El Señor te bendiga. Hoy estoy aquí para ministrar al pueblo del Señor con sanidad del alma.
[Salmos 107:19-20] Pero clamaron a Jehová en su angustia, y los libró de sus aflicciones. Envió su palabra, y los sanó, y los libró de su ruina.
El Señor quiere enviar su palabra a través de mí para sanarte,porque tu corazón está dolido por distintas causas. Tu corazón está estremecido por las aflicciones y tiene traumas del pasado que no están resueltos, espinas que deben ser quitadas para que dejen de doler. Tu corazón tiene agujeros que lo debilitan debido a las ofensas que han cometido contra ti. Tu corazón sangra y no sabes cómo detener ese sangrado.
El Señor me dijo: «Hija, ministra sanidad de corazón a todo aquel que se abra a recibir esta operación santa por el Espíritu Santo». Por lo tanto, disponte a recibir esta operación en tu corazón por el Espíritu Santo. Abre tu corazón para que el Señor pueda entrar a través de su palabra profunda, esa palabra que cala, que corta, que separa, que divide, hasta llegar al lugar donde está el problema y arrancarlo de raíz. Así, una vez solucionado ese tema, Él podrá soplar de su Espíritu en tu corazón y restaurarlo.
Hijitos, tengan esperanza, dice el Señor, porque estoy aquí, ministrando sus almas. Hijitos, no desfallezcan. Aguanten esta operación, porque vengo en su rescate.
Noelia: Veo una ambulancia que llega ahora a tu casa, por causa de tu llamado, por causa de tu oración, por causa de tu clamor. Le dijiste al Señor: «No puedo más. Necesito que me ayudes. Necesito que me sanes. Necesito que me levantes, Señor. Aquí estoy. Haz conmigo lo que quieras, porque estoy cansado de sufrir, porque estoy cansado de llorar, porque mis ojos me duelen y están hinchados e inflamados de tanto clamor que he levantado al cielo, para que tal vez, escuchando, me respondas a mi necesidad». Le dijiste al Señor: «Necesito que me auxilies, Señor, ven a mi vida y toca mi alma, por más que me duela, para quitarme este puñal que tengo enterrado profundamente en mi corazón y que no me deja avanzar, que no me deja vivir y que estoy cansado de soportar».
Hijito, dice el Señor, perdona esas ofensas. Para poder quitarte ese puñal, primero tienes que perdonar. ¿Recuerdas cuando esa persona te dijo todas esas cosas tremendas sobre ti? ¿Recuerdas cuándo esa persona que pensabas que te amaba tanto te miró a los ojos y te confesó lo malo que eras para ella?
Recuerda el momento cuando esas palabras que salieron de esa persona que tanto amabas te cayeron como un balde de agua fría y no las esperabas. Recuerda ese momento cuando esa persona, la que menos esperabas, te dijo cosas terribles, que nunca te imaginaste que estaban en su corazón. Recuerda ese momento, por más que te duela.
Noelia: Veo a un enfermo acostado en una camilla. Este enfermo sabe que el médico tiene que operarlo sí o sí. Sabe que para poder operarse tiene que estar desnudo en esa camilla, y sabe que la operación va a doler un poco, hasta que la herida cicatrice. Pero entiende que no queda otra que entregarse a las manos de su cirujano, porque si no lo hace, va a fallecer.
Hijito, hijita, dice el Señor Jesús, resiste mientras abro tu corazón y saco esas tinieblas y esa mugre para poder limpiarte y colocar mi luz, para que no te duela más.
Aunque sea doloroso, dice el Señor, vuelve a ese momento en el que, al escuchar esas palabras, sentías que te calaban el alma profundamente y no podías creer lo que esa persona te estaba diciendo, lo que esa persona que tanto amabas pensaba sobre ti. Recuerda ese momento en el que esas palabras entraron en tu alma, lastimándote en lo más profundo de tus coyunturas, haciéndote doler hasta los huesos.
Yo sé cuánto sufriste cuando fuiste ofendido de esa manera, dice el Señor. Yo sé cuánto sufriste cuando esa persona te rechazaba de ese modo. Yo sé cuánto te dolió, porque a mí me hicieron lo mismo. A mí me rechazaron primero. A mí me maltrataron primero.
Mis propios hermanos, mi familia, me decían cosas terribles en la cara. Yo sé lo que es ser herido de esa manera. Sé lo que duele que la gente que amas te diga esas cosas y te dé la espalda. Yo pasé por eso, dice Jesús, pero aprendí y fui perfeccionado a través de esos maltratos.
Perdona, dice el Señor. Perdona a esas personas que ahora vienen a tu memoria. Perdona como Yo perdoné. Renuncia a la acusación y baja el martillo de juez, porque el único que puede juzgarlos de manera justa y balanceada soy Yo. El que va a hacer justicia con todo lo que se te hizo injustamente voy a ser Yo.
Pero renuncia a ese dedo acusador, dice el Señor. Recuerda ese momento que tanto te dolió, vuelve al pasado en tu memoria y entrégamelo a mí, para que Yo pueda sanarte, para que Yo pueda restaurarte, para que Yo trate tu corazón herido y, a través de tu perdón, pueda colocar una venda.
Hijita, suelta, dice el Señor, porque no quieres soltar ese momento. Lo tienes aferrado en tus manos y no quieres perdonar. Abrazas esa ofensa que cometieron contra ti y no quieres dejar ir esa situación. Estás esperando que la justicia caiga sobre esa persona que te hirió.
Pero ese no es el camino, dice el Señor, porque es tu corazón el que se ata a esas personas cuando no dejas ir, y el Padre no va a perdonarte si tú no los perdonas primero.
Si Yo perdoné a todos los que me ofendieron, a todos los que me maltrataron, a todos los que me vituperaron, a todos los que me escupieron, a los que me vendieron, a los que comían junto conmigo, dice Jesús, a mis propios discípulos que me abandonaron la noche de mi sufrimiento y entrega, ¿cuánto más capaz eres tú de perdonar esa ofensa?
Hijita, suelta, dice el Señor, suelta ahora a tus padres. Suelta ahora a tu madre. Entrégamela a mí. Hijita, perdona a ese exnovio que tanto daño te hizo. Hijito, perdona y baja el martillo del juez contra ese jefe que tanto te humilló. Hijito, perdona a esos amigos que murmuraron sobre ti.
Perdonen todos ustedes que recibieron maltratos de sus padres cuando eran niños, porque el que esté libre de pecado que tire la primera piedra, dice el Señor. Todos ofenden en algún punto. ¿Acaso eres totalmente perfecto? ¿Acaso nunca ofendes en nada?
Si Yo tuviera que ir al detalle sobre tu comportamiento, también podría encontrar pecados que cometiste contra los demás. Sin embargo, me estás pidiendo que Yo te perdone lo tuyo, dice el Señor, pero tú no quieres perdonar primero al que pecó contra ti. ¿Dónde está mi justicia si Yo te perdonaría sabiendo que primero tú no has perdonado?
Yo no hago acepción de personas, dice el Señor. Por eso, debes entender que el bien que tú hagas es el que vas a recibir, que el perdón que tú concedas es el que te voy a dar.
Sé justo y deja ir a esas personas que tanto te lastimaron, dice el Señor, como cuando alguien suelta a un pájaro que tiene encerrado en una jaula para que finalmente pueda volar. Si tú quieres ser libre, primero tienes que soltar a esas personas que tienes enjauladas en tu corazón.
Suelta ahora, dice el Señor. Libérate. Libera tu corazón. Abre esa cárcel en tu corazón para dejar ir a esas personas que tienes desde hace tantos años ahí adentro, porque eso genera lazos emocionales. Eso genera ataduras entre tú y esas personas que no perdonaste. Y mientras no las perdones y no las dejes ir en tu corazón, no vas a sentirte libre de ellas. Nunca vas a poder superar el dolor de esa situación.
Libera si quieres ser libre, dice el Señor. Desata si quieres ser desatado. Abre esos candados con los cuales tienes atadas a esas personas en tu corazón, si quieres ser libre de esas cadenas. Hijito, aprende a sobrepasar esas cosas. Aprende a ser tardo para ofenderte.
Noelia: El Señor me muestra que algunos de ustedes se ofenden rápidamente por cualquier cosa. Son rápidos para recibir esos puñales.
Aprende a perdonar rápido, dice el Señor. Aprende a perdonar en el mismo instante en que te están ofendiendo, como cuando Yo pedía por los que me estaban crucificando: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen».
De hecho, cuando te están ofendiendo, muchas veces ni siquiera son conscientes de lo que hacen. No saben lo que hacen, y el mal que no quieren hacer, eso es lo que hacen. La mayoría de las veces, los que te hacen daño no saben lo que están haciendo. Pero tú, dice el Señor, conociendo el evangelio y la Palabra, sí sabes que tienes que perdonar, y aun así te rehúsas a hacerlo.
Hijito, hijita, dice el Señor, hoy te invito a bajar esos escudos que levantaste para protegerte del dolor, pensando que podrías cuidarte por ti mismo y así evitar el sufrimiento. Pero esa no es la manera en la que te llamo a amar. Te llamo a aprender a ser un sacrificio vivo para mí, como Yo lo fui para ti. Fui entregado como cordero al matadero, inocente y sin mancha.
Sin embargo, muchos de ustedes no quieren sufrir por mí, dice el Señor. No quieren recibir los golpes. No quieren ser maltratados. No quieren ser rechazados por causa de mi nombre. No quieren ser vituperados. Y cuando los ofenden, los dañan, los rechazan o los maltratan, responden al mal con el mal, cuando la Palabra enseña a responder al mal con el bien.
Aprendan a pensar de una manera distinta, dice el Señor. Porque muchos de ustedes no se sienten libres y no pueden avanzar por la falta de perdón. No pueden avanzar porque se manejan igual que los que los lastiman. Se quejan del daño que ellos les han hecho, pero no sueltan la piedra que aún tienen en la mano, y si pudieran, se la lanzarían.
Ustedes no aprenden a responder al mal con el bien, dice el Señor, sino que muchas veces actúan igual que aquellos fariseos que querían apedrear a la mujer adúltera.
Noelia: El Señor vuelve a decir que el que esté libre de pecado arroje la primera piedra. Y veo que muchos de ustedes están siendo probados. Cuando alguien los ofende, los maltrata, los rechaza, los defrauda o los abandona, el Señor mira de cerca a sus hijos para ver cómo van a responder a esas ofensas, para ver si saben reaccionar conforme a la Escritura y no a la carne, para ver si están entrenados en el perdón o si son rápidos para la ira.
Yo estoy mirando cómo reacciona mi pueblo cuando es ofendido, maltratado, dejado de lado o defraudado, y estoy pesando en mi balanza sus reacciones, dice el Señor. Y gran parte de mi pueblo todavía es carnal y no espiritual. Todavía se defiende y no me deja a mí ser su defensor y juez. Todavía tiene la piedra en la mano para lanzarla contra el agresor. Todavía responde al mal con más mal, avivando aún más la hoguera.
Hijitos, aprendan a cargar su cruz como Yo la cargué, dice el Señor. No la suelten, porque Yo no solté esa cruz mientras la llevaba, para ir a devolver los golpes que me daban. No solté esa cruz para defenderme de los que me atacaban. No abrí mi boca, cuando llevaba esa cruz y al mismo tiempo me golpeaban, para acusarlos delante de mi Padre, sino para pedir que los perdone, como Yo los estaba perdonando.
Hijitos, no suelten esa cruz. No respondan y no devuelvan el golpe. Amen a sus enemigos. Porque la mayoría de ustedes conocen las Escrituras, pero no las practican, y aman solo a los que los aman. Pero, ¿qué tiene de especial si solo aman a los que los aman? Así no están siendo un ejemplo.
[Mateo 5:43-47] Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles?
Noelia: Veo a muchas personas dentro de las congregaciones, nacidas de nuevo por agua y por espíritu, pero esclavizadas, atadas, estancadas, tristes, amargadas, porque tienen falta de perdón y están esperando que los golpeen de alguna manera para responder al golpe de inmediato.
No es por culpa de sus ofensores que están atados, esclavizados y que les va mal en muchas áreas de sus vidas, sino por la decisión de ustedes de no perdonar a los demás.
Hijitos, dice el Señor, perdonen para que Yo pueda sacar esa piedra de tropiezo de sus corazones. Hijos, estoy llamando a un pueblo santo a que aprenda a perdonar al 100% y de todo corazón, de manera honesta y genuina, incluso a los enemigos más grandes que han dañado sus emociones.
Noelia: Veo una serpiente moviéndose adentro de un corazón. Esa serpiente va envolviendo el corazón y, una vez que lo tiene atrapado, empieza a apretarlo. La persona empieza a sentirse oprimida, pierde la fuerza, la alegría, el gozo y la inspiración, porque el Espíritu Santo se contrista en esa persona. Esa serpiente es la serpiente del rencor.
Cuando la serpiente del rencor comienza a envolver el corazón, dice el Señor, va succionando la vida poco a poco, quitando la esperanza y apagando una vela encendida paso a paso. Pero no es culpa del diablo en primer lugar, porque él hace su trabajo. La culpa es tuya, porque te estás casando con ese espíritu de rencor.
En vez de darle carta de divorcio y separarte de esa serpiente, le das carta de divorcio a tu amigo que te ofendió. Le das carta de divorcio a tu esposo que te habló mal. Le das carta de divorcio a tu pastor que te humilló, en vez de divorciarte de esa serpiente de rencor que está succionando la vida, el gozo y la alegría de tu corazón poco a poco, amargándote, estancándote, apagándote, entristeciéndote, desgastándote. En vez de separarte de esa serpiente, en vez de darle carta de divorcio a ese espíritu, sigues en acuerdo con él.
Arrepiéntete ahora y dale carta de divorcio para nunca más estar ligada o ligado a esa serpiente, dice el Señor. Arrepiéntete y pídeme perdón por no querer perdonar a quien te ofendió. Pero para que Yo eche esa serpiente de tu corazón, es tu decisión.
Es una decisión, dice el Señor, y el diablo te ha engañado, haciéndote creer que no puedes perdonar, que eso nunca va a pasar, que ya estás tan oprimido que es imposible que tu situación cambie. El diablo te ha hecho creer que no se puede volver atrás, que ya no hay forma de recuperar la paz.
Pero es tan solo una decisión, dice el Señor. Decide perdonar, y Yo te voy a liberar.
Noelia: Vuelvo a ver a este médico que opera a un paciente en la camilla. Cuando abre su corazón, encuentra esa serpiente y la saca, y después de la operación, el paciente comienza a recuperarse. Una vez cicatrizada la herida, se levanta de la camilla y recupera la energía, el gozo del Espíritu Santo, la alegría, la alabanza, la adoración, la inspiración del Espíritu Santo. Porque ese vacío que queda, donde estaba esa serpiente del rencor, ahora lo ocupa el Espíritu Santo de Dios, trayendo sanidad y comenzando a restaurar las partes que estaban dañadas.
Elige el perdón, dice el Señor. Elige perdonar.
Noelia: No perdonar es como tener un animal encerrado en una jaula. Pero cuando uno perdona, es como si abriera la puerta de esa jaula y dejara que el animal se vaya libre por el campo.
Abre, abre las puertas de tu corazón para dejar ir a esas personas que te ofendieron, dice el Señor. Deja ir, deja ir, porque no estás perdiendo, sino ganando. Vacía tu corazón de esas serpientes de orgullo que te hablan para que no sueltes, para que no perdones, para que no liberes; que te dicen que si perdonas eres menos que esas personas que te ofendieron. No les creas, dice el Señor.
Noelia: Hablo paz ahora a esos corazones que están siendo vaciados de rencor y falta de perdón, a esos corazones que están bajando el martillo de juez y el dedo acusador, a esos corazones que estaban oprimidos pero que, a partir de hoy, por causa de este perdón que le están concediendo a las personas que los lastimaron, están recibiendo la paz y el perdón del Señor.
No importa qué tan grave haya sido la ofensa, dice el Señor.
Noelia: El Espíritu me revela que algunos de ustedes piensan que la ofensa que recibieron fue tan grande, que el maltrato fue tan enorme, que nunca van a poder perdonar a esas personas. Pero estas son mentiras del enemigo, mentiras de esa serpiente que está en tu corazón. Sea cual sea la ofensa, sea cual sea el daño que te hayan hecho, se trata tan solo de una decisión.
Así que decide ahora, dice el Señor, porque pongo delante de ti la izquierda y la derecha. ¿Cuál es el camino que vas a tomar? Se trata del camino de tu libertad o de tu esclavitud. Es el camino de tu sanidad, de tu restauración, de tu justificación, o el de tu frustración, de sentirte opacado, apagado, entristecido y amargado.
Tú eliges cuál de los dos caminos quieres tomar, porque pongo delante de ti la vida o la muerte. Así de grave es la falta de perdón.
Perdona, hijito, perdona, dice el Señor. Hoy te ayudo a perdonar. Recibe esta inspiración de lo alto que esperaste durante tantos años. Decide por el bien. Ábrete y déjate operar. Créeme que Yo te puedo restaurar. Si Yo, siendo el Hijo de Dios, perdoné ofensas tan grandes, tú también puedes perdonar lo que sea que te hayan hecho.
Deja ir, dice el Señor, y Yo te restauro y Yo te sano y Yo te guío a arroyos cristalinos donde hay aguas puras para beber, que te van a sanar y te van a levantar de donde estás caído por causa de la falta de perdón.
Avanza, hijito, y entrégate por entero, dice el Señor. No te escondas, porque eso no es la solución para evitar que te hagan daño. No te guardes ni escondas tu cara ni tus manos de tus hermanos, porque eso no te va a resguardar de ser lastimado.
El problema no es ser o no lastimado, dice el Señor. El verdadero problema es tu reacción. Todos ofenden en algún punto, pero la pregunta es qué hacen con esa ofensa, ya sea que ofenden o que son ofendidos.
Hijitos, no se engañen, dice el Señor, porque Yo veo y escudriño los pensamientos del hombre, y muchos de ustedes no son tan santos como piensan. No están tan libres de pecado como creen. No son tan mejores como se consideran ante los demás.
Yo no hago acepción de personas, dice el Señor. Dejen ir. Dejen de poner su mirada sobre los que los ofendieron para ver qué errores cometen ellos, y escudriñense más a ustedes mismos y límpiense de los errores que ustedes mismos están cometiendo, porque muchas veces son como el que quiere sacar la viga del ojo del hermano, pero tiene una en su propio ojo.
Hijitos, bajen el dedo acusador y límpiense primero a ustedes mismos, dice el Señor. Hagan justicia, para que Yo les haga justicia después.
Noelia: Estoy viendo ahora mujeres que no quieren perdonar a sus esposos, hijos que no quieren perdonar a sus padres, y padres que, ya siendo adultos, maltratan a sus padres ancianos porque no quieren perdonarlos, sino que buscan vengarse de ellos. Y muchos están diciendo: «Pero si yo voy a la iglesia, si yo ofrendo, si yo sirvo en la iglesia, si yo tengo un ministerio, ¿por qué me va mal en tal cosa? ¿Por qué me siento así? ¿Por qué no encuentro paz y me siento estancado?» Y la respuesta es: porque estás en falta de perdón, y es una piedra de tropiezo enorme que te detiene de avanzar en el reino de Dios.
El Espíritu Santo me revela que hay algunas familias que tienen falta de perdón por costumbre. La abuela siempre tendía a vivir con falta de perdón, la hija tenía falta de perdón y la nieta también la tiene. Es como un hábito instalado en algunas líneas generacionales. Pero el Señor te dice hoy que si pides perdón en nombre de tu generación, te arrepientes por tus pecados y le pides al Señor que te libre de ese comportamiento repetitivo, Él puede liberarte de eso y puede enseñarte. Él puede renovar tu manera de pensar y concederte un corazón nuevo, un corazón perdonador.
Noelia: Veo ahora que el Señor está cambiando corazones de piedra por corazones de carne en este momento. Muchos de ustedes están recibiendo sanidad del alma gracias a esta ministración. Y porque se han arrepentido y están perdonando, han comenzado un proceso de sanidad que va a llevar un tiempo, porque hay muchas personas a las que todavía tienen que perdonar.
En los próximos días les van a venir a la mente situaciones que quedaron en el tintero y personas a las que nunca perdonaron, para que puedan perdonarlas y soltarlas. El Espíritu Santo los va a guiar por ese camino del perdón, que les va a traer sanidad del alma y libertad.
Veo ahora corazones que tenían muchas espinas clavadas: espinas de dolor, de traumas, de recuerdos de ofensas. Pero, a medida que van perdonando, cada una de esas espinas va siendo quitada de sus corazones, para que reciban sanidad y dejen de sangrar.
Cuando perdonen y dejen ir a estas personas en sus corazones, van a sentir un cambio, como si se liberaran de algo. Se van a sentir más libres y más livianos. Y si necesitan llorar, háganlo y no repriman ese llanto, porque será un llanto de sanidad.
Ahora veo a una persona que va perdonando y se va limpiando. Va quitando las manchas de sus vestiduras y va ganando luz. El Espíritu me revela que una persona con un corazón perdonador tiene más luz que alguien que vive en el rencor, porque es alguien que sabe amar. Perdonar es parte de amar, es una muestra del amor de Dios.
Veo a una persona que camina por la vida y va perdonando a la derecha y a la izquierda a los que le hacen daño, y de a poco gana más luz, convirtiéndose en un sol cuya luz va llegando cada vez más lejos. Esto se nota en el rostro, en el aspecto, en el semblante de una persona. Se nota que es alguien que sabe amar, dejar ir y perdonar.
Tengan fe y tengan esperanza, dice el Señor, porque los voy a ayudar a soltar lo que sienten que no pueden. Confíen en mí, que soy el médico perfecto y estoy operando en sus almas. Pídanme que les enseñe cómo perdonar al 100% y no a medias, y lo voy a hacer. Estoy esperando que me lo pidan. Quiero transformar a mi pueblo de un pueblo rencoroso a un pueblo perdonador, libre de este pecado.
Noelia: El Espíritu me revela que algunos de ustedes han perdonado ofensas, pero solo en parte. Han perdonado, pero hasta un punto, nada más. Le han dicho a personas que les pidieron perdón: «Está bien. Te perdono», pero no las han perdonado al 100%. El vaso está por la mitad. A los que les resuena esta palabra, el Señor les dice:
Yo quiero que perdones al 100%, así como Yo quiero perdonarte al 100% a ti y no a medias. Yo quiero que seas libre al 100% y no a medias, y no que pierdas las cadenas en un brazo, pero no en el otro. Si realmente quieres ser libre al 100% y bendecido al 100%, entonces tienes que perdonar al 100%.
Noelia: Veo a una persona que recibe un bastón para caminar, porque le cuesta caminar.
Perdonar funciona como una ayuda en su caminar espiritual, dice el Señor. Perdonar es una herramienta para poder avanzar en las cosas espirituales, para progresar en sus propósitos. Perdonar es necesario para poder caminar con confianza en la vida espiritual.
Noelia: Veo a una persona que tiene dificultades para caminar y que necesitaba apoyarse en algo para poder seguir, y sin ese bastón no puede avanzar. El Señor dice que el perdón funciona como un bastón: cuando uno ya no puede caminar, es una ayuda para seguir adelante en las cosas espirituales.
Y ahora veo a algunos que, en vez de perdonar, castigan a los que los ofendieron. Tienen un látigo, pero no para destruir las obras del mal, sino para castigar a los que los ofendieron, generando deudas en esas personas. Porque al castigar a los que los ofendieron, esas personas ahora tienen que perdonarlos a ustedes, y si no lo hacen, se generará una deuda en sus vidas.
Tengan cuidado, dice el Señor, porque si ustedes responden con el mal, se convierten en posibles generadores de deudas espirituales en esas personas, si ellas contestan mal, si responden con castigo.
Por eso es necesario responder con el bien, apaciguar la ira, perdonar en el mismo momento, rechazar las voces del enemigo, que les habla para que se molesten, dice el Señor.
Hoy les he dado una llave que les faltaba a muchísimos de ustedes y que era la razón por la que se sentían estancados, frustrados y quedados en el camino, dice el Señor. Si no abren esta puerta del perdón con la llave que hoy les doy, dice el Señor, no van a recibir ningún llamado.
Noelia: El Espíritu me revela ahora que muchos de ustedes no saben qué tienen que hacer para el reino de Dios. No saben cuáles son sus dones y talentos. No saben con qué pueden servir al Rey, cómo pueden ser útiles para el Reino, cuál es su propósito y cuál es el área que el Señor preparó para sus vidas.
¿Saben por qué? Porque hay falta de perdón, y esa falta de perdón funciona como una puerta cerrada delante de ustedes. Si no la abren a través de perdonar las ofensas, no van a avanzar y no van a encontrar las respuestas que buscan sobre su propósito, sobre un posible llamado, y mucho menos sobre un ministerio.
La falta de perdón es un pecado, y para que el Señor te llame a servirlo, hay que quitar esta piedra de tropiezo del camino. Esta es la razón por la que muchos de ustedes no tienen idea de lo que tienen que hacer para el reino de Dios. Se sienten perdidos, confundidos, dudosos, estancados, como si se estuvieran hundiendo en una arena movediza y no sabían por qué. Pero hoy han recibido la llave para salir de ahí.
En los días que vienen, pregúntenle al Espíritu Santo: «¿A quién me falta perdonar? ¿Es a mí mismo a quien tengo que perdonar y no he perdonado? ¿No me he perdonado yo misma? ¿Es a mi familia, a los hermanos, a algún pastor, a algún ministro? ¿A quién tengo que perdonar?» Y el Espíritu Santo los va a inspirar y les va a dar recuerdos y claridad sobre esta área, porque el Señor está esperando esas preguntas de parte de ustedes.
Esta es la sanidad que el Espíritu Santo de Dios quería impartir a su pueblo hoy y la clave para que muchos de ustedes finalmente puedan ser libres, restaurados y crecer en la obra de Dios.
Noelia: En este momento, corto toda maldición en todo aquel que está perdonando, en el nombre de Jesús.
El Espíritu Santo me dice que muchos de ustedes se sentían secos, y era porque no perdonaban y guardaban rencor en sus corazones. Pero ahora, porque están abriendo sus corazones a esta palabra, están reflexionando sobre esto y se arrepienten, el Señor los está restaurando.
Veo que el Señor está ungiendo sus corazones y, a partir de ahora, se van a sentir mejor, más abiertos a la inspiración del Espíritu Santo, porque al perdonar, el Espíritu Santo ya no va a estar contristado como antes.
Yo los unjo ahora con aceite de sanidad y con aceite de restauración. Padre, devuelve la alegría, el gozo, la esperanza y la alabanza a todo aquel que lo había perdido por causa de la amargura que genera la falta de perdón. Padre, te pido que los restaures en esta área y los hagas libres a todos los que están reconociendo y humillándose delante tuyo, perdonando, soltando ese martillo de juez, bajando el dedo señalador y los ojos murmuradores contra los ofensores.
Gracias, Señor. Te pido que bendigas ahora a todo aquel que está perdonando, bendiciendo a sus enemigos y orando para que Tú los bendigas y los perdones.
Veo alas que el Señor está colocando sobre muchas espaldas ahora, en personas que se sentían oprimidas por la falta de perdón. «Libertad» es la palabra que escucho en este momento, y esto es lo que el Señor está ministrando sobre tu corazón por causa del perdón que ahora está aconteciendo ahí.
Elige bien, dice el Señor. Elige para tu bien. Elige el camino del perdón. Yo te sano y restauro tus heridas, hijito. Yo pongo venda en tu corazón afligido. Yo voy a restaurarte de las memorias de los traumas que te generaron esas ofensas.
Noelia: Veo al Señor sanando en la memoria de algunos de ustedes traumas de la infancia o adolescencia, y heridas causadas por ofensas y maltratos cometidos contra ustedes. El Señor está sanando traumas emocionales que eran como nudos en sus corazones, y esos nudos emocionales se están desatando ahora. El Señor está restaurando tu alma. Recibe su perdón y su sanidad en este momento, en el nombre de Jesús.
Existe una creencia de que el que fue abusado sexualmente no puede perdonar, pero es una idea equivocada. El Señor te dice que Él te puede conceder el perdón en cualquier área, sin importar lo que te hayan hecho. Y estoy viendo a alguien que perdona a los homicidas de su hijo.
Si hay personas capaces de perdonar a los asesinos de sus hijos, dice el Señor, ¿cómo no vas a perdonar tú a tu abusador? El perdón siempre es posible, y es una decisión que tienes que tomar tú.
Noelia: Sigan trabajando en estas cosas. Sigan limpiando sus vestiduras meditando en la Palabra sobre el perdón, pidiéndole al Espíritu Santo que los ayude y los dirija. Algunos de ustedes tienen que llamar a algunas personas y pedirles perdón, y otros simplemente tienen que perdonar.
Dejen ir a ese pájaro enjaulado, dice el Señor. Liberen lo que tienen atado.
Noelia: Cortamos ahora toda atadura con todas las personas que ustedes perdonaron, en el nombre de Jesús. Yo los desato de toda atadura en el alma con todas esas personas que ustedes no perdonaban hasta este momento. Sé libre, en el nombre de Jesús.
Enseñen a sus hijos a perdonar, dice el Señor. Enseñen a los niños a perdonar desde que son chiquititos, porque ellos entienden más rápido por causa de la inocencia, y después se genera un hábito en ellos. Denle esa herramienta a sus hijos desde que son pequeñitos, para que cuando sean grandes ya estén ejercitados en el perdón y no se vuelvan rencorosos, llenando sus corazones de esas serpientes de falta de perdón. Eduquen a sus hijos desde temprana edad, para que aprendan a dejar ir a los que los ofendan y para que bendigan a sus enemigos.
Noelia: Gracias, Señor. Bautiza con el Espíritu Santo ahora a todo aquel que tenía falta de perdón.
El Espíritu me revela que algunos de ustedes no podían recibir el Espíritu Santo porque estaban en el pecado del rencor. Pero ahora, porque han perdonado y pedido perdón a Dios por este pecado, el Señor los bautiza con el Espíritu Santo.
Recibe ahora el Espíritu Santo de Dios. Recibe el bautismo del Espíritu Santo de Dios ahora. Recibe el don de lenguas ahora, en el nombre de Jesús. Imparto don de diversos géneros de lenguas ahora, en el nombre de Jesús. Recibe el don de profecía ahora, en el nombre de Jesús.
El camino ha sido liberado y te empodero, dice el Señor. Ahora la paloma del Espíritu Santo puede ingresar en ti y quedarse a vivir, porque hiciste un lugar en tu corazón. Ya no hay lugar para esa serpiente del rencor, sino para la paloma del Espíritu Santo.
Enseña a los demás a perdonar, dice el Señor. Lo que a ti te ha sido enseñado hoy, impártelo a los demás.
Noelia: Perdona a tu pastor. Porque estoy viendo gente que no quiere perdonar al pastor o a la esposa del pastor. Perdonan a todos, pero no al pastor. Algunos dicen: «Lo que hizo el pastor, eso no lo puedo perdonar».
Perdona, dice el Señor. Perdonar no es lo mismo que estar junto con una persona. Perdonar no siempre equivale a seguir al lado de alguien. Perdonar es una cosa, y lo que tienes que hacer después con respecto a esa persona, eso te lo dirá el Espíritu Santo personalmente a ti, si tienes que seguir caminando junto con esa persona o no.
Noelia: Pero perdonar no es opcional. Tienes que perdonar igual, sea quien sea, y después pregúntale al Señor cómo seguir con respecto a tu relación con esa persona.
Y ahora sigo viendo la paloma que viene sobre ustedes, los lava y los bautiza con el Espíritu Santo, y les concede sanidad del cielo.
El Señor me dice que hablen mucho en lenguas para seguir recibiendo sanidad en las horas que vienen. Hablen en lenguas, y el Espíritu los va a seguir sanando y ministrando, porque aquí empezó un trabajo a través de esta ministración, trabajo que el Espíritu va a continuar en ti si obedeces y te dejas llevar por el Espíritu Santo.
Muchos de ustedes van a tener sueños donde se les muestran personas que tienen que perdonar y de quienes no eran conscientes o no se acordaban. Presten atención a los sueños, porque ahí van a ver situaciones que ya ni recordaban, pero que no están resueltas. Cuando sueñen esas cosas, presten atención y perdonen a las personas que vean en esos sueños.
El Espíritu me dice ahora que muchos que creyeron en Jesús no entraron en el cielo porque no perdonaron. Así de grave es el pecado de la falta de perdón. Veo personas que hicieron muchas cosas para Dios, pero no fueron recibidas en el cielo porque no perdonaron. El Señor no les abrió la puerta del cielo y les dijo: «Por cuanto no perdonaste a tu prójimo, Yo no te perdono a ti. Por cuanto no tuviste misericordia con los que te ofendieron, Yo no tengo misericordia contigo. Por lo tanto, tu entrada está prohibida.»
Así de grave es la falta de perdón. Tengan cuidado, examínense y ayunen más para estar libres de este pecado y ser hallados inocentes delante de Dios, y no perder esta salvación tan grande por causa de la falta de perdón.
Amén.