Estoy nuevamente aquí, como voz profética del Reino de los cielos, para entregar un mensaje a la Iglesia de nuestro Señor Jesucristo, específicamente para los que le sirven, para los ministros del altar.
[Ezequiel 8:6 RVR1960] Me dijo entonces: Hijo de hombre, ¿no ves lo que estos hacen, las grandes abominaciones que la casa de Israel hace aquí para alejarme de mi santuario? Pero vuélvete aún, y verás abominaciones mayores.
Hoy les hablo a los que tienen sus manos en el altar, dice el Señor, a los sacerdotes de mi casa, a los que están llamados a entrar en mi santuario para administrar las cosas santas. Hoy les hago un llamado a que se limpien de sus inmundicias, dice el Señor, porque muchos de ustedes están en pecado, manchando sus vestiduras, entrando con los pies llenos de polvo a mi casa para ensuciarla, y no se arrepienten.
Muchos de ustedes dicen: «No nos ven. El Señor no ve lo que hacemos en tinieblas», al igual que aquellos sacerdotes que decían en mi templo: «No nos ve Jehová, porque ha abandonado la tierra».
Astutos de corazón para esconderse de las ovejas de mi prado, dice el Señor, pero no saben que lo que hacen a escondidas no se puede ocultar de mi vista.
Arrepiéntanse, dice el Señor, porque ya no puedo sufrir las abominaciones que los ministros de mi altar hacen fuera de mi casa y dentro de mi casa. Yo dije que mi casa sería casa de oración, pero hoy en día mi casa es una cueva de ladrones y de degenerados, que después de revolcarse en el lodo en el que están metidos, se cambian de ropa y se ponen traje y corbata, los hombres, y faldas y camisas ostentosas, las mujeres, para mostrar una cosa que no son.
Arrepiéntanse, dice el Señor, porque estoy viendo todo lo que hacen: el adulterio, la fornicación, la masturbación, la perversión sexual en la que están los míos.
Yo estoy viendo todo, dice el Señor. Todo está siendo anotado en mis libros, y de todo esto se les está acusando, dice el Señor. El diablo no pierde tiempo y anota y registra todos sus pecados que ustedes le ocultan a sus congregaciones, para venir y buscar derechos legales sobre sus vidas.
Hijos depravados son los que me sirven dando mal testimonio de mi nombre enfrente de las naciones y de los inconversos, dice el Señor. Porque los pastores que se llenan la boca diciendo que son mis siervos están llenos de adulterio en sus corazones, llenos de lujuria, que dejan correr como un caballo desatado en el campo, que nadie frena, que nadie toma de las riendas.
Ellos miran a las jovencitas como presas para cazar, y hasta utilizan el título de pastores para tratar de atraerlas, para seducirlas, dice el Señor.
Estas cosas me tienen hastiado, dice Dios. Estoy cansado de llamarlos para que se arrepientan y cambien y se den vuelta de sus pecados, de sus caminos, para que tal vez recuerden que sin santidad nadie me verá, dice el Señor.
Se llenan la boca en los altares, y mientras están predicando, miran a las mujeres bonitas para seducirlas con la misma palabra que les están dando.
Seducen desde mis altares, dice el Señor; hombres y mujeres envueltos y manejados por el espíritu de seducción. Son como serpientes que abren su boca para lanzar veneno sobre los congregantes. Los hechizan, los hipnotizan, dice el Señor.
Mi casa está sucia, sucia de pecado, contaminada, y en vez de sacarse los zapatos antes de ingresar a mi santo templo, entran con los calzados llenos de barro, dice el Señor. No tienen vergüenza. Son descarados, porque ya se han acostumbrado a estas cosas.
Mi casa está contaminada y ya no es una casa de oración, no es una casa de liberación, no es una casa de restauración, dice el Señor. Mi casa es una cárcel donde los que van a buscar paz encuentran opresión, donde los que van a buscar libertad se encuentran más presos que antes.
Yo (Noelia) veo nuevas almas que se convierten a Cristo y buscan una congregación, y cuando están por entrar en la congregación se les colocan esposas en las muñecas para que, cuando entren, estén bien controlados, manipulados y encerrados. Además, me dice el Señor, si no les hacen caso a los que los líderes dicen que tienen que hacer, les pegan con vara.
Arrepiéntanse, dice el Señor, porque mis ojos están viendo todo lo que hacen y dejan de hacer.
El Señor les está hablando en esta palabra a sus sacerdotes, que hoy en día, bajo el Nuevo Pacto, representan a todo tipo de líderes y servidores en la Iglesia. Esos son llamados a mantener la limpieza del templo, llamados a purificar la casa del Señor, llamados a enseñar la ley de Dios. Esos son llamados a interceder por los que me buscan, dice el Señor.
Esos son los líderes que he llamado a que me sirvan en estos últimos días. Sin embargo, son los que más ensucian lo que tienen que limpiar, son los que menos practican lo que predican, dice el Señor. Sus inmundicias están cubiertas bajo sus ropas de gala.
Ustedes pueden esconder de los míos el corazón lleno de maldad y de pecado, dice el Señor, pero no de mí. Ustedes pueden esconder lo que hay dentro de sus corazones cuando pasan por enfrente de un espejo, pero no pueden esconderlo de mí.
Límpiense antes de que venga el azote, dice el Señor.
No son solo los hombres los que ensucian mi casa y el altar, los que fornican adentro y afuera de ella, dice el Señor. Son también las mujeres que se llenan la boca hablando de su propia santidad, cuando muchas de ellas vienen a dar una palabra después de practicar sexo oral. Después de llenarse la boca de algo de lo que no se la tienen que llenar, dice el Señor, vienen con esa mugre en sus lenguas a hablarle de santidad a mis hijas dentro del templo.
Es una humillación, dice el Señor. Es una vergüenza. Ellas no me representan y son inmundas, por más que se quieran mostrar como las más santas, dice el Señor. Si las pudieran ver en el espíritu, verían un esqueleto sin vida, lleno de polvo, muerto por dentro.
Hijos, dice el Señor, despierten, porque no todo lo que ven es como se muestra. Juzguen por los frutos y no por las apariencias.
Ustedes buscan las faldas largas y los cabellos largos, dice el Señor, buscan los rostros sin maquillaje, buscan a una mujer sin joyas y sin perlas, a una mujer que por fuera parezca pulcra y correcta, pero no saben que sus corazones están llenos de prostitución, llenos de sodomía.
Hijos, miren bien, dice el Señor. No juzguen por los títulos que ellos usan —la profeta no sé cuánto, la pastora no sé qué, el apóstol tal— porque gran parte de estos irá para el juicio de condenación eterna.
Va a llegar un momento donde el pecado de cada cual será expuesto, y separaré a los de la izquierda de los de la derecha, dice el Señor.
Hay muchos que son humildes y no tienen para comprarse esas ropas de gala, pero son genuinos en sus corazones y buscan una santidad verdadera y quieren agradarme a mí y no a los hombres. A esos tienen que escuchar, dice el Señor, a esos tienen que seguir: a los que dicen y hacen, no a los que dicen pero no hacen.
El Señor me está mostrando a un pastor que va al baño de la propia congregación a masturbarse, a mirar pornografía, a ensuciar las instalaciones de los baños de ese lugar. Después de eso, se lava las manos con agua y jabón como si nada hubiera pasado, va al púlpito a predicar y luego se pasea entre los congregantes, imponiendo las manos sobre ellos, orando supuestamente para liberación, para sanidad, para bendición, y al mismo tiempo pidiendo diezmos, ofrendas y todo tipo de sacrificios de parte de las personas que van a buscar al Señor.
Malditos están estos hombres, dice el Señor. La maldición está sobre sus cabezas, porque tratan las cosas santas con desprecio, con deshonra. Subestiman mi justicia. Me ofenden. Con las mismas manos con las que ministran a mi pueblo desesperado por una palabra, desesperado por la libertad, desesperado por encontrar un camino de verdad, con las mismas manos que tocan sus espaldas y sus cabezas se tocan a ellos mismos de una manera impura, sexualmente hablando.
Otros hasta se aprovechan de las mujeres, de los niños y hasta de los varones. Mi casa es como Sodoma y Gomorra, dice el Señor, y hasta hay orgías dentro de ella.
Es terrible lo que está pasando: un mundo de apostasía donde a lo malo se le llama bueno, como nunca antes, dice el Señor.
Hay iglesias donde se predica que todo está permitido, y no solo se predica, sino que se practica, se estimula y se enseña. Porque la doctrina de Jezabel y la de los Nicolaitas están creciendo como un cáncer en las congregaciones.
Hijos, dice el Señor, entiendan que el que me sirve tiene que lavarse las manos. Entiendan que estoy buscando servidores limpios, honrados, que no se bañen solamente por fuera los cuerpos, sino también que estén limpios por dentro, y aún que estén dispuestos a ensuciarse las manos —no por el pecado, sino por el servicio a las ovejas— para que después Yo los limpie, los renueve y los restaure.
No todo el que me dice: «Señor, Señor» va a ingresar en el Reino de los Cielos, dice el Señor, sino solamente los genuinos de corazón, los honestos.
Muchos de ustedes están timbeando. Yo (Noelia) escucho la palabra «timba» y veo que, dentro de algunas congregaciones, inclusive se reúnen por las noches grupos para jugar al póker, para tomar whisky, para hacer apuestas.
El Señor me está revelando ahora, y nunca había visto esto, que hay congregaciones que de día funcionan de una manera, pero de noche son como clubes nocturnos, donde se juntan para formar una especie de casino.
Son iguales a los de la visión de Ezequiel, cuando el Señor lo tomó por las guedejas de su cabeza y lo llevó al templo de Jerusalén para ver las abominaciones que los ancianos de Israel hacían en la casa de Dios, pero peores.
Son peores, dice el Señor, porque los pecados de los ministros actuales superan en gravedad a los de los ministros de aquellos días, porque la perversión del hombre está en unos niveles descomunales.
Son borrachos, hechiceros, proclamando oraciones que son como conjuros de las tinieblas, dice el Señor, queriendo obligarme a través de esas palabras a hacer lo que ellos quieren que Yo haga.
Se tienen que arrepentir, porque viene el fuego de purificación sobre mi casa, dice el Señor. Así como Jesús vino a la casa de Dios, azotó las mesas de los cambistas y desarmó esos negocios que los hombres habían hecho en un lugar que estaba diseñado para servir a Dios en santidad, así viene el azote sobre mi casa.
Mis ministros están apostando, dice Dios, apostando en los casinos presenciales y virtuales, haciendo negocios sucios por debajo de la mesa con la plata de los congregantes, con el dinero de los pobres que tratan de sembrar para el Reino de los Cielos.
Codiciosos. Lujuriosos. Piensan que porque ya tienen el título de pastor y están sirviendo en el altar, pueden hacer lo que les plazca.
Arrepiéntanse, repite el Señor, porque ajusto las tuercas, y al que mucho le di, mucho le voy a demandar.
Les envío voces proféticas para reprenderlos de mi parte. Los golpeo con la vara de la corrección, dice el Señor, pero se han endurecido contra mí para no escuchar mi voz, para no volverse de sus malos caminos.
Me ofenden. Me dan vuelta la cara. Me reemplazan por las cosas del mundo. Se olvidan de mí una vez que están bien económicamente hablando.
Hijitos, ustedes no apoyen estas obras del infierno. No apoyen lo que está mal. Repréndanlos ustedes también, para que tal vez estas almas se vuelvan de sus malos caminos y muchos no caigan como presas en sus manos.
Este es un tiempo de apostasía, y hay muchas congregaciones que son como clubes sociales, dice el Señor. En ellas, ciertamente hay mucha gente que viene en busca de mí, de la salvación, de la verdad, de sanidad, de restauración, de libertad, pero se encuentran con lo mismo o peor que lo que hay afuera.
Al menos, los de afuera actúan sin querer demostrar algo que no son. Pero mis ministros, mis siervos, dice el Señor, los que participan de las cosas del altar, son hipócritas. Son como sepulcros blanqueados. Se muestran de una manera mentirosa. Es una apariencia engañosa, dice el Señor.
Yo quiero abrirles los ojos a muchos de ustedes, dice Dios, para que no caigan en sus trampas, en sus redes de arañas.
Salgan de estos lugares donde abunda el pecado, dice el Señor, donde no se predica que sin santidad nadie verá al Señor, donde el arrepentimiento ha quedado desplazado, donde no hay una libertad por el Espíritu Santo, sino un libertinaje.
No vuelvan atrás como ellos, y arrepiéntanse ustedes también por hacerse los ciegos, dice el Señor.
Hijitos, los llamo a limpiar sus lechos matrimoniales, dice Dios, porque muchos de ustedes están escondiendo sus pecados sexuales y piensan que porque están casados tienen el derecho de ensuciar esa cama matrimonial donde hacer el amor debería ser una ofrenda para un Dios vivo y santo.
No se metan con el tema de la reproducción, dice el Señor. Límpiense sus bocas. El Señor está hablando del sexo oral. Dejen de practicar lo que no les he mandado, dice el Señor. Dejen de quebrar mis leyes, porque para eso no los he creado.
Arrepiéntanse, porque cuando ustedes dejan correr la semilla en sus camas y no donde tiene que estar, ese lecho queda manchado, dice el Señor.
Tomen en serio la santidad sexual, dice Dios, la pureza de las relaciones carnales. Ciertamente les he dado el uno al otro para que se disfruten en un amor puro, limpio, donde unirse como pareja representa que ya no son más dos, sino uno, y donde también me dan la posibilidad de traer nuevas almas al mundo acorde a mi diseño profético.
Ciertamente tienen la libertad de estar juntos cuanto quieran, dice el Señor, si no es que se separan en ayuno y oración por algún tiempo. Pero eso no les da el derecho de meterse con cosas que son ideas demoníacas.
Yo (Noelia) estoy sabiendo que el Señor se refiere al sexo anal, al sexo oral, a la masturbación, a la depravación. Dios me dice que muchas de sus habitaciones no son santas. Se ven más bien como un sex shop, donde se pueden encontrar distintos tipos de cosas y herramientas.
Eso es perversión, dice el Señor. Hijos, arrepiéntanse y busquen la santidad también en el hecho matrimonial, porque estar juntos y tener un anillo en sus manos no les da la libertad para cometer perversión.
Disciernan en sus mentes las ideas que no vienen de mí, dice el Señor, que no son santas. Pídanme que les revele hasta dónde ir, hasta dónde seguir y dónde parar. Pónganle rienda a esas pasiones desordenadas, a esa carnalidad.
Muchos de ustedes no me sienten como antes por causa de estos pecados sexuales. No pueden sentir la presencia del Espíritu Santo porque, cuando practican estas cosas, lo están contristando. Cuando se van de la raya del límite permitido, el fuego en ustedes empieza a bajar.
Vuélvanse de sus malos caminos, dice el Señor.
El Señor me insiste con estos pecados. Veo que hay mujeres que se congregan en la iglesia y que le practican sexo oral a sus pastores, escondidamente, antes de comenzar el culto. Es como un servicio que le hacen, me dice el Señor, porque así lo llaman ellos.
Degenerados. Depravados. Esos son los que están participando de las cosas del altar, dice el Señor.
A muchos de ustedes el Señor les está revelando en sueños estas cosas que sus pastores están haciendo, para que ustedes o los reprendan, o los alerten y les avisen, o se vayan y huyan de esos lugares.
Al que sabe hacer lo bueno y no lo hace, se le cuenta como pecado, dice el Señor. Y muchos de ustedes saben que estas cosas están pasando en esos lugares, pero se hacen pasar como ciegos, sordos y mudos.
Hijitos, no hagan esto, dice el Señor. Manténganse al margen de estas cosas y limpien sus casas.
Estoy llamando a un pueblo a la santidad, a la perfección. Estoy llamando a un pueblo a que discierna lo santo de lo profano, lo limpio de lo inmundo, lo que está permitido de lo que no lo está, a que diferencie entre la libertad y el libertinaje, dice el Señor.
No todo a lo que hoy se le llama bueno dentro de la iglesia es realmente bueno, dice el Señor. Tengan cuidado. Límpiense ustedes.
Yo (Noelia) veo que muchas mujeres se están preguntando en este momento: «¿Y qué pasa si mi esposo me pide pecar en la intimidad? ¿Qué pasa si me pide cosas que no están bien y que ensucian la cama matrimonial?».
El Señor responde que no sean partícipes de sus pecados, de su lujuria y de su lascivia. Más bien, que intercedan y oren por sus esposos si ellos les piden estas cosas que no son lícitas.
Yo (Noelia) también estoy viendo parejas que usan disfraces en la intimidad y ese tipo de cosas, y el Señor dice que, al hacer esto, están alimentando demonios que toman la mente de estas personas para poseer la imaginación. Después, los demonios tienen autoridad para perturbarlos y también torturarlos en los sueños.
De esta manera, me dice el Señor, al tener puertas abiertas, los brujos meten espíritus de abuso en ustedes, en sus hijos, en sus casas, porque a través del pecado se abre la puerta en el territorio de esa pareja. Imaginarse una situación que no existe es perversión, siendo una forma de utilizar la imaginación de la persona de una manera diabólica, demoníaca.
Por ejemplo, ver al cónyuge vestido de una profesión que no tiene o de una manera en la que no es él, es una tergiversación de la imagen. El diablo busca manchar la imagen de Dios en los hijos de Dios a través de estas prácticas sexuales perversas, utilizando su imaginación para cosas sucias, me dice el Señor.
Yo estoy sabiendo que muchos de ustedes que están escuchando tienen que limpiar sus habitaciones. Estoy viendo objetos sexuales de todo tipo, que hasta me da vergüenza nombrar, objetos sexuales para atraer el placer a ustedes mismos y también en la práctica matrimonial en las camas, entre los dos.
El Señor dice que tiren todas esas inmundicias a la basura y que limpien sus habitaciones.
Después, ustedes se quejan de que sus hijos comienzan a mirar pornografía y son pervertidos desde temprana edad, y no quieren darse cuenta de que ustedes mismos les están abriendo la puerta a estas cosas, maldiciendo a sus generaciones a través de estas prácticas sexuales ilícitas.
Dejen de esconder lo que Yo puedo ver, dice el Señor. Limpien sus cajones. Limpien sus armarios. Santifiquen sus habitaciones. ¿Qué hay debajo de sus colchones?, pregunta el Señor.
¿Ustedes piensan que no veo, que mis ángeles no anotan, que no hay nadie que los ve cuando van a esos lugares a comprar estos objetos de prácticas sexuales ilícitas, invirtiendo en el reino de las tinieblas?
Practiquen un amor puro y santo, dice el Señor. Límpiense de toda lascivia. No son sólo los hombres, sino también las mujeres que se masturban con cosas que ni siquiera se pueden nombrar de la vergüenza que dan.
Arrepiéntanse las mujeres también de una seducción, incluso con sus esposos, que viene de un espíritu demoníaco. Porque no son sólo los hombres quienes a veces les piden a las mujeres practicar en la cama cosas que no son lícitas. La culpa también la tienen las mujeres, que los seducen para llevarlos a practicar esas cosas en la cama. Ambos sexos son culpables, dice el Señor.
Dejen de tocarse entre ustedes, aquellos que no están casados, porque no se pertenecen, dice el Señor. Ni un beso les corresponde si aún no están casados delante de mis ojos, dice el Señor.
Yo (Noelia) estoy viendo ahora a una pareja que son novios, que se están conociendo, pero todavía no están casados. Lo máximo a lo que pueden llegar, me muestra el Señor, es un abrazo inocente, y más bien de lejos, no de cerca. Una muestra de afecto pura, inocente, es todo lo que les corresponde, me dice el Señor.
Sin embargo, la fornicación abunda en mi casa, dice el Señor, y no solo se dan besos sin estar casados, sino que se dan besos de lengua, se tocan las partes íntimas, inclusive las de más abajo. Y porque no llegan a completar el acto sexual con la penetración, muchos de ustedes piensan que no están pecando.
Esos cuerpos que están tocando todavía no les pertenecen, dice el Señor. Esa mujer no es tuya, te dice el Señor. No firmaste, no te comprometiste para que tengas el derecho de tocarla como si lo fuera.
Ese hombre no te pertenece. No tenés el derecho de conocer sus partes íntimas, ni siquiera a través de tocarlas, dice el Señor a las mujeres que están haciendo esto sin estar casadas. No se pertenecen.
El Señor me enseña ahora que la práctica de los judíos es correcta, porque ellos se guardan hasta el matrimonio, al punto del extremo. Se tratan con respeto y, hasta estar casados, no permiten situaciones donde se encuentran solos.
Es mucho el respeto que tiene el judaísmo por este tema. Y el Señor me dice que en eso ellos están correctos. Ellos se manejan de una manera que agrada al Señor. Se mantienen puros hasta ese momento donde realmente se entregan el uno al otro, dice el Señor.
Tienen que arrepentirse también las familias que apoyan estas cosas, me dice el Señor, que apoyan a sus hijos y a sus nietos, y los pastores que apoyan a los novios en las congregaciones que practican estas cosas, aun cuando no llegan a la consumación completa del acto sexual.
Arrepiéntanse, dice el Señor, porque haciendo estas cosas están fornicando y están pecando contra su propio cuerpo, el cual es el templo del Espíritu Santo, contristando al Espíritu Santo y provocando todo tipo de consecuencias en sus vidas y en las de sus potenciales parejas.
Hijitos, entiendan que sin santidad nadie verá al Señor. No jueguen con sus cuerpos ni con los cuerpos del otro. No jueguen con el altar, no jueguen con sus hogares, porque también hay altares en las casas.
Todos los que están sucios, límpiense las manos, como cuando los sacerdotes tenían que lavarse las manos antes de trabajar en las cosas del altar, antes de servir a Dios.
No es solamente en la práctica física que estos pecados se están cometiendo, sino también en el corazón.
Yo estoy sabiendo que muchos de ustedes piensan que, porque no están cometiendo fornicación, no pasa nada si se imaginan que están fornicando con sus prometidas o con sus prometidos, que no pasa nada si se imaginan cosas que no se pueden hacer, pero no las hacen. Sin embargo, la Biblia dice que cuando un hombre mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró en su corazón.
Limpien sus corazones del pecado, me dice el Señor. Limpien sus ojos, mis ministros. No dejen que sus ojos hagan lo que quieran. A veces ustedes desnudan a las chicas cuando las miran y no se arrepienten, dice el Señor. No sienten la mínima culpa porque piensan: «Bueno, soy hombre. Ellas me provocan».
El Señor dice que el pecado de cada uno será juzgado por cada uno y no por el pecado del otro. Si la mujer seduce al hombre, ella será juzgada por su pecado, pero el hombre será juzgado por el pecado de mirarla y dejar correr esa lascivia, esa lujuria y ese adulterio en su corazón.
Cada cual será juzgado por su propio pecado, dice el Señor. Pero porque el otro no se limpie no significa que tú no tengas que limpiarte de lo tuyo, dice el Señor.
Yo (Noelia) estoy viendo hijas de Dios que van a lugares a mirar hombres que bailan semidesnudos en esos bares nocturnos, que van a despedidas de solteras y se justifican diciendo que, porque es una despedida de soltera, ese día están permitidas ciertas cosas que después no están más permitidas. Se guardan en la santidad todo el tiempo, excepto cuando participan de una despedida de soltera.
Se caen, se golpean, se tropiezan, y después muchas de las que hacen esto ya no pueden levantarse o les cuesta tanto que quizás se levantan, pero pagan un precio por el pecado cometido, porque sabiendo que no lo tenían que hacer, lo hacen igual, excusándose delante de Dios.
En vez de decir que no a estas invitaciones lujuriosas de estas despedidas de solteras donde se practican estas cosas, dicen que sí, justificándolo delante de mis ojos. Piensan que van a negociar con la santidad, dice el Señor.
Ay, hijitos, de todos los ministros de mi reino que he llamado, es un muy bajo porcentaje el que camina en santidad. Son muy pocos los que realmente quieren agradarme. Son muy pocos los que ingresan en el templo santo de Dios con sus vestiduras blancas, sin mancha, sin culpa ni pecado.
Son muy pocos los que levantan las manos para orar con manos santas, dice el Señor, y muchos que sí estaban blancos se dieron a la tentación para irse al mundo, para prostituirse, y algunos hasta no se dieron cuenta de dónde han caído.
Oren e intercedan para que quizás mi misericordia sea extendida y les vuelva a dar otra oportunidad, dice el Señor, porque los he llamado muchas veces a través de distintas voces y maneras. Pero el corazón se endurece con el pecado y ya no son capaces de escucharme como antes. Llegan a un punto donde sus conciencias están como un campo muerto, donde la vida ya no crece, y les cuesta darse cuenta de dónde realmente están parados, de que están mal.
Oren por ellos, dice el Señor, y no sólo por ellos mismos, sino también por las personas que ellos dirigen, porque los contaminan, les imparten estas cosas, les enseñan mal, los ensucian, los desvían, los apagan, los apresan.
Intercedan si aún hay amor de Dios en ustedes, dice el Señor, porque es terrible lo que está pasando en mi casa. Mi corazón se duele y llora, porque van cayendo. Uno a uno van cayendo, y quedan pocos que son fieles. Son pocos los que me son fieles.
Oren por los que aún no han caído, dice el Señor, para que no caigan ellos también. Mi remanente es cada vez más pequeño, es cada vez más remanente.
Estoy separando el trigo de la cizaña, y la cizaña es más que el trigo. No hablo de los conversos y los inconversos; hablo de mi casa, dice el Señor.
Son muy pocos los justos, los que buscan a Dios, los que no miran pornografía, los que no le dan lugar a la lujuria, los que reconocen sus pecados y se arrepienten. Son muy pocos los hombres que pelean contra la tentación en sus corazones. Son pocos los que no se rinden ante una mujer bonita, dice el Señor. Son muy pocos los hombres con todas las letras en estos últimos días.
Muchos de ellos son afeminados, dominados por las faldas de las mujeres, dice el Señor. No me representan. No cumplen con el sacerdocio en su casa, mucho menos en las congregaciones donde los he puesto. Me avergüenzan.
Oren para que mi nombre ya no sea avergonzado de esta manera, dice el Señor, y no participen de sus pecados. Repréndanlos, porque el que salva almas es sabio.
Hijitos, los amo, pero nadie se va a burlar de mí, dice el Señor, y nadie va a venderme peras por naranjas. Júzguenlos por los frutos, no por lo que ven ni por lo que dicen. Oren para que todas estas cosas salgan a la luz, sean expuestas y sean cortados todos aquellos que no quieran arrepentirse, para que mi pueblo no caiga en sus garras.
Los amo, dice el Señor, pero sean puros. Manténganse blancos. No subestimen al diablo. Oren y pregúntenme todas las cosas. Estudien la Palabra, porque hay muchas cosas que les están predicando que van exactamente en contra de lo que dice mi Palabra, y ustedes toman lo que ellos dicen simplemente porque son sus líderes. Están pecando junto con ellos, dice el Señor.
No coloquen su dinero en lugares que están sucios. Pregunten por la guía del Espíritu Santo para saber dónde tienen que colocar esa semilla del Reino, porque podrían estar sembrando para el reino de la oscuridad sin saberlo. Pregúntenme todas las cosas y vuelvan al cuarto secreto.
Muchos se están enfriando. Otros venían bien, pero se están pervirtiendo, comenzando en su intimidad. Cuidado, dice el Señor. Rechacen los pensamientos inicuos. Dejen de ser carnales y vuélvanse más espirituales.
Los amo, dice el Señor, pero, como un padre que ama a sus hijos, tengo que corregirlos. Arrepiéntanse de justificarse, todos los que están mirando cosas obscenas. Arrepiéntanse de justificarse. No hay justificación para este pecado.
Los amo y los estoy limpiando. Los estoy podando y los estoy refinando, dice el Señor, pero todo árbol que no da fruto será echado al fuego.
Aleluya. Alabado sea el Señor.
Espero que esta palabra cale en los corazones, convierta a los inconversos, termine de convertir a los medio convertidos y redarguya a los culpables para que se arrepientan, y que la gracia y la misericordia de Dios vuelvan a sus vidas, a sus hogares y a las congregaciones. Que la Iglesia del Señor se pueda limpiar, para que, cuando venga el agua de la inundación, no entre, y cuando venga el fuego de la hoguera, no se encienda ahí adentro.
En el nombre de Jesús, amén.