Hace algunos días, comencé a estar muy compungida en mi espíritu. Me pareció sentir el dolor que siente Dios por las cosas que están pasando. Sentía que en mi espíritu se estaba gestando una palabra. Pienso que el Espíritu Santo hablaba a mi corazón, haciéndome entender que el Padre quería hablar a sus hijos. Así que les comparto lo que recibí, en obediencia, con temor y temblor, habiendo ya buscado confirmación de estas cosas, para que ustedes lo lleven en oración y pidan la guía del Señor en sus vidas.
Lo que está pasando es muy serio y, por supuesto, lo más probable es que esto que me fue revelado nunca salga a la luz, por tratarse de planes secretos de los hombres. Pero el Señor quiere que su iglesia sepa la verdad de lo que pasa en lo escondido, para que no caminemos en tinieblas, para que estemos preparados para lo que viene y para que sepamos qué tenemos que hacer con respecto a esta peste que anda circulando.
[Salmos 2:1-2, RVR1960] ¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas? Se levantarán los reyes de la tierra, y príncipes consultarán unidos contra Jehová y contra su ungido.
Palabra recibida
Hijos míos, en esta hora les quiero hablar. Les quiero decir lo que las noticias no les dicen. Les quiero abrir los ojos y que sepan la verdad. Les quiero ayudar a entender que no hay nada oculto para mí, y en esta hora voy a quitar la cortina que colocaron delante de sus ojos tan magistralmente.
Vienen días de soledad sobre la tierra. Habiendo tantos hombres, no podrán acompañarse los unos a los otros. Este es mi juicio por haberse acercado tanto para pecar, porque estoy aislando a las personas en esta cuarentena. Los estoy llevando al desierto para que me encuentren, para que entiendan que sin mí nada pueden hacer. Estoy abriendo los ojos de muchos. Muchos se están dando cuenta de que lo que digo que viene es cierto. Les estoy mostrando la punta del iceberg para que, cuando asome el cuerpo de este, los míos ya estén listos.
Escóndete un poquito, pueblo mío, hasta que pase la prueba. No te duermas. Llega la hora de armarse. Llega la hora de velar. ¡No te duermas!
Yo estoy sacudiendo las naciones. Las estoy desbaratando. Las estoy desbordando. Les estoy demostrando que ellos no tienen el control, porque el cetro es mío, y si Yo provoco caos, el hombre no puede poner orden. Es por el movimiento de mi cetro que hay caos u orden, no por los planes del hombre.
Los hombres se confabulan en estos tiempos. Hacen planes macabros. Se juntan para hacerle autopsias a los cuerpos contaminados y minados por la enfermedad. Resulta que la cura la tengo Yo. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, y si Yo no pongo fin a una epidemia, nadie la puede frenar.
Aún no se termina. Va a continuar avanzando un poco más. Aún falta que partan más almas. El diablo tiene derecho sobre mucho pueblo y se está llevando a quienes debían morir con muerte de pestilencia. Nada es casualidad. Todo tiene un porqué. Todas las almas están contadas. Todos tendrán el fin que les corresponda tener. Sin embargo, Yo estoy observando cómo y hasta dónde avanza esta pandemia. No irá más lejos de adonde Yo le permita ir.
Los virus son como pequeñas mascotas que obedecen a sus amos demoníacos, instrumentos invisibles a la vista normal del hombre, pero que no escapan de mi vista. Esto lo realiza Satanás con su horrenda mano, porque él es el príncipe de la potestad del aire. Él está encargado de realizar esta movida insalubre en los aires de la tierra, y Yo se lo permito porque el hombre mata y mata, y no deja de matar.
Vergüenza debería darles querer salvar a los vivos, mientras asesinan todo el tiempo a los que aún no han nacido. Litros y litros de sangre derramada en la tierra claman por justicia: millones de almas que no tuvieron oportunidad de nacer, voces que nunca fueron, vidas que no llegaron a ver la luz del alumbramiento. Por esto lo permito, porque el hombre tiene las manos manchadas de sangre y no se arrepiente. Venganza mía es esta. Yo soy el Dios de la salvación, y Yo soy el Dios de la destrucción cuando hay cuentas que saldar.
¡Arrepiéntanse! ¡Lloren! Tomen esta copa amarga, los pecadores, los descocados que andan por la vida sin detenerse a meditar en la muerte y la destrucción que acarrean. Distraídos estaban, cuando de repente se voltearon y vieron que la muerte los venía a buscar.
Esto no se termina aquí. Esto recién empieza, como los dolores de una mujer encinta: muerte tras muerte, destrucción tras destrucción, guerra tras guerra. La agenda de los grupos secretos se va agudizando a medida que corren los días, y las muertes aumentarán, haciendo creer a los ciudadanos que estos grupos no existen, que esto solo es una pestilencia casual.
No es así, mis hijos. No estén ignorantes de los planes que el enemigo está ejecutando sobre el mundo entero. Abran los ojos, pueblo mío. La ciencia se desarrolla, la tecnología avanza, y los magnates en poder saben que estas se pueden utilizar para la destrucción. No es cierto lo que dicen las noticias. Es falso. ¡No lo crean! ¡Es el hombre, es el hombre! Manufacturado es, manufacturado es. Obra de la mente de Satanás, quien es maestro de la maldad.
Mucho pueblo está siendo exterminado. Mucho pueblo está siendo contaminado. Ya ni la comida se puede comer sin ingerir los venenos que le agregan: sustancias oscuras cargadas de cianuro, cantidades ínfimas de plata, que van envenenando la sangre y haciéndola pesada para que circule más lento, y así los órganos se empiecen a enfermar y al corazón le cueste más latir.
¿Por qué creen que cada vez hay más muertes por infartos? ¿Cómo no se dan cuenta de que los problemas digestivos son cada vez mayores? Los están envenenando. Ustedes son víctimas de un sistema de asesinato lento y progresivo, y hasta a veces tortuoso. No se engañen, las cosas no son como se las venden.
Estoy llamando a mi pueblo a que se levante contra este mal que andan evaporando por los aires para que los ancianos mueran. Los están matando sin misericordia. Esta es un arma biológica, arma de destrucción de la vida, y así aniquilan de diferentes maneras. Ustedes no tengan miedo; solo escúdense en mí. Esto es una guerra entre los países que buscan posicionarse en el puesto número uno del poder. Esto es un ataque económico para debilitar las economías.
¡Hijos míos, despierten! La cosa se viene cada vez más fuerte. Ya tienen la soga al cuello, y ellos van a tirar cada vez más de ella. Están caminando en el fango y no se dan cuenta. Son tiempos peligrosos. Son tiempos engañosos. Deténganse a observar todo lo que acontece y estudien los movimientos de la élite. Está todo estudiado. Acérquense a mí para que, estando cerca de la luz, puedan ver lo que ellos hacen en la oscuridad. Deténganse a meditar en estas cosas. Aten cabos. No sean ingenuos. ¡Despierten!
Cuando piensen que se están recuperando de una catástrofe, vendrá otra, porque estamos en dolores de parto. La tierra está dolida. La tierra está sufriendo. Los aires se están agitando, porque el pecado del hombre sube y sube a mis narices, como tinieblas espesas que elevan hasta arriba.
Los hombres tienen sus manos manchadas con sangre. Por eso lo permito, porque me han traicionado. ¡Asesinato, asesinato! ¡Demasiado asesinato! El pecado del asesinato. El homicidio crece y crece por estos días. Matan y matan de diferentes maneras a los hombres. Matan a los bebés, a los niños, a los viejos. Matan y aniquilan al hombre de diferentes maneras. ¡Oh, cuánto van a sufrir aquellos que no estén preparados! ¡Cómo van a caer los que no estén parados sobre la roca! Porque todos van a ser sacudidos, pero no todos van a caer. Solo el que se tome de mi mano se va a sostener.
No teman, hijos de la luz, porque ustedes están conmigo. Desplieguen sus armas de poder contra este mal. ¡Apunten y fuego! Aprovechen a entrenar, porque Yo estoy observando cómo reaccionan mis hijos y estoy midiendo la valentía de cada uno de ellos. Clamen, hijitos. Deshagan. Ejecuten mi diseño en la tierra. No se queden dormidos. Insistan en orar hasta que se rompan barreras invisibles. No esperen más. Únanse como un ejército contra las artimañas de este enemigo astuto. Denle batalla. No se detengan. Ataquen, porque sus oraciones debilitan la peste, le quitan la fuerza, porque es fuerza que viene del enemigo. Rompan las cadenas. Desaten y destruyan. ¡Quemen! ¡Intervengan!
Quietos, hijitos. Esténse quietos y vean. Vean que Yo Soy Dios. Observen lo que voy a hacer, cómo le pongo un corte a todo esto, porque, como ya les dije, aquí mando Yo. Y no se olviden de que los estoy amando, pero mi amor no es como el de ustedes. Hay cosas que quizás algunos de ustedes no puedan comprender, pero deben confiar en mí a pesar de la tribulación que se avecina, porque los estoy despertando, los estoy refinando, los estoy puliendo. Estoy trabajando en ustedes y haciéndolos semejantes a mi Hijo amado, quien también a través del sufrimiento fue perfeccionado.
Les habla el Dios de la Biblia, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de las plagas de Egipto, el Dios que resucita a los muertos y que sana a los enfermos; aquel que volvió a la vida al que había muerto con muerte de cruz, al que establecí Señor de Señores y Rey de Reyes, a Jesucristo, mi Hijo amadísimo y único compañero mío por los siglos de los siglos. Amén.
[Génesis 9:5-6, RVR1960] Porque ciertamente demandaré la sangre de vuestras vidas; de mano de todo animal la demandaré, y de mano del hombre; de mano del varón su hermano demandaré la vida del hombre. El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada; porque a imagen de Dios es hecho el hombre.