Dios te bendiga, amado pueblo de Jesús, el Cristo, amado pueblo del que está vivo, amado pueblo que tiene un Padre que te cuida, un Padre que se preocupa por ti, un Padre que te habla, un Padre que te guía a través de su Santo Espíritu. Le damos la gloria al Señor por todo lo que Él va a transmitir a Sus hijos hoy, 1 de diciembre de 2023.
El Señor me dijo: «Hija, habla. Habla y habla, y no dejes de hablar. Hija, transmite a las naciones. No tengas miedo. Yo estoy contigo, acompañándote en esta tarea que te he enviado a hacer. He sido Yo el que he puesto mis palabras en tu boca. No dejes de decir lo que te digo. No dejes de profetizar a muchas naciones, a muchos pueblos».
Por lo tanto, aquí estoy, siéndole fiel al llamado del Señor, porque a Él hay que complacer, a Él hay que obedecer, porque Él es digno de seguir, digno de servir. ¡Oh, alabado sea el Señor! Ven, Santo Espíritu de Dios, y muévete entre las aguas de las gentes que están viniendo ahora mismo a congregarse junto conmigo en esta reunión en el espíritu, como ausentes en el cuerpo, pero presentes en el espíritu, buscándote a una, en un solo corazón, en una sola intención, Señor, abriendo nuestros oídos para escuchar lo que tienes para decirnos, para recibir lo bueno, y también lo malo. Porque, así como un padre felicita a sus hijos cuando hacen las cosas bien, también los corrige cuando están desviados.
Oh, Te alabamos, Señor, porque Tú nunca nos abandonas, nunca nos dejas solos, y hay un pueblo que yo estoy viendo ahora, que está desesperado por comer tu Palabra, que necesita ser alimentado, que necesita que le recuerden lo que está escrito, a través de la profecía. Hay un pueblo que necesita entender esa profecía más segura que dejaste escrita, Señor, y para eso en parte estás levantando atalayas entendidos en los tiempos donde estamos transitando, para que haya un pueblo a su vez entendido de la Palabra viva y eficaz, cortante como espada de doble filo.
Oh, Señor, derrama de tu pan ahora sobre los tuyos. Porque yo estoy viendo ahora que el pueblo del Señor está hambriento, hambriento como cuando uno tiene muchos cachorritos que vienen a alimentarse, que vienen contentos, que vienen rápido, corriendo, que no pierden tiempo, que vienen a comer de ese alimento, a tomar de esa leche, o a comer de esa carne.
El Señor escucha el clamor de un pueblo que pide pan, que pide respuestas, que pide soluciones, que quiere saber cómo debe prepararse para los días que vienen, días terribles, días de oscuridad, pero también días de gloria para aquellos que resplandecerán cada vez más, como dice el libro de Daniel, en estos últimos días.
Estoy trabajando en ustedes, dice el Señor. Constantemente, la rueda de mi Espíritu nunca frena.
Y me viene la visión de Ezequiel, de las ruedas que eran movidas por el Espíritu. Y dice el Señor que su Espíritu se mueve constantemente en nuestras vidas, llevándonos como un barco que va al puerto a donde Él quiere que vaya.
Hijitos, los estoy llevando a buen puerto, les dice el Señor hoy. Tengan esperanza, porque aunque ustedes ahora no entiendan del todo por qué les está pasando lo que les está pasando, Yo sí, lo sé muy bien, dice el Señor. Confíen en mí, porque el timón lo llevo Yo, el Rey de reyes, el Señor de señores. Y aunque ahora vean que la tormenta se avecina sobre ese barco, aún estoy en el timón, llevándolos a buen puerto, y cada detalle de sus vidas, te dice el Señor, cada detalle está en mis manos y lo estoy utilizando para refinarte.
Cada cosa que te pasa día a día, dice el Señor, inclusive las que vos pensás que no tienen importancia, en mi plan profético para tu vida sí tienen importancia, dice el Señor. No hay nada que esté dejado al azar, porque el azar está en mi mano fuerte y extendida sobre tu vida, te dice el Señor. Hijito, ten fe, porque Yo te hice para estar ahora pisando la tierra que estás pisando, porque Yo te hice más fuerte de lo que creés, para resistir todo lo que se viene sobre la tierra.
Yo veo que la tierra se sacude como un borracho. Y, dice el Señor, estás hecho y diseñado especialmente para resistir estos últimos tiempos, pero el diablo te engaña, haciéndote creer que no vas a poder llegar a ese puerto, haciéndote creer que Yo te he abandonado, haciéndote creer que sos inferior a los hijos de las tinieblas. ¿Cómo puede ser, dice el Señor, que hay un pueblo que no entiende que es pueblo? ¿Cómo va a ser este pueblo apto de resistir las batallas que vienen sin saber que es pueblo? ¿Cómo puede un ejército ganar una guerra sin tener una identidad fuerte de quiénes son?
Me viene la guerra de Israel que se está dando en estos días contra Hamas, contra estos grupos terroristas. Y dice el Señor que los soldados israelíes están convencidos de quiénes son, de cuáles son sus raíces, de cuál es su nacionalidad, de cuál es su bandera a la que aman. Ellos están entregados a defender esa bandera hasta la muerte si fuera necesario. Ellos piensan que dar la vida por Israel durante esta guerra no es pérdida, es ganancia, porque ellos saben que cada una de las vidas que están dejando estos soldados para resistir contra el terrorismo, contra la violencia, contra el asesinato de los judíos, contra el exterminio del pueblo judío, ellos saben que cada vida es importante y forma parte de algo más grande.
Pero ustedes, hijos míos, dice el Señor, aún no entienden cuál es su identidad, que pertenecen a un reino que, aunque ahora sus ojos no puedan ver, dice el Padre, es mucho más extenso de lo que se imaginan. Ustedes no están solos, así como cada soldado de Israel no está solo, porque forma parte de algo que es más grande. Y así como el ejército de Israel tiene un general de los generales que lo dirige—lo que tiene que hacer, hacia dónde tiene que ir, cómo resistir al enemigo y cómo vencer—así ustedes cuentan con el General de los generales en el cielo, en la tierra, y debajo de la tierra.
¿Cómo pueden sentirse solos y creer que no van a vencer en estos últimos días? Es porque no han entendido primeramente quiénes son en mí, la fuerza que les he dado y que les doy para poder resistir. No conocen ni siquiera su constitución muchas veces, de qué están hechos, y además de eso, piensan que van a la batalla solos.
Mi pueblo tiene que conocer su identidad, así como los soldados de Israel conocen claramente su identidad y no dudan ni un segundo de ir a esa batalla para defender esa identidad. Israel tiene raíces profundas, dice el Señor. Es como un árbol plantado en una tierra, que ha sacado raíces tan profundas debajo de esa tierra, que por más que le corten las ramas cientos de veces, nadie lo puede arrancar. Así tienen que ser ustedes en lo espiritual, dice el Señor, plantados fuertemente, arraigados en esa tierra celestial.
Hijitos, entiendan que, aunque venga el viento, aunque venga la marea, aunque venga la tormenta, aunque todo se sacuda debajo de sus pies, si ustedes tienen sus raíces firmemente y profundamente en mí, dice el Señor, nada ni nadie los va a poder cortar. Por más que sean podados, por más que hayan ramas que se caigan durante algunas tormentas, por más que soplen vientos tan fuertes que a veces se tuerza un poquito ese árbol, si las raíces siguen alimentándose de mi sabia, nunca ese árbol va a morir.
Pero es que la fe es lo que alimenta a ese árbol plantado en mí. Si ustedes descuidan su fe, dice el Señor, entonces van a ser como un árbol que se empieza a secar, que deja de alimentarse, cuya savia deja de viajar por su tronco, por sus ramas. Se van secando si no tienen fe, porque son como un árbol que no puede ver la luz. Tienen que defender la fe, dice el Señor, porque durante todas estas pruebas que están viniendo sobre el mundo para los que son hijos, mientras estos juicios caen sobre el mundo para los impíos, y los hijos de Dios son probados y refinados, justamente para que su fe crezca, la decisión de cuidar esa fe es de ustedes, porque Yo les he dado una medida de fe a cada uno, dice el Señor, pero la tarea de guardarla es de ustedes.
El diablo vino a robar, a matar, y a destruir. Y él viene a robarles la fe. Él es el ladrón de la fe, y lo está haciendo en este tiempo a través de pensamientos mentirosos, de que los he dejado, los he abandonado, de que no son capaces de resistir, que no pueden más, que no son dignos, que no son hijos, que han perdido el llamado, cuando la Palabra dice que el llamado y los dones son irrevocables; de que les he dado vuelta la espalda, de que ya no tiene solución el problema de sus vidas… Y cuántas cosas más les habla ese ladrón de la fe a través de esos pensamientos mentirosos.
Y mis hijos, en vez de levantar la Espada del Espíritu, que es la Palabra, y defenderse y guardar esa fe como si fuera la piedra preciosa más valiosa que tienen en sus manos, le abren la puerta y lo dejan entrar cómodamente en sus casas, en sus vidas. Despiértense, dice el Señor, porque viene un tiempo de sacudimiento de todas las cosas. Y me viene ese versículo de Isaías 60:2, donde dice que las tinieblas cubrirán la tierra.
[Isaías 60:2, RVR1960] He aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria.
Estamos en esos tiempos, donde todo se está volviendo cada vez más oscuro, cada vez más tenebroso, cada vez más difícil, cada vez más espantoso. Pero mientras esa oscuridad cubre la tierra y las naciones, sobre ustedes brillará mi luz, dice el Señor, sobre los que cuiden y guarden su fe, sobre los que hayan entendido que en medio de ese bosque de árboles petrificados, muertos, secos, que representa al mundo en general, los míos tienen que ser esos árboles que se vean verdes, con vida, y distintos a los demás.
Hijitos, si los he puesto para caminar en este tiempo de oscuridad, donde las tinieblas cubrirán la tierra, como dice Isaías 60:2, es porque los he hecho capaces de resistir a estos días. Pero muchos de ustedes se creen menos de lo que son, y muchos de ustedes se dan por vencidos antes de terminar la batalla.
No soy Yo el que no les da lo que necesitan, dice el Padre. No soy Yo el que los he hecho débiles como ustedes piensan. Es el diablo que les está mintiendo, diciéndoles que no van a llegar, que no van a poder, que no van a resistir. ¿Hasta cuándo lo van a escuchar?, pregunta el Señor, en vez de luchar con esa Espada del Espíritu y quitar de sus vidas esas voces mentirosas del ladrón que vino a robar, a matar, y a destruir.
Es la fe lo que ustedes deben cuidar como lo más preciado de sus vidas en estos últimos días. Sin fe no van a resplandecer. Sin fe no van a creer lo que voy a hacer con ustedes mientras esa oscuridad aumenta en la tierra. Sin fe no van a ser la sal del mundo mientras los inconversos sufren por los juicios que vienen sobre ellos si no se arrepienten. Sin fe no van a hacer milagros, no van a sanar enfermos, no van a echar fuera demonios, porque los demonios saben si ustedes caminan en fe o no.
Cuiden esa fe, dice el Señor, como lo más preciado de los últimos días, porque es por fe y no por vista. Pero muchos de ustedes quieren ver y quieren saber qué es lo que viene en estos últimos días, pero no para que su fe aumente, creyendo que Yo los voy a guardar mientras dure esa prueba, sino que solamente quieren saber para ver.
Pero el que no tiene fe no complace a mi alma, dice el Señor, porque sin fe es imposible agradar a Dios. Cuando no tienen fe, dice el Señor, el Espíritu Santo se contrista en ustedes, sufre, porque es como una llama que baja, porque es como un fuego que sabe que tiene que arder en todo su esplendor, pero no hay ningún aire del Espíritu que lo avive para que se levante. Sin fe es imposible agradar a Dios.
Hijitos, vayan al cuarto secreto, a esa montaña donde pueden encontrarme para que llene esa medida de fe que les había dado, nuevamente. Arrepiéntanse de haberse dejado robar lo más precioso de sus vidas espirituales, que es la fe, por el diablo. Arrepiéntanse, dice el Señor, porque muchos de ustedes fueron como alguien al que se les regaló un lingote de oro, y en vez de guardarlo en un banco para que esté protegido y para que nadie pueda entrar a robárselo, lo dejaron tirado por ahí en sus casas, en un lugar a donde fácilmente el ladrón entró y se lo llevó.
Sean inteligentes, dice el Señor, audaces, valientes, astutos, en el sentido de cuidar lo que les he dado. Hijitos, entiendan que la fe es lo que los va a ayudar a resistir las cosas que vienen sobre la tierra. Y me vuelve otra vez este versículo de Isaías 60:2, donde las tinieblas cubren la tierra, porque cuando uno va ciego en las tinieblas, no puede ver lo que está pasando con claridad porque está caminando en tinieblas, en el sentido de que el mundo va a estar en tinieblas. Las tinieblas cubrirán la tierra y la oscuridad las naciones, dice este versículo del cual el Espíritu hoy quiere hablar a las iglesias. Y, cuando uno camina en esta oscuridad, no puede ver lo que viene, camina como un ciego. Pero el que tiene fe puede saber que lo que no se ve igualmente está ahí.
Por eso, es importante que en este tiempo guarden su fe, dice el Señor, y que trabajen en sus corazones en contra de todo ataque del enemigo, directa o indirectamente, para robarles esa piedra preciosa, porque si no tienen fe, van a ir por vista. Pero si van por vista, no van a ver nada más que esas tinieblas, que esa oscuridad de la que habla Isaías 60.
Solamente los que tengan fe van a hacer una diferencia en este tiempo que viene, donde todas las cosas van a ser probadas, donde todas las cosas van a ser manifestadas, donde todas las cosas van a ser sacudidas como nunca antes. Y mientras todo ese bosque sea sacudido, van a caer los frutos que estaban podridos para que solo queden los frutos maduros, los árboles que están dando buen fruto.
La fe debe ser el alimento de los últimos días, así como el maná fue el alimento de los hebreos durante la transición del desierto, durante la transición desde Egipto hacia la tierra prometida. Ese maná representaba la fe. Simbólicamente también representa a nuestro Señor Jesucristo, al Mesías, el pan de vida.
Pero en este mensaje que el Señor nos está dando hoy, ese maná representa la fe. Por eso venía del cielo, porque es lo que alimentó a los hebreos mientras pasaban por esa transición difícil donde no tenían agua, no tenían comida, donde sufrieron la falta de muchas cosas. Si ese maná no hubiera estado, no hubieran subsistido. Fue un alimento espiritual que vino del cielo.
Asimismo, en estos días hay un maná para que ustedes coman, para que ustedes se alimenten de ello y vivan, para que sean aptos de pasar por todo tipo de pruebas, porque no importa lo que venga si ustedes tienen esa fe que viene de lo alto. Si ustedes tienen ese maná espiritual, van a subsistir, pase lo que pase, venga lo que venga, dice el Señor.
Pero no están siendo conscientes de que se están dejando robar ese maná, como si vinieran cuervos y se lo comieran antes de que se lo metan a sus bocas, porque están dudando de mí, dice el Padre, porque no me creen, porque no esperan en mí, porque se maltratan a ustedes mismos muchas veces, porque le creen más al mundo que a lo que Yo digo. Son ustedes los que están descuidando lo que les doy para comer, dice el Señor.
¿Cómo van a resistir si están raquíticos en el espíritu, si son como alguien que es anoréxico y no come porque se niega el alimento a sí mismo? ¿Cómo van a resistir, dice el Señor, si son como alguien que está desnutrido y que se va debilitando porque su cuerpo va desapareciendo por esa falta de alimentación?
Mi pueblo sufre de inanición espiritual, dice el Señor, mi pueblo está desnutrido, y no es porque Yo no les dé de comer. Es porque no me creen, es porque no me confían, es porque no esperan en mí, es porque tiran la toalla, es porque renuncian antes de tiempo, es porque son desertores de la fe, regalan lo que les doy, lo tiran a los chanchos.
¡Reaccionen!, dice el Señor. No leen la Palabra, no la escudriñan, no la meditan, no comen de esa medicina diariamente. Son livianos, son tibios, se dejan apagar— como cuando alguien viene y fácilmente sopla sobre una vela para que ese fuego no esté más—y tengo que encenderlos, dice el Señor, una y otra vez, una y otra vez.
Y me viene el pasaje de la Biblia que dice que el fuego debía estar encendido constantemente.
[Levítico 6:13, RVR1960] El fuego arderá continuamente en el altar; no se apagará.
Son ustedes los que deben mantener el fuego encendido, dice el Señor, a través de practicar una responsabilidad espiritual de lo que les he dado. Y también me viene la palabra que dice que cuidemos de nuestra salvación con temor y temblor.
[Filipenses 2:12-13, RVR1960] Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.
Muchos de ustedes no tienen temor, no tienen temblor, dice el Padre. Se toman las cosas a la ligera. Pero lo que pasa es que en el infierno las cosas no son a la ligera. En el infierno las cosas no son a medias, dice el Señor. En el infierno no hay más oportunidades. El infierno quema, arde, continuamente y eternamente, para siempre. En el infierno no hay medias tintas, me dice el Espíritu de Dios. Pero el infierno sin embargo es para los tibios, a los cuales vomitaré de mi boca. ¿Por qué juegan con las cosas espirituales?
Yo veo ahora una persona que hace malabares, como los malabaristas que tienen objetos en sus manos y las tiran para arriba y hacen juegos con esos objetos. Malabares, me dice el Señor. Muchos de ustedes son malabaristas espirituales. Juegan con las cosas del reino de los cielos. Son superficiales, tibios, y no se comprometen, mucho menos se consagran, dice el Señor, cuando Yo envié a mi Hijo para que vaya hasta la sangre.
El infierno tiene las puertas abiertas, dice el Señor, para aquellos que nunca se ponen un anillo de compromiso conmigo, para aquellos que son como los que quieren vivir en unión libre con su pareja en el mundo. El infierno tiene cuartos especiales para los que decían que eran míos, pero no lo eran, para los que hablaban una cosa, pero caminaban otra, dice el Señor.
Y así como muchos de ustedes que dicen que están salvos son fornicadores en la carne y nunca se comprometen con una persona, poniéndose un anillo, es decir, casándose en un pacto con esa persona… El infierno está abierto para los fornicadores carnales, pero también para los espirituales. Porque, así como sos con la pareja en la tierra, sos con una pareja celestial. Así sos conmigo. No querés casarte, te dice el Señor. Lo dejás para después, porque no querés atarte, no querés comprometerte.
El infierno está abierto, dice el Señor, para los fornicadores espirituales, para los infieles, que decían que me pertenecían, pero nunca los conocí. Mi pueblo es tibio, y por más que mande juicios a la tierra para que se despierten, para que se comprometan y se casen conmigo, el esposo perfecto, que siempre los cuidaría como cuando un esposo ama de verdad a una esposa y nunca la deja sola, y la cuida y la protege hasta el fin, hasta la muerte. Porque de eso se trata un compromiso matrimonial. Es desde que se firma ese pacto hasta la muerte.
Dice el Señor que solo los fieles van a ingresar en el reino de los cielos, pero que a los tibios los va a vomitar de su boca. Hijitos, reaccionen, porque de toda esa cantidad de gente que hoy se hace llamar iglesia, van a ser pocos los que entren en el reino de los cielos. Solamente van a ser aquellos que se tomaron en serio las cosas celestiales. Solamente van a ser aquellos que me declararon sin vergüenza, como cuando un esposo no tiene vergüenza de presentar a su esposa en público.
Pero también, muchos de ustedes, dice el Señor, son como el hombre que quiere estar con una mujer sin comprometerse, y entonces tiene vergüenza de presentarla a sus padres, porque no está comprometido, porque solamente quiere una parte de lo que esa mujer ofrece, pero no quiere su vida completa, no quiere entregarse y regalarse a ella como una ofrenda de amor perpetua.
Ustedes son iguales, dice el Señor. No quieren comprometerse conmigo. Quieren solamente una parte de mí, algunas cosas que los benefician. Pero después, cuando se trata de comprometerse, dice el Padre, huyen, como cuando esos hombres dejan a esas mujeres cuando hablan de casarse. ¿De qué se quejan muchos de ustedes cuando sus parejas los tratan así si ustedes son iguales con las cosas celestiales?
Si hay algo, dice el Señor, que quieren recriminarme a mí, entonces primero escudríñense a ustedes mismos, cuál es el nivel de compromiso que ustedes tienen en sus vidas, no solamente con sus parejas, dice el Señor, sino con aquellas personas que he puesto para discipularlos. Porque muchos de ustedes no solamente no son fieles, ni se comprometen, ni entran en ningún tipo de pacto, porque no quieren atarse a nada, ni a un esposo, ni a nada… Quieren ser libres como un pájaro sin cadena.
Pero no solo eso, dice el Señor. No se trata solo de las parejas y del matrimonio. Son igual con las amistades, son igual con sus pastores, son igual con personas que les envío como maestros en sus vidas, son igual con los guías espirituales que coloco para que crezcan. Quieren estar con uno, pero también quieren estar con otro. Quieren fornicar, siendo infieles, me dice el Señor, con aquellas cabezas que he colocado en sus vidas, y no reconocen la autoridad que he puesto sobre ellos.
Pero no solo eso, sino que solamente toman lo que les conviene de estas personas. Aún cuando esas cosas que estas personas les quieren dar vienen de mí, ustedes toman lo que quieren y después van y fornican con otros. No son fieles a las autoridades, no son fieles a las guías espirituales, sino que van y fornican con quien quiera que se cruza en sus caminos, igual que Israel.
Se quejan de Israel porque es idólatra, porque no reconoce al Mesías, porque sigue siendo infiel en estos últimos días, como una y otra vez dice la historia en la Biblia. Pero ustedes son iguales, infieles, sin comprometerse a una sola persona. Toman lo que les conviene y después se van para fornicar con otro. No se comprometen con uno solo. No les alcanza con una sola fuente. Quieren beber de varios vasos al mismo tiempo, provocándose una indigestión espiritual.
Mi pueblo es infiel, y así como se manejan con las autoridades espirituales que Yo les he mandado, cuando Yo se las he mandado, se manejan conmigo, con la misma infidelidad, con la misma falta de compromiso, con la misma rebeldía, con la misma desobediencia. Y después me preguntan: «¿Por qué estoy estancado? ¿Por qué estoy estancada? ¿Por qué, Señor, no me haces crecer? ¿Por qué nunca avanzo? ¿Por qué siempre estoy en el mismo lugar? ¿Por qué me siento como un paralítico espiritual?»
No se comprometen, al igual que su esposo no se compromete con ustedes. No se comprometen, al igual que sus novios no se comprometen con ustedes cuando no quieren casarse. Yo veo ahora que hay mujeres que se quejan de que sus esposos no son del todo fieles con ellas, pero, sin embargo, ellas están en el mismo pecado, porque son infieles espiritualmente hablando. Así como sus esposos se van detrás sus corazones, se van detrás de una mujer linda que pasa y la desean, ustedes son iguales cuando hay cualquier otra cosa que está primero que Yo, cuando no les alcanza con las personas que he puesto para discipularlos.
Mi pueblo es infiel, y así como se manejan con sus prójimos, se manejan conmigo, porque no hay compromiso en ninguna de sus áreas, dice el Señor. Pero el problema está en que el que no se comprometa de todo corazón con un solo Dios, con un solo esposo, con un solo pastor, con una sola guía espiritual o mentor, esa persona, cuando aparezca el anticristo, ese líder que va a hipnotizar a las masas, su corazón va a temblar, dice el Señor, porque esa infidelidad es la que lleva a cometer errores, esa infidelidad es la que provoca que la persona nunca esté conforme con lo que tiene y quiera más. No le alcanza una sola mujer, o un solo esposo en el caso de las mujeres. Quiere más, quiere otras cosas, está aburrida, y eso es lo que lleva a la persona a cometer errores, a salir de la protección del Señor, a quebrantar los pactos establecidos por Dios, y tiene altares levantados en su vida.
Arrepiéntanse, dice el Señor, de la infidelidad espiritual. Y yo veo ahora que el Espíritu está redarguyendo a mucho pueblo que escucha esta transmisión. Y dice el Señor que aceptes ese anillo de bodas, que muchas veces te ha llamado a casarte con Él, con el esposo perfecto, que es Jesús, el Señor, el Mesías, el único que te va a ser fiel para siempre y nunca te va a abandonar, el único que nunca te va a cambiar por otra persona, que te mira con ojos de amor, que nunca haría nada para hacerte daño, que nunca se equivoca, ni te rechaza, ni te hace esperar.
Ponete ese anillo, te dice el Señor. Estoy esperando que te comprometas conmigo. Y después de eso, pedime que el resto se comprometa contigo. El que sea fiel en lo poco va a ser fiel en lo mucho, y al que mucho tiene, más se le dará. Pero muchos de ustedes no cuidan ni siquiera lo poco que han tenido, dice el Señor, y sin embargo piden más.
Primero sean fieles en donde los he puesto. Primero cumplan con lo que les he pedido, dice el Señor, y después verán la multiplicación, porque el obrero es digno de su salario, pero el salario no se paga antes de tiempo. Muchos de ustedes ya saben lo que tienen que hacer, ya saben dónde los he llamado, dice el Señor, dónde los he puesto, en qué ministerio tienen que estar, cuál es su tarea, dice el Señor, pero no son fieles en eso. Por lo tanto, no son dignos de pedir más.
Hijitos, entiendan que solamente los entendidos van a resplandecer como las estrellas en estos últimos tiempos, que solamente los que tengan un oído abierto a escuchar lo que el Espíritu de Dios quiere hablar en estos días, solamente ellos van a resistir todo terremoto, todo sacudimiento, toda quita de sus cosas, toda pérdida, toda traición, todo dolor físico, emocional, espiritual. Solamente los entendidos van a ser los que resplandezcan, porque su fe va a aumentar y no va a disminuir, y no va a menguar.
Solamente los entendidos saben que lo más preciado que tienen es esa piedra preciosa que es la fe del Mesías. Solamente ellos van a resistir hasta el final, dice el Señor, porque por la fe uno utiliza las armas espirituales, por la fe uno descansa en las manos del Fuerte de Israel, por la fe uno se alimenta y se edifica espiritualmente hablando, por la fe uno recibe y uno da. Es por la fe, dice el Señor. Es por la fe que van a ser justificados durante estas pruebas de los últimos días. No va a ser por la vista que van a ser justificados en estos últimos días, sino por la fe, dice el Señor. Es por la fe.
Así que todos aquellos que se hayan dejado robar esa fe, no solamente por lo que los demonios les han hablado en sus pensamientos, sino a través de distintas personas que les hablaron, influenciadas por ellos, todos aquellos que se dejaron robar ese lingote de oro, dice el Señor, todavía están a tiempo de arrepentirse y de pedir perdón a Dios por haber sido negligentes con ese talento, porque cuidaron más de cualquier otra cosa que poseían menos ese lingote de oro, que es la fe que les había dado, la fe que habían recibido cuando creyeron en el Hijo de Dios.
Arrepiéntanse, dice el Señor, para que esa piedra preciosa les sea devuelta en este momento, y aprendan a cuidarla como nunca antes, guardándola en lo más profundo del tesoro de sus corazones, donde nadie puede ingresar si ustedes deciden defenderla hasta el final, venga lo que venga, ya sea enfermedad, muerte, desilusión. Si ustedes deciden por voluntad propia guardar esa fe no importa lo que pase, no hay enemigo que se las pueda robar.
Tengan esperanza, dice el Señor, porque hoy, a los que se están poniendo a cuentas les devuelvo lo que se les había quitado, porque hoy a los que se están arrepintiendo de ser infieles hay un anillo que se le está siendo colocado, que representa esa fidelidad, ese pacto, ese compromiso con el Señor, porque hoy, los que se están arrepintiendo de haberle creído al enemigo y a todas sus mentiras, que les hablaban lo contrario de lo que Yo he dicho y he dejado escrito, dice el Señor, ellos están siendo restaurados en este momento. Se están levantando del piso. Antes eran como desertores de la fe, como soldados que abandonan el ejército sin causa justa, pero ahora vuelven a enrolarse para continuar hasta ganar esta batalla.
Hijitos, pongan sus ojos en el trofeo, dice el Señor, porque nunca los he dejado solos, ni lo voy a hacer. Resistan, dice el Señor, pero resistan a través de la fe. Seanme fieles y decidan comprometerse conmigo, así como Yo me comprometí con ustedes a través de un pacto de sangre, porque Yo fui el cordero que fue entregado al matadero sin abrir su boca, derramando la sangre de mis manos, de mis pies, de las espinas. Fue un pacto, dice el Señor, un pacto eterno el que hice con ustedes cuando decidieron creer que fui entregado por sus vidas para ser redimidos de sus pecados, para ser lavados como ovejas manchadas a las cuales se les da un baño.
Hijitos, tomen con seriedad las cosas espirituales, porque lo que viene es serio. Y si ustedes no son serios con su vida espiritual, entonces van a ser como alguien al que un tractor les pasa por encima, porque lo que viene no va a frenar, aunque ustedes frenen. Su fe va a ser probada a ver quién resiste de pie los vientos que van a soplar. Y el que no esté fundado en esa fe, en esa roca que es Cristo Jesús, se va a caer como una plumita que no resiste al viento.
Seanme fieles, dice el Señor, así como Yo soy fiel y nunca cambio y nunca fallo y cumplo mi palabra. Y arrepiéntanse todos ustedes, dice el Señor, que dijeron que iban a hacer tal cosa para mí y no lo hicieron, que dijeron sí, pero después fue no, que dijeron no, pero después fue sí. Arrepiéntanse los inconstantes, los de doble ánimo, los dudosos, los incrédulos, para que pueda restaurarlos y darles una nueva medida de fe, dice el Señor.
Yo estoy viendo a muchos de ustedes que ahora están recibiendo sanidad, que están siendo perdonados, que están siendo levantados, que están siendo lavados, que están siendo restaurados, fortalecidos, que habían dejado caer sus armas espirituales, pero hoy esta palabra los ha hecho reaccionar.
Levanten nuevamente esa espada del piso, y levanten ese escudo de la fe que habían tirado por darse por vencidos. Recuerden que el que retroceda no va a agradar a mi alma, dice el Señor. Así que avancen violentamente contra el reino de las tinieblas, destruyendo sus obras sin miedo, porque este es un tiempo violento, es un tiempo de cambios que se van a dar con violencia. Por lo tanto, ustedes tienen que acomodarse y moverse en esa violencia espiritual sin miedo. Los cobardes no ingresarán en el reino de los cielos, solamente los 300 Gedeones que van a ir a la batalla sin miedo.
He aquí que hoy los perdono, dice el Señor. He aquí que hoy los lavo. He aquí que hoy los levanto. He aquí que hoy vuelvo a recordarles el llamado en sus vidas. He aquí que los dones que habían recibido no se han ido, dice el Señor. Comiencen a practicarlos. Hablen palabras de esperanza, dice el Señor, palabras de vida y no de muerte, palabras de aliento los unos para los otros. Levántense, levanten al caído, fortalezcan al debilitado, impartan lo que cada uno tiene con el otro. Sean hermanos. No se llamen hermanos, sino que practiquen esa hermandad en mí.
No hagan diferencias entre ustedes, no hagan acepción de personas, dice el Señor, acepciones que Yo no hago. Dejen de dividirse, de aislarse, de separarse. Dejen de juzgarse los unos con los otros y de acusarse, porque para eso está el diablo, el que los acusa permanentemente delante del trono del Padre. Amíguense con ustedes mismos, con el Espíritu Santo, dice el Señor, y con sus hermanos, y avancen, pero avancen por fe y no por vista. Amén.
Alabado sea el Señor. Bendito seas, Padre. La gloria es tuya, Señor. La honra y la alabanza, Señor, son para Ti, para el autor y consumador de la fe, para Yeshua el Señor, Cristo Jesús, el Hijo de Dios que está sentado a la diestra del Padre, cuyos enemigos serán colocados debajo del estrado de sus pies, quien regresará al mundo en una venida gloriosa y triunfante para darles el pago según lo que cada cual hizo y se merece.
Gloria a Dios, al Alfa y al Omega, al principio y al fin, al primero y al último, al que es digno de recibir toda alabanza, ante cual toda rodilla se doblará en el cielo, en la tierra, y debajo de la tierra, que cuando su nombre se nombra retumba en todos los rincones, inclusive del infierno, ante cuya presencia nadie puede resistirse de pie.
Glorioso, poderoso, Salvador incomparable, bendito entre todos los benditos, inigualable, Príncipe de paz. El mayor, la cabeza sobre todas las cabezas, el Rey de reyes y Señor de señores. El que restaura lo que estaba caído, a través del cual somos todos nosotros perdonados y renovados.
Gloria a Ti, Jesús. Bendito eres, bienaventurado, cuyo perfume es precioso, indescriptible, transformador. Paséate, Señor, entre nosotros, revelándote en un nivel mayor para que entendamos ante quién estamos, a quién le pertenecemos. Yeshua, el judío de los judíos, el Rey de los judíos. Gloria a Ti, hijo de Dios. Amén.