Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último, el origen de todas las cosas, lo que le da sentido a toda la creación. Yo soy el Resucitado, Yo soy la Palabra viva y eficaz que cuando entra en los corazones divide los pensamientos, trae claridad, responde, levanta lo que estaba caído, refuerza lo que estaba debilitado. Yo soy la Palabra viva que cuando ingresa en los corazones trae luz a donde había tinieblas.
Yo soy la vida, Yo soy el camino, Yo soy la verdad que abre los ojos al que estaba ciego. Yo soy el pan de vida, dice Jesús. Yo soy el que rescata al perdido. Yo soy el que busca a la oveja que se perdió. Yo soy el que se preocupa por los descarriados, por los que se desvían, por los que se olvidan de la revelación de mí. Yo soy el que golpea la puerta y entra en todo aquel que decida abrirme.
Yo soy el Señor. Yo soy el Rey que gobierna en aquellos corazones que se disponen a ser gobernados. Yo soy el regalo perfecto para aquellos que deciden creer en mi nombre. Soy Jesús, el Hijo de Dios, el inmaculado, cuyas vestiduras son resplandecientes más que la luz del sol, más que la nieve cuando se mira a través de sus rayos.
Oh, hijitos, ¿encontraré fe cuando regrese? dice el Señor. Porque estoy probando a muchos de muchas maneras, y estoy despojando a muchos de todo aquello que los ataba, de todo aquello a lo que estaban apegados, porque los quiero libres, hijitos, libres para ser dignos de mí, libres para seguirme hasta el fin, como Yo estoy con ustedes hasta el fin.
Hijitos, entiendan quién soy Yo, dice el Señor Jesús, el Salvador de las almas descarriladas, el que mira desde lo alto hacia el mundo, buscando cuáles de todas esas almas que están enlodadas sin esperanza y sin rescate deciden aceptar mi ayuda para que la saque de ahí. Yo soy el misericordioso, dice Jesús, que por amor entregué mi cuerpo por completo y no solo una parte por aquellos que abren sus corazones para recibir la verdad del evangelio de la vida.
Hijitos, no se olviden quién soy Yo, dice el Señor. No se olviden de ese primer amor que sintieron por mí cuando me encontraron, cuando me conocieron, cuando me revelé a ustedes. Hijitos, sean conscientes de quién es su Creador. Conozcan a su Redentor, porque vienen tiempos difíciles, hijos.
Todo se va a sacudir bajo sus pies, y cuando sientan la tierra temblar, y cuando vean todo caer a su alrededor, y cuando vean las rodillas de muchos flaquear, deberán aferrarse a esa conciencia de saber quién soy Yo, porque la única mano que los puede rescatar de las cosas que vienen soy Yo, dice el Señor, y si no se toman fuertemente de mí, por más que se tomen de mil hombres, ellos no los van a poder sostener.
Oh, amados míos, la tierra se va a sacudir como un borracho. Las naciones gritarán del dolor, de la desesperación, del miedo. Gentes correrán de aquí para allá, gritando por socorro, pidiendo salvación, y allí, en medio de esa desesperación estarán ustedes, mis hijos amados, como luz que alumbra en el medio de las tinieblas que van creciendo sobre el mundo.
Hijitos, tengan esperanza, dice el Señor, porque aquí estoy. Aquí he estado y aquí permaneceré, parado firme al lado de ustedes, aunque no me puedan ver, porque es por fe y no por vista que quiero que me sigan, como sabiendo que estoy ahí, pero sin verme, como creyéndome lo que les hablo, aunque aún no se concrete lo que les estoy diciendo.
Amados míos, párense firmes sobre la única roca que va a quedar en pie cuando todas las cosas sean conmovidas, porque no va a quedar nada alrededor de ustedes. Lo único que va a permanecer en sus vidas soy Yo, porque Yo soy el único que no abandona, Yo soy el único que no deserta, Yo soy el único que no es un cobarde que abandona cuando el mal viene a los que ama, dice Jesús.
Yo no me muevo. Soy inamovible, dice el Señor. Yo no me muevo de al lado de aquellos que se abrazan a mí como única columna. De mí no tienen que dudar, dice Jesús, porque siempre voy a estar. De mí no tienen que desconfiar, dice el Señor, porque nunca los voy a traicionar, porque mi sangre corrió por los agujeros de los clavos, de tanto que los amo.
Hijitos, no duden. No duden, porque viene sacudimiento, viene terror de las naciones, viene lo impensado, vienen catástrofes sin igual. Las van a poder ver a través de la ventana de sus casas, dice el Señor. Van a poder oler el polvo de los terremotos en sus propias ciudades. Van a poder escuchar los gritos de los que están temiendo las cosas que se van a dar en la tierra.
Ustedes van a presenciar, dice el Señor, como el fuego de la prueba se eleva, sube, se incrementa, y aquellos que no son míos ciertamente se van a quemar, pero los que me pertenecen van a salir airosos de estas cosas y mejores en carácter, más humildes, más entregados, porque de esa manera los voy a refinar.
Oh, hijitos, no pierdan la fe, dice el Señor. No pierdan la esperanza. Confíen en mí, en que por algo tiene que ser así. No es necesario entender todo lo que pasa para creer que igualmente los estoy amando, que igualmente los estoy cuidando. Estén firmes y preparados, porque se viene el sacudón y voy a probar a muchos.
Algunos van a tropezar, dice el Señor, pero luego se van a levantar. Como cuando la tierra se sacude debajo de sus pies y la persona se cae, pero después se levanta y sigue de pie, así van a reaccionar muchos, dice el Señor. Van a sentirse débiles en el momento, pero si mantienen la mirada firme en mí, Yo los voy a ayudar a levantarse.
Otros van a aprovechar esas pruebas, esas catástrofes, esos sacudones, no solamente para sobrevivir y para mantenerse de pie, sino para ayudar a los demás. Van a ser instrumentos útiles en medio de estas cosas.
Pero también van a ver desertores, hijitos. También van a estar los que se enfríen por causa de estas cosas, porque la fe sale a pasearse cuando las cosas andan mal. En el medio de la aflicción, allí es donde el brillo de este oro preciado que es la fe se nota con más facilidad.
Tengan esperanza, repite el Señor, y no flaqueen, porque estoy con ustedes. Les tomo las manos y los sostengo. Si ustedes se apoyan solamente en el hombre, dice el Señor, van a haber momentos donde se sientan solos, donde no resistan, porque el hombre es débil, aunque quiere ayudar. Pero si ustedes se toman de mí, van a tener una roca fuerte que nunca se destruye, que nunca se quiebra, que nunca se desgasta.
Entienden, hijitos, que solo Yo voy a permanecer para siempre al lado de ustedes si ustedes me aceptan y me reciben. Por eso sean gozosos, dice el Señor, estén alegres y contentos, porque tienen un regalo, repite el Señor, el regalo de la salvación, el regalo de tener a un Rey que es justo, el regalo de tener a un amigo fiel.
Alégrense, dice el Señor, aunque sus corazones se desmayen. Alégrense, porque Yo estoy ahí para llorar con ustedes, porque cuando ustedes sufren, Yo también sufro, dice Jesús, y cuando ustedes sonríen, mi corazón se alegra. No solamente estoy ahí para acompañarlos, dice Jesús, sino que estoy ahí para sufrir juntos y para alegrarnos juntos.
Estoy ahí para decirles que sigan adelante cuando piensan que no dan más. Estoy ahí para guiarlos cuando no sepan para dónde tienen que ir. Estoy ahí para levantarles el mentón cuando se sientan cabizbajos. Estoy ahí para limpiarles las lágrimas cuando corran por sus mejillas. Estoy ahí. Estoy ahí para poner mi mano en su pecho para transmitirles consuelo y calor. Estoy ahí, hijitos.
Pongan su mirada en las cosas celestiales cuando estén siendo pasados por el fuego de la prueba. Entre todas las cosas que van a tener que soportar, si no aprenden a mirar para arriba, se van a desmayar, dice el Señor. Porque el que mira para abajo no tiene esperanza de lo que va a venir y no se imagina lo que le espera cuando pase todo ese mal.
Pero el que mira para arriba, el que sabe que hay una patria celestial que le pertenece, que es coheredero de las cosas celestiales junto conmigo, eso lo alienta y lo ayuda a resistir, porque sabe que lo que le pasa es solamente temporal, es pasajero, es efímero, y no dura nada a comparación de la eternidad.
Entienden, hijitos, que las cosas tienen que ser así. Entiendan que tengo que preparar a mi pueblo para que cuando venga y los arrebate juntamente adonde Yo estoy, ya tienen que haber sido perfeccionados, ya tienen que haber sido lavados, ya tienen que haber sido justificados, ya tienen que haber sido probados de distintas maneras para ver si realmente son merecedores de la gracia eterna. Confíen en mí, dice el Señor, y no en lo que les dice el hombre, porque el hombre les miente, pero Yo no.
Tienen que preguntarse en sus corazones, dice el Señor. ¿Cuáles son las cosas que estoy dispuesto a hacer por causa del reino de los cielos, para ser digno de entrar allí? ¿Cuáles son las cosas que estoy dispuesto a dejar de hacer para que mi Señor me encuentre digno de entrar en esas bodas? ¿Cuáles son esas personas a las cuales estoy dispuesto a renunciar, si fuera necesario, para seguir a mi Maestro? ¿Hasta dónde podría renunciar a mi vida, a lo que tengo, a mi familia, a mis seres queridos? ¿Hasta dónde podría llegar por causa de mi amor por Jesús?
Pregúntense y escudriñen sus corazones, dice el Señor, a ustedes mismos, como cuando uno hace un interrogatorio a otra persona, pero haciéndolo hacia ustedes mismos, dice el Señor. ¿Cuáles son esas cosas que me atan y que no me permiten estar listo para, si fuera necesario hoy mismo, entregar mi vida a Dios? Porque hay muchos de ustedes que, si Yo viniera hoy, dice Jesús, no estarían dispuestos a soltar lo que tienen. No estarían libres para ser levantados.
Por eso estoy probando a muchos, dice el Señor, y estoy despojando a muchos, no solo de sus pertenencias, sino de cualquier cosa que venga antes que mi en valor ante sus ojos. Estoy destruyendo ídolos para prepararlos, para que solo me sirvan a mí, porque muchos de ustedes no pueden levantarse y ser completamente libres para dejarse llevar por el viento del Espíritu Santo porque tienen cosas pesadas que los atan. No están listos, y si Yo volviera hoy y los llamara por sus nombres, estarían dispuestos a irse conmigo, pero no podrían elevarse de tan pesados que estarían.
Por eso, dice el Señor, renuncien a su pasado, pero también renuncien a su presente. Renuncien a ustedes mismos. Renuncien a toda carga. Dejen atrás sus deseos, dice el Señor, para cumplir con los míos. También renuncien a ese futuro que sueñan muchos, para poder soñar con un futuro en mí, porque voy a demandarles todo, dice Jesús. Y al que dice que me ama, voy a ver hasta donde; y al que dice que quiere seguirme, realmente voy a probar si es así; y al que tenga mucho, le voy a demandar todo, porque voy a sacarle el brillo a mis piedras preciosas.
Por eso tienen que estar listos, dice el Señor, pero muchos hoy no lo están. Dicen que me siguen, pero me siguen la mitad, y la otra mitad se siguen a ellos mismos. Dicen que me aman, pero el amor se mide en la obediencia, porque el que me ama me obedece. Dicen que están dispuestos a todo por causa de mí, pero cuando les pido aquello que les duele, que no quieren soltar, entonces dicen, «No. Ah, no. Eso no. Te doy todo, pero eso no. Renuncio a todo, menos a eso.»
Pregúntense, repite el Señor, y miren a su alrededor. ¿Cuáles son esas cosas que no están dispuestos a renunciar para servirme? Porque estoy hablando a muchos corazones, indicándoles qué es aquello que tienen que soltar, pero aún así hay muchos que se mantienen agarrados de esas cosas que tienen miedo de soltar. No tienen puesta la vista en mis cosas, en mis intereses, dice el Señor, sino en los de ellos mismos.
Se engañan muchas veces, creyendo que hasta ahí está todo bien, y por eso muchos de ustedes se sienten estancados, dice el Señor, porque me piden avanzar, me piden movimientos, me piden cambios, me piden novedades. Me dicen, «Señor, quiero servirte. ¿Por qué está todo tan tranquilo en mi vida? ¿Por qué no pasa nada?»
Y resulta que cuando les indico cuál es el problema por el cual están quedados, y les indico cuáles son las piedras del camino que tienen que sacar para no sentirse trabados, entonces me cierran la puerta, como cuando un paciente consulta con el médico para que lo sane de su enfermedad, pero cuando el doctor va a operarlo en ese quirófano, el paciente sale corriendo y dice, «No, mejor no, porque me va doler. No estoy dispuesto a sufrir de esa manera.» Y entonces se queda como está, o empeora.
Así son muchas veces muchos de los míos que me piden algo, pero cuando les doy la solución a ese problema, no están dispuestos a obedecer, ni a renunciar a lo que ellos quieren. Eso no es seguirme, dice el Señor. Eso es seguirse a ellos mismos.
Hijos, estén listos, porque para poder ser dignos de escapar de ciertas cosas que vienen a la tierra, tienen que estar dispuestos a obedecer los consejos que les voy a dar. A muchos les estoy indicando que se muden de ciudades. A muchos les estoy indicando que cierren negocios. A muchos les estoy indicando que es tiempo de cortar lazos familiares.
A muchos de ustedes les estoy dando distintos tipos de indicaciones, previendo las cosas que van a venir en distintas partes del mundo y para que puedan escapar de ellas, sabiendo que si responden a ese llamado se van a poder salvar de muchas cosas que vienen.
Sin embargo, aún así no responden, dice el Señor. Prefieren tomar decisiones propias. Prefieren decidir y quedarse a donde se sienten seguros. Prefieren aferrarse a cosas que les estoy pidiendo que suelten, o personas que les estoy pidiendo que dejen ir. Y después, cuando venga el aluvión, cuando venga el tsunami, cuando venga el tornado o el sacudimiento, me van a preguntar, «¿Por qué, Señor, me dejaste acá?»
Yo me ocupo de los míos, dice el Señor, pero tienen que escuchar las alertas que estoy dando a mi pueblo y responder a ellas con inteligencia y rapidez, porque estoy alertando, dice el Señor. Y estoy haciendo sonar la alarma en todo el mundo de distintas maneras, colocando aún hasta señales en el cielo y en la tierra, dando sueños, visiones, profecías, hablándoles a través de ángeles y de distintas maneras. Pero muchos de mi pueblo no reaccionan.
Sean ustedes rápidos para responder, dice el Señor. Velen, aún cuando duerman. No se aferren a nada, no tengan apego a nadie, porque cuando ustedes se apegan a alguien, no pueden permanecer en la vid al mismo tiempo, porque la uva que se apega a otro tipo de árbol no puede permanecer al mismo tiempo en mí.
Oh hijitos, estén listos, dice el Señor, no para mucho tiempo más, sino para hoy. Estén listos y preparen sus corazones y acepten, digieran, entiendan lo que se viene al mundo, lo que estoy hablando por muchas bocas. Créanme, porque mucho pueblo dice, «No es para ahora. Es para después. No es para donde estoy yo ahora. Es para otro lugar. A mí eso no me va pasar, porque soy justo.»
Pero es que hasta los justos están siendo probados y van a ser probados para ver si son dignos de merecerse un reino incorruptible, para ver si son incorruptibles, para ver si a pesar de pasar por tentaciones en pruebas, en necesidades, en despechos, en traiciones, en desamores, en soledades, y muchas cosas más, aún permanecen íntegros. Se viene la prueba de Job para mucho pueblo, porque los buenos también van a ser probados, dice el Señor.
¿Están listos? pregunta el Señor. ¿A cuánto de lo que tienes estás dispuesto a renunciar para poder tocar mis vestiduras? ¿Cuál es el rostro más importante que quisieras mirar si tuvieras que elegir? ¿Es el rostro de tus hijos, o es el mío? ¿Cuál es el que más deseas mirar? dice el Señor. ¿Cuáles son los ojos en donde te gustaría perderte por un rato? ¿Son los ojos de tu esposo, o son mis ojos? dice Jesús.
¿Pusiste en la balanza qué es lo que más te importa? ¿Es tu trabajo en el mundo, o soy Yo, tu Salvador que di mi vida por vos en esa cruz? ¿Qué es lo que más te importa? te pregunta el Señor. ¿Recibir mi abrazo, mi bendición cuando termines el camino victorioso, o el abrazo y la bendición de los hombres? ¿Cuál es el reconocimiento más importante para vos? dice el Señor. ¿El que Yo te quiero dar cuando te coloque la corona de la vida, o los títulos que te dan los hombres en las congregaciones?
¿Qué es lo que pesa más en tu balanza? dice el Señor. ¿Son tus mascotas? ¿Tus cachorros pesan más que la vida eterna? dice el Señor. ¿Vale más un auto de lujo que las mansiones que tengo preparadas para vos en el reino de los cielos?
Hay una riqueza inimaginable preparada para los que renuncien a todo por amor a mí. No hay mente que pueda imaginar, salvo que Yo decida revelárselo, lo que he preparado para aquellos que renuncien a todo lo que tienen, a todo lo que aman, y aún hasta a sus vidas si Yo lo demandara. No pueden imaginarse, hijitos, cuanto más pesa lo que tengo listo para ustedes. ¡Si tan solo pusieran sus corazones en ese lado de la balanza!
Mediten y escudriñen sus corazones para encontrar cualquier cosa en sus vidas que pese más que seguirme a mí. ¿Es el quedar bien con los hombres? ¿Es ser aceptado por tu familia? ¿Es encontrar una pareja que te importa más que Yo? ¿Es un ascenso en tu trabajo que te da más valor que el que te di en la cruz? ¿Qué es? pregunta el Señor. Porque lo que sea que encuentres como un ídolo en tu vida, lo quiero destruir.
Demando el 100% de tu vida, dice el Señor. Demando el 100% de tus finanzas. Demando el 100% de tu cuerpo. Demando el 100% de tus pensamientos y de tu corazón. Demando el 100% de tu amor. Sacrificio completo, agradable, perfumado para mí, porque Yo no di solamente una mano por ti, no entregué una pierna y la otra no, sino que me di por completo para que puedas vivir y ser coheredero conmigo en el reino de los cielos.
Todo lo que se interponga entre nosotros, dice el Señor, te voy a demandar que lo quites de en medio. Todo lo que no me permita acercarme a vos, quiero que lo corras de ahí, pero no para que sufras, sino para poder tocarte, para estar cerca, juntos, más que antes, para que me puedas conocer más, para que me puedas entender, para que confíes en mí, para que creas más en mí.
Quiero el 100%, dice el Señor, para cuando Yo vuelva en las nubes y llame a los míos a levantarse, cuando venga con mis ángeles a arrebatar, me voy a llevar a los que ya estén listos. Pero van a haber algunos que se van a querer levantar como un pájaro que quiere volar, pero se va a dar cuenta que no puede porque hay un grillete en una de sus patas que lo ata a la tierra.
Así están ahora muchos de ustedes, dice el Señor, y en este tiempo estoy revelando y voy a revelar por qué muchos de ustedes tienen ese grillete que ata esa pata a la tierra. Como un pájaro que quiere volar, pero ni siquiera se da cuenta que está atado, así están muchos de ustedes, dice el Señor.
Lo que pasa es que quieren seguirme, pero sin dejar atrás lo que tienen que dejar atrás. Quieren seguirme, pero primero cumplir sus deseos, como aquel joven que le dijo al Señor, «Señor, déjame primero que vaya a enterrar a mi padre. Primero quiero casarme y tener una familia e hijos, y después Te sigo, Señor. Primero quiero cumplir con este sueño y después Te escucho, Señor». Y así, muchos no están listos para seguirme.
Cuando venga, quiero encontrarlos listos, dice el Señor, porque solo los libres van a elevarse conmigo. Solo los que tengan al resto de las cosas como basura comparándolas con mi gloria serán levantados y llevados al reino eterno.
¿Qué es, pregunta el Señor Jesús, lo que te ata? ¿Qué es lo que te detiene? ¿Es una novia que no te conviene? ¿Le estás obedeciendo más a los hombres que a mí voz? ¿Qué es? te pregunta el Señor. ¿Es acaso lo que estás estudiando y que nunca me consultaste? ¿Es el entretenimiento que no te deja tiempo para poder ir detrás de mí?
¿Qué es, pregunta Jesús, lo que te detiene? ¿Es la vanidad que te cautivó? ¿Son las pertenencias que te hacen sentir seguro? ¿Qué es más valioso que seguir a aquel que te salvó del pozo? ¿Acaso esas cosas pueden darte la vida eterna? dice el Señor. Cosas que no van a permanecer para siempre, cosas que no son eternas.
¿Estás listo? pregunta Jesús. Porque si no, comienza a soltar lo que te pido que sueltes. Deja volar si tú quieres volar. Mírame a mí en vez de mirar hacia afuera. Decídete, dice el Señor, y toma ese paso de fe.
Noelia: Estoy viendo a alguien que soñó que tenía miedo de dar un paso hacia adelante porque no había nada debajo de sus pies. Es el Señor, llamándote a dar un paso de fe.
Vivan por fe, dice el Señor, y de esa manera estarán listos, no solamente para lo que viene, sino para mi venida. Solo el que vive de la fe nunca va a tener hambre ni sed, y por más persecución que venga, se va a mantener en pie. Estén listos y llenos de fe, dice el Señor, confiando en mí, porque no dije que sería fácil, pero dije que tendrían la victoria como Yo la tuve primero, dije que vencerían como Yo vencí primero.
Suelten, hijitos, suelten esa casa que les está trayendo tantos problemas. Su corazón está demasiado apegado a esas cosas, demasiado preocupado. Su corazón está ocupado y no hay lugar para mí. Y cuando suelten, dice el Señor, esa casa vacía va a estar lista para estar llena de cosas nuevas. Esa libertad de la preocupación que ocupaba todo su corazón le va a dar lugar para llenarse de mi amor.
Muchos de ustedes no pueden sentir el gozo del Espíritu como deberían porque están atados a muchas cosas, y esa falta de libertad espiritual no los deja disfrutar del gozo del Espíritu como deberían.
Dejen ir, dejen ir, como cuando alguien mira desde un muelle como un barco se va lejos. Si, es posible que ahí vayan seres queridos, pero dejen ese barco ir, porque ese vacío quiero llenarlo Yo. Tengan esperanza, porque no hay vacío que Yo no pueda llenar, dice el Señor. Dejen ir, porque para subir al arca no se puede llevar nada más que la fe y la esperanza.
Amados míos, estén livianos, porque por la puerta ingresa uno solo, dice el Señor. No se puede entrar con tu hijo de la mano. No se puede entrar con tu nieta abrazada. No se puede entrar con esa casa que no querés soltar. No hay auto que entre por esa puerta. No hay padre ni madre que te pueda acompañar, mucho menos una tierra, una nación, una familia completa. Por la puerta se entra solo, dice el Señor.
Entiéndanlo, dice el Padre, y libérense de cosas pesadas y de cosas innecesarias. Aún muchos de ustedes aman hasta objetos materiales como la ropa, como la tecnología, distintas cosas, y no se dan cuenta del apego que tienen a estas cosas.
Revisen sus corazones, porque el corazón es engañoso más que todas las cosas, y van a encontrar que están apegados a cosas absurdas que ni se comparan con lo hecho en la cruz. Renuncien y suelten todo para que les pueda colocar alas en sus espaldas, para elevarse como nunca antes. Amen.