuego en el nombre de Jesús! Yo quito todo tapón espiritual, porque existe un tipo de cera espiritual que tapa los oídos de los hijos de Dios para que no puedan escuchar la voz del Espíritu, pero ahora, en el nombre de Cristo Jesús, es sacado todo tapón espiritual, fluye el agua de la palabra de Dios ahora en tus oídos. ¡Fuego del Espíritu Santo en tus oídos! Yo santifico tus oídos, santifico tus oídos ahora en el nombre de Jesús, los lavo, los santifico; nos arrepentimos de haber escuchado insultos, malas palabras, cosas que no teníamos que escuchar, murmuración, palabras mal habladas, hablar mal de la gente y esas cosas, nos arrepentimos ahora en el nombre de Jesús. Tus oídos son lavados ahora. Abro esos canales para que puedas escuchar la voz de Dios. (Noelia habla en lenguas.) Cuando interpreto mis lenguas, veo ángeles que están trabajando alrededor de ustedes. ¡Gloria del Señor!
En este tiempo el Señor me ha llamado a impartir un tipo de unción en la que ustedes pueden sentir el fuego del Espíritu Santo cuando están orando, cuando están intercediendo, cuando están alabando, y ese fuego veo que se incrementa, aunque en la carne sus cuerpos se vean normales, en el espíritu yo veo llamas de fuego, llamas de fuego que se encienden al máximo cuando empiezan a orar acorde a la voluntad de Dios, cuando empiezan a interceder con un corazón contrito y humillado, con la misericordia de Dios, con la desesperación de ver tantas almas perdidas. Ese fuego se enciende y yo no sé si ustedes lo saben, pero literalmente en el Espíritu ustedes son una llama ardiente, que cuando va caminando por los distintos lugares donde están, las tinieblas tienen que huir porque no lo soportan. ¡Gloria al Señor! No es por nosotros, no es porque seamos mejores o peores, es porque el fuego de Dios habita en nosotros y se enciende cuando estamos a disposición del Señor, cuando somos velas que nos dejamos encender por el Espíritu de Dios. ¿Amén?
Entonces, en este momento imparto esa unción de fuego del Espíritu Santo que hay en mí en todos ustedes. ¡Sientan, sientan ese fuego ahora! Porque yo lo estoy sintiendo ahora, desde el pecho para afuera, en todo mi cuerpo. ¡Gloria al Señor! Te alabamos, Señor, porque hoy enciendes estas llamas, enciendes estas pequeñas lámparas, enciendes hoy, Señor, lo que el diablo quería apagar, enciendes, oh, Señor, a tus ministros, enciendes, oh, Dios, a todo aquel que tiene sed de servirte, a todo aquel que está en fuego de amor por ti. Enciéndelos, Señor, sigue encendiendo, Padre, permíteles sentir lo que yo siento, la manifestación del fuego de tu Espíritu; permíteles, Señor, que esto ya no sea un cuento lejano para ellos; permíteles sentir, Señor, ese avivamiento dentro de ellos, ese fuego de la presencia del Espíritu Santo de Dios dentro de ellos, que ya no se lo cuenten, Padre, que ya no digan: «Esa persona está exagerando, porque yo nunca lo sentí», que ya no digan: «Eso es para la profeta, pero no para mí». Padre, reparte ahora, como cuando uno pasa y un fósforo va prendiendo las velas una a una, Señor, y ya no es solo una vela, sino muchas más. Señor, hoy enciende todas estas velas con este fuego que me diste a mí, intercedo por estas almas, en el nombre de Cristo Jesús. Oh, Padre, que a donde ellos vayan, los espíritus corran, porque no lo puedan soportar, para que queme toda presencia de maldad en los ambientes que recorren tus hijos.
Derrama Espíritu de oración en todos ellos, derrama Espíritu de oración para que ese fuego crezca más y más y trascienda los límites de su cuerpo físico. Para que las ciudades asentadas en gran oscuridad vean gran luz, para que cada ciudad a donde cada uno de nosotros estamos vea gran luz, tan solo porque uno de tus hijos está encendido de amor por ti, Señor, con el fuego literal del Espíritu Santo.
Entréguense más, entréguense a Dios, entréguense al Señor como los niños que se entregan a su padre, sin reservas, sin vergüenza, dejen a un lado el qué dirán, dejen a un lado las apariencias, el Padre busca adoradores en espíritu y en verdad; adoren en espíritu y en verdad y van a ver cómo ese fuego se va a encender en ustedes. No seamos hipócritas, no nos entreguemos a medias, es tiempo de llegar a la cruz, a la cruz del Señor Jesucristo, a la cruz del Calvario, realmente entregados, y decirle: Señor, Señor, heme aquí, quiero seguirte hasta el final, enciéndeme para resistir, enciende, Señor, el fuego de tu Espíritu ahora, más, más, más, más; yo veo ángeles ahora derramando fuego sobre sus casas, pero no es un fuego de juicio, es un fuego de la presencia de Dios, es un fuego espiritual que aviva, es un fuego que te mueve, que te sacude, que te enciende, que te da ganas de hacer cosas por Dios.
Vuelca Señor, vuelca Señor, estos contenedores de fuego encendido a tus hijos, a sus casas. Yo imparto ahora, imparto y sigo impartiendo el fuego del Espíritu, fuego del Espíritu sobre todos ustedes. Señor, toda vela mojada, toda vela que el enemigo mojó con aguas contaminadas para que se apague, yo te pido ahora que soples para que toda humedad de estas velas se vaya y enciendas nuevamente, Padre, así como el altar de Elías, que lo mojó tres veces; tres veces derramó agua por arriba, por abajo, por la zanja, por todos lados, le pidió a los otros que derramen baldes y baldes de agua, vasijas llenas de agua alrededor de ese altar que estaba totalmente empapado. Humanamente era imposible encender el fuego; sin embargo, cuando el profeta oró, bajó fuego del cielo y lamió y consumió toda el agua y encendió el sacrificio que estaba empapado.
Señor, ahora yo te pido eso para mis hermanos, todo hermano que esté empapado por esa agua que apagó su fuego y que no es el agua de Tu Espíritu, por esa agua que humanamente parece imposible que se encienda porque está completamente mojado, completamente húmedo, pero para ti todo es posible, para el que cree. Derrama de ese fuego ahora y enciende a estos hermanos que están entregados en este altar a ti, Señor, como sacrificio. Prende ahora, Señor, todo altar humedecido, todo altar mojado, haz un milagro en todo hermano apagado ahora, derrama de tu poder. Algunas manos ahora se están prendiendo en fuego del Espíritu Santo, algunos de ustedes están sintiendo sensaciones en sus manos, porque a través de este fuego el Señor está eliminando mugre, oscuridad de tus manos.
Recibe, recibe el fuego en tus manos, ¡enciendo y expando el fuego del Espíritu Santo en tus manos! Yo mismo las siento ahora encendidas, el fuego, calientes. Estoy viendo manos que estaban mojadas, pero no mojadas por el río del Espíritu Santo; estaban mojadas porque estaban tan apagadas, tan apagadas, porque el diablo había echado tanta agua para apagarlas, que humanamente era muy difícil prenderlas de nuevo. Pero hoy el Señor las enciende.
¡Fuego en las cabezas ahora! En el nombre de Jesús, ¡Fuego ahora en las cabezas! ¡Unjo las cabezas con aceite y con fuego del Espíritu Santo! Y ese fuego ahora está quemando ideas demoníacas en ti, está quemando ideas demoníacas que el enemigo había plantado en tu mente; ese fuego ahora, ese calor que sentís en la cabeza, está quemando semillas de maldad que el enemigo había puesto en tu mente. Ahora es quemado todo huevo de áspid en tu cabeza en el nombre de Cristo Jesús.
Otros de ustedes están sintiendo fuego en el pecho ahora. Señor, te pido hoy por tu presencia, para aquellos que normalmente no la pueden sentir. Te pido la manifestación de tu presencia y del Espíritu Santo en todos aquellos que normalmente no la pueden sentir. Sabemos que caminamos por fe y no por vista, Padre, que no hace falta sentir tu presencia ni la manifestación para saber que estás ahí con nosotros, para saber que estás obrando. Señor, ese es nuestro fundamento, en eso fundamentamos nuestra fe, no en las experiencias sobrenaturales, no en la vista, no en las manifestaciones. Pero, Dios mío, qué bonito es sentirte, qué motivante es sentir de vez en cuando ese fuego del Espíritu Santo en nosotros. Señor, cuánto nos alienta saber que estás ahí de vez en cuando, por poder sentir una pizca de esa gloria tuya, de ese fuego que te envuelve.
Yo te pido, Dios mío, ahora te pido este regalo para todos estos hermanos que a veces se sienten secos y hasta a veces se preguntan si van bien porque nunca sienten tu presencia. Padre, en el nombre de Cristo Jesús, sabiendo que esto no es una pista de que van bien, pero yo te pido este extra para ellos. Te pido, Dios mío, con todo mi corazón, intercedo, Señor, por estos hermanos, para que hoy les des un regalo para ellos, para que hoy ese fuego se manifieste en sus vidas; derrama, Señor, de ese fuego sobre el altar donde ellos están entregados. Y si hay algo que está impidiendo que ese fuego caiga, que ese fuego se manifieste, también te pido que lo quemes ahora, en el nombre de Cristo Jesús, que todas esas cosas sean eliminadas, toda traba, toda pared espiritual, toda hechicería en los hermanos, para que no puedan ingresar en la presencia de Dios en esta dimensión, que sea quitada, que sea quemada en el nombre de Cristo Jesús.
¡Derrama ahora, Padre! Pero es que, si no hay entrega, si no hay adoración, si no hay alabanza, ¿cómo puede moverse el Espíritu de Dios? ¡Si Dios habita en medio de la alabanza! Adora a Dios, adora a Dios. El Espíritu me está mostrando ahora una visión cuando hablo en lenguas y las interpreto, y veo que cuando un cristiano encendido en el fuego del Espíritu Santo impone las manos, por la guía del Espíritu Santo, no a la ligera, a una persona, este fuego se imparte a la otra persona. Pero muchos de ustedes no creen que esto es posible, no creen en las cosas espirituales, porque son como Tomás, que, si no ven, no creen. Pero el Señor dice: más bienaventurados son los que creen sin haber visto. ¿Amén?
Yo ahora veo el candelero del tabernáculo y veo cómo el sacerdote encendía las velas, y esas velas tenían que permanecer encendidas, ¿verdad? Era la tarea del sacerdote mantener esas velas encendidas. Dice el Señor: así mismo es la tarea de ustedes, mantener el fuego del Espíritu de Dios encendido dentro de ustedes. ¡Qué hermosa palabra! Soplen ustedes mismos, soplen para que ese fuego del Espíritu de Dios se avive en ustedes; no permitan que se apague. No se vayan a dormir sin estar seguros de que la vela sigue encendida. Ustedes son los encargados de mantenerse llenos del Espíritu Santo, encendidos, y no permitir que el Espíritu se contriste. Ustedes tienen que encargarse de cuidar ese fuego, que no se apague, que no baje, sino que se mantenga constantemente encendido. Porque muchas veces ese fuego se apaga. Y ustedes me preguntan a mí: Señor, ¿por qué se apaga el fuego en mí? ¿Por qué ya no puedo sentirlo igual? ¿Por qué, Señor, permitiste que se apague esta pasión en mí? ¿Por qué ya no puedo sentir tu presencia como antes? ¿Por qué no puedo sentir la manifestación del Espíritu en mí como antes? ¿Por qué ese fuego que sentía se apagó? Pero el Señor responde que es nuestra obligación, que es nuestra tarea, que depende de nosotros mantener esa llama encendida a través de la adoración, a través de la alabanza, a través de la oración ferviente que levante la temperatura del ambiente, y ese fuego arda a más grados.
Y el Señor me dice que ustedes mismos a veces permiten que venga alguien de afuera y sople y apague ese fuego en ustedes. Haciendo referencia a Levítico 6:13: «El fuego arderá continuamente en el altar; no se apagará». Este es el fuego, el fuego arderá continuamente en el altar, y no se apagará. A ese fuego me refería. A veces ustedes están encendidos en el fuego, pero viene alguien, un hermano, una hermana, una persona conversa o inconversa, y ustedes permiten que estas personas les hablen palabras de muerte, que apagan la manifestación de ese fuego dentro de ustedes. Ustedes son los que permiten que esta gente sople y apague este fuego en ustedes mismos cuando reciben estas palabras. Pero no, tienen que proteger este fuego, como cuando alguien no deja que pase el viento para que la vela no se apague. Ustedes son los que tienen que poner límites a estas personas que, con una sola frase, que, de una sola palabra, son capaces de apagar lo que se encendió dentro de ustedes.
Muchos de ustedes ahora están sintiendo que esa palabra que dije era para ustedes, pero arrepiéntanse en este momento de dejarse apagar. Pídanle perdón al Señor por dejarse apagar, por no defender su fe, por no defender la manifestación del fuego del Espíritu Santo dentro de ustedes. Dice Levítico 6:12: «Y el fuego encendido sobre el altar no se apagará, sino que el sacerdote pondrá en él leña cada mañana y acomodará el holocausto sobre él y quemará sobre él las grosuras de los sacrificios». Ese altar tiene que seguir encendido, y así como el sacerdote colocaba leña en él todas las mañanas, así nosotros todas las mañanas tenemos que colocar la leña de la oración, la leña de la lectura, la leña de la alabanza, el clamor, el gemido, la oración ferviente, porque no alcanza con hacer una oracioncita tranquila, que ni siquiera lo escuchan los demonios que están dando vueltas alrededor nuestro; tiene que ser esa oración que rompe los esquemas, esa oración ferviente que la maldad no puede resistir.
También me dice Dios que muchos de ustedes se conforman con un fueguito chiquito, que ustedes están cuidando un fueguito chiquito. (Noelia) Veo a alguien que tiene un fueguito chiquito delante suyo, como una parábola o como una metáfora, y esta persona cuida de ese fueguito y con eso se conforma. Pero el Espíritu me dice: tengo más, tengo más preparado para ti, tengo más, coloca más leña a ese fuego, deja que crezca, no lo apagues, y no te conformes con eso, que calienta un poquito; yo quiero darte un fuego que encienda toda tu ciudad, no te conformes con eso, pon más leña en ese fuego, como esos sacerdotes que avivaban ese fuego todas las mañanas, y ese fuego ardía continuamente; yo voy a soplar del viento de mi Espíritu para avivar ese fuego.
Dice Dios: Hay más preparado para vos, tengo más preparado para mis hijos en estos tiempos, tengo más, yo quiero que ardan, quiero que ardan y que quemen toda malicia, que quemen las obras de las tinieblas. Yo quiero que impartan y prendan fuego a otros con el Espíritu de Dios, yo quiero que el aceite corra tanto, para que esa lámpara arda continuamente.
Así como el Señor tiene ojos como llama de fuego, así como la Palabra del Señor dice que «nuestro Señor Jesucristo tiene ojos como llama de fuego», así dice el Señor: Yo quiero que mis hijos miren con el Fuego de mi Espíritu y que todo aquel que mire a sus ojos pueda reconocerme a mí y a mis ojos, a través de los ojos de mis hijos, ojos como llama de fuego, ojos de poder, ojos encendidos por el Fuego del poder y del amor, ojos que ardan tan fuerte que, cuando los demonios te miran a los ojos, no puedan resistir y tengan que bajar la mirada porque se queman. (Noelia) Esta es la razón por la cual muchas veces los ministros de Dios, que están practicando liberación a las personas, miran a los ojos, a los demonios que están dentro de las personas que están ministrando, y no pueden mirarlos estos demonios; tienen que bajar la vista, mirar para otro lado, correrse, porque ese fuego que hay en los ojos de los ministros de Dios es el Fuego de Dios que los quema, que no pueden resistir. Es porque los ojos de Fuego de nuestro Señor Jesucristo se manifiestan a través de los hijos de Dios, que a su vez caminan en este Fuego de Poder.
Dice la Palabra del Señor que «sus ojos eran como llama de fuego», que los ojos del Hijo del Hombre eran como llamas de fuego. Dice Dios: Este mismo Fuego es el que quiero que se manifieste a través de la mirada de mis hijos; que no solamente los demonios huyan cuando mis hijos los miran, sino que todo inconverso sienta que me manifiesto a través de sus ojos; que todo inconverso se dé cuenta de que hay algo en los ojos de los hijos de Dios que expone las tinieblas en ellos. Algo que arde de amor dentro nuestro y que se manifiesta a través de los ojos de los hijos de Dios.
[Apocalipsis 1:14, RVR1960] Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego.
Enciéndenos ahora, Jesús; recibimos ahora, Señor, de ese Fuego Santo Espiritual. Enciende, Señor, imparte ahora en el nombre de Cristo Jesús; enciende más esta fogata. Señor, todo corazón enfriado, caliéntalo ahora. Yo rompo todo hechizo de congelamiento, de hielo espiritual en vos; porque hace cuánto que no puedes sentir nada, no solamente la presencia del Espíritu Santo, no podés sentir, te estás endureciendo, te estás enfriando, no te das cuenta de lo que te está pasando; no lo permitas más, deja que el Señor vuelva a encender, vuelva a pasar un carbón encendido en tu interior, avivando lo que estaba congelado, derritiendo el hielo que el enemigo puso en vos. No lo permitas, no permitas que tu corazón se convierta en un cubo de hielo que no pueda sentir el dolor de los demás; no permitas que tu corazón se convierta en una estalactita, ¿amén?, que se clava aún en el corazón de los otros. Caliéntate por Dios.
Yo ahora te pido, Señor, en el nombre de Cristo Jesús, que estos carbones encendidos que me estás mostrando, que tienen estos ángeles… veo ángeles ahora que tienen como unas pinzas y en el extremo de ellas tienen carbones encendidos, y estos ángeles están pasando ahora con estos carbones encendidos alrededor de los que estaban congelados, y el hielo se empieza a derretir ahora en el Espíritu. Y el Señor pone este carbón encendido ahora en tu corazón; y ahora pasa este carbón encendido a través de sus ángeles y lo coloca en tu corazón, recibe como un niño, recibe como una niña. Oh, gracias, Señor, porque yo veo corazones derritiéndose ahora; corazones ahora se están derritiendo por el Fuego del Espíritu de Dios.
Sigue, Señor, encendiendo, haz tu voluntad en esta ministración. ¡Grande es tu Nombre, grande es tu Nombre! Señor, trabaja con poder; ahora manifiéstate para tu gloria, Dios mío, manifiéstate para tu gloria, Señor. Sigue descongelando, descongela a nuestros hijos, Dios mío, descongela, Señor, a todo hijo nuestro que está congelado, a todo hijo nuestro que está hechizado, Señor, que dice que se enfrió, que dice que se siente frío, que dice que ya no siente el mismo calor que antes por las cosas de Dios, ese frío espiritual que sienten algunos de los hermanos cuando se despiertan por la noche por causa de la presencia de los demonios y de las brujas; yo te pido ahora y a partir de esta noche cese todo trabajo de hechicería que tiene que ver con el frío de las tinieblas en el nombre de Cristo Jesús. Nosotros ahora juntos estamos unidos en una misma intención, ordenándole al enemigo que retroceda en todo hechizo que está colocando en nuestros hijos, en nuestros esposos y esposas, en nuestros padres, en el Nombre poderoso de Cristo Jesús, en la gente que pertenece a nuestros corazones, en nuestros discípulos, en aquellos a los que les estamos predicando. ¡Ahora cae y se rompe todo ese hielo, se empieza a quebrar en el Nombre de Cristo Jesús! No más invierno espiritual para nuestros hijos; Señor, calienta, calienta ahora.
Yo veo ahora hielo que se empieza a derretir de varios hijos de familias, hijos que antes estaban calientes por las cosas de Dios, amando al Señor, pero que después se empezaron a enfriar.
Sigue trabajando en nuestros hijos, en nuestra familia. Veo esposos hechizados que antes estaban bien en las cosas del Señor y después se empezaron a entibiar, y no bastó una tibieza, sino que se empezaron a enfriar y después ya estaban tan fríos que no se acordaban de cómo era amar a Dios, de cómo era tener entusiasmo por las cosas del Señor. Ya no sintieron más ganas de salir a predicar la palabra, de enseñarle la Biblia a sus hijos, de ser sacerdotes de sus casas; simplemente se congelaron. Padre, te pedimos ahora que rompas todos estos cubos de hielo a donde entraron estos esposos y esposas, en el Nombre de Cristo Jesús. Oh, Padre Santo, saca fuego de tu boca, Señor, y derrite en este momento todo ese hielo, Señor, en todos nosotros y en nuestras familias, en el Nombre de Cristo Jesús. Dice Salmos 147, versículo 18: «…enviará Su Palabra y los derretirá, soplará Su viento y fluirán las aguas». Oh, Padre, derrite ahora, derrite, Señor, con tu palabra, derrite, Señor, lo que no tiene que estar, derrite todo enfriamiento.
Oh, Padre de la gloria, hay algunas personas que están hechizadas y están espiritualmente en lugares espirituales de invierno. Sus cuerpos están en la tierra, parece todo normal, pero sus espíritus, me revela ahora Dios, habitan en lugares donde está el invierno del enemigo, en lugares a donde el enemigo tiene congeladas a varias personas; viven en este estado espiritual y no entienden por qué, pero hoy reclamamos estas almas en el Nombre de Cristo Jesús. Ellos no habitan en lugares celestiales que el Señor preparó para nosotros, sino que están habitando en lugares espirituales de maldad, adonde están congelados. Por eso espiritualmente sienten que no pueden moverse, que están adentro, literalmente inmovilizados en este cubo de hielo. Pero ahora nosotros reclamamos, reclamamos a estas almas en el nombre poderoso de Cristo Jesús, y todo hechizo, no importa la cantidad, no importa la calidad, no importa el rango del hechicero que lo haya hecho, no importa cuántas huestes espirituales hayan estado involucradas en estos hechizos; en este momento caen por tierra en el Nombre poderoso de Jesús. Padre, yo ahora te pido que envíes a tus ángeles a rescatar a estas almas hechizadas, congeladas, enfriadas, endurecidas, inmovilizadas por estos hechizos, y que las traigas para que habiten en lugares celestiales adonde está el fuego y el calor de tu Espíritu, para que ellas puedan salir de estas prisiones de maldad, y en el Nombre de Jesús puedan ser libres y volver a la vida, y estén en una primavera espiritual a partir de ahora.
Te pedimos un verano espiritual para todo aquel que se siente enfriado, y te pido, Padre, también que todo el fuego que hoy fue impartido a los hermanos, que lo puedan impartir por imposición de manos a sus hijos y a sus familias, en el Nombre de Cristo Jesús.
El Señor me dice que está encendiendo luminarias alrededor del mundo, que no todo es oscuridad, a pesar de que este gran manto de oscuridad se está bajando sobre la tierra como nunca antes, y son unas tinieblas más densas que antes, porque existen distintos niveles de tinieblas y distintas densidades de tinieblas, y así mismo también pasa con la luz. Y mientras esas densas tinieblas, que son más densas que las anteriores que estaban sobre la tierra, van bajando, estoy encendiendo luminarias. (Noelia) Y veo cómo pasa Jesús bautizando en el Espíritu Santo a muchas personas, y estas personas que estaban en oscuridad comienzan a iluminar, y no sólo eso, sino que el fuego del Espíritu Santo empieza a manifestarse sobre ellas. Y dice Dios: Estoy encendiendo candeleros para que iluminen casas, congregaciones, pueblos, ciudades, países enteros. (Noelia) Y también veo muchos ángeles que están haciendo esta misma tarea que dije, ángeles que están envueltos en llamas de fuego, como dice Hebreos, capítulo 1. Veo este tipo de ángeles que también encienden en fuego a varios de los hijos de Dios en este tiempo; veo fuego que está cayendo sobre la tierra, fuego que está cayendo sobre las congregaciones. Es fuego Santo que está cayendo sobre algunas congregaciones. Esto significa que el Espíritu Santo va a comenzar a encenderse en estos lugares, que el fuego del Espíritu Santo se va a comenzar a manifestar en varias congregaciones, a donde antes no se manifestaba, porque este es un trabajo que Dios está haciendo en este tiempo.
Dice Dios: Y ustedes, hijitos, oren, oren, intercedan para que si ustedes mismos están en alguna congregación, ustedes mismos, a través de su intercesión, este fuego caiga en sus congregaciones, y las personas que formen parte de ella se empiecen a mover en el poder de Dios. Porque Pablo dice en una parte: «Iré a ustedes, no solamente con la palabra, sino con el poder de Dios, con prodigios y señales del poder de Dios». Así que si ustedes no ven estas manifestaciones en sus congregaciones, manifestaciones de Dios, del Espíritu de Dios, ahora Dios me dice: Hijitos, intercedan para que este fuego santo que está cayendo en varias congregaciones también caiga en las suyas.
[1 Corintios 2:4, RVR1960] y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder.
Padre, te pido, Dios mío, y me parece ver que este fuego que hoy es impartido, y este fuego que el Señor ha traído a tu vida a través de esta ministración, va a provocar liberación en muchos de ustedes. Aleluya, Señor, te pido que sigas liberando a estas personas, porque los espíritus que habitan en los cuerpos, este fuego los consume, los hace sufrir, los tortura, porque es el Fuego de Dios dentro nuestro. Veo que algunas personas van a recibir liberación durante o después de esta ministración.
Te pido, Dios mío, que después de esta ministración, el fuego de tu Espíritu Santo siga recorriendo cada parte del cuerpo de los hermanos que escuchan este vídeo, cada parte de su casa y cada parte de su familia, quemando todo lo que no tiene que estar, santificando, así como el oro se refina a través del fuego. Te pido, Señor, que sigas refinando a los hermanos que escuchan esta ministración, que los sigas santificando a través de este fuego y empoderando, en el Nombre poderoso de Cristo Jesús, amén y amén.