Hoy vi en visión un bosque de árboles, y entre medio de ellos pasaba una gran hacha. El hacha iba cortando algunos árboles y estos caían. Entonces escuché: «La tala de árboles no ha terminado». Y yo le dije al Señor: «Señor, me cuesta entregar este tipo de mensajes», pero sentía un temor santo de obedecer.
Entonces el Padre me dijo: «Hijita, diles lo que estoy haciendo. Diles que mi mano está extendida y que estoy podando. Diles que no he terminado con esta poda y que viene otra estación, porque debo preparar el terreno para que crezca lo nuevo. Diles que los amo, pero tengo que advertirles que se ha terminado el tiempo de esperar a que muchos respondan al llamado».
Eso es lo que el Espíritu Santo me hablaba esta tarde y me insistía en compartir nuevamente sobre lo que el Señor está haciendo, sobre lo que está pasando en lo espiritual en este tiempo.
En este tiempo estamos entrando en una nueva temporada, en una nueva era, y muchos cambios se están dando. Así como cuando uno poda los árboles y quita lo que no tiene que estar antes de entrar en una nueva estación, lo mismo pasa en lo espiritual muchas veces.
Hay una limpieza que se está dando en la casa de Dios. Hay una poda espiritual que se está llevando a cabo. Hay una tala de árboles que no están dando frutos o que no están dando buen fruto. El Señor está limpiando el bosque de su reino y quitando estos árboles para plantar árboles nuevos que van a dar fruto, árboles que obedecen al Señor.
[Mateo 7:19-20] Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis.
Muchos dicen: «Los dones y el llamado son irrevocables», pero cuando uno no obedece lo que el Señor está demandando de nosotros, después de un tiempo de gracia, Dios tiene que actuar. Entonces Él arranca lo que no aprovecha y planta cosas nuevas, o quita la tarea que dio a uno y la entrega a otro, porque hay cosas que tienen que cumplirse para que el plan de Dios se establezca en la tierra.
Podemos ver un principio parecido en la parábola de los talentos. Si dejas enterrado debajo de la tierra lo que Dios te dio para que administres, el Señor te lo va a quitar y lo va a entregar a otro.
[Mateo 25:24-29] Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
En estos días el tiempo se está acelerando, y una de las consecuencias es que el período de espera entre el momento en que el Señor llama a una persona a cumplir cierta tarea y el momento en que esa persona responde a ese llamado se va acortando.
Tengo que cumplir con mis propósitos, dice el Señor. Tengo que establecer mi plan divino. Cada pieza del rompecabezas tiene que estar en su lugar, y cada pieza que no quiere estar en el lugar donde pertenece será removida y reemplazada por una nueva que sí quiera estar.
Noelia: Por eso la palabra «obediencia» es clave en este tiempo. La Biblia dice:
[Juan 14:21] El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ese es el que me ama.
Muchos dicen amar a Dios, pero cuando el Señor les pide que hagan algo que no les gusta tanto, dan un paso atrás o quieren hacerlo a su manera, convirtiéndose en Saúles de este tiempo. Y como el Señor tiene que cumplir con su plan celestial, los Saúles son descartados y reemplazados por los David de este tiempo.
Incluso en mi vida he tenido momentos en los que dije: «Señor, ya no quiero hacer esto. No quiero seguir con este llamado. No quiero seguir con esta tarea», porque hay mucho sufrimiento que uno tiene que pasar para responder a un llamado como el mío.
Pero el Espíritu Santo me ha hecho sentir un temor de Dios y me hizo entender que si no cumplo con lo que Dios me está pidiendo que haga, yo misma puedo llegar a ser cortada. He sentido que me voy a morir si no hago aquello para lo que Dios me formó en el vientre de mi madre.
Pero porque tengo un llamado de atalaya y veo lo que está pasando en el espíritu, siento la responsabilidad de hablar, a pesar de las consecuencias que esto conlleva, hablando del vituperio y de la burla, porque muchos piensan que quien llama al arrepentimiento y a ponerse a cuentas con Dios tiene un corazón juicioso y no entiende la Gracia de Dios.
En estos días, el Señor me mostraba que muchas máscaras cayeron durante la pandemia del COVID. El Señor puso a prueba el corazón de muchos pastores, y no todos salieron aprobados, porque a muchos les importó más recibir el dinero de las ovejas que apacentarlas.
El Señor traía a mi mente la profecía contra los pastores de Israel que se apacentaban a sí mismos:
[Ezequiel 34:2-6] Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel; profetiza, y di a los pastores: Así ha dicho Jehová el Señor: ¡Ay de los pastores de Israel, que se apacientan a sí mismos! ¿No apacientan los pastores a los rebaños? Coméis la grosura, y os vestís de la lana; la engordada degolláis, mas no apacentáis a las ovejas. No fortalecisteis las débiles, ni curasteis la enferma; no vendasteis la perniquebrada, no volvisteis al redil la descarriada, ni buscasteis la perdida, sino que os habéis enseñoreado de ellas con dureza y con violencia. Y andan errantes por falta de pastor, y son presa de todas las fieras del campo, y se han dispersado. Anduvieron perdidas mis ovejas por todos los montes, y en todo collado alto; y en toda la faz de la tierra fueron esparcidas mis ovejas, y no hubo quien las buscase, ni quien preguntase por ellas.
El Señor me mostraba que muchos de los árboles que han caído en este tiempo son pastores que habían sido llamados para alimentar a las ovejas, sanar a los perniquebrados, rescatar a los cautivos y acompañar a los solitarios en medio de la pandemia.
Durante este tiempo, sus corazones quedaron expuestos para que las ovejas puedan ver que, en realidad, eran lobos rapaces que solo se apacentaban a sí mismos. Pero Dios no puede ser burlado, y esos árboles que aparentaban dar buenos frutos, pero en verdad daban frutos podridos, están siendo talados.
A pesar de todo esto, el Señor me dice que Él sigue abriendo una puerta por la que muchos todavía pueden entrar, si quieren responder al llamado que Dios hizo a sus vidas, si quieren arrepentirse de no haber respondido antes, o de haberlo hecho, pero a su propio modo. La puerta sigue abierta para los que desean arrepentirse de haberse desviado en el camino.
Estoy llamando al arrepentimiento. Aunque muchos árboles han caído y se ha decretado juicio para algunos que fueron desaprobados, todavía hay una puerta abierta para los que quieren obedecer y hacer las cosas, no a la manera de Saúl, sino a la de David, que, a pesar de sus errores, era un hombre conforme al corazón de Dios.
Van a cometerse errores, porque ninguno de nosotros es perfecto, pero lo importante es que tu corazón mantenga la motivación correcta mientras caminas por la senda que el Señor preparó para ti.
¿Cuántos de ustedes quieren entrar por esta puerta de oportunidad que Dios dice que aún va a abrir y que sigue abriendo para los que reciben una nueva oportunidad? Este es un tiempo de alerta roja. Lo siento en mi espíritu y lo he compartido con algunos hermanos. Aun cuando uno responde al llamado de Dios, hasta las intenciones tienen que ser revisadas en este tiempo.
Muchos no están entrando por esta puerta de oportunidad de Dios por miedo. Otros simplemente no lo hacen por rebeldía, porque no quieren hacer las cosas a la manera de Dios, sino a su propia manera.
Hay ministros de Dios que comenzaron en una senda recta, pero luego se desviaron porque empezaron a amar el dinero, las ofrendas y las cosas del mundo. En este tiempo, el Señor demanda autoevaluación y arrepentimiento.
En el salmo 26, David le pide al Señor que escudriñe su corazón y le revele los pecados que tal vez él mismo no puede ver.
[Salmos 26:2] Escudríñame, oh Jehová, y pruébame; Examina mis íntimos pensamientos y mi corazón.
En este tiempo, nuestra oración tiene que ser: «Señor, escudriña mi corazón y muéstrame lo escondido, lo que no puedo ver y que está torcido, oscuro, podrido, esas cosas a las que me acostumbré y que creo que están bien, aunque en realidad no lo están delante de ti. Ayúdame a enderezarme. ¿Cuáles son las cosas a las que me llamaste y tantas veces te dije que no? Porque ahora sí quiero responder. Ahora sí quiero obedecer. Límpiame con hisopo, Señor».
[Salmos 51:7] Purifícame con hisopo, y seré limpio; Lávame, y seré más blanco que la nieve.
Este es el tipo de oración que tenemos que levantar en este tiempo para ser hallados fieles, limpios, rectos y para poder seguir caminando por la senda de justicia que Dios preparó para nosotros.
El Espíritu Santo me advertía que, si bien esta tala de árboles y esta limpieza de la casa ya ha comenzado, este tiempo de poda todavía va a continuar un tiempo más. No todos serán talados, pero muchos serán podados, y este tiempo de poda seguirá para que los árboles que se dejen limpiar lleven aún más fruto del que llevaban hasta ahora.
Estamos en un tiempo en el que todo está siendo sacudido, y para poder avanzar y entrar en un nuevo nivel espiritual en nuestras vidas, tenemos que pasar por este proceso de poda. Pero una vez que termine, vamos a trabajar de una manera mejor para el reino de los cielos y vamos a dar frutos de mejor calidad y en mayor cantidad.
En este tiempo también están siendo talladas las higueras estériles, esos árboles que no dieron fruto.
[Mateo 21:19] Y viendo una higuera cerca del camino, vino a ella, y no halló nada en ella, sino hojas solamente; y le dijo: Nunca jamás nazca de ti fruto. Y luego se secó la higuera.
Las higueras estériles que no llevaron frutos están siendo maldecidas por el Señor para que se sequen y nunca más lleven fruto, y en su lugar el Señor está plantando nuevas higueras que van a dar frutos buenos, frutos de obediencia y de justicia, que el Señor espera y demanda recibir.
La Biblia dice:
[Lucas 12:47-48] Aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes. Mas el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco; porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá.
Miren este principio: a quien fue dado mucho, mucho se le demandará, y al que encomendaron mucho, más se le pedirá.
Muchos de nosotros estamos trabajando en la mies, pero no todos estamos rindiendo lo que el Señor espera de nosotros. Y en este tiempo el Señor también tiene sus ojos puestos en eso.
Yo te pregunto: ¿Estás administrando cabalmente lo que el Señor te dio? ¿Estás dando fruto al nivel que Dios espera de ti, o estás dando lo mínimo posible?
Nuestro Dios es un Dios de amor, pero también un fuego consumidor. Nuestro Dios es un Dios bondadoso, pero también severo. Y en este tiempo Él está demandando que cada instrumento rinda lo que tenga que rendir. Y al que está haciendo las cosas solo para cumplir y nada más, el Señor se va a encargar de mostrarle que no está siendo fiel con lo que le ha sido dado.
Muchos de ustedes están haciendo lo que el Señor les llamó a hacer por inercia. Lo hacen solo para cumplir y no tienen su foco puesto en la obra que Dios les dio. Muchos están rindiendo un 5% cuando deberían estar rindiendo un 100%. Es como subirse a una bicicleta, empezar a pedalear y después dejar los pies quietos mientras la bicicleta sigue avanzando por inercia.
Quiero testificar que en este tiempo el Espíritu Santo me ha confrontado a mí misma, diciéndome: «Mira todo lo que te he dado. ¿Cuánto estás rindiendo para mi reino? Y de todo lo que te he dado para que administres para mí te voy a demandar y te voy a hacer ver cuánto estás rindiendo en cada aspecto de tu llamado».
En este tiempo me he dado cuenta de que no se trata solo de obedecer al Señor y nada más, no se trata solo de entregar los mensajes que Dios me da para su pueblo y quedarme ahí. Se trata de que el cien por ciento de mi corazón, de mis fuerzas y de los recursos que el Señor me ha dado tienen que estar enfocados en mi ministerio.
Me he dado cuenta de que puedo dar aún más fruto del que venía dando, y al darme cuenta de esto, vi que había cierta negligencia que había adquirido, con la cual el enemigo quiso enganchar mi corazón y frenarme para que no me dé cuenta de la amplitud del llamado de Dios en mi vida. Entonces, el temor de Dios vino a mí y me hizo ver que casi comenzaba a soltar los pies de la bicicleta. Pero el Espíritu me dijo: sigue pedaleando.
Aunque estaba caminando en mi llamado, el Espíritu me ha confrontado personalmente para que me dé cuenta de que podía hacer mucho más de lo que estaba haciendo para Dios, y de que el Señor quiere llevarme a un nuevo nivel espiritual y a una gloria mayor. Pero para eso he tenido que escudriñar mi corazón y las motivaciones que están allí, y revisar cómo estoy administrando el tiempo y los recursos que Él me está dando.
Les comparto esto porque algunos dicen: «Estoy haciendo lo que Dios me manda», pero quizás el Señor quiere que hagan más.
Hasta ese punto el Espíritu Santo está confrontando a su iglesia en este tiempo, porque es un tiempo glorioso donde los siervos del diablo están poniendo sus manos en los campos de su amo con una mayor dedicación que antes, porque eso es lo que se requiere en este tiempo. Cuánto más nosotros debemos entender que la demanda del Señor hacia sus hijos en este tiempo es mayor, porque el momento profético que estamos viviendo lo requiere.
El objetivo de este mensaje es despertarte y mostrarte hasta dónde quiere llevarnos el Señor en este tiempo, y provocarte a recapacitar, a reflexionar sobre todo lo que Dios te ha dado, y a preguntarte si estás ejerciendo una buena mayordomía en cada área, si estás usando e impartiendo todas las piedras preciosas que Dios puso en tus manos.
Actívense, hijitos, dice el Señor. Actívense, porque el hacha del Reino está pasando por el bosque de mi casa. Estoy talando árboles de raíz, árboles que pensaban que podían seguir bebiendo de mis aguas y absorbiendo la luz de mi Reino para siempre, sin dar buenos frutos y sin florecer.
Con esto les estoy dejando un ejemplo de lo que puede llegar a suceder si ustedes mismos no se activan en mí, dice el Señor. Pero todavía estoy abriendo una puerta por donde quiero que entren aquellos dispuestos a arrepentirse y a obrar para el Reino de los cielos.
Noelia: Veo que el Espíritu Santo está llamando y agitando los espíritus en este tiempo. Algunos de ustedes no pueden dormir, porque sienten esa inquietud, ese fuego que arde en ustedes y no se apaga. Es Dios, llamándolos a que respondan, pongan sus manos en la mies y trabajen, convirtiéndose en servidores del Reino de los cielos.
Aún estoy llamando a muchos a que recapaciten, dice el Señor. Estoy limpiando a otros para que lleven aún más fruto del que llevaban hasta ahora. Las cosas van a seguir cambiando, y para poder entrar en esta nueva etapa espiritual en la que estamos entrando, las cosas tienen que cambiar, y muchas van a ser removidas, dejando libre la tierra para plantar nuevas plantas.
Hijitos, dice Dios, vuelvo a llamarlos a través de muchas trompetas a que se despierten y se activen en mí. Y a los que se habían desprendido de la vid, hoy los invito a que vuelvan y se inserten en mí, para que, alimentándolos a través de mi savia, puedan empezar a crecer.
Esto es una alerta, dice el Señor. Estamos en tiempos peligrosos, y aquel que no sepa escuchar el sonido de la trompeta va a caer. Por lo tanto, laven sus oídos, hijitos, y permitan que mi voz penetre. Y después de haber escuchado las instrucciones, empiecen a moverse.
Noelia: Veo que de los que están sentados, muchos se van a levantar y van a empezar a trabajar para Dios, pero otros van a acostarse.
Esto significa que el que siga como está y no entienda que debe ser transformado en este tiempo, no solo no va a poder avanzar, sino que va a retroceder por no querer levantarse y empezar a caminar en lo que Dios lo llamó, por no querer arreglar lo que tenga que arreglar delante de Dios, por no querer arrepentirse y reconocer que ha estado equivocado en ciertos aspectos.
El que está quieto ya no va a poder permanecer en la misma posición por mucho más tiempo, dice el Señor. El que no se levante de la silla va a caer de ella.
Noelia: Por tanto, cada uno tiene que examinar su corazón y buscar a Dios en la intimidad. El que tenga que arrepentirse, que se arrodille delante de Dios y haga cuentas con Él antes de que pase esta hacha y arrase con lo que tenga que arrasar, antes de que las higueras comiencen a secarse.
Limpiémonos y dejémonos transformar por la poderosa mano de Dios, para que Él nos encuentre dignos de escapar de las cosas que vienen.