En este 7 de febrero del año 2021, año de los últimos días, año de los últimos tiempos, vengo en el nombre del Señor Jesús a traerles la palabra del Dios vivo.
Señor, estamos juntos con mis hermanos en el Espíritu para alabarte, para bendecir tu nombre, para amarte de todo corazón, para adorarte en espíritu y en verdad. Oh, Padre de la gloria, háblanos, colocando lámpara a nuestros pies. Bendícenos, Señor, con tus palabras. Danos una palabra de aliento, de guía, de consuelo para tu pueblo que está siendo quebrantado en estos tiempos.
Te alabamos, Señor amado, Padre celestial. Gloria al Señor, porque no hay un tiempo para alabar a Dios, porque Él es Dios, el único Dios, el más grande, el soberano, el misericordioso, el todopoderoso, cuyo ser es inescrutable y es digno de alabar a toda hora, en todo lugar, levantando manos santas. Te amamos, Señor, y presentamos nuestros corazones delante de ti, para que seas Tú lavándolos a través de la palabra, para que seas Tú barriendo lo que no tiene que estar en estos corazones nuestros.
Ayúdanos, Padre. Minístranos a través de tu Santo Espíritu, al cual le damos gracias. Oh, gracias, gracias, gracias, Espíritu Santo de Dios, por estar entre nosotros. Gracias, amigo y compañero nuestro, el que nos consuela, el que nos advierte, el que nos guía, el que nos da luz para saber por dónde tenemos que caminar. Gracias, Espíritu Santo, por estar entre nosotros. Alabado seas, Señor. Bendito, bendito, bendito es tu nombre entre las naciones, Padre celestial de la gloria.
Entremos en una intensa adoración para amar a Dios como Él se lo merece. Oh, Dios mío, dejamos toda vergüenza que nos quiere apartar de alabarte, de adorarte como se debe, de mostrar nuestro amor hacia ti en frente del que sea, Padre. Nos apartamos de toda vergüenza, de toda timidez. Nos arrepentimos de no amarte como debemos, de no adorarte en espíritu y en verdad como Tú lo demandas, Señor. Tú dijiste en tu Palabra que venían verdaderos adoradores en espíritu y en verdad. Esto somos nosotros. Señor, ayúdanos, ayúdanos, inspíranos, prende el fuego en nosotros para amarte aún más. Siempre hay más, Señor. Danos ese amor ágape, Señor, ese amor que es distinto al amor humano, ese amor divino, Señor, ese amor perfecto.
Te amamos, Padre de la gloria. Bendito sea tu nombre por siempre. Oh, Jesús, Salvador nuestro, hermoso Señor de la gloria, Rey de reyes y Señor de señores, ante ti hoy nos humillamos, ante ti, porque tuya es la gloria, tuya es la honra, tuya es la alabanza, tuyo es el imperio, tuyos son los reinos. Te necesitamos, Señor. Queremos estar cada vez más cerca tuyo. Queremos seguirte con un corazón contrito y humillado, con un corazón humilde, con un corazón entregado, con un corazón que busca tus cosas, tus intereses y no los nuestros. Arde nuestro corazón por ti, Jesús, Rey de gloria, el Hijo de Dios, el que murió por nuestros pecados, siendo inocente y limpio de pecado, para salvarnos. Te alabamos, Señor Jesús. Bendito sea tu nombre, Señor, Rey de la gloria, Rey eterno, Rey de majestad.
Yo te pido, Dios mío, que en esta hora coloques una lámpara que alumbre en cada casa de mis hermanos. Señor, coloca tu luz en cada hogar, en cada habitación, en cada trabajo donde están escuchando o leyendo este mensaje. Padre de la gloria, te lo ruego en el precioso nombre de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, el Príncipe de Paz, el Padre Eterno. Gloria a ti, mi Dios.
El Señor me está mostrando que muchos de ustedes se sienten en oscuridad, no pueden escuchar a Dios, y el Señor te dice a través del Espíritu Santo: Búscame, hijito, búscame en la intimidad. Cierra las puertas de tu habitación. Si es necesario, apaga esa luz para encontrarme en la quietud, para entender lo que quiero decirte, para escuchar lo que quiero hablarte en el silencio de la noche. Apaga las voces externas que te distraen, hijito. Cierra las persianas del mundo y concéntrate en mí, porque vienen tiempos duros para la iglesia del Señor Jesucristo. Los voy a procesar, dice el Señor. Los estoy limpiando, los estoy refinando como se refina la plata, los estoy haciendo brillar como el oro más brillante, pero para eso estoy sacudiendo el mundo, estoy sacando todo lo que no tiene que estar, para traer cosas nuevas.
Muchos de ustedes se están preguntando en sus corazones: «¿Para dónde va el mundo?» Sienten incertidumbre. Tienen miedo de lo que va a venir. Dicen: «Si esta pandemia nos sacudió tanto, ¿qué va a ser cuando venga lo que sigue?» Eso están pensando en sus corazones. Pero el Señor dice: Calma, hijitos, calma. Aprendan a estar en la barca calmos, porque Yo estoy ahí con ustedes, calmando la tempestad. Y cuando sientan que todo se sacude a su alrededor, ustedes, los que están firmes, parados sobre la roca, van a saber resistir porque van a estar tomados de mi mano, dice el Señor Jesús.
Hay muchos corazones que están llorando, me muestra el Espíritu Santo. Hay muchos corazones que necesitan que sus lágrimas sean secadas, lágrimas que caen por las mejillas porque han sufrido pérdidas de seres queridos, corazones partidos al medio por causa de las traiciones, por causa de los dolores. Pero dice el Señor: Aquí estoy, porque Yo prometí que estaría con ustedes hasta el fin de los días, hasta el fin del mundo. Y aquí estoy, porque soy fiel a mi Palabra.
¿Cuántos necesitan esa sanidad del Señor? ¿Cuántos necesitan que el Señor seque sus lágrimas? ¿Cuántos necesitan que el Señor les dé una caricia en su mejilla? ¿Cuántos necesitan una palmadita en la espalda, una palmadita de aliento, diciéndoles que sigan adelante, que Él está con ustedes? Entonces reciban con fe. Levanten sus manos santas, alabando al Señor.
Oh, Señor, henos aquí. Sana estos corazones, sana estos cuerpos, Señor. Heme aquí hoy como un vaso útil para ser utilizado en tu nombre, para que vuelques de tu sanidad y corra a través de mí a los hermanos necesitados, en el nombre que es sobre todo nombre, en el nombre de Jesús. Señor, danos toda palabra de sabiduría y de ciencia, toda sanidad, todo milagro que tengas preparado. Henos aquí juntos, Señor, buscándote de todo corazón.
Veo mujeres que están sufriendo por causa de sus hijos. ¿Quiénes son tus hijos? No son tus hijos, son míos, dice el Señor. Entrégalos desde tu corazón, dice el Señor. Entrégamelos a mí, porque nada puedes hacer, pero para mí no hay nada imposible, y Yo estoy ahí, tratando con ellos, y Yo estoy secando tus lágrimas, dice el Señor a aquellas mujeres que están llorando por sus hijos porque no están convertidos, porque están en el mundo, porque están enfermos, porque están atados, porque están ciegos.
Entrégame a tus hijos a mí en tu corazón para que Yo pueda tratarlos. No tengas miedo de entregármelos a mí, porque Yo soy bueno, soy perdonador, soy rescatador de las almas que están perdidas. Yo cuido de tus hijos mejor de lo que los cuidas vos, dice el Señor. Yo estoy al tanto de lo que pasa en sus corazones más de lo que lo estás vos. ¿Por qué tenés miedo, hija mía, de lo que va a pasar con ellos? Cada alma tiene que tomar su decisión, dice el Señor. Poné tu foco en lo mío, y Yo me voy a ocupar de lo tuyo.
Hay otros hombres que están preocupados por el trabajo, por el dinero, por el sostén del hogar, me muestra el Señor. Y me dice el Espíritu Santo para ellos: ¿Por qué tienen miedo de no tener para comer? ¿Por qué tienen miedo de no tener para vestir? ¿Por qué tienen miedo? ¿Acaso no sustento a las aves que no trabajan, que no siembran? ¿Cuánto más no los voy a sostener a ustedes? Renuncien a ese miedo, porque en realidad, cuando tienen miedo de no poder sostener sus casas, es porque están confiando en ustedes mismos en vez de confiar en mí, que Yo voy a sustentar sus necesidades, que Yo sé de lo que tienen falta, dice Dios.
Hombres, ese pan que estás necesitando, pedílo en la intimidad de tu habitación, de rodillas. Pero primero quiero tu corazón, dice el Señor. Dame tu corazón y Yo voy a alimentar a los tuyos. Poné tu foco en mí, en mis cosas, en mi reino, en mi justicia, y Yo me voy a encargar de lo tuyo. Porque mis hijos están desconcentrados, dice el Señor, están preocupados, tienen miedos. No confían en mí, no confían en mi sustento, no confían en mi poder, no confían en mi paternidad, no confían en que Yo soy Dios. Más bien confían en ellos mismos, confían en sus fuerzas, confían en su inteligencia, confían en su esfuerzo, pero no en mí, no entienden que lo único que tienen que hacer es confiar en mí, dice el Señor, poner su mira en las cosas celestiales. La palabra del Señor dice:
[Mateo 6:33, RVR1960] Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
Están trabajando al revés, dice el Señor. Están buscando primeramente todas las otras cosas en vez de mi reino y mi justicia, están mirando hacia atrás en vez de poner sus manos en la mies, no entendiendo que Yo alimento a mis obreros, no entendiendo que Yo tengo cuidado de mis soldados, que Yo los arropo, que Yo los abrigo, que Yo los visto, que Yo les doy la armadura que necesitan. Cambien la manera de pensar. Están preocupándose por lo último en vez de lo primero.
Mis hijos están distraídos, dice el Señor. Distraídos. Hay distintos tipos de distracciones. Algunos tienen sus ojos en el trabajo y están cegados con el trabajo, todo el día pensando en el trabajo; otros en los hijos, como decía recién el Espíritu Santo. Otros están buscando pareja, distraídos buscando pareja, obsesionados buscando una pareja. Otros están preocupados por los quehaceres diarios, como Marta. Estas son las Martas de estos últimos días: preocupadas, afanadas por los quehaceres diarios, por las cosas cotidianas. Hay distintos tipos de distracciones. Hay jóvenes preocupados en sus estudios, afanados por sus estudios, pensando en un futuro, sin enfocar su mirada en el reino de Dios primeramente, sin darse cuenta de que están desenfocados para cuando venga el próximo sacudón.
El Señor me ha hablado este 2 de febrero y compartí una palabra por las redes sociales por escrito, palabra que les voy a compartir ahora y que el Espíritu me sigue hablando. La palabra la titulé «Dejen atrás las distracciones y dedíquense a la obra del reino» y dice así:
Hijitos míos, entiendan que este no es un tiempo para distraerse. El enemigo de las almas no se distrae, sino que apunta a su blanco y dispara con una concentración extrema. ¿Saben qué es lo que tienen que hacer? ¿Están dispuestos a hacerlo? Porque estoy llamando a muchos a servirme, pero no todos tienen su mirada en mí, sino en los placeres del mundo. Dejen atrás las distracciones y las pérdidas de tiempo, y dedíquense fervientemente a la obra del reino. Los míos deben ser como las abejas, las cuales velan por lo suyo y no cesan de trabajar en su labor. Entiendan que el tiempo es reducido. Pronto se desencadenarán los acontecimientos profetizados para este tiempo y muchos se quedarán con la boca abierta, asombrados, porque no se lo esperaban. Y lo que viene les vendrá como un tsunami que no da tiempo a escapar. Aunque estuvieron avisados, no se prepararon, ni velaron, ni cumplieron con lo que les llamé a hacer. Despierten, hijitos. Quiten la mirada de las cosas que el mundo les ofrece y pongan sus manos en la mies. Yo, su Padre eterno, me encargaré del resto. Amén.
Después de haber compartido esa palabra, el Espíritu Santo me seguía hablando sobre las distracciones, sobre que su pueblo no está preparado. Vienen más cosas al mundo y el pueblo del Señor no está concentrado. Tenemos la mirada en las cosas terrenales, en las cosas del mundo. Cualquier cosa que pasa por delante de nuestros ojos nos distrae. Y el Espíritu Santo me insistía todos estos días que hable sobre esto, que exhorte al pueblo del Señor sobre lo que está sucediendo en la Iglesia de Dios.
Esta peste del COVID-19, esta pandemia que aún está sobre el mundo, a muchos los ha tomado por sorpresa, aun habiendo leído la Palabra, donde el Señor ya nos dijo que en estos tiempos vendrían pestes, terremotos, guerras, calamidades, desastres por todo el mundo como los dolores de parto. Aun habiendo escuchado a varios profetas alrededor del mundo, que el Señor colocó estratégicamente para seguir advirtiendo al pueblo de Dios, porque si no, el pueblo no reacciona; aun así, muchos no se prepararon, muchos no escucharon. Y aún después de que vino esta pandemia, muchos no reaccionan, y cuando baja un poquito la presión, vuelven a colocar su mirada en las distracciones del mundo. ¿A cuántos les cae esta palabra?
Hijos, no se distraigan, dice el Señor. Vienen más desastres, vienen más calamidades, vienen más pestes y superiores a esta peste que está sobre el mundo ahora. Esto solamente es una pequeña contracción de los dolores de parto que vamos a sufrir los que vayamos quedando sobre la tierra, y la Iglesia está aún con los ojos cerrados, aun viendo a sus familiares morir, aun viendo que las enfermedades se van multiplicando y se van agravando y van apareciendo cosas nuevas que el hombre no sabe cómo manejar. Aun viendo las consecuencias económicas que vinieron y que aún van a venir, porque todavía no vino el coletazo de esta serpiente, del coronavirus, sobre el mundo a nivel económico; aun viendo lo que está pasando, la Iglesia no reacciona y estamos distraídos en cualquier cosa que llame nuestra atención. No sabemos cómo enfocarnos.
El Espíritu Santo una y otra vez me ha entregado una palabra similar: «No se distraigan. Concéntrense en mí. No pongan su foco en los problemas; concéntrense en mí. No se concentren en las tragedias; concéntrense en mí.» Una y otra vez, el Padre celestial, porque es bueno, misericordioso, bondadoso y se preocupa por sus hijos, nos sigue avisando de que vienen más cosas. Amado pueblo del Señor Jesucristo, reaccionen. No estoy diciendo que dejemos de trabajar. No estoy diciendo que dejemos de hacer las cosas que cotidianamente tenemos que hacer para vivir en este mundo. Sin embargo, vivimos en este mundo, pero no somos de este mundo; estamos en este mundo, pero no pertenecemos a este mundo.
El Espíritu Santo me repite una y otra vez en mi espíritu: «No se distraigan. No se distraigan. Concéntrense. Concéntrense. Tómense fuerte del asiento, porque voy a sacudir el avión.» Es una palabra similar que casi cada vez que entrego una profecía, el Espíritu Santo me lo repite desde el 2016, cuando empecé a publicar lo que el Señor me habla, por su mandato, no porque a mí me parezca o tenga ganas de hacerlo. Desde el 2016 estoy alertando al mundo de las cosas que vendrían, y no soy la única.
Pero nosotros, los hijos de Dios, seguimos distraídos con cualquier cosa, afanados con los quehaceres de la vida, preocupados por nuestras carreras, preocupados por nuestras familias, más que por las almas del Señor Jesucristo; preocupados por nuestro futuro, sin entender que quizás nuestro futuro no va a ser lo que soñamos, lo que pensamos, sin entender que tenemos que rendir nuestro futuro al Señor Jesús, como Él se rindió por nosotros en la cruz. Porque Él no hizo lo que Él quería; hizo lo que el Señor lo mandó a hacer para salvarnos a nosotros. ¿Cuánto más tenemos nosotros que renunciar a nuestros sueños para cumplir los suyos, cuando esos sueños que nosotros tenemos no están acordes con lo que sueña el Señor para nosotros?
El Espíritu Santo dice: Hay algunos de ustedes que están concentrados buscando pareja, están concentrados pensando todo el tiempo en cómo pueden casarse, dónde estará la persona que el Señor tiene preparada para ustedes. Eso es lo que piensan ustedes, cuando el Señor nos está llamando primeramente a concentrarnos en su reino y en su justicia, y todo lo demás Él lo va a agregar en su tiempo perfecto.
El Espíritu Santo de Dios nos llama a enfocarnos. El enemigo no quiere que esta palabra sea entregada. Él quiere lograr que el pueblo del Señor no escuche esta palabra, para que no velen, para que no se preparen. La Palabra del Señor dice:
[2 Timoteo 2:4-6, RVR1960] Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado. Y también el que lucha como atleta, no es coronado si no lucha legítimamente. El labrador, para participar de los frutos, debe trabajar primero.
[2 Timoteo 2:4-6, BTX3] Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar al que lo alistó como soldado. Así también, si alguno compite como atleta, no es coronado si no compite según las normas. El labrador que trabaja arduamente es el primero en participar de los frutos.
¿Cuántos de ustedes prefieren agradar al que los llamó como soldados, al que los alistó como soldados, en vez de enredarse en los negocios de la vida? ¿Cuántos de ustedes, los que compiten como atletas, quieren concentrarse para terminar esta carrera? Para eso, el que corre la carrera no puede ir corriendo y mirando para todos lados, porque se desconcentra en la meta final. Así nosotros no podemos ir en busca de nuestro premio distrayéndonos con cualquier cosa que pasa por el camino. Debemos colocar nuestra mirada al frente.
Jesús dijo: «¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me conviene estar?» Pero muchos de los hijos de Dios en este tiempo no están en los negocios del Padre; están en los negocios del diablo, están en los negocios del mundo. No solamente están distraídos, sino que están en los negocios del enemigo.
Por eso hoy el Espíritu Santo alerta al pueblo de Dios a que volvamos a enfocarnos en Él, en lo que Él espera de nosotros. ¿Cuántos de ustedes saben cuál es el propósito de sus vidas? Por eso, el Señor preguntaba en esta palabra que me entregó el 2 de febrero: «¿Saben qué es lo que tienen que hacer?» Y la segunda pregunta era: «¿Están dispuestos a hacerlo? Porque estoy llamando a muchos a servirme, pero no todos tienen su mirada en mí.» Pero aún estamos a tiempo, queridos hermanos del pueblo del Señor. Muchos de ustedes aún siguen mirando la televisión todo el día o gran parte del día, me está revelando el Espíritu Santo, y después dicen que no tienen tiempo para orar, no tienen tiempo de hablar con Dios, no tienen tiempo de estudiar su Palabra. Tienen sus espadas desafiladas. Se descuidan. Se enfrían. Se les hace difícil entender lo que el Espíritu Santo les quiere hablar. Pierden la guía. Pero aun así siguen mirando la TV todo el día.
En este tiempo, todos aquellos que no se concentren en el reino de Dios y que no cumplan con su justicia van a caer, porque el mundo va a ser sacudido cada vez más, y el que no esté firme parado sobre la roca y velando no va a poder resistir las contracciones que van a venir al mundo. Y yo (Noelia) no lo digo porque me goce en lo que estoy diciendo; lo estoy diciendo porque el Espíritu Santo me está alertando para que lo diga, para que todo el mundo esté avisado, para que nadie diga: «El Señor no me avisó. El Señor no me dijo que esto iba a pasar. ¿Por qué está pasando esto? ¿Por qué no puedo resistir? ¿Por qué no tengo fuerza? ¿Por qué mi casa se cae?» Porque está fundada en la arena.
Así que el Espíritu Santo dice: así como un conductor, cuando va manejando un auto, si se distrae, corre el peligro de chocar y hasta de perder la vida por esa misma distracción; asimismo, todos los que van conduciendo sus vidas deben tener sus miradas fijas al frente, hacia donde quieren ir, sin mirar ni a la izquierda ni a la derecha. Deberán afinar su concentración. Deberán enfocar su mirada mucho más que antes. Deberán refutar toda distracción que el enemigo les quiere poner en sus vidas. Deberán pararse firmes y decir que no a todo lo que les quite la concentración de las cosas del reino de Dios, porque el que no esté firme y velando no va a poder resistir el sacudón que ha de venir.
En este primer sacudón que representa la pandemia, ya muchos cayeron. Muchos pensaban que estaban bien espiritualmente, muchos pensaban que estaban firmes, pero la situación sacó a la luz el verdadero estado espiritual de ellos y de sus casas. Algunos tomaron esta situación como ganancia. Fueron astutos y se pusieron al día con el Señor. Se dieron cuenta de que no era suficiente lo bien que pensaban que estaban antes, y comenzaron a fortalecer sus espíritus, a defenderse, a velar y a vivir una vida cristiana caliente y no tibia ni fría por Dios. Otros cayeron, echándole la culpa a mí de su tibieza espiritual, dice el Señor, y no supieron aprovechar la oportunidad que les di de ver el estado donde estaban antes de que venga esta peste, con todas sus consecuencias de la vida diaria del hombre.
Asimismo, ahora, hijitos, ¿saben por qué los estoy llamando a que se concentren el doble de lo que estaban concentrados antes? Porque lo que viene será peor. Porque muchos van a quedar con la boca abierta. No se lo esperan. La magnitud de las cosas que vienen a la tierra es mucho más grande de lo que el hombre se imagina, incluyendo a mis hijos, dice el Señor. Por eso hoy les hablo: para alertarlos, para advertirles que se preparen, para advertirles de que muchos dicen estar en mí, pero no lo están como deberían estarlo, para decirles que aún hay un poquito de tiempo para que se calienten más en mí.
Aumenten el fuego de la olla, porque el enemigo va a intentar enfriarlos a toda costa con un frío que hiela, con un frío que petrifica hasta el corazón más tierno, dice el Señor. El enemigo está lanzando un frío especial sobre todo el mundo y su objetivo principal es la Iglesia del Señor. Y muchos que se dicen ser cristianos, cuando vengan estas cosas, cuando quieran reaccionar, ya va a ser tarde, porque no se van a haber preparado, no se van a haber concentrado. Van a estar descolocados, como cuando alguien está durmiendo y de repente se despierta sobresaltado por algo que sucedió y no sabe cómo reaccionar, no sabe para dónde agarrar, no sabe para dónde correr, no sabe ni lo que está pasando. Así es alguien que se despierta o que lo despiertan de golpe cuando estaba profundamente dormido.
Lamentable y tristemente, así va a suceder con muchos de los que dicen ser míos, pero están en la superficie de las aguas y no en las profundidades de mi Espíritu, dice el Señor. A muchos estoy llamando a orar por la madrugada y no se levantan, porque prefieren dormir antes que responder a mi llamado, prefieren soñar con lo que les gustaría tener en vez de hacer sacrificios por mí. Los estoy alertando una y otra vez, dice el Señor. Tengo que repetir hasta que mis hijos escuchen lo que estoy diciendo: que se concentren en mí. Eliminen toda distracción de sus vidas, dice el Señor. Pónganme primero. Levanten ese altar para el Rey primero.
Hay muchos en el pueblo del Señor que se distraen con las amistades, con las juntadas en familia, con los paseos; mujeres a las que les gusta salir de compras y quedarse horas paseando y mirando lo que hay en la calle; hombres que se quedan horas charlando con otros hombres de charlas vacías, de charlas mundanas; madres y padres desconcentrados, sin mirar lo que sucede con sus niños en sus casas, sin velar por los suyos; madres que no interceden por su familia, preocupadas y afanadas por otras cosas, menos por las cosas de Dios.
Tantos tipos de distracciones está colocando el príncipe de este mundo en los míos, y ellos no se dan cuenta de que van siguiendo el pedacito de carne, como un perro que es llevado hacia donde una persona quiere que vaya porque le muestra un pedacito de carne. Así los está llevando el enemigo, dice Dios, mostrándoles lo que quiere cada uno de ustedes, y así los lleva para donde él quiere que vayan, no para donde Yo quiero que vayan, dice el Señor. Y ustedes no se dan cuenta de que están siendo tentados y que, paso a paso, van avanzando cada vez más a las distracciones, perdiendo el tiempo en cosas que no generan fruto, sin prepararse, sin edificarse, sin tener la espada afilada. No hay contacto con el Espíritu Santo. No hay alabanza a Dios. Hay hombres que están horas mirando modelos de autos para ver qué tiene, qué no tiene ese auto, horas que podrían estar ocupándolas para el reino de Dios.
Hijitos, entiéndanme, dice el Señor, entiendan que muchos van a ser despertados como esa persona que es despertada de su sueño de repente y no sabe cómo reaccionar porque todavía está dormida, como cuando alguien está durmiendo apaciblemente en su cama y de repente viene un terremoto, y esa persona se levanta sobresaltada de la cama, pero todavía está dormida y no sabe cómo reaccionar, no sabe para dónde ir, no sabe lo que tiene que hacer. Así muchos van a ser despertados con las cosas que van a venir al mundo, porque van a estar durmiendo en vez de estar velando en mí. No van a tener sus lámparas llenas de aceite. Van a estar vacíos. No van a tener con qué encender el fuego. Y cuando quieran acordar, ya no van a tener tiempo para prepararse, dice el Señor. Los va a tomar de sorpresa. Prepárense. Entiendan, coman esta palabra.
También me dice Dios que a muchos los está llamando a trabajar para Él, a servir al Señor, pero están tan distraídos que ni siquiera están entendiendo a qué los está llamando Dios, cuál es su propósito, cuál es la tarea que Dios quiere que hagan. La Palabra del Señor dice:
[Mateo 9:37, RVR1960] Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos.
En este tiempo, el pueblo del Señor en gran parte ni siquiera sabe qué es lo que tiene que hacer para el reino de Dios. Muchos tienen comunión con los hermanos o se congregan en algún lugar, pero no evangelizan a nadie, no comparten la gracia del Señor con nadie. No evangelizan, no desparraman la semilla. Solamente se dedican a estar, o en sus cosas propias, o en las cosas de su congregación, sin mirar que los campos necesitan ser sembrados, sin entender que en este tiempo de sacudón es uno de los momentos donde más se puede aprovechar para tirar la semilla del reino de Dios, para desparramar la Palabra, para hablarle al necesitado, al cautivo, al quebrantado, al solitario, al que tiene sed de las aguas eternas. La iglesia del Señor no solamente está distraída, sino que es egoísta, y Dios está llamando a sus hijos a que lo sirvan, a poner sus manos en la mies.
Recién ahora, después de todo este tiempo, estoy viendo por revelación que esta palabra está entrando en algunas de sus mentes, y algunos se están dando cuenta de que sí estaban distraídos, que se estaban perdiendo en cosas sin sentido, que estaban perdiendo el tiempo. La Palabra del Señor dice: «Redimir el tiempo, porque los días son malos», y muchos se quedan tranquilos o se duermen, porque dicen: «¿Cuándo va a venir el Señor? El Señor no viene. El Señor dice que viene, pero no viene», y se confían, no entendiendo que primero la iglesia va a pasar por un proceso de refinamiento, que vamos a ser limpiados, que vamos a ser despertados, que vamos a ser sacudidos, que vamos a ser conmovidos, que el Señor va a revolver nuestras entrañas para que nos demos cuenta de la mugre que hay adentro nuestro, que ya no tiene que estar ahí.
Escucho la palabra «comodidad». Muchos son cómodos. No quieren ser refinados, no quieren pasar por ese proceso, no quieren que el dedo del Señor les toque el corazón y saque a la luz, a la superficie, lo que no tiene que estar ahí. No quieren trabajar para Dios. Quieren seguir cómodos, ocupados en sus cosas personales. ¡Arrepiéntanse! Vuélvanse al Señor.
El mundo va a ser sacudido. Las cosas ya no van a ser iguales. El mundo va a cambiar. Y en todo ese proceso, en todo ese trayecto, los que no quieran ir 100% en pos del reino de Dios van a ir quedando como un tendedero tirado en el piso. Es triste, pero es real, y lo estuvimos viendo durante este tiempo de sacudón. Y a medida que las cosas se incrementen y se agudicen, esto se va a ver aún más marcado. Todo aquel que no quiera entrenar para la carrera se va a quedar atrás. Todo aquel que no quiera entender que tiene que velar, el ladrón va a entrar, el ladrón va a hurtar, el ladrón va a destruir y el ladrón va a matar. Tenemos que decidir concentrarnos en la meta y terminar esta carrera.
Gracias, Padre Santo, por esta exhortación. Ayúdanos, Padre Santo de la gloria, a concentrarnos en tus cosas. Ayúdanos, Señor, a poner el foco en Jesús y en nadie más. Ayúdanos a tener un balance, a estar en este mundo y a cumplir con lo que tenemos que cumplir en este mundo mientras estamos en él, pero perteneciéndote a ti, Señor, respondiendo a tu llamado de servirte, concentrándonos en las cosas espirituales. Ayúdanos, Señor, a renunciar a toda preocupación, a todo afán, a toda concentración en cosas que no aprovechan. Te pido, Dios mío, que redarguyas el espíritu de todos los hermanos y hermanas que de vez en cuando se pierden en cosas que les hacen perder el tiempo en vez de aprovechar y redimir el tiempo en ti.
Oh, Señor, danos la fuerza, danos la voluntad para ser más fuertes que toda tentación, para ser más fuertes que toda distracción. Oh, Padre Santo, yo te alabo, porque, aun siendo testarudos como somos, siendo negligentes, nos sigues llamando, nos sigues alertando, nos sigues exhortando, nos sigues sacudiendo, nos sigues motivando. Gracias, Padre. Te pido, Dios, que esta palabra cale en lo más profundo de los corazones de mis hermanos para que entiendan que no hay tiempo que perder y reaccionen, que debemos cumplir con lo imprescindible que requiere el caminar en este mundo y el resto del tiempo dedicarlo a ti como un sacrificio vivo y agradable.
Yo (Noelia) en este momento rompo toda cadena en mis hermanos, rompo toda atadura en sus muñecas que les impide poner sus manos al servicio del reino de Dios. En este momento voy a orar por ustedes. Dispónganse a recibir esta oración para que el Espíritu Santo trabaje en ustedes hoy.
Alabado seas, Señor. Te alabo, Padre. Te alabo, Señor. Que sea tu Espíritu Santo en esta hora trabajando en todos ellos, moviéndose con poder, quitando toda cadena, toda atadura; trabajando en todos los que están congelados, todos los que han sido congelados con hechizos de congelamiento para que no se muevan. En este momento rompo todos esos hechizos en ustedes, en el nombre de Jesús. En todos los que estaban fríos, en este momento elevo el fuego espiritual. Padre, tu Palabra dice que Tú colocas el querer como el hacer en tus hijos. Yo te pido, Dios mío, e intercedo por mis hermanos ahora para que seas Tú mismo colocando el querer concentrarnos en ti, el hacer concentrado en ti, el querer leer la Palabra, el querer orar, el querer prepararnos, el querer alabarte, el querer servirte, así como el hacerlo.
Padre santo celestial, te pido por aquellos que están en dos aguas, te pido por aquellos que son indecisos o que son inconstantes. Te pido que de esos dos caminos hagas uno solo y que se conviertan en personas decididas, que se conviertan en personas determinadas, en el nombre de Jesús, hasta la muerte si es necesario, Señor.
No dejen que el enemigo les robe sus coronas. Estén atentos, dice el Señor. El ladrón va por las coronas.
Oro en este momento por una bendición para todos ustedes. Los bendigo materialmente. Los bendigo espiritualmente. Abro los cielos sobre ustedes, en el nombre de Jesús. Hay muchos que estaban con esposas espirituales, que son cortadas en este momento, en el nombre de Jesús. Algunos de ustedes, me revela el Señor, están afanados por cosas que les han hecho, por ofensas que otras personas han cometido contra ustedes.
Entrégame a esa persona a mí, dice el Señor, que Yo me voy a ocupar de eso, y concéntrate en mi reino. No creás que no estoy al tanto de la iniquidad que están cometiendo los inicuos. No creás que no estoy al tanto y que no puedo ver los dardos, las flechas que te está mandando ese enemigo o esa enemiga a tu vida. Pero dejámelo a mí, que Yo me voy a ocupar, y vos ocupate de lo mío, dice el Señor.
En esos casos, el enemigo se agarra de esas cosas que hay en nuestros corazones para distraernos y que nos preocupemos más de lo que nos hizo esa persona, pensando todo el día en esa situación, en vez de concentrarnos en lo que tenemos que hacer para Dios. Es otra de las tácticas del enemigo en este tiempo para distraer a los hijos de Dios, y el Espíritu Santo hoy lo está exponiendo.
Así que, todo aquel que estaba en esa situación, dejándose distraer —porque no es que nosotros caemos en el enojo, en la distracción; nosotros nos dejamos distraer—, arrepiéntanse de haberse dejado distraer por ese tema o por cualquier otro tema y redirijan su mirada al Señor y a sus cosas y a su justicia, y Él se va a ocupar de todas esas cosas. El Señor sabe lo que hay en nuestros corazones y se preocupa por eso.
El Espíritu Santo me revela que hay mamás que tienen bebés chiquititos y que están preocupadas por esos bebés, por las cosas que vienen al mundo. Estas mamás están preocupadas por estos bebés, porque piensan: «¿Cómo voy a hacer con mi bebé cuando vengan todas estas cosas tan graves al mundo? ¿Qué va a pasar con mi bebé? No lo voy a poder cuidar. No lo voy a proteger».
Entregame a ese bebé a mí, dice Dios. Todas las almas son mías, me pertenecen, y Yo sé lo que tengo que hacer con ellas. Simplemente cumplí con tus deberes como madre de la mejor forma que puedas, no según a vos te parezca, sino según las Escrituras, y Yo me voy a ocupar de tus hijos, de tu bebé o de tus niños.
Ya hay un diseño establecido por Dios, y tus bebés o tus hijos son parte de ese diseño, y Él sabe muy bien lo que tiene que hacer con ellos. Él sabe muy bien qué propósito tiene cada ser viviente que camina sobre la tierra, y tu bebé o tu niño o tu hijo no es menos.
Amados hermanos, deseo con todo mi corazón que no solamente escuchen esta palabra, sino que la pongan por obra. Los invito a revisar sus vidas a partir de ahora y a empezar a descartar aquellas cosas que los están distrayendo o desenfocando del reino de Dios y de su justicia, y a servir al Señor de la manera que Él lo espera de ustedes. Cada uno debe preguntarle al Espíritu Santo cuáles son las cosas que hay que empezar a descartar de sus vidas, cuáles son las cosas que hay que empezar a hacer para que ese fuego que se quiere apagar se vuelva a encender, cuáles son las cosas que hay que hacer para permanecer velando, cuáles son las cosas que los ayudarían a enfocarse más en Jesucristo en el caso de cada uno de ustedes.
¿Quiénes son las personas que ya cumplieron su tiempo en sus vidas? Porque algunos de ustedes, me parece que me muestra el Espíritu Santo, se distraen por algunas personas que están a su alrededor, y ustedes saben que esa persona o esas personas son una distracción para sus vidas, pero no hacen nada al respecto. Esta es una palabra para que reaccionen y tomen decisiones. Son sacrificios que tenemos que hacer para agradar a Dios, para concentrarnos en Él y para prepararnos para las cosas que han de venir. Vamos a tener que tomar decisiones fuertes, decisiones que cambien el estado de nuestras vidas, para enfocarnos 100% en el reino de Dios y para poder resistir todo lo que viene.
¿Ustedes piensan que la pandemia ya se apagó? ¿Ustedes piensan que todo va a volver a la normalidad? Entonces, amigos míos, tienen que volver a leer la Palabra de Dios. Tienen que volver a leer las Escrituras en Mateo 24, Lucas 21, Marcos 13, Apocalipsis y aún más Escrituras para entender que estos principios de dolores recién comienzan.
Prepárense. No seamos necios, no nos hagamos los sordos, no estemos tibios, y entendamos que esto es un pequeño respiro para lo que sigue después. Este tiempo es un tiempo donde Dios nos permite prepararnos para lo que se viene después, porque cuando venga lo que ha de venir después de esto, va a ser mucho más difícil prepararse que ahora, cuando tenemos oportunidad y recursos para preparar no sólo la parte espiritual, sino también la material. Seamos inteligentes, seamos trabajadores como las abejas, así como el Señor dijo en esta palabra que me entregó el 2 de febrero. No perdamos tiempo y concentrémonos en Él.