El Señor te bendiga, amado hijo de Dios, amada hija de Dios, en este primero de abril del año 2024, comenzando este año de estos últimos días sirviendo al Señor, a nuestro Salvador, a aquel que se entregó por nosotros en la cruz, a aquel que sangró por nosotros. Sirviendo al que es la salvación, honrando al que dio su vida voluntariamente para rescatarnos de nuestros pecados, al que sufrió ese terrible calvario, siendo vituperado, siendo herido, siendo rasgado a través de esos latigazos. Honrando a aquel Hijo de Dios que, siendo Dios, vivió como hombre para entendernos, para después rescatarnos, para redimirnos. A ese Señor, a ese Adón, servimos en estos últimos días, donde todas las cosas se van agitando, donde todas las cosas se van a los extremos y los grises van desapareciendo, donde cielo, mar y tierra se estremecen y se estremecerán por causa de los dolores de parto por donde estamos pasando ahora.
El tiempo es corto, me dice el Señor, y tenemos que redimir el tiempo, aquellos que servimos al Señor de distintas maneras. El Señor nos dice que tenemos que redimir el tiempo, que los días son cortos y son malos, y que aprovechemos toda oportunidad que tenemos hoy para servir a ese Salvador. Yo escucho la palabra Yeshúa, porque el Padre dijo que Él iba a mandar un Salvador a la tierra. Por eso su nombre es «salvación», porque el Padre mandó a este Salvador para rescatar a todo aquel que cree en Él. Y yo vuelvo a escuchar el nombre del Señor en hebreo: Yeshúa, el Salvador, la salvación, porque la salvación viene de los judíos. Por eso se le dijo a María que su nombre sería el Salvador, la salvación, porque en su nombre también estaba escrito su propósito de Salvador.
[Juan 4:22, RVR1960] Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos.
Y nosotros hoy, los que estamos injertados en ese olivo, podemos disfrutar de esta salvación, porque la salvación viene de los judíos. Y gracias a su transgresión, dice la Biblia, es que nosotros podemos ser salvos. Porque yo sigo viendo que en el momento en que se le dijo a María que tenía que ponerle ese nombre a nuestro Señor, había una razón por la cual Él tenía que llamarse así.
[Romanos 11:17, RVR1960] Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo.
Los gentiles fueron injertados en ese olivo, pero gracias a ese olivo es que los gentiles pueden disfrutar de esa salvación.
[Lucas 1:31, RVR1960] Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre.
El Espíritu Santo me insiste ahora que su nombre, que está traducido en distintos idiomas, cuando fue dado a María, lo principal de ese mensaje era que Él iba a ser el Salvador y que por eso recibió ese nombre, que en español se traduce Jesús, y que no hay nada de malo en llamarlo como se lo traduce en distintas naciones de la tierra. Pero tengamos en cuenta, me insiste el Espíritu Santo. No sé por qué, pero tengo que decir lo que Él me dice que hable, y es que Él es el Salvador, que Él es el que salva y que el Padre le dio este nombre y no otro, porque esa era su tarea, porque Él fue enviado para darnos salvación. Él es la salvación, dice el Señor, y nadie más. Y nadie puede ir al Padre sino a través de Él. Nadie puede ir al Padre sino a través de Él.
Y yo lo veo a Jesús ahora suspendido en el aire, diciendo: Hijitos, Yo soy la salvación, Yo soy la salvación. No hay otro nombre dado a través del cual se obtenga la salvación, dice el Señor. No hay otro nombre, hijitos, dado a los hombres a través del cual los hombres puedan ser salvos.
[Juan 14:6, RVR1960] Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.
Nadie va al Padre sino a través de su Hijo, sino a través de Jesús, Yeshúa en hebreo, lo cual se conecta con el significado de la salvación. Yo soy el que salva, dice el Señor.
[Hechos 4:12, RVR1960] Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.
Lo veo al Señor suspendido en el aire, mirándonos a todos los que nos vamos conectando, a todos los que nos vamos congregando en esta congregación virtual, pero que en el Espíritu es real. Porque ahora nosotros, todos los que estamos conectados en el Espíritu de Dios, escuchando lo que el Padre quiere hablar a través mío, estamos juntos, conectados y congregados espiritualmente hablando. Y en el medio de esta congregación virtual está el Salvador, porque dice la Biblia:
[Mateo 18:20, RVR1960] Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
Como dije, lo veo a Yeshúa suspendido en el aire, y desde el aire Él nos mira a todos nosotros, los que estamos conectados ahora en el Espíritu, juntos, en un mismo sentir, sabiendo lo que estamos pensando, sabiendo lo que estamos sintiendo, sabiendo lo que estamos anhelando, escuchando las preguntas que hay en nuestros corazones y dispuesto a responderlas. Pero no solamente eso: Él está congregado con nosotros cuando nosotros nos congregamos juntos en el Espíritu. No sé si ustedes lo sabían, pero podemos estar en el cuerpo, en el lugar desde donde ahora estamos escuchando esta palabra, pero nuestro espíritu está en los lugares celestiales, junto a nuestro Salvador, Yeshúa. Por eso dice Pablo:
[1 Corintios 5:3, RVR1960] Ciertamente yo, como ausente en cuerpo, pero presente en espíritu, ya como presente he juzgado al que tal cosa ha hecho.
Cuando nosotros oramos buscando el rostro del Señor, cuando nosotros adoramos y alabamos a nuestro Salvador, cuando nosotros nos congregamos en el nombre de nuestro Salvador, nuestros espíritus, literalmente hablando y no metafóricamente hablando, se van a la presencia de nuestro Salvador. Vuelvo a repetir, por eso dice Pablo: como ausente en el cuerpo, pero presente en el Espíritu. Dice que él estaba junto a los hermanos en el Espíritu. Y hay muchos misterios que suceden en el Espíritu, que quizás muchos de ustedes todavía no son del todo conscientes o no entienden bien cómo funcionan estas cosas espirituales que son tan profundas. Pero, más que nada, lo que quiere el Señor en este momento que ustedes sepan es que ahora nosotros estamos congregados en el Espíritu, y en el centro de esa congregación está Yeshúa, nuestro Salvador, el Rey de los judíos, el Rey de reyes y Señor de señores, el linaje de David, el León de la tribu de Judá. ¡Gloria al Señor!
Porque dice: hijitos, ha llegado el tiempo en el que les voy a enseñar sobre el linaje de David, les voy a enseñar sobre las tribus de Israel, les voy a enseñar qué tienen que ver ustedes con ese olivo y les voy a responder preguntas que me vienen haciendo durante tanto tiempo. Porque tengo que traerles claridad, porque hay mucha confusión en mi pueblo, porque estoy preparando a la novia, dice el Señor, para las bodas del Cordero. Pero mi novia, hoy, está confundida. Mi novia, hoy, anda detrás de otro esposo. Mi novia no está preparada, ni siquiera está entregada realmente a mí para convertirse en mi esposa. Mi novia, muchas veces, fornica con otros dioses, olvidándose de mí, del que la salvó, del que la redimió.
Hay un pasaje en las Escrituras donde Dios le dice a Israel que cuando estaba como recién nacida, nadie la fue a limpiar, a quitarle la sangre, a rescatarla; nadie la ayudó. Cuando recién nació, estaba sucia y abandonada, y Él se ocupó de limpiarla, de atenderla. Y dice el Señor: Yo rescaté a Israel cuando nadie más la ayudaba. Siempre fui Yo, que fui a socorrer a mi pueblo Israel cada vez que se metía en problemas. Pero una vez que Israel recibía mi ayuda, dice el Señor, después se olvidaba de mí y volvía a fornicar con otros dioses, y volvía a adorar dioses de acera.
[Ezequiel 16:6, RVR1960] Y yo pasé junto a ti, y te vi sucia en tus sangres, y cuando estabas en tus sangres te dije: ¡Vive! Sí, te dije, cuando estabas en tus sangres: ¡Vive!
De este pasaje me hablaba el Espíritu Santo. Y dice: tantas veces socorrí a mi pueblo Israel, dice el Señor, y lo rescaté de sus inmundicias. Tantas veces lo saqué del pozo, tantas veces lo limpié, lo lavé, lo restauré, para que después vuelvan a olvidarse de mí, para que después me den vuelta otra vez la espalda, para que después otra vez se vayan de cualquiera que pasaba para fornicar con esas naciones o con esos dioses.
[Ezequiel 16:4, RVR1960] Y en cuanto a tu nacimiento, el día que naciste no fue cortado tu ombligo, ni fuiste lavada con aguas para limpiarte, ni salada con sal, ni fuiste envuelta con fajas.
Sin embargo, tuve misericordia de ti, dice el Señor. Pero Israel no entiende, Israel está velado, tiene vendas en los ojos, dura su cerviz. Y no importa cuántas veces sea golpeada, no atiende. No se acuerda de mis consejos, no se acuerda de la ayuda que le di, no se acuerda de cuántas veces la rescaté. Sin embargo, sigo siendo fiel a mi pueblo, dice el Señor. No me he olvidado de ellos, aunque me desprecian, aunque no me reconozcan, aunque me humillen, igualmente tengo misericordia. Porque Yo, una vez que me caso con alguien, nunca, y no hay ningún hombre que me pueda divorciar. Porque mi compromiso con Israel es para siempre, dice el Señor. No me he quitado el anillo de matrimonio.
[Isaías 48:4, RVR1960] Por cuanto conozco que eres duro, y barra de hierro tu cerviz, y tu frente de bronce.
Israel no entiende, dice el Señor, y se olvida de quién la limpió, de quién la rescató, de quién la ayudó. Pero vienen días, hijitos, en donde todo Israel será salvo, y todos los ojos me mirarán y llorarán por mí. Y los que me traspasaron también me verán. Israel llorará por mí, dice el Señor, arrepintiéndose de sus pecados y reconociéndome como Yeshúa, su Salvador.
[Apocalipsis 1:7, RVR1960] He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén.
Hijitos, tengan esperanza, porque los voy a transformar, y me van a ver, y les voy a quitar el velo que ahora tienen en sus ojos, y me van a reconocer, y van a caer de rodillas ante mí, y se van a arrepentir, dice el Señor, y van a llorar.
Hijitos, tengan esperanza, y sigan orando por Israel, dice el Señor, porque la salvación viene de los judíos, repite Dios. Y yo, Noelia, sé que el Señor ahora está hablando de los judíos que no reconocen a Jesús como el Mesías, de los judíos no convertidos, de Israel según la carne. Hijitos, dice el Señor, hay muchas cosas que ustedes no entienden y que están mezclando. Y hablan, hablan, y a veces de manera inflada, de cosas que no conocen, de cosas que no las han entendido todavía, o repiten cosas que les han enseñado, pero que no me han preguntado a mí, dice el Señor. Hijitos, ustedes ahora están confundidos.
Y muchas veces, cuando menciono la palabra Israel, ustedes no saben a qué me estoy refiriendo. Porque hay un Israel espiritual, al cual pertenecen todos los que han nacido de nuevo. Y en ese Israel espiritual pertenecen todos los que se han convertido, creído en Jesús y nacido de nuevo, por el bautismo, llegando a ser así judíos en lo interior, y no en lo exterior. Por eso dice la Biblia que no es judío el que lo es externamente, sino el que lo es internamente. Hijitos, ustedes están confundidos, dice el Señor, porque están los judíos que lo son por línea de sangre, pero también están los judíos, todos los que descienden de Abraham por fe, espiritualmente hablando.
[Romanos 2:29, RVR1960] es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios.
Hijitos, entiendan lo que sucedió ese día en esa cruz: que de dos pueblos hice uno, dice el Señor. Porque todo aquel que cree en mí y muere a sí mismo en el bautismo, para levantarse como nueva criatura en mí, en Cristo Jesús, me pertenece. Sea judío, sea griego, gentil y de todas las naciones de la tierra. Por eso dice:
[Efesios 2:14-18, RVR1960] Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades. Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca; 18 porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre.
Es un mismo espíritu el que nos permite tener entrada al Padre. Así que, hijitos, entiendan que se trata de la fe. Entiendan que se trata de la fe, la fe de Abraham. Porque todo aquel que cree en mí, dice el Señor, es hijo de Abraham. Y me vuelve a repetir el Señor que muchos de ustedes están confundidos respecto a este tema. Pero el Señor me vuelve a repetir que todo el que cree en Él le pertenece, ya sea que tenga linaje judío o no. Todo el que nace de nuevo en Cristo Jesús pasa a formar parte de una sola familia, que es la familia de la fe. Por eso dice:
[Efesios 4:5, RVR1960] Un Señor, una fe, un bautismo
Yo veo una imagen como si fuera un dibujo que se divide en dos partes. De un lado dice «judíos» y del otro lado dice «gentiles». Son dos pueblos distintos. Pero tanto los judíos que creen en Jesús, se convierten a Él y se bautizan en su nombre, como los gentiles que creen en Él, se convierten a Él y se bautizan en su nombre, ambos forman parte de una misma familia. Y ya no hay separación espiritualmente hablando, sino que, de ambos pueblos, de los que creen en Él, independientemente del linaje por sangre de esos pueblos, pasamos a formar parte de una misma familia por fe. Por eso somos hijos de Abraham, porque es por fe y porque somos de la fe de Abraham. ¡Gloria a Dios! Hijitos, entiendan, dice el Señor. Entiendan el poder de la fe. Entiendan lo que hace la fe. Entiendan que lo más valioso que alguien puede recibir es fe.
[Gálatas 3:8-9, RVR1960] La Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham.
Porque ustedes son justificados por fe, dice el Señor, por fe en el Hijo de Dios. Lo que les permite la entrada al trono de la gracia es la fe. Hijitos, valoren esa fe, dice el Señor.
Nosotros, todos los que hemos creído en el nombre de Jesús como el Salvador, como el Hijo de Dios que se entregó en esa cruz voluntariamente, murió y resucitó al tercer día para sentarse a la diestra del trono de la Majestad, bajo cuyos pies serán colocados todos sus enemigos, todos nosotros, los que creemos en Jesús como nuestro Salvador, sean gentiles o sean judíos, formamos parte de una misma familia que es la familia de la fe, dice la Biblia. Y formamos parte de los hijos de Abraham, porque todos los que son justificados por la fe de Abraham son hijos de Abraham.
[Gálatas 3:7, RVR1960] Sabed, por tanto, que los que son de fe, estos son hijos de Abraham.
Nosotros somos hijos de Abraham.
[Gálatas 6:10, RVR1960] Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.
Hay una barrera entre los judíos y los gentiles que, al creer en un mismo Salvador, a través del sacrificio de Jesús, el Señor quitó. Y todos los herederos de la promesa, escucho, son aptos para recibir los mismos beneficios por igual. Porque ya no hay judío ni gentil, ni esclavo ni libre, ni mujer ni hombre. Dice la Biblia:
[Colosenses 3:11, RVR1960] Donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, en todos.
[Gálatas 3:25-27, RVR1960] Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo
Hablando de la ley de Moisés, que fue una tutora hasta el cuerpo de Cristo entregado.
[Gálatas 3:26-27, RVR1960] Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.
[Gálatas 3:28,29, RVR1960] Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois. Y herederos, según la promesa.
Hijitos, dentro de mi redil existen hijos que vienen de muchos linajes distintos, pero todos tienen acceso a pertenecer a mi redil por medio de la fe.
[Juan 10:16, RVR1960] Tengo otras ovejas que no son de este redil; aquellas también debo traer, y oirán mi voz, y habrá un rebaño, y un pastor.
Refiriéndose a los gentiles en ese momento, Jesús dice: Hijitos, entiendan que la salvación está disponible para todo pueblo, toda raza, toda nación, toda persona de cualquier etnia que decida creer en mí como el Hijo de Dios que se entregó por ellos, muriendo en ese madero con una muerte terrible para limpiarlos de sus pecados, redimirlos, y que todos los que creen en mí, en mi sacrificio, y me confiesen como el Hijo de Dios, resucitarán, al igual que Yo resucité, para vivir conmigo eternamente y para siempre. Aleluya, alabado sea el Señor.
Hijitos, no se confundan creyendo que ustedes pueden respetar reglas para poder pertenecer a esa familia de la cual estoy hablando. Porque para poder ser ciudadano del reino de los cielos y habitar todos mis hermanos conmigo, dice Jesús, se tiene que tener fe. Y es a través de la fe que son justificados en mí. Es a través de la fe que son santificados en mí, a través de la sangre que Yo ya derramé. Y todo aquel que cree en mí, de él fluirán ríos de agua viva, y Yo habitaré en ellos. Yo haré morada en ellos, junto con el Padre. Gloria al Señor. ¿Entienden, hijos? Dice el Señor que es una familia de la fe y no dos. Dice la Biblia:
[Efesios 3:14,15, RVR1960] Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra.
[Juan 14:23, RVR1960] Respondiendo Jesús le dijo: el que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él.
Hijitos, dice el Señor, entiendan que Yo habito en todos los míos, que Yo estoy en ustedes, dice Jesús. Así como el Padre está en ustedes, haciendo morada en ustedes, y el Espíritu Santo está en ustedes. Por eso dice la Biblia: «y vendremos a él, y haremos morada en él». Y también:
[Juan 7:38, RVR1960] El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.
Hijitos, dice el Señor, ustedes ya están comprados, ustedes ya están lavados, ustedes ya están redimidos a través del derramamiento de mi sangre, y no hay nada más que tengan que hacer para ser herederos de esa gracia. Ustedes ya están en mí, y Yo en ustedes. No hay nada más que tengan que hacer o dejar de hacer para obtener este don del cielo. Hijitos, ustedes ya son míos, todos aquellos que creyeron en mí, todos los que se han bautizado en mi nombre, para que el viejo hombre muera en esas aguas y se levante el nuevo hombre en mí. Dice la Biblia:
[Juan 6:28,29, RVR1960] Entonces le dijeron: ¿qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo: esta es la obra de Dios, que creáis en el que Él ha enviado.
¿Cuál es la obra que nosotros teníamos que hacer? Creer en el Hijo de Dios, en el Salvador, en el Santo de Israel, en el unigénito Hijo de Dios, enviado por nosotros y crucificado por nosotros para salvarnos de nuestros pecados y de nuestras inmundicias. Así como el Señor salvó a Israel, como leímos anteriormente en Ezequiel, cuando estaba recién nacida y nadie limpiaba sus sangres y nadie le ponía pañales. Yo soy el Salvador, dice el Señor, y no hay nadie que pueda salvar si no soy Yo, porque ese es mi nombre. Y aún hoy estoy salvando a muchos de su ceguera espiritual, pero tienen que creer en mí. Esa es la obra. La única obra necesaria para pertenecerme es creer en mí y ser bautizados en Cristo Jesús. Pero todos los que creen en mi nombre, dice el Señor, tienen la potestad de ser llamados hijos de Dios, sea judío, sea gentil, sea esclavo, sea libre, sea varón, mujer, niño o anciano. Hijitos, los hijos de Dios son los que creen en mí, y todos los que pertenecen a esa familia de la fe están bajo una misma ley, que es la ley de Cristo. Por eso dijo Pablo, que era judío:
[1 Corintios 9:21, RVR1960] a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley.
Hijitos, todos los que creen en mí como su Salvador y nacen de nuevo por el bautismo, todos los que son nacidos de nuevo en mi nombre, están bajo mi ley porque están bautizados en mi nombre y no en otro nombre. Entiendan, hijitos, que no hay otro, no hay otro nombre dado a los hombres bajo el cielo bajo el cual ustedes puedan ser salvos. Es sólo a través de mi nombre que todas las personas que creen en ese nombre como su Salvador pueden ser salvos, dice el Señor. Es sólo a través de mí. No hay otro nombre. Crean en mí y bautícense en el agua para pertenecer a esa familia de la fe. Reciban al Espíritu Santo para que mi Padre, Yo y el Espíritu Santo habitemos en ustedes y la obra de Dios se complete en ustedes.
Porque yo, Noelia, estoy sabiendo que muchos de ustedes no están bautizados en el agua y han despreciado el bautismo del agua, cuando la Biblia dice que el mismo Señor Jesús fue bautizado en el agua por Juan el Bautista. Cumplan con el bautismo en el agua, dice el Señor, porque de esta manera serán verdaderamente míos. A través del bautismo del agua verdaderamente me pertenecen. Son pasos que deben dar para formar parte y heredar el reino de los cielos. Confesar mi nombre delante de los demonios. Porque así lo veo: cuando alguien confiesa que cree en Jesús, los demonios que están escuchando se turban y saben que, a partir de ahí, comienza un proceso de conversión en el creyente. Por eso, cuando Juan el Bautista le dijo a Jesús: «Tú vienes a mí para que yo te bautice», el Señor Jesús le respondió: «Deja ya, cumplamos con toda justicia». Es decir, dejarse bautizar en el agua es cumplir con la justicia de Dios.
[Mateo 3:15, RVR1960] respondiendo Jesús, le dijo: deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó.
Hijitos, a todo aquel que le falte el bautismo del agua, no pierda tiempo, dice Jesús, porque una cosa es creer y otra cosa es pertenecerme. Dice:
[Santiago 2:15, RVR1960] Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan.
Hijitos, muchos de ustedes están retrasando el bautismo del agua. Estoy hablando de los que nunca fueron bautizados, que solamente creen y piensan que con eso alcanza. Pero la Biblia dice:
Bautizarse es mostrar la fe en Jesús, cumplir con la justicia de Dios, pasar a pertenecerle a Él. Gloria a Dios. Y muchos de ustedes, yo estoy sabiendo ahora, están menospreciando el bautismo en agua. Vuelvo a repetir, estoy hablando de los que recién se están convirtiendo al Señor y todavía no han sido bautizados, están retrasando el bautismo, lo están menospreciando o lo están subestimando. Como no entienden todavía lo que significa, no han cumplido con este paso de fe. El Señor te alienta en esta noche a que tomes la decisión de hacerlo y que no pierdas tiempo, porque hasta que no lo hagas, no le perteneces a Él. Si tenés la oportunidad de hacerlo mientras estés vivo, hacelo lo antes posible. Eso es lo que estoy recibiendo: no pierdan tiempo. Y me vienen las Escrituras, el pasaje de Felipe, cuando se encontró con el eunuco. El eunuco le hizo una consulta sobre las Escrituras, sobre quién hablaba la Escritura, y Felipe le respondió que era Jesús, que Él era el Mesías. Entonces, creyendo el eunuco, se bajaron de ese transporte en donde iban, y Felipe lo bautizó en el mismo momento. Gloria a Dios. El eunuco no perdió tiempo.
[Hechos 8:36,37, RVR1960] Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios.
Muchos de ustedes creen que Jesucristo es el Hijo de Dios, pero no creen que es importante el bautismo del agua. ¡Aleluya! Hijitos, avancen, dice el Señor, porque aún faltan muchos que vengan a pertenecer a la familia de la fe. Estoy salvando hoy, estoy salvando a muchos que están creyendo en mí, y vuelvo a escuchar la palabra salvación, salvación, salvación. Traigo salvación al mundo, voy a redimir a muchos, voy a rescatar a muchos, y aún faltan muchos más que entren y pertenezcan a la familia de la fe. Hijitos, no se confundan, dice el Señor, manténganse en la simpleza del evangelio, no se metan en palabras vanas, en genealogías interminables, no se corrompan, manténganse en la fe por la cual fueron justificados. Hijitos, no se desvíen, atiendan a las escrituras, porque ahí está toda la verdad. Pesen todo lo que se les predica, no crean ni coman todas las cosas así no más. Me repite el Señor: están en tiempos peligrosos, hijitos, vuelvan a la simpleza del evangelio, dice:
[Tito 3:9, RVR1960] pero evita controversias necias, genealogías, contiendas y discusiones acerca de la ley; porque son cosas inútiles y vanas.
Hijitos, muchos de ustedes están perdiendo el tiempo metiéndose en controversias necias, genealogías, contiendas y discusiones acerca de la ley, metiéndose en cosas inútiles y vanas, dice el Señor, en vez de estar sembrando la semilla de las buenas nuevas del evangelio, en vez de estar bautizando en el agua a muchos que están esperando recibir ese bautismo. Hijitos, por eso el Señor decía al principio: rediman el tiempo. Yo veo que algunos de ustedes tienen cuadernos, cuadernos y cuadernos escritos, libros, libros de teología, libros de muchos predicadores, mucha información, mucha información. No tiene nada de malo y es necesario escudriñar las escrituras, tener entendimiento de las escrituras, meditar en ellas, recibir impartición de maestros sabios, enseñanzas limpias, para que ustedes puedan crecer.
Porque los cinco ministerios nombrados en Efesios son muy necesarios: apóstoles, profetas, evangelistas, maestros y pastores. Todos, dice el Señor, completan la edificación del cuerpo de Cristo a la semejanza de Él. Pero muchos de ustedes están perdiendo el tiempo, y se pasan y se van a un extremo, a donde se pierden estudiando genealogías, discusiones acerca de la ley, contendiendo por cosas que no les he llamado a contender, en vez de traer almas al reino, para que esa familia de la fe crezca. No son conscientes de que es el diablo el que está haciendo esto en la iglesia de Jesucristo, dividiendo al cuerpo, dice el Señor, para que el cuerpo no pueda trabajar, para que el cuerpo se enferme y no pueda trabajar bien, porque no esté sano.
Y los míos, en vez de estar evangelizando, llevando vida al que está muerto, hablándole al que necesita de un salvador, se están peleando entre ellos para ver quién tiene la razón. Lo mismo sucedió hace dos mil años, cuando vino Jesús y los fariseos contendían entre sí, confundían al pueblo, y había judíos que, aunque habían creído, seguían judaizando a la gente, confundiéndolos. Es lo mismo que el diablo está haciendo hoy: la misma técnica que le funcionó en ese tiempo le está funcionando ahora, distrayéndose ustedes de lo elemental, de lo necesario, de lo importante. Hijitos, reaccionen. Eso es porque están cómodos, están perdiendo el tiempo, dice el Padre. Atiendan mis asuntos, y mientras ustedes atiendan mis asuntos, Yo les voy a responder todas las preguntas.
Hijitos, anhelen la verdad, anhélenme a mí, para que, siendo Yo la verdad, dice Jesús, les rescate de todo error doctrinal, de toda mala interpretación de los libros que conforman la Biblia. Hijitos, búsquenme a mí, dice Jesús, porque Yo soy la verdad.
[Hechos 15:11, RVR1960] Antes creemos que por la gracia del Señor Jesucristo seremos salvos, de igual modo que ellos.
Hijitos, dice el Señor, muchos de ustedes se están distrayendo, y en vez de crecer en sus propósitos para cumplirlos, piensan que todavía necesitan aún más conocimiento. No les alcanza con ser salvos por fe, quieren más, piensan que no es suficiente, en el sentido de que ustedes creen que cuanto más conocimiento tengan, conocimiento en un sentido humano, más cerca van a estar de mí. Se están equivocando, porque los que más aman son los que están más cerca de mí. Hijitos, cuando ustedes quieren ser sabios hablando de lo que no conocen, muchas veces se olvidan del prójimo y se empiezan a sentir superiores con respecto al prójimo, porque creen que saben algo, cuando todavía no lo saben como deberían.
Ustedes piensan, dice el Señor, que cuanto más conozcan, cuanto más puedan contender sobre doctrinas, cuanto más apliquen la ley de Moisés, cuanto más obras hagan, cuanto más sabios sean según el hombre, más me pueden agradar. Pero ustedes ya me agradan porque son mis hijos. Y vuelvo a repetir: no hay nada más que puedan hacer para comprar la salvación, para ganarla, porque Yo ya los salvé, ya derramé mi sangre, ya lo hice todo en esa cruz. ¿Por qué se complican tanto?, dice el Señor. No hace falta ser superiores, como ustedes quieren ser en el entendimiento, sino ser superiores en la fe. Porque Abraham no entendió por qué le pedí que hiciera lo que tenía que hacer, pero me obedeció por fe. Me obedeció por fe, y no teniendo hijo todavía, no habiéndosele cumplido la promesa todavía, él igual creyó que Yo era capaz de darle hijos como la arena del mar, como las estrellas del cielo. Es la fe lo que me agrada, dice el Señor, más que todas las obras. Y es por la fe, por vivir en la fe, que hacen más obras agradables ante mis ojos.
Hijitos, dice el Señor, simplifiquen su vida espiritual, vuelvan al primer amor y a las primeras obras. Dice:
[Hebreos 11:6, RVR1960] Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.
Hijitos, están confundidos y están más enfocados en obras, en fechas, en obedecer a reglas no impuestas para este tiempo, que en servirme por fe. Y mientras ustedes pierden tiempo en cosas que no los estoy llamando a hacer, a investigar o a obedecer, hay un pueblo que tiene que ser pueblo y todavía no ingresa porque no hay quien les hable. Dice:
[Apocalipsis 2:4-5, RVR1960] Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido.
Hijitos, están confundidos, me repite el Señor, y se están perdiendo por bosques tenebrosos, de donde después es como si entraran en un laberinto, y cuando quieran encontrar la salida les va a costar, aunque no es imposible, porque Yo siempre los voy a salvar. Pero es mejor que no pierdan ese tiempo de sus vidas y que salven almas, porque el que salva almas es sabio, dice la Biblia. Ustedes quieren ser distintos, diciendo que son judíos. Ustedes quieren sentirse importantes, diciendo que son judíos. Pero su valor está en la cruz, a cualquiera que haya creído en mí, porque cualquiera que valore, que entienda, que respete y que honre mi entrega, mi dolor y mi sufrimiento en esa cruz, ya es importante para mí, sea judío o griego, esclavo o libre, varón o mujer, niño o viejo. Entiendan que ustedes ya son valiosos para mí. Y vuelve a repetir: no tienen que hacer o dejar de hacer nada más para agradarme o para pertenecerme que creer en mí y nacer de nuevo. ¡Aleluya!
Hijitos, salven porque esta transmisión se trata de salvación. Y dice el Señor: salven ustedes también, en el sentido de que compartan el evangelio. Muchos de ustedes están estudiando teología, y Dios nunca los llamó a estudiar teología. El Señor sabe a quiénes les está hablando esta palabra. Algunos están perdiendo el tiempo, en vez de ya estar en el ministerio que Yo les he dado. No, creen que necesitan un título dado por los hombres, el permiso de los hombres, al igual que los fariseos de otros tiempos, que pensaban que por ser maestros de la ley valían más que los demás. Hijitos, no se confundan, dice el Señor. Muchos de ustedes, muchos de mi pueblo, están perdiendo el tiempo estudiando y estudiando, y nunca dejando de estudiar, en vez de traer almas al reino, en vez de ministrarlas, en vez de edificarlas, en vez de rescatarlas, de corregirlas, de prepararlas para mi venida.
Y, llegado el momento, algunos de ustedes, el Señor les va a preguntar: ¿Por qué no caminaste en el ministerio en el que te puse? ¿Por qué no operaste con ese título que te di? El Señor se refiere a pastor, profeta, evangelista, maestro y demás. El Señor te va a preguntar: ¿No fui Yo quien te llamó a estudiar teología, u otro seminario o forma de estudio en la que te metiste, pero que quizás Yo no te llamé? Pero, si ese es el caso, el Señor te va a preguntar: Si Yo te envié, ¿por qué esperaste que te enviaran los hombres? Si Yo ya te había llamado, ya te había equipado, ya te había enviado, ¿qué hiciste? Te va a preguntar el Señor. Si este es tu caso, ¿qué hiciste con ese llamado? ¿Por qué perdiste tantos años, tanto tiempo?
Y me viene el ejemplo de Pablo, cuando dice que, cuando él se convirtió, no fue a buscar a ningún hombre, que él no recurrió en primer lugar a los apóstoles que ya estaban operando en ese tiempo para que le enseñen, sino que él siguió la guía de Dios y respondió al llamado de Dios. Hijitos, está bien saber, pero ustedes tienen que saber según la sabiduría que viene de lo Alto, dice el Señor. Está bien conocer, pero ustedes tienen que conocerme a mí en primer lugar, conocer lo que Yo les doy para conocer, comer de mi pan bajo mis tiempos. Y si Yo los estoy llamando a servirme en cualquier área, no sean rebeldes a mi voz. Dice:
[Gálatas 1:15-16, RVR1960] Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicase entre los gentiles, no consulté en seguida con carne y sangre,
Pero muchos de ustedes, dice el Señor, cuando Yo los llamo, en vez de consultarme a mí y buscar mis tiempos y agradarme a mí, van y consultan con carne y sangre. Y muchas veces los hombres los frenan, cuando Yo ya los he enviado. Aunque hay distintas operaciones, y puede ser que primero pasen por un proceso de preparación y de edificación, en el caso cuando Yo ya los he enviado, ¿por qué no les alcanza y primero van a consultar a carne y sangre, desobedeciéndome? Y se van apagando, y se van confundiendo, y van dudando, y se van perdiendo del camino en ese laberinto del cual después les cuesta salir. Hijitos, obedezcan a mi llamado, porque los tiempos son peligrosos, los días son cortos y malos, y mi pueblo no escucha mi voz, sigue escuchando la voz de los hombres más que la mía, igual que en los tiempos en los que vino el Hijo del hombre.
Yo soy el Salvador, Yo soy la salvación. Ninguno puede ser salvo si no es a través de creer en mí. Yo soy el que reconcilió a los dos pueblos, que de otra manera no se hubieran podido reconciliar, no hubiera sido posible. Y esa es otra de las cosas que sucedió, que sucedió ese día en la cruz. Hijitos, fui Yo el reconciliador. Yo quité esa pared intermediaria para que todos tuvieran los mismos beneficios, la misma entrada al Padre a través mío, tanto judíos como gentiles, porque no hago acepción de personas. Todo aquel que cree en mí es importante, dice Dios. Entiendan de lo que se trata el amor: amen a sus enemigos, porque ustedes ni siquiera están amando a sus hermanos. Están tan divididos. ¿Cómo voy a esperar que amen a sus enemigos si ni siquiera se aman entre ustedes? Cuando piensen distinto, ámense igual y oren unos por otros, para que Yo haga la obra en aquellos que ustedes piensan que están equivocados, hijitos.
Pero en vez de amarse, se golpean, se acusan, se ofenden, se rechazan, se apartan del hermano. Mi cuerpo está dividido, dice Jesús, y me duele. Me duele esta separación, porque Yo morí, me entregué en esa cruz, para unir a dos pueblos que eran completamente distintos. En mí fue posible esa unión, esa reconciliación, pero ustedes se ocupan de separarlos de nuevo y de separarse entre ustedes, formando parte de un mismo cuerpo que es el mío. Reconcíliense, aliéntense entre ustedes, tengan paz, hablen amor. No se hagan los sabios los unos con los otros, no se crean superiores, porque ustedes están haciendo acepción de personas dentro de las congregaciones. Eso no soy Yo.
Yo miro los corazones, y son todos los corazones que están circuncidados los que me pertenecen. Son los corazones que están circuncidados, los que han creído, los que son míos, más allá de la procedencia de los cuerpos, de la sangre de los cuerpos y de sus linajes. Es todo corazón que está circuncidado el que es mío. Es la fe, es una misma fe en mí. Únanse, dice el Padre; crean en mí, vuelvan al primer amor. Desechen toda doctrina que los complique, que los confunda, que sea retorcida, que los haga alejarse de caminar por fe, que los haga alejarse de la gran comisión, que los haga alejarse de sus propósitos individuales, hijitos, que los haga separarse de los otros hermanos, que les traiga división.
[Romanos 2:28,29, RVR1960] Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios.
Siendo una misma familia, dice el Señor, contienden entre ustedes por estos temas de genealogías y de la ley, lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer, mientras Yo los estoy llamando a trabajar para mí. Pero no me escuchan porque están entretenidos con estas cosas, como una familia en la que todos están peleados entre sí. Dice: un reino dividido no puede permanecer, una casa dividida en sí misma no puede permanecer. Y muchos de ustedes me piden reconciliación en sus familias por sangre, cuando ustedes mismos están trayendo división a la familia de la fe. O sea, muchos de ustedes están peleados entre sí, con su padre, con su madre, con sus hijos; en una misma casa hay división real en sus familias, y ustedes oran y oran, me piden reconciliación entre ustedes, me piden que Yo sane sus familias, que ahora están divididas.
Pero no están entendiendo que una de las cosas que le abre las puertas al diablo para que traiga división en sus propias casas, en sus propios hogares, es que ustedes mismos se separan de sus hermanos, se dividen de sus hermanos cuando no piensan igual, traen división a la iglesia de distintas maneras. Si ustedes quieren unión entre los suyos, únanse ustedes con los míos primero. Si ustedes quieren justicia, háganla primero. Si ustedes quieren que los perdone, perdonen primero. Si ustedes quieren más amor, amen primero. Sean como niños en la maldad de los corazones, no como niños espirituales que se pelean por un juguete, que se pelean por cualquier mínimo detalle. Como dos niños que se pelean por un juguete, cuando no están de acuerdo en algo, y dejan de hablarse.
Hijitos, sean maduros, dice el Señor. Oren los unos por los otros y no se olviden de traer salvación a otros. Actívense, perdónense. Yo veo que muchos de ustedes están peleados entre ustedes y tienen que reconciliarse, pero no lo hacen, no lo quieren hacer. Y después me piden reconciliación para sus casas. Hijitos, tengan paz y ténganla ahora, porque ahora mismo, mientras Yo estoy hablando, ustedes están peleando entre ustedes y no están atendiendo a lo que les digo. Bajen las armas, porque son como un ejército que se ataca a sí mismo y que no prevalece. He aquí que he hablado, dice el Señor, Yo, Yeshúa, como es su nombre en hebreo, el Salvador de las almas que creen en mí. Amén y amén.
Hermanos, cerramos con esta administración, con esta transmisión. La gloria es para el Señor. Escudriñen las Escrituras, como los Bereanos, cuando les enseñaban, les hablaban, les predicaban, para encontrar respuesta, para encontrar confirmación, para encontrar entendimiento, pero del que el Señor te quiere dar, no el supuesto entendimiento que te quieren dar los hombres. Sean simples como niños, me repite el Señor, simples. Déjense llevar por el Espíritu de Dios, estén alegres y ya no todo el tiempo pensando y pensando tanto. Salgan a las calles, compartan el Evangelio, evangelicen, concéntrense en lo que tienen que hacer. ¡Aleluya!
Y me vuelven los fariseos, que se la pasaban estudiando todo el día la Torá, todo el día estudiando la Torá, y se perdieron la venida del Mesías, por estar estudiando todo el día la Torá, por creer que la sabiduría, el conocimiento, inclusive de las Escrituras, les podía dar la salvación. Por eso Jesús les dijo a los fariseos:
[Juan 5:39, RVR1960] Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí.
Pero la vida la da el Señor, y por estar metidos en esas cosas, ustedes hoy están igual, son como fariseos modernos muchos de ustedes, y creen que eso les va a dar vida o los va a justificar delante del Señor.
Y no estoy diciendo que no se pueda estudiar la Biblia. Obviamente hay que estudiarla, pero tenían que hacer eso sin dejar de hacer lo otro que el Señor les está pidiendo que hagan y lo cual Él ya nos dejó escrito, que teníamos que hacer todos: compartir el Evangelio, sanar a los enfermos, echar afuera a los demonios, dar un abrazo al que lo necesite, amar a los que necesitan amor, rescatar a los perdidos, visitar a los que están en las cárceles, a los huérfanos, a las viudas, a los enfermos. Quiero que amen, dice el Señor. Ese es el mandamiento más importante: que amen a Dios y que amen a su prójimo. Ahí se cumple todo lo demás.
Gracias por esta palabra, Señor. Los bendigo a todos. Sean ustedes muy fortalecidos con este pan del cielo, guiados, aclarados, aunque sacudidos. Los amamos. Crean en esta palabra o no crean, igualmente los amamos y los bendecimos, y que el Señor siga trabajando en ustedes con respecto a todo esto que Dios viene hablando. Amén. Saludos desde Argentina. Mi esposo y pastor Mandala, que está aquí al lado mío, compartiendo las Escrituras en la pantalla, y Noelia desde Argentina. Si tienen preguntas doctrinales o pastorales, pueden escribir a mandalaweber@hotmail.com, que es el mail del pastor de este ministerio. Pregunten todo al Señor, vayan a Él, porque sé que tienen muchas preguntas, pero no tienen que venir a mí ni a un hombre en primer lugar, sino a Dios, y el Señor les va a responder, primeramente, a través de la Palabra escrita y después a través de sus ministros. Amén.