Traducciónes: inglés
Bendiciones en el nombre del Señor, amada iglesia de Jesucristo. Aquí estoy nuevamente para entregarte el mensaje que Dios quiere que entregue. Para comenzar, quiero compartir este pasaje:
[Jeremías 1:17] Tú, pues, ciñe tus lomos, levántate, y háblales todo cuanto te mande; no temas delante de ellos, para que no te haga yo quebrantar delante de ellos.
Mientras oraba y le preguntaba a Dios sobre qué quería que hable hoy a su pueblo, tuve una visión. Estaba suspendida por encima de la tierra y veía muchas bocas a través de las cuales el Señor quiere hablar, pero estaban calladas.
El Señor me decía: «Diles a todos aquellos a los cuales he llamado a hablar en mi nombre que abran sus bocas y ya no se callen. Diles que sean valientes y hablen, y no solamente que hablen, sino que griten a los cuatro vientos lo que Yo tengo para decir», porque Dios quiere utilizar esas bocas para expresarse.
Amados míos, dice el Señor, en estos últimos días he llamado a aún más bocas para que hablen de mi parte y en mi nombre. Pero a veces mi corazón se entristece, porque queriendo Yo dar mensaje tras mensaje, indicación tras indicación y guía tras guía a mi pueblo perdido, queriendo Yo iluminar el camino de muchos para que, escuchando mi voz, tal vez se encaminen en la senda recta y se salven de muchos de los juicios que van a caer sobre la tierra en estos últimos días, estas bocas se están cerrando y no se quieren abrir.
Son personas que Yo he llamado y a las cuales Yo les hablo, para que a su vez transmitan lo que Yo estoy hablando, dice Dios, pero no quieren pasar vergüenza y no quieren poner su cara por mí. Les importa más el qué dirán de los hombres que complacerme a mí.
Hijitos, dice Dios, hoy sueno la trompeta y hago un llamado a arrepentirse de avergonzarse de hablar de mi parte, a arrepentirse de darme la espalda cuando los he llamado tantas veces.
Hijitos, ustedes no entienden el valor que tiene hablar de mi parte, dice el Señor. Esas bocas a las cuales Yo estoy llamando para que hablen son como bocas de oro para mí. El valor que tienen esas bocas que Yo quiero usar para que hablen de mi parte es mucho más alto del valor que ustedes les están dando.
Noelia: El Espíritu me hace saber que Él le está hablando no solamente a personas a las cuales ha instituido como profetas, que tienen un ministerio profético, sino también a todos aquellos a quienes les ha dado el don de profecía.
[Efesios 4:11] Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros
[1 Corintios 12:10] A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas.
El Señor también les habla a aquellos que han sido llamados como atalayas. Ellos pueden tener un ministerio de profeta, un don profético, o simplemente recibir sueños proféticos que anuncian lo que podría suceder, para que el pueblo se prepare y haga lo que tenga que hacer.
El Señor les habla hoy a todos los que Él está llamando a abrir su boca y profetizar lo que han recibido, compartir los sueños proféticos que han tenido y advertir sobre lo que han recibido, porque no son solo para ellos, sino para una iglesia que va a pasar por el fuego de la prueba final de estos últimos días para ser refinada, para que su fe crezca y para que sea aún más merecedora de ser levantada cuando el Señor Jesucristo venga con todos sus santos.
El Señor les habla hoy a los que están callados y no quieren hablar, les habla a los que no hablan con la regularidad, la intensidad, la claridad y el compromiso que Él espera de ellos, y también les habla a aquellos que han sido llamados a ser atalayas, cuya tarea es avisar lo que se les muestra para que la iglesia se prepare o interceda. El atalaya puede tener dones de revelación y recibir sueños y visiones proféticos sobre un posible futuro, pero no todo atalaya es profeta.
El Señor también les habla a los que tienen el don de profecía y hablan de su parte, porque profetizar no es solo ver o recibir cosas sobre el futuro, sino también hablar de parte de Dios lo que Él quiera hablar, sea acerca del pasado, del presente o del futuro. El que tiene el don de profecía cumple distintas funciones, acorde a su llamado específico, y este don será utilizado acorde a la tarea que uno tiene que realizar.
Si un atalaya tiene este don, normalmente lo va a utilizar para recibir información sobre un futuro cercano o lejano y avisar sobre esas cosas, para que el receptor haga lo que tenga que hacer con esa información. Pero si alguien tiene una tarea de sanidad en la iglesia, ya sea sanidad del alma o del cuerpo, el don de profecía va a ser encauzado hacia el área de la sanidad.
El don profético se puede utilizar de acuerdo al llamado de la persona, porque simplemente es una herramienta que un hijo de Dios recibe para poder cumplir con su llamado. Hay muchas razones por las cuales el Señor quiere usar sus bocas proféticas, pero el mensaje principal hoy es que un gran porcentaje de ellas están calladas y no quieren hablar.
¿Por qué dudan? ¿Por qué no creen? ¿Por qué no creen que Dios los quiera usar? ¿Por qué temen al hombre? ¿Por qué están aterrorizados? ¿Por lo que dirán?
El Señor dice que te arrepientas de no hablar, que te arrepientas de haberte cosido tú mismo la boca. Cuando Dios te dice que hables y no lo quieres hacer, es como si tú mismo te pusieras un bozal, como si tú mismo te cosieras la boca, como si sellaras tus propios dientes para que no se abran y así no digas lo que Dios quiere decir.
Avancen, hijitos, dice el Señor. Hablen, porque Yo soy el que quiere comunicar muchas cosas a mi pueblo. Este es el tiempo de la profecía. Este es el tiempo de la visión. Estos son los tiempos postreros y Yo no quiero dejar a mi pueblo ciego, sordo o perdido.
La profecía sirve para encaminar, dice el Señor. La profecía sirve para esclarecer. La profecía sirve para conocer mi voluntad en estos últimos días. Si ustedes no profetizan y no escuchan a las bocas proféticas, van a estar como alguien que está ciego y no puede ver por dónde anda, tanteando el piso para saber por dónde seguir. Si no escuchan mi voz, van a estar perdidos.
Tengan misericordia de mi pueblo, dice Dios. Si no quieren hablar lo que Yo quiero decir a través de ustedes, esa es una actitud egoísta, porque están negándole al otro el mensaje que Yo quiero dar. No sean así. No se callen. No tengan miedo, porque voy a estar con ustedes.
Noelia: Me viene a la mente este pasaje:
[Jeremías 1:7-9] Y me dijo Jehová: No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande. No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice Jehová. Y extendió Jehová su mano y tocó mi boca, y me dijo Jehová: He aquí he puesto mis palabras en tu boca.
No tengas miedo y no temas delante de ellos, porque contigo estoy para liberarte, les dice el Señor a todos los que tienen miedo de abrir sus bocas en su nombre.
Noelia: El Señor me hace entender que muchos de ustedes aún tienen que renunciar a ustedes mismos, porque todavía se trata de ustedes y no de Él. Se ponen primero antes que Él y aún no han entendido la importancia de ser una boca de Dios.
Aun cuando los quieran callar, igualmente hablen, dice el Señor. No les importe que los traten mal, que no les crean, o que los echen de las congregaciones por hablar lo que Yo quiero decir. No presten atención a esas cosas. Más bien, recuerden la recompensa que van a recibir por causa de ello, si verdaderamente hablan en mi nombre.
Noelia: El Señor me dice que hay muchos que van y hablan en su nombre propio, y éstos no tienen vergüenza ni miedo de hablar.
A ellos sí los reciben, dice el Señor, porque sus palabras son para convencer a los que escuchan con halagos, con lo que quieren escuchar. Pero a los que hablan en mi nombre, a esos no los reciben. A esos los desechan, los maltratan y los vituperan.
[Juan 5:43] Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viniere en su propio nombre, a ese recibiréis.
Sin embargo, dice el Señor, ustedes tienen que leer las Escrituras y recordar, repasar y entender que fue lo mismo desde tiempos antiguos. Nadie quería escuchar a mis profetas.
Hijito, dice Dios Padre, abre tu boca y grita a los cuatro vientos lo que tengo para decir, como cuando los profetas del Antiguo Testamento iban y se metían entre los reyes y gritaban con voz alta para que todos escuchen lo que Yo tenía para decir. A ellos no les importaba la reacción de los reyes; solo buscaban complacerme a mí.
No sean cómodos, dice el Señor. No busquen lo fácil. Obedézcanme. No me digan que me aman si no me van a obedecer, porque el que me ama me obedece.
Amados míos, dice Dios, muchos de ustedes están enfermos de la garganta porque me cierran la boca. Hay muchos que sufren enfermedades por causa de la rebelión. Si siguen callándose la boca cuando Yo los llamo a hablar, muchos de ustedes sufrirán enfermedad por ese pecado. Para el que no quiere hablar en mi nombre cuando Yo lo estoy llamando, llegará un momento en que su boca será verdaderamente callada porque no quiso hablar.
Noelia: El Señor me muestra a algunas personas que tienen problemas en la boca, en los dientes, en la garganta, e incluso en las glándulas tiroides. Todo lo que compone el aparato del habla puede verse afectado cuando le abrimos la puerta al diablo al no querer hablar en el nombre de Dios cuando Él nos está llamando, porque es una injusticia ser como Jonás cuando se negó a ir a Nínive y se fue para Tarsis.
Cuando ustedes hacen esto, dice el Señor, son igual que Jonás. Cuando se callan, no queriendo hablar en mi nombre, después de que Yo los he llamado una y otra vez, dándoles continuamente nuevas oportunidades para hablar de parte mía y corregir el error, esta desobediencia abre la puerta al enemigo en sus vidas para dejarlos mudos.
El que no quiere hablar por causa de su rebelión, por vergüenza de hablar en mi nombre, por temor a los hombres, dice el Señor, se enmudece a sí mismo, primero en el espíritu. Él mismo se hace mudo al no querer abrir la boca cuando Yo lo estoy llamando a hablar, dice Dios. De esta manera, el diablo puede meter sus cuernos y afectar su cuerpo, su alma y su espíritu, porque él mismo entró en este pecado y le abrió las puertas de su vida de par en par.
Noelia: El Señor me revela que lo mismo puede pasar en nuestra casa con nuestros hijos, que están legalmente bajo nuestro techo espiritual. Cuando Dios nos da un mensaje para entregar y no lo queremos dar, esta desobediencia no solo nos afecta a nosotros, sino también a los que están bajo nuestra autoridad, especialmente a los menores de edad que viven en nuestra casa, igual que cualquier otro pecado.
Esto no es un pecado menor, más liviano o más suave que otros pecados ante los ojos de Dios. Es un pecado pesado, que conlleva muchas consecuencias cuando se extiende a lo largo del tiempo.
Amados míos, dice el Señor, ustedes tienen que entender que es mejor recibir los golpes que van a recibir por hablar en mi nombre que negarse a hacerlo. Si quieren mi favor, entonces tienen que obedecerme, porque Yo soy un rey digno de respeto, porque Yo soy un rey que da órdenes que hay que acatar.
Muchos de ustedes no se comportan como alguien que va delante de un rey y acata las órdenes sin cuestionar nada de lo que el rey dice. Ustedes quieren negociar con este rey, dice Dios. Se quejan por las órdenes que el rey les da. Piensan que saben más que el rey. Piensan que el rey se equivoca cuando elige a sus subordinados.
Háganme caso, dice el Señor. Obedézcanme, porque la recompensa para las bocas proféticas será grande. Pero la mayor parte de esa recompensa no la van a ver en la tierra, sino en la vida eterna. Muchos de ustedes esperan ser recompensados mientras caminan por esta tierra y no entienden que primero tienen que cargar con su cruz, como lo hizo el Señor Jesús. Primero tienen que ser odiados y rechazados.
Ustedes no son negociantes que se acercan al rey para tratar de cambiar las órdenes que el rey da, dice el Señor. Ustedes son sus súbditos. Son orejas llamadas a escuchar y a realizar lo que el rey dice que se haga, y las órdenes del rey no se cuestionan, sino que se cumplen.
No están entendiendo el peso de este llamado, dice el Señor. Ya sea una palabra corta o una palabra extensa, una ministración profética completa, un sueño para compartir o una visión de apenas un fragmento de segundo, cualquier forma de revelación que hayan recibido para compartir será pesada en la balanza para ver si la compartieron o no.
Noelia: El Señor me muestra que no somos nosotros los que debemos darle el peso o la importancia a lo que Él nos llama a hacer, sino que simplemente tenemos que obedecer. No estamos llamados a pesar ni a juzgar lo que Él nos pide, como cuando Moisés le dijo al Señor que no sabía hablar. No somos nosotros los que ocupamos el lugar del juez para decidir si somos aptos para hablar de parte de Dios o no. Simplemente tenemos que obedecer a ese Rey que tiene la autoridad sobre toda autoridad.
Hijitos, hablen, dice el Señor. Hablen y no se callen.
Noelia: Muchos de ustedes tienen mensajes guardados desde hace tiempo y no los han compartido. El Espíritu Santo ha dado convicción a varios de que compartan sueños proféticos en los que han visto situaciones que tienen que ver con las cosas profetizadas para los últimos días, y no lo han hecho.
Algunos de ustedes tienen cuadernos llenos de revelaciones, visiones, sueños y palabras proféticas. El Señor los ha llamado a compartir estas revelaciones más de una vez y no han obedecido. El Señor ha tenido misericordia de ustedes y los ha esperado, pero si siguen en esa obstinación, si permanecen en esa terquedad, en algún momento la gracia de Dios va a dejar de esperarlos y el enemigo va a tomar ventaja de ese pecado continuo de obstinación.
Tengan cuidado, dice el Señor, porque hay muchas bocas que he llamado a hablar de mi parte, que están a punto de ser cerradas.
Noelia: Dios me muestra que hay personas a las que Él ha llamado durante años a profetizar de su parte o a compartir estos sueños, visiones u otras revelaciones. Hay bocas a las que Dios ya no va a esperar más y van a ser cerradas, y Dios va a llamar a otras bocas que sí están dispuestas a hablar. El Señor va a reemplazar las trompetas que no quisieron sonar durante años por otras trompetas que sí están dispuestas a hablar y hasta a dar su vida por el Señor Yeshúa.
El Señor me muestra que les da un tiempo de gracia a quienes llama a hablar de su parte, y cuando ese tiempo se termina, llama a otras personas para que hagan lo que las primeras no quisieron hacer, porque el plan profético de Dios se va a cumplir sí o sí. Lo que Él dice se va a hacer, y si el primer súbdito no quiere hacer lo que el Rey ordena, entonces será descartado y esa tarea será entregada a un segundo súbdito, que sí esté dispuesto a obedecer.
[1 Samuel 15:28] Entonces Samuel le dijo: Jehová ha rasgado hoy de ti el reino de Israel, y lo ha dado a un prójimo tuyo mejor que tú.
El Señor dice que lo mismo que Dios hizo con Saúl va a hacer con esas bocas que Él quiso utilizar una y otra vez, continuamente, regularmente, repetidamente; y cada vez que Dios quería gritar a través de esas bocas, ellas se cerraron a propósito, quitándole la posibilidad al Dios todopoderoso de enviar su palabra a través de ellas.
Es muy serio lo que está diciendo el Señor en este momento. El tiempo apremia, y por causa de los acontecimientos finales que tienen que suceder en estos días, Él está hablando más que nunca y a través de muchas personas alrededor del mundo. No hay lenguaje, país o región que se quede sin mensaje profético.
Por lo tanto, su voz y su palabra van a correr sí o sí, quieras hablar de parte de Dios o no. Él se va a asegurar de que lo que tenga para decir sea dicho. Si no es a través tuyo, lo va a hacer a través de otro, y lo que no dijiste se va a hacer pesado en la balanza de la justicia, y se te va a contar como injusticia.
Que no llegue ese momento, porque Dios no quiere que sea así. Dios te eligió, te dio la capacidad, te dio el don que necesitabas, te abrió los oídos para escucharlo y te dio la sabiduría para transmitir lo que Él quiere decir. No te hace falta nada. Lo único que Él está esperando de tu parte es que te esfuerces y seas valiente, y que lo pongas a Él primero y no a los hombres.
Es verdad que muchos profetas terminan presos, maltratados, golpeados, solos o expulsados de las congregaciones. Sin embargo, el Señor te dice que no pongas tu mirada en eso.
Tu recompensa está en los cielos y va creciendo a medida que hablas en mi nombre, dice el Señor.
Noelia: El Señor me revela ahora que hay mucha gente religiosa en estos últimos días que dice que el que profetiza no tiene que decir «así dice el Señor» o frases de ese estilo, queriendo cerrar la boca a los que hablan de parte del Señor.
Sin embargo, ellos no entienden que cuando alguien profetiza y dice «dice el Señor» es porque eso es lo que escucha que Dios quiere que diga. En la Palabra, muchas veces Dios dice cosas similares a través de los que hablan en su nombre, justamente para enfatizar al oyente que es Él el que está hablando y no el profeta.
El que tenga oídos para oír, que oiga; y el que no, que deje de escuchar. Pero ustedes hablen y sean valientes, dice el Señor.
A muchas bocas que están cerradas no estoy escuchando cuando me están clamando por distintas cosas, porque están en desobediencia.
Noelia: El Señor me hace saber que algunos de ustedes están orando por distintas cosas, clamando a Dios por sus hijos, por su familia, por el trabajo, pero Él no está escuchando sus oraciones porque están en el pecado de rebelión, de obstinación, de desobediencia.
Tienen que arreglar este tema primero, para que después Dios los escuche y no sigan en el estado de Jonás dentro del pez. Tienen que arrepentirse y pedirle perdón a Dios, y luego obedecer a su voz, compartir lo que Él les pide que compartan y decir «alabado sea Dios» cuando venga el cachetazo de parte de los hombres, si es que fuera a venir.
[Isaías 1:15] Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré; llenas están de sangre vuestras manos.
Si bien las manos de los que están llamados a hablar de parte del Señor y se callan no están llenas de sangre en ese sentido, ellos igual están en pecado. Por eso, el Señor hace oídos sordos a los que hacen oídos sordos a su voz, porque esta es la justicia de Dios. Además, el atalaya que no avisa tiene sangre en sus manos, como dice Ezequiel capítulos 3 y 33.
Algunos de ustedes han dejado de escuchar la voz de Dios por no hablar de su parte cuando Él los ha llamado. Ya no pueden escucharla con la misma facilidad que antes, por causa de ese pecado. A otros les cuesta escucharla y han perdido la claridad.
Dios dice que tienen que arrepentirse de haber dejado entrar las dudas cuando realmente era Él quien hablaba y ustedes no le creyeron. El Señor dice que se arrepientan, porque Él confirmó muchas veces que era Él quien hablaba, y aun así ustedes no creyeron que era Él quien les revelaba algo. Dios quiere que se arrepientan y se pongan a cuentas, limpiando sus vestiduras, para que Él los perdone y los restaure, para que Él limpie sus oídos y puedan volver a escucharlo con claridad.
Aún no es tarde, dice el Señor. Aún no te he descartado. Aún quiero hablar por medio tuyo. Pero sé humilde, manso, y quédate quieto para escuchar mejor lo que tengo para decir a través tuyo. Aún quiero hablarte al oído, dice el Señor. Solo necesitas tener una actitud de recepción y no de rechazo a lo que tengo para decir.
Confía en mí y repite lo que te digo, sin dudar, dice el Señor. El que lo tome, que lo tome; y el que no lo quiera tomar, que no lo tome. Pero tú estarás a cuentas conmigo, y Yo pagaré lo que los hombres nunca van a poder pagarte.
Hijitos, los amo, y por misericordia los he esperado, dice el Señor. Pero el tiempo apremia y es necesario entregar los mensajes que les doy, ya sea por palabra profética, por visiones, por sueños o por revelaciones que vengan por cualquier tipo de medio. Es necesario que entreguen esos sobres espirituales. Es necesario que levanten la voz y griten, para que más escuchen lo que tengo para decir, porque haciendo esto podrían salvar a muchas almas.
Hijitos, no rechacen mi voz, dice el Señor, porque mi voz restaura, mi voz sana, mi voz trae claridad. Mi palabra es enviada a través de ustedes y sana al quebrantado, levanta al caído, rescata a los que van caminando directo al precipicio, le abre la vista a los ciegos y corrige a los equivocados.
Hijitos, hablen de mi parte y no se callen, dice el Señor, porque son pocas las bocas que vienen delante de mi trono y me preguntan: «Padre, ¿qué quieres hoy decir a través mío? Eme aquí. Aquí estoy». Sean ustedes uno de esos que está dispuesto a entregar su vida por amor de mi nombre y de Aquel que se entregó primero.
Hijitos, no se me resistan, dice el Señor. Una vez más, los estoy llamando a hablar. Quítense ese cierre que tienen encerrado en sus labios. Descosan esos hilos con los que ustedes mismos cosieron sus propias bocas.
Arrepiéntanse de su rebelión, porque los quiero perdonar. Soy un Dios hablante. Soy un Dios que vive, que camina, que se mueve, que hace, que crea, que ejecuta a través de mi palabra. Sean vasos de honra y no de deshonra. Conságrense a mí. Escuchen mi voz y repitan fielmente lo que tengo para decir al que sea, sin discriminar quién es el que está delante de ustedes.
Enfóquense en mí, en su Padre Celestial, y no en el hombre o la mujer de carne y hueso que tengan enfrente. Y si los maldicen, ustedes digan: «¡Gloria a Dios!» Si los maltratan, glorifiquen aún más mi nombre. Si los desechan, sepan que yo siempre voy a estar a su lado.
Los amo fervientemente, dice el Señor, y hoy lavo las bocas y los dientes de muchos de ustedes que están sufriendo, incluso con enfermedades dentales y bucales por causa de esa obstinación de no querer hablar de parte mío.
Arrepiéntanse de callar y de no hablar cuando tendrían que haber hablado, dice el Señor, y Yo voy a pasar mi cepillo espiritual de sanidad por esos dientes, por esa boca, por ese aparato del habla.
Arrepiéntanse, dice el Señor, porque el cáncer viene a muchos que no han querido hablar de mi parte. No es lo que Yo quiero, dice el Padre, pero el pecado ha sido grande. Se han callado cosas tremendamente importantes que no han querido decir, y el enemigo ha ido a acusarlos.
El enemigo se ha presentado delante de mi trono para acusarlos, diciéndome: «¿Ves a tu hijo tal? ¿Ves a tu hija tal? ¿Te acuerdas de eso que le dijiste que era tan importante para otra persona y no se lo dijo? ¿Te acuerdas de tu siervo, que antes hablaba pero ahora se calla? ¿Estás viendo a estas trompetas, a estos atalayas que llamaste a alertar para que tu pueblo se salve y se prepare para las catástrofes que vienen, y no están sonando ese shofar? Mientras permanezcan en esta rebelión, ellos son míos.»
Por eso, hay espíritus de cáncer que están entrando en algunas de estas personas, porque no se ha abierto una puerta pequeña al pecado, sino un portón. Se le han dado grandes derechos legales al adversario, para matarlos si fuera posible, no solo callarlos.
Por lo tanto, dice el Señor, ahora que tienen más conciencia que antes, ya no lo hagan, porque no quiero el mal para los que se callan. En mí siempre van a encontrar el perdón. Los estoy esperando. Solo arrepiéntanse y arrodíllense delante de mí, y díganme como Isaías me dijo: «Señor, heme aquí. Envíame a mí». Entonces los restauraré. Entonces pasaré carbón encendido por sus bocas y los volveré a encender.
Eso es lo que quiero y eso es lo que demando de mi pueblo, dice el Señor.