Yo soy el Señor. Yo soy el Dios de Israel, yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Yo soy un Dios vivo que, cuando muevo mis manos, las aguas se arremolinan, dice el Señor. Yo soy el que levanta paredes y yo soy el que destruye paredes con solo un chasquido de mi mano, dice el Señor. Yo soy el que lava los corazones y los enciende cuando estaban apagados, dice Dios. Yo soy el que toca la espalda de mis hijos con mi dedo índice y los transformo y los levanto de donde estaban caídos, que cuando están en el piso tirados a punto de desvanecerse, dice el Señor. Yo estoy ahí sobrenaturalmente levanto a mis hijos, dice el Señor. Y veo que hay muchas personas que le piden ayuda al Señor, que levantan sus voces y claman pidiéndole ayuda al Señor para que los rescate de los pozos a donde están caídos; muchos que están en los abismos, que se sienten que están en la oscuridad, que no pueden ver, que no tienen esperanza, que piensan que no pueden salir de ahí, y desde ahí dice el Señor, como Jonás clamaba desde el vientre del pez, dice el Señor, pensando que ya no tenía esperanza, dice el Señor, muchos claman, dice el Señor, desde la misma oscuridad, de la misma soledad, donde no hay nadie que los pueda ayudar en lo natural dice Dios.
No hay hombre que los pueda sacar de ahí si no soy yo que voy, dice el Señor Jesús. Y extiendo mi mano para que se tomen desde ese pozo de mí, dice el Señor, y yo los levante, ningún esfuerzo tengo que hacer, dice el Señor, para sacarlos de ahí, simplemente les doy mi mano y el que quiere se toma, dice Jesús. Y el que no quiere sigue en ese pozo. Porque es la voluntad del hombre, dice el Señor, la que decide, es el poder de la decisión, el poder del libre albedrío, dice el Señor Jesucristo, el que determina si el hombre va a la derecha o a la izquierda. Ciertamente yo los pruebo, dice el Señor Jesús. Yo los hago caminar por caminos de fuego, dice el Señor, donde sienten que se queman, donde sienten que la transpiración cae de sus brazos, dice el Señor, por el calor de la prueba. Como cuando un metal es pasado por el fuego, dice el Señor, de altas temperaturas, y se derrite para volver a darle forma, dice el Señor.
Así hago con los míos, los transformo, dice el Señor. Y los hago caminar por caminos a donde hay cardos, pinches, desde el Señor, que se les clavan en los pies cuando caminan en lo espiritual. De la misma manera, dice el Señor, yo les hago caminar por ahí, dice Jesús, y dejo sangrando sus pies, dice el Señor. Y yo estoy consciente del dolor, dice el Señor, que sienten, yo estoy consciente del sufrimiento, dice el Señor. Saben ¿por qué?, porque yo mismo estoy adentro de ellos, yo habito, dice el Señor, adentro de los míos y voy adentro de ellos sintiendo el mismo sufrimiento que ellos sienten. Hasta ese punto, dice el Señor, yo no los dejó solos al punto de estar adentro de ellos, dice el Señor, y caminar adentro de mis hijos, dice Dios, cuando sus pies están siendo pinchados, cuando están sangrando, cuando están sudando, cuando están llorando, cuando están solos, cuando no entienden lo que pasa, dice el Señor. Yo estoy adentro de ellos hasta ese punto, dice el Señor, renuncio a mi gloria para sentir lo que ellos sienten, desde el Señor, por eso estoy adentro de los míos, dice Jesús, porque yo quiero y decido experimentar, desde el Señor, el sufrimiento de mis hijos, yo experimento en mí mismo, dice el Señor, lo que ellos tienen que pasar, los tienen que pasar, dice el Señor. Porque cuando pueden salir de ese campo de espinos, cuando pueden salir, dice el Señor, de este proceso de fuego que los quema y que duele, que sienten las llagas en su piel, dice el Señor, ya nunca más son los mismos, nunca más son los mismos de antes, dice el Señor, nuevas personas son, nueva criatura después de esta prueba, dice el Señor. Porque la corona, dice el Señor, se renueva después de una prueba de ese tamaño, es el Señor, cuando un hijo mío sufre, dice el Señor, y logra salir de ese sufrimiento, pasa esa prueba, por esa tribulación, cuando sale de ese pozo finalmente y ve la luz, dice el Señor, el corazón está más blando que antes y la carne es más palpable que antes, dice el Señor, desde el corazón, y está más rojo y más blandito, es más moldeable, dice el Señor. Y cuando yo les hablo, me escuchan más, dice el Señor, porque son más mansos de lo que eran antes de esa prueba.
Por eso, dice Jesús, tienen que confiar en mí, aun cuando están en esa soledad, aun cuando están en ese pozo que pareciera que nadie los escucha, pareciera que nadie nunca los va a sacar de ahí, dice el Señor. Y ciertamente ningún humano puede sacarlos de ahí, si no están enviados por mí. Por eso tienen que confiar en mí, dice Jesús, porque soy yo el que los manda a caminar los desiertos, dice el Señor de la soledad. Soy yo el que los manda a renunciar a cosas que ya no aprovechan, dice el Señor. Soy yo el que los libro de vanidades ilusorias, escucho, que dice el Señor. Soy yo el que provoco los vacíos en ustedes para después llenarlos con lo que yo quiero, dice Jesús. Por eso, hijitos, deben renovar su confianza en mí, dice el Señor a nosotros. Tienen que entender que yo estoy en todas las cosas dice Jesús. Tienen que entender que yo voy al lado de ustedes, tomados del brazo, dice el Señor. No solamente voy con ustedes; voy tomado de su brazo, dice el Señor; codo a codo, dice Jesús; sosteniéndolos, cuando se caen, levantándolos, como cuando alguien no puede caminar porque tiene un problema en las piernas y el enfermero va al lado sosteniéndolo cuando se cae, dice el Señor. Y llevándolos, siendo el sostén, así voy yo con los míos, dice Jesús, jamás los abandono, porque yo les prometí que iba a estar con ustedes hasta el fin de los días, dice Jesús. Y yo soy fiel, dice el Señor, no soy como el hombre, dice Dios, que es inestable, que va y vuelve, y se aleja de mí y vuelve arrepentido, dice el Señor, yo no tengo esa naturaleza, dice Jesús.
Cuando digo algo, lo cumplo, dice el Señor; cuando digo que voy a estar es porque estoy, cuando digo que estoy escuchando, es porque escucho, dice el Señor. Y me salen mis ángeles anotan los que ustedes me dicen, dice Jesús. Muchos piensan que hago oídos sordos, dice el Señor. Pero yo los estoy escuchando, dice el Señor. Muchos de mis hijos piensan que mis ángeles no están anotando lo que me piden; que mis ángeles no están al lado anotando todo lo que hacen, dice el Señor. Se equivocan, piensan como hombres y no como Dios, no piensan como pienso yo, dice el Señor Jesús. No redimen el tiempo, escucho, que dice el Señor, repiten y repiten la misma oración por desconfianza, porque piensan que yo no los escuché, dice Señor Jesús. Cuando a mí me basta una vez que digan lo que tienen en su corazón para tener eso anotado en mis tesoros, dice Jesús. Por eso, hijitos, dice el Señor Jesús, ¿cuando van a aprender a confiar en mí, cuantos más milagros tienen que ver qué hago en la vida de las personas?, dice el Señor.
Por fe tienen que caminar, dice el Señor, y no por vista, porque bienaventurado el que cree sin haberme visto, dice Jesús, y eso es lo que busco, dice el Señor. Eso es lo que estoy buscando en ustedes, que tengan más fe, dice el Señor. Porque esa fe vale más que todo el oro del mundo, dice el Señor. Porque la fe es lo que cumple los deseos del corazón, dice el Señor. Es la fe lo que lo que permite que se manifiesten las cosas en la materia, dice el Señor; que ya están en el espíritu. Cuando ustedes oran, dice el Señor, hacen que se manifiesten las cosas en el espíritu, dice el Señor, si están caminando en rectitud conmigo, y la fe es lo que hace ese traspaso entre el espíritu y lo material, dice el Señor. Por eso, lo que busco con las pruebas, lo que busco con los desiertos, lo que busco con las tribulaciones, dice el Señor, por donde yo provoco que caminen, dice el Señor; es que la fe crezca, y no mengüe. Cuídenla dice el Señor, cuiden esa fe cuando el enemigo les habla, dice el Señor, no le permitan seguir hablando, ciérrenle la boca, dice el Señor. Tomen autoridad sobre Satanás, el mentiroso, el ladrón inteligente que sabe por qué laberinto de sus mentes entrar, dice el Señor. Sean astutos, dice el Señor; estén alertas, no permitan que la serpiente les mienta, dice el Señor. Despierten y entiendan que yo estoy ahí, es el Señor, escuchando y respondiendo y poniendo mis ángeles a la obra, y que estoy con ustedes, aun cuando se sienten solos, aun cuando no les hago sentir mi presencia, dice Jesús. Aún hasta en eso los pruebo, dice el Señor, para ver si confían en mí; para ver si me creen que yo no dejo a mis hijos solos.
Hay un Padre en los cielos; escucho que dice Dios. Hay un Padre que se ocupa de sus hijos, desde el más pequeñito hasta el más viejo, dice el Señor. Él los tiene a todos en sus dos manos, Él los mece como una madre mece a sus bebés cuando los hace dormir. Él los alimenta, dice el Señor, como cuando una persona cría pájaros y les da de comer, dice el Señor; Él les manda cuervos con alimento si es necesario, dice el Señor. Este Padre nunca duerme, dice el Señor Jesús, el Padre en los cielos nunca duerme, dice el Señor; aunque ustedes estén durmiendo, Él no está durmiendo, hasta en eso les está hablando dice el Señor. Hasta cuando ustedes duermen, el Padre les habla a través de los sueños, dice Jesús. Pero muchos de mis hijos no les dan importancia a los sueños tampoco, dice el Señor, cuando vienen de Dios. Simplemente el Dios planta una semilla cuando sus hijos están durmiendo, a través de los sueños, y muchos de mis hijos subestiman los sueños, dice el Señor. Y echan esa semilla al fuego, la arrancan de sus espíritus, desde la mente, escucho que dice el Señor, y sacan esas semillas de su cabeza, cuando el Dios lo plantó a través de los sueños. Y las echan en el fuego, y siguen con su vida, y después dicen: «¿Por qué Dios no me habla? ¿Por qué Dios no me guía?» Porque nunca tengo sueños, visiones, profecía, siendo que Dios se ocupa de hablarle a cada uno de sus hijos, dice el Señor. Ellos mismos son los que no administran lo que Dios les da, ellos mismos son los que no se ocupan de regar la planta, dice el Señor, y la dejan morir. Así son muchos de los míos podridos están en las iglesias, dice el Señor.
Estoy cansado de ver gente que está sentada inactiva en mí, dice el Señor, y después se preguntan ¿por qué sus vidas no cambian, porque les sienten que les falta algo? Dice el Señor Jesús, que Él se pasea a través de las iglesias y congregaciones, lo veo yendo de una a otra, viendo lo que hacen, y ve que muchos están sentados como muñecos en las sillas, dormidos en el espíritu, apagados, desmotivados, desganados, desilusionados, defraudados, escucho que dice el Señor. Cuando yo mismo, dice el Señor, yo mismo lo sigo llamando a que se levanten y a que hagan lo que yo les pido, dice Jesús. Pero no; prefieren hacer oídos sordos, dice el Señor, prefieren creer que no me escucharon; pero no tienen excusas, dice Jesús, porque soy yo mismo el que los llamo. Cuando los pastores no hacen lo que tienen que hacer, cuando los evangelistas no siembran, dice el Señor, cuando los maestros no dan pan para comer, dice el Señor; cuando los profetas no dan, no hablan de mi parte, dice el Señor, soy yo mismo, dice Jesús, soy yo el que les habla al oído, porque nunca les dejo de hablar, nunca los dejo de llamar, nunca los dejo sin guía, dice el Señor. Aun cuando el hombre falla, yo no, dice Jesús. Y después de que me desechan, después de que prefieren creer que yo no fui el que les hablé, aún después de eso, dice el Señor, encima se quejan y me echan las culpas a mí de que yo no estuve con ellos, dice Jesús, injusticia es esta, dice el Señor. Pero llegada a la hora, dice el Señor, todo esto va a salir a la luz, porque todos lo escondido va a ser manifestado, dice el Señor, y todo lo que estaba en lo oscuro va a ser iluminado, dice el Señor.
Y todos estos recuerdos de todo lo que yo les hablé, de todo lo que yo les di, de las oportunidades que les di, dice el Señor, van a salir a la luz, y no van a tener excusas, no se van a poder esconder detrás de un árbol, como un niño que juega a las escondidas, dice el Señor. Ya no se van a poder esconder más de mí. Y en estos días se estoy levantando muchas voces, dice el Señor, que hablan de mi parte, y algunas de esas voces aún quieren esconderse, dice el Señor, como uno de estos niños que juegan a la escondida y se esconden atrás del árbol. Yo doy cierto tiempo de gracia, dice el Señor, cuando la persona es un niño en el espíritu que le falta madurar. Pero pasado un tiempo, dice el Señor, como de incubación de la persona, y ya está lista para salir, dice el Señor, de ese huevo espiritual, ya no hay excusas, dice el Señor, de que le falta conocimiento, ya no hay excusas, dice el Señor, de que no pueden hablar bien de mi parte. Ya no hay excusas, cuando yo llamo a alguien a que vaya a visitar a una persona en su casa, y pone excusas, dice el Señor. Después de pasado un tiempo de gracia que le doy a la persona de preparación, dice el Señor, después de eso ya no hay excusa, y es pecado no hacer el bien cuando sabe que lo tiene que hacer.
Por eso dice el Señor, hijos míos, ustedes que hoy están acá congregados en mi nombre, no duden de que yo estuve aquí y de que estoy acá, dice el Señor, yo estoy inclusive cuando son solo dos personas, es de Jesús, yo estoy ahí cuando ellos hablan sobre mí, cuando sus corazones se disponen a ayudar, dice el Señor, a edificarse en mí, dice Jesús, ahí estoy yo. No hace falta que sean miles, dice el Señor, ni cientos, ni siquiera diez. Con sólo dos corazones que estén unificados en mi espíritu, dice el Señor, yo, Jesucristo, estoy entre medio de ellos dos, ¡Gloria al Señor, Aleluya! Por eso hijitos míos, dice el Señor, confíen en mí y no guarden sus manos los bolsillos, pongan las manos a la obra, que no hay tiempo, rediman el tiempo, dice el Señor Jesús. Vayan a las calles, hablen sobre mí, cuéntenles del evangelio, cuántas almas segadas, dice el Señor hay. Cuántos aún tienen colocadas las vendas en los ojos y no pueden, no saben de mí directamente, dice el Señor. No es que no pueden ver, nunca les hablaron de mí, el evangelio aún no ha sido llevado hasta los confines de la tierra, dice el Señor, saben ¿por qué?, porque si fuera por el tiempo, ya se hubiera cumplido. El tiempo de reformar todas las cosas, ya se hubiera cumplido, dice el Señor, pero saben porque aún no ha sido predicado del evangelio hasta el fin, dice el Señor, hasta los confines de la tierra, porque mis hijos no se mueven, porque los sembradores tienen los granos de trigo aún guardados en las bolsas en su casa. Porque no salen a desparramar la palabra, nos salen a sembrar, tienen miedo de hablar la palabra, dicen que tienen que resolver ciertas cosas para poder hablar sobre mí, y así acumulan excusas y excusas, dice el Señor. Y esas semillas quedan en el granero guardada sin ser repartidas, y muchos se quedan sin escuchar sobre mí, y dice el Señor, por las negligencias de estos siervos, dice el Señor.
Y veo una balanza, y el Señor dice, cuando una balanza le falta o le sobra peso de alguno de los dos lados, yo soy el único que puede agregar o quitar a ese peso para que el equilibrio se establezca, dice Jesús. Si yo en mi palabra dije que al que pida se le daba, si yo en mi palabra dije que al que golpea se le abre, si yo en mi palabra dice que si un hijo me pide pan no le voy a dar una piedra, dice el Señor, todavía no entendieron que tienen que pedirme balanza a mí. Si yo voy a responder, dice el Señor. Si yo quiero, si yo estoy esperando, dice el Señor, a que me pidan, estoy esperando que me pregunten, dice el Señor. Y aún, dice muchos se preguntan si yo quisiera darles, si yo quisiera responderles, dice el Señor. Cuando yo estoy esperando, dice el Señor, estoy esperando que me hablen, estoy esperando que me pidan, estoy esperando que me pidan que les revele lo que no pueden entender, lo que no pueden ver, estoy esperando que me pidan que les quite las vendas de los ojos a las cosas que aún no pudieron ver.
Santifíquense, dice el Señor, laven sus vestiduras, manténganse blanquitos, porque vienen tiempos complicados, a donde las pruebas que voy a dar a los míos van a ser cada vez más seguidas y cada vez más intensas, porque los tengo que volver como guerreros, cada vez más poderosos, y eso sólo se logra a través de las pruebas. Porque el mal se va a levantar cada vez más y los guerreros del mal van a ser cada vez más poderosos, dice el Señor; cuanto más los míos para poder pelear contra eso, dice el Señor. Porque si un ejército entrena más, el oponente aún más se tiene que poner a su nivel y más, dice el Señor. Por eso tienen que entender que lo que tienen que pasar tiene un porqué. Que si no son probados es porque no son dignos de llamados para pertenecer a mi ejército. Si no pasan por sufrimiento, dice el Señor, si no pasan por refinamiento de sus caracteres; es porque mis ojos no están puestos sobre ustedes. Pero si sufren, dice el Señor, por causa del evangelio, si son vituperados, si son burlados, dice el Señor; es porque los estoy probando, dice el Señor. Y eso que aún no han sido probados hasta la muerte y hasta la sangre como muchos de mis hijos. Si pasan por ahí, dice el Señor, es porque soy yo el que los está entrenando, soy yo el que los está perfeccionando. Soy yo el que los está enseñando a perseverar hasta el fin, porque sólo los que perseveren hasta el fin van a ser salvos, dice el Señor.
No sean tibios, caliéntense por mí, pongan sus manos en el fuego por amor a mí. Entréguenme su corazón completo, aun cuando sepan que van a sufrir, porque yo ciertamente no los voy a abandonar, dice Jesús. Y esa es la clave de perseverar hasta el fin, dice el Señor: entender, confiar y saber, dice el Señor, que yo no les suelto de la mano aún hasta el fin. Amén, gloria al Señor, te alabamos Señor.