Hijitos, dice el Señor, hoy voy a hablar a un pueblo sediento acerca del tiempo, porque entender las cosas celestiales que se refieren al tiempo es clave en estos últimos días. Hay distintos tiempos, hay distintas horas, dice el Señor. Los minutos corren y los segundos se apresuran a cumplir lo que está escrito. Hijitos, hay plazos que se tienen que dar.
Yo (Noelia) estoy viendo que algunos de ustedes toman notas que tienen que ver con los tiempos de Dios. En muchos corazones hay preguntas sobre la palabra «tiempo». Por eso el Señor quiere responder a esas preguntas, porque muchos de ustedes se han preguntado acerca de lo que el tiempo es, de los distintos tiempos, del cumplimiento de las cosas que están escritas con respecto al tiempo. Algunos de ustedes han visto relojes en sus sueños y visiones.
Escucho la palabra «meses», la palabra «minutos» y la palabra «segundos». Escucho un reloj que hace «tic tac, tic tac, tic tac».
Hijitos, dice Dios, el tiempo está en mí. El pasado, el presente y el futuro están en mí. No solamente todas las cosas están en mí, sino que también todos los tiempos que existen están en mí. Esto es un misterio que no todos ustedes entienden, pero que justamente con el correr del tiempo pueden llegar a entender. Porque a eso quiero llevarlos, dice el Señor, a que comprendan mis tiempos, a que entiendan el reloj de la profecía.
Yo (Noelia) veo las palabras «cumplimiento profético» y veo una línea de tiempo con distintos eventos que ya están marcados en ella. Veo el abecedario desde la A hasta la Z, y esas letras representan marcas en el tiempo. Cada una de esas letras representa un evento profético que está determinado exactamente en el año, el mes, el día, la hora, el minuto y el segundo en el que se tiene que cumplir. Y me vienen los versículos bíblicos que dicen que lo que está escrito se va a cumplir de la A a la Z. Y sigo viendo ese abecedario de la A a la Z, con cada letra marcada en la línea de tiempo.
Todas las cosas tienen un plazo para cumplirse, dice el Señor. Todo el plan profético desde la A hasta la Z tiene un plazo para darse y ya está determinado desde antes de la fundación del mundo. Hijitos, no hay nada que suceda al azar, dice Dios. No hay nada que se escape de mis manos, porque el plan que Yo ideé para la restauración de todas las cosas ya estaba ideado desde antes de crearlas.
Esa línea de tiempo que yo (Noelia) sigo viendo está, a su vez, dentro de Dios. Yo veo a Dios Padre, y dentro de Él está esa línea de tiempo, con todo el abecedario desde la A hasta la Z marcado en orden, perfectamente estipulado, perfectamente planeado, sin ningún tipo de error. No hay nada que tuvo que ser corregido en esa línea de tiempo, nada que tuvo que ser borrado, nada que tuvo que ser reemplazado, porque Él ya ideó el desarrollo de todas las cosas desde antes de la fundación del mundo.
Hijitos, dice el Señor, esta línea de tiempo fue creada a través de mi sabiduría, de mi inteligencia, de mi cálculo matemático perfecto que nunca se equivoca. Porque Yo soy el matemático de los matemáticos, Yo soy el maestro de los maestros de matemáticas, dice el Señor. No hay cálculo que se me escape, no hay error en la calculación de todas las cosas, y cada segundo de sus vidas, cada segundo del desarrollo de los eventos mundiales está perfectamente calculado, sin margen de error.
Hijitos, dice el Señor, si ustedes entendieran que todo lo que Yo he ideado desde antes de la fundación del mundo para que acontezca y para la redención de todas las cosas, si ustedes entendieran quién soy realmente Yo y con qué tipo de perfección ideé este plan, entonces confiarían realmente en mí, porque entenderían que aquel que ideó todas las cosas desde la A hasta la Z no se equivoca.
Yo (Noelia) estoy sabiendo que algunos de ustedes piensan a veces que Dios se equivocó cuando suceden algunas cosas en la tierra. Algunos de ustedes piensan que Dios perdió el control sobre algunos eventos que ocurren en el mundo. Pero el Señor me muestra que nosotros, los humanos, vemos las cosas de manera limitada. Tenemos una perspectiva reducida de lo que sucede, de lo que sucedió y de lo que va a suceder.
Sin embargo, en Él están los principios, los desarrollos y los finales. No es que los principios, los desarrollos y los finales estén fuera de Él y que Él los mire desde afuera, sino que estos principios, desarrollos y finales están dentro de Él. Por lo tanto, no hay absolutamente nada que pueda escaparse de su soberanía perfecta, porque todas las cosas, inclusive el tiempo, están en Él.
Yo veo al Señor calculando miles de millones de cosas al mismo tiempo. Su mente es como una calculadora capaz de hacer miles de millones de cálculos matemáticos simultáneamente. No hay límite para su capacidad. No hay falta de entendimiento en Él. No hay nada que se desvíe del camino de su pensar. Todo lo que Él piensa, todo lo que Él calcula, todo lo que Él planea da exactamente en el blanco.
Hijitos, dice el Señor, muchas veces ustedes me subestiman. No entienden ante qué Dios están. No dimensionan quién es ese Dios que está con ustedes y no en contra de ustedes. Porque, si entendieran quién es el que está para ustedes, ya no temerían al mal. Si pudieran ser conscientes de quién soy Yo, ya no serían los mismos que hoy son.
El que toma conciencia verdaderamente de quién es su Dios —el Dios de Israel, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob— vive confiado, porque sabe que no hay nada ni nadie que esté fuera de Él; porque sabe que el Espíritu de Dios está en todo lugar; porque sabe que absolutamente todos los procesos biológicos —no solamente de cada persona, sino de cada árbol, de cada planta, de lo que sucede debajo de la tierra, dentro de los insectos, incluso de los microbios— están dirigidos por la mente de Dios a través de la palabra, y Él calcula permanentemente todos estos procesos en esa mente extremadamente poderosa y tan capaz que difícilmente nosotros lo podemos entender.
Hijitos, dice el Señor, tomen conciencia de que Yo soy mucho más de lo que varios de ustedes creen, piensan o han conocido. Les falta conocer más de mí, les falta entender más sobre quién soy, dice el Señor. Algunos de ustedes tienen que romper barreras que colocan a mi alrededor con respecto a lo que entienden que Yo soy. No es que haya barreras a mi alrededor que me limiten, sino que ustedes crean esas barreras en su imaginación, que los limitan de entender realmente quién soy Yo.
Hijitos, dice el Señor, hay un tiempo para todo y hay un tiempo para entender. Este es el tiempo. En estos días estoy revelando misterios acerca del tiempo, y les estoy revelando incluso a los científicos misterios guardados para este tiempo, misterios sobre el tiempo. Porque aun a los científicos Yo les revelo lo que quiero revelarles en mis tiempos y no en el tiempo de ellos. Porque no hay misterio ni secreto que sea revelado al hombre si no es en mis tiempos, dice el Señor, y hay tiempos determinados para revelar misterios.
Yo (Noelia) vuelvo a ver esta línea de tiempo y veo muchos misterios marcados en esa línea, misterios que no se revelan hasta que se cumple exactamente el tiempo determinado para que sean revelados.
Hijitos, este es un tiempo intenso en cuanto a la revelación de misterios, porque la mente del hombre está preparada en este tiempo para comprenderlos, para recibir esas revelaciones y ese tipo de luz, porque hay diferentes intensidades con las que la luz alumbra.
Yo (Noelia) estoy viendo que la mente del hombre está siendo iluminada en un nivel mayor a eras anteriores de la humanidad. Veo que el Señor está iluminando en un nivel mayor a muchas de las mentes de sus hijos. Y me viene ese versículo:
[1 Corintios 2:9, RVR1960] Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman.
Cuando el Señor va a revelar estas cosas que están preparadas para los que le aman, Él ilumina las mentes de ellos para que puedan entenderlas. Cuando el Señor está por revelar estas cosas, ilumina la mente, porque la revelación tiene que ver con la luz.
De hecho, algunos de ustedes han soñado que encendían una vela, prendían un foco de luz o entraban en una habitación y activaban el interruptor para encender la luz de esa habitación que antes estaba oscura. A veces, este tipo de sucesos en los sueños quiere decir que revelación va a llegar a ese lugar, porque la luz tiene que ver con la revelación. Cuando uno está en una habitación oscura y enciende la luz, entonces puede ver lo que antes no veía.
Yo vuelvo a ver que la línea de tiempo está dentro del Señor. El tiempo está en Él y fue creado por Él para la redención de todas las cosas. El tiempo tiene una finalidad y no fue creado al azar o porque sí. El tiempo no existió siempre. El tiempo de la vida del hombre sobre la tierra no es eterno como Dios, sino que tiene un principio y un fin. Dios creó este tiempo para la redención de todas las cosas, para que el cumplimiento de su plan profético tenga un principio, un desarrollo y un fin. Este tiempo no será para siempre y no es lo mismo que la eternidad, donde habita Dios y donde nosotros vamos a habitar junto con Él.
[Apocalipsis 10:6, RVR1960] Y juró por el que vive por los siglos de los siglos, que creó el cielo y las cosas que están en él, y la tierra y las cosas que están en ella, y el mar y las cosas que están en él, que el tiempo no sería más.
Hay una línea de tiempo, y por eso es una línea del tiempo y no un círculo de tiempo, porque las líneas tienen un principio y un final. Así veo este tiempo del plan profético de Dios: con un principio y un final. Y me vienen las letras Alfa y Omega, el principio y el fin, el primero y el último.
En mí están los principios y los finales, dice el Señor. Yo soy el que da comienzo a todas las cosas, y Yo soy el que les da un final. No hay tiempo que esté fuera de mí. Todas las cosas están en mí, incluyendo el tiempo. Todos los principios están en mí, por eso Yo soy el Alfa. Y todos los finales están en mí, por eso Yo soy el Omega. Todas sus vidas me pertenecen, dice el Señor, y Yo les doy un principio y Yo les doy un final. Porque Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último, y vivo para siempre, por toda la eternidad.
La vida del hombre tiene un principio determinado y también un fin. No hay cosas que sucedan al azar, dice el Señor. No hay alma que nazca sin que Yo haya determinado la fecha, el año, el mes, el día, la hora, los minutos y los segundos de su primera respiración en este mundo. El hombre tiene un tiempo determinado, dice el Señor, y en cada segundo que pasa en la vida de ese hombre se cumplen varios propósitos simultáneos.
Cada vida de cada hombre que pisa, que ha pisado y que pisará la tierra tiene propósitos múltiples y específicos, determinados desde antes de la fundación del mundo, que tienen que ver con un solo plan profético. Todos los hombres que han nacido o que están por nacer forman parte de este plan profético, dice el Señor. Conversos e inconversos, esclavos o reyes, líderes o liderados, todos forman parte de un solo plan profético. Pero que ustedes no lo entiendan no quiere decir que no sea así, dice el Señor. Porque Yo he determinado la existencia de cada objeto, de cada ser viviente. Cada cosa creada tiene una razón de ser. No hay nada que esté sobre la tierra que no tenga un propósito, dice el Señor.
Yo (Noelia) veo la tierra. Veo un paisaje y un animal, como un bambi, que está como pintado y agregado en este paisaje. No se mueve, no tiene vida, no tiene razón de ser. Esta visión quiere decir que no hay nada que esté pintado. No hay nada, ni nadie, ni siquiera un animal, ni una planta, ni una persona, ni una piedra, que haya sido creada sin un propósito específico. Cada cosa creada tiene una razón de ser y forma parte de este plan profético del Señor para restaurar todas las cosas.
Ustedes a veces piensan que las cosas se dan porque sí, dice el Señor, que las cosas acontecen sin un orden, sin que haya una mente maestra detrás de todo eso. Ustedes a veces creen que existe la casualidad y que Yo no tengo las riendas del tiempo y de lo que acontece durante el transcurso de él.
Hijitos, dice el Señor, esto es un misterio que pocos entienden, pero los que lo logran entender ganan sabiduría que viene de lo alto. Y si ustedes logran entender lo que estoy hablando, van a sentir como si algo hiciera clic dentro de su ser, como si algo se destrabara, como si algo se desbloqueara. Porque entendiendo lo que les estoy hablando ahora y entendiendo lo que es la eternidad, se darían cuenta de que ustedes están hechos y creados para vivir en ella y no en un tiempo limitado, dice el Señor. Y entendiendo que la eternidad es lo que les espera, aprovecharían más y mejor el tiempo que tienen para vivir sobre esta tierra. Porque, dependiendo del transcurso de sus vidas mientras están viviendo en este tiempo determinado, así será lo que van a vivir en la eternidad.
Por eso, hijitos, dice el Señor, hoy quiero que tomen conciencia de la importancia de redimir el tiempo que tienen para vivir en esta tierra, porque cada segundo que pasa, según lo que ustedes hacen en ese segundo, determina sus vidas en la eternidad.
Hijitos, es importante que valoren el tiempo. Yo (Noelia) veo un reloj de arena donde la arena pasa y no se detiene. No hay forma de parar el fluir de la arena. El tiempo no se detiene, dice el Señor. El tiempo corre como un caballo salvaje que no tiene freno, y algunos de ustedes lo están viendo pasar y, aun así, no se mueven. No hacen lo que tienen que hacer. No responden a mi llamado.
Hijitos, recuerden que el tiempo tiene un final y que no tendrán tiempo para siempre en esta vida para hacer lo que tienen que hacer. Cuenten el tiempo, dice el Señor. Cuenten las horas, los minutos y los segundos.
Yo (Noelia) estoy viendo ahora a una persona que está orando, arrodillada en el suelo, en la presencia del Señor, en su intimidad, en lo secreto. Y veo un reloj que corre. Cuando una persona está haciendo esto, dedicándole ese tiempo que corre en ese reloj a Dios, esto está impactando en la eternidad. Lo que esa persona está haciendo tendrá consecuencias en su vida en la eternidad. Estamos hablando de la vida eterna, cuando estemos en la presencia del Señor.
Eso es invertir el tiempo que Dios nos ha dado para vivir esta vida en cosas eternas. El Señor nos habla de esto porque me hace saber que muchos de ustedes subestiman invertir tiempo en las cosas del Señor. Pero Dios quiere que sepas hoy que, cuando inviertes tu tiempo en las cosas de Dios, estás invirtiendo a favor de tu vida en la eternidad.
Hijitos, dice el Señor, cuando ustedes ayudan a su prójimo, cuando dedican tiempo de sus vidas a servir a los demás, cuando dedican tiempo de sus vidas a interceder por los demás, cuando dedican tiempo para amar a los demás, cuando me sirven a mí, cuando se entregan a su prójimo, sirviendo a su prójimo y utilizando su tiempo, es como si regalaran este tiempo a mí y a su prójimo. Ustedes están invirtiendo en la eternidad.
El Señor repite que, de acuerdo con lo que nosotros hagamos mientras estemos en esta vida, durante los días que se nos hayan dado, de eso va a depender cómo será nuestra vida en la eternidad. Nosotros estamos invirtiendo en el Reino de los cielos, en la eternidad, en una vida junto con nuestro Dios. Lo que hagamos hoy impacta en esa eternidad.
Sí, dice el Señor, es así como están escuchando. Lo que ustedes digan también impacta en la eternidad, porque sus palabras pueden cambiar el curso de las cosas. Tienen el poder de crear o de destruir, de dar vida o de matar, dice el Señor. Por lo tanto, hay palabras que tienen el poder de impactar en la eternidad.
Hijitos, dice el Señor, tengan cuidado con lo que hablan, tengan cuidado con lo que hacen, tengan cuidado con menospreciar el tiempo, tengan cuidado con subestimar el tiempo, tengan cuidado con desperdiciar el tiempo. Aprovechen el tiempo, sabiendo ahora que pueden aprovechar el tiempo que tienen hasta que se terminen los días que han sido determinados para que vivan. Aprovechen este tiempo para invertirlo en la eternidad.
Hijitos, tomen conciencia de que el tiempo pasa, dice el Señor. Tomen conciencia de que hay un reloj profético que está corriendo. Tomen conciencia de que hay un principio y un final determinado para sus vidas y que, además de eso, la mayoría de ustedes no sabe cuándo será ese final.
Aún con más razón, si no sabemos cuándo será el final de ese tiempo de nuestras vidas en esta tierra, más importancia deberíamos darle al tiempo que tenemos, más deberíamos aprovecharlo.
Hijitos, dice el Señor, el tiempo se acaba para algunos de ustedes, lo cual no lo digo para que teman, sino para que lo aprovechen. Hijitos, viene un tiempo donde el tiempo ya no será más. El tiempo se va a terminar. El reloj se va a detener. Cuando mi plan profético se cumpla, dice el Señor, el tiempo ya no será necesario. Cuando mi plan de redención de todas las cosas se cumpla, dice el Señor, el tiempo ya habrá cumplido su propósito. Pero mientras el tiempo no se detenga, todo tiene que seguir corriendo, todo tiene que seguir marchando. Por eso dice la Biblia:
[1 Corintios 7:29, RVR1960] Pero esto digo, hermanos: que el tiempo es corto; resta, pues, que los que tienen esposa sean como si no la tuviesen.
Esto no quiere decir que no se le dé importancia a la esposa, sino que uno tiene que aprender a aprovechar el tiempo, aunque esté casado, aunque tenga trabajo, aunque haya otras cosas para hacer. Se refiere a darle importancia al tiempo, que es corto, para cumplir lo que el Señor nos ha marcado para cumplir.
Hijitos, dice Dios, tomen conciencia de que el tiempo es corto. Para algunos es más corto que para otros.
Yo (Noelia) veo distintas duraciones del tiempo en las vidas de los hombres. Hay hombres que viven poco tiempo y hay hombres que viven más tiempo. Y veo que, a lo largo de esa línea de tiempo que estaba viendo, la vida del hombre se fue acortando. Al principio, los hombres vivían más de 900 años, pero después el Señor fue acortando la vida del hombre, y ahora el hombre vive menos que antes.
Yo estoy sabiendo ahora que el Señor a veces acorta la vida de algunos hombres para que no se desvíen; porque, si algunos tuvieran demasiado tiempo para vivir, se perderían. Entonces, el Señor tiene que acortar el tiempo de vida de ciertas personas para que se salven. Veo a Dios manejando el tiempo de la vida de los hombres según lo que es mejor para ellos.
Esto lo dice el Señor ahora porque muchos de ustedes han perdido a personas importantes en sus vidas o han sabido de gente que ha muerto, y se han hecho preguntas en sus corazones: «¿Cómo puede ser que Dios haya permitido que tal persona muriera?». Pero no entienden que Dios es bueno y que a veces hay personas a las que les conviene tener una vida corta en vez de una extensa.
Hijitos, dice el Señor, confíen en mí, en mi benevolencia, en mi justicia, en mi balanza perfecta. Confíen en mi amor, en el amor que tengo por mi creación. Confíen, dice el Señor, porque nadie sabe mejor que Yo lo que es lo mejor para un alma. Nadie lo sabe mejor. Nadie puede contemplar la vida de los hombres como Yo puedo contemplarla.
Hijitos, no hay casualidades. Nada se escapa de mi mano, de mi observación, de mi cálculo. Yo pongo un final a todas las cosas, inclusive la vida de los hombres, y ustedes tienen que entender que siempre voy a buscar reducir el juicio sobre la vida de los hombres, que siempre voy a buscar su salvación, que siempre voy a buscar su redención. Todo lo que hago no es para empeorar la vida de los hombres, sino para mejorarla. Si Yo determino que la vida de un hombre tiene que ser corta, muchas veces es porque es lo mejor para ese hombre, y a veces también es lo mejor para la vida de aquellos a quienes ese hombre impacta.
Hay muchos finales que son buenos, dice el Señor, aunque a ustedes les duelan. Hay finales que no entienden, pero no necesitan entender todas las cosas para confiar en mí. Tienen que creer que soy bueno, que soy misericordioso, que soy piadoso, y que a veces hasta quito a algunos hombres de la tierra porque, de otra manera, se perderían.
Yo (Noelia) veo que hay personas que mueren jóvenes. Lo que ustedes no saben es que muchos de ellos mueren jóvenes porque el Señor los está rescatando de la perdición o porque, si siguieran viviendo, seguirían acumulando juicio en su contra. Por lo tanto, el Señor pone un fin a esas vidas porque es lo mejor para esas personas.
Ustedes no entienden muchas cosas, dice el Señor, pero Yo sí las entiendo. Ustedes no pueden ver más allá de lo que sus ojos ven, pero Yo sí puedo. Ustedes no habitan en la eternidad, pero Yo sí estoy en la eternidad, dice el Señor, y Yo miro las cosas desde el punto de vista de la eternidad y no del tiempo establecido para los hombres.
Hijitos, ustedes son limitados, dice el Señor, pero Yo no tengo límites. Su comprensión llega hasta un punto, pero mi comprensión lo abarca todo. Yo comprendo todas las cosas. Comprendo todos los problemas. Comprendo todos los procesos. Tengo todas las soluciones.
Yo tengo todas las respuestas de todos los cálculos matemáticos. Para mí, calcular cosas que para ustedes son extremadamente difíciles es sumamente fácil. No hay ningún problema que no pueda ser resuelto por mi mente todopoderosa, dice el Señor. Por lo tanto, Yo sé cómo calcular el tiempo de la vida del hombre, cuándo darle un principio y cuándo darle un fin.
Ustedes a veces ven la muerte como algo injusto. Sin embargo, ustedes no tienen la balanza que tengo Yo, dice el Señor. Confíen en mí. Confíen en que el tiempo está en mí y que Yo sé cómo manejarlo. Yo sé cómo administrar el tiempo, pero muchas veces ustedes no, dice el Señor.
En un otro mensaje profético, en que se trataba de sujetar y domar a nuestros espíritus, el Señor dijo que nosotros no somos nuestros y que tenemos que aprender a administrarnos a nosotros mismos, porque haciendo esto estamos administrando algo que es de Él, que somos nosotros mismos. Pero hoy el Señor habla también sobre administrar el tiempo que se nos ha dado.
Así como nuestro cuerpo ya no es nuestro, sino de Él, y tiene que ser bien administrado por nosotros, así también el tiempo que Él nos ha dado para vivir tiene que ser bien administrado por nosotros. Porque este tiempo en la tierra es un regalo momentáneo para nosotros y un instrumento para cumplir con los propósitos que Él nos ha dado. El tiempo es una herramienta para hacer su voluntad, pero tiene un principio y un final.
Veo la palabra «importancia». El Señor quiere reivindicar hoy la importancia del tiempo que Él nos ha dado. El Espíritu me enseña ahora que la única manera de administrar el tiempo de una manera sabia es a través de la guía del Espíritu Santo, porque solamente a través de la guía del Espíritu Santo nosotros podemos caminar en nuestro propósito divino determinado por el Señor desde antes de la fundación del mundo.
«¿Cuál es la mejor manera de administrar el tiempo?», se están preguntando muchos de ustedes ahora. Y el Señor responde: «A través de la guía del Espíritu Santo». Por eso, de hecho, algunos de ustedes sienten que están perdiendo tiempo, porque no han aprendido a seguir la guía del Espíritu Santo en sus vidas.
Hay un camino que el Señor ha dejado marcado. Veo un bosque donde hay un sendero que seguir. Nuestra vida es como cuando uno atraviesa un bosque, encuentra un caminito y se pone a recorrerlo. Veo que la persona que entra a caminar por ese camino está siguiendo a alguien. No se guía por sí misma en el camino, sino que tiene un guía para recorrer ese camino que ya estaba hecho para ser caminado por esa persona.
Esto significa que nosotros, los que somos hijos de Dios, los que hemos nacido de nuevo, tenemos que seguir la guía del Espíritu Santo para saber por dónde caminar, cómo caminar, a qué ritmo caminar y en qué tiempo caminar.
[Isaías 30:21, RVR1960] Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda
Sin embargo, si no seguimos a ese guía, que en esta visión representa al Espíritu Santo, es fácil desviarnos hacia la derecha o la izquierda. Somos más propensos a no caminar por ese camino que ya está marcado, en un ritmo que viene del Señor, bajo sus tiempos y no los nuestros. La clave para redimir el tiempo es vivir esta vida bajo la guía del Espíritu Santo.
[Romanos 8:14, RVR1960] Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.
Algunos sienten que están estancados, detenidos en ese camino. Otros sienten que avanzan demasiado lento, mientras que otros creen ir demasiado rápido. Algunos están distraídos y se desvían del camino: al caminar por el bosque, de repente se apartan del sendero, se adentran entre los árboles y terminan perdidos en ese bosque. Otros están como sordos; no logran escuchar lo que el guía les indica.
Por eso, cuando es de noche y el camino no se ve, es clave escuchar al guía, porque escuchar su voz nos permite saber por dónde tenemos que seguir.
[Gálatas 5:16, RVR1960] Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne.
Algunos, en vez de prestar atención a la voz de ese guía, prestan atención a la voz de Satanás, a la voz del engaño o a la voz de otros hombres. Y así se pierden del camino marcado por el Señor, por donde deberían andar, porque, en vez de escuchar al guía, de creerle y obedecerle, obedecen a esas otras voces.
[Salmos 143:10, RVR1960] Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud
Otros escuchan al guía, pero prefieren hacer lo que sus corazones les dictan. Existen distintas razones por las cuales una persona no sigue el ritmo de Dios, no sabe redimir el tiempo ni aprovecharlo, y no da frutos durante ese tiempo. Pero una de las claves para evitar que esto suceda es seguir la guía del Espíritu Santo.
Si ustedes viven bajo el Espíritu, dice el Señor, van a ser productivos y van a dar el fruto determinado para el tiempo en el que están viviendo, ni más ni menos. Van a rendir, acorde al tiempo que se les ha dado, lo que tengan que rendir, según la capacidad que se les haya dado, dice el Señor. Si aprenden a dejarse llevar por el Espíritu Santo, incluso van a sentir como si fueran libres del tiempo, porque ya no tendrán que mirar el reloj constantemente para ver qué hora es.
El que se deja llevar por el Espíritu Santo tiene la sensación de que el tiempo del reloj desaparece. No es que realmente sea así, pero es una sensación que da el dejarse guiar por el Espíritu Santo. Cuando el que está guiado por el Espíritu Santo trabaja para Dios, siente como si el tiempo no existiera. Esa es la sensación de libertad que otorga dejarse guiar por el Espíritu Santo en lo que uno hace.
Por eso, en parte, dice la Biblia que donde está el Espíritu de Dios, allí hay libertad. Porque, cuando uno se deja llevar y ser guiado por el Espíritu Santo en su vida, incluso en la vida diaria, no necesita estar pensando en lo que tiene que hacer, cuándo tiene que hacerlo, desde cuándo y hasta cuándo, porque la guía es el Espíritu de Dios en esa persona.
Así, es como si uno se liberara del tiempo. Pero no es que el tiempo deje de existir, porque hay un tiempo determinado para la vida de cada persona y para que cumpla con los propósitos que Dios ha establecido para ella. Sin embargo, cuando uno se deja llevar por el viento del Espíritu, la sensación es como si el tiempo ya no existiera, porque uno se deja llevar y está libre de las limitaciones del tiempo en lo que respecta a la percepción.
Si ustedes se dejan llevar por el Espíritu Santo en sus vidas, siguiendo su guía, dice el Señor, si aprenden a seguir esas huellas que el Espíritu Santo les va marcando en el camino trazado para ustedes, para sus vidas, ya no estarán tan pendientes del reloj. Porque el Espíritu Santo indica cuándo caminar y cuándo detenerse, cuándo trabajar y cuándo descansar, cuándo actuar y cuándo dejar de hacerlo.
El mismo Espíritu Santo es el reloj dentro de los hijos de Dios que son guiados por el Espíritu de Dios. El Espíritu Santo sabe en qué momentos debemos actuar o detenernos, estar despiertos o dormir. El Espíritu Santo es el reloj dentro nuestro que marca los horarios para las distintas cosas que se desarrollan en nuestras vidas.
Pero, para el que no sabe escuchar esa especie de reloj, resulta difícil moverse en esos tiempos divinos. Por eso es tan importante aprender a seguir la guía del Espíritu Santo, porque es nuestra guía profética, y solo al seguir la guía del Espíritu Santo en nosotros vamos a ser como árboles que llevan mucho fruto, acorde a la capacidad que nos ha sido dada a cada uno de nosotros.
Estoy viendo un círculo ahora. Antes veía una línea, pero ahora veo un círculo. Una de las cosas que los círculos representan en los sueños, en las visiones, en las profecías, es la eternidad. Por eso muchos de ustedes sueñan a veces con distintos tipos de círculos. Un círculo no tiene un principio ni un fin; nunca empieza y nunca termina. El Señor utiliza esta figura geométrica para hablarles a ustedes sobre la eternidad. Y me viene a la mente la parte de las Escrituras donde Moisés le pregunta:
[Éxodo 3:13-14, RVR1960] He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé? Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros.
Yo escucho: «Yo estoy». Y escucho: «Yo vivo».
Todos los principios y los finales están en mí, dice el Señor, pero no hay un principio ni un final para mí, porque simplemente Yo soy, Yo estoy y Yo vivo, dice el Señor. Para mí no hay imposibles, y no hay tiempo que no exista en mí, porque el tiempo sí tiene un principio y un final, pero Yo no, dice el Señor, porque Yo habito en la eternidad. No hay un principio donde Yo haya sido creado, dice el Señor. Yo siempre existí. Yo siempre fui. Yo siempre viví. Para mí no hay muerte. Para mí no hay un corte. Para mí no hay un fin.
Yo soy desde antes de que ustedes nazcan, dice el Señor, y Yo soy después de que ustedes mueran. Yo soy para siempre y por siempre, para toda la eternidad. No hay un día en el cual Yo haya sido creado, pero Yo sí creé el principio de los días.
[Génesis 1:1-5] En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz. Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas. Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana un día.
Ese fue el primer día, el día uno. Ese fue el principio del tiempo. Por eso, hasta el tiempo está en el dominio del Señor, porque es su creación.
Yo soy el Señor del tiempo, dice Dios. Yo domino al tiempo. El tiempo hace lo que Yo quiero, dice el Señor. Yo soy Dios sobre el tiempo. El tiempo tuvo un principio y, a partir de ahí, comenzó a correr, hasta que llegue su final. Y el final de los días está cerca, dice el Señor.
Se acerca el final del tiempo, y ahora ustedes están en los días que son llamados los días finales, donde se acerca el fin de todas las cosas tal como las conocen; donde se acerca el final de las cosas que son, de las cosas que pueden morir, de las cosas que son perecederas. Se acerca el final de las cosas pasajeras. Se acerca el final de las cosas efímeras. Se acerca el final de las cosas que estaban determinadas a tener un principio y un final, para dar lugar a las cosas eternas, para dar lugar a lo que no tiene final, dice el Señor.
Anhelen ese tiempo, dice el Señor. Tengan esperanza en que lo duradero, lo eterno, lo que no tiene final, se acerca para ustedes, dice el Señor. Confórtense sus corazones con esta verdad.
[2 Corintios 4:18, RVR1960] … no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.
Ahora ustedes no pueden ver lo que ha de manifestarse, dice el Señor, sino solo lo efímero, lo que fue predestinado para subsistir por un tiempo, para que el plan profético de redención de todas las cosas pueda llevarse a cabo. Las cosas temporales, las cosas momentáneas, todo lo que fue creado para tener un principio y un fin, fueron creadas con un propósito específico para cumplir este plan profético, que es como un rompecabezas donde cada pieza encaja en su lugar. Hay piezas que ya cumplieron su propósito, otras que lo están cumpliendo y algunas que aún faltan por cumplir.
Todo es perfecto en este plan, dice el Señor. Por lo tanto, ustedes tienen que entender que, cuando viene el fin de algo o de alguien, es porque ya cumplió su propósito. Confíen en mí y no en lo que sus ojos ven o en lo que su entendimiento limitado está comprendiendo.
Hijitos, dice el Señor, el tiempo es muy complejo de entender para alguien que vive en él, pero para alguien que habita en la eternidad, el tiempo se entiende con facilidad. Es fácil para alguien que habita en la eternidad entender el tiempo, porque lo puede ver desde otra perspectiva, pero para ustedes, que están en el tiempo, es difícil, porque no tienen una perspectiva desde lejos, sino desde cerca.
Sin embargo, dice el Señor, incluso eso puedo hacerles entender, si se disponen a entender las cosas celestiales y no solamente las materiales. Todo está disponible para aquellos que tienen sed, que tienen hambre de la verdad, que desean saber, que anhelan conocerme más, que quieren entender de qué se trata la vida, no solamente en esta tierra, sino en la eternidad.
Hijitos, hay tantas cosas que ustedes no saben que existen, dice el Señor. Hay tantas cosas que no tienen en cuenta, que ignoran. Hijitos, ustedes solo tienen conocimiento de una migaja del pan completo, pero quiero que se vuelvan más sabios en las cosas celestiales, dice el Señor. Por lo tanto, estoy abriendo su entendimiento. Ustedes van a ser cada vez más libres, en el sentido de que se sentirán más libres a medida que reciban esta luz divina de entendimiento, de conocimiento de lo alto y de revelación. Pero, aunque no entendieran lo que estoy diciendo, dice el Señor, igualmente deben confiar en mí.
Hijitos, dice el Señor, entiendan que incluso hay un tiempo determinado para que una persona se desarrolle en la panza de la madre. Hay un tiempo establecido para que el bebé se forme en el vientre de la madre. Soy Yo el que determina los meses que un bebé tiene que estar en la panza de la madre. No hay casualidades en la fecha en que los bebés nacen. No hay casualidades cuando un bebé está menos de nueve meses o más de nueve meses en la panza de la madre, porque para llegar al número de meses que ese bebé debe estar allí, se han hecho muchos cálculos matemáticos, dice el Señor.
Si bien hay un número estipulado o generalizado, que son 40 semanas de gestación, a veces este número varía según distintos motivos y razones que ustedes no conocen, dice el Señor, porque incluso la vida del hombre en la panza de su madre, hasta el tiempo de gestación, está previamente determinado. Porque Yo soy el que forma los huesos en la panza de su madre. Yo soy el que les habla a sus músculos para que crezcan en la panza de su madre. Por mi palabra se conectan las neuronas en su cerebro para que el ser que nazca sea capaz de pensar.
Todo está en mis manos. La sangre que corre en las venas de ese embrión que se está formando en la panza de la madre corre porque Yo le ordeno que corra, y los dedos de los pies de ese embrión crecen y se desarrollan porque Yo les ordeno que crezcan y se desarrollen. Yo estoy en el detalle de ese embrión y sé hasta dónde crecen sus uñas y qué nivel de dureza deben tener esas uñas para que el embrión no se dañe en la panza de la madre. Yo soy el que le da el color a sus cabellos, dice el Señor. Yo les doy un nombre a los embriones aun antes de nacer, porque hasta los nombres tienen un propósito. Los nombres tienen todo que ver con las personas. Incluso los nombres en la vida de las personas tienen un propósito, dice el Señor.
Todo es importante para mí. Yo soy el que forma a cada embrión en todo tiempo, en todo lugar, al mismo tiempo. Todos los embriones que están siendo formados en todos los vientres de todas las mujeres que viven al mismo tiempo sobre la tierra son específicamente formados por mí al detalle. Yo le hablo a cada cosa que constituye al embrión para que haga lo que tiene que hacer, a cada célula, incluso a cada parte que compone cada célula. Yo le hablo a lo microscópico, a cada átomo. A cada parte que compone la materia, Yo le hablo para que haga lo que tiene que hacer.
Mi sabiduría sobrepasa los cielos, dice el Señor, y les estoy hablando estas cosas para que tengan entendimiento de quién soy Yo. Cuando Yo hablo, todo se sujeta a mi palabra, porque mi palabra es la que le da vida a las cosas. Mi palabra es la que crea en el tiempo justo, dice el Señor. Por mi palabra se crearon los cielos y la tierra. Por mi palabra dejarán de ser como son hoy. Es por mi palabra que dictamino los tiempos, los plazos, los principios y los finales. Estos son decretados por mi palabra, dice el Señor. Es mi palabra la que sostiene todas las cosas que fueron creadas. Por mi palabra ustedes se levantan cada día y se acuestan cada día, dice el Señor, siguiendo vivos.
Entiendan quién soy Yo, dice el Señor. Soy eterno y mucho más extenso de lo que ustedes piensan, mucho más capaz de lo que entienden, mucho más grande de lo que predican. El hombre me pone límites y quiere darme tiempo, dice el Señor, tiempo para cumplir lo que me pide. El hombre quiere ponerme plazos, dice el Señor, y no entiende que los plazos los establezco Yo. El hombre quiere hacer tratos conmigo, dándome un plazo, un día y una hora para que Yo cumpla lo que me está diciendo o pidiendo que haga, y ni siquiera entiende que el tiempo en el que está viviendo se lo di Yo.
Hijitos, dice el Señor, las cosas son mucho más profundas de lo que ustedes creen, piensan o entienden. Tienen que abrirse para recibir, abrirse para que los límites de su entendimiento sean destruidos. Tienen que abrirse para poder avanzar en las cosas espirituales y no estar ya limitados, dice el Señor. Porque hay falsas enseñanzas que les han dado, que los limitan y que no tienen que ver conmigo, con quién soy Yo en realidad. Rompan esas estructuras, dice el Señor. Yo les voy a enseñar quién soy Yo y que Yo habito en la eternidad. No hay un freno para mí, y no hay un plazo de días para mí, porque los días están en mí.
Así que sean sabios y entiendan que hay un tiempo para cada cosa, dice el Señor. Administren bien el tiempo, entendiendo que hay un plazo para todas las cosas. Rediman el tiempo. Actívense, sepan y aprendan a moverse bien dentro de esos plazos de tiempo que les doy para cumplir con ciertas cosas, dice el Señor.
Ustedes pueden entender bien que, cuando trabajan para un jefe, a veces este les da un plazo para cumplir con ciertas tareas. Les resulta fácil comprender que, si sus jefes les piden algo y les dicen: «Tienen hasta tal día para cumplir con esta tarea», lo tienen que hacer. Cuánto más derecho no tengo Yo, dice el Señor, siendo el Rey de reyes y Señor de señores, de darles plazos a ustedes para que cumplan con ciertas cosas.
Sepan entender los tiempos de su vida, los plazos que establezco en sus vidas, y caminen en ellos para cumplir con estas tareas dentro de ese tiempo determinado, porque hay plazos que se vencen, dice el Señor. Para ustedes es fácil entender que hay plazos que se vencen cuando tienen que pagar ciertas deudas o cuando tienen la posibilidad de inscribirse en ciertas cosas.
Lo mismo sucede en las cosas espirituales. Es igual en lo espiritual: hay plazos que comienzan y terminan. Hay plazos establecidos que ustedes tienen que respetar. Por eso, muchas veces sienten que tienen que hacer algo ahora, ya, y que, si no lo hacen en el momento en que tienen la convicción de hacerlo, después ya va a ser tarde. Hay plazos que no vuelven a repetirse, dice el Señor. El tiempo que corre ya no puede recuperarse, porque queda atrás, y ustedes no pueden volver atrás.
Hijitos, dice el Señor, vivan en el presente y no en el ayer. Muchos de ustedes no saben aprovechar el tiempo hoy porque sus mentes, sus corazones y sus intenciones están en el ayer. Ustedes viven del recuerdo, dice el Señor para algunos de ustedes. Esto ocurre porque no han procesado su pasado como deberían haberlo hecho. El círculo de ciertos procesos sigue estando abierto y no se ha cerrado.
Ustedes tienen que retomar procesos que dejaron inconclusos en el pasado para poder avanzar en el presente, dice el Señor. Si no son buenos administradores de lo que ocurrió en el pasado, no van a ser buenos administradores del presente. Todo lo que les haya quedado abierto para solucionar del pasado, háganlo lo antes posible para poder estar libres de todo pasado y ser productivos en el presente, dice el Señor.
Hijitos, hay algunos de ustedes que no quieren mirar atrás para encargarse de ese pasado que no está solucionado, que no está sanado, que no está cerrado. Hay heridas que están abiertas y de las que no se han hecho cargo para dejarse sanar. Otros de ustedes no han soltado su pasado, en el sentido de que no quieren dejar ir esos recuerdos.
Tienen que entender que deben ser libres del pasado para estar disponibles para el presente, dice el Señor. Deben ser hoy como Yo soy. Ustedes no eran, sino que son, dice el Señor. Aprendan a vivir en el hoy y no en el ayer. Suelten ese pasado que no les deja vivir en el presente. Sean libres de todo aquello que los ata y que no les permite que su corazón los siga en este presente.
Me viene ahora la historia de la mujer de Lot, que miró hacia atrás cuando la orden era que, para ser salvados de la destrucción de la ciudad, no debían mirar atrás; no debían detenerse a mirar cómo la ciudad era destruida. Sin embargo, la mujer de Lot no hizo caso y se detuvo a mirar atrás. Por lo tanto, se convirtió en una estatua de sal.
Si ustedes hacen lo mismo y miran atrás, si no resuelven las cosas del pasado para seguir adelante, van a seguir estancados, dice el Señor. Algunos de ustedes traen mochilas del pasado que no han soltado, cargas de tiempos pasados. Sean libres, hijitos, sean libres para mí, dice el Señor. Porque nadie que pone las manos en la mies, en el arado, puede trabajar en él si mira para atrás. Y nadie puede caminar por ese camino derecho sin equivocarse si todo el tiempo va mirando para atrás. El que camina por un camino y lo hace todo el tiempo con la cabeza para atrás, en algún momento se va a golpear, en algún momento se va a equivocar, en algún momento se va a chocar con algo, porque no va mirando para adelante, sino para atrás.
[Lucas 9:62, RVR1960] Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.
Hijitos, para seguirme tienen que avanzar, dice el Señor. No me pueden seguir si se quedan quietos, no me pueden seguir si quieren volver para atrás, porque Yo avanzo, dice Jesús. El que me sigue, me sigue para adelante y no para atrás. El que me sigue no se queda quieto, porque la palabra «seguir» implica estar en movimiento.
Hijitos, vivan en el hoy, siendo libres del ayer, bajo la guía del Espíritu Santo, que los conduce a llevar mucho fruto para la eternidad. Oh, hijitos, dice el Señor, el tiempo es una llave. Saber aprovechar el tiempo es una llave, dice el Señor. Redimirlo es una llave que abre puertas para entrar a un jardín productivo con muchos árboles frutales. Hijitos, administrar bien el tiempo que ustedes tienen es equivalente a tener en la mano una llave que abre una puerta que lleva a un jardín donde los frutos de esos árboles son abundantes. Por eso dice la Biblia:
[Colosenses 4:5, RVR1960] Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo.
Hijitos, lo que ustedes hacen en cada segundo de sus vidas es anotado en los libros. Lo que ustedes hablan en cada segundo de sus vidas es anotado en los libros. Y, llegado el tiempo para ello, llegado el plazo indicado, todos esos libros se abrirán y todas las cosas serán expuestas bajo la luz de la revelación, dice el Señor.
[Apocalipsis 20:12, RVR1960] Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras.
Sean conscientes de que sus vidas están siendo escritas en esos libros para memoria de lo que hicieron o dejaron de hacer. Sabiendo esto, dice el Señor, sean sabios y elijan qué es lo que se va a escribir de sus vidas.
Yo (Noelia) veo un reloj que corre, y mientras este corre, veo también una pluma que escribe. Por lo tanto, hay libros de cada una de nuestras vidas que tienen un principio y un final, en donde cada una de nuestras vidas está escrita. Todo lo que hicimos y hablamos ya está escrito en esos libros. Yo estoy ahora como si estuviera profetizando desde el futuro, cuando estos libros ya han sido escritos y nuestras vidas ya se terminaron.
A veces, cuando el Señor habla, lo hace desde el futuro. Por eso, muchas veces no entienden ciertos versículos bíblicos, porque el Señor, en esos casos, no está hablando desde el momento que se relata, sino desde el futuro o desde la eternidad. Esto explica por qué algunos pasajes están redactados de forma que parecen confusos. A veces, el Señor habla desde el tiempo en que se escribió esa palabra, y otras veces lo hace desde el futuro, refiriéndose a lo que está registrado en ese momento. Porque el Señor habla desde el tiempo que Él elige hacia el tiempo que Él desea. Por eso dice la Biblia:
[Isaías 46:10, RVR1960] Yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero.
Ahora veo a Dios moviéndose en el tiempo. Él se mueve al pasado y habla allí, se mueve al futuro y habla allí, y también está en el presente y habla allí. A veces, Dios se posiciona en el pasado, en el presente o en el futuro, y habla allí; y en ocasiones habla al presente o al pasado desde el futuro. Él habla desde donde quiere, como quiere y de la manera que quiere. Muchas veces lo hace de maneras misteriosas para que el hombre se haga preguntas y lo busque para encontrar las respuestas.
A veces, Dios también habla desde la eternidad, desde afuera del tiempo, hacia el pasado, el presente y el futuro. Porque Él tiene la capacidad de hablarle a Abraham, a Isaac y a Jacob al mismo tiempo desde la eternidad. Si quiere, Él puede hablar desde la eternidad a tu abuelo, a tu padre y a ti al mismo tiempo, porque a veces Él habla desde la eternidad y envía sus palabras a distintos puntos del tiempo al mismo tiempo.
Yo veo al Señor desde su trono. Él emite y emite palabra. Él habla. Habla al pasado, habla al presente, habla al futuro. Habla a distintos hombres permanentemente. Su palabra es enviada desde su trono todo el tiempo, y a veces hay hombres del pasado, del presente o del futuro que reciben una misma palabra al mismo tiempo. Veo sobres que salen del trono, que representan palabras de Dios, mensajes de Dios que son enviados desde el trono a los distintos puntos del tiempo. Desde el principio de la creación, Él ha hablado con el hombre, y Él va a hablar con el hombre hasta el final del tiempo, porque Él se comunica con el hombre de distintas maneras y en distintos tiempos.
Entiendan que a veces ustedes piensan de manera limitada sobre mí, sobre quién soy Yo, dice el Señor. No me entienden. No me conocen como deberían conocerme o como Yo quiero que me conozcan. No saben medirme. Las medidas que ustedes toman sobre mí les quedan cortas, dice el Señor. Los centímetros y las reglas que ustedes están usando para medirme no alcanzan. Soy inescrutable, dice el Señor. Soy imposible de medir. No hay medida para mí, dice el Señor, porque el universo está en mí. La eternidad habita en mí, dice el Señor. No se le puede poner un límite a mi Espíritu, dice el Señor.
David tenía conocimiento del Señor en este sentido y, por eso, dijo:
[Salmos 139:8, RVR1960] ¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás.
Hoy estoy rompiendo los límites que ustedes tienen a la hora de pensar en mí, dice el Señor. Hoy estoy quitando esas paredes en la manera en que ustedes me entendían. Hoy estoy ampliando los límites que ustedes sí tenían acerca del conocimiento de su Dios. Hoy les estoy quitando de sus manos esos centímetros y esas reglas pequeñas que ustedes querían usar para medirme. Esto lo hago para que entiendan que no hay forma de ponerme un principio o un final, dice el Señor, porque Yo nunca fui creado, porque Yo nunca nací. Siempre existí, siempre fui, y no dejaré de ser. Soy permanentemente, eternamente y para siempre.
Ábranse para entenderme más, dice el Señor, para conocerme más, para recibir verdades más grandes, para recibir verdades más amplias. No se limiten, dice el Señor. Quiten esas barreras de sus pensamientos, de sus mentes, de su entendimiento, y sean receptivos a mi voz. Porque lo que ustedes están escuchando no todo el mundo lo puede recibir, y no todo el mundo tiene la bendición de escucharlo. Pero a ustedes los he elegido para escuchar estas cosas, dice el Señor. Ustedes no están acá por casualidad. Hasta este momento fue determinado para que ustedes escuchen estas palabras.
Mientras esos límites mentales están siendo quebrados en este momento, eso incluso está afectando su cerebro, físicamente hablando, en un sentido positivo. Porque mis palabras traen salud, dice el Señor; mis palabras sanan, mis palabras recomponen, mis palabras reconstruyen, mis palabras vivifican, reaniman, resucitan, alimentan, crean y hacen todo lo que Yo quiero que hagan en el tiempo que les di para que trabajen, dice el Señor.
Hasta las palabras que envío tienen un tiempo para lograr los propósitos que les doy, porque no hay palabra que Yo envíe que no tenga propósito, dice el Señor. Yo no hablo por hablar. No hay palabras que se envíen al azar. Las palabras son específicas y saben bien para qué han sido enviadas y cuánto tiempo tienen para cumplir el propósito para el que fueron enviadas, porque las palabras tienen vida y trabajan para mí, dice el Señor. Yo soy el dueño de esas palabras, el amo de la creación, el que todo lo sabe.
Ese es el Dios al que ustedes a veces no quieren servir, dice el Señor. Ese es el Dios al que a veces ustedes le dicen que no. Ese es el Elohim al que ustedes a veces culpan de injusto. Ese es aquel al que ustedes declaran culpable con sus labios cuando no entienden por qué pasa algo que les duele, dice el Señor.
Arrepiéntanse, dice el Señor, porque me señalan sin tener conocimiento de a quién están señalando. Si ustedes tan solo estuvieran una milésima de segundo en mi presencia, sus rodillas se doblarían delante de mí por el poder de mi ser, por la majestad que Yo emano, porque tendrían miedo de que ese poder los desintegre, dice el Señor. Arrepiéntanse, pero también aprendan a valorarme.
Ámenme, porque, aun así, siendo el Dios que soy, siendo tan grande, tan poderoso y tan perfecto, sin error y sin defecto, igualmente pongo mis ojos sobre ustedes, pequeñitos, y los veo desde esa eternidad, desde ese trono tan grande y majestuoso como piedras preciosas, invaluables. Me ocupo de sus vidas desde el primer segundo, desde la gestación en los vientres de sus madres. Tantas veces estuve allí, salvándolos de los peligros, dice el Señor, y ustedes no se dieron cuenta. Pero no hace falta que se hayan dado cuenta para que igualmente crean en mí y confíen en mi bondad, en mi amor, en mi benevolencia, dice el Señor.
Hijitos, siendo este Dios que soy y que hoy me revelo más a ustedes, igualmente mi intención está cien por ciento con ustedes. No tengo necesidad de tener nada más de lo que tengo. No tengo necesidad de ser nada más que lo que soy. Sin embargo, igualmente los deseo. Mi alma los anhela, dice el Señor.
Estoy completo. Sin embargo, cuando ustedes, los míos, se alejan de mí, quiero que vuelvan, porque lo que es mío es mío y los quiero conmigo, dice el Señor. No tengo necesidad de compañía extra, porque estoy absolutamente completo en lo que soy. Sin embargo, mi alma desea vivir en familia con ustedes. Mi alma los desea y los anhela celosamente. Soy lo que soy, dice Dios, y, aun siendo lo que soy, igualmente me interesan.
Yo (Noelia) vuelvo a ver ese círculo, un círculo completo. Todos los aspectos de Dios están completos. Él ya está terminado, pero no es que alguna vez fue empezado. Esto significa que Él no se va refinando como nosotros. Él no necesita cambiar, porque ya está bien. Él siempre estuvo bien. No necesita, ni necesitó, ni necesitará ser mejorado. Es como un círculo que no hace falta que sea cerrado, porque ya está completo.
Yo veo un número: 100%. Dios no está en un 80% o un 90% de lo que debería ser. Él es y siempre fue un 100%. No le hace falta agregar ni quitar nada a lo que Él es, a lo que siempre fue y a lo que siempre será. Él ES.
Veo la palabra «es» y sé que la palabra «es» está completa. No sé bien cómo explicar lo que quiero transmitirles, pero veo la palabra «es» y sé que esa palabra está totalmente completa. No le falta nada ni antes ni después. Simplemente es, y es de una manera completa y perfecta. Y desde esa perfección, desde esa forma completa donde Él es, donde Él está, Él nos refina a nosotros, nos perfecciona a nosotros.
Él no tiene necesidad de sanidad y no tiene nada que aprender. Sin embargo, Él nos enseña a nosotros, que sí necesitamos aprender. Nos sana a nosotros, que estamos rotos. Nos completa en las áreas donde estamos incompletos. Nos limpia donde estamos sucios. Y no solo eso, sino que Él se goza en esto. A Él le gusta hacerlo. A Él le gusta ocuparse de nosotros. No lo hace por obligación; lo hace porque quiere hacerlo, porque así es Él.
Sin embargo, siendo lo que Él es, muchos lo alaban por conveniencia, por apariencia, a medias, a un 50%. Otros se aburren al alabarlo. Otros no quieren hacerlo y dicen: «¿Para qué voy a hacer eso? No encuentro la importancia de alabar a Dios». Algunos ni siquiera lo buscan en oración. Creen en Él, dicen que son cristianos, que siguen a Jesús, pero no hablan con Él. Mucho menos buscan escucharlo. No hacen silencio para escucharlo. No leen la Biblia para entenderlo mejor, para conocerlo mejor. No dedican su tiempo, el tiempo que Él mismo les dio, para glorificar su nombre en sus vidas.
Él es todo en el todo, y el todo está en Él. A Él no le falta nada y no le sobra nada. Tiene una balanza exacta, y muchas veces nosotros no.
Yo estoy sabiendo que, mientras el Señor habla a través mío, ustedes se van sintiendo más pequeños al lado de Él. Van entendiendo que lo habían subestimado. Se van humillando delante de su presencia en un buen sentido. Tienen una percepción de ustedes mismos que se acerca más a la realidad de quienes somos nosotros comparados con Él.
El Señor está sanando la percepción de ustedes con respecto a Él y de Él con respecto a ustedes. Sin embargo, siendo todo lo que Él es, lo que está describiendo hoy, tiene un corazón que desborda de amor, que rebosa de amor. Sobreabunda el amor en Él, porque Él es la fuente del amor, y derrama de su amor en nuestros corazones para que nosotros, a su vez, amemos como Él ama, utilizando el tiempo que Él nos ha dado para amar lo máximo posible dentro de ese tiempo que tenemos.
Hay un tiempo para amar, y cuando Eclesiastés dice que hay un tiempo para amar, no solo se refiere a que hay tiempos en los que amamos más que en otros, por explicarlo de alguna manera, sino que se nos ha dado un plazo de tiempo, que es nuestra vida, como oportunidad para amar. Cuando Eclesiastés dice que hay un tiempo para amar, también significa que Dios nos ha dado un tiempos para mostrar amor en nuestras vidas. Y cuando ese tiempo se termine, ya no tendremos más tiempo para amar al prójimo en ese sentido.
Aprovechen el tiempo que les he dado para amar, dice el Señor, porque el reloj corre. El reloj de arena sigue corriendo, sigue pasando. El tiempo no se detiene. El tiempo avanza y ustedes tienen que aprender a ir junto con él, al ritmo en que avanza, y no ser ni más lentos ni más rápidos de lo que el tiempo corre. Deben tener un balance adecuado para saber aprovechar la velocidad a la que va el tiempo.
Si los tiempos se aceleran, ustedes también tienen que ir más rápido, acorde a ese tiempo. Y si el tiempo se hace más lento, tienen que adecuarse a la lentitud con la que está corriendo en ese momento. Porque en los últimos días, el tiempo se acelera, dice el Señor, y los días se acortan; duran menos que antes. De hecho, algunos de ustedes lo sienten y lo perciben. Se han dado cuenta de esto. Sin embargo, no todos se han acomodado a ese cambio en el tiempo. Por eso dice la Biblia:
[Mateo 24:22, RVR1960] Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados.
El tiempo se acelera. Hay una aceleración ahora en todas las cosas. Y ustedes tienen que saber acomodarse a ese cambio de ritmo de los tiempos en los que están para poder sobrevivir a ellos. Los eventos se van a dar más rápido que antes. Las cosas serán más sorpresivas. Muchas cosas serán de corta duración, pero más explosivas y más determinantes. Y los míos tienen que acomodarse a ese ritmo para poder sobrevivir y ser productivos, para administrar bien esos tiempos.
El Espíritu me dice también que hay distintas eras durante el tiempo, distintas etapas. Veo la línea de tiempo marcada como con segmentos grandes. Son distintas eras de tiempo, eras que tienen diferentes características y significados. Y esto también está conectado con el movimiento de las estrellas, de los astros. Ciertamente, el movimiento de los astros tiene que ver con el tiempo, con los tiempos y con las eras, porque los astros marcan los tiempos. Por eso el Señor hasta dejó un calendario en el cielo al hombre. Pero ni aun así el hombre entiende en qué tiempo está viviendo. Ni siquiera sabiendo leer los tiempos en el cielo, el hombre se hace consciente del tiempo en el que está.
[Génesis 1:14, RVR1960] Dijo luego Dios: Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche; y sirvan de señales para las estaciones, para días y años.
El Señor señala el tiempo por todos lados y de distintas maneras al hombre, pero el hombre está como ciego y se ha acostumbrado a vivir como un ente dormido, que ya no puede reconocer las señales de los tiempos. Pero a los entendidos, a los que permanecen velando y despiertos, el Señor les revela, les habla y les muestra cuáles son esas señales que determinan los tiempos.
Acérquense a mí, dice el Padre, porque estas revelaciones también están disponibles para ustedes. No duerman, porque ustedes son del día y no de la noche, dice el Señor. Yo pongo luz sobre estas cosas para que ustedes entiendan los tiempos. Esta es la era de la revelación de muchos misterios, dice el Señor, misterios que estaban preparados para ser revelados en este tiempo y no antes.
Hijitos, dice el Señor, entiendan y vean lo que estoy haciendo en este tiempo, cómo estoy preparando a los míos y a la tierra para la manifestación de los hijos de Dios. Entiendan que la tierra está gimiendo en este tiempo, dice el Señor, porque espera ese tiempo de la manifestación de los hijos de Dios. Hasta la tierra conoce los tiempos que están transcurriendo. La tierra sabe y tiene conocimiento del tiempo, pero muchas veces los hijos de Dios no.
[Romanos 8:19, RVR1960] Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios.
Tomen conocimiento de estas verdades y vayan profundo en el conocimiento de los tiempos, dice el Señor. Sean entendidos de los tiempos, como la tribu de Isacar, de la que se dice que eran entendidos en los tiempos.
[1 Crónicas 12:32, RVR1960] … los hijos de Isacar, doscientos principales, entendidos en los tiempos, y que sabían lo que Israel debía hacer, cuyo dicho seguían todos sus hermanos.
Entiendan los tiempos, dice el Señor. Escudriñen y mediten sobre los tiempos y sobre el tiempo, y aprendan a discernir cuándo se abre una puerta y cuándo se cierra, en qué tiempo se abre una puerta y en qué tiempo se cierra esa puerta. Aprendan a entrar por esas puertas cuando están abiertas y a dejar de golpear cuando están cerradas.
Si ustedes entienden los tiempos, dice el Señor, también van a saber lo que tienen que hacer. Pero si primero no se ubican en el tiempo, ¿cómo van a saber lo que tienen que hacer? Es importante entender el tiempo y los tiempos, dice el Señor, discernir las eras, las estaciones, los momentos para cada cosa, las estaciones del año. Muchos de ustedes ni le dan importancia a en qué estación del año están. Pero hasta eso es importante, dice el Señor, porque todo tiene que ver con sus vidas, con el tiempo en el que sus vidas están transcurriendo.
Pero mi Espíritu está en ustedes para hacerles entender todas las cosas, dice el Señor. Mi Espíritu les enseña todas las cosas. Mi Espíritu dictamina sus tiempos. Presten atención a ese reloj dentro de ustedes, que es mi Espíritu, y sigan esa guía, repite el Señor, y van a ver un cambio para bien en sus vidas, y se van a sentir útiles, productivos y plenos, porque van a estar caminando dentro de mis tiempos, y van a estar a tiempo, no atrasados ni adelantados. Déjense llevar por el Espíritu Santo y siempre llegarán a tiempo, dice el Señor.
Yo (Noelia) veo una paloma blanca que vuela. Alabado seas, Padre santo, glorioso salvador de los perdidos a tiempo. Tú salvas a tiempo, Señor. Tú rescatas a tiempo. Tus tiempos son perfectos, amado creador del tiempo. Glorificado es tu nombre en todos los tiempos, maravilloso dominador del tiempo, el que le da dirección a los tiempos, principio y fin a los plazos.
Perfectos son tus cálculos, oh Señor. Asombrosa es tu mente. ¿Quién la puede comprender? ¿Quién te puede decir lo que empiezas o lo que terminas? ¿Quién puede reclamarte el fin de los días de una persona? ¿Quién puede decretar los tiempos si no eres Tú a través de tu sabiduría, sabio Dios? Te alabamos y te bendecimos. Te amamos y te respetamos, Señor.
Gracias por mostrarte a nosotros, por revelarte a tus hijos, a tus pequeñitos. Gracias por dignarte a mirarnos, siendo nosotros tan limitados, Señor. Gracias por valorarnos de semejante manera que enviaste a tu Hijo unigénito para rescatarnos de nuestras maldades. Gracias porque lo hiciste a tiempo, Señor, y ese sacrificio cambió el tiempo pasado, cambió el tiempo presente y el futuro. La cruz impactó sobre todos los tiempos.
Señor, revela el misterio de la cruz en el tiempo a todo aquel que todavía no lo comprende. Padre, ilumina nuestras mentes para ir más profundo en tu Espíritu. Haznos aptos para verte tal como eres y no como te pensamos. Quita los límites en nuestro entendimiento para comprenderte, Señor.
Gracias, Padre. Alabado sea tu nombre por siempre y eternamente. Señor de los tiempos, a ti te damos la gloria, Señor. Gracias, Señor. Amén.