El Señor habla hoy sobre doctrinas materialistas, como «el evangelio de la prosperidad», la práctica de «pactar con Dios», «sembrar y cosechar», el afán por las riquezas, etc. Lleva esta profecía en oración ante el Señor y escudriña las Escrituras.
Yo soy el Alfa y la Omega, la antorcha encendida, la oveja desechada de Israel. Todos los pueblos van a rendir cuentas a mí. Toda rodilla se doblará y todos reconocerán que Yo soy el Rey Jesucristo, el Señor, el único hijo de Dios enviado por ustedes para perdón de sus pecados. Reconozcan ahora, hijos míos, que Yo soy el Señor en sus vidas y empiecen a seguirme realmente, como corresponde a los verdaderos hijos de Dios, que buscan y claman mi nombre, que quieren conocerme más y más y saber quién soy.
Hijos míos, estoy esperando que golpeen a mi puerta, que rueguen e imploren en mi nombre encontrar las cosas escondidas de mi reino y entender todo aquello que no estaba revelado hasta este momento. Hijos míos, apártense de la inmundicia, dice el Señor. No me agradan las prácticas ocultas, las doctrinas de demonios que oran al dinero. Muchos falsos profetas andan por el mundo, predicando cosas que Yo nunca les mandé, dice el Señor. Abran sus ojos. Escudriñen las Escrituras. Busquen y van a encontrar. Pregúntenme, dice el Señor, y Yo les voy a responder cualquier duda que tengan. Pero no se dejen engañar por estos falsos predicadores que andan paseando por el mundo, encantando los corazones en mi nombre, haciéndoles creer que pueden negociar con mi reino. Cada vez que ustedes dicen sembrar, colocando dinero en los altares de las iglesias, lo que están cosechando son maldiciones, dice el Señor.
¿No se dan cuenta de que Yo vine para ser humilde? ¿Por qué querría Yo que oren por grandes cosas materiales? Y ustedes siguen allí en los templos, tirando sus monedas a los pies de estos falsos predicadores, que lo único que buscan es vaciar sus bolsillos, pensando que pueden comprarme, dice el Señor. Pero nadie puede comprar mi cruz. Cada vez que Yo miro mis manos agujereadas por los clavos, me acuerdo de vos, dice el Señor. Vos fuiste mi motivación, hijo mío, hija mía. Date cuenta de que te están mintiendo, dice el Señor, haciéndote alabar cosas materiales, y sus prédicas consisten en un 80 por ciento en prosperidad, dice el Señor.
Pero Yo voy a cerrar sus bocas y, llegado el momento, les voy a preguntar: «¿Por qué no predicaste sobre mi cruz? ¿Por qué no proclamaste mi nombre en las calles? ¿Por qué no diste tu dinero a los necesitados? ¿Por qué no le contaste a la gente sobre mi sacrificio?» En vez de eso, te llenaste los bolsillos de dinero, abusaste del necesitado, engañaste a los pobres, haciéndoles creer que podían comprar la salvación, dice el Señor. Pero nada de esto es cierto. Muchos tienen un velo en los ojos debido a sus propias concupiscencias en sus corazones, dice el Señor, y no pueden ver que han sido engañados por sus propios deseos: deseos de vanagloria, deseos de riqueza.
Despierten ahora, hermanos míos, dice el Señor. Dejen de adorar a Baal y de orar a Mamón. ¿No se dan cuenta de que mi Espíritu no está ahí donde es predicado el evangelio de la prosperidad? Más bien, busquen los tesoros en el cielo, dice el Señor, donde ningún ladrón los puede hurtar, donde ni el hollín ni la polilla los puede corromper; tesoros eternos que nadie puede destruir, tesoros de amor y de bondad, de generosidad y de caridad. Eso estoy buscando, dice Jesús. Pero mi corazón está harto de ver cómo los que dicen conocerme se arrodillan en el piso en frente de estos falsos predicadores que acumulan dinero, tirando sus billetes en el altar para conseguir algo de mí, sin saber o sin querer saber que en realidad le están dando sus posesiones a Mamón y están ganando maldiciones espirituales, dice el Señor.
Sean honestos con ustedes mismos, dice Jesús. Abran su corazón y escuchen mi voz, porque los que verdaderamente me siguen no andan tras estas falsas doctrinas de demonios, adorando a Baales, sirviendo a las riquezas. Despierten ahora, hijos míos, y arrepiéntanse de haber querido negociar con mi reino. ¿Ustedes piensan que mi cruz se puede comprar? dice Jesús. ¡Ni con todo el oro del mundo! Mi cruz es inaccesible para todos aquellos que se arrodillan y adoran a las riquezas. Mi cruz es inaccesible para todos aquellos que lo único que están buscando son tesoros terrenales.
Despierten, hijitos, y créanme lo que les digo, dice el Señor. Yo envío a mis profetas a advertirles una y otra y otra vez, pero muchos eligen taparse los oídos y creer lo que quieren creer, sin darse cuenta de que están en un camino de error, que están caminando por la izquierda. Escúchenme ahora, mis siervos, aquellos que viven para mi justicia, para proclamar mi nombre. Escúchenme a mí, abran su corazón a mí, dice el Señor, y oren para que Yo les revele las verdades del reino.
¿Cuál es la verdadera riqueza, la verdadera prosperidad? La verdadera prosperidad es estar en mí, dice Jesús, porque los tesoros de este mundo son pasajeros y se corrompen y dejan de ser, pero el que me ama vivirá para siempre y no tendrá necesidad de nada nunca más para siempre. ¿Ustedes no creen que Yo sé qué es lo que necesitan? ¿Ustedes no creen que tengo el poder suficiente para darles todo lo que les falta para hacer mi obra?
Despierten ahora, levántense de ese letargo, levántense de sus sillas, dice el Señor, y ocupen sus manos al trabajo justo para mí, para mi reino. Entréguenme esas manos sucias por haber querido negociar la salvación, por haber querido manipular las cosas de mi reino, y Yo los voy a lavar. Arrepiéntanse de toda injusticia, dice el Señor, de todas las manos manchadas con estas falsas doctrinas que predican supuestos maestros de la Palabra. Denme esas manos honestamente a mí. Ríndanse a mí. Yo voy a proveer todo lo que falta. ¿Acaso no se alimentan las aves del cielo y no trabajan? dice el Señor. Cuánto más voy a alimentar a mis hijos que trabajan para mi reino, que proclaman mi nombre día a día, negándose a sí mismos.
Esa es la verdadera cruz: rendirse a mí, creer que Yo puedo solucionar todas sus faltas, sin tener que hacer rituales, sin hacer hechicerías ocultas. Porque cuando ustedes supuestamente siembran para el reino, como dicen algunos falsos maestros y predicadores y profetas, lo único que están haciendo es acarrear juicio para ustedes mismos. Pero vengan a mí, que Yo los voy a limpiar. Arrepiéntanse de esta falta y oren a mí para que Yo les muestre cómo tienen que seguir. Vayan un paso más adelante que los demás, dice el Señor. Adelántense a estos falsos profetas que sólo quieren y buscan empobrecerlos para enriquecerse ellos mismos. Estén un paso más adelante que ellos y síganme a mí y sólo a mí, dice Jesús. Dejen de idolatrar hombres de carne y hueso y síganme a mí, que soy el verdadero pastor de las ovejas, que soy el verdadero dador voluntario, que soy el único que tiene generosidad divina.
Mi Padre está contento con aquellos que no se preocupan por las cosas materiales, que no buscan multiplicar sus riquezas, sino más bien servirme. Mi Padre está contento con aquellos humildes trabajadores de corazón cuyas manos están gastadas por el esfuerzo diario, manteniendo sus familias en amor y en humildad. Ahí están mis ojos sobre ellos, dice Jesús. A esos estoy mirando y ayudando y confortando. A esos mi mirada sigue de cerca. Pero otros, que no quieren escucharme, esos me generan indignación y angustia, porque dicen conocerme, dicen enseñar mis cosas, cuando en realidad enseñan por ellos mismos y crean falsos caminos, torcidos, que llevan a la muerte.
Cada vez que ustedes tiran las monedas en los altares, afanados por tener más, afanados por ver más billetes sobre la mesa, lo único que hacen es generar mi ira, dice el Señor. ¿Cómo puede ser que mi gente se deje engañar de esta manera? dice el Señor, creyendo cualquier doctrina, dejándose llevar por cualquier viento de concupiscencias, dejándose robar por esta gente que no tiene escrúpulos. ¿Cómo puede ser que prefieran seguir estas falsas doctrinas que seguirme a mí, el perfecto dador?
Levántate ahora, dice el Señor, y lucha con tu espada contra estas falsas doctrinas. Proclama mi nombre en las calles. Yo dejé mi ejemplo de una vida digna, dice Jesús. A mí tienen que seguirme antes que a estos mentirosos que llevan a mis ovejas a la perdición, cautivando los corazones con promesas insensatas, haciéndoles creer que hay falsas fórmulas espirituales de ganar riquezas materiales.
Hijitos, levántense ahora y luchen por mí, dice Jesús. Enderecen lo que está torcido, corrijan lo que está incorrecto, hablen por mí, y Yo les voy a colocar la corona de la vida llegado el momento de encontrarnos, dice Jesús. Pero aquel que se calla la boca cuando ve injusticia, mi mano lo mantiene lejos de mí. Él mismo ha construido una separación entre nosotros dos. No sean cobardes y hablen mi justicia. Decreten mis cosas espirituales, dice Jesús. Alimenten a mis ovejas, sáquenlas de los malos caminos, rescátenlas de los pozos donde se encuentran metidas, ábranle los ojos a las que están ciegas, sanen a las enfermas, ayuden a las perniquebradas, dice el Señor, y Yo los voy a recompensar cuando llegue el momento de presentar mi reino, cuando llegue el momento de abrirles la puerta. Amén.
Canción en lenguas interpretada
Empezamos a juntar tesoros por nosotros mismos. Empezamos a acumular cosas materiales y a enriquecernos. Íbamos a la iglesia para que nos hablen sobre dinero, y nos deleitábamos escuchando. Los predicadores nos sacaban el dinero de los bolsillos diciéndonos que íbamos a recibir más a cambio. Y así comenzamos a adorar a Baal adentro de las mismas iglesias, y se convirtió en nuestro dios. Empezamos a orarle a él y a pedirle cosas, y nos convertimos en sus esclavos y en sus servidores.
Mientras tanto, Dios nos ofrecía tesoros del cielo. Él nos hablaba y nos decía: «Mira, hijo, todo lo que tengo para ofrecerte.» Entonces, nosotros empezamos a sentir que algo estaba mal en nuestras vidas. Las cosas en nuestras vidas empezaron a andar mal. Entonces, el Señor dijo para sí mismo: «Permitiré que al que siga estas doctrinas todo le vaya mal, para que tal vez así se dé cuenta de que está en error y vuelva a mí.»
Y entonces pensábamos: «Señor, ¿por qué ya no te siento presente? ¿Acaso me dejaste?» Y caímos en depresión, y muchas cosas malas comenzaron a suceder en nuestras familias. Mientras tanto, el Señor observaba todo desde su santo lugar, esperando que reaccionáramos. Pero como no reaccionábamos, el Señor envió ángeles a darnos señales de que estábamos en camino de error. Dios también nos envió personas para avisarnos de que nos habíamos desviado y que estábamos en idolatría.
El Señor nos avisó de muchas maneras diferentes, pero no hicimos caso a ninguna de estas señales. Preferimos hacernos los sordos, simular que no escuchábamos y seguir adelante con nuestra iniquidad, hasta que se nos terminó el tiempo en la tierra, y con él las oportunidades de arrepentirnos, y llegó el momento de ir a rendir cuentas al Altísimo.
Y allí, frente al gran trono blanco, el Señor nos preguntó: ¿Por qué elegiste las riquezas antes que a mí? Mira, te he mandado muchas señales para que corrijas tus caminos, nos dijo, mostrándonos el pasado. Ahora quiten de mi vista a este hacedor de maldad, dijo, y nos arrestaron. Porque todos los que entran en mi reino tienen las manos limpias, porque todos los que entraron a las bodas están impecables; no tienen ni una sola mancha en sus vestiduras. Ellos beberán un vino nuevo y celebraremos juntos en familia. Y a ellos se les colocará una corona y se les dará un cetro, y se sentarán en un trono y juzgarán a las naciones con mi justicia. Juzgarán aún hasta a los ángeles.
Así que ahora endereza tus caminos, dice el Señor. Arrepiéntete y límpiate las manos y vuelve a mí para que me sonría y caminemos juntos de nuevo, y recibirás riquezas inimaginables, perfectas e incorruptibles en la vida eterna, y los ángeles danzarán y cantarán alrededor tuyo. Pero ahora debes resistir las tentaciones y batallar al enemigo por un poco más de tiempo. Te he dado la armadura completa que necesitas para luchar, y te he dado la espada.
Hijo mío, levántate y destruye estas falsas doctrinas con la gran espada que te he dado (la Palabra). Reprende a estos falsos predicadores. Haz justicia en mi nombre. Y cuando llegue el momento de vernos, Yo voy a sanar tus manos lastimadas y te voy a dar descanso, y te voy a confortar, y voy a secar tus lágrimas, y te voy a abrir la puerta, y te voy a decir: «Entra en mi casa. La mesa ya está puesta.»
Fin de la canción en lenguas
Señor, te agradezco tanto por todo lo que nos diste hoy en esta oración, con esta canción, con esta profecía. Oro en el nombre de Jesús para que todos aquellos que tienen los ojos cegados por concupiscencias de su corazón, que se caigan esas escamas ahora mismo en el nombre de Jesús, que la luz de Cristo les ilumine los ojos y les haga ver todas aquellas cosas que estaban escondidas ante sus ojos. Cancelo ahora cualquier engaño del diablo. Derroto ahora cualquier injusticia que haya en la vida de mis hermanos y mis hermanas, en el nombre de Jesús.
Señor, saca el velo de los ojos de aquellos que están cegados, que han sido engañados por estos falsos pastores, predicadores y profetas, Señor, en el nombre de Jesús. Ayúdanos a no caer en cualquier viento de doctrina de demonios. Andan tantos falsos profetas en el mundo, en las iglesias, enseñando mentiras a millones, Señor. Por favor, sálvanos de estas mentiras. Danos tu mano, Jesús. Te necesitamos, Jesús.
Señor, manda tu Espíritu Santo ahora a aquellos que están buscando la verdad. Abriles los ojos a través de este video, en el nombre de Jesús. Usa mi boca para rescatar a tus ovejas de los barrancos donde están caídas, Señor. Corta cualquier maldición ahora mismo, en el nombre de Jesús, que haya sido desencadenada debido a estas falsas doctrinas en las vidas de mis hermanos y hermanas que verdaderamente te buscan, Señor. Te pido por favor que les reveles la verdad de los tesoros del reino, cuáles son los verdaderos tesoros del reino, cuál es la oración que te agrada, Señor.
Ayudálos a salir a aquellos que están metidos en estos ritos, en estos falsos rituales, en estos engaños. Ayudálos a salir, Señor, en el nombre de Jesús, te pido hoy. Bendecílos, en el nombre de Jesús. Gracias por todo, Señor, por todo, por todo, por todo, Señor, porque siempre estás ahí cuando te llamamos, Señor, cuando verdaderamente te estamos buscando. Te agradezco, Señor, te agradezco por todo y confío en que vas a usar este video, esta profecía y esta canción para aquellas ovejas que están caídas, que están quebrantadas, que están enfermas y que están malditas debido a seguir a estos falsos predicadores, a estos lobos rapaces encubiertos, Señor. En el nombre de Jesús, amén.