El Señor quiere hablarle hoy a su iglesia, porque hay una congregación de sedientos de la palabra del Señor, una congregación de justos que necesita la guía del Espíritu Santo y que busca escuchar la palabra de Dios en estos últimos días para saber cómo prepararse y resistir lo que viene.
Hay una reunión de santos que quiere conocer los misterios escondidos del reino de los cielos. Hay un pueblo santo que no quiere cerrar sus oídos a Dios, que no rechaza lo que el Señor tiene para decir, que no quiere escuchar solamente palabras dulces como la miel, sino que le está pidiendo al Señor que le hable de frente, cara a cara, sin vueltas. Le pide que le diga cómo son las cosas de verdad, sin disfrazarlas, sin suavizarlas, sin convertirlas en palabras más blandas.
Por eso, el Señor me dijo: Hija, no cortes la racha. Sigue hablando y sigue profetizando a un pueblo perdido que necesita encaminarse, porque aún hay un pueblo que valora la profecía, que cree que es importante escuchar a los profetas de estos últimos días, porque sabe que sin la guía del Espíritu Santo y sin la palabra profética, se desenfrena.
Hijita, habla, habla y habla, y no calles. Hijita, te quiero ahí, parada frente a los míos y abriendo tu boca de par en par cada vez que puedas, llueva, nieve o truene, estés alegre o afligida, estés cansada o no cansada. Sigue adelante, porque mi gracia está sobre ti y he puesto mis palabras en tu boca para darle de comer a todo aquel que tiene hambre de mí.
Noelia: Por lo tanto, aquí estoy, en obediencia al Señor, como un vaso profético dispuesto a escuchar, a recibir y luego entregar. Y este es un testimonio para muchos de ustedes a los que el Señor está llamando a hablar a las naciones en este tiempo.
Hay muchas trompetas guardadas, dice el Señor, pero las estoy llamando a salir a la luz para que en cada rincón de la tierra haya una voz profética que anuncie y avise lo que se viene, para que el pueblo se prepare.
Yo no los dejo solos. Están en mi mano. Y a todo aquel que quiera escuchar lo que tengo para decir, no le va a faltar en cada rincón de la tierra un vaso profético en el cual Yo pueda derramar de mi palabra.
Noelia: Por lo tanto, así como el Señor me envía a mí y me empuja amablemente a través de su Espíritu Santo en cada oración cuando le pregunto: «Padre, ¿qué quieres que haga?», lo mismo sucede con muchos de ustedes.
Hablen y no dejen de hablar, dice el Señor. Prediquen y no dejen de predicar. Prediquen arrepentimiento. Anuncien a los suyos lo que se viene. Aclaren a los inconversos que la nube de destrucción viene sobre ellos si no se arrepienten.
Hijitos, dice el Señor, en este tiempo estoy colocando una trompeta profética en cada esquina de la tierra, y nadie va a poder decir que no les hablé ni acusarme de no advertir que lo escrito estaba a punto de cumplirse. En cada esquina de la tierra levanto voces dispuestas a hablar de mi parte, y todo aquel que tenga sed de beber de esa palabra viva va a encontrar ese pozo en cada nación, en cada pueblo, en cada lengua, en cada cultura.
No faltan las voces proféticas que estoy levantando en estos últimos días, que son como luces esparcidas en toda la tierra para anunciarles a mis hijos que se preparen, porque tribulación y angustia viene sobre el mundo entero, dice el Señor.
Sin embargo, aunque está escrito, los míos no entienden y no reaccionan. Toman solamente partes de lo que está escrito y dejan el resto afuera, por ejemplo Mateo 24, Lucas 21, Marcos 13. Pocos son los que predican el Apocalipsis, dice el Señor, y mucho menos lo que anunciaron los profetas desde antes de la llegada del Cristo Jesús.
Pero en este tiempo estoy levantando no solo voces proféticas de los últimos días, profetas a los que les doy una trompeta para anunciar lo que viene desde lejos y desde antes, sino que también les estoy dando una trompeta a los pastores, a los maestros, a los evangelistas, a los apóstoles y a todos los que se dispongan como vasos vacíos para predicar de una manera apocalíptica.
Estoy levantando ministros apocalípticos, porque este es el tiempo en el que estoy destrabando profecías que estaban preparadas para ser entendidas únicamente cerca de su cumplimiento o durante su cumplimiento. Esas profecías, que antes no se habían entendido porque estaban reservadas para este tiempo, son las que ahora le estoy revelando a mis ministros apocalípticos, para que reciban la revelación sobre lo que está escrito y la compartan con mi pueblo, para que se prepare y entienda las Escrituras.
A cada uno de estos ministros apocalípticos les estoy entregando una trompeta, que es como un shofar, para que la hagan sonar y alerten a mi pueblo, para que ya no duerma. Son hombres y mujeres, jóvenes, viejos y niños.
Estoy tomando de todo tipo de gentes y les estoy dando una trompeta a cada uno para que la hagan sonar, y les estoy abriendo el entendimiento sobre profecías que estaban encriptadas, con el fin de que reciban la clave que permita que se abran y puedan ser entendidas en estos días.
Noelia: El Señor pregunta en este momento: ¿Cuántos de ustedes quieren convertirse en ministros de los últimos días, en ministros apocalípticos, en trompetas dispuestas a hablar sin tardar y sin miedo, en trompetas dispuestas a sonar sin retardo?
El Señor les está dando sobres a muchos profetas y profetisas para entregar a la iglesia, pero están tardando en entregarlos, están retrasados. En vez de redimir el tiempo, como dice la Palabra, lo están perdiendo. En vez de hacer las cosas a tiempo y entregar esos mensajes cuando el Señor lo tenía preparado, están procrastinando y dejándolo para después.
Es como si esos mensajes que el Señor les va dando se fueran acumulando dentro de una vasija y quedaran ahí, mientras el pueblo se queda sin avisar, sin alertar. Estas personas a las que el Señor está llamando para entregar estos mensajes son como trompetas que no suenan, o como trompetas que suenan, pero suenan tarde, cuando el ejército enemigo ya entró en la ciudad fortificada.
Imagínense, dice el Señor, si el atalaya que está en la torre ve venir un ejército enemigo y, en vez de levantarse inmediatamente y avisar a la ciudad del ataque, dice: «No, no lo voy a avisar hoy. Lo voy a avisar mañana», y al día siguiente vuelve a decir: «No lo voy a avisar hoy. Lo voy a avisar después», aunque lo que ve es claro.
Entonces, esa ciudad está en peligro y puede desaparecer, y todos los que la conforman y viven en ella pueden terminar sin vida, por culpa de una sola persona, que es el atalaya.
Así son muchos de mis hijos que me pidieron un servicio y dijeron: «Señor, quiero servirte, sea lo que sea. Señor, dame un espacio para que te sirva. ¿Cuál es mi llamado? ¿Cuál es mi ministerio? ¿Qué tengo que hacer para el reino de los cielos?» Pero una vez que contesté tu oración y te dije: «Te voy a levantar como trompeta para que hagas sonar ese shofar y avises de lo que viene. Te voy a revelar los eventos de los últimos días para que avises al pueblo y se prepare», no lo creíste, no lo tomaste, o lo dejaste para después.
Muchos de ustedes están recibiendo sueños apocalípticos, sueños en los que están viendo con más claridad lo que está escrito que se viene en estos dolores de parto que van a ir en aumento: sueños de catástrofes, de los jinetes del Apocalipsis, de nuevas pandemias, de la catástrofe económica mundial y el quiebre de los bancos, y tantas otras cosas que muchos atalayas han anunciado.
Algunos de ustedes están teniendo muchos sueños sobre estas cosas, y quizás el Señor ya te ha dicho que tienes que compartirlos, que tienes que hablar, que tienes que entregar esos mensajes, que no son solamente para ti. Esos mensajes también son una confirmación para que juntos armemos ese rompecabezas, una confirmación de las palabras que el Señor ya dejó escritas y que debemos entender que son para este tiempo.
Noelia: Vuelvo a ver a un atalaya en la torre. El atalaya ve venir el mal y no lo avisa, porque no está seguro de si lo que ve es real, o porque no quiere meterse en problemas. Prefiere quedar bien delante de los hombres y evitar que se rían de él, porque no quiere ser maltratado o rechazado. Ve venir el mal, pero no lo anuncia porque prefiere quedarse solo, o porque subestima el daño que provocará sobre la ciudad, o porque es perezoso y prefiere comer y dormir en esa torre, sin ser molestado.
Pero el Señor me dice que todo ministro llamado a ser un ministro apocalíptico en estos últimos días debe recordar a Ezequiel como atalaya, a quien el Señor le dijo:
[Ezequiel 3:18] Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano.
Este es un llamado para muchos de ustedes a levantarse de la silla donde están, a dejar de ser cobardes y, por la guía del Espíritu Santo, levantar esa trompeta que el Señor les ha dado y hacerla sonar sobre la tierra, escuchen o dejen de escuchar, como dice la Biblia:
[Ezequiel 2:3-5] Y me dijo: Hijo de hombre, yo te envío a los hijos de Israel, a gentes rebeldes que se rebelaron contra mí; ellos y sus padres se han rebelado contra mí hasta este mismo día. Yo, pues, te envío a hijos de duro rostro y de empedernido corazón; y les dirás: Así ha dicho Jehová el Señor. Acaso ellos escuchen; pero si no escucharen, porque son una casa rebelde, siempre conocerán que hubo profeta entre ellos.
Pero el Señor me dice que lo que pasa es que a algunos de ustedes les importa más el qué dirán de ustedes que quedar bien con el Señor. Otros siguen esperando más confirmaciones, cuando el Señor ya les ha confirmado de distintas maneras.
También hay pastores que tienen miedo de sonar esta trompeta de atalaya que el Señor les ha dado. Hay pastores que saben que el Espíritu Santo los está llamando a predicar sobre el Apocalipsis en este tiempo y les está dando revelaciones sobre lo que está escrito para este tiempo, pero por miedo a perder las ovejas, no hablan. Solo se quedan con la parte fácil, agradable, segura —según ellos piensan— para que sus miembros no huyan de la iglesia.
Si eres uno de esos pastores, el Señor te dice que cuando venga el mal, si no les avisaste a las ovejas en tu redil, bajo tu cargo, y ellas sufren el daño, entonces esa sangre estará en tus manos. Cuidado, porque es muy bonito ser llamado por el Señor, pero hay que tomarlo muy en serio.
También veo a algunos que le pidieron al Señor un llamado, diciendo: «Señor, quiero servirte en cualquier cosa, como Tú lo veas conveniente.» Pero cuando el Señor les dijo: «Te doy una trompeta para que anuncies lo que va a venir,» o «Te voy a revelar cosas de los últimos días para que lo cuentes,» entonces le dijiste al Señor: «No, pero eso no. Dame otra cosa. No quiero eso. Es muy complicado.»
Ahora estoy viendo muchas trompetas que bajan del cielo. No es solamente en una nación o en un sector de la tierra, sino que es en toda la tierra donde esas trompetas descienden y los ángeles las entregan a muchos hijos de Dios en este tiempo.
No hace falta ser profeta para tener un llamado de atalaya. El Señor revela a algunos lo que se forja a lo lejos para que lo avisen, para que la gente se prepare y no sufra daño. Y para hacer ese trabajo, no siempre es necesario tener un ministerio profético.
Algunos de ustedes pensaban que no podían tener un llamado de atalaya porque no son profetas. Pero no todo atalaya es profeta, y no todo profeta es atalaya. Hay distintos tipos de profetas, y no todos son atalayas, porque existen diferentes ministerios y operaciones.
[1 Corintios 12:4-6] Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo.
Dentro de los profetas, hay distintos tipos de profetas. Dentro de los maestros, hay distintos tipos de maestros. Y también dentro de los pastores, los evangelistas y los apóstoles.
Las trompetas que el Señor está repartiendo en este tiempo no son entregadas solamente a personas que tienen o van a tener un llamado a un ministerio profético. Puede ser que alguien simplemente tenga un don profético, o sea un evangelista con un don profético, y el Señor lo llama como atalaya.
El Espíritu Santo me indica que traiga claridad sobre esto, porque un atalaya no es lo mismo que un profeta. De hecho, estas trompetas que veo caer les son entregadas hasta a los niños. Aunque no tienen ningún tipo de ministerio, el Señor igualmente les otorga una trompeta.
¿Y saben por qué? Porque los adultos están dormidos y no responden. Los hermanos que han crecido espiritualmente y ya no son bebés rechazan estas cosas. Tienen miedo a los avisos proféticos. No quieren meterse en las aguas de la profecía. Desprecian los sueños y las visiones, cuando en la Biblia abundan.
Entonces, el Señor tiene que usar cualquier instrumento que esté disponible y que tenga la valentía y el coraje para ir, hacer y hablar todo lo que Dios quiera. Por eso, estas trompetas no son solamente para adultos, sino también para niños.
Ahora vuelvo a escuchar las palabras «ministros apocalípticos». Esas son personas que sirven dentro de la congregación de los justos en cualquier área, y además el Señor los está llamando y ungiendo específicamente para hablar de lo que viene en los últimos días, para explicar y compartir las revelaciones que Él les da sobre las partes de las Escrituras que hablan sobre los dolores de parto que la tierra sufrirá en este tiempo.
Hay un sector de la iglesia que no quiere meterse en estas aguas, pero eso no va a provocar que el Señor cambie su plan profético para este tiempo.
En este mensaje, el Señor te está provocando y sacudiendo para que revises tu corazón, porque la Biblia dice que los cobardes no van a heredar el reino de los cielos, y que al que esconde su talento en la tierra por miedo lo van a echar en las tinieblas de afuera.
[Apocalipsis 21:8] Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.
[Mateo 25:24-30] Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.
¿Con quién quieres quedar bien: con los hombres o conmigo?, pregunta el Señor. ¿Quién te dio la vida: los hombres o Yo? ¿Quién te dio la salvación por gracia: los hombres o Yo? ¿De parte de quién vas a recibir la vida eterna? Porque, si quedas bien con ellos, no vas a quedar bien conmigo.
Noelia: Ese ciertamente es un llamado desafiante para este tiempo, donde la iglesia está tan confundida. Hay paredes que estamos derribando justamente para traer una renovación de todas las cosas, restituyendo doctrinas bíblicas que muchos predicadores malentendieron, tergiversaron y hasta mintieron, una de ellas siendo que la iglesia no tiene que prepararse para nada porque será arrebatada antes de que se cumplan muchas cosas escritas en el Apocalipsis y en otros libros proféticos.
Esas paredes que estamos llamados a derribar presentan oposición, pero todo aquel que no se acomode a este movimiento revolucionario de los últimos días va a ser quitado, porque todo árbol que no lleve fruto en este tiempo será arrancado para ceder el lugar a los ministros apocalípticos de los últimos días y a un pueblo que está dispuesto a escuchar las palabras saladas tanto como las dulces que el Señor quiere hablar a través de ellos.
Hijito, dice el Señor, ¿qué quieres escuchar de mí? ¿Quieres que te mienta como te mienten tantos pastores, diciéndote que no pasa nada, que sigas revolcándote en tu pecado, porque una vez salvo, siempre salvo? ¿O qué quieres que te diga? ¿Que no hay un infierno, que no existe? ¿O que lo que está escrito son cuentos de hadas?
¿Qué quieres escuchar? ¿Algo suave, liviano para comer, como comida chatarra? ¿O quieres que te dé verdadero alimento espiritual? Abre tus oídos, dice el Señor, porque aunque cuando escuchas estas palabras duras sientas que entran y te calan los huesos, esto será refrigerio para tu alma, porque es verdad y no mentira. Son palabras que no son tan fáciles de comer como te gustaría, pero van a despertar tu alma adormecida.
Hijitos, prepárense y elijan a quiénes van a escuchar en este tiempo, dice el Señor. Tienen que entender que estoy levantando gente que toma las cosas de Dios en serio y que las entrega tal cual las está recibiendo, para que ustedes tengan pan de verdad y no de mentira.
Hijitos, elijan lo que escuchan, dice el Señor, porque muchos de ustedes están comiendo comida que se hace rápido, pero que no nutre. No sean superficiales, porque lo que viene no es superficial. Escuchen la verdad, dice el Señor.
Noelia: Veo a un padre llamando la atención a su hijo, y al hijo no le gusta escuchar esta reprensión. Baja la cabeza y piensa por dentro: «Uy, ¿cuándo va a terminar de hablar mi papá? Quiero que deje de retarme. No lo quiero escuchar más. No soporto su prédica».
Sin embargo, dice el Señor, si el hijo escucha la reprensión, eso puede provocar un cambio para bien en su vida. Pero si elige no escuchar, entonces no solo que no seguirá igual que antes, sino que va a empeorar.
Gran parte de la iglesia es así, dice el Señor. Mis hijos prefieren quedarse en la tibieza. Prefieren nadar en aguas superficiales y no meterse profundo en las cosas espirituales. Prefieren seguir ciegos. Y cuando escuchan algo, lo mínimo que puede pasar es que se les abran los ojos y vean la realidad de la situación en la que estamos entrando, y entonces huyen y escapan.
Hijitos, sean inteligentes, dice el Señor. Sepan recibir lo bueno y lo malo, lo fácil y lo difícil, lo blando y lo duro, lo dulce y lo salado. Sepan comer distintas cosas, hablando de las palabras, prédicas y profecías que escuchan, y también de lo que leen en la Biblia. Tengan un paladar entrenado en todo tipo de sabores, porque Yo no soy solamente un Dios de amor, sino también de fuego consumidor.
Van a tener que ser como guerreros armados para poder resistir la prueba que viene sobre el mundo entero. Pero escuchando solo lo liviano, solo lo fácil, no lo van a lograr, porque un guerrero es serio con lo que tiene que ver con la batalla. Se lo toma en serio y escucha los consejos de la persona que lo prepara, tanto los consejos fáciles como los más duros de escuchar, porque sabe que si no lo hace, no va a ganar esa batalla y no va a resistir.
Noelia: Veo ahora que ustedes están comiendo pan.
Arrepiéntanse, dice el Señor, los que cuando escuchaban a un atalaya decían: «Lo único que hace esta persona es traer malas noticias. No, a este o a esta no lo escucho más, porque cada vez que lo escucho, lo único que hace es hablar de cosas malas». Arrepiéntanse de rechazar a los profetas y a los atalayas que vienen anunciando lo que viene sobre el mundo.
Noelia: Veo a algunos hermanos que estaban recibiendo mensajes de aviso, pero que después se alejaron. Se cansaron de escuchar las noticias proféticas de lo que viene y cambiaron la elección de sus prédicas. No estoy diciendo que lo único que tienen que comer es mensajes de aviso, pero es una parte importante para poder prepararse para lo que viene. Algunos hermanos hasta han maldecido a muchos atalayas de estos días.
Arrepiéntanse de haber maldecido a mis voces proféticas, dice el Señor. Arrepiéntanse de escupir a las trompetas que Yo estoy levantando. Arrepiéntanse de reírse, porque cuando venga lo que va a venir, la risa se les va a borrar del rostro y se va a convertir en llanto amargo, y se van a acordar de lo que Yo hablé. Pero sepan que cuando los rechazan a ellos, me rechazan a mí, dice el Padre.
Hijos, sean inteligentes, porque todos los ministerios son importantes, y un ministerio no anula al otro. Por eso hay apóstoles, profetas, maestros, pastores y evangelistas. Todos los ministerios tienen su peso, pero muchos de ustedes eligen dos o tres de esos y el resto los desechan. Entonces la vida espiritual de ustedes está edificada a medias, porque les falta la parte del profeta, del maestro, del apóstol, o cual sea que rechacen.
Noelia: Estoy viendo que muchos de los que están siendo llamados como atalayas en este tiempo, a quienes se les está dando una trompeta, van a ser rechazados. Pero es el precio del llamado. Es la prueba de amor hacia nuestro Rey, hacia nuestro Jefe.
El que ama su vida la perderá, y el que pierde su vida la ganará, dice el Señor.
[Mateo 16:25] Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.
Arrepiéntanse, dice el Señor, porque muchos de ustedes escucharon estos avisos, pero después los escupieron. No los comieron, no los recibieron, no los creyeron, o se arrepintieron de haberlos escuchado o de haberlos creído. Y lo que están escupiendo no es lo que habló el atalaya, sino lo que Yo le di para que hable, mostrando falta de respeto a mi palabra.
Hijitos, reaccionen y respondan a ese llamado, dice el Señor.
Noelia: Veo pastores apocalípticos que no están respondiendo a este llamado. Cada vez que el Espíritu Santo los llama a hablar y a predicar sobre el libro de Apocalipsis y los eventos que van a suceder en estos días, no lo hacen. Rechazan y contristan al Espíritu Santo. Rechazan esa trompeta que el Señor les está dando.
Hijitos, recapaciten, dice el Señor. ¿De qué tienen miedo? Porque cuando Yo llamo, Yo respaldo. Cuando Yo levanto, Yo unjo. No van a ser ustedes los que hablen de esas cosas. Voy a ser Yo, a través de sus bocas.
Dispónganse y compartan lo que les doy, dice el Señor. Hablen sobre lo que está escrito. Pregúntenme sobre los sueños apocalípticos que están teniendo. No descarten la voz profética. Pero muchos de ustedes están distraídos y no quieren concentrarse, como cuando alguien no se quiere meter en una pileta de agua.
Muchos de ustedes tienen que decidirse si van a responder a ese llamado o no, dice el Señor. ¿Qué van a hacer? ¿Para dónde van a ir? ¿Para la derecha o para la izquierda?
Noelia: El Señor me revela que muchos de ustedes se sienten estancados y le han estado preguntando al Señor por qué se sienten así, por qué no avanzan, por qué no se mueve nada en sus vidas espirituales.
El Señor dice que Él los llamó, que Él les dio esa trompeta y les colocó ese sentir de que tienen que hablar sobre esto, de que cuando evangelicen también deben avisar a los inconversos que estas cosas vienen sobre la tierra. Pero cuando rechazaron ese llamado, empezaron a estancarse, como alguien que se hunde en arenas movedizas, porque están en rebeldía y desobediencia.
Tienen que arrepentirse de haberle dicho «no» al Señor. Tienen que arrepentirse de ser desobedientes y de callarse la boca.
El Señor está llamando evangelistas apocalípticos en estos últimos días. Cuando vayan a hablar a los perdidos y a predicar el Evangelio del Señor Jesucristo para que se arrepientan, el enfoque de estos evangelistas será lo que va a pasar en estos últimos días. Pero no lo están haciendo, porque tienen miedo de quedar mal ante los hombres, o porque algunos piensan que están locos.
El Señor dice que se arrepientan, porque tienen miedo de parecer locos. No quieren quedar como locos, cuando la Biblia dice que los carnales no entienden las cosas espirituales, porque para ellos es locura.
Pero eso no significa que el Señor no los esté llamando a avisar a los inconversos que estas cosas vienen y que necesitan a un Salvador para poder tener vida eterna y para poder resistir lo que va a venir.
No son misericordiosos con esas almas, dice el Señor. Solo les importa su bienestar. Son egoístas. Ustedes ya están bien, ya están salvos, ya tienen la vida eterna, ya están avisados, ya leyeron lo que va a venir, ya saben que estamos en dolores de parto, pero no lo comparten con nadie porque les gusta esa comodidad y no quieren problemas. No quieren que la gente les diga que están locos, obsesionados, fanáticos religiosos o cosas por el estilo. Prefieren quedar bien con la gente en vez de ensuciarse las manos en la mies.
Hijitos, no sean malos, dice el Señor. No se queden con estos secretos. Hablen a los inconversos, para que tal vez algunos se conviertan, vengan a mí y tengan tiempo de prepararse, como cuando ese atalaya avisa a toda la ciudad y algunos escuchan y otros no. Los que no escuchan y no se preparan pagan el precio por su obstinación, pero la culpa no la tendrá el atalaya.
Hijitos, a ustedes no les tiene que importar su imagen delante del hombre, sino delante de mí, dice el Señor.
Noelia: Estoy viendo que, llegado el momento, el Señor nos va a preguntar cara a cara: «¿Por qué no predicaste lo que te dije que prediques? ¿Por qué no les avisaste a los inconversos lo que te dije que les avises? ¿Por qué, conociendo las Escrituras, no las tomaste en serio? Ni siquiera a tu familia le avisaste lo que venía, y se murieron sin salvación en ese terremoto, en esa guerra, en esa peste. Se murieron y no les avisaste. Les negaste la entrada al cielo».
Así te va a decir el Señor cuando te encuentre y quieras poner excusas de por qué te callaste la boca: «Señor, si yo le hablaba a mi familia cuando el Espíritu Santo me estaba empujando a que les hable, ellos me iban a tratar de loco. Señor, es cierto que yo no les dije. Es cierto que yo sentía por el Espíritu Santo y me parecía que tenía que hablarles y decirles: ‘Miren, pónganse a cuentas con Dios. Arrepiéntanse, crean en Jesús y conviértanse de todo corazón, porque viene esto y esto’, pero no lo hice, Señor, porque tenía miedo de que si les hablaba, me iban a rechazar, me iban a echar de la casa, me iba a quedar solo, me iban a mandar a un hospital psiquiátrico».
Eso piensan ustedes, me revela ahora el Espíritu Santo de Dios. El Señor te va a preguntar: «¿Por qué no lo hiciste?» No estoy diciendo estas cosas para inculcarte miedo, sino porque es lo que el Señor te quiere decir ahora a través mío.
El Señor te va a preguntar: «Hijo, ¿por qué no levantaste el shofar? No lo levantaste y no lo hiciste sonar. Viste que venía esa guerra a tu país. Te lo mostré por sueños, te di profecía, te di visiones y te lo confirmé de muchas maneras, y no se lo dijiste a nadie. Y después, todas esas personas a las que te mandé avisarles fallecieron en esa guerra sin salvación». El Señor te lo va a preguntar.
El Señor se duele de esta desobediencia. El Señor se duele de la cobardía y de poner al hombre antes que a Dios. Porque nos importa más quedar bien con ellos que quedar bien con el Señor.
Ustedes quieren ir, trabajar, volver a casa, leer un capitulito de la Biblia, hacer una oración corta y acostarse a dormir. Ustedes quieren que todo esté cómodo, porque así los veo.
El Espíritu Santo busca recipientes que hagan caso. Él se pasea por cada hogar cristiano para ver qué vaso está dispuesto a ser usado, pero casi no encuentra vasos vacíos. La mayoría están llenos de cualquier otra agua: agua del mundo, del entretenimiento, de la superficialidad.
La religión de muchos de ustedes es ir a la iglesia, cantar unas alabanzas, escuchar al pastor, que siempre habla lo mismo. No pasa nada. No se ve el poder del Espíritu Santo, no hay sanidades y liberación, no se habla del mundo espiritual y de las cosas espirituales, y mucho menos de lo que va a venir. No se les predica para que se preparen.
Ustedes vuelven a casa, cenan y se acuestan a dormir, satisfechos por el trabajo que hacen en el mundo. El Espíritu Santo golpea las puertas, pero las halla cerradas.
Todo esto no va a pesar a favor en la balanza de ustedes, dice el Señor. Sean radicales, sean totales, como Esteban, que fue hasta la muerte por causa del Señor y no le importó que sus propios hermanos judíos se volvieran en su contra hasta matarlo.
Pesen las cosas en la balanza, dice el Señor, porque ustedes piensan: «Si hablo lo que el Señor me está mostrando, o lo que quiere que hable en mi congregación, en la calle, en la familia, con mis amigos, o hasta con los mismos hermanos que no tienen conocimiento del tiempo en el que estamos, es posible que me rechacen. Es posible que me odien, que me traten de loco, de fanático, o que me quede solo. Pero si no lo hago, no voy a tener la recompensa y voy a estar en rebeldía y desobediencia. Si hablo, va a pasar eso, pero si no hablo, toda esa sangre de esa gente a la que el Señor me mandó a hablar va a estar en mis manos, y se me va a contar como injusticia. El Señor me va a preguntar: ‘¿Por qué no hiciste lo que te dije que hagas?’ Voy a quedar bien delante de los hombres, mi vida va a seguir igual, pero voy a ser una oveja estancada en el barro por causa de mi rebeldía y mi desobediencia, y el Señor no me va a mirar con agrado.»
¿Qué mirada es la que más te importa?, te pregunta el Señor. ¿La mirada de aceptación de los hombres, o la de Dios, que te rescató de la mugre en la que estabas?
Estás como dice la Biblia: «Amaron más la gloria de los hombres que la gloria de Dios». Estás buscando la gloria de los hombres en vez de la de Dios, y no eres digno de Jesús si te importa más la gloria de los hombres que la de Dios. No eres digno de entrar en el reino de los cielos, porque si te es más importante la gloria de los hombres que la de Dios, no vas a desear esa patria celestial donde la luz de Dios va a ser como un sol que te ilumine permanentemente, donde vas a estar en comunión con Él eternamente y para siempre.
Si esta es tu situación, entonces tienes que escudriñar tu corazón y fijarte si realmente el amor de Dios habita en ti, porque el amor de Dios se muestra en amar a Dios y a tu prójimo. En esto se cumple toda la ley, como dice la Biblia. Pero cuando te importa más la gloria de los hombres, no estás amando ni a Dios ni al prójimo, porque te importa más la aceptación de los hombres que que ellos sean salvos de lo que viene.
Esta es una palabra desafiante de parte del Espíritu de Dios para todos los que el Señor está llamando como ministros apocalípticos de los últimos días, como voces de trompeta, como voces de shofar. Ahora queda en ti orar lo que te dije hoy por el Espíritu de Dios y tomar una decisión.
Hijitos, no tengan miedo, dice el Señor. Yo respaldo a todos los que llamo. Estoy con ustedes, y cuando ellos los rechazan a ustedes, me rechazan a mí. Cuando ustedes reciban esos golpes físicos o emocionales, cuando sean abandonados, rechazados, traicionados, esto no se les hace a ustedes, sino a mí. Resistan, pero acepten este llamado.
Noelia: Es muy importante que los pastores de estos últimos días entiendan lo que tienen que hablar, para que cuando venga muerte y destrucción, la conciencia de esos pastores esté tranquila y ellos estén a cuentas con el Señor, porque obedecieron en todo tiempo su voz.
Quizás se vayan algunas almas de tu iglesia, dice el Señor, pero habrás salvado a muchas otras, y tu cuenta va a estar a tu favor en la balanza de tu justicia en frente de mis ojos. Yo pagaré y Yo recompensaré.
Hijitos, les dice el Señor a los pastores, pónganse los pantalones de varones y compórtense varonilmente. ¿Dónde están las agallas de los hombres de estos últimos días? Suenen la trompeta con voz gruesa. Avisen y no tengan miedo.
Noelia: El Señor me muestra que muchos son como una gallina, como un pollo asustado, que cuando se sube al púlpito, dice: «Voy a hablar solamente lo tranquilo para que no tenga problemas y todos estén conformes, en paz, y no se vaya nadie. Además, ¿qué van a pensar los otros pastores si saben que yo hablo de las cosas que tienen que ver con los últimos días?» Esto piensan algunos pastores, porque quieren quedar bien con los consiervos, con sus otros pastores, más que con Dios.
Reevalúen su comportamiento, dice el Señor, y obedezcan a su Amo, no al miedo.
Suena tu voz como trompeta, dice el Señor, y anuncia las inundaciones que te he mostrado. Levanta la voz en cuello y anuncia esos tsunamis que has visto. Abre tu boca y estira la lengua para hablar las palabras que Yo pongo en ti por el Espíritu Santo, para provocar a la gente al arrepentimiento. Yo coloco mi poder en ti para que, cuando hagas sonar esa trompeta que está en tu boca, los oídos de los que la escuchan se abran de par en par.
Noelia: Lo que el Señor está impartiendo en este momento es una voz profética poderosa para su gloria.
Muchos de ustedes han visto cómo la tierra traga a los hombres, dice el Señor. Han visto el tipo y el grado de los terremotos que vienen. Saben de las guerras que se están forjando y que aún no se manifiestan. Algunos han soñado con bombas nucleares, y a algunos la voz del Señor les ha dicho en los sueños: «Habla lo que te muestro».
Cuanto más clara es la revelación y el llamado y no se responde, más graves serán las consecuencias. Cuanta más claridad y confirmación recibas, más comprometido estás si no respondes. Si tienes conciencia de que es el Señor quien te está mostrando estas cosas y diciéndote que las hables, pero no lo haces, más comprometido estás que alguien que no tiene conciencia.
Así que preséntate delante del Señor en oración y dile: «Señor, yo soy una de esas personas. He visto tal cosa y tal cosa y luego he escudriñado la Biblia, y todo está alineado con lo escrito. Lo he pesado, lo he juzgado en la balanza de tus Escrituras y lo he encontrado correcto. Señor, ¿cuándo tengo que hablar? ¿Cómo tengo que hablar? ¿Dónde sueno la trompeta? ¿Cuándo la tengo que sonar?» Y el Señor te va a responder.
Ahora siento una descarga en mis espaldas, porque he entregado el mensaje y no tengo sangre en mis manos.
El Señor me muestra también que a algunos de sus hijos Él les está inspirando a abrir escuelas donde se enseñe no solo sobre distintos aspectos de la Escritura, sino específicamente sobre el aspecto apocalíptico. Están llamados a planificar cursos sobre los libros y pasajes que tienen que ver con los últimos días.
A algunos el Señor los llama a esta tarea, y esto es una confirmación para ustedes. Esto se verá cada vez más, a medida que los últimos días avanzan y el tiempo se acelera. El Señor va a utilizar cada vez más este tipo de enseñanzas para preparar al pueblo, para que comprenda por qué tiempo está caminando y no permanezca en tinieblas y ignorancia, y las cosas que vienen no lo tomen por sorpresa.
Gracias, Señor, por no dejarnos sordos y ciegos. Derrama todo tipo de sabiduría ahora sobre el libro del Apocalipsis, sobre los libros proféticos que revelan eventos de estos tiempos, sobre los pasajes donde Jesús mismo habló sobre esto. Imparte revelación y entendimiento sobre esas Escrituras. Imparte sueños, visiones y profecías, Señor. Danos claridad para compartir y pesar esas cosas, y para ser edificados entre nosotros.
En el nombre de Jesús. Amén.