Bienvenidos a una nueva transmisión en estas redes sociales que llevan como nombre «Noelia ama a Jesús». Hoy vamos a dar pan del cielo a través de este ministerio profético que me ha entregado el Señor. Hoy es 18 de abril del año 2024.
Dice la Palabra del Señor:
[Mateo 4:4, RVR1960] Él respondiendo dijo, escrito está, no solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. A Él sea la gloria, a Él sea la honra por siempre y para siempre, porque está abriendo los oídos de un pueblo y enseñándole cómo se escucha la Palabra del Señor, enseñándole a un pueblo cómo Él habla a sus hijos en estos últimos días.
Es el Señor el que está levantando muchas voces proféticas para que hablándole y hablándole a un pueblo que necesita de su guía, de su dirección, de su corrección, de su palabra viva y eficaz, cortante, que discierne y que separa y que discierne también las intenciones de los corazones.
Él está enviando esta Palabra de una manera abundante, pero a la misma vez en una medida justa, como cuando los hebreos estaban en la transición del desierto y el Señor les enviaba el maná del cielo para que se alimenten a través de ese pan.
De la misma manera en estos últimos días, en este tiempo, hoy es 18 de abril del 2024 y el Señor nos viene hablando sobre El Éxodo, sobre el libro del Éxodo, en coincidencia con un tiempo que tiene que ver con la pascua judía, con un tiempo que tiene que ver con el mes de Nisán, bíblicamente hablando, en el calendario bíblico, con un tiempo que tiene que ver con la primavera en Israel.
Es un tiempo de éxodo para muchos de sus hijos, de Egipto en muchos sentidos, y el Señor nos viene hablando sobre esto, sobre que hay un pueblo en transición, sobre que hay un pueblo que está saliendo de Egipto, simbólicamente hablando, en muchos aspectos y que está pasando por una transición del desierto.
Y mientras el pueblo está en este desierto, yo veo y me viene ahora el pasaje de las escrituras a donde el Señor les dio de comer este maná que venía del cielo a su pueblo, mientras estaban pasando por esa transición, porque el pueblo se quejaba y decía Señor, en realidad le decía a sus siervos, a los siervos del Señor, a Moisés y a Aarón, y se quejaban contra sus siervos diciendo: ¿para qué nos sacaron? ¿para qué nos sacaste? le decían a Moisés, de la tierra de Egipto a donde nos sentábamos a comer y a beber, para traernos a esta transición y morirnos de hambre y de sed.
Entonces ese pueblo de los hebreos se quejaban porque no tenían para comer y entonces el Señor, escuchando sus murmuraciónes, dice la Biblia, que en realidad murmuraban contra Él en primer lugar y no contra sus siervos en primer lugar. Él Señor escuchó lo que ellos hablaban, lo que ellos murmuraban contra Él, porque no tenían para comer y les envió el maná del cielo.
Y el Señor dice, en estos, en este tiempo, en estos últimos días, estoy enviándoles el maná del cielo, que en esta palabra representa lo que Él está hablando a través de la profecía y que está avalada y que va sincronizada y acorde a lo que Él ya nos dejó escrito por la inspiración del Espíritu, a través de sus santos profetas, pero también a través de sus santos apóstoles y de todo aquel al cual Él ha llamado para registrar a través del Espíritu Santo todo lo que nuestro Señor Jesucristo hizo y todo lo que Él quería dejar escrito para que nosotros nos anclemos en esas escrituras.
¡Aleluya! Alabado sea el Señor. Y así como en aquel tiempo los hebreos, en esa transición, fue cuando recibieron las leyes que se le fueron entregadas a través de su intermediario Moisés, a través de su siervo Moisés, hoy nosotros contamos con las Escrituras, con la Biblia, con todos esos libros que en realidad eran rollos, que fueron unidos en un solo libro que conforma hoy lo que nosotros conocemos como la Biblia. Nosotros tenemos la Biblia para seguir, nosotros tenemos la Biblia para que sea nuestra guía actual, así como ellos, los hebreos, tenían las leyes que se le fueron dadas a ese pueblo que estaba en esa transición a través de su siervo Moisés.
Nosotros hoy tenemos que fijar nuestros ojos en esos libros que forman parte de la Biblia, adonde está su palabra viva. Ese es el primer pan que deberíamos estar comiendo y te lo recuerdo y te pido por favor que no vengas a escuchar estas palabras proféticas si primero no estás anclado en las escrituras. Sí, como escuchaste, porque no es más importante la revelación que lo que está escrito, porque la revelación no tiene que venir primero o antes que las escrituras, sino las escrituras en primer lugar.
Porque dice la Biblia que es la palabra profética más segura. Primero tenés que comer la Biblia, primero tenés que leerla, primero tenés que entenderla, primero tenés que memorizarla, primero tenés que tener sus principios incrustados en tu espíritu, para que después, cuando escuches palabra profética a través de alguna de las bocas del Señor, puedas reconocer cuando Él esta hablando y cuando no.
Aleluya, alabado sea el Señor. Pero yo sigo viendo esta imagen de los hebreos en el desierto, pasando por el desierto, y antes vamos a leer este pasaje, que es la segunda de Pedro 1:19, que dice:
[2 Pedro 1:19, RVR1960] Y así tenemos la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en prestar atención como a una lámpara que brilla en el lugar oscuro, hasta que el día despunte y el lucero de la mañana aparezca en vuestros corazones.
¡Guau, qué hermoso! Pero hay otro versículo que es muy importante, que dice algo como que todas las escrituras son útiles para redargüir, para enseñar, que ahora vamos a compartir a este pasaje de manera completa, porque es el pasaje que me viene. Porque el Señor está llamando a su pueblo a anclarse en las escrituras en primer lugar, es decir, en lo que está escrito.
El Señor está llamando a un pueblo a afilar su espada, dice:
[2 Timoteo 3:16, RVR1960] Toda la escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia. Y hoy te pido, pueblo, que te memorices este versículo y lo lleves, como dice la Palabra, escrito en tu frente a todos lados.
Que lo tengas bien metido en la profundidad de tu corazón, porque va a ser clave para poder discernir y reconocer si es la voz de Dios hablando en estos últimos días o no a través de las bocas que dicen, que están hablando de parte de Él. Y dice en el versículo 17:
[2 Timoteo 3:17, RVR1960] a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra. Y mi deseo es que no vengas a congregarte conmigo si primero no conoces lo que está escrito. La gloria sea para Dios.
Hijitos, dice el Señor, afilen sus espadas. Porque yo estoy viendo, yo, Noelia, estoy viendo, estoy sabiendo ahora que muchos de ustedes están escuchando palabra profética diariamente y no solamente de un solo vaso, sino de varios vasos al mismo tiempo. Y en realidad, si el Espíritu Santo no te inspira para que hagas algo distinto a esto, no hay nada de malo en ello. Pero yo estoy sabiendo también que muchos de ustedes escuchan más profecía que lo que leen la Palabra del Señor. Escuchan más profecía que lo que estudian la Palabra del Señor, que lo que meditan en la Palabra del Señor, inclusive que lo que oran.
Pero el Señor te advierte hoy que si vos descuidas el conocimiento de la Palabra primero, que si vos descuidas tu relación íntima con el Espíritu Santo en primer lugar para ir a buscar, para ir a escuchar, para oír palabra profética y pones primero eso y no lo otro en tu cuarto secreto, en tu vida privada, en tu edificación personal, entonces tu casa espiritual puede empezar a temblar.
Porque lo que se habla proféticamente hablando tiene que estar inspirado por lo que está escrito, tiene que estar ligado con lo que está escrito. Las dos cosas van de una sola mano y la revelación de los profetas no reemplaza lo que está escrito, sino que lo apoya, trae luz sobre lo que ya está escrito, lo confirma, lo recuerda, lo esclarece y recuerda cuáles son los tiempos del cumplimiento de lo que está escrito, entre otras cosas.
Así que el Señor dice amados afilen sus espadas, abran sus oídos para escuchar mi voz, pero también afilen sus espadas, porque yo estoy viendo ahora una visión a donde hay una persona, un guerrero de la antigüedad que iba a pelear con espada y tenía la armadura puesta, pero aún mientras él escuchaba si los enemigos venían o no, mientras él tenía sus oídos abiertos, por si quizás alguien lo viniera a atacar de atrás y al mismo tiempo escuchaba, tenía sus oídos abiertos para ver si el General, si su jefe, lo llamaba a ir a la batalla.
Es decir, los oídos de este guerrero que yo estoy viendo ahora en esta visión siempre estaban abiertos para escuchar y para reaccionar a lo que escuchaba, pero mientras seguía escuchando él siempre estaba afilando su espada para cuando lo llamaran a la guerra, él siempre estaba afilando la espada. Y dice el Señor, hijitos, ustedes sean así de sabios, de cautos, de precavidos, de prudentes, porque si ustedes solamente abren sus oídos para escuchar lo que los otros hablan, pero mientras tanto no están afilando sus espadas, entonces, ¿cómo se van a defender cuando vengan los ataques? Dice el Señor.
¿Cómo van a resistir o cómo van a pelear con una espada que no tiene filo? Dice el Señor. No es una cosa sin la otra, son las dos cosas importantes, dice el Señor. Sean inteligentes, sean astutos, prepárense, porque el engaño está creciendo dentro de las congregaciones y fuera de las congregaciones, y si ustedes no afilan sus espadas, no van a poder cortar todas las mentiras que les están hablando.
Si ustedes solamente escuchan palabras proféticas, dice el Señor, pero no afilan sus espadas a través de leer la palabra profética más segura, dice el Señor la que alumbra sus pies en primer lugar; si ustedes, hacen esto, entonces van a estar descuidándose y le van a dar facilidad al enemigo para que entre en sus vidas a atacar, y si es posible, a derribarlos.
Porque ciertamente cuando ustedes escuchan palabra profética que viene de lo alto es ese maná que los alimenta espiritualmente hablando, pero ahora hay distintos panes que andan dando vuelta alimentando a las personas que los están comiendo, y no todos son maná que viene del cielo, y ese maná falso en realidad tiene un buen aspecto, es llamativo y da ganas de comerlo, pero cuando uno lo come es como un veneno que te va contaminando, que los va contaminando.
Hijitos, dice el Señor, abran grandes sus ojos, más grandes que nunca, miren más de cerca que nunca, examinen todas las cosas, y si algo les hace ruido en su interior, queriendo decir que algo les suena raro de lo que alguien está hablando, no avancen sin primero solucionar eso y tener la respuesta de por qué les está haciendo ruido en el interior.
Hijitos, estoy llamando a un pueblo a que abra los ojos, dice el Señor, y me mire a mí en primer lugar, porque uno de los problemas, si se puede decir así, es uno de los problemas de que hay tantas personas que hoy están hablando, diciendo que es profecía al pueblo, es que hay muchos que la están consumiendo. Y vuelvo a repetir, si uno lo hace de manera balanceada y sin descuidar su relación personal con el Señor y su desarrollo en el entendimiento de la palabra escrita, no hay problema con esto.
Pero si uno pone primero la profecía antes que su desarrollo personal en el entendimiento de las escrituras, y en la oración, y en el ayuno, y en las actividades personales en primer lugar, como la alabanza y el servicio, por ejemplo, si uno pone la profecía primero antes que esto, dice el Señor, corre riesgo de encantarse, corre riesgo de ser fascinado, corre riesgo de ser engañado, porque uno se va alejando de la base, del fundamento, y empieza a escuchar tantas cosas que puede llegar a confundirse.
Entonces yo estoy sabiendo ahora, como un consejo de lo alto, que cada uno de ustedes tiene que preguntarle al Señor a quién escuchar, cuánto escuchar, cada cuánto escucharlo. Pero más que nada de todo eso que dije es a qué voz profética tienen que escuchar, y yo no estoy diciendo que tienen que escuchar a una sola voz profética, lo que estoy diciendo es que el Señor hoy les aconseja a través mío que oren y busquen a Dios para que Él les indique a cada uno de ustedes en particular a qué voz profética tienen que escuchar, es decir, a qué persona que habla de parte de Dios tienen que escuchar.
E inclusive a veces el Espíritu Santo les va a decir, pero es que hoy no leíste la Palabra, hoy no estudiaste la Palabra, hoy no tuviste tu cuarto secreto, hoy no oraste, no me buscaste, no me preguntaste, y posiblemente a veces el Espíritu Santo te pida que cumplas con lo primero sin dejar de hacer lo segundo.
Por eso el Señor nuevamente nos habla hoy de balance, que tengamos balance en todas las cosas, porque el balance es una de las claves para poder resistir estos últimos días, para poder resistir las embestidas que vienen, porque yo veo un toro, veo un toro que viene y golpea a una persona que estaba desprevenida, es decir, no se esperaba que venga este toro y lo golpee de atrás y lo haga caer de semejante manera.
Esas son las embestidas que vienen contra los hijos de Dios en estos días difíciles y de apostasía y de pruebas y de refinamiento en estos dolores de parto donde está la Tierra. Y una de las claves para poder resistir de pie a esas embestidas es el balance. El Señor dice pongan balance a sus vidas, pongan balanza justa en sus actividades, balanceen sus actividades, organícense, pongan primero lo que tiene que ir primero y después lo demás. Gloria al Señor, aleluya.
El Señor me repite, hijitos, no se confíen de todos los panes que hay para comer, porque hay panes enmohecidos, panes podridos, y hay otros panes que son sanos, que son tiernos, que son suaves, que verdaderamente son panes de verdad. Y yo veo a alguien que va a comprar pan a una panadería y el Señor dice que cuando escuchen distintas palabras proféticas que ustedes tienen que ser como el que va a comprar pan a la panadería y se fija primero qué hay para comprar.
O sea, de todo lo que se está vendiendo, dice el Señor. Ustedes no van y piden con los ojos ciegos, con los ojos tapados. No, cuando ustedes van a comprar pan a la panadería, miran primero, observan, se fijan en la textura, en el color, en la apariencia del pan. Hasta a veces le preguntan al panadero, al vendedor, ¿este pan es de hoy? ¿Este pan está fresco? ¿Qué tipo de pan es? ¿Cuáles son los panes que tenés para vender? Dice el Señor.
Ustedes tienen que ser igual con las cosas espirituales, con las palabras que escuchan, con las prédicas que están siguiendo y escudriñarlas de la misma manera que cuando van a comprar pan a la panadería. Y el Señor repite que seamos inteligentes, que seamos astutos para cuidar nuestra vida espiritual, para guardar celosamente las victorias que hemos obtenido, hasta dónde hemos llegado, porque si no lo hacemos vamos a retroceder.
El Señor dice sean celosos de lo que han logrado hasta aquí. Dice el Señor que no quieran volver atrás, como los hebreos que cuando les faltaba algo se querían volver a Egipto. Y dice Job 34:3, porque el oído prueba las palabras como el paladar gusta de la comida. Wow, tremendo versículo que avala lo que el Señor está hablando hoy.
Job 34:3, porque el oído prueba las palabras como el paladar gusta de la comida. El Señor dice prueben las palabras, que no es lo mismo que dejar de escuchar, sino que escuchar y probar esas palabras. Aleluya, gracias Señor, gracias Señor.
Y yo vuelvo a ver en esta visión al pueblo de Israel en el desierto. Veo este maná que ellos tenían que salir a recoger durante seis días y del cual recibían una medida justa, que era justo lo que necesitaban para un día y que solamente rendía esa medida para un solo día. Dice el Señor yo les doy la medida justa de la palabra profética que ustedes necesitan. Yo sé exactamente lo que están necesitando, dice el Señor, y cómo darles de comer de ese maná en masa y satisfacer el hambre que cada uno tiene en la medida justa. Utilizando esos vasos que verdaderamente se disponen a recibir mi voz y a hablar lo que tengo para decir sin seleccionar lo que quieren hablar o no.
Ustedes se sorprenden, dice el Señor, porque hay algunas bocas que simplemente se disponen a repetir lo que les digo sin seleccionar solamente la parte que les gusta, lo que es fácil, lo que los hace sentir bien. Ustedes se sorprenden. ¿Saben por qué?, dice el Señor, ¿Saben por qué hay vasos que fluyen de esta manera? Porque se abren a mí, porque son como una flor abierta, dispuesta a recibir la luz del sol. Sobre los vasos que más se disponen, los que menos se niegan, los que no son selectivos a mi voz, dice el Señor, esos vasos son los que más se llenan de mi palabra y los que más tienen para hablar, los que más tienen para dar, porque son como un río que fluye sin represa. ¡Gloria, Dios!
Y algunos de ustedes se sorprenden por este fluir, dice el Señor, de la profecía en vasos como este, porque ustedes mismos no han aprendido a dejarse llevar, porque ustedes mismos no han aprendido a consagrarse a ese nivel, a rendirse a ustedes mismos en ese nivel y a llevar su cruz. Estos vasos, dice el Señor, pagan un precio muy alto para poder dejarse llevar así por el río del Espíritu.
Pero cuanto más alto es el precio que se paga, dice el Señor, más influencia tiene ese vaso, más éxito tiene ese vaso, más gloria puedo derramar en él, porque es como un vaso que se vacía a sí mismo de lo que había ahí adentro, para que yo pueda verter más de mí. Por eso, dice el Señor, que en este tiempo Él está levantando bocas que sean como un papel en blanco, a donde Él pueda escribir lo que Él quiere escribir y ellos entregar estos mensajes tal cual los recibieron.
¡Gloria, Dios! Éxodo 16 es lo que el Señor está hablando hoy, donde dice:
[Éxodo 16:17-18, RVR1960] y los hijos de Israel lo hicieron así, y recogieron unos más, otros menos, y lo medían por el gómer, y no sobró al que había recogido mucho, ni faltó al que había recogido poco. Cada uno recogió conforme a lo que había de comer.¡Gloria, el Señor!
Porque el Señor hoy te da la medida exacta de la palabra profética que estás necesitando comer, acorde a lo que sos capaz de digerir. Y continuando con lo que venía diciendo el Espíritu, yo vuelvo a ver que muchos hermanos se preguntan, ¿cómo puede ser que esta hermana profetice tanto? ¿Cómo puede ser que pueda profetizar por tanto tiempo, por horas? Y yo estoy, me veo a mí misma, es fuerte lo que voy a decir, pero tengo que decir lo que me muestra el Señor, me veo a mí misma en un cajón y me veo muerta en ese cajón. Es un cajón a donde se colocan los muertos, ¿verdad?
Y el Señor dice, es que el que más muere a sí mismo, más recibe. Y me viene el versículo del grano, el grano que tiene que morir para llevar mucho fruto, ¿amen? Y dice el Señor que no hay muchos hijos que estén dispuestos a morir a ese nivel y que Él se manifiesta en sus hijos acorde a la entrega de ellos. Es decir, cuanto uno más muere a su propia vida, cuanto uno más renuncia a sus propios deseos para cumplir sus deseos en primer lugar, cuanto uno más se dispone y le dice al Señor como Isaías, he aquí, envíame a mí, realmente de todo corazón, dejando todo atrás, lo que estas personas desearían para sí mismos, más el Señor se puede glorificar en ellos.
Y me veo a mí misma muerta en este cajón y el Señor dice, es que yo me glorifico de esta manera, porque ella ha entregado su vida por mí para llevar mucho fruto. Y el Señor dice, hijitos, mueran, mueran a ustedes, mueran a lo que ustedes quieren, mueran a sus deseos, mueran a lo que ustedes quieren, dice el Señor. Aprendan a matarse cada día en el sentido de poner sus deseos debajo de sus pies, de pisarlos para entregarse más y más a mí y verán mi gloria manifestada en sus vidas.
Tengo pocos vasos vacíos, dice el Señor, que se vacían de sus deseos, que renuncian a la vida que querrían tener para que yo los llene de mí. Son pocos, son muy pocos. Porque la mayoría, dice el Señor, la mayoría son vasos que están llenos de sí mismos. Ellos, ese tipo de vasos, quieren cosas, tienen deseos y sueños, pero no sueños que tienen que ver con mis sueños, dice el Señor, sino que quieren cumplir sueños que vienen de sus propios corazones.
Y entonces, de esta manera, viven para sí mismos aunque dicen que me sirven. Y no puedo manifestarme 100% en ellos, dice el Señor, porque no están vacíos completamente. Todavía guardan mucho de sí mismos, no han renunciado verdaderamente a sus vidas. Y me viene ese versículo que dice, el que ama su vida la perderá, y el que odia su vida por causa de mí la ganará. Gloria a Dios.
Y el Señor dice, hijitos, muchos de ustedes no entienden cómo puedo usar de esta manera a una persona, porque todavía se sigue tratando todo de ustedes. Todavía ustedes están primero, todavía ustedes están sentados en el trono de sus corazones y no yo. Todavía están reinando ustedes, dice el Señor, y no yo.
Hijitos, ustedes no pueden entender cómo una planta puede crecer así y llevar tanto fruto para mi reino porque no se han dejado morir y plantar en la tierra de mi reino, dice el Señor. Son como una planta que quieren crecer por sí mismas y cumplir los deseos de sus corazones en primer lugar. Pero el que ama su vida la perderá y el que aborrece su vida en este mundo para vida eterna la ganará.
Es decir, muchos de ustedes son incrédulos y dicen, no puede ser que esta mujer tenga palabra todos los días. Y algunos de ustedes dicen, profetizan más que los profetas de la Biblia y cosas semejantes, porque lo estoy escuchando ahora a estas frases de sus corazones. Y el Señor dice, es que esta es una planta, es una semilla que murió para nacer en mí, dice el Señor.
Que paga un precio para que mi gloria sea manifestada en su vida. Que carga con una cruz pesada. Que cada día se obliga a morir, dice el Señor, para pertenecerme. Que cada día renuncia a lo que le gustaría hacer o tener para ganar la vida eterna. Para hacer obras que cuando sean pasadas por el fuego permanezcan. Mueran ustedes así, dice el Señor, pero es que muchos no quieren sufrir por mí.
Porque lo veo a Jesús en el calvario colgado en esa cruz. Y dice el Señor, ese es el verdadero amor, no lo que a ustedes les enseña el mundo y les predican. El amor es morir para dar, dice el Señor, es morir a sí mismo para darse por completo. Porque cuando uno se da por completo, muere a sus deseos, ya no son lo más importante. Uno se pone segundo para salvar al otro. Uno pone al otro primero, dice el Señor. Eso es el amor, la renuncia es el amor.
Y el problema de muchos de ustedes es que no están renunciando a ustedes mismos. Por lo tanto no ven la gloria y la manifestación del poder de Dios en sus vidas. Porque no son como un auto que tiene el volante desocupado. Aún están en control de sus vidas, dice el Señor. Y no me dejan llevarlos a donde yo quiero llevarlos, porque ustedes siguen manejando ese auto. Hijitos, renuncien, dice el Señor, a ustedes mismos, mueran cada día. Pónganme primero a mí, dice el Señor, en vez de a ustedes mismos. Y ahí van a ver milagros, ahí van a tener testimonios para contar.
Ahí van a ver mi gloria, porque voy a ser yo manejando ese auto de sus vidas, y ya no ustedes. Pero en vez de hacer eso, tienen envidia, dice el Señor, de los autos que sí estoy manejando. Envidian, arden de celos y de envidia, dice el Señor. Porque dicen ¿cómo puede ser que el Señor la use así a ella?, por ejemplo, y a mí no. Cuando en realidad no se han corrido del medio. Ustedes son los mismos tropiezos de ustedes mismos, dice el Señor, cuando no renuncian a ustedes mismos, se siguen siguiendo a ustedes mismos, dice el Señor, en vez de a mí.
Hijitos, levanten su propio edificio, dice el Señor, en vez de envidiar, trabajen para lo suyo, dice el Señor, en vez de celar. Porque tengo mucho para darles, y quiero manifestarme en ustedes de una manera similar, en el área que tengo preparada para ustedes. Pero es necesario que decidan cargar con su cruz. Entiendan, dice el Señor, que ya no se trata de ustedes en primer lugar. Que tienen que ponerme primero y decirme, heme aquí, envíame a mí. Pero tienen que contar los costos, dice el Señor, y decidir si van a querer pagar ese precio para levantar ese edificio.
Porque hay una tierra prometida, dice el Señor, para los que están saliendo de Egipto. Pero en esa transición muchas veces van a querer renunciar, van a querer volver, va a ser más fuerte su propia voluntad que la mía. Pero tienen que llegar, dice el Señor, al río Jordán y decidir que lo van a cruzar para conquistar y llegar a esa tierra prometida.
Tienen que decidir, dice el Señor, encontrarse con la tierra prometida. Tienen que decidir encontrarse con todos esos gigantes que les esperan al otro lado del río. Tienen que decidir poner primero mi voluntad que la de ustedes. Porque no hay grano que si no muere, si no muere el grano, no ve la gloria, no ve el sol.
El grano tiene que morir para crecer. Primero tiene que morir, dice el Señor, para después crecer y ver el fruto. Y el Señor me repite, hijitos, mueran a ustedes mismos. Mueran a lo que quieren. Porque muchas de esas cosas que me piden no son las que yo quiero para ustedes. Son como esos hebreos que estaban en el desierto, en esa transición y se ponían caprichosos, quejosos, murmuradores. No había nada que los conformara. No eran mansos y se dejaban llevar hacia la tierra prometida, ¿no? Creaban problemas en el camino, se resistían. No sean ustedes así, dice el Señor, porque yo veo cervices duras.
Veo que algunos de ustedes son como toros. Y el toro, en los sueños y en las visiones, a veces, una de las cosas que representa es la terquedad. Es como la dureza. La dureza para no obedecer. La resistencia, pero en un mal sentido. Algunos de ustedes son toros, dice el Señor. Son duros, tercos, inmanejables, así como el pueblo de Israel.
Hijitos, dejen de quejarse ahora por lo que no tienen y empiecen a obedecer para recibir lo que ahora no tienen. Dispónganse a mí, y lo veo a Jesús en el jardín de Getsemaní, diciendo, Señor, si es posible, pase de mí esta copa, pero si no, que se haga tu voluntad y no la mía. Dice, el Señor, a ese punto tienen que llegar. A decir, Señor, que se haga tu voluntad y no la mía. Por más que les duele, por más que les cueste, por más que haya un precio tan alto para pagar, al igual que lo pagó Jesús, para cumplir mi voluntad. Les va a costar sudor, les va a costar sangre, dice el Señor.
Pero no se compara este tiempo de sufrimiento pasajero con la gloria eterna venidera. Lucas 22:42, diciendo, Padre, si quieres, pasa de mí esta copa, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Así que, el Señor te dice hoy, que sigas adelante, que sigas resistiendo, pero que no te dejes llevar por tus deseos.
Dice, Hebreos 12:4, aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado. Pero no solo combatan contra el pecado, dice el Señor, sino contra sus propios deseos, contra ustedes mismos. Trabajen para cumplir los deseos que yo pongo en sus corazones, dice el Señor, no los deseos vanos. Y ahí van a ver mi gloria. Porque, hijitos, no es en vano, dice el Señor, que mueran a ustedes mismos. No es en vano. Aunque el diablo les haga creer eso, no es en vano.
Y algunos, antes, habían renunciado a sus propios deseos, hasta un nivel importante, pero después eso empezó a ser más fuerte que cumplir con la voluntad de Dios. Y yo veo a este pueblo de los hebreos, que el Señor nos viene hablando hoy, Éxodo 16, y Dios los iba guiando hacia la tierra prometida, y ellos, para llegar a conquistarla, tenían que obedecerle, tenían que hacerle caso a esa guía que Dios les daba para ir a conquistar esa tierra, porque ellos no sabían por dónde tenían que ir para llegar hasta allá. Pero Dios sí sabía, Dios sabía por dónde tenían que ir y a dónde iban a llegar, pero ellos no.
Y si ellos no obedecían a esa guía, entonces no iban a llegar. Tenían que hacerle caso a esa dirección. Tenían que seguir por donde se los estaba guiando, si querían llegar a esa tierra prometida, entonces, el mensaje es, si ellos hubieran obedecido a lo que ellos querían hacer, a sus propios deseos, y no hubieran sido obedientes a esa guía, entonces no iban a llegar a esa tierra prometida. Y el Señor te dice esto porque te está diciendo que si le haces caso a tus propios deseos que no vienen de Dios, no vas a llegar a la tierra prometida.
Porque tus propios deseos que el Señor no puso en tu corazón, los propios sueños que Dios no puso en tu corazón, te van a desviar del propósito de Dios, en vez de llevarte a cumplir el propósito de Dios en tu vida. Si cumplís, si trabajás para cumplir tus propios deseos, dice el Señor, no vas a ver la gloria de Dios. Vas a ver tu propia gloria. Porque vas a ser vos mismo cumpliendo tus propios deseos que Dios no puso en tu corazón.
Aún no habéis resistido hasta la sangre combatiendo contra el pecado. Pero si trabajás para cumplir la voluntad del Señor en primer lugar, sí te va a llevar a tu propósito, sí te va a dar plenitud. Sí vas a experimentar la gloria de Dios con sus señales, maravillas y milagros en el camino. Sí vas a llevar mucho fruto para el reino, pero hay que morir a uno mismo primero. Y va a doler llevar esa cruz, como cuando Jesús tuvo que cargar con esa cruz hasta que llegó al Gólgota. Va a costar sudor y lágrimas y sangre.
Pero ¿qué es el precio de la vida eterna, del gozo eterno? ¡Aleluya! El precio de hacer tesoros en el cielo donde no hay orín ni polilla que los afecte. ¡Gloria a Dios! Así que el Señor te dice que resistas, dice el Señor. Hijitos, resistan en este tiempo de transición, resistan. Pongan sus ojos en mi propósito, dice el Señor. En mi corazón y no en el de Dios. En mi propósito, dice el Señor, en mi corazón y no en el de ustedes. Renuncien a lo que quieren ustedes, a lo que el diablo les muestra, a lo que el diablo utiliza para tentarlos, para desviarse de mi camino, para que caminen su propio camino.
Hijitos, enfóquense en mi voluntad, dice el Señor. Y van a ver mi gloria porque quiero usarlos poderosamente, dice el Padre. Quiero usarlos poderosamente. Pero se trata de mí, dice el Señor, y no de ustedes en primer lugar. Por eso el primer mandamiento es, amarás al Señor tu Dios con toda tu alma, tu mente, tu corazón y tus fuerzas. Porque se trata de Él en primer lugar y no de nosotros.
¡Aleluya! Hijitos, tengan esperanza, dice el Señor, y no sean incrédulos como Israel. Créanme que los estoy sacando de la tierra de Egipto, que les voy a dar lo que necesitan en la transición y los voy a llevar a donde tengo planeado llevarlos, que es a toda verdad en este tiempo. Pero recuerden en el camino que no se trata de ustedes, sino de mí.
¡Aleluya! ¡Gloria a Dios! ¡Gracias Señor! ¡Gracias! Amados míos, y el Señor dice, corrijan sus corazones. Corrijan sus corazones, escudriñen sus motivaciones, revisen lo que están deseando y lo que están queriendo en estos días. Fíjense de adónde viene o cuándo nació ese deseo que está fluyendo en su corazón en estos días. Fíjense si está acorde a mi llamado en sus vidas, a mi propósito en sus vidas, a lo que he preparado desde antes de la fundación del mundo para que caminen en eso.
Revisen sus corazones, dice el Señor, mientras tengan tiempo, para que cuando vengan esas embestidas de ese toro que estoy viendo, que también en algunos sueños representan ataques espirituales, ataques de otros hermanos, ataque de demonios, pero que en este caso se trata de golpes en el camino del cristiano, limpien sus corazones de toda vanidad en el sentido de desear cosas vanas, que no aportan para llevarlos a cumplir el propósito del cielo en sus vidas.
Limpien sus corazones y vacíense como este vaso que hablaba el Señor, para que pueda derramarme más en ustedes. Sean menos ustedes para que yo sea más en ustedes, dice el Señor. Mengüen, dice el Señor, para que yo crezca. Aleluya. Así que esta es la tarea que el Señor nos ha dado hoy a través de esta palabra. Es necesario que Él crezca, pero que yo mengüe, dijo Juan el Bautista. Y esa es la palabra para esta noche. Mengüen ustedes para que yo crezca. Y ahí van a ser como alguien que revive, que se siente vivo de nuevo.
Porque si ustedes caminan en sus deseos, se van a sentir muertos, se van a sentir como secos, se van a estancar. Porque van a estar desviados de mi voluntad. Pero si ustedes caminan en el camino de mi voluntad y no en las de ustedes, dice el Señor, todo va a reverdecer en ese camino. El sol va a brillar. Se van a sentir plenos. Como una pieza del rompecabezas que está donde tiene que estar y que se siente útil. Así que la tarea para hoy, decía, es revisar los corazones y todo deseo que no venga de Dios, todo deseo que no esté acorde a su voluntad, renunciarlo, dejarlo atrás, arrepentirse, de poner primero, de ponerse primero a uno mismo antes que a Él, convirtiéndose en su propio Dios.
Esto es como idolatría hacia uno mismo. Cuando uno pone primero los deseos de su propio corazón antes que los de Dios, cuando uno vive dándole más importancia a la propia voluntad, antes que a la voluntad del Señor, uno cae en el pecado de idolatría. ¿Por qué? Porque está quebrantando el primer mandamiento escrito en nuestros corazones. Que es, amarás al Señor tu Dios con toda tu alma, fuerza, mente, ¿no? Es decir, si uno se pone primero, se está idolatrando a sí mismo, por lo tanto quebranta el mandamiento más importante de todos, que es amarás a Dios, como dijimos, y entonces en este pecado uno se empieza a apagar, uno se empieza a frustrar y abre puertas al enemigo y pueden pasar distintas cosas.
Así que tienen que arrepentirse muchos de ustedes de idolatrarse a ustedes mismos, de amarse a ustedes mismos, de forjar un ideal de ustedes mismos, de cómo les gustaría que sean sus vidas, en un ideal que no está acorde a lo que Dios quiere de sus vidas.
Porque yo estoy viendo un becerro de oro, que representa a un ideal de ustedes mismos. Ustedes mismos son ese becerro de oro cuando trabajan para cumplir sus propios deseos y no los del Señor. Ustedes mismos son ese becerro cuando quebrantan el primer mandamiento que está escrito en sus corazones.
Arrepiéntanse, dice el Señor, con mucho amor, porque Él sabe que no lo hacen a propósito. Pero yo veo que hoy el Señor les ha dado una llave, muy importante, de la cual antes no tenían conocimiento. Esta llave representa una solución. Una de las cosas que representan las llaves en los sueños es un acceso, es una solución, es algo que permite la entrada a otra cosa, o que abre algo que estaba bloqueado, ¿sí? El Señor hoy les ha dado una solución para avanzar en su camino espiritual, para ver la gloria de Dios en sus vidas.
¡Aleluya! Grande eres, Señor, poderoso, amado mío, santo, rey, eterno. Gracias, Señor. Yo los bendigo enormemente. Padre, te pido que sea tu Espíritu Santo después de esta palabra, revelándoles cuáles son esos deseos propios que no están acorde a tu voluntad. Yo veo a alguien haciendo una lista, escribiendo. Yo deseo esto, quiero esto, quiero esto, quiero esto, me gustaría tal cosa. Y después, comparándolo con lo que piensan que el Señor quiere para sus vidas. Y empiezan a tachar lo que no está acorde a la voluntad de Dios. Es como un consejo que Dios les da hoy a través de esta visión, de que lo pueden hacer de esta manera práctica.
¡Gloria, Dios! Y haciendo esto, renunciando a estos deseos que no van acorde a la voluntad de Dios, no van a perder, dice el Señor, van a ganar. Porque de esta manera van a estar vaciando el vaso de lo que no tiene que estar y haciendo lugar para lo que sí tiene que estar. ¿Amén? ¡Aleluya! Gracias, Padre. Esto es morir verdaderamente, dice el Señor, para vivir en mí.
Grande Dios. Gracias, Padre Celestial. Inspíralos. Inspíralos, trae a la conciencia todo deseo que no va acorde a tu voluntad, Padre. Que no aporta para cumplir tus propósitos en sus vidas. Todo deseo vano, todo deseo engañoso, Señor. Ponlo sobre la mesa, después de esta transmisión, cuando ellos te pregunten, Señor, revélalo y dales la valentía, el coraje para renunciar a eso, Señor, para morir a ellos mismos, para cargar con su cruz. Gracias, Señor. Te amamos, Padre. Inspira sus mentes, unge sus mentes ahora, Señor. Renueva la manera en la que piensan sobre ellos mismos, en su voluntad y en tu voluntad, Señor, en el nombre de Jesús.
Yo veo a alguien que tiene un trofeo en la mano, alguien que tiene abrazado un trofeo en la mano. Esta es la victoria, dice el Señor. Y eso puede simbolizar un trofeo en los sueños. Una victoria, la victoria es renunciar a ustedes mismos, a su propia vida, para seguirme a mí. Que yo ya obtuve en la cruz, dice Jesús, pero que ahora ustedes van a obtener a través mío cuando se dejen guiar por mi voluntad. Pero si ustedes van por ustedes mismos, no van a obtener este trofeo, no van a obtener esta victoria, porque yo no estoy ahí ayudándolos a correr esa carrera, dice el Señor.
Renuncien a esa identidad falsa que el diablo les hace creer cuando los tienta para desear equivocaciones del corazón. Si ustedes renuncian a esa identidad falsa, dice el Señor, van a encontrar su identidad verdadera en mí y van a poder mirarse en el espejo y conocerse de verdad. Gloria a Dios. Porque solamente cuando uno muere a sí mismo para vivir en Cristo es cuando conoce su verdadera identidad en Él.
Por eso muchos de ustedes están confundidos porque todavía quieren vivir para sí mismos o para alguien más, pero no para Cristo. Amén. Y no van a conocer su identidad hasta que no renuncien a la identidad que ustedes quieren forjar de ustedes mismos, pero que no es la real, no es la verdadera. Ustedes tienen que borrar la imagen que hicieron de ustedes mismos, dice el Señor, para que yo les muestre su imagen verdadera en mí. Hagan esto, dice el Señor, y se van a maravillar sus ojos cuando aprendan a verse como lo que de verdad son en mí.
Gloria a Dios. Hijitos, los amo, dice Jesús. Los amo. Mueran como yo morí por ustedes. Entréguense a mí como yo me entregué por ustedes. Sufran por causa de esa renuncia como yo sufrí por ustedes. Seanme fieles como yo soy fiel. Vengan, hijitos, dice el Señor, porque para eso primeramente yo renuncié a mi vida. De mi propia voluntad nadie me obligó, dice Jesús.
Yo, dice el Señor, en primer lugar entregué mi vida para ustedes. Ustedes tienen que decidir de su propia voluntad renunciar a la suya para vivir en mí, para obtener esa vida eterna. Pero antes de eso, una vida terrenal gloriosa. Aprendan el valor de esa muerte, dice el Señor, y de esa aflicción. Que todo lo conquista, que todo lo logra, porque sólo para el que muere, dice el Señor, hay preparada una victoria. Y yo nos veo a algunos de nosotros crucificados junto con Jesús. Yo misma me veo crucificada en la misma cruz junto con Jesús, adentro de Él y Él adentro mío. Pero también veo a algunos de ustedes, crucificados junto con Jesús. A esos son llamados, dice el Señor, a ser crucificados juntamente conmigo. Muertos en el bautismo, en mi nombre. Para obtener la victoria.
Amén. Gloria a Dios. Claro que duele y sangra esa cruz. Claro que cuesta. Pero yo los ayudo, dice el Señor. Lo pueden hacer con mi ayuda. Lo pueden hacer con mi guía. Yo los voy a ayudar hasta el final, como mi Padre me ayudó a mí, dice el Señor, hasta el final. Hay alguien que es mayor que los ayuda a estar crucificados en mí. Gloria a Dios. No tengan miedo, dice el Señor, porque son capaces como yo fui capaz. Estamos juntos, dice Jesús, y los ayudo siempre en todo momento. Levantándolos cuando no pueden más. Y ayudándolos a resistir hasta el final, hasta la última gota de sangre, dice el Señor.
Dice Gálatas 2:20 Con Cristo estoy juntamente crucificado. Y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí y lo que ahora vivo en la carne. Lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.
Gloria a Dios. Aleluya. Así que, hijitos, no rechacen la cruz. Vengan, dice Jesús. Acepten entregarse como sacrificio en esta vida por amor a aquel que se entregó primero por ustedes. Paguen el precio, dice el Señor, porque yo lo pagué primero, y los amo con amor entrañable, dice el Señor. Atesoren estas palabras y no las rechacen. Caen bendiciones del cielo ahora sobre ustedes, dice el Señor, para ayudarlos a resistir esta crucifixión, y están los ángeles ayudándolos a resistir esta crucifixión. No están solos, dice el Señor, están siempre conmigo y con mi Padre que moramos en ustedes a través del Espíritu Santo.
Gloria a Dios. Amén. Porque el mundo no entiende estas cosas, dice el Señor. Pero ustedes que son espirituales sí las entienden. Aprendan a escuchar cosas espirituales fuertes, dice el Señor. Y no solamente palabras suaves, palabras que son como miel. Porque tienen que ser refinados de varias maneras y no solamente a través de las palabras suaves. Reciban reprensión. Reciban corrección. Porque cuando un edificio está torcido hay que enderezarlo para que pueda resistir, dice el Señor.
Gloria a Dios. Gracias, Padre. Amén. Así que esta es la tarea que Dios nos ha dejado hoy. Escudriñar estos deseos. Destruir este becerro, este ídolo de nosotros mismos. Y entregarnos como sacrificio vivo al Señor. Amén. Estudien sobre esto en la Palabra. Oren sobre esto. Porque El Espíritu de Dios te va a ayudar. Y los va a llevar a todo bien y no al mal. Amén. Gracias, Padre, te damos por esta palabra. Gracias, Señor, por este pan, por este maná del cielo, Señor. Te amamos, te bendecimos y te glorificamos y te damos toda honra, Señor. Porque todo don perfecto viene de ti, Padre. Te alabamos y te adoramos, Amén. Muy bien, amigos, nos encontramos mañana, si Dios quiere, por este mismo medio. Los saludamos de Argentina. Mándala, mi esposo y yo, con bendiciones y abrazos de nuestro corazón para ustedes. Amén. La gloria es para Dios. Y ahora pongan por obra lo que han escuchado. Amén.