En estos días, el Espíritu Santo me ha hablado sobre el sistema inmunológico del cuerpo. Me hablaba de la muerte y de la vida y de algunas cosas que tienen que ver con la salud, y hemos estado ministrando a algunos hermanos que están enfermos del alma y del cuerpo.
El Espíritu Santo me repetía que debemos fortalecer el sistema inmunológico y colaborar con el cuerpo para que este sistema de defensa, que en visión se me muestra como un ejército bien organizado y preparado, se mantenga unido y fortalecido para defender nuestro organismo con rapidez y eficiencia.
El Espíritu Santo me dice que hay diferentes factores que influyen en el funcionamiento del sistema inmunológico de una persona y me enseñaba que este sistema, representado como un ejército, es la primera defensa que tiene el cuerpo contra la gran cantidad de enfermedades que están siendo lanzadas sobre la tierra.
Todos aquellos que han seguido mi canal desde hace tiempo y han escuchado todas las profecías que el Señor me ha dado saben que varias veces he hablado sobre las muchas enfermedades que vendrán y por las cuales muchos morirán, porque va a haber gran mortandad.
Lo sabemos también porque primeramente Él nos lo dejó advertido en Mateo 24. Jesús mismo habla sobre las cosas que vendrían sobre la tierra antes de su venida para que estemos alertados y nos preparemos. Él dijo:
[Mateo 24:7, RVR1960] Se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares.
Dentro de estas pestes de estos últimos días, el virus del COVID-19 es solamente el comienzo de la estrategia de guerra que se está implementando sobre el mundo. He publicado palabra profética, confirmada también por otras voces, donde se me ha revelado el origen de este virus que está circulando y que es real, pero que ha sido enviado adrede por la mano del hombre, permitido por el Señor.
Este es uno de los juicios que caen como juicio sobre la tierra, pero no será el único virus que se va a enviar. En palabra profética sobre los jinetes del Apocalipsis, el Señor nos advirtió de los distintos tipos de virus que van a prevalecer en el aire al mismo tiempo, donde el COVID no iba a ser el único que provocaría enfermedades en distintos niveles.
Esto solamente es el comienzo de una agenda que ya está programada. Y el Espíritu Santo me decía que nosotros, los hijos de Dios, estamos avisados primeramente a través de la Biblia sobre todas las cosas que vendrían en los tiempos finales. Y echando luz sobre esa palabra, y aclarando en qué tiempo estamos, hay otras distintas voces proféticas que estamos advirtiendo que el pueblo del Señor tiene que estar fortalecido, preparado y santificado para cuando todas estas cosas ocurran.
Esto lo venimos advirtiendo antes de que toda esta ola de enfermedades se desate sobre la tierra. Los hijos de Dios tenemos que cerrar cada pequeña puerta que el enemigo pueda encontrar abierta y que santificar no solamente nuestro espíritu, sino también nuestra alma y nuestro cuerpo. La Palabra dice:
[1 Tesalonicenses 5:23, RVR1960] El mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.
Aunque muchos de sus hijos están prestando atención a la balanza espiritual, están descuidando lo físico y no reciben sanidad del alma. Y a medida que vamos caminando hacia la cumbre de la montaña, las cosas se van poniendo más difíciles y empinadas, porque sabemos que estamos en los principios de dolores de parto y las contracciones se van a poner cada vez más dolorosas y seguidas.
Mientras estamos pasando por este proceso de alumbramiento, las cosas van a empeorar. El mundo va a cambiar, como ya lo dije antes. Son cambios que van a perdurar, pero al mismo tiempo, con cada cambio las cosas ya no van a ser iguales, y mientras esto ocurre, nosotros tenemos que estar preparados no solamente en el espíritu, sino también en el cuerpo.
El Señor me decía que algunos de sus hijos piensan que el cuerpo no sirve para nada y le restan importancia, al dejarlo en segundo plano creyendo que lo único que importa es el espíritu, pero eso no es lo que el Señor nos habló en su palabra.
[1 Corintios 3:16-17, RVR1960] ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.
¡Gloria al Señor! Si nuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo, tenemos que tener cuidado de él, santificarlo, protegerlo y cuidarlo de lo que entra o cómo y dónde lo llevamos y en qué ambiente estamos, porque todo esto influye en el funcionamiento de nuestro organismo.
El sistema de defensa se me revela como un ejército, y es el escudo más grande que tiene una persona para defenderse no sólo de las cosas espirituales, sino de las físicas, es la fe.
Por visión se me mostró que una persona que tiene su escudo de la fe levantado, tal cual lo dice Efesios 6, se protege a nivel espiritual de los dardos del enemigo, de las asechanzas del diablo, de los ataques de las personas, defendiendo también el funcionamiento de su cuerpo a través de ese escudo.
Lo primero que un cristiano tiene que hacer es tener colocada la armadura y permanecer con su escudo levantado aún ante las situaciones físicas como las enfermedades que aquejan el cuerpo. Una persona que tiene gran fe está rodeada de una protección especial; sin embargo, aquellos que no tienen mucha fe o son débiles no tienen la misma protección.
La fe es, en primera instancia, nuestra primera protección contra las enfermedades que el enemigo está lanzando sobre la tierra. La fe es nuestro primer escudo, nuestra primera protección. Y si ves que tu fe mengua o sentís que tenés poca fe, porque la palabra del Señor dice que la fe nos ha sido dada en distintas medidas de fe, te invito a que le pidas que se aumente tu fe.
Esto tiene que ver con orar y leer la palabra permanentemente, que junto con el ayuno y la alabanza aumentan nuestra fe, y estas cuatro cosas fortalecen al cuerpo y al sistema inmunológico.
Cuando un creyente deja de leer la Biblia, deja de orar, de ayunar y de alabar al Señor, sus defensas bajan, y no solamente las defensas físicas, sino las defensas espirituales. Tenemos que entender que cuando nosotros leemos la palabra de Dios, es como si fuera un remedio que entra en nuestro cuerpo y va sanando toda enfermedad del alma y también física.
Porque «medicina es a mis huesos», tu palabra dice la Biblia, y esto es literal. Algunos hermanos no están conscientes de lo que estoy diciendo. En ocasiones, cuando he ministrado a personas enfermas, el Señor les ha dicho a través mío por palabra de sabiduría que lean la Biblia en voz alta tres veces al día, cada seis u ocho horas, conscientemente, entendiendo que estas palabras que leen en voz alta funcionan como un remedio literal para las enfermedades de su cuerpo.
Cuando un cristiano deja o destruye las columnas de su vida en la fe, como lo es la lectura de la Biblia, la oración, el ayuno y la alabanza, todo en la vida de esta persona va cayendo, y quitar esas columnas hace que el techo de la casa se caiga.
Estas son las primeras instrucciones que el Espíritu me indicaba para su pueblo, y que no debemos descuidar en nuestra vida de fe. Debemos cuidar nuestra fe como lo más preciado y cumplir con las cosas que el Señor nos mandó a hacer: orar sin cesar, dice la Biblia, leer la palabra, llevarla como si la tuviéramos grabada en nuestros corazones y en nuestras mentes.
Cuando ayunamos, el sistema inmunológico tiene tiempo para defender al cuerpo de la invasión que presenta. Con el ayuno, el cuerpo puede enfocarse en restaurar lo que estaba roto.
La alabanza es importantísima para tener una buena defensa corporal, porque las cosas espirituales influyen en las materiales; cuando nosotros alabamos, las células del cuerpo alaban junto con nosotros. Estamos utilizando el sistema del habla y la respiración para alabar al Señor; y no es solamente lo que sucede a nuestro alrededor, que cambia la atmósfera, sino que ángeles vienen a adorar al Señor y alabarlo junto con nosotros.
Cuando alabamos suceden cambios físicos a nuestro alrededor, principalmente en quienes están alabando a Dios. Es en este tiempo que el Señor está revelando estos tesoros escondidos, porque antes el hombre no estaba preparado para entender estas cosas espirituales, pero ahora se están abriendo los ojos de muchos para que entendamos lo que sucede en el espíritu cuando nosotros hacemos determinadas cosas.
Dice la Palabra: «Espíritu, alma y cuerpo sea guardado irreprensible para la venida del Señor», y no solamente para su venida, sino para que podamos resistir los tiempos que están transcurriendo sobre la tierra y lo que va a venir, y colocarnos entonces la armadura de Dios.
Para eso pueden estudiar Efesios capítulo 6, donde habla de leer la palabra, orar, ayunar y alabar al Señor. Estas acciones fortalecen nuestro espíritu y nuestra alma.
El Espíritu Santo me decía que cuidar nuestras emociones es cuidar lo que sucede en nuestra alma. En uno de mis vídeos publicados, el Señor nos habló de la importancia de tener dominio propio porque las emociones prolongadas e injustificadas, como la tristeza, la ira y el miedo, abren puertas para que entre la enfermedad, porque el sistema inmunológico se deteriora con el tiempo y va debilitando nuestro ejército.
Imagínense si los soldados de un ejército estuvieran tristes, deprimidos, con ira tal que pierdan la cabeza y no puedan tomar decisiones correctas en la batalla, o que se manejen a través del miedo; asimismo sucede con las emociones cuando atacan nuestro propio organismo.
Las emociones prolongadas e injustificadas provocan que nuestro sistema inmunitario vaya perdiendo fuerza, porque es como si hiciera un doble esfuerzo al luchar contra nuestro propio escudo espiritual decaído.
El Espíritu Santo me decía que debemos cuidar el ambiente y las personas con las que nos relacionamos, porque el ambiente es como el agua espiritual donde nadamos, y si hay contiendas, envidia, ataques permanentes, malos gestos, palabras de maldición, comparaciones, competencias, gente que nos hiere o nos hace sentir menos, etc., esto será percibido por el cuerpo como un ataque, afectando nuestras emociones y el sistema inmunológico.
El cuerpo refleja la sensación de sentirse atacado, y el sistema inmunológico reacciona a las palabras de maldición tratando de defenderse, porque las palabras son espíritu, y las palabras que otros dicen entran a nosotros como alimento, provocando vida o muerte. Gloria al Señor por esta palabra.
Tenemos que cuidar y elegir bien, y preguntarle al Espíritu Santo en qué ambiente nos tenemos que mover, con qué persona nos tenemos que juntar, cuándo salir a tiempo de determinada reunión o dejar de relacionarnos con personas que en vez de edificar destruyen, y en vez de sanarnos a través de palabras de amor nos van enfermando.
Todas estas cosas influyen en el estado de un sistema inmunológico de una persona. Mateo 15 nos muestra lo que contamina al hombre:
[Mateo 15:17-20, RVR1960] ¿No entendéis que todo lo que entra en la boca va al vientre, y es echado en la letrina? Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre; pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre.
Muchas veces, el cristiano de hoy presta atención a lo exterior, tal como sucedía cuando el Señor Jesucristo caminaba sobre la tierra, y presta atención a lavarse las manos, a tener todo impecable, lo cual es válido, porque la higiene tiene que ver con el tema de las enfermedades, pero lo más importante es lo que sale del corazón del hombre y no lo que entra al cuerpo.
Si vos estás en pecado, si tenés malos pensamientos, sos un adúltero, un fornicador, estás robando, sos un mentiroso, un lascivo, etc., esto provoca que tus defensas bajen porque hay una gran puerta abierta en tu vida y el enemigo entra por cualquier hendidura que encuentra abierta que contamina el cuerpo y, al contaminarlo, este tiene que luchar para defenderse porque las células se enferman con los pecados.
Es tiempo de entender que nuestros pecados son la principal causa de enfermedad, y aunque hay muchas otras causas de las que he hablado en otros vídeos con las razones bíblicas de la enfermedad, el Señor ha confirmado y traído luz a través de este ministerio sobre el tema de las enfermedades, luz en lo que ya está escrito, entendimiento, claridad, revelación.
Es el momento de entender que la Iglesia tiene que hacerse cargo de que los propios pecados son nuestra principal razón para la enfermedad, aunque no la única. Nuestros pecados son la principal razón para la falta de prosperidad; son las piedras de tropiezo que encontramos en nuestro camino.
Tenemos que hacernos cargo de lo que hacemos mal; entender que existen leyes espirituales y físicas que tenemos que obedecer para obtener bendición, porque la obediencia trae bendición, dice la Biblia. Debemos dejar de culpar a todo lo que pasa afuera nuestro.
Si una persona está en pecado, si tiene un corazón avaro, odioso, si no tiene dominio sobre su carácter y peca porque el sol se pone sobre su ira, esto provoca que nuestro sistema inmunológico se vaya debilitando porque tiene que trabajar el doble que cuando una persona tiene un corazón apacible, manso, limpio, un corazón que no está en pecado voluntario. La Palabra dice que un corazón apacible vivifica el cuerpo.
[Proverbios 14:30, RVR1960] El corazón apacible es vida de la carne; mas la envidia es carcoma de los huesos.
Hay muchos pecados ocultos en los que gran parte de la iglesia está caminando, abriendo puertas a la enfermedad, y cuando la enfermedad entra al sistema de defensa y de ataque, que es el sistema inmunológico, este no es capaz de responder como debería porque está debilitado por la maldad y el descuido que estos creyentes tienen sobre su cuerpo.
El Espíritu Santo me está revelando que cuando oramos y le hablamos a Dios en voz alta sobre cómo estamos, y lloramos delante de Dios exponiendo las injusticias, tribulaciones y angustias que nos afectan, esta oración constante provoca que nos vayamos lavando, no solamente en el espíritu, sino que el mismo cuerpo se descarga de estos sufrimientos.
Cuando sufrimos o estamos siendo atribulados, no es solo nuestro corazón ni nuestra mente la que se angustia tratando de encontrar una solución, sino que nuestro cuerpo también sufre, y muchas veces los cristianos olvidan que estos procesos no son únicamente del alma ni del espíritu, sino que el cuerpo atraviesa también un proceso de zarandeo, haciendo que las células trabajen fervientemente para soportar ese dolor.
Y si el sistema inmunológico está debilitado y cansado, si está golpeado, y no cuenta con el número suficiente de soldados, no será capaz de ganar esa guerra. Las instrucciones del Espíritu Santo para que podamos ayudar al cuerpo a tener un sistema inmunológico fuerte es que aprendamos a descansar, teniendo un balance entre los tiempos de actividad y de descanso.
Debemos tomarnos de su mano como guía particular en cada caso, porque todas las personas somos distintas y estamos hechas con características diferentes. Algunos son más fuertes que otros y hay vasos más duros y resistentes y otros que son más frágiles y se rompen más fácilmente.
Y si bien hay ciertas cosas que todos tenemos que obedecer y hacer para que nuestro cuerpo esté fuerte en la defensa y el ataque, el Espíritu Santo me dice que le preguntemos a Él para saber cuándo debemos descansar y en qué momento hacerlo, porque el sistema inmunológico sigue trabajando, aun cuando estamos durmiendo. Cuando el cuerpo está en reposo, el proceso de defensa se intensifica, porque el cuerpo no está ocupado en las demás funciones que cuando estamos despiertos.
Conozco muchos cristianos que están enfermos y no están en pecados voluntarios a propósito. Sin embargo, no tienen un buen descanso y no están escuchando al Espíritu Santo cuando les dice: «Descansá, pará un poco» —»bajá un cambio», se dice en Argentina— y no estamos obedeciendo las instrucciones que el Señor nos da por medio de su Espíritu, dejando que la enfermedad se manifieste en nuestro cuerpo por no cuidarlo como necesita.
Cuando el cuerpo no descansa lo suficiente, es como un auto que nunca frena, hasta que el motor se rompe. ¡Gloria al Señor por esa imagen, por esa visión que me acaba de dar! Muchas veces la iglesia no da la importancia a los tiempos de descanso, y les repito de nuevo: los espíritus de enfermedad están siendo lanzados sobre el mundo en cantidades atroces, y la maldad y poder con la que están siendo lanzados es mayor.
Las enfermedades van a ser más agresivas en estos tiempos y van a surgir más y nuevos males, porque esto es lo que está preparado para este tiempo con un propósito. Por eso el Señor nos habla sobre estas cosas, para que entendamos que debemos estar prevenidos en cada flanco de nuestra vida, porque el enemigo va a aprovechar cada pequeña hendidura para entrar, como perro rabioso, mordiendo lo que pueda, hasta matarnos si es posible.
Quien no quiera entender que el Señor está hablando sobre estos temas y que es tiempo de tomar riendas en estos asuntos, no va a ser capaz de resistir lo que se viene, porque aunque esté bien en el espíritu, está descuidando el cuerpo y su alma desde sus emociones. Algunos quizá nunca han recibido siquiera sanidad del alma.
Cada parte de nuestro ser tiene que ser encontrada irreprensible y debe estar sana y fortalecida. Estas enfermedades que están siendo lanzadas en los aires y que nos rodean, están ganando territorio y van a ser como una infección del aire, y quien no esté fortalecido en cada área de su ser va a tener puertas abiertas por donde los espíritus van a entrar.
La Palabra dice que nuestro cuerpo no es nuestro, y tenemos que aprender a administrarlo, entendiendo que le pertenecemos a nuestro Padre Celestial, que derramó su Espíritu para vivir adentro nuestro.
[1 Corintios 6:19, RVR1960] ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?
Amados hermanos, quiero invitarlos a reflexionar en esta palabra que el Señor está repartiendo hoy, que va a ser muy importante y clave para las cosas que van a venir sobre el mundo. He escuchado decir a muchos que hacer actividad física no tiene importancia, basados en este versiculo:
[1 Timoteo 4:8, RVR1960] El ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera.
Sin embargo, yo quiero decirles hoy que si dejamos nuestro cuerpo inmóvil, este se va petrificando, y esto se los digo por el Espíritu Santo. La palabra que dice que el ejercicio físico poco aprovecha fue entregada para que no idolatremos la actividad física ni pongamos primero al cuerpo y la vanidad. Entiendo que la carta a Timoteo está diciendo que no pongamos el foco en el ejercicio corporal, pero esto no quiere decir que el ejercicio corporal sea un pecado en sí. La Palabra del Señor también dice:
[1 Corintios 6:12, RVR1960] Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna.
Hacer ejercicio físico no es pecado, y es necesario estar en movimiento, así como el ejemplo del automóvil que no se usa y va perdiendo su utilidad por falta de movimiento. De la misma manera pasa con el cuerpo: las articulaciones pierden agilidad, el sistema inmunológico se debilita, la piel empieza a cambiar, los órganos trabajan lento, surgen cambios hormonales y muchas otras cosas más suceden si no hay actividad física. El ejercicio debe tener una buena motivación sin que se convierta en vanidad e idolatría para vernos bien.
Muchas personas van al gimnasio o hacen alguna actividad física para atraer al sexo opuesto, encontrar pareja o porque no encuentran su valor si no se ven bien. Nosotros debemos enfocarnos en el cuidado de nuestro cuerpo y en estar preparados para lo que viene.
Si el ejercicio físico fuera pecado, entonces tampoco podríamos alabar a Dios a través de la danza, porque los que danzan necesitan entrenar y mantener su cuerpo apto para responder a los movimientos que agradan a Dios. El Espíritu Santo me dice que cuando dejamos de estar en movimiento, los músculos se empiezan a atrofiar y dejan de sostener los órganos internos de la manera en la que deberían hacerlo.
Los huesos también sufren sin actividad física y la osteoporosis empieza a manifestarse. La respuesta de las venas y del sistema circulatorio no es la misma que cuando se mueve regularmente. Y que quede claro que no estoy diciendo que tenemos que ser maratonistas ni deportistas, sino de un balance.
Nuestro cuerpo es el que nos va a llevar al final de esta carrera y no podemos permitirle al diablo que corte nuestra vida antes de tiempo por no haber cuidado el templo del Espíritu Santo. Si no tenemos cuidado de nuestro templo, estamos pecando contra el santuario de Dios. El cuerpo es el medio por el cual nos movemos en este mundo para cumplir los propósitos que el Señor nos dejó; sin él sería imposible llevar adelante la tarea que tenemos.
La Palabra del Señor dice: «irreprensibles en espíritu, alma y cuerpo». ¡Espíritu, alma y cuerpo! Y dice también:
[Efesios 5:29, RVR1960] Nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia,
Un tema muy importante para ayudar en la defensa y fortalecimiento del sistema inmunológico es la alimentación. Dice la Biblia «que no son las cosas que entran en el cuerpo las que contaminan al hombre, sino las que salen del corazón».
Pero también dice su Palabra que la glotonería es pecado, que los glotones no heredarán el reino de Dios y nos dice que nadie aborrece su cuerpo, sino que al contrario lo sustenta y lo cuida. Cuando nos alimentamos con comida chatarra, las células, los órganos y demás se ocupan de limpiar y quitar los desechos del cuerpo y de la sangre.
Si el cuerpo excede esa capacidad de limpieza por la basura que le metemos, este se enferma y se hace más lento porque está saturado. La alimentación es clave para fortalecer el sistema inmunológico, y he dicho repetidas veces que debemos tomar mucha agua para que la limpieza del cuerpo se dé constantemente.
Las personas que no toman el agua que su cuerpo necesita para que se limpie sufren más porque el cuerpo se recarga de desecho y requiere más esfuerzo para eliminar esa basura.
Sé que esto parece como muy repetitivo o muy normal, pero aunque no lo crean, hay muchos que no tienen conocimiento de estas cosas. Y dice la Palabra: «Mi pueblo perece por falta de conocimiento.»
Les puedo testificar que yo no me estaba cuidando tanto en la alimentación ni estaba realizando actividad física, más que caminar, y el Espíritu Santo me dijo: «Cuidado, Noelia». Yo era profesora de danzas cuando el Señor me llamó a abandonar todo, incluyendo mi profesión, y desde que dejé de bailar, mi cuerpo se empezó a endurecer y empezaron dolores que nunca antes había tenido.
El Espíritu Santo me llamó la atención porque había desmejorado un poco la actividad física y la forma de alimentarme, pero obedecí a su llamado cuando me dijo que iba a tener problemas en las articulaciones y en los huesos si no empezaba a estar en movimiento de alguna manera.
Yo era de las que decía: «Cómo voy a perder tiempo en estas cosas», pero les quiero testificar que durante toda mi vida hice actividad física y nunca tuve ningún problema ni dolor de casi nada. Desde que dejé el ejercicio hace algunos años, no me había dado cuenta de que mi edificio se estaba viniendo abajo; literalmente me empecé a endurecer, perdí flexibilidad, no tenía la misma rapidez de digerir la comida que antes y mi cuerpo empezó a cambiar.
Yo no me daba cuenta de que estaba descuidando este aspecto de mi ser hasta que el Espíritu Santo me llamó la atención y recibí confirmación a través de los doctores, porque la ausencia de ejercicio había empezado a generar problemas en mí y el Espíritu Santo me dio luz verde, como yo le digo, y me inquietó a que empezara a moverme y a hacer algo que mantenga mi cuerpo, que lo levante y no se petrifique.
Se los comparto porque hay muchas falsas creencias dentro de la Iglesia acerca de este tema. Uno tiene que preguntarle al Espíritu Santo y dejarse llevar por su guía, aferrarse a la palabra del Señor y no siempre escuchar lo que habla el hombre.
El Espíritu también me advirtió sobre mi alimentación y me dijo: «Te estás descuidando en ciertas áreas, y la enfermedad anda afuera, flotando como león rugiente, esperando a entrar en vos, y si no te cuidás, no vas a tener protección por más fe que tengas, porque estarías en pecado por no cuidar tu templo santo.»
Así que me humillo delante de ustedes y les cuento este testimonio para enriquecer esta palabra que el Señor nos ha entregado hoy. Con el tema de la alimentación, el Señor dijo que nos hizo del polvo de la tierra; por lo tanto, en la tierra dejó todos los alimentos necesarios para una dieta sana y natural. Dejó alimentos específicos que ayudan a que el sistema inmunológico levante las defensas.
No somos nosotros los que vamos a levantar las defensas del sistema, sino que, a través de lo que metemos dentro de nuestro templo, le daremos una mano al cuerpo para que pueda defenderse mejor, dándole recursos al sistema inmunológico para que sus soldados puedan ir a la guerra para tener la victoria.
Cada uno debe preguntar al Espíritu Santo qué comer o dejar de comer. El exceso de comida provoca que nuestro cuerpo trabaje el doble para procesar lo ingerido, y estos procesos quitan energía al sistema inmunológico para enfocarse en lo que tiene que hacer, gastando energía extra en defenderse de la contaminación que introdujimos al cuerpo a través del exceso de comida.
Los invito a estudiar sobre estas cosas. Parte de nuestro trabajo como hijos de Dios es investigar cuáles son los alimentos que ayudan al sistema inmunológico a fortalecerse y cuáles son los que lo debilitan. Una buena alimentación, una buena hidratación combinadas con un descanso balanceado le dan aire al sistema inmunológico para que pueda hacer lo que tiene que hacer, para que pueda trabajar con una mesa servida con lo que necesita.
Cuando te sientas atacada y que te agreden, si tu esposo te maltrata, tus hijos te dicen palabras venenosas o tu jefe te hace sentir que no vales nada, recurre a mí como a un niño, dice el Señor. Yo soy tu defensor. Tómate de mi mano. Yo te voy a defender de lo que tú no puedes, dice el Señor, porque estas cosas atacan no solamente el espíritu y el alma, sino que se clavan en el cuerpo como puñales que se escupen de la boca, provocando enfermedades que lentamente desencadenan amargura que va creciendo como las raíces de un árbol que lo cubre todo y va entristeciendo nuestras células, amargándolas, quitándoles fuerza, vitalidad, vida y energía.
Hay muchos sufrimientos, hay ataques que vienen de afuera y van contra el sistema inmunológico, pero para eso está el escudo principal que soy Yo, dice el Señor. Defiéndanse en mí. Pónganme como su primera defensa, como su primer escudo. No intenten defenderse ustedes mismos. Dejen que Yo haga lo que tengo que hacer.
Bajen sus defensas para contraatacar cuando otros los ataquen, para que Yo sea quien los defienda, para que Yo sea su escudo y obtengan la victoria. Hijitos míos, ustedes no se imaginan lo que viene: enfermedades por doquier, muertos y muertos y más muertos. No se dejen llevar por el miedo. No le crean al maligno que les habla haciéndoles temer, provocándoles terror para que dejen de confiar en mí; simplemente obedézcanme y protéjanse con el escudo de la fe, porque el mal se ha soltado de una manera tremenda y multiplicada.
Los aires están siendo contaminados para que los cuerpos empiecen a decaer, y no puedan defenderse hasta perder la vida. Estoy avisando de estas cosas porque ustedes me lo pidieron, porque ustedes querían saber, porque pongo luz en sus vidas haciéndoles entender que tienen que levantarse y luchar por lo suyo, pero tienen que velar también por sus cuerpos.
Presten atención a lo que comen, lean los ingredientes de los productos que compran, investiguen y aprendan cómo limpiarse», dice el Señor. Así como ustedes aprenden cómo aceitar un auto y cómo mejorar su funcionamiento, aprendan sobre su cuerpo. Aprendan lo que afecta a los procesos internos y entiendan el poder que tiene la palabra, tanto para bien como para el mal.
Aprendan a defenderse de las palabras de maldición y de maltrato, aprendan cómo refutar esas palabras para que no ingresen en ustedes, para que no las coman ni se enfermen, porque la palabra enferma y contamina: la mala palabra, la que sale de un corazón malo, la palabra envidiosa, de celos, de rencor, de falta de perdón, de odio, la palabra contenciosa, de vanagloria, la palabra orgullosa, enferma y mata.
Esas palabras entran en mis hijos cuando no saben defenderse y atacan el sistema de defensa de sus cuerpos. Muchos no estaban conscientes de estas cosas; por eso llega el tiempo de develar estos secretos y de traer claridad sobre lo que está escrito, para que entiendan que son tiempos peligrosos y de confusión, tiempo de rebelión, tiempos en donde deberán cuidarse en cada detalle y cada aspecto.
Aprendan a tener dominio sobre sus emociones, sobre su carácter; aprendan a caminar mansos y humildes en medio de tanta necedad, para que el mal no los alcance, porque estoy hablando a un pueblo que no tiene conocimiento, para que despierte e investigue sobre las cosas que he hablado, dice el Señor.
Estoy hablando a gente ignorante, dice el Señor, que no quiere saber sobre las cosas que tendrán gran importancia en estos tiempos postreros. Les estoy advirtiendo que le cierren la puerta al enemigo en cada aspecto de sus vidas, porque este es el tiempo donde el león ha sido soltado con más furia que nunca contra todo aquel que no se apercibió, y para matar a todo aquel que no se protegió.
Este es el tiempo donde hablo a una iglesia escogida, a una iglesia sin mancha ni arruga. Estoy preparando a los míos, estoy llamando a mis escogidos para que hablen de estas cosas, y el que no quiera comer de estas palabras de sabiduría y de instrucción, va a tener que sufrir las consecuencias de sus decisiones. Están advertidos, dice el Señor, están alertados, cuídense más que nunca.
Y veo en visión a una persona que cierra la puerta de su casa para no dejar entrar al enemigo, y le pone candados, refuerza la cerradura para que el enemigo no entre, y dice el Señor: así tienen que estar velando en este tiempo. Y veo espíritus de enfermedad golpeando las puertas de las casas para entrar desaforados, con gran poder y con gran fuerza, queriendo ingresar a toda costa, por cualquier entrada, ventana o puerta.
El enemigo está esperando el mínimo pecado para tener derecho de ingresar en sus vidas y matarlos. Sean astutos, velen, como cuando un guerrero se queda con la espada en la mano, aun cuando está durmiendo. Fortalezcan sus espíritus, fortalezcan sus mentes, manténganse limpios de corazón, aferrados a mí, dice el Señor.
No sean ignorantes de las cosas físicas; pídanme que les enseñe a balancear sus vidas, a tener criterio justo sobre todas las cosas. No se entristezcan, dice el Señor, porque la tristeza del mundo produce muerte; la ira desmedida baja las defensas; el comer alocadamente trastorna los sistemas del cuerpo; el estrés permanente y el cansancio prolongado les quita fuerza a las defensas de sus cuerpos.
Hay un tiempo para todo; hay un tiempo para la actividad, un tiempo para el descanso; hay un tiempo para defenderse y un tiempo para atacar; hay un tiempo para estar despiertos y para dormir, comer y para ayunar. Hay un tiempo para moverse y otro para estar quietos, para estar más alertas que nunca y ser más cuidadosos. Mi Espíritu está haciéndoles sentir cuándo deben cuidarse más que en otras ocasiones porque el peligro está cerca.
Ayuden a su cuerpo a mantenerse sano, no lo rompan; cuídenlo como piedra preciosa que les di para caminar sobre esta tierra, hasta que su tiempo se cumpla. Cuiden este templo sagrado como cuidan su propia casa, no le resten importancia, no lo traten como si fuera basura, porque lo hice con mis propias manos dentro del vientre de sus madres, adonde fueron engendrados, y si Yo los hice, ¿quiénes son ustedes para destruirlo?
Entiendan que cada cosa tiene su importancia; denle al cuerpo la importancia que se merece porque yo lo voy a resucitar en el día postrero. Hijitos, hijitos, he hablado de este ejército que los defiende de las enfermedades, que regula los procesos en su cuerpo; no estén ignorantes de lo que pasa por dentro, dice el Señor, porque saben mirar para afuera muy bien, pero no para dentro.
El Espíritu quiere habitar en un lugar santificado, en un lugar limpio, en un lugar cuidado, en un lugar blanco, sin mugre, sin mancha. Denle la importancia que Yo le doy. Deberán protegerse, velar y vigilar, porque más cosas se avecinan, cosas impensables, grandes ataques, mucho más poderosos de lo que vieron hasta ahora. El enemigo juega sus cartas, pero aún no ha jugado las más poderosas.
Así como la maldad del hombre va en incremento en estos últimos días, así las enfermedades van a reflejar ese aumento de maldad. El hombre no solamente va a estar enfermo, me dice el Espíritu, sino que cuando se enferme se va a enloquecer; junto con la enfermedad física, vendrá la locura.
Van a empezar a rondar sobre la tierra enfermedades que van a tener que ver con la locura, y el hombre se va a comportar como un animal, cambiando su comportamiento cuando estas enfermedades se manifiesten sobre la tierra. Las personas van a parecer locos sueltos, porque estos demonios, estos espíritus de enfermedad que ingresen en ellas, van a traer más que enfermedades físicas; van a venir junto con demonios de locura.
Van a provocar una mente insana y la enfermedad se va a manifestar cada vez con más fuerza en el humano desobediente. ¡Alabado sea el Señor!, salvador y protector nuestro. Van a provocar una mente insana y la enfermedad se va a manifestar cada vez con más fuerza en el humano desobediente, y el que nos cierre con llave su casa está en peligro de pasar por estas cosas. ¡Bendito sea tu nombre, Dios mío!, grande y poderoso, salvador nuestro, protector nuestro.
Pero en los míos, en los santificados, en los consagrados, en los apartados, los obedientes, los que encuentro irreprensibles en espíritu, alma y cuerpo, en ellos la puerta va a estar cerrada a estos males.
Los apercibidos van a ser los que queden con cordura. Van a ser los que queden conscientes.
He visto personas altamente agresivas que, cuando les entraban estos espíritus de enfermedad, se volvían locos o se comportaban como animales, como Nabucodonosor, cuando fue enviado al bosque y se comportaba como un animal porque su corazón fue mudado a un corazón como el de un animal.
Estas son las manifestaciones de las enfermedades que se vienen, manifestaciones poderosas, agresivas, saqueadoras, y escucho que van a ser como cuando un boxeador tiene un «nocaut», porque el golpe fue tan grande que no pudo recuperarse. Por eso el Señor está alertando más en este tiempo que nos cuidemos en cada aspecto de nuestro ser.
Gracias, Señor, por este mensaje, por hablarnos y edificarnos con tus instrucciones, por recordarnos lo que dice tu palabra, Padre, por alertarnos y bendecirnos con estas palabras.
Lleven esto en oración delante de Dios, como siempre. Estudien la Biblia sobre estas cosas, estudien sobre el sistema inmunológico, investiguen.
Se vienen tiempos peligrosos, más aún de los que vivimos ahora, pero el Señor no nos deja solos y nos instruye sobre lo que tenemos que hacer para tener la victoria. Sean todos bendecidos, les mando un abrazo grande desde Argentina y les agradezco mucho por sus oraciones, porque la oposición a este ministerio es grande.
¡Gloria a Dios!, bendiciones a todos. Saludos, y estamos en contacto.
Oramos en el nombre de Jesús para fortalecer todo sistema inmunológico caído en este momento. Que el Espíritu de Dios sea sobre todo aquel que se encuentra debilitado, fortaleciendo todo sistema inmunológico de todos estos cuerpos que están escuchando esta palabra.
Padre, revela a cada persona la razón de su debilidad corporal en el nombre de Jesús; dáles las herramientas que cada uno necesita para ganar esta guerra. Que sea tu Espíritu Santo direccionando a cada uno de ellos, para que sepan lo que tienen que hacer para estar más cuidadosos que nunca en cada aspecto de sus vidas.
Oramos por la sanidad del sistema inmunológico, en el nombre de Jesús. Fuego del Espíritu Santo, en cada persona que lee; sanidad en todo problema en este momento, en el nombre de Cristo Jesús.
Cuiden sus pensamientos también. El espíritu se conecta con el cuerpo, el cuerpo con el alma, y así son tres partes de un mismo ser. No descuiden ninguna parte, me dice el Señor.