Hace unos días, venía escuchando la palabra «orej din», que significa abogado en hebreo. Cuando la escuchaba, pensaba que era algo más personal. Creía que se trataba de algún tema de papeles o de abogados que tienen que ver con mi vida privada y mi familia. Pero la voz continuaba. Cada día escuchaba de la nada esta palabra en hebreo: «orej din, orej din». Yo decía: «¿Qué es esto, Señor? ¿Por qué escucho esta palabra?» Anoche a la madrugada, cuando estaba en mi tiempo del cuarto secreto, en mi tiempo de oración, que normalmente lo realizo de manera más extendida desde las 12 de la noche en adelante, el Espíritu Santo me empezó a explicar de qué se trataba y me empezó a hablar sobre la corte celestial.
Yo veía un juicio que se estaba llevando a cabo. En esta visión, estaba el acusador, que era Satanás, y el abogado defensor, que era Jesús. La persona estaba sentada en el banquillo de los acusados, mientras el acusador y el abogado trataban de convencer al juez, quien tenía la responsabilidad de dictar la sentencia.
[Apocalipsis 12:10, RVR1960] Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche.
[1 Juan 2:1, RVR1960] Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.
Este es un tiempo clave, donde el Señor nos está pesando en balanza a todos, pero especialmente a sus hijos y aún más a los que le servimos.
Hijitos, dice el Señor, existe una corte celestial que juzga todas las cosas que ustedes hacen y que dejan de hacer. Hijitos, existe una balanza en donde sus actos son pesados y se cuentan, y luego de ser evaluados, el resultado de esa evaluación provoca consecuencias en sus vidas.
Yo (Noelia) estoy viendo una reunión en el reino de los cielos, donde se conversan, se discuten, se hablan, se pesan y se juzgan todo lo que nosotros hacemos mientras estamos en la tierra. El Señor tiene una corte celestial. El Señor tiene jueces en el cielo. Así como Él llamó a levantarse jueces en la tierra, el Señor tiene un grupo de jueces en el cielo, que son los encargados de juzgar las obras de los santos.
Hijitos, dice el Señor, ustedes están siendo pesados en la balanza en estos momentos.
Cuando Dios nos ha pedido que hagamos algo, cuando Dios nos ha dicho: «Hijita, hijito, quiero que hagas tal cosa», cuando Él, como Rey, nos ha dado una orden, en estos momentos se está juzgando nuestro comportamiento, nuestra respuesta, nuestra reacción a esa orden; si hemos obedecido o no, si hemos hecho caso o no.
[Salmos 82:1, RVR1960] Dios está en la reunión de los dioses; en medio de los dioses juzga.
[Salmos 82:1, LBLA] Dios ocupa su lugar en su congregación; él juzga en medio de los jueces.
La palabra hebrea «elohim» puede significar Dios o dioses, y a veces también jueces (Éxodo 21:6, 22:8-9).
Este es un tiempo de retribución, dice el Espíritu Santo, en donde el pueblo de Dios ha sido pesado en balanza y está pronto a recibir lo que tenga que recibir acorde a lo que ha hecho, a cómo ha actuado, a cómo ha respondido. Este es un tiempo de pago, donde los actos de los justos se han colocado en la balanza de mi justicia y se ha discutido en la corte celestial sobre estos asuntos, sobre las reacciones de los míos, y se acerca el momento de la retribución, tanto para lo bueno como para lo malo.
[Mateo 5:22, RVR1960] Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego.
Hay un espacio en los cielos particularmente reservado para juzgar todas las cosas que se hacen en la tierra. En este lugar de juicio, que estoy viendo literalmente como una corte, está el acusado, el juez, el acusador y el defensor. En esa corte no solamente se juzga a los hijos de Dios, sino a todas las personas que pisan la tierra. Este juicio del que habla el Señor ahora no es el juicio final del gran trono blanco. El Señor está hablando de que, mientras estamos vivos sobre esta tierra, todas las personas son juzgadas de vez en cuando. Estos juicios y reuniones de estos jueces celestiales se realizan para debatir y determinar, habiendo pesado previamente los actos de las personas, cuál será la sentencia por lo que han hecho o dejado de hacer.
Y este es el tiempo en donde se le dará la paga a muchos. Para algunos, lo que van a recibir es recompensa, ascenso, retribución de lo que se les ha quitado, restitución de lo que el diablo les robó ilegalmente, paga de su generosidad. Pero a otros se les va a quitar lo que se les había dado por no administrarlo bien. Habrá descenso espiritual y su recompensa no será una paga, sino una quita por distintas razones, especialmente por no haber administrado bien lo que se les dio, por no ejercer una buena mayordomía donde debían.
Estoy también viendo consecuencias aún mayores ante una mala actitud o el pecado que han ejercido muchos: enfermedad e incluso muerte. Hijitos, dice el Señor, se están siendo juzgadas ahora las decisiones que todos han tomado cuando Yo les he hablado.
En un primer ejemplo, acabo de compartir que una de las cosas que están siendo juzgadas y pesadas en la balanza de Dios en este tiempo son las decisiones que tomaste cuando Dios te pidió que hagas algo. Por ejemplo, cuando Dios te llamó a un ministerio y quizás no respondiste a ese llamado; o cuando Dios te envió a decirle algo a alguien y no lo hiciste; o cuando fuiste obediente o desobediente al mandato del Rey, a las direcciones que Dios te daba. Esas son algunas de las cosas que están siendo juzgadas en este tiempo. Porque Dios es un rey y no un presidente u otro tipo de líder. Él es el Rey del reino de los cielos.
Otra de las cosas que están siendo juzgadas en este tiempo es qué hicieron los hijos de Dios cuando el Señor les hablaba, no solamente para darles direcciones de lo que tenían que hacer, ya sea que les hablaba directamente a ellos mismos o ellos recibían una palabra profética a través de otra persona. ¿Cuál fue la respuesta de los hijos de Dios que escuchaban la voz de Dios de distintas maneras, que entendieron que era la voz de Dios? ¿Qué hicieron una vez que hubieron escuchado esa palabra?
Quizás recibieron una palabra de corrección, quizás de aliento, de ánimo, o de guía para sus vidas. Quizás recibieron una palabra en donde Dios les decía que tenían que dejar de hacer algo, que tenían que parar de hacer algo. Quizás recibieron una exhortación a través de la voz de Dios, ya sea directamente a ustedes mismos o a través de alguien más. El Señor está juzgando en este mismo momento qué han hecho con esas palabras que recibieron: si las pusieron por obra o no, si las creyeron o no, si las desecharon o no.
La tercera cosa que está siendo pesada es el pecado. El Señor está pesando el pecado. El Señor está colocando en su balanza el pecado de muchos, porque Él viene avisando a su pueblo, especialmente a los que le sirven, de cosas en donde estaban fallando, pecando. El Señor avisó más de una vez a muchos que tenían que apartarse de la fornicación, que tenían que dejar de adulterar, que tenían que dejar de robar de las arcas. Eso escucho.
El Señor avisó a muchos pastores que tenían que dejar de meter sus manos en los bolsillos de las ovejas que se congregaban en sus iglesias. El Señor mandó mensajeros a exhortar a todo el pueblo en cualquier área en la que estuvieran pecando. El Señor se aseguró de mandar a sus profetas o a sus hijos con don de profecía, de dar sueños, visiones y revelaciones sobre el pecado de otros, para que tal vez arrepintiéndose y apartándose de esos pecados no se dictaminara en su contra, estoy escuchando.
Pero hay un tiempo, un tiempo que el Señor otorga para que la gente se arrepienta y se aparte de los pecados. El Señor normalmente concede un tiempo específico. Cuando sabe que alguien está errando, que alguien está pecando en algún área, el Señor observa desde su trono y le da tiempo a esa persona para que se arrepienta, para que primero se dé cuenta de que está yendo por caminos de muerte, por caminos tenebrosos, por caminos oscuros que lo van a llevar a la destrucción.
Primero, el Señor da un tiempo, y este tiempo depende de cada persona, depende de la situación, depende de si la persona tiene un llamado específico o no, si tiene un ministerio para Dios o no, depende de las capacidades de la persona y demás. El tiempo que Dios otorga para que una persona que está pecando se dé cuenta, entienda, acepte que está en pecado y después se arrepienta y cambie y se limpie las vestiduras depende de muchas cosas. Pero ese tiempo no es para siempre.
[Ezequiel 33:11, RVR1960] Diles: Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis, oh casa de Israel?
El Señor no solamente concede un tiempo para esperar a que la persona reconozca el pecado en el que está, sino que mientras este tiempo transcurre, Él se asegura de darle más de una oportunidad a esa persona para que lo reconozca, lo entienda, lo acepte y se arrepienta y se limpie y pida perdón. No es que solamente manda a una persona o que el Señor le da un solo sueño en donde se puede ver en ese pecado para revelárselo, para revelar su situación. El Señor se asegura de hablarle muchas veces y de varias maneras a esa persona para darle muchas oportunidades de que se limpie y que se ponga a cuentas con el Señor.
[Ezequiel 18:32, RVR1960] Porque no quiero la muerte del que muere, dice Jehová el Señor; convertíos, pues, y viviréis.
Pero llegado un tiempo, ese reloj de arena que yo estoy viendo ahora se termina, y una vez acabado ese tiempo, el caso se lleva a la corte celestial y se discute allí. En esa corte celestial está el acusador de los hermanos, que acusa a la persona y la manda al frente con el pecado en el cual estuvo y no lo trató ni arregló. También está Jesucristo como abogado, para defender a esa persona si tiene con qué, porque hay casos que son indefensibles. Después, el Juez, con el consejo de todos los jueces que están en el cielo, dictamina la sentencia, y entonces se envían los ángeles de Dios para que esa sentencia se cumpla.
Yo estoy viendo ahora en una visión a un pastor sentado en esa corte, y viene el diablo y lo acusa en frente del Juez, que es Dios Padre, diciéndole que este pastor les robaba a los congregantes utilizando las Escrituras. Estoy escuchando ahora que el acusador le dice a Dios que utilizando las Escrituras para su conveniencia, este pastor le metía las manos en el bolsillo a los miembros de su iglesia para pedirles más dinero por la fuerza de «lo que el Espíritu Santo les estaba diciendo a ellos que tenían que ofrendar».
Yo sigo escuchando ahora lo que sucede en esta corte celestial en donde veo que se está enjuiciando a un pastor. Y el diablo sigue acusándolo, porque él tiene todo anotado, lo que este pastor hacía o dejaba de hacer, y le dice al Juez: «Usted le mandó para avisarle que deje de hacer esto, y no lo hizo.» El diablo le sigue diciendo al Juez todo lo que ese hombre hizo mal: «El pastor no quiso escuchar, y usted, Juez, le mandó sobres, mensajes, más de uno, para pedirle que encare este asunto en su congregación, se arrepienta y se limpie y pida perdón, y si hace falta, que haga restitución de lo que ha robado en esta congregación, y no lo hizo.» El diablo sigue acusándolo a ese pastor y le dice al Juez: «Pero este pastor recibió sueños en donde él mismo se veía que robaba, y no los quiso entender. No pidió por interpretación. Y no fue un solo sueño; fueron sueños recurrentes.»
En este caso en particular, yo estoy viendo que Jesucristo llora porque quiere defender a ese pastor, pero no tiene con qué. Jesucristo está ahí parado, doliéndose, sufriendo en su corazón, porque quiere tener una carta para mostrarle al Juez y tener con qué defender a este pastor, pero no la tiene, porque sabe que lo que dice el diablo es cierto. El pastor no quiso ver, no quiso cambiar, no se quiso arrepentir, no se quiso limpiar las manos del robo. Por lo tanto, el Juez golpea su martillo en la mesa y lo declara culpable. Y acorde a las leyes del reino es lo que se le va a pagar, teniendo en cuenta lo que hizo: a quién damnificó, cuánto robó a las ovejas, de qué manera lo hizo, cuánto mintió para hacerlo, cómo usó las Escrituras para manipularlas y sacarles dinero, y demás.
Esto es solamente uno de los casos que el Señor me muestra que ya han sido juzgados, y ahora se está a punto de ver la retribución de esos pecados.
[Zacarías 3:11, RVR1960] Me mostró al sumo sacerdote Josué, el cual estaba delante del ángel de Jehová, y Satanás estaba a su mano derecha para acusarle.
Mi justicia es perfecta, dice el Señor. No hay maldición que venga sin causa. No hay nada que suceda al azar, dice el Señor. No hay accidente que ocurra porque sí. Cada alma tiene sus días determinados. No hay muertes casuales. Cada enfermedad tiene su propósito y su razón de ser.
[Proverbios 26:2, RVR1960] Como el gorrión en su vagar, y como la golondrina en su vuelo, así la maldición nunca vendrá sin causa.
Hijitos, dice el Señor, sean justos y arrepiéntanse de todo lo que sabían que tenían que hacer y no lo hicieron. Sean justos y reparen lo que dañaron si les es posible. Hijitos, revisen sus hogares y limpien lo que tengan que limpiar, porque vienen los ángeles a revisar y viene el diablo a acusarlos, y quiero encontrarlos inocentes. Hijitos, tengan en cuenta que todas las cosas están siendo pesadas en este tiempo, que es un tiempo de juzgamiento. Por eso van a ver cosas impactantes que pasan en la casa de Dios, y si no tienen entendimiento sobre estas cosas, no las van a entender: muertes súbitas en los altares, accidentes de hijos de pastores, escasez en muchos hijos que deberían ser prósperos, quita de ministerios, baja de posiciones, descenso espiritual, disminución de autoridad, dolor, angustia, hambre y ruina para todos los que, sabiendo hacer el bien, hicieron el mal.
Como dice la Biblia, el juicio empieza por la casa de Dios. Primeramente es juzgada la casa de Dios y después los de afuera. Y las consecuencias serán mayores para los que conocen las leyes del Señor y no las hacen.
[1 Pedro 4:17, RVR1960] Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?
[Santiago 4:17, RVR1960] Al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.
Oren por los que están en eminencia, dice el Señor. Oren por los pastores, profetas, apóstoles, maestros, evangelistas. Oren por todo aquel que tenga un cargo ministerial. Intercedan con clamor, con lloro, con ayuno, con petición. Pidan misericordia, porque la misericordia triunfa sobre el juicio, pero tiene que ser un tipo de intercesión y de clamor con angustia, con lloro, que verdaderamente mueva mis entrañas, para que me arrepienta de enviar el juicio que voy a enviar en contra de los que fueron pesados y hallados faltos.
[Daniel 5:27, RVR1960] TEKEL: Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto.
[Lucas 12:47, RVR1960] Aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes.
Oren especialmente por los ministros, dice el Señor, pero también revísense ustedes mismos, porque este es un tiempo de juicio, es un tiempo en donde comienzan a verse los resultados de lo que se dictaminó en la corte celestial. Hijitos, oren ustedes mismos y búsquenme en el cuarto secreto para preguntarme si en algo están mal, si en algo están fallando, si de algo se tienen que arrepentir, si algo han administrado mal, si han sido livianos con las cosas celestiales, si han subestimado las cosas espirituales. Hijitos, examínense a ustedes mismos para ver si hay pecado en sus casas y en sus hogares, para ver si no están siendo desobedientes, rebeldes a mi voz.
Revísense, dice el Señor, porque no quiero que sufran, sino que se corrijan, que se pongan a cuentas conmigo.
[Isaías 1:18, RVR1960] Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.
Arrepiéntanse, hijitos, dice el Señor, porque viene el hacha. Han salido los mensajeros del reino para emitir el juicio de todos los que han sido pesados en balanza y encontrados faltos. Clamen, para que tal vez a través de su clamor, de su humillación, de su arrepentimiento, de un verdadero cambio en sus corazones, estos mensajeros pasen de largo y no los toquen. Porque viene juicio a la casa de Dios, y el acusador de los hermanos tiene mucho para acusar. No necesita ni siquiera mentir, porque el pecado de los hijos de Dios es grande sobremanera y este es un tiempo de retribución.
Yo (Noelia) estoy viendo otro caso que está sucediendo en la corte celestial en este tiempo. Yo veo un hijo de Dios, alguien que sirve a Dios, y el diablo lo acusa, diciéndole al Juez que cuando él le enviaba mujeres para que adultere, este hombre las miraba. El diablo le dice al Juez: «Es culpable, porque yo le mandaba mujeres para que él ejerza la lujuria de los ojos y si fuera posible que adultere con ellas.» Porque el hombre que estoy viendo es un hombre casado. Pero Jesús le dice al Juez: «Sí, pero él se arrepintió de haber mirado a esas mujeres bonitas cuando estaban enfrente de sus ojos. Él luchaba contra esa maldad en su corazón y él odió esa lujuria que él reconoció que estaba en su corazón. Él no cometió ese pecado, por más que por algunos momentos miraba a esas mujeres y llegó a querer desearlas en su corazón.»
Yo (Noelia) estoy viendo que ni bien ese pecado comenzó a concebirse en su corazón, inmediatamente este hermano cortaba y eliminaba esa raíz. Él se frenaba y no le daba lugar a que crezca ni a que se concrete ese pecado ni en el corazón ni en la carne.
No es lo mismo alguien que está en pecado y lo deja correr, sin hacer nada al respecto, aun cuando es en el corazón, no solamente cuando se concreta en lo físico, que alguien que tiene una tendencia al pecado pero no peca, o si apenas se desarrolla en el corazón, lo está tratando y toma dominio de esos pensamientos, cautivando esos pensamientos demoníacos y no dejándolos crecer. No es lo mismo alguien que peca deliberadamente que alguien que está en un proceso de pisar la serpiente bajo sus pies, cualquiera sea la debilidad o la tentación que esté pasando.
En los casos en donde una persona tiene problemas con algo, tiene debilidad con algo, o se siente muy tentada en algún área de su vida, si la persona se humilla y reconoce que tiene un problema, por ejemplo, con la ira, pero lo reconoce y no lo niega y lo trata, y por más que a veces peca, se arrepiente y no lo hace a propósito, en esos casos el Señor defiende a esta persona, porque sería injusto que no lo defendiera cuando la persona está luchando contra eso y no se deja llevar por ese caballo, sino que toma las riendas para ponerle un freno. Entonces, el diablo no tiene más nada que decir, y el Juez toma en cuenta lo que nuestro abogado expone sobre esa persona.
En la temporada pasada, todos nosotros hemos sido pesados en esa balanza. Hemos estado en esa silla de la corte celestial, siendo juzgados por todo lo que hicimos o dejamos de hacer, y en muchos casos hemos sido encontrados justos; no porque estamos perfectos, sino porque estamos lidiando con esas tentaciones, porque estamos trabajando sobre esas debilidades. El Señor no tiene un problema, sino que nos espera y nos da gracia mientras nosotros hacemos lo nuestro. No vamos a ser encontrados faltos. El diablo no puede acusarnos de culpables, salvo que no nos arrepintamos y dejemos que ese pecado corra y se desarrolle en nuestros corazones o se concrete literalmente en la carne.
Esto es un aliento para muchos de ustedes que saben que están lidiando con distintas cosas y que aún no están libres, pero no las dejan sin tratar. Están orando sobre eso, ayunando, pidiendo ayuda al Señor y buscando a alguien que los pueda guiar en esa área. Están haciendo algo con esos problemas. En ese caso, no solo la balanza se inclina a su favor, sino que el Señor los ayuda por medio del Espíritu Santo para que puedan avanzar en esas áreas cada vez más. Él derrama su gracia para ayudar a sus hijos que quieren ir de gloria en gloria, que quieren tener sus vestiduras blancas y ser libres y sanos de estas cosas que los acechan, libres de toda esclavitud.
[1 Pedro 2:12, RVR1960] manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras.
Algunos de ustedes están confundidos y piensan que van a ser condenados mientras están pasando por un proceso en el cual se enfrentan a algo que deben vencer. Sin embargo, lograr la victoria sobre eso que antes los dominaba no es cuestión de un día, una sola oración o un solo día de ayuno o de clamor; lleva más tiempo. El Señor tiene paciencia y no es un problema para Él esperarlos, ayudarlos y acompañarlos mientras lidian con esas debilidades en sus vidas. El proceso de santificación de los suyos no es un problema para Él. El problema surge cuando los suyos no quieren reconocer que tienen que lidiar con ciertos asuntos, cuando no quieren arrepentirse de lo que saben que está mal y continúan dando lugar a esos pecados que ya no son solo debilidades, sino pecados recurrentes.
No solo estoy hablando de pecados muy evidentes como fumar, robar, mentir, drogarse, emborracharse, fornicar, adulterar, matar y demás. Hay otros pecados con los que ustedes están luchando, por ejemplo, la glotonería, ser iracundos, vivir constantemente deprimidos; y no me refiero a una tristeza lícita y pasajera, como un duelo. Hay distintos tipos de pecados con los que ustedes están lidiando, y el mensaje principal del Señor para alentarlos es que Él espera ver una reacción de parte de los suyos ante esas debilidades que el diablo utiliza para tentarlos y, si fuera posible, hacerlos caer.
El Señor espera que los suyos trabajen sobre esas cosas y insistan para encontrar ayuda, que se limpien cada vez más en todas las áreas de sus vidas, que mejoren cada vez más. La Biblia dice que nosotros vamos siendo formados a la medida de la estatura de la plenitud del Señor Jesucristo y a su imagen. Nosotros vamos siendo refinados y purificados, como un metal que es limpiado y pasa por distintos procesos para sacar los pedacitos de otros metales que no tienen que estar ahí para que el metal quede bien puro y no esté contaminado con nada, como por ejemplo, 100% oro o 100% plata.
Algunos están en cierto estado y otros están en otro estado en ese refinamiento, y ese refinamiento nunca termina hasta que morimos. Entonces, si ustedes están luchando con ciertas cosas, no deben darle lugar a la condenación en sus vidas ahora. Sin embargo, si saben que tienen ciertos problemas o debilidades y caen en las tentaciones del enemigo en esas áreas, pero no están haciendo lo que deben hacer —no enfrentan esos problemas, no se arrepienten y los dejan correr como un caballo desbocado en sus vidas— entonces sí preocúpense, porque esa condenación viene de parte de un redargüir del Espíritu Santo en sus vidas.
El mensaje principal de este video hoy es: El pueblo de Dios y el mundo han sido pesados en la balanza en este tiempo anterior y ahora comenzamos a ver las sentencias para todos, ya sea para lo bueno como para lo malo. Tenemos que revisarnos a nosotros mismos. Este es un tiempo de examinarse a sí mismo, dice el Espíritu Santo. No pierdas tiempo. Hoy mismo busca la presencia de Dios y pregunta al Espíritu Santo de Dios: «¿Señor, hay algo en lo que estoy fallando? ¿Hay algo que está mal? ¿Hay algo que tengo que dejar de hacer? ¿Hay algún pecado involuntario que esté cometiendo?» Porque que un pecado sea involuntario no quiere decir que no sea juzgado y condenado si no lo dejas de hacer. El pecado es pecado, sea voluntario o involuntario. Hay una paga para él. Pregúntale al Espíritu Santo si hay algo que esté sucio en tu vida que tengas que limpiar, que te traiga las cosas de las cuales no te hayas arrepentido que hiciste mal, para que no haya nada que el diablo tenga en tu contra cuando quiera acusarte en esa corte celestial.
Hijitos, los amo, dice el Señor. No quiero encontrarlos faltos.
Yo (Noelia) estoy sabiendo ahora que ustedes están pensando mucho en sus pastores, porque han discernido mucho pecado en la casa pastoral de Dios, y ahora que entienden en un nivel mayor cómo funcionan estas cosas, están diciendo en sus corazones: «Dios mío, ¿qué va a ser de mi pastor?» Estoy viendo no solo pecados que tienen que ver con el dinero. Y ustedes empiezan a enumerar en sus pensamientos las cosas que están viendo que están pasando en sus congregaciones y que no son bíblicas y están ensuciando la casa de Dios. Ustedes están pensando en sus corazones: «¿Qué les va a venir a estos pastores si yo ya sé que están en pecado?»
El Señor responde que oren por ellos y que pidan misericordia, que le pidan al Señor que vuelva a enviar mensajeros para que tal vez los escuchen, que le pidan que conceda arrepentimiento, que les cambie el corazón para que puedan ver sus errores, la ofensa que sube a Dios y que ya no va a ser perdonada si no se arrepienten.
Oren por ellos, dice el Señor. Ayunen. El ayuno tiene mucho poder para mover mi corazón. Oh, hijitos, estoy pesando a un pueblo sobre lo que ha hecho y ha dejado de hacer, y viene el corte para muchos, corte de ministerios. Muchos van a perder el ministerio que Dios les había dado, porque no lo trataron con dignidad, porque no honraron las cosas de Dios, porque no respondieron a ese llamado como lo deberían haber hecho, porque no fueron serios con ese ministerio. Ustedes mismos van a ver cómo se les va a quitar lo que se les había confiado, como cuando se le quitó a Saúl el reino porque no respondió como tenía que responder.
Lo mismo verán en la casa de Dios. Así como el reino se le entregó a Saúl, pero fue examinado y observado en cuanto a qué responsabilidad ejercía sobre ese reino, cuánto obedecía, a quién ponía primero, si a Dios o a los hombres, si hacía caso o no, y a quién se sujetaba. Y llegado el momento, sus acciones fueron pesadas en la balanza de Dios y respondidas con una sentencia, y la sentencia fue:
[1 Samuel 15:28, RVR1960] Entonces Samuel le dijo: Jehová ha rasgado hoy de ti el reino de Israel, y lo ha dado a un prójimo tuyo mejor que tú.
Lo que Dios dio puede ser quitado si la persona no valora lo que Dios le dio, si la persona no responde como tiene que responder, si no lo toma en serio, si ensucia a Dios a través de lo que Él mismo le dio, si fue desobediente, si fue rebelde, si lo utilizó para el mal en vez de para el bien, y muchas cosas más. Dios puede quitar algunas cosas, las que no son inamovibles, si la persona no administra como debería lo que Dios le había dado.
Hijitos, no sean encontrados ustedes así, dice el Señor. Antes de que Yo los pese, pésense regularmente a ustedes mismos.
Hay cosas que para nosotros pueden estar bien, pero no lo están; cosas que quizás no consideramos pecado, pero que sí lo son; pecados en nuestros corazones que no podemos ver, porque, como dice Jeremías, engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso.
Y me viene ese versículo de los Salmos, donde David le dice al Señor:
[Salmos 139:23-24, RVR1960] Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno.
Examínense, dice el Señor. Apliquen este versículo. Pongan sus corazones en la balanza de la justicia. Mídanse con la vara de la Palabra para ver dónde están. Mídanse en el espejo de la verdad, que es la Palabra de Dios, para ver si hay algo que deben limpiar. Porque hay queja en el pueblo de Dios, hay murmuración, hay falta de fe, incredulidad, y falta de confianza en Dios. Hay maltratos e injusticia. Hay jefes cristianos que no les pagan a sus empleados lo que deben y lo saben. Hay ministros que desvalorizan la vida, que desvalorizan a los que están ministrando y discipulando. Hay líderes que maltratan a sus discípulos y no se arrepienten, que los manipulan, controlan, atan en vez de liberarlos, que los trauman y rompen en vez de edificarlos. Hay demasiado pecado en la casa de Dios, y sabiendo hacer lo bueno, no lo hacen. Sabiendo lo que está mal, en muchos casos, no lo corrigen. Por eso, viene el resultado de esos actos.
Hijitos, arrepiéntanse, dice el Señor, porque es un tiempo de retribución, tanto de lo que hicieron bien, como de lo que hicieron mal. Vengan a mis aguas de arrepentimiento para que Yo los lave y los voy a perdonar, y la acusación será quitada de sobre ustedes. Mi deseo es que cuando su caso sea expuesto en la corte celestial, no se encuentre nada malo que decir de ustedes. Quiero no tener que golpear el martillo en su contra. Quiero golpearlo a su favor. Hijitos, sean conscientes de que todo lo que dicen es pesado en esa balanza, es llevado a esa corte celestial.
Yo (Noelia) estoy viendo ahora otro caso en esta corte celestial, donde una mujer está siendo juzgada y el diablo viene y la acusa. Jesús dice al Juez: «Esta mujer te servía, Padre. Esta mujer estuvo a tu disposición. Gastó su tiempo, invirtió su tiempo, sus oraciones y ayunos. Fue de inspiración para muchos.» Pero el diablo le dice al Juez: «Sí, pero después murmuraba de esas personas a las cuales ayudó. Después de ayudarlas, hablaba mal de ellas. Después de comportarse como una ministra de Dios, se iba a tomar un café con una amiga y arremetía contra muchos. Usó su lengua para maldecir y no se arrepintió.» Entonces, el Juez, llevando ese caso y exponiéndolo al consejo de los demás jueces de la corte celestial, tuvo que pesar en la balanza las cosas que esa mujer hizo bien y las que hizo mal y no se arrepintió, y pagarle acorde al resultado de ese pesaje. Así, cuando esta mujer pudo haber recibido mucho como recompensa de su servicio a Dios, se le quitó gran parte de esa recompensa por causa de la murmuración.
A Dios no se le escapa nada. Sus ojos recorren toda la tierra. De Él no se puede esconder nadie. Y todo lo que está oculto, en el reino de los cielos está manifiesto. Los jueces tienen todos los papeles de nuestra vida puestos sobre la mesa como libros abiertos. No hay nada que podamos esconder, y que no sea pesado en esas balanzas. Pero muchas veces nos comportamos como si pudiera ser así, escondiéndonos como un niño que se esconde detrás del árbol una vez que se portó mal, para que no lo reten ni lo castiguen.
[Lucas 8:17, RVR1960] Porque nada hay oculto, que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de ser conocido, y de salir a luz.
[Hebreos 4:13, RVR1960] No hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.
Sean honestos con ustedes mismos y arreglen sus caminos antes de que venga la paga, dice el Señor. Hijitos, sean justos, y a partir de ahora que tienen este conocimiento, cuídense aún más del error, de deslizarse, de equivocarse, de errar, de maldecir y de cometer todo tipo de pecados, porque ahora saben que hay una balanza celestial.
[1 Corintios 11:31, RVR1960] Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados.
Por eso Dios hoy está llamando a que primero nos examinemos a nosotros mismos y nos corrijamos en lo que estamos mal, para que no seamos juzgados en esas cosas. Limpiémonos primero, para que cuando vayamos al encuentro del Señor, nuestras vestiduras ya hayan pasado por un proceso de lavamiento y no tenga Él que limpiarnos o no tengamos que sufrir las consecuencias de esa suciedad por no habernos examinado y corregido antes.
Hijitos, tengan esperanza, dice el Señor, porque así como muchos lo han hecho muy mal, también hay otros que lo han hecho muy bien. Tengan esperanza, porque también están aquellos que se han sentado en esa corte celestial y el diablo no tuvo nada para decir, nada para reprochar. Existen esas personas. No solamente existe el negro, sino también el blanco. No solamente está el mal, sino también el bien. Yo me glorifico en aquellos que me obedecen, que se humillan permanentemente y me preguntan si están bien, si van bien.
Bájense del podio a donde se han subido muchos de ustedes, dice el Señor, para humillarse en mi presencia de rodillas, para preguntarme en qué estado están, si los encuentro justos o injustos. Sean humildes, no importa qué cargo o ministerio tengan, qué puesto se les haya dado. Continuamente tengan este hábito de buscarme y preguntarme, como lo hacía David, que era rey, y así mismo, se humillaba enfrente mío continuamente para preguntarme: «Señor, ¿estoy bien? ¿Dónde estoy mal? Mostrame los pecados de mi corazón para que me arrepienta y me limpie y no tengas que castigarme.» Y aún hasta él, siendo muy grande entre otros, se equivocaba y tuvo que enfrentar las consecuencias de esos pecados. Cuanto más ustedes tienen que buscarme para preguntarme dónde están parados, cuál es el estado en el que están, en qué estado está la balanza de su justicia, para que Yo les muestre y puedan huir de la justicia divina, en el sentido de no tener que enfrentar juicios por sus propios pecados.
Hijitos, quiero pagarles con el bien y no con el mal, dice el Señor. Pero sean justos, porque Yo soy justo. Sean buenos, porque Yo soy bueno. Sean obedientes y no rebeldes. Atiendan a mi voz. El Espíritu Santo los guía en todas las cosas. No lo desechen, no lo callen, no lo silencien. Háganle caso. Es una de las claves para saber cómo están, qué tienen que hacer y dejar de hacer. El Espíritu Santo les marca de qué se tienen que arrepentir. Y si ustedes inquirieran en mi casa, si ustedes buscaran mi rostro permanentemente, Yo les respondería: «Hijito, acá es donde tenés que limpiar. Hijita, esto es lo que tenés que corregir.»
Yo quiero ayudarlos, pero muchos no me buscan. Y otros que me buscan no tienen fe de que les quiero responder. Crean en mí, dice el Señor, crean que los amo, que están en mi corazón, porque ustedes son míos, me pertenecen, y no quiero que les venga mal, sino el bien. Quiero retribuirlos con buenas cosas y no con malas cosas, pero depende de ustedes. Sean conocedores de las cosas espirituales, entendidos de las leyes del reino. Entiendan que hay una justicia divina que se manifiesta permanentemente en el mundo. Y aún la que todavía no se ha manifestado en la tierra se va a manifestar después de ella. Hay juicios, hay sentencias, hay consecuencias que algunas personas reciben mientras están vivas y otras las van a recibir cuando estén muertas.
Esta es una de las razones por las cuales los hijos de Dios muchas veces pagan por sus pecados en vida y no después de morir. Porque para que puedan irse sin deudas espirituales, lo que hace Dios es pesarlos en esta vida para que reciban la retribución de esas cosas de las cuales no se han arrepentido y sus cuentas queden en blanco. Por eso dice la Biblia:
[1 Timoteo 5:24, RVR1960] Los pecados de algunos hombres se hacen patentes antes que ellos vengan a juicio, mas a otros se les descubren después.
Por eso muchas veces hay hijos de Dios que sufren distintas consecuencias de las cosas que han hecho mal mientras están vivos y no pagan por esos pecados después de morirse, porque, como son hijos de Dios, tienen que irse de esta vida sin deudas. Por lo tanto, las deudas que acumulen las tienen que pagar mientras están vivos. Pero para los que no son hijos de Dios, muchas veces sus vidas parecen injustas, porque pecan continuamente y pareciera que no hay retribución de sus pecados mientras están vivos. Pero esas deudas que van acumulando cuando están vivos las pagan cuando se mueren, porque no se mueren salvos; se mueren en sus pecados.
Pero no es que no se haga justicia con esos pecados. Los pecados se pagan.
Hijitos, dice el Señor, tengan esperanza y límpiense. Revísense y pónganse a cuentas conmigo, para que cuando los ángeles anoten lo que ustedes hacen o dejan de hacer y esas anotaciones sean llevadas a las cortes celestiales, el diablo no encuentre nada de qué acusarlos. Y si en esas anotaciones se encuentran muchas cosas buenas que se les tengan que pagar, ya sea en esta vida o en el cielo… Porque también las cosas buenas pueden ser pagadas mientras estamos vivos o en la vida eterna. Así como el resultado de los pecados se puede pagar en la vida en esta tierra o después, lo mismo pasa con las cosas buenas. Por eso hay hijos de Dios que hacen muchas cosas para el Señor, que lo sirven, que no están en pecados voluntarios, y no ven que reciben la recompensa que pareciera que se merecen mientras están vivos. Pero eso no significa que no la van a recibir, sino que Dios la tiene preparada en la vida eterna. Hay cosas que se recompensan durante la vida de la persona y hay cosas que se recompensan después, en la vida eterna.
El Padre habla esto para que entiendan que hay una justicia que se lleva adelante permanentemente y que todo lo que sucede tiene una razón de ser. No se dejen llevar por lo que sus ojos ven o por lo que ustedes juzgan, sino que siempre recuerden que Dios es extremadamente justo y que hay cosas que suceden detrás de lo que nosotros vemos que no estamos teniendo en cuenta.
[Isaías 55:8-9, RVR1960] Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.
Todos los que hicieron el bien en la tierra, no todas las recompensas de ese bien y de esos sacrificios las reciben mientras están vivos. Muchas veces no vemos la retribución de los sacrificios que hacemos o de las cosas que hacemos bien mientras estamos vivos, pero es porque el Señor nos va a retribuir en la vida eterna. Él está preparando esos tesoros celestiales, esas recompensas eternas en la vida eterna. Y mientras estamos vivos, acumulamos esa deuda, pero a nuestro favor, para que se nos pague en la vida eterna aún mejor que si se nos pagara en esta vida, porque Dios quiere que disfrutemos de esa recompensa eternamente y para siempre. Muchas veces, si Él nos recompensara en esta vida, solo tendríamos tiempo para disfrutar de esas recompensas hasta nuestra muerte. Así que cosecharemos lo que sembramos, pero Dios prefiere pagarnos en la eternidad para poder disfrutar de esa cosecha para siempre y no de una manera momentánea.
Por eso la mayor parte de nuestra recompensa no la vemos mientras estamos vivos, sino que la vamos a ver después. El Señor lo hace así porque es mejor para nosotros, porque esa recompensa va a ser eternamente y para siempre y no momentánea como si fuera si la recibimos mientras estamos vivos. Por más que hay ciertas cosas que sí Dios nos recompensa en vida, porque las utiliza para cumplir sus propósitos en esta tierra, como ascenso espiritual, cierta prosperidad y demás, esto no afecta nuestra recompensa en la vida eterna.
La Biblia también habla de la siembra y la cosecha. Lo que sembramos en esta vida no siempre lo cosechamos aquí, sino después, en la vida eterna. De hecho, la mayor parte de las cosas buenas que hacemos, de lo que sembramos y es bueno, acorde a las leyes de Dios, la cosecha la veremos después, pero ese después será para siempre y no momentáneo. Si ustedes logran entender lo que acabo de decir, es tremendamente alentador y cambia nuestra manera de pensar por completo.
[Gálatas 6:8, RVR1960] El que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.
[2 Corintios 9:6, RVR1960] El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará.
No se amarguen cuando vean a los pecadores y a los injustos disfrutando de las buenas cosas de la vida. Recuerden que esa injusticia se les pagará después en el infierno. Recuerden que los injustos, que muchas veces la están pasando tan bien en esta vida, no es que no estén siendo juzgados, sino que la paga por esos pecados la verán después y será eterna. Dios es justo. Así que busquen generar tesoros en el cielo y no en la tierra, porque aquí es momentáneo, pero allá es eterno.
[Proverbios 24:19-20, RVR1960] No te entremetas con los malignos, ni tengas envidia de los impíos; porque para el malo no habrá buen fin, y la lámpara de los impíos será apagada.
Yo (Noelia) veo a muchos de ustedes que piensan: «Qué injusto. Tal o cual persona hace todo mal, es un pecador, es malo, le hace mal a la gente, se abusa y muchas cosas más, y no les pasa nada,» y no toman en cuenta que hay una corte celestial donde todo eso se está pesando, donde todo eso se está juzgando, y le será pagado tarde o temprano. Si no se ve ahora, después se verá el resultado de ese pecado, y la persona recibirá su condenación, su sentencia. Amén.
Gracias, Señor. Te alabamos, Señor. Gracias, Padre Celestial. Gracias, amado Juez, justo, eterno, perfecto. Gracias, amado nuestro. Te pido, Padre, que después de esta palabra la reveles por tu Espíritu Santo a todos los que te van a preguntar si hay algo de lo que se tienen que limpiar, arrepentir y cambiar, para que no les venga la retribución de esas inmundicias. Inspira por tu Espíritu Santo a través de palabra, visión, sueños, a través de la Biblia o de cualquier tipo de señal que quieras usar para revelárselos. Te damos la gloria y la honra por todo esto y glorificamos tu santo, santo, santo nombre, en el nombre de Jesús. Amén y amén.