Señor Dios, Padre Todopoderoso, venimos ante ti en esta hora juntos, clamando por ti, clamando por tu voz, Padre santo. Te damos gracias por hacer todas las cosas, por entregarnos mensajes del cielo, porque tú eres un Dios vivo, un Dios que habla, un Dios que se comunica con los suyos, un Dios que con su voz mueve las aguas, un Dios que tiene voz como los truenos en la tormenta, un Dios que cuando habla, se movilizan las cosas. Gracias por ser ese Dios tan grande y poderoso, gracias por permitirnos ser tus hijos, por permitirnos estar en comunión contigo. Padre, te pido en esta hora que abras los oídos que estén cerrados, en el nombre de Jesús, te pido en esta hora que abras los ojos de aquellos que no pueden verte, que abras los ojos de aquellos que no pueden ver tus cosas celestiales.
Señor, utilízame en este momento para ser un canal de transmisión claro para los tuyos, para aquellos que quieren saber de ti. Padre, abre nuestros corazones para estar aptos para recibir tu palabra. Padre santo, quita cualquier traba de nuestros corazones que nos impida recibir este mensaje celestial, en el nombre de Jesús. Rompo cualquier barrera en el espíritu en los que estén escuchando este mensaje ahora, quito toda barrera de hielo, descongelo todo hielo que esté actuando como una pared en los corazones que están escuchando este mensaje, en el nombre de Jesús, y ato todo espíritu que quiera impedir esta transmisión.
Nos bañamos con la sangre del Cordero que fue inmolado por nuestros pecados. En esta hora, los cubro a todos con la sangre de Jesucristo. Señor, abre los cielos sobre nosotros ahora. Manda tu Santo Espíritu sobre nosotros. Que sea el Señor confirmando esta palabra, que sea Él confirmando en cada corazón lo que mi boca va a decir. Espíritu Santo, ven a nosotros como lluvia que aclara, como agua que entra en nuestros oídos, limpiando toda oscuridad, abriendo todo canal espiritual que estaba cerrado en los oídos de mis hermanos, en el nombre poderoso de Jesucristo.
Señor, utilízame como tu mensajera en esta hora. Tu iglesia está esperando. Tus ovejas tienen sed de tu voz. Gracias por este mensaje que vas a dar hoy a la iglesia, Señor. Te pido que mandes ángeles a cada una de las personas que está escuchando este vídeo. Coloca un escudo protector en cada casa en esta hora, Señor. En esta hora, derribo toda obra del mal en todos los hogares de las personas que están escuchando este vivo, en el nombre de Jesús. Gracias, Señor.
Te pido por un espíritu de paz, y que quites todo espíritu de confusión que quiera impedir que estas personas reciban este mensaje tuyo hoy, Padre, en el nombre poderoso de Jesús de Nazaret. Echamos afuera juntos ahora todo espíritu de confusión sobre las casas de los hermanos que están escuchando este vídeo. Quebramos toda brujería sobre las personas que están mirando este vídeo. En esta hora, cancelo todo hechizo de brujería sobre las personas que están mirando este vídeo.
El Señor me muestra que algunos de ustedes tienen un hechizo de congelamiento, que estaban congelados espiritualmente. En esta hora, sea destruido ese hechizo, en el nombre de Jesús, sobre vos que estás mirando este vídeo. Señor, calienta los corazones en este momento. Enciende toda llama que está bajita con el fuego del Espíritu Santo. Gracias, Padre, por esta hora, gracias por los hermanos que están escuchando. Te alabo, Padre. Te alabamos juntos. Bendecimos tu nombre. Te glorificamos. Alabado seas, Señor. Todo sea hecho para tu gloria, para tu honra. Tuyo es el imperio, la gloria, y la honra. Te amamos, Señor. En el nombre de Jesús, amén.
La Palabra dice:
[1 Samuel 13:13-14, RVR1960] Entonces Samuel dijo a Saúl: Locamente has hecho, no guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios, que Él te había ordenado. Pues ahora Jehová hubiera confirmado tu reino sobre Israel para siempre. Más ahora tu reino no será duradero. Jehová se ha buscado un varón conforme a su corazón, el cual Jehová ha designado para que sea príncipe sobre su pueblo, por cuanto tú no has guardado lo que Jehová te mandó.
Hace unos días, estábamos con otros hermanos, hablando y orando, y empezamos a recibir palabras de profecía, en las cuales el Señor nos exhortaba a algunos de nosotros, diciendo que Él nos había llamado a hacer diferentes tareas, y algunos no estábamos cumpliendo con ese llamado, por diferentes razones: por incredulidad, por dudar de que fuera Dios el que nos estaba pidiendo que hagamos ciertas cosas, por miedo, por baja autoestima, por creer o pensar que no íbamos a poder. El Señor me mostraba que a varios de los que estábamos en esa reunión de oración les había hablado y pedido que hagan ciertas cosas por medio del Espíritu Santo, pero algunos de nosotros no habíamos respondido a esa voz. Y el Señor decia que al que no responda a su llamado, Él llamaría a otra persona para que lo haga.
Esto me shockeó muchísimo, me movilizó, me impactó, y escuchaba al Señor indignado. El Señor siempre dice que Él tiene un llamado particular para cada uno de nosotros y tiene tareas específicas para cada uno como parte del cuerpo de Jesucristo. Y me acordaba de la parábola de Mateo 25 donde el Señor habla del siervo malo y negligente que escondió su talento y que no hizo nada con él. El Señor nos va a preguntar, llegada la hora: «¿Qué hiciste con lo que te pedí que hagas? Qué hiciste con lo que te di?»
Estos días, me quedé meditando sobre eso, y el Señor me decía que comparta este mensaje con la iglesia, y en este momento, el Señor me muestra una visión y dice que está levantando a mucha gente, que está llamando a muchas personas para que trabajen para Él, para que pongan sus manos en los campos, y veo muchas luces que se encienden en distintos puntos alrededor de la tierra. Veo un mapa de la tierra que se abre delante de mis ojos con muchas luces que se encienden en diferentes partes del mundo, y el Señor me muestra que Él manda ángeles a hablar a sus siervos, ángeles que hablan a los oídos de estas personas que Él está levantando para decirles lo que tienen que hacer.
Yo veo la imagen de un teléfono que suena y suena. Y el Señor dice: A algunos de ustedes les he hecho sonar el teléfono no una vez, sino varias veces. Los he llamado. Dios los ha llamado más de una vez a que hagan lo que El les preparó para que hagan en estos tiempos, y el Señor me muestra que algunos de ustedes colgaron el teléfono. Algunos de ustedes no respondieron el llamado, sino que lo escucharon y me colgaron, dice el Señor. El Señor miró desde su trono como algunos de nosotros colgábamos el teléfono y les dijo a los ángeles: Esperen un tiempo más, que Yo los voy a volver a llamar. Y veo que el Señor, tras llamar a algunos por primera vez y que no responden su llamado, espera un tiempo y vuelve a llamar al teléfono. Veo que por segunda vez el Señor llamaba a estas personas que habían colgado ese teléfono. Veo al Señor dejar pasar un tiempo y vuelve a repetir el llamado.
La segunda vez que llamo lo hago con más claridad, dice el Señor, lo hago con más poder. El llamado es más potente, más fuerte. Y la persona que había rechazado ese llamado y colgado ese teléfono la primera vez siente ese segundo llamado de Dios como un fuego que se va levantando cada vez más fuerte. Y el Señor me muestra que aún con la segunda llamada, algunos vuelven a colgar ese teléfono. El Señor me muestra que en la segunda vez que llama, el llamado es más potente aún, es más claro. La persona sabe que el Señor lo está llamando ahora con más confirmación y con más claridad. Pero aún así, algunos vuelven a colgar, dice el Señor.
El Señor me muestra que en esta situación, lo que Él hace es mandar más ángeles que rondan la vida de esta persona, mandándole diferentes tipos de señales en diferentes tipos de situaciones para que la persona vea la confirmación de ese llamado manifestado de diferentes maneras. Veo que algunos de estos ángeles que el Señor envía inspiran a la persona para que lea algo que tiene que ver con ese llamado que el Señor le dio. A veces, tambien mando otras personas de mi reino para que hablen a esta persona acerca de este llamado que Yo le di para confirmárselo, dice el Señor, pero viene el diablo y siembra semillas de duda en la mente de las personas. Viene el diablo y siembra semillas de incredulidad y semillas de miedo en sus corazones.
Algunos de ustedes, dice el Señor, simplemente no tienen purificado sus corazones y rechazan mi llamado simplemente porque no quieren hacerlo. Estos son los malos, los perezosos que no quieren moverse para trabajar a mi reino. Estos son los que tienen las manos pesadas y no quieren colocar las manos en los campos y trabajar en la obra.
El Señor me está mostrando ahora en una visión que estas personas van a los cultos, donde el pastor está hablando sobre esto, dando un mensaje que justamente le toca a la persona que Dios está llamando. Dios les habla a través del pastor, en el púlpito, y la persona siente la convicción en su corazón de que el Señor le está hablando a través de este siervo en el púlpito para confirmarle que el Señor lo está llamando. El Señor me muestra que se enciende el fuego del Espíritu Santo en ese momento, y la persona siente la convicción de que es Dios confirmando el llamado y se va a su casa con ese fuego prendido en su corazón por la confirmación del llamado del Señor. Esa persona se acuesta a dormir, y incluso después de esa convicción, dice el Señor, Yo les doy un sueño de mi parte en donde esa persona se puede ver realizando esa obra.
El Señor nos está diciendo que Él nos confirma su llamado a través de diversas maneras. Algunos de nosotros respondemos ese llamado. Algunos se levantan y se ponen a orar y responden, y el Señor me muestra que esos son como luces que encandilan cuando caminan, porque están activos en el llamado de Dios, y cuando caminan yendo a cualquier lado, cuando están en su vida cotidiana, quienes responden a su llamado están activos, con la lámpara llena de aceite, y ahora son una luz que alumbra. Son la luz del mundo, dice el Señor.
El Señor me muestra una lámpara adentro de las personas que no responden a su llamado, y la llama de esa lampara se va desvaneciendo, se va apagando. No se dan cuenta de que viene el diablo y sopla la llama de sus lámparas, queriendo apagar su luz, porque ustedes le abren la puerta a la duda, porque ustedes le abren la puerta a la incredulidad, porque ustedes no renuncian a la pereza, dice el Señor. Ustedes prefieren las cosas del mundo antes que responder a mi llamado, prefieren escuchar a su familia cuando dicen: «No lo hagas. No hagas eso. Eso que estás escuchando no viene de parte de Dios. ¿Cómo va a llamarte el Señor a vos? No, de esa manera no se mueve el Señor,» y tantas otras cosas que ustedes permiten. Permiten que vengan otras personas, sean su padre, su madre, su hermano, sus hijos, sus amigos, a decirles que no soy Yo el que los estoy llamando, dice el Señor.
¿Cuál voz es más fuerte? dice el Señor. ¿Acaso mi voz no es la que creó todo lo que existe? ¿Por qué no creen que es mi voz la que los está llamando con misericordia? Porque no es una vez; son muchas las oportunidades que les doy. No los llamo solo una vez. Algunos de ustedes cuelgan el teléfono más de una vez y Yo perdono y perdono, y vuelvo a discar el mismo número, vuelvo a llamar de muchas diferentes maneras para que despierten, para que reconozcan mi voz. ¿Acaso mi Palabra no dice que mis ovejas escuchan mi voz? Pero no, viene el diablo y les dice en su mente que no sos digno de recibir ningún llamado.
El Señor me muestra ahora en visión a una persona que está recién convertida. Hace poco tiempo que vino a las cosas del Señor. Sin embargo, el Señor ya lo está llamando. El Señor te está llamando, seas hombre, sea mujer, seas joven, seas viejo, seas niño. El Señor me muestra diferentes tipos de personas que El ya está llamando y dice: Pero prefieren escuchar otras voces que les dicen: «No, todavía no estás preparado. No puede ser que el Señor te esté llamando.» ¿Acaso no soy soberano? dice el Señor. ¿A quién quieres escuchar?
El Señor me muestra un reloj y dice: Los segundos corren. Los minutos pasan. Las horas se van como agua de un arroyo que corre. ¿Cuándo vas a responderme? El Señor me muestra que algunos de ustedes están llorando en este momento. Eso no me pone contenta, pero tengo que decirles lo que El quiere hablarles. Y el Señor me muestra que no son pocas las personas que en este momento están sintiendo convicción por lo que estoy profetizando.
Hijo mío, hija mía, dice el Señor a aquellos que están llorando, aún no es tarde. Levántate de la silla y poné tus manos en movimiento por amor a mí, porque Yo le dije a mis discípulos: «Si me amas, alimenta a mis ovejas.» Aquellos que me aman, me obedecen. Tenés que cuestionarte: ¿Cuánto me amas? ¿Cuán grande es tu amor por mí? Los que me aman, se mueven, porque saben que el tiempo es corto, que los días se acortan. Hijos míos, no hay más tiempo, escucho que dice el Señor.
A aquellos a los que llamo y no responden a mi llamado, a aquellos a los que ya les he dado no una, sino muchas oportunidad de responder, dice el Señor, voy a dejar de llamarlos. Les voy a quitar la tarea que había planeado y voy a llamar a otros para que lo hagan. El Señor me muestra en este momento, gente grande, hombres, y dice: Hay hombres grandes a los cuales he llamado a que hagan ciertas tareas, pero han preferido escuchar la voz de hombres en vez de obedecerme a mí. Así que Yo voy a levantar jóvenes y les voy a dar no solamente la tarea que tenía para ese hombre, sino que a cada joven que estoy levantando en estos tiempos finales les voy a dar la tarea de más de uno de esos. ¿Saben por qué? Porque estoy levantando jóvenes predispuestos que presentan sus manos a mí y me preguntan: «¿Qué quieres que haga, Señor? Heme aquí. Envíame a mi, Señor. Yo quiero hacer lo que otros no hacen.»
El Señor me muestra que hay muchos jóvenes que están orando ese tipo de oración. Yo voy a honrarlos y voy a quitarles el talento que le di a los otros que lo guardaron abajo de la tierra y se los voy a entregar a estos, porque el tiempo corre, dice el Señor. Los tiempos se están acabando, y todas las tareas que están en el tintero adentro de mi plan perfecto que Yo he ideado tienen que cumplirse. Por lo tanto, dice el Señor, ha llegado la hora. Este es el momento en donde a aquellos que no quieren responderme les voy a quitar las tareas y se las voy a entregar a otros siervos diligentes.
Movedizos como hormigas, dice el Señor. Así es el ejército que estoy levantando: ejército de hombres, mujeres, jóvenes y niños valientes que salen a la calle sin miedo, que predican mi Palabra abriendo la boca, gritando a los cuatro vientos que Yo ya vengo. Así que levántense, renuncien a ese espíritu de pereza, y pídanme que los libere del espíritu de pesadez que cayó sobre sus hogares. Y el Señor me muestra que en algunos hogares ha sido derramado un espíritu de pesadez que cae del cielo como una neblina gris, y todos los integrantes de la casa comienzan a sentirse pesados. Sus piernas les pesan, tienen sueño todo el día, no pueden moverse como antes, dice el Señor.
Yo (Noelia) veo también que los hogares de muchos de ustedes están atados por el enemigo. Una soga ató muchas casas en el espíritu para que no salgan afuera, para que no ayuden a los necesitados, para que no sanen a los enfermos, para que se queden adentro de sus habitaciones, dice el Señor. Están adentro de sus casas como osos ermitaños que están hibernando. Pero, amigos míos, dice el Señor Jesús, Yo soy el que puede poner en actividad todas las cosas, porque Yo soy la acción, Yo soy el verbo, y a todo aquel que viene a mí, Yo lo activo.
El Señor dice a todos ustedes que se sientan así, a todos ustedes que no han podido responder ese llamado, a todos los que se sienten pesados, trabados, congelados, inmovilizados: Ahora mismo, arrodíllate en el piso y pedime que quite esas ataduras para que puedas volver al movimiento espiritual que Yo necesito para mi reino. Colócate de rodillas ahora y Yo voy a activarte, porque todo el que viene a mí, Yo no me niego. A todo el que me pide, Yo le doy. A todo el que golpea, Yo le abro. Arrodíllense ahora, hermanos, y Yo voy a profetizar sobre ustedes lo que el Señor quiera hablar.
Todos aquellos que están en el piso arrodillados, que no han respondido a mi llamado, tienen que saber que el tiempo se les acorta, se les termina, y tendrán que rendirme cuentas, dice el Señor. Primeramente demando arrepentimiento. Aquellos que están en el piso arrodillados, arrepiéntanse. Arrepiéntanse, dice el Señor. Sean honestos. Arrepiéntanse de haberse negado a cosas que les pedí que hagan. Arrepiéntanse de la pereza. Arrepiéntanse de la incredulidad cuando no creían que era Yo el que les hablaba. Arrepiéntanse de dudar, porque Yo les he confirmado. Arrepiéntanse de haber escuchado otras voces en vez de a la mía. Pídanme que los lave, que los lave de la brujería, de todo hechizo de congelamiento, que les quite todas las trabas.
En esta hora, desato a mis hermanos de toda hechicería de inmovilización. En el nombre de Jesús, en esta hora quiebro de nuevo todo hechizo que el enemigo haya hecho sobre los hermanos para que no respondan al llamado, para que no se muevan. En esta hora unjo las manos de los hermanos que están mirando con aceite del Espíritu Santo, con unción fresca del Espíritu Santo, para que se pongan a la obra del Señor. En esta hora lavo las mentes de las personas que están escuchando con el agua santa del Espíritu Santo de Dios. Quito de sus mentes toda duda, toda incredulidad, todo miedo, en el nombre de Jesús.
Espíritu de confusión, en el nombre de Jesús te ordenamos que te vayas de todas las personas que están mirando y que se arrepintieron ahora. [???] Quito de todos los hogares que el Señor me está mostrando por visión todo espíritu de pesadez. El espíritu de adormecimiento espiritual es quitado ahora, removido de todo hogar de las personas que están mirando este vídeo, en el nombre de Jesús. En esta hora activo todos los dones de los hermanos que están mirando, alrededor de su cabeza, alrededor de sus mentes. En muchos de ustedes, el Espíritu Santo está prendiendo fuego en la mente para reactivarlos, en el nombre de Jesús. Estaban desactivos, y en esta hora, vuelvan a atender este llamado, respondan la llamada. En esta hora los vuelvo a llamar. Respondan a ese llamado. Ahora mismo los estoy volviendo a llamar. Respondan a ese llamado y digan en voz alta: «Heme aquí. Envíame a mí.»