El Señor quiere hablarte hoy, pueblo, sobre las estructuras, porque hay distintos tipos de estructuras. Hay estructuras humanas y hay estructuras divinas. Hay estructuras permanentes, invencibles, indestructibles, pero también hay otras estructuras, momentáneas, pasajeras, efímeras. Hay estructuras que no tienen fundamentos y hay otras estructuras que están bien fundamentadas.
Oh, hijitos, dice el Señor, aprendan a dividir las aguas. Disciernan y reconozcan cuáles de todos esos edificios que hay delante de ustedes provienen y están hechos por la fuerza de mi mano y cuáles no. Oh, hijitos, dice el Señor, cuando entren a una edificación, aunque tenga mi nombre, evalúen todas las cosas con lupa espiritual, como cuando un detective quiere resolver un caso y encontrar la fuente, la razón, el motivo de una situación y saber cuál es la verdad, y no descansa hasta que la encuentra, hasta que resuelve ese caso.
Así sean ustedes en las cosas espirituales, dice el Señor, porque en este tiempo mi Espíritu va a soplar FUERTE, destruyendo columnas que Yo no levanté, y se van a sorprender, dice el Señor, y van a abrir los ojos de repente, y van a decir, ¿Qué pasó? Y van a mirar a su alrededor, porque viene un huracán espiritual que va a destruir todo cimiento que Yo no establecí, dice el Señor.
Soplará fuerte mi Espíritu Santo, revelando lo oculto de manera apocalíptica. Voy a quitar velos, voy a rajar velos, y se van a abrir de par en par para que ustedes vean lo que hay detrás de lo que no se puede ver. Y nada va a quedar oculto, porque todas las cosas van a ser manifestadas delante de mi Espíritu, dice el Señor, y fuego consumirá los altares de aquellos que se llenaban la boca hablando de mí cuando nunca los mandé a decir lo que decían. Cuántos pastores están colocando sogas en el cuello de mis ovejas, dice el Señor, y en vez de liberarlas las ahorcan aún más.
Voy a hacer justicia, dice el Señor, y voy a arrancar todo árbol que no está llevando fruto para plantar mis semillas. Sean valientes, dice el Señor, y hablen, porque estoy despertando a muchos de ustedes, y los estoy formando como martillo que quebranta la roca, y lo único que va a permanecer va a ser todo lo que se sostiene sobre la piedra angular de Cristo Jesús.
Hijitos, viene el aluvión sobre toda estructura de hombre, y voy a cortar con hacha todo lo que no me agrada, porque cuantas congregaciones están perdiendo el tiempo en enseñanzas de hombres que nunca mandé que enseñen, llenándole la cabeza de información a los míos, confundiéndolos en vez de traerles claridad.
Hijitos, abran los ojos. Por qué les gusta dejarse llevar por estos pastores que les aprietan el cuello hasta que no pueden más, mientras ustedes se van secando porque no están bebiendo de mi Espíritu. ¡Reaccionen! ¿Hasta cuándo voy a tener que llamarlos y sacudirlos?
¡Despierten del sueño! Hijos, dice el Señor, no queda tiempo. ¿No ven como se sacuden todas las cosas a su alrededor? ¿No ven cuánta gente está muriendo en este tiempo? ¿No ven como estoy arrancando esos árboles que se están putrificando para que no los contaminen a ustedes? ¿Cuántas cosas más tienen que ver? ¿Cuánto tiempo más quieren esperar?
Algunos ya están comidos de gusanos, contaminados con agua inmunda que les dan de beber en muchas congregaciones, inclusive aquellas que tienen miles de miembros. ¿Qué importan los nombres si Yo no se los di? ¿Por qué se fijan en la vanagloria de los hombres y buscan el reconocimiento, el reconocimiento de la carne humana? Carne que tiene los pies sucios, carne que camina en tierras movedizas, carne podrida, dice el Señor, en la cual ustedes están confiando.
Hijos, dice el Señor, viene un tornado. Viene un tornado espiritual y va a entrar y va a probar a cada una de las congregaciones. Y yo (Noelia) veo templos, muchos templos que afuera tienen carteles con distintos nombres, congregaciones que se hacen llamar de distintas maneras, títulos diversos; algunos cortos, otros largos; algunos simples y humildes, otros más complicados.
Dice el Señor que va a borrar muchos de estos carteles porque las columnas de esos edificios son columnas que edificó el hombre y no el Espíritu de Dios. No solo eso, sino que las puertas de muchos de esos templos, espiritualmente hablando, están completamente cerradas al Espíritu Santo. Y el Espíritu viene y golpea la puerta y quiere entrar para ministrar, pero los pastores se ponen detrás de estas puertas y las traban y las cierran, y se ponen empujando en estas puertas para que no entre nada que pueda tocar esas columnas que ellos mismos edificaron.
Voy a venir, dice el Señor, y voy a pedir cuentas a todas estas estructuras humanas que no van a lo secreto y me preguntan que tienen que hacer. Voy a destruir todo templo que no fue edificado por mi orden, porque, así como fue Él, me dice el Señor, quien mandó construir el templo en Jerusalén – fue Él quien dio la orden para que se construya el templo de Israel, y en ningún otro momento se pudo construir sino bajo su orden, en su tiempo, para Sus propósitos, bajo Sus directivas, Sus comandos, su diseño y su plano celestial, para ser sombra de las cosas celestiales – así mismo deberían estar hoy cada edificación congregacional de la Iglesia del Señor Jesucristo: ordenada por Él.
Así que voy a probarlos, dice el Señor. Viene la prueba y voy a ver cuáles de todas estas congregaciones resisten a la prueba que viene para manifestar lo que es mío de lo que no lo es. Y todos estos pastores que tienen en su mano sogas con las cuales atan a mis ovejas en vez de liberarlas, con las cuales las enferman en vez de sanarlas, todos ellos van a tener que rendirme explicaciones como cuando van al contador y le piden cuentas de lo que económicamente va pasando en la congregación, porque para eso son rápidos, dice el Padre.
Para fijarse cuánto rindió este mes esa congregación, van corriendo y tienen los pies apresurados para ver si las cuentas les dan y tienen dinero suficiente para gastar en sus deleites. Para eso tienen tiempo de sobra, dice el Padre, pero para escucharme a mí, lo que Yo quiero hacer, siempre están ocupados, dándoles a los míos más y más actividades para que no tengan tiempo de pensar ni de discernir, llenando sus cabezas de información, me repite el Espíritu, para que vivan distraídos y no busquen mi presencia en la santa morada de lo secreto.
Hijitos, el tiempo se les termina a muchos, y hay una camada que ya fue desarraigada, una camada de pastores, una camada de ministros, una camada de servidores a los cuales ya se les había advertido y se les había dado tiempo para que se arrepientan y busquen al Espíritu de Dios, para reencaminar los altares acorde a su voluntad. Hay una camada que ya fue talada, de árboles que ya han sido cortados, pero ahora viene la prueba para muchos más.
Y yo veo ángeles con pesas en las manos, con cordeles en las manos, cordeles de medir. Veo ángeles con plomadas en sus manos, ángeles que recorrerán las congregaciones que llevan el nombre de Cristo Jesús para medir y pesar todo lo que se está diciendo, todo lo que se está haciendo, y todo lo que se está enseñando en el nombre del Señor, para escribir toda esa información en los libros de Dios. Y una vez pesado todo eso en la balanza de nuestro Dios, el Señor pagará la recompensa a cada cual acorde a lo que haya dicho, acorde a lo que haya hecho, acorde a lo que haya enseñado o ministrado.
Humíllense, dice el Señor, especialmente a los pastores de la iglesia del Señor Jesucristo hoy. Humíllense delante de la presencia del Señor, aquellos que andan con el mentón altivo, con autos de lujo. Humíllense delante de la presencia del Señor y quítense los trajes ostentosos, las pelucas, el oro y la plata que se ponen para que los vean y no porque Yo se los recompensé. Humíllense, dice el Señor, porque el hacha ya está lista a la raíz de los árboles, porque, dice el Señor, ¿hasta cuándo piensan que voy a escuchar las oraciones de los intercesores que claman día y noche por la injusticia que se está llevando a cabo dentro del cuerpo de Cristo sin reaccionar?
El vaso ya está lleno, dice el Padre, y ha subido a mis oídos el llanto de aquellas mujeres que han sido calladas para no hablar de parte de Dios. Ha subido a mis oídos la protesta de aquellos hombres que saben que tienen un llamado a liberar a los cautivos, pero sus muñecas han sido atadas por miedo a las cosas espirituales.
Ha subido a mis narices el olor a pecado, el olor a arrogancia, el olor a mentira y a engaño. Y aquellos que se llenan la boca hablando en los altares cosas que salen de sus propios corazones y no del mío, ¡arrepiéntanse! Porque muchos han dejado su primer amor y se han enamorado del oro y de la plata y de las piedras preciosas, desenfocándose de aquello a lo que los llamé algún día a hacer.
Yo vuelvo a ver al Espíritu de Dios que recorre las puertas de las congregaciones que llevan el nombre del Señor Jesucristo para ver en cuáles Lo dejan entrar. Y no todas las puertas de estas congregaciones están cerradas, pero en muchas, en demasiadas, estas puertas están selladas al Espíritu de Dios. Y los líderes adentro de esas congregaciones arman agendas, calendarios, rutinas, tareas que salen de su propia imaginación, de sus propias mentes, pero no consultan al Espíritu de Dios.
Hijitos, ¿no ven que no llevan frutos? ¿Acaso están ciegos? dice el Señor.
Muchas de estas congregaciones están dominadas por el miedo. El miedo es el que lleva el volante de esas congregaciones: miedo a las cosas espirituales, miedo al qué dirán, miedo a quedar en ridículo. Los pastores temen que se les vayan las cosas de las manos, que los traten de locos, que los que se tienen que convertir no se conviertan, dejando afuera la manifestación del poder de Dios.
Y me viene ese versículo donde Pablo decía: «El reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder.»
Hijitos, ¿no se aburren de escuchar siempre lo mismo? dice el Señor.
Yo veo gente que se duerme en los asientos de los templos porque no pasa nada. Son todas palabras vacías que una vez habladas se caen en el piso; aburren, duermen. No hay sanidades, no hay milagros, no hay liberación, no hay maravillas, no hay testimonios. No se cumplen las cosas escritas en el libro de los Hechos. Es como una iglesia muerta, me dice el Señor.
Yo veo un cuerpo muerto extendido en una camilla, y veo doctores que quieren reanimarlo con esos aparatos que les ponen a las personas cuando su corazón deja de latir. Son como médicos estos líderes y pastores de los cuales el Señor habla. Son como médicos que quieren reanimar un cuerpo muerto, no entendiendo que, aunque utilicen cualquier tipo de aparato creado por el hombre, si Yo no soplo de mi aliento, no hay vida, porque el hombre nada puede vivificar si no es por mi Espíritu.
¿Y qué tengo que hacer entonces? me muestra el Espíritu que muchos de ustedes se preguntan en sus corazones.
Hijitos, despójense de todo, dice el Señor, y vayan desnudos – literalmente hablando, veo gente que se saca la ropa en la presencia de Dios para humillarse aún más – desnudos en mi presencia, dice el Señor, despojándose de todas las cosas, de todo lo que aprendieron y que no viene de mí y que, comparándolo con la Palabra escrita, nada tiene que ver.
Despójense de esas doctrinas falsas humanas que el hombre crea para manipularlos y controlarlos, y vengan a mí, desnudos de toda mentira, de todo engaño, de toda falsificación, para que, acercándose a mi presencia, Yo les muestre la manifestación de mi poder en ustedes como vaso. Vengan vacíos, dice el Señor, para que Yo los llene de mi Espíritu y conozcan la verdad, porque solo el que está en mi presencia, el que habita en mí puede beber de las aguas del Espíritu de Dios. Ningún hombre puede darles nada si Yo primero no se lo doy a él.
Hijitos, ¡disciernan! ¡Evalúen todas las cosas! ¡Estudien! Prepárense, para que ustedes también no sean cortados. Porque no solo voy a cortar cabezas, sino que también voy a cortar a aquellos que apoyan estas mentiras por negligencia, porque hay distintos tipos de maldades. Una es la maldad del que predica la mentira, pero otra es la maldad del que la apoya, del que la acompaña, del que la avala, y aún del que siembra para que esa mentira crezca, incluyendo en lo económico.
No participen de las obras infructuosas de las tinieblas, dice el Señor, porque cuando venga la luz, la linterna que voy a poner para alumbrar todo lo que está pasando, la mugre de ellos va a quedar expuesta, y ahí va a haber una división dentro de la congregación de Cristo Jesús. Y van a estar los que despierten y se den cuenta del barro a donde estaban, y mirándose la mugre de ellos mismos, lo sucio que estaban, van a ir corriendo a los pies de Cristo Jesús, pidiéndole que los limpie de toda esa contaminación.
Van a estar los que levanten una bandera a favor de la verdad del Señor, pero también van a estar los cómodos, los que disfrutan de la estructuración de los hombres, los que tienen seguridad y están abrazados en esas columnas que son estos líderes levantados e impulsados por manos de hombre y no de Dios.
Va a haber una división, dice el Señor, cuando ilumine todo lo que está pasando y lo exponga, y van a tener que tomar una decisión, y van a tener que decidir entre la verdad y el error, entre lo vivo y lo muerto, entre lo verdadero y lo falso, entre lo legítimo y la imitación. Hijitos, cuidado. Cuidado, porque el hacha viene sobre toda la tierra, y el que bajo sus pies no tenga raíces, fácilmente va a caer.
Veo que la comodidad es un gran problema en el cuerpo de Cristo Jesús, porque muchos de ustedes tienen miedo a reconocer las cosas que están mal en las congregaciones, me muestra el Espíritu de Dios, porque si aceptaran que lo que están viendo está mal, tendrían que hablar si Dios se los pidiera. Pero no quieren poner el rostro a favor de la verdad. No quieren enfrentarse con la falsedad que se está predicando. No quieren tener problemas. Quieren estar cómodos y seguir igual como lo están ahora. Pero Jesús no estuvo cómodo. Él se enfrentaba a los fariseos y a los escribas, los que no querían moverse de a donde estaban ni entender que era un nuevo pacto el que se estaba estableciendo.
Jesús defendió la verdad hasta la sangre, hasta la muerte, pero muchos de ustedes tienen miedo de hablar y de quedarse solos, y viven como metidos adentro de una piscina contaminada, llena de cocodrilos, nadando en aguas marrones. De hecho, muchos de ustedes están teniendo este tipo de sueños, me muestra el Espíritu de Dios. Sueñan que están nadando adentro de una pileta contaminada con aguas marrones, oscuras o de barro, y alrededor hay serpientes, alrededor hay cocodrilos.
Dice el Señor que les está avisando de muchas maneras a varios de ustedes en la situación en la que están, pero algunos se hacen los desentendidos. No quieren saber. Muchos de ustedes aprendieron a vivir así, con esas cadenas en las manos, con esas esposas espirituales, y no saben vivir de otra manera. No quieren quitárselas, porque sino, tendrían que aprender a vivir en libertad, y eso los aterroriza, me dice el Señor. Sin embargo, la Palabra dice que ahí a donde está el Espíritu de Dios, ahí hay libertad.
¿Por qué no quieren ser libres, dice el Señor, si para eso he venido al mundo, para entregarme como cordero que va al matadero para tu libertad? No escupas sobre el sacrificio que ya está echo. No quieras volver a la cárcel cuando ya hice todo lo que tenía que hacer para quitarte de ahí.
Muchos de ustedes le piden libertad al Señor, pero no hacen nada para salir de ahí, de ese encierro. Les ponen freno. Yo veo un auto, y veo a muchos de ustedes manejando un auto, pero viene alguien y les pisa el freno del auto y les dice: No, no vayas para allá; no, no salgas para acá; no dobles para la derecha; no vayas para la izquierda; no, no aumentes la velocidad; no manejes así; estás loco.
Son estos líderes de las congregaciones que no están dirigidos por el Espíritu de Dios sino por Satanás. Y algunos son tan atrevidos que les toman los tobillos en ese auto y ellos mismos aprietan el freno. Se han adueñado de ustedes como si fueran de ellos, dice el Señor, no entendiendo que todas las almas son mías, me pertenecen.
Hijitos, pongan límites. Disciernan, dice el Espíritu nuevamente. Sean entendidos. Sométanse bajo las autoridades que están sanas, dice el Señor, no llenas de avaricia, no llenas de codicia. Entren en edificios que están bien fundamentados en mi Palabra santa, viva, real y eficaz. Salgan de estos templos muertos a donde nada se mueve, porque ustedes van a terminar igual que esos árboles petrificados.
Oh, hijitos, cuánto me duele mi corazón, porque queriendo verlos libres los veo presos, porque queriendo verlos dichosos los veo amargados. Quisiera verlos como los niños, que cada día se levantan para disfrutar de un nuevo día, esperando ser sorprendidos. Pero cómo los voy a sorprender, dice el Señor, si no hay lugar para que mi Espíritu les regale lo que les quiero dar.
Mi alma se duele, dice el Señor. Corazones rojos, que eran blanditos y amorosos, inocentes, simples en el sentido de la maldad, no rebuscados, que cuando empiezan a beber de estas aguas doctrinales envenenadas con estructuras y doctrinas de hombres que nada tiene que ver conmigo, se empiezan a volver duros, retorcidos, malpensados, estructurados en un mal sentido con un orden de hombres y no del Señor. Corazones que estaban sanos y que empiezan a sacar raíces de amargura, contaminando sus propios hogares.
¿Cómo van a querer saber de Dios los hijos de estas personas, si sus hijos se preguntan: «¿Por qué querría vivir así?»?
Yo veo hermanos que se levantan y todos los días es lo mismo en sus vidas, porque una vez el Espíritu de Dios les había dicho lo que tenían que hacer, porque una vez el Espíritu de Dios los había llamado a trabajar de tal o cual manera para Él, porque una vez saborearon el mover del Espíritu Santo en sus vidas y fueron dirigidos por Él. Entonces ese auto en el que estaban, el volante lo manejaba el Señor a través de su Espíritu, pero después empezaron a imponerle leyes, empezaron a imponerles costumbres, empezaron a imponerles horarios, empezaron a ponerle un stop a la iniciativa que Dios le ponía en sus corazones.
Empezaron a tener una rutina, y empezaron a dejar de dejarse llevar como una hoja en el viento del Espíritu de Dios. Empezaron a olvidarse a escuchar lo que Dios quería que ellos hagan para escuchar más lo que el hombre quería que ellos hagan. Eran como una flor que estaba abierta a recibir la luz del sol, pero que después se empezó a cerrar, y entonces, sin la luz del Espíritu de Dios, esa flor se empieza a marchitar, y sin el agua del Espíritu Santo se empieza a secar.
Muchos de ustedes están así por eso, porque en vez de buscar la guía del Espíritu de Dios, únicamente esperan las directivas de los hombres, y entonces sus vidas se vuelven rutinarias. Siempre hacen lo mismo. Se levantan para cumplir horarios, para hacer tareas mandadas por ellos, para cumplir con consignas que las congregaciones les imponen y que muchas veces no vienen de Dios.
Es una minoría, me dice el Señor, son menos las congregaciones que realmente le abren las puertas de par en par al Espíritu de Dios. Son muy pocos los pastores que están guiados por el Espíritu del Señor y no por el miedo, porque muchos de ellos se sujetan de estas columnas de hombres para que el edificio no caiga, y se sienten seguros en estas estructuras, en estos horarios, en estas agendas y calendarios que ellos y los grupos de liderazgo de estas congregaciones han establecido. Y ahí no se puede mover.
Se sienten seguros así estructurados, dice el Señor, pero la seguridad la tienen que encontrar en mí, que soy la torre fuerte, dice el Padre, el único edificio que nunca va a ser derribado, el único edificio que tiene los cimientos más profundos que existen, el único edificio cuyas columnas nunca se van a caer. Yo soy la respuesta, dice el Señor, y todo aquel que se sienta perdido, estancado, dormido, seco, inactivo, tiene que venir a mí para que Yo le diga lo que tiene que hacer, para que Yo a través de mi Espíritu les diga a quién tienen que escuchar y a quién tienen que responder.
Arrepiéntanse, dice el Señor, todos ustedes, los que se aferraron a columnas humanas, los que piensan que si no cumplen con horarios diarios rutinarios establecidos por calendarios humanos y no de Dios, que piensan que a través de llevar una vida así tienen la salvación asegurada. Arrepiéntanse, los obreros que trabajan para el hombre y no para mí, dice el Señor. Arrepiéntanse de poner su confianza primeramente en su pastor y no en mí, porque la Palabra dice: «Maldito el hombre que confía en el hombre.» Arrepiéntanse de no preguntarle al Espíritu Santo cómo deben seguir, como deben obrar, de qué manera, en qué estilo. Arrepiéntanse, porque los que son guiados por el Espíritu de Dios, esos son los hijos de Dios, porque los que me aman me obedecen, dice el Señor.
[Romanos 8:14, RVR1960] Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios.
[Juan 14:15, RVR1960] Si me amáis, guardad mis mandamientos.
Es una minoría, me dice el Señor, hay un remanente que aún escucha el Espíritu de Dios. Hay un remanente. Me he guardado un remanente, dice el Señor, que aún bebe de las aguas del arroyo de mi Espíritu. Me he reservado unos pocos, dice el Señor, que no beben de doctrinas de hombres sino de doctrinas puras y buenas y santas que alimentan de verdad.
Hay unos pocos, dice el Señor, que aún iluminan a la congregación de Cristo Jesús. Aún tengo candeleros que iluminan la tierra, dice Dios, y que no se han vendido al soborno, que no han doblegado sus corazones a la tentación del enemigo, que no suavizan sus palabras, que no negocian con el hombre para darle lo que el hombre quiere.
Aún tengo, dice el Señor, y son un puñado que está guardado en mi mano, unos pocos valientes que se atreven a hablar lo que Yo quiero hablar, unos pocos atrevidos que van hacia adelante, golpeando y destruyendo muros y derribando barreras que los hombres ponen al fluir del Espíritu Santo. Aún hay algunos que están alimentando y despertando a muchos. Esos son los árboles que van a permanecer cuando la tala se realice en cantidad, porque viene un golpe, me repite el Espíritu Santo.
Uno de esos golpes fue la pandemia del COVID-19. Durante ese encierro, durante esa cuarentena, muchos árboles fueron talados y muchas congregaciones desarraigadas por la mano directa del Señor. Muchos templos fueron limpiados durante ese golpe que no se esperaban y que, habiendo ya el Señor advertido de muchas maneras, muchos no escucharon, no se apercibieron, no se vistieron de santidad, no arreglaron los asuntos delante de la presencia del Señor, y cuando vino el hacha, no resistieron.
Viene otro golpe, dice el Señor, y aun habiendo pasado lo que pasó, habiendo visto cuantos murieron durante ese tiempo de repente y sorprendieron a todos, aun habiendo visto que el juicio cayó sobre muchos, aunque no siempre fue juicio, no reaccionan, no se examinan, no escudriñan sus caminos.
Viene un golpe, dice el Señor, y este terremoto espiritual va a hacer que todo se sacuda, y de esta manera va a probar a cada uno de ustedes, a cada uno de sus pastores, a cada uno de sus líderes, a cada uno de los profetas, evangelistas, maestros, apóstoles, a cada uno que sirve al Señor. Todos van a ser sacudidos, y ahí se va a manifestar quién estaba parado sobre la roca y quien no.
Hijitos, reaccionen primeramente ustedes, dice el Padre, y miren cuál es el agua de ese vaso que están bebiendo. Pregúntenme a mí, dice el Señor, a dónde pueden encontrar agua clara, a dónde hay verdadero pan sin levadura para comer, pan que no se infla con habladuría. Hijitos, sean inteligentes, sean astutos. Prepárense ustedes también, no vaya a ser cosa que cuando venga ese terremoto y todo se sacuda debajo de sus pies, se caigan ustedes también.
He aquí que he avisado, dice el Señor. Pongan a prueba todo lo que ven, pongan a prueba todo lo que escuchan, porque todo árbol que no da buen fruto será cortado, será desarraigado, dice el Señor. Examinen todas las cosas, porque a muchos los va a tomar de repente este golpe. Por eso estoy avisando, por misericordia, porque aún tienen tiempo de arrepentirse, aún tienen tiempo de sacar ese talento que escondieron en la tierra por miedo a los hombres y activarse y ponerse a trabajar en mí, porque mucha es la mies y pocos los obreros, dice el Señor. Demasiados de ustedes están parados, inactivos, como árbol que no está llevando fruto. Pero acuérdense de lo que pasó con la higuera estéril, dice el Señor, que fue maldecida para nunca más llevar más fruto.
Pidan el temor de Dios. Actívense, despiértense, porque no queda tiempo. El tiempo se acelera y las cosas van a suceder repentinamente, dice el Señor. Actúen como si no hubiese un mañana, dice el Padre, porque muchos de ustedes piensan en sus corazones, «Sí, después voy a ver, después me voy a fijar qué hago. Mañana voy a escudriñar si lo que están haciendo está bien o está mal. Mañana voy a comparar lo que ellos hablan o me dicen que tengo que hacer o dejar de hacer con lo que dice la Biblia. Mañana lo voy a hacer» y están igual que el rico que decía que iba a guardar toda su riqueza en graneros, sin saber que esa misma noche venían a tomar su alma.
Viene el Espíritu de Dios y ciertamente va a soplar sobre toda congregación que lleva su nombre, y solo van a permanecer en pie las que han pasado la prueba. Las que cuando sople el Espíritu de Dios se encuentren en un estado de oración, de búsqueda de Dios para inquirir cuál sea su voluntad; las que cuando sople el Espíritu de Dios estén preocupadas en estar caminando en rectitud; las que cuando sople el Espíritu de Dios para probar todas las cosas hayan sido establecidas, cimentadas y fundamentadas en las Escrituras; las que cuando sople el Espíritu de Dios para probar todas las cosas sean encontradas como un hospital que trabaja para los enfermos, sean encontradas como liberadores de los cautivos; las que cuando el Espíritu de Dios venga a soplar para probar todas las cosas sean encontradas semejantes a una panadería que reparte pan al que tiene hambre y necesita comer.
Voy a examinar los corazones de todos los que me sirven y de todos los que son servidos por ellos, para ver cuál era la motivación de sus corazones, para ver a qué Dios estaban sirviendo en lo profundo de sus entrañas. Porque muchos dicen que me sirven a mí, pero están sirviendo a Mamón. Muchos dicen que me sirven a mí, pero están sirviendo a sus propios vientres, dice el Señor, y en vez de hacer tesoros en el cielo, los están haciendo en la tierra.
Examínense, dice el Señor, para ver a dónde están parados. Examínense para ver si están vestidos con vestiduras blancas sin manchas. Examínense, dice el Señor a los líderes, para ver si están exhortando a los que están en pecado. Examínense, dice el Señor, para ver si están dando de comer verdadero pan que viene del cielo. Examínense para ver si no se están guardando nada, porque muchos líderes son egoístas y no quieren compartir lo que reciben de parte de Dios.
Porque yo veo pastores que aprenden muchas cosas que Dios les está enseñando de distintas maneras, pero se guardan ese pan en sus casas y no quieren compartir todo eso con la congregación de Cristo Jesús porque tienen miedo de quedarse sin eso, cuando no han entendido que más bienaventurado es dar que recibir, que cuanto más den más van a recibir, y que el conocimiento no les pertenece.
Impartan lo que les doy, ahora, dice el Señor, y no se lo guarden, porque cuando el Espíritu de Dios venga a soplar para probar todas las congregaciones, voy a ver qué hay en sus bolsillos, voy a ver qué es lo que retuvieron, dice el Señor, porque no lo quisieron compartir, porque no lo quisieron impartir, porque tuvieron miedo a los hombres.
Estructuras eclesiásticas van a caer y solo va a permanecer lo divino, lo establecido por Dios. El orden que Yo establecí va a ser lo que va a quedar, pero voy a probar a muchos, dice el Señor, y cada uno va a tener que responder por sí mismo.
Yo veo que ahora muchos de ustedes sienten el temor de Dios en sus vidas, y es el Espíritu Santo el que está paseándose entre esta congregación espiritual para redargüirlos en sus corazones y que, así como cuando la casa de una persona está a oscuras y esa persona prende una vela y empieza a buscar a revisar todas las cosas para ver si todo está bien, si todo está limpio y en orden, así el Espíritu de Dios los está llamando ahora a muchos de ustedes a escudriñar sus vidas para ver si todo está en orden, pero en el orden establecido por Dios.
Libérense de las cadenas que ellos les imponen, dice el Señor, porque voy a renovar todas las cosas cuando el Espíritu de Dios sople para probar las congregaciones, y voy a exponer aquellas congregaciones que son ricas, espiritualmente hablando, aunque sean pobres en la vida real. Voy a exponer la riqueza de muchas congregaciones, dice el Señor, y la pobreza de muchas otras. Voy a mostrar las caras y voy a quitar las caretas, porque muchos que parecían ricos van a ser expuestos y se va a ver la pobreza en la que estaban, y muchos que parecían pobres les voy a revelar la riqueza que tenían.
Pero los que están bien, dice el Señor, sigan así. No se acobarden, no retrocedan, no tengan temor de los hombres. Sigan trabajando, aunque sus manos les duelan, dice el Señor, aunque les cueste, aunque se encuentren con oposición, aunque los fariseos los persigan, los castiguen.
Sigan, dice el Señor, puesta la mirada en Cristo Jesús y no en lo que ellos predican. Sigan adelante, dice el Señor, con agallas, con hombría, con interés por la verdad. Adelante, hijitos, aquellos que son míos y que no se han contaminado, los que no se han vendido, dice el Señor, los que no se acobardan cuando los vienen a apurar, cuando los vienen a cuestionar porque se dejan llevar por el Espíritu de Dios.
Adelante, dice el Señor, porque soy Yo quien los envío, soy Yo quien los avalo. Soy Yo el que los he enviado. Adelante, porque muchos de ustedes van a ser la razón por la cual muchas puertas van a ser abiertas que ahora están cerradas al Espíritu Santo. Estoy enviando a muchos inspirados por el Espíritu de Dios a inspirar a otros. Estoy enviando a muchas velas a encender a otras que están apagadas. Sean valientes, hijitos, y no se acobarden, no retrocedan, no tengan miedo y no se angustien. Sean valientes por amor a mí.
Yo veo muchas hojas en el viento. Son estos enviados de parte de Dios por su Espíritu, direccionados por Él, que sí, se dejan llevar por el mover del Espíritu. No se dejen caer, no se dejen apagar, no se dejen frenar, no se dejen confundir, porque Yo les voy a decir, repite el Señor, a quién tienen que escuchar, a quién tienen que prestar oído o rendir cuentas y a quienes no.
Hay una red establecida por mí, dice el Señor. Hay un orden que Yo levanto para que todo se haga decentemente, con orden, como dice la Palabra. Aprendan a reconocer cuál es cuál, y sujétense bajo esas autoridades que sí, están ordenadas por mí, que sí, hablan de mi parte, que sí, los tratan con amor aun cuando los corrigen, cuando son disciplinados por ellos. Reconozcan cuando la vara viene de mí, dice el Señor, y no de los hombres que solo quieren castigarlos.
Estén alertos, atentos permanentemente a la voz de Dios, y no se pongan bajo yugos que los destruyen, porque ellos les imponen cargas pesadas muchas veces, dice el Señor, estos líderes que imponen estructuras, rutinas, costumbres de hombres. Ellos les imponen cargas pesadas, dice el Señor, que ni ellos mismos cumplen, porque saben que si lo hicieran se hundirían. Pero a ustedes sí, los atan, a ustedes sí, los frenan, a ustedes sí, los opacan, a ustedes sí, los ponen debajo de la mesa. Es por el Espíritu, dice el Señor, el Espíritu de Dios y no el del hombre. Amén.
Señor, rompe ahora por tu Espíritu toda estructura, inclusive que hay en las casas, estructuras de hombres que llevan las familias cristianas que nada tienen que ver con tu Palabra, con tu dirección, con tus mandamientos, Padre celestial. Oh, Señor de la gloria, santo rey que sabes dirigir como ninguno más, Señor, direcciona y redirecciona a los que están torcidos. Señor, aclara los pensamientos de aquellos que están confundidos. Señor, liberta a los que están atados y no se dan cuenta.
Enséñanos a caminar por tu Espíritu, a ser llevados por el viento de tu Santo Espíritu, Señor. Abre los oídos de los que no saben escucharte para saber lo que tienen que hacer. Dales entendimiento, Padre eterno, a los que tienen el entendimiento cerrado. Toca los corazones ahora para entender bien lo que hablaste hoy y no retorcerlo para decir que dijiste algo que no es cierto.
Padre de la gloria, abre las mentes y los corazones para recibir esta palabra implantada y ponerla por obra. Santo Rey eterno, activa lo que está dormido. Señor, dales los versículos que necesita cada cual para salir de toda edificación humana no direccionada por tu Espíritu. Señor, levanta maestros conforme a tu corazón, que sepan entender bien lo que enseñaste en la Palabra escrita, maestros de amor y de libertad. Aleluya. Gloria a tu nombre, Señor. Santo eres, santo eres, Padre.
Apresúrense, dice el Señor, a poner las congregaciones en orden, preguntándole al Espíritu Santo de Dios quién va en cuál puesto, preguntándole al Espíritu Santo de Dios a quien tienen que ungir como pastor, como profeta, evangelista, maestro, apóstol, preguntándole al Espíritu Santo de Dios a quién tienen que enviar para hacer tal o cual misión, preguntando al Espíritu Santo de Dios quién tiene que administrar la economía del reino, preguntándole al Espíritu Santo de Dios quién debe de escribir lo que haya que escribir, quiénes son los que tienen que alabar, quiénes son los que tienen que servir, a quiénes ha llamado Dios a enseñar a los niños, cuáles son los maestros de cada grupo de gente en particular, preguntándole al Espíritu Santo de Dios cuáles son los motivos por los cuales hay que ayunar.
Dejen obrar a los libertadores, a los que tienen llamado a liberación. Echen fuera los demonios, dice el Señor, porque Satanás se ríe de estas congregaciones adonde no se ora para echar afuera a los demonios. Obren, dice el Señor, con señales, con prodigios, con milagros por el Espíritu de Dios. Caminen en poder, pero no para vanagloria, ni para buscar la gloria de los hombres, sino para darme la libertad para moverme entre mi pueblo, dando testimonio poderoso.
Consulten al Espíritu de Dios y levanten grupos de intercesión en cada congregación para que a través de ese clamor permanente el Espíritu sea dirigiendo esa congregación. Permitan a los intercesores orar en las congregaciones, dice el Señor, porque de otra manera están eliminando la defensa y el ataque espiritual. Denles la posibilidad a los niños de alabar con libertad por el Espíritu de Dios, en canto, en danza, en música, porque esto atrae la presencia del Espíritu de Dios y los ángeles se ponen a obrar. Oren en lenguas, dice el Señor. Agiten las aguas espirituales. Amén.
Yo veo una balanza ahora. «El mensaje ha sido entregado», me dice el Señor. Veo un sobre que sale volando, que es el mensaje profético que he entregado hoy de parte de Dios para todos ustedes. Mi misión está cumplida, y ahora el Señor va a observar cuál es la reacción de cada uno de ustedes y pesará en su balanza las decisiones que van a tomar a partir de ahora, cual sea que fuera el puesto que tienen dentro del cuerpo de Cristo, cualquier sea el miembro del cuerpo de Cristo que ustedes son.
El Señor va a pesar en la balanza, porque una vez recibida una palabra de Dios, debe de ser pesada acorde a la reacción de la persona que recibe esa palabra. Las cosas no siguen igual después de haber recibido una palabra de Dios que antes de haberla recibido. El Señor va a juzgar, habiendo avisado, habiendo alertado, y habiendo revelado lo que Él va a hacer.