Dios te bendiga, pueblo amado del Señor. Hoy es 27 de noviembre del 2024. Mi nombre es Noelia Fernández y formo parte del Correo Celestial. Y el Señor me ha dado un sobre para entregarte en esta noche, en esta tarde, en esta mañana, cualquiera sea la hora en la que estés mirando esta transmisión. Esta palabra es viva y eficaz y sigue válida en el momento en que la escuches. Alabado sea el Señor por una nueva oportunidad de estar juntos en estos últimos días y escuchar lo que el Señor tiene para decirte.
El Espíritu de Dios dice así en estos últimos tiempos: ¡Oh, hijitos, hijitos! Estoy hablando y hablando en estos últimos días para que mi pueblo no se quede sin saber, para que mi pueblo no se quede sin corregir, para que mi pueblo no se quede sin conocer la verdad. Pero mi corazón se duele, porque muchos de ustedes, los que dicen que me aman, no quieren escuchar la verdad de todas las cosas, siendo que este es un tiempo de sacudimiento, en donde estoy destruyendo columnas de mentiras, doctrinas de hombres, enseñanzas demoníacas.
Estoy borrando de los libros de las iglesias, dice el Señor, todo lo que se está predicando que no viene de mí. Entonces, no es que Yo no esté reemplazando la verdad por la mentira, sino que lo que está sucediendo es que mi pueblo no quiere recibir esa verdad.
Amados míos, los estoy llamando a abrir sus oídos de par en par. Y no solo eso, porque no se trata solamente de escuchar las verdades que tengo para decirles, sino también de que dispongan sus corazones para recibir esa verdad.
Amados míos, lo que viene es tremendo y va a sacudir todas las cosas a su alrededor. Y si ustedes no quieren saber la verdad de lo que viene, van a sufrir sin necesidad. Amigos míos, dice el Señor, ¿hace cuánto tiempo que los estoy llamando a que se preparen? Pero para prepararse necesitan saber de qué tienen que prepararse. Y aunque estas cosas que estoy hablando ya están escritas desde hace siglos y siglos, el hombre aún se sigue tapando los oídos para no entender la gravedad del asunto.
Porque, en primer lugar, he hablado a través de mis profetas a lo largo de todas las edades acerca de lo que iba a acontecer en el tiempo cercano al fin. En segundo lugar, lo he dejado escrito, para que quede grabado a través de esas edades lo que iba a venir. No solo eso, siendo no suficiente, aún envío atalayas durante estos últimos días para recordarles lo que ya les avisé tantas veces y de tantas maneras. Aun así, se siguen tapando los oídos para no escuchar lo que tengo para decir, para no corregir sus pasos y sus caminos. Además de eso, para no prepararse para lo que estoy diciendo que va a venir al mundo.
Amados míos, dice el Señor, ¿cuándo van a entender la grandeza de mi amor por ustedes? ¿Cuándo van a entender que los quiero guardar de lo que viene? ¿Cuándo van a entender que los quiero cuidar de lo que se avecina al mundo entero? Amados míos, ¿por qué van a pasar por esa ducha espiritual en donde voy a lavar la mugre que está sobre ustedes para que sean impecables como Yo soy impecable? Porque, amados míos, los voy a pasar por esa prueba de fuego para quemar lo que no tiene que estar y que solamente quede lo eterno.
Oh, hijitos, viene la lluvia. Viene lluvia radioactiva sobre la tierra y las cosas se van a desintegrar. El hombre que esté parado en el medio de esa lluvia radioactiva se va a desintegrar sobre sus pies. Las armas que se están desarrollando para combatir los hombres, unos contra otros, son desesperantes y mostrarán el nivel de maldad, de odio y de exterminio que los hombres están deseando unos contra otros.
Porque no se trata solamente de quién tiene el poder en estos últimos días, de quién se queda con el podio principal del dominio global. No se trata únicamente de ganar territorios, escucho que dice el Señor, de formar nuevos imperios. Porque muchos de ustedes escucharon hablar de los imperios anteriores que los hombres han formado, pero no se imaginan que en el corazón del hombre sigue habiendo el mismo deseo de formar los mismos imperios. No se trata de querer tener un país que sea más grande; el hombre sigue pensando en la palabra «imperio».
Estoy sabiendo en este momento, mientras estoy profetizando, que el presidente de Rusia lo que desea en su corazón es formar el gran imperio ruso, el gran imperio ruso de los últimos días. Y yo estoy viendo a este oso que regularmente en sueños y visiones representa a Rusia, que se quiere levantar a destruir con sus garras lo que sea necesario para defender su territorio. Yo estoy viendo en este momento, mientras profetizo, a un gran oso, simbólicamente en lo espiritual, que está de pie y que tiene garras largas que quieren desgarrar el mapa del mundo para, con esas garras, cortar los territorios que quiere anexar al suyo, no importa a qué costo.
El Señor está advirtiendo en este momento que tienen que escuchar lo que los atalayas estamos avisando, que tienen que creer lo que está escrito en los fragmentos bíblicos que hablan sobre lo que sucedería en los últimos días: nación contra nación, reino contra reino. Porque no se trata sólo de las naciones contra las naciones, no son los países contra los países. Las guerras finales de los últimos días se tratan de reinos contra reinos, y eso es más que una nación contra una nación, eso se trata de más que un país contra un país.
El Señor está advirtiendo, porque nos ama tanto, que lo que viene es más grande de lo que nos imaginamos. Y yo estoy viendo armas radioactivas que, donde son activadas, todo a su alrededor, lo que estaba vivo se muere, se contamina, se impregna de esa radioactividad que es irreversible para el hombre. Una vez que es activada, lanzada en los aires, nada se puede hacer para limpiar esos aires.
Si lo que vieron anteriormente, dice el Señor, acerca de la radioactividad les impresionó, las armas que ya ha creado el hombre, y que está ansioso por activar, por usar, son mucho más impresionantes que eso, al punto de tan solo dispararlas y que la materia se desintegre y desaparezca delante de sus ojos.
Esto no es ciencia ficción, porque la ciencia ficción también atalaya de lo que el hombre va a hacerme, dice el Señor. Lo que es llamada ciencia ficción también avisa lo que habría de venir. Y ustedes se divirtieron viendo esas películas, ustedes se entretuvieron leyendo cuentos que parecían imposibles de que se vuelvan realidad, sin imaginarse que hasta eso estaba usando, para prepararlos y avisarles de lo que iba a venir.
Porque Yo uso todas las cosas, dice el Señor, para ver si tal vez los que no me escucharon me escuchen, para lograr que los que estaban durmiendo se despierten, para llamar la atención a los que estaban sentados con las piernas cruzadas, sin reaccionar. He usado, dice el Señor, absolutamente todo lo que había a mi alcance para sonar el shofar, para que tal vez mi pueblo escuche la trompeta, el aviso, y entienda que tiene que levantarse del sueño y hacer algo por sus vidas.
Amigos míos, hijitos, dice el Señor, muchos de ustedes, cuando están escuchando este tipo de avisos, apagan la cámara, ponen un stop a la grabación y dicen: «Qué exagerada esta persona, qué fuerte, qué se toma todo, quiere asustar a la gente, trabaja con el miedo. El miedo es lo que esta persona quiere lograr en los que la escuchan».
Pero ese no es el evangelio, dicen muchos de ustedes. El evangelio se trata de amor, de salvación, de perdón. Y si bien eso es cierto, dice el Señor, también amor es avisar a alguien que está desprevenido para que se prepare para ese holocausto que va a venir a la humanidad. Muchos de ustedes, cuando escuchan estas palabras, porque son muy fuertes y porque sacuden sus espíritus, retroceden y cierran sus oídos a la voz de las trompetas que estoy usando para que estén advertidos de lo que va a venir.
Este es un tiempo donde se desencadenan, donde se desencadena lo peor de lo peor. ¿Cómo no les voy a avisar, dice el Señor, a los que amo? Tengo que hacer sonar la alarma de todas las maneras posibles. Tengo que usar distintos instrumentos, suaves, fuertes. Todo lo que esté a mi alcance estoy haciendo para sacudir a mi pueblo y que salga del letargo donde está.
Amados míos, dice el Señor, tomen una decisión, decidan escucharme, aun cuando las palabras que hablo no son fáciles de digerir, sabiendo que igualmente son el alimento que están necesitando comer. Porque estos son los últimos días, y aunque el fin todavía no viene, se acerca cada vez más. Y si ustedes no deciden querer recibir la verdad, querer saber la verdad, querer comer la verdad, digerirla y alimentarse con eso, entonces esa desnutrición espiritual les va a provocar que no estén edificados lo suficiente para cuando suceda lo que estoy diciendo que va a suceder.
Yo, Noelia, estoy viendo que muchos de ustedes tienen tapones en sus oídos, pero no es porque el diablo les haya colocado esos tapones, porque también estoy sabiendo que muchos de ustedes le echan la culpa al diablo por todo lo que les pasa.
Sin embargo, yo estoy sabiendo que ustedes mismos han decidido taparse los oídos para solamente escuchar los mensajes que son suaves, los mensajes que cumplen con sus expectativas, los mensajes que son fáciles de digerir. Más a los duros los desechan, a los duros los tachan como que son del diablo, como que son mensajes sin amor, como que así no se habla de las cosas del Señor. «Ese no es Dios, porque Dios es amor», dicen muchos de ustedes. Pero amor también es rescatar, amor es corregir, amor es hacer sonar la trompeta cuando viene una catástrofe.
Amigos míos, ámenme, dice el Señor, pero ámenme completamente. ¿O acaso ustedes dejan de amar a sus esposos o esposas cuando ellos dicen algo que no es tan fácil de recibir? Ámenme cuando hablo lindo, cuando hablo palabras dulces y también cuando hablo palabras amargas, entendiendo que el amor verdadero lo cubre todo, que el amor verdadero puede ser como miel, pero también como aguas amargas.
Entiendan, dice el Señor, que Yo trato de llegar a ustedes de todas las maneras posibles: por lo blando, por lo duro, por lo fácil, por lo difícil, para ver si a través de alguno de esos métodos logro alcanzar sus corazones y llamar su atención, para que me escuchen, se edifiquen y se preparen para resistir a todo lo que va a venir. Destapen sus oídos ahora, dice el Señor. Decidan escucharlo todo, cuando todo viene de mí, y no elijan solamente la parte fácil de digerir.
Yo (Noelia) estoy viendo a una persona ahora que tiene un plato de comida sobre la mesa, y de todo lo que tiene para comer separa los distintos alimentos. Los separa de una manera en la que después puede elegir qué parte va a comer y qué parte va a dejar. Esos distintos alimentos tienen diferentes propiedades, vitaminas, minerales y demás, cosas que nutren al cuerpo de manera distinta. Hay algunas cosas en ese plato que estoy viendo en esta visión que son más fáciles de digerir para el cuerpo que otras. Algunos de esos alimentos que se sirven en un mismo plato se digieren incluso más rápido y otros más lento. Algunos son como más densos y otros más livianos. Pero todo es necesario porque el cuerpo necesita distintas cosas para ser nutrido, para no enfermarse, para estar fuerte, para tener energía y demás.
Pero el Señor dice que ustedes hacen lo mismo con las palabras que Él habla, ya sea a través de la Palabra escrita, a través de la Biblia o a través de las palabras proféticas, en donde Él recuerda lo que ya está escrito o trae claridad, entendimiento o agrega detalles sobre lo que ya está escrito. Ustedes hacen lo mismo porque, de un mismo plato de comida que es la palabra del Señor, solamente eligen lo que quieren comer y el resto lo descartan, lo desechan, y de esta manera sus espíritus se quedan nutridos a medias.
El Señor dice que coman todo lo que les doy y no elijan lo más fácil de comer, porque si ustedes solamente eligen y comen lo que es más fácil, entonces solamente van a resistir lo más fácil de lo que va a venir, lo más fácil de resistir. Pero necesitan nutrirse acorde a lo que viene. Necesitan comida más sólida en este tiempo, necesitan escuchar palabras más firmes, necesitan escuchar prédicas que, según su opinión, son más duras, porque lo que viene es más duro, porque lo que viene es más difícil de resistir y de escuchar, incluso.
Amados, dice el Señor, tomen una decisión en este momento. Arrepiéntanse de no querer oír todo lo que estoy hablando, sino solamente una parte. Arrepiéntanse de querer leer solo una parte de la Biblia y no la Biblia completa, porque esto no lo hacen solamente con los mensajes proféticos de advertencia, de aviso, de corrección, sino en primer lugar con la Biblia. Muchos de ustedes solamente leen lo que es más fácil de leer, pero lo que les choca, lo que los asusta, no lo leen, no lo comen, no lo creen siquiera. Dice el Señor que se arrepientan, porque la torta se come completa.
Mi pueblo se tiene que arrepentir, dice el Señor. Mi pueblo se tiene que arrepentir de la negligencia, mi pueblo se tiene que arrepentir de poner su corazón como acero cuando les quiero decir ciertas cosas. Mi pueblo se tiene que arrepentir de poner su frente como diamante contra mí. Mi pueblo se tiene que arrepentir de hacer oídos sordos a las advertencias de lo que estoy enviando, porque muchos de ustedes reciben estos sobres de parte de los que trabajan en mi correo celestial, pero después de recibirlos, los rompen en pedazos.
Como cuando Jeremías entregó la Palabra y el rey rompió esos rollos en pedazos porque no quería leer lo que estaba escrito. Ustedes hacen lo mismo, dice el Señor. Arrepiéntanse, amados míos, arrepiéntanse de no querer oír la verdad, arrepiéntanse de no querer escucharme a través de las distintas voces que he enviado desde el comienzo de los días, para que ustedes sepan la verdad. Arrepiéntanse de elegir el error, arrepiéntanse de querer la comida chatarra y no la que verdaderamente alimenta. Arrepiéntanse de negarse a mí, porque es mi voz la que está sonando en las naciones, advirtiéndole al mundo que lo que viene no es bueno. Arrepiéntanse de levantarse cuando sus pastores o alguien que está predicando en el púlpito un mensaje de advertencia sobre lo que viene en los últimos días; ustedes se levantan y se van. Arrepiéntanse de cortar mi voz a la mitad.
Arrepiéntanse y pídanme perdón, dice el Señor, y díganme con sus bocas que están dispuestos a oírme completamente y no en parte. Lávense la cara, lávense los ojos para ver lo que les quiero mostrar, y no se hagan más los ciegos, porque lo que viene, viene igual, quieran ustedes verlo o no. Si no se sacan esa venda de los ojos que ustedes mismos se han colocado para andar ciegos acerca de lo que viene, se van a estrellar. Amigos, resistan a las palabras que son punzantes. Ustedes pueden hacerlo. Reciban lo duro, así como lo blando. No endurezcan su corazón ante lo que estoy hablando. No endurezcan su corazón cuando los estoy corrigiendo, cuando les estoy advirtiendo.
Hijitos, este es un llamado de amor, dice el Señor. Lávense sus oídos espirituales y vengan a mí arrepentidos, preparados para escuchar cosas difíciles, porque tengo cosas difíciles para decirles. Son cosas que tienen que suceder, son cosas que están dentro de mi plan profético, cosas planificadas para redimir al mundo, para levantar lo que se había caído. Todo eso tiene que suceder, no es parte del azar.
No escapen, no se escapen, dice el Señor, cuando les estoy avisando sobre esas cosas que ciertamente van a llegar. No huyan, no sean cobardes, no cierren sus corazones. Entréguense a mí y déjenme hablarles todo lo que les quiero hablar. Amigos míos, los amo. Prepárense, porque lo que viene al mundo no es bueno, pero tiene que pasar.
Escuchen, entiendan y reaccionen, de modo que, cuando suceda lo que va a suceder, aunque todo se sacuda debajo de los pies, ustedes puedan mantenerse firmes. Los amo con amor entrañable, dice el Señor, y por eso, en esta noche, hago sonar esta trompeta en el nombre de Jesús. Amén.