El Señor te bendiga pueblo amado de nuestro Dios, en este 2 de abril del año 2024. Aquí firmes nuevamente, para colocar nuestras manos en la mies de nuestro Señor Jesucristo, para bendecir a un pueblo necesitado de escuchar la voz de Dios, para bendecir a un pueblo que está buscando al Señor en la intimidad, pidiéndole respuestas, pidiéndole confirmación de ciertas cosas, pidiéndole a ese Dios, a la fuente de toda verdad, que aclare preguntas en los corazones, dudas y confusiones. Por eso estamos aquí, porque nuestro amado Padre Celestial ha levantado vasos proféticos en estos últimos días que, limpiándose, se convierten en conductores de la Palabra Divina para todos aquellos que tengan oídos para oír.
Y el Señor en estos días está limpiando los oídos de un pueblo que los tenía tapados, pero que no se daba cuenta. Está sacando mugre espiritual también de esos oídos espirituales que estaban cerrados por causa de escuchar tanta inmundicia, tanta falsedad, tanta mentira, tanto error. El Señor mismo, a través de su palabra, está tocando tus oídos y pasando hisopo espiritual para limpiarte y quitar toda mugre que estaba en esos oídos, para que abriéndote la audición, abriéndote ese canal de audición, realmente lo puedas escuchar como él quiere que lo escuches. Porque no es que el Señor no esté hablando en este tiempo, sino que hay una parte, una porción de ese pueblo, una parte del cuerpo de Cristo que tenía sus oídos sucios y que se había acostumbrado a tener sus oídos sucios.
Pero una de las cosas que hace la Palabra viva del Santo de Israel es limpiar lo que estaba sucio. La gloria sea para el Señor, porque él tiene misericordia de nosotros. Escucha lo que le decimos, responde a lo que le pedimos, no tiene oídos sordos. Él tiene los oídos abiertos a un pueblo que anhela escuchar su voz, no solamente a través de la Palabra escrita, a través de la Biblia, la cual tiene que ser nuestra ancla, la cual tiene que ser nuestro fundamento, la cual tiene que ser nuestra guía para que cuando después escuchemos profecía, podamos discernir si lo que habla el profeta viene de Dios o no, si el profeta está hablando por verdad o si el profeta está errando en lo que está diciendo.
Así que tenemos que aprender a escuchar a Dios, primeramente a través de las palabras que él ya dejó escritas y que son la palabra profética más segura, dice la Biblia, la palabra profética más segura. Primeramente la tenemos que conocer de la A a la Z para que después, cuando escuchemos otras bocas que hablen de parte del Señor, además de las bocas que escribieron esa palabra escrita que también viene del Señor, reconozcamos si es la voz de Dios o no. La gloria sea para el Señor. Aleluya.
Así que, amado Padre Celestial, estamos juntos, juntos en esta noche en algunos países, en esta tarde en otros países, quizás ya en la madrugada en otros países, para venir delante tuyo juntos, como congregación santa, como pueblo escogido, como real sacerdocio para buscarte Señor, para inquirir en tus cosas, para, Señor, escudriñarte más profundo aún de lo que te hemos escudriñado hasta ahora, porque sos tan grande, amado nuestro, sos tan vasto, sos tan extenso, Señor, hay tantas cosas para conocer de ti y nosotros no nos conformamos con lo que ya sabemos, con lo que ya hemos visto, con lo que ya hemos conocido.
Queremos que nos abras más los ojos, Señor, queremos que nos limpies toda vista nublada, queremos que nos ilumines el entendimiento, Señor, para conocerte claramente. Oh Padre Celestial venimos delante tuyo, Señor, por eso venimos delante tuyo. Primero, Señor, para honrarte, para darte la gloria, Señor, y reconocer que solo tú eres el Dios que gobierna sobre el cielo, sobre la tierra y sobre debajo de la tierra, y que todas las cosas están en tu mano, Señor, y te pertenecen, porque las creaste. Oh sí, Señor, eres grande, poderoso, Santo Dios de Israel, digno de ser alabado, digno de ser conocido y digno de ser servido.
Señor, revélate a nosotros en un nivel mayor, muéstranos aún más tu carácter, Señor, no solamente desde la faceta del amor, sino también desde tu severidad. Oh Señor, porque tú no solamente amas, sino que también eres fuego consumidor. Pero nosotros no queremos la verdad parcial, nosotros queremos la verdad total. Señor, los que nos congregamos en esta iglesia virtual, Padre Santo de la Gloria, en tu nombre, en el nombre de tu Hijo Jesús, oh Señor, venimos porque no tenemos miedo a saber la verdad, a conocer la verdad, porque no queremos verdades a medias, porque no somos tibios, sino calientes en tus cosas, oh Señor, porque vamos por ti y vamos 100%, Señor.
Señor, ayúdanos a afilar la espada del Espíritu para defendernos de las mentiras, del engaño, Señor, del error que se está moviendo en este tiempo y que va en crecimiento, porque dice la Biblia que antes de tu venida, Señor, primero se manifestaría la apostasía. Oh, alabado seas Rey Yeshua, el Rey de Israel, el Rey de los judíos, pero también el Rey de los gentiles. Tu, Señor que de dos pueblos formaste uno para adorarte, Señor, para reconocerte como el único Salvador que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén y amén. Alabado sea el Señor, grande es Dios. Aleluya.
Yo escucho al Señor ya, que habla a su pueblo hoy, y mientras ustedes comparten esta transmisión a otros hermanos, si así lo sienten, para que también puedan participar de esta mesa que sirve el Señor a todos sus hijos, yo voy a comenzar a hablar por el Espíritu de Dios, para alimentarlos por su palabra. La gloria es para Dios, porque el Señor me dijo, hijita, es necesario que sigas profetizando a gentes, a personas, a reyes y a naciones. Habla todo lo que te dé y no te calles, porque voy contigo. Alabado sea Dios. Amén.
El Señor dice a su pueblo hoy, hijitos, hijitos, amados, amados de mi alma, hijitos, hijitos, dice el Padre. En primer lugar, lo primero que les quiero decir es que los amo tanto, dice el Señor, tanto. Ustedes están en mí, dice el Señor, en mi regazo. Ustedes, dice el Señor, habitan en mí. Ustedes forman parte de un reino celestial. Ustedes, todos ustedes, dice el Señor, son ese real sacerdocio. Ustedes, dice el Señor, todos ustedes, son ese pueblo escogido. Ustedes, dice el Señor, son los míos, los hijos de Dios, los que me pertenecen. Son todos ustedes los que me miran, dice Jesús.
Y yo, antes de comenzar con esta transmisión, escuchaba, real sacerdocio, pueblo santo, pueblo escogido. Híjitos, ustedes son, dice el Señor, ese real sacerdocio. Como dice Hechos 17: «Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros poetas también han dicho: porque linaje suyo somos. Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata y o piedra…», dice Pablo, ¿no?, pero linaje suyo somos. Y yo escucho la frase, real sacerdocio.
Dice 1 Pedro 2.9: «Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa,(aleluya), pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable». Gloria al Señor. El Señor te dice hoy, ustedes son ese real sacerdocio, ese linaje escogido, esa nación santa, ese pueblo adquirido por Dios a través del derramamiento de mi sangre, dice Jesús. Son ustedes, dice el Señor, los rescatados. Todos los rescatados, más allá del linaje, la nación, la procedencia, dice el Señor. Todos los rescatados, dice el Señor, de sus pecados, del lodo, de la mugre a donde estaban. Todos los que creen en mí, dice el Señor, tienen la potestad de ser llamados hijos de Dios.
Y ustedes, híjitos, son esa nación santa. Aleluya. Ese reino de sacerdotes. Ustedes hijitos, son mi Israel espiritual, dice el Señor. Ustedes son el Israel de Dios, ustedes híjitos. El Señor les habla a todos aquellos que han creído en el Señor Jesús como su Salvador, como el Mesías que Israel estaba esperando, pero que en su gran mayoría no lo reconocieron. Pero ustedes sí, dice el Señor, el Señor le habla a todos aquellos que han sido bautizados en Cristo Jesús para pasar a ser parte de este reino santo, para pasar a pertenecerle a ese Salvador que se entregó en esa cruz para comprarnos por ese derramamiento de la sangre. Híjitos, son ustedes, dice el Señor. Aleluya.
Ustedes son ese Israel de Dios. El Señor quiere que entiendan que hay un Israel según la carne y un Israel según el Espíritu. Un Israel de Dios. Dice la Biblia Romanos 9: «Pero no que la palabra de Dios haya fallado porque no todos los que son de Israel son israelitas, ni por ser descendientes de Abraham son todos hijos. Antes bien, en Isaac te será llamada descendencia». Aleluya. Dice, híjitos, ustedes son mi nación santa. Y yo (Noelia) veo, en todos nosotros, arriba de todos nosotros, una corona. Yo veo desde arriba, tengo una visión ahora y nos estoy viendo a todo el pueblo de Dios con una corona. Todos tenemos una corona en nuestros espíritus. Gloria a Dios.
Dice Gálatas 3:7: «Sabed, por tanto, que los que son de fe, estos son hijos de Abraham». Y yo nos estoy viendo desde arriba. Veo el mundo desde arriba y veo a toda la gente desde arriba en una visión. Y se destacan, o sea, nos destacamos nosotros los que estamos nacidos de nuevo. Nacidos de nuevo como dice Juan capítulo 3, en agua y en Espíritu, en el nombre del Señor, en el nombre del Hijo de Dios. Entonces nosotros, los que somos su nación santa, llevamos coronas en nuestras cabezas. Somos del linaje real, de la realeza, me dice el Señor. Y los ángeles nos reconocen desde lejos cuando nos miran en el Espíritu, viendo esas coronas. Los ángeles saben cuáles son los que le pertenecen a Dios, los que han sido comprados por la sangre de Jesús en esa cruz.
Nosotros, en el Espíritu, somos distintos a los que no son de Dios. Es decir, el pueblo de Yeshúa, el pueblo que cree en él, se diferencia. Hasta en cómo se ven espiritualmente hablando. Somos distintos. Somos realmente la luz del mundo. Yo veo esta visión desde arriba todavía y veo que somos como focos encendidos, como velas encendidas, como llamas que arden. Algunos más que otros, pero igualmente la llama está encendida. Es la llama del Espíritu de Dios. Es la llama del Espíritu Santo. Gloria a Dios, gloria a Dios. Y el Señor quiere que sepas hoy por qué.
Porque el diablo te ha hecho dudar en tu identidad, acerca de quién sos. Pero el Señor te dice hoy, todo aquel que cree en mí, de él correrán ríos de agua viva, queriendo hacer referencia a que el Espíritu Santo está en nosotros y se mueve en nosotros. Dice, hijitos, ustedes me pertenecen. Dice el Señor, hay una diferencia, pero la diferencia está entre los que me pertenecen y los que no me pertenecen. Ustedes son mi pueblo, ustedes son ese pueblo escogido. Todos los que creemos en el Señor Jesús, todos los que creemos en Cristo Jesús, todos los que creemos en Yeshúa, todos los que creemos en el Hijo de Dios y lo reconocemos como el Mesías, todos nosotros, los cuales sabemos que le pertenecemos a este Salvador. Porque eso significa su nombre: Salvación.
Todos, todos los que le pertenecemos a él, dice el Señor, formamos parte de ese pueblo escogido, de esa nación santa, oh, aleluya, de ese real sacerdocio, de ese linaje escogido. Ustedes están escogidos, dice el Señor. Y la diferencia no está, dice el Señor, la diferencia no está adentro del mismo pueblo de Dios, hablando del Israel espiritual. Y cuando digo Israel espiritual, me refiero a todos los que hemos nacido de nuevo en Cristo Jesús. Sean judíos, sean gentiles, sean esclavos, sean libres, niños, ancianos, varones o mujeres.
Todos los que hemos creído en Cristo Jesús y nos hemos bautizado en su nombre, todos formamos parte de un mismo pueblo, el cual es el Israel espiritual del Señor. Y todos, al pasar a pertenecerle a él, pasamos a ser judíos en lo interno, en la circuncisión del corazón. Sean judíos, sean gentiles, sea varón, mujer, niño, adulto o de cualquier procedencia y linaje de la tierra, todos formamos parte de una misma familia y ese es el Israel espiritual de Dios, el pueblo de Dios. Ese es Israel espiritual.
Dice Gálatas 3:28, «Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús». Y algunos de ustedes creen que hay una diferencia dentro de la familia de la fe, porque todos nosotros, ese Israel espiritual, formamos parte de una misma familia de la fe de Abraham. Pero el Señor dice, no hay distinción, no hay diferencia, dice el Señor, por cuanto todos pecaron. Y me viene ese versículo, por cuanto todos pecaron, sean judíos, sean griegos, gentiles, cualquier tipo de persona, dice el Señor, todos pecaron. Y cuando cualquier persona se arrepiente, cree en Jesús como el Hijo de Dios y se convierte a Él, entonces, más allá de su linaje por sangre o procedencia, pasa a formar parte de esa familia de la fe.
Dice Romanos 3.23, «por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios». Así que, habiendo estado todos nosotros en un mismo estado antes de creer en Jesús, antes de arrepentirnos, antes de pasar por el bautismo del agua y recibir el don del Espíritu Santo para pasar a nacer de nuevo en Cristo Jesús, antes de esto, todos habíamos pecado, más allá de nuestra procedencia. Por cuanto Él, después de esto, después de reconocerlo como el Hijo de Dios, de creer en él, después de arrepentirnos de esos pecados y entregarnos a él en este símbolo del agua, entonces, el que nos salva es un mismo Señor. Es un mismo Señor.
No es que hay un salvador para los judíos por carne y otro salvador para los gentiles. Es el mismo Salvador. Es el mismo Salvador para ambos pueblos. Y este Salvador, este Yeshúa en hebreo, lo repito porque el Espíritu me lo hace repetir. Porque su nombre tiene que ver con la palabra salvación. Él se llama «Salvación», él se llama «el Salvador». Aleluya, aleluya. Pero él, es el Salvador de ambos pueblos, tanto de los judíos como de los gentiles, para que cuando todos creemos en él pasamos a formar parte de una misma familia y no de dos familias distintas. Aleluya.
Dice Lucas 2.11, «que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor». Aleluya, aleluya, gracias Señor, gracias Señor. Pero el Espíritu me insiste con que es un solo Salvador, es un solo Salvador hijitos. Es uno solo el que salva y nadie va al Padre si no es por Él, sea judío por sangre o no. Dice el Señor, nadie va al Padre si no es por Él. Todos los linajes de la tierra, dice el Señor, tienen entrada al Padre, al trono de la gracia, si pasan a través del Salvador. Aleluya, alabado sea el Señor.
No hay diferencia, dice el Señor, en el Espíritu, una vez que todos creemos y formamos parte de ese pueblo santo, formamos parte de una misma familia y todos somos judíos internamente en el Espíritu. Por eso la circuncisión es la del corazón, porque todos los que creemos en Jesús hemos sido circuncidados en nuestros corazones,y ya no como la ley de Moisés, que la circuncisión era la carne y solo para los hombres. Cuando nosotros creemos en Cristo Jesús como nuestro Señor y nos entregamos a él, nuestros corazones son circuncidados para pasar a ser judíos en lo interno.
Eso simboliza la circuncisión en el corazón, amén. Aleluya, aleluya. Porque antes del sacrificio de Jesús, el sacrificio…,la circuncisión por carne, que solamente se practicaba en los hombres al octavo día, era lo que la marca, por utilizar una palabra que ahora me trae el Espíritu Santo, que diferenciaba al pueblo judío del resto de las naciones de la tierra. La circuncisión era la marca. Pero después del sacrificio de Jesús, la marca de todos nosotros, sean hombres o mujeres, es la circuncisión del corazón y ya no es carnal, es espiritual. Gloria al Señor, aleluya.
1 Corintios 1:13, «¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?». No hay otro nombre dado bajo el cielo a los hombres a través del cual puedan ser salvos. Aleluya, porque se trata de Él. Gloria a Dios, gloria a Dios. Y dice el Señor, hijitos, ustedes no entienden. Algunos de ustedes no están entendiendo que la circuncisión es la del corazón, dice el Señor.
Dice Hechos 4:12, «Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos». La gloria es para el Señor y menos mal que es así. Gracias Señor, gracias por ese sacrificio, gracias Señor. Por eso también, cuando el Señor Jesús entregó el espíritu al Padre, y dijo «consumado es», una de las cosas que pasó cuando él murió, fue que el velo del templo se rasgó en dos. El velo del templo se rasgó en dos. Y una de las cosas que esa señal, que sucedió cuando Jesús murió y dijo consumado es, es que esa señal representaba que a partir de ese momento se establecía un nuevo pacto en su sangre para que todo el que en él crea, sea circuncidado en el corazón. Que el velo de nuestro corazón sea rajado. La gloria sea para el Señor.
Dice Colosenses 2:11, «En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo;». ¿Lo leí bien?. En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo. Gloria al Señor, gracias Señor, gracias Señor. El velo del templo se rasgó en dos, el velo del templo se partió en dos, dice el Señor, para que a partir de ahí, pudiéramos…, tuviéramos entrada al lugar Santísimo por su sacrificio, por el sacrificio de Jesús. Ante lo cual, antes solamente los sacerdotes podían ingresar a ese lugar Santísimo del templo ¿verdad?. Antes de la venida de Jesús solamente los que estaban puestos especialmente para esas cosas en el templo tenían entrada, y si no me equivoco, solo una vez al año, ¿no?, O algo así…, ahora lo vamos a buscar bien. Al lugar Santísimo los sacerdotes podían entrar. Pero antes voy a leer este versículo.
Dice Mateo 27:50-51, «Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu. Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron;». Bendito Jesús, aleluya.
Y dice Hebreos 9:7, «pero en la segunda parte, solo el sumo sacerdote una vez al año, no sin sangre, la cual ofrece por sí mismo y por los pecados de ignorancia del pueblo;».
Quiere decir, que antes del sacrificio de Jesús, en el viejo pacto, sí había una distinción y solamente ciertas personas designadas para esa tarea tenían entrada a esa segunda parte, a ese lugar Santísimo, y solamente una vez al año. Pero después del sacrificio de Jesús, él rasgó ese velo y abrió esa entrada a ese lugar Santísimo para que todos nosotros, los nacidos de nuevo, circuncidados en el corazón, en Cristo Jesús, tuviéramos entrada a ese lugar Santísimo, todos los días de nuestras vidas, cada minuto de nuestras vidas. La gloria sea para Dios. Aleluya, gracias Padre, gracias Señor, gracias Señor.
El Señor Jesús conquistó estos derechos para nosotros. El Señor Jesús fue el único que era digno de pagar el precio que se debía pagar a través del derramamiento de su sangre como un Cordero Santo y sin mancha, para que nosotros tuviéramos ese beneficio que en el viejo pacto no estaba disponible. La gloria sea para el Señor. Hijitos, entiendan, dice el Señor. ¿Por qué el Señor te está hablando de esto? Porque el Señor quiere que entiendas tu identidad en Cristo Jesús, porque el Señor quiere que entiendas lo que sucedió ese día, en ese sacrificio en esa cruz, el cambio de ley que existió a través del establecimiento de ese nuevo pacto en su sangre. Quiere que entiendas la diferencia, antes de la cruz y después de la cruz. Quiere que valores tu posición en el reino de los cielos. Y quiere que entiendas tu valor. Cuánto le costaste a Dios para que puedas disfrutar de la libertad que hoy tenés disponible y que antes de su sacrificio no estaba disponible en la dimensión en la que está hoy para nosotros.
Por eso el Señor dice, hijitos, sean conscientes, sean conscientes, miren a esa cruz. Entiendan lo que pasó ese día, repite nuevamente el Espíritu Santo, en esta especie de serie de enseñanzas, que el Señor nos está dando en estos últimos días y que rondan aproximadamente sobre los mismos temas, pero desde distintas perspectivas y con detalles específicos, o hablando de áreas específicas.
Dice 2 Corintios 5:17, «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas». Aleluya. Hijitos, dice Cristo, el Ungido, porque eso significa esa palabra, el Ungido de Dios, Cristo Jesús, el Mesías, dice, hijitos, hubo un cambio total en el mundo, dice el Señor, a partir de mi entrega en esa cruz, porque dar mi vida allí, dice el Señor, lo cambió todo. Traje libertad, dice el Señor, sobre la esclavitud. Por eso, dice Isaías capítulo 61, si no me equivoco, que él vino para liberar a los cautivos, para quitar a los presos de las cárceles y todas estas cosas. Hijitos, yo, el Ungido de Dios, dice el Señor, entre otras cosas fui ungido, dice el Señor, para liberar a los míos, a los que creyeran en mí. Lo único que era necesario, dice el Señor, para ser libres de la esclavitud anterior es creer en mí.
Lo único que le da acceso a una persona a ser libre de las cadenas que lo ataban, es la fe en el Hijo de Dios. Es por fe, repite el Señor, y no por obras. Hijitos, entiendan, dice el Señor, lo que sucedió ese día, la gran transformación de la vida del hombre, que estaba sujeto a la ley de la letra antes del sacrificio de la cruz. Yo le di fin, dice el Señor. Yo vine para traer fin a algo y para dar comienzo a algo. Por eso yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor. Gloria a Dios.
Dice Isaías 61:1, «El Espíritu del Señor omnipotente está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a sanar los corazones heridos, a proclamar liberación a los cautivos y libertad a los prisioneros».(NVI)
Y el Señor decía, hijitos, entiendan que lo que sucedió ese día a través de entregar mi vida fue que le di un final a algo y un comienzo a otra cosa. Y que mi nombre es Alfa y Omega, el principio y el fin, el primero y el último. Porque yo soy el que cierra ciclos, dice Jesús, pero también yo soy el que abre ciclos. Porque yo soy el que tiene las llaves para cerrar puertas, y yo soy el que tiene las llaves para abrir puertas. Como dice Apocalipsis 22:13, «Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último». Gloria a Dios. Y dice, hijitos, la cruz fue el fin de la ley de Moisés y el comienzo de la ley de Cristo, de mi ley. Aleluya.
No en el sentido, dice el Señor, de que ya no hubo más ley, porque la ley de Dios es una, sino que hubo un cambio de ley en mi sangre. Fue el fin, dice el Señor, de la ley antigua y el principio de la ley nueva. Fue el fin de la aplicación de la ley antigua en la carne y el principio de la aplicación de la ley nueva bajo el régimen del Espíritu. Es una transformación, dice el Señor, porque yo transformo todas las cosas. Dice Romanos 10:4, «porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree». Gloria a Dios.
Y yo veo a alguien que escribe. Veo a alguien que tiene una pluma y escribe. Y veo que cuando Dios le entregó la ley a Moisés, a su siervo, esta ley fue pasando, fue transcribiéndose, fue pasándose de mano en mano para que todo el mundo la conociera. Fue como transcribiéndose de un rollo a otro para que todo el mundo estuviera al tanto de esa ley, la conociera, la memorizara, la supiera, la entendiera, la practicara. Gloria a Dios. Pero ahora, dice el Señor, ustedes tienen esa ley escrita en sus corazones y no hay necesidad de que se vuelva a escribir porque están escritas en sus corazones para siempre y no con tinta, sino en lo espiritual. Gloria a Dios.
Dice Apocalipsis 21:5, «Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas». Y Romanos 2:15, «mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos». Gloria a Dios. Porque ustedes saben, dice el Señor, lo que tienen que hacer y lo que no tienen que hacer. Ustedes son conscientes, dice el Señor, de lo que está bien y de lo que está mal. Y cuando se están por desviar, dice el Señor, para pecar contra la ley de Cristo, que es la que está escrita en sus corazones, dice el Señor, es el Espíritu Santo el que viene en el rescate de ustedes y los redarguye para que no cometan ese pecado.
Por eso ya no estamos bajo el régimen de la letra, sino del Espíritu, porque es el Espíritu el que dictamina nuestros pasos, en el sentido de que nos avisa si vamos bien o si vamos mal. Aleluya. Dice 2 Corintios 3:3, «siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón». La gloria sea para Dios. Hijitos, entiendan que las cadenas se rompieron aquel día en esa cruz, para traer libertad a todos los que quieran formar parte de mi pueblo, en el sentido de que crean en mí. Y ustedes son aquellos, herederos de la promesa, aleluya, porque creen en mí. Porque la fe es lo que los justifica, dice el Señor. Aleluya.
Así que, hijitos, sigan caminando bien, dice el Señor, no desviándose ni a derecha ni a izquierda. Sigan caminando en la ley de la fe y no en la de las obras, dice el Señor. Sigan avanzando en la libertad del Espíritu de Dios. Sin pecar voluntariamente. Porque si no, ya no queda otro sacrificio para ustedes. El sacrificio sucedió una sola vez. El sacrificio de Jesús, para rescatarlos. Y si ustedes igualmente pecan voluntariamente, dice el Señor, ya no hay más sacrificios que puedan rescatarlos. Amén.
Hijitos, dice el Señor, yo estoy viendo (yo, Noelia), veo a alguien, veo los pies de alguien y veo sus pies iluminados. Esta visión representa que esta persona camina en la gracia de Dios. Porque la gracia es como una luz para nosotros. Y dice el Señor, los que caminan en la gracia de Dios, aleluya, tienen los pies iluminados. Los que caminan en la gracia de Dios, esa gracia es como simbólicamente la estoy viendo en estos pies. Y ustedes muchas veces no se dan cuenta, dice el Señor, que caminan en esta gracia. Valoren, dice el Señor, el sacrificio de la cruz. Lo que les otorgó ese sacrificio. Guarden, dice el Señor, esa gracia como un tesoro preciado y no permitan que nadie se las robe, metafóricamente hablando. Porque el ladrón viene para matar, robar y destruir. Pero ustedes tienen que proteger, defender y guardar lo que se les ha sido otorgado en esa cruz. Gloria a Dios.
Gálatas 2:21, «No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo». Mis hijitos, esa corona que ustedes tienen sobre su cabeza también se les es dada por gracia. Ustedes son real sacerdocio por gracia. Ustedes son pueblo santo por gracia. Linaje escogido por gracia. Ustedes no han hecho nada que justifique esa gracia, dice el Señor, sino solamente creer en el Hijo de Dios. Esa es la obra perfecta. Esa es la obra de la perfección, que crean en el Hijo de Dios, que fue entregado por ustedes, para que puedan ser limpiados, para que puedan ser rescatados, para que puedan ser justificados, para que puedan ser santificados, sanados, aleluya, liberados.
Hijitos, dice el Señor, ustedes están rodeados de la gracia de Dios. Valoren esa gracia, repite el Señor. Agradezcan esa gracia. Sean agradecidos. Yo estoy viendo que muchas veces, cuando oramos en las oraciones no le damos gracias a Dios por poder estar…, caminar en esa gracia. Es como que no somos del todo conscientes de lo que esto significa para nosotros. Dice Hebreos 10:29, «¿Cuánto mayor castigo pensáis vosotros será merecido por el que hollare al Hijo de Dios y tuviere por inmunda la gracia del pacto en la cual fue santificado e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?», hablando de lo que decía el Señor hace unos instantes atrás. Sobre que no debemos pecar voluntariamente por más que estemos caminando en esa gracia hermosa que nos regaló el Señor a través de su sacrificio.
Y yo veo los diez mandamientos, veo las tablas, veo las tablas de los mandamientos. Y dice, hijitos, ustedes saben bien, como que repite el Señor, lo que está bien y lo que está mal. Ustedes saben que no hay que robar, que no hay que mentir, que no hay que matar y todo lo demás. Ustedes lo saben, dice el Señor. Y me vuelve a repetir el Señor que cuando aún así estamos por quebrantar uno de estos mandamientos escritos en nuestros corazones en este tiempo del nuevo pacto, el Espíritu Santo nos llama la atención a través de nuestras conciencias para redarguirnos, y que tal vez, no quebremos la ley de Dios, no transgredamos la ley de Dios. Pero los que no escuchan a su conciencia, los que niegan, se endurecen contra la voz del Espíritu Santo e igualmente pecan voluntariamente hablando, entonces están cayendo de la gracia de Dios.
Tengan cuidado, hijitos, dice el Señor. Porque dice Gálatas 5:13, «Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros». Así que cuidado, porque el Espíritu de Dios me muestra que algunos de ustedes por causa de que el Señor viene hablando de su gracia, quieren tomar, a veces, esta palabra para pecar deliberadamente. Pero dice Hebreos 10:26, «Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados». Así que los que pecan voluntariamente, si no se arrepienten y hasta que no se arrepientan, caen de la gracia de Dios.
Cuidado, dice el Señor, y no tomen esta libertad que se les ha sido dada para pecar deliberadamente, para pecar voluntariamente, menospreciando el sacrificio de Jesús, escupiendo en su cruz, desechando al Hijo de Dios que se entregó por ustedes y que ya los rescató de las mugres donde antes estaban. Hijitos, no menosprecien, dice el Señor, porque para el que menosprecia el sacrificio de la cruz, para el que desecha al Hijo de Dios, hay condenación. Y si no hay arrepentimiento, dice el Señor, ya no hay sacrificio que lo pueda salvar, que lo pueda rescatar. Hijitos, cuidado, dice el Señor, porque ustedes suelen irse para los dos extremos. Ustedes suelen ser desbalanceados en su camino espiritual.
Ustedes piensan que todo, es un sí o es un no, que todo es un blanco o es un negro, pero tienen que lograr un balance, dice el Señor. Tener una pesa justa pero balanceada, equilibrada. Hijitos, aprendan a razonar equilibradamente, dice el Señor. Aprendan a pensar con sabiduría y no como alguien que se maneja instintivamente. No sean carnales o como los animales, que lo primero que les viene al instinto, eso hacen. Y a veces no es bueno para ellos. Ustedes no deben manejarse por los instintos naturales, dice el Señor, sino por la sabiduría que viene de lo alto, con una balanza justa, con una balanza armónica, dice Dios, pensando las cosas en sus corazones, meditando las cosas en sus corazones, no siendo rápidos para tomar decisiones cuando requieren cambios tan profundos para sus vidas.
En el sentido de que muchos de ustedes son muy… ¿cómo sería esta palabra? Sanguíneos. Y lo primero que les da gana de hacer, eso hacen. Pero esto les lleva a cometer muchos errores, dice el Señor, a pisar en falso y después a sufrir consecuencias graves. Hijitos, sean balanceados, mediten en la Palabra. Porque conocer la Palabra, o sea, la Biblia, les va a traer balance en sus vidas. Pesen todo a través de esa Palabra, miren todo con lupa, piensen dos veces antes de hablar, pero también piensen dos veces antes de callar, cuando el Señor los manda a hablar. Impulsivos, eso, muchos de ustedes se mueven por impulsos, pero no es lo que enseña la Escritura, no es lo que la Palabra les enseña, dice el Señor, que deben moverse por impulsos.
Ustedes deben tomar decisiones basadas en la Biblia, dice el Señor, y no en impulsos. Guiados bajo el Espíritu de Dios. Porque Jesús dijo, lo que yo hablo es lo que el Padre me da. Y él hacía lo que el Padre le mandaba a hacer, y él se sujetaba a la dirección del Espíritu Santo en él, permanentemente. Dice 2 Pedro 2:12, «Pero estos, hablando mal de cosas que no entienden, como animales irracionales, nacidos para presa y destrucción, perecerán en su propia perdición». Así que de igual manera, dice, recuerden, el Señor dice, recuerden que yo soy el Salvador.
Dice el Señor, no solamente que a través de creer en mí, ustedes consiguen la vida eterna, sino que también yo los salvo de sus errores, y los salvo de todo problema de carácter que pueden tener, si deciden obedecerme y seguir la guía del Espíritu Santo. Aún para los que son impulsivos, yo puedo enseñarles, dice el Señor. Así como le enseñé a Pedro, cuando se dejaba llevar por sus impulsos, cuando hablaba lo primero que le venía a la mente, cuando reaccionaba según los impulsos de su carne, dice el Señor. Así, dice el Señor, como yo lo ayudé a él, y lo fui transformando en su carácter, los puedo ayudar a ustedes. En ese sentido, también soy yo el que salvo, dice el Señor. Aleluya. Gracias, Señor. Gloria a Dios.
Yo escucho a Jesús que dice, hijitos, en este tiempo muchos de ustedes están hablando sobre la Pascua. Muchos de ustedes prestan atención en la Pascua. Y el Espíritu me muestra que Él fue el cordero entregado por nosotros. Lo que antes en el tiempo, o en el libro del Éxodo, se menciona que los hebreos tuvieron que cocinar un cordero y compartirlo hasta que se termine, si no me equivoco ¿no? Ese cordero, en la Pascua, antes de que los hebreos salgan de Egipto, antes de que el pueblo de los hebreos salgan de Egipto, ellos tuvieron por mandato de Dios, a través de Moisés, que celebrar la Pascua, ¿verdad?
Y ellos, con la sangre rociaron los marcos de las puertas, ¿verdad? Y hubo este, yo estoy viendo este cordero, en la Pascua, en el tiempo de Moisés, antes de que ellos salgan de la tierra de Egipto. Ellos tuvieron que celebrar la Pascua, ¿verdad? Dice Éxodo 12:7, «Y tomarán de la sangre, y la pondrán en los dos postes, y en el dintel de las casas en que lo han de comer», hablando sobre el cordero.
Y dice en Éxodo 12, «Hablad a toda la congregación de Israel, diciendo: En el diez de este mes tómese cada uno un cordero según las familias de los padres, un cordero por familia. Mas si la familia fuere tan pequeña que no baste para comer el cordero, entonces él y su vecino inmediato a su casa tomarán uno según el número de las personas; conforme al comer de cada hombre, haréis la cuenta sobre el cordero. El animal será sin defecto, macho de un año; lo tomaréis de las ovejas o de las cabras».
Y yo estaba viendo esto en esta visión. Dice Éxodo 12:8-9, «Y aquella noche comerán la carne asada al fuego, y panes sin levadura; con hierbas amargas lo comerán. No comeréis de él crudo, ni cocido en agua, sino asado al fuego; su cabeza con sus pies y sus entrañas». 12:14, «Y este día os será en memoria, y lo celebraréis como fiesta solemne para Jehová durante vuestras generaciones; por estatuto perpetuo lo celebraréis». 12: 13, «Y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis; y veré la sangre y pasaré de vosotros, y no habrá en vosotros plaga de mortandad cuando hiera la tierra de Egipto».
Gloria a Dios. Aleluya. Pero yo lo escucho al Señor Jesús que dice, hijitos, ese cordero soy Yo, ese cordero me representaba a mí, dice Cristo Jesús. En el viejo pacto, dice el Señor, eran animales los que se sacrificaban para el perdón de los pecados. Pero yo cumplí, dice el Señor, con el sacrificio perfecto. Yo fui ese cordero sin mancha entregado por todos los pecados una sola vez, y la última, y la única, para comprar a muchos, para perdonar a muchos. Cada vez, dice el Señor, que Israel conmemoraba la Pascua Judía a través de ese cordero que tenían que comer y compartir con otras familias si sobraba. Ésto era un símbolo de mi sacrificio, de mi entrega en la cruz. Yo soy ese cordero sin mancha, dice el Señor.
Y dice Juan 1:36, «Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: he aquí el Cordero de Dios». Eso dijo Juan el Bautista ¿verdad? Ese cordero, dice el Señor, el cual dice, creo que el libro de Isaías ¿no?, que fue entregado al matadero, que no abrió su boca. Ese cordero inocente, dice el Señor, libre de pecado, ese Cordero soy Yo. Gloria a Dios. Isaías 53:7, «Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; Como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca». Yo fui entregado, dice el Señor, yo me entregué a mí mismo para rescatar a un pueblo esclavizado.
Y así como la conmemoración de la Pascua Judía se realizaba, dice el Señor, para recordar la salida de Israel de la esclavitud de Egipto, así como esa Pascua, así como ese cordero se cocinaba y se compartía, así como esa sangre era mojada, o sea, así como los postes de esas puertas eran mojadas por la sangre, eso conmemoraba la salida de los hebreos de Egipto y era lo que los justificaba en ese momento, la primera vez que se celebró la Pascua Judía, para que cuando pase la muerte no tocara sus puertas. Esto, todo esto, era una sombra del cuerpo de Cristo. Dice Juan 10:18, «Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre», dice el Señor.
Dice, «Y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis; y veré la sangre y pasaré de vosotros, y no habrá en vosotros plaga de mortandad cuando hiera la tierra de Egipto». Todo esto, dice el Señor, que hacía Israel en los tiempos antiguos, era una sombra de lo que se iba a cumplir en mi carne. La sangre de ese cordero, que era como señal en esas casas, representaba a mi sangre derramada que hoy cubre sus casas. Para que las tinieblas sepan que ustedes me pertenecen. Ustedes fueron comprados por mi sangre, dice Jesús. No hubo ningún animal que los pueda comprar. Pero mi sangre derramada fue suficiente para comprar a todos los que crean en mí.
Hijitos, entiendan, dice el Señor, este simbolismo. Porque la Pascua me representa a mí, y era sombra de lo que iba a venir, y de lo que iba a suceder en la entrega de mi cuerpo en esa cruz. Y esto, yo estoy sabiendo ahora, que también se conecta con la cena del Señor. Porque su cuerpo fue partido por nosotros, así como el cordero era partido por nosotros. Su sangre fue derramada por nosotros, así como la sangre era colocada en las casas. Y ese cordero era compartido con los demás, entre los hebreos, como cuando el cuerpo de Cristo, a través de ese sacrificio, nos compró a todos nosotros. Y esto también se conecta con la cena del Señor. Y yo estoy sabiendo ahora que lo que antes era la conmemoración, o la práctica de la Pascua judía, ahora se conecta con la cena del Señor.
Y ustedes, dice el Señor, todos los que me pertenecen, tienen que conmemorar mi carne y mi sangre a través de la comunión en la santa cena. Por eso, antes de que el Señor se entregara en esa cruz, él hizo la última cena con sus discípulos, partiendo el pan que representaba su cuerpo y compartiendo el vino que representaba su sangre. Y él dijo, haced esto en conmemoración mía. Dice Mateo 26:27-28, «Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados». Pero hay otro versículo que dice, «haced esto en conmemoración mía».
El Señor está diciendo, cuando ustedes, los que son míos, los que son de Cristo Jesús, los que forman parte de una misma familia de la fe, sin importar la procedencia o el linaje por sangre, ustedes, dice el Señor, cuando practican la santa cena en mi nombre, recordando la entrega de mi cuerpo y el derramamiento de mi sangre a través del pan y del vino, ustedes me están conmemorando a mí. Es decir, el Señor nos viene hablando de una progresión, de una diferencia entre el viejo pacto y el nuevo pacto ¿verdad? El Señor nos viene hablando de las diferencias entre uno y otro, de los simbolismos y representaciones entre uno y el otro. Y yo estoy sabiendo ahora, entendiendo, que lo que antes de Cristo era la Pascua, como se le fue mandada a celebrar a Moisés, o a guardar, y a su pueblo, al pueblo del Señor, a través de Moisés, hoy es la cena del Señor.
Ustedes conmemoran mi cuerpo y mi sangre, dice el Señor, cuando tienen comunión con sus hermanos, haciendo la cena del Señor. Y yo estoy sabiendo ahora que el Espíritu de Dios está hablando sobre esto, porque muchos de ustedes están pensando que tienen que practicar la Pascua a la manera en la que se practicó antes de la venida del Señor Jesús, del sacrificio del Señor Jesús. Pero ahora, dice el Señor, si ustedes practicarían de la misma manera, conmemorarían esa Pascua de la misma manera, entonces no solamente tendrían que comer ese cordero, sino manchar sus casas con la sangre.
Y esto no lo estoy hablando yo, me lo está diciendo el Espíritu de Dios ahora. Pero esta práctica estaba establecida como una sombra y un simbolismo del sacrificio del Cordero de Dios, de Jesús, el Hijo de Dios. Y la carne que se comió en ese cordero representaba lo que iba a ser la carne de Jesús que nosotros comemos en la cena del Señor. Y la sangre de ese cordero representaba lo que iba a ser el derramamiento de la sangre del Cordero de Dios entregado en esa cruz y que nosotros tomamos espiritualmente hablando cuando tomamos el vino en la cena del Señor. Por eso dice la Biblia, el Señor dice, que tenemos que comer su carne y beber su sangre.
Hijitos, todo lo que sucedió antes de la cruz era sombra del cuerpo de Cristo, era un simbolismo y una preparación de lo que iba a cumplirse en el cuerpo de Cristo. Juan 6:53-54, «Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero». Y todos los que son de la familia de la fe, sean judíos por línea de sangre o no sean judíos por línea de sangre, como pertenecen a Cristo Jesús y fueron comprados por esa sangre derramada ese día, y el cuerpo de Cristo fue entregado por todos los que creen en él, sean judíos por sangre o no, todos tendríamos que practicar bajo este nuevo pacto la Santa Cena, conmemorando su entrega en esa cruz, comiendo su cuerpo y bebiendo su sangre a través del simbolismo del pan y del vino. Aleluya.
Hijitos, entiendan, dice el Señor, que cuando ustedes comen mi carne y beben mi sangre (y cuando el Señor dice esto, está hablando de la práctica de la Santa Cena del Señor), cuando ustedes comen mi carne y beben mi sangre, ustedes ya están conmemorando mi entrega en esa cruz, mi cuerpo y mi sangre entregado por ustedes en esa cruz. Ese, dice el Señor, esa es la conmemoración que yo establecí a través del nuevo pacto, dice el Señor, para los que son míos, para los que me pertenecen. Porque comer mi carne y beber mi sangre, dice el Señor, a través de la práctica de la Santa Cena en comunión, unidos los hermanos, en mi nombre, es muy importante. Es clave para la unión de la iglesia. Porque ustedes no están comiendo partes de un cuerpo distinto, sino que están comiendo un mismo cuerpo que es el mío.
Por eso la Biblia dice que él tomó el pan, lo partió y lo repartió a sus discípulos, y tomó la copa y la compartió con los discípulos. Era un mismo cuerpo y una misma sangre. Esa es la conmemoración que yo espero de mi pueblo judío en lo interno, que está bajo este nuevo pacto, y que me pertenece, dice el Señor. Porque para eso fui entregado en esa cruz, para eso me entregué en esa cruz, para que me miren a mí, para que me conmemoren a mí, para que su atención esté puesta en mí, para que ustedes sean míos y no de otro. Y todo lo que hagan, dice el Señor, sea una ofrenda de corazón para mí, que fui entregado por ustedes. Entiendan, dice el Señor, que hubo una progresión en todas las cosas.
Y vuelvo a repetir, «Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, y no en letra;»(Romanos 2:28-29). Gloria a Dios.
Lo que el Señor quiere decir, es que él espera que su pueblo, los escogidos de Dios, ese real sacerdocio, esa nación santa, ese linaje escogido de todos los que somos de la fe de Abraham, herederos de la promesa por fe, el Señor espera que todos nosotros, que formamos un solo pueblo y un solo cuerpo de Cristo, del cual él es su cabeza, es la cabeza. El Señor espera que todos nosotros, de toda procedencia, de todo pueblo, de toda nación, de todo linaje por sangre, que en el Espíritu somos el Israel de Dios, el Israel espiritual, conmemoremos la Cena del Señor. Gloria a Dios.
Porque cuando ustedes lo están practicando, físicamente hablando, algo está sucediendo espiritualmente hablando, dice el Señor, cuando practican la cena del Señor. No es solamente un simbolismo, me dice Dios, partir el pan y compartirlo con los hermanos y comerlo en conmemoración de la partición de mi cuerpo por ustedes. No es solo un simbolismo cuando ustedes toman la copa y la beben y la comparten con sus hermanos, conmemorando el derramamiento de mi sangre en esa cruz. El Espíritu me estaba diciendo que participar de la Cena del Señor es la práctica que el Señor espera de nosotros, los que somos de Cristo bajo este nuevo pacto. Y espiritualmente hablando, esto nos fortalece.
Esto trae unión a nuestros espíritus, a la congregación de los justos. Nos recuerda a nuestras conciencias que formamos parte de ese mismo cuerpo. Nos recuerda que nuestra atención tiene que estar en Jesús, que nuestro foco tiene que ser Jesús, que nuestra mirada tiene que estar en él y que todo lo que hacemos bajo este nuevo pacto en el que estamos, tiene que apuntar a él. Gloria a Dios. Así que el Señor dice, hijitos, practiquen la Santa Cena. Si ustedes quieren conmemorarme, dice el Señor, lo que deben realizar es la Santa Cena. Porque yo soy el que les di este mandamiento, dice el Señor, antes de ser entregado en esa cruz, de que practiquen la comunión entre los hermanos y la conmemoración de mi entrega en esa cena.
Hijitos, esto salió de mi boca, dice Jesús, haced esto en conmemoración mía. Este fue mi mandamiento, dice el Señor, que les dejé expresado antes de entregarme para morir por ustedes. Haced esto en conmemoración mía. Y yo estoy sabiendo también que el Señor está hablando sobre esto, porque algunos de ustedes están pensando que tienen que hacer otro tipo de rituales cuando quieran conmemorar el sacrificio de la cruz y se olvidan de la importancia de la práctica de la Cena del Señor y de que él nos mandó a hacerlo en conmemoración suya. Escrito está. Y como nosotros estamos bajo la ley de la libertad, bajo la ley del Espíritu, el Señor dice, que practicar la Cena del Señor, somos libres de hacerlo cuantas veces queramos, mientras que lo hagamos en él, mientras que estemos santificados, mientras que nuestras conciencias no nos acusen de pecado.
Porque el Señor dice, recuerden que es por el Espíritu y no bajo reglas escritas. Y yo estoy escuchando la palabra fechas. Ustedes le están prestando mucha atención a las fechas, dice el Señor. Y yo estoy sabiendo ahora que al Señor, el Señor no tiene ningún problema en que nosotros practiquemos la Santa Cena regularmente, cada vez que así lo tengamos en nuestro corazón. Siempre que sea para conmemorarlo a él, todo lo que lo conmemore a Jesús, todo lo que se trate de Jesús, todo lo que le dé la gloria a él, todo lo que nos ayude a poner nuestros focos más en él, todo lo que lo honre al Hijo de Dios, está bienvenido en el reino de los cielos, mientras tomemos esta práctica seriamente.
Porque también dice la Biblia que muchos están enfermos y otros duermen, queriendo decir que se mueren, por tomar de la Cena del Señor indignamente. Pero mientras este no sea el caso, mientras estemos arrepentidos de cualquier tipo de pecado que hayamos cometido, mientras estemos justificados delante del Señor, entonces tenemos libertad para decidir cuándo practicar la Cena del Señor. ¿Amén? Creo que esto responde la pregunta de muchos, me está mostrando el Espíritu Santo. Dice el Señor, cuando ustedes se congregan con otros hermanos para hablar sobre mi nombre, para hablar sobre mis cosas, sobre mi reino, sobre mi persona, sobre mi carácter, para levantar sus ojos espirituales al cielo, dice el Señor, para adorarme, para alabarme, es bueno practicar la Santa Cena entre ustedes. Porque así lo hacían los discípulos después de la partida del Señor.
Regularmente partían el pan en las casas, dice la Biblia. Sean libres, dice el Señor, y déjense guiar por el Espíritu Santo. Partan el pan en las casas con los hermanos. Alábenme con los hermanos, adórenme, pónganme primero en todas las cosas. Y siempre pongan su foco y su atención en mí, dice el Señor. Y todo lo que los haga irse lejos de poner el foco en el Hijo de Dios, todo lo que los provoque a que Jesús ya no sea el centro, sino otra cosa, todo lo que los aleje de Jesús en vez de acercarlos, entonces, dice el Señor, hay algo que tienen que revisar.
Dice Hechos 2:46, «Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón». Y de nuevo el Espíritu me indica que les aclare que Él está hablando esto porque muchos de ustedes piensan que están obligados a celebrar la Pascua a la manera judía, cuando en realidad lo que el Señor espera es que lo conmemoremos a través de la Cena del Señor, como él lo dijo. Porque el foco es él y la mirada tiene que estar en él. Y él fue el que se entregó, él fue ese Cordero. Y la forma cambió. Antes era ese cordero que se tenía que cocinar, compartir y demás, como ya lo dijimos.
Pero a partir de la cruz, esta parte también se transformó. Y ya no se trata de un cordero, sino de Jesús. Y conmemorar la Cena del Señor partiendo el pan que representa su cuerpo y no el de un animal, tomando el vino que representa su sangre y no el de ese animal, el cual se colocaba en las casas. Esa es otra de las cosas que el Padre hoy nos enseña. Como era en el viejo pacto y como es ahora, bajo el nuevo pacto para los que creemos en Jesús. Aleluya. Gracias Señor, porque todo se trata de él, me repite el Señor. Todo se trata de Jesús, todo se trata del Señor, todo se trata del Salvador, todo está dirigido a él. Siempre el Hijo de Dios tiene que ser el centro de todo lo que hacemos.
Él es nuestro pan y él es nuestro vino. Gloria a Dios. Gracias Señor. Hijitos, estoy respondiendo dudas, dice el Señor, porque ustedes me lo preguntaron. Nuevamente, dice el Señor, ustedes me preguntaron qué tenían que hacer, cómo lo tenían que hacer, pero yo los he hecho libres. Y mi único mandamiento sobre este tema específico fue: haced esto en conmemoración mía. Gloria a Dios. Así que el Espíritu me dice, el que crea, que crea. Y el que tenga oídos para oir, que oiga. Y el que quiera ser libre, que lo sea. Y el que quiere venir a mí, que venga. Porque yo soy el Cordero de la Pascua, dice el Señor, entregado por ustedes.
Así que conmemórenme a mí, dice el Señor, en la manera que yo lo ordené, con el ejemplo que yo les di cuando estaba reunido con los míos, dice el Señor. Todas las cosas que ustedes tenían que hacer o dejar de hacer, se las dejé aclaradas, dice el Señor. Lean el Nuevo Testamento. Y estoy sabiendo, el libro de los Hechos. Tienen que leer mucho el libro de los Hechos, me dice Dios. Y ahí, se les van a resolver muchas dudas de cosas que están preguntando. Y no caigan en trampas. Conozcan la Palabra, dice el Señor, la Biblia, y lean mucho el Nuevo Testamento. Esta es la dirección que recibo del Espíritu para ustedes en este tiempo.
Y sus ojos serán abiertos. Gloria a Dios. Y la verdad los hará libres. Amén. Gracias Señor. Gracias Señor. También yo estoy viendo una familia que practica la Cena del Señor en su casa. Esto es una invitación de que practiquemos la Cena del Señor en nuestras casas con todos los que le pertenecen a Cristo. Porque los que son aptos para participar de la Cena del Señor son los que le pertenecen a él. Los que forman ya parte de la familia de Dios. No solamente creyendo en Jesús como el Hijo de Dios que se entregó, que murió y resucitó al tercer día y está sentado a la diestra del trono del Padre, sino los que están bautizados en su nombre. Gloria a Dios.
Y creo que esto que me está diciendo el Espíritu también les responde preguntas de sus corazones. Todos los que ya le pertenecen a Cristo Jesús, no solamente los que creen en Cristo Jesús. Porque dice la Biblia que los demonios también creen y tiemblan, pero obviamente ellos no pueden participar, ni tampoco quieren, de la Cena del Señor. Es decir, todos los que creen en el Hijo de Dios, y los que están bautizados, y los que no están en pecado voluntario, son los que pueden participar de la Cena del Señor. Pero si esta es la ocasión, en sus familias, ustedes, el Espíritu los está llamando a practicar la Cena del Señor en sus casas, porque esto trae unión entre ustedes, en un mismo cuerpo al cual ya forman parte.
Pero en sus conciencias esto les anima a permanecer unidos en ese cuerpo. Amén. Recordando su carne y su sangre. Gloria a Dios. Aleluya. Gracias Padre. Gracias Señor. Así que lean los pasajes de la Biblia, me dice el Espíritu Santo, que hablan sobre la Cena del Señor. Hay varios ¿no?, hay varios pasajes que hablan sobre la Cena del Señor en el Nuevo Testamento. El Espíritu me dice, lean esos pasajes, estúdienlos y ténganlo en cuenta y practiquen la Cena del Señor para conmemorarlo a Él, al Rey de Gloria y Majestad, al Único Salvador, al Único que se entregó y fue digno no sólo de comprarnos a ese precio de sangre, sino será, es el Único digno de abrir los sellos, dice el Apocalipsis, por causa de ese sacrificio también. Gloria a Dios. Aleluya. Gracias Señor.
Gracias Señor te damos por esta palabra. Así que reciban paz ahora porque han sido contestadas preguntas. Algunos de ustedes están en paz ahora. Están en paz por causa de lo que el Señor habló. Gloria a Dios. Así que el Espíritu me vuelve a repetir que cuiden, que defiendan la gracia en la que caminan. Gloria a Dios. Gracias Señor, te damos toda la honra y toda la gloria al Cordero sin mancha, al Hijo de Dios, a Jesús de Nazaret que fue entregado por nosotros con esa muerte terrible, muerte de cruz. Gracias Señor por ser obediente hasta la muerte. Gracias Señor por redimirnos a través de ese sacrificio.
Gracias Jesús, gracias Señor por tanto amor, porque no hay mayor amor que poner su vida, la vida por los amigos y eso hiciste Señor, para rescatarnos de nuestros pecados e inmundicias. Gracias Señor. Claro Señor que vamos a conmemorarte en esa cena. Gracias Señor con el resto de los miembros de tu cuerpo. Gracias Jesús. Toda la honra, toda la gloria para ti, por siempre y para siempre. Ámenme, dice el Señor. Ámenme más, hijitos. Obedézcanme. Yo Yeshua, la Salvación. Pongan sus ojos en mí, no se distraigan, no se desvíen, dice el Señor. Y entiendan cómo son las cosas, lo que sucedió ese día. Pídanme revelación y se las voy a dar, porque la necesitan. Y más para los tiempos que vienen, dice el Señor.
Tienen que estar claros, que están caminando en la gracia, dice el Señor. Porque los van a querer enjaular, los van a querer esclavizar, los van a querer meter en cárceles que yo no abrí, dice el Señor, y que justamente de las que vine a liberarlos. Abran los ojos, dice el Señor, y que caigan cadenas y velos en ustedes. Hoy les hablo para traerles libertad, porque la verdad los hace libres, y ahí donde se mueve el Espíritu de Dios hay libertad. Y yo los hago libres. Amén y amén.
Muy bien, hermanos. Bendiciones. Cualquier pregunta doctrinal o pastoral, esas las responde mi esposo y pastor, Mándala. En el mail, mándalaweber@hotmail.com ¿sí? A él le pueden escribir. Yo no respondo preguntas doctrinales y pastorales, de eso se encarga el pastor de este ministerio. Cualquier duda sobre este o sobre otro tema de enseñanza de las Escrituras, las responde él y ustedes pueden escribir con libertad a ese mail. Pero no voy a ser yo la que responda, va a ser quien corresponde, que es este maestro instituido por Dios y pastor de Jesús. Por gracia y misericordia de Dios. Amén. Los bendecimos, los amamos desde Argentina y les agradecemos que sigan orando por nosotros porque lo necesitamos. La gloria sea para Dios, en él Sí y en él Amén, para el Hijo de Dios.