El Señor te bendiga, amado pueblo de Dios, en este 12 de mayo del año 2025.
Padre celestial santo, bendito eres hoy, ayer, mañana y por siempre, porque con tu mano creaste todas las cosas y por tu Espíritu subsisten, Señor. Tuya es la tierra y todo lo que hay en ella, Señor, y tuyo es el dominio y el imperio.
En este año imperialista, Señor, venimos delante de ti para que Tú, el verdadero conquistador, nos empoderes con tu Espíritu Santo, para que a su vez nosotros podamos conquistar esas tierras.
Hay un imperio invisible que también se está expandiendo, dice el Señor, mientras las naciones de la tierra quieren hacer de sus países imperios, y mientras este espíritu imperialista recorre la tierra en ese caballo, a nivel espiritual, afectando a los pueblos, a los presidentes, a los gobernantes y a las naciones, que tratan de expandir sus territorios y conquistar más.
Mientras esa sed de conquista, de expansión, de ensanchamiento de los territorios de las naciones sigue aumentando en el mundo, dice el Señor, ustedes, hijitos, también deben estar sedientos de conquista, pero de conquista y de expansión del Reino de los cielos sobre la tierra.
Ustedes también deben subirse a ese caballo de conquista y de poder. Ustedes también deben montar ese caballo imperialista, dice el Señor, pero para conquistar terrenos para mi Reino, para ganar almas para mí.
Y yo (Noelia) lo veo a Dios Padre sentado en su trono, con su corona y su cetro de rey, y con su capa real, con vestiduras grandes y pesadas, importantes, que solo los reyes que llevan esa honra pueden cargar. Son vestiduras especiales, vestiduras de rey, con telas gruesas, nobles y especiales.
Y lo veo que se para de su trono y muestra su poder y su presencia. Esas vestiduras cubren sus pies y son como faldas aterciopeladas, de un color verde esmeralda. El Espíritu Santo me hace entender que solo Él es digno de llevar ese tipo de vestiduras, y que, debajo de lo que se ve, hay más capas de vestiduras.
Yo soy un rey imperialista, dice el Señor. Yo soy quien verdaderamente conquista, porque todo me pertenece, y para mi gloria los cielos y la tierra fueron creados.
En este momento lo veo al Señor impartiendo ese espíritu imperialista sobre sus hijos, para que nosotros nos subamos a este caballo de poder, que en esta visión representa al Espíritu Santo de Dios, que sale a conquistar por el mundo, para que también el Reino de Dios sea expandido.
El Señor está diciendo a sus hijos que no se trata solamente de un espíritu imperialista que se está moviendo sobre la tierra, creando un movimiento de expansión en las naciones y en los reinos de este tiempo, sino que este es un tiempo imperialista en todos los ámbitos. Es un tiempo de conquista, un tiempo de ensanchamiento de las tiendas.
Por lo tanto, Dios me está haciendo saber que este es el tiempo en que muchas congregaciones tiran abajo sus paredes para ampliar sus espacios. Este es el tiempo donde aquellos líderes que lideraban un grupo de hermanos, por ejemplo, comienzan a liderar más grupos de hermanos.
Este es el tiempo donde aquellas congregaciones que fueron obedientes, que buscan verdaderamente a Dios y se mantienen santas, puras y sin mancha —aquellas que escuchan al Espíritu Santo de Dios, que siguen su guía y se humillan delante de la presencia del Señor— se multiplican y abren nuevas sucursales para el Reino de los cielos, me dice el Señor.
Hay iglesias que van a abrir sucursales en otras ciudades y pueblos, y hay grupos caseros que se van a multiplicar como células que se dividen para multiplicarse, me dice el Señor.
Este es un tiempo imperialista, dice Dios. No solo de las naciones, sino también de mi Reino, porque salgo a conquistar. Salgo a atraer a las almas hacia mí, dice Jesús. Salgo a traer salvación a través de ustedes, mis pescadores.
Hijitos, dice el Señor, sean valientes y conquisten esas tierras que les estoy dando.
El Señor me está haciendo saber que, en este momento, Él está poniendo en nuestro corazón un hambre especial por evangelizar, una necesidad de hablar del Reino de los cielos y de la salvación que es en Cristo Jesús. En este tiempo, el Señor está entregando cañas de pescar a sus hijos, para que las extiendan y tal vez pesquen almas para el estanque del Reino de los cielos.
Es un tiempo de expansión del Reino, dice el Señor, y ustedes tienen que salir a conquistar. Porque no todo es malo, no todo es negativo, no todo es opaco. Mientras más tinieblas haya sobre la tierra, más brillará mi luz. Tengan esperanza, dice el Señor.
Porque este es un tiempo de conquistas. Y así como Dios le ordenó a Israel ir y conquistar la tierra prometida, de la misma manera, esta es una orden que sale del trono de Dios, indicándonos que salgamos a conquistar las calles en evangelismo, que salgamos a conquistar almas por todo lugar: en toda ciudad, en todo pueblo, en toda reunión en la que estemos. Y que abramos nuestras bocas, me dice Dios.
Hijitos, los estoy llamando a hablar. Los estoy llamando a pescar esas almas. Estoy levantando pescadores de hombres que van a atraerlas de distintas maneras: algunos de manera más profética, otros de manera más pastoral, otros a través de la misericordia, y otros como martillo que quebranta la piedra.
Porque tengo distintas herramientas, dice el Señor, y voy a usarlas para atraer hacia mí la mayor cantidad de almas posible.
Ustedes van a ver que, mientras los límites de los países y el mapa del mundo siguen cambiando, dice el Señor, también mi Reino se extiende sobre la tierra. Ustedes verán que hay un remanente que me ha sido fiel y que comienza a expandirse y a crecer.
Y yo (Noelia) escucho ese pasaje:
[Isaías 54:2 RVR1960] Ensancha el sitio de tu tienda, y las cortinas de tus habitaciones sean extendidas; no seas escasa; alarga tus cuerdas, y refuerza tus estacas.
Hijitos, ensánchense. Hijitos, amplíen el sitio de sus tiendas, dice el Señor.
No solo van a ver que congregaciones finalmente tiran sus paredes abajo para ampliarlas, por la cantidad de gente que va a venir en este tiempo a ser salva y a congregarse en el nombre del Señor, sino que muchos de ustedes harán lo mismo en sus casas.
Tirarán las paredes para ensanchar esos salones y para agregar habitaciones, dice el Señor.
El Señor me dice que ustedes van a recibir la inspiración de ampliar sus casas para invitar a más hermanos a reunirse en ellas, para hacer iglesia en casa. Y el Espíritu me hace saber ahora que algunos de ustedes se están asombrando, porque justamente acaban de agrandar sus casas.
Algunos de ustedes agregaron habitaciones en sus casas. Otros no solo agregaron habitaciones, sino también baños. Algunos ampliaron la cocina, el salón, el living o el comedor. Y otros están construyendo un segundo piso en sus casas.
El Señor dice que esto sucede en este tiempo porque es un tiempo de extensión del Reino de los cielos, así como también lo es de extensión de las naciones y los reinos.
Algunos de ustedes adquirirán terrenos para construir lo que nunca pudieron construir, dice el Señor. Ensánchense y no teman.
Yo (Noelia) estoy viendo que algunos de ustedes cambiaron las mesas de sus salones y pusieron mesas más grandes, porque la que tenían ya no alcanzaba para las reuniones con los hermanos. Otros agregaron sillones o compraron instrumentos musicales para adorar a Dios en esas iglesias en casa.
El Señor está proveyendo para que nosotros, sus hijos, nos ampliemos, no solo a nivel congregacional, sino también en lo personal. A aquellos que lo sirven en primer lugar en sus hogares, el Señor les va a duplicar los ingresos, para que puedan agrandarse y para que más personas se reúnan en esos lugares a adorar a Dios, a leer la Palabra, a orar y a interceder. Porque Dios está levantando iglesias en las casas.
Dios está moviéndose en las calles, y habrá una expansión en los servicios para el Reino de los cielos, me dice Dios. Por eso, este es un tiempo apostólico, un tiempo donde Dios llama a muchos al apóstolado: para enviarlos a levantar iglesias donde no las había, y a otros, para reedificar iglesias que ya estaban edificadas pero que se habían estancado.
Dios también está llamando a algunos a corregir, enderezar y revivir iglesias que se torcieron, se desviaron y quedaron muertas y estancadas, sin el mover del Espíritu Santo, sin dirección y sin guía.
Este es un tiempo apostólico, me dice el Señor. A muchos que el Señor había llamado como profetas, ahora los va a llamar como apóstoles. A muchos que había llamado como pastores, ahora los va a llamar apóstoles. Y a muchos que había levantado como evangelistas, los va a enviar como apóstoles.
Este es el tiempo del apostolado, dice el Señor, porque estoy enviando a muchos de ustedes.
Y yo (Noelia) veo hombres y mujeres con tareas específicas, que van, plantan lo que tienen que plantar, y luego se van de ese lugar, y Dios les da otra tarea y los envía a otro lugar.
Son tareas apostólicas, dice el Señor, porque hay una ola, un movimiento apostólico en estos tiempos de conquista. Hay un tsunami de apostolado en estos tiempos de imperialismo, porque el imperialismo y la conquista tienen que ver con lo apostólico.
Lo apostólico conquista, dice el Señor. Lo apostólico planta. Lo apostólico revisa lo que ya fue plantado. Lo apostólico cuida lo que ya fue sembrado y lo hace crecer.
Y veo ahora en el mapa los viajes misioneros de Pablo. Pablo iba y levantaba iglesias en distintos lugares, no solamente en sinagogas o lugares formales, sino en casas, en primer lugar.
Hay pasajes en la Biblia donde Pablo habla de iglesias en casas:
[Romanos 16:3-5 RVR1960] Saludad a Priscila y a Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús … Saludad también a la iglesia de su casa.
[1 Corintios 16:19 RVR1960] Aquila y Priscila, con la iglesia que está en su casa, os saludan mucho en el Señor.
[Colosenses 4:15 RVR1960] Saludad a los hermanos que están en Laodicea, y a Ninfas y a la iglesia que está en su casa.
El Señor dice que este es el tiempo de los enviados, porque eso es lo que significa «apóstoles» en griego.
Los enviados son los que se mueven de lugar en lugar. Son los que tienen misiones, y muchas veces se los llama misioneros. Son aquellos a quienes Dios envía a distintos lugares a sembrar, plantar y establecer cosas que vienen de Él.
Son los que colocan columnas, edifican techos a modo de cobertura espiritual, fortalecen las paredes de las congregaciones a nivel espiritual, y abren pozos de agua espiritual para que el Espíritu de Dios se mueva en ese lugar y la gente tenga de dónde venir a beber.
Los apóstoles son los enviados, dice el Señor, y este es un tiempo apostólico.
Yo (Noelia) veo que hay muchos hermanos que empiezan a moverse de un lado a otro, como hormigas. Y el Señor me dice que los enviados son como hormigas que nunca están quietas. Siempre están en movimiento.
Los enviados construyen permanentemente, y normalmente no trabajan solos, sino que se unen a grupos para realizar distintas tareas.
Ahora veo un mapa del mundo, y los veo a estas hormigas moviéndose por todos lados. No queda ningún espacio donde las hormigas no se muevan.
Y la interpretación es esta: en este tiempo apostólico, el mundo se llena de estos enviados. El mundo se llena de estos misioneros, hombres y mujeres, que van a hacer aquello para lo cual Dios los envía.
Son distintos tipos de tareas, dependiendo de si son hombres o mujeres. No es la misma operación, me hace saber el Espíritu Santo de Dios. Pero ambos son enviados, ambos son misioneros. Ambos forman parte de un movimiento apostólico, me dice el Señor.
En estas ocasiones, el hombre normalmente es usado más como un martillo, como un constructor que, antes de levantar un edificio, destroza lo que no tiene que estar. Derriba lo que no sirve con fuerza, con autoridad, y a veces hasta con imposición, si es necesario, para luego construir lo que sí viene de Dios.
El hombre va con una violencia espiritual necesaria para derribar lo que no debe permanecer. Si la estructura de esos edificios espirituales está torcida, entonces el Señor usa al hombre de una manera masculina, para derribar lo que no sirve y luego construir ese edificio con fuerza varonil.
[Jeremías 51:20 RVR1960] Martillo me sois, y armas de guerra; y por medio de ti quebrantaré naciones, y por medio de ti destruiré reinos.
Veo hombres que son enviados en estas misiones, y a veces tienen que aplicar un golpe espiritual necesario para destruir lo que no viene de Dios. Deben empujar con fuerza y derribar esas paredes espirituales hasta que caigan, ejerciendo la presión y la fuerza que se necesita, hasta que esos límites sean quitados y el espacio quede liberado para luego construir, con esa misma fuerza, lo que viene de Dios.
[Jeremías 23:29 RVR1960] ¿No es mi palabra como fuego, dice Jehová, y como martillo que quebranta la piedra?
Hijitos, les dice el Señor a los hombres, todos ustedes que estoy llamando a esas tareas específicas en distintos lugares: sean valientes y no se callen, porque mi palabra a veces tiene que ser como martillo que quebranta la piedra. Y hay una violencia espiritual que resulta buena cuando, una vez aplicada, destruye lo que no viene de mí, lo que limita a las congregaciones, lo que pone un freno al crecimiento de un lugar o de los hermanos que se reúnen allí.
Ustedes son mis enviados, les dice el Señor a aquellos a quienes el Espíritu Santo ya les habló de lo que yo estoy hablando por el mismo Espíritu. Esto es una confirmación para muchos que no creían que tenían un llamado apostólico.
Esto no se trata de una gloria mayor, dice el Señor. No se trata de ser más importantes, sino de una tarea distinta, de una función diferente a los otros ministerios o llamados.
No tengan miedo, dice el Señor.
Yo (Noelia) veo hombres en este momento, muchos de los cuales son pastores y tienen una congregación física, porque los veo en el púlpito. Y el Señor comienza a llamarlos con el título de apóstol.
El modo de operar de estos pastores comienza a cambiar, y Dios les da nuevas tareas para realizar en este tiempo de conquistas, en este tiempo imperialista. Hay distintos tipos de hombres que están recibiendo este llamado ahora, y no antes.
Ustedes tienen que entender que el llamado puede ir cambiando. Dios primero nos llama a una tarea específica, pero después, una vez cumplida esa temporada, Él puede agregar nuevas tareas a nuestro llamado, y nuevos títulos a nuestros ministerios que sí vienen de Dios.
Nuestra operación también puede ir cambiando con el tiempo, de acuerdo a distintas cosas. Y Dios se está glorificando en este tiempo en vasos que sí fueron fieles hasta ahora, en vasos que no escucharon más a los hombres que a Dios, en vasos que obedecieron y fueron valientes.
Veo un ejército de hombres apóstoles que se levantan. Un ejército de hombres que son fuertes y valientes, y que están dispuestos a salir a cualquier lado con tal de cumplir el llamado del Señor. Estos son los que toman sus valijas y empiezan a moverse por distintos lugares. Pueden ser pueblos y ciudades, pero incluso naciones y hasta continentes.
Viene mucho cambio, porque recuerden también que Dios viene hablando que este es un tiempo de cambios. Y eso incluye a la iglesia, la casa de Dios, en primer lugar.
Hijitos, dice el Señor, los envío a los cuatro vientos, a los cuatro puntos de la tierra, a conquistar lo que no se había conquistado. Muchos de ustedes van a ir a terrenos inhóspitos, a lugares donde no se había llevado la bandera de Cristo Jesús, para colocarla allí y dejar marcadas mis pisadas, dice el Señor.
Y yo (Noelia) veo muchos Pablos en este tiempo, que van a servir al Reino de los cielos. Incluso veo a algunos de ellos cuyas misiones son ir a los pueblos aborígenes, a las selvas, a los campos, a esos lugares donde nadie todavía se atrevió a ir.
El Evangelio de los cielos aún no ha sido predicado a toda criatura. Todavía no se ha terminado el trabajo evangelístico de los últimos días. Y por eso, de hecho, el fin no ha venido.
[bible Mateo 24:14 RVR60] Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.
El Señor dice que habrá desafíos para estas personas, pero también que Él los va a dotar de una valentía con la cual antes no contaban. Van a tener lo que necesitan, y van a notar incluso un cambio en su personalidad. Van a darse cuenta de que los miedos ya no tienen la misma fuerza en sus caracteres que antes, porque Dios los va a empoderar para que puedan cumplir con ese llamado apostólico.
[bible Hechos 1:8 RVR60] Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.
El Señor dice que estas personas que Él envía van a llevar sobres a distintos lugares. Son mensajeros del Reino de los cielos, como gente que trabaja en el correo, que se mueven de un lugar a otro para entregar mensajes.
Los veo con sobres en la mano, yendo de un lugar a otro, estableciendo lo que Dios quiere establecer, hablando lo que Dios quiere hablar, corrigiendo lo que Dios quiere corregir, como empleados del correo del Reino de los cielos.
El Señor les va a dar el mensaje antes de que se muevan, para que lo lleven a los lugares donde tengan que entregarlo. Por lo tanto, deberán prestar más atención a lo que el Espíritu Santo les habla, a los mensajes que reciben, a los sueños que están teniendo y a las experiencias sobrenaturales que van a vivir, y que antes quizás no vivían.
Viene un cambio sobre estas personas que Dios está llamando a misionar.
Yo veo mujeres también, mujeres que Dios utiliza para plantar, para edificar, para hacer su obra. Pero las mujeres trabajan de una manera femenina, más discreta. Son como un ente.
Ellas van y cumplen la tarea que Dios les da en estas misiones apostólicas, pero su manera de operar es con un espíritu femenino: apacible, afable, amable. El Señor las empodera de tal manera que, cuando ellas abren la boca, no necesitan aplicar fuerza para que se cumpla aquello para lo que el Señor las envía.
Es una gracia especial que tienen estas misioneras del Reino cuando son plantadas en distintos lugares. Porque veo que Dios mismo las saca de un lugar y las pone en otro, como si fueran fichas de un tablero.
La manera de operar de estas mujeres que son enviadas como misioneras es más pasiva, pero eso no quiere decir que no cumplan lo que Dios quiere que hagan o que les falte poder. Por la unción que Dios coloca en ellas, su sola presencia ya comienza a obrar en los lugares a donde Él las envía, y normalmente no necesitan aplicar la fuerza que tiene que aplicar un hombre. No necesitan ir con violencia a cumplir esas tareas, porque Dios las usa de otras maneras.
Son plantadoras del Reino de los cielos, me dice el Señor. Son como jardineras: van y plantan semillas en distintos lugares, que después Dios hace crecer. También las veo como mensajeras, como empleadas del correo que llevan sobres, pero la manera en que operan es distinta a la del hombre.
Porque veo al hombre por sobre la mujer en lo que tiene que ver con la autoridad, la presencia, la palabra, la valentía y la aplicación de una fuerza espiritual.
El Señor me hace saber que Él utiliza tanto a hombres como a mujeres en este campo apostólico, pero su forma de operar y las tareas que realizan son distintas, porque la constitución del hombre y de la mujer no es la misma.
Pero el poder del Espíritu Santo es derramado en ambos vasos, me dice el Señor. Ambos son enviados. Ambos tienen misiones apostólicas.
El problema es que, muchas veces, la iglesia tiene una idea errada de lo que significa ser un apóstol. Cuando escuchan la palabra «apóstol», muchos piensan que no existen apóstoles en este tiempo, mientras que otros creen que un apóstol tiene una gloria mayor.
Sin embargo, se trata simplemente de una función diferente a las otras funciones, no más importante ni menos importante. Estas personas son llamadas a ir a distintos lugares y cumplir con distintas misiones.
Ahora veo mujeres misioneras, enviadas a trabajar para el Reino de los cielos. Normalmente, las tareas que Dios les da tienen que ver con levantar orfanatos para niños o con misiones dirigidas a sectores de la sociedad muy necesitados, quebrantados, débiles: ancianos, mujeres desamparadas, niños.
Pero a los hombres los veo encargados de otro tipo de tareas. Ellos conllevan la aplicación de una fuerza masculina, varonil, y a veces tienen que confrontarse con otros hombres para defender la fe, destruir lo que no viene de Dios y establecer lo que sí viene de Él.
La manera de operar que Dios utiliza es acorde a la constitución de cada persona, pero Él utiliza a ambos sexos.
Dios dice que por eso muchos de ustedes se están soñando en lugares donde hoy no viven, en donde hoy no se mueven. Por eso se están soñando yendo a otros lugares. Porque tienen un llamado apostólico.
Veo misioneras que van a levantar comedores en distintos lugares, donde se alimenta a personas que no tienen qué comer. También veo misioneras que instruyen a otras mujeres para que luego queden en esos puestos y continúen la obra en esos lugares.
Veo personas que equipan a otras para establecer lo que Dios quiere establecer, cada una según la tarea que le fue dada.
Muchos de ustedes están teniendo sueños con lo que estoy diciendo, pero no entendían de qué se trata. El Señor dice que no se estructuren, que no tengan una idea elaborada de cómo tiene que ser un llamado, porque muchas de las prédicas que están escuchando no dicen la verdad sobre este asunto.
El Señor va a usar a sus instrumentos como Él quiera usarlos. Va a llamar a quien Él quiera, para cumplir lo que Él quiera. Pero muchos están dudando y pensando más en qué llamado tienen, en quiénes son, que en la tarea que Dios les está pidiendo que hagan.
El Señor les dice que lo más importante es que presten atención a lo que Él los está llamando a hacer, y no al título que Él les haya dado. Porque a veces se quedan quietos, pensando: «¿Pero yo qué soy? ¿Cuál es mi llamado?», y están esperando recibir una palabra específica.
Pero el Señor quiere que respondan a ese llamado y se muevan. Él quiere que vayan a donde Él los está enviando y pongan por obra lo que les está pidiendo. Él quiere que sean como hormigas trabajadoras que conquistan.
El Señor me revela ahora que, en este tiempo, este espíritu imperialista se mueve hasta en los animales. Se mueve incluso en las hormigas, que quieren expandir sus territorios, que se cambian de lugar y crean nuevos hormigueros. También veo animales que amplían los lugares donde viven.
Es decir, esta conquista es a todo nivel.
Así como el diablo está buscando conquistar para su beneficio, el Señor está trayendo una extensión del Reino de los cielos. Por eso, es necesario que en este tiempo los misioneros —los que tienen un llamado de apóstolado, los que son enviados— se activen y respondan a ese llamado.
Hijitos, dice el Señor, no se confundan y no le pongan un freno a sus autos, espiritualmente hablando, solo porque no entienden ciertas cosas. Lo único que espero de ustedes es, justamente, que sean como Pablo.
Cuando me revelé a él por primera vez, en ese mismo momento me dijo: «Señor, ¿qué quieres que yo haga?». Y cuando le ordené y le dije lo que tenía que hacer, él respondió de inmediato, sin cuestionar y sin preguntarme cosas que no le eran útiles de saber en ese momento.
[Hechos 9:6 RVR1960] Él, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer.
El Señor le dijo lo que tenía que hacer, y él obedeció esas órdenes. Pablo no preguntó: «Señor, ¿qué soy? ¿Apóstol, profeta, maestro, evangelista, pastor?», sino que obedeció a la voz del Señor.
Eso tiene que ser lo más importante, dice el Señor. Esa es la actitud que ustedes deben tener cuando los llamo a trabajar para Mí: obedecerme, y no concentrarse en los títulos. Aunque Yo doy un título, y ese título simplemente permanece en la persona, para Mí eso no es lo más importante, dice Jesús, sino la obediencia.
Porque aun cuando a algunos de ustedes se les confirma un título —apóstol, profeta, evangelista, maestro, pastor—, igualmente se quedan quietos, y de nada sirve. No quiero que se concentren en eso, sino en que se muevan, dice Jesús.
El Espíritu Santo me hace saber que tenemos que orar por estas conquistas de las cuales el Señor viene hablando durante todo este año. Tenemos que interceder por los apóstoles, por aquellos que tenían otro llamado pero que el Señor ahora va a enviar con estas misiones, y así establecer en la tierra el Reino de los cielos, lo que Dios quiere hacer.
Entiendan que el trabajo de intercesión es importante para que estas hormigas se muevan de una manera segura y puedan llegar a donde tengan que ir, y realizar lo que tienen que hacer, dice el Señor.
Yo (Noelia) veo que, cuando estas hormigas que se mueven por todo el mundo llegan a esos lugares, comienzan a crear hormigueros para que vengan más hormigas y se queden viviendo en ellos.
Así son los enviados. Intercedan por eso, dice el Señor. Intercedan por este trabajo misionero de los últimos días, porque los misioneros ciertamente van a pasar por situaciones difíciles y por muchos peligros. Irán a la cárcel y sufrirán enfermedades.
Me viene a la mente cuando a Pablo lo mordió una serpiente: él simplemente la sacudió de su mano y no le hizo nada.
Dios va a hacer milagros, señales y prodigios en esas misiones, y ustedes van a ver su gloria y su gracia sobre sus vidas. Pero eso no significa que no vayan a pasar por momentos difíciles. Algunas veces van a enfrentar enfermedades, maltratos, violencia, cárceles —escucho la palabra «prisiones»—, hambre y todo lo que Pablo vivía por viajar constantemente para llevar adelante la obra del Reino.
El Señor dice que intercedamos por estas personas que están ampliando y ensanchando el Reino de los cielos en la tierra, porque nuestra intercesión puede no solo salvarlos de enfermedades, maltratos, prisiones y otros problemas, sino incluso salvar sus vidas.
Intercedan por ellos, les dice el Señor a aquellos a los cuales esta palabra les resuene en sus espíritus.
Pregúntenle al Señor si es Él confirmándoles lo que ya les venía hablando y ustedes quizás no entendían.
Tengan fe, dice el Señor, porque este es un tiempo imperialista, un tiempo de conquista de las naciones, pero también de mi Reino. Este es un tiempo evangelístico y apostólico, y ambas operaciones se van a mezclar para sacar los peces de los estanques y reunirlos en el estanque del Reino de los cielos.
Es un tiempo de conquista espiritual, dice Dios.
Yo (Noelia) nos veo a muchos de nosotros subidos en ese caballo que representa el poder del Espíritu Santo, con una lanza en una mano y el escudo en la otra, extendiendo esa lanza y dando un grito de conquista.
Adelante, dice el Señor. Los envío a trabajar para mi gloria.
Yo (Noelia) lo veo ahora a Jesús hablando con sus discípulos cuando Él estaba sobre la tierra. Era Jesús quien enviaba a los discípulos que Él elegía. Era Jesús quien los llamaba por sus nombres y los enviaba a realizar distintas tareas.
Él es el que decide a quién enviar, me dice el Señor. Jesús es el que llama a realizar estas tareas misioneras. Y así como lo leemos en la Palabra, lo sigue haciendo hoy en día. Es Jesús el que instituye los ministerios que Él desee, como dice Efesios capítulo 4, y es Jesús el que los envía a hacer lo que Él quiera hacer.
Si tú eres uno de los enviados, el Señor te va a hablar sobre lo que Él ha planteado en este día. Si ese llamado viene de Él, el Señor te va a confirmar. Él te va a llamar y va a abrir las puertas.
Hijitos, tengan fe y tengan paciencia, dice el Señor, y no se equivoquen deseando este llamado del cual estoy hablando.
El Señor me hace saber que algunos de ustedes deben tener cuidado, porque están confundidos en este momento y creen que esta palabra es para ustedes, cuando no lo es. Cada uno tiene que usar el discernimiento.
Mi trabajo como mensajera del Reino de los cielos ha sido cubierto en este momento. Ahora les queda a ustedes pesar esta palabra en sus vidas, hablarlo con el Señor, descartar lo que no sea para ustedes y tomar y aplicar lo que sí lo sea.
El Señor dice que tengamos esperanza en medio de estos tiempos complicados, donde parece que lo único que se ve son guerras y rumores de guerras, peligros, dificultades y todo lo malo.
El Señor dice que, mientras todo esto sucede sobre la tierra, hay una luz que se va extendiendo, y nosotros estamos llamados a participar en la extensión de esa luz. Estas tinieblas tienen que extenderse para que la luz brille aún más y contrarreste la oscuridad.
Pero no es todo malo, sino que, al contrario, lo malo es favorable para que nosotros trabajemos más y cambiemos nuestra manera de pensar. Tenemos que entender que lo que está pasando tiene que pasar, y que es necesario para que la iglesia despierte y se expanda en este último tiempo, en este tiempo de conquista.