Dice la Biblia en 1 Corintios 14:
[1 Corintios 14:3-5, RVR1960] Pero el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación. El que habla en lengua extraña, a sí mismo se edifica; pero el que profetiza, edifica a la iglesia. Así que, quisiera que todos vosotros hablaseis en lenguas, pero más que profetizaseis; porque mayor es el que profetiza que el que habla en lenguas, a no ser que las interprete para que la iglesia reciba edificación.
Y por eso estamos aquí, en este 8 de noviembre del 2023, profetizando, edificando, exhortando y consolando a un pueblo que necesita escuchar la voz de Dios en estos últimos días, a un pueblo que necesita prepararse, que necesita limpiarse, que necesita ponerse a cuentas, para poder no solo encontrarse con nuestro amado Redentor sin culpa ni mancha, sino para poder resistir a los dolores de parto, a cada contracción que viene. Porque nuestro Dios es el mismo Dios que le habló a Moisés cara a cara, es el mismo Dios que hoy sigue hablando a los profetas para que su pueblo reciba esta edificación, para que su pueblo reciba esta exhortación, para que su pueblo reciba consolación.
Te alabamos, Señor. Abre Señor ahora el río de tu espíritu para que llueva esa agua que sana, que limpia, que guía, que edifica, que restaura. Porque así es tu palabra, que no vuelve vacía, porque una vez enviada hará todo lo que te propones, Padre. Te alabamos, Señor, te bendecimos. Grande es tu nombre entre las naciones, digno de alabar, digno de temer. Dice Éxodo 33:11:
[Éxodo 33:11, RVR1960] Y hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero. Y él volvía al campamento; pero el joven Josué hijo de Nun, su servidor, nunca se apartaba de en medio del tabernáculo.
Oh, Padre, henos aquí, Señor, en tu tabernáculo, entrando en tus aposentos para encontrarnos contigo, Padre, y primeramente reconocer que Tú eres el Dios de Israel, pero también de toda la tierra. Oh, Señor, a ti venimos, porque ¿a quién iremos para encontrar palabras de vida si no es a ti, a la fuente de toda palabra, a la fuente de todas las cosas? Oh, alabado seas, Padre, bendito, grande, eterno y poderoso.
Oh, hijitos, dice el Señor, he aquí, estoy hoy entre ustedes. Estoy aquí, hijitos. Estoy atento a sus oraciones, dice el Señor. Los estoy escuchando. No hago oído sordo a los míos, a los que claman día y noche por sus naciones, a los que se afligen, poniendo sus almas en cilicio, por causa de la pobreza que está viniendo sobre la tierra, por causa de la opresión que recibe el pueblo de parte de los gobernantes. Hijito, estoy aquí, te dice el Señor, escuchando tu súplica, escuchando tu clamor, dispuesto a responder las preguntas de tu corazón. Pueblo mío, pueblo mío, dice el Señor, te estoy guiando, aunque no me puedas ver. Te estoy llevando por el camino que tienes que andar. No dudes, dice el Señor, porque para eso he puesto mi Espíritu, para que vaya delante de ti, mostrándote el camino.
Yo (Noelia) veo ahora una visión donde una persona está caminando en un camino, y adelante de ella va una paloma blanca, guiando a esta persona por donde tiene que ir. Es el Espíritu Santo de Dios el que guía a los hijos de Dios, como dice la Palabra.
Hijitos, dice el Señor, los estoy guiando a salir de la esclavitud de Egipto a muchos de ustedes, y aunque el desierto se hace largo y no ven la hora de conquistar esa tierra prometida, de conocerla, de palparla, de tocarla, de vivirla, de disfrutarla, estoy probando sus corazones para ver qué hay en ellos. Estoy atento a cómo responden cuando les falta algo en sus vidas. Estoy escuchando sus palabras para ver si se quejan cuando les quito las comodidades. Estoy atento a su actitud para ver si se rinden ante las adversidades.
Hijitos, entienden que la fe sin obras es muerta, dice el Señor, y por eso debo refinarlos, para sacar a relucir lo más preciado que les he dado, que es esa fe. Oh, amados, en este tiempo estoy probando a mucho pueblo, y hay mucho pueblo que está clamando por ayuda, y no es que ese clamor no llegue a mi trono, sino que no ha llegado el tiempo todavía de tu liberación. Así como una vez los hebreos que salieron de la tierra de Egipto tuvieron que pasar por ese periodo de transición durante 40 años hasta ver concretada esa tierra prometida, hasta ver que se cumpla esa promesa.
Así estoy probando a mi pueblo, porque lo que pasa es que los que no resistan durante esta transición, mucho menos van a poder resistir la etapa que viene después de esta transición. Y el Señor te dice hoy: Resistan, hijitos, resistan, porque aunque no me puedan ver, Yo estoy ahí. Aunque no me puedan sentir, los estoy abrazando, los estoy cuidando, los estoy alentando, y no permito que ni uno solo de sus cabellos caiga a tierra si ese evento no forma parte de mi plan profético para sus vidas. Pero es por fe y no por vista, dice el Señor, porque mi pueblo también tuvo que tener fe en esa tierra que les prometí durante 40 años antes de poder verla. Durante 40 años tuvieron que confiar en lo que les dije, dice el Señor, aunque todavía no lo veían.
¿Cuánto estás dispuesto a resistir, pregunta el Señor, esta transición donde estás? ¿Hasta dónde estás dispuesto de llegar? Tu respuesta a mi llamado, ¿es un sí, es un no, o es «no sé» y todavía lo estás pensando?, te pregunta el Señor, porque vos sabés que te estoy hablando a vos, en particular. El Señor te dijo que esa tierra está ahí, pero también te dijo que ibas a ser probado primero antes de tenerla en tu mano, antes de poseerla, antes de que sea tuya. Y el Señor te llamó a conquistarla.
Hay muchos Josué en este tiempo, y hay muchos Moisés en este tiempo. Por eso deben ser valientes, dice el Señor. Así como el Señor le dijo a Josué «Solamente que te esfuerces y seas valiente» en Josué 1:9, lo mismo te dice el padre hoy. Hijito, resiste; hijita, resiste, aunque veas tus manos cómo se gastan durante esta transición, aunque sientas tus rodillas sangrar, aunque tus pies no den más durante este tránsito duro, difícil, seco que estás caminando. «Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente. No temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas.»
Lo mismo te hablo hoy a ti, que hoy caminas como un Josué, a ti, que hoy el Señor te ha dado algo para conquistar. Y lo tengo ahí, dice el Señor, preparado para ti, esperándote. Pero primero quiero ver si eres digno de recibirlo. Primero quiero ver si cuando no estás cómodo, igualmente vas por eso. Primero quiero ver si entrenándote en la resistencia, eres hábil para llegar a esa meta. Hijo, resiste. Resiste, porque esa promesa está intacta y no ha cambiado. Y mientras pasas por esa transición, te dice el Señor, cuidado con hacerte becerros.
Cuidado, porque vas a sentirte vacío por momentos, porque voy a sacarte todo, y estoy sacándote todo para ver de dónde te agarras, para ver dónde pones tu fe. Estoy probando tu corazón en este tiempo de soledad, te dice el Señor. Estoy probando tu corazón en este tiempo de escasez. Te estoy sacando lo que más te duele, te dice el Señor, para ver si aún me amas y me pones primero a mí. Estoy liberándote de viejas costumbres, así como en esos 40 años de desierto, el pueblo hebreo fue dejando algunas costumbres, aunque no todas, que trajeron de la tierra de Egipto.
Te estoy limpiando porque estabas contaminado, dice el Señor. Te estoy puliendo, amado mío. Te amo tanto, y no quiero que haya nada ni nadie entre nosotros dos, te dice el Señor, porque Yo soy tu padre. Como Yo soy el padre de Israel, como Yo engendré a Jacob, así soy tu padre también, y te amo con ese amor entrañable. Pero sé que puedes dar más, dice el Señor, y quiero llevarte de gloria en gloria. No quiero que te quedes ahí estancado, porque Yo te hice con mi propia mano, te dice el Señor, y sé de lo que sos capaz.
Por eso, dice el Señor, no solamente te estoy probando para ver lo que hay en tu corazón, no solamente estás pasando por este desierto transitorio para despojarte de lo que no te conviene, no solamente te estoy probando para que tu fe aumente para lo que viene, sino para revelarte a ti de lo que eres capaz, porque Yo no necesito saber a quién tengo enfrente, dice el Señor, porque Yo te hice con mi propia mano. Yo no necesito que me demuestres de lo que eres capaz. Yo no necesito medirte para conocerte. En cambio, tú sí necesitas verte en el espejo de mi verdad.
Hay cosas que quiero revelarte de vos mismo que no sabías, dice el Señor. Hay cosas que sos capaz de hacer y lograr que nunca te imaginaste. Pero esto no podrías verlo, esto no podrías saberlo, dice el Señor, si Yo no te pondría a prueba, porque de otra manera, sin obstáculos, seguirías igual que estás ahora. De otra manera, sin gigantes que enfrentar, no conocerías la valentía que habita en ti. De otra manera, no aprenderías a usar las armas espirituales que te he dado. Si todo fuera fácil, dice el Señor, ¿qué ganarías?
Pero cuando uno es probado y pesado en mi balanza, cuando uno es victorioso en esa prueba, cuando uno pasa ese test de fe y de fidelidad, entonces la recompensa es grande, y uno valora mucho más lo que se le entrega, porque ha pagado un precio por ello. Por eso el pueblo de Israel hoy valora tanto esa tierra, porque aunque ellos no estuvieron ahí cuando Yo se la entregué a Abraham y le dije: «Mira la tierra que está delante tuyo, porque la voy a entregar a ti y a tu descendencia para siempre»…
Aunque los que hoy habitan allí en Israel no estuvieron aquel día, tienen en la sangre grabadas estas palabras. Esa tierra, dice el Señor, fue conquistada con sangre, con sudor y lágrimas. Por eso no quieren cederla de ninguna manera. Por eso están prestos, si es necesario, de ir hasta la muerte para defenderla, porque ellos saben, y se ha transmitido de generación en generación, lo que les ha costado en vidas, en tiempo, en aflicción, en sufrimiento y en entrega obtener esa tierra prometida. Por eso, dice el Señor, hay un precio que pagar por lo que te he dicho que te iba a dar.
Yo (Noelia) veo un alpinista escalando una montaña difícil, con distintos obstáculos, y mientras asciende, se agarra y escala aprovechando las protuberancias que sobresalen. Hay algunos alpinistas que se cansan muy pronto y abandonan. Hay otros que se cansan en la mitad del camino, descansan un poco en la mitad del camino, lo que se pueda, y después retoman la subida. Hay otros que están determinados a redimir el tiempo mientras suben, cueste lo que cueste, lleguen como lleguen. Hay otros que ni siquiera se animan a empezar a escalarla esa montaña. Hay otros que se caen en la mitad de la escalada y tienen que volver a empezar.
Hay tantas distintas opciones cuando uno tiene que subir y escalar esa montaña, y todos reaccionamos distinto ante las dificultades que se presentan en el camino de la fe. Pero yo veo al Señor Jesucristo que está al lado de ese alpinista que está escalando esa montaña, y cuando el piensa que está tan cansado que no puede más, que se va a desmayar, el Señor Jesucristo le toca la espalda y lo suela y lo alienta y le dice: «Adelante, hijito. Sé que estás cansado, pero seguí igual. Subí, porque allá arriba en la cima te vas a encontrar con algo que ni te imaginabas, que aunque ahora no lo puedas ver, igualmente está ahí, esperándote en la cima de la montaña.»
Resiste, le dice el Señor a esta persona en esta visión, porque no estás solo. Yo te ayudo. Inclusive, yo (Noelia) veo que el Señor Jesucristo le pone las manos debajo de los pies, para que esa persona que está escalando se apoye en sus manos para poder seguir subiendo. El Señor le habla y le habla, y no deja de guiarlo durante esa escalada.
Así, dice el Señor, Yo no los dejo solos cuando están en dificultades, cuando los llamo a subir una montaña para conquistar lo que les he prometido. Sean fieles, dice el Señor, y resistan sin cuestionar mis decisiones, porque Yo sé lo que hago con sus vidas. Este es un tiempo donde estoy probando a mucho pueblo, pero muchos no me son fieles, y ahí, durante o después de la prueba, se muestra quiénes son los que de verdad hacían lo que decían, los que de verdad me ponían primero que todas las otras cosas. Resistan hijitos, porque aunque es duro, igualmente estoy ahí, porque dije que estaría con ustedes hasta el fin del mundo.
Yo (Noelia) estoy viendo ahora que durante ese proceso, durante ese desierto, durante esa montaña, el Señor a veces hasta se aparta por un tiempito, para que nosotros no podamos sentir su presencia, para que nosotros no lo escuchemos como normalmente lo escuchamos, para que las respuestas a las preguntas que le hacemos no lleguen con tanta facilidad como normalmente lo hacían. El Señor nos hace sentir que Él no está ahí, aunque solo se distancia un poquito y desde lejos nos sigue mirando, porque Él nunca quita la mirada de los suyos. Pero a propósito, a veces, mientras estamos en procesos de transición, en prueba, Él nos hace sentir su ausencia.
Dice el Señor que así como cuando Jesús estaba en la cruz y le dijo al Señor: «¿Por qué me has abandonado?», así hace lo mismo con sus hijos, para ver qué hay en sus corazones cuando sienten que Él no está, aunque no sea real. Porque Yo pruebo al justo, dice el Señor, para refinarlo como se refina la plata, porque Yo paso por el horno de fuego a los que dicen ser míos, para ver si confían en mí, sabiendo que Yo voy a estar ahí en esas duras pruebas.
En este tiempo, estoy preparando a los míos, dice el Señor, desde cerca, porque si Yo no hiciera esto, a la primer contracción de esta mujer de parto, caerían. Tengo que prepararlos antes de que venga lo peor de lo peor, dice el Señor, para que sean dignos de ser hallados fieles y verdaderos cuando declaran mi nombre. Resistan, hijitos. Aún falta un tramo para que mi pueblo termine esta transición, y ahí va a haber un cambio de temporada.
Yo (Noelia) veo ahora una persona que sale de una estación y entra en otra, que mientras estaba caminando en una estación difícil, como el invierno, le parecía que nunca iba a terminar. Pero cuando menos lo pensaba, cuando se le estaban terminando los víveres para pasar ese invierno, cuando la leña para encender la estufa se le acababa y el frío se hacía insoportable, al punto de sentir sus huesos quebrarse, entonces vino la primavera. Cuando menos lo esperes, te dice el Señor, todo va a cambiar, y el paisaje que ahora ves oscuro, gris, desolado, solitario, frío, donde no entendés muchas cosas que te están pasando, va a cambiar.
Resiste, te dice el Señor, resiste, porque te estoy llamando a más. Te estoy transformando, te estoy enseñando a pelear contra los gigantes que particularmente te atacaban. En esa transición vas a tener que enfrentarlos para poder conquistar esa tierra prometida. Y así como los hebreos tuvieron que conquistar y batallar contra los distintos pueblos que habitaban en esa tierra que Dios les dio, como los filisteos y todos ellos, así, dice el Señor, vas a tener que tomar algunas cosas por la fuerza. Pero voy a estar contigo, dándote una honda con una piedra específicamente reservada para derribar a ese gigante. Si vas conmigo, no vas a fallar, te dice el Señor.
Tierra que fluye leche y miel; tierra donde el sol saldrá finalmente en tu vida; tierra donde vas a poder descansar y recuperarte, por un tiempo, de lo que hoy estás pasando. Tené fe, te dice el Señor. Laváte la cara, como cuando uno va a un arroyo y se lava la cara para despabilarse y seguir. Tomá tus víveres y tus cosas. Colocáte el calzado que necesitás para pasar por esta transición, y terminá ese camino.
Estoy con mi pueblo, aunque a veces no me crean. Porque Yo sí soy fiel, dice Jesús, no como el hombre que va y viene, que a veces es pasajero o que a veces rechaza o abandona. Yo no te dejo, dice el Señor, pero sí espero a que seas valiente y cumplas con lo que te pido en este tiempo de prueba. ¡Adelante, hijos! No se detengan y no le teman al enemigo, porque el que está con ustedes es mayor. Pero igualmente tengan en cuenta que mientras pasen por esta transición, por este proceso, por esta prueba de fe, por esta estación que no va a ser permanente, el enemigo va a venir a tentarlos, así como lo hizo con Jesús cuando se fue 40 días al desierto.
Van a pasar por distintos tipos de pruebas mientras esta temporada se termina, y van a ser probados desde distintos ángulos para ver qué había o para sacar a relucir distintos aspectos de sus personalidades que estaban guardadas para salir a la luz en este tiempo. Así me manejo con los míos, dice el Señor. Soy fiel y verdadero, y los llamo a venir más cerca de ese propósito que te espera, desde cuando comenzaste a salir de Egipto. Buscá la libertad, te dice el Señor, y llevá mi bandera y mi estandarte todo el tiempo del peregrinaje. Acordáte, te dice el Señor, que el tiempo en esta tierra es pasajero y que te espera algo mucho mejor cuando termines esta carrera.
Así que resistan, hijitos. No se rindan. No abandonen. Porque yo (Noelia) escucho la palabra «retirada». Pero el Señor dice: No retrocedas, y aún si te caíste, volvé a levantarte y a seguir adelante, porque largo camino te resta. Pedíme ayuda, te dice el Señor, cuando más débil te sientas, y voy a estar ahí, dándote ese maná justo a tiempo. Alimentáte de mi palabra día y noche, y cultivá la fe, y no permitás que el diablo te la robe. Seme fiel mientras sos probado de distintas maneras. No te vendas, no te corrompas, te dice el Señor, mientras pasás por ese desierto.