Dios te bendiga y te guarde, amado pueblo de Yeshua. Hoy es 15 de diciembre del año 2023, y aquí estoy de nuevo, siendo una voz profética a las naciones, transmitiendo lo que Dios quiere transmitir, hablando lo que el Señor quiere hablar, avisando lo que veo desde lejos, alertando lo que el pueblo necesita saber para estar preparado, para resistir a las pruebas por las cuales va a pasar en estos últimos tiempos, en estos principios de dolores donde la iglesia del Señor Jesucristo, donde el cuerpo del Santo, del Hijo de Dios, del Resucitado, del que vive, del que habla, donde ese pueblo necesita una huella para que sepa por dónde tiene que caminar, hablando en estos tiempos donde hay un pueblo, el cuerpo del Señor Jesucristo, que necesita entender en qué tiempos está transitando.
Hija, ve y habla, me dijo el Señor, y no calles. Presta tu boca para el reino de los cielos. Sé valiente y no tengas miedo, me dijo el Señor, porque eres mi instrumento escogido para las naciones por medio del cual alerto a los míos lo que está a punto de suceder, por medio del cual recuerdo a los míos lo que está determinado para estos tiempos.
Hija, ve y sé mi atalaya, me dijo el Señor, porque te he puesto en esa torre alta para que veas lo que se viene y alertes a los míos, para que mi iglesia se prepare en estos tiempos de apostasía, tiempos peligrosos, tiempos engañosos, tiempos mágicos. Porque eso es lo que está haciendo el diablo en este tiempo: artimañas, trucos. Se disfraza de algo que no es. Le vende al pueblo del Señor una mentira, para que tal vez los hijos de Dios coman de ese pan contaminado y no sean capaces de distinguir lo verdadero de lo erróneo.
Hijitos tengan cuidado, dice el Señor, porque delante de ustedes hay puesta toda una escena que, si en realidad se acercan más a ese escenario que parece perfecto desde lejos, se van a dar cuenta que es tan solo un cuadro pintado, que no es real, que es una mentira, que es una ilusión.
Yo (Noelia) estoy viendo como si estuviera en un teatro. Estoy viendo una obra donde en ese teatro hay un mago, y ese mago por medio de sus trucos mentirosos genera ilusiones. Y escucho la palabra «magia». Magia es hacer creer algo que no es, me dice el Señor, y eso es lo que está haciendo el enemigo en estos últimos días—tirar un polvo mágico a los ojos de las personas para que vean lo que él quiere que vean, para que crean lo que él quiere que crean, para que no puedan distinguir lo real de lo ilusorio.
Oh, hijitos, dice el Señor, presten atención, porque estamos entrando en una etapa trágica en la historia de la humanidad, nunca vista antes, tremendamente engañosa, como cuando alguien vende a una persona algo que no es, como cuando un vendedor estafa a un cliente, vendiéndole un producto que le dijo que era de tal o cual manera, pero en realidad no era cierto.
Hijitos, abran los ojos, dice el Señor, porque el diablo les está vendiendo en este tiempo ilusiones, y ustedes están comprando esas mentiras. ¿Acaso no dice la Palabra del Señor, me dice el Espíritu Santo, «examínenlo todo, retengan lo bueno, y desechen lo malo»? ¿Por qué mis hijos no están examinando todo si ya he avisado que en estos últimos días el engaño crecería en volúmenes exorbitantes?
Hijitos, pónganse anteojos espirituales, dice el Señor, y examinen de cerca lo que están viendo sus ojos, porque muchos de ustedes son como ciegos espirituales, como alguien que tiene problemas de vista, pero no se pone los anteojos para poder ver mejor. Ustedes son como alguien que está medio ciego, dice el Señor, pero no quiere ir al oculista para que le recete los anteojos que necesita para poder ver. Eso es orgullo; eso es soberbia; eso es dejadez; eso es negligencia, dice el Señor.
Yo (Noelia) ahora veo que después de haber hablado estas palabras fuertes con las cuales hoy te está exhortando el Espíritu Santo de Dios, recién ahora tu espíritu se empieza a mover un poquito y a decir: «Uy, ese soy yo. Tengo que escuchar esta palabra.»
Hijitos, entiendan que se acerca el último tramo de los tiempos finales, la última etapa antes del fin. Ahora estamos como subiendo por una montaña alta, y a medida que vayamos escalando esa montaña, las cosas se van a ir complicando y van a ir de mal en peor, y el terreno se va a ir poniendo aún más pedregoso, y se van a dar cuenta que a los que no estaban entrenados para escalar esa montaña se les va a dificultar el camino.
Muchos, lamentablemente, van a abandonar esa carrera, pero otros van a seguir, porque habrán escuchado lo que hablo, dice el Señor, porque habrán leído lo que escribí, porque me habrán buscado, porque me habrán conocido, porque se habrán edificado a sí mismos, porque se habrán fortalecido en el poder de mi Espíritu, porque habrán desarrollado las armas espirituales que les dí, porque habrán desarrollado los dones espirituales que les dí, porque se habrán ejercitado en entrenar cada una de las cosas que necesitaban para ser aptos para pasar por esa gran montaña, por esa gran prueba por donde van a pasar los míos.
Hijitos, dice el Señor, en este tiempo más que nunca estoy levantando voces proféticas para ver si cuando no escuchan a una, tal vez escuchan a otra, para ver si quizás algunas de estas voces proféticas pueden pescarlos, para que al fin escuchen mi voz. Pero son tercos, dice el Señor, duros, inmanejables, inmaleables, como una vara de acero que no se puede doblar.
Recapaciten, dice el Señor. Hijitos, entiendan que si no abren los oídos para escuchar lo que les quiero hablar en estos tiempos, se van a perder como un niño que cuando se aleja de sus padres y no escucha más la voz de sus padres, no sabe cómo volver a encontrarlos. Hijitos, si ustedes no aprenden a escuchar la voz del Espíritu Santo en ustedes, les va a ser muy complicado pasar por la prueba que viene sobre el mundo entero.
Yo (Noelia) estoy viendo ahora una visión de la tierra, y entre todas las personas veo personas que son de oro. Veo gente que están hechas de oro en esta visión que estoy viendo, y otros no. Esos son ustedes, dice el Señor, son los míos, los que relucen como el oro puro, pero el oro tiene que ser probado por el fuego, el oro tiene que ser lustrado para sacarle más brillo.
No puede haber mezcla cuando el oro realmente es puro, dice el Señor. El mejor oro, el más caro, el más codiciado, es aquel que no está mezclado con otros metales. Y en esta visión que yo estoy viendo, de estas personas sobre la tierra, entre los que son de oro, que son los hijos de Dios, algunos tienen pedacitos de otros metales mezclados con el oro.
Tengo que sacar esa escoria de ustedes para lograr la mejor gloria en ustedes, dice el Señor. Hijitos, entiendan que, si Yo no los paso por este fuego que los tengo que pasar, mi iglesia no va a estar lista para ser levantada en las nubes cuando venga el Señor en poder y en gloria y majestad. No se resistan, dice el Señor.
Yo (Noelia) estoy viendo que algunos de ustedes tienen mascotas, que a veces bañan a estas mascotas, las lavan, las meten en el agua con jabón para sacarle la mugre, y algunas de estas mascotas no quieren saber nada con entrar en el agua, no se quieren bañar, se resisten. Hasta a veces estoy viendo algunos perritos que les muerden las manos a sus dueños porque no quieren que los laven, no quieren que los bañen.
Así son ustedes muchas veces, dice el Señor. Se me resisten; me hacen las cosas difíciles; no quieren ser lavados; no quieren ser limpiados; no quieren que les pase jabón de lavadores. Ustedes quieren las cosas fáciles, quieren divertirse, quieren pasarla bien, pero no quieren el refinamiento. Y después, cuando las cosas se les complican en sus vidas porque no han sido sanados, porque no han sido liberados, porque no han madurado, no se han edificado, porque no me han dejado trabajar en sus vidas como me gustaría hacerlo, como sé que les conviene, dice el Señor, entonces se frustran, y se vuelven atrás, y se quejan, y se deprimen, y hasta se enojan.
Hijitos, vengan a mí, dice el Padre, y entréguense como un bebe recién nacido cuando se da el primer baño. No se resistan, porque vienen tiempos muy difíciles, hijos. No van a poder creer lo que se viene sobre la tierra. Si Yo les diera todas las visiones juntas de lo que está por venir, muchos de ustedes se desmayarían de ver esas cosas, porque no se lo esperan, no lo creen. No creen lo que está escrito para estos tiempos. No escuchan lo que les digo, y les hablo por sueños, y les muestro visiones de lo que va a venir, y descartan esos sueños como si tiraran un papel que no sirve a la basura. Hijitos, lo que viene es grave, dice el Señor, y el estado de mi iglesia es catatónico.
Yo (Noelia) estoy viendo una persona que está tendida sobre una camilla, y está en un hospital. Esta persona estaba enferma y se ha muerto, y vienen los médicos y tratan de resucitarla con esos aparatos que les ponen encima, que son como electrodos, para que tal vez el corazón vuelva a despertarse, a latir, para que el espíritu vuelva a ese cuerpo muerto.
Hijitos, ¿esto les suena fuerte? dice el Señor. No se sorprendan, porque este es el estado de la iglesia hoy. Es como un muerto al cual alguien trata de reavivarlo de todas maneras y no reacciona. Es como alguien que se ha quedado sin aliento y viene una persona y le practica los primeros auxilios para tratar de reanimarlo, y no pasa nada. El aliento de vida no vuelve.
Ese es el estado actual de la iglesia, dice el Señor, y muchos de ustedes, los que están escuchando ahora, también están así. Los llamo, les practico respiración boca a boca, les hago masajes en el pecho para ver si sus corazones se mueven, les tiro un vaso de agua en la cara para ver si reaccionan, y nada.
No es que Yo no haga mi trabajo, dice el Señor, sino que los míos no quieren cambiar. Y cuando venga lo que va a venir, ahí se van a dar cuenta del estado en el que estaban, y de que no fui Yo el que no los sacudió fuertemente para que reaccionen. Hijitos, ese es el estado de la iglesia, dice el Señor. Es grave. Es de alarma. Es de alerta roja. No respira ese cuerpo muerto en esa camilla.
Yo (Noelia) veo que en esta visión el Señor es como un médico que está desesperado para reavivar a esta persona. Y suenan las alarmas, y suenan los equipos en este hospital que estoy viendo en esta visión, y la persona no reacciona.
Por eso va a venir lo que va a venir, dice el Señor, porque la única manera en la que los míos van a reaccionar es a través de tribulación, porque lamentablemente, la mayoría de ustedes no responde sin un ultimátum, porque son tibios, porque son suaves, pero no en el amor, sino en las cosas de Dios.
Tengo que sacudirlos porque los amo, dice el Señor. Voy a mover el piso debajo de sus pies, porque si las cosas están tranquilas, no reaccionan, pero cuando todo se sacude debajo de sus pies, ahí recién comienzan a abrir los ojos para ver qué pasa. Si les hablo despacito, son como un niño que no hace caso. Les tengo que gritar a través de los sucesos mundiales que están por venir.
Hijitos, lamento que tenga que ser así, dice el Señor, pero voy a salvar a los míos, cueste lo que cueste, y voy a mover cielo, mar y tierra para que estén preparados al momento de mi venida, porque ustedes son míos. ¿Acaso ustedes no harían lo mismo con sus hijos si están viendo que están caminando directo a un barranco y llamando a sus hijos en voz baja, ellos no reaccionan? Alertándoles, diciéndoles a sus hijos «no toques, no mires, no vayas», y ellos lo hacen igual, ¿qué otra cosa les quedaría más que levantarles la voz para que reaccionen, más que utilizar cualquier tipo de instrumento para que les crean?
Eso es lo que voy a hacer con los míos, dice el Señor. Los voy a sacudir. Los voy a despertar. Van a ver cosas impactantes con sus propios ojos. Se van a asombrar. Pero para ese entonces ya no va a ser como ahora, que cuando hablo les entra por un lado y les sale por el otro. Cuando realmente venga lo que va a venir y que estoy anunciando desde hace tanto tiempo para estos tiempos finales, ahí recién van a comer lo que les hablo, y se van a dar cuenta que se van a tener que vestir de seriedad, que no hay tiempo que perder, que se van a tener que calentar por las cosas celestiales, que van a tener que cuidar la salvación con temor y temblor. Porque no me los voy a llevar hasta que no hayan sido probados de todas maneras, porque voy a sacar lo mejor de ustedes, dice el Padre, porque para eso los hice, no para menos.
Hijitos, si ustedes supieran cómo Yo los amo, cuánto Yo los amo, me entenderían. ¿O acaso ustedes no aman así a sus propios hijos y harían cualquier cosa para salvarlos de la muerte? Tengo que mover todas las cosas. Por lo tanto, en este tiempo todas las cosas van a ser sacudidas, y no va a quedar nada que pueda sacudirse que no sea sacudido, dice el Señor. Hasta las cosas que no pensaban que iban a ser sacudidas van a sacudirse.
Esto no solamente va a darse en la tierra y en el mar, sino también en los cielos, porque los astros van a manifestar este sacudimiento, dice el Señor, y van a caer cosas de los cielos que van a impactar sobre la tierra, cambiando la superficie terrestre. Hay cosas terribles y graves que van a suceder en la tierra, sobre la tierra, en el mar, y en los cielos, porque voy a utilizar todo lo que he creado para atraer a los míos hacia mí.
Créanme, dice el Padre, y levántense ahora de la silla donde están para comenzar a buscarme de verdad, para dejarse de jugar con mi nombre y con mis cosas, con las cosas de mi reino. Tengan cuidado, porque muchos de ustedes se están equivocando en la forma en la que están ministrando, y en vez de limpiar a muchas de mis ovejas, las están embarrando. Porque muchos de ustedes se están alejando de mi Palabra, de la Biblia, y en vez de seguir ese manual, están siguiendo nuevos manuales que inventan los hombres. Pero, si cualquier ángel o persona les predicara un evangelio distinto, sea anatema, dice el Señor.
Yo estoy viendo a muchos de ustedes que sirven al Señor, pero lo están haciendo no acorde a la Palabra, sino acorde a lo que les están diciendo que tienen que hacer con esas personas, y no se están dando cuenta que en vez de cerrar puertas, las están abriendo, que en vez de limpiarlos, los están ensuciando, que en vez de sanarlos, los están hiriendo, que en vez de traerles claridad, los están confundiendo, que en vez de edificarlos como un edificio que se levanta, los están haciendo ruinas.
Recapaciten, dice el Señor, y búsquenme a mí en primer lugar, porque en los últimos días solo voy a trabajar con los que estén dispuestos a obedecer a Dios antes que a los hombres. Hijitos, entiendan que para cada tiempo hay una forma en la que el Espíritu Santo ministra, y ustedes tienen que seguir a ese viento. ¿Cómo quieren ver frutos y cambios en sus vidas y en las personas a las cuales están ministrando si no van por el viento, sino contra la marea? Son como alguien que está caminando en un río, en un arroyo de corrientes fuertes, pero contra la corriente, dice el Señor. ¿Hasta cuándo los tengo que llamar para que corrijan sus caminos? dice el Padre.
Invítenme a mí para que Yo les enseñe cómo deben hablarles a los perdidos, cómo deben ministrar sanidad del alma, cómo deben liberar a las personas cautivas, atadas por demonios ancestrales. No están siguiendo mi guía como las ovejas que escuchan mi voz, que oyen mi voz y me siguen. Ustedes no escuchan la voz del que dicen ser su Dios. Ustedes escuchan a otros dioses que son hombres, a los cuales están siguiendo, dioses de carne y hueso, y una vez más se repite la misma historia, dice el Señor.
Yo (Noelia) lo veo a Jesús, lo veo al Señor, al Salvador, al que murió en esa cruz por nosotros, al que sufrió desmedidamente, sintiendo cada gota de sangre que corría por su cuerpo mientras era destrozado por esas espinas, por esos clavos, por esos látigos, por esos maltratos.
Soy Yo, dice el Señor Jesús. Estoy acá, mírenme a mí, dice el Señor. Sigan mi ejemplo. Síganme a mí, no a los hombres. Recapaciten, despierten, abran los ojos, reaccionen, dice Jesús, porque esos hombres no murieron por ustedes. Quizás ni siquiera habría algunos de ellos que den su vida por ustedes como Yo la di, dice el Señor, siendo santo, sin mancha, sin pecado, inocente como cordero entregado al matadero.
Hijitos, es a mí al que tienen que mirar, dice el Señor. Es a mí al que tienen que admirar. Es a mí al que tienen que adorar. Es a mí al que tienen que seguir. Es conmigo que tienen que cumplir, antes que con los hombres. Voy a destruir ministerios de hombre. Voy a arrancar árboles que se han secado. Van a caer edificios humanos, porque de otra manera los míos no van a volver a la senda antigua, dice el Señor.
Esta destrucción, incluyendo muerte, va a traer despertar en los que se habían dormido en los laureles de hombres, dice el Señor. Voy a hacer esto para que los míos suelten las riendas humanas y se dejen llevar a través de mi guía. Viene un despertar dentro de mi casa, pero primero va a ser sacudida, dice el Señor.
Yo (Noelia) estoy viendo la destrucción del templo de Jerusalén. Estoy viendo el templo de Jerusalén en fuego. Veo cómo cae el edificio, cómo es destruido violentamente, y estoy viendo que en ese tiempo los judíos se agarraban la cabeza porque perdían el lugar de adoración a Dios. Y me viene la porción de la Escritura donde Jesús dice «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré», cuando Él hablaba de su cuerpo.
Esta palabra es para estos tiempos finales, dice el Señor. Voy a destruir esos templos de piedras para que vuelvan a adorarme a mí, para que entiendan que Yo estoy en ustedes, para que no se sigan aferrando a instituciones de hombres, igual que en esos tiempos cuando existía el templo de Jerusalén.
Es la misma historia, pero vista desde otra perspectiva. Es el mismo problema, pero de otro color. Es la misma atadura, pero de otra forma. ¿Por qué siguen atándose a estructuras humanas que no los edifican, sino que los encierran, los apagan, y se olvidan de que estoy buscando verdaderos adoradores en espíritu y en verdad?
Ahora me viene la porción de la Escritura donde el Señor Jesús habla con la mujer samaritana, y ella le dice algo como: «Nuestros padres dicen que en tal lugar es donde se debe adorar», y el Señor le responde que está buscando verdaderos adoradores en espíritu y en verdad.
Como diciendo, ya no es necesario estar en tal lugar para poder adorarme, dice el Señor, tener un templo de piedras para poder encontrarme, porque ustedes van a ser el templo del Espíritu Santo. Quiero que los míos vuelvan a esa adoración desde el fondo de sus corazones y que entiendan que todo debe nacer desde allí y que el templo es espiritual.
Y así como hoy los judíos—el Señor los bendiga; los no convertidos, los no mesiánicos, los que no creen que el Mesías ya vino—no entienden que no hace falta estar en Jerusalén para poder adorar al Padre, que no hace falta ir a un monte para poder encontrar a Dios, como cuando Moisés tenía que ir a ese monte para hablar con el Señor, porque el Señor habitaría adentro de ellos mismos al creer que el Salvador ya fue enviado, ya fue muerto y resucitado.
Ustedes están haciendo lo mismo, dice el Señor, pero de otra manera. Ustedes los critican a ellos porque no están entendiendo que ahora los templos son los cuerpos y no los edificios de piedra. Ustedes critican a los judíos no convertidos porque piensan que tienen que adorar en cierto lugar, y si no, Dios no recibe esa adoración. Pero ustedes están haciendo lo mismo con sus congregaciones.
Creen que tienen que estar ahí, dice el Señor, en esas cuatro paredes para poder adorarme, pero después, cuando vuelven a sus casas, son como una vela que se apaga. Recapaciten, dice el Señor, y entiendan que ustedes son esa luz que tiene que estar encendida todo el día, todos los días, en todo lugar, vayan a esas cuatro paredes o no, dice el Señor.
Con esto, yo (Noelia) aclaro que no es que el Espíritu de Dios esté diciendo que no vayamos a congregarnos a un edificio de piedra, sino que muchos están confundidos, pensando que si no lo hacen, no pueden adorar al Señor, y que Dios solo puede manifestarse en las iglesias.
Quiero que sean verdaderos adoradores, dice el Señor, en espíritu y en verdad, en todo lugar, en todo tiempo, porque cuando caigan tantos muros de piedra, ¿qué van a hacer si eran dependientes de esos lugares? ¿Acaso van a hacer lo mismo que los judíos actuales, que van al muro de los lamentos adorar al Señor? ¿Van a hacer lo mismo ustedes cuando caigan las paredes de sus congregaciones? pregunta el Padre. ¿Van a ir a adorarme entre las ruinas?
Entiendan las cosas espirituales. Recapaciten, hijitos, porque muchos de ustedes son carnales. Amen, hijos. Amen, dice el Señor. Mediten en estas cosas, y dependan primeramente de mí, porque cuando todo caiga y muchos pastores y siervos sean quitados, se van a dar cuenta, muchos de ustedes, que lamentablemente no estaban dependiendo primeramente de mí, que soy la fuente. Se van a dar cuenta que Yo no era el número uno en sus vidas. Se van a dar cuenta que Yo era tan solo un nombre en sus vidas, una idea, una creencia, una doctrina, pero no una realidad vigente, palpable, viva, real.
Búsquenme de todo corazón, dice el Señor, en cualquier momento y en cualquier lugar, porque el espíritu de Dios está en todos lados, como decía David: «¿Dónde me voy a esconder de ti si estás en todos lados?» No se encasillen en muchas cosas que les enseñan, dice el Señor. Escudriñen la Palabra para ver si esas cosas son reales, si son verdaderas, si son así.
No se dejen poner lazos ni yugos en sus espaldas y en sus hombros, cargas pesadas que ni ellos mismos cargan, si para encontrarme no es muy complicado. Solo tienen que clamarme, solo tienen que ser honestos conmigo, porque los escucho donde sea que están si quieren hablarme. No me muestren una cara que no son. No finjan algo que quieren ser, pero no es real.
Hijitos, quiero que mi pueblo se saque la careta y se muestre como es delante mío, y que venga de rodillas ante mis pies, pidiéndome ayuda para que los salve de sus pecados. Ustedes son míos, dice el Padre. No huyan de mí. No lo hagan difícil. El evangelio es simple, dice el Señor. Crean en el hijo de Dios, sean bautizados, reciban el don del Espíritu Santo, y conviértanse en un instrumento de mis manos, dice el Padre.
Ábranse para que el Espíritu Santo fluya a través de ustedes, manifestando mi poder. No me cierren las puertas, ni en sus casas, ni en las congregaciones, ni en sus vidas. Ábranse a mí, dice el Señor. Estoy buscando templos—hablando de cuerpos—abiertos para poder entrar el Espíritu de la verdad y transformarlos por completo.
Muchos de ustedes no me han vivido, dice el Señor, no me han conocido. Inclusive enseñando sobre mi Palabra, dice el Señor, nunca me experimentaron. Suspendan todas esas obras vacías para venir a buscarme, para conocerme de verdad, para adorarme legítimamente, dice el Señor. Hijos, no hay tiempo. Reaccionen, recapaciten, vuelve a repetir el Padre. Estoy aquí.
Yo (Noelia) veo que Jesús está al lado de muchos de ustedes, esperando a que ustedes quiten la mirada de los hombres para mirarlo a Él, pero no lo hacen, porque tienen miedo, porque huyen, porque piensan que es difícil, porque están cómodos como están, porque no tienen conocimiento, porque no lo han buscado suficiente hasta que se les revele, pero Él está ahí.
No he cerrado mi puerta, dice el Señor. Al que golpee se le abrirá, y el que busque encontrará. El que quiera de beber que venga a la fuente de aguas vivas que tengo para darle. Hijitos, aquí estoy, dice Jesús. Mírenme a mí.
Yo (Noelia) veo que cuando todo se sacuda, cuando vengan las cosas tremendas que van a venir, muchos de los hijos de Dios que estaban dormidos recién ahí van a levantar la cabeza para mirarlo a él, recién ahí van a escuchar el llamado, recién ahí van a responder.
Agradezcan por las tragedias que vienen a la tierra, dice el Señor. Agradezcan, porque van a ser mi instrumento para que muchos tibios se calienten por mí. Agradezcan la tribulación venidera, dice el Señor, porque voy a utilizar esta herramienta para despertar a este cuerpo muerto que representa la iglesia en este tiempo. La voy a resucitar, la voy a revivir a través de la tribulación que viene. Tengan esperanza y tengan fe, porque mientras los juicios son derramados sobre la tierra, muchos van a mirarme finalmente a mí y me van a poner primero por fin en sus vidas.
Amén. Alabado sea el Señor. Gracias, Señor, por esta palabra. Gracias, Señor.
El Señor me indica una vez más, porque algunos de ustedes están preguntando: «Entonces, ¿qué hago ahora? Porque ese soy yo. Eso es lo que me pasa a mí.» El Señor te dice en este momento que lo busques en intimidad, que le pidas que se te revele, que busques un espacio a donde no hay nadie y te arrodilles y le hables en voz alta, sinceramente, como un niño que busca ayuda porque sabe que de otra manera no va a subsistir y no va a poder avanzar.
El Señor dice que la clave es la intimidad en este tiempo de mentiras, de engaños, de ilusiones, y de apostasía—como hablaba al principio de esta palabra. Los que no tengan los dones ejercitados, como dice la Biblia, en el discernimiento del bien y el mal, los que no tengan esta intimidad no van a poder desarrollar este discernimiento en estos tiempos engañosos, y van a caer en el engaño sublime final que viene en estos últimos días.
Amén. Gracias, Señor. Te pido ahora, Padre, que unjas con colirio todo ojo que está mirando, que abras la vista de los ciegos ahora, Señor, que limpies los oídos que están tapados en este momento, en el nombre de Jesús, que prendas toda vela que estaba apagada ahora, que invites a participar de tu reino a todo aquel que no lo hacía, que bautices con el Espíritu Santo y fuego a todo aquel que estaba seco, Señor, que traigas sanidad del alma ahora a todo aquel que lo necesita, que cortes cadenas de las muñecas y de los pies en este momento, en el nombre de Jesús, que sea tu Espíritu Santo comenzando hablarle a los que no te podían escuchar, que otorgues sueños y visiones a todos los que tenían la ventana de la vista cerrada, que impartas fe a los incrédulos, que avives al que estaba como carbón que se estaba terminando de apagar.
Oh, gracias, Señor. Alabado sea tu nombre por siempre, por los siglos de los siglos.
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