Traducciónes: inglés
El Señor los bendiga, amados hermanos. En esta oportunidad, el Señor quiere hablarte para consolar tu alma cansada.
Oh, hijitos, aquí estoy, hablándole a un pueblo que se siente cansado, a un pueblo que está atribulado, a un pueblo que ya no sabe cómo resistir los embates del enemigo, a un pueblo que es como un auto que, mientras recorre el camino, va recibiendo golpes desde distintos frentes. Hijitos, hoy estoy aquí, dice el Señor Jesús.
Noelia: Veo al Señor suspendido en el aire entre nosotros, entre los que estamos dispuestos a recibir estas palabras de consuelo.
Aquí estoy, amados, dice el Señor. Aquí estoy para salvarlos de sus propios errores. Cuando ustedes se equivocan, no estoy apurado para condenarlos, para señalarlos, para hacerles ver que el error ha sido de ustedes, sino para ayudarlos.
Estoy aquí en rescate, dice el Señor Jesús, porque sé que me necesitan, porque sé que para condenarlos ya hay muchos hermanos, mucha familia, incluso muchos ministros. Yo sé cuánto te duele cuando cometiste un error que te llevó a golpearte la cabeza, a accidentarte, y encima vienen tus amigos, como los amigos de Job, y en vez de tenderte la mano para ayudarte a salir de ese pozo, sin emitir un juicio contra tu persona, hacen lo contrario.
Yo sé lo que se siente estar sufriendo y, además, que tu prójimo no venga a ayudarte o a acompañarte, sino a juzgarte, dice el Señor. Yo sé lo que es estar desesperado de compañía, de ayuda, y que cuando llega esa compañía, te deje peor de lo que estabas antes, no mejor.
Pero Yo no soy de aquellos que te juzgan en la primera oportunidad, dice el Señor Jesús, porque Yo vine para rescatar lo que se había perdido, vine para sanar a los que estaban enfermos, vine para vendar a los quebrantados de corazón, y hoy vengo a hablarte desde esa misericordia, desde ese perdón, desde esa restauración que quiero ver en ti a través de esta palabra.
Hijito, no te rindas y resiste, dice el Señor. Resiste esos embates.
Noelia: Vuelvo a ver ese auto que, mientras sigue transitando, recibe golpes de todos lados una y otra vez. Un camión viene por la derecha y lo embiste. Un auto llega por la izquierda y lo golpea desde ese lado. Otro aparece de frente y también termina en accidente.
Los embates llegan de todos lados, dice el Señor. Lo sé, amados míos. Lo sé, porque lo estoy viendo. Veo lo que ustedes están viviendo y no lo ignoro, pero es necesario que pasen por esas pruebas para que se acuerden de que necesitan un salvador, que necesitan un rescatador, que necesitan la ayuda de alguien que está por encima de ustedes, mirando todo lo que sucede.
Yo soy esa persona, dice el Señor. Y soy el único que ve todas las cosas desde el plano más alto, desde donde se ve todo lo que sucede con lujo de detalles. No solo soy el único que está pendiente de todo lo que les pasa, dice Jesús, sino también el único que posee todas las soluciones que están necesitando.
Amados míos, dice el Señor, en medio de esas pruebas, en medio de esos accidentes, en medio de esos choques, tienen que confiar en mí y aprender a entregarse más a mí para que Yo los arregle. Cuando les duelan esos accidentes, tienen que aprender a pedir por mi rescate, a pedir por mi ayuda, a dejarse sanar por mi mano restauradora.
Soy Yo ese enfermero perfecto que llega a tiempo y nunca llega tarde, dice Jesús. Entréguense a mí, hijitos, porque quiero restaurar a mi pueblo. Quiero levantar al caído. Quiero sanar al que se ha enfermado. Quiero darle alegría al que se ha deprimido. Quiero devolverle la vida a aquellos que sienten que la han perdido.
Amados míos, dice el Señor Jesús, en esta oportunidad estoy aquí porque quiero motivarlos, porque quiero alentarlos, porque quiero que se sientan amados, porque quiero que entiendan que, aunque a veces no me puedan ver, Yo estoy ahí y los tengo en mi mano. Aunque se sientan sacudidos y zarandeados por el diablo, dice el Señor, Yo estoy ahí, permitiéndolo para que la mugre caiga de sus vestiduras y salgan de ese zarandeo mejor de lo que entraron.
Hijitos, es necesario que pasen por diferentes pruebas y tribulaciones para ir de gloria en gloria, dice el Señor. Confíen en mí y no se rindan. Estoy aquí y he escuchado sus oraciones, pero tienen que entender la importancia de resistir y de no menguar en la determinación que necesitan para llegar hasta el final.
Amados míos, abracen esas pruebas, dice el Señor Jesús. Acepten esos procesos por los que están pasando. Amíguense con esas transiciones que tanto les cuestan, porque Yo sé bien lo que hago. Tengo planes de bien y no de mal para todo aquel que me ama.
Muchos de ustedes me han pedido ir a una gloria mayor para que mi poder pueda manifestarse en ustedes en un nivel más alto, dice el Señor. Pero para que eso suceda, tienen que pasar por esas pruebas.
Resistan, dice Jesús. Resistan, porque soy Yo transformándolos. Soy Yo rompiendo la piedra en ustedes que no tiene que estar. Soy Yo removiendo toda dureza de sus corazones que les impide amar como Yo quiero que amen.
Hijitos, dice el Señor, entréguense a mí y no se resistan. Déjense quebrantar, porque ese martillo no viene a destruirlos. No viene a destruir lo bueno en ustedes, sino lo malo. Los estoy limpiando, dice el Señor. Los estoy purificando. Los estoy refinando. Es mi trabajo y es mi mano la que está quitando de ustedes toda mugre espiritual para que se santifiquen más.
[1 Pedro 1:6-7] En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo
[1 Pedro 4:12-13] Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría.
Recuerden mi Palabra, dice el Señor, recuerden lo que está escrito. Es necesario ser refinados y pasar por ese fuego de prueba. Recuerden lo que les he dicho desde antaño. Recuerden que he dicho que no sería fácil, pero que tendrían la victoria si realmente se apegaban a mí.
Recuerden la Escritura, dice el Señor. Recuerden los ejemplos de los primeros cristianos. Para ellos no fue fácil, pero lo lograron en mí, y así como ellos lo lograron, ustedes también lo pueden lograr, siempre que se entreguen.
Entréguense más. Déjense refinar. Ya no se resistan al proceso y abrácenlo con fe, dice el Señor, porque Yo sé lo que hago. Pero algunos de ustedes están perdiendo la fe. Se están dejando robar la fe mientras pasan por esas pruebas, en vez de dejar que esa fe aumente.
Adelante, hijos, dice el Señor. Adelante, porque hoy les dejo este mensaje de restauración, este mensaje de impulso, para que mientras sienten que son pisoteados, mientras sienten que son quebrantados, sus espíritus vayan más arriba y ganen más fuerza en medio de esas pruebas.
No se resistan a la prueba, dice el Señor, sino que resistan la prueba.
Noelia: El Señor me hace saber que, cuando una persona está pasando por una prueba y se resiste, negándose a atravesarla, cuando no acepta esa situación ni aprende a administrar sus emociones, a ganar más fe en vez de perderla y a confiar más en el Señor en vez de menos, la prueba puede durar más tiempo y volverse más severa. La persona sufre aún más porque se resiste, como un enfermo que no quiere entrar al quirófano, aunque no hay otra solución que ser operado.
En cambio, cuando una persona no se resiste a la prueba sino que se entrega a ella y le dice al Señor: «Haz conmigo lo que quieras. Aquí estoy. Quebranta lo que tengas que quebrantar. Quita lo que ya no tiene que estar. Glorifícate a través mío, Señor. Estoy dispuesto a que rompas esa piedra para que formes en mí un corazón más blando, más rojo, más amador, más perdonador, más paciente y misericordioso», entonces el sufrimiento disminuye.
El cuerpo puede estar sufriendo, pero el espíritu se fortalece. La fe comienza a crecer en vez de disminuir, la paciencia se extiende y la persona avanza hacia una gloria mayor. El proceso sigue siendo doloroso y difícil, la aflicción continúa, pero la fe y la confianza en el Señor aumentan y no menguan, porque la persona sabe que lo que está viviendo viene de parte de Él, y si Él lo permite, es porque es lo mejor para ella.
El Señor te dice ahora que te entregues.
[2 Corintios 4:16] Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día.
Abraza ese proceso por el cual Yo te estoy llevando para que lo atravieses, dice el Señor. Ya no te resistas, sino que acéptalo, usando el poder de tu decisión y la determinación de tu voluntad para atravesarlo de una manera mejor y salir más glorioso de lo que entraste, porque Yo sé bien lo que hago y sé por qué te estoy pasando por ese lavarropas.
No es para destruirte, sino para edificarte. No es para ensuciarte, sino para limpiarte. Resiste el movimiento de ese tambor de lavarropas, porque les estoy quitando la mugre de sus vestiduras para que, cuando salgan de ese lavamiento espiritual, estén más limpios, más blancos, más relucientes que nunca.
Noelia: El Señor me muestra que esta palabra es para la mayoría de ustedes. Algunos no entienden por qué les pasa lo que les pasa, pero el Señor les dice que no es por vista, ni por entendimiento, sino por fe.
Esa es la confianza en mí: que aunque no entiendan por qué pasa todo lo que pasa, igualmente saben que Yo estoy ahí y que no los he abandonado, dice el Señor.
Hijitos, confíen y no se resistan. Déjenme que los lave. No abran el lavarropas antes de que termine el programa. No lo apaguen a la mitad del lavado. No interrumpan el proceso. No quieran salir antes de tiempo de ese lavado intenso por el que los estoy pasando, dice el Señor, porque eso no les conviene, amados míos. Más bien, entréguense más a ese lavamiento, esperando que el ciclo de lavado termine.
Déjense lavar por mí, dice el Señor, porque Yo soy el lavador perfecto. Yo sé bien cuánto tiene que durar ese programa para cada uno de ustedes. Algunos necesitan un lavado corto y rápido, otros necesitan un lavado suave, otros necesitan un lavado intenso y largo, y Yo sé por qué programo el lavado que programo.
Hijitos, dice el Señor, a veces ustedes no saben bien cómo lavar su ropa física, pero Yo sé bien cómo lavar la ropa de ustedes. A veces ustedes no saben cuál es el programa exacto que necesitan sus propias prendas, pero Yo sé perfectamente cuántos minutos y qué intensidad necesitan el lavado, el enjuague y el secado. Entréguense a mí, dice el Señor, porque nadie va a saber mejor que Yo cómo limpiarlos.
Noelia: El Señor me hace saber que su corazón se estremece cuando ustedes están siendo lavados dentro de ese lavarropas y lloran, sufren y les duelen esas vueltas y esos golpes. Él sabe que no es fácil ser lavado, porque Él también pasó por ese programa intenso de lavado, también fue probado y afligido, y sabe bien cómo ponerse en nuestros zapatos. Pero este proceso es necesario, porque Él nos ama tanto que no va a permitir que, cuando vuelva, nos encuentre con una sola mancha en nuestras vestiduras.
Es por amor que te estoy pasando por ese proceso intenso, dice Jesús. Es porque te amo que te estoy purificando. Es porque te quiero a mi lado que te estoy preparando. Resiste ese lavado, porque Yo te ayudo. Estoy contigo y no te abandono, y te escucho cuando me cuentas cómo te sientes.
Noelia: Veo a una persona en una habitación encendida en fuego, y esta persona quiere escapar, porque el fuego quema y duele. Es desesperante estar adentro de ese fuego, pero las puertas están cerradas, las ventanas trabadas y no hay forma de escapar.
El Señor me revela que así se sienten muchos de ustedes que están siendo refinados en el fuego de la prueba. Buscan a toda costa salir de ese horno de fuego y están desesperados. Le dicen al Señor: «Basta ya. Sácame de aquí. No puedo más. No resisto más», y se resisten a ese proceso.
Pero el Señor dice que te amigues con el fuego de la prueba y que aprendas que, mientras tu hombre exterior se sienta desgastado, tu hombre interior se va fortaleciendo. Mientras estés en esa habitación encendida en fuego, siendo purificado y sufriendo, es posible que tu núcleo interno se fortalezca.
Es una cuestión de actitud, dice el Señor, de cambiar la mentalidad, de dejar de huir de ese fuego que quema lo que no tiene que estar en nosotros y aceptar los procesos divinos en nuestras vidas, sabiendo que es lo que necesitamos para ser cada vez más semejantes a nuestro Señor Jesucristo, quien padeció primeramente por nosotros, quien pagó ese precio de sangre en primer lugar, quien nos amó primero, quien fue purificado en primer lugar para después purificarnos a nosotros.
El Señor dice que estudiemos en la Biblia todo lo que tiene que ver con las pruebas por las que un cristiano tiene que pasar, que meditemos en estas palabras que nos ha entregado hoy y que tomemos la decisión de abrazar el fuego de la prueba, por más que duela, y no creerle al diablo que nos dice que no vamos a poder resistir, que nos vamos a morir en el intento, porque escrito está que el que empezó la buena obra en nosotros la va a terminar.
Come de esta palabra que hoy te he servido en tu mesa, dice el Señor. Cambia tu manera de pensar. Reconcíliate con lo que no va a cambiar, dice Jesús, hablando de las pruebas. Acepta entrar en ese fuego, sabiendo que cuando salgas vas a ser más semejante a mí y más útil para mi reino.
Amén.