Hijos míos, aquí estoy Yo, hablándoles de nuevo, dice el Señor. Yo soy el Alfa y la Omega, la estrella que brilla (estrella de la mañana), la luz encendida del mundo. Yo soy el primero y el último. Yo soy el Hijo de Dios, el Hijo eterno. Hijos míos, límpiense de sus inmundicias porque Yo voy a traer juicio sobre la tierra. La muerte abundará por todos lados. Enfermedades, pestilencias, hambre abundarán por doquier, en todas las naciones que no quieren obedecerme.
[Lucas 21:11, RVR1960] Y habrá grandes terremotos, y en diferentes lugares hambres y pestilencias; y habrá terror y grandes señales del cielo.
Yo soy un Dios justo y pesaré en la balanza el bien y el mal que mis hijos hicieron. Yo voy a probarlos, dice el Señor. Uno a uno los iré probando para exponer la verdad sobre quiénes son los que verdaderamente me pertenecen, dice Jesús, el Hijo de Dios, el inmaculado, el Soberano Rey del universo. ¡Mío es el reino, y la honra, y el imperio por siempre, por los siglos de los siglos!
¡Hijos míos, vengo con mi puño fuerte cerrado! Voy a golpear la tierra con fuerza. Voy a sacudir los océanos. Una roca va a caer en el Océano Atlántico, cerca de Las Antillas, destruyendo todo a su paso. El agua se levantará e inundará las costas y traerá muerte, pestilencia, hambre, desolación, angustia, confusión, ira.
Hijos míos, no se asusten por lo que ha de venir, porque es mi mano la que va a mover la tierra de aquí para allá, como un borracho que no puede caminar.
[Isaías 24:19-20, RVR1960] Será quebrantada del todo la tierra, enteramente desmenuzada será la tierra, en gran manera será la tierra conmovida. Temblará la tierra como un ebrio, y será removida como una choza; y se agravará sobre ella su pecado, y caerá, y nunca más se levantará.
¡Hijos míos, Yo soy sabio! Esto tiene que acontecer para que se revelen mis hijos, para que salgan de la tibieza. Una roca va a caer ¡ardiendo! y provocará un desastre sin igual. Mi mano es la que envía esta roca ardiendo con gran velocidad, y todos los que se habían olvidado de mí ¡se acordarán! Aquellos hijos que se habían perdido se van a acordar de mí, de quién soy Yo; que Yo soy el Rey, el único Salvador del universo, dice Jesús.
¡Hijos míos, prepárense para este juicio que viene sobre la tierra! Mi mano está moviendo todas las cosas. ¡El agua va a invadir la tierra! Un tsunami se levantará. Olas de una increíble altitud van a invadir las costas de América.
[Lucas 21:25-26, RVR1960] Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas.
Un tsunami vendrá sobre América del Norte, sobre la costa este de América del Norte. Una ola sin precedentes arrasará, porque Yo lo he decretado, dice el Señor. Yo soy el que mando este juicio sobre la tierra para que los míos, los que están tibios, se calienten por mí, dice el Señor, ¡y vuelvan a mí, vuelvan a mi casa, vuelvan a buscarme! Más a todo aquel que no quiso escucharme perecerá, por no haber querido escucharme ni atender a mis comandos, mis mandamientos santos.
Desplegaré mi ira, dice el Señor, sobre las naciones. ¡Esto recién empieza! Pero ustedes, los que están parados sobre Mi fundamento, no teman en nada, dice el Señor. ¡Agárrense fuerte de mí porque Yo los voy a sustentar!, ¡Yo los voy a cuidar!, ¡Yo voy a hacer que ustedes brillen más que la luz del día! No vacilen y síganme a mí, a pesar de todo lo que viene, dice el Señor. Estén seguros plantados en la tierra, en MI tierra, dice el Señor, como un edificio firme que nada lo puede mover.
[Salmos 46:2-3, RVR1960] Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar; aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza.
Así serán los míos, los verdaderos, los que confían en mí, los que habitan en mí, los que esperan en mí a que se cumplan todas estas cosas que Yo vengo anunciando desde los tiempos antiguos. ¡No teman, mis amores!, dice el Señor. Yo levantaré las aguas con mi mano. Levantaré olas de gran magnitud. Las costas serán inundadas y el agua entrará, invadiendo la tierra. ¡Una roca va a caer! Yo lo he decretado, dice el Señor, y hoy lo estoy anunciando. Tengo muchas bocas que están anunciando este juicio que traigo. Pero ustedes no sean necios, dice el Señor, y prepárense en mí. ¡Sean fervientes en mí! ¡Entréguenme TODA su vida, entréguenme TODO lo que son! ¡Estén arraigados en mí!
Hijos míos, Yo vengo a traer destrucción, inmundicia, hambre, calamidad sobre la tierra. Uno a uno, los juicios vendrán, dice el Señor, y para algunos ya va a ser tarde, porque, ¿cuántas veces les hablé?, dice el Señor, ¡y no me escucharon! ¿Cuántas veces los llamé y no quisieron escucharme? Porque mi voz les resultaba demasiado santa. Así que Yo traeré el juicio. Iré agudizando los eventos y el mal se levantará de una manera degenerada.
Estén preparados en mí, dice Jesús, porque esto está decretado. Yo voy a mover la tierra, y el que no me crea va a sufrir las consecuencias como resultado de esa decisión, porque cada uno tiene que tomar su elección, dice el Señor. Así que, mis hijitos, ¡prepárense! ¡Estén provistos! ¡No se duerman! Yo voy a golpear la tierra con puño cerrado y la voy a sacudir, y un gran terremoto vendrá, un terremoto sin precedentes. La tierra se va a rajar, se va a abrir, ¡pero esto nadie lo cree, que Yo soy capaz de hacer estas cosas que vengo anunciando desde tiempos antiguos!
[Apocalipsis 16:18, RVR1960] Entonces hubo relámpagos y voces y truenos, y un gran temblor de tierra, un terremoto tan grande, cual no lo hubo jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra.
Mis hijos no quieren creer que esto viene sobre la tierra, que ya está decretado, que nada lo puede cambiar. Solamente estoy esperando el momento indicado, pero no voy a revelar la fecha, porque el que espera en mí espera todos los días, dice el Señor, y está armado con la armadura de Dios todos los días, cada segundo de su vida, y no especula «¿Cuándo van a suceder estas cosas?», «¿Cuándo vendrá el Señor?», sino que ya está listo con la espada en la mano, parado, esperando a que le den la orden para salir a guerrear.
Ustedes, los tibios, tomen una decisión, dice Jesús. ¡Elijan en favor de mí! ¡Elíjanme a mí! ¡Yo tengo mucho para darles! Y a los que no me creen, el agua vendrá sobre ellos, arrasando con todo a su paso, destruyendo las casas, rasando la tierra, dejándola llana. Mi mano ya está extendida y no voy a perdonar a aquellos que burlaron mi Nombre sin querer arrepentirse de su maldad, de sus caminos, no queriendo tornar de sus caminos para encaminarse en una senda nueva.
¡Hijos míos, esto es cierto! Lo vengo anunciando a través de muchas bocas y no me quieren escuchar. Pero esto vendrá, y los que estén preparados van a triunfar en el espíritu. ¡Afiánzate en mí!, dice el Señor. Escucha mi voz, porque todo lo que he dicho se cumplirá. Yo he hablado desde tiempos antiguos y aún sigo hablando, y ¡nadie me va a callar!, dice el Señor, porque mi voz mueve los océanos, mi voz manda piedras a la tierra para destruirla y provocar que los hombres tomen una decisión.
¿Qué vas a hacer?, dice Jesús. ¿Vas a seguir sentado en tu casa mirando la televisión, contaminándote con los placeres de la vida, o vas a levantarte y vas a elegir por la verdadera vida? Por la vida eterna, por la vida que sólo el Hijo puede entregarte.
[Lucas 21:34-36, RVR1960] Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día. Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra. Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre.
Elige por mí, dice Jesús, sígueme, toma una decisión, alístate en mi ejército, y vamos juntos a la batalla, porque la hora llega y la destrucción viene, así también la calamidad y los movimientos telúricos que aumentarán su potencia. ¡Ya estoy moviendo la tierra!, dice el Señor, pero aún viene más. ¡Esto sólo es el comienzo! Voy a traer esta gran roca desde el cielo y voy a partir las aguas, provocando que el fondo de los océanos se mueva de su lugar, levantando el agua con furia para que las aldeas sean arrasadas, los edificios destruidos, los altares contaminados con mis aguas santas. Y los falsos dioses sabrán que sólo hay un Dios, el ¡Yo Soy! quién es el que mueve todas las cosas de su lugar.
¡Amigos míos, crean a mi Palabra! Un gran juicio viene. La tierra se partirá en un terremoto incontenible. La tierra se abrirá. Mi mano abrirá la tierra hasta lo profundo, y voy a hacer que las naciones me escuchen y dirijan su atención hacia mí. Haré que los que estaban perdidos se acuerden de que tienen un Dios creador, y será que aquellos que no me buscaban me busquen, y voy a hacer que aquellos que pecaban se arrepientan, porque soy un Dios misericordioso.
Estas cosas sucederán para que se manifieste la verdad y para que los hombres tomen una decisión en favor de la luz o de la oscuridad. Esto lo haré por mi misericordia, dice Dios, y levantaré un ejército de hombres fuertes, espiritualmente armados, que saldrán a los campos a cosechar almas, a traer almas a mi reino, sabiendo que soy Yo el que traigo estos juicios para preparar la tierra de las almas para que me reciban. Pero habrá mucha destrucción y acontecerá lo que no tenían previsto, y nadie podrá detenerlo, porque Yo ya lo he decretado, ya lo he mandado a ejecutar.
¡Hijos míos, levántense, alineen su voluntad con la mía!, dice Dios. No esperen a los otros hombres. Tomen su propia decisión de seguirme con pasión, con entrega, porque todos serán testeados, y Yo observaré cómo reaccionan a mi llamado y a los movimientos que estoy provocando en la tierra. Yo observaré quiénes son dignos de entrar en mi casa y comer conmigo un nuevo pan de vida.
Yo meto mi dedo índice en el Océano Atlántico, dice el Señor, que va a tocar el fondo de los mares, y lo voy a mover para provocar cataclismos, hendiduras de la tierra, nuevos relieves marinos. Esto lo hago Yo, porque soy un Dios poderoso y nadie me dice lo que tengo que hacer.
[Hageo 2:6, RVR1960] Porque así dice Jehová de los ejércitos: De aquí a poco yo haré temblar los cielos y la tierra, el mar y la tierra seca.
Como bola de fuego vendrá desde el cielo y caerá en el mar, caerá en el agua, provocando destrucción, provocando desastres, agitando todas las cosas, agitando a la humanidad, trayendo al hombre al arrepentimiento y al perdón. Pero aun así estarán aquellos que no creerán en mí. Aun así, a pesar de los juicios que vienen, estarán aquellos de corazón incrédulo que cerrarán sus puertas a mí. Ellos verán cómo todo acontece y creerán que es sólo por casualidad, que «es la fuerza de la naturaleza», dirán, ¡cuando la naturaleza es mía! ¡Yo soy el que la creó! Yo soy el que la cambia o la destruye o la recrea. Yo soy el que renueva los ciclos de la naturaleza. Yo soy el que le doy la vida con mi aliento. Es mi respiración la que mantiene todo vivo, dice Jesús.
Yo soy la Palabra de Vida, Yo soy la acción, y ahora voy a mover todo con mi mano firme, y el que no esté preparado caerá como se cae un fruto de un árbol cuando es sacudido por el viento. El que no esté arraigado en mí será conmovido de su lugar. Así que, hijos, tomen aliento, encuentren fuerzas en mí, y prepárense para lo que ha de venir, porque Yo he proclamado lo que ha de acontecer, Yo he hablado, Yo me he manifestado. He buscado que ustedes estén al tanto de todas las cosas que van a venir. No hagan oídos sordos y escuchen mi voz.
También América del Sur será inundada por las aguas. Las costas se llenarán de agua y el agua crecerá como un cáncer en un cuerpo que se va destruyendo. Así con mi propia mano levantaré el agua del Océano Atlántico de América del Sur, inundando las costas. Las costas de Argentina se anegarán bajo el agua que mi mano va a traer. Todos estos juicios traigo porque Yo soy un Dios fiel que cumplo mi palabra y no dependo de la acción del hombre para hacer mi voluntad absoluta.
¡Afiánzate en mí!, dice el Señor. Sé columna fuerte en Jesucristo. No te dejes aterrorizar por el enemigo. Medita en mi Palabra. Busca la justicia, busca hacer el bien. Endereza tus caminos y prepara tu casa, porque vengo con mano fuerte a golpear a las naciones, y los que se creían fuertes serán debilitados, y los que estaban débiles serán fortalecidos, porque mi mano busca a aquellos que saben que no pueden hacer nada sin mí.
Voy a rajar a América del Norte. Un gran terremoto vendrá. La tierra se abrirá. Sus habitantes temblarán de pánico y de miedo, y van a correr de aquí para allá, tratando de escapar de este juicio que traigo. Van a querer esconderse de mi presencia, pero nada van a poder hacer, más que arrodillarse y humillarse a mí, porque Yo soy un Dios salvador que cumple sus promesas, y todo aquel que viene a mí conseguirá la vida eterna.
[Joel 2:12-13, RVR1960] Por eso pues, ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento. Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo.
Pero voy a romper la tierra, dice el Señor. La voy a romper con este gran terremoto que vendrá a América del Norte, como cuando alguien clava un cuchillo en medio de la tierra y la divide en dos. Así voy a hacer Yo, dice el Señor. Voy a quebrantar a Estados Unidos, y voy a quebrantar México, y quebrantaré Venezuela, quebrantaré Colombia. Y voy a quebrantar Argentina, Chile, Ecuador y Perú. ¡Brasil se va a mover! Todos los países que no quieren escuchar mi nombre: Honduras, Panamá, Costa Rica. ¡Puerto Rico, te voy a mover! ¡Brasilia va a arder!
Voy a sacudir América del Sur, dice el Señor, por no haber querido escuchar mi voz, porque Yo soy un Dios que mueve las cosas para que se manifiesten, para que reaccionen, para que mis hijos se levanten y busquen de mí. Voy a hacer que caigan cosas que estaban de pie y voy a levantar cosas nuevas, porque así es mi voluntad, dice Dios.
¡Chile se moverá, se sacudirá, y aun así no va a acordarse de mí! Seguirán en sus placeres y deleites. Solo algunos se acordarán de que Yo soy Dios, pero el resto, los que están en inmundicia, en idolatría, en fornicación, en homicidio, los que buscan venganza por cuenta propia, los que abortan a mis bebés, los que ensucian su templo, a estos mi mano los va a raer de la superficie de la tierra. Y ese altar que hay en Chile de idolatría, de adoración a dioses ajenos, lo voy a destruir con mi puño fuerte, dice el Señor, al igual que a todas aquellas naciones que no quieren entender, que no quieren escuchar mi voz y enderezar sus caminos.
América, prepárate, dice el Señor, porque te voy a mover con una furia incontenible: terremotos por doquier, inundaciones, fuego en las cosechas, levantamiento de los mares. Todo esto va a venir porque Yo soy Dios y tengo poder para hacer con mi creación lo que Yo quiero. ¡Así será! Yo soy Dios. Yo soy el Altísimo. Yo soy el Gobernador de las naciones.
Mi mano está enojada. Estoy cansado de esperar, dice Dios, a que me escuchen, que recapaciten, que se vuelvan de sus caminos, pero no, siguen y siguen ofendiéndome, creando nuevas formas de quebrantar mis leyes con leyes de homosexualidad, leyes de avaricia, leyes injustas que Yo nunca mandé a que hagan, leyes de contrabando, leyes de inmundicia, leyes de libertinaje, leyes de abortos, leyes que dejan a los viejos descuidados sin protección, a los jóvenes necesitados, a las mujeres sin guía. ¡Esto ya no puede ser! dice Dios. Mi mano ya está preparada con el puño cerrado para golpear a América.
[Isaías 24:4-6, RVR1960] Se destruyó, cayó la tierra; enfermó, cayó el mundo; enfermaron los altos pueblos de la tierra. Y la tierra se contaminó bajo sus moradores; porque traspasaron las leyes, falsearon el derecho, quebrantaron el pacto sempiterno. Por esta causa la maldición consumió la tierra, y sus moradores fueron asolados; por esta causa fueron consumidos los habitantes de la tierra, y disminuyeron los hombres.
Levántense a orar, dice el Señor, con limpieza de manos y humildad de corazón, para que Yo tal vez los escuche y envíe ángeles a proteger sus hogares. Apártense de sus caminos idólatras. Estoy cansado de la idolatría del hombre que busca en otro lado lo que solo pueden encontrar en mí: en el Dios perfecto, en el Dios de justicia, en el Dios de amor. Dejen de idolatrar dioses ajenos, hombres, ángeles, varones de historia, y concéntrense en mí. ¡Pongan su foco en mí!
Yo traeré este juicio sobre la tierra porque ¡Yo soy el Rey, el primero y el único, que está sentado en el trono sempiterno! Nadie se burla de mí, dice el Señor. Yo voy a traer justicia sobre los que se creyeron importantes. Voy a traer desolación y guerra a Norteamérica, a Estados Unidos, y van a morir sus ciudadanos por la guerra, y van a desfallecer los corazones por no encontrar esperanza, por no tenerme a mí.
[Mateo 24:6-8, RVR1960] Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aun no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores.
Estados Unidos, arrepiéntete, dice el Señor, porque Yo vengo con mano firme a moverte, a mover tus cimientos. Arrepiéntete y quita tus altares de en medio de ti: altares a Baphomet, altares a Satanás, altares a Baal. Arrepiéntete y rae de la superficie de tu territorio toda idolatría, porque vengo a juzgar tus caminos, tus hechicerías, tus mentiras. ¡Cómo has hipnotizado a la tierra! ¡Un gran juicio vendrá para ti, dice el Señor. Voy a levantar este tsunami en la costa este de Estados Unidos, y voy a inundar también la costa oeste de Estados Unidos, y se acordarán de que Yo soy el Rey y que nadie juega con mis preceptos y estatutos.
Ya lo tengo decretado. Voy a partir esta tierra en su centro y voy a quebrar los altares donde adoraban a otros dioses con diligencia, y juzgaré sus inmundicias. A todos los que me están escuchando, dice el Señor: ¡Endereza tu camino! ¡Haz recta tu senda! ¡Abandona toda inmundicia! Sácate toda la mugre de tus bolsillos y ven a mí, y vuelve a mí, para que Yo te lave y puedas resistir a todo lo que viene, y puedas santificarte para servirme, porque Yo te he estado esperando con ánimo, dice el Señor.
Ahora llega el momento de que tomes una decisión en favor de mi reino. No desperdicies las oportunidades que te he regalado por gracia. Amén.
[2 Pedro 3:8-9, RVR1960] Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. El Señor no tarda su promesa, como algunos la tienen por tardanza; sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.
[Habacuc 2:3, RVR1960] Aunque la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará.