Dios te bendiga, amado pueblo del Señor Jesucristo. El Señor quiere hablar hoy a su pueblo sobre el yugo desigual, sobre la contaminación y sobre la necesidad de santificación.
[2 Corintios 6:14-18] No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.
Hijitos, dice el Señor, estoy llamando a un pueblo a que se santifique, a que salga del barro donde se está metiendo. Mi pueblo está subestimando las cosas espirituales, creyendo que está limpio, cuando en realidad muchos de mis hijos se están ensuciando.
Hijitos, hay muchas cosas en las que ustedes se están metiendo y piensan que son inofensivas y que no les hacen daño, dice el Señor. Sin embargo, no están teniendo discernimiento para darse cuenta de que se están metiendo en lodo y se están ensuciando los pies, y esta especie de arenas movedizas los puede llevar lentamente a la perdición.
Hijitos, ustedes son míos, dice el Señor, y no todo lo que están haciendo les conviene. Tengan cuidado, porque están jugando con cosas peligrosas, como cuando un niño toma un fósforo y lo enciende, creyendo que es algo entretenido y sin consecuencias, pero si no lo suelta a tiempo, terminará quemándose.
Ustedes son iguales, hijitos, dice el Señor. Se están descuidando en cosas donde antes se cuidaban más. Poco a poco están abriendo puertas en sus casas, facilitando la entrada al enemigo para robarles, para destruirlos, para enfermarlos, para contaminarlos y para que se vayan alejando de mí.
Hay cosas que mi pueblo está subestimando, dice el Señor, sin entender que son peligrosas y que lentamente el enemigo de las almas, el lobo que viene por las ovejas, los está engañando.
Hijitos, no se descuiden, dice el Señor. Busquen la santidad y manténganse blancos, porque muchos de ustedes eran impecables. Tenían las vestiduras totalmente blancas. Sin embargo, por diferentes razones, de a poco se han ido metiendo en cosas del mundo, cosas que los van ensuciando sin que se den cuenta.
Hijitos, evalúen todas las cosas, dice el Señor. Hay actividades que no los acercan a mi luz, sino que provocan que se desvíen, que se ensucien, que se distraigan y que se alejen cada vez más de mí.
Este no es un tiempo para tomar las cosas a la ligera, dice el Señor. Justamente, este no es un tiempo para entibiarse, y los que no se acerquen cada vez más a la luz de mi santidad se van a alejar tremendamente de mí.
Hijitos, dice el Señor, algunos de ustedes están descuidando esta salvación tan grande que les he regalado. Habiendo probado alimento sólido, están volviendo atrás y alimentándose otra vez con leche espiritual.
Hijitos, cuidado, dice el Señor, porque algunos de ustedes están retrocediendo por descuidarse en la santidad. Yo llamo a un pueblo a salir de Babilonia. Yo llamo a un pueblo a acercarse a la Jerusalén celestial.
Hijitos, no se puede ir en dos direcciones. No se puede servir a dos señores. O están conmigo, o están con Baal. O caminan hacia mí, o caminan hacia el Diablo. O buscan las cosas de arriba, o buscan las cosas de abajo.
Sin embargo, muchos de ustedes aman al mundo, dice el Señor. Pero el que ama las cosas del mundo, ¿cómo puede esperar las cosas celestiales? El que ama la vida en este mundo, ¿cómo puede anhelar una vida en la eternidad? Es una cosa o la otra. No se puede negociar. Y en este tiempo, hijos míos, la novia se prepara para la llegada del esposo.
¿Cuántos de ustedes están cuidando sus vestiduras como la novia que se mantiene impecable para el momento de entregarse a su esposo? Muchos de ustedes no son así, dice el Señor, sino que son como una novia que se cansa de esperar el momento del casamiento, tira el ramo de flores, descuida sus vestidos que estaban impecables y comienza a mancharse y a meterse en lugares sucios, y ya no es digna de mí, dice el Señor.
Hijitos, tengan cuidado. No jueguen con las cosas espirituales, dice el Señor.
Noelia: Estoy viendo a un malabarista. Y el Señor dice que esto representa a muchos de ustedes. Algunos de ustedes también son como gente que juega a la ruleta.
Tengan cuidado, dice el Señor, porque si ustedes juegan con las cosas espirituales puede salirles mal, peor de lo que imaginan. El enemigo de las almas no pierde el tiempo, y donde ustedes le otorgan un papel legal, él lo va a usar en su contra sin dudarlo.
Hijitos, dice el Señor, muchos de ustedes tienen problemas con sus hijos, problemas espirituales, económicos y de salud. La enfermedad ha entrado en muchos de sus hogares, y en la mayoría de los casos es porque están jugando con las cosas espirituales.
Noelia: El Espíritu me revela ahora que incluso hay mascotas que han muerto porque ustedes juegan con las cosas espirituales. El enemigo cobra la vida que le corresponde de acuerdo a las leyes espirituales que ustedes han quebrantado.
Hay entretenimientos que parecen inocentes, pero no lo son, dice el Señor. Hay actividades que parecen limpias, pero no lo están.
Noelia: El Espíritu me revela ahora que algunos de ustedes leen los horóscopos. Algunos tienen imágenes de santos y estatuillas de ídolos de distintas culturas en sus casas. Algunos guardan cosas robadas en sus hogares.
Muchos de ustedes están manchando el lecho, introduciendo prácticas sexuales en sus matrimonios que no están bien vistas ante los ojos del Señor. Varios son permisivos con sus hijos que viven bajo su techo. Otros tienen pesa injusta y no pagan a sus empleados como corresponde, sino que abusan de ellos, quedándose con parte del salario que les corresponde.
Hijitos, vayan a lo fino, dice el Señor, porque estoy pesando en mi balanza a mi pueblo, y al que mucho se le da, mucho se le demandará. El juicio de Dios comienza por mi casa.
Hijitos, este es un tiempo donde la iglesia está siendo refinada y preparada para la venida del Santo de Israel. Muchos sueñan que ocurre el arrebatamiento, pero no son levantados, sino que se quedan en la tierra. ¿Saben por qué? Porque les estoy advirtiendo que si Yo viniera hoy, dice Jesús, no los levantaría conmigo.
Creen en mí, pero no me obedecen, y hasta los demonios creen y tiemblan. No alcanza con creer. No alcanza con llamarme «papito Dios». Yo quiero santidad. Sin santidad nadie estará delante de mí, dice el Señor.
[Hebreos 12:14] Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.
Hijitos, sean coherentes con lo que dicen, sean coherentes con lo que predican, porque Yo voy a vomitar a todo tibio de mi boca. Y la puerta del cielo se va a cerrar en la cara de todo aquel que me tome el pelo, de todo aquel que se burle de mis vestiduras, que son sin mancha, impecables, inmaculadas y con una luz que encandila a todo humano que se acerque.
Hijitos, tengan cuidado, dice el Señor, porque se están descuidando. Se están metiendo en problemas cuando se meten en piletas contaminadas. No toda agua en la que nadan está limpia. No todo arroyo por donde se dejan llevar es cristalino.
Escudriñen todas las cosas. Vayan a lo fino, porque mi Palabra es aguda. Pero muchas veces, ustedes solo creen o practican la parte que les conviene, la que los hace sentir cómodos. Juzgan la Palabra que dejé escrita, dice el Señor, y después de juzgarla según sus propios criterios, aplican únicamente lo que quieren tomar.
Pero eso no significa que el juicio no vendrá sobre la parte que no quisieron practicar, porque ciertamente hay una ley espiritual, y todas las cosas se manejan por ella. Hay un orden, y aunque no les guste, aunque no lo respeten ni lo sigan, igual tendrán que soportar las consecuencias.
¿Acaso ustedes no avisan a sus hijos cuando están por equivocarse? «Hijo, no hagas eso. Te va a salir mal. Vas a sufrir. Vas a tener consecuencias si tomas esas decisiones. Hijo, no lo hagas. Te lo advierto porque te amo.» Todo padre y toda madre que realmente ama a sus hijos les advierte lo que puede suceder si toman decisiones equivocadas.
Hijitos, ¿cuánto más los amo Yo? Por eso les estoy advirtiendo constantemente que se limpien, que se purifiquen, que no toquen lo inmundo, pero no quieren escuchar.
Noelia: Veo una fiesta mundana, donde la música no es para el Señor, donde se toma mucho alcohol, donde chicos y chicas flirtean y se seducen entre ellos, donde la ropa no es casta y el pudor no tiene lugar, y los que participan de esta fiesta saben que es para darle espacio a los placeres de la carne en distintos niveles.
Veo a muchos hijos de Dios participando en estas fiestas mundanas, que van a discotecas o nightclubs y regresan a sus casas a altas horas de la madrugada. Veo a hijas de Dios besándose con cualquier extraño que conocen esa misma noche, y a hijos de Dios que van para ver si pueden conseguir mujeres y dejarse llevar por el apetito de la carne. Muchos de ellos terminan fornicando no una, sino varias veces, contaminando sus cuerpos una y otra vez. Y me viene a la mente este pasaje:
[1 Corintios 6:19] ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?
Hijitos, dice el Señor, cuando ustedes fornican con otras personas, los demonios entran en sus cuerpos con vía libre, y desde allí comienzan a arruinarles la vida de distintas maneras, trayendo enfermedades sexuales o problemas alimenticios, por ejemplo.
Cuando fornican, están contaminando sus ojos, porque mirar la desnudez de otras personas provoca que sus ojos se contaminen y se conviertan en una entrada para demonios de lujuria, que ingresan y habitan allí, perturbando sus mentes y sus sueños con abusos, trayendo sueños sexuales y encuentros inmundos en los sueños.
Hijitos, dice el Señor, si ustedes pudieran ver lo que sucede en lo espiritual cuando se acuestan con un extraño, verían que el cuarto donde se lleva a cabo ese pecado se convierte en un antro de demonios, que entran y salen de esa habitación, tratando de aprovechar al máximo cada segundo en el que ese pecado se comete, para infestarlos de la mayor manera posible.
Si había brujería que estaban haciendo contra ustedes, entonces, por causa de este pecado, legalmente no hay nada que se pueda hacer para frenar que les afecte. Además, si ustedes entran en fornicación o adulterio con un extraño, muchas veces no es a ustedes directamente por quienes va a ir el diablo, sino por sus hijos, si es que tienen.
Hijitos, el alcance que tienen estas flechas que el enemigo envía cuando ustedes le dan vía libre en sus vidas es devastador. No lo hagan, dice el Señor. Guárdense para mí, para el esposo perfecto. No entreguen sus miembros a una ramera.
Hijitas, no se entreguen en bandeja servida a Satanás. Ustedes son mías, dice el Señor, y las quiero santas, perfectas. Guárdense.
Noelia: Estoy viendo un castillo atacado por todos lados con bombas. Las paredes empiezan a caer y ese castillo queda sin protección. Después viene una tormenta fuerte, y porque tiene los cimientos flojos, como arenas movedizas, este castillo empieza a derrumbarse, piedra por piedra.
Así es la vida de alguien que está expuesto al pecado y a la contaminación, dice el Señor. El enemigo viene y empieza a destruir cada área protegida que tenías. Empieza a derribar toda fortaleza de Dios que protegía tu mente y tu corazón, que protegía tu cuerpo, tu alma y tu espíritu. Y una vez que las vallas han sido rotas y las paredes están endebles, el enemigo entra con su ejército a tu vida, y las consecuencias son cada vez más graves si no te arrepientes y le pides ayuda al Señor para que vuelva a levantar ese castillo que eres tú.
Hijitos, dice el Señor, en este tiempo el enemigo redobla sus esfuerzos. Duplica los ataques y refuerza los contraataques. Hijitos, no se descuiden en ninguna área, en ningún detalle, en ningún aspecto de sus vidas.
Vayan fino. Vayan al detalle. Escudriñen todas las cosas, comparándolas con las Escrituras para ver si lo que están a punto de hacer es lícito o no, si les conviene o no les conviene, si los acerca al Señor o los aleja del Señor.
Este es un tiempo donde mi pueblo camina por un campo minado, dice el Señor, y los que vayan distraídos y descuidados van a pisar en cualquier lado, sin reconocer los peligros que el diablo pone delante de ellos para matarlos, si fuera posible, primero en lo espiritual, pero también en lo físico.
Este es un tiempo para caminar con los ojos bien abiertos, dice el Señor, reconociendo claramente lo que está bien de lo que está mal, alejándose de lo impuro y no dando lugar en sus vidas a lo que los hace retroceder en santidad en vez de avanzar.
Hijitos, hijitos, hijitos, dice el Señor, llamo a un pueblo escogido a limpiar sus vestiduras y venir sin vergüenza a presentarse delante de mí, para servirme con manos santas, para que cuando me alaben y levanten esas manos adorándome, no sea una adoración sucia.
Hijitos, limpien sus manos, dice el Señor, porque muchos de ustedes han tocado cosas contaminadas. Han tocado cuerpos que no les corresponden y partes íntimas de otras personas, contaminando esas manos, y ante mi vista son manos manchadas, llenas de barro, manos sucias que no quiero ver, que mi pureza rechaza.
Hijos, no sean livianos, dice el Señor. No sean superficiales. Guárdense para mí, consagrados desde la mañana hasta la noche. Quiero que sean como un sacrificio vivo para mí. Los anhelo celosamente. Son míos. Pero ninguna cosa inmunda va a entrar en mi Reino. Y si piensan que pueden caminar por campos contaminados, revolcándose en el mismo vómito que antes, están equivocados.
Ciertamente los amo, y los llamo a arrepentirse, a santificarse y a venir cerca mío para que los limpie, los lave, los purifique, los edifique y les revele su propósito. Pero también es cierto que mi balanza es justa y que no hago acepción de personas.
Si solamente ocho personas se salvaron en el Arca de Noé cuando vino el diluvio, si solo ocho fueron justificadas por causa de mi siervo Noé, quien era justo, limpio y recto delante de mí, pesado en mi balanza de justicia y encontrado justo, mucho menos ustedes se van a salvar, porque están jugando con las cosas espirituales, y conmigo no se juega, dice el Señor.
Recapaciten y purifiquen sus corazones. Hijitos, pregúntenme si hay algún área de sus vidas que tengan que limpiar, porque las casas de algunos de ustedes, sus vidas espirituales, están sucias. Hay mugre que están escondiendo debajo de la alfombra, pensando que yo no lo veo.
Son como los ancianos de Israel, que decían: «Dios no ve lo que estamos haciendo», y pensaban que podían esconderse de mis ojos, adorando al sol y al ejército de los cielos, ensuciando y manchando mi casa con ofrenda a otros dioses.
Hijitos, cuando leen las Escrituras, ustedes a veces juzgan al pueblo de Israel, diciendo: «¡Qué duros que son! Siempre lo mismo. No aprenden más.» Sin embargo, ustedes también tienen cosas guardadas adentro de sus bolsillos, que no me quieren mostrar.
Arrepiéntanse, dice el Señor, porque quiero un pueblo santo. Quiero un pueblo que, cuando les pida que me muestren sus manos, no esconda secretos ante mí. Quiero un pueblo que tenga sus ojos limpios por haberse negado a mirar con lujuria a otras personas. Quiero un pueblo que haya examinado su corazón y escudriñado sus deseos más profundos, sus pensamientos en lo más secreto de sus corazones.
Quiero un pueblo entendido en las cosas espirituales, pero ustedes no están discerniendo ni separando lo limpio de lo inmundo, y así se contaminan con las cosas del mundo, cuando la Biblia dice que ni siquiera hablen de lo que ellos hacen.
Tengan cuidado, dice el Señor, porque a veces están compartiendo una comida con alguien que dice ser cristiano, pero está sucio, manchado y contaminado, y si no es para evangelizarlo y hacerlo despertar, ustedes se hacen partícipes de esa inmundicia. Cuando comparten la mesa con alguien que dice ser mi hijo, pero está peor que un mundano, peor que un incrédulo, porque el incrédulo lo hace en ignorancia, ustedes comen de la mesa de los demonios junto con él.
Cuando saben que no deben tocar lo inmundo y aun así lo hacen, cuando comparten comida con esas personas y no se arrepienten ni vuelven de esos malos caminos, se convierten en cómplices y actúan en mi contra. Lo hacen con rebeldía y obstinación, rebelándose contra mí.
Yo voy a pesar todas estas cosas en mi balanza, dice el Señor, y en este tiempo voy a revisar las actitudes de los llamados cristianos de los últimos días. No voy a pesar solamente lo que hablan, sino sobre todo lo que hacen. Voy a pesar no solo lo que hacen en secreto, individualmente, sino también lo que comparten y con quién lo comparten.
Noelia: Veo ahora a un grupo de jóvenes charlando en una mesa, comiendo juntos. Eso, en sí mismo, no tiene nada de malo si se hace con pureza y en santificación. Pero estos jóvenes se recrean en sus pecados. Veo a una de ellas contándole a otra: «Sí, porque me acosté con tal, hice tal cosa, hice tal otra». Esta joven se recrea en sus pecados, poniendo sobre la mesa esas palabras, que funcionan como adoración al diablo, porque el diablo se regocija cuando alguien menciona con orgullo los pecados que comete.
No es que esta joven menciona estas cosas para decir: «Cometí tal pecado contra el Señor, pero me arrepiento tanto. Todavía no sé cómo pedirle perdón». Estos jóvenes se reúnen y se dejan llevar por la lengua, olvidando que son hijos de Dios y alimentando esas concupiscencias que hay en sus corazones, creyendo que son inteligentes por hablar así, creyendo que así van a valer más.
Y el Espíritu me revela que el diablo está parado al lado de ellos, anotando todas esas cosas. Así como hay ángeles escribanos santos, dedicados a anotar en sus libros lo bueno que hablamos y las oraciones que levantamos a Dios, también hay escribanos demoníacos, encargados de anotar los pecados de la boca para luego llevárselos a su amo, el diablo, quien después va y nos acusa delante de Dios para tratar de ganar ventaja sobre nuestra vida o la de los nuestros. En esas fiestas mundanas, veo que estos demonios están allí, anotando lo que se dice y lo que se hace.
Hijitos, dice el Señor, tengan conciencia y pónganle un cierre a su boca cuando quieran hablar de más, porque no es lo que entra en el hombre lo que lo contamina, sino lo que está en el hombre y que él deja correr en su corazón: lujuria, lascivia, murmuración, odio, rencor, maldiciones, glotonería, codicia, avaricia.
Todas estas cosas los están contaminando. Y encima, si se juntan en yugo desigual con un incrédulo, no para que ellos se conviertan a ustedes, como dice Jeremías, sino simplemente para pasar el rato, entonces, en vez de ganar dominio sobre estas cosas en sus corazones, lo van perdiendo cada vez más.
Si habían llegado a un punto donde habían logrado ganar cierto territorio sobre estas debilidades en sus corazones, cuando se descuidan y se unen en yugo desigual con amigos que no quieren saber nada del Señor, con personas que aman el pecado y no quieren arrepentirse, con gente que es del mundo y no quiere santificarse, entonces pierden todo terreno que habían ganado. El diablo no pierde tiempo, y todo lo que se le da de ventaja, él lo va a aprovechar: centímetro por centímetro, segundo por segundo.
Pero mi pueblo, en vez de ser luz, se deja opacar, dice el Señor. En vez de santificar los ambientes a donde van, se dejan contaminar. En vez de ser la sal, se dejan cubrir de tierra.
Sean inteligentes para el bien y astutos para revertir las situaciones, dice el Señor. Ciertamente no he venido para los que no tienen necesidad de médico, pero el médico simplemente sana al enfermo y después se dedica a otro. El médico sabe que está trabajando para los que están enfermos y, una vez terminado su trabajo con cada paciente, se ocupa de otros que necesitan sanidad.
Muchos de ustedes no entienden que una cosa es sembrar la palabra del Reino y otra muy distinta es meterse en charcos de barro y quedarse nadando ahí, cuando los peces que están en esa mugre en realidad no quieren salir.
Hijitos, pesquen, dice el Señor, pero pesquen desde la barca.
Noelia: Me viene a la mente este pasaje, que es un ejemplo de cómo nosotros tenemos que llevar la palabra.
[Lucas 5:3] Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud.
Métanse en esa barca y aléjense un poco de las multitudes, para que no dejen de predicar, pero tampoco se ensucien mezclándose con ellos, dice el Señor.
Hijitos, sean sabios y límpiense de toda maldad, porque la culpa no la tienen ellos. La culpa no la tiene el mundo, la culpa no la tiene el diablo, sino que ustedes mismos se dejan llevar por las concupiscencias que hay en sus corazones, dando lugar a ese pecado que primero nace en el corazón. El diablo simplemente les concede lo que ustedes ya querían. El diablo simplemente les da lo que ustedes anhelaban.
Santifiquen sus corazones, dice el Señor, y deseen lo bueno, deseen lo puro, deseen lo santo. Hijitos, manéjense de una manera casta, cuidando su imagen, diferenciándose de las tinieblas, porque ustedes no son de las tinieblas, si es que verdaderamente caminan conmigo.
No se puede servir a dos amos. O caminan en tinieblas o caminan en la luz. O dan el ejemplo para que los demás se contagien, o copian el ejemplo de los que están en esas tinieblas.
Hijitos, den testimonio de mi santidad, dice el Señor. Hablen como si Yo fuera el que hablara a través de ustedes. Miren como si Yo mirara a través de ustedes. Piensen como Yo pienso de ustedes. Diferencien las cosas. Manéjense de una forma particular.
No importa si los llaman locos o distintos, porque loco está el mundo, dice el Señor, y ellos no van a entender. Pero a quien van a rendir cuentas es a mí y no a ese amigo o amiga que los rechazó porque ustedes dijeron que no.
Los amo, dice el Señor, pero soy celoso de un pueblo escogido y vengo por los blancos: por los que se han lavado, por los que se han dejado refinar, por los que han sido probados y encontrados rectos delante de mis ojos. Voy a elegir a los puros y voy a dejar a los manchados. Voy a hacer distinción entre los que verdaderamente me pertenecen y los que no.
Hijitos, entiendan que sin santidad nadie me verá, dice el Señor. Y si creen lo contrario, de todas maneras, nadie me verá.
«Santo, santo, santo», cantan los ángeles en el cielo. Por lo tanto, para todos los que sean santos es que se está haciendo lugar. «Digno, digno, digno», dicen ellos. Por lo tanto, nada que no sea digno de mí va a ingresar.
Noelia: Veo que muchos de ustedes están llenos de tierra encima, opacados por esa tierra en lo espiritual. Pero el Señor los quiere limpiar.
Arrepiéntanse de toda inmundicia, dice el Señor, de toda avaricia, de toda lujuria. Arrepiéntanse de haber metido sus manos para robar, arrepiéntanse de haberse tocado a ustedes mismos, arrepiéntanse de mentir, arrepiéntanse de estafar, para que Yo venga y los lave y los limpie con hisopo y puedan brillar como deberían.
Quiero que sean luminarias del mundo, y si los que tienen que ser luz no la pueden dar, ¿quién va a rescatar a los perdidos? Porque un perdido no puede rescatar a otro perdido.
Por eso, recatate primero. Ponete a cuentas para que esos pecados que manchaban tus vestiduras desaparezcan y vuelvan a ser blancas como la nieve. Quiero limpiarte para que reluzcas y para poder manifestarme a través tuyo con poder y gloria, y así, una vez limpio, puedas rescatar al perdido; una vez purificado, puedas ayudar a que un pecador se arrepienta y se santifique para mí.
Inmensa honra da esto. Cuando uno de mis hijos se convierte en herramienta limpiadora para un pecador cubierto de mugre, es reconocido por los ángeles del Reino y alabado entre ellos.
Noelia: El Señor me revela que muchos de ustedes se están arrepintiendo de pecados que el Espíritu Santo les está trayendo ahora a la conciencia. El Espíritu está redarguyendo a muchos para que se arrepientan y pidan perdón al Señor por distintos pecados de los cuales Él los está haciendo conscientes.
El Señor dice que está dispuesto a perdonar a todo aquel que se humille, baje la cabeza y reconozca que ha pecado. El Señor está dispuesto a lavarlo, a restaurarlo, a sanarlo y a levantar de nuevo las paredes de ese castillo, para que se le corte el ingreso al diablo en sus vidas.
Reciban ahora el perdón, todos aquellos que se están arrepintiendo. Reciban la sanidad, la paz y el amor de Dios.
El Espíritu Santo me trae a la mente ahora que hay hombres y mujeres que quieren casarse en yugo desigual en este tiempo. El Señor les advierte a cada uno que, si eligen un buey distinto a ustedes, entonces cargar con ese yugo en sus espaldas les va a causar dolor constantemente, día tras día, gota a gota, hasta desgastarlos y hacerlos perecer, si esa persona a la larga no se convierte.
Día a día pagarán la deuda por haberse casado con alguien en yugo desigual, como alguien que paga con un cheque diario por una deuda interminable. Así es cuando un hijo de Dios se casa con un incrédulo. Esa deuda se paga todos los días.
Cuidado, hijitos. Cuidado, hijitas. No se dejen engañar, dice el Señor. Huyan de los placeres carnales. Escápense de esa trampa. Recapaciten y despiértense, porque no tienen idea de lo que están a punto de hacer. Traigan un hermano o una hermana para unirse en matrimonio. Resistan la tentación y no se dejen llevar por la primera impresión, porque ciertamente van a pagar por este error si se equivocan de semejante manera.
Hijitas, no sucumban a la voz del demonio cuando les habla a través de esa persona que les promete el mundo entero para tratar de conquistarlas, porque solo está usando una careta para convencerlas, dice el Señor. Hijitas, no se contaminen. No caigan. No cedan a esa tentación. Resistan y retrocedan, porque quiero el bien para ustedes y no el mal.
Hijitos, no se dejen seducir, dice el Señor. No miren solo lo de afuera. Escudriñen el corazón de la mujer, y si la mujer no tiene a Dios en el corazón, entonces es del diablo. Le pertenece al príncipe de este mundo. Si traen a una mujer del mundo para casarse con ella, es como casarse con el enemigo, y con el tiempo se van a arrepentir profundamente de haber desobedecido a la Palabra.
Piénsenlo, dice el Señor. Ámense a ustedes mismos. Cuídense, porque ustedes son mis piedras preciosas. No es que Yo no los cuide, sino que a veces ustedes no se cuidan y se entregan a la primera oportunidad. Piensen dos o tres veces si hace falta, y no se unan en yugo desigual.
Noelia: El Espíritu me revela que algunos de ustedes piensan que este mensaje es exagerado, que es un mensaje religioso o legalista. Muchos piensan que este mensaje no viene de Dios, que no está pintado con la gracia ni el amor de Dios. Pero la Escritura no puede ser contradecida, y el Espíritu dice una vez más que sin santidad nadie verá al Señor.
Así que pesen todas estas palabras en la Biblia, y allí podrán comprobar si es el Señor hablando o no, si se está exagerando o no, si se está mintiendo o no.
Manténganse escudriñando lo que se ha dicho en este mensaje. Revisen sus vidas, sus motivaciones, sus actividades y movimientos, y pregúntenle al Espíritu Santo de Dios cuáles son las cosas de las que deben alejarse y cuáles no; cuáles les convienen, les edifican y los llevan a la santidad y a un mayor conocimiento de Dios, y cuáles provocan lo contrario.