Bendiciones, amados hermanos, acá está Noelia en mi canal, Noelia Ama a Jesús.
Te damos gracias por todo lo que nos das, Señor. Te damos gracias, Dios mío, por estar entre nosotros, por quitar lo que no nos sirve de nuestras vidas, por reemplazarlo por cosas nuevas. Te damos gracias por transformarnos, Señor amado. Te damos gracias porque a veces duele esa transformación, pero es para nuestro bien.
Te damos gracias por las buenas cosas que pasan en nuestras vidas y también por las cosas que nos parecen que no son tan buenas, porque todas las cosas ayudan a bien para los que te aman, para los que conforme a tu propósito fueron llamados.
Señor, bendecimos tu santo nombre, te adoramos en nuestro corazón en este instante, entregándonos más y más a ti. Quita nuestros miedos, remueve todo lo que esté funcionando como barrera entre nosotros y Tú, todo lo que no nos está permitiendo acercarnos más a ti, Señor.
Danos discernimiento, Padre, para darnos cuenta de las cosas que provienen de tu luz y aquellas cosas que provienen de la oscuridad y que tenemos que remover de nuestras vidas, para poder entregarnos de una manera más pura, de una manera más limpia a ti, y alejarnos más aún de toda oscuridad que esté rondando a nuestro alrededor, para poder acercarnos más limpios a tu luz, para no estar avergonzados de estar más cerca tuyo.
Señor, seguimos agradeciéndote por cada detalle en nuestras vidas, porque no hay una sola hoja de un árbol que se caiga sin tu aprobación, sin tu consentimiento. Y, asimismo, en esta hora, declaramos nuestra confianza en Ti, que tu mano está en todas las cosas, que no hay nada que ocurra en nuestras vidas que esté ocurriendo en lo cual tú no estás ahí. Por más que no podamos entender por qué nos suceden algunas cosas o por qué algunas cosas no pasan como a nosotros nos gustaría, declaramos nuestra confianza en ti igualmente.
¿Cuántos dicen amén a esta oración? ¿Cuántos están de acuerdo conmigo en el espíritu? Señor, la alabanza es tuya, la gloria es tuya, la adoración te pertenece.
Dios, reconocemos que somos obra de tus manos, que Tú nos creaste con tanta dedicación, con tanta sabiduría, con tanto amor. Nos creaste, y así te reconocemos como un único Dios, como único Salvador, como el único que es Omnipotente, como el único que es Omnipresente, como el único que es Omnisciente, como el único que es digno de recibir toda gloria, toda honra. La majestad es tuya, tuyo es el Imperio, tuyo es el Trono.
Tuya es la autoridad más alta. Gracias por lo que hiciste, gracias por lo que vas a hacer, gracias por lo que estás haciendo. Te pedimos en este momento que derrames de tu Espíritu Santo en cada uno de los hermanos, en los que aún no ha sido derramado tu Espíritu, como lluvia tardía de estos últimos días.
Padre, te pedimos juntos en esta hora que bautices a todos los hermanos que están mirando este video y los que lo van a mirar después, porque para ti no hay imposible y el tiempo está en ti. Así que yo ahora oro en fe que todo aquel que mira este video, ya sea en este mismo instante o más adelante, sea bautizado con el Espíritu Santo en el nombre que es sobre todo nombre, en el nombre de Jesús.
Enciende, Señor amado, el fuego en nuestros espíritus. Ahora te pedimos, por favor, juntos, en el nombre de Jesús, aviva todo fuego que se estaba queriendo apagar, derrama de tu gloria sobre tus hijos que hoy estamos congregados en tu nombre.
Alabado seas, Señor, grande, poderoso, invencible, majestuoso, inescrutable. En este día, te pedimos que nos enseñes más sobre tus caminos. ¡Queremos conocerte más! ¿Cuántos dicen amén? ¿Cuántos quieren conocer más al Señor de la gloria, al Rey de la gloria? ¿Cuántos quieren recibir todo lo que Dios tiene para darles? ¿Cuántos quieren que se abran los cielos en este momento sobre sus cabezas para recibir lo que el Padre nos quiere dar?
Henos aquí, Señor, somos tus hijos y hoy clamamos a ti, Abba Padre. Míranos, Señor, rescata a aquellos que están hundidos en un pozo y no saben cómo salir. Abre esas cárceles de aquellos que se sienten oprimidos, encarcelados, encerrados, atados, inmovilizados y aquellos que se sienten cristalizados.
Sana en esta hora a aquellos que necesitan sanidad divina, ya sea en el alma o en el cuerpo, porque tú eres el Doctor perfecto, tú eres el Cirujano divino que abre nuestros corazones y hace y deshace con una sabiduría que va más allá de nuestro entendimiento.
Raja todo velo que aún no ha sido rajado en estos corazones, de estas personas que hoy se conectan porque tienen hambre de ti, Señor, porque tienen sed de beber de tus aguas. Tenemos sed de ti, Señor amado celestial. Te necesitamos, Dios, necesitamos que te manifiestes en nuestras vidas hoy.
Habla lo que Tú quieras, confirma lo que Tú quieras, a través de tu Espíritu Santo. Levanta al que Tú quieras, libera al que Tú quieras hoy de toda cadena, de toda maldición, de toda angustia, de toda enfermedad, de toda tristeza, de toda frustración.
Quita velos, Señor, en este día, de todos los que están ciegos por distintas razones. Bendice, Señor, bendice y reparte, imparte como tú quieras, Dios. Hoy declaramos nuestro amor hacia ti, Padre Santo. Danos más amor, Señor, porque somos imperfectos. Nos gustaría amarte como tú nos amas, pero tu Palabra dice que golpeemos, que se nos va a abrir, que busquemos, que vamos a encontrar, y hoy te pedimos que derrames en nuestros corazones de ese amor profundo, de ese amor ágape, de ese amor que sólo viene de ti, de ese amor divino que viene de tu corazón a nuestro corazón.
Danos de ese amor, Señor, no del amor que habla el mundo, no del amor superficial, no de un amor condicional, no de un amor de negocios que pide algo a cambio. No estamos hablando de ese amor, estamos hablando del amor que tú derramas en los corazones de los hijos de Dios.
El mundo no entiende, no lo capta, no lo acepta, lo ridiculiza, lo vitupera. Danos de este amor, Padre, hoy, en el nombre de Jesús. Alabemos a Dios juntos en un solo espíritu. No se apaguen, no dejen que esa llama se apague. Alaben al Señor en este momento junto conmigo, declaren de su amor, su confianza, declaren que ustedes le pertenecen. No se rindan. Veo muchas rodillas cansadas.
Dice el Señor: «Hijitos, hijitos, los estoy llamando. ¿Por qué me preguntan si todavía los amo, cuando sus rodillas están temblando? ¿Por qué, cuando sienten que están cansados del camino, piensan que los he abandonado? Allí, en esa oscuridad en la que ustedes sienten que están, aunque no me pueden ver, allí estoy, y tengo una vela en mi mano, encendida, para alumbrarles el camino.
Aunque ustedes no lo puedan reconocer, aunque ustedes no lo puedan ver con los ojos de la carne, no hace falta verme para saber por fe que yo estoy ahí con ustedes.
Hijitos, hijitos, no se detengan. Eleven oraciones a mí, adórenme, aun cuando estén sufriendo, aun cuando estén en el medio de una densa oscuridad y tengan la sensación de que solamente están rodeados por tribulación. Allí es donde deben aprender a encender su luz a través de la alabanza y la adoración. Tienen que aprender a confiar en mí en esos momentos, en esos momentos donde sus rodillas están tan débiles que se caen de rodillas en el piso porque sienten que ya no tienen fuerzas. Allí es donde tienen que clamar a mí, en vez de dejar de clamarme a mí.
En vez de pensar que ya no estoy ahí. Ahí es donde Yo me quiero glorificar y levantarlos en el torbellino de mi Espíritu Santo, para que ustedes vean que no es por su fuerza, no es por lo que ustedes piensen, no es por las cuentas terrenales que saquen que van a salir adelante, es por la fuerza de mi Espíritu que van a avanzar.
Veo una persona que va en una carreta de esas antiguas, de madera, con esas ruedas de madera, que está siendo llevada por los caballos. Así vamos nosotros por el camino. Veo que el que va en esa carreta elevada les da agua de beber a los caballos, y se baja y descansa, duerme en la noche, para al otro día temprano continuar con su viaje. Y vuelve a subirse a esta carreta y sigue adelante. Esta persona que va en esta carreta, en esta visión que estoy viendo, nunca se detiene a mirar el camino.»
Me dice el Espíritu de Dios: muchos de ustedes están tan apurados por terminar el camino que no se dan cuenta del valor que tiene el camino en sí. Van como un viajero en esta carreta que va derecho, mirando hacia adelante, nunca mirando a los costados para ver qué hay en el camino.
Me dice el Espíritu: mientras van por este viaje, aprendan a mirar a los costados, sin frenar, pero disfrutando, aprendiendo y mirando lo que pasa al costado de ustedes, viendo cómo el paisaje va cambiando de estación y va del otoño al invierno, de la primavera al verano, y las estaciones van cambiando mientras este viajero va pasando por este camino.
Dice el Espíritu: hay un tiempo para todo, hay una estación para todo. Asiéntense en cada estación, aprendan a disfrutar el viaje, miren lo que hay a los costados de la carreta, asomen la cabeza y disfruten de los árboles cuando brotan en la primavera, miren las flores cuando sale el sol, cómo se abren, escuchen la lluvia cuando llueve en este viaje. No tengan miedo del viento cuando golpea la carreta, porque Yo voy a estar ahí, soplando de mi Espíritu para calmarlo.
Hijitos, hijitos, ustedes van haciendo tesoros mientras viajan. Pero algunos no saben atesorarlos, no se dan cuenta de la importancia del aprendizaje del viaje en sí, sino que solamente quieren llegar, pero sin atesorar lo que van aprendiendo en ese viaje, sin valorar las pequeñas cosas del viaje, me dice el Espíritu.
Algunos van tan rápido y tan apurados en ese viaje que no se dan cuenta de que en el camino hay gente que necesita ayuda, y no se bajan de la carreta para ayudarlos. Ven que hay gente con necesidad, pero dicen: «Alguien más los va a ayudar», y siguen adelante, no siendo como el buen samaritano que se detuvo y dejó todo lo que tenía que hacer, y abandonó todo apuro y toda preocupación del futuro para ayudar a su prójimo, que en ese momento necesitaba desesperadamente de su ayuda.
Estas son las cosas que hacen los tesoros en el cielo, estas son las cosas que Yo valoro de los corazones. Este es el oro que algunos corazones tienen: la sencillez, la simpleza de darse cuenta de que hay cosas importantes en este viaje. Calmen sus aguas, porque muchos de ustedes están desesperados por una palabra del Señor en este momento. Pero, dice, les estoy hablando a ustedes, a los que están necesitados, a los que están desesperados de escucharme hablar. Los estoy confortando, los estoy envolviendo en un ambiente de tranquilidad. Apártense de la ansiedad, respiren, relájense, cálmense. En este momento hay mucha agitación del espíritu.
Les estoy contando esta historia, dice Jesús, porque es lo que cada uno de ustedes, en este momento, necesita escuchar. Están muy ajetreados, van rápido, tropezando en esta carreta. A veces se encuentran piedras en este viaje, y hacen saltar la carreta. Se sobresaltan, tienen miedo y no se dan cuenta de que tienen que frenar, arreglar ciertas cosas. Están apurados, quieren arreglar enseguida el problema, quieren saltarlo, quieren seguir adelante. Lo único que quieren es llegar, pero Yo me tomo un tiempo para todo.
Tómense el tiempo que Yo les pido para resolver las cosas que hay que resolver. Muchos de ustedes van saltando vallados, apurados por llegar primero, y no está mal querer terminar la carrera. Pero piensan que, pasando las cosas por alto, sin procesarlas, sin arreglar lo que hay que arreglar, sin entregarse para recibir sanidad, sin renunciar a lo que hay que renunciar, sin perdonar lo que hay que perdonar, sin tratar lo que hay que tratar, van a llegar más rápido. En realidad, estos problemas se van acumulando y acumulando. Ustedes van dejando estos asuntos sin tratar, los van negando, van siendo negligentes con su propia sanidad, y estos nudos sin desatar se van convirtiendo en piedras en su camino.
Dice Dios: bajen el ritmo, déjenme que los trate, déjenme que los sane. ¿O ustedes estarían de acuerdo en que, si tienen que pasar por una operación, el cirujano se apure para hacer esa operación poniéndolos en riesgo? De la misma manera, Yo tengo que tratarlos como algo sumamente delicado. Ustedes son preciados para mí, y Yo me tomo el tiempo que necesitan para tratar lo que haya que tratar, para remover lo que haya que remover, para colocar lo que haya que colocar, para sanar lo que haya que sanar, para quitar lo que no aprovecha y reemplazarlo por algo nuevo.
Entiendan que los tiempos son míos y que, como dice Eclesiastés, «hay un tiempo para todo». Veo que algunos de ustedes están en tiempo de proceso, de hecho muchos, y Dios les dice hoy: déjenme que los trate, déjenme que los opere, déjenme hacer mi trabajo. Entréguense a mí, como cuando alguien confía en su médico y se deja operar el tiempo que sea necesario para ser restaurado. ¿Cuánto más tienen que confiar en mí? Yo no cometo errores, no me equivoco cuando tomo las pinzas para operar sus corazones; no corto un centímetro más ni un centímetro menos de lo que hay que cortar. Déjenme tratarlos, ámenme solamente, porque de ahí parte la obediencia. Ámenme, porque Yo los amé primero, y del amor hacia mí va a partir lo demás.
En este tiempo de pandemia, ustedes piensan, como piensa el hombre, que Yo no me estoy moviendo, que no estoy restaurando, que no estoy sanando, que no estoy liberando, que no les estoy respondiendo, que no estoy conectando hilos celestiales, que no estoy preparando un nuevo trabajo para ustedes, para los que no tienen trabajo, que no estoy preparando nuevas amistades en Cristo para sus vidas, que no estoy trabajando en sus hijos, que no les estoy hablando al oído a sus jefes.
Ustedes piensan que, porque no lo pueden ver, Yo no estoy moviendo mi Espíritu sobre todo lo que acontece en sus vidas. Se olvidaron de mi Omnipresencia, se olvidaron de mi Omnisciencia. Ustedes quieren que me apure, ustedes quieren que ya les responda, ustedes quieren una palabra, ustedes quieren ya la sanidad, ustedes quieren ya ser libres, ustedes quieren de un día para el otro completamente ser sanados, ser restaurados, que Yo les responda con un chasquido de los dedos.
¿Que si lo puedo hacer? Claro que lo puedo hacer, pero pregunta el Señor: ¿Acaso ustedes saben más que Yo? ¿Acaso ustedes crearon el universo con su propia mano? ¿Acaso ustedes saben cómo funcionan los milagros? ¿Acaso ustedes engendran a las personas en los vientres? ¿Acaso ustedes hicieron crecer el fémur de sus hijitos cuando estaban en sus panzas? ¿Acaso ustedes saben cuántos son los cabellos que tienen en sus cabezas? Ciertamente no lo saben, pero Yo sí lo sé.
Yo soy el que da crecimiento a sus uñas. A través de mi Palabra, Yo sé cuántos cabellos caen de sus cabezas en un día, y Yo mismo los repongo. Yo soy el que manda ángeles a cuidar a sus bebés desde la concepción en adelante. No son ustedes, los padres, los que cuidan a sus hijos de una manera perfecta, constante e incondicional. Soy Yo, Soy Yo el que habla y los sostiene, Soy Yo el que está ahí cuidando las manos de los médicos en el parto.
Lo primero que quiero hoy en esta ministración es que calmen sus aguas y aprendan a dejarse llevar como el Moisés que estaba en el río.
Gracias por enseñarnos quién eres, por mostrarnos tu personalidad, Señor, tu poder, tu sabiduría.
Exacto, aquietarnos en su presencia, confiar en Él, saber que está ahí, caminar por fe, no por vista. No necesitamos muestras todo el tiempo para saber que el Señor está en nuestras vidas mientras estemos caminando en santidad y en entrega hacia Él.
Tranquilos, tranquilos, apaciguados, mansos, esas palabras escucho. Mansos, tranquilos, apaciguados, blanditos. ¿Por qué están tensionados? Veo muchos que están contracturados, y no solo en la espalda y en el cuello, en todo el cuerpo: duros, como muy nerviosos, preocupados, afanados, tensos. Dice Dios: tranquilos, hijitos, tranquilos, estén quietos y sepan que yo soy Dios. Miren lo que voy a hacer en sus vidas. Yo voy a responder sus oraciones, yo estoy escuchando, yo estoy enviando mis ángeles a escribir sus peticiones, aunque ya sé lo que necesitan desde antes de que pronuncien esas palabras.
¿Cuántos lo creen? ¿Cuántos lo creen? Porque una cosa es decir o escribir amén, y otra cosa es verdaderamente creerle al Señor en tu corazón. Porque si no le crees a Dios que Él es Dios, te invito a que te arrepientas en este momento de esa incredulidad, de esa maldad, y que creas en lo que Dios te está hablando en este momento, que está acorde a la Palabra escrita que Él nos dejó. ¿Cuántos creen que Dios es Dios, que Dios es un Dios?
Porque no quiero que se acerquen a mí con un corazón incrédulo, porque dice la Palabra que «el que se acerca al Señor tiene que creer que Él existe». ¿Cuántos le creen a Dios? Sean honestos: ¿cuántos están caminando por fe y no por vista? Porque aún hay muchos de ustedes que le están pidiendo señales al Señor, diciendo: Señor, Señor, mándame una señal para que yo sepa que no me abandonas. Señor, Señor, mándame una señal, dame una palabra para que yo te crea. Cuando es al revés: nosotros somos los que tenemos que creerle a Dios, y Él se va a manifestar en nuestras vidas.
Arrepiéntanse de la incredulidad. Hoy muchos de ustedes entraron a este vivo como si fuera una maratón para adquirir una palabra profética de Dios. El Espíritu me lo está revelando: lo que hay en muchos de los corazones de ustedes. No está mal el hecho de buscar una palabra de Dios o de querer que Dios nos hable, pero no necesitamos una señal para creer que Dios es Dios y que está en el control de nuestras vidas. Y eso es lo que Dios quiere hoy, que ustedes entiendan.
Ustedes hoy, la mayoría, entraron a este vivo para encontrar una palabra de Dios en sus vidas, para recibir una palabra de Dios individual, personal, porque piensan que, si no reciben esta palabra individual, esta palabra personal de parte de Dios, no van a saber para dónde ir. Pero Dios les dice hoy: ¿Para qué tienen mi Espíritu viviendo dentro de ustedes? Porque dice la Palabra de Dios que aquellos que son guiados por el Espíritu de Dios, esos son los hijos de Dios.
¿Acaso su fe depende de la palabra que les pueda dar un profeta? Entonces hay algo que está mal. ¿Acaso su confianza en Dios depende de una confirmación que puedan recibir por alguien más? Los fariseos le pedían a Jesús que les diera una señal. Esto estaba diciendo el Espíritu Santo: cuando tienen que volver a la cámara secreta y buscar a Dios en la intimidad, para que Él hable a sus vidas de la manera que Él lo quiera, no ustedes. Porque salen corriendo como una maratón, todos queriendo obtener el premio, pensando que pueden obtener ese premio, esa confirmación, esa señal y esa palabra profética a través de sus esfuerzos. Es por mi Espíritu.
Si Yo quiero, les hablo a través de otra persona, y si no lo veo conveniente, no lo hago. No va a ser porque ustedes corran, no va a ser porque ustedes hagan algo o lo dejen de hacer. El que tiene una relación personal conmigo, ese sabe escucharme, porque mis ovejas conocen mi voz y me siguen. Si Yo entrego palabras a través de los profetas, Yo utilizo bocas para hablar a los hermanos, a las hermanas, y aun personas que no son profetas utilizo para hablar a otro hermano, claro que sí, porque todos necesitan a todos.
¿Pero cuántos de ustedes han establecido una relación tan íntima y personal de amistad con el Espíritu Santo de Dios, al punto de saber escucharlo, de saber entender lo que Él nos está haciendo saber, o sentir, o hablar? Yo he colocado de mi Espíritu, lo he derramado en ustedes, que son como vasos. Pero muchos, no digo todos, pero muchos han esquivado esta relación de amistad con mi Espíritu, pensando que pueden encontrar magia en el hombre, que en mi propio Espíritu que habita en ustedes.
¿Cuánto tiempo pasan en su cámara secreta tratando de escuchar al Espíritu Santo de Dios? ¿Cuánto tiempo pasan en silencio, de rodillas en el piso de sus habitaciones, aquietando sus espíritus y tratando de entender lo que Dios quiere hablar? Algunos están al 10%, algunos al 50%. Muy pocos, muy pocos, están un poco más lejos, un poco más allá, y eso es lo que estoy anhelando.
¿Cómo van a poder resistir los tiempos que se vienen, que se están viniendo, si no saben escucharme, si no pueden entender cuando el Espíritu Santo les coloca una sensación en sus espíritus, un saber, un sentir, una alerta, una dirección? ¿Cómo quieren resistir si solamente un poquito de sacudón con esta pandemia, y ya sus rodillas tiemblan tanto que están caídas en el piso sin poderse levantar, como si hubieran pasado por un huracán? Esto es un vientito, dice el Espíritu de Dios.
Entonces, el mensaje de hoy de Dios para su pueblo es: acérquense a mí, y Yo me acercaré a vosotros. Abran sus oídos a mi Espíritu, callen las voces del mundo en sus vidas que los están distrayendo y aprendan a seguir la guía del Espíritu Santo de Dios, porque mis hijos son guiados por mi Santo Espíritu, y los hijos de Satanás son guiados por su padre.
Si los hijos del diablo son guiados por él, ¿cuánto más mis hijos tienen que aprender a escucharme a mí? Porque Yo les hablo a cada uno de ustedes, los que están renacidos por el Espíritu Santo de Dios, y aun mando ángeles a hablarles a los que me están buscando, pero no están renacidos con el Espíritu Santo de Dios, para ir guiándolos por la senda por la cual tienen que caminar hasta encontrarme.
Porque Yo no dejo solo al que me está buscando, pero al que me busca de todo su corazón, Yo no desecho a un corazón quebrantado que se siente perdido y que está buscando la senda recta y quiere salir de la senda de la perdición. Yo respondo, Yo guío, Yo doy pistas, Yo llamo, Yo abro puertas, pero algunos se hacen los sordos a mi voz; otros no me creen cuando les hablo; a otros no les gusta lo que les hablo, entonces me cierran la puerta de ellos a mí, y no me quieren escuchar; otros tiran a la basura las palabras que les doy; a otros les revelo a través de una visión; a otros les hablo por símbolos, por sueños, por una especie de acertijo que tienen que descifrar; a otros les hablo por un versículo bíblico.
De hecho, esta es una de las principales formas en la que Dios habla a sus hijos: a través de la Biblia, a través de lo que ya habló y se escribió. A otros les mando señales repetitivas para confirmar lo que ya les coloqué en sus espíritus. Pero entra la duda, me dejan de creer, me dejan de seguir, a veces se alejan de mí, y Yo no voy a hablarle al que no me quiere escuchar una y otra vez.
Entonces, dice el Espíritu de Dios: tanto que me preguntan, tanto que quieren saber, tantas palabras que quieren recibir, hoy les dejo este challenge, este desafío de buscar y escudriñar en sus propios espíritus lo que Yo les voy a hablar a través de mi Espíritu Santo.
¿Cuántos quieren tomar ese desafío hoy? ¿Cuántos? Porque somos cómodos. La iglesia es una iglesia cómoda que quiere tener todo servido, que quiere sentarse a la mesa y comer de lo que ya está preparado, y quiere probar un bocadito de acá, un bocadito de allá: «esto no me gusta, quiero otra cosa, voy a probar esto, voy a probar lo otro», y quiere quedarse sentada en la silla esperando que le sirvan. ¿Es así o no es así? Sabemos que es así, lo podemos ver.
No nos gusta buscar, no nos gusta escudriñar, no nos gusta estudiar, no nos gusta esperar. Tiene que ser ya, tiene que ser ahora, y tiene que ser a nuestra manera. Pero tenemos que madurar espiritualmente y entender que hay una parte que nos corresponde a nosotros, que tenemos que buscarlo nosotros, que tenemos que remar nosotros.
Entonces, si yo hoy te estoy hablando a tu espíritu y esta palabra te golpea, te llega, te quebranta y redarguye, te invito a que te arrepientas, te invito a que confieses y lo pongas sobre la mesa entre el Señor y tú, y le digas: Señor, lo que está diciendo esta hermana por tu Espíritu tiene razón. He sido vaga, he sido cómodo, he querido todo servido, he esperado todo que me caiga del cielo, y cuando empecé a remar un poquito, ya me sentí cansada y dije: bueno, voy a dejar de remar, voy a esperar a que Dios me rescate.
Pídele perdón al Señor y pídele que te enseñe a restaurar tu relación con el Espíritu Santo de Dios, porque el que no sepa escucharme, el que no aprenda a escucharme, no va a poder resistir los últimos tiempos. Yo les voy a dar todo lo que necesitan, todo lo que necesitan para poder pasar por la prueba final, va a estar a su disposición, pero ustedes lo van a tener que tomar, ustedes van a tener que ser diligentes, ustedes van a tener que ser aplicados, ustedes van a tener que tener la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios, afilada, pero ese trabajo lo van a tener que hacer ustedes.
Así que ahora, en este momento, muchos de ustedes confiesen a Dios que esta es la situación a donde estaban, y a partir de hoy empiecen a tomar esos remos que dejaron al costado del bote inactivos, vuelvan a ejercitar, y cuando ustedes vuelvan a ejercitar, cuando el Señor vea que se esfuerzan, cuando el Señor vea que ponen de su voluntad allí, es donde Él va a soplar de su Espíritu y los va a ayudar a que su bote avance y el remo se va a volver más liviano. Pero eso no quiere decir que no van a tener que dejar de remar.
Dios aún habla hoy, y no solo los profetas. Mis ovejas escuchan mi voz, la reconocen y me siguen. Y el Espíritu me dice: aun cuando yo silbo, mis ovejas saben, reconocen el tono, la vibración, el volumen de mi silbido, responden y vienen a mí.
Si ya perdiste esa facultad de escuchar al Señor, aún no es tarde; solamente tienes que arrepentirte de haber cerrado tus orejas al Espíritu Santo de Dios —es una metáfora— y volver a restablecer tu relación con el Espíritu Santo, acercarte más a Él, tratar de entenderlo y tratar de entender qué te quiere decir. Él no dijo: «Yo les hablo a algunas de mis ovejas y a otras no». Sí puede ser que les hable de distintas formas. No todos tienen que escuchar la voz audible interna de Dios, menos todavía externa, pero de alguna manera el Espíritu les habla a todas sus ovejas.
Si dejaste de escucharlo, sí, por seguir doctrinas de hombres, te alejaste de la relación íntima que tenías con el Espíritu Santo, donde Él te guiaba, donde Él te hablaba, donde tú sabías lo que Él te estaba diciendo o haciendo sentir, o diciendo que tenías que hacer. Si te alejaste de esa relación, si dejaste que se enfríe, como cuando uno deja que una amistad se enfríe porque no la cuida, porque no le habla a un amigo, porque nunca lo llama por teléfono, porque nunca lo escucha, porque nunca se encarga de regar esa planta, esta relación para que crezca… Si ese es tu caso, aún no es tarde, dice Dios.
Hoy te estuve llamando porque no fui Yo el que me alejé, no fui Yo el que te dejé de hablar, no fui Yo el que te desprecié. El Espíritu de Dios no desprecia a alguien que lo está buscando o que lo vuelve a buscar.
Hijitos, no se sientan mal por lo que estoy diciendo en este momento; simplemente arrepiéntanse, reciban el perdón, decídanse que ahí voy a estar. No estoy muy lejos; estoy a la vuelta de la esquina, estoy ahí, más cerca de lo que ustedes piensan. No soy Yo el que me alejo, son mis hijos los que me abandonan, y después preguntan: «¿Por qué no me hablas, Señor? ¿Por qué no me diriges? ¿Por qué no me levantas? ¿Por qué no me das una palabra?».
Vuelvan a mí, dice Dios, porque para mí no hay ninguno que sea más importante que el otro. Yo no hago acepción de personas, y tú eres tan importante como cualquier otro hermano o hermana dentro del cuerpo de Cristo, porque el ojo no es más importante que el brazo, y la mano no es más importante que el pie. Son distintos, pero no distintos en valor. Humanamente, el hombre tiende a clasificar las cosas, pero Yo no pienso de la manera que piensa el hombre, y menos mal por eso.
Si Yo pensara como pensaría el hombre, les pediría algo a cambio de amarlos, pero Yo los amé primero. Yo les ofrecí la salvación por gracia, no porque valgan más o menos que otra persona, no porque hayan hecho algo para merecerlo.
Entonces, en este momento, tampoco dejen ingresar la culpa por lo que Dios está hablando hoy. La solución es (1 Juan 1:9): «Si confesamos nuestros pecados, Dios es fiel para perdonarnos.» Y declaramos este versículo en el nombre de Jesús, cortando toda artimaña del enemigo en las mentes y en los corazones de mis hermanos, en los cuales, en este momento, el diablo quiere meter culpa demoníaca. (Isaías 55:9): «Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.»
Voy a orar por ustedes, para lo que el Espíritu Santo me indique, pero tienen que creer, una vez que se hayan arrepentido de ser negligentes con el Espíritu Santo de Dios y con todo lo que Él hoy habló. Tienen que pedirle perdón a Dios, recibir su perdón y rechazar toda culpa que, después de haber recibido el perdón, se quiera venir a instalar en sus espaldas. Una vez de ponernos al día con el Señor y entender que tenemos que madurar como iglesia, hacer nuestra parte y retomar la relación personal con el Espíritu Santo de Dios.
Una vez hecho esto, coloquen las manos santas en posición de recibir, aquellos que quieran recibir lo que Dios hoy les quiera dar. A Él le corresponde toda la gloria, toda la honra. Alabado sea Dios y el Espíritu Santo. Tiene que ser con fe, tienen que creer que Dios está con nosotros hoy y que Dios les quiere dar. Tienen que abrir sus corazones para recibir y creer que Dios es Dios. Vamos a confesarlo: ¿cuántos de ustedes creen que Dios es Dios? ¿Cuántos de ustedes entienden que sus pensamientos no son como los nuestros? Díganle al Señor: «Yo te creo, Señor. Yo lo creo, Señor, y yo quiero entenderlo. Más aún, quiero ir más hondo en las profundidades de tu Espíritu.»
Yo quiero conocerlo más, quiero saber más quién eres, quiero entender tu deidad, quiero entender y recibir en mi espíritu la verdad de quién eres. Vamos a alabar a Dios en nuestros corazones, mientras el Espíritu Santo va preparando las aguas para recibir lo que hoy va a repartir. Adoren a Dios, dejen toda preocupación, toda ansiedad, dejen de correr, relájense, adoren a Dios, entréguense en este momento. Nada va a cambiar porque ustedes estén más preocupados.
Abran sus corazones como una flor que quiere recibir el sol. Eso me dice el Espíritu. Silencien sus mentes, que quieren funcionar de barreras para su fe. Sientan el fuego del amor de Dios en sus pechos. Estén conscientes de que el Espíritu habita ahí, de que ustedes son el templo del Espíritu Santo. Se habían olvidado de que son el templo del Espíritu Santo. No tienen que ir a ningún lado para encontrar a Dios, porque Dios vive en ustedes. Lo dice la Palabra de Dios, pero lo olvidaron.
Hoy tienen que recordarlo, hoy tienen que confesarlo, hoy tienen que creerlo, hoy tienen que alegrarse por eso. Sea toda alegría restaurada en este momento en el nombre de Jesús. Vamos juntos con fe en esta oración que voy a hacer. En esta hora nos levantamos todos los hijos de Dios que estamos conectados en un mismo espíritu para adorarte a ti, Señor, para reprender toda obra del mal en nuestras vidas.
En esta hora, todo brujo, toda hechicera, todo poder de las tinieblas, todo demonio que quería interferir en esta transmisión y en la vida de todo hermano que mira este video, sea reprendido en el nombre de Jesús, por la autoridad que nos diste como Iglesia, Señor. En esta hora, derramamos fuego alrededor de nuestros hogares, fuego que quema toda maldad, toda impureza, toda injusticia, todo el guiso, todo velo sea quemado en esta hora en el nombre de Jesús.
En esta hora, sea todo fuego del Espíritu Santo levantado en nuestros templos. Todo altar a Dios sea restablecido. En esta hora, todo miedo en todo hermano que mira este video sea reprendido y echado afuera en el nombre de Jesucristo. En esta hora, todo dardo del enemigo rebota y no le permitimos entrar en nuestras mentes en el nombre de Jesús.
En este momento, nos levantamos en el poder de tu Espíritu, utilizando el poder espiritual de las palabras en el nombre de tu Hijo Jesús, para derribar toda barrera que el diablo ha colocado en nuestras vidas, en nuestra relación entre el Espíritu Santo y nosotros, entre Dios Padre y nosotros, entre Dios Hijo y nosotros, en el nombre de Jesús. En esta hora, cortamos toda maldición en nuestras vidas, en nuestra sangre, en nuestros hijos, en nuestras casas, en nuestros nietos y en toda generación venidera en el nombre poderoso de Cristo Jesús.
Todo pacto que se haya hablado en contra de nosotros y de nuestra familia y de todo lo que poseemos, en esta hora queda cancelado, queda cancelado en el nombre de Jesús. Se cae como hojarasca, como nada, y lo soplamos con el viento del Espíritu Santo de Dios. En esta hora, en este momento, en este lugar, y en el nombre que es sobre todo nombre, el nombre de Jesús de Nazaret, destruimos y volvemos a cero toda obra de las tinieblas que el enemigo estaba tejiendo en contra de nuestras vidas, de todo lo que poseemos, de toda persona cercana a nosotros, de toda la familia y de toda la descendencia, en el nombre de Jesús.
En esta hora, invocamos el fuego del Espíritu Santo de Dios que cae sobre nuestros hogares, sobre nuestros trabajos, sobre nuestros autos, sobre nuestras familias, en el nombre de Jesús. El enemigo está enojadísimo con esta oración, pero te reprendemos, Satanás, en el nombre de Jesús, porque no vengo sola, vengo con 900 personas más. Estamos congregados en el nombre de Jesús, y tu Palabra dice (Mateo 18:20): «Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».
Declaramos esta Palabra que te quema como fuego, que no puedes resistir, serpiente antigua, y te ponemos un stop a tus obras en este video, en esta transmisión y en nuestras vidas. Ahora nos levantamos como guerreros de Dios que somos en el nombre de Jesús, y levantamos una cruz en el espíritu ante la cual toda rodilla se dobla en este momento.
Una vez atados los poderes de las tinieblas, me dice el Espíritu Santo: porque todo lo que ates en el cielo será atado en la tierra. Ahora los voy a bendecir, pero voy a bendecir a aquellos que me han creído, voy a bendecir a aquellos que han renunciado a la incredulidad, voy a bendecir a aquellos que han decidido seguirme igual, aunque se oponga el que se oponga, aunque se levante el que se levante. Así que, si todavía no te decidiste, decidite ahora a poner tus ojos fijos en el Señor Jesús y en esa cruz del Calvario.
No pongas los ojos en un hombre, no pongas los ojos en una mujer, no pongas los ojos en mí, porque se trata de Jesús, se trata de Él y del sacrificio que hizo en la cruz por ti. ¿Cuántos se deciden a seguir a Jesús hasta el final hoy? Si estabas tibio, este es tu día para calentarte en el Señor. Si estabas inseguro, este es el momento de encontrar la seguridad de seguir al Señor, no porque Él pueda darte algo, sino porque lo necesitas, porque no hay otro camino que lleve a la vida eterna, a la verdad.
Reconoce en este momento que necesitas a Jesús, que sin Él no hay salvación, que sin Él no hay vida eterna, que sin Él no hay esperanza, que sin Él no estás en la verdad, estás en una mentira que te ofrece el mundo. Este es tu día. Puestos los ojos en Jesús, que es el autor y consumador de la fe. Se trata de Él, y todos aquellos que hayan idolatrado a una persona porque tiene cierto don o cierto llamado, sea quien sea, este es el momento para arrepentirte de poner tu esperanza en el hombre, porque la Palabra dice (Jeremías 17:5): «Maldito el hombre que confía en el hombre».
Quita tus ojos de toda la carne y colócalos en el Señor Jesús, porque somos fáciles para idolatrar a los ministros de Dios, pero no para adorar a Dios. Y redirigimos nuestra mirada a la cruz y recibimos, Señor, en este momento. Juntos abrimos los cielos sobre nuestras casas o donde estemos por fe, en el nombre de Jesús, y recibimos de tus bendiciones, Señor. Y veo monedas de oro que caen del cielo, y dice el Espíritu de Dios: no se preocupen, que hay para todos. No es una carrera para ver quién tiene más, para ver quién obtiene más, para ver quién está más bendito, para ver quién recibe más, porque no depende del que corre o del que quiere, sino de mí.
En este día, me dice el Espíritu Santo de Dios, muchas ataduras de impiedad están siendo cortadas. ¿Cuántos lo creen por fe, simplemente por declarar la palabra que recibo por el Espíritu Santo? Esto ya se está dando en el espíritu. Hoy, por causa de tu arrepentimiento, por causa de tu entrega, por causa de recibir la palabra que hoy el Señor te habló, por causa de creer, porque Jesús les preguntaba: ¿Crees que te puedo sanar? Por causa de tu fe, hoy las esposas de tus manos están cayendo.
Por eso hoy, por causa de la apertura de tu corazón, por causa de tu corazón arrepentido, entendiendo que estabas yendo a una dirección que Dios no quería que vayas, sino que Él quería que te acerques a su Espíritu, por entender esta palabra que recibiste hoy, por comerla en el espíritu, por recibirla, por aceptarla, por digerirla, por absorberla, hoy las cargas de tu espalda están siendo quitadas. Y no sólo eso, sino que hay ángeles que están ungiendo tu espalda con aceite de liviandad y con poder del Espíritu Santo en el nombre de Jesús.
Hoy, porque estás colocando tus manos a la mies, porque tomaste finalmente una decisión en tu corazón de dejar de ser superficial y entender que tienes que seguirme con consagración y con seriedad, me dice Jesús. Hoy, tus manos están siendo ungidas con aceite y con fuego del Espíritu Santo para sanar a los enfermos. Reciban en esta hora para hacer imposición de manos y resucitar a los muertos. ¿Qué, te parece mucho? ¿No lo crees? ¿Es demasiado? Entonces, no lo vas a recibir.
¿Crees que te puedo dar el poder de hacer milagros? ¿Crees que los muertos pueden resucitar a través de la imposición de tus manos en mi nombre y por mi poder? Ahí sí que son pocos. Son pocos los que creen en la resurrección de los muertos a través de los hijos de Dios. ¿Cuántos creen lo que Jesús está derramando hoy en sus manos? Ustedes quieren hacer milagros, ¿les gustaría? Dice el Señor. Se lo imaginan como un deseo que solamente ven en una película de Hollywood.
Ustedes lo leen en la palabra y dicen: sí, sí, sí, los discípulos hacían milagros, los muertos resucitaban, los paralíticos caminaban, el agua se convertía en vino y demás. Pero no todos, muy pocos, tienen la fe, la seguridad, la convicción de que Dios aún lo hace hoy. No sólo eso, sino que nosotros vamos a hacer obras mayores. La generación de los últimos días es una generación de poder que va a mostrar la gloria de Dios en una dimensión nunca antes vista, porque eso estaba preparado para ser derramado como lluvia tardía en este tiempo.
Escudriña tu corazón, porque si no lo creés, no lo vas a recibir. Los milagros de antaño van a volver, dice el Señor. Y la opción que tenía la iglesia primitiva va a ser duplicada, duplicada en el último tiempo. Y el poder de mis hijos va a ir en incremento, se va a ir elevando, va a ser cada vez mayor. Por eso dice mi Palabra que en los últimos días harían obras. No dice los últimos días, pero dice que haríamos obras mayores. Este es el tiempo.
Díganme que les dé más fe, porque el que pide recibe, pero pidan creyendo. No me pidan como un niño que va a la heladería y le dice al vendedor: «Me das un helado», y cuando el vendedor está preparando el helado para entregárselo, el niño dice: «Nunca me va a dar un helado», y se da la vuelta y se va de la heladería. Muchos de ustedes actúan como niños, pidiendo algo que creen que necesitan, y cuando Dios lo está preparando y lo está a punto de entregárselos en su tiempo, que es perfecto, ustedes se dan la vuelta y se van y no lo reciben.
Yo estoy probando la paciencia de muchos, dice el Señor. No saben esperar en mí, no saben creerme, no entienden que hay ciertas cosas que hay que arreglar, que acomodar antes de que reciban lo que pidieron, a veces.
Sean pacientes, créanme y confíen en mí. (Hageo 2:9) «La gloria postrera será mayor que la primera», dice la palabra de Dios, y en eso estamos hoy. Voy a seguir con la oración un poquito más en este momento. Porque me creíste, Yo restauro tu matrimonio. ¿Cuántos lo reciben y lo creen en este momento? Tu hijo, que estaba perdido en el mundo, vuelve a mí. En este momento es el regalo que estabas esperando. Yo te lo entrego hoy, pero entiende que primero te lo estoy entregando en el espíritu y después lo vas a ver manifestado en lo físico, porque la fe es la esperanza de lo que no se ve, lo que manifiesta, lo que está en el espíritu a lo físico.
En este momento, tu milagro de sanidad que estabas esperando, te lo concedo. ¿Cuántos lo reciben y lo creen? La certeza de lo que se espera. ¿Cuántos tienen certeza de que lo que está diciendo y haciendo el Señor hoy ya está hecho? En este momento, ese ministerio que te prometí, esa iglesia que te dije que ibas a levantar, ya se está consumando en el espíritu primero. En este momento, este milagro económico, esta ayuda económica que tanto esperabas, se la estoy entregando a tus manos. ¿Lo crees? Como si ya lo hubieras visto hecho, así lo tienes que creer.
En este momento, cada pequeño detalle que me pediste, y veo objetos, como alguien que estaba necesitando una heladera, por ejemplo, dice el Señor. Ya tengo esa heladera preparada para ti, la que tanto me pediste, la que estás necesitando, ya la tengo preparada para ti. Pero tienes que creerme, porque el que no cree frena a los ángeles con su incredulidad, que ya estaban trabajando en contestar esa oración. ¿Por qué pensabas que tu petición no era importante? Pero a mí me importa todo lo que te pasa. Yo sé cuáles son tus necesidades y muchas cosas que crees que para mí no son importantes, sí lo son. Y yo sé cuánto lo necesitas y con cuánta necesidad lo estás esperando.
No estoy ignorante de eso, porque Yo atiendo a mis hijos hasta en el último detalle. Y cuanto más caminan en fe, más los puedo sorprender, porque son ellos los que me abren la puerta a través de esa fe, para que Yo pueda entrar en sus vidas y concretar ese milagro. Te creemos, porque tú eres Dios y no eres hombre para mentir o para arrepentirte. En este momento, te concedo ese don que tanto me pediste y lo activo en el nombre de Jesús. En este momento, estoy desatando lenguas de fuego. En este momento, estoy colocando capas proféticas, en el nombre de Jesús. En este momento, estoy elevando la medida de su fe.
En este momento, estoy quitando confusión de muchas mentes y estoy despejando y aclarando los pensamientos, en el nombre de Jesús. En este momento, estoy respondiendo preguntas en sus corazones. En este momento, estoy llamando a los hijos pródigos y están volviendo a mis caminos. En este momento, estoy trayendo dirección a tu vida y vas a entender lo que quiero que hagas.
Algunos se preguntan si tienen que dejar de congregarse en cierto lugar, por ejemplo, o no, o si tienen que empezar a congregarse con ciertos hermanos o cierta congregación, etcétera. Hay muchas preguntas que tienen en sus corazones y, me dice Dios, Yo te contesto hoy, pero te voy a contestar a tu espíritu. A partir de hoy, vas a entender mi voluntad en tu vida, si crees que soy Yo el que te estoy hablando.
En este momento, estoy repartiendo recursos económicos que primero estoy manifestando en el espíritu para personas que tienen el deseo de hacer obras de caridad. Hoy se abrió esa puerta que tanto golpeaste. Estoy contenta porque veo varios corazones que anhelan convertirse en un caudal de ayuda a los necesitados. Ustedes, a esos a quienes está hablando Dios, les insisto que coloquen sus manos para recibir las bendiciones celestiales que van a recibir. Dice Jesús que solo tengo que decirlo, porque Él ya lo está haciendo, que está colocando piedras preciosas en sus manos.
Algunos van a recibir un caudal de dinero no esperado; otros van a recibir bienes materiales que les van a ayudar a ayudar a los que los necesitan. Veo cheques, veo pasajes aéreos también. Dice el Señor: «Lo que me pediste, porque no lo pediste para ti, sino para ayudar a tu prójimo, no solo te lo voy a dar, sino que te lo voy a dar en abundancia». Lo recibimos en el espíritu en esta hora. Porque lo pediste no para gastar en tus deleites, lo pediste por misericordia, lo pediste porque viste a tu hermano pasar necesidad y me pediste los recursos para poder ayudarlo. Eso me complace, ese tipo de oración me agrada, porque no es egoísta, sino que es altruista.
«Yo te voy a enseñar que yo soy Dios», dice el Señor, a estas personas que estaban pidiendo recursos económicos para poder ayudar a los necesitados. La Biblia dice que no penséis lo que vais a decir o responder, porque Él nos iba a dar las palabras que vamos a decir.
Veo ángeles que siguen repartiendo en esta hora las peticiones de sus corazones a los que están recibiendo, a los que siguen orando, a los que siguen con las manos levantadas, esperando las bendiciones de Dios. «Hoy restablece tu fe», dice el Señor, porque sin fe es imposible agradar a Dios. Entonces, lo primero que debe hacerse es restablecer la fe y la relación con Dios, y todas las demás cosas van a ser añadidas. Primero tenemos que buscar el Reino de Dios y su justicia; luego, todas las demás cosas serán añadidas. No funciona al revés.
Lo importante es Él, lo importante es Jesús, lo importante es ponernos a cuentas primero con Él, y de todo lo demás Él se va a encargar de restituirlo, de arreglarlo, de sanarlo, de liberarlo, de restaurarlo. Pero hay que creerle a Dios.
En esta hora, toda obra de Satanás que estaba haciendo en contra de tus finanzas queda quebrada en el nombre de Jesús. En esta hora, toda puerta cerrada que el enemigo te había cerrado se abre, porque Yo soy el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre, y tengo la potestad de abrir las puertas que Satanás cerró, y en este momento las estoy abriendo en tu vida en el nombre de Jesús. En esta hora, estoy cortando toda dependencia y toda ligadura emocional que haya quedado entre ti y antiguas parejas cuando estabas en el mundo. En esta hora te hago libre de ataduras con familiares que no están sanas y que no quieren estar. ¿Cuántos reciben esta palabra?
En esta hora te estoy colocando alas en la espalda, en el espíritu, para que aprendas a volar en el viento de mi Espíritu. La Palabra de Dios dice que somos como el viento, que oyes su sonido, no sabes de dónde viene ni adónde va; así son los hijos de Dios, los que nacieron por agua y por espíritu, como el viento que lleva el Espíritu Santo de Dios. La vida de algunos de ustedes a partir de hoy va a cambiar de una manera intensa, y se van a desatar algunas cosas que estaban como en pausa, y se van a cumplir las promesas que recibieron de parte de Dios.
Ministerios se están levantando en este momento, porque yo lo estoy declarando en el nombre de Jesús, porque Dios me lo está pidiendo. Se van a empezar a acercar personas a tu vida buscando ayuda en tu persona. Ya Dios te lo había prometido, pero no se había cumplido hasta este momento. Hoy estoy quitando toda piedra en el camino para que esa promesa se cumpla, porque tú creíste, y vas a encontrar tu plenitud en Cristo, para lo cual fuiste hecho.
Atesora lo que Yo te doy hoy, atesóralo, porque Yo no soy hijo de hombre para arrepentirme de lo que te dije que iba a hacer en tu vida. Pero voy a probar tu fe. Estuve probando tu fe para ver si eras capaz de resistir a la tentación del enemigo, de creer que no era Yo el que te hablaba, el que te dije que iba a hacer, el que te dije que iba a restaurar, el que te dije que iba a restituirte lo que el diablo te robó, el que te dije que te iba a levantar, que había un ministerio para vos, que había una tarea, que había un lugar a donde Yo te iba a llamar.
Yo te prometí algo hace tiempo atrás, y después vino el enemigo, que anda como león rugiente, tratando de robarte la esperanza de lo que Yo te hablé. Y tenías que atesorarlo, pero hoy te restituyo lo que el diablo te robó. Hoy restauro tu familia en el nombre de Jesús. Hay hombres que están esperando que su familia sea restaurada. Porque me estás creyendo, restauro los lazos familiares entre ti y tu esposa, entre ti y tu hijo, incluso entre ti y tu padre, entre ti y tu madre. ¿Lo crees? pregunta Jesús. ¿Tú crees que Yo puedo restaurar toda relación caída en tu vida? Porque es lo único que te pido, que creas que Yo soy Dios.
Hoy estoy sanando tu vientre, les dice a las mujeres que tienen infertilidad. Estoy colocando mi Mano en tu panza y removiendo toda enfermedad, cortando toda maldición de infertilidad y de abortos y de pérdidas. Estoy barriendo espiritualmente toda maldición que no permitía que se fecunde y se arraigue un bebé en tu vientre. Ese bebé que me pediste, hoy te lo concedo en el espíritu, y se va a concretar si me crees, porque una de las cosas que más me agradan, por el Espíritu de Dios, son las madres que me piden por un hijo, como la mamá de Samuel, que anhelaba convertirse en un vaso en donde Yo pueda derramar de esta alma que tenía preparada para ella y concretar mi voluntad en su vida.
Así hay mujeres hoy que han llorado, que han derramado sus lágrimas ante Dios pidiéndole que les conceda un hijo, y aun antes de que Yo se los conceda, me lo han entregado a mí, como hizo la mamá de Samuel. Hoy respondo tus oraciones. ¿Cuántas lo creen? Vas a concebir y vas a recibir en tu vientre este regalo del cielo, exactamente el alma que tiene que ser tu hijo, esa es la que vas a recibir. ¿Por qué acaso no soy Yo el que hace engendrar? Dice (Isaías 66:9): «Yo que hago dar a luz, ¿no haré nacer? —dijo Jehová—. Yo que hago engendrar, ¿impediré el nacimiento? —dice tu Dios—.»
Porque me creíste y esperaste, fuiste paciente. Por eso, hoy abro las puertas de tu vientre para que este sea apto para concebir. Cuando concibas, te vas a acordar de este momento, cuando te dije que iba a cumplir tu deseo, dice el Espíritu de Dios. Te vas a acordar de este video, de este vivo, donde fue respondida tu oración, y me vas a dar la gloria, porque Yo soy el que concede los deseos de sus corazones. No hay hombre que pueda conceder los deseos del corazón, porque solo Yo sé lo que hay en el corazón del hombre. Mi voluntad es perfecta, y al que pide creyendo que va a recibir, a ese honro, y hoy te estoy honrando.
Toda maldición está siendo cortada en esta hora. Escucho la palabra «ruina». Toda maldición de ruina está siendo cortada en esta hora, en el nombre de Jesucristo. Toda maldición de divorcios está siendo cortada en sus vidas, en esta hora, en el nombre de Jesús. Toda maldición de pobreza está siendo cortada en el nombre de Jesucristo. Toda maldición de ser cola y no cabeza está siendo cortada en esta hora, en el nombre de Jesús.
Toda maldición por toda palabra malhablada, por todas malas palabras, por todo juramento que se haya declarado, porque la Palabra dice (Mateo 5:36): «Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello». Entonces, toda maldición de todo juramento que hemos hecho, y toda maldición por todas malas palabras que hayamos hablado, y toda maldición que nosotros hayamos provocado por causa del mal uso del habla, toda maldición de palabras que nos hayan hablado a nosotros o a los nuestros, a nuestras cosas. En este momento, echamos por tierra todas esas palabras y quedan cortadas, y somos libres en el nombre de Jesús.
Dice el Señor: estoy quitando opresiones en muchos de ustedes. Algunos sentían opresiones en el cuello. Jesús, en este momento, está quitando esas opresiones. En este momento, bolsillos que estaban vacíos están siendo llenados. Órganos que no funcionaban bien están comenzando a funcionar, como un motor que alguien vuelve a colocar en marcha. Matrimonios están siendo restaurados, relaciones interpersonales están siendo reconectadas porque el diablo las había logrado desconectar.
En este momento, las personas que tenían sus sueños bloqueados cuando dormían y ya no estaban soñando, el Señor está quitando esas barreras y esos bloqueos para que puedan soñar. Oídos están siendo destapados en esta hora en el nombre de Jesús, ojos están siendo abiertos en el espíritu. Entendimientos están siendo abiertos en esta hora en el nombre de Jesús. Por causa de la fe, hoy los estoy bendiciendo.
¿Cuántos alaban a Dios por lo que hoy hizo? ¿Cuántos le dan las gracias y no se van como los enfermos que fueron sanados por el Señor, pero no volvieron a darle gracias? De tantos que eran, volvió uno solo a darle las gracias al Señor, y el resto fueron desagradecidos, pensando o creyendo que les correspondía esa sanidad cuando en realidad es por gracia. Vamos a darle las gracias a Dios por todo lo que hizo hoy.
Señor, te damos gracias por todo lo que hiciste hoy, Padre celestial, por tu misericordia, por tu perdón, por tu restauración, por tus bendiciones, por las puertas que abriste, por las preguntas que respondiste, por enderezarnos en el camino en que estábamos torcidos, por hablarnos por tu Espíritu Santo, por calmarnos, por confortarnos, por hacernos entender quién eres, por recordarnos tu poder, tu gloria y tu majestad, por amarnos, por no dejarnos solos.
Sigue glorificándote en nuestras vidas, Señor. Gracias por tus bendiciones, gracias por la fe que impartiste hoy, por elevar la medida de nuestra fe, por darnos más entendimiento, más unción, más sabiduría, por encender el fuego del Espíritu Santo en nosotros, por enseñarnos a valorar tus dones, tus cosas. Gracias por sorprendernos cada vez.
Gracias, Dios, por ser Dios y por demostrarlo hoy. Gracias por enseñarnos a estar quietos para que Tú te manifiestes en nosotros, en nuestra vida. Gracias porque ya creemos que lo que hoy se habló ya está hecho y estamos convencidos de que se va a manifestar. Señor, gracias por llamarnos a reenfocarnos en la Cruz del Señor Jesús.
Estoy convencida de que está vivo y este vídeo que va a quedar en mi canal ha sido de bendición para ustedes, y aún más que eso, estoy convencida, tengo la fe de creer que todo aquel que lo mire después de esta transmisión va a seguir recibiendo estos milagros y estas bendiciones cada vez que lo mire.
Los quiero mucho, los bendigo a todos en el nombre de Jesús y los invito a seguir dándole gracias a Dios cuando yo corte, y a tomarse unos minutitos para alabar a Dios, para reconocerlo como su Señor en sus vidas y para reenfocarse en esa Cruz que es todo lo que importa, para renunciar a toda la idolatría del hombre que se haya querido incrustar en sus corazones y concederle ese trono de su corazón a Jesús de nuevo.
Mantengan esta calma que hoy recibieron. Depende de ustedes dejar entrar la inseguridad, los miedos, la duda, la incredulidad, las preocupaciones, el afán. Depende de ustedes. El diablo hace su trabajo, pero depende de nosotros hasta dónde lo dejamos llegar, en el sentido de que tenemos un libre albedrío, y Dios nos da las armas espirituales para vencer porque Jesús ya venció.
Saludos a todos los países que se conectan con Argentina y amen a Dios por sobre todas las cosas, en las buenas y en las malas.