El Espíritu de Dios quiere hablar a la congregación de los santos hoy, porque hay mucho pueblo, me dice el Espíritu Santo, que está confundido en estos últimos tiempos, porque hay tantas corrientes doctrinales, hay tantos tipos de enseñanzas, hay tantas bocas que hablan, y donde no hay profecía, el pueblo se desenfrena.
Por eso, el Espíritu de Dios quiere hablarte hoy, amado pueblo, amado cuerpo de Cristo Jesús, de Yeshua, nuestro Salvador, para reencaminarte en el entendimiento, para impartirte conocimiento, para esclarecer tus pensamientos, para que abras los ojos, mires hacia abajo, y entiendas dónde estás pisando. Porque estos son los últimos días, este es el plazo final donde los días corren y corren, como las hojas de un calendario que van pasando hacia atrás una a una. Pasan los días, pasan los meses, pasan los años, y los días se van acortando, como dice la Palabra del Señor. Por causa de los elegidos, los últimos días se acelerarían, correrían más rápido por la misericordia del Señor.
El Señor levanta voces para reencaminar a un pueblo que es como un redil que se pierde una y otra vez, que es como ovejas que inocentemente se escapan por debajo de ese redil, por debajo de esas vallas, no dándose cuenta de a dónde se están metiendo, porque el pueblo del Señor es como esas ovejas que se van distraídas detrás de algo que ven, sin darse cuenta de que, si no prestan atención, terminan metiéndose en lodo cenagoso.
Así son los hijos de Cristo Jesús, los que no están alerta, los que no velan de día y de noche, los que escuchan, pero no oyen, los que no se preparan, los que no se advierten, los que no se ponen a cuentas. Muchas veces el pueblo del Señor también es como ovejas que comen de cualquier alimento que se les da de comer, no fijándose lo que se les pone delante de sus ojos.
Hijitos, tengan cuidado, dice el Señor, porque hay mucho pueblo que está comiendo pan contaminado, alimento engañoso que por fuera se ve muy sabroso, apetecible para comer, pero que por dentro está lleno de moho. Oh, engañoso es el corazón, más que todas las cosas, y ustedes a veces se meten en doctrinas que ensucian el conocimiento, que envanece su corazón.
Tengan cuidado, hijitos. Pregúntenme primero a mí cuáles son las cosas que ustedes tienen que comer, cuáles son las cosas que ustedes tienen que escuchar, cuáles son las cosas que ustedes tienen que observar. O acaso ustedes, cuando tienen los tiempos para alimentarse durante el día y durante la noche, ¿van a la heladera y toman una comida que ya está pasada de tiempo para comer y la ingieren? O acaso ustedes, si ven que comen algo que tiene moho y gusanos adentro, ¿igualmente se lo dan a sus hijos para comer? ¿Por qué entonces no tienen el mismo cuidado cuando ustedes se alimentan de las cosas espirituales? dice el Señor. La Palabra dice que en los postreros tiempos habrían falsos maestros, falsos profetas, lobos rapaces que devorarían a mi pueblo.
Yo veo desde mi trono como mis ovejas son devoradas por estos lobos rapaces, que tienen intenciones escondidas, profundamente guardadas en sus bolsillos, y van atrayendo a esas ovejas con cosas que les gustan, con cosas que desean, con cosas que su corazón cómodo y holgazán quiere escuchar. Hijitos, cuidado, dice el Señor. Yo advertí que en los últimos días abundaría el engaño. Abran los ojos y escudriñen al milímetro cada cosa que escuchan, y no reciban ese pan sin antes estar seguros de que es pan no contaminado, pan sin levadura.
Yo veo a alguien vomitando. Límpiate, dice el Señor. El Señor le está hablando en este momento a todos ustedes, los que están acostumbrados a comer lo primero que se les cruza en frente. Y no solamente comen de una sola fuente, sino que son como alguien que tiene un problema de glotonería, como alguien que se sienta a una mesa y come de muchos banquetes al mismo tiempo, hasta que sufre de una indigestión.
Muchos de ustedes son así, me revela el Espíritu de Dios, y se sientan a una mesa, y en vez de elegir sabiamente qué van a comer, acorde a lo que su cuerpo necesita, comen indiscriminadamente, no solamente comida contaminada, sino comida que no alimenta de verdad, comida vacía en nutrientes, pero llena de grasa, llena de azúcar, llena de muerte, de enfermedad.
Y no solo eso, dice el Señor, sino que no les alcanza con una rodaja de ese alimento que en realidad no alimenta, sino que comen en abundancia, hasta que ya no pueden más. Así son muchos de mis hijos en estos últimos días. En vez de darse cuenta de que están caminando en un campo minado, donde hay que ir con mucho cuidado, preparados y listos para darle batalla a cualquier oposición que se presenta, instantáneamente, toman lo primero que les ofrecen.
Hijitos, sean inteligentes para las cosas espirituales. Hijitos, pónganse anteojos para ver mejor lo que están leyendo en la Palabra, metafóricamente hablando. Hijitos, porque no ayunan, muchas veces no están lo suficientemente despiertos para reconocer una mentira, no pueden discernir lo que es bueno de lo que no lo es, y entonces entra el error, porque están tan pesados en las cosas de la carne, porque están tan acostumbrados y acomodados en las cosas del mundo, que leen, pero no comen, comen, pero no tragan, tragan, pero no digieren.
Oh, hijitos, hoy estoy llamando a un pueblo que sabe escuchar mi voz, porque hay un remanente que sí, está despierto y pidiéndome que les hable, que les aclare, que les haga entender lo que hoy no entienden. Les hablo a las ovejas distraídas, a las rebeldes, y también a las obedientes. Les hablo a todo tipo de ovejas que tengo en mi redil, para ver si puedo salvar a muchas de ellas.
Hijitos, ¿qué piensan que está sucediendo en este tiempo en el mundo? pregunta el Señor. Porque muchos de ustedes están preguntando en sus corazones, ¿Por qué acontece lo que acontece? y se dicen, ¿Cómo puede ser que, si Israel es el pueblo de Dios, pueda ser atacado en esta manera? ¿Cómo tengo que orar? se preguntan. ¿Cómo debo interceder? ¿Qué tiene que ver conmigo lo que está pasando allá? muchos de ustedes se preguntan.
Y veo una semilla, y esta semilla tiene que ver con el Génesis. Escucho la palabra «principio». Todo comenzó allí, dice el Señor. El Mesías nació allí, y murió allí. Pero no todo termina allí, porque hay muchos de ustedes que piensan que porque Jesús, el Hijo de Dios, el Salvador del mundo, nació en Israel y murió en Israel, allí se termina todo, y no hay que prestarle más atención a lo que sucede en esa tierra.
Yo veo un árbol. Es el olivo, y veo ese árbol que se seca, y al secarse han caído ramas de ese árbol, y cuando esas ramas cayeron, cuando ese árbol se secó, fueron otras ramas que la mano del Señor injertó. Veo la mano de Dios injertando nuevas ramas a ese olivo. Ustedes son las ramas injertadas a ese olivo, dice el Señor. Ustedes están bebiendo de la savia que corre en ese olivo. Ustedes se están alimentando de ese olivo que es Israel.
Yo veo candados en los corazones, candados cerrados en los corazones de mucho pueblo. Es un bloqueo para que no tengan la revelación del misterio de Israel en sus corazones. Yo veo a mucho pueblo que tiene vendas en los ojos para no ver la importancia de Israel en los tiempos proféticos que Dios estableció, para que no entiendan qué tiene que ver esta pieza del rompecabezas en el plan profético del Señor.
Pero, así como Pablo, en su momento Saulo, estaba cegado y no tenía la revelación del Mesías hasta que las escamas de sus ojos cayeron y pudo ver quién era el Salvador, y pudo reconocer a Jesús como el Hijo de Dios, así en este tiempo estoy quitando vendas de mi pueblo, dice el Señor, para que puedan entender cuál es su procedencia, cuál es la procedencia de ustedes.
Hijos de Abraham – ustedes son hijos de Abraham, dice el Señor, injertados en ese olivo por fe. Así como las ramas naturales, que son los judíos, fueron quitadas de ese árbol por incredulidad, así ustedes, gracias al lugar que ellos dejaron en ese árbol, gracias a su transgresión, ustedes fueron injertados en ese olivo por fe. Ellos fueron quitados por incredulidad, pero ustedes son injertados por fe.
Entiendan, hijitos. Entiendan que Yo vengo por un pueblo entendido, dice Jesús. Entiendan que Yo soy judío del linaje de David, judío de los judíos, que vine a este mundo para cumplir con la ley de Moisés cabal y completamente, y así liberar a mi pueblo de la esclavitud de esa ley para establecer un nuevo pacto en mi sangre.
Entiendan, hijos. Entiendan, dice Jesús, cuál es mi descendencia según la carne, porque en estos últimos tiempos les voy a revelar a mucho pueblo también cuál es su descendencia, porque llega la hora que se van a abrir muchos ojos y van a entender muchas cosas que antes no entendían, y el misterio de Israel y de los judíos será implantado en los corazones que estaban cerrados.
Entrará la verdad como río en tierra seca en esos corazones que estaban lejos del entendimiento de la Tierra Elegida, lejos del entendimiento de la Raíz Santa, y les haré entender. Y así como una vez coloqué mis leyes en los corazones, voy a colocar una revelación nueva, porque Yo soy la Semilla Santa, dice Jesús, del linaje escogido, elegido por el Dios de Israel, por el Dios de Abraham, de Isaac, y de Jacob, Dios que no ha desechado a su pueblo.
Sin embargo, dice el Señor, gran parte de mi propio pueblo sí, desecha a mi pueblo. El Espíritu me revela que gran parte de la iglesia del Señor Jesucristo, de los nacidos de nuevo por agua y por Espíritu, gran parte de los que estamos regenerados, desechan a los judíos, desprecian a los judíos, niegan que son el pueblo escogido por la misma mano del Señor, no entendiendo que cuando ustedes hacen eso, es como si me desecharan a mí, porque Yo vengo de la misma raíz.
Es que ocurrió endurecimiento en parte, me dice el Espíritu de Dios. Los corazones están duros y ahora no entienden, pero van a entender, y tienen vendas en los ojos, dice el Señor, hablando de gran parte del pueblo de los judíos, pero esas vendas van a caer.
Ahora no me pueden ver como el Mesías, dice Jesús, pero llegado el momento, lo van a hacer. Se les será revelado, dice el Señor, y todo Israel será salvo aquel día, y habrá fiesta en el cielo por lo que voy a hacer, porque será un milagro tan grande a los ojos del mundo, el día que los vuelva a injertar.
Abriré y rajaré el velo de sus corazones para entrar al lugar santísimo, y me sentaré en el trono de esos corazones y quebrantaré la piedra que los rodea. Haré ese milagro, hijos, ante los ojos del mundo, y muchos se van a maravillar, y todo Israel será salvo aquel día.
Por eso, entiendan, hijos, entiendan que cuando ustedes rechazan a mi pueblo, me rechazan a mí. Pídanme entendimiento, dice el Señor, entendimiento que ahora muchos de ustedes no tienen, porque voy a volver a injertar esas ramas desgajadas al olivo santo, porque ese olivo nunca fue desarraigado por completo, aunque fue castigado.
Hijitos, oren, oren por Israel. Oren, dice el Señor, para que los ojos de los judíos, que ahora están velados, se esclarezcan. Oren para que la luz del evangelio ilumine sus corazones. Oren, dice el Señor. Intercedan por ellos, porque Yo llamo a un pueblo entendido a interceder por este olivo.
Y cuando ustedes interceden por este olivo que ahora está seco, dice el Señor, deben entender que están intercediendo por ustedes mismos, porque ustedes mismos son parte de ese olivo. Y cuando ustedes interceden por ese olivo, dice el Señor, provocan que el tiempo y los plazos se cumplan en los tiempos que se tienen que cumplir. Es necesaria la intervención de los intercesores del reino, dice el Señor, para que cada pieza de ese rompecabezas esté donde tenga que estar y en la hora que tenga que estar.
En este momento los ojos del mundo miran hacia Israel. Todo el mundo opina sobre lo que pasa en Israel, pero no se dan cuenta del cuidado que tienen que tener cuando hablan sobre la niña de mis ojos, porque Israel es mi bebé, dice el Señor, y así como una madre no abandona a su bebé, así no lo he abandonado completamente, y el que toca a Israel toca a la niña de mi ojo.
Entiendan, hijitos, entiendan que estas cosas tienen que pasar. Entiendan que el enemigo ha entrado como río en la tierra de Israel, como aguas subterráneas que se mezclan en la tierra sin que uno se dé cuenta, despacito y con paciencia. Satanás entró en esa tierra para destruir a mucho pueblo, y mis ojos miran lo que pasa, dice el Señor, y mis ojos miran como ahora el mapa Israel está lleno de sangre. Y mis ojos miran, dice el Señor, buscando alrededor de la tierra cuáles son aquellos corazones que también sangran por el sufrimiento de mi tierra santa, cuáles son los vientres que se duelen, clamando, gimiendo, e intercediendo por esa tierra que le entregué a Abraham para siempre.
Yo veo una espada clavada en Israel, y el enemigo que entró como agua. Hijitos, oren, dice el Señor, oren para que sus ojos sean abiertos, oren para que Israel se despierte, oren, dice el Señor, porque lo que a ellos les pase va a determinar lo que a ustedes les pase. Y me vuelve a repetir que Israel es como un olivo a donde nosotros estamos injertados por fe.
Por lo tanto, lo que le pase a ese árbol nos va a afectar a nosotros, porque es un solo pueblo. Por lo tanto, dice el Señor, intercedan por ellos, para que hallen misericordia delante de mis ojos, para que los libre de la mano del enemigo y el pago no sea más alto del que debe ser.
Israel está distraído ahora, dice el Señor, dividido, ocupado en sus asuntos internos. Descuidó las fronteras, descuidó el aire, descuidó la tierra, descuidó el mar, peleándose entre ellos. Un reino dividido no puede permanecer. Oren para la unión, dice el Señor, y para que el enemigo no retarde los plazos en los que algunas cosas se tienen que cumplir. Oren, dice el Señor, porque aún hay un remanente allí, escogido por gracia, remanente que está haciendo su trabajo en esa tierra, remanente que mis ojos observan de cerca, dice el Señor.
Hay muchas cosas que ustedes no entienden, hay muchas cosas que ustedes no pueden ver, porque no son solo los judíos los que están cegados, los que no entendieron que el Mesías ya vino para establecer el reino de los cielos en la tierra, sino que el resto, mis hijos, también están cegados en el entendimiento de los últimos días, en el entendimiento de esta manzana de mis ojos, en el entendimiento de la descendencia por sangre. Mi pueblo también tiene las vendas en los ojos cuando de judíos se habla, pero les voy a hacer entender, dice el Señor, y les voy a revelar, y les voy a explicar los misterios que estaban escondidos para ustedes.
Hijitos, entiendan y pregúntenme todas las cosas para que les dé respuestas, para que les diga a dónde leer en la Palabra lo que me están preguntando. Mediten en la Palabra acerca de estas cosas y pídanme no solo revelación, sino un equilibrio en el entendimiento de las cosas espirituales, porque muchos de ustedes tienen miedo de entender, tienen miedo de ver, y piensan que si se meten a investigar sobre ciertas cosas, eso es igual a meterse en una religión nueva.
No, no los estoy llamando a colocarse esposas en sus muñecas, no los estoy llamando esclavizarse, dice el Señor. Los estoy llamando a entender qué tiene que ver Israel y el pueblo de los judíos en los acontecimientos de los últimos días. Los estoy llamando a ver a esa nación como un reloj donde corren los segundos, los minutos, y las horas.
Los estoy llamando a ver que lo que pase allí, en el corazón del mundo, en el centro de todas las cosas, va a afectar al resto de la tierra, incluyéndolos a ustedes, y primeramente a ustedes, porque están ligados íntimamente a ese árbol. Si la tierra se sacude debajo de ese árbol, ustedes también van a ser sacudidos. Y si el sol sale para ese árbol, ustedes también van a ser iluminados. Y si la lluvia cae en sus hojas, ustedes también la van a recibir, porque primero fueron ellos, y últimos van a ser ellos, mis escogidos, para demostrar mi gloria y mi poder en ellos, para mostrar al resto del mundo un ejemplo.
Hay muchas profecías que tienen que cumplirse, dice el Señor, y que tienen que ver con el pueblo de Israel. Posen sus ojos hacia el este y observen lo que voy a hacer. Miren hacia allá y no se hagan los distraídos, porque todo lo que pase allá les va a pasar simultáneamente a ustedes en lo espiritual. Cuando Israel sea atacado, ustedes mismos se van a sentir atacados. Cuando Israel se goce, ustedes mismos se van a gozar. Abran los ojos y sean curiosos, en un buen sentido, de las cosas espirituales que están conectadas, porque no están ajenos a lo que sucede en Israel.
Yo escucho a Jesús que vuelve a repetir: Yo soy el judío de los judíos, el linaje santo, la raíz de David. Yo nací en Israel humildemente, Yo caminé en esa tierra, cumplí mi ministerio en esa tierra, recorriendo los distintos lugares de Israel, y entregué mi vida en Jerusalén.
Mis ojos están sobre Israel. Mi corazón late por Israel. Mis entrañas se duelen con Israel cuando tiene que ser castigado, cuando tiene que ser corregido, cuando sufre, cuando llora. Mis oídos escuchan a Israel cuando clama y se arrepiente, y estoy colocando este amor por él en mi pueblo escogido.
Estoy colocando esta semilla de amor de intercesión, pero también de dolor, en mi congregación de los santos, para que cuando Yo llore por Israel, por mi hijo rebelde, ustedes también lloren conmigo, para que cuando Yo sonría por un hijo que vuelve a mis brazos, ustedes también sonrían, para que cuando Israel clame por salvación, cuando se esté hundiendo en las aguas, ustedes también clamen por salvación.
Hijitos, entiendan que Israel es mi hijo, que salió de mis entrañas. Yo mismo lo creé, Yo mismo posé mi mano sobre esa tierra, que le entregué a los padres eternamente y para siempre. Entiendan que de generación en generación fui tratando con este pueblo insensato y rebelde, pero nunca dejé de amarlo.
Duélanse con ellos, dice el Señor, pero también sonríanse con ellos. Vuélvanse amigos de Israel y no enemigos, porque el enemigo ciertamente quiere eliminar todo lo que tenga que ver con mi historia, dice Jesús. El enemigo quiere borrar todo lo que tenga que ver con mi nombre, dice el Salvador, y si pudiera ejecutar hasta el último judío, lo haría en un segundo y sin pensar.
Y veo a los enemigos de Israel rodeándolo como aguas que vienen desde afuera, todas juntas hacia adentro, como perros, como perros todo alrededor de sus fronteras, como perros rabiosos, deseosos de comer sus carnes para que solo queden huesos muertos. Esto es espiritual, primeramente, me dice el Señor. Es Satanás que envía a sus ejércitos a comer las carnes de mi hijo. Por eso entiendan, hijitos, que deben levantar bandera por Israel. Deben entender este misterio para participar en mi plan profético de los últimos días.
Ustedes son una pieza de este rompecabezas, y si los míos no intercedieran por el papel de Israel en los últimos días, las cosas se retardarían, las cosas se complicarían, porque ciertamente tengo un plan, un plan que no ha terminado, un plan que está en desarrollo, un plan de restauración de todas las cosas. E Israel es una pieza fundamental, como si fuera la piedra angular del edificio que representa el plan de los últimos días. Si Yo quitara esa piedra, ese edificio caería completamente.
Yo veo a Josué cuando tenía que cruzar el río Jordán. El Señor le dijo: Esfuérzate y sé valiente, y Yo estaré contigo. Muchos en los próximos días, en los próximos años, van a cruzar ese río y van a salir de las tierras donde ahora están para ir a vivir a la tierra prometida, la tierra a donde fluye leche y miel. Aún falta que mucho pueblo retorne a la tierra prometida.
Israel recién es como un gigante que se está levantando, que se está formando. No está completo el número de sus habitantes todavía. Hay mucho pueblo judío que aún está disperso en todo el mundo. Y me dice el Espíritu de Dios por revelación que los brazos de este gigante aún no están formados, que el pecho todavía no está terminado, que aún falta erigirse este gigante espiritual. Y cuando los judíos terminen de volver a su tierra, este hombre estará listo para enfrentarse a las naciones de la tierra como nunca antes.
Mucho pueblo en los próximos años va a cruzar ese río como lo hizo Josué, y Dios los va a llamar a salir de Egipto, que representa la nación donde ahora están viviendo, cruzar no solo el Mar Rojo, sino también ese río. Después de pasar ese desierto de esa transición de dejar sus tierras, el Señor los va a llamar a cruzar ese río para pisar en la tierra prometida.
Aún falta que mucho pueblo vuelva, me dice el Señor. Es el retorno prometido. Es el cumplimiento de la palabra profética más segura. Estoy llamando a mis hijos, y mi voz resuena en toda la tierra desde Israel para que vuelvan, y sus corazones no se van a poder resistir, dice el Señor, porque para cuando esto pase, ellos ya van a tener una sensación de pertenencia a ese lugar. No van a poder resistirse a este llamado, porque van a sentir que Israel es su tierra, y no donde ahora están. Será un gran éxodo de todas las naciones hacia el centro del mundo, que es Israel.
Dios nos dice que también intercedamos por eso, que oremos por eso, para que les sea concedida la revelación a quien se la tenga que conceder. Pero estas personas sentirán en sus corazones este llamado como, «Hijo, ven. Hijo, te estoy llamando para que vengas, cruces ese río, y tomes la tierra prometida, la tierra de Abraham de Isaac y de Jacob.» Y así, esa pieza del rompecabezas se va a completar, y sucederá lo que tenga que suceder.
Israel es la copa de tropiezo para todas las naciones. Los ojos del mundo van a mirar y seguirán mirando a Israel, y todos hablarán de lo que voy a hacer y dejar de hacer. Nadie puede dejar de mirar a Israel, porque mi mano está allí. Mucho menos tienen que dejar de mirar ustedes, dice el Señor, porque hasta el mundo se da cuenta que es un lugar especial, pero mis hijos no.
Voy a sacudir a este pueblo. Yo veo un terremoto en Israel, un sacudimiento de la tierra. Estoy sacudiendo, dice el Señor, esta copa, para movilizar muchas cosas, y no hay ninguna casualidad. No hay nada que pase al azar, porque sí, todo está en mis manos. Y si Yo le he abierto la puerta del enemigo, es para que sus corazones se vuelvan a mí, para que salgan de la distracción donde están, para que reaccionen y entiendan que la letra muerta no los va a salvar, para que levanten sus ojos al cielo y me pregunten, «Dios, Señor, ¿qué pasa? ¿Qué está pasando? ¿Por qué permites esto en nuestra tierra? ¿Por qué nos dejas ahogarnos así?»
Tal vez así pueda revelarme a muchos, dice Jesús, para que tal vez a través de esa desesperación realmente me busquen y no solo sigan religiones vacías, costumbres de hombres que nada aprovechan, para que tal vez así se den cuenta de que están ciegos, sordos, imposibilitados, como paralíticos espirituales, y clamen a mí. Porque si mi pueblo se arrepintiera, dice el libro de Crónicas, y clamaran a mí, Yo respondería.
Oren por eso, hijitos, dice el Señor, para que no clamen a los políticos, ni pongan su confianza en sus sistemas de defensas, porque si no es por mi Espíritu, ningún hombre encontrará la protección en ninguna otra fuerza. Oren, dice el Señor, para que el escudo espiritual que ahora fue quitado momentáneamente se vuelva a colocar sobre los cielos de Israel, y para que el hombre entienda que si Yo no defiendo a una tierra, nada la puede defender.
Este sacudimiento que Israel está sufriendo en este tiempo sirve también para que se vuelvan a mirar a los ojos los unos a los otros y se den cuenta que se están atacando a ellos mismos y se arrepientan de pecar contra el hermano. Oren por unión entre los ciudadanos israelíes. Oren para que se conecten entre ellos, porque un ejército dividido no puede tener la victoria.
Yo no solo estoy mirando lo que sucede allí, sobre cómo reaccionan los ciudadanos israelíes, sino que estoy mirando cómo reacciona mi pueblo alrededor del mundo sobre lo que está pasando ahora, si son una pieza más que maldice a mi tierra elegida y bendice a sus enemigos, o si se alinean a mi plan profético.
Este es el pan que hoy quiero darles de comer, dice el Señor, un pan de entendimiento, porque ustedes dicen, «¿Qué tienen que ver, que tienen que ver los judíos conmigo? ¿Qué tiene que ver Israel, que está tan lejos de mí?» especialmente para nosotros, los que habitamos en otros continentes. Pero en lo espiritual no hay distancias, y ustedes también son hijos de Abraham, dice el Señor.
Así que oren, hijitos, y mediten en estas cosas, para que mucha ceguera que mi pueblo sufre hoy sobre esta pieza fundamental del rompecabezas sea sanada. Y así como Saulo en su momento finalmente pudo ver y reconocer al Señor Jesús como el Mesías, también las escamas de sus ojos puedan caer y reconocerme íntegramente, y entender mi plan de principio a fin.
A Israel vine, dice el Señor, y a Israel voy a volver. Y allí desde donde mis pies se levantaron, se van a volver a apoyar. Entienden que no es otra nación de la tierra la que elegí para posar nuevamente mis pies. Es allí, donde todo se originó y donde todo se va a desarrollar, hasta el cumplimiento de todas las cosas.
Israel es como una guía profética para mi pueblo en todo el mundo, y tienen que fijarse cuando cada profecía bíblica se va cumpliendo que tiene que ver con ese lugar, para entender en qué tiempo se están caminando, para entender los tiempos que están pasando ahora, para entender en qué lugar del tiempo profético se encuentran ustedes. Tienen que comparar lo que está escrito con lo que está sucediendo allá.
De lo contrario, cuando pase lo más grave que tenga que pasar, donde todos los ojos de todo el mundo van a mirar hacia ese lugar, los míos no van a entender lo que sucede y no van a saber cómo reaccionar, porque esquivaron este tema, porque no entendieron, porque fueron ignorantes, y mi pueblo perece por falta de conocimiento y va a seguir pereciendo. Así que el que escuche entienda lo que el Espíritu del Señor dice hoy.
Amen. Aleluya. Gracias, Señor. Santo eres, santo eres, Señor, bendito Rey. Hosana el que viene en el nombre del Señor. Hosana en las alturas. El que vendrá con millares de ángeles y a una voz llamará a Sus escogidos de los cuatro vientos de la tierra para reunirse con el majestuoso, con el Salvador de judíos, pero también de gentiles, con el Creador, que de ambos hizo uno. Aleluya. Alabado sea el Señor, el Dios de Israel. Amén.
Alabamos y bendecimos al Señor por esta palabra profética. Escudriñen las Escrituras para comparar todo lo hablado, inspirado por el Espíritu Santo hoy, con lo que Dios dejó escrito, pidiéndole al Espíritu de Dios entendimiento sobre estas cosas, pero más que nada sobre el misterio de Israel y del pueblo judío, y qué tiene que ver eso con ustedes, con sus vidas y con los últimos días.
No se dejen engañar. Antes de decidir ir por la izquierda o por la derecha, hablando sobre estas cosas y sobre toda enseñanza que se imparte sobre este tema, primeramente sean como los bereanos, que escudriñaban las Escrituras para ver si lo que se les enseñaba era cierto o no.
Y en segundo lugar, dice la Biblia, los que son hijos de Dios son los guiados por el Espíritu de Dios, y que el Espíritu de Dios nos enseñaría todas las cosas. Pidan discernimiento, porque el diablo quiere que el pueblo del Señor odie a la tierra elegida por Dios y al pueblo elegido por Dios, y que, en vez de bendecirlos, como dice la Biblia – «Bendeciré a los que te bendijeren y a los que te maldijeren maldeciré, y serán benditas en ti todas las familias de la tierra», le dijo Dios a Abram en Génesis 12:1-3 – los maldicen.
Satanás no quiere que tus ojos sean abiertos; no quiere que seas bendecido por causa de bendecir a la descendencia de Abraham. Satanás quiere que caigas en la misma trampa que caen los pueblos, las naciones, los líderes, que lo han hecho a lo largo de toda la historia: de odiar, rechazar, reprimir, maldecir, y maltratar a este olivo que Dios plantó.
Tengan cuidado cómo hablan sobre la gente que está marcada por el Señor, porque si quieren ser bendecidos, tienen que bendecirlos, me dice el Señor, y si quieren ser malditos, tienen que maldecirlos. Ustedes eligen. Así que guarden estas cosas en sus corazones, meditándolas, especialmente en este tiempo y en el que viene, prestando atención, pero también eligiendo el pan que van a comer.
Damos gracias al Señor. Que el Padre traiga revelación sobre toda esta palabra implantada hoy. Padre, abre los ojos de tu pueblo ahora. Yo veo que muchos corazones hoy han recibido esta palabra y han recibido un entendimiento que antes no tenían. Han recibido un sentimiento por Israel y el pueblo de Dios que antes no tenían. Han recibido un interés, como una luz que se enciende en el entendimiento sobre este reloj profético de Dios. Han recibido una unción para interceder por lo que Dios ha hablado hoy, que antes no tenían.
Aleluya. Gracias, Señor, por eso. Yo bendigo a todo aquel que mira y escucha, y imparto todo lo que Dios colocó en mí cuando estuve en Israel, cuando caminé en esa tierra. Todo el entendimiento que Dios abrió en mí, lo imparto ahora a todo aquel que abra su corazón como una flor para recibir el sol, en el nombre de Jesús.
Ese regalo que Dios me dio a mí y no lo esperaba, pero recibí con alegría – el regalo de sentir lo que Él siente por la manzana de Sus ojos – lo imparto ahora a todo aquel que lo quiera recibir, en el nombre de Jesús. Bendice, Padre, a todos los que Te obedecen, porque es un mandato en tu Palabra que oremos por la paz en Jerusalén. Bendice, Señor, a los que bendicen a lo que elegiste. ¿Y quién puede decirte qué tenés que elegir o dejar de elegir? Padre de la gloria.
Yo corto ahora toda esposa espiritual para que no trabajes con tus manos y no bendigas a Israel con lo que Dios te está llamando a bendecirlo. Yo misma ahora quito vendas de los ojos que estaban vendados sobre la revelación de Israel, como dijo Pablo, que quería que entendamos este misterio.
Gloria a Dios, porque veo corazones que se encienden, corazones que se ablandan, y corazones que se arrepienten por haber hablado lo que no entendían, por haber dicho lo que no convenía sobre este tema. Hoy son lavadas bocas que pronunciaron palabras de maldición contra los judíos, que hicieron chistes diabólicos sobre el pueblo judío, que participaron en conversaciones que no convienen y que no vienen del pensamiento del Señor sobre lo que Él nos ha ministrado hoy.
Gracias, Señor, porque muchos están siendo lavados ahora a través de ese arrepentimiento por la revelación que trajiste en este tiempo. Te alabamos y Te pedimos que sigas abriéndonos la puerta de par en par para que podamos entrar y entender paso a paso, cabalmente, lo que significan estas cosas para Ti y no para los hombres.
En el nombre de Cristo Jesús, amén.