Bendiciones a todos santos del Señor. Hoy es 22 de noviembre del año 2023 y estamos aquí reunidos en el espíritu, congregados como un solo cuerpo, cada uno desde su nación, cada uno desde el lugar donde está, pero en el espíritu como una sola congregación de los santos, frente al trono de nuestro Padre celestial, de nuestro Dios creador, de nuestro excelso, de nuestro majestuoso, el que ordena y se hace, el que habla y se crea.
Estamos juntos allí, con los oídos abiertos, esperando para ver qué tiene ese Dios portentoso para decir, el Dios que mueve su mano y las aguas de la tierra se corren de un lugar para otro, el Dios que golpea su martillo sobre la mesa y sus juicios son enviados sobre la tierra. Estamos aquí juntos hoy, no para escuchar a Noelia, no para poner la atención en una mujer, sino para abrir nuestros oídos de par en par y para atender a esa voz que creó los cielos, que creó la tierra, que creó lo que está debajo de la tierra, a ese Dios que creó las aguas y las separó—las que estaban arriba de las que estaban abajo. Estamos atentos a esa voz, que cuando habla es como voz de muchas aguas.
Oh, alabado seas, Señor glorioso, que te paseas por todas las naciones, inclinando tu balanza, pesando cada acto de cada nación de la tierra para ver si esa balanza se inclina hacia la justicia o hacia la injusticia, porque solo Tú eres justo y perfecto y bueno, piadoso, santo, y eterno, Señor, porque solo Tú tienes la justicia perfecta que determina lo que cada cual es digno de merecer, de recibir. Señor, ¿quién puede cuestionar a tu martillo santo? ¿Quién puede preguntarte lo que haces y dejas de hacer? Solo Tú, Señor, gobiernas sobre la tierra. Solo Tú, Señor, hablas y se hace, y nadie puede detener esa palabra una vez que ha sido enviada.
Oh, Señor, enséñanos tu carácter, muéstranos tu poder. Señor, revélate aún más a tus hijos, a tu pueblo que en este tiempo difícil—en este espanto que viene sobre la tierra de distintas maneras, en estos dolores de parto—necesitamos verte aún mejor. Quítalos el velo que nos separa de conocerte aún más, porque aún te estamos viendo parcialmente, Padre.
Aún no te reconocemos 100% por lo que eres y por quién eres. Señor, aún vemos tu nombre parcialmente y no completo. Señor, aún no se nos es revelado tu ser. Te necesitamos, oh, Dios nuestro, el único ante quién uno debe arrodillarse y servir, el único ante quien cada uno de nosotros debe bajar la cabeza y decir: «Heme aquí, oh, Rey. ¿Qué quieres de mí? ¿Cómo te puedo servir? ¿Cómo puedo ser útil para tus propósitos? ¿Cómo puedo presentarme delante de ti para ser instrumento útil?»
Señor, henos aquí, la congregación de los justos delante de tu trono, Señor, reconociéndote como el único que tiene el poder sobre todo poder, como la autoridad más grande y más alta sobre toda autoridad, como la cabeza que reina sobre todas las cabezas en el cielo, en la tierra, y debajo de la tierra. Señor, toda gloria te pertenece a ti, toda honra te pertenece a ti. Señor, toda alabanza solo te pertenece a ti.
Yo veo la cabeza de una persona que está mirando a otro lado. Esta persona está como distraída, y el Espíritu de Dios redirige esa mirada hacia el trono del Padre. Es el Espíritu de Dios el que llama a los distraídos, dice el Señor. Es el Espíritu de Dios el que hace milagros y portentos, maravillas y señales. Es por el Espíritu que mi poder se manifiesta sobre la tierra, en el cielo, o debajo de la tierra, me repite el Señor. Es por mi Espíritu, hijitos. Y si ustedes se quieren dejar usar, dice el Sen1or, deben ser como un vaso vacío que se abre y que no tiene ninguna tapa cerrada, para que el Espíritu de Dios se vierta sobre ese vaso como agua que corre sin barreras.
Oh, hijitos, dice el Señor, Yo quiero hacer llover sobre mi pueblo maravillas y señales. Yo quiero levantar Moisés que rescaten a mi pueblo de la esclavitud. Yo quiero usar a mucho pueblo en la misma manera que usé a otros vasos, que son los que están escritos como ejemplo para ustedes. Hijitos, lo mismo que fue ayer se volverá a repetir, y así como en el tiempo de Moisés derramé de mi Espíritu para que se manifestaran señales, milagros, portentos y maravillas, de la misma manera tengo un tiempo preparado para los últimos días, dice el Señor, donde las ventanas de los cielos se abrirán de par en par y esta lluvia milagrosa bajará sobre todo aquel que esté abierto a recibirla.
Pero hay una condición, dice el Señor, y es que el vaso debe estar abierto para dejarse usar. Porque no es que no quiera derramar de este poder milagroso sobre todos los que quieran ser usados, dice el Señor, sino que solo puede entrar en los vasos que se abren para que llueva esta lluvia de milagros. Y hay muchas cosas que detienen a esta lluvia. Hay muchas cosas que mi pueblo permite en sus vidas que impiden que esta lluvia ingrese en sus vasos, por ejemplo, la incredulidad.
Muchos de ustedes me piden señales, maravillas, milagros… Y yo (Noelia) veo que algunos hasta son como Gedeón, que le pedía al Señor confirmación a través de distintas señales: que si el vellón estaba seco, que si el vellón estaba mojado, entre otras. Pero cuando el Señor decide abrirle la puerta a esa persona para ingresar en una nueva dimensión milagrosa, la persona no cree que eso está disponible para ella. Y entonces, es la misma persona la que a través de la incredulidad le cierra la puerta al Señor porque no cree que esto está disponible para ella.
La incredulidad, dice el Espíritu de Dios, es una de las piedras de tropiezo que mis hijos colocan delante de sus pies para no ir a recibir lo que tengo preparado para ellos. Hijitos, ¿por qué dudan? Quiero usarlos, dice el Señor, para hacer milagros, maravillas y señales, para resucitar a los muertos, para sanar enfermedades terminales, para enderezar columnas y huesos torcidos, para regenerar tejidos calcinados, porque Yo soy el Dios de los milagros, porque soy un Dios que restaura, un Dios que vivifica, un Dios que reanima lo que estaba muerto, un Dios que le devuelve la vida que se fue de un cuerpo.
Pero muchas veces son ustedes, hijitos, los que cuando les doy una herramienta para que la usen, para moverse en el poder de los milagros, prodigios y señales que vienen de lo alto, cuestionan esa herramienta y me dicen: «Pero esto no es lo que te pedí. Esto no es lo que necesito. No sé usar esto. Tendrías que darme otra cosa.» Y entonces dejan ese instrumento que les doy, y no lo usan.
Es el Espíritu de Dios el que otorga los dones sobrenaturales, los dones espirituales, dice la Biblia, y que reparte como Él quiere a cada parte del cuerpo de Cristo, porque ustedes no ven desde arriba como veo Yo, dice el Señor, sino que ustedes ven parcialmente. Su vista es corta y llega hasta un punto donde no pueden ver más, pero Yo tengo una visión amplia, dice el Señor, y si mi Espíritu les lleva un regalo—que en esta visión representa un don espiritual—a cada uno de ustedes, y quizás no es el que esperaban o el que pedían, ¿cómo pueden ustedes saber que no era eso lo que necesitaban? ¿Por qué cuestionan lo que sale del cielo para ser recibido por ustedes? dice el Señor. ¿Quién puede saber mejor lo que ustedes necesitan si no es el que los creó?
Hijitos, en estos tiempos estoy levantando instrumentos escogidos—hablando de personas en distintas naciones del mundo—y les estoy dando un brazo de poder a cada uno de ellos para que a través de su obediencia manifiesten las señales que Yo quiero hacer, hagan los milagros que Yo determino que hagan, levanten los muertos que Yo llamo a levantarse. Son vasos dispuestos, dice el Señor, pero todo el que retrocede no agrada a mi alma, porque para alcanzar un nivel mayor, primero hay que completar el anterior y hay que animarse a entrar en ese nivel mayor.
Hay muchos de ustedes que vuelven atrás por la cobardía, porque tienen miedo de las cosas nuevas. Para entrar en ese nivel es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres, y como muchos de ustedes están estructurados en esas cuatro paredes de las congregaciones de los hombres, donde—en muchos casos, pero no todos—el Espíritu de Dios no se mueve, no hay sanidades, no hay liberaciones, no hay portentos, no hay señales, no hay milagros, no se maravillan los ojos de los que asisten a esas congregaciones… Como el Espíritu no tiene lugar, no hay lugar para Él—pero sí, hay lugar para lo que el hombre dispone—entonces no se verán maravillas de Dios, sino solo movimientos muertos de los hombres.
En este tiempo, estoy llamando a muchos, dice el Señor, a salir de cárceles, para que una vez que sean libres, el Espíritu de Dios los pueda llevar como una hoja en el viento y usarlos como Yo quiera. Sí, para esto van a pagar un precio, dice el Señor, y es que esos hombres que no entienden lo que mi Espíritu está haciendo en este tiempo los acusen de herejes, los expulsen de las congregaciones que no siguen a los movimientos de mi Espíritu, se burlen de ustedes, diciéndoles que son locos, los quieran detener con todo tipo de maldiciones en sus palabras, poniéndole paredes delante de sus caminos para que no puedan salir de la esclavitud de Egipto donde están en esas mismas congregaciones.
Egipto no solamente es el mundo sino cualquier tipo de esclavitud, y a veces, las mismas congregaciones son como Egipto. Pero en este tiempo estoy llamando a muchos a despertarse, dice el Señor, y a salir de movimientos muertos donde no hay avance, donde no se cumple el Libro de los Hechos. Lo mismo que fue ayer, dice el Señor, debería verse hoy. ¿Por qué no se cuestionan? dice el Padre. ¿Por qué lo que leen queda solamente en una escritura, como si estuviera muerta? ¿Por qué sus ojos no ven lo que ustedes leen?
Hay gente que se va de las congregaciones, me revela el Señor, porque lo que leen no concuerda con lo que ven en las congregaciones. Pero el problema es que el Espíritu de Dios no se mueve en algunas congregaciones. Por lo tanto, no hay poder de Dios manifestado en ellas, y al no haber el poder de Dios manifestado en ellas—porque esos hombres solo se manejan por la letra, pero no en el poder del Espíritu de Dios—entonces no hay lugar para que los ojos se maravillen. Pero en este tiempo, muchos de ustedes van a escuchar el llamado en sus oídos a levantarse del sueño, a levantarse de la comodidad, a moverse por el Espíritu, a obedecer a los hombres cuando ellos obedezcan al Espíritu.
Hijitos, despierten, dice el Señor, porque estoy llamando a muchos vasos a que se vacíen de obras muertas para que pueda llenarlos del poder y de la manifestación de mi Espíritu. ¿Cuántos de ustedes quieren ser esos vasos vacíos para que Yo vierta de mi ser en ustedes? Porque en estos últimos días, ciertamente él diablo también está empoderando a sus hijos para hacer señales, prodigios y milagros, y también muchos ojos se van a maravillar por causa de estos milagros diabólicos, porque el enemigo también tiene poder, y van a tener que discernir cuál es la fuente de cada cual.
Y el Espíritu de Dios dice: Cuanto más difícil es la vida del hombre, más se lo puede utilizar. Es decir, en los tiempos más oscuros que vengan sobre la tierra, más van a ver el poder de Dios sobre la tierra, porque un vaso quebrantado se transforma en un vaso disponible que no se resiste a la manifestación del Espíritu de Dios. Así que, cuanto más tribulación venga sobre la tierra, más maravillas van a ver. Cuanto más desesperado esté el hombre, más señales se van a manifestar, más conversión se va a dar. Cuanto más procesados sean los hombres, más fáciles de utilizar.
Por eso estoy limpiando a los míos, dice el Señor. Estoy preparando a mi congregación, a la congregación de los santos, a la congregación de los que se dejan limpiar, a la congregación de los apartados para mí, a la congregación de los consagrados. Los estoy preparando para usarlos en los últimos días.
El Señor me repite: señales, prodigios, milagros y portentos. Y veo manos ungidas, manos llenas de aceite y de fuego del Espíritu de Dios. Yo veo que algunos de ustedes anhelan dones de sanidades. Ven a los enfermos y es como sus corazones que se derriten adentro de ustedes, deseando esos dones para poder imponer las manos sobre ellos y que sean sanos de esas enfermedades que atan, que oprimen, que hacen sufrir a tantos.
Hay algunos de ustedes que anhelan tanto poder caminar en ese tipo de llamado. Son como enfermeros espirituales que asisten a los heridos, enfermeros que están llenos de misericordia, porque muchas veces los dones de sanidades caminan juntos con el don de misericordia. Hay mucho pueblo que anhela dones de sanidades en este tiempo, en los cuales hay tantas enfermedades contagiosas que están proliferando en el mundo y que van a seguir proliferando, trayendo muchísimas muertes a la tierra.
Hay algunos de ustedes que están clamando por esos dones de sanidades, me muestra el Señor, y que le piden constantemente a Dios estos dones de sanidades. Hijitos, tengan fe, dice el Señor, porque estoy levantando también enfermeros espirituales, enfermeros y enfermeras por el espíritu, pero no por el espíritu del hombre, sino por el Espíritu de Dios.
Yo (Noelia) veo a alguien ahora colocando las manos sobre alguien que tiene problemas de vista. Esta persona simbólicamente es como un enfermero que va y coloca las manos en otra persona que está acostada, que tiene problemas graves de los ojos y casi no puede ver, y esa persona es sanada a través de esa imposición de manos y entonces se levanta y alaba a Dios y se convierte al Señor y canta y baila de alegría por haber recuperado completamente la vista. Y me viene el pasaje de Isaías 61:
[Isaías 61:1, RVR1960] El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel.
Entre esas cosas, yo estoy viendo que el Señor está levantando a esos enfermeros espirituales también para traer sanidades, para hacer liberaciones poderosas y milagros, para devolverle la vista a los ciegos, para resucitar a los muertos, y todo este tipo de cosas. El Señor dice que este tiempo que viene va a ser un tiempo milagroso, donde esta misma unción que Él recibió la va a impartir a sus vasos dispuestos, pero van a tener que ser vasos libres, porque el Señor va a trabajar mucho en las calles, sanando a las personas y haciendo milagros y portentos y señales y maravillas en las calles, para que la gente se convierta y se vuelva a Dios. Así que son corazones dispuestos, que buscan al Señor, y vasos abiertos, sin tapa, sin barreras, para que el Señor derrame de su Espíritu en ellos.
Tengan fe, dice el Señor de nuevo, porque en este tiempo quiero usar a muchos de ustedes, pero deben creer que los quiero usar y deben recibir lo que les quiero dar. ¡Aleluya! Gracias, Señor. Gracias, Padre celestial. Yo (Noelia) veo a Moisés. Veo a Moisés con su vara cuando hacía milagros, cuando dividía las aguas, cuando hacía las señales junto con Aarón, cuando hicieron las señales de las serpientes, cuando el agua se transformó en sangre, cuando vinieron las plagas sobre la tierra. Estoy levantando Moisés en este tiempo, dice el Señor, para que hagan estas señales milagrosas mientras las plagas caen sobre la tierra. Mientras las plagas del último tiempo caen sobre la tierra, estoy enviando a los Moisés para sacar a un pueblo esclavizado de Egipto.
Son como los Moisés modernos, Moisés de esta era, Moisés que también estoy llamando a conquistar tierras prometidas, Moisés que están llamados a generar cambios rotundos sobre la tierra, sobre países y sobre naciones, no solo sobre congregaciones. Son personas con una unción como Moisés, cuyo llamado es rescatar a cierto grupo de gente de algo, o de alguien, o de un lugar, o de una situación, quitarlos, rescatarlos de ahí y llevarlos hacia la libertad, llevarlos hacia una nueva tierra, llevarlos hacia donde Dios los quiere llevar. Son personas que están llamadas a rescatar a grupos de gente que están en distintas situaciones de esclavitud, milagrosamente quitarlos, sacarlos de ahí, y llevarlos a otra situación, hacia un cambio.
Como ya dijimos en los vivos anteriores de esta época, el pueblo de Dios y las naciones están en tiempos de cambios: cambios en el pueblo de Dios, cambios en las congregaciones, cambios en las vidas individuales de la gente, cambios transicionales. Mucho pueblo está en transición. El mundo está en transición. Naciones están en transiciones. Hay naciones que bajan y naciones que suben, naciones que caen y naciones que se levantan. Hay transiciones y cambios. Hay tiempos de cambios. Y muchos de esos cambios se van a dar, y tienen que darse, a través de señales milagrosas y portentos.
A muchos de esos Moisés, el Señor les da un brazo fuerte para hasta a veces sacar violentamente—pero de una buena manera, con una violencia que viene del cielo—a esos grupos de gente de esa esclavitud de Egipto, porque de otra manera no se podría. Es decir, si Moisés no hubiera hecho el milagro de abrir el mar rojo para que pase el pueblo de los hebreos, los hebreos no hubieran podido escapar de la esclavitud de Egipto. Tuvo que ser de esa manera. Si el Señor no hubiera enviado las plagas, cada vez más fuertes, hasta la de los primogénitos, matando a los primogénitos de los egipcios, hasta que dejen ir a los hebreos, si el Señor no hubiera utilizado esa violencia divina—porque me viene esa palabra, la palabra «violencia»…
La violencia no siempre genera cosas negativas. Hay un tipo de violencia que genera cosas que vienen de Dios, y a veces, Dios tiene que romper las cosas violentamente, o hacer y manifestar sus cosas violentamente porque es la única manera en la que esa situación cambiaría, así como lo hizo con los hebreos cuando estaban en la tierra de Egipto. Los sacó violentamente de la tierra de Egipto a través de señales milagrosas, a través de juicios impetuosos que cayeron sobre los egipcios, y después a través de estos milagros tremendos con mano fuerte y extendida. Si Él no lo hubiera hecho de esta manera, los hebreos nunca hubieran salido de Egipto.
Hay veces en que este tipo de violencia es necesaria, dice el Señor. Es una violencia bíblica. Es una violencia celestial. Yo (Noelia) veo como un terremoto en el cielo, en el cielo donde habita el Señor. Veo como un terremoto que genera hasta un estruendo cuando ese terremoto celestial se da. Todos los ángeles y todos los que habitan en el cielo con Dios pueden escuchar el ruido de ese terremoto celestial. Es un estruendo violento de ese terremoto celestial.
A veces, dice el Señor, las cosas que necesitan un cambio radical necesitan un terremoto, necesitan ser sacudidas violentamente, porque de otra manera no se podría realizar. Mientras tanto, los que pasan por estos terremotos espirituales son probados en su fe, así como los hebreos fueron probados en su fe cuando tuvieron que permanecer en Egipto durante esas diez plagas que fueron derramadas sobre esa tierra que era sacudida, espiritualmente hablando. Tuvieron que resistir a esa violencia, tomados de la fe en Dios. Tuvieron que obedecer mientras eran sacudidos en la tierra de Egipto, aunque ellos no sufrieron daño. Pero su fe fue probada; su obediencia fue probada.
El Señor nos da este ejemplo porque este es un tiempo de sacudimiento de todas las cosas, y muchas veces, los cambios que van a venir y que están viniendo a nuestras vidas individuales, a nuestras casas, a nuestras congregaciones, a nuestras naciones, a nuestros trabajos, a nuestras relaciones y a todo lo que forma la vida del hombre, esos cambios, cambios políticos, serán violentos, violentos como cuando el cielo se sacude. Yo (Noelia) veo que estos cambios ya están viniendo. No es que van a venir. Ya están sucediendo.
El Señor está avisando para que mientras tanto te abraces de la columna fuerte que es el Señor, y mientras tanto levantes el escudo de la fe para defenderte de los dardos del maligno, para escapar de ese faraón que te va a seguir para ver si puede recuperarte y volverte a ser un esclavo, así como cuando el faraón persiguió a los hebreos por el mar para ver si los podía recuperar y volverlos a traer a la esclavitud.
De esta misma manera, dice el Señor, hasta algunos pueblos de algunas naciones como Argentina van a reaccionar. Cambios violentos son los que vienen a Argentina, cambios portentosos, cambios en los que no hay otra manera que sacudir todas las cosas, y los argentinos aún van a sentir que la tierra se mueve debajo de sus pies, que las cosas se caen y se sacuden como nunca antes. Pero dice el Señor que mientras esto ocurra pongamos nuestros ojos en las cosas celestiales, que pongamos nuestra confianza en un solo Salvador, que es Jesús, Yeshua.
El Señor otra vez repite que no confiemos en ningún hombre, por más que sea un vaso que el Señor pueda usar, porque nuestra fe será probada para ver si resistimos estos cambios que vienen sobre nuestra nación y sobre toda la tierra, porque hay cambios en el comercio, cambios en la estructura, cambios en la economía, cambios en la política, cambios en la educación, cambios en el campo. Hasta van a haber cambios en la religión, porque veo distintas religiones. Hasta las distintas religiones serán sacudidas a través de este cambio que viene a Argentina, y todas las áreas de la vida del hombre argentino se van a ver sacudidas por causa de estos cambios que vienen a Argentina, cambios violentos.
El argentino debe afianzarse en Dios, me dice el Señor, poner los ojos solamente en Él, levantar la mirada al cielo y no mirar al señor Milei, sino honrar al rey, pero solo confiar en Dios. Los argentinos deben hacer lo suyo, me dice el Señor, y orar por estos cambios que vienen, interceder por la tierra para que sea restaurada, porque Argentina ahora es como una tierra mancillada, es como una prostituta que se vende a cualquier hombre que pasa y la desea. Así como una prostituta se vende a cualquier hombre que desea su cuerpo, así Argentina ha sido vendida al mundo, como una prostituta que se deja llevar y se vende al primero que pasa.
Argentina está rota, quebrada, caída, manchada, y le cuesta levantarse. Argentina está perdida ahora. Por eso, los hijos de Dios, el pueblo de Dios en Argentina es el encargado de establecer los cambios que Dios quiere hacer en esta tierra a través de la intercesión, del ayuno, del clamor y de las proclamas. Los hijos de Dios, el pueblo del Señor Jesucristo en Argentina debe contrarrestar las palabras de maldición que han sido habladas sobre esta tierra, bendecir lo que se maldijo, y provocar que las tinieblas retrocedan, a través de la oración, los ayunos, la vigilia, a través de la sanidad de los territorios.
Yo (Noelia) veo gente que pone las manos sobre la tierra de Argentina y corta pactos satánicos sobre ella. Yo veo gente que el Señor envía especialmente para recuperar terrenos que el enemigo había ganado. Dice el Señor, especialmente a un pueblo que es de Yeshua, a un pueblo que le pertenece al Señor y que es entendido en las cosas espirituales, que no esperen que el presidente lo haga todo solo, porque si no hay un pueblo que primero establece lo que viene del cielo a través de la palabra y de la proclamación de esos decretos celestiales para Argentina, el presidente solo nada puede hacer.
¡Aleluya! Alabado sea el Señor. Gracias, Señor. Santo es tu nombre, Padre.
Así que estos cambios que vienen a Argentina y que vienen al mundo de distintas maneras, ya sea en algunas naciones para que se levanten y en otras naciones para que caigan, estos cambios entre las relaciones de los distintos países… Porque yo veo relaciones entre países que se cortan y otras que nacen, relaciones nuevas entre países que no tenían mucha relación o que no se llevaban muy bien cambian en este tiempo que viene, en este 2024. Y veo que relaciones que estaban establecidas, pero estaban flojas, se empiezan a fortalecer.
Hay cambios de vientos, como dije en las transmisiones anteriores, cambios de direcciones, cambios de ánimos, cambios espirituales, primeramente, que se van a manifestar en lo material en las distintas naciones de la tierra. Pero lo que el Señor quiere de nosotros es que nosotros participemos en esos cambios, que seamos activos, que intervengamos en esos asuntos espirituales del reino, como dice Jeremías 1, destruyendo, arrancando, derribando lo que no viene de Dios o lo que el enemigo había avanzado en nuestras naciones, y estableciendo, edificando, plantando lo que Dios quiere hacer en este tiempo que viene.
Sean activos, dice el Señor, y no dejen de clamar. Porque el Señor vuelve a hablar de Argentina, pero también sirve para las otras naciones de la tierra. Yo (Noelia) veo a este nuevo presidente, al señor Milei, que fue electo este domingo pasado, y hay muchos cambios que él quiere traer, pero le falta apoyo.
Ahí es donde hay un pueblo que va a tener que intervenir a través de la oración para que las cosas se encaminen y las puertas se abran y las oportunidades se puedan aprovechar y los tiempos no se extiendan, y entonces, el tiempo de pasar por esa transición de salir de Egipto a encontrar la tierra prometida no dure más de lo que tenga que durar, para que, a través de esa intervención de nuestras oraciones, clamor y ayuno, esa transición no dure más de lo que tenga que durar y no sea más difícil de lo que tenga que ser.
Hay mucha oposición para que estos cambios se puedan dar, y es necesario un rompimiento espiritual, me dice el Señor, a través de nuestra intervención. Así que hay muchas cosas que se van a dar para bien si la iglesia eleva el clamor necesario para que la oposición que existe de parte del enemigo, utilizando a los hombres, se rompa. El Señor dice para el pueblo argentino de Dios que no esperen que un presidente lo haga todo solo, que no nos sentemos en las iglesias a esperar las novedades, a ver cómo Argentina se comienza a levantar si nosotros no hacemos nuestra parte.
Este ejemplo que el Señor habló hoy sobre Argentina, cada uno lo aplica para su nación, acorde a lo que el Espíritu de Dios vaya revelando que Él quiere establecer en cada nación; un pueblo activo en cada tierra, conquistando lo que Dios quiere conquistar, recuperando lo que el diablo había robado en cada territorio, en cada nación, en cada país, peleando, espiritualmente hablando, por lo que el diablo no quiere soltar. Los vientos de cambios ciertamente están soplando, pero van a soplar con la fuerza que las oraciones le den y que los ayunos le otorguen, y que la fuerza de la unión de este pueblo de Dios sea la que sople sobre esos vientos de cambios. Amén.
¡Aleluya! Gracias, Señor. Gracias, Padre celestial, grande y eterno y poderoso, Rey misericordioso, eterno Salvador, glorioso. Te alabamos, Señor. Te bendecimos, Padre.
Mi corazón te pide por Israel, Padre. Te pedimos juntos, Padre, por los que están secuestrados por Hamas en Israel. Señor, te pedimos por estas personas, por estos hombres, mujeres, niños y viejos que han sido arrancados de su tierra para llevarlos cautivos a Gaza. Oh, Padre celestial, extiende tu mano sobre ellos, haciendo estos portentos milagrosos en sus vidas.
El Espíritu me dice que clamemos por ellos, que nos pongamos en lugar de sus familias, que no seamos egoístas y que clamemos y que sigamos clamando por Israel y por las personas que están secuestradas al día de hoy, porque el Señor me muestra que los terroristas están utilizando a este grupo de secuestrados como un señuelo que el enemigo pasa por las narices de Israel para hacer lo que ellos quieran.
El Espíritu me dice que está poniendo un llamado en muchos de ustedes a interceder por Israel, pero específicamente por los secuestrados en este tiempo, porque ellos son la clave en los días que vienen de este conflicto de guerra que se desató en medio oriente. Dependiendo de lo que pase con los secuestrados va a ser cómo se desencadenen los días que vienen. Por eso es importante interceder por ellos. ¿Amén?
Gracias, Señor. Te alabamos y te bendecimos, Padre. En el nombre de Jesús, amén.