Estábamos en la casa de unos hermanos y estaba orando por una de las hermanas con la que estábamos reunidos. En esa oración profética que yo estaba haciendo por ella, el Señor me empezó a mostrar a esta hermana trabajando en su casa. Ella tiene dos niños, y el Señor le decía que iba a tener un tercer niño. El Señor me mostró los secretos de su corazón y que ella, en realidad, tenía miedo de tener otro hijo, de quedar embarazada de nuevo, por distintas razones. Entonces, el Señor comenzó a hablarle a través de profecía a esta mujer sobre la importancia que tienen ante los ojos de Dios las mujeres que se dedican a criar sus hijos, especialmente las que son amas de casa, las que se ocupan cien por ciento a cuidar de sus hijos y de su casa.
El Señor también me mostraba que ella sentía desvalorización de ella misma en su corazón, y el Señor le hablaba, la confortaba y consolaba a través de la profecía, y le hacía saber cuán valiosa que ella era en el reino de Dios. Es muy normal, cuando ministro a mujeres que son amas de casa especialmente, que se dedican exclusivamente a criar a sus hijos y estar en sus casas, que sienten como cierta desvalorización de ellas mismas, porque la sociedad hoy en día nos enseña cada vez más que la mujer tiene que tener carrera, que la mujer tiene que ser independiente, que la mujer tiene que ser la que lleva los pantalones.
Entonces, muchas veces, las mujeres, aún siendo cristianas, comienzan a sentir la influencia de este pensamiento de nuestra sociedad actual. Pero en realidad, ante los ojos de Dios, y como la Biblia nos enseña en varias de sus secciones, la mujer que se dedica a la familia, la mujer que está llamada a tener hijos -porque no todas las mujeres están llamadas a tener hijos- tiene un valor excepcional ante los ojos del Señor cuando hacen su trabajo de la manera que Dios lo manda.
Mientras yo profetizaba, el Señor le dijo algo muy especial que nos marcó a todas las mujeres que estábamos presentes: «Te voy a dar tres ministerios. No pienses que porque no tienes un ministerio importante en la iglesia, o porque aparentemente no tengas un llamado especial, que no sos importante delante de mis ojos, que no tienes valor, porque Yo te doy tres ministerios,» haciendo referencia a los dos hijos que tiene ahora y al tercero que el Señor le dijo que le va a dar.
El Señor le remarcaba su importancia dentro del cuerpo de Cristo y la importancia de criar estas tres almas en el Señor, que es un trabajo sublime delante de los ojos de Dios. Cuando yo le profetizaba, el Señor me hacía sentir adentro mío el corazón de Dios, lo que Él siente por las mujeres, y especialmente aquellas que se quedan en su casa, que no trabajan para dedicarse a sus hijos y a su esposo cien por ciento, a cuidar sus casas.
Cuando yo profetizaba por ella, la veía sentada en un trono en el cielo despues de haber «terminando su carrera», cuando su caminar en esta tierra se terminara. La Palabra dice:
[Proverbios 11:16, RVA] La mujer graciosa tendrá honra: Y los fuertes tendrán riquezas.
Entiendo que «graciosa» tiene que ver con la gracia de Dios, con tener el favor de Dios. Y eso es lo que el Señor me mostraba, que la mujer que cumple con su tarea, con cada ministerio que tiene, con cada hijo que tiene, de la manera que a Dios le agrada, una mujer bíblica, que lo hace para agradar a Dios principalmente, tendrá honra delante de los ojos de Dios, porque yo la veía a esa hermana sentada en un trono en el cielo, y los ángeles le servían. El Señor me lo mostraba como a futuro, y Él le decía a esta chica joven: «Si vos haces bien tu tarea como madre y te dedicas a los tres ministerios que Yo te estoy dando, que son tus hijos, este va a ser tu destino. Vas a tener gloria en el cielo conmigo y te vas a sentar en un trono, y los ángeles te van a servir.»
Algo que el Señor también me hizo saber en esa profecía para esta mujer era que muchas de las mujeres que están sirviendo activamente en las congregaciones no iban a tener esta honra que Yo vi que ella iba a tener si hacía las cosas como Dios las mandaba con sus hijos, si se dedicaba a sus hijos de la manera que Dios lo demanda de cada una de nosotras que somos madres, y esto no porque esas mujeres tengan un llamado y lo cumplan, o tengan cierto papel dentro de una congregación, sino porque muchas de las mujeres que están trabajando activamente en una congregación tienen hijos y dejan de cuidarlos muchas horas o no se ocupan de ellos como Dios las está llamando a que lo hagan, por tener un nombre en la iglesia, o por vanagloria, o por pasar más tiempo haciendo lo que ellas piensan que tienen que hacer y no lo que Dios las está llamando a hacer, que es un ministerio principal que las mamás tienen dentro del cuerpo de Cristo: nuestros hijos y nuestra familia.
El Señor le decía: «Prepara el nido, porque vas a hacer mamá de nuevo. Yo no quiero que estés buscando qué hacer afuera de tu casa. No quiero que estés buscando un trabajo. No quiero que estés buscando gastar tiempo en otra cosa. Quiero que en este momento te prepares, que prepares tu cuerpo, que prepares tu casa, que prepares tu vida, que te prepares para esta nueva alma que Yo te voy a dar».
Y esto de los tronos no es la primera vez que el Señor me lo muestra cuando profetizo a alguien que va a ser mamá, a una mujer, ya sea joven o a una mujer un poco más grande, donde el Señor le dice que va a tener hijos, o donde el Señor le habla sobre sus hijos, de una mujer que ya ha sido madre y tiene hijos, donde el Señor le ha hablado. El Señor ya me había mostrado antes el valor que tienen en este tipo de mujeres que viven para dedicarse a las almas que el Señor les manda, y que lo hacen con amor, con respeto y con responsabilidad, y que se ocupan de que estas almas que el Señor manda crezcan en la palabra de Dios y que aprendan a vivir en Cristo.
También el Señor me ha mostrado muchas veces que este tipo de mujeres normalmente pasan mucho tiempo en oración, pasan mucho tiempo orando. Y el Señor me mostraba que por causa de sus oraciones; el Señor honra estas oraciones, y a través de ellas, el Señor construye muros de protección alrededor de su familia y alrededor de la gente por las cuales estas mujeres oran porque en muchas de ellas, son fuertes intercesoras, dedican mucho tiempo en oración, solas, arrodilladas en su habitación, orando por los demás, porque tienen un corazón muy entregado a servir, en vez de ganar.
En cambio, esto habla de todo lo contrario, la mujer feminista que se está levantando hoy en día, que busca todo lo contrario, que es el Yo, servirme a mí misma, hacer lo que a mí me gusta, buscar lo que Yo quiero, en vez de lo que Dios espera de mí, en vez de servir a los demás como hizo Jesús, y como Él nos enseñó.
Así que, quería compartirles esta revelación que el Señor me mostró ya varias veces. El Señor otra vez me mostró una imagen en el cielo, donde había no solo un trono, sino que me mostraba varios tronos hermosos y grandes, donde se sentaban mujeres que eran amas de casa, no tenían un ministerio de renombre, simplemente se habían dedicado a criar a sus hijos en el amor de Dios, con verdadera entrega a esas almas.
Ojo, no estoy diciendo que no es válido si Dios te llama a un ministerio; estoy diciendo que, nuestro primer ministerio -y esta es mi opinión y es lo que me ha enseñado el Señor a través de mi propio testimonio y lo que Él me pide en mi vida desde que me convertí, y lo que siempre veo que le pide a las demás mujeres a las que yo les entrego una palabra profética-, es que nuestro primer ministerio y fundamental son nuestros hijos, nuestra casa y nuestra familia, y si nosotros no nos ocupamos primero de lo más cercano que el Señor nos entrega para administrar, que son nuestros hijos, nuestro esposo y nuestra familia, todo lo otro que hagamos, para servicio, si primero no cumplimos lo que primero el Señor nos muestra, el Señor me ha mostrado que el resto es como si no contara ante sus ojos.
Así que hermanas, espero que esta palabra les bendiga y que lo lleven en oración y que lo estudien, porque en la Biblia muchas veces habla del valor de la mujer que tiene hijos y el valor que tienen los hijos ante los ojos de Dios, del valor de la mujer que es una piedra preciosa. Eso también le decía el Señor a esta chica por la que yo estaba orando y profetizando, le decía que ella era una piedra preciosa única dentro del reino de los cielos, que no había nadie como ella y que tiene un valor especial ante sus ojos, que era como lo dice en Proverbios 31:10:
«Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Porque su valor es más alto que los rubíes»
Y una mujer virtuosa ante los ojos de Dios, si nosotros estudiamos este proverbio con un corazón humilde y abierto a entender el corazón del Señor y aceptar sus reglas, y no las nuestras, podemos ver que una mujer virtuosa es una mujer que primeramente sirve a los suyos.
Así que hermanas, espero que esta palabra les bendiga, las bendigo en el nombre de Jesús, y nos vemos pronto con alguna otra palabra que el Señor quiere que les entregue o les comparta. Amén.